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Cine: Cuernavaca (2018)

La vida de Andy (Emilio Puente) da un giro brutal cuando su madre (Mariana Gajá) recibe el impacto de bala de un malhechor que les asaltó. Casi sin tiempo para asimilar la tragedia, es llevado a la casa de la infancia de su padre, de quién no sabe su paradero. Allí, en una finca de Cuernavaca, vive su abuela Carmen (Carmen Maura) junto a su hija Dhely (Dulce Domínguez), una mujer con síndrome de Down con gran amor por los gatos. Al tiempo, el pobre niño recibe la noticia de que su madre ha fallecido.

La relación entre abuela y nieto es amable, pero tirante. Ésta decide que una manera de afronatr el duelo es ponerlo a trabajar en la finca, ya sea preparando el suelo o recolectando frutas para la mermelada que, declama, es la mejor de Cuernavaca. Allí tiene la mala fortuna de conocer a Charly (Diego Álvarez García), un muchacho a quien su padre ha conocido en la cárcel. Mal antecedente que no evita que el muchacho lo siga como hormiga al azúcar (y la comparación no es azarosa). En su frustración por no poder contactarse con su progenitor, le pide que le consiga una batería y un cargador para operar el celular que éste dejó en la finca. Charly le pide dinero para conseguirlo y Andy le da un poco de dinero que le robó a su abuela. A pesar de que es consciente de que Charly no le da el uso prometido (lo gasta con sus amigos en una feria local), le promete que le dará ambos objetos si le facilita una entrada nocturna a la finca con fines de robo.

A todo esto, el pequeño logra conseguir a su padre (Moisés Arizmendi), quien visita la casa; tras el alivio inicial, Andy descubre una triste verdad sobre su idealizado progenitor a la vez que es intimado por Charly para que cumpla lo prometido.

El tema esencial en el filme del mexicano Alejandro Andrade es, claro, el abandono infantil de un niño que ha perdido su norte en el mundo, todo lo que conocía, y se encuentra en un aparente paraíso pueblerino con una circunstancia traumática sobre sus espaldas.