#Robert Warshow
Explore tagged Tumblr posts
Text
Harry Watts - 'The Devolution of the Gangster'
Video Essay: Creator’s Statement: Investigating the Gangster film is crucial to understanding cinema past the silent era. From the 1930s “the western had been replaced by the Mob story as the central epic of America”[1]. During the decade the Mob movie had risen to unprecedented popularity due to its distinct working class mode of address. The Gangster film appealed to lower class…
View On WordPress
#James Cagney#Little Caesar#Once Upon a Time in America#Robert Warshow#Scarface#The Gangster as Tragic Hero#The Gangster Film#The Godfather#The Public Enemy
1 note
·
View note
Text
Los orígenes trotskistas de los neoconservadores
Por Filip Martens
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La ideología neoconservadora fue ganando cada vez más influencia en la política mundial a partir de principios de la década de 1980. A pesar de su engañoso nombre, el neoconservadurismo no es para nada conservador. Se trata más bien de una ideología de izquierdas que se apropió del conservadurismo estadounidense. Aunque el origen del neoconservadurismo no puede atribuirse a un pensador en particular, el filósofo y politólogo Leo Strauss (1899-1973) y el sociólogo Irving Kristol (1920-2009) suelen ser considerados sus fundadores.
Los fundadores del neoconservadurismo
Leo Strauss nació en el seno de una familia judía en la provincia alemana de Nassau. Fue un activista sionista durante sus años de estudiante en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial. En 1934 Strauss emigró a Gran Bretaña y en 1937 a Estados Unidos, donde fue consiguió un empleo en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Entre 1938 y 1948 fue profesor de filosofía política en la New School for Social Research de Nueva York y entre 1949 y 1968 en la Universidad de Chicago.
En la Universidad de Chicago Strauss enseñaba a sus alumnos que el secularismo estadounidense terminaría destruyendo su sociedad: el individualismo, el egoísmo y el materialismo socavarían los valores y la moral, lo que provocaría un enorme caos y disturbios en Estados Unidos en la década de 1960. Strauss consideraba que la única solución era la creación y la propagación de mitos religiosos y patrióticos. Strauss sostenía que las mentiras piadosas sirven para mantener unida a la sociedad y dirigirla. En consecuencia, según él, los mitos sin fundamento que promocionaban los políticos eran necesarios para dar un propósito a las masas, lo que estabilizaría la sociedad. Por lo tanto, los estadistas tenían que crear mitos inspiradores fuertes, que no tenían por qué corresponderse necesariamente con la verdad. Strauss fue uno de los inspiradores del neoconservadurismo que surgió en la política estadounidense en la década de 1970, aunque él mismo nunca participó en la política activa y siempre se dedicó a actividades académicas.
Irving Kristol era hijo de judíos ucranianos que emigraron a Brooklyn, Nueva York, en la década de 1890. En la primera mitad de la década de 1940 fue miembro de la Cuarta Internacional de León Trotsky (1879-1940), el líder bolchevique judío expulsado de la URSS por Stalin y que se enfrentó a él con la creación de un movimiento comunista rival. Muchos destacados intelectuales judíos estadounidenses se unieron a la Cuarta Internacional.
Kristol también era miembro de los influyentes New York Intellectuals, un grupo igualmente antiestalinista y anti-URSS de escritores y críticos literarios judíos trotskistas de Nueva York. Además de Kristol, el grupo estaba compuesto por Hannah Arendt, Daniel Bell, Saul Bellow, Marshall Berman, Nathan Glazer, Clement Greenberg, Richard Hofstadter, Sidney Hook, Irving Howe, Alfred Kazin, Mary McCarthy, Dwight MacDonald, William Phillips, Norman Podhoretz, Philip Rahy, Harold Rosenberg, Isaac Rosenfeld, Delmore Schwartz, Susan Sontag, Harvey Swados, Diana Trilling, Lionel Trilling, Michael Walzer, Albert Wohlstetter y Robert Warshow. Muchos de ellos habían estudiado en el City College de Nueva York, la Universidad de Nueva York y la Universidad de Columbia en las décadas de 1930 y 1940. También vivían principalmente en los barrios neoyorquinos de Brooklyn y el Bronx. Durante la Segunda Guerra Mundial, estos trotskistas se dieron cuenta de que Estados Unidos podía ser útil para combatir a la URSS, a la que odiaban. Algunos de ellos, como Glazer, Hook, Kristol y Podhoretz, desarrollaron más tarde el neoconservadurismo, el cual estaba influenciado por el universalismo trotskista y el sionismo.
Kristol era un marxista convencido estaba afiliado al Partido Demócrata. Fue alumno de Strauss en los años sesenta. Sus ideas neoconservadoras seguían sosteniendo la visión marxista de que el mundo podía ser moldeado a su antojo: EEUU tenía que actuar activamente a escala internacional para extender la democracia parlamentaria y el capitalismo. Por eso Kristol fue un feroz partidario de la guerra estadounidense en Vietnam. Strauss y Kristol también rechazaron la separación liberal de Iglesia y Estado, ya que la sociedad secular conducía al individualismo, queriendo hacer de la religión algo útil para el Estado.
Kristol difundió sus ideas siendo un profesor de sociología en la Universidad de Nueva York, además de una columna en el Wall Street Journal, las revistas que fundó (The Public Interest y The National Interest) y del influyente semanario neoconservador The Weekly Standard, fundado por su hijo William Kristol en 1995. The Weekly Standard fue financiado hasta 2009 por News Corporation, del magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch, y después por Clarity Media Group, del multimillonario Philip Anschutz.
Kristol también participó en el Congreso por la Libertad Cultural, fundado y financiado por la CIA en 1950. Esta organización anti-URSS activa en unos 35 países publicaba la revista británica Encounter, que Kristol fundó junto con el expoeta y escritor marxista británico Stephen Spender (1909-1995). Spender se sentía muy atraído por el judaísmo debido a sus orígenes parcialmente judíos y también estaba casado con la pianista judía Natasha Litvin. Cuando en 1967 se filtró a la prensa la implicación de la CIA en el Congreso por la Libertad Cultural, Kristol se retiró de él y se unió al laboratorio de ideas neoconservador American Enterprise Institute.
Kristol también dirigió la revista mensual Commentary junto con Norman Podhoretz (nacido en 1930) entre 1947 y 1952. Podhoretz era hijo de marxistas judíos de Galicia que se establecieron en Brooklyn. Estudió en la Universidad de Columbia, en el Seminario Teológico Judío y en la Universidad de Cambridge. Entre 1960 y 1995, Podhoretz fue redactor jefe de Commentary. Su influyente ensayo «My Negro Problem - And Ours», de 1963, abogaba por la mezcla racial completa de las razas blanca y negra, ya que para él «la fusión total de las 2 razas era la alternativa más deseable».
Entre 1981 y 1987 Podhoretz fue asesor de la Agencia de Información de Estados Unidos, un servicio de propaganda estadounidense cuyo objetivo era vigilar e influir en las opiniones públicas e instituciones estatales extranjeras. En 2007 Podhoretz recibió el Guardian of Zion Award, un premio anual otorgado por la Universidad Bar-Ilan de Israel por ser un importante defensor del Estado de Israel.
Otros nombres destacados de esta nueva ideología fueron Allan Bloom, la esposa de Podhoretz, Midge Decter, y la esposa de Kristol, Gertrude Himmelfarb. Bloom (1930-1992) nació en el seno de una familia judía de Indiana. Estudió en la Universidad de Chicago y recibió una fuerte influencia de Leo Strauss. Más tarde Bloom fue profesor de filosofía en varias universidades. Francis Fukuyama (nacido en 1952), que más tarde se volvió profesor, fue uno de sus alumnos. La periodista y escritora feminista judía Midge Rosenthal (1927-2022) – que cambió su apellido por Decter – fue una de las fundadoras del laboratorio neocon Proyecto para el Nuevo Siglo Americano y también formó parte del Consejo Administrativo del laboratorio de ideas neocon Heritage Fundation. La historiadora judía Gertrude Himmelfarb (1922-2019), nacida en Brooklyn, fue una activa trotskista durante sus estudios en la Universidad de Chicago, el Seminario Teológico Judío y la Universidad de Cambridge. Más tarde, participó activamente en el laboratorio de ideas neoconservador American Enterprise Institute.
Los orígenes trotskistas del neoconservadurismo
El neoconservadurismo se considera erróneamente como un movimiento «de derechas» debido al prefijo «neo» que lleva y que sugiere equivocadamente una nueva forma de pensamiento conservador. Sin embargo, muchos neoconservadores fueron originalmente pensadores de extrema izquierda y concretamente trotskistas. Al fin y al cabo, la mayoría de los neoconservadores descienden de intelectuales judíos trotskistas de Europa del Este (principalmente Polonia, Lituania y Ucrania). Dado que la URSS prohibió el trotskismo en la década de 1920 resulta comprensible que se convirtieran en los Estados Unidos en un de grupo de presión anti-URSS dentro del ala liberal de izquierda del Partido Demócrata y además de otras organizaciones parecidas.
Irving Kristol definió a los neocones como «progresistas golpeados por la realidad». Esto quiere decir que un neocon es alguien que cambió de estrategia con tal de lograr sus objetivos políticos. Después de todo, en la década de 1970, los neoconservadores cambiaron el trotskismo por el liberalismo y abandonaron el Partido Demócrata. Debido a su fuerte aversión a la URSS y al Estado del bienestar abrazaron el anticomunismo de los republicanos por razones estratégicas.
Antiguo trotskista como el neocon Kristol siguieron promoviendo ideas marxistas como el socialismo reformista y la revolución internacional a través de la construcción nacional y los regímenes democráticos impuestos militarmente. Además, los neoconservadores defienden reivindicaciones progresistas como el aborto, la eutanasia, la inmigración masiva, la globalización, el multiculturalismo y el capitalismo de libre mercado. El Estado de bienestar también es considerado superfluo, aunque los propios pueblos occidentales preferirían que siguiera existiendo una forma de seguridad social constructiva que asegurara a los trabajadores. Los neoconservadores se caracterizan por agitar escenarios catastrofistas muy exagerados – como el envejecimiento de la población y la globalización – como un medio para preparar a la población para una masacre en el sector gubernamental y los servicios sociales. Para ello buscan el apoyo de las fuerzas políticas liberal-capitalistas. El término «trampa de la pobreza», que se refiere a los desempleados que no van a trabajar porque los costes que ello les ocasiona diluyen sus ingresos ligeramente superiores procedentes del trabajo, también fue inventado por los neoconservadores.
Todos estos son conceptos centrales de la filosofía neoconservadora. En 1979 la revista Esquire llamó a Irving Kristol «el padrino de la nueva fuerza política más poderosa de Estados Unidos: el neoconservadurismo». Ese año también se publicó el libro de Peter Steinfels The Neoconservatives: The Men Who Are Changing America's Politics, que señalaba la creciente influencia política e intelectual de los neoconservadores.
La revista mensual Commentary fue la sucesora de la revista Contemporary Jewish Record, que cesó su actividad en 1944. Commentary fue fundada en 1945 por el Comité Judío Estadounidense. El primer redactor jefe, Elliot Ettelson Cohen (1899-1959), era hijo de un tendero judío de la Rusia zarista. Durante su dirección Commentary se centró en la comunidad judía, tradicionalmente muy de izquierdas, al tiempo que deseaba dar a conocer las ideas de los jóvenes intelectuales judíos a un público más amplio. Norman Podhoretz, que se convirtió en redactor jefe en 1960, afirmó con razón que Commentary reconcilió a los intelectuales judíos radicales trotskistas con la América liberal-capitalista. Commentary adoptó una línea anti-URSS y apoyó plenamente los tres pilares de la Guerra Fría: la Doctrina Truman, el Plan Marshall y la OTAN.
Esta revista sobre política, sociedad, judaísmo y temas socioculturales ha desempeñado un papel destacado en el neoconservadurismo desde la década de 1970. Commentary transformó el trotskismo judío en neoconservadurismo y es la revista estadounidense más influyente del último medio siglo porque cambió profundamente la vida política e intelectual de Estados Unidos. Al fin y al cabo, la oposición a la guerra de Vietnam, al capitalismo subyacente a esa guerra y, sobre todo, la hostilidad contra Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 despertaron la ira del redactor jefe Podhoretz. Por ello Commentary calificó tales oposiciones como antiamericanas, antiliberales y antisemitas. Así surgió el neoconservadurismo, que defendía ferozmente la democracia liberal y se oponía a la URSS y a los países del Tercer Mundo que luchaban contra el neocolonialismo. Los alumnos de Strauss – entre otros Paul Wolfowitz (nacido en 1943) y Allan Bloom – sostenían que Estados Unidos debía librar una batalla contra el «Mal» y difundir en el mundo la democracia parlamentaria y el capitalismo, considerados el «Bien».
Además, convencieron a la población estadounidense del peligro – ficticio – del Islam, por lo que abogaban por la intervención estadounidense en Oriente Próximo. Pero, sobre todo, los neoconservadores defienden el apoyo masivo e incondicional de Estados Unidos a Israel, hasta el punto de que el paleoconservador Russel Kirk (1918-1994) afirmó en una ocasión que los neoconservadores confundían la capital estadounidense con Tel-Aviv. De hecho, según Kirk, ésta era la principal distinción entre los neoconservadores y los viejos conservadores estadounidenses. Kirk ya había advertido en 1988 que el neoconservadurismo era muy peligroso y belicista. La Guerra del Golfo de 1990-1991, dirigida por Estados Unidos, le dio inmediatamente la razón.
Los neoconservadores luchan por el poder para imponer sus reformas con la esperanza de mejorar la calidad de la sociedad. Están tan convencidos de su propio derecho que no esperan a que haya un amplio apoyo a sus intervenciones, incluso en el caso de reformas importantes. Esto convierte al neoconservadurismo en una utopía de inspiración marxista.
La resistencia neoconservadora contra el presidente Richard Nixon
En la década de 1970, el neoconservadurismo surgió como un movimiento de resistencia contra las políticas del presidente Nixon. El republicano Richard Nixon (1913-1994), junto con Henry Kissinger (1923-2023) – asesor de seguridad nacional en 1969-1975 y Secretario de Estado en 1973-1977 – llevaron a cabo una política exterior completamente diferente estableciendo relaciones con la China maoísta e iniciando una distensión con la URSS. Además, Nixon también aplicó políticas sociales y abolió el patrón oro, haciendo que el dólar ya no fuera convertible al oro.
Nixon y Kissinger aprovecharon las altas tensiones y los conflictos fronterizos entre la URSS y China para establecer relaciones secretas con China en 1971, tras lo cual Nixon se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar la China maoísta en febrero de 1972. Mao Zedong pareció quedar enormemente impresionado por Nixon. La URSS, temerosa de una alianza sino-estadounidense, cedió a la búsqueda estadounidense de la distensión, lo que permitió a Nixon y Kissinger transformar el mundo bipolar – Occidente frente al bloque comunista – en un equilibrio de poder multipolar. Nixon visitó Moscú en mayo de 1972 y negoció acuerdos comerciales y dos importantes tratados de limitación de armamento (SALT I y el Tratado ABM) con el líder soviético Brezhnev. La hostilidad de la Guerra Fría fue sustituida por la distensión, que calmó la situación internacional. Las relaciones entre la URSS y Estados Unidos mejoraron mucho a partir de 1972. A finales de mayo de 1972 se estableció un programa de cooperación de cinco años sobre viajes espaciales. Esto condujo al proyecto de prueba Apollo-Soyuz en 1975, en el que el Apollo estadounidense y el Soyuz soviético realizaron una misión espacial conjunta.
China y la URSS redujeron su apoyo a Vietnam del Norte, al que se aconsejó que iniciara conversaciones de paz con Estados Unidos. Aunque al principio Nixon intensificó seriamente la guerra en Vietnam del Sur atacando también a los países vecinos de Laos, Camboya y Vietnam del Norte, fue retirando las tropas y Kissinger pudo concluir un acuerdo de paz en 1973. Después de todo, Nixon comprendió que para que la paz tuviera éxito era necesaria la participación de la URSS y China.
Nixon estaba además convencido de que unas políticas gubernamentales sensatas podían beneficiar a toda la población. Transfirió competencias federales a los Estados, proporcionó más ayuda alimentaria y asistencia social y estabilizó los salarios y los precios. El gasto en defensa se redujo del 9,1% al 5,8% del PIB y la renta media de los hogares aumentó. En 1972 se amplió considerablemente la seguridad social garantizando unos ingresos mínimos. Nixon se hizo muy popular gracias al éxito de sus políticas socioeconómicas. Fue reelegido en noviembre de 1972 con una de las mayores victorias electorales de la historia de Estados Unidos: a excepción de Massachusetts y Washington DC, obtuvo la mayoría en todos los Estados norteamericanos.
En respuesta a la aplastante victoria de Nixon, en diciembre de 1972, a instancias del senador demócrata Henry Jackson (1912-1983) – que había aspirado sin éxito a la candidatura presidencial demócrata – se fundó dentro del Partido Demócrata la facción centrista Coalición por una Mayoría Demócrata (CDM). La CDM sostenía que los demócratas necesitaban volver a una postura más amplia y centrista para derrotar a los republicanos. El CDM también atrajo a miembros del Partido Socialista Trotskista de América y especialmente de su ala juvenil, la Liga Socialista de Jóvenes.
Sin embargo, a pesar del importante número de miembros y del apoyo del CDM, Jackson no consiguió la nominación demócrata en las primarias presidenciales demócratas de 1976. Algunos miembros del CDM, en su mayoría no judíos – como Les Aspin, Lloyd Bentsen, Tom Foley, Samuel Huntington, William Richardson y James Woolsey – participarían posteriormente en los gobiernos de Carter (1977-1981) y Clinton (1993-2001), mientras que otros, en su mayoría judíos – Daniel Bell, Midge Decter, Nathan Glazer, Jeanne Kirkpatrick, Charles Krauthammer, Irving Kristol, Joshua Muravchik, Michael Novak, Richard Perle, Richard Pipes, Norman Podhoretz, Benjamin Wattenberg y Paul Wolfowitz – se convirtieron en neoconservadores e ipso facto en republicanos y participaron en la organización propagandística de la CIA y en el Congreso por la Libertad Cultural, en importantes laboratorios de ideas neoconservadores y en los gobiernos de Reagan (1981-1989), Bush padre (1989-1993) y Bush hijo (2001-2009). Así que se produjo una transición de los intelectuales judíos trotskistas del Partido Demócrata a ser de ahora en adelante neoconservadores dentro del Partido Republicano. Los neoconservadores formaron previamente un movimiento de oposición dentro del Partido Demócrata, que era ferozmente anti-URSS y rechazaba la distensión de Nixon y Kissinger con la URSS. Los empresarios neoconservadores pusieron enormes cantidades de dinero a disposición de los laboratorios de ideas y revistas neoconservadoras.
En 1973 los straussianos pidieron que Estados Unidos presionara a la URSS para que permitiera emigrar a los judíos soviéticos. Sin embargo, el Secretario de Estado Kissinger – aunque él mismo era judío – consideró que la situación de los judíos soviéticos no tenía nada que ver con los intereses de EEUU y, por lo tanto, se negó a dirigirse a la URSS al respecto. El senador Henry Jackson socavó la distensión con la Enmienda Jackson-Vanik de 1974, que hacía depender la distensión de la voluntad de la URSS de permitir la emigración de los judíos soviéticos. Jackson fue criticado dentro del Partido Demócrata por sus estrechos vínculos con la industria armamentística y su apoyo a la guerra de Vietnam y a Israel. Por esto último también recibió un importante apoyo financiero de multimillonarios judíos estadounidenses. Varios de los asociados de Jackson, como Elliot Abrams (nacido en 1948), Richard Perle (nacido en 1941), Benjamin Wattenberg (1933-2015) y Paul Wolfowitz se convertirían más tarde en destacados neoconservadores.
Kissinger tampoco estaba satisfecho con las persistentes peticiones israelíes de apoyo estadounidense y calificó al gobierno israelí de «pandilla de enfermos»: «Hemos vetado ocho resoluciones en los últimos años, les hemos dado cuatro mil millones de dólares en ayuda (...) y todavía nos tratan como si no hubiéramos hecho nada por ellos». Varias grabaciones de la Casa Blanca de 1971 muestran que el presidente Nixon también tenía serias dudas sobre el lobby israelí en Washington y sobre Israel.
Kissinger impidió que Israel destruyera el 3er Ejército egipcio cercado en el Sinaí durante la Guerra del Yom Kippur de 1973. Cuando la URSS no se atrevió a hacer valer su retórica proárabe, Kissinger fue capaz de conseguir que Egipto dejara el campo soviético y transformarlo en aliado de EEUU, lo que supuso un serio debilitamiento de la influencia soviética en Oriente Próximo.
Mientras tanto, Nixon continuó con sus reformas sociales. Por ejemplo, en febrero de 1974 introdujo un seguro de enfermedad basado en las cotizaciones de empresarios y trabajadores. Sin embargo, se vio obligado a dimitir en agosto de 1974 debido al escándalo Watergate, que comenzó en junio de 1972 y consistió en una serie de más de dos años de «revelaciones» sensacionalistas en los medios de comunicación que metieron en problemas muy serios a varios funcionarios del gobierno republicano y, en última instancia, al propio presidente Nixon.
El periódico The Washington Post fue uno de los que más ensució la imagen de la administración Nixon (1969-1974): los editores Howard Simons (1929-1989) y Hirsch Moritz «Harry» Rosenfeld (1929-2021) fueron los primeros en llevar a cabo el extraordinario reportaje sobre lo que se convertiría en el escándalo Watergate y pusieron a los periodistas Bob Woodward (°1943) y Carl Bernstein (°1944) a trabajar en el caso. Bajo la mirada aprobadora del redactor jefe Benjamin Bradlee (1921-2014), Woodward y Bernstein propusieron numerosas acusaciones contra la administración Nixon basadas en «fuentes anónimas».
Simons nació en el seno de una familia judía de Albany, en el Estado de Nueva York, y se licenció en Periodismo por la Universidad de Columbia. Rosenfeld procedía de una familia de judíos alemanes que se establecieron en el barrio neoyorquino del Bronx en 1939. Los padres judíos de Bernstein eran miembros del Partido Comunista de América y fueron perseguidos por el FBI por actividades subversivas durante 30 años, lo que les dejó un expediente del FBI de más de 2.500 páginas. Woodward ha sido acusado durante décadas de exageraciones e invenciones en sus reportajes, especialmente en lo que respecta a sus «fuentes anónimas» sobre el escándalo Watergate.
Esta ofensiva mediática contra el gobierno de Nixon dio lugar a una intensa investigación judicial y el Senado llegó a crear una comisión de investigación que empezó a citar a empleados del gobierno. Por ello Nixon tuvo que despedir a varios altos cargos en 1973 y, en última instancia, él mismo fue objeto de críticas, a pesar de no haber tenido nada que ver con el caso de robo y soborno que constituyó la base del escándalo Watergate. A partir de abril de 1974 se especuló abiertamente con la destitución de Nixon y, cuando esta amenazó con producirse en el verano de 1974, dimitió el 9 de agosto. El Secretario de Estado Kissinger predijo durante estos últimos días que la historia recordaría a Nixon como un gran Presidente y que el escándalo Watergate sería una mera nota a pie de página.
Nixon fue sucedido por el vicepresidente Gerald Ford (1913-2006). Los neoconservadores ejercieron una considerable presión sobre Ford para que nombrara a George Bush padre (1924-2018) como nuevo vicepresidente, pero Ford decidió elegir al más moderado Nelson Rockefeller (1908-1979), antiguo gobernador del Estado de Nueva York. Como, a pesar de la dimisión de Nixon, el Parlamento y los medios de comunicación seguían empeñados en llevarle ante la justicia, Ford concedió el indulto presidencial a Nixon en septiembre de 1974 por su presunto papel en el escándalo Watergate. A pesar de la enorme repercusión de este escándalo, sus raíces nunca salieron a la luz. Nixon mantuvo su inocencia hasta su muerte en 1994, aunque admitió errores en su gestión del escándalo. Pasaría los veinte años restantes de su vida reconstruyendo su maltrecha imagen.
En octubre de 1974 Nixon sufrió una flebitis potencialmente mortal, por la que tuvo que ser operado. El presidente Ford fue a visitarle al hospital, pero el Washington Post – una vez más – consideró necesario burlarse del gravemente enfermo Nixon. En la primavera de 1975 la salud de Nixon mejoró y empezó a trabajar en sus memorias, aunque su patrimonio desapareció debido, entre otras cosas, a los elevados honorarios de los abogados. En un momento dado, el ex presidente Nixon apenas tenía 500 dólares en su cuenta bancaria. A partir de agosto de 1975 su situación financiera mejoró gracias a una serie de entrevistas para un programa de la televisión británica y a la venta de su residencia de campo. Su autobiografía RN: The Memoirs of Richard Nixon, publicada en 1978, se convirtió en un éxito de ventas.
Líderes estatales chinos como Mao Zedong y Deng Xiaoping permanecieron agradecidos a Nixon por la mejora de las relaciones con EEUU durante años y le invitaron repetidamente a China. Nixon sólo consiguió restaurar algo su empañada reputación a mediados de la década de 1980 tras unos viajes muy publicitados a Oriente Próximo y la URSS.
El Presidente Ford y Kissinger continuaron la distensión de Nixon, entre otras cosas, concluyendo los Acuerdos de Helsinki con la URSS. Y cuando Israel siguió negándose a firmar la paz con Egipto, Ford suspendió toda la ayuda militar y económica estadounidense a Israel durante seis meses en 1975, en medio de las intensas protestas de los neoconservadores. Este fue un verdadero punto bajo en las relaciones israelo-estadounidenses.
El auge del neoconservadurismo
Durante la administración Ford (1974-1977) neoconservadores como el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Donald Rumsfeld (1932-2021), el asesor presidencial Dick Cheney (nacido en 1941), el senador Jackson y su socio Paul Wolfowitz se refirieron a la URSS como el «Mal», a pesar de que la CIA afirmaba que la URSS no suponía ninguna amenaza y no se podían encontrar pruebas de ello. Por lo tanto, la CIA fue acusada – entre otros por el profesor neoconservador straussiano Albert Wohlstetter (1913-1997) – de subestimar cualquier intención amenazadora de la URSS.
El escándalo Watergate provocó una fuerte derrota del Partido Republicano en las elecciones legislativas de noviembre de 1974, lo que dio a los neoconservadores la oportunidad de ganar más influencia en el gobierno. Cuando William Colby (1920-1996), jefe de la CIA, siguió negándose a permitir que un grupo de estudio ad hoc de expertos externos hiciera el trabajo de sus analistas, Rumsfeld presionó con éxito al presidente Ford en 1975 para que reorganizara a fondo el gobierno. El 4 de noviembre de 1975 varios secretarios y altos funcionarios moderados fueron sustituidos por neoconservadores en esta «Masacre de Halloween». Colby, entre otros, fue sustituido por Bush padre al frente de la CIA, Kissinger siguió siendo Secretario de Estado, pero perdió su puesto de Consejero de Seguridad Nacional en favor del general Brent Scowcroft (1925-2020), James Schlesinger fue sucedido por Rumsfeld como Secretario de Defensa, Cheney recibió el puesto vacante de Rumsfeld de Jefe de Gabinete de la Casa Blanca y John Scali cedió su puesto de embajador ante la ONU a Daniel Moynihan (1927-2003). El vicepresidente Rockefeller también anunció, bajo la presión de los neoconservadores, que no se presentaría como compañero de fórmula de Ford en las elecciones presidenciales de 1976.
El nuevo jefe de la CIA, Bush padre, formó el grupo de estudio anti-URSS Equipo B dirigido por el profesor judío de historia rusa Richard Pipes (1923-2018) para «reestudiar» las intenciones de la URSS. Todos los miembros del Equipo B ya eran anti-URSS a priori. Pipes, a sugerencia de Richard Perle, entonces asesor del senador Jackson, incluyó a Wolfowitz en el Equipo B. El muy controvertido informe de 1976 del grupo de estudio afirmaba haber identificado «una búsqueda ininterrumpida de la URSS de la hegemonía mundial» y «un fallo de inteligencia».
Posteriormente, resultó que el Equipo B se había equivocado por completo a todos los niveles. Al fin y al cabo, la URSS no tenía un «PIB creciente con el que pudiera comprar más y más armas», sino que se hundía lentamente en el caos económico. Tampoco existió nunca una supuesta flota de submarinos nucleares indetectables por radar. Mediante estas puras invenciones los straussianos sostenían que Estados Unidos se enfrentaba a una amenaza ficticia del «Mal». El informe del Equipo B se utilizó para justificar las masivas (e innecesarias) inversiones en armamento que comenzaron al final de la administración Carter y explotaron durante la administración Reagan.
En vísperas de las elecciones presidenciales de 1976 los neoconservadores propusieron al ex gobernador de California y ex demócrata Ronald Reagan (1911-2004) como alternativa a Ford, a quien se reprochaba, entre otras cosas, su distensión hacia la URSS y la suspensión del apoyo a Israel. A pesar de todo, Ford consiguió ser proclamado candidato presidencial republicano. Sin embargo, en las elecciones presidenciales perdió frente al demócrata Jimmy Carter (nacido en 1924).
Dentro del Partido Republicano, infiltrado por los neoconservadores, surgió en la década de 1970 el laboratorio de ideas American Enterprise Institute. En él figuraban influyentes intelectuales neoconservadores como Nathan Glazer (1923-2019), Irving Kristol, Michael Novak (1933-2017), Benjamin Wattenberg y James Wilson (1931-2012). Estos últimos influyeron con éxito en los partidarios tradicionales de los republicanos, haciendo que el creciente fundamentalismo protestante se alineara con el neoconservadurismo. Como resultado, Reagan – que también era protestante – se convirtió en Presidente en 1981 e inmediatamente nombró como asesores a una serie de neoconservadores (como John Bolton, Rumsfeld, Wolfowitz, Doug Feith, William Kristol, Lewis Libby y Elliot Abrams). Bush padre se convirtió en vicepresidente.
En lugar de la distensión, ahora había una política exterior agresiva y ferozmente anti-URSS, que estaba fuertemente basada en la doctrina Kirkpatrick. La exmarxista y exdemócrata (¡!) Jeane Kirkpatrick (1926-2006) escribió un polémico artículo de 1979 «Dictaduras y dobles raseros» en Commentary. El artículo sostenía que aunque la mayoría de los gobiernos del mundo son y siempre han sido autocracias, sería posible democratizarlos a largo plazo. Esta doctrina Kirkpatrick tenía como principal objetivo justificar el apoyo a las dictaduras proestadounidenses en el Tercer Mundo.
Muchos inmigrantes del bloque del Este participaron activamente en el movimiento neoconservador. También se oponían ferozmente a la distensión con la URSS y consideraban que el progresismo era superior. Además, Podhoretz criticó muy duramente a los partidarios de la distensión a principios de la década de 1980.
Ahora se hablaba a la población estadounidense de una amenaza soviética aún mayor: la URSS controlaría una red terrorista internacional y, por lo tanto, estaría detrás de atentados terroristas en todo el mundo. Una vez más, la CIA descartó esto como un disparate, pero siguió difundiendo la propaganda de la «red terrorista internacional soviética». En consecuencia, EEUU tuvo que responder. Los neoconservadores se convirtieron ahora en revolucionarios democráticos: EEUU apoyaría a las fuerzas internacionales para cambiar el mundo. Por ejemplo, en la década de 1980 apoyaron fuertemente a los muyahidines afganos en su lucha contra la URSS y a los contras nicaragüenses contra el gobierno sandinista de Ortega. Además, Estados Unidos inició una carrera armamentística con la URSS, lo que provocó grandes déficits presupuestarios y un aumento de la deuda pública: la política de defensa de Reagan aumentó el gasto en defensa un 40% en 1981-1985 y triplicó el déficit presupuestario.
El ascenso de los neoconservadores condujo a años de Kulturkampf en EEUU. Después de todo, rechazaron la culpa por la derrota en Vietnam, así como la política exterior de Nixon. Además, hubo resistencia contra la acción internacional activa de EEUU y contra la identificación de la URSS con el «Mal». La política exterior de Reagan fue criticada por agresiva, imperialista y belicosa. Además, en 1986 EEUU fue condenado por la Corte Internacional de Justicia por crímenes de guerra contra Nicaragua. Muchos centroamericanos también condenaron el apoyo de Reagan a los Contras, llamándolo un fanático exagerado que pasó por alto las masacres, torturas y otras atrocidades que cometieron estos grupos. El presidente nicaragüense Ortega dijo una vez que esperaba que Dios perdonara a Reagan por su «guerra sucia contra Nicaragua».
Los neoconservadores también influyeron en la política exterior de la posterior administración Bush padre. Por ejemplo, Dan Quayle (nacido en 1947) era entonces vicepresidente y Cheney Secretario de Defensa, con Wolfowitz como empleado. En 1991-1992 Wolfowitz se opuso a la decisión de Bush de no deponer al régimen iraquí tras la Guerra del Golfo de 1990-1991. En un informe de 1992 al gobierno, él y Lewis Libby (nacido en 1950) propusieron ataques «preventivos» para «impedir la producción de armas de destrucción masiva» – ¡ya sostenían esas teorías en ese entonces! – y un mayor gasto en defensa. Sin embargo, Estados Unidos sufrió un enorme déficit presupuestario debido a la carrera armamentística de Reagan.
Durante la administración Clinton los neoconservadores fueron expulsados y se refugiaron en los laboratorios de ideas que habían fundado, donde se reunían regularmente una veintena de ellos, en parte para discutir sobre el Oriente Próximo. Un grupo de estudio neoconservador dirigido por Richard Perle, que incluía a Doug Feith y David Wurmser, preparó el controvertido informe A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm en 1996. En él se aconsejaba al recién nombrado primer ministro israelí Benjamin Netanyahu que adoptara una política agresiva hacia sus vecinos: poner fin a las negociaciones de paz con los palestinos, deponer a Sadam Husein en Irak y realizar ataques «preventivos» contra el Hezbolá libanés, Siria e Irán. Según este informe, Israel tenía que esforzarse por desestabilizar a fondo Oriente Próximo para resolver sus problemas estratégicos, pero el pequeño Israel no podía llevar a cabo tan enorme empresa.
En 1998 el laboratorio de ideas neoconservador Proyecto para el Nuevo Siglo Americano escribió una carta al presidente Clinton pidiendo la invasión de Iraq. Esta carta estaba firmada por varios destacados neoconservadores: Elliott Abrams, Richard Armitage, John Bolton, Zalmay Khalilzad, William Kristol, Richard Perle, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Robert Zoellick. Esto demuestra una vez más que estas ideas ciertamente no surgieron de la nada cuando la administración Bush Jr. asumió el poder.
La obsesión de los neoconservadores por Oriente Próximo se remonta a sus antecedentes sionistas. Después de todo, muchos neoconservadores son de ascendencia judía y se sienten vinculados a Israel y al partido Likud. Los neoconservadores creen además que en el mundo unipolar posterior a la Guerra Fría los Estados Unidos tenía que utilizar su poder militar para evitar verse amenazado y para extender la democracia parlamentaria y el capitalismo. El concepto de «cambio de régimen» también fue inventado por ellos.
Aunque los presidentes Reagan y Bush padre ya adoptaron ideas neoconservadoras, el neoconservadurismo sólo triunfó realmente bajo la presidencia de George Bush hijo (nacido en 1946), cuya política exterior y militar estuvo completamente dominada por los neoconservadores. Durante el verano de 1998, Bush hijo, por intercesión de Bush padre, se reunió con su antigua asesora en asuntos soviéticos y de Europa del Este, Condoleeza Rice, en la finca de la familia Bush en Maine. Esto llevó a Rice a asesorar a Bush Jr. en política exterior durante su campaña electoral. Wolfowitz también fue contratado ese mismo año. A principios de 1999 se formó un grupo completo de asesoramiento en política exterior formado en gran parte por miembros de las administraciones de Reagan y Bush padre. El grupo, dirigido por Rice, incluía también a Richard Armitage (nacido en 1945, exembajador y exagente secreto), Robert Blackwill (nacido en 1939, exasesor para Asuntos Europeos y Soviéticos), Stephen Hadley (nacido en 1947, exasesor de Defensa) y Richard Armitage (nacido en 1945, exembajador y exagente secreto), Lewis Libby (exempleado de los Departamentos de Estado y Defensa), Richard Perle (asesor del Departamento de Defensa), George Schultz (1920-2021, exasesor del Presidente Eisenhower, ex Secretario de Trabajo, Hacienda y Estado, profesor y empresario), Paul Wolfowitz (exempleado de los Departamentos de Estado y Defensa), Dov Zakheim (n. 1948, exasesor del Departamento de Defensa), Robert Zoellick (n. 1953, exasesor y exvicesecretario de Estado). Con la ayuda de todos ellos Bush Jr. quería compensar su falta de experiencia exterior. Este grupo asesor en política exterior recibió el nombre de «Vulcanos» durante la campaña electoral del 2000.
Tras la victoria electoral de Bush, casi todos los Vulcanos recibieron puestos importantes en su gobierno: Condoleeza Rice (consejera de Seguridad Nacional y más tarde secretaria de Estado), Richard Armitage (vicesecretario de Estado), Robert Blackwill (embajador y más tarde consejero de Seguridad), Stephen Hadley (consejero de Seguridad), Lewis Libby (jefe de gabinete del vicepresidente Cheney), Richard Perle (de nuevo asesor en el Departamento de Defensa), Paul Wolfowitz (Vicesecretario de Defensa y más tarde Presidente del Banco Mundial), Dov Zakheim (de nuevo asesor en el Departamento de Defensa), Robert Zoellick (Representante Presidencial para Política Comercial y más tarde Vicesecretario de Estado).
Otros neoconservadores también recibieron altos cargos: Cheney se convirtió en vicepresidente, mientras que Rumsfeld volvió a ser secretario de Defensa, John Bolton (nacido en 1948) se convirtió en vicesecretario de Estado, Elliot Abrams pasó a ser miembro del Consejo de Seguridad Nacional y Doug Feith (nacido en 1953) se convirtió en asesor presidencial para Defensa. Como resultado, la política exterior y militar estadounidense se alineó plenamente con los intereses geopolíticos de Israel. Wolfowitz, Cheney y Rumsfeld fueron los impulsores de la llamada «Guerra contra el Terror» que condujo a las invasiones de Afganistán e Irak.
Con el informe Clean Break de 1996 (cf. supra), el anteproyecto de su política exterior ya había sido elaborado cinco años antes de que el gobierno de Bush Jr. tomará posesión. Además, los tres principales autores de este informe – Perle, Feith y Wurmser – estaban activos dentro de este gobierno como asesores. Una reestructuración de Oriente Próximo parecía ahora mucho más realista. Los neoconservadores la presentaban como si los intereses de Israel y Estados Unidos coincidieran. La pieza central del informe era la eliminación de Sadam Husein como primer paso para transformar un Oriente Próximo hostil a Israel en una región más proisraelí.
Varios analistas políticos, entre ellos el paleoconservador Patrick Buchanan, señalaron las grandes similitudes entre el informe Clean Break y los hechos del siglo XXI: en 2000, el líder israelí Sharon hizo saltar por los aires los Acuerdos de Oslo con los palestinos con su provocadora visita al Monte del Templo en Jerusalén, en 2003 Estados Unidos ocupó Irak, en 2006 Israel emprendió una guerra (fallida) contra Hezbolá y en 2011 Siria se vio seriamente amenazada por las sanciones occidentales y los grupos terroristas respaldados por Estados Unidos. Y luego está la amenaza permanente de guerra contra Irán.
A partir de 2002 el presidente Bush Jr. afirmó que un «Eje del Mal» formado por Irak, Irán y Corea del Norte suponía un peligro para Estados Unidos. Había que combatirlo con guerras «preventivas». Los straussianos planeaban atacar Afganistán, Irak e Irán en una primera fase (reforma de Oriente Próximo), en una segunda fase (reforma de Levante y Norte de África) invadir Libia, Siria y Líbano, y en una tercera fase (reforma de África Oriental) Somalia y Sudán. Podhoretz también enumeró esta serie de países a atacar en Comentary. El principio de un ataque simultáneo contra Libia y Siria ya se concibió en la semana posterior a los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Fue anunciado públicamente por primera vez por el vicesecretario de Estado John Bolton el 6 de mayo de 2002 en su discurso «Más allá del Eje del Mal». El ex comandante supremo de la OTAN, el general Wesley Clark, volvió a confirmarlo el 2 de marzo de 2007 en una entrevista televisiva, en la que también mostró la lista de países que serían atacados sucesivamente por Estados Unidos en los años siguientes. El ataque simultáneo contra Libia y Siria tuvo lugar efectivamente en 2011: Libia fue destruida por un ataque de la OTAN liderado por Estados Unidos y Siria se vio arrastrada a una guerra devastadora de varios años por diversos grupos terroristas respaldados por Estados Unidos.
Bush Jr. no logró una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para una invasión de Irak debido a la feroz oposición de varios países. Esto provocó incluso una crisis diplomática a finales de 2002 y principios de 2003. Los neoconservadores veían la guerra de Irak como un campo de pruebas: Estados Unidos intentaría instalar una democracia parlamentaria en Irak para reducir la hostilidad árabe hacia Israel. Podhoretz abogó firmemente por el derrocamiento de Sadam Husein en Comentary y elogió al presidente Bush jr., que también se retiró del tratado de limitación de armas ABM con Rusia. Sin embargo, debido al fiasco estadounidense en Irak, el neoconservadurismo perdió influencia, por lo que fue mucho menos dominante durante el segundo gobierno de Bush Jr.
La política exterior de Bush Jr. fue duramente criticada internacionalmente, especialmente por Francia, Uganda, España y Venezuela. El antiamericanismo aumentó bruscamente durante su presidencia. El expresidente Jimmy Carter también criticó a Bush durante años por una guerra innecesaria «basada en mentiras y malentendidos». Sin embargo, en 2007, Podhoretz presionó para que Estados Unidos atacara Irán, a pesar de que era muy consciente de que esto aumentaría exponencialmente el antiamericanismo en todo el mundo.
Algunos laboratorios de ideas neoconservadores
Los neoconservadores quieren extender la democracia parlamentaria y el capitalismo a escala internacional, incluso en regiones inestables y también mediante la guerra. El American Enterprise Institute (AEI), la Heritage Foundation (HF) y el ya desaparecido Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC) son/fueron sus principales laboratorios de ideas. Un detalle interesante es que las oficinas del American Enterprise Institute, el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano y la revista neoconservadora The Weekly Standard estaban en el mismo edificio.
1. American Enterprise Institute (AEI)
El AEI, fundado en 1938, lucha por la reducción de los servicios gubernamentales, el libre mercado, la democracia liberal y una política exterior activa. Este laboratorio de ideas fue fundado por ejecutivos de grandes empresas (entre otras Chemical Bank, Chrysler y Paine Webber) y está financiado por empresas, fundaciones y particulares. Hasta la fecha, el Consejo de Administración del AEI está formado por ejecutivos de empresas multinacionales y financieras, entre otras Alliance Bernstein, American Express Company, Carlyle Group, Crow Holdings y Motorola.
Hasta la década de 1970 el AEI tuvo poca influencia en la política estadounidense. Sin embargo, en 1972 la AEI puso en marcha un departamento de investigación y en 1977 la llegada del expresidente Gerald Ford trajo a la AEI a varios altos cargos de su administración. Ford también dio a la AEI influencia internacional. Varios destacados neoconservadores, como Irving Kristol, Gertrude Himmelfarb, Michael Novak, Benjamin Wattenberg y James Wilson, también empezaron a trabajar para la AEI. Al mismo tiempo, los recursos financieros y la plantilla de la AEI aumentaron exponencialmente.
En la década de 1980 varios empleados de la AEI se incorporaron a la administración Reagan, donde defendieron una postura de línea dura contra la URSS. En el periodo 1988-2000 la AEI reclutó, entre otros, a John Bolton (entonces alto funcionario de Reagan), Lynne Cheney (n. 1941, esposa de Dick Cheney), Newt Gingrich (n. 1943, presidente de la Cámara de Representantes en 1995-1999), Frederick Kagan (n. 1970, hijo del cofundador del PNAC Donald Kagan), Joshua Muravchik (n. 1947, entonces investigador en el laboratorio de ideas proisraelí de Washington Institute for Near East Policy) y Richard Perle (asesor en el Departamento de Defensa en 1987-2004), mientras que sus recursos financieros seguían aumentando.
El AEI adquirió especial importancia desde que la administración Bush Jr. asumió el poder. Al fin y al cabo, varios empleados de la AEI formaban parte de este gobierno o trabajaban entre bastidores para él. Otros empleados del gobierno también mantenían buenos contactos con la AEI. Este laboratorio de ideas siempre prestó mucha atención a Oriente Próximo y, por lo tanto, estuvo estrechamente implicado en la preparación de la invasión de Irak y la posterior guerra civil. Además, la AEI también centró su atención en Irán, Corea del Norte, Rusia, Siria, Venezuela y movimientos de liberación como Hezbolá. Al mismo tiempo, se hicieron llamamientos para estrechar lazos con países con intereses similares como Australia, Colombia, Georgia, Gran Bretaña, Israel, Japón, México y Polonia.
2. Heritage Foundation (HF)
La HF fue fundada en 1973 por Joseph Coors (1917-2003), Edwin Feulner (nacido en 1941) y Paul Weyrich (1942-2008) debido a su descontento con la política de Nixon. Querían explícitamente orientar la política gubernamental en otra dirección. El empresario Coors apoyó al gobernador californiano y posterior presidente estadounidense Reagan. También aportó el primer presupuesto anual del nuevo laboratorio de ideas con 250.000 dólares. Feulner y Weyrich fueron asesores de legisladores republicanos. En 1977 el influyente Feulner se convirtió en director del HF. Mediante el asesoramiento político – entonces una táctica completamente nueva en el mundo de los laboratorios de ideas de Washington – el HF despertó el interés de muchos a nivel nacional.
El HF fue una importante fuerza impulsora del auge del neoconservadurismo y se centra principalmente en el liberalismo económico. El HF hace referencia a las ideas judeo-protestantes y al liberalismo. Este laboratorio de ideas promueve el libre mercado, la reducción de los servicios gubernamentales, el individualismo y un fuerte gasto en defensa. El HF está financiado por empresas, fundaciones y particulares.
La administración Reagan estuvo fuertemente influenciada por Mandate for Leadership, un libro de 1981 de la HF sobre la reducción de los servicios gubernamentales. Bajo la influencia del HF, Estados Unidos también apoyó activamente a los grupos de resistencia anti-URSS en todo el mundo y a los disidentes del Bloque del Este. El concepto de «Imperio del Mal» con el que se describía a la URSS en este periodo también procede de la HF.
La HF también apoyó firmemente la política exterior del presidente Bush Jr. y su invasión de Irak. Varios empleados de HF también ocuparon cargos en su gobierno, como Paul Bremer (nacido en 1941), que llegó a ser gobernador del Iraq ocupado. A finales de 2001 el FH creó el Grupo de Trabajo de Seguridad Nacional que esbozó los contornos del nuevo Departamento de Seguridad Nacional.
Cuando Donald Trump anunció su candidatura a la nominación presidencial republicana de 2016 en junio de 2015, el HF lo atacó. En julio de 2015 el presidente de Heritage Action – la organización de defensa política de HF – dijo en Fox News: «Donald Trump es un payaso. Debe abandonar la carrera presidencial». En agosto de 2015 Stephen Moore – economista del HF – criticó las posiciones políticas de Trump. En diciembre de 2015, Kim Holmes, vicepresidente de HF, se opuso a la candidatura de Trump y criticó a sus partidarios como «una clase alienada» que se agitaba contra los responsables de las políticas liberal-progresistas y las instituciones que estos controlaban.
Cuando Trump ganó la nominación republicana y se acercaron las elecciones presidenciales, la HF cambió de estrategia. Comenzó a enviar correos electrónicos a posibles candidatos a puestos en el gobierno en caso de que Trump se convirtiera en presidente. La HF quería utilizar cuestionarios para evaluar su interés en el nombramiento de una posible administración de Trump. En el correo electrónico también se pedía que los cuestionarios llenados y el CV se devolvieran a la HF antes del 26 de octubre de 2016, aproximadamente una semana antes de las elecciones presidenciales.
Tras la victoria efectiva de Trump en las elecciones presidenciales, el HF ganó influencia sobre la composición de su gobierno, así como sobre sus políticas. La CNN informó de que «ninguna otra institución en Washington tiene una influencia tan enorme sobre la composición del Gobierno de Trump». Según la CNN esta influencia desproporcionada del HF se debió a que los demás laboratorios de ideas neoconservadores siguieron oponiéndose a Trump durante las elecciones presidenciales, mientras que el HF acabó apoyando a Trump y así pudo infiltrarse en su movimiento.
Al menos 66 empleados y exempleados de HF fueron nombrados en la administración Trump (2017-2021). Además, cientos de personas más seleccionadas por el HF fueron nombradas para ocupar altos cargos en agencias gubernamentales. En enero de 2018 el HF declaró que la administración Trump ya había incorporado el 64% de las 334 medidas políticas propuestas por el HF.
En abril de 2023, el presidente del HF Kevin Roberts fundó el Proyecto 2025 para proporcionar al candidato presidencial republicano de 2024 un marco ideológico y una fuerza de trabajo para su posible administración. El Proyecto 2025 incluye una colección de propuestas políticas – 922 páginas – para reformar el aparato gubernamental. Afirma que el poder ejecutivo está bajo el control directo del presidente en virtud del artículo II de la Constitución estadounidense. Propone una purga a fondo del aparato gubernamental en la que decenas de miles de empleados públicos serían despedidos por ser políticamente inútiles. Muchos juristas afirman que esto socavaría el Estado de Derecho, la separación de poderes, la separación entre Iglesia y Estado y los derechos civiles. El Proyecto 2025 utilizó una retórica belicosa y un lenguaje apocalíptico al describir este como un «plan de batalla».
Aunque el HF ha sido considerado muy controvertido y fuertemente criticado en la comunidad política estadounidense durante muchos años, su impacto en las políticas públicas lo ha convertido históricamente en uno de los laboratorios de ideas estadounidenses más influyentes, tanto en Estados Unidos como a escala internacional.
|
3. Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC)
El PNAC fue fundado en 1997 por el New Citizenship Project y tenía como objetivo la hegemonía internacional de Estados Unidos, la cual quería conseguir mediante la fuerza militar, la diplomacia y los principios morales. El informe de 90 páginas del PNAC «Rebuilding America's Defenses», de septiembre de 2000, señalaba la ausencia de un «acontecimiento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor» y mencionaba también cuatro objetivos militares: proteger a EEUU, ganar de forma convincente varias guerras, actuar como policía internacional y reformar el ejército. El PNAC presionó muy intensamente a los políticos estadounidenses y europeos en favor de estos objetivos.
Entre los 25 fundadores del PNAC se encontraban John Bolton (alto funcionario de Reagan y Bush padre), Jeb Bush (Gobernador de Florida y hermano del Presidente Bush hijo), Dick Cheney (Jefe de Gabinete de la Casa Blanca con Ford y Secretario de Defensa con Bush padre), Elliot Asher Cohen (n. 1956, catedrático de Ciencias Políticas), Midge Decter (periodista, escritora y esposa de Podhoretz), Steve Forbes (director de Forbes Magazine), Aaron Friedberg (catedrático de Relaciones Internacionales), Francis Fukuyama (catedrático de Filosofía, Ciencias Políticas y Sociología), Donald Kagan (catedrático de Historia), Zalmay Khalilzad (funcionario del Departamento de Estado de Reagan y del Departamento de Defensa de Bush padre), William Kristol (redactor jefe de la revista de la Casa Blanca de Ford y Secretario de Defensa de Bush padre), William Kristol (redactor jefe de la revista neoconservadora The Weekly Standard), John Lehman (hombre de negocios y Secretario de Marina de Reagan), Lewis Libby (empleado del Departamento de Estado de Reagan y del Departamento de Defensa de Bush padre), Norman Podhoretz (redactor jefe de la revista neoconservadora Commentary), Dan Quayle (Vicepresidente de Bush padre), Donald Rumsfeld (Secretario de Estado de Reagan y del Departamento de Defensa de Bush padre), Donald Rumsfeld (Jefe de Gabinete de la Casa Blanca y Secretario de Defensa de Ford, asesor presidencial de Reagan y asesor del Departamento de Defensa de Bush padre) y Paul Wolfowitz (empleado del Departamento de Defensa de Ford y asesor del Departamento de Estado de Reagan y del Departamento de Defensa de Bush padre). Más tarde, Richard Perle (asesor del Departamento de Defensa en 1987-2004) y George Weigel (conocido publicista y comentarista político católico progresista) también se unieron al proyecto.
El PNAC es una organización muy controvertida porque abogaba por el dominio estadounidense del mundo, el espacio e Internet en el siglo XXI. Despertó una reacción adversa del Brussells Tribunal y de From the Wilderness. La iniciativa ciudadana Brussells Tribunal fue fundada en 2004, entre otros, por el filósofo de la cultura Lieven De Cauter (Katholieke Universiteit Leuven, Bélgica) y se opone a la política exterior estadounidense. Por ello, rechaza el PNAC y la ocupación estadounidense de Irak. Brussells Tribunal también denunció la campaña de asesinatos contra académicos iraquíes y la destrucción de la identidad cultural de Iraq por parte del ejército estadounidense. From the Wilderness afirmó que el PNAC quería conquistar el mundo y que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron permitidos deliberadamente por miembros del gobierno estadounidense con la intención de conquistar Afganistán e Irak y restringir las libertades en Estados Unidos.
En su conocido libro El fin de la historia y el último hombre de 1992, el profesor y cofundador del PNAC Francis Fukuyama postulaba que, tras la desaparición de la URSS, la historia había terminado y que a partir de entonces triunfarían el capitalismo y las democracias parlamentarias. Para la administración Bush Jr. este libro justificaba la invasión de Irak. También fue una de las principales fuentes de inspiración del PNAC. Sin embargo, Fukuyama atacó a quienes ostentaban el poder en la Casa Blanca en su libro de 2006, America at the Crossroads: Democracy, Power and the Neoconservative Legacy, afirmando que los Estados Unidos había perdido credibilidad y autoridad internacional debido a la guerra de Irak. En todo el mundo, y especialmente en Oriente Próximo, esta invasión alimentó fuertemente el antiamericanismo. Además, Estados Unidos no tenía ningún plan de estabilización para el Iraq ocupado. Fukuyama también afirmó que la retórica de la administración de Bush Jr. sobre la «guerra internacional contra el terrorismo» y la «amenaza islámica» había sido muy exagerada. Sin embargo, Fukuyama sigue siendo un neoconservador convencido que persigue la democratización global liderada por Estados Unidos. Sin embargo, acusó a la administración Bush Jr. de un enfoque demasiado unilateral y su guerra «preventiva» con tal de extender la democracia liberal de ser injustificada. Es por esa razón que Estados Unidos dejó de lado sus anteriores métodos para cambiar los gobiernos. Fukuyama quiere, por lo tanto, una continuación de la política exterior neoconservadora, pero de una forma más reflexiva que no despierte el miedo o el antiamericanismo en otros países.
A partir de 2006 la actividad del PNAC se desvaneció. En diciembre de 2006 el exdirector Gary Schmitt (nacido en 1952) declaró en el canal de televisión BBC News que el PNAC nunca tuvo la intención de «durar para siempre» y que «ya había hecho su trabajo» porque «nuestro punto de vista ha sido adoptado». Así pues, la misión del PNAC estaba cumplida y por ello, en 2009, fue sustituido por un nuevo laboratorio de ideas: el Foreign Policy Initiative. Los principales objetivos del FPI eran contrarrestar la corriente aislacionista del Partido Republicano durante la administración Obama (2009-2017) y mantener al partido centrado en las guerras estadounidenses de Afganistán e Irak.
El FPI fue fundado por Robert Kagan, William Kristol y Daniel Senor (nacido en 1971). Paul Singer, multimillonario de fondos de cobertura nacido en 1944 en el seno de una familia judía de Nueva Jersey, fue su donante más importante.
El FPI abogó por una mayor implicación militar estadounidense en la guerra de Afganistán, una nueva guerra contra Irán y la cancelación por parte del Departamento de Defensa de un contrato de 572 millones de dólares con el exportador de armas ruso Rosoboronexport. En cuanto a la guerra en Siria, el FPI propuso que Estados Unidos impusiera una zona de exclusión aérea parcial, armara a los grupos islamistas y desplegara misiles antiaéreos Patriot, con base en Turquía, contra la fuerza aérea siria en las provincias noroccidentales de Idlib y Alepo. También se opuso a la anexión rusa de Crimea en 2014.
El FPI, que fue creado como una organización temporal, dejó de existir a finales de la administración Obama en el 2017 porque su misión – que el Partido Republicano defendiera las guerras en Oriente Próximo durante tal presidencia (cf. supra) – se había cumplido. La administración entrante de Trump también causó división entre los fundadores del FPI y sobre lo que debería lograrse durante tal presidencia. Esto se debió al hecho de que, aunque el donante del instituto Singer adoptó una posición anti-Trump durante las elecciones presidenciales de 2016, cambió inmediatamente de rumbo tras la victoria de Trump: junto con otros 25 multimillonarios, donó 1 millón de dólares para su toma de posesión como presidente. Kagan y Kristol, en cambio, siguieron siendo virulentamente anti-Trump e incluso abandonaron el Partido Republicano. Por lo tanto, el FPI ya no era útil para Singer y decidió reducir la donación al FPI a una cantidad muy baja, tras lo cual el FPI llegó a la conclusión de que no tenía sentido continuar existiendo.
Biografía de varios de los principales neoconservadores
Elliot Abrams nació en 1948 en el seno de una familia judía de Nueva York y es yerno de Norman Podhoretz. Abrams trabajó como asesor de política exterior de los presidentes republicanos Reagan y Bush jr. Durante la administración Reagan, quedó desacreditado por ocultar las atrocidades de los regímenes proamericanos en Centroamérica y de los Contras en Nicaragua. Abrams fue finalmente condenado por ocultar información y hacer declaraciones falsas ante el Parlamento estadounidense. Durante el gobierno de Bush jr. fue asesor presidencial sobre Oriente Próximo y el Norte de África y sobre la expansión mundial de la democracia. Según el diario británico The Observer Abrams también participó en el fallido intento de golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Chávez en 2002.
Jeb Bush, nacido en 1953, procede de la acaudalada familia de empresarios protestantes Bush, a la que también pertenecen los presidentes Bush padre (su padre) y Bush hijo (su hermano). Jeb Bush cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1997. Fue gobernador de Florida de 1999 a 2007 con el apoyo de los latinos cubanos y no cubanos, así como de la comunidad judía de Florida.
Dick Cheney es un sionista protestante nació en Nebraska en 1941. Tras estudiar en la Universidad de Yale y en la Universidad de Wisconsin empezó a trabajar para el asesor presidencial Donald Rumsfeld en 1969. En los años siguientes Cheney ocupó otros cargos en la Casa Blanca antes de convertirse en asesor del presidente Ford en 1974. En 1975, se convirtió en Jefe de Gabinete de la Casa Blanca. Como Secretario de Defensa en el gobierno de Bush padre, Cheney dirigió la Guerra del Golfo de 1990-1991 contra Irak, estableciendo bases militares en Arabia Saudí. A partir de 1993 se unió al American Enterprise Institute y al Jewish Institute for National Security Affairs. De 1995 a 2000 Cheney dirigió el gigante energético Halliburton. Con la llegada al poder de Bush jr. Cheney fue vicepresidente de 2000 a 2008 y también pudo nombrar a Rumsfeld como Secretario de Defensa. Sin embargo, no logró poner a Wolfowitz al frente de la CIA (cf. infra). Para justificar las guerras de Afganistán e Irak Cheney contribuyó significativamente al desarrollo del concepto de «Guerra contra el Terror» y a las falsas acusaciones de armas de destrucción masiva. Cheney fue el vicepresidente más poderoso e influyente de la historia estadounidense. Él y Rumsfeld también desarrollaron un programa de tortura para prisioneros de guerra. Cheney también influyó mucho en la fiscalidad y en los presupuestos del Estado. Tras dejar el cargo, criticó duramente las políticas de seguridad de la administración Obama.
Doug Feith nació en Filadelfia en 1953, hijo del empresario judío sionista Dalck Feith, que emigró de Polonia a Estados Unidos en 1942. Tras cursar estudios en las universidades de Harvard y Georgetown, Feith se convirtió en profesor de política de seguridad en esta última universidad. También escribió artículos muy proisraelíes para Commentary y el Wall Street Journal, entre otros periódicos. Feith se opuso firmemente a la distensión con la URSS, al tratado de limitación de armas ABM y al acuerdo de paz de Camp David entre Egipto e Israel. También defiende intensamente el apoyo estadounidense a Israel. En 1996 Feith fue uno de los autores del controvertido informe A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm, que hacía recomendaciones políticas muy agresivas para el entonces primer ministro israelí Netanyahu. En 2001 Feith se convirtió en asesor de defensa del presidente Bush jr. En 2004 fue interrogado por el FBI bajo sospecha de haber pasado información clasificada al grupo de presión sionista AIPAC. En la actualidad Feith es empleado del laboratorio de ideas Jewish Institute for National Security Affairs que aboga por una estrechamiento de la alianza entre Estados Unidos e Israel.
Steve Forbes, nacido en Nueva Jersey en 1947, fue nombrado en 1985 por el presidente Reagan para dirigir las emisoras de radio de la CIA Radio Europa Libre y Radio Libertad, que emitían propaganda estadounidense en varios idiomas en el Bloque del Este durante la Guerra Fría. Reagan aumentó el presupuesto de estas emisoras de radio contrarias a la URSS y las hizo más críticas con la URSS y sus estados satélites. El proisraelí Forbes cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1997 y forma parte del Consejo de Administración de la Heritage Fundation. Defiende el libre comercio, la reducción de los servicios gubernamentales, una estricta legislación contra la delincuencia, la legalización de las drogas, el matrimonio homosexual y la reducción de la seguridad social. Hoy dirige su propia publicación, Forbes Magazine.
El profesor judío de política internacional Aaron Friedberg (nacido en 1956) fue cofundador del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1997. En 2003-2005 fue asesor de seguridad y director de planificación política del vicepresidente Cheney.
Nathan Glazer (1923-2019) nació como hijo de inmigrantes judíos procedentes de Polonia. A principios de la década de 1940, estudió en el City College de Nueva York, que era entonces un hervidero de intelectuales trotskistas contrarios a la URSS. Glazer conoció allí a varios trotskistas judíos de Europa del Este, como Daniel Bell (1919-2011), Irving Howe (1920-1993) e Irving Kristol. Glazer fue alto funcionario de las administraciones Kennedy (1961-1963) y Johnson (1963-1969). Fue nombrado profesor de sociología en la Universidad de California en 1964 y en la Universidad de Harvard en 1969. Junto con su colega el profesor de sociología Daniel Bell – uno de los intelectuales judíos más importantes de la posguerra en Estados Unidos – e Irving Kristol, Glazer fundó en 1965 la influyente revista The Public Interest. Glazer fue también un firme promotor del multiculturalismo.
Donald Kagan (1932-2021) procedía de una familia judía de Lituania, pero creció en Brooklyn, Nueva York. Kagan pasó del trotskismo al neoconservadurismo en la década de 1970 y en 1997 fue uno de los fundadores del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Primero fue profesor de Historia en la Universidad de Cornell y después en la de Yale.
El afgano Zalmay Khalilzad (nacido en 1951) estudió en la Universidad estadounidense de Beyrut y en la Universidad de Chicago. En esta última universidad conoció al destacado estratega nuclear, asesor presidencial y profesor Albert Wohlstetter, quien le introdujo en los círculos gubernamentales. Khalilzad está casado con la feminista y analista política judía Cheryl Benard (nacida en 1953). Fundó en Washington la consultora internacional de negocios Khalilzad Associates, que trabaja para empresas constructoras y energéticas. Entre 1979 y 1989 Khalilzad fue profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia. En 1984 trabajó para Wolfowitz en el Departamento de Estado y en 1985-1989 fue asesor del Gobierno en la guerra soviética de Afganistán y la guerra Irán-Irak. Durante ese periodo Khalilzad colaboró estrechamente con el estratega Zbigniew Brzezinski que fue el promotor del apoyo estadounidense a los muyahidines afganos. En 1990-1992 trabajó en el Departamento de Defensa. Khalilzad cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1997. En 2001 fue asesor del presidente Bush jr. y miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Khalilzad fue embajador en Afganistán en 2002-2005, en Irak en 2005-2007 y en la ONU en 2007-2009.
Jeane Kirkpatrick (1926-2006), protestante nacida en Oklahoma, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia y en el Institut des Sciences Politiques francés. Influida por su abuelo marxista, Kirkpatrick fue entonces miembro de la Young People's Socialist League (el ala juvenil del Partido Socialista Trotskista de América). En la Universidad de Columbia, recibió una fuerte influencia del profesor marxista judío de Ciencias Políticas Franz Neumann (1900-1954), que había militado en el SPD en Alemania. Desde 1967 Kirkpatrick enseñó en la Universidad de Georgetown. En la década de 1970 se afilió al Partido Demócrata, donde trabajó estrechamente con el senador Henry Jackson. Sin embargo, Kirkpatrick se desencantó de los demócratas a causa de la distensión hacia la URSS. La Doctrina Kirkpatrick justificaba el apoyo estadounidense a las dictaduras del Tercer Mundo y afirmaba que el apoyo a las mismas podría conducir a la democracia a largo plazo, la cual fue publicada en un artículo «Dictatorships and Double Standards» («Dictaduras y dobles raseros»), publicado en Commentary en 1979. Por ello, el presidente republicano Reagan la nombró miembro del Consejo de Seguridad Nacional en 1981 y embajadora ante la ONU. Como embajadora ante la ONU, Kirkpatrick, fuertemente proisraelí, se opuso a cualquier intento de resolver el conflicto árabe-israelí. En 1985 dimitió y volvió a ser profesora en la Universidad de Georgetown. Kirkpatrick también estuvo afiliada al American Enterprise Institute.
William Kristol, nacido en Nueva York en 1952, es hijo del abuelo de los neoconservadores judíos Irving Kristol y de la historiadora Gertrude Himmelfarb. Kristol enseñó inicialmente en la Universidad de Pensilvania y en la Universidad de Harvard. En 1981-1989 fue Jefe de Gabinete del Secretario de Estado William Bennet en la administración Reagan y en 1989-1993 Jefe de Gabinete del vicepresidente Dan Quayle en la administración Bush padre. El apodo de «cerebro de Dan Quayle» adquirido en este último cargo indica que Kristol ejerció una influencia considerable en su administración. Kristol participa activamente en varias organizaciones neoconservadoras. En 1995 fundó la revista neoconservadora The Weekly Standard. En 1997 cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano y, por supuesto, defendió la invasión de Iraq. Kristol lleva años abogando por un ataque estadounidense contra Irán y, en 2010, criticó el «tibio enfoque hacia Irán» del presidente Obama. También apoyó activamente la guerra estadounidense contra Libia en 2011. De 2003 a 2013 Kristol fue comentarista político en Fox News. En 2014 creó el podcast «Conversaciones con Bill Kristol», en el que realiza conversaciones con académicos y figuras públicas sobre política exterior, economía, historia y política, entre otras cosas. Hasta 2016 Kristol fue redactor jefe de The Weekly Standard, el cual cerró en 2018. La desaparición se debió a un conflicto surgido entre el equipo editorial anti-Trump y el propietario Clarity Media Group, pro-Trump. The Washington Examiner, la otra revista neoconservadora de Clarity Media Group, por su parte, adoptó la posición deseada por su propietario, mientras que algunos de los suscriptores de The Weekly Standard también desertaron a The Washington Examiner. En consecuencia, Clarity Media Group decidió cerrar The Weekly Standard. Kristol se convirtió entonces en editor jefe del sitio web de noticias y opinión The Bulwark, lanzado en 2018, que centra su influencia en los neoconservadores dentro del Partido Republicano. Kristol también es miembro de la junta del Comité de Emergencia para el Liderazgo de Israel, un grupo de presión neoconservador que se opone a los parlamentarios críticos con Israel.
El empresario John Lehman, nacido en Filadelfia en 1942, fue Secretario de Marina durante la administración Reagan (1981-1987). Desde entonces ha participado activamente en diversos laboratorios de ideas neoconservadores, como el Project for the New American Century, la Heritage Foundation, el Committee on the Present Danger, etc.
Lewis Libby (nacido en 1950) procede de la acaudalada familia de banqueros judíos Leibowitz de Connecticut. Su padre cambió su apellido original Leibowitz por Libby. Tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Yale y Derecho en la de Columbia, el profesor de Yale Paul Wolfowitz lo reclutó para el departamento de Derecho. Libby trabajó para Wolfowitz en el Departamento de Estado entre 1981 y 1985 y en el Departamento de Defensa entre 1989 y 1993. En 1997 Libby cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Durante la campaña electoral de Bush jr. perteneció al grupo asesor neoconservador Vulcanos. En 2001 Libby se convirtió en asesor del presidente Bush jr. así como en jefe de gabinete y asesor del vicepresidente Cheney. Se le consideraba el representante más ferviente del lobby israelí en la administración Bush jr. El ministro británico de Asuntos Exteriores, Jack Straw, llegó a decir de la participación de Libby en las negociaciones israelo-palestinas: «Es un cara o cruz saber si está trabajando para los israelíes o para los estadounidenses en un día cualquiera». En 2005 Libby dimitió tras ser citado por perjurio, hacer declaraciones falsas y obstruir la investigación judicial en el caso Plame. En 2007 Libby fue declarado culpable y condenado a 2,5 años de prisión, 400 horas de servicios a la comunidad y una multa de 250.000 dólares. Sin embargo, el presidente Bush jr. redujo su pena de prisión.
Michael Novak (1933-2017), católico liberal de ascendencia eslovaca, estudió filosofía e inglés en el Stonehill College, teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma e historia y filosofía de la religión en la Universidad de Harvard. Sus escritos progresistas sobre el Concilio Vaticano II, al que asistió como periodista, fueron duramente criticados por los católicos conservadores. Sin embargo, le granjearon la simpatía del teólogo protestante Robert McAfee, que le ayudó a conseguir una cátedra en la Universidad de Stanford en 1965. Entre 1969 y 1972 Novak fue decano de la Universidad Estatal de Nueva York. En 1973-1976 trabajó para la Fundación Rockefeller y luego fue profesor de estudios religiosos en la Universidad de Siracusa. Desde 1978 también ha estado afiliado al American Enterprise Institute. Sus publicaciones versan sobre capitalismo, democratización y acercamiento entre protestantes y católicos. En la década de 1970 Novak también formó parte del Consejo Administrativo de la Coalición para una Mayoría Demócrata, una facción neoconservadora del Partido Demócrata que pretendía influir en la política del partido. Durante la administración Reagan Novak participó como representante de Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en 1981-1982 y encabezó la delegación estadounidense en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) en 1986. En 1987-1988 Novak fue profesor en la Universidad de Notre Dame.
Joshua Muravchik nació en Nueva York en 1947, hijo de un destacado socialista judío. De 1968 a 1973 fue presidente nacional de la Liga Socialista de Jóvenes Trotskistas. Muravchik perteneció al grupo de intelectuales marxistas que se transformaron en neoconservadores en las décadas de 1960 y 1970. Muravchik estudió en el City College de Nueva York y en la Universidad de Georgetown. En 1975-1979 fue ayudante de tres legisladores demócratas, entre ellos Henry Jackson. En 1977-1979 también fue jefe de la facción Coalición por una Mayoría Demócrata dentro del Partido Demócrata, fundada por Jackson. A mediados de la década de 1980 fue investigador dentro del laboratorio de ideas proisraelí de Washington, el Institute for Near East Policy. Desde 1992 es profesor adjunto en el Institute of World Politics, una universidad privada de Washington especializada en cuestiones de seguridad, servicios de inteligencia y política exterior. Al mismo tiempo, trabajó como investigador para el American Enterprise Institute en 1987-2008 y en la Universidad John Hopkins en 2009-2014. Gran parte del trabajo de Muravchik se centra en la defensa de Israel y en abogar por un ataque «preventivo» estadounidense contra Irán. Sobre Irán ha dicho que «nuestra única opción es la guerra».
Richard Perle nació en el seno de una familia judía en Nueva York en 1941, pero creció en California. Tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad del Sur de California, la London School of Economics y la Universidad de Princeton, Perle trabajó para el senador demócrata Henry Jackson entre 1969 y 1980, para quien redactó la Enmienda Jackson-Vanik que supeditaba la distensión con la URSS a la posibilidad de emigración de los judíos soviéticos. Perle también lideró la resistencia a las conversaciones de desarme de la administración Carter con la URSS. En 1987 criticó el tratado de desarme INF de la administración Reagan con la URSS, así como la renovación por parte de la administración Obama del tratado de limitación de armamento START con Rusia en 2010. Perle fue acusado regularmente de trabajar en realidad para Israel e incluso de espiar para él. Ya en 1970 el FBI le sorprendió discutiendo información clasificada con alguien de la embajada israelí. En 1983 se reveló que recibió importantes sumas de dinero para servir a los intereses de un fabricante de armas israelí. Perle fue asesor del Departamento de Defensa de 1987 a 2004 y es miembro de varios grupos de neoconservadores, como el American Enterprise Institute, el Project for the New American Century y el Jewish Institute for National Security Affairs. También defendió fervientemente la invasión estadounidense de Irak y en 1996 fue uno de los autores del polémico informe «A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm», que contenía consejos políticos para el entonces Primer Ministro israelí Netanyahu.
El controvertido historiador Richard Pipes (1923-2018) era hijo de un empresario judío de Polonia. La familia Pipes emigró a Estados Unidos en 1940. Tras estudiar en el Muskingum College, la Universidad de Cornell y la Universidad de Harvard, Pipes enseñó historia rusa en la Universidad de Harvard de 1950 a 1996. También escribió para Commentary. Durante la década de 1970 Pipes criticó la distensión con la URSS y fue asesor del senador Henry Jackson. En 1976 Pipes dirigió el controvertido grupo de estudio Team B, encargado de reevaluar las capacidades y objetivos geopolíticos de la URSS. En 1981-1982 formó parte del Consejo de Seguridad Nacional. Pipes también fue miembro del laboratorio de ideas neoconservador Committee on the Present Danger durante muchos años. El trabajo científico de Pipes, sin embargo, es controvertido en el mundo académico. Los críticos sostienen que sus trabajos históricos sólo pretenden etiquetar a la URSS como el «Imperio del Mal». Además, escribió en su totalidad sobre las supuestas «suposiciones tácitas» de Lenin, mientras ignoraba por completo lo que Lenin dijo en realidad. A Pipes se le acusa además del uso selectivo de documentos: lo que encajaba con sus posiciones era descrito detalladamente y lo que no encajaba con ellas era simplemente pasado por alto. El escritor e intelectual ruso Alexandr Solzhenitsyn también tachó la obra de Pipe de la «versión polaca de la historia rusa».
Daniel Senor (nacido en 1971) procede de una familia judía de Utica (Estado de Nueva York) y fue asesor del Departamento de Defensa, consejero presidencial e investigador en el Consejo de Relaciones Exteriores. En 2009 cofundó el laboratorio de ideas neocon Foreign Policy Initiative con Robert Kagan y William Kristol. Senor es actualmente escritor de opinión en The New York Post, The New York Times, The Wall Street Journal, The Washington Post y de la antigua revista neoconservadora The Weekly Standard.
Dan Quayle nació en Indiana en 1947 como nieto del rico e influyente magnate de la prensa Eugene Pulliam. Tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad DePauw y Derecho en la Universidad de Indiana, Quayle fue miembro del Parlamento estadounidense desde 1976. Entre 1989 y 1993 fue vicepresidente de Bush padre. Quayle, que es un banquero de inversiones, cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1997. También forma parte de varios consejos de administración de importantes empresas, es director del Aozora Bank de Japón y preside el departamento de Inversiones Globales de la empresa de inversiones Cerberus Capital Management.
Donald Rumsfeld (1932-2021), nacido en Illinois, fue piloto naval e instructor de vuelo en la US Navy entre 1954 y 1957. Después trabajó para dos parlamentarios (hasta 1960) y para un banco de inversiones (hasta 1962), tras lo cual se convirtió en diputado republicano. Rumsfeld fue asesor presidencial de Nixon de 1969 a 1972. En 1973 fue embajador ante la OTAN en Bruselas. En 1974 Rumsfeld fue nombrado Jefe de Gabinete de la Casa Blanca del Presidente Ford. A instancias suya fue que Ford llevó a cabo una profunda remodelación de su gobierno en noviembre de 1975 (posteriormente conocida como la «Masacre de Halloween»). Rumsfeld fue nombrado Secretario de Defensa. Detuvo el descenso gradual del presupuesto de defensa y reforzó el armamento nuclear y convencional estadounidense, socavando las negociaciones SALT del Secretario de Estado Kissinger con la URSS. Rumsfeld utilizó el controvertido informe del Equipo B de 1976 para construir misiles de crucero y un gran número de buques de la Armada. Tras la toma de posesión de la administración demócrata de Carter en 1977 Rumsfeld enseñó brevemente en la Universidad de Princeton y en la Universidad Northwestern de Chicago antes de pasar a ocupar altos cargos empresariales. En la administración de Reagan fue asesor presidencial sobre control de armamentos y armas nucleares entre 1982 y 1986 y enviado presidencial para Oriente Próximo y el Derecho Internacional Marítimo entre 1982 y 1984. En la administración Bush padre Rumsfeld fue asesor del Departamento de Defensa de 1990 a 1993. En 1997 cofundó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Bajo la presidencia de Bush hijo Rumsfeld volvió a ocupar el cargo de Secretario de Defensa de 2001 a 2006, administrando la planificación de las invasiones de Afganistán e Irak. Se le considera responsable, tanto en Estados Unidos como a escala internacional, de la detención de prisioneros de guerra sin tomar en cuenta los Convenios de Ginebra, así como de los subsiguientes escándalos de torturas y abusos en Abu Ghraib y Guantánamo. En 2009 Rumsfeld fue incluso nombrado criminal de guerra por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Benjamin Wattenberg (1933-2015) procedía de una familia judía de Nueva York. En 1966-1968 trabajó como asistente y redactor de discursos para el presidente Johnson. En 1970 junto con el politólogo, especialista en elecciones y asesor presidencial Richard Scammon (1915-2001), elaboró la estrategia que dio la victoria a los demócratas en las elecciones parlamentarias de 1970 y que volvió a hacer presidente al republicano Richard Nixon en 1972. En la década de 1970 Wattenberg fue asesor del senador demócrata Henry Jackson. También trabajó como alto funcionario para los presidentes Carter, Reagan y Bush padre, y estuvo afiliado al American Enterprise Institute.
El catedrático de Ciencias Políticas James Wilson (1931-2012) enseñó en la Universidad de Harvard de 1961 a 1987, en la Universidad de California de 1987 a 1997, en la Universidad Pepperdine de 1998 a 2009 y después en el Boston College. También ocupó diversos cargos en la Casa Blanca y fue asesor de varios presidentes estadounidenses. Wilson también estuvo afiliado al American Enterprise Institute.
El destacado neoconservador Paul Wolfowitz nació en Brooklyn, Nueva York, en 1943, hijo de inmigrantes judíos procedentes de Polonia. Su padre era el profesor de estadística y miembro del AIPAC Jacob Wolfowitz (1910-1981) que apoyaba activamente a los judíos soviéticos y a Israel. Wolfowitz estudió matemáticas en la Universidad de Cornell en la década de 1960, donde conoció al profesor Allan Bloom y también fue miembro del grupo estudiantil secreto Quil and Dragger. Mientras estudiaba Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago, conoció a los profesores Leo Strauss y Albert Wohlstetter, así como a sus compañeros de estudios James Wilson y Richard Perle. Entre 1970 y 1972 Wolfowitz enseñó Ciencias Políticas en la Universidad de Yale, donde Lewis Libby fue uno de sus alumnos. Posteriormente trabajó como ayudante del senador Henry Jackson. En 1976 Wolfowitz perteneció al controvertido grupo de estudio anti-URSS Equipo B, encargado de «reexaminar» los análisis de la CIA sobre la URSS. Entre 1977 y 1980 Wolfowitz trabajó para el Departamento de Defensa. En 1980 se convirtió en profesor de relaciones internacionales en la Universidad John Hopkins. En la administración Reagan Wolfowitz se convirtió en 1981 en empleado del Departamento de Estado por sugerencia de John Lehman. Rechazó enérgicamente el acercamiento de Reagan a China, lo que le enfrentó al Secretario de Estado Alexander Haig (1924-2010). En 1982 el New York Times predijo que Wolfowitz sería sustituido en el Departamento de Estado. En cambio, en 1983 ocurrió lo contrario: Haig – que también estaba enfrentado con el Secretario de Defensa Caspar Weinberger (1917-2006), medio judío y virulentamente contrario a la URSS – fue sustituido por el neoconservador George Schultz y Wolfowitz fue ascendido a ayudante de Schultz para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico. Lewis Libby y Zalmay Khalilzad pasaron a ser empleados de Wolfowitz. En 1986-1989 Wolfowitz fue embajador en Indonesia.
Durante el gobierno de Bush padre Wolfowitz fue Subsecretario de Defensa a las órdenes del Secretario Cheney y Libby volvió a ser su ayudante. Como resultado, estuvieron estrechamente implicados en la guerra contra Irak en 1990-1991. Wolfowitz lamentó profundamente que EEUU se limitara en esta guerra a la reconquista de Kuwait y no avanzara hasta Bagdad. Él y Libby seguirían presionando a favor de un ataque «preventivo» y unilateral contra Irak durante toda la década de 1990. En 1994-2001 Wolfowitz volvió a ser profesor en la Universidad John Hopkins, donde promovió su visión neoconservadora. En 1997 cofundó el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano. Wolfowitz se divorció de su esposa Clare Selgin en 1999 e inició una relación con la empleada británico-libia del Banco Mundial Shaha Ali Riza, que le metería en problemas en 2000 y 2007 (cf. infra). Durante la campaña electoral de Bush jr. en el 2000, Wolfowitz perteneció al grupo Vulcanos, es decir, los asesores de Bush en política exterior. Para el siguiente gobierno de Bush jr. Wolfowitz fue propuesto para dirigir la CIA, pero fracasó porque su exmujer escribió una carta a Bush jr. en la que calificaba su relación con un ciudadano extranjero de riesgo para la seguridad de Estados Unidos. Posteriormente volvió a ser Subsecretario de Defensa bajo las órdenes del Secretario Rumsfeld en 2001-2005. Wolfowitz aprovechó los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 para reavivar inmediatamente su retórica sobre las «armas de destrucción masiva» y los ataques «preventivos» contra los «terroristas». A partir de entonces, él y Rumsfeld abogaron por un ataque contra Irak en cada oportunidad que se les presentaba. Como la CIA no siguió adelante con sus afirmaciones sobre las «armas iraquíes de destrucción masiva» y el «apoyo iraquí al terrorismo», crearon el grupo de estudio Oficina de Planes Especiales dentro del Departamento de Defensa para «encontrar» pruebas. Esta OSP superó rápidamente a los servicios de inteligencia existentes y, basándose en información a menudo dudosa, se convirtió en la principal fuente de inteligencia del presidente Bush jr. sobre Irak. Esto dio lugar a acusaciones de que la administración de Bush jr. estaba creando inteligencia para conseguir que el Parlamento aprobara una invasión de Irak. En 2005, Wolfowitz fue nombrado por el presidente Bush Jr. presidente del Banco Mundial. Sin embargo, Wolfowitz se hizo impopular con una serie de polémicos nombramientos de neoconservadores e impulsando políticas neoconservadoras en el Banco Mundial. Su romance con Shaha Ali Riza, empleada del Banco Mundial, también suscitó polémica, ya que las normas internas del Banco Mundial prohíben las relaciones entre ejecutivos y personal. Además, Wolfowitz había ascendido a Riza en 2005 con un aumento de sueldo desproporcionado. Finalmente, Wolfowitz se vio obligado a dimitir como presidente del Banco Mundial en 2007. Después, se convirtió en investigador del American Enterprise Institute.
Conclusión
El neoconservadurismo surgió de la virulenta enemistad de los trotskistas judíos que huyeron de Europa del Este debido al triunfo del estalinismo tanto en la URSS como en Rusia. La mayoría de ellos procedían principalmente del territorio de la antigua Commonwealth polaco-lituana (Polonia, Ucrania y Lituania). Estos inmigrantes judíos se asentaron principalmente en los barrios neoyorquinos de Brooklyn y el Bronx en las décadas de 1920 y 1930. En Estados Unidos formaron una comunidad muy unida a través de amistades, relaciones profesionales y matrimonios. Algunos también anglicanizaron sus apellidos, por ejemplo «Horenstein» se convirtió en Howe, «Leibowitz» en «Libby», «Piepes» en «Pipes» y «Rosenthal» en «Decter». Sus hijos estudiaron principalmente en el City College de Nueva York y formaron el grupo trotskista New York Intellectuals.
Para combatir a Stalin desde su exilio mexicano, el líder bolchevique exiliado León Trotsky formó un movimiento comunista rival: la Cuarta Internacional. Repudiando el estalinismo, varios importantes intelectuales de la izquierda radical judía estadounidense se unieron en torno a Trotsky en la década de 1930, como sucedió con los jóvenes comunistas Irving Howe, Irving Kristol y Albert Wohlstetter. En la década de 1960 reemplazaron el trotskismo por el neoconservadurismo.
Los principales ideólogos del neoconservadurismo son marxistas que cambiaron de traje. Los nombres han cambiado, pero los objetivos siguen siendo los mismos. Al fin y al cabo, las tesis liberales del neoconservadurismo apoyan igualmente el universalismo, el materialismo y la utopía, porque tanto el marxismo como el liberalismo se apoyan en los mismos fundamentos filosóficos. Así, los comunistas tenían más probabilidades de estar en Nueva York que en Moscú durante la Guerra Fría. El neoconservadurismo también proclamaba que la religión debía ser útil para el Estado.
Irving Kristol y Norman Podhoretz convirtieron el neoconservadurismo en un movimiento real. Este movimiento neoconservador puede describirse mejor como una familia extensa basada en gran medida en las redes sociales informales que crearon estos pensadores.
Los neoconservadores son imperialistas democráticos que quieren cambiar la sociedad y el mundo. Su mesianismo y su afán por extender la democracia parlamentaria y el capitalismo por todo el mundo también son contrarios a los de los auténticos conservadores. Al fin y al cabo, los verdaderos conservadores no tienen pretensiones universales y defienden más bien el no intervencionismo y el aislacionismo. Los neoconservadores también quieren convertir su apoyo activo a Israel, si es necesario, en intervenciones militares en países que consideran peligrosos para sus intereses y los de Israel.
El ideal neoconservador del multiculturalismo implica la inmigración masiva. Sin embargo, las culturas tienen valores, normas y marcos legislativos diferentes. Para que la interacción social sea posible, es necesario tener un denominador común. Por consiguiente, el objetivo final no es el multiculturalismo, sino el monoculturalismo: los neoconservadores quieren, por tanto, crear un ser humano uniforme y unitario.
Entre los neoconservadores existe un alto número de intelectuales. Por lo tanto, no son un grupo marginal, sino que, por el contrario, forman el marco intelectual de la política exterior estadounidense. Sin embargo, el presidente Richard Nixon tuvo un enfoque para acercarse a dos superpotencias como China y la URSS que se alejaba de las ideas del resto de los presidentes estadounidenses de la posguerra, con la excepción del presidente John Kennedy (1917-1963), que también se esforzó por poner fin a la Guerra Fría. Para los neoconservadores el establecimiento de relaciones con China y el mejoramiento de las relaciones con la URSS era un error. El Estados Unidos de Nixon descentralizó el gobierno, amplió la seguridad social y combatió la inflación, el desempleo y la delincuencia. También abolió el patrón oro, mientras que su política de salarios y precios fue la mayor intervención gubernamental en tiempos de paz de la historia estadounidense.
Los neoconservadores odiaban la distensión de la década de 1970, temiendo perder a su enemigo favorito: la URSS. Por eso, tras la dimisión de Nixon por el escándalo Watergate, afirmaron que la CIA elaboraba análisis demasiado optimistas de la URSS. La remodelación gubernamental de 1975, instigada por ellos, puso a George Bush padre al frente de la CIA, tras lo cual creó el a priori anti-URSS Equipo B para realizar una «evaluación alternativa» de los datos de la CIA. El controvertido y completamente erróneo informe del Equipo B afirmaba que la CIA estaba equivocada.
Aunque el Secretario de Estado Henry Kissinger desestimó el informe del Equipo B, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld siguió promoviéndolo como un estudio «fiable». Rumsfeld socavó así las negociaciones sobre limitación de armamento de los años siguientes (es decir, durante la administración Carter en 1977-1981). Además, el informe del Equipo B también sirvió de base para la innecesaria explosión del presupuesto de defensa durante la administración Reagan.
Durante un viaje a Gran Bretaña en 1978, el ex presidente Nixon dijo sobre el escándalo Watergate: «Algunos dicen que no lo gestioné bien y tienen razón. Metí la pata. Mea culpa. Pero vayamos a mis logros. Estarán aquí en el año 2000 y veremos cómo me consideraran entonces».
La caída del Muro de Berlín en 1989 no derrotó al totalitarismo. Al contrario, ha adoptado un disfraz diferente – de aspecto conservador – y tiene a Europa y Norteamérica en sus garras. La defensa de los principales neoconservadores, como Norman Podhoretz y William Kristol, a favor del Partido Republicano, el rechazo de las políticas del presidente Obama y la infiltración del aparato de poder en torno al presidente Trump muestran claramente que los neoconservadores quieren volver a entrar en el gobierno estadounidense. Después de todo, su objetivo final sigue siendo un ataque contra Irán y el dominio mundial estadounidense. Por lo tanto, ¡la lucha por nuestra libertad continuará durante mucho tiempo!
Bibliografía
ABRAMS (N.), Norman Podhoretz and Commentary Magazine: The Rise and Fall of the Neocons, New York, Continuum, 2010, pp. VII + 367.
BALINT (B.), Running Commentary: The Contentious Magazine That Transformed The Jewish Left Into The Neoconservative Right, New York, Public Affairs, 2010, pp. 304.
BRZEZINSKI (Z.), The Grand Chessboard: American Primacy and its Geostrategic Imperatives, New York, Basic Books, 1997, pp. 240.
DRURY (S.), Leo Strauss and the American Right, London, Palgrave Macmillan, 1999, pp. 256.
EASTON (N.), Gang of Five, New York, Simon & Schuster, 2002, pp. 464.
GREEN (K.), Jew and Philosopher – The Return to Maimonides in the Jewish Thought of Leo Strauss, Albany, State University of New York Press, 1993, pp. XIV + 278.
HOEVELER (D.), Watch on the right: conservative intellectuals in the Reagan era, Madison, University of Wisconsin Press, 1991, pp. XIII + 333.
JEFFERS (T.), Norman Podhoretz: A Biography, Cambridge, Cambridge University Press, 2010, pp. 418.
MEARSHEIMER (J.) en WALT (S.), The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy, New York, Farrar, Straus and Giroux, 2007, pp. 496.
SAUNDERS (F.), The Cultural Cold War, New York, New Press, 1999, pp. 419.
WALD (A.), The New York Intellectuals: The Rise and Decline of the Anti-Stalinist Left from the 1930s to the 1980s, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1987, pp. 456.
WEDEL (J.), Shadow Elite: How the World’s New Power Brokers Undermine Democracy, Government and the Free Market, New York, Basic Books, 2009, pp. 283.
Fuente: https://www.geopolitika.ru/en/article/trotskyist-roots-neoconservatism
#historia#neoconservadores#neoconservadurismo#estados unidos#henry kissinger#georges bush#republicanos#democratas#marxismo#comunismo#liberalismo#totalitarismo
2 notes
·
View notes
Text
Why does the Western movie especially have such a hold on our imagination? Chiefly, I think, because it offers a serious orientation to the problem of violence such as can be found almost nowhere else in our culture. One of the well-known peculiarities of modern civilized opinion is its refusal to acknowledge the value of violence. This refusal is a virtue, but like many virtues it involves a certain willful blindness and it encourages hypocrisy.
-- Robert Warshow, "The Westerner"
2 notes
·
View notes
Text
Robert Warshow: The Gangster As Tragic Hero
#i hate this professor but this was interesting#also why do screenshots i post always look so tiny they dont look this tiny on my desktop what is tumblr doing to them
8 notes
·
View notes
Text
Robert Warshow, "The Gangster as Tragic Hero," 1948.
1 note
·
View note
Quote
At a time when the normal condition of the citizen is a state of anxiety, euphoria spreads over our culture like the broad smile of an idiot.
Robert Warshow, The Gangster as Tragic Hero
1 note
·
View note
Text
As a Marxist, I am drawn to neat materialist arguments. Race, as ethnic studies scholars Michael Omi and Howard Winant point out, is material project, constructed as a means to legitimate and organize slavery and Indian Removal, while simultaneously enfranchising a white body politic. And Brodkin follows this thesis: in the meta-organization of capital, as Jews ascended from the proletarian ranks of immigrant labor to the middle class, like other white ethnics, so too did their racial classification. In this post-war context, organizing as Jews makes as much sense as organizing as Slovaks or Russians; one misses the forest for the burning crosses.
The trouble of course, with this materialist analysis is the stubborn persistence of antisemitism, its discursive nature, its location in political rather than strictly economic projects. Just as “American Jews celebrated the postwar consensus,” enjoyed their “integration into the suburbs” and found “common ties” with their new often white, Christian neighbors as historian Marc Dollinger describes, the greatest antisemitic purge of the 20th century was taking place in the United States–the Second Red Scare.
Discourse–even tropes shall we say–of the Judeo-Bolshevik aside, the proof is in the numbers: two-thirds of those questioned in the 1952 McCarthy hearings were Jewish, despite Jews accounting for under 2 percent of the American population. Congressman John Rankin delighted in “unmasking” the Jewish names of Hollywood actors and directors while under HUAC investigation, and of course, the only two people ever executed on federal espionage charges during the Cold War, the Rosenbergs, were Jewish. My own grandparents, Jewish members of the Communist Party, referred to the Red Scare as an American pogrom.
(...)
But this brings me to my final point, which is rather personal. Jews are physically harmed by this discourse. While the Responsa claims that antisemitism is “rare,” one wonders for whom. I did not grow up in a big city or central suburb. As one of the few Jews in my small California town, I heard antisemitic slurs on a regular basis, swastikas were routinely painted on the one area temple, I had a swastika carved into my locker. I was chased by baseball bat wielding skinheads and saved from a certain beating by white nationalists only when the cops happen to bust up the illegal club I attended, scattering the crowd. The FBI tracked nearly 1000 antisemitic hate crimes in 2019, the last year for which there are easily accessible records. As an adolescent in rural California in the 80s and early 90s, antisemitism did not seem “rare” to me at all. But perhaps as Robert Warshow would have said 70 years ago, this is just another cliché.
Ultimately however, this not an academic, or even personal, debate: it’s a debate on movement strategy. Perhaps the writers of the Responsa are correct, and the Trump era is over, and the rise of the far-right was merely a blip on the orderly march toward liberalism. Perhaps we should all just go back to brunch. I would be happy if that were the case. But I am not so sure. Such predictions as Adorno warned toward the end of his life, are far “too contemplative.” This way of thinking he writes, “which views such things from the outset like natural disasters about which one can make predictions, like whirlwinds or meteorological disasters…already shows a form of resignation whereby one essentially eliminates oneself as a political subject.” We are political subjects in a world undergoing massive transformation–and the stakes are too high to be wrong. Targeting antisemitism is the work the Jewish left needs to be doing and is uniquely suited to do. The organizations doing so understand that it is intersectional, in coalition, building power on the left. It is an act of solidarity, not solipsism.
On Anti-Semitism and Left Strategy, Benjamin Balthaser
#antisemitism#socialism#found this perspective really good -- to jewish current's credit i do think they grappled more squarely with that contradiction than#benjamin says they did? but overall just really do believe in this framing and conclusion#its also just a shame that jewish leftists who have literally for decades been fighting holocaust denial are made invisible by this idea tha#* that (on the liberal side of things) that the only legit fight against antisemitism right now is against antizionism
32 notes
·
View notes
Text
JOAN BLONDELL: The Honest Con
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/316da6bed96ed5af53e7948ac17176fb/73d106268683def0-d4/s250x250_c1/f0c43ae8e6b3a9afb65cbd292a633fd7b2aa27bf.jpg)
Every carny is the same: the same hicks milling around in overalls and print dresses, as trusting as cows; the same stalls and banners emblazoned with fat ladies and fire-eaters; the same bored cooch dancers listlessly gyrating their hips; the same pickpockets working the packed, sweaty crowd; the same atmosphere of hucksterism pervading everything as thickly as the smells of grease and popcorn and sawdust and cotton candy. The cacophony of spielers: Step right up! Move in closer, folks. The show is about to begin! Try your luck. Everybody wins a prize. Only a dime, ten cents, the tenth part of a dollar…
Every movie set in a carny opens the same way, with the camera elbowing through the midway, taking in the sights with a knowing eye. Sinner’s Holiday (1930), Joan Blondell’s first feature film, began this way, and so does the masterpiece of her later years, Nightmare Alley (1947). Here the camera glides over the crowd to find Blondell standing in the shadows at the back of her booth, surveying the scene. Her flowing robe, poised stillness and grave expression give her a hieratic air. Her eye is fixed on a handsome young roustabout in his undershirt, but her look is pensive rather than lustful. The wary, contained way she observes the world, and her calm unmannered presence, were with her from the beginning of her career, but here they have aged and deepened and mellowed like spirits.
She’s come a long way from Myrtle, the brassy photographer’s model of Sinner’s Holiday. Now she’s Zeena, a mind-reader, “the miracle woman of the ages” as her barker tells the gullible throng. Zeena’s act is pure hokum (she gathers questions from the audience, pretends to destroy them, and reads cues supplied by a hidden accomplice), presented with good-natured flim-flam that would fool only the most naïve. Off-stage, though, Zeena is a true believer in the Tarot, a woman of much deeper intuition and understanding than her gimcrack act suggests. Here Joan Blondell pulls off the same paradox that defined her greatest early roles in Blonde Crazy (1931) and Blondie Johnson (1932): in all these films she’s a con artist who makes her living off scams of one kind of another, yet who somehow remains fundamentally decent and even honest.
One of the links between pre-Code and film noir is their mutual obsession with dividing the world into chiselers and suckers, the wised-up and the chumps. Pre-Code movies, made at a time of mass disillusionment courtesy of the Depression, reveled in the exploits of con men, sharpies, hustlers, and maestros of ballyhoo. Films like the exhilarating James Cagney vehicle Hard to Handle (1933) depict a country where everyone is either on the make or being taken. “The public is like a cow, bellowing, bellowing to be milked,” Cagney declares, echoing his speech to Blondell in Blonde Crazy about the “age of chiselry” in which “everyone has larceny in his heart.” In the first scene of Nightmare Alley, Blondell’s Zeena listens to Stan Carlisle (Tyrone Power) as he explains why he loves the carny racket: how looking at the rubes out there gives him a feeling of superiority, a sense of being in the know, being on the inside while they’re on the outside.
She’s heard it all before. At 41, Blondell is seasoned and wise, yet still vulnerable and open-hearted—just like she was at 25. What she brought to all these movies about rackets, about schemers and saps, was the ability to put over a con and let us enjoy her triumph, yet also to express, without sanctimony, the melancholy weight of too much knowledge. As she listens to Power’s speech, all this is in her eyes and in her silence. The oily Stan is an homme fatale who shamelessly uses his wiles on the older woman, making love to her because he wants her to reveal the secret of a verbal code she and her former partner used in a successful vaudeville act. Blondell’s role could easily have been a humiliating one—as soon as Stan gets what he wants from Zeena, he cheats on her with the pretty, innocent young Molly (Colleen Gray)—but Blondell makes Zeena’s susceptibility appealing rather than pathetic. When Stan tells her she’s a “real woman” (praising her generosity to her washed-up, alcoholic partner Pete), it’s with his usual slick insincerity, but she can turn this smarmy compliment into simple truth. Zeena blames herself for her Pete’s drinking, since he hit the bottle after she cheated on him. It was Pete who said she had a heart like an artichoke, “with a leaf for everybody.” She ruefully quotes this to Stan as they drive through the night with Pete sleeping drunkenly in the back of the truck.
Wanting to pick Pete’s brains about his past success, Stan plies him with liquor, but what he learns is that even he can be suckered by a spiel. Gazing into the bottle of moonshine as though it were a crystal ball, Pete summons a vision of a barefoot boy running through rolling green hills, a dog at his side. “Yes, his name was Gyp!” Stan eagerly confirms, at which Pete reveals that it’s a stock reading that fits anyone. “Every boy has a dog!” he laughs. Much later, when Stan has followed in Pete’s alcoholic footsteps, he pulls the same trick on his fellow bums in a hobo jungle. The mind-reading racket depends on the fact that people’s memories and feelings are all pretty much the same, and nothing is more universal than the belief that one is unique.
In pre-Code, con games exploit the simplest appetites—chiefly greed—and their elaborate mechanisms rely on no profound psychology. In Nightmare Alley, Stan plays with more volatile elements: with people’s insecurities, guilt, regrets, memories, and desires. The film lays bare the irony of the mind-reading scam, in which the appearance of uncanny sympathetic understanding, a luminous glimpse into the human heart, is just a ruse to bilk money out of suckers. Stan eventually teams up with a cruel, manipulative psychiatrist, who practices the same sort of racket under the cover of science. In the book by William Lindsay Gresham from which the film was adapted, the key to Stan’s character turns out to be a textbook Freudian revelation, his sexual desire for his mother. Forced by the Production Code to drop this, the film actually improves matters by replacing it with an account of his childhood in orphanages, during which he learned to cynically manipulate authority by feigning conversion and repentance. All this pretense of empathy and communication only accentuates the alienation at the heart of the story: Stan’s destiny is to become a geek, an isolated freak who has traded his humanity for a bottle a day.
The movie’s tacked-on, studio-imposed ending not only rescues Stan from his proper fate as a geek, but adds a pat moral to the story: he fell so low, a carny-owner opines, because he reached too high. What really happened was that Stan finally encountered someone who was even more skilled and ruthless than he as a manipulator of minds. But although it’s trite, the moral accords with noir’s foundational pessimism: an un-American distrust of ambition, a certainty that those who crave more, who want to make it to the “top of the world” are courting failure, destruction and death. When Zeena reads Stan’s fortune with the Tarot, his card is the Hanged Man, a figure derived from Odin, who hung upside-down from the world-tree and sacrificed an eye to gain knowledge that would make him supreme.
Movie stars are, by and large, people driven by the burning need to be “somebody,” the same drive that Robert Warshow pinpointed in “The Gangster as Tragic Hero”: to be separate from the crowd, to be “way up high where it’s always balmy,” as Sidney Falco says in Sweet Smell of Success. One reason, perhaps, why Hollywood was so good at making movies about confidence tricksters is that so many of its great stars were self-invented, bearing names that weren’t their own, inhabiting personas that were nothing like their real selves. Joan Blondell belonged to a smaller group of stars whose air of authenticity was not an act; and that burning drive to get ahead and be the best that defined the personae of actresses like Crawford and Stanwyck was not part of her make-up. Her screen persona (like the off-screen Joan) knows poverty and will do what it takes to stay off the pavements, but she’s not naturally aggressive or afflicted by restless hunger. She is, for this reason, not really a noir type, and Nightmare Alley proved to be her only stroll down noir’s dark alleys.
It’s part of Blondell’s mystery that she is compelling on-screen despite lacking that fierce need to be the center of attention. How many genuine movie stars could be plausible in the role of a stand-in, as Blondell is in Stand-in (1937)? One of the better offerings from the mass of her post-Code films, this is an off-beat movie about Hollywood that focuses on the “little people” who labor in the film industry. In the title role, Blondell plays former child-star Lester Plum (she had, in real life, started in vaudeville as Baby Rosebud), and performs a hilarious, squeaky-voiced impersonation of Shirley Temple singing “On the Good Ship Lollipop.” Having failed to establish herself as a grown-up star, Lester uncomplainingly does the standing around and sweating for a bitchy, temperamental actress, and lives in a boarding house inhabited by trained seals, their keepers, and other show-biz oddities. Her task in the film is to awaken the heart and humanity of an Asperger’s-stricken mathematician played by Leslie Howard, who has been sent west by the New York money men to assess the financial viability of the studio where she works. Directed by the underrated Tay Garnett, the film features an array of eccentric character turns, including Humphrey Bogart as a director who goes through the film toting a Scottie dog under one arm.
It’s a cut above most of her post-Code films, which took on a drearily routine quality. The problem with the movies she cranked out during the remainder of the thirties is their relentless lightweightness. They try for the dizzy comic tone of her pre-Code films, but have none of the edge or the ballast, the dark shadows under their eyes that gave those early-thirties gems their bite. The pre-Code films had a delirious exhaustion that made them tremble on the verge of hysterical laughter or sobs; the post-Code B comedies merely feel tired. In movies like Topper Returns, or her many pairings with the deliciously acerbic Glenda Farrell, Blondell is all round eyes and pearly teeth, but the scripts deny her the wounded reserve that was, paradoxically, essential to her comic presence. There’s often plenty to enjoy, and the constant stream of wisecracks in Kansas City Princess (“Your grammar ain’t fit to eat!”) is almost enough to disguise its basic insubstantiality. But something was lost, as it was for other stars like Warren William and Mae Clarke whose careers declined after the Code sanded off their edges.
Blondell struggled to find work in her middle years, partly due to her age and partly to the personal turmoil of her third marriage to Mike Todd. Strangely, she never got many of the mother roles that subsumed actresses like Mary Astor (though off-screen she was the devoted mother of two children.) Her best-known later part was as the free-spirited, scandalous Aunt Sissy in Elia Kazan’s A Tree Grows in Brooklyn (1945). Rather than matrons she tended to play older, single working women: she was Jayne Mansfield’s secretary in Will Success Spoil Rock Hunter? (1957), and in Desk Set (1957) she shares a surprising rapport with Katharine Hepburn, who never seemed more relaxed or likeable than when she and Blondell get drunk on champagne together at an office Christmas party. A work-horse to the end, Blondell put in a lot of time on television and returned to the stage, often in stock. In 1972 she published an autobiographical novel, Center Door Fancy, about her life in show business.
She had that brand of level-headedness that seems common to people who started in show biz as children, those lifers who see through every illusion yet understand better than anyone the value of illusions. Throughout her career, Blondell exemplified one definition of what good acting is: an honest con.
by Imogen Sara Smith
6 notes
·
View notes
Text
My Year in Reading: 2021
Here is every book I read over the last year, listed in the order I read them. These are the books I read cover-to-cover and completed. Books I particularly enjoyed are in boldface.
Samuel R. Delany - The Ballad of Beta-2
Ocean Vuong - On Earth We’re Briefly Gorgeous
Terry Goodkind - The Scribbly Man
The Baffler 36: A Crack in Everything (Fall 2017)
Saad Z. Hossain - The Gurkha and the Lord of Tuesday
Derf Backderf - Kent State: Four Dead in Ohio
Mick Herron - Slow Horses
Mike Doughty - The Book of Drugs
D. J. Taylor - On Nineteen Eighty-Four: A Biography
P. Djeli Clark - Ring Shout
Gregory Benford - In the Ocean of Night
Joe Sacco - Paying the Land
Stephen King - End of Watch
Stephen King - Full Dark, No Stars
Terry Goodkind - Hateful Things
Sophie Yanow - The Contradictions
Jay Parini - Borges and Me: An Encounter
Sayaka Murata - Earthlings
Jake Halpern & Michael Sloan - Welcome to the New World
Seanan McGuire - Across the Green Grass Fields
George Orwell - Down and Out in Paris and London
C.S.E. Cooney - Desdemona and the Deep
Colson Whitehead - The Nickel Boys
Stephen King - If It Bleeds
Gilly Macmillan - To Tell You the Truth
Kacen Callender - Queen of the Conquered
Elena Ferrante - My Brilliant Friend
Terry Goodkind - Wasteland
Rachel Maddow & MIchael Yarvitz - Bag Man: The Wild Crimes, Audacious Cover-Up, and Spectacular Downfall of a Brazen Crook in the White House
Barbara Ehrenreich - Nickel and Dimed: On (Not) Getting By in America
Mick Herron - Dead Lions
Granta 103: The Rise of the British Jihad (Fall 2008)
Stephen King - Later
Mick Herron - The List
Philip Roth - Patrimony
Dorothy B. Hughes - In a Lonely Place
Daniel Defoe - A Journal of the Plague Year
Claudia Gray - Leia, Princess of Alderaan
Philip Roth - Portnoy’s Complaint
Joan Didion - Let Me Tell You What I Mean
A. J. Hackwith - The Library of the Unwritten
Zen Cho - The Order of the Pure Moon Reflected in Water
Leila Marzocchi - Nymph
Don Winslow - Broken
Dorothy B. Hughes - Dread Journey
Guy Delisle - Factory Summers
Terry Goodkind - Witch’s Oath
Mick Herron - Real Tigers
Sarah Gailey - Upright Women Wanted
Joe R. Lansdale - The Bottoms
Robert Warshow - The Immediate Experience: Movies, Comics, Theatre and Other Aspects of Popular Culture
Jeff Vandermeer - Hummingbird Salamander
Justin St. Germain - Truman Capote’s “In Cold Blood”
Shaun Tan - The Arrival
Jason Lutes - Berlin
Neil Gaiman & Colleen Doran - Snow, Glass, Apples
Dennis Lehane - Since We Fell
Lila Quintero Weaver - Darkroom: A Memoir in Black & White
Geoffrey O’Brien - Sonata for Jukebox: Pop Music, Memory, and the Imagined LIfe
Winter Solstice: Stories to Keep You Warm (e-book)
Will McPhail - In.
0 notes
Photo
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/b0db30584ffd00506a896861ea0b379d/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo1_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/72a23c30ab81d9390b3d36609a6c541e/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo2_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/6def8a59a0c4715e1317e30ad3406984/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo3_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/fe5323834ad197b899dcfb1bfcb6d1f0/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo4_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/11d4a01d4223769a61943a684f011441/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo5_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/e201a2e0527d6d91990ab82f6e2b5e4c/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo6_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/461102cc2044326237305e934761bec9/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo7_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/051392f191c9b10d5a57fec390fe4f8f/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo8_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/f14a83e0e21cd19f625c0d62679ca024/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo9_400.jpg)
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/d623b1a6847dbaa12c513771fe30b7bd/tumblr_psz3x2IXXp1tk24mvo10_400.jpg)
Cine - best last lines - in pictures
The 10 best last lines - in pictures Philip French - Sat 28 Jan 2012 19.05 EST
Casablanca (Michael Curtiz, 1942) “Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship.” Said by liberal nightclub owner Rick Blaine (Humphrey Bogart) to collaborationist police chief (Claude Rains) as they quit vanquished Morocco to join the Free French army in West Africa. In a script as quotable as Hamlet, this witty, sophisticated line captures the pervasive tone of the movie’s patriotic response to the conflicting wartime demands of love and duty. The film lists three screenwriters, but this scene was written and directed by its producer Hal B Wallis on an empty, fog-filled set
Gone With the Wind (Victor Fleming, 1939) “I’ll go home and I’ll think of some way to get him back. After all, tomorrow is another day!” This is the optimistic reaction of the determined southern belle Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) when a terminally exasperated Rhett Butler (Clark Gable) walks out on her with the parting shot “Frankly, my dear, I don’t give a damn”. Virtually the same as the last words of Margaret Mitchell’s 1936 bestseller, but the novel doesn’t have a glorious Technicolor sunset, William Cameron Menzies as production designer, or Max Steiner’s “Tara’s Theme”
10 best last lines: Gone With the Wind Some Like It Hot (Billy Wilder, 1959) “Well, nobody’s perfect!” Spoken by the cheerful, much married millionaire Osgood Fielding III (Joe E Brown) as he steers his motorboat away from a Miami pier. It’s his response when the new love of his life, Daphne (Jack Lemmon in drag), who’s been playing in an all-girls band, doffs her wig and says: “I’m a man!” Wilder was the master of final pay-offs, and the last lines of, for example, Sunset Boulevard (“All right Mr De Mille, I’m ready for my close-up”) and The Apartment (“Shut up and deal”), are classics
King Kong (Ernest Schoedsack, 1933) “Oh no, it wasn’t the airplanes. It was beauty killed the beast.” This was the epitaph on the giant ape Kong, shot dead by fighter planes after carrying Fay Wray to the top of the Empire State Building. It’s spoken by Carl Denham (Robert Armstrong), the ruthless film-maker who captured Kong on Skull Island. The 1976 remake, in which Kong is harassed by helicopters atop the World Trade Centre, has no such ending. Peter Jackson’s 2005 version sticks closer to the original, is set during the Depression and features Denham’s last line
The Front Page (Lewis Milestone, 1931) “The son of a bitch stole my watch!” This is the final line of the great 1928 newspaper comedy by Ben Hecht and Charles MacArthur, delivered by the cynical yellow-press editor Walter Burns over the telephone as a message to the police, his ultimate dirty trick to prevent ace reporter Hildy Johnson escaping from his services. In the 1931 film version, Burns (Adolphe Menjou) “accidentally” touches a typewriter key on the word “bitch” to placate the censors. In Billy Wilder’s 1974 film with Walter Matthau as Burns, the line is restored to its full glory
Little Caesar (Mervyn LeRoy, 1931) “Mother of mercy! Is this the end of Rico?” These are the last words of the dying gangster in the Warner Bros film that made a star of Edward G Robinson. In his classic 1948 essay “The Gangster as Tragic Hero”, Robert Warshow writes of Rico speaking of himself in the third person “because what has been brought low is not the undifferentiated man, but the individual with a name, the gangster, the success”. And he mentions that “TS Eliot has pointed out that a number of Shakespeare’s tragic heroes have this trick of looking at themselves dramatically”
The Usual Suspects (Bryan Singer, 1995) “The greatest trick the devil ever pulled was convincing the world he didn’t exist. And like that – poof – he’s gone!” Christopher McQuarrie, who won an Oscar for his original screenplay of this brilliantly plotted thriller, gave the line to the film’s singularly unreliable narrator, Verbal Kint (Oscar for Kevin Spacey), while explaining the demonic super criminal Keyser Söze to a police interrogator. It’s repeated as a devastating flashback at the end. The title comes from Captain Renault’s cynical refrain, “Round up the usual suspects,” in Casablanca
Dr Strangelove (Stanley Kubrick, 1964) “Mein Führer, I can walk!” Kubrick and his co-screenwriter Terry Southern created Dr Strangelove, the German-born wheelchair-bound US presidential adviser, a combination of Fritz Lang’s mad scientist Rotwang from Metropolis, Herman Kahn, author of On Thermonuclear War, Henry Kissinger, and Ian Fleming’s Dr No. But it was Peter Sellers who, in addition to playing two other roles, put the character of Strangelove together. He improvised much of his dialogue, including this comically shocking final line that suggests an ultimate triumph of the will
Chinatown (Roman Polanski, 1974) “Forget it, Jake, it’s Chinatown.” One of the most lapidary of concluding sentences, this consoling remark directed by a professional associate at bereft Los Angeles private eye JJ Gittes (Jack Nicholson), is a key line in the movie that revived the film noir and launched neo-noir. It derives from screenwriter Robert Towne’s research into pre-war southern California and from Gittes’s previous experiences as a policeman in the Chinese ghetto. Chinatown is a metaphor for the indecipherability of 1930s Los Angeles and its labyrinthine corruption
The Maltese Falcon (John Huston, 1941) “The stuff that dreams are made of.” It’s the answer private detective Sam Spade (Humphrey Bogart) provides when a San Francisco cop (Ward Bond) holds up the fake version of the priceless Maltese Falcon and asks: “It’s heavy, what is it?” Hammett’s novel ends less dramatically. This parting line in his directorial debut, a slight misquotation of Prospero’s final speech in The Tempest, is a comment anticipating the elusive grails that lie beyond the reach of so many Huston characters – eg in The Treasure of the Sierra Madre and The Man Who Would Be King
https://www.theguardian.com/culture/gallery/2012/jan/29/ten-best-last-lines-in-pictures
1 note
·
View note
Photo
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/4f7b49c4105a8d5b710b0b6fe390c3d1/tumblr_oqrzhyZasu1qzszgvo1_540.jpg)
Call me crazy but I find it strangely comforting that Alain Delon is still hanging out with French gangsters and getting in trouble with the law at age 81. “The gangster is the man of the city, with the city's language and knowledge, with its queer and dishonest skills and its terrible daring, carrying his life in his hands like a placard, like a club. For everyone else, there is at least the theoretical possibility of another world . . . but for the gangster there is only the city; he must inhabit it in order to personify it: not the real city, but that dangerous and sad city of the imagination which is so much more important, which is the modern world. And the gangster—though there are real gangsters—is also, and primarily, a creature of the imagination. The real city, one might say, produces only criminals; the imaginary city produces the gangster: he is what we want to be and what we are afraid we may become.” - Robert Warshow
6 notes
·
View notes
Text
“The work that has been done so far on genre has tended to take the various genres as ‘given’ and discrete, defining them in terms of motifs, iconography, conventions, and themes. What we need to ask, if genre theory is ever to be productive, is less what than why. We are so used to the genres that the peculiarity of the phenomenon itself has been too little noted. The idea I wish to put forward is that the development of the genres is rooted in the sort of ideological contradictions my list of concepts suggests. One impulse may be the attempt to deny such contradiction by eliminating one of the opposed terms, or at least by a process of simplification.
Robert Warshow's seminal essays on the gangster hero and the westerner (still fruitfully suggestive, despite the obvious objection that he took too little into account) might be adduced here. The opposition of gangster film and western is only one of many possibilities. All the genres can be profitably examined in terms of ideological oppositions, forming a complex interlocking pattern: small-town family comedy/sophisticated city comedy; city comedy/film noir; film noir/small-town comedy, and so on. It is probable that a genre is ideologically ‘pure’ (i.e., safe) only in its simplest, most archetypal, most aesthetically deprived and intellectually contemptible form—such as the Hopalong Cassidy films or Andy Hardy comedies.The Hopalong Cassidy films (in which Indians, always a potentially disruptive force in ideological as well as dramatic terms, are, in general, significantly absent), for example, seem to depend on two strategies for their perfect ideological security: the strict division of characters into good and evil, with no ‘grays’; and Hoppy's sexlessness (he never becomes emotionally entangled). Hence the possibility of evading all the wandering/settling tensions on which aesthetically interesting westerns are generally structured.
One of the greatest obstacles to any fruitful theory of genre has been the tendency to treat the genres as discrete. An ideological approach might suggest why they can't be, however, hard they may appear to try: at best, they represent different strategies for dealing with the same ideological tensions. For example, the small-town movie with a contemporary setting should never be divorced from its historical correlative, the Western. In the classical Hollywood cinema motifs cross repeatedly from genre to genre, as can be made clear by a few examples. The home/wandering opposition that Peter Wollen rightly sees as central to Ford is not central only to Ford or even to the Western; it structures a remarkably large number of American films covering all genres, from Out of the Past to There's No Business Like Show Business. The explicit comparison of women to cats connects screwball comedy (Bringing Up Baby), horror film (Cat People), melodrama (Rampage), and psychological thriller (Marnie). An example that brings us to my present topic: notice the way in which the Potent Male Adventurer, when he enters the family circle, immediately displaces his ‘shadow,’ the settled husband/father, in both The Searchers and Shadow of a Doubt, enacted in both cases by his usurpation of the father's chair.”
— Robin Wood, “Ideology, Genre, Auteur”
0 notes
Link
The American writer Robert Warshow famously said that movie critics were obligated to convey their “immediate experience” of a picture. The documentarian Mark Cousins clearly feels similarly.
0 notes
Text
the hippie phenomenon
“The New Yorker has always dealt with experience not by trying to understand it but by prescribing the attitude to be adopted toward it. This makes it possible to feel intelligent without thinking, and it is a way of making everything tolerable, for the assumption of a suitable attitude toward experience can give one the illusion of having dealt with it adequately.”
—Robert Warshow, "E. B. White and the New Yorker"
I wanna take issue with Kerouac and Didion, not so much with their writing’s literary value but as cultural criticism. Chance aside, a prerequisite of good criticism as I see it is a penetrating, upper-percentile comprehension of the subject at hand, coupled with an epistemic humility sufficient to the task of staying open-minded. Both Kerouac and Didion, though they represent opposite sides of the cultural and political coin, seem most primarily in judgment of their subjects, rather than intrigued by them. Both their practices show a dedication to deduction over induction, which is to say the opposite of learning. There is little demonstrated effort to adequately reconcile their worldviews, motivations, and values with that of an other (in Kerouac’s case, PTA moms and nuclear families; in Didion’s, the acidfreaks of Haight-Ashbury). Any good lawyer will tell you, if you don’t adequately understand your opponent’s position, your rebuttal will follow in inadequacy, cf. Ideological Turing Tests.
Here's Kerouac in My Woman describing a job application (one implication being that the American laborer is a drone, a zombie, whose guise Jack and his friends must take on to get hired):
We entered [the office] with our arms stretched out in front of us [drunk] like the zombies we'd seen in a picture the other day; we made our feet go slow and automatic like the ghost of death. We asked the man for a job. The poor idiot said, 'I don't think you boys will do.' We got out of there... laughing at the top of our lungs.
2.
As the 50s turned into the 60s, the Beat ethos into flower power, Kerouac drifted into Long Island alcoholism; Ginsberg adapted, stayed relevant. The transition between decades bridged by the Merry Pranksters’ cross-country quest to "tune out, drop out" in a refurbished 1939 school bus per Wolfe’s Electric Kool-Aid Acid Test.
On assignment for The Saturday Evening Post, Joan Didion traveled to the Haight-Ashbury district of San Francisco, where she saw posters of Ginsberg hung on the walls and devotees treated his opinions on the Krishna as of equal authority with the Swami. Didion saw a world falling apart, spiritually and socially in crisis. People forget, so it's worth reminding that Didion was not a progressive in this era. She was a National Review contributor and a Goldwater voter. And while I have no problem with her political conservatism, it’s important to link “Slouching” with the general moral hysteria over longhairedness taking place at the time, a hysteria which contributed in large part to Nixon's presidential and Reagan's gubernatorial elections.
The central argument (or assumption, or presumption of “Slouching” is that San Francisco is home to a generation of children (some literally, some relative maturity) who have embarked on an extended bad trip (either literally or figuratively) from which they may not ever return. Affectless and out-of-it, they show emotion only when discussing, acquiring, or ingesting narcotics (peyote, acid, smack, crystal, amps, and a now-mysterious “STP”). “Pathetically unequipped" for the real world, they lack any serious political convictions or critical thinking abilities, instead swimming in self-delusion and macrobiotic diets.
I can't speak of Dideon's intent so I'll stick to her prose, sociopathic in its lack of empathy and interest. The essay’s divided into bits so that each section sports an ominous closing sentence cum punchline-zinger. Interviewees divide into strawmen or caricatures; none are depicted or explored as complex, flesh-and-blood human beings. Juvenile delinquents and drug dealers are picked as the primary representative spokespeople of a sizable neighborhood and subculture. There’s Debbie, 15, a runaway because “[her] parents said she had to go to Church.” There’s John, 16, who has left home because his mother “didn't like boots” and made him help out around the house: “Tell about the chores,” Debbie says. John: “For example, I had chores. If I didn't finish ironing my shirts for the week I couldn't go out for the weekend. It was weird, wow.” Shortly after her wide-eyed relay on chores, Didion recounts Debbie literally chipping a nail, then getting upset that the author isn't carrying extra polish on her. I'd say you can't make this stuff up, but I'm tempted to invoke Richard Bradley:
Some years ago, when I was an editor at George magazine, I was unfortunate enough to work with the writer Stephen Glass on a number of articles. They proved to be fake, filled with fabrications, as was pretty much all of his work. The experience was painful but educational; it forced me to examine how easily I had been duped. Why did I believe those insinuations about Bill Clinton-friend Vernon Jordan being a lech? About the dubious ethics of uber-fundraiser (now Virginia governor) Terry McAuliffe? The answer, I had to admit, was because they corroborated my pre-existing biases. I was well on the way to believing that Vernon Jordan was a philanderer, for example—everyone seemed to think so, back in the ’90s, during the Monica Lewinsky time.
I can't say whether Didion fabricated these stories. It doesn't matter either way. A piece which confirms existing biases of its readers, or which confirms its own initial biases at its start, doing little more than elaborate variations on a stereotype for thousands of words, is poor criticism and shoddy historiography.
A generic structure for a given section of “Slouching”: observe events unraveling around her, hazard a guess at (and editorialize heavily on) what is occurring, entertain the possibility of asking a participant or knowledgeable observer for more accurate information, and then—inexplicably—decide not to. In other words, there’s a lack of respect for her subjects’ subjectivity, or for her own ability to be wrong. Equally as incredible as this journalistic practice is Didion’s willingness to admit to it (and in the same breath berate Time and other publications for their own misunderstandings of the hippie phenomenon).
Didion gets haughty at points, seamlessly transitioning from picking on a teenager’s amateur poetry to a bout of philosophical reflection:
As it happens, I am still committed to the idea that the ability to think for one's self depends upon mastery of the language and I am not optimistic about children who will settle for saying, to indicate that their mother and father do not live together, that they come from a “broken home.”
For myself, I’m not so hot about the idea of a journalist who dedicates forty pages to belittling literal teenage runaways, especially when so many avenues of more substantial cultural interest are ignored. It’s off-handedly mentioned that McLuhan is read by many in the Haight community, as are the Hari Krishna and the writings of Zen Buddhism, but Didion never meaningfully pursues any of the community's beliefs.
3.
Some of the more interesting documents on this subject come from the exchanges between literary, Cold War liberal moderates and the generation of beatniks and hippies who were pulling the country toward a more radical vision. Adam Kirsch’s Why Trilling Matters charts the relationship between Lionel Trilling and his former student at Columbia, Allen Ginsberg. (Kirsch, drawing on Trilling, distinguishes between the Blakean and Wordsworthean impulse, Wordsworth a “representative of wisdom,” Blake as the blazing voice of passion. As Trilling writes, Blake's poetry would be one of the more significant influences on the art and voice of Sixties counterculture: “American undergraduates seem to be ever more alienated from the general body of English literature, but they have for some time made an exception of William Blake... uniquely relevant to their spiritual aspirations” and acting as a model for its “transvaluation of social and aesthetic values.”)
Equally good is the lifelong correspondence between Allen and his also-poet father Louis Ginsberg. Trilling and L.’s sensibilities are of moderation and qualification, both sure only of their own fallibility; the Blakean hubris is an ideology propping up conceits of heroism, a Manichean dualism where only the counterculture keeps it real. “Save me from that mixed-up, confused view of the Beat Generation which maintains it has a blueprint of Truth, obviously handed over to them in a mystic, blinding revelation from Heaven," Louis wrote to his son in ‘58.
An avid communist in the early-to-mid 1960s (before a trip to Cuba changed his mind w/r/t the freedom of its citizens¹) Allen berated his father in letter after letter over Lou's democratic socialist views, and got bit back:
Your holier-than-thou attitude, with your noble intentions, does not prove that you have a Heavenly blueprint of the truth. You may be a great poet, as I believe you are, but you can still have false ideas and false facts, despite your noble intentions. T.S. Eliot and Pound had Fascist ideas.
One more excerpt, for joy:
Dear Allen,
You have a right to your opinion, according to your lights; but I retain my energetic insistence to differ with you... on your whole Beat Generation's views that everything that is, to paraphrase Pope, is wrong. Everything, according to your views, is all wrong, all in ruins, all warmongering, all immoral—except you (plural; i.e., the Beat Generation). Nobody wants “beauty, poetry, freedom” but you (plural)... all is false; all civilization messed up, all progress in the wrong, false track; all doomed... (March 10, 1958)
The truth the Beats claimed to seek or else contain was partly religious, the result of chemical visions, Ginsberg hearing Blake’s voice come to him mid-orgasm, Cassady meditating. But it was also of the writers’ attempted escape from social structure, to chase an idea of the authentic self as the self unencumbered by the social. Trilling “...the idea of... surrendering oneself to experience without regard to... conventional morality, of escaping wholly from the societal bonds, is an ‘element’ somewhere in the mind of every modern person.” Hence the enormous success of On the Road, which functions as simulation, a virtual joyride for those unwilling, unable, or who know better than to take such a trip themselves.
4.
Morris Dickstein, Gates of Eden:
Postwar prosperity had provided [sixties radicals] with the freedom to protest, the freedom to run wild, and the luxury of dropping out without worrying about a job. But by the 1970s the economy turned sour and, as I wrote in [the 1977 edition of] this book, “we could see how much the rainbow colors of the culture of the sixties were built on the fragile bubble of a despised affluence, an economic boom that was simply taken for granted.”
This is not to invalidate the legitimacy of radicals’ complaints, but to complicate the picture of inheritance in dissent.
It’s no secret the Beats were a stretch short of sainthood. Cassady and Kerouac were philanderers, promising women marriages only to subsequently abandon them (illegitimate children included). Cars were stolen only to be drunkenly totaled. And Carr, of course, infamously knifed an overly attached romantic pursuer in Manhattan's Riverside Park, dumping his body in the Hudson River under conditions still unclear today.
Tied up in this transgressiveness is the question of privilege, a critique which Diana Trilling, wife of the famous Lionel, launches in her essay for Partisan Review, “The Other Night at Columbia”:
I had heard about [Ginsberg] much more than I usually hear of students for the simple reason that he got into a great deal of trouble which involved his instructors, and had to be rescued and revived and restored; eventually he had even to be kept out of jail. Of course there was always the question, should this young man be rescued, should he be restored? There was even the question, shouldn’t he go to jail? We argued about it some at home but the discussion, I’m afraid, was academic, despite my old resistance to the idea that people like Ginsberg had the right to ask and receive preferential treatment just because they read Rimbaud and Gide and undertook to put words on paper themselves.
Alexander:
The “heroes” of On The Road consider themselves ill-done by and beaten-down. But they are people who can go anywhere they want for free, get a job any time they want, hook up with any girl in the country, and be so clueless about the world that they’re pretty sure being a 1950s black person is a laugh a minute. On The Road seems to be a picture of a high-trust society. Drivers assume hitchhikers are trustworthy and will take them anywhere. Women assume men are trustworthy and will accept any promise. Employers assume workers are trustworthy and don’t bother with background checks. It’s pretty neat. But On The Road is, most importantly, a picture of a high-trust society collapsing. And it’s collapsing precisely because the book’s protagonists are going around defecting against everyone they meet at a hundred ten miles an hour.
I would hesitate to agree that America in the early 20th century was markedly higher-trust than modern times. Rates of violent crime in the interwar period are comparable to the highs of the 70s crime wave, and despite sagging post-1945, were only slightly lower in Kerouac's time than our own. (Trust != crime, I know.) But the mechanisms of opportunity and exploitation remain in play. It is a phenomenon in which transgressive parties advocate for their transgressive way of life as a replacement to the present social order, without realizing or acknowledging that their transgressions are logistically possible through this very structure. Behavior is advocated as moral in Beat writing which would fall apart as a Kantian imperative.
In Kerouac this is both identitarian and pragmatic; J.K.’s lifestyle is possible because it exploits a trusting industrial society and its hard-earned resources. But in Maggie Nelson’s queer theory, it’s primarily a matter of identity and spirituality, where transgression is an end (autotelic) in itself. This is the paradoxical relationship of hegemony to the queer: it is at once mortal enemy and dearest ally, struggle’s basis in every sense of the word.
The Argonauts is frequently brilliant; its idea of flux (“a constant becoming which never becomes”) is infinitely valuable. But Nelson condemns at every turn the category, the pigeon-hole, the label. Words to her are cages which imprison minds and bodies. And yet both Nelson and Kerouac seem not to acknowledge that the lifestyles and self-images they hold so valuable—the rebellion, transgression, and self-elevation practiced by Kerouac; the queerness valued by Nelson—are possible only through the existence of a majority body or structure from which to self-elevate and self-other. They are advocating for identities of negation as if they were autonomous.
[1] Ginsberg was expelled from Cuba in February of 1965 for "talking too much about marijuana & sex & capital punishment"; he traveled from there to the less oppressive Czechoslovakia.
#jack kerouac#joan didion#allen ginsberg#william blake#adam kirsch#lionel trilling#maggie nelson#scott alexander#slate star codex
1 note
·
View note
Quote
melancholy comes from the ‘simple’ recognition that life is unavoidably serious.
Robert Warshow’s essay “The Westerner”
0 notes
Text
Why? Because They’re Dumb – Local Movie Reviewer Takes on Predator
On the cinematic Venn diagram, there can be an awful lot of overlap between a great movie and an awesome movie. Before we go too much further, let me stake out what I mean by that. A great movie is one with impressive production design, acting, screenwriting, and direction — essentially all the ingredients have been baked in to give us a film of quality. Apollo 13 is a great movie, as is Monster and Deliverance.
An awesome movie, on the other hand? That’s a movie that directly tickles our reptile brain, delivering a thrill, a joke, something purely designed to elicit an immediate response. Do awesome movies concern themselves with rich characterization or innovative direction? Naw, son. These are the kinds of movies that pair well with beer, pizza, and a roomful of rowdy friends. The Last Boy Scout is an awesome movie, as is Demolition Man and The Relic.
Can an awesome movie have aspirations of greatness? Sure, just look at some of the Star Wars movies, or a larger chunk of the Marvel Cinematic Universe. These films have a patina of respectability, and try to manage that tricky balancing act between quality and cool. Sometimes, that respectability feels a little too safe.
There’s something refreshing about a movie that wears its lack of pretense on its sleeve. It is what it is, and it’s content to be nothing more than that. Exhibit A is The Predator, a movie that features shoddy special effects, a laughably stupid script, and a third act that’s borderline incomprehensible. If I’m being honest, though? I enjoyed it.
We begin in the vast reaches of space, as one big-ass spaceship fires on a smaller-ass spaceship. The smaller craft narrowly escapes, which is good! It then proceeds to crash land on Earth, which is bad. That’s especially inconvenient for Quinn McKenna (Boyd Holbrook), a military sniper attempting a hostage extraction as the ship crashes. Things get even more inconvenient when the iconic and extremely angry alien hunter emerges from the wreckage and proceeds to decimate Quinn’s team. Quinn narrowly escapes,* but not without swiping a mask and an arm-mounted weapons system from the fiendish thingy. Does he turn the alien tech over to his superiors? Nope! He mails it home to his family. Why would he do such a thing? Welp, because he’s dumb.
Meanwhile, we’re introduced to evolutionary biologist Casey Bracket (Olivia Munn), a scientist who is rudely accosted by a group of shadowy government operatives. Led by unsubtle maniac Traeger (Sterling K. Brown), these folks have been studying the actions of Predators on Earth for years. They have acquired technology, tissue samples, and now the unconscious Predator that jacked up Quinn’s team. Do they euthanize the fiendish thingy so that a) they can perform an exhaustive autopsy and b) so that it can’t pose a threat to them? Nope! They strap it to an operating table. Why would they do such a thing? Welp, because they’re dumb.
While all of that foolishness is going on, we meet Quinn’s 11-year-old son Rory (Jacob Tremblay). He’s on the spectrum, and we know that because (heavy sigh) he’s superintelligent and seems to have a photographic memory. The lad receives a mysterious package from his pops. Inside is…you guessed it, the Predator gear. As young Rory is screwing around with the tech, he unwittingly activates a homing beacon. The signal is picked up by another Predator, an Apex Predator, if you will, who’s on the hunt for the first Predator and the gear. When the gear starts doing weird stuff, does Rory tell his mom, Emily (Yvonne Strahovski)? Nope! He hides it and keeps screwing around with it. Why would he do such a thing? Welp, because he’s dumb.
Hey, remember Quinn that we talked about like an hour ago? He’s been labeled a lunatic, and Our Hero is tossed on a bus filled with a group of colorful military whacko birds called The Loonies. They are:
Nebraska (Trevante Rhodes), a smooth operator who tried and failed to blow his head off.
Coyle (Keegan-Michael Key), a profane jokester.
Baxley (Thomas Jane), a man afflicted with Tourette Syndrome.
Nettles (Augusto Aguilera), a religious man convinced the Rapture is coming.
Lynch (Alfie Allen), an Irish explosives expert who’s…Irish.
When all hell breaks loose and both Predators and Predadogs** are mauling everyone in sight, Quinn must try to save his son. Do The Loonies take that opportunity to peace the hell out of there? Nope! They instantly bond with a complete stranger and risk their lives to help him. Why would they do such a thing? Welp, because they’re dumb.
Can and should we expect high quality entertainment from the fourth installment in Arnold Schwarzenegger’s 1987 Predator series? Critic Robert Warshow wrote, “A man goes to the movies. The critic must be honest enough to admit he is that man.” Pretentious quotes might not have a home in this particular review, but it’s the only way I can explain to you how The Predator made me feel. There were two tracks running in my brain during the film. The first was the Critic Track, which racked up an impressive amount of criticisms. The second was the viewer track that repeatedly said, “Dude just got cut in half! That’s awesome.”
Shane Black directed, and we’ve got a real good news/bad news situation here. The good news is that Black knows why we’re here, and wastes zero time getting to the mayhem. His pacing is absolutely relentless, and even when many, many things happen, Black is shoving us onto the next set piece. His set pieces are hilariously gory, and I can imagine him cackling as he devises multiple ways for the human body to be shredded. The bad news? We have a lot of shoddy FX work, clumsy editing, and a third act that’s almost impossible to understand due to hasty reshoots. I’m actually surprised that a major studio allowed a movie this sloppy to be released.
Remember about 3,000 words ago I talked about how dumb the script is? It is impressively stupid, but Black and co-writer Fred Dekker have crammed it full of profanity, jokes, and fun characterization. There’s a great running joke about how Predators are not technically predators, and the script gives the characters just enough personality to be memorable. Despite the script stretching your suspension of disbelief to traumatic lengths, the cast is game and goes to town on the chewy dialogue.
Speaking of the charismatic cast, everyone is clearly having a blast here. As our human villain Traeger, Sterling K. Brown is terrific. He’s an amoral maniac who spits out one-liners with vicious glee. Boyd Holbrook and Trevante Rhodes have easy chemistry, and these guys need to be in a buddy comedy as soon as possible. The majority of comic relief comes from the goofy shenanigans of Thomas Jane and Keegan-Michael Key. When the film remembers to give Olivia Munn something to do, she’s solid, and she’s someone I can see headlining a credible action franchise.
The Predator is dumb as toast, a careless and foolish blockbuster that has nothing useful to say about the nature of the universe or the human condition. But it doesn’t care about any of that. It’s determined to deliver gallons of blood, tons of jokes, and a good time. Get yourself some cheap beer, a whole bunch of chicken wings, and prepare to hogtie your brain for an hour and 47 minutes, because this movie definitely isn’t good. It’s just awesome.
*Movies like this are all about narrow escapes. Just once, I’d like to see an easy and convenient escape.
**You read that right.
from Blog https://ondenver.com/why-because-theyre-dumb-local-movie-reviewer-takes-on-predator/
0 notes