#Prólogo
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Enséñame tu prólogo, hagamos el desarrollo y tendrás tus conclusiones.
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Hay un poeta que entre oleadas de cansancio e insomnes noches intenta el prólogo de una poesía.
A lo lejos una suave música invita calladamente al descanso.
Y hay unos cuerpos que se estrechan en sábanas remotas mientras que un beso, fantasma de sí mismo, se rinde solitario a la noche dando por finalizado el poema, con solo dos palabras…
Te amo
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Humo
Por donde camina hay humo, humo blanco de carbón mojado, de brasa menguada, humo de parrillas que intenta con su olor a madera quemada esconder el que emanan de sus parrillas, parrillas ennegrecidas por los años de uso, y abultadas por la carne carbonizada que se ha solidificado sobre ellas, mira el humo pero intenta no olerlo, sabe bien a lo que huele, toda su vida ha podido reconocer ese olor,…
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INTERLUDIO VICTORIANO: PRÓLOGO
18 de octubre del año de Nuestro Señor de 1889.
La imagen que me devolvió el agua era clara: una muchacha de piel oscura y mirada decidida, pero algo no encajaba, esa no era mi imagen, y no era reflejada por agua…
La imagen que vi reflejada en mi ensoñación despierta...
Volví en mi, el espejo del recibidor presentaba mi impoluta imagen de dama victoriana, solo me había desorientado un poco, estaba en la mansión que posee el Conde De Veccio en Londres, cerca de Westminster, me encontraba allí por negocios, si no ni me habría acercado. Era uno de los dos encargos que mi familia me había dado, recoger una cosa para los Giovanni y, en unos días, partir con ello hacia París a realizar otro encargo muy importante. Afortunadamente tenía a Angus cerca, se encontraba en la parte de atrás con el resto de los criados, pero sabía que si surgían problemas acudiría enseguida.
La mansión del Conde De Veccio, cerca de Westminster.
Mientras esperaba no pude evitar observar la prensa que había dispuesta encima de una mesa, había periódicos de muchas partes del mundo, mi mirada se perdió entre ellos hasta que "La Gazette du Paris" atrajo mi atención. Estaba fechada el 16 de Octubre, hacía tan solo dos días, lo agarré y comencé a ojearlo para ocupar mi tiempo mientras esperaba, hasta que me detuve en una noticia, hablaba del hallazgo de cinco cuerpos en el Champ du Mars frente a Le Gallerie des Machines. Uno de los nombres allí referido me era conocido, Molly Rutherford era uno de los nombres que figuraban entre los otros cinco cadáveres desconocidos (Edward Readmore, Aritz Iturralde, Margot Friedländer y René Magritte).
¡Pero no podía ser! Me crucé ayer mismo con ella, parecía tener prisa y no se percató de mi presencia, aunque no podía llamarla amiga (los Giovanni no tienen amigos...), era lo mas parecido que tengo en Londres. Despertada como yo, su insaciable curiosidad y amplitud de miras la llevó a acercarse a mí sin prejuicios. Gozaba de las conversaciones con ella, y me ayudó a comprender mejor el extraño mundo de los Despertados, del cual estoy bastante desconectada, pues por ataduras familiares mis pasos me llevan por el camino de las criaturas de la noche.
La llegada del Conde me sacó de mis cavilaciones.
- "Siento haberte hecho esperar, Moira."- Como siempre, el Conde se tomaba en poca consideración las formalidades, algunos lo tildarían de grosero si no le tuvieran tanto miedo. Noble italiano, poseedorde una inmensa fortuna, era joven, apuesto y seductor, aunque yo sabía que debajo de esa imagen de dandi extranjero un tanto irreverente se escondía un grandísimo monstruo, peligroso y juguetón a partes iguales; había recibido por parte de los Dunsirn una agradable acogida sin inmutarse por nuestros hábitos alimenticios; hacía tratos tranquilamente con los Vástagos de Caín sin hacer distinción de bandos, clanes o sectas; pero tras esa mirada que parece aniñada e incluso soñadora yo había visto un hambre voraz que no parece contentarse con los simples placeres mundanos ni tan siquiera con la carne humana. Cada vez que me miraba sentía esa punzada detrás de la nuca que te avisa de que un depredador me acechaba, una punzada que no sentía ni cuando algún vástago hambriento me miraba deseoso al límite del control.
-"Imagino que tendrás prisa y no querrás perder el tiempo con formalidades."- continuó De Veccio.
-"El precio ha sido pagado y por ello te hago entrega de lo prometido a los Giovanni, han sido con diferencia los que mas han pujado por el objeto y es justo que sea para ellos."- Diciéndome esto me mostró una extraña y vetusta caja de madera con motivos griegos y una extraña imagen de un arpista en la tapa.
-"La caja de Orfeo, uno de mis trofeos más queridos, me duele mucho desprenderme de él, ha estado en mi familia durante mucho tiempo, pero un trato es un trato."- continuó De Veccio.
-"Te preguntarás por qué ahora, el precio incluía respuestas, a parte de ser un trato muy ventajoso para mi, hay otro motivo…"- De Veccio pareció titubear un momento, si no me pareciera imposible diría que estaba preocupado, pero rápidamente desapareció esa expresión de su angelical cara, llevándome a pensar si no lo habría imaginado.
-"Se han puesto fuerzas en marcha para reclamar la caja, y ya no me resulta ventajoso tenerla, he dedicado mucho tiempo y esfuerzo a desentrañar su misterio, lleva sellada desde tiempos romanos, nadie ha logrado romperlo, quien lo puso fue alguien muy hábil y con intención de guardar sus secretos."-
-"Mi querida Moira..."- dijo mientras una fría sonrisa asomaba en sus labios- "Te recomiendo no tenerla mas del tiempo debido, no sé qué pretenden los Giovanni, pero incluso para alguien con tus talentos, tenerla puede representar un peligro.
Aquí termina nuestra transacción comercial, ojalá que más adelante pudiéramos quedar para asuntos mas informales, mi querida Moira. Ya sabes donde está la salida."- Y dejándome sola en el recibidor se marchó sin prestarme más atención.
Me dirigí a la parte de atrás y recogí a Angus de la sala de criados, no quería que nadie supiera que había estado en aquella mansión y salimos los dos por la parte de atrás de la casa, en un encapotado y gris día típico en Londres para aquella época del año...
Continuará en: la primera sesión.
#Diario de Moira#Crónica El Siglo de la Magia#Interludio Victoriano#Prólogo#RPG#MDT#MLA#VLM#M20#V20#VAM#Dunsirn#Hecata#Giovanni#Bahari#Ghoul Giovanni#Despertada#Maga Huérfana#Muse: Moira Eritrea Dunsirn#Angus#Conde de Veccio#Westminster#Caja de Orfeo#Molly Rutherford#De Londres a París
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Os Segredos da Vizinhança #1
PRÓLOGO: Negócios em Família
Eu vivo em um lugar chamado Rosa Cristal, um grande bairro periférico da enorme cidade de Santa Lourdes, conhecida atualmente pela sua forte cena cultural, além de suas diversas atrações turísticas. Por outro lado, o que realmente me atraí nesse lugar é um fenômeno que sempre acontece (arrisco dizer que desde sua fundação) o qual até hoje não consigo explicar direito: a absurda quantidade de figuras peculiares atraídas por essas ruas.
Para exemplificar melhor o que quero dizer, vou começar contando algumas coisas sobre um mercadinho na esquina da rua onde moro aqui em Rosa Cristal que se chama “De Kruidenier” (de cráidenír, pronunciam os funcionários, mas todo mundo da vizinhança chama de “DK”), um pequeno negócio que pertence a Baltasar Brum.
Há algumas décadas, quando ainda era um pouco mais magro e tinha um grosso bigode castanho em seu rosto, Baltasar abriu esse humilde comércio, buscando gerar um patrimônio digno para sua família. Desde então ele nunca empregou alguém de fora da família, trabalhando no começo do negócio apenas com seu filho Ari, que recentemente havia se casado com Carla (com quem namorou desde o colégio), e precisava de alguma renda fixa.
Anos depois do início do negócio, Ari e Carla tiveram dois filhos, Laura e Victor. Apesar de ter ajudado financeiramente, Ari nunca foi um pai muito presente e, com o passar dos anos, focou cada vez mais em seu trabalho e estudos apenas, deixando sua família de lado. Consequentemente, com toda a sobrecarga gerada em casa, Carla teve os planos para seu futuro frustrados. História comum, mas no mínimo trágica.
Muitos anos seguiram dessa forma, até o dia em que Carla sofreu um terrível e fatal acidente de carro enquanto viajava com sua irmã. Pouco depois de perder a esposa, ainda em período de luto, Ari recebeu a oportunidade de assumir um cargo de importância numa grande multinacional chamada LED e se mudou para fora da cidade, deixando seus jovens filhos sob a guarda e responsabilidade do avô Baltasar. Os dois sedentários abandonados, desde então passam o dia desperdiçando seus possíveis talentos jogando videogames e fumando baseado atrás de baseado no quarto onde moram, nos fundos do mercadinho, alternando entre si quem fica responsável pelo atendimento durante o horário de funcionamento.
Uma das partes mais interessantes na história deles aconteceu há três anos. Em uma madrugada de sábado, Laura e Victor faziam a faxina após o fechamento do estabelecimento quando foram rendidos por dois assaltantes que perceberam a porta destrancada nos fundos e invadiram a loja, armados com revólveres pequenos. Baltasar tinha, desde a abertura do mercadinho, o costume de nos fins de semana visitar a loja após seu fechamento, para poder pegar o dinheiro da semana e depositá-lo no banco. Para a surpresa dos assaltantes que agiram sem muito preparo, e também dos irmãos que naquele momento estavam totalmente chapados, Baltasar entrou, também pelos fundos, notou algumas coisas reviradas sobre as mesas e em seguida percebeu os assaltantes através do monitor das câmeras. Próximo à entrada dos fundos havia uma grande caixa de produtos defeituosos trocados e, sem pensar muito, Baltasar agarrou um grande rolo de massa feito de mármore que não tinha um de seus cabos e surpreendeu um dos assaltantes com um forte golpe em sua nuca, quebrando sua espinha e matando-o quase instantaneamente. Um golpe desonesto eu diria, e excessivo em diversos aspectos. O outro assaltante (que molhou suas calças observando completamente em choque seu companheiro caindo sem vida ao chão) tentou reagir com um tiro que acertou o braço esquerdo de Baltasar, o enfurecendo ainda mais, logo antes do velho acertá-lo com um pesado golpe no queixo, deslocando assim sua mandíbula e quebrando boa parte dos seus dentes, seguido de outro golpe que quebrou seu nariz e o deixou desacordado. Foi por pouco, mas esse sobreviveu.
Rapidamente Laura chamou as autoridades. Todos os depoimentos foram prestados enquanto o assaltante sobrevivente era levado para o hospital, onde com o impagável esforço de um grupo de jovens cirurgiões, o homem passou por diversas operações para ser salvo e ter seu rosto, desfigurado, reconstruído; As lesões, mais tarde, fizeram com que a família do assaltante processasse Baltasar e o estabelecimento, o que não adiantou, pois a justiça deu razão ao empresário justiceiro.
Na manhã seguinte ao ocorrido, o jornal da cidade noticiava, em letras que saltavam da folha, a manchete “EMPRESÁRIO LOCAL SALVA FUNCIONÁRIOS DURANTE ASSALTO”, de uma notícia contando sobre como “O conhecido empresário da vizinhança, Baltasar Brum, salvou seus funcionários (e também netos) de serem feridos por dois perigosos assaltantes fortemente armados, que forçaram sua entrada na loja”. Apesar de em diversos momentos a matéria deixar clara a popularidade de Baltasar entre os moradores da região, em momento algum dava detalhes sobre sua vida passada, ou o real motivo dessa fama; É possível que estivessem preocupados com a imagem de boa vizinhança que tentavam passar ao grande número de novos moradores, resultantes da recente expansão da cidade, ou, talvez só estivessem preocupados com a segurança do próprio Baltasar, que até onde sabíamos declarava estar satisfeito com sua “vida mais tranquila”; Mas a verdade, que foi escondida por todos os meios que noticiaram o ocorrido, é que aquela não era a primeira vez que Baltasar tinha matado alguém. Na realidade, ouso dizer que suas mãos haviam ceifado centenas antes daquele jovem infeliz.
Em sua juventude, ainda na casa dos vinte, Baltasar se apresentava formalmente apenas como BB, era protegido por algumas relações dentro da máfia holandesa de Santa Lourdes, que o populou como o responsável (de forma ilegal) pela segurança de todos os bairros ao norte da região, conhecidos hoje como os “Bairros Nobres” da cidade. Por muito tempo ele morou ali, em um humilde apartamento de um antigo prédio de tijolos, mantendo os crimes violentos afastados (a não ser os dele) e possibilitando o desenvolvimento do lugar. BB fazia o pior com os criminosos que incomodavam a população, chegando a executar, de uma só vez, cerca de vinte membros de uma gangue local, desarmados e trancados em um bar. Seus métodos violentos não eram segredo pra ninguém, mas, ainda assim, ele ganhava inúmeras “gentilezas” dos moradores e empresários locais, como forma de recompensa por suas ações “heróicas”.
Nessa época, Elza Cruz, a filha de um viciado que a usou como garantia em uma casa de jogos e acabou a perdendo, foi salva por BB, que matou os vencedores e os traficantes responsáveis pelo lugar. Rapidamente Elza tornou-se uma grande amiga e fiel “colega de trabalho” na vida criminosa do justiceiro. Após alguns meses vivendo um crescente (e pros românticos até poético) romance criminoso, casaram-se, e continuaram com suas atividades por quase mais dez anos, até Elza engravidar e ambos decidirem dar início a uma pacífica vida em família.
Pro azar dos dois, no mesmo ano, com uma recente mudança no governo, a cidade decidiu que não precisava mais de BB, que então foi levado à justiça. Ele confessou a maioria de seus crimes (mesmo que a sua autoria em vários casos nunca tenha sido escondida), e assumiu toda a responsabilidade, poupando seus companheiros para que Elza pudesse criar Ari sem preocupações; Devido ao ato, Baltasar foi perdoado pelos chefões do crime organizado, mas foi condenado pela justiça a quase três décadas de prisão, sendo libertado após nove por “bom comportamento” (E certamente um bom dinheiro nas contas certas). Nos anos seguintes à sua liberdade, ele decidiu tentar esconder que um dia carregou a antiquada imagem de BB, trabalhando por muito tempo entregando jornais e dirigindo um caminhão de frete até lavar dinheiro o bastante para abrir o mercadinho.
Mas afinal, todos devem estar querendo saber onde quero chegar contando tudo isso. Veja bem, nas ruas dessa cidade “pacata”, o passado de Baltasar é só uma entre as milhares de histórias curiosas que podemos encontrar em cada esquina. Nós compramos leite e ovos com um antigo justiceiro holandês, e na farmácia, por exemplo, somos atendidos pela filha mais nova de uma misteriosa senhora chamada Helga, que vive em uma mansão de madeira numa chácara ao leste da cidade, e apesar de mal ser lembrada hoje (a não ser pelas crianças que vandalizam seu lar semanalmente) um dia já foi a popular “Hellgrll”, uma das maiores, senão a maior stripper da antiga Santa Lourdes. Gosto de citar também que Hellgrll ficou conhecida no universo da vida noturna por mutilar os genitais dos homens que maltratassem suas garotas de qualquer forma, e fazia questão de deixá-los vivos depois do dolorido processo. Entende onde quero chegar? É claro que nem tudo que escutamos nas ruas é real, as pessoas têm a tendência de deixar os detalhes um pouco mais fantásticos do que realmente são, mas recomendo estar mais aberto a acreditar antes de prestar atenção no que ‘tô contando, a vida nesse lugar é mais impressionante do que qualquer mentira que eu poderia inventar a respeito. Porém, uma questão complicada é: por onde começar?
Para muitos dos moradores da cidade, eu e meu irmão somos apenas os caras que carregam o equipamento do DJ que mora com a gente (falamos dele mais tarde), mas na realidade, para os verdadeiros conhecedores, nós dois somos os maiores fornecedores de maconha da cidade, ou “traficantes” como dizem os radicais. E é assim que fico sabendo das histórias por trás de cada um: nós sempre tentamos criar certa intimidade com nossos clientes, pois assim como os irmãos Laura e Victor Brum nos contaram o que sabem de sua família, muitos outros clientes têm coisas interessantes para compartilhar; Mas tanto quanto saber de tudo isso acaba nos dando certo poder nas ruas desse lugar, saber demais também pode ser um problema, e é justamente sobre isso a situação que gostaria de compartilhar aqui. Uma história que envolve várias dessas pessoas interessantes, algumas de maneira mais direta e outras nem tanto, uma aventura (ou desventura, por melhor dizer) que chega a beirar o absurdo. Acredito que, por diversas razões legais, talvez eu não devesse falar sobre isso, mas certamente seria injusto guardar tudo para mim quando sei que há quem se interesse. Esse caso começou há dois anos, quando meu irmão e eu tínhamos acabado de perder uma de nossas principais plantações por problemas no sistema elétrico da estufa, que surgiu enquanto estávamos fora da cidade trabalhando com o DJ Praga, durante algumas semanas. Devido à perda, precisávamos vender com urgência o resto do nosso produto estocado pra tentar corrigir o problema.
Enquanto surtávamos em nossa casa, a alguns quilômetros de Santa Lourdes, três homens (que preferíamos não conhecer) decidiram parar em uma loja de conveniência deserta, na estrada que vem de Vista Azul. Todos removeram seus óculos escuros ao entrar no estabelecimento.
Um deles, de meia-idade, forte, porém magro, de pele branca manchada pelo sol, curtos cabelos castanhos penteados para trás e barba rala por fazer, agarrou uma cesta de compras e aproximou-se da geladeira de cervejas com um imenso sorriso em seu rosto, começando a analisar os preços. Enquanto o mais novo deles, jovem adulto, físico atlético, pele negra, cabelo preto black power médio e barba cheia, alcançou outra cesta e jogou dentro dela alguns pacotes de diferentes salgadinhos das prateleiras, antes de parar para calmamente escolher entre as diversas revistas empilhadas em um grande expositor de ferro. O terceiro, evidentemente mais velho do que os outros, um pouco fora de forma, pele branca levemente enrugada, careca e com barba preta cheia um pouco grisalha, aproximou-se do balcão em silêncio e bateu com o dedo no vidro do expositor de cigarros Orchis sobre o balcão, apontando para os maços de filtro branco, antes de sorrir amigavelmente para o atendente.
O atendente, um pouco desconfiado, analisou os três homens enquanto calmamente alcançava os cigarros no expositor.
– Quantos, senhor? – o atendente perguntou enquanto via o homem separar algumas notas baixas de um denso rolo de dinheiro que alcançou em seu bolso.
– Como? – o homem mais velho perguntou de volta.
– Quantos… – o atendente engasgou brevemente olhando para o dinheiro – O senhor quer quantos maços?
– Só um por favor, eu tô tentando parar. – o homem sorriu novamente.
O atendente então colocou o maço sobre o balcão e pegou um pirulito em um dos potes para tentar acalmar-se um pouco. O homem pegou o maço, olhou para os produtos nas cestas dos outros dois e soltou sobre o balcão o dinheiro separado, antes de guardar novamente o resto do bolo em seu bolso interno do paletó junto aos cigarros. Alcançou então um jornal enrolado no expositor, o colocou sobre o balcão e virou-se para assistir a televisão presa à parede enquanto esperava. O atendente calmamente alcançou sob o balcão alguns sacos de papel e os abriu entre os dois, jogando o jornal dentro de um dos sacos enquanto, de maneira disfarçada, pegava uma pequena pistola presa logo ao lado das sacolas e a escondia em sua cintura.
No momento em que os homens se aproximaram do balcão e o atendente preparou-se para começar a arrumar as compras (pronto para reagir em caso de assalto), a campainha da porta tocou, sinalizando a entrada de outro cliente e chamando a atenção de todos. Um homem adulto de ascendência latina, de olhos castanhos e cabelos pretos presos em um pequeno rabo de cavalo, chegou distraído falando ao celular, vestindo um uniforme de policial rodoviário.
Todos olharam em direção ao policial até ele parar bruscamente, percebendo a estranheza do local e finalmente se dando conta de todos a sua frente, reconhecendo quase imediatamente os três homens; Ele soltou seu celular e, enquanto movia a mão pra alcançar sua arma e tentar soltá-la da alça de segurança, os três homens soltaram tudo que seguravam (quebrando algumas cervejas e rompendo embalagens), rapidamente sacando suas pistolas automáticas e alvejando o homem com quase uma dezena de tiros, que o arremessaram violentamente para trás, sobre uma grande geladeira de sorvetes, também destruída pelos tiros.
O mais novo rapidamente destruiu o celular com uma forte pisada. Por alguns momentos todos observaram em silêncio a enorme e nojenta poça que se espalhava, resultante do sorvete que derretia em contato com o sangue do policial.
Ao se virarem para o atendente, ele apontava a arma para a cabeça do homem mais velho, suas mãos tremiam, e suor escorria de sua testa oleosa. O homem, instintivamente levantou as mãos enquanto os outros dois apontaram suas armas para o atendente que, mesmo tremendo, destravou imediatamente a arma.
– Ei! Ei! Calma! – o homem exclamou preocupado – Vocês ficaram malucos, caralho? Abaixa essas porras dessas armas agora!
Os dois, segurando firmemente suas armas, encararam sérios o atendente.
– Ei, garoto, não precisa se preocupar. – o homem mais velho disse ao atendente – Vamos conversar com calma, tudo bem?
O atendente continuou segurando a arma com o dedo firme no gatilho.
– Eu prometo que vou pagar pelos danos… – ainda de mãos levantadas ele calmamente voltou seu olhar ao corpo – E prometo que se você abaixar essa arma ninguém mais vai se ferir. – ele calmamente olhou para os dois atrás dele e com delicadeza sinalizou novamente para que abaixassem as armas – Não somos tão ruins quanto certamente parecemos ser nesse momento.
O atendente olhou para os outros dois homens que abaixavam os revólveres e calmamente começou a abaixar o seu. O homem mais velho lentamente levou suas mãos ao bolso do paletó, alcançou o bolo de dinheiro, puxou um generoso conjunto de notas altas e as soltou sobre o balcão. Quando o atendente guardou novamente a arma em sua cintura para pegar a grande quantidade de dinheiro, o mais velho apontou com o dedo para a câmera sobre a entrada.
– Onde ‘tão as imagens dessas câmeras? – perguntou.
O atendente, hesitante, olhou para eles com o dinheiro em suas mãos.
– Olha, nós não temos motivo algum para te matar, garoto, as pessoas como aquele cara ali no sorvete já sabem como é a nossa cara, nós só queremos evitar que saibam detalhes demais sobre o que aconteceu aqui, entende? Além disso se a polícia encontra essas imagens você sabe que não vai poder ficar com o dinheiro que te dei – vendo o atendente ainda em silêncio o homem pegou mais um punhado de notas altas e soltou sobre balcão. – Pronto, também posso pagar a mais pela câmera se te ajudar a decidir. – ele completou.
O atendente olhou para o restante do dinheiro no balcão, lentamente o pegou e guardou com o resto nos bolsos traseiros de sua calça, então abriu uma das portas de um pequeno armário ao seu lado e apontou para um computador ali dentro. Os três levantaram suas armas novamente e dispararam contra a máquina diversas vezes, destruindo-a diante do atendente assustado, que se jogou pra trás e encolheu-se contra as prateleiras. Ao terminarem, trocaram olhares em silêncio, satisfeitos com a destruição da máquina.
– Obrigado pela colaboração. – o homem concluiu sorrindo, jogando no balcão as poucas notas que haviam sobrado em sua mão e então guardando sua arma em um dos sacos de papel.
O mais jovem alcançou a cesta que havia soltado no chão e seguiu para fora da loja mesmo com os produtos danificados, ainda segurando a arma em sua mão direita. O de meia-idade, olhou com tristeza para as cervejas quebradas aos seus pés, guardou sua arma dentro da jaqueta e rapidamente correu até as geladeiras pra pegar outras duas caixas de cerveja antes de sair. O mais velho olhou seu jornal ao chão, molhando com a cerveja, sangue e sorvete derramados, pegou outra cópia e jogou na sacola com sua arma, puxou ele mesmo outros dois maços de cigarro de dentro do expositor atrás do balcão, e sorriu uma última vez para o atendente, jogando os maços dentro da mesma sacola, agarrando-a e rapidamente se dirigindo pra fora.
Os três homens entraram em seu carro, um Impala 94 completamente preto e com as janelas escuras, o mais velho como motorista, o mais jovem no banco do carona, e o de meia-idade atrás. Permaneceram em silêncio por um momento, que logo foi interrompido por um raivoso soco do mais velho contra o painel do carro, seguido de um grito animado e uma risada histérica do de meia-idade, que abriu uma cerveja e bateu várias vezes com os pés no chão do carro. O mais jovem, começou a sorrir discretamente, virando-se para a janela e observando, ainda com a arma em sua mão. Por fim o mais velho exclamou um “puta merda!”, soltou uma breve risada, e ligou o carro voltando para a estrada.
Aos poucos riam cada vez mais enquanto se distanciavam do posto.
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Prólogo: En el sur ya no llueve
Voy a contar mi historia desde la perspectiva del hombre que creyó tenerlo todo y al final todo se le esfumó como se esfuma la infancia: con nostalgia. Tú tienes tu versión de los hechos y yo tengo los poemas. No te pido que te fíes de mí, pues tengo mentiras a la espalda que me van a pesar toda la vida; pero sí que me agarres de la mano, que sientas un mínimo de lo que yo llegue a sentir, que te veas con mis ojos y te des la oportunidad de hablarte sobre todo lo que dejamos de ganar los dos, ya que eso, tal vez, sea en lo único que nuestras versiones coincidan.
Este comienzo significa plantarle cara al pasado, tirar la moneda aún sabiendo que voy a perder, porque el amor que yo viví fue eso: perder y perderse con alguien y por alguien sabiendo que merecería el camino. Fuiste tu porque tuvimos motivos para hacer del mundo, de nuestro mundo, un lugar mejor en donde nos señalarán con el dedo y dijeran: "Son ellos, son ellos aquellos que han podido con todo; se están amando como si mañana fueran a morirse".
Nosotros empezamos desde abajo - Fuimos algo así como los héroes de la clase obrera del amor-, y llegamos tan alto, tan alto...
Nunca entendiste cuando te decía que aquello no iba ir a más. Estaba en mi mundo y créeme que había espacio para dos, y el espacio es cercanía, y la cercanía es piel, y la piel nunca olvida. Eso me ha enseñado el tiempo, porque a pesar de haberlo visto una sola vez, reconocería ese lunar tuyo entre millones.
Si de los errores se aprende, contigo me saque un doctorado. Sé que pequé de infantil muchas veces, fui más niño de lo que la madurez me permitía, fui desconfiado a pesar de ser tú mi propia sombra, fui frío cuando tú necesitabas calor, te hice daño cuando tú me pedías caricias, busqué la discusión y el conflicto y lo peor de todo es que no hubo cama que nos solucionara. Fallé, si, pero no supe hacer las cosas mejor. Entré jugando en primera cuando mis cualidades eran de segunda y lo hice sólo por poder estar en tu equipo.
Puedes acusarme de muchas cosas, ambos lo sabemos, pero no quiero que digas que tuve miedo, que no lo intenté, porque no es cierto.
Hay cosas que no me voy a perdonar nunca, ya te lo dije a ti, ya lo dije en los poemas - No debí decirlo en los poemas-. Fui y sigo siendo un hablador. Tan solo me salva la sinceridad. Es algo innato el hecho de querer gritarlo todo - Tú bien sabes que me han tenido callado durante la mitad de mi vida-, y no te voy a reprochar que no supieras escucharme o entenderme, al contrario, quiero agradecerte la paciencia, el intento y el abrazo.
Y ya no viene la nube, y la tierra es fértil.
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LEGADO DA NOITE: PREFÁCIO
O décimo primeiro aniversário de uma criança bruxa era sempre o mais aguardado por seus pais. Crianças nascidas trouxas ganhavam peões, cavalos de madeira... brinquedos triviais. Mas uma criança bruxa recebia a confirmação de ir para uma escola a fim de aprimorar seus dons, quando estes já estavam despertos. Pelo menos, para crianças destinadas a frequentar uma das melhores escolas — quiçá a melhor — de magia e bruxaria do mundo: Hogwarts. Não que fosse a primeira opção de seu pai, um distinto e adorado aluno da Academia de Magia Beauxbatons que queria que sua única filha pudesse seguir seus passos. Mas ele havia prometido, em segredo, que sua filha frequentaria a mesma escola que a mãe que mal conheceu. No fundo, ele sabia que aquilo seria importante.
Por isso que no dia de seu décimo primeiro aniversário, já com a carta de Hogwarts em mãos, a pequena Lyra Rosier não esperava muita coisa além dos presentes que chegariam por corujas ou pela lareira da charmosa casa em Bordeaux. Ou da visita de sua tia e suas primas britânicas. Lyra Rosier teria o melhor aniversário que uma pequena bruxa poderia ter e, depois, viajaria com seu pai para Marseille em um povoado inteiramente bruxo escondido no meio da cidade. Era uma pequena bruxinha de sorte.
⸻ Ainda não consigo acreditar que você já está com onze anos, ma petite. ⸺ Lucien Rosier era um homem alto, cabelos castanhos perfeitamente alinhados e de postura impecável, que impunha o devido respeito que a família Rosier sempre teve em todo o mundo bruxo.
⸺ Papa, o senhor fala isso toda hora desde ontem à noite. Só vai faltar chorar na hora em que eu cortar o bolo mais tarde. E tenho certeza que grand-merè não vai gostar de vê-lo chorar. ⸺ Para uma garotinha de sua idade, Lyra sempre teve muita desenvoltura para falar — e para provocar os adultos também. E ela sabia que sua grand-mère, Odile Rosier, não era das criaturas mais amigáveis. Vestia sempre preto e um grande chapéu de bruxa também preto, mas elegante, e por mais que não verbalizasse, ela desprezava os não-mágicos (ou trouxas, como os britânicos chamavam todo e aquele que não nascia com dons mágicos).
Mas além dos não-mágicos, Odile Rosier desprezava Lyra e Lyra também não gostava da grand-merè, por mais que o pai tentasse persuadi-la de que era apenas sua fértil imaginação de criança. “É apenas o jeito dela. No fundo, sua mémé ama você tanto quanto eu a amo, ma petite.” Mas não adiantava. Por mais que Lucien reforçasse aquela fala, Lyra não gostava da avó. Nesse ponto, a jovenzinha não poderia se gabar. Não conheceu bem os avós maternos, mas também mal conheceu a mãe — que a abandonou ainda criança — e os Rosier não demonstravam amor, ou afeto, ou qualquer outro sentimento além da frieza.
Também não fazia falta. Para Lyra, desde que tivesse seu papa consigo, estava tudo ótimo. Ele vinha sendo seu principal exemplo desde os cinco anos, quando sua mãe simplesmente sumiu sem ao menos se despedir, prometendo que um dia voltaria, pois Lyra era sua melodia mais linda. Mas ela não voltou e todo o amor que Lyra sentia por Primrose Greengrass simplesmente sumiu, de pouco em pouco, até que a saudade parasse de doer o suficiente para que ela pudesse fingir estar bem com tudo.
Por isso que aceitar ir para Hogwarts foi uma tarefa tão difícil, não apenas para Lucien, mas também para Lyra. Estudar aonde sua mãe havia estudado, passar pelos mesmos corredores e salas poderia ser cruel, mas depois de um tempo, quando Lucien finalmente a convenceu a ir, Lyra colocou em sua cabeça que seria melhor do que sua mãe. Melhor do que qualquer outro Greengrass já foi. Provaria para seus avós, que viraram as costas para ela, e principalmente para Primrose que ela era melhor ainda do que eles. Deixaria sua marca nas paredes daquela escola.
Mas naquele ano, em seu décimo primeiro aniversário, em pleno solstício de primavera, não era somente a certeza de ir para Hogwarts e trilhar seu caminho de glória que surgia, nem mesmo a tão esperada viagem para Marseille que seria colocada em sua vida, até então sempre pacata e privilegiada. Não. Muita coisa estaria prestes a mudar, mesmo que ela não fosse entender de primeira.
Era um pouco mais de cinco horas da tarde. O céu limpo e claro começava a dar lugar para um crepúsculo em tons de laranja e roxo (era como se o céu também quisesse presentear Lyra em seu aniversário), e Lyra podia apreciar a vista da janela de seu quarto. Longe, ela podia avistar o mar calmo e o sol sumindo na linha do horizonte, dando lugar para a Lua Cheia. Enquanto observava a noite crescendo, pôde notar algo se aproximando tranquilamente de sua casa. Acreditava ser apenas uma ave qualquer, passaria direto e seguiria para o Leste, mas estava errada.
A ave começou a descer na direção de sua janela. Uma coruja negra como a noite mais densa, gigantesca, que parecia conhecer Lyra. Presa a ela, um objeto que se assemelhava a uma caixa era visível junto de sua silhueta, conforme ela se aproximava mais e mais da janela. Mas para a jovem Rosier aquela coruja não tinha nada de familiar. Não tinha a exuberância da coruja-das-neves dos Greengrass ou a rigidez da coruja-das-torres dos Rosier. Quando a ave finalmente se tornou mais visível ao campo de visão de Lyra, a grandiosidade se confirmou, assim como as dúvidas sobre o dono dela.
Em questão de segundos aquela coruja gigantesca entrou no quarto, pela janela, em um voo rasante e largou a caixa cuidadosamente embrulhada sobre a cama de Lyra com um pio alto, que levou a garota a tapar os ouvidos.
⸻ Que escândalo, sua ave doida! ⸻ Ralhou Lyra com a ave.
No segundo seguinte, em tropeços, Lucien despontou na porta, preocupado.
⸻ O que está acontecendo? Lyra! Está bem?! De quem é essa coruja?! ⸻ O pai fazia vários questionamentos, mas os olhos cor de mel da garota estavam focados na caixa, mais ainda na carta que estava ali no meio do embrulho.
Com um pouco de receio da ave empoleirada no pé de sua cama, Lyra se aproximou pegando primeiro o envelope. A letra cursiva, quase desenhada, revelava o destinatário do pacote: ela mesma, mas quando virou a carta para descobrir o remetente, seu estômago pareceu se contorcer e o coração acelerar. Lyra pôde sentir as bochechas arderem enquanto um misto de emoções tomava seu pequeno corpo.
⸻ Então? Quem enviou esse pacote, petite?
A voz de Lucien parecia distante, mas não o suficiente para que Lyra ignorasse seu pai. Com a carta em suas mãos, virou devagar para o pai. Ela não tinha percebido que de seus olhos escorria uma fina lágrima pelo simples fato de sempre desejar esquecer dela.
⸻ Mamãe.
Foi a única palavra que saiu de sua boca antes de jogar a carta no chão e sair disparada pelo quarto, atravessando o corredor até a escada e descer o mais rápido possível. De todos os presentes que ganhara naquele dia, aquele era o último que ela desejava ganhar. Ela não abriu a caixa, nem mesmo a carta, naquele dia. Na verdade, Lyra demoraria muito mais tempo para descobrir o que havia naquelas linhas, naquele pacote, e até mesmo acreditava que jamais iria abriria o presente enviado por sua mãe. Mas muitas coisas mudariam ao longo daquele ano. Coisas que ela jamais imaginaria, além de respostas para coisas que nem sequer pensou que precisaria.
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Ponto e Vírgula [Prólogo]
Próximo capítulo: Ainda indisponível English version: Still unavailable
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Responsabilidad de los Intelectuales, Noam Chomsky; nota al prólogo
1. Tal proyecto de investigación ha sido ahora llevado a cabo y publicado como “Citizens’ White Paper” (la hoja en blanco del ciudadano), de la autoría de Franz Schurmann, Peter Dale Scott, y Reginald Zelnik, The Politics of Escalation in Vietnam [Las políticas de escalada en Vietnam](New York: Fawcett World Library and Beacon Press, 1966). Para mayor evidencia del rechazo estadounidense a las iniciativas de Naciones Unidas para una solución por medios diplomáticos, justo antes de la escalada mayor de febrero de 1965, ver el documento de Mario Rossi, “The US Rebuff of U Thant: The Untold Story,” [El rechazo estadounidense a U Thant: la historia jamás contada] New York Review of Books, 17 de noviembre de 1966. Se cuenta con más evidencia documental sobre intentos del Frente de Liberación Nacional por establecer un gobierno de coalición y neutralizar el área, todos los cuales fueron rechazados por Estados Unidos y Saigón, su aliado, en el documento de Douglas Pike, Viet Cong: The Organization and Techniques of the National Liberation Front of South Vietnam [Viet Cong, La organización y las técnicas del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur] (Cambridge, M.A.; M.I.T. Press, 1966). Al leer material de este último tipo uno debe ser especialmente cuidadoso para poder distinguir entre la evidencia presentada y las “conclusiones” impuestas, por razones descritas brevemente más adelante (ver nota 22).
Resulta interesante ver en primer lugar, reacciones publicadas —un tanto sesgadas— a The Politics of Escalation (las políticas de la escalada), de quienes defienden nuestro derecho a conquistar Vietnam del Sur e instituir un gobierno por nosotros elegido. Por ejemplo, Robert Scalapino (New York Times Magazine, 11 de diciembre de 1966) argumenta que la tesis del libro implica que nuestros líderes son “diabólicos”. Puesto que ninguna persona que goce de sus facultades mentales podría creer eso, la tesis queda refutada. Asumir lo contrario delataría “irresponsabilidad,” en un sentido único de este término— un sentido que da un giro irónico al título de este ensayo. Scalapino continúa señalando la debilidad central identificada en el argumento del libro, la incapacidad de percatarnos de que un intento serio por explorar las posibilidades de una solución diplomática sería interpretado por nuestros adversarios como una señal de debilidad.
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Vuela, que yo iré contigo
Camina, que yo arrastraré mis pies para seguirte
Sueña, que yo ordenaré tus noches para alejarlas del insomnio
Despierta, que cualquier espejismo puede ser la realidad de un instante
Pero no te quedes en el prólogo de un sueño, porque esto se acaba antes de que al tiempo le de tiempo a volver de nuevo.
Un beso con amor
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Frío
Toma café sin darse cuenta de lo que toma, lo toma a sorbos largos, sin saborearlo, nada de juegos ni de delites, no empuja el líquido entre sus dientes, no lo usa para mecer la lengua y sus papilas gustativas, no es justo entonces decir que toma café, no sabe hacerlo, no disfruta de su aroma, no lo siente, lo toma casi que sin necesitarlo, no sabe lo que es tomar, lo que significa, no le hace…
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Prólogo al libro “ATEÍSMO VERSUS NIHILISMO” de Ana Lacalle Fernández
Por Gustavo Flores Quelopana. Past-presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía “Considero interesante contar el amable lector cómo conocí a la filósofa barcelonesa Ana de Lacalle. Mi amistad con Ana de Lacalle Fernández se remonta hace pocos años atrás, en medio de la nefasta pandemia del Covid 19. De haberla conocido me congratulo efusivamente, tanto por sus cualidades teóricas como…
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Sonic X Shadow Generations: Confira o teaser da animação do jogo
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