#Lo que me llama la atención es la expresión de la que tiene el pelo recogido
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por un instante había considerado que el contrario no hablaba en serio, que le tomaba el pelo con toda aquella historia de ritual, mas al percatarse que historia continuó adquiriendo cada vez más detalles apartó por completo su primera de idea de sus pensamientos. ‘tendrás que contarme más de ese mundo y guiarme, porque no tengo idea de qué hablas. ¿qué es eso de manifestar?’ había escuchado tales términos antes, nunca se detuvo a indagar más sobre el tema, ni siquiera le había prestado la suficiente atención como para gestar una opinión al respecto. ¿era de aquellos que simplemente esperaba sus deseos se hicieran realidad? tampoco podría decirse que era así, hacía mucho que no aspiraba a la obra de los milagros y la piedad de los dioses. había dejado de creer en su fuerza hace ya mucho tiempo. ‘algo así’ soltó ante aquella interrogante, acomodándose en su sitio a pesar de que reciente incomodidad se había presentado en el. demasiado tiempo exponiéndose frente a alguien más dejaba aquel tipo de secuelas en su actuar ‘¿también tienes un ritual alternativo para eso?’ indagó, porque historia al respecto había capturado suficiente su atención como para querer saber más sobre el tema. ‘shh’ musitó ante aquellas interrogantes que resonaron, repiqueteando en su consciente, indagando en todas las palabras que había soltado desde que se topó con el contrario ‘solo un poquito’ optó por responder, aquella perfectamente seleccionada por el para ser revelada y, aún así, era mucho más de lo que solía compartir con los demás ‘¿la olvidarás por la mañana?’ y ojalá así fuera, pensó.
pregunta le llama la atención y se percata que había pasado límites que no correspondían, no con alguien que apenas comenzaba a involucrarse con el. ah, podría culpar que el entorno le estaba haciendo perder la cabeza lentamente y cuando intentó apartarlo, sintió el agarre que lo hizo por él. ‘siempre traigo mis manos limpias’ se defendió, aunque el tono perduró tan monótono como siempre lo había tenido. como si aquello no pudiese ser un problema que debía de reconocer, un pequeño capricho que se permitió mantener. ‘lo haces sonar como si me puse a llorar e intentar seducirte en el camino’ molestó, divertido por supuesto por su pregunta ‘desgraciadamente me acordaré que te halagué un poco y terminé contándote secretos después, parece como si caí en una trampa’ reflexiona, chasquido de lengua resuena en aquel momento que pensamientos hacen una pequeña conexión. una que no dura demasiado, pues atención se dispersa fácilmente. ‘en mi defensa dije que tenía buen aguante, no que era inmune’ se excusa de propia expresión, defendiendo su percepción que tenía de sí mismo en aquellas situaciones ‘pero no me expongas así, estoy seguro que también tienes tu propia versión con un poco de alcohol encima’ y le generaba un poco de curiosidad saber si realmente cambiaba demasiado ‘¿más alegre tal vez?’ intentó suponer, mas completamente perdido y ajeno a aquella versión. no tenía ni idea qué izzak aparecería. siguiente apreciación sobre sí le llevó a mirarle, duda instaurándose en sus facciones ¿se veía de aquella forma? se rió, tan amarga resonó en aquella noche que se vislumbraba más oscura de lo normal ‘supongo que es el cansancio, estoy cansado’ ¿físicamente? ¿mentalmente? aquel cansancio parecía arrastrarle constantemente e incluso en aquella conversación cuando profundidades de su ser relucían, más agotador se volvía el indagar en aquel interior ‘no lo sé’ respondió finalmente a aquella invitación que le era dada. quizás este encuentro había sucedido demasiado tarde, porque ahora las puertas las estaba cerrando y el peso de su alma era demasiado como para compartirla con alguien más ‘no sé si podrías soportar mis otras versiones’ optó por decir después, aquella más real cuando el alcohol no estaba en su sistema. aquella más oscura que le visitaba en ocasiones y aquella melancólica que hoy parecía entremezclarse con todas las demás.
dejó caer sus párpados con lentitud, escuchando historia de infancia que parecía cargar con ciertos anhelos. asintió como si comprendiese a qué se refería y realmente lo hacía, incluso si vivencias habían sido completamente diferentes ‘dicen que nunca es tarde para vivirla una vez más, pero…’ humedeció sus labios, observándole ‘al final, no es lo mismo cuando tienes más de 30’ porque los años han dejado demasiado marcas, emociones que su versión más infantil hubiese ignorado ahora yacían ahí, tirándole su piel constantemente. ‘dime una cosa que de niño te hubiese gustado hacer y nunca hiciste’ interés despertándole todos los sentidos, atención cayendo completamente en figura impropia. se rió ante comentario y ahora, parecía ser una risa más auténtica y menos alejada de sí ‘soy un anciano’ le corrigió ‘pero no en rehabilitación’ e incluso se tomó la molestia de mofarse de sí mismo, dejando escapar un suave suspiro ‘¿ya me quieres hacer volver a trabajar?’ y mohín caprichoso, exageración de dramatismo, apareció en sus expresiones antes de ceder al llamado del labor.
𝗃𝖺𝗋𝖽𝗂𝗇 𝖺𝗆𝗎𝗋𝖺𝗅𝗅𝖺𝖽𝗈.
tripas rugían sin rodeos. un claro reproche a la subyacente presión de horas tempranas. las etiquetas sociales le valían rábanos, excepto cuando debía concentrarse en aspecto físico. los trajes elegantes no ocuparon lugar en guardarropa o planchas del cabello. dios, cuando se miró al espejo ni pudo reconocerse. estaba acostumbrado a la rebeldía de hebras que descubrir la magia del llamado empeño, cambió drásticamente perspectiva. apostaría que madre lloraría de emoción por presenciar sofisticado aspecto, aun con la fuente de incomodidad siendo las comidas que saltó. ¿cuánto más debía permanecer estoico y con cara de pocos amigos?— saludó espléndidamente a los presentes invitados que pasearon por jardín, arriesgándose al estirar sus piernas. saboreó soledad unos milisegundos antes campo de visión fuese nublado por silueta familiar. así tampoco bostezaría tranquilo. ' un placer verle, joven. espero estés disfrutando de esta bella velada, ¿en qué puedo ayudarle? ' adelgazó carmines, disimulando con respetuoso cabeceo sus ganas de reír por alterar timbre de voz, hablando más ronco de lo normal. ' si desea un momento de relajación este es el lugar adecuado para usted, cualquier cosa que necesite, estoy a la orden. '
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un poco de sal [Angry / Smiley x Reader +18]
ANGRY X READER
SMILEY X READER
ANGRY Y SMILEY TIMESKIP
TODOS LOS PERSONAJES SON MAYORES DE EDAD
Ningún personaje me pertenece
“Mierda, otra vez no me queda sal” gruñes al comprobar que de entre todos los botes que tenías en la repisa de la cocina el que más falta te hace ahora mismo está vacío.
Te masajeas ambos lados de la cabeza con los dedos intentando pensar. No te daba tiempo de ir al supermercado a por ella pero tampoco podías dejarlo estar. La comida era para tu hermano que estaba a punto de llegar de trabajar y no querías que se quejara por el sabor. Te habías prometido demostrarle que sabías lo que hacías y que no todo acabaría como la última vez que intentaste cocinar.
Das un par de vueltas a la sala intentando encontrar una solución y de repente se te ocurre la idea de llamar a tu hermano y pedirle que se pase por la tienda él antes a por la sal.
Tu sonrisa de satisfacción dura lo mismo que tarda el contestador de voz en saltar y confirmarte que el número al que llamas está apagado o fuera de cobertura.
“Siempre con el puto teléfono sin batería” te pasas la mano por el cabello que llevas atado en un moño mal hecho.
“Y ahora que hago” ya te estás poniendo de los nervios. Pero una idea pasa por tu mente: ir a pedirle sal a tus vecinos de enfrente.
“No, definitivamente no” intentas apartar de tu cabeza rápido ese plan. Prefieres morirte a tener que ir a junto de ellos. No es que sean malas personas, de hecho son muy educados y uno de ellos siempre está sonriendo. Pero simplemente te mueres de vergüenza cada vez que los ves. Ya eres una persona bastante insegura de por sí, pero cuando te encuentras con ellos en el ascensor o en las escaleras sientes algo dentro de ti que te obliga a bajar la cabeza y mirar fijamente para el suelo. Aunque siempre que puedes, mientras ellos no se dan cuenta, te gusta observar sus rasgos.
A pesar de ser gemelos, son muy diferentes el uno del otro.
Uno de ellos, Smiley, tiene el pelo color melocotón y siempre te muestra la mejor de sus sonrisas, aunque piensas que lo hace con todo el mundo, ya que no parece que haya nada que altere su expresión. Algo que te sorprende por lo mucho que te cuesta a ti mantenerte estable. Y algo que también te inquieta debido a lo difícil que resulta de leer.
El otro, Angry, tiene el pelo azul claro y una expresión de enfado constante. Y de los dos, es el que más llama tu atención. Porque a pesar de mantener esa apariencia de mal humor, es el que más ternura te da. Lo has visto varias veces desde la distancia y te has dado cuenta de lo mucho que se preocupa por su hermano y lo poco que le gusta discutir y meterse en problemas, algo que no parece si solo te dejas llevar por su apariencia. Y eso te gusta. Te gusta la gente que cuando la conoces no es lo que pensabas y te sorprende, quizás porque estás acostumbrada a que eso pase contigo. No lo sabes, pero no puedes evitar que tus pensamientos se dirijan hacia el chico constantemente.
“Bueno, igual solo está Smiley en casa” barajaste la posibilidad por unos minutos, ya que en el fondo de tu corazón querías ir. Querías intercambiar más de dos palabras con ellos, ver como las venas que se le marcan a Angry en la frente se relajan al hablar contigo. Pero tu barriga dolía solo de pensar en tener que enfrentarte a ellos.
“¿Qué cojones?” Bufaste “solo voy a por puta sal, deja de ser una cobarde” coges las llaves y sales por la puerta lo suficientemente rápido como para impedir que cambies de idea.
Y ahí estás. Puedes leer delante de ti la placa en la puerta que indica que ahí viven los hermanos Kawata. Apoyas tu espalda contra la puerta y suspiras. El arranque de seguridad que habías tenido unos minutos atrás se había ido. Pero ese dolor de estomago e inquietud que sentías se transforma en curiosidad. Curiosidad que te empuja a acercarte a la puerta y petar.
A pesar de lo muy nerviosa que estás, no te da tiempo a pensar en una retirada debido a que la puerta se abre ante ti a los pocos segundos, dejándote ver una sonrisa.
“Pero bueno si es la vecina de enfrente” uno de sus brazos se sujeta a la puerta mientras apoya sobre él el peso de su cuerpo. “¿Necesitas algo o sólo querías verme?”.
Tu cerebro se bloquea durante unos segundos mientras el color asciende a tu cara. Te obligas a ti misma a dar una respuesta con cordura pero no sirve de mucho.
“Em.. y-yo…”
“¿Tú…?” se acerca de manera que ya se encuentra en el marco de la puerta, con esa expresión imperturbable, que a pesar de parecer de felicidad, notas que esconde algo más por la manera en la que se está dirigiendo a ti.
“Yo… quería saber si podías darme un poco de sal” carraspeas mientras miras al suelo avergonzada.
“Sal?” su sonrisa parece agrandarse si es que eso es posible.” Claro, espera un momento que voy a por ella”.
Suspiras al ver cómo sus pies se alejan de donde estás tú para introducirse dentro de su casa. Por fin puedes levantar la vista e intentas relajarte. Ya está. Fuiste capaz de pedir lo que necesitabas y no pasó nada malo. Eso te aporta un poco de fuerza. Estabas orgullosa de haber vencido a la timidez. Aunque también es verdad que era porque el que te había abierto la puerta no era ""él.""
“Toma, espero que esto sea suficiente”. Smiley aparece por la puerta de nuevo con un bote de plástico relleno.
“Es…es más de lo que necesito” sonríes ahora algo más aliviada. “Gracias de verdad”.
“No me des las gracias” te dice mientras pone el bote en tus manos.
“Bueno, pues entonces me voy” dices mientras giras sobre tus talones para volver a tu piso y poder felicitarte a ti misma sobre el suceso, pero su mano se cierra sobre tu muñeca, tirando de ti para que no te gires.
“Dije que no me dieras las gracias” su cuerpo se acerca al tuyo hasta el punto en el que tu corazón empieza a latir “pero eso no significa que no me lo tengas que agradecer de otra manera”.
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“¿Q-Qué?” dices con un hilo de voz no solo al sentir su fuerte agarre sino al escuchar esas palabras que más que sorprenderte te habían calentado. Miles de pensamientos corren desenfrenados por tu cabeza y la mayoría de ellos te avergonzaría decirlos en alto. Pero lo que más te asusta es el hecho de tenerlos. No eres una persona muy activa sexualmente que digamos y tampoco es que el sexo sea algo que eches de menos. Tus experiencias han sido pocas y bastante insatisfactorias, por lo que al final solo te queda darte placer a ti misma de vez en cuando, sin necesidad de que nadie te ayude a ello. Pero el hecho de pensar en Smiley diciéndote esa frase te había excitado.
“Acompáñame dentro” aunque sonaba a petición realmente él te seguía agarrando por la muñeca mientras se introducía en su piso.
“¿C-Cómo quieres que te lo agradezca?” preguntas nerviosa intentando mantener la compostura y dejar de tener ideas fantasiosas en tu cabeza. Seguramente quiera que le des dinero o que le ayudes con algo. No sabes por qué estás teniendo todos esos pensamientos que no eran comunes en ti.
Smiley deja escapar una risa que solo te inquieta más. Te había llevado hasta su salón.
El chico decide arrastrar una silla para sentarse de mala manera en ella, con las piernas abiertas, y apoyando sus codos sobre ellas, para a continuación sostener su cabeza con sus manos. Te mira fijamente con algo de curiosidad.
“Puedes sentarte ahí” señala el sofá que se encuentra enfrente de él. “Tranquila, que no te voy a hacer nada” suena sincero y eso, para tu sorpresa, te produce desazón.
“¿Por qué cojones estás actuando así?” te preguntas a ti misma. “La culpa es tuya por imaginarte tonterías. Necesitas follar amiga” piensas mientras dejas escapar un pequeño suspiro al tomar asiento donde el te había señalado.
Intentas mantener tu mirada con la suya pero te resulta muy complicado, así que decides pasear tu vista por los pocos muebles que acompañan a la sala.
“¿Te pongo nerviosa?” pregunta sin apartar sus ojos de ti. Parece que está atento a cada uno de tus movimientos y eso solo hace que cada vez que te cueste más mantener la compostura.
“Em…bueno” tragas saliva. “Es que no sé qué quieres que haga” la última palabra más bien es un susurro. Tienes las mejillas rojas y notas mucho calor en tu cara. Y la risa que se le escapa al chico no ayuda.
“Nada mujer. Solo que me hagas compañía un rato”
Levantas la mirada para intentar analizar su rostro, pero no notas nada diferente. Sigue siendo tan difícil de leer como siempre. Intentas relajarte y te insultas internamente. Habías dejado que tus pensamientos te inundaran, explorando ideas bastante vergonzosas para reconocerlas. Eras una idiota. Pensabas que ese chico te iba a pedir tener algo. Solo por haberle pedido sal. Solo porque sentiste algo.
Suspiras. Demasiado tiempo sin sexo y sin contacto humano. Tampoco es que sea tu culpa. Prefieres no estar con nadie a tener que pasar el rato con alguien con el que ni disfrutas ni estás cómoda. Además de que te resulta muy difícil sentir atracción por alguien por todo ello.
Pero con Smiley era distinto. Cuando te encontrabas con él sentías algo dentro de ti. Aunque no era tan fuerte como cuando te coincidías con su hermano en el ascensor. En esos momentos, una corriente te atravesaba de cabeza a pies y sentías una gran tensión en la parte baja de tu barriga. Una tensión tan fuerte que necesitabas liberarte nada más llegar a casa, con la imagen de peliazul en tu mente. Aunque siempre que terminabas te sentías sucia, tampoco era algo que pudieras evitar. A veces te ponías a reflexionar en qué pensaría tu vecino si supiera que te tocabas acordándote de su expresión de enfado, de sus grandes manos y de la manera en la que mira a la gente que le habla mal a su hermano. ¿Le repugnaría? ¿Pensaría que eres una acosadora? ¿O quizás le gustaría? Quizás así te empezara a ver de otra manera… Pero rápidamente despechabas esa idea de tu cabeza por vergüenza.
“¿No quieres pasar el rato conmigo?” su voz interrumpe tus pensamientos. Te habías dejado llevar de nuevo por ellos. Ahora está de pie y más cerca de ti. Se había levantado mientras divagabas.
Intentas ser tú la que levanta la cabeza para poder observarle pero su mano es mucho más rápida y cuando menos te das cuenta se encuentra sujetando tu barbilla obligándote a mirarle a esos ojos que ya no están cerrados debido a su gran sonrisa. Esta última tampoco existe. Es la primera vez que lo ves así. Y en vez de miedo lo que sientes es una presión mucho más grande en tu parte baja.
Su cara esta a centímetros de la tuya. Notas su respiración en la tuya, y como lentamente aprieta tu barbilla hacia arriba indicándote con ello que te levantes, a lo que automáticamente obedeces.
“Buena chica” tu estomago se revuelve y nace en ti las ganas de apretar las piernas para calmar la sensación que estás sintiendo. ¿Cómo es posible que con solo dos palabras ya estés así? Te avergüenzas de ti misma. “Pero te pregunté si no querías pasar el rato conmigo. ¿No sabías que es de mala educación no responder?”
Con los ojos fijos en ti y cada vez más cerca, sientes como te aprisiona lentamente contra la pared que tienes detrás. Coloca ambas manos contra ella dejándote prácticamente sin espacio y acorralada entre su cuerpo y la pared.
“E-Em… yo…” pero antes de que puedas responder a su pregunta a la que tampoco tenías una respuesta clara , escuchas como una puerta se cierra. Y unos pasos.
“¿Qué se supone que estás haciendo con ella?”
Cuando le viste te quedaste en blanco. Tu cerebro llevaba un par de minutos yendo algo lento pero en este momento dejó de funcionar por completo.
La cara de Angry tenía marcadas más venas que de costumbre y sus ojos estaban muy abiertos. Paralizado en el marco de la puerta te mira con rabia.
“Pero bueno hermanito, bienvenido a casa”. Smiley no cambia su postura, ni siquiera deja de tener su cara a escasos centímetros de la tuya. “Nuestra bonita vecina vino a pedirme un poco de sal y estaba a punto de compensarme”.
“Aléjate de ella”. Su tono de voz es muy distinto al que utiliza siempre. Normalmente es calmado, e incluso, a tus oídos, algo dulce. Pero esta vez tiene un tinte distinto. Y no parece enfado lo que refleja.
“¿Por qué parece asustado?” es el primer pensamiento coherente que tienes. Rápidamente decides que es el momento adecuado para soltarte del agarre de Smiley, y aprovechas su despiste al responder para pasar por debajo de sus brazos.
“Creo que me debería de ir” dices atropelladamente mientras te diriges a la puerta en la que se encuentra Angry con la esperanza de que este te deje marchar sin someterte a ningún tipo de pregunta. Es algo que tienen que hablar entre ellos. Él es amable y no querría que pasaras un mal rato y estuvieras incómoda.
Pero parece que tu idea estaba algo equivocada. Angry no se mueve de donde está.
“Para” su voz es autoritaria y tu cuerpo se queda completamente quieto. “Dirígete a la habitación del fondo”.
“¿Qué?” murmuras intentando comprender su expresión.
“Tengo que hablar con mi hermano, pero…” se acerca a ti, no tanto como Smiley, pero lo suficiente como para que tu respiración se vuelva dificultosa. “La sal es de ambos. Sería un poco injusto que solo se la pagaras a él, ¿no?”
Y de repente, hace algo inesperado y que nunca habías presenciado, pero que encoge tu corazón.
Sonríe.
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Te encuentras en la cocina. Realmente no entiendes muy bien que está pasando pero tampoco decides moverte. Puedes escuchar desde donde estás a los gemelos discutir por algo. Ese algo parece que eres tú.
“¿Por qué Angry me arrastró hasta aquí y se fue?” suspiras mientras tus manos juegan con los mechones que se escapan de tu moño. Solo puedes pensar en la manera en la que te había mirado y en cómo sonrió cuando se dirigió a ti. Nunca le habías visto sonreír. Y eso produjo el nacimiento de mariposas en tu barriga. “¿Y si me marcho? Total ahora no se darán cuenta.” Pero no tienes tiempo de procesar la idea ya que la puerta se abre y el peliazul te vuelve a agarrar del brazo, para arrastrarte de nuevo, esta vez a lo que parece que es su habitación.
“¿Q-Qué haces?” exclamas mientras te empuja a sentarte en su cama. Él sigue de pie, obligándote así a levantar la cabeza para poder mirarle. Tus mejillas se enrojecen cuando vuestros ojos se encuentran.
“Te pido perdón por parte de mi hermano. Él no tenía que haber hecho eso.” Su expresión seria pero calmada se transforma de nuevo en rabia al mencionar el incidente del salón.
“Ah… no te preocupes” le das una sonrisa tímida. Él es tan agradable como te lo imaginabas. A pesar de las miles de ideas que habían asaltado a tu cabeza y que hicieron que te calentaras en cuestión de segundos, te alegras de haber pasado ese minuto con Angry, y de que hubierais cruzado dos frases. Te conformas con poco, pero haberle visto preocupado por ti te hizo muy feliz.
“Ya hemos hablado mil veces de esto, pero le gusta llevarme la contraria”. Bufa mientras apoya su mano en tu cara, sosteniéndola, mientras con la otra pasa los dedos por tus labios. “¿Cómo se atreve a jugar con lo que es mío?”
Tus ojos se abren a la vez que tu boca, intentando procesar lo que acabas de oír, creyendo que son imaginaciones tuyas.
“Desde el primer momento que te vi” te acaricia la mejilla lentamente mientras la mano que estaba en su boca pasa a ocupar tu cabeza por detrás. “la primera vez que coincidimos en el ascensor” te quita la goma del pelo, soltando así tu larga cabellera. “la primera vez que pronunciaste mi apellido” un fuerte agarre se cierne sobre tu pelo, tirando de tu cabeza hacia atrás. “en todos esos momentos, ya eras mía”.
Tu corazón se desboca. Eres incapaz de articular una sola palabra. La presión en tu entrepierna se hace insoportable. Ya te sientes mojada, y eso te avergüenza.
Él parece que se da cuenta del efecto que está causando en ti y va más lejos. Tira más fuerte de tu cabello mientras acerca su cara a la tuya, dejando que sientas su aliento.
“¿No te gusta esto?” pregunta mirándote fijamente.
“M-Me gusta…” respondes automáticamente. No está pensando tu cerebro, lo está haciendo otra parte de tu cuerpo que desea salvajemente que el chico que tiene enfrente la empotre y posea.
Angry relaja su rostro, pero no su agarre.
“Nadie puede tocarte salvo yo, ¿verdad?”
“E-Emm…yo…” tu voz sale entrecortada.
“Di que soy el único que puede tocarte” gruñe mientras aprieta su mano libre alrededor de tu cuello.
“Eres el único que puede tocarme” dices sin apenas respirar y apretando los muslos con fuerza. No sabes cuánto tiempo vas a aguantar, pero estos pocos minutos ya fueron más satisfactorios que todo el sexo que habías tenido en tu vida. En tan solo cinco minutos había conseguido con tres frases que estuvieras completamente empapada. No sabías que eso fuera posible, pero lo que él provocaba en ti era demasiado.
Parece que se conforma con la respuesta, por lo que suelta tu pelo para colocar la mano por detrás de tu cuello.
“Espero que lo tengas claro” puedes observar una media sonrisa. “No quiero tener que castigarte.”
Acerca su boca a la tuya dulcemente, para a continuación, cuando ya parece haberse acostumbrado a la forma de tus labios, proceder a morderte el labio inferior. Lo succiona sin dejar de apretar tu cuello, hasta que abres la boca para soltar aire, momento que aprovecha para colar su lengua y explorar cada rincón.
Su mano baja del cuello a tu pecho, comenzando a palparlo con delicadeza por fuera de la ropa. El débil gemido que escapa de tu boca solo lo enciende más, por lo que agarra tu seno de manera más bruta, mientras te sigue besando con fuerza.
Su respiración agitada y los sonidos hambrientos que hace cuando te besa solo consiguen que te calientes más. Sus ojos te perforan con una lujuria salvaje.
Jadeas al sentir como su mano pasa a través de tu camiseta para encontrarse con uno de tus pezones, con el que juega alegremente. Angry gruñe de satisfacción al comprobar todas y cada una de tus reacciones.
Rápidamente y sin dejar de besarte en ningún momento, te quita la camiseta y el sujetador para poder verte.
“Eres preciosa” te observa atentamente, acariciando lentamente tu abdomen.
Tú intentas taparte por vergüenza, pero él lo impide llevando tus brazos por encima de tu cabeza.
“Ni se te ocurra volver a hacer eso” dice mientras deja una serie de besos desde tu cuello a tus pechos. “Quiero verte.”
Gimes al sentir uno de sus dientes rozar con tus pezones, ya erectos.
“Todo esto es mío y tengo derecho a verlo”.
Comienza a lamer uno de tus pechos, succionando la piel dejándote marcas oscuras, que cuando termina de hacer, besa con delicadeza.
Cuando te oye jadear al llegar a un punto en concreto de tu cuerpo, se pone a trabajar en él como un animal salvaje.
Tu respiración se vuelve irregular, y de tu boca solo quiere salir una palabra: su nombre.
Y cuando estás a punto de hacerlo, oyes cómo la puerta de la habitación se abre y una sonrisa se cuela en ella.
“Con lo que a mí me gusta jugar con la comida, y empiezas el festín sin avisarme”
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Angry te pone de pie, y unas manos distintas a las de él, encuentran tus senos.“No te pases” gruñe el peliazul sin apartarte de su cuerpo, pero dejando que su hermano te siga sobando de manera descuidada.“Quedamos en que podría divertirme un poco también” notas como sonríe en tu oreja, para a continuación susurrar “No sabes la de veces que deseé tocarte así”Un escalofrío recorre tu cuerpo.“Si no fuera porque mi hermano está obsesionado contigo me habría lanzado antes” abres lo ojos “Al menos parece que hoy me va a dejar participar un poco”Su mano aprieta tu pecho y gimes.“Así que este es el ruido que haces” roza tu pezón con su dedo “Entiendo que Angry se vuelva loco”El peliazul, que llevaba tiempo callado, le gruñe a su hermano y pasea su mano por tu abdomen hasta llegar a tus pantalones.“Podrá gemir cuanto quiera” te agarra la barbilla para obligarte a mirarlo “Pero mi nombre es el único que va a gritar, ¿a que sí pequeña zorra?”.Escucharle denigrándote te calienta más de lo que esperas y aprietas las piernas en busca de satisfacer esa necesidad que sientes abajo. Angry se da cuenta y medio sonríe.“Ya veo que necesitas ayuda” desabrocha lentamente los botones de tu pantalón sin apartar su mirada de tus ojos “pero hasta que ruegues por mi polla no te voy a ayudar”De tu boca sale un sonido de protesta que es rápidamente callado por la boca de Smiley, que te tiene ahora agarrada por el cuello, mientras te sigue toqueteando pegado a tu espalda.Su lengua explora toda tu boca sin dejar de agarrar y retorcer tus pezones, consiguiendo que cada vez te sientas más encharcada y pegajosa ahí abajo.La mano de Angry ya se encuentra acariciándote lentamente por encima del bordado de tus bragas, haciéndote perder la paciencia, lo que parece que es su intención, ya que una sonrisa se escapa de sus labios al escucharte gemir con desesperación.“¿Qué quieres?” te pregunta sin dejar de rozar sus dedos por tu punto.“Por favor” jadeas impaciente intentando llevar tu mano junto a la suya para aplicar la presión que necesitas, pero la mano del gemelo que tienes a la espalda te impide tu movimiento, bloqueando tus extremidades superiores para que no puedas hacer nada.“¿Qué crees que estás haciendo?” retuerce tus pezones con más fuerza “aquí mandamos nosotros, tú solo obedeces, pequeña puta” abandona tu pecho durante unos segundos para darte un fuerte azote, que además de escocerte, consigue que sientas tus bragas tan pegadas a ti que tienes que retorcerte por la incomodidad de sentir tu prenda tan pegada a tu cuerpo debido a la humedad.“Aún no hemos hecho nada y ya estás así?” dice Angry mientras sigue paseando su dedo, esta vez por la braga en la zona de tu raja “qué puta tan sucia”.“Estás desesperada por recibir mi polla, ¿verdad?” Smiley te muerde la oreja, haciendo que te retuerzas más. Comienza a besar tu estómago, recorriendo tus costados con sus manos y tu espalda, haciendo que te arquees a su toque.Sientes como Angry está bajando tus bragas lentamente, sin apartar la vista de tu zona húmeda, por lo que intentas taparte con las piernas, malamente ya que tus brazos están movilizados por el otro gemelo.“Sé una buena chica y estate quieta mientras yo aprecio este coño bonito que tienes” tira tus bragas descuidadamente y coloca tus piernas encima de sus hombros mientras mordisquea primero delicada y después duramente tus muslosJadeas moviendo las caderas, necesitada de que preste atención a tu sexo ya palpitante, pero él solo se ríe contra tu piel, haciendo que nazca una presión en tu pecho que ya conocías. La habías sentido por primera vez hace meses en el ascensor cuando su mano rozó con la tuya al querer darle al mismo botón.Cuando alcanza tu coño, lame lentamente tus pliegues, consiguiendo que gimas alto al notar su lengua en esa parte que estaba tan desesperada por ser tocada.“Qué bien sabes” te halaga abriendo tus labios, descubriendo un suave tejido rosa y un goteo que se desliza por toda tu entrada.Angry te devora sumergiéndose en tu interior, lame todos los lugares a los que puede llegar y cada uno de tus húmedos pliegues. Intentas
mover las caderas lo máximo posible pero Smiley a tu espalda no te deja. Tu mente se nubla por la necesidad de sentirlo dentro de ti. Angry tiene su cabeza enterrada entre tus piernas, mientras su lengua entra y sale de ti con entusiasmo.“Más rápido” gimes en un susurro “p- por favor”Angry separa su rostro de tu calor para coger aire y jadea al empezar a trabajar más duro y rápido con su lengua, utilizando su mano para frotar círculos en tu clítoris.Gritas ante la repentina oleada de placer, mientras sientes a Smiley chupando y mordiendo uno de tus pezones sin dejar de soltar tus brazos en ningún momento.“P-por favor, estoy a punto” tus dedos de los pies se retuercen.“No sabes cuánto tiempo llevo queriendo hacer esto” Chupa tu clítoris con ansias y mueve la lengua de un lado a otro. “Probar algo que es mío” Saborea tus juegos con ganas. Tiene toda la cara empapada de ti, pero no parece importarle. De hecho, aprovecha para agregar un segundo dedo, lo que hace que de tu boca solo salgan palabras sin sentido y obscenidades de las que mañana te arrepentirás.“Podría estar comiéndome este coño todo el día” te mira fijamente desde su posición, con la boca brillante y sin dejar de introducir y sacar sus dedos de ti “pero creo que tienes la comida al fuego así que deberíamos de terminar ya”Su boca se aferra a tu clítoris, chupando salvajemente y sumergiendo a la vez sus dedos, haciendo que veas las estrellas y que te deshagas por completo. Tu mente se nubla por completo, tu pecho se agita y mientras tu cuerpo tiembla y gritas su nombre, recorre por tu cuerpo el mejor orgasmo que has tenido nunca.Tu gemido es callado por la boca de Smiley, que introduce su lengua en la tuya para así silenciar tus gritos, robándote todo el oxígeno de los pulmones.Smiley suelta tus brazos, y Angry quita tus piernas de sus hombros cuidadosamente, ayudándote a tumbarte en su cama. Antes de que digas nada, aparece con un rollo de papel higiénico para limpiarte delicadamente.“Ha sido divertido” Smiley se rasca la cabeza “La próxima vez me toca a mí jugar con ese coñito” el gruñido que le echa Angry es suficiente para que el gemelo escape de la habitación sonriendo como siempre.Observas en silencio al chico que tienes enfrente, que parece estar muy concentrado en la tarea.“¿Te hice daño?” pregunta mientras para en su cometido. Te mira fijamente y sus ojos denotan preocupación. “¿Estuvo todo bien para ti?”.“S-Sí, sí, todo bien” te sonrojas por su preocupación y las mariposas se instalan en tu estómago. El hecho de que fuera dulce contigo pero a la hora de follarte lo hubiera hecho de manera dura solo hacía que cada vez la presión de la barriga fuera mayor. Una vez limpia, te ayuda a ponerte la ropa y te peina silenciosamente el pelo con sus dedos. Ves como sale de la habitación e instintivamente le sigues hacia la puerta principal. No sabes muy bien qué decir ni cómo despedirte, así que decís sonreírle y salir de ella rápidamente para intentar procesar en tu piso toda la situación. Pero una mano te agarra del brazo.“No te olvides de que eres solamente mía” te arrastra para pegar su cara con la suya y mete un bote en el bolsillo trasero de tu vaquero “ni tampoco de la sal”.Te suelta y se mete en su casa, cerrando la puerta delante de tus narices, y completamente blanca. Suspiras y te giras sobre tus talones para volver a tu casa, pero antes de que introduzcas tu llave en la cerradura, la puerta se abre, saliendo de ella tu hermano.“¿Se puede saber qué hacías en la casa de los vecinos?” te mira inquisitivamente.“Fui a por sal, que me hacía falta” respondes sin mirarle a los ojos“Pues ya no hace falta” dice mientras se echa a un lado para dejarte pasar. “Está todo quemado”
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“¿Y/n? ¿Me estás escuchando?” la voz de tu amiga te sacó de tus pensamientos. Estabas sentada con ella en una de las mesas pegadas al ventanal de la cafetería que se encuentra debajo de tu bloque de edificios, y aunque te estaba contando las últimas novedades llevabas más de quince minutos sin prestarle atención.
“Últimamente estás muy despistada. ¿Ha pasado algo?” su pregunta se queda grabada en tu cerebro.
¿Qué es lo que ha pasado? Ni tú misma lo sabes. Y aún menos, lo entiendes. Desde el día de la sal, no te has vuelto a cruzar con ninguno de los gemelos en los pasillos o en el ascensor. También es verdad que los has intentando evitar lo máximo posible, comprobando por la mirilla que no estuvieran antes de salir de casa. No sabías cómo enfrentarte a ellos. Solo de pensar en verle el rostro a Angry hacía que el calor ascendiera a tu cara.
“Llevo unos días durmiendo algo mal por los exámenes” le sonríes para quitarle importancia “pero ya queda poco para que acaben”.
“Te van a salir todos genial” te aprieta la mano mientras te dedica una sonrisa sincera. “Y luego saldremos a celebrarlo por todo lo alto. Luego ya dormirás todo lo que quieras”
Te ríes. Siempre que sales con ella de fiesta acabáis haciendo lo imaginable y con gente lo más aleatoria posible. El alcohol es lo único que consigue que te relajes un poco y pierdas algo de vergüenza.
Observas a tu amiga detenidamente. Es tan bonita y buena contigo. Y tan confiable. Te encantaría contarle lo de la otra noche, pero para los problemas del corazón siempre te ha costado abrirte. Tienes tanto miedo de ser rechazada y pasarlo mal, que nunca cuentas cuando sientes algo por alguien. Siempre piensas que nadie se va a fijar en ti, que no eres suficiente para los demás.
“Bueno cariño, me va a pasar el bus en cinco minutos. ¿Te importa si vamos pagando la cuenta?”
“Claro” dices mientras te levantas y te diriges a la barra del bar. Suspiras. Algún día te gustaría cambiar ese aspecto de tu forma de ser para también poder compartir cosas con ella.
Una vez fuera, te despides de ella con un ligero abrazo y te diriges a tu portal inmersa en tus pensamientos. Tanto que no te diste cuenta, mientras buscas las llaves en tu pequeño bolso, de que alguien te había abierto la puerta.
“Oh, gracias” dices apresuradamente y una vez dentro, te giras para ver qué vecino fue el que te ayudó. Te quedas en blanco.
Delante tuya tienes al chico que el otro día te había prestado la sal y que no te había dejado que movieras los brazos. El chico de la sonrisa permanente.
“S-Smiley” murmuras sin saber qué decir o hacer.
“Hola preciosa” ronronea acariciando tu mejilla y metiendo uno de tus mechones sueltos detrás de tu oreja. “¿Me echaste de menos estos días? Parecía que estabas escondida.
Abres los ojos y la vergüenza se apodera de ti. Te separas de su toque y te diriges apresuradamente al ascensor.
“No es eso” tus palabras salen con un hilo de voz mientras presionas el botón que marca tu piso, deseando que las puertas se cierren rápido y se acabe este momento, pero Smiley se cuela en el elevador antes y su voz retumba en el pequeño espacio que ahora compartís.
“Así que te estabas escondiendo de mí” se acerca a ti e intentas alejarte marcha atrás, hasta que tu espalda está pegada contra la pared. Lo tienes de frente. Ya puedes sentir su aliento en tu rostro.
“N-no…” murmuras bajando la mirada, pero él no te deja, cogiendo tu barbilla con dureza y obligando a mirarlo a los ojos.
“No me gusta que me mientan” dice duramente sin apartar la vista de tus ojos. Su sonrisa se desvanece y mantiene una expresión seria. Nunca le habías visto así y eso genera una nueva presión en la parte baja de tu estómago.
“Perdón” es lo único que consigues decir mientras te sientes avergonzada. A su toque eres completamente indefensa. Y eso parece gustarle, ya que su expresión vuelve a la normalidad.
“Cómo me pone lo sumisa que eres” lleva tu mano al bulto de sus pantalones y gimes al sentir su ya dura longitud. Aprietas las piernas para saciar la necesidad que cada vez crece más dentro de ti.
Smiley se da cuenta y no deja escapar el detalle, llevando una de sus manos a tus piernas que están a la vista por el corto vestido que llevas encima. Lentamente sus dedos rozan tus muslos hasta llegar a tus bragas, donde ya se puede apreciar una mancha. Smiley ríe.
“Estás tan mojada” dice mientras frota tu coño por fuera de las bragas, sacando de ti un par de gemidos bajos. Pero de repente para, y se acerca a los botones del ascensor. Estáis ya casi en vuestro piso.
Sonriéndote, le da al botón de parar. Y entonces el elevador deja de subir ese último piso que le faltaba para llegar a su destino.
“¿Te pensabas que iba a dejar así lo del otro día?” vuelve a acercarse a ti, esta vez desabrochando los botones de su pantalón. “El otro día solo fue un aperitivo. Hoy vas a ser solamente mía”.
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Notas su agarre contra tu trasero, pegándote lo máximo posible a él. No hay ningún tipo de separación entre vuestros cuerpos. Puedes sentir su larga y dura longitud rozar contra tu coño ya húmedo, haciendo que el deseo se apodere de ti.
Deja besos descuidados por tu cuello, mientras con una mano sigue pellizcando tu trasero y con la otra te agarra de la cabeza echándola para atrás, para así tener una mejor vista de tus clavículas, a las que llena de chupetones y mordiscos. Jadeas al notarle sobre tu piel sensible.
Te quita rápidamente el vestido, dejándote solo con un sujetador y unas bragas. Se aleja de ti para observarte mejor, produciendo que tus mejillas se sonrojen. Se relame los labios sin apartar la vista.
“Qué bonita eres cuando te pones tímida” deposita una mano delicadamente encima de la mancha de tus bragas “Hasta parece que no eres una pequeña puta desesperada”
Gimes cuando comienza a bajar sus besos por tu pecho, agarrando con su boca uno de tus pezones ya erectos para lamerlo lentamente, provocándote una ola de placer. Notas sus fuertes manos apretar cada vez con más fuerza sobre tu trasero, hasta el punto en el que ya estás sintiendo los moratones que tendrás mañana, lo que hace que tu deseo aumente.
Ahora mismo solo quieres que sea más duro contigo. Que te posea. Que esté dentro de ti. Que te obligue a hacer todo aquello que te da vergüenza pronunciar pero que tantas noches te imaginaste. Que te humille y se ría de tu estupidez e inexperiencia. Tus pensamientos revolotean mientras deja tu culo tranquilo para volver a rozar tu coño que no deja de palpitar.
“¿Sabes?” murmura contra tu oreja “Me gustaste desde el primer momento. Pero que mi hermano se haya obsesionado contigo hace que me gustes más” puedes observar como se le escapa una sonrisa muy distinta a la que tiene siempre. “Me gusta lo prohibido”
Lentamente comienza a bajar tus bragas. Cierras las piernas instintivamente.
“N-no mires” tienes la cara completamente roja. Siempre te ha dado mucha vergüenza sentirte tan expuesta a alguien. Tu inseguridad es demasiada.
Te calla con un beso sorprendentemente dulce para lo bruto que suele ser.
“¿Por qué no debería de mirar ese coño tan bonito que tienes?” introduce un dedo en tu coño para sacarlo completamente mojado y llevárselo a la boca para lamerlo delante tuya. Te obliga a mirarlo mientras lo hace.
“Sabes muy bien, pequeña zorra” lleva su dedo a tu boca para que lo chupes, lo que haces sin rechistar. “Eres muy bonita. Y muy frágil… voy a destruirte”
Agarrando uno de tus pechos, usa su mano libre para introducir de nuevo su dedo dentro de tu vagina.
“Mírame” te ordena “Quiero ver esa cara de puta que tienes. Quiero ver tu expresión cuando ruegues por mi polla.”
Sus palabras te calientan aún más, si eso es posible, y solo jadeas a modo de respuesta. Un escalofrío te recorre de pies a cabeza cuando introduce un segundo dedo dentro de ti, mientras frota tu clítoris. Sus dedos entran y salen de ti rápidamente y cada vez estás más cerca.
“M-más rápido” tu cabeza está completamente nublada y no puedes pensar con claridad. Solo puedes mover tus caderas para sentirle más dentro de ti, golpeando tu punto.
“¿Cómo se piden las cosas?” dice mientras frena su ritmo provocando tu frustración. Gimes por lo mucho que te palpita el coño. Por lo mucho que necesitas correrte ahora mismo.
“P-por favor” le miras desesperadamente “por favor, haz que me corra”
Parece que dijiste las palabras mágicas, ya que comienza a frotar con su pulgar tu clítoris cada vez más rápido y con más destreza, consiguiendo que apenas no puedas sostenerte sobre tus pies, teniendo que apoyarte sobre él, que te agarra del cuello para pegar tu espalda a la pared.
Estás hecha un desastre y de tu boca solo salen gemidos cada vez más altos. Te cuesta respirar y no hay parte de tu cuerpo que no esté sintiendo escalofríos en este momento.
“M-me… me voy a…” pero no te da tiempo a terminar la frase porque justo en ese momento llegas a tu punto. Tus dedos de los pies se retuercen y liberas todo de ti
Los ojos de Smiley observan tu cara con lujuria, y el ver como te deshaces hace que su erección cada vez le moleste más en el pantalón. Sus dedos están llenos de tu líquido y no hay nada que le parezca más atractivo que verte así. Sonrojada y ahogada en gemidos.
Roza sus dedos por tus pliegues mojados antes de dejar tu coño y levarlos a tu boca; boca que te obliga a abrir, aunque tampoco es que puedas poner mucha resistencia en este momento. Te los mete muy dentro, y lentamente los chupas sin apartar tu mirada de la suya.
“Pf” jadea el chico al ver como lames sus dedos con tu propio flujo. Su pantalón parece a punto de explotar, y ya tiene el calzoncillo mojado, por lo que decide terminar de desabrocharse, para sacar su larga polla fuera.
Observas con hambre el líquido preseminal que sale de su longitud y piensas en lo muchísimo que quieres que moje tus labios. Cuando estás a punto de hacer un movimiento, Smiley te coge de la cabeza y te arrastra abajo, para posteriormente agarrarte del pelo.
“Harás lo que yo quiera” te dice desafiantemente “el que decide soy yo” y sin dejarte tiempo a responder introduce su miembro en tu boca hasta que este toca el fondo de tu garganta.
Cuando lo saca, toses, dejando escapar saliva de tu boca.
“¿Qué pasa pequeña puta? ¿Acaso esto es demasiado para ti?”
Vuelve a introducir su polla en tu boca con la misma rapidez de antes, pero esta vez sin dejarte tiempo a respirar, haciendo que te den arcadas que intentas reprimir lo mejor posible.
Escuchar sus gemidos te gusta y te calienta a partes iguales, por lo que en un momento en el que parece relajar su agarre sobre tu pelo, le escupes en la polla, para después lamer lentamente y en círculos sobre su punta, lo que hace que el chico jadee más fuerte.
“Así me gusta. Que me demuestres lo sucia que eres” su burla hace que tu coño vuelva a palpitar desenfrenadamente. Y él se da cuenta. “Pareces tan tímida… eres tan callada… y resulta que te gusta que te humillen eh, pequeña zorra” dice mientras te agarra fuerte del pelo, obligándote a mirarlo.
“Abre la boca” sus palabras son autoritarias y su tono es grave. Obedeces sin rechistar. Cada una de sus órdenes solo hacen que tu coño se moje un poco más.
Mirándote fijamente, acerca su rostro al tuyo, para después escupirte en la boca.
Tragas, sin apartar la mirada, y él te sonríe.
“Buena chica” sisea mientras vuelve a introducir de nuevo su pene en tu boca.
Intentas cogerle el ritmo a sus embestidas hasta que sientes como tiembla y todo su líquido te llena. Te lo tragas y abres la boca sacando la lengua para demostrárselo.
Él te felicita agachándose para darte un beso que sabe a él.
Y cuando estás a punto de decir algo, ves como se gira y golpea el botón que anteriormente había pulsado, haciendo que el ascensor comience a ascender de nuevo. Unos segundos es lo que tardáis en llegar a vuestro piso, y cuando la puertas se abren, Smiley sale, parándose únicamente un momento fuera para mirarte.
Estás tirada en el suelo, sin bragas ni ninguna pieza de ropa encima salvo los zapatos y completamente mojada. Tienes el pelo enmarañado y tu frente está sudorosa.
“Será mejor que te vistas rápido” ríe “No vaya a ser que algún otro vecino te vea así. Yo no soy muy celoso, pero mi hermano sí” y con estas, pulsa el botón de la planta baja antes de marcharse por el pasillo.
Lo último que ves antes de que se cierren las puertas del elevador es su pelo rizado.
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El agua te llega hasta el cuello y tienes la cabeza apoyada hacia atrás. Mantienes tus ojos cerrados intentando relajarte, pero la calma no llega a tu mente. Y aún menos a tu cuerpo. Podías sentir aún sus manos en tus muslos, apretando y arañando tu trasero. Sus dedos en tu boca. Su bulto contra tu sexo. Sus dientes contra tu oreja. Te tocas el cuello, y bajas hasta el pecho, trazando el camino que habían llevado sus besos.
Cuando tus dedos rozan tus pezones, gimes acordándote de la textura de sus manos; de la manera en que los había apretado. Nada se compara a la sensación que tuviste cuando sus dientes los rozaron descuidadamente.
Ya empiezas a sentir calor en tu núcleo e intentas deshacerte de él hundiéndote más en el agua de la bañera, pero no parece que eso te ayude. Tu mente está llena de los recuerdos del día anterior en el ascensor y no te deja descansar. Tu mano baja hasta tu sexo.
Lentamente comienzas a darte placer frotándote. Pero después de los anteriores encuentros, no parece que lo de siempre te satisfaga. Tus dedos no son tan ágiles como los de los gemelos. A pesar de que tú te conoces mejor que nadie, ellos parecían saber en todo momento qué hacer para provocar escalofríos en todo tu cuerpo.
Introduces un dedo dentro de ti y gimes imaginándote la cara enfadada que puso Angry cuando te vio con su hermano. El hecho de verle celoso hacía que te mojaras.
“Eres mía”. Sus palabras resonaban en tu cabeza desde que las había pronunciado. El calor se almacenaba en el mismo punto de tu cuerpo solo con recordarlas.
Aumentas al ritmo al pensar en cómo podría castigarte por el incidente del ascensor. Angry gritándote. Humillándote. Escupiéndote. Agarrando tus brazos para no dejar que te movieras. Obligándote a hacer todo lo que él quisiera. Usándote como un juguete en el que descargar sus frustraciones para luego dejarlo tirado.
Entre el vapor del baño y jadeos te deshaces, liberando toda la tensión acumulada de los últimos días. El no dejar de pensar en ellos a cada minuto te está volviendo loca. Y el no entender en qué situación te encuentras es lo peor.
¿Tenéis algo? Al final parece que Smiley acude a ti solo cuando le apetece o lo necesita. O quizás ya no acuda más, debido que logró lo que quería. Ahora que ya te probó, dudas que quiera repetir algo. ¿Y qué opinará Angry? ¿Le molestaría lo que hizo con su hermano? ¿Estará celoso?
“Eres idiota” bufas levantándote de la bañera y cogiendo la toalla más cercana. “A Angry le importas una mierda. Lo que te dijo fue en el momento del calentón” te secas algo cabreada contigo misma. “¿Pero entonces por qué Smiley te dijo que él estaba obsesionado contigo?”
“Y/n, eres gilipollas. Te crees cualquier cosa” Te frotas el pelo con la toalla antes de tirarla de mala manera al suelo y salir del baño desnuda.
Coges del armario una camiseta larga de propaganda que te había traído tu hermano de uno de sus viajes y te la pones. Decides ir a por el secador pero no te da tiempo, ya que alguien llama tu timbre.
“¿Qué coño se habrá olvidado ya?” suspiras yendo a abrir la puerta sin ver por la mirilla, pensando que es tu torpe hermano, que siempre se deja algo.
“Te dije que te llevaras tus propias llav-”
“Te queda muy bien esa camiseta”
Te paralizas. Era la voz que llevaba rondando por tu cabeza desde hacía días. Enfrente tuya estaba él. Con la misma expresión de enfado de siempre, pero esta vez parecía más relajada. Sus ojos estaban puestos en ti, y sus manos se movían nerviosas, hasta que las acaba metiendo en los bolsillos.
“¿Angry?” sale de ti como un hilo de voz. Tu tono es de sorpresa. Pero dentro también hay nervios, inseguridades y un poco de desesperación. Llevas queriendo verle desde el encuentro en su piso, pero también lo has evitado lo máximo posible por miedo. Miedo a que te ignore después de lo sucedido. A que todo hubiera sido una tontería para él y no quisiera saber más de ti. A no haberle gustado. Miedo al rechazo. El mismo miedo que llevas sintiendo toda tu vida cada vez que te gusta alguien. Miedo a no ser suficiente para nadie.
El peliazul baja su mirada, y te das cuenta de que tienes las piernas al aire, lo que hace que te pongas colorada.
“Mmmm, perdona es que acabo de salir de la ducha” te justificas como puedes sin ser capaz de mirarle a los ojos.
“Lo he notado” sus ojos ahora ven algo más arriba, y siguiendo su dirección te das cuenta de a lo que se refiere. Tu pelo mojado había goteado sobre la camiseta blanca, dejando traslucir tus pechos. Rápidamente te tapas con las manos e intentas girarte para ir a por una chaqueta, pero un brazo te agarra. Algo que ya te es familiar.
“¿Por qué tapas algo que ya he visto?” su voz suena tranquila, lo que te ayuda a relajarte un poco y poner tus pensamientos en orden.
Bajas las manos lentamente. Su mano aún mantiene el agarre en tu muñeca, y no parece que vaya a soltarlo. Tampoco es algo que te moleste.
Os quedáis unos segundos en esa posición. Segundos que se hacen eternos. Intentas ser valiente y mirarle a los ojos, y lo que descubres en ellos es algo que no esperabas encontrar. Ternura.
De repente, lleva su mano libre a tu mejilla, la cual acaricia suavemente, provocando que te sonrojes y bajes de nuevo la mirada. Una risa se escapa de sus labios.
“Te da vergüenza todo, ¿verdad?” levanta tu barbilla, obligándote a mirarle. "Eres tan dulce”
Puedes sentir su aliento en tu rostro.
“Vine aquí para decirte algo” la mano que está en tu muñeca afloja el cierre para llevarla a la parte de atrás de tu cabeza, sosteniéndola "pero ahora que te tengo delante, solo quiero besarte”.
Su mirada se pasea de tus ojos a tu boca, como buscando que le dieras aprobación para besarte. Pero esta vez querías ser tú la que tuviera la delantera.
“Yo no quiero que me beses” sus cejas se fruncen pero no le das tiempo a que diga nada ya que rápidamente le agarras de la camiseta para acercarlo a ti y asestarle un beso tímido pero dulce en los labios.
Cuando te apartas ,puedes sentir como te impulsa hacia él con la mano que aún mantiene depositada en tu cuello, y pega su frente a la tuya. Sientes que está preparándose para decirte algo, pero parece que le está costando.
Miedo. Ese sentimiento que tanto conoces aparece dentro de ti. ¿Y si va a decir que lo del otro día fue un error? No podrías soportarlo. Estás tan bien con él ahora mismo, sintiendo su aliento, oliéndole. Lo notas tan cerca de ti. Te gustaría que durara para siempre. Te habías imaginado tantos escenarios en tu cabeza en los últimos días, y puede que con cinco palabras se terminen.
Intentas descifrar su rostro, pero es tan complicado como siempre. Y más teniendo los ojos cerrados. No sabes qué hacer. No quieres que te diga nada. Solo deseas que te abrace. Que te reconforte. Que te diga que se alegra de estar contigo ahí.
“Tengo que hacer algo antes de nada.” los nervios recorren tu cuerpo y se instalan en tu estómago. “Al menos...
Ves como su boca parece decidida a decir algo pero le silencias con otro beso.
“No sé qué es lo que quieres decirme, pero…” le miras a los ojos fijamente “quiero que me folles ahora”
Te mira sorprendido.
“Fóllame, Angry” te muerdes el labio de la desesperación.
Tu mente grita por dentro “Aunque no vaya a haber más, necesito sentirme viva una última vez”
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Con un impulso te sube encima y envuelves tus piernas alrededor de sus caderas para sostenerte. Te besa desesperadamente, sin separarse ni un solo segundo mientras te lleva hacia la cocina. Te apoya en la encimera y entre jadeos te quita la camiseta.
Sus ojos recorren todo tu cuerpo cómo si fuera la primera vez que lo viera. Se iluminan cómo si tuviera delante su comida favorita. Y por la forma en la que se relame los labios, realmente parece que lo es.
“Eres tan bonita” sus dedos trazan un camino de tu cuello a tu abdomen, rozando tus pechos, provocándote escalofríos y que tus pezones se vuelvan duros. Escondes tu cara en su cuello para esconder así tu sonrojo y aprovechas para depositar besos en una zona que descubres que también es muy sensible para él. Notas como se encoge con cada beso y eso hace que te duela el estómago. Intentas bajar pero su camiseta te lo impide, por lo que le miras, buscando así su consentimiento para quitarle la prenda.
“No preguntes y hazlo” sin darle tiempo a decir nada más le quitas la camiseta y la tiras al suelo del piso. Te deleitas observando su cuerpo y pasando tus manos lentamente por sus abdominales.
Angry intenta besarte pero no le dejas para seguir rozando su cuerpo. El chico te mira impaciente.
“Déjame disfrutar de esto” le susurras sonriendo. Ahora tienes tú el control, y aunque sabes que durará poco tiempo, te está gustando. Verle desesperado por besarte te calienta. El hecho de que le cueste quitar sus manos de encima tuya te hace sentirte deseada. Te da confianza. Quieres saborear esta sensación para siempre.
Bajas tus manos hacia su pantalón, donde ya puedes apreciar un bulto. Mueves tu mano encima de él, mirándole a los ojos. Algo que le sorprende, debido a tu timidez. Pero ahora no existe la vergüenza. Solo estáis tú y él.
Le estás desafiando con la mirada, y él lo sabe. Y le gusta.
De manera brusca te coge del cuello y te pega a su cuerpo.
“Creo que ya jugaste demasiado, ¿no?” baja su mano a tu muslo y lo aprieta “ahora es mi turno” y sin dejarte tiempo a reaccionar se agacha, introduciendo su cabeza entre tus piernas.
Deja una serie de besos y mordiscos por tu muslo, hasta que llega a tu palpitante sexo y lo ataca salvajemente. Su lengua se zambulle en tu calor, devorándote.
“Sabes tan bien” sigue lamiendo, ahora lentamente, tu coño empapado, consiguiendo que gimas cada vez más alto y que tu mente se quede en blanco. Le agarras de la cabeza para apretarlo más contra ti, para que haya aún más fricción.
El chico sonríe ante tu desesperación y comienza a frotar tu clítoris rápidamente con su pulgar sin dejar de lamer tus pliegues.
“A-Angry” jadeas moviendo la caderas “Me voy… me voy a c-correr” no sabes cómo consigues terminar la frase, ya que el chico introduce de repente dos dedos, que empiezan a bombear dentro de ti.
“Córrete para papá” sientes su mirada clavada en tu rostro, pero en vez de sentir vergüenza como la primera vez e intentar taparte, dejas que vea tu rostro. Dejas que se deleite con cómo gritas su nombre cuando una espiral de placer atraviesa todo tu cuerpo.
Sin tiempo para poder recuperarte, sientes como Angry se levanta y te besa. Es un beso con sabor a ti. Y eso solo hace que el chico se caliente más. Enganchas tus piernas temblorosas alrededor de sus caderas de nuevo, y te levanta de la encimera, esta vez para llevarte a tu habitación y colocarte encima de tu cama.
A pesar de que te está besando de manera desesperada, la forma en la que te tumba debajo suya es suave e incluso dulce. Una vez comprueba que estás bien colocada, comienza a dejar besos por todo tu cuerpo, lamiendo y succionando tu piel, jugando con tus pechos y mordiendo tus pezones. Tu calor se vuelve a acumular abajo.
“A-angry” gimes mientras el chico deposita besos en tu clavícula
“Mmm” tararea el peliazul haciéndote temblar al morder el lóbulo de tu oreja.
“Quiero…”jadeas al sentir su aliento “quiero tenerte dentro de mí”
Deja tu oreja para mirarte fijamente. Coloca su frente sobre la tuya y te agarra por ambos lados de la cara. Sella sus labios con los tuyos para a continuación quitarse de encima tuyo.
“Si en algún momento quieres que pare... “ dice mientras saca un condón del bolsillo trasero de su pantalón.
Te incorporas y le ayudas a quitarse el resto de ropa que había aún en él. Puedes observar su pene erecto y tragas saliva. Es el más grande que habías visto nunca. Solo con ver las venas que se marcaban podías sentir un escalofrío de placer en tu parte baja. No podías esperar por ver como te llenaba.
“Déjame a mí” susurras cogiendo el forro y poniéndoselo, bajo su atenta mirada. Como un acto reflejo, lleva su mano a tu mejilla para acariciarla y apartar un mechón de tu pelo que te estaba tapando la cara.
Una vez terminas, vuelves a tumbarte en la posición en la que el chico te había dejado, mientras él vuelve a colocarse encima de tuya. Y cuando parece que va a empezar, deposita un suave y largo beso en tu frente. Cierras los ojos. Si pudieras congelar el tiempo, lo harías en este preciso momento.
Notas como su polla se frota contra tu sexo y mueves las caderas buscando una mayor fricción, mientras Angry chupa y lame tu cuello cada vez con más rudeza. Tus uñas rasgan su espalda cuando sientes como entra dentro de ti.
“Qué coño tan apretado tienes” jadea mientras golpea tus paredes. Con cada embestida gimes más alto y tus dedos se retuercen por el placer. La forma en la que se mueve, en la que te golpea, la rapidez que utiliza, todo se siente tan bien.
“M-más rápido” jadeas mientras él aumenta el número de embestidas y aprieta tus pechos.
Tu mente está nublada y de tu boca solo salen gemidos, pero puedes observar el rostro de Angry y las mariposas se instalan en tu estómago. Verle disfrutar contigo te hace feliz. Escuchar sus gemidos, cómo pronuncia tu nombre, las alabanzas que hace hacia tu cuerpo, todo es tan caliente. Pero esta vez el calor no solo está en tu parte baja, sino también en tu barriga. Y es la primera persona con la que te pasa eso.
Antes pensabas que el sexo era pasar un par de minutos en los que aliviabas a la otra persona y con suerte el chico se apiadaría de ti y te ayudaría a correrte, aunque pocas veces pasaba esto. Pero con él era distinto. Se sentía diferente. Estabas disfrutando. Verle a él pasarlo bien te daba un propio placer. Realmente creías que podrías correrte solo con escuchar tu nombre entre sus jadeos.
“Estoy a punto”
“Yo también” le dices y sonríes.
El chico baja el ritmo mientras te ve sorprendido. Pero rápidamente vuelve a embestirte duramente. Tus uñas se agarran a su piel de la espalda ya completamente arañada, y un grito sale de tu boca cuando toca ese punto que hace que te deshagas completamente, mientras sientes como él también vibra.
Después de unos segundos, su cuerpo cae agotado encima tuya, con cuidado de no hacerte daño.
Pasan unos minutos. El silencio es absoluto. Solo escuchas tu respiración agitada. Cuando piensas que igual es que se quedó dormido, sientes como se mueve para colocarse al lado tuyo. Te mira fijamente. Te acaricia la mejilla. Su rostro es serio como siempre.
“¿Hice algo que te incomodara?” te pregunta visiblemente preocupado.
“NO” le dices a correr, intentando poner buena cara para que sea más creíble. Parece relajarse, pero sigue observando cada uno de tus gestos.
“Supongo que ahora ya te puedo decir lo que vine a decirte”
Un nudo se instala en tu estómago. Todo tenía su fin. Ya sabías que esto iba a pasar, pero intentaste alargarlo lo máximo posible. Quizás pensaste que ese momento sería eterno, pero nada lo es.
Te intentas reconfortar diciéndote que al menos no tuviste miedo en el último momento, y te lanzaste para tener un recuerdo de ello.
“Quiero seguir siendo valiente” te dices a ti misma.
Y antes de que el chico abra la boca de nueva, unas palabras salen de tu boca sin que tu cerebro las haya pensado demasiado. Porque salen de tu corazón.
“Antes de que hables, déjame decirte lo que siento”
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“Antes de que hables, déjame decirte lo que siento”
Tus palabras resonaron en toda la habitación. Ni tú misma crees haber dicho eso. Te quedas callada esperando su reacción. El chico te mira curioso pero no dices nada, invitándote a hablar.
Suspiras. “Ahora ya no puedo echarme atrás”
Una mano acaricia tu mejilla, cogiéndote desprevenida. Le miras y puedes apreciar en sus ojos la misma ternura que observaste media hora antes cuando entró en tu piso. Eso te calma. Aunque te vaya a rechazar, está siendo tan amable contigo que hace que parezca que vaya a doler menos.
“No sé cómo decir esto” Te pasas la mano por la frente visiblemente nerviosa. “Desde hace varios días, desde el primer encuentro que tuvimos me siento diferente. Estaba ansiosa por verte, pero también me daba vergüenza, porque pensaba que me ignorarías. Supongo que para ti lo del otro día y lo de hoy es una tontería. Un polvo cualquiera. Y lo entiendo” sonríes tristemente bajando la mirada. “La mayoría de las veces que he tenido sexo con tíos fue un desastre. Ni siquiera me gustaba. Lo hacía por hacer, porque ellos querían. Pero con vosotros fue diferente…” Sientes como el chico se inquieta un poco al mencionar a su hermano.
“Me imagino que para vosotros solo fue un juego, y no os echo la culpa por ello. Yo también participé, y yo sabía dónde me metía. Pero me hice ilusiones al escuchar a tu hermano. Él me dijo tonterías que en parte me creí. Porque soy una idiota” De tus labios se escapa una risa irónica. “Supongo que siempre me han tratado tan mal, siempre han pasado de mí después de follar una vez, que ver cómo alguien que me interesaba y que me hacía sentir tan bien volvía… para mí fue como un sueño. Es culpa mía por coger sentimientos y por no saber separar las cosas” en este punto estás completamente avergonzada pero decides continuar porque soltarlo te está quitando un peso de encima “Pensaba que ya no nos veríamos más pero hoy cuando apareciste por mi puerta… esa sensación en la tripa volvi��. Y me volví a ilusionar. Quizás tú también sentías lo mismo. Pero cuando dijiste que venías a decirme algo…” tu voz se pausa. “el dolor que sentí en el pecho... Por eso quería aprovechar al máximo el último momento” Levantas la vista con lágrimas en los ojos y observas como él sólo sigue mirándote atentamente sin un ápice de expresión en la cara. “Me gustas Angry, lo siento”
“¿Por qué lo sientes?” su voz es calmada pero te sorprende después de tantos minutos hablando tú sola.
“Por siempre joder todo. Porque ahora estarás incómodo por mi culpa. Solo querías follar, como toda la gente de nuestra edad y yo tengo que venir aquí a comerte la cabeza con mis sentimientos.” Miras el suelo de la habitación mientras las lágrimas bajan por tu mejilla.
“Y/n” no le miras. “Eres muy idiota”
“Eso ya lo sé” refunfuñas por lo bajito.
Escuchas su risa. Y no puedes evitar sonreír un poco por ese sonido que te hacía tan feliz.
“Eres muy idiota porque nunca te das cuenta de nada. Estás tan cegada por tus inseguridades que no ves más allá” frunces el ceño. No entiendes por dónde está yendo la conversación. “Jamás me molestaría que me contaras tus sentimientos. Lo que uno siente hay que decirlo, dejarlo dentro solo nos hace más daño. Lo que uno dice, si hace daño, con el tiempo se cura, pero lo que no se dice se queda dentro para siempre.”
Le miras sorprendida. Sus palabras te calman y sonríes. Habías tomado la decisión acertada. Te habías quitado una espinita de encima. Y no parecía que eso le hubiera incomodado.
“Tienes razón. Me siento mejor ahora.”
“Y/n”
Su mirada está fija en la tuya y no puedes evitar ponerte más nerviosa aún.
“Lo que te dije el día de la sal era cierto.” Aguantas la respiración. “Desde el primer día que te vi me gustaste. No sé si fue tu nerviosismo al pasar a mi lado. O como tu pelo cae sobre tu espalda cuando corres para que no se cierren las puertas del ascensor. O lo amable que es tu sonrisa cuando intentas tranquilizar a alguien. O la manía que tienes de morderte el labio cuando quieres callarte lo que estás pensando” Abres los ojos al escuchar todos los detalles que el conocía que ni tú misma te habías dado cuenta.
Su mano ahora se apoya sobre la parte de atrás de tu cabeza, sujetándola.
“Pero poco a poco, encuentro tras encuentro en el pasillo, fui pensando cada vez más en ti. Cuando te marchabas de fiesta por las noches, solo me sentía tranquilo cuando escuchaba tu puerta cerrarse a las 7 de la mañana. Poco a poco fui acostumbrándome a tu rutina. Sabía cuándo tenías exámenes por el moño mal hecho y el chándal, y sobretodo, por tus ojeras. Sabías cuando discutías con tu hermano por cómo arrastrabas tus pies al caminar sin ganas de nada. Poco a poco, te fui sintiendo parte de mí. Pero no quería decirte nada, no quería interrumpir tu vida para colarme en ella porque no creo que sea alguien que porte cosas positivas a los demás. Supongo que me consolaba con saber con que estabas bien.” su tono de voz se volvió algo oscuro “Pero el día que te encontré con mi hermano… me empezó a doler el pecho. El sabía lo que sentía por ti, no hablaba de otra cosa que no fuera de ti. E intenté tomármelo como un juego, por eso dejé que participara. E incluso fingí que me daba igual lo que hicisteis en el ascensor”
Tu cara se pone completamente roja recordando la escena. Te sientes muy avergonzada de que él te esté hablando de como su hermano te follaba. Y más cuando acababas de confesarle lo que sentías por él.
“Pero era imposible. No podía imaginarte con otra persona. Pensar en alguien tocarte, besarte, me estaba volviendo loco” Su mano libre se aprieta en un puño con rabia. “Suena egoísta, pero solo te quiero para mí, y/n. Aunque se aun desastre. Aunque vaya a joderte la vida o llevarte por un mal camino. Quiero que seas mía.” Te mira. Y en sus ojos hay miedo. Miedo de que le digas que no. A pesar de que hace unos minutos estabas diciéndole que te gustaba, tenía temor. Y eso era tan dulce.
“No sé si tu camino es bueno o malo” acercas tu cara a la suya “pero quiero ir por él” y le besas. Un beso largo y tierno en sus labios, lleno de sentimientos. Quizás el mejor beso que diste en tu vida. Las mariposas ascendían por tu barriga.
“Pero…” él te mira con incertidumbre. “Por qué antes cuándo te dije que estaba a punto de llegar… me miraste así?”
“Así…¿cómo?”
“Como con sorpresa” le dices colorada. Su cara en ese momento se había quedado grabada en tu cabeza “¿Te sorprendió que me fuera a correr tan rápido?”
A Angry se le escapa una carcajada.
“Solo me sorprendió lo bonita que te veías sonriendo. En ese momento me di cuenta de que estoy enamorado de ti”
Y sonríe. Mirándote a los ojos. Y llenándote el corazón Y solo pudiste pensar en que era la sonrisa más bonita que habías visto nunca.
<3
#angry#smiley#souya kawata#angry kawata#nahoya kawata#kawata twins#smiley kawata#angry x reader#smiley x reader#tokyo revengers#tokrev#tokyo revengers smut#smiley tokyo revengers
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Headcanons de las familias de sge
Ok, se que muchos pueden no ser descendientes de personajes cuentos famosos , kiko y Hort por ejemplo, se deja en claro que sus padres no tiene cuento ... pero , sería más interesante un mundo alterno donde todos son descendientes de cuentos famosos
Anadil de lear
Ok, headcanon de Anadil, diré que no tengo muchas pruebas , pero igual en mi cabeza es canon, y hasta que se me diga lo contrario, seguiré creyendo esto
El cuento del rey de lear es una historia de Shakespeare, leí una de estas versiones hace años, era una vercion de cuentos muy linda donde una de las hermanas me recordó a Anadil, y si bien es cierto que esto no es prueba de nada , me sigue gustando pensar eso
básicamente es la historia de un rey que destierra a la única hija que lo ama, favoreciendo a las otras 2 , esta se casa con un rey y termina cuidando a su padre , las familias de las hermanas (en la vercion que leí fueron los esposos) por x o y razón terminan invadiendo el reino , matan al esposo de la hija buena , encierran a su hermana y padre en el calabozo, y ella muere en los brazos de su padre
...ahora, esta es una historia donde gana el mal, a si que es probable que sea de antes de la guerra, realmente no tengo argumentos para decir que sea decendiente de estas mujeres , pero la idea me gusta
Yara hood / mermaid
Ok, con Yara tengo problemas para escoger , por un lado , la idea de que sea familiar de robin hood, o mínimo de alguno de su bando es tentador
Talvez sea porque siempre imaginé a robin hood pelirrojo (y no soy la única), además de que es parte del folklore inglés, igual que el padre de su mejor amigo Tedros, talvez se conocieron en algún punto
Y la idea de que su hermano se monaguillo parece hacer una referencia al fraile tuck , a si que el que estén emparentados con estos no es tan mala idea
Pero, analizando buen su historia (maldito tropo de las personas queer muerta ), es curioso como tiene parecidos con la historia de la sirenita (Anya en los libros)
Como los cambios físicos (la sirenita de especie y yara de expresión de género), en las 2 hay alianza de un villano (Sader y la bruja del mar ), ninguna puede hablar, y las 2 acaban falleciendo al final, además de que como tristan mostró cambiar por recibir atención positiva (igual la sirenita), cuando se pone el pelo rubio por Beatrix
Además, es curioso como el propio autor insinúa una relación con alguien que es mitad sirena , en este caso Kiko
Reena de shahriar
Ok, se que a si no se llama el reino , pero hey, no conocemos a su madre , y su reino parece estar inspirada en cuentos de las mil y una noches (Aladdin, los cuarenta ladrones, etc )
A si que la idea de que sea decendiente de la princesa de las mil y una noches , por lado materno , podría ser una gran idea
Kiko pan
Si,se nos dice que su padre es un niño perdido x , pero , la idea de que sea criada por el niño que nunca creció, siendo el resultado de sus muchas aventuras (lean el libro), podría ser interesante
Hort hook
Si, se que los libros nos dicen otra cosa , pero que haya sido hijo del capitán hook tiene implicaciones interesantes, a si que lo dejaremos en este headcanon
Sophie y Agatha
Ok, se que son lectores , pero si pudiera escoger con que personajes de cuentos tienen relación, sería Blancanieves y la reina malvada
Seamos justos, Tedros y Calis podrían no ser los únicos en irse del bosque, talvez un decendiente de estos pudo llegar gavaldon, Stefan siendo decendiente de Blancanieves, y Vanessa de la reina malvada
Que de hecho, noto cierto parecido entre Agatha (que es la más parecida a Vanessa), con Catherine, la reina malvada de este mundo
Tenemos cosas como la vanidad se Sophie, y como a veces se describe la piel de Agatha como "blanca como la nieve "
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[ESP] Mr. Love Queen’s Choice — Candy Party (Kiro) —
[ 1 ]
Asignación de Primavera
“La asignación para este descanso de primavera es hacer una pintura titulada ‘Mi Hogar’. ¿Bien?”
“¡Bien!”
En la clase, las voces de los niños resonaron al unísono. La maestra asintió y dirigió su mirada al chico rubio en la primera fila.
“Kiro, siéntete libre de hacerle a los maestros y a tus compañeros de clase cualquier pregunta si no entiendes.”
“¡Bien!” Kiro levantó su pequeña cabeza y asintió firmemente.
Ante la recomendación de Madam Seidel, Kiro ha estado yendo a esta escuela primaria por un mes desde la mitad del semestre.
La escuela no era para nada como el orfanato. La única similitud era que el lugar estaba lleno de niños, pero todos eran felices y sus bolsillos eran a menudo llenados con dulces. Ellos no serían castigados por hablar alto...
Esas eran cosas que no hubieran cruzado por su mente un año atrás.
Muchos niños se reunieron alrededor de Kiro charlando.
“¡Kiro!” Te vi en la TV ayer, ¡Tienes una linda voz!”
“Kiro, ¿Te gustan las muñecas? Tengo algunas en casa, ¿Quieres venir a mi casa durante las vacaciones de primavera?”
“¡A Kiro no le gustan las muñecas! ¡Ven a mi casa a jugar con trenes de jueguete!”
“¡No! ¡Kiro debería venir a mi casa a jugar videojuegos!”
...
En medio de las disputas, Kiro parpadeó y dijo con tranquilidad, “Quiero terminar la asignación primero antes de jugar con ustedes.”
Los niños se miraron los unos a los otros por un momento antes de poner mala cara y asentir, “Entonces... Kiro, ¿Puedes hacernos saber si necesitas plumas y papel de dibujo?”
“¡Seguro, gracias!” Una deslumbrante sonrisa se extendió en el rostro de Kiro.
Solo después de que todos los niños dejaran el salón de clases hizo que Kiro dejara salir suavemente un suspiro de alivio. Él lentamente levantó sus manos escondidas debajo de la mesa. En su pequeña mano cubierta de sudor, había cuatro marcas de uñas.
Su mentor dijo que se había recuperado por completo, pero aún no podía evitar sentirse nervioso.
[2]
Definición de Hogar
La asignación era hacer una pintura de “Mi Hogar”.
¿Pero qué es un ‘hogar’? Kiro estaba reflexionando sobre esta pregunta en el bus escolar de camino a casa.
Si el hogar es donde vives, entonces el orfanato fue su primer hogar y, el departamento donde vive con su mentor ahora es el segundo... ¿Así que él tiene que dibujar el orfanato y luego el departamento?
A través de la ventana del bus, miró a sus compañeros corriendo hacia sus padres con emoción. Una madre limpió las manchas de la cara de su hijo mientras le decía que la cena era su estofado de carne favorito; un padre le dio a su hijo un gran abrazo y habló sobre el parque de diversiones más cercano al que planearon ir mañana.
Kiro gentilmente inclinó su cabeza mientras miraba.
Él no lo entendía bien, pero sentía que el hogar debería tener un significado más profundo.
Kiro regresó al lugar donde él y Key vivían con esta pregunta en la mente. Como era de esperar, su mentor no estaba en casa. Key siempre estaba ocupado. Kiro una vez le preguntó con qué estaba ocupado y el hombre de pelo plateado hizo un gesto genial y dijo,
“¡Los superhéroes están ocupados salvando el mundo! Antes de que te vuelvas un superhéroe, tienes que ser mi pequeño compañero por ahora.”
—Y las tareas diarias del pequeño compañero son comer bien, asistir a clases, practicar lo que Key le enseñó... y hacer las tareas de la casa.
Kiro dejó su mochila escolar y comenzó a poner la ropa sucia dentro de la lavadora. La lavandería de hoy eran chaquetas, pantalones cortos y... ¿Cómo es que falta un calcetín?
Buscó alrededor de la canasta de la ropa y no lo encontró, así que decidió buscarlo en su habitación. Tan pronto como la puerta se abrió, un rayo de luz de la pantalla de la computadora apareció.
¿Su mentor se olvidó de apagar la computadora antes de irse? Kiro caminó dentro de la habitación con confusión, entonces encontró una línea de código parpadeando en la pantalla. Él convirtió el código en palabras en su cabeza y lo leyó, “Kiro... esta es... mi asignación de vacaciones de primavera... para ti.”
Los ojos de Kiro se expandieron con sorpresa—¡Este era un acertijo asignado por su mentor!
[ 3 ]
Acertijos del Mentor
Dentro de la habitación vacía, solo el sonido de las teclas siendo golpeadas podían ser escuchadas. El mentor de Kiro trajo un pequeño teclado especialmente hecho para las pequeñas manos de Kiro. Kiro frunció sus labios, sus ojos fijos en las líneas de código en la pantalla.
Desde que comenzó a aprender cómo hackear, su mentor a menudo le asignaba acertijos. Si podía resolverlos, podía tener un premio. Aunque le gustaban los bocadillos dulces como premio, disfrutaba el proceso de resolver acertijos incluso más.
Pero el acertijo de esta vez... parecía mucho más difícil de lo usual.
Le tomó un día completo descifrar los códigos que indicaba el mapa digital, pero aún no podía decodificar las coordenadas finales en el mapa después de varios intentos.
Él descansó su mentón en sus manos, mirando las complicadas letras en la pantalla. El teléfono sonó en este momento, era Madam Seidel—la elegante señorita no solo llevaba a Kiro a su hermosa mansión para las lecciones de chelo, sino que ella también llama para cuidar de él.
Con una voz gentil, Madam Seidel preguntó primero sobre la vida de Kiro, entonces de repente, cambió el tema, “¿Alguien te acosó hoy?”
“¡No, la escuela fue genial!” Kiro negó con su cabeza en este lado del teléfono, “Es solo que hoy... Yo estaba...”
El Kiro de seis años no conocía el vocabulario suficiente para expresarse, así que diría que estaba, “...un poco triste”
“Si estás triste, ¿Por qué no tocas el piano para animarte?” Sugirió Madame Seidel, “¿Qué tal si tocas Moonlight Sonata que has estado practicando mucho recientemente?”
“Bien.” Kiro aceptó.
El consejo de Madame Seidel fue útil. La expresión de Kiro se relajó gradualmente mientras la melodía fluía desde el piano. La escuela y los escenarios llenos de cámaras eran buenos, pero el mejor lugar siempre sería estar en su pequeño propio mundo. Si es música, un código, un mundo hecho de notas o (números) binarios, nunca fallaría en darle una sensación de seguridad...
¿Espera? Blanco y negro... ¿0 y 1?
¡Ruido seco! El acorde perdió el ritmo y se volvió un coda cómico, pero Kiro gritó con alegría a pesar de su imperfecta nota final.
¡Había encontrado la pista!
[ 4 ]
Parque de Diversiones
¡El camino para resolver el acertijo era convertir la cadena de letras en notas, las notas en una partitura y luego tocarlas!
El corazón de Kiro estaba acelerado y sus pupilas azules brillaban. Sus dedos estaban saltando sobre el piano. La pieza final que tocó era familiar pero extraña para él.
—Era la melodía del parque de diversiones que Kiro oía en su camino a casa de la escuela.
Saltó del taburete del piano y corrió hacia la puerta.
Pero cuando llegó al parque de diversiones, su mentor no estaba por ningún lado.
¿Se... había equivocado?
Ya que era fin de semana, el parque de diversiones estaba lleno de familias. Kiro se paró solo en la entrada, pareciendo muy fuera de lugar.
El chico rubio era como una estrella perdida en frente del parque de diversiones, atrayendo la atención de cada transeúnte. La duda en su cara hizo a las personas pensar que se había separado de sus padres.
Varios padres e incluso los guardias de seguridad fueron hacia él, todo tipo de gente se aproximó a él con sonrisas... Kiro comenzó a sentir que le faltaba el aire. Ese terrible poder parecía haberse apoderado de él una vez más, volviéndolo un niño travieso.
Kiro lentamente retrocedió. Este lugar no era para él, debería dirigirse a casa.
En ese momento, algún ruido difuso vino de los altavoces del parque, entonces el tema musical perpetuamente repetido fue reemplazado por otra canción.
“Joyeux anniversaire... Joyeux anniversaire...”
“¿Qué está pasando? ¿Quién se metió con los altavoces?”
“¡Mamá, es una canción de cumpleaños!” Exclamó una pequeña niña, “¿Es el cumpleaños de alguien hoy?”
Los visitantes y el staff miraron con sorpresa mientras los altavoces reproducían la canción de cumpleaños, volviendo al parque de diversiones en una fiesta de cumpleaños.
Kiro quería usar esta oportunidad para escapar, pero mientras se giraba, caminó hacia los brazos de alguien.
“¿Quién...?” Levantó su cabeza en pánico.
La luz del sol detrás de la persona hizo visible la coleta de su cabello plateado y la esquina de su brillante sonrisa. Su voz fue lo suficientemente alta para cubrir la ruidosa música, enviando claramente cada palabra a los oídos de Kiro,
“Felicitaciones por resolver el acertijo, Kiro.”
“¡Mentor...!” Kiro exclamó con sorpresa.
Pero Key hizo un gesto de silencio y tomó su manos, “¡Vamos!”
Entraron en el parque bajo la canción de Feliz Cumpleaños.
[ 5 ]
Feliz Cumpleaños
Aunque había pasado por este lugar muchas veces, esta era la primera vez que Kiro entraba al parque de diversiones.
Junto con la música, el caballo blanco más hermoso en el carrusel en el que se sentó se movía hacia arriba y hacia abajo; la taza de té que giraba rápido hizo a su pequeña cabeza marearse incluso cuando se bajó; para pasar la altura límite del navío pirata, él se puso de puntillas de pie en secreto. La señorita no se lo dijo, pero negó su cabeza con una sonrisa y le tendió una paleta.
El dulce era de sabor fresa. Era tan dulce que incluso cada palabra que dijo se volvió dulce y de alguna manera borrosa, “Ment-urr...”
“¿Huh?” Key también tenía una paleta en su boca. Uno de cabello rubio y el otro de cabello plateado, los dos caminaron por el camino como dos hamsters.
“¿Tú... hiciste eso?”
“Por supuesto. Este parque de diversiones ni siquiera tiene un cortafuegos. No tomó ningún esfuerzo en absoluto cambiar su música.” Key respondió sin vergüenza.
“¿Pero por qué pusiste ‘La Canción de Cumpleaños’?”
“Porque hoy es tu cumpleaños.”
Kiro estaba aturdido y sus ojos se expandieron, “¿Por qué hoy es mi cumpleaños?”
“Hey, ¿Por qué tienes tantas preguntas?” Key elevó sus cejas, “Hoy es un buen día y te estás divirtiendo. ¿Qué hay de malo en hacerlo tu cumpleaños? Está decidido entonces. ¡Tu cumpleaños es el 9 de Abril! ¡Sin objeciones!”
Hizo tal decisión definitiva para detener al chico de hacer más preguntas. Él esperó que su estudiante recordara solo el 9 de Abril como un día lleno de buenos recuerdos y un día de nueva vida—no algún aniversario doloroso.
“Kiro, debes recordar este día,” (Dijo) Key mitad agachado y mirando a sus ojos, “Puedo no ser yo con el pases cada 9 de Abril en el futuro, pero espero que siempre estés en compañía de los que amas.”
“Feliz cumpleaños, Kiro.” Dijo Key suavemente.
“Amados...” Repitió Kiro con confusión, “¿Estarán a mi lado?”
“Por supuesto.” Key asintió, “Porque Kiro es el niño más increíble y lindo en el mundo.”
“¡Sí!” Kiro asintió firmemente. Algo de repente vino a su mente e hizo su sugerencia final en una voz suave, “Mentor, los niños a menudo tienen pastel en sus cumpleaños y pueden pedir un deseo.”
“Tch, en efecto en todo lo que puedes pensar es en comida.” Key rio inevitablemente y extendió su mano hacia él.
Lo siguiente que supo, (es que) Kiro sintió el vacío bajo sus pies. Key lo levantó y lo sentó en sus hombros.
“Vamos y consigamos tu pastel de cumpleaños.”
[ 6 ]
Su Deseo
Kiro sabía cómo terminar su asignación de las vacaciones de primavera ahora.
Se sentó frente a su caballete con sus pequeñas pernas balanceándose gentilmente al son de la canción de niños que estaba tarareando, pintando de colores brillantes al lienzo con el pincel.
Primero, el pintaría un hermoso campo de flores, lleno de girasoles y daisies—eran las flores favoritas de Kiro;
Entonces, pintaría una casa en el campo. No tenía que ser una casa grande o extravagante, pero debe tener todo tipo de instrumentos musicales, una computadora genial, videojuegos divertidos y deliciosos snacks... Este era un castillo de tesoros. Para entrar en su territorio, necesitas decirle “Ábrete sésamo” a la puerta.
Debería haber algunas sillas en el campo de flores para su mentor, Madame Seidel, los maestros, los estudiantes de la escuela, el director que siempre lo elogia durante sus presentaciones... Sus amados estaban reunidos en un círculo con una sonrisa en sus rostros.
La cosa más importante, por supuesto, era incluirse a sí mismo en la pintura. En el campo, Kiro estaba cantando muchas canciones adorables a todos con un micrófono en su mano. Incluso el sol, la luna y las estrellas escuchaban sus canciones y asomaron sus cabezas hacia las nubes...
Kiro dejó de pintar y le dio un buen vistazo a su “hogar”. Algo parecía faltar... Él pensó sobre ello y tuvo una idea.
Así que lavó el pincel, entonces lo sumergió en el blanco en la paleta. Con cada trazo, pintó a un conejo blanco al lado de “Kiro”. Él nunca había tenido un conejo, pero sabía que había uno esperando por él en algún lugar en el mundo.
Ni siquiera su mentor sabía sobre este pequeño secreto suyo.
Él dejó las herramientas de pintura, entonces puso sus manos juntas y cerró sus ojos frente a la pintura. Repitió el deseo que le pidió a su pastel de cumpleaños ayer en su corazón.
“Bienvenido a mi hogar.” Susurró Kiro.
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Fight fell [KHR]
(Escenas escritas para una parte 2 de una historia de wattpad que había escrito y se llama: Nuestro adorado cielo)
Cuidar de este chico no va a traer buenos resultados.
Ése había sido el pensamiento del Hitman, ex arcobaleno del sol.
Antes de que todo esto comenzará.
Antes de que todo este problema comenzará.
^#&*&#^
Le extrañaba verlo con esa apariencia o bueno no tanto si pensabas que estuvo encerrado en un frasco por unos años.
Aún así, según él, era irresponsable dejarle para cuidar a ellos a ese monstruo.
Pasara el tiempo que pasará.
Tuvo que apretar su puño para alargar esa poca tolerancia que tenía, para asombro de muchos.
Tenía que dar el "magnífico aviso" de su nuevo huésped, y aquellos incompetentes niños de jardín no podían quedarse quietos y en silencio por unos miseros minutos cuando estaban en una misma habitación.
Respiro profundo y observó por un segundo a su estudiante que estaba observando a sus propios guardianes con algo de pánico.
Si bien ese chico era el único candidato que pudo aparecer no se había comparado con el gran Cielo que habían...
Entrecerró sus ojos al pensar aquello.
Eso no importaba.
Carraspeo su garganta, sabiendo de antemano que aquello no llamaría la atención de aquellos incompetentes.
De un movimiento veloz de los que se conocía al Hitman número uno del mundo, tomó su arma y apuntó al techo disparando una sola bala lo cual provocó que el sonido retumbaba en toda la habitación.
Logró que todos voltean a observar en segundos con esa desfigurada expresión de temor palpada en sus rostros junto con la palidez apoderarse de sus cuerpos.
E incluso Mukuro y Hibari..
La expresión misma del terror.
Una de la que lastimamente no podría ser causante.
Y eso daba terror.
En ese instante se volteó sobre sí mismo apuntando a lo que antes le había estado dando la espalda como ignorante, palideciendo al instante como si hubiera visto un fantasma.
- Ya despertaste, ¿Te sientes bien? - Yurikiri habló entre medio de todo el silencio con el recién llegado, ignorando olímpicamente el hecho de que sus guardianes palidecieron de un segundo a otro y no pudieron reaccionar adecuadamente.
Ante aquella persona aún desconocida para él.
Un convicto de Vindice.
Aquello era lo único que sabía de él.
Una pálida mano era lo único que servía como apoyo a un flojo, delgado y a simple vista frágil cuerpo de lo que parecería ser un muerto en vida.
Vestido solo con una camisa a la cual le faltaban los primeros dos botones con manchas rojas transparentes que se mezclaban con el tono gris de la propia prenda, y unos pantalones negros que se notaba a leguas que estaban muy desgastados por el uso que le dieron.
Descalzo y con una mirada perdida en algún sitio lejano.
- ¿T-Tsuna?..
- Tsunayoshi...
Unos ojos perdidos que no parecían querer volver.
-*~*-
Los guardianes sólo reaccionaron a sacar sus armas en cuanto esa presencia aterradora había salido de la habitación en compañía del jefe de Vongola.
No pudiendo entender lo que sucedía.
- ¿E-ese... era... Juudaime?
Incluso las palabras parecían borrarse del sistema.
- Se encontraba... en Vindice...
- Esto es temporal.
Todas las miradas cayeron sobre el Hitman al escuchar su voz tan seria.
Aún así ninguno tuvo el tiempo de realizar alguna pregunta a ello.
- El lugar en que lo mantenían encerrado ya no está en condiciones, - Observó a cada uno endureciendo su rostro al recordar la poca información que le habían brindado. - por lo tanto se quedará con nosotros, a más tardar un mes, hasta que resuelvan el problema.
No se oía ninguna protesta por el hecho de que aún la noticia estaba siendo digerida.
¿En verdad... él era Tsuna?
#*$/^\$*#
Había tomado del brazo derecho pálido, frío, casi inerte de aquella persona quién aún no conocía.
No sabía quién lo había guiado desde la enfermería de la mansión hasta donde ellos estaban.
Porque el lugar era verdaderamente grande.
Incluso él se perdía aunque fuera su casa, a palabras de su tutor.
Ahora lo llevaba hacia el comedor del lugar porque esa palidez y delgadez decían todo.
Más el contrario la pregunta que le había hecho antes al verlo despierto no había sido respondida, incluso ni le dirigía la mirada.
Era como si lo ignorara.
Pero no se negaba a que lo ayudará a caminar o que lo guiará a algún sitio que desconocía.
Simplemente se dejaba jalar caminando con pasos torpes que no se le enredaban entre sí o eran arrastrados.
Era triste verlo de aquella forma.
No quería ni pensar en qué clase de lugar había estado viviendo.
Lo único que sabía de él era que "Es un convicto de Vindice" fuera lo que fuera eso y que se llamaba "Tsunayoshi", según había escuchado decir a Mukuro.
O tal vez no era su nombre y sólo lo llamaban así.
Fuera como fuera debería preguntárselo a él para saber, parecía haber una historia detrás.
Pero por el momento lo llevaría a probar alimento.
Llegaron finalmente a las escaleras.
Por lo que rodeó la espalda ajena con su brazo izquierdo y llevó a sus propios hombros el brazo derecho del otro, ayudándole poco a poco a bajar las escaleras.
No podía cargarlo en su espalda porque por más que fuera delgado él mismo podía apenas con su cuerpo.
A la mitad de las escaleras unos sirvientes de la casa lo vieron y subieron las escaleras para ayudarle hasta que le vieron el rostro al chico pálido.
Quedaron petrificados e incluso algunos se apartaron temerosos.
Era muy extraño por lo que cuando iba a preguntar salieron disparados hacia algún lugar.
Dejando que terminara la tarea que comencé sólo.
Llegando al final de las escaleras y caminando hacia el comedor.
¥₩%¤%₩¥
Todas las actitudes eran extrañas.
Las de sus guardianes, la de su tutor, la de los trabajadores de la mansión, todo era extraño.
De algo no estaba enterado.
Había ayudado al castaño pálido a sentarse al lado de él en una de las sillas de los costados de la enorme mesa.
Y las cocineras habían preparado el almuerzo y lo habían servido a lo largo de la mesa.
Sus guardianes y su tutor comían, pero con un comportamiento extraño ante sus ojos.
Él intentaba comer, pero apenas girando su rostro notaba que el muchacho pálido no comía y sólo observaba el suelo evitando las luces y la iluminación que entraba de afuera a través de las ventanas.
No comía y eso me preocupaba.
- Oye, ¿Cómo te llamas? - Intenté preguntarle sintiendo los saltos de sorpresa de algunos de mis guardianes en la mesa por romper el silencio incómodo que intentaban mantener.
Pero sólo recibí silencio de su parte.
- Yo me llamo Omoga Yurikiri. - Intenté presentarme al no tener ninguna reacción del contrario y continuar hablando con voz tranquila.
Pero sólo recibí la misma respuesta.
El silencio.
Mordi la piel dentro de mi mejilla sintiendo remordimiento por ello mientras observaba mi propia comida.
Ya ni siquiera tenía ganas de comer.
Mordí más fuerte la piel y apreté mis puños debajo de la mesa, no sabía porque pero me sentía inútil.
En un segundo me asuste al sentir una fría mano posada en la mejilla que mordía con fuerza.
Me precipité a voltear hacia mi izquierda, hacia el chico que era dueño de la fría mano el cual me observaba sin expresión, y con sus ojos perdidos.
La otra mano de él se movió lenta y de forma extraña hasta una de mis manos que apretaba con furia y la acarició de forma torpe y lenta.
Parecía perdido, ausente pero aún así ¿Sentía el dolor ajeno?
Voltee a ver a quienes son mis familia ahora encontrándome con que todos habían alzado sus armas hacia el chico a mi lado.
Observando alarmados sus movimientos.
En cambio volviendo a ver al castaño, esté simplemente los ignoraba dando caricias en donde yo ejercía dolor físico.
Era un muchacho extraño.
Afloje mi agarre cediendo a aquellas cálidas caricias.
¤~%¥%~¤
Era extraño pero terminé dando de comer al muchacho, que creo es más chico que yo.
En su comportamiento entendí que ya no sabía manejar sus manos y recordando las escaleras, tampoco sus pies.
Por lo que opté por tomar una cuchara y darle el puré de papas como si fuera un niño.
Y sorprendiéndome a pesar de mostrarse fuera de la realidad, del contorno, perdido, se dejaba hacer, se dejaba alimentar incluso más cooperativo que cualquier niño.
No decía una sola palabra, no se quejaba y no pedía más, simplemente esperaba en silencio a que le llevará alguna otra cosa para ingerir.
Incluso llegó a pensar con terror que si le diera una cucharada de clavos el contrario se la tragaría.
Fue horrible pensar aquéllo.
Pero estaba creyendo que el otro, por la forma de obedecer sin rechistar y en silencio, era capaz de dejarse mutilar.
#$&*&$#
Me.. ahogó..
Me.. ahogó..
El aire.. es muy liviano.. no puedo... respirar bien...
¿Qué.. sucede?
¿Dónde.. ésta el agua?
¿Qué es.. esto?
£¥₩¤₩¥£
- Tienes que permanecer acostado y comer suficiente para recuperarte. - Habló el peli negro terminando de tapar al castaño con las mantas en aquélla cama.
El contrario simplemente observaba el vacío llegando a sorprender al jefe al de repente extender un poco su mano de la cama casi queriendo alzarla hacia el techo.
- Gao. - Un ruidito provocó que el de pelo negro perdiera su concentración del techo, creyendo que allí es hacia donde el contrario quería llegar, para que observara nuevamente la cama pegando un sobresalto al distinguir un animal de fuego justo al lado del castaño.
- ¡Wua! - Y cayendo al suelo de trasero sorprendido.
- Gao. - El pequeño y sorprendente animal de fuego se pegaba a las mejillas del castaño dando mimos y ronroneos a aquél rostro inexpresivo sin llegar a dar incentivos de estarse quemando. - Gao.
Un portazo repentino provocó otro sobresalto y un pequeño paro cardíaco en el peli negro.
- ¡Yurikiri!
- ¡Jefe!
- ¡Yuri!
Provocado por sus guardianes y tutor quienes entraban a la habitación armados y listos para atacar cualquier objetivo y amenaza contra su jefe.
Sólo observando un pequeño león de fuego parado frente a la cama en la que estaba el castaño observando el techo mostrando los dientes al sentir tanta amenaza hacia su dueño.
Advirtiendo que no se acerquen o los atacara.
- ¿Qué sucedió aquí? - Preguntó furioso el se sombrero apuntando con su arma hacia el animal hostil.
Atento a cualquier movimiento en falso de aquella criatura enlazada con una bestia incontrolable cuya cantidad de poder es desconocida.
¥₩%¤%₩¥
Se habían ido de la habitación luego de cerrarla con llave, de parte del patilludo, hacia la oficina del peli negro.
Quien estaba enfadado y extrañado de todo aquéllo.
Incapaz de saber porque no querían contarle todo lo que sucedía.
Al menos alrededor del chico pálido.
Si bien sólo era un niño quien había vivido una vida normal y de la nada era una persona importante del bajo mundo.
Porque un anillo brilló en sus manos.
No lograba entender nada.
Y a pesar del miedo no quería ser una persona ignorante sobre todo lo que sucedía, por lo que se hartó de estar en silencio.
- Reborn. - Preguntó ya cansado y decidido en preguntar, llamando la atención del Hitman el cual estaba perdido con la mente en algún lado al igual que los otros guardianes presentes. - Soy el único que no entiende del todo lo que sucede.
El mayor simplemente lo observó serio, al muchacho no debería importarle que le suceda a aquella cosa.
No lo conocía y tampoco tenía nada que ver con él.
No afectaría en nada el que conviva por quizás menos de un mes con el castaño.
Claramente si esté no lo ataca.
Ya que una vez vuelva a Vindice no lo volvería a ver o a tratar con él.
Era muy simple.
Y era verdad si quería hacerlo un buen mafioso, un buen jefe de la mafia debía informar de todas las cosas oscuras que atraía la mafia y de las cuales no podría huir.
Y él siempre pensaba que había que estar preparado.
El niño debía de estar preparado.
- Bien, te contaré todo.
Y con eso la historia debía seguir continuando.
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- ¿Quién es exactamente?, - Alzó una ceja el patilludo, casi con rabia, al preguntar al aire, o quizá a sí mismo, aquélla pregunta. - El Décimo Vongola. - Contestó casi queriendo apurarse e irse, fundido en recuerdos, quizá.
El más pequeño de la sala, el que no tenía idea, de nada más que el lugar desconocido del que venía el castaño, sintió en ese instante, que el pecho se le cerraba, del impacto de la no tan delicada respuesta dada.
- ¿Qué..? - Fue la sorpresa soltada que pudo formar con el aire que se le escapaba.
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Me.. ahogó.
Me pica.. mi cuerpo.
¿Qué.. es esto..?
Muevo mi mano.. y logro sentir algo suave bajo ella, no puedo tomarlo, pero está frío.
- Gao.
Escucho ese sonido y se me hace tan conocido.
No logro ver bien, mis ojos no quieren enfocar, sólo me dejan ver todo borroso, sólo esta todo blanco.
Hasta que algo se planta sobre mi cuerpo.
Y se acerca hasta mi rostro, dejándome sentir una suavidad y calor reconfortante, lo suficiente hasta que puedo enfocar y ver unos ojitos y un cuerpecito pequeño.
Ah.. es el perrito..
- ¡Gao, Gao!
Puedo sentir su áspera y pequeña lengua pasar por mi nariz y mis mejillas.
Parece que sí nos volvimos a ver.
- ¡Gao, Gao! - Parecías contestarme, casi sonriente.
Que lindo eres.
- ¡Gao!
Sólo digo la verdad.
Friega su pequeña cabecita contra mi mejilla.
Es tan cálido.
Dime pequeño, ¿qué es.. estó?
- ¡Gaao! - Saltó desde mi pecho hacia mi izquierda, no dejándome ver hacia dónde fue a parar desde donde estoy.
No puedo verte.
- Gao
¿Qué es lo que quieres?
- Gao.
Moví mis brazos y los apoyé sobre la cosa suave y fría bajo mi cuerpo.
Y comencé a ejercer fuerza para sentarme.
¿Qué era.. está superficie suave?
Y estas telas, ¿Están envolviendome...para qué?
Observé sentado hacia todos lados viendo borroso.
¿Ahora qué?
- Gao.
Lo escuché pero no pude verle, por la mala visión en todo esté blanco.
Pero pronto lo sentí sobre mi cuerpo de nuevo, al perro, justo sobre mis piernas.
¿A dónde vamos a ir?
- Gao
Pero no creo que funcionen.
El perrito brillante sólo observó hacia abajo, inspeccionando mis piernas.
- Gao. - Mencionó volviendo a verme.
Hace tiempo que no las uso pero si tanto quieres que lo haga...
Lo vi saltar de nuevo hacia mi izquierda saliendo de mi perímetro de visión.
Teniendo el momento para arrastrar mis piernas fuera de todas las telas frías y de la superficie suave.
Poniendo ambos pies en el suelo y dando un impulso para colocarme de pie.
Bien.. ¿Ahora.. qué?
- ¡Gaaaooo!
Bien, te seguiré.
- ¡Gao!
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Yamamoto.
Gokudera.
Sasagawa.
Bovino.
Ni siquiera Rokudo.
Ninguno quiso mirarme.
Pero, ¿quien los culparía?
Yo no, ya que me acababa de enterar de que el chico pálido con el cual todos los de la mansión mantienen todas las distancias que pueden, era literalmente su Jefe.
No le hablaban y salían corriendo.
Excepto mis guardianes.
Ellos sólo lo observaban atónitos al principio y ahora lo mantienen vigilado.
Si ese chico es el Décimo Vongola.. ¿Por qué yo también lo soy?
¿Si ya lo tenían para qué me buscaron?
- Es un asesino muy peligroso. - Había dicho mi tutor, casi como si estuviera respondiendo mis pensamientos. - Y estará con nosotros temporalmente en lo que Vindice logra reparar el estanque en el que lo mantuvieron.
Era el único que mencionaba palabras, los cinco guardianes presentes sólo se mantenían al margen observando hacia cualquier lado menos a él, o incluso perdidos en sus pensamientos.
¿Estanque?
Es la Mafia más peligrosa del mundo, claro que... aunque me da miedo pensarlo, el jefe debe ser un asesino a sangre fría.
¿Para ellos, porque eso estaba mal?
Si todos ellos.. asesinaban también, es así... lamentablemente.
- ¿Por qué es diferente con él?
No pude evitar obviar mi duda, escuchando las exhalaciones precipitadas de aire, sorprendidas.
Reborn sólo me observó sin ninguna emoción y se quedó en silencio.
- Tú no lo conocías antes.
Fueron las únicas palabras que le soltó el Hitman.
- Sawada Tsunayoshi. - Mencionó el mayor, sonando frío y quizás sólo un poco asqueado, provocando el temblor de varios en la sala. - Luego de estar inconsciente un tiempo por una herida casi mortal en una misión, - Se encaminó hacia los sillones de la oficina mientras los otros estaban simplemente de pie observando el suelo, a excepción de la Niebla que estaba apoyado en una pared y el Trueno que estaba recargado en el escritorio, los otros tres estaban de pie. - Despertó un día cualquiera y atacó a su familia. - Dijo claramente, algo demasiado simple de decir pero bastante complejo, el pelinegro hablaba como si fuera el acto a manos de una escoria, hablando con voz gruesa y apretando los dientes con furia, que no se daba el gusto de ocultar. - Los heridos no se despertaron hasta casi una semana después desde el ataque, si no fuera porque aún se sentían latidos en ellos ya los hubiéramos dado de baja. - Aclaró, observando hacia otro lado.
Y pensar que sus guardianes eran muy fuertes, que los hubiera vencido un muchacho pálido y en estado de muerto era imposible de imaginar.
No quiso preguntar pero a pesar de que el mayor tenía un aura que daba miedo él expuso sus dudas inocentes.
- Y.. ¿No pudieron ayudarlos los que lo mantuvieron encerrado hasta ahora?, ¿Los Vindice?
El contrario guardó silencio por un momento y por ello puedo hasta escuchar los latidos de las personas que estaban en ese lugar en un silencio doloroso.
- Vindice estuvo allí. - Reveló el Hitman, rompiendo el silencio del lugar y provocando la sorpresa en el menor, que no tomaba muy grave lo del castaño aún. - Como lo estuvieron los Arcobalenos, el grupo independiente de Varía, La familia Millefiore, La familia Shimon, La familia Cavallone, todos y cada uno de los aliados de Vongola fueron atacados por el que fue el Décimo Vongola.
Algo que realmente no se esperaba escuchar.
No podía escucharse más herido aquél hombre.
Y eso era.. muy extraño.
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¿A dónde es...que me estás llevando?
- Gao Gao.
¿Una oficina? Pero sigo sin saber bien en donde nos encontramos.
- Gao. - Dijo, sin voltear a verme y sin detenerse en su camino por el pasillo que no parece tener final.
¿Una Mansión?, ¿A quien veremos, es al dueño?
- Gaaoo.
¿Alguien importante?
-Gao.
¿No?, Bueno..
Pero.. ¿Para qué venimos entonces?
No me contestó pero se detuvo frente a una puerta casi de inmediato y me volteó a ver.
Golpeó su cabecita en la puerta frente a la que se había detenido.
Me hacía señas con su cabecita de que me acercará.
- Gao.. - Pronunció bajito, llevando sus ojos de mi hacia la puerta.
Di unos pasos y me acerque a la madera de la entrada hasta poder tocarla con las llemas de mis dedos, estaba fría, muy fría, y la puerta no se sentía como la madera.
¿Cuánto avanzó todo en lo que estuve dormido?
¿Una puerta de hierro?
¿Qué más ha avanzado?
La empuje con algo de dificultad y antes de que hubiera un espacio en el que pudiera caber, el perrito paso por el pequeño espacio que puede abrir.
Observando el suelo aún seguí empujando un poco más la pesada puerta hasta lograr un espacio en el que pudiera caber.
Pero antes de que pudiera entrar algo fue lanzado hacia mi dirección, por lo que agarré mi cabeza con ambas manos y me agache.
¿A alguien se le descontrolo algo?
Eso podría haber dañado a alguien.
Observé hacia atrás buscando con mi mirada cansada y borrosa qué había sido lanzado, diferenciando un jarrón quizá estrellado en el suelo.
Alguien podría haber salido muy mal de ese golpe.
- Hey, - Una voz habló, suave quizás, abriéndose paso en el silencio. - Deberías estar en cama. - Pronunció sin levantarse de su asiento.
Giré mi cabeza hacia mi espalda y observé sobre mi hombro el interior de la puerta que había movido.
Que extraño.
¿No se parecen... a algunas personas que he visto..?
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Las miradas de asombro y desconcierto, además de miedo mal disimulado, eran las que observaban al intruso recién llegado.
Era extraño observar allí.. de pie..
Con una piel ya no tan pálida como cuando llegó, pero aún así sin tener el color que debería.
Unos ojos aún llorosos y aún sin ese brillo con el cual los habían conocido y el cual no iban a tener jamás.
Y con aquél cachorro de león que los observaba expectante y amenazante, frente al recién llegado, ahora que ese Hitman había lanzado el florero.
Se habían quedado mudos.
¿Pues que iban a decir?
Pero..
Un paso fue dado.
Alertando a todos los presentes, obligándoles a colocarse de pie en segundos, quienes sacaron y aparecieron sus armas a la par, apuntando hacia ese hombre de ojos muertos que los enfrentaba.
Sin notar que el movimiento no fue de él, sino de..
- ¡No lo ataquen!
Ese grito los alertó, provocando que un par de armas fueron disparadas, una ilusión fuera creada y un rayo fuera lanzado.
Alertando a un animal furioso que se encontraba repensando sus actos.
No había sido buena idea llevarlo allí.
No lo querían allí.
Lo habían dejado sólo.
La furia lo dominó en segundos, provocando que el animal creciera, triplicando su tamaño, para recibir los impactos.
Él podía sentir que el ser detrás suyo estaba perdido, confundido y desolado, pero.. no sabía porqué.
Pero ahora podía hacerse a la idea de que su Cielo estaba en peligro.
Por ello mostrando los dientes y su potente figura, no pensaba moverse de en frente de Su Cielo.
No iba a dejar que le tocarán y lo hirieran, no de nuevo.
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Los ataques golpearon un objetivo y lo mantuvieron apresado.
He allí que cada uno estuviera alerta a cualquier movimiento siguiente.
No podían darse el lujo de asumir que ya había terminado.
El entrenamiento de los años los habían fortalecido para poder recibir a otro Cielo.
Intentando mantenerse erguidos en la espera.
Hasta qué hace medio año lo habían encontrado.
Y como no habían podido lograrlo ahora debían protegerlo.
De todas las potentes amenazas.
Incluso ésa.
Las miradas afiladas no se apartaban del objetivo que se encontraba detrás del humo.
Tampoco aquélla que observaba preocupada, aterrada y confundida al mismo tiempo en esa dirección.
Hasta que inevitablemente se disipó el estorbo, dejándo observar.
Esa mirada... aún apagada..
Con una llama en su frente.
Eso no era bueno.
Y un león repleto de fuego que ya había perdido su forma y mostraba los dientes relucientes aún.
Daba miedo.
El aire se hacía difícil de respirar, tanto para asustados como para sorprendidos.
El miedo latente corría por las venas de todos los presentes.
¿Qué estaba sucediendo?
¿Eso era medianamente normal?
- Oye, tranquilo, todo está bien. - Una voz rompió el silencio suavemente alzando ambas manos en son de paz. - Tranquilo, tranquilo.
El león repleto de llamas observó a quien se acercaba, mostrándole los dientes y retrocediendo unos pasos para rodear a la persona detrás de él.
Demostrando sus intenciones.
Proteger.
- Bajen sus armas - Pidió amablemente el muchacho, ahora hacia sus guardianes y tutor, los cuales le observaba sorprendido.
¿Qué acaso estaba loco?
¡Ese sujeto era un asesino!
- Yurikiri, ya te dije lo que hizo, mantente atrás. - Habló firme el de sombrero, volviendo su vista al frente. - Sabemos de lo que es capaz.
El más pequeño, de edad, observó de nuevo al muchacho detrás del león furioso.
Debe ser doloroso que tu familia te odie, ¿No es así?
Notaba que aquel no hacía nada, simplemente se mantenía parado detrás del animal, observando perdidamente hacia un lado.
El silencio del lugar dejaba saber que no podría hacer nada para ser escuchado.
Más en ese momento observó que aquel castaño hizo un movimiento que lo sorprendió.
Movió su rostro hasta su posición, como si lo estuviera observando y lo hubiera sentido.
Y en ese instante, se desplomó contra el suelo rápidamente y comenzó a llorar en silencio.
Podía notar las lágrimas caer de sus ojos mientras estos ahora observaban a la nada.
Él estaba sufriendo.
Y sólo él lo sabía, ya que el león no lo observaba.
Y sus guardianes sólo apuntaban, listos para atacar.
¿Por qué estaba sucediendo todo eso?
¿Por qué el mundo la tenía contra esa persona?
Uno en silencio siempre sufre solo.
No podría ser peor.
Estaban todos sentados en una mesa, incluido ese cachorro de león sobre las piernas del castaño con los ojos muertos.
No podía tornarse más incómodo u aterrador.
¿O si?
Nadie quería mediar palabra, porque sabían que tarde o temprano terminarían hablando del peculiar caso.
Y era como intentar evitar el tema que estaba de moda.
Algo prácticamente imposible.
El león parecía un simple gato con el castaño.
No se animaba a intentar acariciarlo por temor a que lo viera como una amenaza y lo atacara.
Mientras el castaño de piel blanquecina no hacía ningún movimiento.
Le parecía un poco preocupante pero no le molestaba alimentarlo si era necesario, llegaba a verlo como si tuviera un pequeño hermano, lo cual le agradaba teniendo en cuenta que es hijo único.
Pero como un chorro de agua fría le vuelve a la mente la charla que habían tenido hacía una hora atrás sobre que ese muchacho, ese que tenía a su derecha era mayor que él.
Pero no aparentaba más de quince años ¿Cuántos tendría sino?
#*&$&*#
Había niebla en su mente, una que no quería disolverse por ninguna razón.
Eso solo lo dejaba con un actuar irregular en todo ese show.
No tenía un papel que seguir, ni un personaje que interpretar.
Estaba perdido y nadie sabía darle indicaciones.
Le dolía todo y no podía recordar qué era lo que lo tenía con un vacío en el pecho.
Sentía odio hacia sí mismo, no entendía muy bien si era completamente de su propia parte.
O si venía de afuera.
Quería volver.
Volver a estar sólo, a no pensar en nada.
Volver.. A ignorar todo..
La sensación de asfixia había aumentado y un dolor infundido sin explicación había comenzado a crecer desde que estaba en ese lugar.
Esas personas que sentía que conocía, podía ver, sentía, que le repudiaban.
Era algo malo para ellos y no podía recordar el qué o el porqué.
A pesar de las muchas personas que creía conocer de algún lugar, también había un niño.
Un niño inocente, amable, sin intenciones hostiles, siquiera hacia él.
Era muy extraño y algo reconfortante.
Sentía al perrito brillante sobre mis piernas, calmado, cálido y muy pequeño.
Volví mi vista de donde fuera que la tuviera fija, hacia el frente, recibiendo el rostro sorprendido y luego fruncido de un hombre con cabello plateado.
Él me miraba de forma hostil y sentía en él un remolino de otras sensaciones.
Como si me chocara una tormenta de agua.
Confusión, tristeza, miedo, odio, incomodidad.
Podía pensar que eran dirigidas hacia mi, pero no lo tenía muy claro en mi mente.
Apenas moví mi rostro unos centímetros más a mi izquierda, observando ahora a un hombre de cabellos negros muy corto.
Esté también me observaba frunciendo su ceño hacia mí
Lo había detectado porque el primero y ese se habían tomado repentinamente de las manos debajo de la mesa.
Confort, apoyo, amor, tranquilidad, comprensión.
Parecían tranquilizarse porque de un momento a otro las sensaciones que recibía de ellos eran completamente distintas.
De punzantes y amenazantes a cálidas y reconfortantes.
#KHR#Katekyo Hitman Reborn#Mal final#Bad ending#Idea de fanfic#Vongola decimo#Vindice#Guardianes de la décima generación#Tsuna en Vindice#Reborn#Otro heredero#Wattpad#Nuestro adorado cielo
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Ladrón de vida
Summary: A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Pairings: Netherlands/Taiwan
Warnings: Explicit language
Other links:
https://archiveofourown.org/works/31814512/chapters/80610916
https://www.fanfiction.net/s/13897388/4/Ladr%C3%B3n-de-vida
IV. ¿Qué hay del amor?
Después de aquella noche, Mei se dio a la tarea de observar a Jan más de cerca. Cuando le contó de su condición, lo vio de verdad preocupado y avergonzado, así que supuso que no había visto a nadie más porque no solo andaba muy tranquilo con ella, sino que no había encontrado ningún indicio de culpa, es más ni siquiera miraba su teléfono. De haber estado arrepentido habría regresado a ella con flores o con planes de un viaje. Sin embargo, parecía como si estuviera ocultándole algo más. Si no era una aventura o alguna mala noticia, entonces ¿qué era lo que le pasaba que no podía contarle?
Claro, Jan tenía sus secretos, por supuesto, pero ahora era como estar con una persona completamente diferente. Se portaba más malhumorado, hablaba poco, le era difícil expresarse y cuando lo hacía se veía incómodo. Y si a esto se le sumaba que de repente era un experto en automóviles, porque echó a andar su auto e incluso la previno de charlatanes. Todo esto la dejó pensando bastante acerca de quién era realmente ese hombre que había regresado a su lado y con quien iba a casarse.
“Sabes, siento que, de ese último viaje, Jan llegó muy cambiado” dijo Mei, soltando un suspiro.
“Bueno sí, ahora da miedo. Todos los días tiene esa cara larga. Qué odioso es” se quejó Ling.
“Ay no, bueno sí da un poquito de miedo” replicó riéndose bajito. “Es que ahora pasamos más tiempo juntos, se interesa por lo que estoy haciendo y conversamos mucho. Es como si fuera otro. Incluso sus modales son diferentes. Es más tosco y reservado, pero también es muy atento conmigo.”
“¿Crees que de verdad haya cambiado?” preguntó su hermana, incrédula.
“No lo sé. Tal vez mamá tenía razón después de todo” contestó Mei encogiéndose de hombros.
“Quizá, pero sigo sin entender cómo has podido aguantar tanto tiempo con él. Es lo mismo que con mamá. Sabe muy bien que a papá no le quedó más remedio que quedarse con nosotras. Ella fue la única ilusa que lo aceptó hasta el final. Jan y él son igualitos” replicó Ling con desprecio.
“Eso parece” contestó Mei, desviando la vista.
Era verdad que conocer la doble vida de su padre había sido un golpe muy duro para ella, y había arruinado la relación con su padre para siempre. Sin embargo, Mei lo había perdonado hacía mucho tiempo, al igual que su madre quien lo recordaba como si se tratase de una especie de santo. Y ahora, ella parecía estar viviendo lo mismo con Jan.
Jan se había presentado ante ella como un hombre encantador que estaba dispuesto a bajarle la luna y las estrellas si ella se lo pedía, pero sabía la clase de hombre que era. Era el típico mujeriego, rico, apuesto y seguro de sí mismo como se ve en las películas. El tipo de hombre del que había tenido cuidado de encontrarse.
Antes de Jan, Mei estaba saliendo con un muchacho, pero Jan la conquistó con detalles y su apoyo incondicional para cualquier proyecto que se le presentara. Aunque en realidad, había cedido ante esa actitud de sufrimiento por considerarse su segunda opción, y entonces ella decidió darle una oportunidad. Cómo si no tuviera otras, ¿por qué me elegiría a mí?, se preguntaba Mei.
Si bien al principio lo que sentía por él había sido simpatía, luego se sintió deslumbrada por su forma de ser, por esa confianza que tenía en sí mismo, y por la certeza de que ella era muy poca cosa para él y que jamás volvería a encontrarse con otro hombre igual. Jan había sido el primer y único hombre en su vida, y estaba segura de que la quería, pero rara vez lo demostraba con otra cosa que no fueran regalos o palabras vacías.
Lo había perdonado una y otra vez, porque luego de haberle fallado, él la compensaba con cualquier cosa: viajes, joyas, ramos y ramos de flores. Y luego de ver lo que él hacía por recuperarla, a ella no le quedaba más remedio que aceptarlo de vuelta y callar sus reclamos. Tal como su madre había hecho con su padre, le había dado la libertad de no tenerlo atado, había ignorado cada indicio y prueba de sus mentiras, porque al final siempre volvía. Entonces, creyó que algún día, cuando se cansara de ese libertinaje, sería solamente suyo.
A veces, pensaba en intentar pagarle con la misma moneda, pero se sentía asqueada solo imaginarlo. No quería rebajarse a su nivel ni actuar por despecho. Una vez, durante una estancia en Italia, conoció a un joven encantador, llamado Feliciano Vargas. Le había atraído por ser muy tierno y apuesto. Sin embargo, entre ellos surgió una bonita amistad que no quiso arruinar con su despecho y que aún mantenía a distancia.
“Bella, cuando te aburras de ese fanfarrón, escápate conmigo” bromeaba porque hasta a él le desagradaba Jan.
Mei estaba a punto de tomarle la palabra, pero entonces Jan por fin le propuso matrimonio y ese fue el fin de sus tentativas de abandonarlo. Además, se convenció de que estaba enamorada de él y que si la había escogido como esposa era porque la amaba. Y con esto en mente, aceptó el compromiso, aunque en lo profundo de su corazón sabía que jamás llegaría a ser feliz con él. Eso le confirmó que en realidad no sentía ese gran amor que creía sentir. Su relación estaba basada en la rutina y la comodidad económica que nada tenían que ver con el amor, y mucho menos con el sexo, pues hacía tiempo que habían dejado de dormir juntos.
“No es cuestión de amor. Estás a punto de cumplir 27 años, eres aún joven, pero ¿crees que podrás vivir de tu arte? ¿Crees que podrás encontrar a otro hombre antes de que tu reloj biológico empiece a apresurarte? Cásate con él, al menos asegura tu futuro al lado de un hombre rico” sentenció su madre, dándole el último empujón para aceptar ser la esposa de Jan.
Para su madre, Jan era más bien como una especie de trofeo y el reflejo de lo que ella misma había hecho años atrás. Al pensar en todo eso, Mei deseó que su hermana corriera con mejor suerte.
Ahora, aquí estaba Jan, a su lado de nuevo, pero esta vez todo era muy diferente y esa llama que creyó ver extinguida, de repente estaba resurgiendo como una pequeña chispa en la oscuridad.
“Pues más vale que así siga” dijo Ling, sacándola de sus pensamientos. “Me alegro mucho de que Henri no sea como él”.
“¿Por qué? ¿No me digas que te gusta?” preguntó Mei, sorprendida.
Ling se ruborizó, pero no lo negó.
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Luego de muchos cambios, Mei por fin terminó de pintar el retrato de Jan. Al verlo, sonrió satisfecha, era el cuadro que le daría de regalo de cumpleaños y que colgarían en el que sería su nuevo hogar cuando se casaran. Luego, admiró su trabajo con más atención, fijándose en los nuevos detalles que le daban carácter e identidad al cuadro. Se dio cuenta de que ahora ese rostro que tanto amaba había cambiado. Tenía un semblante endurecido por una mirada fría y el ceño fruncido, su expresión irradiaba soledad y una completa ausencia de cariño.
No era el mismo Jan encantador que había empezado a capturar meses antes sino un Jan distinto, que ocultaba sus verdaderos sentimientos y andaba como guardándose todo para sí mismo. Entonces, Mei se echó a llorar, porque la imagen del hombre que amaba se había transformado en otra persona.
A pesar de que tenía el mismo pelo rubio y esos hermosos ojos verdes. No era él. No era Jan.
En ese momento, no se dio cuenta que Lars había entrado a la habitación y la encontró llorando. Él no dijo nada, simplemente la abrazó y la dejó llorar a gusto, sin entender que la estaba ayudando a dejar escapar los sentimientos que había tenido atorados en el pecho por mucho tiempo.
En ese momento, al sentirlo consolándola, Mei supo que ahora lo amaba de verdad.
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Con el corazón rebosante por el amor recién descubierto, Mei sentía que había tomado la decisión correcta al aceptar casarse con él. Aunque la boda no tenía fecha definitiva, habían decidido que fuera en invierno y Mei quería que llegara el momento para poder convertirse en su esposa. Por su parte, Lars quería disfrutar de cada segundo a su lado. En cualquier momento llegaría Jan y entonces todo terminaría o tal vez no, tal vez podía hacer algo para salvarla y que no saliera herida. Incluso, se le había ocurrido contarle la verdad y huir lejos a hacer una nueva vida, aunque luego se arrepentía porque le sonaba absurdo. Era egoísta creer que podría robársela y escapar, así como así.
Estaba pensándolo hasta que la lluvia empezó a caer y corrieron tratando de guarecerse en una parada de autobús. Ambos se miraron y sonrieron. Entonces, él sintió como si sus emociones se le acumularan en el pecho y quisiera gritarle a todo el mundo que era feliz. En ese momento, olvidó que no era Jan y quería expresarle a Mei sus sentimientos.
“Mei…”
“¿Sí?” le preguntó con una dulce sonrisa.
“Me gustas… me gustas mucho,” le confesó con la cara roja y sintiendo un ligero temblor en las manos y las rodillas. “Estoy feliz de haberte conocido” continuó él con seriedad.
Ella lo miró extrañada, pero igualmente contenta, pues Jan nunca le había dicho algo así. Lo único que le decía era que era su chica, que era suya y de nadie más, pero ella quería palabras cariñosas y sinceras.
“Tú también me gustas y estoy feliz de tenerte en mi vida. Ya falta muy poco para nuestra boda” le dijo, parándose de puntitas para darle un beso en la mejilla.
Él agradeció que ella no lo hubiera llamado Jan, porque de ser así, aquello le hubiera sabido amargo. Sin embargo, se conformó con habérselo dicho y que ella de manera indirecta le hubiera correspondido.
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A pesar de haberse librado de sus responsabilidades, de vez en cuando Jan pensaba en el trabajo, en su familia y en Mei. Se preguntaba qué tal le estaría yendo a Lars. Aunque lo sabía incompetente para dirigir la empresa, sabía que estaba en buenas manos porque Henri se ocuparía de todo. Sin embargo, lo que estaba molestándolo eran las últimas noticias de su informante. Como lo suponía, todo iba sin tropiezos, pero cuando se enteró de que Lars y Mei solían almorzar juntos casi todos los días, de pronto se puso a la defensiva. Era momento de observarlos más de cerca.
“No entiendo para qué quieres que la vigile cuando tú la has engañado más de una vez” le reclamó Arthur Kirkland, un viejo amigo quien de pronto se había convertido en su informante. “Déjala que pase el rato con él ¿o te da miedo que él sea mejor amante que tú?” le preguntó burlón.
“No seas imbécil. Lo hago porque no confío en ese tipo. Además, sabes cómo es Mei, puede que se esté aprovechando de ella.”
Arthur pensó que era un hipócrita. En el tiempo que llevaba conociéndolo sabía que jamás había tenido una relación estable, aparte de Mei, y que la había engañado en varias ocasiones, pero eso sí, quería que ella le fuera completamente fiel. Él estaba incómodo con ese comportamiento porque la conocía y ella era agradable, pero como le debía una gran cantidad de dinero a Jan no podía negarse a servirle de informante.
“Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer, gánate su confianza y haz que te diga todo. Le dije que podía confiar en ti. Aunque te advierto que es una persona bastante difícil cuando se trata de hablar con otros” le advirtió Jan.
Arthur no tuvo que pensar mucho para adivinar a qué se refería. Ese tal Lars le parecía tan huraño y malhumorado, andaba con cara de pocos amigos y ahora en vez de causar la simpatía que inspiraba Jan a los demás trabajadores, éstos empezaban a tenerle miedo. Escuchaba los diferentes rumores del repentino cambio de personalidad y sabía que a pesar de que podía imitarlo, era muy difícil hacerlo salir de su zona de confort para que actuara como un tipo carismático.
Un día, Arthur apareció en la oficina y saludó a Lars. Usualmente, Lars y él intercambiaban un par de frases acerca del trabajo o del día, nada fuera de lo común, de hecho, hasta por eso dudaba de que él se tratara del mejor amigo de Jan tal y como él lo había convencido. Por eso, cuando lo invitaba a tomar algo después del trabajo, le seguía la corriente y aceptaba, aun si a veces no sabía qué tipo de conversaciones debería tener ya que no quería sonar sospechoso. Ese día, claro, no fue la excepción.
“¿Y cómo va todo?” le preguntó Arthur.
“Bien, supongo” contestó Lars y volvió a darle otro sorbo a su bebida.
Arthur suspiró frustrado. A diferencia de Jan, a Lars había que sacarle las palabras con tirabuzón. Le parecía incluso más desesperante de lo que había imaginado, al menos Jan le ofrecía algún tema de conversación nuevo, mientras que éste troglodita se quedaba quieto como una piedra sin decir nada. Entonces, intentó provocarlo para que le diera información de primera mano.
“Me alegro ¿Te has estado portando bien con Mei?”
En ese momento, Lars lo miró con desprecio y Arthur supo que había dado en el blanco.
“Pregunto, porque bueno, tú sabes cómo eres, y dentro de poco tendrás que decirles adiós a tus amiguitas” dijo, pensando que en realidad era despreciable.
“Mei y yo estamos bien” contestó con menos agresividad y desvió la vista. Esta vez su mal humor se había esfumado, como siempre que hablaba de ella, luego sonrió casi imperceptiblemente sin despegar la vista de su vaso y continuó hablando: “Ella es… fantástica”. Y suspiró.
Entonces, Arthur hizo una mueca. Conocía esos gestos, sonaban a la frustración que acarreaba un amor no correspondido. Así que tal vez Jan no estaba tan perdido al sospechar de un posible romance, pero creía que Lars sería incapaz de manipular a Mei. En este caso, parecía que sus sentimientos por ella eran sinceros. Aunque esto le provocó una sonrisa, al pensar que Jan por fin iba a recibir su merecido luego de tantas mentiras, especialmente si al final ella terminaba por corresponderle.
Lars se dio cuenta de lo que acababa de decir y se sonrojó. Al menos ya se había confesado y ella conocía sus sentimientos, pero no como Lars sino como Jan. De todas formas, sabía que era mejor así. Además, él jamás podría darle una vida como la que Jan podía ofrecerle.
Al notar que su ánimo había decaído considerablemente, Arthur sintió pena por él, así que mejor cambió de tema a noticias más agradables. Lars habló poco, solo se limitaba a asentir o contestar con monosílabos, como siempre. Un rato después, se despidieron y ambos maldijeron a Jan en sus mentes.
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Glee «Two to Tango»
Marzo de 2016
-¿Rachel?... -¡Blaine!, ¡hola!… —exclamó de vuelta la chica al encontrarse con el esposo de su amigo en la escalera del edificio donde estos vivían cerca del Central Park— ¿de compras?... —pregunto señalando la bolsa de víveres. -Si, nos faltaban algunas cosas y como Kurt… -¡¿Qué demonios es eso?! —interrumpió señalando lo que Blaine se llevaba a la boca de lo más gustoso. -Oh… —respondió tragando— son bagels verdes, ya sabes por San Patricio, ¿quieres uno? —preguntó haciendo ademán de abrir la bolsa de papel con el logo del café «New York Bagels» -No gracias… —contestó la chica poniendo cara de asco. -Como quieras… ¿vienes o vas?... —añadió Blaine señalando los peldaños que le faltaban por subir. -Me voy… Kurt está intratable… —dijo bajando el mismo número de escalones -¿Como? -Lo que oyes… —dijo mientras se acomodaba el bolso en el hombro— si a veces es insoportable, hoy lo es mas… adiós… —agregó moviendo su cabello con dramatismo.
-¿Que?... Rachel... ¿Kurt está bien? —preguntó tomándola del antebrazo. -Obvio que esta bien… es solo que, como dije, esta intratable, traía este guión para que ensayara conmigo para mi clase de Expresión corporal II y ni siquiera me tomo atención, esta obsesionado con unos paso de baile, de tango o algo… -¿Tango? —repitió Blaine sonriendo con picarda. -Si, tango, es la nueva obsesión de Cassandra July… -Creí que ella solo daba clases a los de primer año. -Y así es… este un «workshop» o «danceshop» o no se como lo llama, el asunto es que lo dicta desde el semestre pasado y cada vez que empieza uno hace audiciones para llenar las vacantes, así es que tu esposo esta nervioso por eso… porque quiere entrar a como dé lugar... le dije que Cassandra es parcial en las audiciones, que solo es arpía en su clase y que solo odia una persona cada promoción, y se concentra en los recién llegados… pero no me escucho —terminó por decir Rachel mirando hacia el departamento de sus amigos— en fin… suerte con eso… —añadió retirándose, Blaine se quedó como pensando en todo lo que había escuchado y miró a su amiga y hacia el piso inmediato a donde estaba y a su amiga nuevamente y así unas cuatro veces.
-Vaya Señor Hummel-Anderson… no esperaba encontrarlo con tan poca ropa… —dijo Blaine como primera cosa en cuanto entró al departamento, su esposo había movido algunos muebles y practicaba los pasos básicos del tango en medio de sala, frente a un espejo de cuerpo entero, sin camisa, ni zapatos y con la versión orquestada de uno de los tangos más populares a todo volumen.. -Un pantalón de ejercicio no es poca ropa Blaine Anderson-Hummel… —contestó al tiempo que estiraba uno de sus brazos y el otro lo mantenía cerca de su cuerpo como si estuviera abrazando a alguien. -Pues es bien poca ropa desde donde estoy… —repitió entrando, dejó sus cosa sobre uno de los sillones y llevo la bolsa de los víveres y la de los bagels hasta uno de los muebles de la cocina— ¿porque estás a medio vestir? -Porque mi camiseta estilo Alex Owens en Pittsburg me incomodaba, lo mismo que estos pantalones… —dijo arremangandoselos hasta la rodilla— te juro y si no fuera por Rachel, estaría en ropa interior… -Pues yo no me opongo a eso, que quieres que te diga… —dijo Blaine soltando una pequeña risa— me encontré con ella a todo esto… —agregó mientras comenzaba a guardar las compras. -¿Si?... ¿te dijo que llegó demandando ayuda?... —agrego Kurt haciendo hacia un lado el paso sincopado. -Me lo dijo, ademas de otras cosas que prefiero no repetir… -¿Como?... ¿que cosas?... —quiso saber su esposo bajando con el control remoto el volumen a la música. -Cosas, como que estabas insoportable por ejemplo. -Quien habla de insoportable… —murmuró volviendo a lo suyo, alzó el volumen a los violines de la versión orquestada de «Por una cabeza» y siguió ensayando. -Me dijo también que esta nervioso por la audición del taller de Cassandra… —agregó guardando en la heladera uno botella de leche tamaño familiar— actividad de la que no me habías contado por cierto… -Lo se… —dijo girando sobre uno de sus pies para. acto seguido, darle una mirada como de complicación— pero quería entrar primero y después contarte… ¿entiendes mis razones?, ¿verdad? -Por supuesto... -Gracias… y no estoy nervioso… —corrigió dando un par de pasos hacia adelante como en cámara lenta. -¿No? -No… lo que estoy es preocupado, porque si todo lo que he escuchado de la señorita July es cierto, créeme y no lo pasaré muy bien en esta audición… -¿Para que la haces entonces?... hay otro talleres… -Los hay, pero este es del que más se habla y del que más se aprende... dejando de lado el trauma de por vida por cierto... -Vamos… -Oye… es la verdad. Rachel fue víctima de ella cuando recién llego aquí… y creo que nunca volvió a ser la misma… ¿por qué no podría ser yo este 2016? -Porque tu eres mejor que ella en muchos aspectos y ciertamente… bailas mejor… —respondió cerrando la puerta del refrigerador. -Vaya si eres parcial Blaine Anderson-Hummel… —dijo Kurt sonriendo coqueto. -¡Obvio que lo soy!... —exclamó acercándose, se paro detrás y lo miro por el reflejo del espejo— piensa que solo es una arpía con los de su clase de comienzos de otoño. -Eso es verdad… ¿que estas comiendo?... -Es un bagel verde… ya sabes «¡a los buenos días!» —respondió dando acento irlandés a sus palabras, Kurt lo miró con cara de impacto extremo— ¿ordenaste la cena?... —agregó cambiando el tema. -No… -Lo haré yo...—dijo haciendo ademán de hacer lo que dijera. -Blaine, espera... -¿Que? -Preferiría que dejáramos lo de ordenar para una vez por semana, los viernes por ejemplo… tenemos que ahorrar en algo y creo que eso seria por donde podríamos comenzar… —dijo poniendo cara aproblemada. -Tienes razón… cocinare algo entonces… pero primero… —añadió echándose el último trozo de pan a la boca— primero me daré una ducha… ¿me acompañas?... —preguntó moviendo las cejas. -Me encantaría.. pero prefiero seguir en esto… —dijo volviendo a lo de la posición con el brazo estirado. -¿Seguro?... ahorraremos agua… —insistió su esposo como cantando. -Por cierto que si, pero te juro que si no logro aprender esto, prefiero suicidarme.. -Kurt.. no digas eso… -Tienes razón, lo siento… además, para que suicidarse si la misma Cassandra pondrá fin a mi vida al ver el poco talento que tengo… o mi Papá al darse cuenta que paga una tuicion anual de cinco dígitos para nada… -No seas tan duro contigo mismo… —dijo dándole un beso en la mejilla— eres mejor de lo crees… —agregó susurrándole al oído, Kurt sonrió y lo miro hasta que desapareció por la puerta del baño. -Ok… lento y sexy… lento y sexy… — repitió tomando un poco de aire antes de seguir con su práctica en solitario.
-¿Aun en eso?... —pregunto Blaine saliendo ya duchado, traía el pelo mojado y revuelto y vestía solo el pantalón del pijama. -Aun… estúpida Argentina y su baile complicado… —respondió moviendo su cuello de un lado a otro— y hablando de poca ropa Señor Anderson-Hummel… —añadió señalándolo con la mirada. -Bueno… aprovechare los últimos suspiros que le quedan a nuestra máquina lavadora, y meteré esta ropa… —dijo enseñando el atado que había hecho con su vestimenta el día. -¿Qué haremos cuando eso pase?... lo de la lavadora me refiero… —dijo moviendo su cadera de un lado a otro -Pues recurrir a la lavandería que esta a dos cuadras de aquí… -Claro… ¡uy!... ¡odio que seamos tan pobres!… —añadió empuñando sus manos. -No lo somos, solo estamos empezando… oye… sin querer entrometerme ni nada… pero… ¿quieres que te ayude? -¿Con el tango? -Así es… no se si conoces el dicho, pero… para bailar tango se necesitan dos… —dijo parándose enfrente. -¿Y tu sabes algo de este baile?... —preguntó mirándolo con los ojos empequeñecidos. -Algo… mi mamá quiso aprenderlo antes de la boda de una de sus hermanas y me usó a mi como pequeño acompañante… -¿Cuantos años tenias?... —agrego Kurt sonriendo y mirándolo con ternura. -12 o 13… pero me acuerdo de todo… eso si te lo puedo asegurar… ¿que dices?—sentencio poniéndose en posición. -Digo que no podría pedir un mejor profesor.... -Ok… —dijo dando un aplauso— ¿quieres ser tú el que guíe? -Me gustaría… -Bien… entonces lo que debes saber es que toda la responsabilidad la tienes tú… -¿Responsabilidad? -Si... piensa en el tango como la expresión vertical del deseo horizontal —Kurt lo miró de medio lado— sexo… —agrego Blaine sonriendo. -Oh… -Así es que debes mirar a tu acompañante como miras a quién estás a punto de amar… -Ok… —dijo Kurt dándole una mirada de lo más intensa, como si pusiera a disposición de el todos sus sentidos— ¿así? -Así… —contestó Blaine sintiendo un poco de calor— en fin… tu brazo izquierdo… —dijo tomándole el derecho— disculpa… —agregó como nervioso— tu brazo izquierdo— repitió esta vez tomando el indicado— debe permanecer recto… y con el otro... me abrazas… —dijo acercándose un poco mas— no, mas arriba… —corrigió al sentir la mano de su esposo cerca de su trasero— ahí… —dijo cuando Kurt enmendó la posición de su extremidad y la dejó casi en medio de los omóplatos— entonces yo… tomo tu mano con mi derecha y pongo mi mano izquierda aquí… —añadió situándola en la espalda de su esposo. -¿Y ahora? -Ahora bailamos… la regla más simple que debes recordar es «lento, lento, rápido, rápido, lento»… —Kurt repitió para sí aquella instrucción unas tres veces— como tu eres el que guía debes dar el primer paso, y por cada paso que des hacia adelante yo retrocederé y así tendrás que hacerlo con Cassandra o con cualquier mujer con la que te pongan a bailar... ¿estás familiarizado con esos pasos?, ¿verdad? -Obvio, hasta me aprendí los nombres… -No necesitas nombres, solo debes sentir… ¿listo? —añadió apuntando el control remoto hacia el reproductor de música -Listo… —contestó su esposo parándose bien recto, Blaine dio «play» y clavó sus ojos en él en espera que diera el primer paso, Kurt tomó un poco de aire, lo miró como él le dijo que lo hiciera y avanzó con el pie izquierdo hacia adelante, Blaine sonrió retrocediendo con el derecho y así siguieron bailando como si hubieran nacido sabiendo. -Por dios… este baile es espectacular… —dijo Kurt moviéndose a la derecha con el pie derecho estirado. -¿Ya no odias a Argentina? —pregunto Blaine haciendo lo mismo pero hacia la izquierda. -¡Obvio que no!, podría gritar «ole» sin problemas… —agregó haciendo unos movimientos bien sexys, como si la música de Gardel fluyera por sus venas. -«Ole» es en España Kurt… —dijo su esposo sonriendo y formando un círculo con él en contra del sentido del reloj. -¿En serio?... y yo que sentí… que funcionaba perfecto… —dijo inclinándose hacia atrás apoyado en su pie. -Tu eres el único perfecto aquí Kurt Hummel-Anderson… —terminó por decir Blaine moviendo su peso hacia adelante para olvidarse de la lección y darle un beso bien apasionado, después de todo como bien había dicho, el tango era la expresión vertical del deseo horizontal.
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The Owl House/Capitulo 7/ Temporada 1: Lost in Language
En este capitulo pasaron bastantes cosas, nuevamente tenemos dos historias divididas, aunque puedo decir que una fue para rellenar un poco, sí, la reina de los murciélagos no me parece tanto un problema o aventura que solucionar a comparación de la segunda historia, pero si luce como un personaje que aparecerá a futuro.
¿Algo mas que mencionar? SI! No solo es un capitulo centrado en Luz, sino también en Amity! y sus hermanos mayores.
Ella se volvió uno de mis personajes favoritos del show hace tiempo y ver un capitulo donde ella es co-protagonista es un gusto, la verdad.
Pero antes de hablar de lo que nos llama mas la atención del capitulo, primero veamos lo de el pequeño encargo de niñera que Eda y King tuvieron este día, la verdad es que su motivación va con sus actitudes, el dinero parece suficiente motivación para cuidar a 1... 3 bebés murciélagos, junto con todas las molestias que eso conlleva.
Por cierto, que comentario tan simpático sobre comer bebés, ¿se puede decir que es simpático un comentario sobre comer bebés? Igualmente, ayuda esto a explicar porqué Luz no los acompañará esta vez, me gusta que se muestre la tacañeria de estos dos como motor para que se muevan sus acciones, incluso pasa lo que almenos yo me esperaba, que se encariñaran de esos bebés, aunque no pasó en pantalla porque pasaban cosas mas importantes en otro lugar.
Y creo que mencionaré esto, La reina murciélago es un demonio también, el más rico según Eda, actualmente estoy dudando un poco sobre que es y no es un demonio en el lugar. Porque inteligencia tiene, ademas de presencia, uno de esos demonios importantes que mencionaba King, solo sin parecer amenazante o raro, solo único.
Creo que los demonios son estas entidades con o sin limitados conocimientos que tienen una parte de un animal o son directamente un animal, los más fuertes o importantes no son vistos como bestias sino como seres individuales y se respeta su presencia dependiendo que hagan, aun así son considerados demonios.
Porque me vas a decir que estos bebés escupe fuego, chillidos rompe cristales y escupitajos de ácido no son fuertes de alguna forma, molestos si parecen y problemáticos también, pero son después de todo bebés, incluso el minino gesto maternal puede calmarlos.
Y hablando de gestos maternales, Eda es una mujer mayor que no ha tenido descendencia, claramente no está acostumbrada a lidiar con bebés, ademas claro por su personalidad rebelde y conducta no autoritaria no se esperaría que supiera manejar la situación, pero al final sí sabe como volver a tranquilizarlos y sobretodo despertar su sentido maternal que tiene.
Que idea más ridícula ¿Verdad?
Lo que más me da gracia del asunto es que tenemos a una señora búho que no ah tenido crías cuidando a 3 bebés murciélagos, en mi mente veo a Eda versión bestia con esos bebés acurrucados en su cabello y me da más gracia pensar eso.
Incluso la referencia que hace Luz al final dándoles un libro de “Como superar el síndrome del nido vacío”, todo lo referente a esta situación da gracia cada vez que lo pienso y aunque era obvio el giro de que se encariñaban con los bebés al final, en general la situación no fue para nada molesta de ver, sino entretenida y fue un buen divisor de tiempo sobre la aventura que tuvo Luz hoy.
Pero ¿Que aventura tuvo Luz hoy? pues una muy interesante en el lugar mas interesante que podrías visitar, una biblioteca! también está el detalle de que es mágica pero solo son pequeños detalles.
Es bastante interesante lo que hay, como un sistema decimal que no les gusta los dulces, lineas de libros flotando y sobretodo esferas de cristal para ver lo que quieras, aunque no te salvas ni con magia de tener mala conexión.
Todo muy tranquilo hasta que Luz se alerta de que alguien le “descubrió” sin que halla estado haciendo algo incorrecto.. de momento.
(Maestra del escondite Luz, siempre con un plan para confundirte en el entorno.)
Pero veamos, pasamos a ver que en realidad era Amity la que estaba hablando, pero no a Luz, sino a unos niños, y les está narrando un libro infantil con toda la ilusión del mundo. Luz parece sorprenderse mucho por esto y no sé si tomarlo como una expresión de sorpresa natural o que pensaba que Amity sería tan antipática de lo que aparenta, que no sabría tratar con niños o algo parecido. No sé, pero que esté sorprendida que se vea tan “buena y sonriente” me indica que en verdad pensaba bastante mal de ella, aunque no la culpo.
Y es curioso, porque la vemos a ella narrar feliz una historia mientras que Eda está luchando con tranquilizar a unos bebés, no quiero decir que sea un paralelismo importante, solo que es curioso.
Se nota que, aunque diga que son créditos extra, le gusta este “trabajo de medio tiempo”, ademas de ser una historia que leía de niña.
Pero nuevamente la vemos reacia a tratar con Luz, aunque ella tenga el actual objetivo de hacerse su amiga como Azura. Aunque Amity prefiere que se vaya y curiosamente Luz acepta esta negativa, sé que como personas racionales cuando alguien quiere que te vayas después de insistir una vez nos vamos sin reclamar, pero a mi me sorprende más que nada porque estoy tan acostumbrado a ver los protagonistas insistentes en esta situación donde o terminan discutiendo o termina peor que antes, me gustó ver esta racional respuesta, donde yo haría lo mismo.
Pero no solo en este capitulo vemos a los personajes usuales, sino que ahora nos introducen a 2 nuevos personajes secundarios que si o si veremos más adelante, ¿su característica? parecen mellizos con ese tono de pelo parecido, ademas por su altura son mayores que Luz.
Saluden a Emira y Edric
Este dúo que apareció de un momento a otro me causó bastante curiosidad, no voy a mentir, claro que una de razón para mi curiosidad descubrir que eran hermanos mayores de Amity, quien diría que la chica tendría 2 hermanos mayores que me apuesto que son mellizos.
Mi idea de ellos es que al ser mayores saben tratar con chicos mas jóvenes mas fácilmente, ademas claro de tener esta preferencia de causar problemas para divertirse y mostrar algo de labia cuando hablan.
Podría hablar mas de ellos pero es que no hay mucho que contar, ya que actúan de manera simpática pero se les ve un aire de sospecha, no sé como explicarlo, pero hay algo en ellos lo cual no puedo confiar lo suficiente, no digo que sean futuros antagonistas, solo que tienen algo.
Sobretodo por ser de magia de ilusión, creo que decir “No son lo que parece” es mas que indicado, ¿Pero que puedo decir? solo puedo esperar y ver lo que hacen.
Aunque tomando lo que han hecho ahora me da una idea.
Les comento, soy también hermano mayor, tengo 2 hermanos menores y claro que los molesto, pero nada físico, sino bromas habladas sin insultos y algún que otra exageración de sus comentarios, en realidad es fastidio clásico de hermanos, lo cual también hacían estos dos. Pero posteriormente en el capitulo se mostró que se iban a pasar un poco más del limite.
¿Puedo decir que publicar partes de un diario privado es demasiado? pues sí, podría molestar todo el día a mis hermanos, pero meterme en su privacidad? eso ya sería bastante, ni en los días donde estoy mas enojado con ellos haría algo parecido; Entonces empecé a pensar: Estos dos tienen una riña con Emily, pero una ya más complicada (aunque acusarlos que se han saltado clases parece serles suficiente razón), porque esos comentarios de “ya ves como trata a los demás” o Amity en sus recuerdos “Soy la única que sabe que Emira y Edric no son perfectos ¿Porque siempre se salen con la suya?” me hacen pensar que su relación entre hermanos no es la mejor.
Incluso cuando ella se va decepcionada con Luz por pensar que es mas que una Bullyng se ven bastante tranquilos, como si fuera este momento de sinceridad una broma, como que aun no puedo confiar en ellos aun, la verdad.
Ya para terminar con estos dos, ¿Quieren ver una curiosidad? sus nombres me parecieron bastante raros, así que busqué sus significados ya que en The owl House los nombres son algo bastante importante y miren lo que encontré. Emira- significa: Digno de mérito Edric- Signific: Jefe de ricos Hmmm, como que esto me está diciendo algo a simple vista y no me estoy dando cuenta.
Dicho y hecho.
Sigamos por un tema aparte, La relación de Luz y Emity, así es, un tema que no parece muy complicado de hablar pero sospecho que se verá a futuro y no me arrepentiré de darle importancia.
Como que en este capitulo vemos un comienzo de algo más cercano a la amistad ¿verdad? Vamos, Luz con sus tonterías le hizo reír y enfrentaron juntas a un monstruo, no hay algo que una más a las personas que un peligro mortal.
Jaja, puedo estar bromeando, pero esta situación era de esperarse, hace dos capítulos una se sinceró con la otra y hasta ahora no había una interacción no “problemática” entre ellas, un momento vemos que por un malentendido pudo esta relación empeorar pero fue un problema de un solo capitulo y digamos que hay cosas de que pueden hablar después.
(Parece que hasta en un mundo mágico las historias mágicas son importantes)
Podría decir conveniente y lo es, pero tampoco es que moleste tanto, solo que hubiera sido bueno almenos mostrar una pista de esto antes, aunque creo que la sorpresa no sería la misma.
Pero lo que sí me llamó la atención es este cuarto secreto de Amity, tiene su propia habitación pala leer en la biblioteca, parece que es conocida allí, ademas, moviendo el libro que convenientemente se llama “La bruja solitaria y el cuarto secreto”, esto solo me da impresión de algunas cosas que espero que se hable mas adelante.
Y hablando de impresión, durante el show hemos visto la impresión de Luz a Amity, ¿Pero de Amity a Luz? no sabíamos nada, desde el capitulo del duelo parece que puso en duda que pensar de ella, porque mala persona no parecía, solo problemática, que se salia con la suya, justamente como dos personas de las cuales hablarnos ¿Verdad?
(Ahora cuando escribo esto me doy cuenta que el nombre es la unión de Luz + Azula, yo pensé que solo era una mala pronunciación a modo de burla)
Ya después de toda esta noche de casi volverse dibujos, ordenan para que no sepan que pasó algo y terminan las dos por ¿Hacer finalmente las paces? almenos Luz le da su libro como disculpa y Amity tiene que pensar sobre ella, al final pienso que mínimo las dos terminaron en buenos términos.
Antes de pasar a la sección de magia de esta capitulo quiero decir que es curioso que el monstruo de este capitulo hable de amistad de manera peligrosa y que Amity le encante el libro, pero que conste, esto aun puede ser señal de algo importante o simple casualidad, que se ve que el libro es famoso en ese lugar.
Ahora, Pasemos a la magia!!
(Que conste, muy posiblemente el pato tenga esas piernas aún)
En el capitulo de hoy tenemos una demostración curiosa de magia, en lugar de hechizos, hoy vimos objetos y eventos. Hay una curiosidad que me di cuenta y es que los eventos naturales tienen su propia magia de por sí, ¿se acuerdan el capitulo anterior con la invocación lunar? con la mención de que en ese tiempo era perfecto de hacer una y esto de la “Estrella de los lamentos” me da a entender que los eventos naturales emitan tal magia que se pueden hacer hechizos a base de esta energía.
También vemos que afecta a ciertos objetos, como en este caso los libros, que materializa elementos de las historias que cuentan, donde al afectar un cambio mínimo afecta a esta representación, aunque solo están los objetos, no los hechizos, donde o Luz se olvidó de escribir que podía lanzar fuego de su vara o directamente no podría hacerlo. (No contaría el hilo de Otabin ya que sigue siendo un objeto y especifica que podía tejer entre libros)
Por cierto, me sigue dando gracia que literalmente la estrella pase llorando por el lugar, son esos detalles que me sacan una sonrisa cada vez.
Hablando de detalles, pasemos rápidamente por ellos:
Se acuerdan del Custodium? ese del primer capitulo, pues al parecer su raza naturalmente tiene la voz bien gruesa, incluso de niños, vaya sorpresa que me dí.
Vemos como los hermanos usan un pergamino para ensanchar la el ojo de la cerradura, este pergamino se deshace y no puedo ser el único que piensa que al no saber un hechizo para hacer esto usaron un pergamino consumible con el hechizo en cuestión.
Puede que los libros necesiten especificaciones si quieres hacer algo con sus objetos, pero crear lo que necesitas si son bastante útiles “Luz tiene que arreglar un error” y pum, crean un borrador mágico gigante ¿Su característica? borra los trazos de un lápiz.
Algo me dice que este silbato que da la reina murciélago será importante para el futuro ¿Servirá para convocar murciélagos?
-
Eso ah sido todo, vaya que me gustó este capitulo ¿Será por Amity? puede ser, aunque también tiene detalles y cosas las cuales puedo decir que están bastante buenas, nada más que un capitulo excelente.
Y recuerden, tejer encima de la gente no es señal de amistad.
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Reunión familiar
Daniel Wolfenden, el jefe de los Aterrabrujas de la escuela del Lobo, era un hombre maduro, de cabellos castaños, de unos treinta y muchos años a la sazón, en la flor de la vida y en la plenitud de sus capacidades físicas. Había recibido en su mansión a uno de sus parientes de ultramar, con los que ya apenas si mantenían un escaso contacto los Wolfenden de Kul Tiras. Su huésped, que solo permanecería en la casa una o dos noches a lo sumo, era de la edad de su hermano, de pelo oscuro y lucía un semblante de disgusto, de asco, casi perpetuo. Daniel le enseñó su habitación y el resto de moradas de la casa, pero lo que más llamó la atención de su invitado fue el patio trasero, donde se oían los inequívocos gritos de un entrenamiento.
–¿Qué está pasando ahí fuera? ¿Has congregado a un aquelarre de putas y no me he enterado? –le preguntó con sorna el recién llegado.
–Ahí detrás es donde adiestramos a las nuevas generaciones de Aterrabrujas –contestó Daniel–. Pero dime, Garmont, ¿los Wolfenden de Gilneas todavía entrenáis Aterrabrujas? ¿Tu madre, Martha, sigue educando a los que son como nosotros? Tengo curiosidad. Hace bastante que no oigo noticias de ningún Aterrabrujas del continente.
–¿Aterrabrujas? –se rio Garmont–. Vivís en el pasado, Daniel. Los escasos monstruos que quedan en Gilneas son ettin y ogros. En este mundo moderno, los Aterrabrujas ya no son necesarios.
–Lamento discrepar contigo, primo: en la Segunda Guerra, los orcos empleaban brujerías de las que no habíamos escuchado hablar jamás.
–Brujería por aquí, brujería por allá… En Kul Tiras estáis obsesionados con ella –lo interrumpió Garmont.
–Y con esas magias oscuras y profanas aparecen horrores nuevos que debemos saber combatir.
–¿De ahí que ese crápula de Samiel no ande por aquí? ¿Ha vuelto a irse de picos pardos? ¡Cómo lo envidio! –exclamó Garmont.
Daniel, por lo general una persona paciente y amable, se volvió muy rápidamente hacia Garmont, con una expresión fiera, y prácticamente lo empujó hacia atrás.
–Mi hermano está aprendiendo, buscando nuevas monstruosidades por Azeroth y experimentando cómo acabar con ellas.
Garmont no se amilanó y le dedicó a su familiar una sonrisa desagradable.
–Veamos a esa nueva hornada de Aterrabrujas que estás preparando, Daniel –sugirió Garmont–. Deja que sea yo quien juzgue si están a la altura de lo que esperas de ellos.
–Me parece bien. De hecho, aspiro a que cambies de parecer cuando todo esto haya terminado –dijo Daniel.
–¿A qué te refieres?
–Aprovechando tu visita, quería proponerte algo, Garmont: creo que nuestras casas deben estrechar lazos y que tenemos que unificar las escuelas de Aterrabrujas de Kul Tiras y del continente…
–Los Aterrabrujas ya no son necesarios en este mundo, Daniel –dijo Garmont–. Son una reliquia del pasado: un monumento a una era en la que reinaban el oscurantismo, el terror y la espada.
Daniel dibujó una sonrisa enigmática.
–Ya lo veremos.
Juntos pasearon hacia el patio de la mansión Wolfenden. Allí, una hembra gigantesca, de cabellos rubios –ya entrecanos– y de unos cuarenta y pocos años de edad, aleccionaba en bloqueos, estocadas y golpes con el acero a un grupo de Aterrabrujas de constituciones y tamaños diversos: los había anchos y lentos; también más finos y ágiles; y luego estaba ella, una vulpera de pelambre gris que destacaba por ser la única de su condición entre todos los aspirantes a Aterrabrujas de la escuela del Lobo.
–¡No sabía que teníais una mascota! –exclamó Garmont con sarcasmo.
–No es una mascota, Garmont: es mi pupila y posiblemente, la Aterrabrujas más prometedora de esta generación.
–Ya veo. Y ahora me dirás que esa mujer tan hombruna de ahí es el ama de llaves…
Daniel arqueó las cejas.
–Su nombre es Brenda. Veo que estás bien informado, Garmont.
Garmont se carcajeó con violencia.
–¡Utilizas a tu ama de llaves como instructora y a tu mascota como discípula! Sí, ya veo lo bien que os está marchando todo a los Aterrabrujas de Kul Tiras –se mofó el gilneano–. Oye, escucha Daniel, ¿esa especie de zorrilla te sirve como perra de caza para rastrear las hierbas de los calderos de las brujas, o es solo para que la abracéis en momentos de estrés, en mitad de una cacería?
–Se llama Priscilla y ya te he dicho que no es ninguna mascota, Garmont –repitió Daniel, cada vez más enervado–. Observa esto.
Daniel chascó los dedos y a su señal Brenda arrastró unos muñecos de entrenamiento al jardín. Las dianas estaban cubiertas en zarzas palpitantes, de un aspecto malsano, y adornadas por talismanes de los Drust como los que usaban profusamente las brujas. Gamront alzó las cejas, como si no estuviese en absoluto sorprendido.
–Deberías podar mejor tu seto. Os están comiendo las hiedras.
–Es hechicería de las brujas de Drustvar, ignorante –dijo Daniel–. Manipulan la vegetación: la retuercen y la corrompen para que nos infeste y nos envenene. Como vuestras brujas de la cosecha, solo que vueltas hacia lo maligno.
–Ah, ya veo. Qué gustos tan extraños tienes para la decoración de tu patio, Daniel. Yo habría puesto una pérgola.
–Escuchadme, aspirantes a Aterrabrujas –proclamó Daniel–. Tenéis que destrozar esos muñecos de entrenamiento infectados con la magia de las brujas. Cómo lo hagáis es asunto vuestro, pero quiero que los devastéis por completo. ¿Me habéis entendido?
–¡Sí, señor! –aullaron todos al unísono.
–¡Comenzad!
Casi todos los Aterrabrujas cargaron frontalmente contra sus objetivos y los embistieron con sus espadas de plata. Los más hábiles y fuertes conseguían extirpar unas cuantas cepas antes de que se extendiesen de nuevo por el maniquí. Uno tuvo tanta mala suerte que las raíces le arrebataron el arma y Brenda tuvo que acudir a socorrerlo, derribando con una estocada maestra el muñeco y salvándolo de ser diseccionado vivo. Mientras tanto, la vulpera Priscilla rebuscaba algo en su talega y colocaba una munición especial, que refulgía con el brillo de la plata, en un cañón de mano.
Cuando Priscilla abrió fuego, los sarmientos venenosos se desintegraron al contacto con sus balas. Pero aun así, se regeneraban a gran velocidad y no tardaron mucho en cubrir el objetivo con su espeso manto verdoso. Cuando constató que había fracasado, Priscilla chasqueó la lengua en señal de fastidio.
Garmont no parecía impresionado ni un ápice, pero su primo, Daniel, sonreía. La función todavía no había finalizado.
–¿Por qué te contienes, Priscilla? –le preguntó Daniel.
–Estaba poniendo a prueba una nueva munición de plata en la que he estado trabajando, Daniel –respondió la vulpera–. Pero los resultados no han sido los que yo anticipaba…
–¡Sabe hablar! –dijo Garmont con admiración.
–Sí. Entre otras muchas cosas –apuntó Daniel.
–¿Cómo consientes que se dirija a ti con ese tono tan irrespetuoso, Daniel? Yo ya habría mandado que la flagelasen –opinó el gilneano.
–Nobles o no, aquí todos somos Aterrabrujas –contestó el de Kul Tiras–. Además, Priscilla es de nuestra casa. Fuimos nosotros los que la educamos y tenido el placer de contemplar el crecimiento de sus talentos durante todos estos años.
–Hablas de esa minúscula cosa peluda como si fuese algo más que una plebeya o una criada –corroboró Garmont–. Casi parece que te hayas encariñado de ella, Daniel. Como si fuera…
¡Bum! La bomba de polvo lunar de Priscilla explotó y erradicó el muñeco de entrenamiento. Las raíces mustias que lo componían se marchitaron y murieron en el acto. La vulpera fue la primera en completar la prueba, seguida muy de cerca por otros dos candidatos que habían desbrozado a base de fuerza bruta y de cortes estratégicos sus maniquís.
–¡Bien hecho, Priscilla! –la elogió Daniel–. Y buen trabajo a todos los demás.
Garmont, pasmado por la deflagración, miró a su primo de Drustvar.
–Pero ¿qué diablos ha sido eso, Daniel?
–Una nueva arma: la bomba de polvo lunar –dijo Daniel–. Decías que los Aterrabrujas vivías en el pasado, Garmont, pero yo creo que nos estamos renovando.
–¿La bomba de polvo lunar?
–Contiene un compuesto alquímico basado en la plata que es altamente efectivo contra los engendros de las brujas.
–¿Y de dónde has sacado semejante aparatejo? ¿También has reclutado a un gnomo?
–No. Ha sido ella –indicó Daniel, señalando a Priscilla con el dedo.
Garmont miró a Priscilla con una mezcla de repulsión y de incredulidad.
–¿La ha fabricado esa cosa?
–Por lo que he podido averiguar, se llaman vulperas y viven muy lejos de Kul Tiras, en la isla de Zandalar –dijo Daniel–. Según los marineros, son ingeniosos, unos supervivientes natos y también buenos mercaderes. Más honrados que los goblins.
–Y también más feos, si eso es posible.
Los compañeros de Priscilla se acercaron a ella, la cumplimentaron y la felicitaron por su éxito. Pero Brenda, para asombro de todos, se cruzó de brazos con gesto duro.
–Otra vez te andas con trucos, Priscilla –dijo el ama de llaves.
–El lobo ataca con sus dientes y el cuervo, con sus garfas –se defendió ella.
La vulpera le guiñó un ojo a su mentora y simuló el ademán de una garrita con una de sus zarpas.
–Quizá seas lista como un cuervo, pero en el combate necesitarás algo más que eso para sobrevivir: te hacen falta nervios de acero, unos reflejos de relámpago, velocidad, soltura con el arma e instinto asesino –la amonestó Brenda–. ¿Qué harás cuando se te acaben los trucos y quedes a merced de tu enemigo? ¿Cómo te cubrirás las espaldas?
–Tranquila, sargento: lo tengo todo planeado –replicó Zilla, en un tono confiado–. Estoy trabajando en algo que te encantará para cuando eso suceda.
Brenda arrugó el entrecejo. Obviamente, no le iba a gustar.
–¿Otro de tus trucos?
–El mayor truco de todos.
El ama de llaves suspiró. La zorra, divertida, ondeó su cola y sonrió a su maestra con picardía.
–¿Y bien, primo? ¿Qué te parece? Estoy seguro de que hasta tú podrás reconocer la valía de los Aterrabrujas de nuestra escuela –dijo Daniel.
–No está mal –le concedió el de Gilneas–. Pero aun así, tus Aterrabrujas son ridículos. Deberían estar en un ejército, no vagabundeando como mercenarios. Y a esa zorra podrías exhibirla como a un espectáculo de feria: te embolsarías mucho más dinero que dedicándote a matar ancianas con calderos y escobas.
Priscilla contoneó sus orejas. Había oído el insulto que había proferido el gilneano. Todos sus dicterios y muestras de desaprobación, de hecho. El ejercicio de armas había finalizado, de modo que se permitió a sí misma cercarse a él y a Daniel.
–Priscilla –dijo Daniel.
–Oh, vamos, Daniel, deja que ese continental prepotente y picha floja pruebe de qué madera estamos hechos los Aterrabrujas de Kul Tiras –le pidió ella.
–¿Cómo me has llamado, rata? –preguntó Garmont, desenvainando su acero.
Priscilla sonrió con malicia. Había intuido que a la más ínfima provocación o falta de respeto Garmont le mostraría sus dientes. Era justo lo que pretendía.
Daniel se tensó.
–No, Priscilla –sentenció.
–¿Qué pasa, Daniel? ¿Tienes miedo de que la destripe y de que me haga un abrigo con su piel? Aunque con lo diminuta que es, tendría suerte si me diera para un par de botas –dijo Garmont.
Priscilla, aparentemente inmune a sus amenazas, ensanchó su sonrisa.
–¿Qué te parece si apostamos, Garmont? –le propuso ella.
–No creo que tengas ni dónde caerte muerta. No puedes darme nada que me interese.
–Vénceme en un duelo, si eres capaz, y me convertiré en tu criada –le ofreció Zilla–. Podrás hacer conmigo lo que se te antoje: pegarme, ridiculizarme, venderme, exponerme o sucumbir a tus impulsos más bestiales. No protestaré y te serviré con diligencia.
Garmont se rio. Sin embargo, una sonrisa torva y lúbrica se instaló en su rostro.
–¿Y qué ganas tú?
Priscilla, satisfecha de que su presa hubiese caído en la trampa, le devolvió la sonrisa.
–Si yo gano, los Wolfenden de Gilneas entrenaréis a una nueva generación de Aterrabrujas.
–Eso es imposible –dijo él–. Lo que queda del legado los Aterrabrujas en nuestro castillo no es más que un archivo polvoriento y un montón de armas oxidadas.
–Entonces permitiréis que Daniel envíe a alguien allí para retomar la tradición y formar a más Aterrabrujas en vuestros dominios.
Daniel miró a Priscilla con un semblante severo. No obstante, asintió, conforme.
–Nuestras casas han estado separadas mucho tiempo. El renacimiento de los Aterrabrujas pasa por nuestra reunificación, Garmont –opinó Daniel.
Brenda se llevó las manos a la cabeza, exasperada, y suspiró.
–Tranquila, Brenda, sé lo que me hago –dijo la vulpera.
–No es la primera vez que te lanzas de cabeza a una misión absurda tú sola, Zilla. Pero si te metes en esto, ni Daniel ni yo podremos sacarte las castañas del fuego esta vez –le advirtió la mujer.
–Eso ocurrió hace años, Brenda. Entonces era joven e inexperta.
–Continúas siendo joven e inexperta –puntualizó Brenda.
–Priscilla –la llamó Daniel. Cuando Zilla se arrimó a él, el humano se agachó para susurrarle al oído–. Si aprecias tu vida aquí, no se te ocurra perder contra Garmont. Yo tengo fe en ti. Sé que eres mucho mejor que ese necio arrogante y narcisista.
La vulpera, agradecida y confortada por sus palabras, cabeceó de arriba abajo.
–Gracias, Daniel.
–Recuerda: sé rápida y astuta como un cuervo…
–¿Astuta como un cuervo? Querrás decir "como un zorro".
–Como un cuervo –insistió él–. Ya eres un zorro. El dicho no tiene mucho sentido para ti en su versión original, así que lo he cambiado un poco.
Zilla le sonrió.
–¡Haced hueco, aspirantes! –gritó Brenda.
Los alumnos de los Aterrabrujas se replegaron a las esquinas del patio para que Zilla y Garmont pudiesen luchar sin dificultad. Los púgiles ya estaban preparados: Garmont ensayaba movimientos veloces con su estoque y Zilla, que había empuñado su espada de plata, había adoptado una postura sencilla y defensiva.
–¡Empezad! –decretó Daniel.
Garmont cargó contra Zilla y le lanzó un tajo plano en horizontal, que la vulpera esquivó sin mayor problema. Era rápida y le devolvió el golpe. Tras esto, fintó a un lado y le dirigió una sorpresiva y fulgurante estocada al pecho. Pero Garmont, pese a sus excesos, era un espadachín competente y la desvió a tiempo. Se enzarzaron en un intercambio fluido de cortes, en un chocar constante de las espadas, en un vals de avance y de retroceso, en el que ninguno de los dos llevaba la voz cantante. Cuando Garmont atacaba con más vigor y contundencia, la escurridiza vulpera hallaba la forma de escaquearse; y por el contrario, cuando Zilla creía que había logrado que su rival bajase la guardia, él se protegía y regresaba a la lid con restablecidas energías. A pesar de la diferencia de edad, de tamaños y de complexiones, estaban terriblemente igualados. Brenda temía por la seguridad de Zilla y Daniel rezaba para que ganase, tanto por la vulpera como por el futuro de los Aterrabrujas en el continente.
Al final fue Zilla quien se sobrepuso a su adversario, desarmándolo y apuntándole directamente al pecho con su hoja. El ama de llaves resoplaba de alivio y Daniel aplaudía eufórico a su aprendiz. Garmont, en cambio, no cabía en su pasmo y hundía sus dedos temblorosos en el suelo.
La vulpera le dedicó una sonrisa achulada a su contrincante.
–¿Te rindes ahora, Garmont?
–¡Nunca! –bramó él.
Garmont presionó la runa que acababa de dibujar en la tierra con su palma, una runa maléfica y terrible, y enseguida su oponente cayó al suelo. Zilla soltó el acero y se empezó a revolver como si le hirviera la sangre por debajo del pelaje. Daba alaridos de agonía mientras sus órganos ardían y se revolcaba por el suelo entre espasmos.
–¡Te lo mereces! –dijo Garmont–. ¿Cómo se te ocurre? ¿Cómo osas humillarme así? ¡Sufre y arde por dentro, zorra desaliñada y maloliente!
Daniel, Brenda y otros saltaron a auxiliar a Zilla. Al final, el conjuro se terminó y dejó a la vulpera herida y exhausta. Garmont la miró con perceptible desprecio.
–He vencido. Ahora me servirás.
–Has usado brujería… ¡En mi mansión! –exclamó Daniel, iracundo.
–¡Es una rata tramposa y malvada! ¡Deberíamos ahorcarlo, lord Wolfenden! –propuso Brenda.
–No te acerques a mí, vieja chocha, o haré que se te pudra un brazo –la amenazó Garmont–. En ningún momento quedó prohibida la hechicería en las reglas del duelo, conque mi táctica es legal y he vencido justamente.
Zilla, demasiado débil para ponerse en pie, emitió un quejido de dolor.
–Mira lo que has hecho, Garmont. ¡Casi la matas! –lo reprendió Daniel.
–¿Y qué? Ahora es MI sierva. Hará lo que yo le ordene y si quiero que muera, morirá –sentenció él.
–¡Reza tus oraciones, puerco! –chilló Brenda.
La descomunal ama de llaves desenfundó su espada y se encaminó hacia Garmont con el firme propósito de destriparlo.
–¡Adelante! Mátame y no solo te colgarán a ti, sino que los patéticos Wolfenden de Drustvar os arruinaréis pagándole una cuantiosa multa a mi familia –la provocó Garmont.
Daniel detuvo a la Aterrabrujas agarrándola por el hombro. La miró a los ojos y negó.
–¡Pero Daniel…!
–Garmont Wolfenden, tenía muchas esperanzas puestas en nuestra reunión familiar, pero he de reconocer que me equivocaba –proclamó Daniel–. El futuro de los Aterrabrujas no pasa por la unificación de nuestras familias. Los Wolfenden de Gilneas estáis contaminados por la ruindad y la vileza. Nuestra casa, los Aterrabrujas, no queremos tener nada que ver con vosotros en lo venidero. Considera nuestras relaciones, presentes y futuras, permanentemente destruidas.
Garmont compuso una sonrisa desdeñosa.
–Por mí, estupendo. Todo este numerito de la cortesía y la fraternidad me repugna –dijo Garmont–. Ahora vestid de forma acorde a esa vulpera y entregádmela.
Fue Daniel quien desenfundó su espada.
–Si sabes lo que te conviene, Garmont, te marcharás de mi morada inmediatamente y sin volver la vista atrás –le sugirió Daniel.
–Ese monstruíto me pertenece.
–¡AHORA! –rugió Daniel.
Todos los Aterrabrujas cerraron filas en torno a su líder. Algunos, inclusive, también sacaron sus armas. A Garmont le temblaron los labios de rabia.
–Quédatela. Considéralo un regalo de despedida, porque la próxima vez que os vea a ti o a ella, Daniel, os mataré –dijo Garmont.
En cuestión de minutos, Garmont abandonó la mansión de los Wolfenden de Kul Tiras y así, durante muchos años, las dos ramas de la familia permanecieron aisladas la una de la otra. Priscilla era consciente de que tarde o temprano el señor de los Wolfenden de Gilneas regresaría para reclamar lo que le correspondía y que cuando eso aconteciera, debía estar preparada para poner fin a su atormentada existencia.
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Un concierto inolvidable.
– ¡No pueden obligarme!
Cuál gato Hiro se aferra a la puerta del carro de Wasabi, nuevo desde el ataque del profesor Callaghan, y está determinado a quedarse ahí.
– vamos, Hiro. Será divertido – pide Honey por décima octava vez
– Hiro, no seas ridículo – tan seria y desinteresada, Gogo a su manera trata de convencerlo – solo es un concierto
– ¡NO QUIERO SEGUIR TARAREANDO ESAS RIDÍCULAS CANCIONES! – soltó con sinceridad
– Hiro – lo llamo Honey. Dudo en voltear, ese tono de voz no le causa la mínima confianza.
Pero su cabeza se volteó a voluntad propia, y se arrepintió completamente. Sus ojos saltones se cristalizaron, su expresión se entristeció, sus labios torcidos por la mueca tiemblan y sus manos entrelazadas están pegadas a su pecho. Aún el corazón lógico del asiático no puede resistir la cara de cachorro de Honey Lemon.
– ¡Ahg! – grito
Soltó sus garras de la puerta y la cerró de mala gana.
– solo terminemos de una vez con esta tontería – escupió molesto
Camino con tanta velocidad que dejó atrás a sus amigos y hermano, hasta que fue el primero en llegar a la entrada. El portero le pidió su boleto, Hiro estaba por señalar a la castaña cuando ella ya estaba extiendo el post it hacia el hombre grande y fornido.
Solo le bastó segundos para leerlo y él mismo llevarlo a los camerinos.
– ¡Ya, no seas mamón! – como niño chiquito haciendo un berrinche a sus papás. Marco de la Cruz está insistiendo en pedir información de la fan que invitó a los camerinos– ¡Dime! – y no está dispuesto a dar tregua a su mejor amigo y rival en la música.
Miguel está a dos de partirle la madre, pero otra vez y porque no quiere que su compañero tenga un ojo morado en el concierto. Tiene que sacar la paciencia desde lo más profundo de su ser. Y vuelve a repetir
– Marco – aunque su voz sea tranquila, esa vena en la frente amenaza por explotar en la cara de su rival en música – primera, es una profesora de la universidad; segunda, es muy grande para tí; y tercera, es mi fan y no quiero que andes con tus pendejadas de Don Juan.
– además, trae amigos.
– ¿Más nenas hermosas?
Fue inevitable, le ganó su impulso de idiotez
– además la edad es un número
Enserio que Miguel está a nada de darle una bofetada para a ver si a putazos se le quita lo estúpido, si funciona con la televisión ¿Por qué no con él? Pensó mejor en la idea, es muy tentadora. Pero Rivera se da de golpes mentales, no está para ahora darse de golpes y por desgracia tampoco puede tocarle un pelo a Marco.
Bueno, no hasta que acabe el concierto.
"La que le espera a este cabron si no le baja tres rayitas a su desmadre, pensó con una sonrisa dibujando su rostro.
– Miguel – el portero de la puerta lo llama con la puerta entreabierta – las personas que estabas esperando.
– hola – al menos el saludo no hay persona que pueda fallar con eso
– Miguel - la chica de altos tacones se colocó al lado del cantante. Y durante esto a ella le da un taquicardia por poder acercarse tanto – te presento a mis amigos: Wasabi, Fred, Gogo, y los hermanos Hamada, Tadashi y Hiro.
Al ser mencionado todos a su característica forma de ser saludan al cantante, quien se llevó doble sorpresa al ver cómo Tadashi también hablaba bien el español. Y vaya novedad, Hiro se presentó en inglés y sin ninguna consideración de hacerse entender por el cantante mexicano. Quien debió mantener la sonrisa en su rostro pintado de pura confusión de no entenderle ni palabra
"Vaya mamón, pensó de la Cruz
Mientras Honey y Tadashi de inmediato intervinieron
– mi hermano es serio, pero está encantado de ser invitado – dijo Tadashi con una enorme sonrisa al cantante. Además de dar su mejor gancho derecho a la espalda de su hermano.
Por supuesto que hubo queja, pero Hiro tuvo que disimular por la sonrisa que recibió de Honey y Tadashi: una que refleja claro lo que le espera a Hiro si no mejora su actitud con el amable cantante que no solo los invito a sus camerinos, también les dió los mejores asientos y además de poder verlo después del concierto. La amenaza fue mucho más específica por parte de la castaña una vez que el mexicano ya no escuchaba.
Por parte de los demás solo lo miran con una sonrisa y un claro: "Acepta el gesto y disfruta del concierto"; jura que pudo escuchar un "amargado" por parte de Gogo. Y como en el auto, resignado acepta el “gesto amable” y sigue la espalda de ambos cantantes mexicanos que los guían a sus asientos.
Un balcón con bebidas para disfrutar aún más, Miguel los invita con el clásico "mi casa es tu casa", pero no dura mucho la bienvenida, deben de irse para preparar se. Está por unirse con sus amigos hasta que de la Cruz lo llamó
– disfruta el concierto, Hiro – dijo Marco con un perfecto inglés, uno que hizo voltear desconcertado al de dos nacionalidades – a diferencia de mi compañero. No voy a dejar que cualquier mamón pueda decir cosas de mí y yo ni por enterado – y con una sonrisa triunfadora, Marco fue a seguir a su compañero de música.
La cara del asiático se pintó de muchos colores en escasos segundos, pero lo que dominaron fue el rojo de la sangre que ahora hierve en su cuerpo y el morado por la frustración de no poder entender ese insulto, porque debe serlo si lo dijo en ese tono
"Idiota engreído, pensó antes de unirse con sus amigos.
El burro hablando de orejas, pero bueno.
Primero miro aburrido el inicio del concierto, pero solo necesitaron cantar para que ahora Hiro deba de comer sus palabras con papas y aderezo. La pasión, el profesionalismo, la sincronización, las canciones, las luces, todo era tan perfecto que no podía criticar nada; con el orgullo dolido, tuvo que aceptar que de verdad eran muy buenos. Y ahora era más que obvio el porqué ambos mexicanos se hicieron de fama más allá de México, y esa fama no está haciendo más que crecer.
– entonces – soltó un brinco, tan absorbido en su burbuja que reventó con tanta brusquedad que dolió regresar a la realidad – ¿Alguna crítica? – preguntó su hermano con una sonrisa de oreja a oreja.
Una es admitirlo en su interior, pero otra muy diferente es tener que exhibir su derrota.
– bailan sin ningún sentido, se ven ridículos con esos trajes de payasos y las canciones no valen la euforia que provocan
Cada palabra que salía de su hermano menor solo hacía aún más grande su sonrisa; no necesita admitirlo para que quedara claro que se comió sus palabras, incluso le da más gracia que Hiro tratara de ocultar su derrota aplastante. El concierto terminó con el favorito de Héctor Rivera y los cantantes dieron fin al concierto. La gente sus gritos eran pedidos de más, pero nada puede ser eterno.
– la verdad no puedo elegir que fue mejor: los trajes de mariachi, las canciones, sus hermosas voces o esa coreografía tan perfecta y bien ejecutada
Cómo buena fan, Honey Lemon ama todo del concierto y le es imposible encontrar su parte favorita.
– a mí me gustó esa canción del final. Honey ya que conoces ese álbum luego me pasas el nombre – dijo Gogo reventando la burbuja de goma de mascar.
– esos trajes de mariachis eran muy hermosos. He visto muchos imitadores en la plaza central, pero nada que ver con los originales – comentó Wasabi con sus ojos brillando aún por esos trajes tan llamativos que capturaron su atención.
Y así sus mejores amigos y hermano siguieron dando mil elogios al concierto, mientras él se mantenía alejado de esta conversación a millas de distancia, quedó fascinado como todos pero prefería hacer el patrullaje por una semana antes de admitirlo. Por eso no para de voltear los ojos ante cada nuevo comentario y se mantiene indiferente: talento tan natural como lo es respirar.
Si fuera él me preocuparía saber el por qué soy tan amargado con la vida.
Cuando llegaron ambos cantantes estaban disfrutando descansar sus cuerpos agotados por el ejercicio y también agua para sus gargantas que tuvieron que cantar por dos horas seguidas.
– Miguel, Marco, ¡Estuvieron increíbles! - dijo Honey con gran entusiasmo.
– gracias, Honey. Pero aún tenemos que mejorar mucho – dice Miguel mientras seca el sudor de su frente.
– habla por ti, Miguel – de la Cruz se levantó y dió una pequeña reverencia hacia la mujer de larga melena – pero claro, no está de más mejorar para solo dar lo mejor para nuestros queridos fans.
Mientras que Rivera lo amenazaba con la mirada, todos quedaron boca abiertos por el perfecto inglés del mexicano.
– wuau, viejo, hablas inglés – dijo Fred por todos, quienes ahora comparten el asombro.
Bueno, menos uno.
– aprendí inglés para no tener que depender de nadie, soy un alma independiente. Aunque también está el no ser criticado y no tener ni idea que lo fuí – ante el comentario, los ojos del cantante mexicano conectaron con los de Hiro.
Quién rápido desvió la mirada y soltó un bufido, anchando la sonrisa del artista.
– más te vale no estar diciendo alguna pendejada, Marco – murmuró hacia su compañero. Lo hubiera dicho sin ningún cuidado de no ser que Tadashi y Honey también hablan español.
– en realidad, Miguel. Este concierto sumó un nuevo fan – la más malvadas de sus sonrisas se asoma ahora eh el rostro de la Cruz.
Miguel hubiera cuestionado esa sonrisa de no ser que perdió el hilo en cuanto Marco dijo "un nuevo fan". No hay algo más que ame el simpático mexicano que hacer amigos, conocer a sus fans y dar la bienvenida a esta enorme familia a buenos miembros. Por eso ni corto ni perezoso preguntó quién era
Y con una sonrisa aún más ancha, el artista mexicano señaló a Hiro. El mencionado levantó una ceja muy pronunciada, pues cualquier con un poco de raciocinio reaccionaria como él; y sólo empeoró cuando el alegre mexicano se acercó como niño
Ahora nota como este ídolo mexicano no conoce algo que se llama "espacio personal", habla como un perico, tiene una boba sonrisa, es demasiado escandaloso y además muy desconsiderado por no hacer el mínimo esfuerzo por hablar inglés. No entiende ni una palabra de lo que dice este loco.
Eso se llama karma.
Pero alguien respondió ante la confusión de Hiro; lo que ya no le gusto es que no fue su hermano o su mejor amiga quien respondió ante sus dudas.
– lo que mi compañero está diciendo es que está maravillado que te haya encantado el concierto – dijo Marco con una enorme sonrisa burlona hacia el genio.
Si de por si el ya era un volcán cuando era traído aquí, a base de engaños hay que agregar, y que ahora este engreído idiota se burle de él. Esto no tiene nombre, y mucho menos va a tolerar esta falta de respeto.
– primeramente…
– Hiro no puede elegir entre las muchas cosas del concierto que le gustaron - llegó Tadashi al rescate. Así Hiro no muere asesinado por Honey por ser irrespetuoso, y no tendrá que testificar contra ella por haber matado a su hermano
Era increíble la emoción del cantante, debería estar acostumbrado a recibir elogios y tener miles de fans persiguiendolo, pero aún así cada vez que consigue un nuevo fan es como si fuera él primero. Por eso Miguel sin dudar fue hacia su espejo y agarró una pequeña caja que reposaba en el mueble. A todos se les iluminó la mirada, en el caso de Honey casi explota de la emoción y con Hiro esta fue la cereza de su pastel.
A cada uno les dió un disco, un disco que es un insulto para el mundo moderno, con la colección de todas sus canciones hasta ahora. Además de también venir firmado por él y por su compañero, quien canta con él en varias canciones.
– ¡DIOS MIO, DIOS MIO, DIOS MIO!, ¡¡DIOS MIO!! – grito Honey con tanto entusiasmo que estuvo a nada de dejar sordo a sus mejores amigos. Por alguna razón los mexicanos no se inmutaron ante los gritos de la chica – ¡ES LA COLECCIÓN DE ORO, PERO NO SALE HASTA DENTRO DE DOS MESES!
Oficialmente, Hiro está sordo y va necesitar de Baymax para ver qué tanto daño dejó la castaña.
– es un adelanto, quería dárselo por haberme ayudado hace varios días y además también es para mi nuevo fan. Así puede ponerse al corriente con mi trayecto hasta ahora – guiño directo hacia Hiro.
Quedó desconcertado, furioso, confundido y asustado en solo dos segundos que duró ese guiño. Con Tadashi y Honey soltaron varias risitas que debieron quedarse en la garganta, la castaña necesito aclararse la garganta antes de responder a su ídolo.
– está encantado por el regalo.
"Cómo lo adora, pensó de la Cruz con una sonrisa muy ancha y volteando sus ojos hasta ponerlos blancos.
– Señores – el jefe de los guardaespaldas llamó a ambos cantantes – tenemos que ir al hotel, debemos aprovechar que ya hay un grupo más chico de personas.
– gracias, Tom – dijo Miguel antes de volver a dirigirse al grupo de héroes – algunos de mi escolta les voy a pedir que los lleven a sus casas.
De inmediato Tadashi y Honey negaron
– es muy amable, pero nuestro amigo Wasabi trajo su auto – contesto Tadashi señalando al chico de tez morena. Que saludo animosamente.
– bueno, nos vemos el lunes – dijo finalmente para seguir a su escolta.
– nos vemos luego – se despidió de la Cruz, quien ahora fue él quien regaló un guiño a Hiro antes de irse.
"Si el mundo me quiere, eso no va a pasar, pensó el genio quien vio con una sonrisa como ambos cantantes se iban.
De camino al auto muchos seguían hablando del concierto, Honey está absorta con su disco que no separa de su pecho y está más que lista para pasarlo a su computadora y así escuchar todas sus canciones favoritas miles de veces más.
– no te entiendo, Hiro – el mencionado separó la vista de la ventana – ambos son excelentes cantantes, además Miguel es una buena persona. Simplemente no entiendo por qué te cae mal.
– ni él lo entiende, Fred – habló su hermano por él – Hiro tiene un talento para enojarse por lo más pequeño.
Volteó la cabeza con brusquedad y pego la mirada a la ventana.
– ejemplo A – solto Tadashi con burla.
– ¡Tadashi! – grito Hiro con su cara roja por la ira.
Mientras todos en el auto ríen, excepto Honey: aún está absorta del planeta tierra.
– bienvenido, Hiro ¿Cómo te fue en el concierto?
– ni me lo menciones – resoplo molesto azotando si ser a la cama.
El robot escaneo a su mejor amigo.
– tus niveles de noradrenalina y dopamina están elevados, también tus niveles de serotonina y vasopresina están bajos – explica con su calmada, pausada y tranquila voz robótica – significa que estás enojado.
– ¿Tu crees? – soltó con un obvio sarcasmo y rodando sus ojos hasta ponerlos blancos.
Se levantó de la cama y se fue directo a la silla de su escritorio, agarró un lápiz y empezó a bocetar en las hojas de su cuaderno.
– el enojo tiene resultados positivos en tu sistema neurológico, enfocando sé en los instintos de supervivencia y hace a tu cerebro…
– Baymax, te quiero pero no estoy de humor para escuchar tus explicaciones detalladas sobre el funcionamiento de mi cerebro – soltó tranquilo. No estaba ni un poco más calmado, pero estar enfocado en su proyecto hace que ignore al mundo incluyendo a veces sus emociones.
Estaba por buscar la memoria de su chamarra cuando se topó con la caja de la colección de música. Sin dudar la tiró a la basura y siguió con sus bocetos.
HOLA MIS SOMBRERITOS BELLOS Y ENAMORADOS 👒💘🧢 MooV al habla 📣
Y como lo prometí, traje el nuevo capítulo de esta, oficial, historia FanStory del ship Higuel. Ya me decidí mis sombreritos ✊ está va ser una nueva serie aquí, y una vez ya terminada voy a publicar la en Wattpad.
Pero eso es cuento para otra hoja 📄🤭
UFFFF, muchachos, UFFFFFFFFFF 👀
Estos son los momentos que más adore escribir, la verdad, Marco es un cabron, y a mí humilde opinión lo describí a la perfección ewe 💖
Y créanme, esto apenas se pone bueno ewe 💛
Solo me queda decir, que tenga un San Valentín lleno de amor 💙💜💜💙💙💜💙💙💜💙💜💜
Hoy ando un poco corta, así que
GRACIAS POR LEER 💜💙
Nos leenos mis sombreritos enamorados 👒💘🧢
BYE BYE 💖
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Vgeg Arri (Regalos de Navidad 2020)
Barrer, ordenar, quitar telarañas, espantar a los curiosos, catalogar descubrimientos, modificar a Brum, coleccionar trozos de almas, coser, reparar, fijar trochas... Jamás podría decir que tenía siquiera tiempo para aburrirse.
Estaba esa ¿tarde? corrigiendo algunas entradas del "Catálogo de cosas improbables - Volumen -2" cuando escuchó un ruido extraño en su taller. Una mirada en su brazo le indicó que no se había activado alarma alguna, que los Tecnocisnes nadaban plácidamente en la Laguna del Conocimiento Olvidado, que Brum dormía neumáticos arriba en su casa y que los muchachos seguían soñando.
Era entonces, por fuerza, una única persona quien podría estar allí
- ¿Qué haces, Creador? - Construyo algo - ¿Puedo ayudarte? - No es necesario, Zoe
Trató de volver a su trabajo, pero aquella curiosidad con la que la dotaron sus creadores pudo más y acabó por acercarse.
- ¿Y qué es lo que construyes? - Terminado... - ¿Una varilla de madera? - Si, una varilla de madera, pero con un núcleo de una emulsión sólida de cera y tinta; se llama "lápiz" - ¿Y para qué sirve? - Normalmente, para escribir - Pero para ello tenemos carboncillos, y plumas, incluso alguna varilla de calor... - Pero con ninguna de ellas puedo hacer esto de forma cómoda
El hombre puso el objeto sobre su bigote, estirando sus labios en trompa, procedió a sujetarlo entre ellos y la nariz
- ¿Y eso para qué sirve? - ... Para demostrar que estoy aburrido.
Zoe lo miró e intentó comprender el gesto. Sus ojos iban del lápiz a los ojos del hombre. Pasados largos segundos preguntó
- ¿Y tiene éxito? - No lo sé. Contigo solamente acá no puedo tener certeza, pero creo que me sirve al menos para acompañar un "Hummmmm..."
La joven lo miró y parpadeó dos veces. Hace poco había descubierto que en ella ese gesto era la expresión no verbal de un "¡bah!", así que decidió volver a sus labores. Afortunadamente, también poseía una paciencia cercana al infinito, así que los intentos del hombre por ver lo que escribía en el catálogo no llegaron a molestarla realmente.
- ... Zoe - Hmmm... - Estoy aburrido - ¿Y eso por qué? - Les entregué a los muchachos cosas para que hicieran, y apenas si han terminado un libro - Será que les interesa más vivir sus vidas - ... Pero me esforcé tanto - ¿Y porqué no los obligó? - ¡Ni pensarlo!, eso me pondría al mismo nivel que aquel maldito robanombres - Entonces, ¿de qué se queja? - ... De que estoy aburrido, niña - ¿Y eso en qué me afecta? - No lo sé... ¿no quieres que haga algo por tí? - No realmente; todo lo que hace usted tiende a ser en extremo complicado - ¿A que te refieres? - A su sistema de monedas, por ejemplo - ¿De qué hablas?, ¡es brillante! - Brillante como un montón de guano puesto a quemar - ¡Oye! - De hecho, voy a cambiarlo - Já, no podrías - Existir en este reino me dio la idea: será simplemente cosa de convertir las monedas a esencia y asignarle un sistema de puntos lineal - ¡Pero mis preciosas moneditas de colores! - Son una mierda, un sistema innecesariamente complicado - ¡Es genial! - ¿Y que es eso de darle valor distinto a cada color? - ... Es para simbolizar cada tipo de esencia mágica... - Una tontería impráctica - Es un sistema que también enseña acerca de... - Es un sistema que nadie entiende excepto usted, un sistema que nadie estudia y, francamente, no los culpo por ello - Pero es tan redondito... ¿en serio crees que es malo? - Es feo en su innecesaria complejidad. Hasta algo tan aleatorio como la naturaleza acaba por eliminar lo que no usa - No sé, creo que son excusas tuyas, digo, obviamente no usarán el sistema si no tienen nada que comprar el mercadito - Eso no es mi culpa. Tanto cuando era mantenido de forma automática como con cualquiera de los dos tenderos anteriores lo único que ofrecian a la venta eran baratijas sacadas de mentes y tiempos perdidos en el limbo del despropósito; y lo poco que valía la pena siempre estaba incompleto - ¿Como qué? - La regalía de los siete pecados capitales, por ejemplo - ¡Pero si todavía no existen! - ¡Como si la crononaútica no hubiera existido! - Ese es otro tema; simplemente pasó que cada vez regresaban menos de los que iban - Será que el futuro es mejor que ahora - O que no pueden volver - Sea como sea, yo me tomo el trabajo en serio: Ya he encontrado algunas cosas que vale la pena poner a la venta - ¿Algo interesante? - No puedo estar segura del todo, pero creo que sí. Si le interesa darles una mirada están en el laboratorio que construí 2 cántaros a la derecha del montón de cadáveres de dioses - ¿A la cuánto de que cosa? - ... ¿Ve ese cubo de pelos? - Sí - Vaya donde él y dígale que "Un elefante es como una bolita de mazapán, con su trompita en el frente y su colita por detrás" - .. Pe... pero... ¿¡qué!? - Hágame caso si no quiere perderse... y no deje que lo muerdan.
Miró extrañado a Zoe, pero la muchacha decidió continuar ignorándolo, de tal forma que decidió ir al cubo de pelos y repetir la contraseña. Una vez hecho esto no fue difícil hacer la conversión de materia a distancia necesaria para llegar al dichoso laboratorio y, estando avisado, la puesta de entrada no logró morderlo.
El lugar parecía armado con pedazos de recuerdos y creaciones artificiales de distintos tiempos y eras. Reconoció incluso algún aparato que perteneció a su lugar de origen. Claramente Zoe había sido un acierto de creación de los muchachos, superior incluso a lo que él mismo hubiera podido crear -siempre había carecido de algo que pudiera llamarse "sentido común"- y eso, en el fondo, lo hacía sentirse orgulloso como profesor, aunque más de alguien pudiera decir que tal mérito no le pertenecía. Le sorprendió encontrar entre los objetos en reparación una interesante colección de libros (siempre habían sido su debilidad) y un cilindro que -calculó- debiera ser capaz de contener un sol.. Todo ello, sin embargo, palidecía ante la belleza de tres jaulas de luz con lo que parecía ser un espíritu ajeno a Teluria encerrado en su interior.
- Claramente se basó en mi teorema pentadimensional para construirlas... pero... ¿para qué servirá este botón?
La descarga lo arrojó contra lo que parecía ser una esquina, donde un pequeño montón de objetos semi amortiguó el golpe
- ¡Vaya!... hacía demasiado tiempo que no experimentaba el dolor... desagradable asunto... ¿y esto qué es?
De un gran saco de cuero rodaron varias esferas semistransparentes. Pensó, por un instante, que podían ser los condenados "Meteoros asesinos", pero luego recordó que solamente quedaban seis y que, una vez utilizados, parecían simplemente una piedra blanquecina. No, estas ¿piedras? eran diferentes; su tamaño hacía necesario utilizar las dos manos y, ante todo, no eran simplemente una masa de poder concentrado. No podía negar que, mágiamente, le resultaban atractivas. Simplemente los matices de diferencias que habían en su uniformidad aparente las volvían un objeto interesante de estudio.
... Así que, de tal forma, materializó su viejo preguntiscopio y se puso a investigar.
Le tomó una eternidad de 4 horas el desentrañar su utilidad y, de una forma un tanto infantil, quedó asombrado
- ¡Zoe! - Dígame -se escuchó por una cabeza de velocirraptor embalsamada- - Estas piedras que tengo frente a mí, ¿dónde las encontraste? - No fuí yo, Creador, fue Brum. - Explícate - Fue un día que estábamos probando su acoplado para manejo de basura. Según sus palabras "fue como tirar de un hilo donde todas ellas estaban atadas" - Hmm... y es demasiado joven como para pedirle más datos - ¿Sirven de algo? - Ya lo creo... Me quedaré con 5; las necesito para construir algo. El resto puedes hacer con ellas lo que te plazca - Como diga, Creador.
Y así como había llegado, se largó a hacer lo que fuera que hiciera siempre. Zoe se sintió sola por menos de un segundo; la sóla idea de que el Creador manifestara interés en algo la hacía prestar atención a ella también. Se sorprendió un poco cuando notó que el hombre había dejado en el lugar su preguntiscopio; sabía bien que, a pesar de tener cachivaches más útiles, le tenía un aprecio sentimental a aquella reliquia. Se paseó por la estancia, haciendo como que barría, mirando ocasionalmente a un lado y otro, buscando alguna impronta de escudriñamiento, pero no encontró ni una. Se planteó que quizás lo hubiera dejado como venganza por la protección que había hecho saltar, pero, a la larga, su curiosidad también era una maldición.
Encendió el aparato y empezó a preguntar. Le tomó dos días el hacerse una idea.
Eran, con un poco de trabajo, la respuesta que permitiría poner a Teluria donde debiera estar... o, en el peor de los casos, una fuente de iluminación que les permitiría sobrellevar, al menos en parte, la inevitable pérdida de los anillos.
- Bien, ahora a decorarlas, que todo entra por la vista, y a ponerles un nombre digno... y luego, ¡a cambiar esas ridículas monedas!... ¡Brum, despierta, tienes que hacer un envío!
____________________________________
Y henos aquí, un año más viejos, con el listado de regalos de navidad.
Esta vez se trata, simplemente, de nueve esferas semitransparentes de lo que parece ser cristal, cada una con el símbolo de una esfera distinta grabada en ella.
Se llaman "Piedras Angulares" y tienen dos posibles utilidades: - Ancla dimensional: Permite amarrar un Reino Ajeno al lugar de Teluria que se desee, mediante el proceso de sembrado y aplicación de quintaesencia. Se necesita usar una esfera en Teluria y otra en el reino objetivo. - Metaesfera: Permite engañar a Teluria incrementando artificialmente en 1 el nivel máximo del umbral entre maestría y archimagia.
Disclaimer: Creo que estamos un poco viejos para eso :)
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Navidad usuk-ukus 2017: “Otro año juntos”
Titulo: Aquí no hay quien viva
Tema: Conocer a tu novio en navidad
Pareja: Usuk
(Escrito por @magiclaud e ilustrado por morganstardust )
Tan temprano era cuando se levantó el portero del edificio que todavía parecía de noche. Los coches tenían pequeñas capas de hielo por encima, y Alfred no pudo evitar frotar sus manos en un intento para entrar en calor. No llevaba mucho más a parte de su mono de trabajo gris y su cinturón, donde llevaba colgadas las llaves. Se encontraba barriendo el suelo, que se había mojado por la noche, cuando una voz notó a alguien ponerse a su lado.
— Buenos días —el hombre parecía asiático e, incluso encorvado, Alfred notaba que era el más alto de los dos. Alfred entrecerró sus ojos.
— No te he visto antes —comentó Alfred. La avenida H no era frecuentada, por lo que cada persona que cruzaba la acera recibía la atención de los vecinos. Además, los edificios eran pequeños: el suyo contaba con dos plantas, más el desván en donde los polvorientos objetos habían pasado a formar parte de la historia del edificio.
—Me han contratado en el restaurante de la esquina—dijo el hombre. Tendría unos veintitantos, al igual que Alfred. — Me llamo Kiku, por cierto —Alfred le sonrió y se presentó, pero su conversación fue interrumpida al ver a un hombre entrar en el portal.
— Buenos días, señor Braginsky —dijo Alfred. El hombre arrastró sus sucias botas por el portal recién fregado.
— Siempre son buenos días para los que no hacen nada. Mira como tienes la portería, hombre… —se quejó.
— Venga, un poco de alegría, que es navidad —el hombre no pareció hacerle caso. Sus ojos violetas se clavaron en los de Alfred, que sintió tensión en su cuerpo. Tras un silencio sepulcral, el hombre sonrió levemente, aunque su expresión, que contrastaba abruptamente con su mirada, otorgó un matiz macabro a la sonrisa.
— Nos vemos en la reunión, yanqui —pronunció las palabras con un desprecio latente y se marchó, de forma igual de inquietante. Kiku y Alfred exhalaron aire que no sabían que estaban conteniendo. Al cabo de un rato, Alfred habló de nuevo, en voz más baja.
— Ese es Ivan Braginsky, el del 2ºA. Es el chungo del edificio: tiene mucho dinero que nadie sabe de dónde viene. En teoría vive con su madre, pero yo estoy convencido de que está tan tarado como el protagonista de psicosis. —al ver la expresión de Kiku, Alfred comenzó a tranquilizarlo:— Oye, tranquilo, no todos son así. Además, el trabajo de un portero consiste en aceptar las cosas con una sonrisa, y soy muy bueno en eso. Podría ser actor, ¿no crees?
A continuación, bajó alguien por las escaleras, y ambos callaron de nuevo. Un joven de ojos azules y pelo rubio atravesó la portería. Tenía una sonrisa angelical, y llevaba una bufanda más grande que su abrigo.
— Buenos días —habló. Alfred y Kiku respondieron al instante. El joven les sonrió y se marchó en dirección al metro, mientras ambos lo veían partir, embobados con su figura.
— ¿Quién es ese? —Kiku parecía colorado. Alfred soltó una carcajada.
— Se llama Tino, pero no te emociones: está casado —explicó— Aunque su marido está de viaje de negocios.
— ¿Entonces vive solo? —Alfred chasqueó la lengua y ladeó la cabeza.
— No, se sentía solo y se vino a vivir en el 2ºB con mi padre y Arthur Kirkland.
— Espera, ¿vives con tu padre? —de nuevo, Alfred negó con la cabeza.
— Cuando mis padres se divorciaron nos fuimos a vivir con Arthur, un antiguo amigo de mi padre. Estaba bien, pero yo quería algo más a mi rollo, ¿sabes? Más independencia —Kiku lo miró de forma comprensiva— Así que me hice portero. Me dan un suelo y puedo vivir en la portería, así que está bastante bien, aunque sea duro.
— Entonces ese tal Arthur debe ser un buen hombre, ¿no? ¿Y también es amigo de Tino? —Alfred volvió a reírse, entendiendo a qué se refería Kiku.
— Estás muy revolucionado, ¿no? Tío, Arthur es el típico amigo feo que va de místico intelectual porque no se come una rosca —en cuanto lo comentó, sintió un golpe en su espalda, y al voltear se topó con la expresión desagradable de Arthur Kirkland— Eh, ¡claro! Arthur Doyle. Sí, Kiku, te estaba hablando de Arthur Doyle, sí, eso es. Ah, hola, Arthur. ¡Qué tengas un buen día!
— ¡Vete a la mierda! —le empujó para atravesar la portería, y Alfred frunció el ceño.
— Oye, no te vayas muy lejos, que hay reunión en media hora.
— ¡Lo que me faltaba! —Arthur dio una patada al suelo cuando, durante un segundo, perdió el equilibrio. Alfred y Kiku trataron de mirarlo con expresión seria, aunque sus ojos delataban su diversión con la situación— Oh, ¡iros a la mierda!
— Venga, Art, vamos a la casi del presidente —Alfred hizo ademán de darle una palmada en la espalda, y Arthur se tensó como un gato.
— Si ni siquiera soy propietario…
Pero Alfred lo estaba ignorando. — Kiku, tío, vente con nosotros, seguro que te encanta —los rodeó a ambos con sus brazos y los tres se dirigieron hacia el 1ºB.
*
La sala de estar del 1ºA era grande, aunque bastante anticuada, y varios cuadros dominaban las paredes. Kiku se asombró al ver la bonita decoración, aunque el resto de vecinos parecía más interesado en coger sitio en la sala.
— ¡Feli! ¿Cómo vas? —Alfred se sentó al lado de Feliciano, uno de los hijos de los Vargas. El joven estaba mirando al suelo, y se encogió de hombros mientras miraba sus manos. Feliciano abrió la boca para responder, pero Gilbert se sentó entre ellos.
— Feliciano, amico… ¿así se dice? Bueno, qué más da, eres justo con quién quería hablar —el hombre tenía un brillo en los ojos, y Feliciano asintió con comprensión. Le hizo un gesto de disculpa a Alfred y los dos comenzaron a intercambiar susurros, por lo que Alfred optó por seguir hablando con Kiku.
— Gilbert Beilschdmit, su hermano es el presidente de la comunidad —explicó— Feliciano Vargas es del 1ºB, dicen que está liado con el presidente, aunque no hay nada confirmado.
— Vaya, sí que estás puesto en el tema.
— Un buen portero debe ser una buena fuente de información —recitó, como si lo hubiese aprendido de un manual. Alguien dio un golpe en la mesa y la conversación se calló.
— Creo que podemos empezar la reunión —dijo Ludwig. Miró a Roman, el abuelo de los Vargas, que se levantó y miró a los vecinos.
— La verdad es que la reunión la he convocado yo —dijo.— Hemos pensado que estas fechas podrían ser una buena ocasión para la comunidad, así que me gustaría invitaros a todos a la cena de navidad en nuestra casa, si os parece bien.
— Dejadme añadir que esta me parece una buena iniciativa para esta, nuestra comunidad.
— Definitivamente mejor que el amigo invisible del año pasado —murmuró Antonio, del 1ºA. Gilbert soltó una carcajada.
— Oye, pues a mí me parece una iniciativa muy bonita —dijo Francis, el padre de Alfred. — Para los demás, claro está. Yo tengo planes…
— Ya salió el golfo —comentó Gilbert. La multitud comenzó a hablar en voz alta, y Ludwig volvió a golpear la mesa.
— Si nadie tiene nada más que añadir se levanta la sesión.
— Gracias a dios —Arthur Kirkland se marchó de la sala murmurando algo acerca de un nuevo trabajo. Alfred se disponía a marcharse también, pero Ludwig lo frenó.
— Alfred, ¿por qué no has puesto todavía las luces de navidad? Estamos casi en nochebuena. Y ya puedes ayudar a Roman con lo que necesite para la cena, que no me entere yo que estás olgazaneando.
— Sí, señor —dijo Alfred. No le pagaban lo suficiente por su trabajo.
*
Arthur llegó del trabajo más enfadado de lo que había salido. Estaba harto. Harto de tener treinta años sin ninguna estabilidad, alto de los contratos basura y de prostituir su conocimiento con clases de inglés a niñatos mimados de la zona alta de la ciudad por un sueldo nefasto. Lo único que deseaba era llegar a casa y hacerse un baño, sin importar que pudiese dormirse en la bañera. Subió las escaleras arrastrando los pies y maldijo internamente mientras buscaba sus llaves.
— Maldita sea —empezó a golpear la puerta, cada vez con más fuerza, hasta que se cercioró de que Francis y Tino no estaban en casa. Con pesadez, bajó a la portería y encontró a Alfred colocando un árbol de plástico mientras murmuraba frases en su teléfono. En cuanto colgó, volteó su mirada para ver a Arthur.
— ¿Qué es eso? —preguntó Arthur, en referencia al árbol. Alfred se encogió de hombros.
— El edificio necesita espíritu navideño, Art —repuso— ¿Quieres algo?
— ¿Estabas hablando con tu padre? ¿Te ha dicho cuándo volverá?
— No, pero supongo que en un par de horas, como siempre. ¿Qué pasa?
Arthur maldijo internamente. Recordó la humillación de la mañana, y pensó en ir al bar más cercano a emborracharse hasta que Francis llegara. No era un mal plan, pero notaba que la vena de su frente se hincharía aún más si no se tomaba un descanso.
— No tengo las llaves. Ábreme la puerta.
— Coño, ¿y el por favor?
— Tsk, niñato. Tú ábreme la puerta de una puta vez.
— Ya voy, ya voy —se colocaron delante de la puerta. Una vez abierta, Alfred le sonrió: —¿Algo que decir?
— Gracias… —murmuró Arthur— Por hacer algo por lo que te pagan y encima hacerlo tarde —tal vez fueron las formas, o tal vez era el hecho de que Alfred había tenido suficiente durante todo el día, pero bloqueó con su cuerpo la puerta y frunció el ceño— ¡¿Qué coño haces?!
— No sé, dímelo tú. Entiendo que seas un amargado pero esa no es razón para tratar mal a los demás, especialmente cuando te están ayudando.
— Tú no me estás ayudando: haces esto porque es tu obligación. Si Ludwig se dejase las llaves, le abrirías la puerta igual que a mí —tras esto, Arthur empujó a Alfred y consiguió entrar en el piso, aunque Alfred decidió seguirle.
— ¿De qué hablas, Arthur? —Arthur se encaminó a su nevera y sacó dos cervezas. Tras un debate interno, le pasó una cerveza a Alfred, y ambos se quedaron en silencio mientras bebían.
— No soy nadie, tienes razón —dijo Arthur.— Soy un amargado. La persona con la que más he hablado hoy es el portero de mi edificio —se mordió el labio y se acurrucó en el sofá. Alfred se sintió extraño: decidió que, a pesar de que no le gustase ver a Arthur enfadado, era mejor que verlo deprimido.
— Solo ha sido un mal día, Art.
— Al final de un mal mes —Arthur suspiró y tomó otro trago de la cerveza.— Trabajo continuamente y luego, cuando por fin tengo un descanso, me deprimo porque no tengo a nadie con quién pasarlo. No puedo ir a cenar a casa de mis hermanos porque siempre me recuerdan lo solo que estoy —cuando se miraron, Alfred comprobó que Arthur tenía lágrimas en los ojos. Su sinceridad le sorprendió y, por primera vez, lo reconfortó en cierto modo.
— Todos piensan que no valgo para nada. Creen que soy inferior a ellos y me dan órdenes sin mirarme a la cara —¿Qué estaba pasando? ¿Por qué se estaba sincerando con Arthur Kirkland? No lo entendía, pero dejó de querer entenderlo cuando vio que eso solo le provocaría más dolores de cabeza.
— Lo siento —dijo Arthur. — No te mereces eso.
— Tú tampoco —dijo Alfred. Se miraron fijamente. Alfred temía parpadear y que la magia se desvaneciese y, de repente, uno se puso en el regazo del otro, besándose de forma tan intensa que Alfred pensó que se desmayaría.
*
— Joder —suspiró Alfred, saliendo del éxtasis y el intoxicante calor que desprendía Arthur. Arthur no dijo nada, aunque su esfuerzo con recuperar el aire le dijo a Alfred todo lo que necesitaba. Alfred estaba desnudo, pero no sentía pudor en ocultarse, y rodó de la cama hasta colocarse junto a Arthur para lamer su cuello.
— Oh, dios, estoy en el cielo... —suspiró Arthur. Alfred sonrió, aunque sentía frustración por tener que esperar a recuperarse antes de continuar.
— ¿Tienes un cigarro?
— ¿Eh? No vas a fumar en la cama —dijo Arthur, con un tono que había perdido toda la dulzura de antes.
— Oh, venga ya, ¿qué más te da, tío? Tú también fumas.
— Porque mi vida es una mierda. Tú todavía tienes esperanza, querido —Alfred chasqueó la lengua, sintiendo cómo el estado de relajación en el que se encontraba iba desapareciendo. Alfred empezó a vestirse.
— ¿Qué haces?
— Me voy.
— Vale, vete, me da igual.
— Pues no me preguntes —Alfred se estaba abotonando su mono de trabajo mientras recogía la ropa dejada a lo largo del salón hasta la habitación de Arthur. Arthur salió siguiéndole, tapándose con el albornoz de un pijama.
— No se lo cuentes a tu padre —avisó. Alfred se sintió peor, y apretó los dientes de forma uraña.
— Tranquilo, no suelo contarle a mi padre a quién me follo —dijo— Aunque tú eres el mejor amigo del año, ¿no?
— Ah, fue un momento de debilidad. Me hubiese acostado con cualquiera.
— Lo mismo digo —dijo Alfred, y se dispuso a marcharse. No obstante, se detuvo justo antes, ladeó la cabeza y miró a Arthur por el rabillo del ojo. — ¿Sabes —Sabes ya lo que harás por navidad?
Arthur quiso responderle mal, pero la sincera preocupación de sus palabras se lo impidió.
— Puede que vaya a alguna fiesta con Francis, si no me quedo en casa —de nuevo, la mención a su padre les provocaba inquietud. Arthur no lo comprendía. Alfred siempre había sido Alfred, no el hijo de Francis. Cuando lo conoció, le había dejado claro que él era independiente, que Alfred era único y hacía lo que le venía en gana. Arthur no había respetado su manera de hacer las cosas, pero ahora veía que no había remedio con su causa. En cambio, ahora más que nunca Arthur se veía obligado a ver las similitudes entre ambos, mientras sentía su estómago revolverse cada vez más. Cuando se despidieron, Arthur cayó desplomado en el suelo. Decidió hacerse una taza de té para controlar su ansiedad, cuando alguien llamó a la puerta. Arthur atendió extrañado, y la figura de Ivan Braginsky al otro lado de la puerta no lo tranquilizó.
— Hola, Arthur.
— Ah, Ivan. ¿Qué tal? ¿Necesitas algo?
— Solo me apetecía charlar, Arthur. Antes charlábamos mucho. ¿Recuerdas cuando me dabas clases de inglés? —Arthur asintió ligeramente— Debo admitir que te escogí a ti porque me encantaba tu voz. Siempre me ha gustado. Pero ahora —oh Arthur, mi pobre amigo— ¿cómo has podido caer tan bajo? —Arthur sintió que se le helaba la sangre. No podía ser. No podía, no podía referirse a…
— Las paredes del edificio son muy delgadas, Arthur —dijo Ivan— Me sorprendió mucho al principio. Al fin y al cabo, mi estima por ti era más alta que esto, pero al final debo agradecerlo: ha puesto las cosas más interesantes. Al fin y al cabo, no creo que te apetezca que el señor Bonnefoy se entere de que has abusado de su confianza.
Arthur no lo comprendía. Pasaron segundos, incluso minutos, intercambiando miradas hasta que Arthur se arriesgó a hablar de nuevo:
— ¿Qué quieres, una cita? ¿Es eso?
Ivan soltó una carcajada.
— No, Arthur, no lo entiendes. Así se acaba el juego. Yo no quiero tu cuerpo, no voy a comprar tu silencio. Yo quiero el control —y, francamente, tener el control sobre ti me resulta mucho más excitante —Arthur tragó saliva, e Ivan hizo una sonrisa torcida.
— Entonces, ¿qué quieres? —Ivan rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta, y sacó un modesto collar con un cascabel.
— Para empezar, quiero que te pongas esto —dijo— Solía ser de mi perro, pero creo que será ideal para ti. Lo llevarás durante todo el día —su tono se volvió estricto— Y vendrás a la cena de navidad de los Vargas. ¿Comprendes? —Arthur asintió, sin atreverse a decir nada, e Ivan acarició con sus manos el labio de Arthur, apretándolo tanto con sus uñas que Arthur pensaba que rompería la carne— Buenas noches, Arthur.
Cuando Arthur volvió a entrar en su piso, se dio cuenta de lo jodido que estaba.
*
Alfred no podía dejar de pensar en él.
Era extraño, aunque previsible. A pesar de lo que aparentaba, Alfred no había tenido experiencia en el sexo sin compromiso, y menos con una persona tan ligada a él. En el sexo casual no tenías que haber vivido con esa persona antes, ni vivir ahora en el mismo edificio, y esa persona seguramente no tenía que conocer a tus padres. El sexo lo complicaba todo, y Alfred notaba que, conforme las horas pasaban, estaba volviéndose loco. Y lo peor de todo es que Alfred no estaba seguro de que eso fuese algo malo.
Estaba en la portería junto a Gilbert, Feli, Kiku y Antonio, escuchando su charla trivial mientras revivía la escena del día anterior. Feliciano parecía compungido de nuevo, aunque algunos susurros por parte de Gilbert aparentaban reconfortarle. No obstante, cuando vio a Arthur entrar en la portería, el corazón de Alfred dio un vuelco. Alfred le abrió la puerta de la portería, y Arthur lo miro con la ceja arqueada.
— Eres todo un gentleman —bromeó. Alfred se rió, casi de forma histérica, y trató de mantener la compostura.
— ¿Al final vienes a la cena de navidad? —Arthur asintió, y le preguntó al resto. Pero su conversación duró poco, al ver a Ivan Braginsky bajar las escaleras a un ritmo animado.
— ¡Arthur! —Ivan le dio un abrazo, para sorpresa de todos. — Me alegro de que te gustase el collar —tintineó su cascabel mientras Arthur se estremecía por sus manos frías.— Así puedo saber siempre que estás cerca.
— Arthur, ¿va todo bien? —Alfred deseaba que Arthur dijese que no, no estaba bien que Ivan lo tocase tanto, y que por favor Alfred, sé mi héroe, te quiero, Alfred, follemos como conejos porque nos amamos y no nos podemos embarazar, pero en su lugar encontró a Arthur mirándolo con expresión segura.
— Tranquilo, Al, nos vemos esta noche —les dijo, subiendo las escaleras acompañado por Braginsky. Al pensar en que la única razón por la que el ruso debía haber bajado era para ver a Arthur, Alfred sintió su corazón latir con fuerza.
*
— Me gustaría que le dijeras a Alfred que se pusiera mi bufanda —dijo Ivan tras invitarlo a entrar en su casa. Parecía que Ivan ya se había acostumbrado a su posición de dar órdenes, pues había visitado el instituto en donde Arthur trabajaba durante el día para darle ridículas directrices.
— Venga, Ivan, el trato era que yo hacía lo que tú decías, puedes dejarme evidencia delante de todo el mundo, pero no necesitamos meter a Alfred en todo esto.
— Alfred se metió en todo esto cuando te la metió a ti —Ivan habló sin tapujos, y Arthur no pudo evitar sonrojarse. — Entonces no hablarás con Alfred en el resto del día. Ni en la cena, ni en cualquier sueño perverso que puedas tener, ¿de acuerdo? —hizo un gesto para que Arthur se acercara y ambos se abrazaran— Ponte tu jersey verde en la cena de esta noche, y los pantalones más ajustados que tengas —Al salir de la casa, Arthur sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y decidió que debía salir a dar una vuelta para evitar pensar en todo ello. ¿Cómo podía pasarle eso? Estaba siendo chantajeado y él —él se preocupaba más por el americano que le había dejado claro que no eran nada y que todo había sido un error. Era ridículo. Más que ridículo: era una locura.
*
— Ay por Dios, que Arthur ha salido de casa de Ivan Braginsky —dijo Francis. Tino se sumó y ambos los miraron abrazarse por la mirilla.
— ¿Crees que es él con quién…?
— Oh, ¡claro que sí! Esos calzoncillos debían de ser de alguien alto como él. Además, ya sabemos el mal gusto que tiene Arthur para los amantes.
— Pero no me lo puedo creer, con el chungo… —murmuró Tino. Francis lo miró con determinación.
— ¿Sabes que significa eso, Tino?
— ¿Hmm? —Francis hizo una sonrisa pícara, ondeando su cabello mientras enseñaba todos los dientes
— Que iremos a la cena de navidad, mon ami.
*
Pero mira como beben los peces en el río…
— Joder, ¿en serio hace falta escuchar villancicos todo el rato? —se quejó Gilbert. Antonio chasqueó la lengua y lo miró, molesto.
— Es navidad, es lo que toca. No montes el drama.
— Oh, cállate, desde que te dejó Lovi estás amargado.
— Eh, yo ya estaba amargado desde antes —habló, cuando vieron llegar a Tino y Francis.— El bueno y el golfo, ¿dónde está el feo?
Francis sonrío, entendiendo que se referían a Arthur. — Con suerte llegará pronto. Anda: mira, Tino, cartelitos con los nombres —hizo un gesto a los cárteles en cada sitio de la mesa, y procedió a cambiar el cartel de Arthur de sitio.
— ¿Qué haces? —preguntó Gilbert al ver que Francis ponía el cartel de Arthur junto al de Ivan. Francis sonrío de forma sardónica, e intercambió una mirada cómplice con Tino. Al llegar ambos, Ivan puso una sonrisa divertida mientras Arthur lo seguía. Alfred llegó poco después.
— Oh, Alfred, querido: ¿qué tal estás? —su padre le dio dos besos, pero el foco de Alfred era Arthur, al otro lado de la mesa. Arthur parecía ignorarle, lo que hacía que Alfred lo mirase con más intensidad. Francis se percató de esto, aunque no de la intención acertada: — Ah, tú también lo has visto. Nuestro querido Arthur, el virgen María, se ha echado novio. ¿Qué te parece?
— Os lo estáis inventando. Hacéis mucho caso a lo que dicen los viejos.
— No, pero de verdad lo vimos —dijo Tino— Salían del piso de Ivan abrazados y murmuraban como dos amantes. Gil dice que Ivan le regaló a Arthur el cascabel que lleva en el cuello.
Alfred no quiso mirar para verlo. Se sentía enfermo, y solo tenía ganas de apartar a Arthur del lado de Ivan. Esas miradas que le dirigía, esas muestras de afecto… ¿era egoísta el querer eso de Arthur solo para él solo? Alfred sabía que sí, especialmente después de su actitud el día anterior. Por eso, Alfred había tratado de buscar a Arthur para disculparse, sin mucho éxito. Pero ahora estaban allí, y Arthur llevaba ese jersey que realzaba tanto su delgada figura, exponiéndola a las afiladas garras del psicópata de su vecino.
— Oye, ¿dónde está Ludwig? —preguntó Feli, que se había sentado junto a Alfred— Tenía una sorpresa para él.
— Me dijo que vendría —comentó Gilbert.
— Bueno —dijo Roman— Quien falte ya vendrá. Deberíamos empezar a comer ya o se hará tarde —pero, antes de que pudieran disfrutar del manjar que los Vargas habían preparado, un desarreglado Ludwig Beilschmidt irrumpió la cena.
— Feliciano, hemos terminado —dijo.
— ¡¿Qué?! —Feli se levantó de su asiento, con la cara enrojecida y unos ojos que reflejaban dolor.
— ¿Pero de qué hablas, hermano? —habló Gilbert. Ludwig lo fulminó con la mirada.
— ¡Cállate! ¡Todo esto es por tu culpa! No podías soportar que fuese feliz, ¿no? Tenías que robarme a mi novio.
— ¿Pero de qué habla? —murmuraron los vecinos.
— Oh dios mío, ¡¿sois pareja?! —exclamó Francis, pero Ludwig lo ignoró y se abalanzó sobre Gilbert, para sorpresa de todos. Empezaron a empujarse en el salón, mientras Feli y Antonio trataban de separarles. Mientras tanto, los villancicos eran interrumpidos por palabras malsonantes en alemán que los hermanos se iban dirigiendo.
Francis los miraba divertido: — Y yo que pensaba que la alegría de la cena sería el nuevo novio de Arthur —Arthur se atragantó con la bebida que estaba bebiendo, y abrió los ojos como platos.
— ¿Se lo has contado? —le espetó a Ivan, y los vecinos dieron silbidos por la revelación.
— Pero ¡¿qué le has hecho?! —gritó Alfred.— Eres un enfermo, no sé qué le has hecho a Arthur para convencerle de esto, pero no voy a permitir que te aproveches de él.
— ¿De qué hablas? —le retó Ivan.— A mí me parece que el único que es un aprovechado eres tú —y con eso, Alfred se lanzó hacia donde se encontraba Ivan, noqueándolo en el suelo mientras lo agarraba de ello. Ludwig y Gilbert seguían discutiendo, silenciando los sollozos descontrolados de Feli. Alfred lanzaba puñetazos con más fuerza de la que nunca había esperado, mientras Ivan lo correspondía. En cuanto Alfred lo agarró del cuello de la camisa, Ivan exclamó algo que resonó en toda la habitación.
— ¡Arthur y Alfred se han acostado!
— ¡¿Qué?! —Francis exclamó indignado, dando un golpe en la mesa. Tino lo sujetó, pero Francis trató de zafarse dando patadas en el aire:— ¡Suéltame! ¡Arthur Kirkland! ¡Te mataré! ¡Te mataré!
Sentado en una silla del comedor, el abuelo Roman maldijo entre dientes.
— Yo solo quería una navidad normal —murmuró.
*
— Así que… —el policía miró su ficha.— ¿Tú querías darle una sorpresa a tu novio por navidad con su hermano y él pensó que le estabas engañando? —Feliciano asintió, y Ludwig miró al suelo avergonzado. Gilbert estaba en la ambulancia, quejándose acerca de cómo su perfecta nariz iba a acabar torcida gracias al obstinado de su hermano.
— ¿Y tú…? —miró a Arthur.— ¿Te acostaste con el hijo de tu amigo y accediste a ir a la cena de navidad con tu vecino si te guardaba el secreto? —Arthur fue obligado a asentir, y el oficial siguió mirando a Arthur. — Tío, eso no está bien.
— Ya lo sé, si hablaré con él.
— Pues aprovecha a hacerlo pronto, que le hemos dado unos calmantes —el policía señaló a Francis, quién cantaba unas canciones francesas mientras permanecía tumbado en el sofá de los Vargas— ¿Algo más? Mira que estamos acostumbrados a conflictos en navidad, pero esto se lleva la palma —dijeron antes de irse. Alfred, quién se encontraba poniéndose hielo en el ojo, se acercó a Arthur una vez acabada la declaración.
— ¿Accediste a que Ivan te chantajease para protegerme?
— No fue solo por ti; tampoco quería que Francis me matara —Arthur bufó, y vio a Alfred mirándolo por el rabillo del ojo.— ¿Qué pasa?
— Nada, hemos pasado por todas las trabas de una relación sin tener una —comentó Alfred.— Y lo hemos superado. ¿Crees que es una señal?
— ¿Una señal de qué?
— Una señal de que estemos juntos —dijo Alfred.— Oh, Arthur, estos días han sido demasiado. Me arrepiento de lo que te dije, no sabía qué hacer; luego vi que estabas con Ivan y traté de, no sé, traté de que no me importase, pero… pero me importa, Arthur. Creo que te quiero —declaró Alfred, y Arthur sintió su cara llenarse de calor. — ¿Crees que podríamos intentarlo?
Arthur lo miró fijamente, como si estuviese deliberando todas las opciones. Al cabo de un tiempo, se quitó el collar con el cascabel y, una vez libre, sonrió a Alfred.
— Creo que hay muérdago aquí arriba y tengo muchas ganas de besarte.
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Las Tunas.- Vidalina, Martha y Georgina son la máxima expresión de la mujer campesina de este siglo. Ellas saben de color, sabor, textura, olor de los productos alimenticios; saben si la semilla no es buena o si el agua no puede ser usada, cuándo sembrar y cuándo no hacerlo. Saben que la naturaleza es un premio maravilloso y no puede ser despojada, ni atropellada. Respetan y aman la tierra como a su propia sangre. La variabilidad climática necesita de productores que ayuden a sanar los suelos y ellas, las tres, colocan su magia y saberes, en pos de seguir dando y fortaleciendo la vida.
LA TIERRA LO DA TODO
La finca es su imperio y ella así lo siente. Bien pudiera contarse allí la historia de su familia, pues les pertenece desde los años 20 del pasado siglo. Los aires del lugar son innegables: huele a prosperidad, a pasión por la vida en el campo y también a la responsabilidad de romper antes del alba con las faenas diarias sin importar que haya viento o lluvia.
Vidalina Ferrás López nació y se crió en aquellos predios, en la propiedad La Rosa, ubicada en El Yarey de Vázquez, municipio de Puerto Padre. Todavía asombrada nos cuenta que ni ella misma sabía que le gustaba tanto producir. El destino la llevó por otros rumbos y durante muchos años trabajó en la talabartería de la Villa Azul, pero urgencias familiares le hicieron volver a donde todo comenzó. Ahora siente que se levanta cada día en el lugar exacto donde quiere estar.
“Mi papá falleció hace muchos años y mi mamá se quedó al frente. Al morir ella vine a ayudar a mi único hermano varón, porque tenía problemas de salud y debía operarse; pasó el tiempo y me quedé. Esta tierra ha pasado de generación en generación, ahora yo la represento, pero luego le tocará el turno a mi nieto o a mi sobrino y así, sucesivamente. La tierra es el eslabón primario de todo, sin ella no hay alimento”.
La finca pertenece a la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Otilio Díaz y es agroecológica diversificada. En ella se pueden encontrar todas las viandas, algunas hortalizas, frutas y granos. Como áreas permanentes tiene tres hectáreas de frutales, el plátano y el palmiche para la comida de los cerdos y carneros. El boniato, además de alimento humano, garantiza el rejo a sus conejos y la caña la disfrutan gallinas, guanajos y cuanto animalito corretea por el patio de la casa. La yuca también hace lo suyo al convertirse luego en crema de vie y en la harina para los dulces de la merienda. Igualmente crecen por estos lares maíz, ají, cebollín y ajo.
“Orgánicamente se puede cultivar y con las prácticas agroecológicas de manera sostenida mis sembrados no se infestan mucho. Ya tengo experiencia en el uso de los sembrados intercalados, en las barreras vivas y en la siembra de plantas que actúan como repelentes; a la vez siembro flores que atraigan la atención de las abejas y los insectos. Al cebollín que estoy cultivando ahora solo le he aplicado dos veces el Enerplan, que es biológico, y no se ha enfermado.
“El aceite que usamos lo extraigo del ajonjolí que siembro, es una frutica bien pequeña, pero es la que más rinde. Un quintal de ajonjolí proporciona de 18 a 20 litros de aceite. Se le conoce en el mercado internacional como aceite de sésamo, contiene los tres omega y es muy sabroso, lo consumimos natural sin hacerle ningún proceso. En este momento produzco casi todo lo que necesito, excepto el arroz. Creo que sí, que una puede sembrar cuanto requiere para el consumo familiar. La tierra lo da todo si uno lo sabe pedir”, dice tranquila.
La conservación de las frutas fue algo necesario, la propiedad tiene 14 hectáreas y una brigada de cinco obreros que son jubilados. Garantizar las meriendas el año completo era complejo, porque las frutas se cultivan por temporadas. “Yo hacía pulpa, pero no siempre se preservaba, hasta que en el 2012, gracias al proyecto PIAL, cursé un taller en La Habana. Allí descubrí que no hacía un correcto esterilizado de las botellas.
“Ahora estoy feliz con mis conservas, tengo la merienda asegurada para los trabajadores y cuando viene una visita puedo ofrecerle un buen refresco natural en cualquier época. Mi sueño es tener algún día una minindustria y un local donde comercializarlas”.
Un proyecto la ocupa ahora y es la creación de un espacio cuyo destino sería la conservación de granos, lo cual beneficiaría a la totalidad de los integrantes de la cooperativa, que deben esperar que las semillas vengan de otros lugares. La idea seguramente florecerá, como todo lo que crece en sus campos.
CONSERVANDO EL FUTURO
Después de las 5:00 de la mañana no hay fuerza capaz de mantener a Georgina Martínez Turruelles bajo las sábanas. El gallo comienza su cantío y ella ya tiene los pies bien puestos en la tierra, porque dirigir la CCS Justo Bruzón de la localidad de "Jesús Menéndez" y coordinar su programa de conservación de semillas no es cosa de juegos.
Su mayor orgullo es la cámara de conservación de semillas, también la causa de algunos desvelos. Fue la primera que existió en la provincia, hace más de tres años, y es la niña de sus ojos. Les ha reportado un beneficio económico considerable, que han podido emplear en la reparación de la infraestructura de la cooperativa, el pago de salario a trabajadores y la estimulación a productores destacados.
La idea surgió a partir de una escuela de aprendizaje rural en acción, en la que convocaron a productores de granos. Al analizar la situación concreta de la región, se percibe que el proceso desde que el campesino solicitaba la simiente hasta que la tenía en sus manos demoraba unos 15 días. En cambio, ahora las tienen a su disposición en el momento de la etapa óptima de siembra, sin tener que trasladarse largas distancias para obtenerla.
Nos explica que “está beneficiada manualmente, cada finca guarda entre dos y 10 quintales”. La cámara tiene una capacidad de hasta 450 quintales, el 50 por ciento de la semilla que se utiliza en “Jesús Menéndez” para la campaña completa del frijol. Se logró con financiamiento de Oxfam, el PIAL, así como fondos propios de la cooperativa y la colaboración de Cubasolar.
Gina, como todos la llaman, tiene la mirada inquieta y le nace un brillo especial cuando habla de este proyecto que le facilitó el trabajo a muchos. Actualmente 10 productores suministran la semilla y tres ingenieros agrónomos de su colectivo son los encargados de visitar las fincas y certificar la calidad de la muestra. Las normas técnicas estipulan que no puede haber mezcla varietal, deben ser cultivos sanos y utilizar medios biológicos en los sembrados, en aras de una mejor conservación y de proteger la salud de los futuros consumidores.
“Cuando llega la etapa de la cosecha se alista la cámara. Primero se fumiga con un preparado de nim para evitar que los insectos la invadan, colocamos las semillas tres horas en el secador solar y luego utilizamos el detector de humedad para verificar que tenga la requerida. A continuación, se coloca en la cámara y ponemos a funcionar el deshumificador que le extrae la humedad que la propia cámara genera. Cuando está lista para extraer, hacemos la prueba de germinación y comprobamos que se ha conservado exitosamente y está apta para sembrar.
“Al iniciar la cosecha del frijol caupí en los meses de abril y mayo y aún no hay semilla para conservar, utilizamos la cámara temporalmente para proteger el grano que se comercializará. De este modo si tarda el proceso de venta, recogemos el de todos los asociados, lo pesamos, lo guardamos y cuando la empresa compradora está lista, lo transportamos y el campesino no corre el riesgo de que un renglón tan susceptible se dañe".
Los saberes del Centro Universitario Municipal de "Jesús Menéndez" hicieron su magia en esta empresa. Se encuentra dentro del plan de desarrollo local del municipio con la intención de ampliar la cámara y hermetizarla, y de esta forma garantizar la seguridad ante el impacto de un evento climatológico. Aspiran en el futuro a poder certificar las semillas.
Georgina habla de agradecimiento y de retos, también de lo pendiente. Aún tienen la deuda del alto consumo eléctrico, por lo que el próximo paso es gestionar que funcione con energía solar. “Si lo logramos podremos mantenerla trabajando el año completo y conservar otras semillas botánicas como el tomate, la calabaza, el pepino, el melón y diferentes granos”.
“Para mí es un orgullo lo que estamos haciendo. Cuando uno sueña un proyecto y lo ve materializado le satisface, más si eso beneficia a muchas personas. El sentido de pertenencia aumenta con estos resultados y crecen nuestras aspiraciones. Sueño con que haya más ideas como esta que se reviertan en mejoras para los asociados y asociadas”, concluye.
Si un hombre machista escribiera estas líneas probablemente dijera que Martha Orcell Adeis es una mujer “con los pantalones bien puestos”, “de pelo en pecho” y quién sabe cuántas cosas más. Algunos de los que están bajo su dirección en la CCS Gonzalo Falcón del municipio de Manatí piensan, aunque no se atrevan a decirlo en voz alta, que es demasiado imponente, probablemente porque no se anda con rodeos, llama a las cosas por su nombre y hace cumplir a “rajatabla” lo correcto, lo que es mejor para todos.
El colectivo la respeta y sus méritos hablan de lo incansable de su espíritu, aunque los años no pasan por gusto y toda una vida de sacrificios aflora en sus ojos. Aún recuerda cuando cerraron el central Manatí y desintegraron la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Mártires de Manatí en la que se desempeñaba como presidenta. De pronto se quedó sin empleo y tuvo que incorporarse a la Tarea Álvaro Reinoso, en la que cobraba un salario mínimo por estudiar, iniciativa que protegió a miles de obreros tras el cierre de muchos centrales en Cuba.
Siempre fue humilde, muy joven debió dejar los estudios para apoyar la economía familiar. Pelotones de combinadas y un taller de maquinarias supieron de su energía joven, pero todo eso fue antes de su paso por la “Mártires de Manatí”. La “Álvaro Reinoso” la devolvió a las aulas y el impulso fue tal que ingresó en la Universidad y se graduó de ingeniera agropecuaria.
En el 2012 graduada y ya con cierta experiencia, le proponen dirigir la “Gonzalo Falcón”, lo que impuso nuevos obstáculos. “Ser mujer dirigente en ese momento era muy difícil, ahora eso ha cambiado bastante; pero tuve que enfrentar muchas dificultades y no aceptaban lo que yo decía. La CCS es compleja, porque cada finca es una empresa y aún hay campesinos que están en desacuerdo conmigo constantemente, aunque tenemos buenos resultados”, comenta.
“La llegada del proyecto Apocop fue muy importante para nosotros, teníamos algunas deficiencias y limitaciones, hemos ido superando eso. Hoy logramos un gran impacto en la comunidad, que es lo que se espera y producimos diariamente entre 300 y 400 litros de leche, cuyo destino es la población de Manatí. En lo personal era muy poco comunicativa, tenía miedo escénico y a través de las capacitaciones he podido vencerlo”.
Una casa de posturas distingue a la CCS. Su objetivo es producir posturas de hortalizas para la alimentación del municipio y a la vez emplear mujeres de la comunidad que nunca habían laborado fuera de sus hogares. Como ellas mismas aseguran, ahora son otras, piensan diferente, se han empoderado y tienen más independencia económica.
Desde allí expenden sus productos a las 12 cooperativas de la comarca, a la comunidad, las áreas suburbanas y la Agricultura Familiar. En este instante tienen 155 mil posturas dentro de su perímetro y otro tanto en las áreas aledañas. La demanda es creciente y en un día una sola productora puede llegar a vender más de cuatro mil 500 pesos.
“Hemos tenido posturas de diferentes variedades de ajíes y tomate, fundamentalmente. Cuando no es tiempo de semilleros aprovechamos el espacio en la siembra de lechugas, tomates y otros cultivos. En las áreas exteriores disponemos de hortalizas que vendemos a la población y a centros priorizados como los hogares de ancianos y de embarazadas. Aspiramos a tener un lugar de honor en la provincia, porque en Manatí ya lo tenemos.
“Sueño con nuevos logros, cuando comencé era casi yo sola y ahora somos más mujeres en diferentes frentes, lo que hace más fácil el diálogo con los productores, entre los que predomina aún el machismo. Tenemos algunos recursos para impulsar un vivero tecnificado de frutales y ya se producen las posturas para ese proyecto. Todo esto me motiva mucho por su belleza e importancia y quiero que no se pierda, sino que se mantenga así”.
Han transcurrido varias décadas de la lucha por la tierra en nuestro país, de cuando se habló por vez primera de reforma agraria, de derechos individuales y de que la tierra tiene que ser de quien la trabaja. Hoy los problemas son otros y el reto es asegurar la alimentación de millones, con un medio ambiente dañado y un clima que cambia aceleradamente.
Volver los ojos al campo ha sido una dura lección que hemos aprendido, particularmente en Las Tunas, donde son mayores en extensión las zonas rurales, pero el promedio de precipitaciones se redujo de mil 126 milímetros anuales a mil 038 y la tendencia es a continuar disminuyendo. El 80 por ciento de sus suelos ha sido declarado entre poco productivo y muy poco productivo, lo que obliga a incorporar la ciencia y la innovación en aras de que el territorio sea, como necesita la nación, líder en la gestión de la seguridad alimentaria.
Más de un centenar de proyectos se desarrollan y resultan célula fundamental en experiencias que ya rinden sus frutos, como las fincas agroecológicas, la creación de variedades más resistentes a la sequía, el agroturismo y la utilización de fuentes renovables de energía. En cada uno de ellos sobresale el papel de las mujeres campesinas, quienes organizan su cotidianidad de otra manera y garantizan que cada bocado llevado a la mesa lleve nutrición, salud, fertilidad y satisfacción.
https://youtu.be/9xA0f_wCB5E
https://youtu.be/BA1qPuDuVPE
https://youtu.be/6Jvo9esncT8
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Los enfermeros reivindican los tatuajes en el hospital
La Voz de Galicia
Adri Rey estuvo trabajando en el Reino Unido y recientemente regresó a Galicia. Este joven enfermero de Marín, que llama la atención por su brazo tatuado, asegura que no ha tenido problemas con los pacientes por este tema. «Empecé a trabajar en el Sergas hace poco menos de un año y la experiencia ha sido muy buena. Sí que venía con un poco con la incertidumbre de ver lo que pensaba aquí la gente. Pero tuve cero problemas. Ha habido alguna señora que me dijo de broma: ‘¿pero tú dónde vas con esos tatuajes?’, pero en ningún momento de malas maneras. A la gente mayor se le hace más raro, te dan su opinión, pero nunca escuché malas palabras».
El brazo de Adri llama la atención, pero es cierto que no tiene imágenes duras ni ofensivas. «Tengo tatuado un faro y un barco en el antebrazo, de primera impresión llama bastante la atención porque es grande pero no porque sea una imagen desagradable, no es como si llevara una calavera o algo de este estilo». De momento, este joven enfermero no conoce mucha gente que tenga tantos tatuajes como él. «En Galicia he visto poquita gente, sí que hay chicas con un tatuaje pequeñito en la muñeca o el antebrazo, pero no vi a nadie con uno tan grande como el mío».
Sin embargo, cada vez hay más tatuajes en los hospitales, por una cuestión cultural. «Lo de los tatuajes en enfermería se vive con total normalidad -explica Emma Rodríguez, del SATSE de Pontevedra-, es algo que se está imponiendo y cada vez hay más gente que los lleve. Desde el punto de vista de la enfermera, con tal de que sea algo limpio e higiénico, sin contaminación. No hay ningún problema. Yo creo que son cuestiones más culturales, propias de cada persona y cada creencia, porque las enfermeras somos individuos que vamos con las tendencias y somos personas normales y corrientes».
Respecto al estudio en el que varios pacientes de Ginecología en Ourense mostraban un leve rechazo por los tatuajes en los profesionales sanitarios, la representante del colectivo recuerda que las enfermeras son muy estrictos con su higiene. «Los enfermeros somos muy cuidadosos en este tema -explica-. Es muy raro que llevemos las uñas pintadas trabajando. O que llevemos colgantes o pulseras. Hasta un reloj puede ser un contaminante. Por eso estamos todo el tiempo lavándonos las manos, antiseptizándonos... Usamos guantes, mascarillas, gorros... Nuestra principal prioridad es conseguir la mayor higiene y la menor transmisión de enfermedades, ser lo más asépticos posibles, y el tatuaje es un modo de expresión que no contamina».
Emma Rodríguez recuerda que una de las primeras cosas que te enseñan en la Escuela de Enfermería es que no debes ir maquillada a trabajar. «Porque si llevas rímel en las pestañas y parpadeas, puede caer un poco en una herida y ya estás provocando una infección o una alteración. Si tienes una pulsera y tocas la piel del paciente con la pulsera, cuando vas al siguiente paciente a hacer una cura, esos organismos pasan de un paciente a otro y le pueden provocar sepsis».
«Son un método de expresión»
García insiste en que los tatuajes son inocuos para el paciente una vez que están cicatrizados. Para esta profesional, llevar tatuajes «es un método de expresión que nosotros podemos utilizar y está bien, ya que todos los demás nos son negados. Hay que tener en cuenta que estamos muy limitados en cuanto a métodos de expresión, porque hasta el uniforme es blanco y ni siquiera nos diferencian ni por colores».
Emma no recuerda haber presenciado casos de rechazo a los profesionales tatuados. «La gente no protesta, al no ser que sea un caso muy puntual, simplemente les llama la atención. Recuerdo que cuando estaba en atención primaria yo tenía un compañero que iba tatuado de la cabeza a las pies y era gótico, con botas y collares de pinchos, así que ya te puedes imaginar. Pues a la gente, al principio, le chocaba un poco, pero en cuanto veían que era un buen profesional ya se relajaban. Lo que hay que dejar claro es que la gente tiene que estar tranquila, porque no es contaminante».
Por otra parte, los sindicatos de enfermería no han notado ningún tipo de discriminación laboral que venga desde recursos humanos o desde la dirección de los centros. «En Lugo -explica Verónica, - nosotros no hemos notado ningún problema por parte de la dirección de recursos humanos. No hemos visto que se deje de contratar a una enfermera o a otra por su aspecto físico, ya sean tatuajes, dilataciones, o cosas por el estilo. Ni por el color del pelo ni por nada de nada, ni en pediatría ni en ningún otro servicio».
En el HULA, hay enfermeras y enfermeros con tatuajes, piercings y hasta con el pelo rosa. «Hay cosas muy llamativas, que destacan aún más con el uniforme blanco. Algunos pacientes, sobre todo si son mayores, de entrada se quedan mirando, pero no hay rechazo de ningún tipo». Eso sí, los representantes del colectivo lo tienen muy claro: «tampoco permitiríamos que hubiese rechazo por eso, porque no es un motivo para discriminar a un profesional».
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El señor que se refugiaba entre los libros Si uno entra a la Facultad de Medicina y sube la escalera en dirección al anfiteatro Maggiolo, encuentra la biblioteca. Allí hay cabezas por todos lados. Todas están inclinadas hacia abajo, inmersas en la lectura. Las hay de los más variados colores, rubias, morochas e incluso alguna que otra pelirroja. Si uno sigue la vista hasta el fondo, en la última mesa, hay una cabeza diferente a las demás, de pelo tan blanco que casi cuesta creerlo. Este blanco platinado sobresale entre los otros tantos mechones, coloridos y juveniles. Él es Hmparzum, más conocido como “Tito” y, como las demás cabezas que lo rodean, está estudiando. Tiene 97 años y es de nacionalidad siria. Llegó a Uruguay con solo nueve meses, acompañado de sus padres y sus tres hermanos que escapaban de las masacres de los turcos en Aleppo, allá por el 1920. Como su nombre resulta complicado para la mayoría de los uruguayos, todos en la facultad lo llaman Tito o se refieren a él como “el viejito de la biblioteca”. Con una lupa grande lee durante una, dos, tres, hasta seis horas. Hace más de 10 años que hace lo mismo. De a ratos deja la lupa sobre el escritorio y escribe. Toma la lupa otra vez y 9 vuelve a leer. En su mesa hay dos cuadernos, una enciclopedia de anatomía humana, una lapicera azul y un mate. Entre párrafo y párrafo, anota alguna que otra ecuación. Cuando no lee sobre medicina, estudia psicología. Su cabeza solo se levanta para tomar un sorbo de mate o ajustarse los anteojos. No mira alrededor. Nunca. Parece como si los libros representaran para él el universo mismo, lo único que le interesa. Karina, encargada de atención al usuario en la biblioteca asegura: “Tito llega más o menos a las dos de la tarde y se va a las seis. Antes venía desde las 10 de la mañana. Como viene todos los días, se fue haciendo parte del paisaje, parte del grupo humano”. Karina comenzó a trabajar en la biblioteca en el año 2007 y asegura que, al poco tiempo, Titó empezó a ir a leer. “Sólo un día faltó, y fue por un tema de salud. Desde ahí no falta nunca, llueva a truene”. Karina es la única que llama a Tito por su verdadero nombre y le dice “Hampa”, a modo de apodo. Tito tiene solo a su hijo Bartam y un nieto de 15 años como familia, por lo que Karina es uno de sus lazos más cercanos. Creció en Dolores, donde su padre tenía un comercio y su madre lo ayudaba, además de cumplir con las tareas de la casa. De su infancia recuerda muy poco, pero a medida que crecía, fue adquiriendo conciencia sobre la decisión de sus padres de marcharse de Siria. “La gente tenía que irse o morir”, dice y agrega meneando la cabeza con tono de reproche: “Agarrar un cañón y disparar es fácil. El tema es cuando estás frente a otro, a otro individuo que te puede matar y estás desarmado. Soy contrario a cualquier forma de violencia”, asegura y vuelve a bajar su cabeza. “El interés de esto- dice mientras ojea las páginas de su libro abierto- es saber”. **** Una tarde, cuando Tito tenía alrededor de 20 años, acompañó a uno de sus hermanos al Mercado Modelo. Ese mismo día una persona se cayó cerca de ellos y se desmayó. Recuerda que se preguntó: “¿Qué hago con esta persona? No sé cómo tratarlo, no sé qué hacer”. Al poco tiempo, Tito se encontraba entre los salones de la Facultad de Medicina, “para poder hacer algo por alguna persona que lo necesite”, dice. En primer año, ya era un alumno sobresaliente y considerado de los mejores de su clase. Pero antes de dedicarse al saber, confiesa que abandonó el liceo en tercer año porque no le gustaba estudiar. “No sabía estudiar y nadie me enseñó, no sabían cómo”, asegura. Para ese entonces, ya se había mudado a Montevideo. “A mis padres no les interesaba el estudio, ni cuando empecé tampoco. Yo me acuerdo que daba los exámenes, salvaba con cada nota fabulosa y nunca me preguntaron, ni me interesó tampoco”, dice convencido y vuelve la vista a sus apuntes. Mientras algunos estudiantes devuelven libros y se van, él sigue sentado. El tiempo ha ido encogiendo su figura, reduciéndolo a una masa huesuda y encorvada. Su hombro derecho está torcido de cargar bodegas porque hubo un tiempo en que trabajó como repartidor. “Mirá”, dice, algo entusiasmado: “Todo esto, toda esta piel, estaba lleno de bíceps”. Por un momento, parece como si el tiempo no hubiera pasado. Se remanga la camisa y muestra su piel caída. “Y mirá lo que tengo ahora, no tengo nada”, asegura con el entusiasmo ya esfumado y con una expresión que indica que el “no tengo nada”, va mucho más allá de los músculos que una vez tuvo en su brazo. 10 Sus padres trabajaban duro en el comercio para poder criar a cuatro hijos. Tito decidió que, además de estudiar-retomó y finalizó el liceo- iba a trabajar para ayudar con las tareas de la casa y, además, poder seguir con sus estudios. Cuando estaba haciendo el cuarto año de medicina, se desbordó. “Sólo no podía”, dice serio. “Un día le dije a mi madre, ‘mirá vieja, yo veo que una madre mantiene 10 hijos y 10 hijos no mantienen a una madre. Así que yo te voy a dar todo mi dinero y vos lo manejás a tu gusto’”. Su madre no supo manejarlo y el resto, asegura que se lo robaron sus hermanos. “Me estropearon todo”, asegura ,“el trabajo y el estudio”. Fue ahí cuando tuvo que abandonar la carrera que con tanto entusiasmo había comenzado. A su madre la recuerda como “una luchadora”. “Yo siempre digo, la mujer tiene que tener nueve meses en su vientre a una persona, a un parásito. Somos parásitos. Cuando estamos en el vientre de la madre, somos parásitos”, dice con determinación. “Yo me llevaba mejor con mi padre, sí. Mi padre era muy amoroso. Pero, no sé, yo me comportaba un poco más bien como indiferente”. A la biblioteca siguen llegando nuevos estudiantes. Piden libros, se sientan, escriben por un rato y se van. Tito parece no verlos. Ni a ellos ni a nada de lo que ocurre en la biblioteca. Él sigue con su postura inclinada, leyendo por una, dos, tres, cuatro horas. Hace más de 20 años que no sabe nada de sus hermanos. “Yo no los quiero como hermanos”, dice meneando la cabeza. “Hace años que no los veo y no los quiero ver tampoco. La gente mala, no importa si son consanguíneos, es mala y listo”. Lo dice con tanta determinación que parece que se tratara de una de las fórmulas que estudia en los libros, convencido de lo que dice como si estuviera afirmando algo obvio, como que dos más dos son cuatro. 11 Allá por el año 63 Tito se casó y al año, tuvo a su primer hijo, Bartam. Al poco tiempo su mujer decidió abandonarlo. Le dijo que se quería divorciar. Tan práctico como las ecuaciones que anota, Tito recuerda que le dijo: “Mirá mijita, si vos no me querés, yo tampoco te quiero”. Son las cuatro de la tarde y Tito está solo en “su” mesa, la que siempre elige para sentarse. Casi nunca se levanta. Tampoco quiere hacerlo. Solo lo hace si se ve obligado a ir al baño o pedir prestado otro libro. Karina se acerca para saludarlo y le dice: “Chiquito, ¿cómo estás?”, él le responde con el mismo tono cariñoso pero, cuando ella se va, vuelve la vista a sus apuntes. “Yo siempre digo, para el ser humano no hay cosa más grande que saber. No lo podemos saber todo, pero podemos saber mucho o poco. No importa. La cuestión es saber algo”. Pocos son los alumnos que se “animan” a consultarle una duda. Los que se acercan, caminan hacia él como si se tratara de una eminencia. Macarena, estudiante de cuarto año, asegura que siempre se lo ve más abrigado de lo habitual y que “siempre se sienta en la misma mesa, al fondo a la izquierda”. Solo una vez Macarena lo vio acompañado. Asegura que: “La mayoría de las veces está solo. Cuando lo vi por última vez, estaba con un libro de biología celular y molecular”, comenta. A los años de verse obligado a abandonar Medicina, Tito decidió que quería seguir aprendiendo. Se anotó en filosofía. “Lo hice porque siempre me gustó saber, siempre me gustó estudiar”. Un día en el patio, al salir de clase, se encontró con un ex compañero del liceo que estudiaba psicología y lo invitó a estudiar con él. “Ya me anoté en filosofía, ¿qué voy a hacer? ¿Cambiarme?” “Sí”, le dijo su amigo. Tito se cambió y estudió psicología por tres años. Era una tarde como cualquier otra, allá por el otoño de 1973. Tito ya había comenzado su cuarto año de psicología. Cuando llegó a la puerta de la Universidad, lo recibió un soldado 12 con un fusil y, apuntándole, le dijo: “¿A qué viene?”. Tito pensó para sí mismo: “Soy un estudiante, estúpido, ¿qué te puedo hacer que me apuntás?”, pero decidió callarse. “Vengo a dar un examen”, dijo. El soldado le dijo que no podía, que la facultad estaba clausurada. Afuera había mucho revoloteo y los estudiantes, incrédulos como él, no parecían entender. La dictadura había comenzado en Uruguay. Como no pudo continuar tampoco la carrera de psicología, Tito vendió todo lo que tenía e ingresó al transporte de ómnibus, donde trabajó como chofer varios años. Era el único hijo en la familia que trabajaba. “Llegó un momento que la tensión era tan grande que me llegué a enfermar, perdía la consciencia. No era una pérdida de consciencia total, yo sabía lo que sentía y quién era. Lo único es que, estaba en un lugar, pero no sabía dónde”. Cada vez que a Tito le pasaba esto, estacionaba el ómnibus contra el cordón y esperaba a que se le pasara. Cuando el episodio terminaba, encendía el Cutcsa otra vez y continuaba con el recorrido. Con el tiempo, ya jubilado, decidió que era hora de retomar la carrera de psicología. “Allá en psicología son unos pobrecitos”, dice algo enfurecido. “Yo di todos los exámenes. Me hicieron perder, me hicieron perder, cuatro exámenes de una materia. Pasa que yo contestaba en relación a la medicina, y a los profesores eso no les gustaba”. Una vez, recuerda Tito que una de sus profesoras le planteó que él, en las pruebas, hablaba mucho de anatomía. Él, convencido, le dijo que usaba la medicina para explicar los fenómenos psicológicos. Su profesora, muy radical, le dijo: “Esto es psicología”. Tito recuerda que le respondió: “Decime una cosa, ¿a vos quién te dijo que entre la ciencias hay paredes? Las paredes las ponemos nosotros, porque nos conviene.” Sin embargo, varias fueron las paredes que le impidieron a Tito finalizar las dos carreras que había comenzado y ninguna de ellas tenía relación con la ciencia. “No perdí veinte centésimos o veinte pesos, perdí dos carreras. Me enteré, por alguien que me dijo, que hace más de diez años que vengo acá. Hace más de diez años que yo estudio”, dice serio. “Encontré mucho más apoyo en personas que no tienen ningún vínculo consanguíneo conmigo que dentro de mi propia familia”, asegura. En su cuaderno hay apuntes de temas tan variados como los estudiantes que entran y salen de la biblioteca. Dibujos de proteínas seguidos por páginas que se titulan: El libido como energía psíquica, otras del Mercado como una regla: el trueque, y algunas otras páginas que corresponden a El yo y La hipnosis onírica. “Estoy leyendo un libro, me parece una pavada tan grande.... Porque todo no es solo psicológico. La psicología interviene, sí, pero el cuerpo...el cuerpo es la base. Por algo le llamo infraestructura”, asegura convencido y sigue escribiendo. “Todo lo que depende de la voluntad del hombre, puede ser desconfiado”, dice en tono determinante. A Tito lo único que le interesa es “andar sobre lo firme”. No en vano se pasa los días leyendo, estudiando y escribiendo. “No hay que ponerse a discutir cuando no sabemos. ¿Para qué vas a discutir si no sabés? Yo siempre digo, cuando yo digo ‘creo’, no me creas, porque si yo digo creo, no lo sé. Si lo supera lo explicaría”. Considera que hay que aprender a ser más desaprensivos: “O no interesarte nada o no saber nada del mundo”, asegura serio. Nunca se olvida de un día en el que un señor fue al comercio a pedir algo y, cuando su madre se dio vuelta, el hombre le robó una botella de Coca Cola. A los días, el señor volvió y Tito, que era solo un niño, le dijo: “Usted aquí no entra, usted le robó una botella de Coca Cola a 13 mi madre”. El hombre, le contestó: “Écheme”. Tito recuerda que en su casa, el salón tenía una cortina metálica que se bajaba con un palo. “Menos mal que no pasó nada. Me paré detrás del negro y pensé que si llegaba a tocar a mi madre yo lo mataba con ese palo. Ahora a la distancia digo, es una cosa bárbara, ¿no? Porque eh... la violencia es una cosa que a mí no me gusta. Entre más la violencia, parece que fuéramos perros”, asegura firme. Su nombre, Hmparzum, quiere decir “apartarse del suelo”. Parece como si su nombre fuera planeado, dado que busca apartarse de todo lo que no le brinda seguridad. La religión no le interesa porque dice: “Lo ilusorio, es ilusorio (...) “Yo con todo lo que padecí, no puedo pensar en un Dios”- hace una pausa para toser y continúa: “Porque si hubiera un Dios que es omnipotente, que es omnisapiente y no sé cuántas otras cosas más, debería haber notado mi sufrimiento”. Señala su libro de medicina y agrega: “Esto es concreto: o te cura o no te cura. Si puede curarte te cura, si no puede curarte, no te cura. No te anda con mentiras ni te anda con creencias”, dice algo resentido. Un estudiante se acerca con recelo para preguntarle hasta cuándo va a usar ese libro, porque no quedan más disponibles. Tito le dice lo venga a buscar en media hora, que tiene que terminar una ecuación. Por mientras, vuelve a acomodarse los lentes. Agarra su lupa, la sopla, la limpia y vuelve a leer. “El saber es lo único que me interesa. Porque cuando uno sabe, puede explicar. Cuando uno no sabe, ¿qué puede explicar?”, dice algo resignado, como si se tratara de una obviedad. Su hijo Bartam le dijo una vez, en tono un poco burlón, según cuenta: “Che, vos sos el dueño de la verdad”. “No señor”, le contestó su padre. “Estás muy equivocado. Una verdad existía antes de yo nacer. Porque como no depende de nadie, tampoco depende de mí. Esa verdad está ahora y cuando yo me muera, esa verdad va a seguir. Entonces yo no puedo ser dueño de la verdad”. Tito asegura que a Bartam no le gusta hablar de cosas del pasado. Esto le fastidia, porque dice: “Si no hablamos de lo que nos pasó, del futuro, ¿qué sabemos para hablar? Además de Bartam tuvo otro hijo, Alexander, que vivió hasta los 33 años. **** Afuera llueve. Son las cinco de la tarde y Tito está en una mesa diferente, ubicada en el centro de la biblioteca. Quizá alguien llegó más temprano que él y le quitó “su” lugar. De todas maneras, parece no importarle. Su cabeza está en la misma posición que siempre: inclinada para poder leer. Pero esta vez, no está solo. Lo acompaña un joven de 19 años que está sentado frente a él. El chico, Esteban, es estudiante de segundo año. Dice: “Siempre lo veo por acá, pero no nos conocíamos. Hoy le pedí para sentarme con él y bueno...estamos estudiando”, señala algo tímido. Tito parece no comprender por qué a veces la gente pregunta por él. No le gusta ser fotografiado y, en general, es reacio a hablar sobre sí mismo. “Cuando uno habla de sí mismo tiende a elogiarse, y yo más bien me critico mucho, para lo que hay ser humilde, pero para ser humilde hay que sentirse valioso. Yo no me siento valioso”. Contrario a lo que cree de sí mismo, los estudiantes que lo rodean lo consideran un “genio”, tal como dice Felipe, estudiante de tercero. “Creo que sabe más que cualquier doctor”, afirma. 14 Más allá de genio o inspirador como lo ven los estudiantes, Tito siente que su vida es “un desastre”. “Yo todavía estoy aprendiendo, y por suerte estoy aprendiendo. No sé por cuánto más, esto me está llevando mucho tiempo”, dice señalando sus apuntes. “Yo a veces pienso para qué habré nacido, no sé. Cuando nacés, no nacés para ser víctima”. Karina asegura: “Tito siente que acá tiene un lugar especial, y lo tiene, porque es un personaje. Él mismo se ha constituido como un personaje. Una persona de su edad que no falta ni un día, marca la diferencia y se gana un lugar, ‘su’ lugar”. Hace poco tiempo, Tito quiso retomar medicina. No pudo. No había vestigios de su plan de estudios y, si quería terminar con lo que había empezado, tenía que arrancar desde cero. Decidió no hacerlo y optó por seguir yendo a la biblioteca. Confiesa Karina que “él dice que este es el único lugar donde se siente bien”. Y es verdad. En la biblioteca, Tito se siente seguro. No llegó a ser médico, ni psicólogo, pero se consolidó como una especie de eminencia y enigma al mismo tiempo. “Si hubiera sido distinto, capaz que ahora sería médico. Pero si fuese médico, me parece que iba a ser muy infeliz”. Su vida son los libros y el saber es, para él, una suerte de religión, como si de eso dependiera su vida y, al mismo tiempo, la explicara. Karina está convencida de que Tito algún día va a pasar a ser una leyenda, cuando el ya no esté. “Algo así como ‘el viejito de la Biblioteca de Medicina’ y yo creo que su historia merece ser contada”, afirma. Muchos estudiantes le dicen a Karina: “Ojalá yo tuviera la pasión que tiene ese señor por el estudio”. Por su parte, Tito no entiende el interés alrededor de él. El reloj marca las seis y cuarto. Las cabezas que estaban inclinadas leyendo ya se han ido y llegaron otras. La de él sigue ahí, en la misma posición, como si las agujas del reloj estuvieran paradas. Paró de llover y afuera ya está oscuro. Hace frío. Tito devuelve los libros con las páginas marcadas, listos para el día siguiente. “No sé de qué puedo prevalecer para sentirme orgulloso. No me interesa tampoco”, asegura mientras se levanta despacio y guarda sus cosas en un pequeño bolso. Hace un ademán de que se va. Fue el primero llegar y es el último en irse. “Mi tiempo ya es corto”, dice con un tono de voz suave. Baja las escaleras muy despacio hasta pasar por bedelía, donde saluda con la mano y luego, sale por la puerta.
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