#Omega Wato Tachibana
Explore tagged Tumblr posts
lilietherly · 3 years ago
Text
[Fanfic! Watolock]
Omegaverse.
Alfa Sherlock/Omega Wato.
Confesión de amor implícita.
Sherlock (entrando en) Modo Alfa.
Kento es un hermano mayor entrometido, pero ama a Sherlock.
(Un poco de) romance y humor.
Tumblr media
¡Estoy muy emocionada de finalmente enseñarte esta historia! \(≧▽≦)/ Oh, cariño, de verdad que estoy bastante contenta de que luego de tanto tiempo al fin pueda mostrarte esta pequeña cosa. Ok, no es tan pequeña, son casi 5.5k de palabras y simplemente no podría estar más feliz con eso (✯◡✯), puede que se me halla salido de control un poco, sin embargo, creo que logré regresarlo a su cause sin perder mucho el sentido jajaaa. Bien, dejaré la charla porque de la emoción no sé qué decir, recuerda que todos mis Alfas, tanto mujeres como hombres, tienen pene y que si esto te incomoda no debes de leer. Si en cambio esto te gusta, oh, mi amor, esto puede llegar más lejos aún ☆⌒(≧▽​° )
* * *
—Perfecto, si puede asegurarse que la señorita Wato estará ahí, no encuentro algún inconveniente en asistir, siempre que ella permanezca durante mi estadía. —Sherlock, de pie a mitad de su sala, sosteniendo el celular contra su oreja, tuvo un tic en el ojo izquierdo. Respondió, esperando que a falta de ver su rostro el hombre al otro lado de la línea le creyera, con la amabilidad que aún podía fingir.
—Eso es un hecho, señor Kobayashi, lo esperaré… esperaremos, entonces.
—Bien, ¿le parece a las cuatro?
—Por supuesto. —La llamada se cortó, Sherlock quiso gritar e insultar al hombre. Si tuviera tiempo, lo haría.
Arrojó el móvil al sofá y retomó su búsqueda de antes de la llamada. Ahora no solo tenía la presión de la llegada de Wato, debería agregar también al señor Kobayashi y su caso inusualmente extraño. El tiempo corría en su contra, siendo casi las dos debía encontrar su objetivo en menos de una hora si esperaba verse presentable para su invitado. Y menos de media hora si esperaba que su compañera de habitaciones no la encontrara emitiendo un aroma extraño: el aroma natural de Sherlock, Alfa.
Con su habitación ya vuelta de cabeza y en el proceso de hacer lo mismo en la sala, el caos en sus pensamientos permanecía intacto, hilando una vez tras otra lo que sería si Wato descubriera que en realidad no vivía junto a una Beta. Obviamente sería igual de poco bienvenida por los nuevos posibles clientes, sin embargo, desafortunadamente le importaba más la opinión de su compañera.
Ya había tenido su debida dosis de realidad cuando, luego de su vida en el extranjero y de disfrutar la libertad de mostrarse como Alfa sin que Omegas la pensaran como poco menos que un animal dominada por sus básicos instintos, llegara a Japón para encontrarse siendo señalada y reprimida. Situaciones como esas siempre la hacían repudiar lo mucho que las personas se aferraban a sus costumbres. Costumbres que muy pocos superaban y se permitían ver lejos de lo establecido. 
¿Un Alfa no es capaz de ser guiado por su cerebro? Sherlock podía. ¿Un Alfa se deja llevar más por la cabeza de abajo y casi nunca por la de arriba? Sherlock podía mantener sus instintos reproductores perfectamente controlados, muchas gracias. Hicieron falta una docena de golpes y dudas hacia su denostada inteligencia en contraposición a su lado Alfa para que Sherlock tomara la decisión de hacerse pasar por una Beta. No fue fácil rendirse después de estar en un lugar donde casi nadie se detenía a pensar que se trataba de una Alfa, y cuando lo hacían, era para arreglar asuntos que convendrían a ambas partes.
Hacerse pasar por Beta resultaba también dificultoso. Casi todo lo que la ayudaba para enmascarar sus aromas, restringir sus celos y limitar su libido, en Japón y el setenta por ciento del mundo, se consideraba ilegal e inseguro. En los países donde se conseguía sin riesgo de castigo, debía adquirirse a través de un Omega. Sherlock tardó tres días en encontrar un Omega con escrúpulos pasajeros que entendiera su dilema y, generosamente pagado, comprara para ella los artículos necesarios, enviándoselos de manera —casi— segura a través del Pacífico. 
Así, entre jabones que irritan la piel los primeros minutos tras su aplicación, perfumes que causan urticaria, cápsulas restrictivas que eliminan cualquier posibilidad de una erección, pastillas que limitan el celo de cinco días a una o dos horas, píldoras para confinar su lado Alfa —las hormonas hechas para hacerla actuar como un mono especialmente salvaje— y pequeños parches que, puestos en cada una de sus glándulas odoríferas, ayudaban al jabón y al perfume a guardar su aroma natural en su misión de hacer confiar a las personas para permitirle a Sherlock tomar sus casos. A veces salvar sus vidas; en muchas ocasiones, trayendo una justicia que ninguna otra persona podría. 
Soluciones que llegarían Sherlock sea una Alfa o no, siempre que sus clientes pudieran confiarle sus problemas, lo que no sucedería si ellos supieran, de hecho, que le hablaban a una Alfa. Que confiaban sus asuntos imposibles de resolver, que ponían sus vidas en manos de una Alfa. Y Wato, que se atrevía a imponer sus feromonas Omega en cada esquina del apartamento que compartía con una Alfa. Sherlock lo supo al dar sus primeros pasos como detective consultora, ninguno de ellos le habría confiado tanto si supieran que hacían tratos con ella. 
Una. Maldita. Alfa.
La estabilidad de su vida dependía, así, de encontrar su objetivo: una diminuta caja de plástico que contenía dos docenas de pequeños parches. Se supone, debían estar en su habitación, debajo de la interminable cantidad de cajas de zapatos dentro de un contenedor camuflado como una caja más. La caja estaba ahí, guardando aún el resto de implementos para hacerse pasar por una Beta, el único faltante eran los parches. Sherlock tomó un par rápidamente para su último caso, no obstante, su mente se debatía en el recuerdo de por qué no los guardó de vuelta, por qué no estaban en su habitación y, una de las preguntas de mayor relevancia, ¿por qué estarían dentro de un cojín perfectamente cerrado? Lo echó lejos, decidiéndose a mover el sillón.
Temblaba de solo pensar en las posibles consecuencias si no lograra encontrar esos parches. En ese punto de su vida junto a Wato y la aterradora manera en que Sherlock se adaptó a su aroma, sus manías y defectos e —incontables— virtudes, la Alfa, a costa de su orgullo e independencia realmente no comprometida, iba a hacer lo posible por mantenerse junto a Wato. Las cosas que sentía por ella en su mente y corazón comenzaba apenas a aceptarlas de manera consciente, una estupidez sería detenerlas a medio camino solo porque sus parches desaparecieron y no existía una manera en que lograra ocultar sus aromas sin ellos.
Si tuviera suerte, la inteligente Wato entendería sus razones, la aceptaría como Alfa y seguirían viviendo juntas. La preferencia de la Omega por Alfas masculinos seguiría entorpeciendo el avance de las cosas para Sherlock, revelándose Alfa nada cambiaría en su amistad… sin embargo, rompería de un tajo lo que quizá Sherlock deseaba. Borraría toda posibilidad de tener algo más. Sus probabilidades, en cambio, permanecerían intactas si continuara siendo una Beta.
Un sudor frío perló su frente, náuseas la atacaron, el efecto de todos los medicamentos comenzaban a perder su efectividad, debía encontrar esos parches y tomar las pastillas para el control de sus hormonas.
Ya nulo interés daría a que su cliente descubriera que le confió sus asuntos delicados y peligrosos a una Alfa, el pequeño Omega bien podría amenazarla con su media docena de guardaespaldas Alfa por engañarlo de esa forma y hacerle confiar en alguien cuya cabeza de abajo funcionaba mejor que la de arriba. La única razón por la cual Sherlock aceptó el caso del hombre, consintió que insultara a su segundo género y observó sin decir una palabra acerca de cómo trataba a sus empleados Alfa, se debía a la aparente relación de sus progenitores con una red de trata de blancas. Casi medio año en el caso le quitaba a Sherlock cualquier oportunidad de rechazar pistas e hilos a seguir, aún a pesar de la discriminación e incalculable molestia.
Carecía de importancia que la descubriera como Alfa porque el escenario alcanzó ciertos niveles de peligrosidad en los que, sin importar su segundo género, Sherlock se convirtió en el único salvavidas para el Omega. Si ella pretendía aún ser una Beta frente a él se trataba simplemente de mera comodidad y nulos deseos de ver al Omega creando un drama e intentando rechazar su ayuda. Esperar a que el Omega regrese les quitaría a ambos un tiempo que no tenían. Tiempo igual de limitado al actual, cuando su nariz, desacostumbrada a su propio aroma, le entregó las primeras señales de él. Si no tomaba sus píldoras contra su Alfa pronto, se vería realmente en un gran problema; el caso es que no iba a perder los sagrados minutos de búsqueda si necesitaba todo el paquete de medicamentos para ocultarse. En la ausencia de uno, nada funcionaría. 
El asunto con Wato prevalecía como el rey de los inconvenientes. Al verse aumentada la ansiedad y el miedo, volteando de cabeza el sofá luego de guardarse el celular abandonado en el bolsillo de su pantalón, saltó al suelo a buscar entre las pequeñas pelusas y partículas de polvo apenas existentes. Girándose de regreso al sofá luego de ningún resultado, dispuesta a romper la base de un asiento para alcanzar el interior acolchado, un carraspeo en la puerta paralizó sus miembros. Tragó audiblemente.
—Me mentiste. —A su propio pesar, Sherlock se sintió culpable por el tono de acusación en la voz de Wato.
—… Sí.
—¿Por qué lo hiciste? Se supone que somos amigas. —La respiración de la detective se cortó durante un segundo, un agudo dolor en su pecho le advertía de una ligera animadversión al ser simplemente la amiga de Wato. No quería ser solo eso, aunque tampoco existían motivos de sobra que la ayudaran a superar esos límites. Hizo un gesto con la mano, todavía hincada detrás del sofá, su rostro una ligera mueca de antipatía a la palabra.
—¿Amigas?
—Sí, amigas, ¿cuántas veces debo dec��rtelo? Y no intentes cambiar el tema, me mentiste, eres una Alfa.
Levantándose despacio sin mirar los bonitos ojos de la Omega, pretendiendo ganar un poco de tiempo al colocar el sofá de vuelta a su sitio, Sherlock ocupó cada segundo en pensar qué demonios hacer a continuación. Wato, por supuesto, no guardó el silencio necesario para ello.
—¡Ah! Eso explica por qué te vas solo unas horas cada tres meses, usas supresores de celo, ¿verdad? Los Betas normalmente solo tienen un día de celo el mes y no hay ningún supresor que sirva para ellos. —El golpe del sofá regresando a sostenerse en sus cuatro patas hizo que Wato diera un pequeño salto—. ¡Oh! Y luego está tú forma de tratarme, los Beta son muy protectores cuando están mucho tiempo en contacto con un Omega, pero tú nunca… mostraste alguna clase de interés por hacer… 
En ese punto, Sherlock se sentía demasiado confundida como para entender el balbuceo de Wato. Se tiró al sofá ya acomodado contra la pared, frunció el ceño. Desviando sus ojos al reloj se imaginó una cuenta regresiva para que las píldoras perdieran su efecto y liberaran a su Alfa, cautiva desde hacía años. No pudo calcular el tiempo, claro, con su lado salvaje liberándose poco a poco su mente lógica se veía minimizada en comparación. Tragó de nuevo, casi segura de tener la fuerza para controlarse hasta la siguiente dosis… una vez encontrara los parches.
—¿Por qué no pareces molesta de que sea una Alfa? —Wato relajó sus hombros, sonriéndole tranquilamente a la detective, se acercó a ella luego de dejar su bolso.
—Porque no lo estoy. Me molesta que me hayas mentido, claro, ¡y el riesgo a tu salud! ¿Cuántos años has estado escondiendo tu aroma y eliminando tu celo? Apuesto a que también consumes píldoras para dormir tu lado Alfa… Aún con eso, entiendo que te hagas pasar por una Beta. —Sherlock se negó un par de veces a que Wato tomara una de sus manos, la Omega resistió y, una vez la Alfa aceptó la derrota, usando un pañuelo húmedo Wato comenzó tiernamente a limpiar su palma cubierta de polvo—. Este lado del mundo no es amable con los Alfas, lo sé, lo he visto, pasé toda mi infancia y adolescencia viendo a mi padre luchar por un ascenso que nunca le darían. Solo… Ten cuidado, ¿está bien?
Sherlock retiró lentamente su mano del contacto suave y ridículamente tierno de Wato, guardó silencio a sus palabras no porque estuviera dominada por la emoción, más bien no tenía idea de qué decir. Si se tratara de cualquier persona, habría dicho lo primero que cruzara su mente, al ser Wato, con sus hermosos ojos, su piel delicada, sus manos diestras, su humor fascinante, su voz tranquila, su aroma dulce… hallar lo que debería decir sería imposible. Observó a la Omega girarse para buscar algo en el bolso de su abrigo. Algo en el interior de Sherlock se revolvía, prosperando en cada latido, creándose una salida al mundo en base a golpes ciegos y anhelo desmedido. 
Logró controlarlo.
—Necesitas que tu cuerpo regule sus hormonas al menos tres veces al año, ¿cuándo fue la última vez que tuviste un celo completo, que dejaste libre tu aroma o le permitiste a tu Alfa salir?
—Seis años. —Wato se detuvo bruscamente, una mueca de sorpresa y horror en su bonito rostro al descubrir que Sherlock lo decía en serio.
—Co-conozco un excelente doctor que podrá hacerte una evaluación para detectar algún daño en tus glándulas odoríferas y revisar tus niveles de testosterona, también será necesario…
—No. No iré a un médico, estoy bien. —Una vez Wato halló lo que buscaba, Sherlock no tardó en descubrir lo que era.
—¡Has usado esto por seis años! ¿Leíste alguna vez las advertencias? Tampoco niegas usar las pastillas que restringen a tu Alfa. —Extendió una pequeña caja plástica, transparente, cuyo contenido parecían estampillas redondas de casi centímetro y medio de diámetro—. Y eso no puede ser lo único que usas, ¿qué clase de Alfa eres? —Muy en contra de sus deseos, Sherlock respondió, cruzándose de brazos y mirando al lado contrario de la Omega.
—Sangre Media. —Las notas de malva extendiéndose a través de la habitación advertían los ya altos niveles de estrés en Wato, acrecentándose por segundo.
—¡Vas a colapsar! —Sherlock sonrió, despectiva.
—¡Oh, dios, estoy bien! Entrégame los parches ahora. —Entendió el brazo para recibirlos, Wato se los negó.
—¡Te harás salvaje! Y no voy a permitir que eso suceda.
Frunciendo el ceño ante la nueva resolución en la voz de Wato, Sherlock la miró levantarse y caminar rápidamente hacia la puerta. La siguió de inmediato, alterada por el aroma a Omega estresada. Considerando los años en que el lado Alfa de Sherlock permaneció bloqueado, teniendo en esos momentos sus primeros minutos de libertad, aún el ligero aroma de Wato la hacía estremecer. Las cadenas atándola se rompían como hilos de seda.
Siendo ya un problema al percibir su aroma como una Beta, sus sentidos liberados titilaban sobre sus receptores dormidos, obstaculizaban el proceso de sus ideas, Sherlock perdía el sentido. Sin saberlo, sus pupilas se hincharon, a falta de un control efímero: su respiración se aceleró y una gota de energía comprimida puramente Alfa estalló en su pecho. ¿La Omega estaba estresada? ¿Cómo podría Sherlock solucionarlo? ¿La Omega corría lejos de ella? Debía mantenerla consigo, a salvo, tranquila. Debía cuidarla, alimentarla, complacerla y hacer lo necesario para que ella acepte hacer a sus bebés.
Sherlock la alcanzó al llegar arriba, acorraló a Wato contra la pared sosteniendo las delicadas muñecas, coló por la fuerza uno de sus muslos entre los de la Omega, juntó sus pelvis y sepultó la nariz en la prístina piel de su cuello. Inhaló media docena de feroces bocanadas antes de despertar y caer en cuenta de lo que hacía. Advirtió entonces que Wato le susurraba.
—Está bien, está bien. Me tienes, no me iré, lo siento, lo siento… Confío en ti, estoy a salvo ahora… —repetía como una lista interminable. Aun siendo ligeramente consciente, Sherlock no tuvo la fuerza para separarse—. Me equivoqué, sé el daño que te hiciste y aun así corrí, lo siento, lo siento. No me asustas, sé que no me harás daño… Confío en ti, estoy a salvo contigo… —En contra de sus deseos, Sherlock comenzó a relajarse, su Alfa manteniéndola en el borde de la emoción. Al cruzar sus miradas, Wato descubrió ciertas señales de una mínima cordura, así que, en voz baja y suave, preguntó—: ¿Qué usas aparte de los parches y las píldoras de confinamiento Alfa? —Sherlock se obligó a despegarse del cuello de la Omega.
—Jabón para eliminar el aroma, perfume para neutralizarlo y otro de solo un aroma, cápsulas restrictivas y pastillas limitantes de celo. 
—De acuerdo, debí haber preguntado eso antes de correr. ¡Pero… oh, dios, Sherlock, eres un coctel de hormonas! No me sorprende que actúes de esta manera por haber olvidado tomar tus dosis una hora luego de lo que deberías. 
A Sherlock se le escapó el aire, confiando en los conocimientos médicos de Wato, entonces la detective tenía alrededor de una hora cayendo en esa espiral de descontrol hormonal. Saberse actuando de esa forma luego de tan poco tiempo fue como un golpe en el estómago. La emoción no duró mucho, al escuchar y ver la manera en que Wato suspiraba lentamente, algo en su pecho se calmó, nunca admitiría que casi ronroneaba por lograr que la Omega se tranquilizara.
—Está bien, iremos un paso a la vez, ¿sí?—dijo Wato, acariciando con sus dedos las manos que aún sujetaban sus muñecas. Miró desde abajo a la Alfa e inclinó hacia un lado la cabeza. Sherlock, cual sea que haya sido su estado, no habría resistido a una imagen como esa—. ¿Le dijiste al señor Kobayashi que yo estaría aquí? —Sin la suficiente inteligencia para hablar, Sherlock asintió—. Bien, entonces le llamaré para cancelar la cita y aplazarla hasta…
—¡No! E-el caso… la red de… —intentó decir la detective, considerando su mente en un veloz declive, se sorprendió de haber logrado palabras coherentes.
—Lo sé, y si las circunstancias fueran otras, ¿crees que no te daría los parches o lo que sea que pidieras? Eres la única que puede ayudar a todas esas personas. Sin embargo, tú también eres importante, y si no te cuido ahora, no podrás ayudar a nadie después. 
Sherlock alejó discretamente su pelvis de Wato. Tener la preocupación y el cuidado de la Omega, que si bien todavía no admitía amar, comenzó a provocar en su cuerpo algunas reacciones positivas. El inicio de una erección confirmaba la pérdida del efecto de las cápsulas restrictivas. A ese ritmo, las pastillas limitantes de celo estarían fuera de su sistema en las próximas dos horas, y si Wato pretendía obligarla a desintoxicarse, dadas las señales, su celo explotaría de maneras inimaginables.
—N-no te preocupes, conozco el tipo de reacciones que podrías sufrir, en especial porque estás con una Omega, sé que no es porque soy yo, ¿de acuerdo?…, solo es porque soy una Omega, ¿bien? —susurró Wato, desviando su atención a donde sea que no estuviera el rostro de Sherlock. Un puño envolvió el estómago de la Alfa al entender las palabras de Wato.
De haber existido un peor escenario para dar el nombre correcto a sus emociones por la Omega, ese instante se habría quedado así. En cambio, débil como estaba, aunque logró contener su boca, Sherlock se lanzó de nuevo al cuello de Wato, donde sin pausa inhaló su delicioso perfume. Advirtiendo el ligero estremecimiento de Wato, la Alfa soltó sus muñecas para envolver los brazos a su alrededor. La atrajo a su pecho en un apretado abrazo, feliz de que no la rechazaran. Su erección completa descansando pacíficamente contra el vientre suave de su Omega.
—Bien, bien, si eso te calma —balbuceó Wato, sonrojada—. Ahora, llévame a la sala, ¿quieres? Si no llamo pronto al señor Kobayashi y cancelo su cita nos amenazará con demandarnos al descubrir que eres una Alfa.
Sherlock asintió, aceptando la orden con un gruñido. No menos de un segundo después, pasó un brazo por detrás de las rodillas de la Omega y la levantó fácilmente del suelo. Su mente casi completamente dominada por su lado salvaje, sujeta a su enamoramiento, no daban espacio a arrepentimientos o impulsos vacuos de resistencia. Ansiaba, de manera genuina, complacer a su Omega. A su Wato.
—Estás realmente mal, ¿cierto? —cuestionó Wato, preocupada, acariciando las mejillas de Sherlock mientras la cargaba—. Descuida, cuando te recuperes te diré que lo entiendo. Dijiste que no querías estar con nadie, ahora que debes ser una Alfa para recuperarte, sé que tampoco querrás un Omega. Así que, por favor, al menos sigamos siendo amigas. —Sherlock poco o nada interpretó de eso, mayormente enfocada en los tiernos labios, el dulce aroma, el peso ligero, el cuello sin marcar y la confianza que le entregaba su Omega.
En la sala, Sherlock recostó a Wato en el sofá tan despacio como podía hacerlo. Sin pensar siquiera en su preciado orgullo, sus vanagloriados límites o la ya sepultada cordura. Aprovechando una resistencia inexistente usó su brazo izquierdo para servir de almohada a la Omega, el derecho flotó hasta posicionarse sobre su estómago, la mano anclándose en su cadera; la atrajo a su cuerpo tanto como se antojaba posible. Su pierna derecha no tardó en caer sobre las de Wato, completando así un escudo que, se supone, haría sentir a salvo a su Omega.
—Omega… Mi omega…
—¿Sher-Sherlock? —Wato temblaba. La nariz de la detective dibujaba traviesos caminos en la base de su cuello, justo sobre sus glándulas de olor. No conforme con eso, el apretado abrazo, la notable erección presionándose contra su muslo y las feromonas Alfa que en ese punto se liberaron por completo, estimulaban ciertas reacciones en ella. El que Sherlock la llamara “suya”, empeoraba todo—. Mi celular, no me dejaste tomarlo. —La Alfa no reaccionó.
Emitiendo un bufido, Sherlock observó con atención el lento actuar de su Omega. La pequeña mano se dirigió a su entrepierna, tembló al sentirla buscando el bolsillo de su pantalón. Si girara un poco su pelvis, fácilmente su dureza tocaría los frágiles dedos, no obstante, se contuvo, si eso no es lo que quería su Omega, entonces no la obligaría. En cambio, depositó un beso suave por detrás de su oreja, ella le obsequió un suspiro y más de su encantadora voz.
—¿Qué, qué tal si uso el tuyo? Estoy segura de que en esta emergencia me darías permiso.
Repentinamente ambas saltaron al escuchar una llamada entrante en el móvil que ya sostenía Wato. Sherlock gruñó, feroz, vigilando el lugar sin separarse un centímetro de su Omega. La cargó de nuevo y con la misma facilidad la sentó en sus muslos, resguardándola entre sus brazos. Su mente irracional escudriñaba cada esquina, preparada para atacar, para defender a su Omega y a los cachorros todavía no impregnados. Decidida a que nadie le arrebataría a su Omega.
—¡Está bien, Sherlock! Mira, es el celular. —Naturalmente, Sherlock la ignoró. Pasándolo por alto dada la situación, Wato respondió al leer en la pantalla el nombre del hermano mayor de Sherlock. Al oprimir el botón, él no esperó a que ella hablara.
—Señorita Tachibana, me enteré de las buenas nuevas, por favor, permítame felicitarla. Ha logrado en meses lo que yo no hice en seis años. Debe saber que estoy absolutamente complacido. —Wato ya tenía demasiado en qué pensar para entender eso, entonces, no intentó hacerlo—. Le daré un buen regalo cuando esto termine.
—Señor Futaba, de verdad, no sé de… —tartamudeó, conteniendo un gemido al sentir la áspera lengua de Sherlock lamer desde la base de su hombro izquierdo al derecho.
—Oh, me disculpo por eso, normalmente es fácil contenerlo, al tratarse de Sherlock me es un poco difícil, en especial ahora, que al fin comenzará a… purgarse. —Wato se estremeció del peor de los modos al oír eso.
—¿U-usted nos vigila? —Su mirada se enfocó de inmediato en los alrededores, alarmada. Sherlock reaccionó a su humor, sujetándola en un apretado abrazo que hizo juntar su pelvis con la cadera de Wato, quien volvió a estremecerse, esta vez al advertir la dureza de la detective. Ambas suspiraron en voz baja.
—No yo específicamente, y son solo un par de micrófonos, mis empleados me avisan si hay un riesgo de que Sherlock caiga de nuevo en… De acuerdo, señorita Tachibana, no es momento para hablar de eso. Entiendo que mi hermana ha pasado una hora y trece minutos desde la hora en que debía tomar su medicación. —Si Wato no estuviera tan enfocada en contener su voz cada ocasión en que Sherlock se movía y empujaba su miembro contra ella, estaría muy escandalizada por la vigilancia extrema del señor Futaba. Siendo ese el caso, guardando su escasa racionalidad para mantener a Sherlock en calma, se obligó a seguir el hilo.
—Eso es lo que calculo, si ella realmente ha pasado seis años consumiéndolos.
—Dice la verdad. —Wato maldijo para sus adentros, guardaba la inútil esperanza de que la situación no fuera tan mala.
—¿Sabrá, señor Futaba, cuándo tomó Sherlock su última dosis de pastillas contra su celo? —Estando ya sonrojada por las atenciones de la detective, conforme ella se calmaba al no encontrar amenazas, continuaba su camino alrededor del cuello de Wato.
—Todas sus dosis son diarias, mucho me temo, ella misma las paga así que aún no le es posible comprar algo con efecto duradero. ¿Cuántas horas cree que faltan para el celo de Sherlock?
—Una. Hora y media si hay suerte.
—Muy bien, lo que les envié llegará a tiempo.
—¿Di-disculpe? —Sherlock la giró para que su pecho se juntara con la espalda de Wato, de ese modo, su miembro cálido y firme encajó perfectamente entre los glúteos de la Omega, separando las mitades sin esfuerzo. Wato se mordió la lengua para evitar gemir, si esperaba ayudar a su amiga y no abusar de su estado o ponerlas en una posición aún más comprometedora que arruinara su amistad, debía hacer algo pronto. Su producción de lubricante comenzaba, en anticipación a lo que vendría—. ¿Enviará ayuda para Sherlock?
—Por supuesto. Estoy seguro, aunque no he revisado este mes, mi hermana tendrá apenas un par de sábanas y mantas, dos terceras partes de su frigorífico estarán vacíos y no habrá suficientes toallas en su baño.
Wato, con el corazón en la garganta, esperó el segundo en que el señor Kento hablara sobre enviar otro tipo de ayuda para Sherlock. Cierto es que no podía quedar lo suficientemente claro cuánto anhelaba estar con la detective y pasar juntas su celo… así como el resto de sus vidas. Habría cerrado la puerta a su espalda de no ser el caso, luego de descubrir que Sherlock se disfrazaba de Beta. Tenía el control sobre su propio cuerpo como para resistirse al encantador aroma real de Sherlock y, de quererlo, ningún problema sería simplemente irse.
La quería, sin embargo. La amaba desde hacía meses. Aun sabiendo que las relaciones románticas entre Omegas y Betas no eran aceptables o que, peor todavía: al ser una Omega Sangre Pura, Wato se convertiría en la burla de una sociedad en donde los Sangre Pura nunca deberían rebajarse a salir con menos de un Alfa Sangre Media. Se resignó incluso a que jamás portaría una marca de unión y que las probabilidades ya bajas de concebir, se convirtieran en completamente imposibles al quedarse con una Beta. Una Beta que por cuanto perteneciera a la mitad de Betas femeninas con pene, nunca produciría la abundante cantidad de semilla de un Alfa. Claramente no lo necesario para un Omega Sangre Pura, ya por sí mismo poco fértil.
Habiendo renunciado a los cachorros, la marca y casi preparándose —a sabiendas de que no existía una oportunidad real de estar con ella como pareja— para convertirse en una burla; luego de revelarse ante ella el verdadero segundo género de Sherlock, lo único que le impedía ceder a los mimos de la Alfa se centraba en lo mucho que la detective enfatizó no guardar interés alguno en conseguir una pareja. Quedarse para satisfacer sus deseos carnales y no tener nada después, ni siquiera lo consideraría Wato como una opción.
—¡Ah! También hablé con el señor Kobayashi, le he pedido que acuda a mi oficina para atenderlo en lugar de ustedes, señorita Tachibana, aunque no estoy seguro del tiempo que les sea requerido para —carraspeó—, cuidar de las necesidades de mi hermana. Estoy dispuesto a tomar el caso de Sherlock los días o semanas que usted calcule precisos. Sé que ella no estará feliz al saberlo, sin embargo, espero que mi regalo baste para tranquilizarla. —Wato, con la mente enredada por las implicaciones en el discurso del señor Futaba, preguntó:
—¿Re-regalo?
—Mi regalo de usted, claro —respondió, su voz alegre y como si sus conclusiones resultaran lo más sensato del mundo—. ¿Quién sería mejor para cuidar a Sherlock que una Omega Sangre Pura que está enamorada de ella y que podría sin problema alguno soportar su ‘ímpetu’ luego de reprimirse por seis años? En ese estado se parecerá bastante a un Alfa Sangre Pesada, ¿cierto? —riendo descaradamente, añadió—. Mirándolo bien, estoy siendo un buen hermano mayor y entregando a mi pequeña hermanita a la Omega de la cual ha estado enamorada por meses, señorita Tachibana. Le pediría que la cuide bien, pero estoy seguro de que ambas estarán muy satisfechas sea cual sea el camino al que esto las lleve. —Wato quiso inventarse mil escusas y pretextos para que el señor Futaba la sacara de ahí, mentir acerca de sus sentimientos por Sherlock y mantener su digno estatus de una Omega Sangre Pura que desea un cortejo adecuado antes de pasar el primer celo con su Alfa elegida… no lo logró.
Estaba tan feliz.
Sherlock reaccionó favorablemente a su aroma; Wato dejó de contenerlo.
—Yo… eso…
—Perfecto, ya que estamos de acuerdo, ¿calcula usted que el celo de Sherlock durará lo mismo que el de una Alfa Sangre Media en saludables condiciones? Prepararé el próximo envío de insumos si usted me lo indica. —En ese punto, Wato se aferraba a la cabeza de Sherlock para mantenerla en su lugar, lamiendo uno de los puntos sensibles en su cuello. Su mente apenas estable para pensar y responder.
—Diez días, eso creo…, aunque es-es probable que sea susceptible a lo… lo que desea durante el mes que le tomará limpiarse.
—Me temo que envié apenas lo suficiente para un celo normal, así que les mandaré el resto dentro de cinco días y para una semana completa, estoy seguro que a partir de ahí la señora Hatano podrá encargarse. ¿Desea usted hacer alguna solicitud especial, señorita Tachibana? Le conseguiré lo que sea, descuide… Si es demasiado vergonzoso para pedírselo a un Alfa, puede decirle a Gentaro, lo he puesto al tanto de la situación y está dispuesto a cooperar.
Wato invertía cada gramo de su fuerza en atender al hombre, a juzgar por el lento camino hacia sus muslos que seguían las manos de Sherlock, le quedaban segundos. Ni siquiera se preguntó en qué momento incluso el inspector Reimon debía saber acerca de la condición de Sherlock, siendo que ambos seguían caminos distintos en el caso en cuestión desde hacía meses. ¿Y por qué el señor Futaba se refería al inspector de una manera tan familiar? Sherlock acarició la cara interna de sus muslos, permitiendo que los abriera y sintiéndola peligrosamente cerca de su entrepierna, la pregunta de Wato murió en ese instante.
—Lo-los micrófonos...
—Oh, ya están apagados.
—N-no hace falta más, entonces. Gra-gracias, señor Futaba. —Tras eso, la llamada terminó.
—Omega… Wato, mi Wato… 
La doctora dejó de contener el aliento, recostándose en el pecho de la Alfa acarició con la punta de la nariz su cuello. Inhaló sus deliciosos aromas y se fundió dentro de su abrazo, obedeciendo a la petición de los largos dedos que insistían ahora en quitarle los pantalones. Wato suspiró, nerviosa y obscenamente feliz, puede que no tuviera un hermoso cortejo antes de compartir un celo con su Alfa o que todo el escenario hubiera sido su culpa, luego de que tomara esa mañana la cajita de parches pensando que le pertenecían al último cliente.  
El cliente la negó cuando Wato lo buscó para entregárselos, insistiendo que no iba a delatarlo por hacerse pasar por un Beta, el hombre insistió en que no le pertenecían y ante la obvia verdad de ello, la Omega se retiró con una disculpa. Al llegar a casa, el suave aroma a Alfa que acarició su nariz de una forma tan sorpresiva y los tenues gruñidos la habrían orillado a pensar que Sherlock estaba en problemas. Se acercó despacio a la sala; el origen del ruido, esperando poder atacar por sorpresa, al abrir la puerta el aroma cada vez más revelador de Sherlock le impidió moverse y anunciar su llegada.
Observando que Sherlock buscaba algo, pequeño, dada la distancia de su cabeza y el suelo, sumando su aroma y lo inquieta que se veía por sobre lo que se consideraba la norma, a Wato no le costó alcanzar el resultado obvio: los parches le pertenecían a Sherlock. Bajo ese contexto, aclarado ya que la Alfa no la percibía como una simple Omega sino como Wato, poco o nada haría para arrepentirse. Aunque las circunstancias pudieron haber sido diferentes, en ese instante y lugar, creando Sherlock un camino de besos sobre su cuello y hacia su boca, Wato agradeció a su distracción.
Y bendijo en silencio cada uno de esos parches.
* * *
¿Sabes qué creo, amor? Que voy a hacer una segunda parte de esto con mi primer smut Mujer Alfa/Mujer Omega (¬‿¬ )... o no, no lo sé todavía jajaa, apenas estoy tentando el terreno de escribir sobre mujeres Alfa y sinceramente no quiero que, por la emoción, haga algo que lo arruine... Así que por ahora lo dejaré aquí (⌒ω⌒), dime qué es lo que opinas de todo esto, ¿sí? Te estaré esperando.
De todas formas, aquí viene algo que sí debes saber: cariñoso corazón, tu y cualquiera puede decirme de qué pareja les gustaría que escribiera el siguiente día del reto, así que no te avergüences de pedirlo. Pero por supuesto...
Una amable aclaración; así como puedes pedirme la ship que quieras e incluso decirme si deseas alguna escena en específico, lejos de que rechazo cualquier pedido que no tenga la mínima cortesía de pedirlo "por favor" y sea más bien una orden (sí, eso me pasa, y ha llegado al punto en que tengo que aclararlo), debes tomar en cuenta que es un trabajo GRATIS y, como tal, no estoy bajo ningún cronómetro, o siquiera me veo en la obligación de tomar tu orden.
Entonces, si te he dicho que lo haré, entonces lo haré, GRATIS, me tome el tiempo que me tome, ¿está bien? Sé que eres una persona inteligente y razonable, por lo que no pensarás en esto como una locura. Solo ten un poco de paciencia, desafortunadamente no vivo de escribir ( ; ω ; )
Listo, pegaré y copiaré este texto en mis siguientes historias, espero no lo tomes a mal, como que, repentinamente, te ha vuelto a dar vergüenza y de nuevo no pienses en hacerme una petición, solo estoy diciendo que sea amablemente, yo no trabajo para ti a menos que me pagues (¡comisiones a precios exageradamente bajos!) y, por si no fuera poco; soy una persona con sentimientos (o˘◡˘o) Ahora sí, mil millones de gracias por leer, por favor, encontrémonos pronto. ¡Te amo! (っ˘з(˘⌣˘ ) ♡
12 notes · View notes
lilietherly · 5 years ago
Text
[MiniFic! Watolock]
Omegaverse.
Sherlock Alfa x Wato Omega.
Relación establecida.
Casadas y con hijas.
(El contexto es simple; Wato se enferma y no puede ver a sus pequeñas por temor a contagiarlas).
(Ya tenía los nombres que utilizaría en todas las versiones en qué H&W tuvieran hijos, pero luego salió Miss Sherlock y ya que la historia ocurre en Japón, pensé que debía modificarlos por completo, ¡pero no! Modificaré solo los segundos nombres, los primeros se quedarán igual).
(Esto significa que, de menor a mayor los nombres seguirán siendo {no importa si son niños o niñas}; Virgil, Paris y Kendall. Cuando piense nuevos segundos nombres, haré un MiniFic para estrenarlos :3)
* * *
Wato despertó aquella mañana sintiéndose más liviana que en los últimos días. Según su experiencia podría decir que lo peor había pasado y ahora solo necesitaba un poco más de tiempo para una recuperación absoluta. Está bien, se dijo, podría soportarlo siempre que Sherlock estuviera haciéndole compañía como hasta ahora.
En este momento, sin embargo, su instinto clamaba otra cosa.
—¿Estás segura? Ellas también quieren verte, pero si aún no... —dijo la detective, sentada a su lado, mientras hacía a un lado un mechón castaño de la doctora.
—Lo estoy, por favor, necesito verlas —susurró Wato, su voz todavía rasposa. Cuando su Alfa salió, volvió sus manos contra la tres gorritos que la habían acompañado en el tiempo que había pasado recluida en cama, el aroma casi desvanecido. Su lado Omega y su instinto maternal ansiaban con toda su fuerza tener a sus cachorritas tan cerca como fuera posible.
El riesgo de contagio era mínimo ahora y simplemente ya no podría esperar un minuto más. Escuchó a su querida Sherlock darles indicaciones a sus niñas antes de abrir la puerta, pidiéndoles silencio y calma. La petición, desde luego, fue en totalidad ignorada y las tres pequeñas niñas del matrimonio Futaba-Tachibana entraron rápidamente al encuentro de su madre.
Wato las rodeó, abrazándolas contra ella mientras inhalaba sus aromas. La menor, de tan solo cinco años, lloraba, clamando y gritando sobre cuánto la había extrañado y rogándole que no se enfermara de nuevo. Las otras dos pequeñas no tardaron tanto en seguirla. Sherlock preparó los pañuelos, calculando que Wato tampoco resistiría mucho las lágrimas.
Por supuesto que Sherlock estaba feliz también, entendía el lazo que compartían los Omegas con sus hijos y en estos momentos; ella misma podía recibir en olas todo el amor que su esposa y sus hijas irradiaban. Le tranquilizaba a niveles que ninguna otra cosa podría jamás lograr.
Cuando Wato sintió la primera lágrima caer, apareció en frente una caja de pañuelos. Al mirar a su Alfa, una sonrisa calmada adornando su rostro, la noción de sentirse completa la cubrió como un manto de relajación luminosa y cálida. El peso de sus niñas completaba tan hermosa sensación.
Y el beso que recibió de Sherlock resonando por todo su cuerpo, finamente, llevó hasta su corazón el ritmo de la tranquilidad, la paz y el amor.
(Ya sé, demasiadas notas para algo tan corto, pero sentí que necesitaba aclararlo XD. Lamento los errores ortográficos, intentaré corregirlos tan pronto como los vea. ¡GRACIAS POR LEER! ❤️❤️❤️)
14 notes · View notes
lilietherly · 4 years ago
Text
[MiniFic! Watolock]
Relación establecida.
Omegaverse.
Omega Wato/Alfa Sherlock.
Humor (?)
Fluff familiar.
(¡Aun no encuentro los nombres para mis niñas! 😲 Aaah, lo siento, hay muchos y todos son hermosos pero de los que me gustan ninguno combina con los primeros nombres, no solo eso, también deben ser nombres para ambos sexos, porque no solo existe ésta versión japonesa, recuerda el anime "Kabukichō Sherlock", del que escribiré en el futuro 😚)
* * * 
Los platos resonaron contra la mesa, luego los vasos y los tazones, eran solo un par de ellos pero aun parecían una docena. Sherlock se sacudió cuando la bandeja en las manos de Wato fue azotada contra la mesa de la cocina. 
Debió preguntarlo de otra forma.
Pero no importa cuánto el pensamiento girara en su mente, lo había arruinado en mil maneras distintas y más bien nada que mucho para remediarlo. O al menos, nada que pudiera solucionar en poco tiempo. Sus primeros intentos de disculpa terminaron con un monólogo de una y casi dos horas sobre la responsabilidad, el amor, el respeto y sobre todo la supervivencia. Ni siquiera pudo hablar tres palabras seguidas antes de cada explosión. 
Sí, su intención no fue planteada desde el mejor ángulo. Bien, lo hizo desde el peor. Aun así, ¿era mucho pedir un poco de crédito por haber pedido permiso en lugar de perdón? Eso debía decir bastante a su favor, amaba a su esposa y respetaba cada opinión sobre su relación, pero las niñas eran de ambas; cuando ellas estaban de acuerdo, lo más lógico era que hubiera aceptado su ayuda en el caso sin tener que dar explicaciones. 
Sin embargo, ahí seguía. 
Wato estaba furiosa y poco había en el mundo para calmarla. Cualquier intento de disculpa era frustrado con miradas asesinas o amenazas de divorcio. Pero amaba a su esposa, como tal intentaría que las cosas salieran lo mejor posible. Para empezar, se obligó a comer. El caso se mantenía activo, comer estaba en los más bajos eslabones de cosas por hacer, especialmente si no contaba con la ayuda de Virgil, que solo debía escabullirse un poco hasta alcanzar una pequeña perdida nota en un lugar casi súper secreto, de todas formas, lo hizo. 
Comió hasta el último arroz. Sin perderse en cada bocado de la menor reacción en Wato, evaluando la situación e intentando, si todavía era posible ese día, encontrar el perdón antes de que las niñas llegarán de su excursión y recibieran el mismo trato, ya que también hicieron su parte al insistir en cuanto Sherlock les habló sobre la posibilidad.
—Supongo que podría hacerlo yo misma.
—Hazlo. —Sherlock alcanzó a esconder un suave temblor, solo una vez aquella voz fue usada con tanta frialdad, mientras le apuntaba con un arma e intentaba jalar del gatillo. 
La habitación estaba inundada hasta el techo de un aroma irritante a melocotones verdes. Demasiado acostumbrada a los melocotones dulces, con cada minuto expuesta a ese ambiente, la detective se encontraba más dispuesta a arreglar las cosas. No podía luchar tanto tiempo contra su parte Alfa, que lentamente desplazaba el caso en pos de solucionar la situación con su Omega.
—Me llevaré el botiquín, pero no ayudará mucho si me quedo atrapada. Te llamaré desde el hospital si debo pasar la noche ahí —dijo, con toda la tranquilidad de la que era capaz. Le gustaba pensar que estaba exagerando, pero conocía bien los riesgos, tendría suerte de salir con vida, pero…—; Tienes razón, es si es muy peligroso para mi sola, ir con V lo es aun más. —Dejó los palillos a un lado, no estaba mintiendo, pero sin lugar a dudas aunque peligroso, tener a Virgil a su lado, tanto como podría complicar las cosas (una posibilidad que se aseguraría no cumplir) también facilitaría el asunto a tal grado que solo haría falta una llamada para concluir el caso. Al escuchar un tenue suspiro de Wato, finalmente vio la tempestad ceder un poco al mirar los hombros relajarse.
—¿Por qué no puedo hacerlo yo? Soy más pequeña que tú y sé lo que debes buscar. —Sherlock evitó la mirada de Wato, ¡cómo si no hubiera pensado en eso! Quizá su doctora tendría un poco más de espacio para maniobrar en el pequeño hueco, pero aun estaría muy lejos de ser lo ideal y maldición si fuera capaz de poner en tal peligro a la madre de sus hijas. 
—No es suficiente, lo sabes —respondió con suave voz, no quería regresar a los gritos del inicio.
—¿Por qué no haces que el señor Kentaro haga una redada?
—¿Un simple oficial para un edificio que no se supone que exista? —Sherlock sonrió con paciencia. Ya no había gritos, pero le molestaba un poco saber que apenas importaban todas las buenas opciones de su Omega, tenía que entrar en el pequeño hueco sí o sí.
—¿Por qué siempre tienes que estar en medio de estas cosas? —sollozó, Sherlock no podía recordar exactamente cuántas veces había escuchado esa pregunta de su esposa—. Iré contigo de cualquier forma —añadió con decisión—, si no puedo ayudarte trayendo la nota, seguro podré advertirte de los guardias. 
Enmudecida, Sherlock pestañeó un par de veces antes de reaccionar. ¿Qué iba a hacer? No expondría a Wato ante un peligro como aquel, y de negar su ayuda seguramente el monólogo sobre la confianza volvería con todo su poder. Tragó, la mirada de resolución exigía respuesta.
—¿Las niñas?
—La señora Hatano puede ayudarnos con Virgil, es una emergencia, ella lo entenderá. Kendall y Paris ya no necesitan una niñera cuidándolas todo el tiempo. —Sherlock asintió al mismo tiempo que se tragaba un suspiro. Supo en ese instante que no habría más palabras para hacerla retroceder, mucho menos para dejarle ir con V.
Asintió de nuevo, sintiéndose derrotada, amaba el sabor de la aventura cuando estaba acompañada de Wato, pero eran casos como estos, donde la pregunta se encontraba en qué momento el peligro saltaría a sus caras y no solo si lo haría, que la preocupación por su esposa tocaba límites a los cuales nunca sentiría el gusto de explorar.
No obstante, la respuesta fue dicha, nada la cambiaría y tampoco es como si pudiera rechazar este resultado. Esta vez asintió con firmeza, sabiendo que igualmente existía la posibilidad de necesitar un hospital, el consuelo estaba en que tendría a su lado a la única Omega capaz de hacerle cambiar la mitad de sus planes y casi obligarle a aceptar lo que en inicio menos deseaba.
La miró sonreír, el dulce aroma a melocotones y chocolate regreso a Sherlock con el más dulce agradecimiento. Wato sabía cuánto poder tenía sobre ella y no dudaba en usarlo a su favor, correspondió a su gesto, no podría haber elegido a alguien mejor para sostener su corazón.
(No puedo dejar de escribir Omegaverse, mucho menos con estas hermosas damas, así que espero no cansarte 😗)
(¡Muchas gracias por leer! 😄 Espero que te haya gustado, nos leeremos pronto, ¿ok? Te quiero 😚❤️💕💞✨)
2 notes · View notes
lilietherly · 5 years ago
Text
[MiniFic! Watolock]
Omegaverse.
Alfa Sherlock/Omega Wato.
Fluff suave y esponjoso.
(Creo que hoy estoy un poco más loca que ayer (ノ◕ヮ◕)ノ*.✧)
* * *
—¿Papá? ¡Papá! —Sherlock se despertó de repente, tan concentrada estaba que no podía saber cuánto tiempo Paris había estado llamándola. La miró despacio, su niña heredó su buen sentido de la moda, pero aún no estaba contenta con esa clase de atuendo.
—¿Has pedido permiso? —su niña, aunque tenía ya catorce años, asintió. Sherlock levantó una ceja, no recordaba haber tenido esa conversación con Wato. Pero el dulce y travieso rostro de Paris se mostraba tan convencido que solo le hizo creer en ello.
—Se lo pedí esta mañana, de todas formas solo iremos a comer —dijo, mirándola con sus brillantes ojos. 
—Sabes que ambas seremos castigadas si mientes —advirtió, sentándose correctamente. Su celular no estaba a la vista. Su cachorro asintió, agitando sus largos cabellos castaños, digna y preciosa herencia de su madre.
—Papá, te lo suplico… Ellos vendrán en cualquier momento —intentó rogar, pero Sherlock seguía buscando su celular. Llamar a Wato era más seguro, no iba a arriesgarse y ser castigada por trigésima quinta vez. 
—¿De cuantos Omega hablamos? —se detuvo un momento para mirar el furioso escarlata en el rostro de Paris. 
���¡Papá! —Pero nada que dijera podría disminuir la secreta diversión de Sherlock, quien ahora buscaba debajo de la mesa en el centro—. N-no hay ninguno, solo somos dos Alfa y tres Beta —intentó aclarar, pero aún estaba sonrojada—. En la escuela solo hay diez Omega, y una de ellas es V… nosotros solo iremos a comer —señaló de nuevo, Sherlock detuvo su búsqueda.
—Si, Virgil mencionó algo de eso —soltó un resoplido, ese tonto celular no aparecía y la persuasión de Paris estaba funcionando. En realidad a ella no le molestaba que saliera, era una joven Alfa que sabía lo suficiente para salir indemne de cualquier problema, además de inteligente como el diablo, sin embargo sus dudas se debían precisamente a eso. Se parecía demasiado a Sherlock, ¿y cómo iba a confiar en su pequeña traicionera versión?
—Entonces ¿puedo irme ya? —Rendida y devuelta en el sofá, la mujer miró a la chica fijamente. Sabía que con el tiempo Paris aprendía sus trucos para utilizarlos como a su alma de adolescente más le convenga… pero aún había muchas cosas que debía aprender. 
Extendió la mano hacia ella. 
Esperó un segundo, luego dos, para el tercero Paris ya estaba hurgando en su pequeño bolso. Recibió su preciado celular. Un parpadeo después llegó un mensaje de su esposa.
"No puede ir, aún no ha recogido su habitación. W"
—Ve, llama si lo necesitas —recibió agradablemente el abrazo de Paris y luego la vio partir casi corriendo. Sherlock no iba a interponerse en su primera cita, no podría estar del todo de acuerdo, pero se veía tan feliz. Estaba dispuesta a aceptar el regaño de Wato cuando regresara de hacer las compras junto a Virgil. 
De todas formas iba a recibir una buena reprimenda cuando se enterara lo que había sucedido con su último experimento.
(くコ:彡)
4 notes · View notes