#LA BRUJA EN EL ESPEJO
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DEJA QUE TE CUENTE UN CUENTO: La Bruja en el espejo
LET ME TELL YOU A STORY: The Witch in the Mirror Maggie Vazquez – Luz Violeta. Escritora, Columnista ¡El sonido de un tambor se escuchaba a lo lejos! Ratán, ratán, ratán. Hoy te contaré acerca de mi tía Lencha. Un día llegó un recado a la casa de parte de la tía abuela que hablaba de una herencia. Traía un recadillo pegado que decía así: “Lo he tenido muchos años, recuerda que te pertenece a…
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#DEJA QUE TE CUENTE UN CUENTO#LA BRUJA EN EL ESPEJO#lomasleido#LUZ VIOLETA#Margarita Vazquez miembro del cuadro de honor de escritores 2022-2023#MEXICO#MI IMAGINACIÓN#MI TIA LENCHA#MUNDO
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Pesadillas de Halloween
Pareja: Steve Rogers X Lectora exagente de HYDRA.
Palabras: 714 palabras.
Sinopsis: Las pesadillas no pueden volverse realidad, ¿verdad?
Advertencias: Pesadillas, espejos mágicos, oscuridad, regreso de la muerte, horror
N/A: Esta es mi entrada para All Hallows Tropes con las frases 6, 9 y 11:
“Pesadilla se Vuelve realidad.”
“Los espejos juegan con la mente.”
“El regreso de un villano que se creía estaba muerto.”
También puedes leerlo en Wattpad y Ao3.
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No doy ningún permiso para que mis fics sean publicados en otra plataforma o idioma (yo traduzco mi propio trabajo) o el uso de mis gráficos (mis separadores de texto también están incluidos), los cuales hice exclusivamente para mis fics, por favor respeta mi trabajo y no lo robes. Aquí en la plataforma hay personas que hacen separadores de texto para que cualquiera los pueda usar, los míos no son públicos, por favor busca los de dichas personas. La única excepción serían los regalos que he hecho ya que ahora pertenecen a alguien más. Si encuentras alguno de mis trabajos en una plataforma diferente y no es alguna de mis cuentas, por favor avísame. Los reblogs y comentarios están bien.
DISCLAIMER: Los personajes de Marvel no me pertenecen (desafortunadamente), exceptuando por los personajes originales y la historia.
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Otros lugares donde publico: Ao3, Wattpad, ffnet, TikTok, Instagram, Twitter.
Tags: @sinceimetyou @black23 @unnuevosoltransformalarealidad @azulatodoryuga
La luna brillaba en el cielo estrellado, iluminando las calles mientras Steve Rogers y tú caminaban juntos, tomados de la mano de la mano. Estábamos vestidos con disfraces para la fiesta de Halloween que se celebraba en el centro de la ciudad. Continuabas diciéndole como habías hecho tu disfraz de bruja, él te escuchaba atento.
Sin embargo, no podías dejar de pensar en la pesadilla que te atormentaba cada noche durante las últimas semanas. Siempre era la misma pesadilla: estabas atrapada en un oscuro bosque, perseguida por sombras aterradoras que susurraban mis miedos más profundos. La pesadilla parecía demasiado real.
Esa noche, comenzaste a distraerte con la fiesta, pero tenías la sensación de que algo no estaba bien. Los espejos en la sala de baile reflejaban imágenes extrañas y distorsionadas. Cada vez que Steve se acercaba a uno, veía reflejados rostros que no reconocía y lugares que nunca había visitado. Sabía que algo estaba mal, pero no sabía cómo explicarlo, tal vez era alguna especie de broma moderna que él no lograba entender.
Hasta que llegó un momento en el que Steve se dio cuenta que no era una broma, algo realmente extraño estaba ocurriendo, cada vez que se miraba en un espejo, veía a personas que habían estado en su pasado, algunos amigos caídos y otros enemigos que creía haber dejado atrás. Los espejos parecían estar jugando con su mente, mostrándole imágenes que no podían ser reales.
La noche continuó, pero la sensación de malestar no los abandonaba. Sin darte cuenta habías perdido a Steve, comenzaste a caminar, de alguna manera terminaste en una zona poca iluminada, de pronto te sobresaltaste cuando sentiste una mano sobre tu hombro, pero te relajaste cuando viste que era Steve.
—Deberíamos regresar a casa —Steve propuso, tú asentiste, ya no te estaba pareciendo divertido.
Sin darse cuenta el camino comenzó a volverse más oscuro, de pronto, a la mitad de lo que se suponía era una de las calles que los llevaba a casa, fue cuando vieron a Brock Rumlow, sus ojos brillaban con malicia, y su presencia provocó un escalofrío recorriendo tu cuerpo.
—No puede ser… ¿cómo es posible? —murmuré, mirando a Steve con incredulidad.
Él apretó mi mano con fuerza.
—No lo sé, pero no vamos a dejar que arruine nuestra noche.
—Creo que debíamos de huir, no creo que nos atrape.
Se adentraron en las sombras, pero cada esquina que girábamos parecía llevarnos a otro lugar, cada vez más oscuro.
Después de un rato, volvieron a encontrase a Rumlow en un callejón oscuro, sin embargo, no estaba solo, se encontraba rodeado de sombras que se retorcían y se contorsionaban, como si fueran extensiones de su propia maldad, de su verdadero ser.
Antes de que pudiera decir algo, Brock comenzó a acercase. Tu corazón latía con fuerza mientras intentabas procesar lo que estaba sucediendo.
—Quién demonios eres? —Steve preguntó, podías notar que estaba apretando su mandíbula con furia.
Brock sonrió maliciosamente. —Oh, solo un viejo amigo —dijo, sus ojos brillaban con una intensidad extraña. —¿No te ha contado tu encantadora esposa sobre nuestra historia? ¿Acaso en verdad no me recuerdan?
Sabías que tenía que explicar lo que había sucedido entre ustedes, aunque eso había pasado muchísimo tiempo antes de que conocieras a Steve, pero las palabras se quedaron atrapadas en tu garganta, aunado a que nunca le habías contado a nadie la verdad.
Steve apretó los puños con enojo. —No importa lo que haya sucedido en el pasado. Ella es mi esposa ahora, y no permitiré que te acerques a ella.
Brock soltó una risa baja y amenazadora. Para luego desaparecer en la oscuridad de la noche, dejándoles con la sensación de que algo siniestro se avecinaba. Steve me tomó en sus brazos, prometiéndote protegerte de cualquier amenaza que se interpusiera en su camino.
Después de cerrar la puerta la casa aunque no tenían ni la más mínima idea de cómo habían encontrado llegar hasta ahí, te aferraste a Steve con fuerza, agradecida de tenerlo a tu lado.
Pero una pregunta seguía resonando: ¿qué tipo de magia oscura o fuerza sobrenatural había traído de vuelta a Brock Rumlow?
Steve te abrazó con fuerza. El amanecer comenzaba a aparecer, los espejos dejaron de distorsionar la realidad, todo volvía a la normalidad o al menos eso parecía.
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Ánimas de Inquietud P.1
-Silencio en la Penumbra-
Las amonestaciones de mi padre nunca fueron precisas, imposible fue advertirme de aquello que en estas tierras se esconde. Al describir mis sueños él contestaría con pesadillas. Al hablar sobre los ángeles que en estos me hacían compañía, el me diría que de los demonios me alejara. Y así cada noche las pinturas se distorsionaron, de sus rojos labios surgieron colmillos, de sus alas las plumas cayeron, pronto tras el velo las llamas nacieron, transmutando hermosos seres en las brujas a las que aprendí a temer.
Sin mírame me consolaba, al abrazarme me dio la bienvenida a la realidad, antes de alejarme tuve que prometer que no volvería a soñar. Sin embargo; fue él quien me obligó a cruzar el umbral una vez más. Me adentré pensando que nadie me seguiría, pero incluso la soledad tiene compañía.
Bermellón es su capa arrastrándose por la habitación, dorada la armadura que bajo la luz del candelabro resplandece, confusas las palabras que de él emanan. Prominentes plumas adornan su yelmo, porta ostentosas hombreras que acuñan la forma del ponderoso cóndor con sus alas extendidas a sus espaldas, denotando el bronce en sus garras y cresta mientras se aleja.
Soledad en la punta de la torre, angustia en el interior de las vasijas que aglomeras esperan el retorno. Una vez cerrada la puerta sé que se ha ido, desconozco las noches que he esperado su regreso pues apenas me dispongo a descansar alguien más irrumpe. Pronto con una carta y una insignia a mí se acerca, posa en mis manos la ensangrentada medalla, en mi palma yace el símbolo y por mi hombro vagan sus descarnados dedos. Le ignoro acariciando el irregular relieve manchando con su roja tinta mis manos, reprimiendo con sus recuerdos mi anhelo. No presto atención a su presencia hasta que percibo su toque en mi cuello, el sueño concibo cuando él mis ojos cierra.
Aún recuerdo su voz, pero no un adiós. Todavía extraño su risa, aunque mi mente solo vague en los lamentos. Abrumado por sus memorias desisto de la despedida, aunque sé que una vez llegue la noche su cara habrá desaparecido y en mis sueños a ciegas le seguiré.
—Es momento de partir—desconozco el tiempo que ha pasado, no discierno el día de la noche, solo miro mis temblorosas manos mientras escucho sus plegarias.
Frente a mí se pasea la sombra de un desconocido, quien desea brindar lastima a un corazón incapaz de conmoverse. Finge humanidad y tras su coraza no hay más que penumbra, pretende comprensión y en sus ojos solo encuentro miseria.
—¿Me llevarás a casa? —su mirada se pierde entre la oscuridad, la ornamentaría que viste es de plata, recubierta de finas esquirlas, pero al igual que el humo su figura se vierte a través de las hendiduras del metal, siendo esa coraza lo único que lo mantiene unido.
—Estas en casa— Observo los muros, con mis pies hago crujir la madera, mi palma se desliza por las sábanas. Ajeno a la realidad siento las punzadas, entonces aquel ente se cierne e intenta levantarme. Este no es mi hogar, las pinturas en las paredes no son las mismas, la ventana solo me muestra oscuridad, rezo por el alba, Incluso el reflejo en el espejo se ha distorsionado.
—Entonces dime guardián de ánimas ¿Por qué no se siente más así? —no responde y no necesito que lo haga.
Tomo la mano de un extraño, quien ofreciéndome su frio toque me arrastra por las escaleras. Torcidos son los peldaños en los que mis pies tropiezan, endeble el fuego de las velas que a nuestro paso se apagan, lívida mi mente que no deja de girar mientras a las afueras su soneto resuena. Traen violines y guitarras, arpas, cítolas; ya escucho su fúnebre sinfonía.
Austeros acordes acompañan mi demencia, cada nota es un escalón, cada cuerda una voz. Ante mi aparecen cien sombras y cien inquietudes, con pálidas máscaras y finos guantes despojan a los muros de su rostro, retiran las pinturas y los retratos, ocultan los murales. Vacías yacen las paredes y atestadas mis memorias.
Al descender por la retorcida escalinata los veo husmear, sin culpa vierten la tinta sobre el delicado papiro, hurgan en los cofres, destrozan su habitación, ardiendo se halla la seda de las cortinas. Suplico mientras los lirios son consumidos por las llamas hasta que solo quedan cenizas cayendo cual lluvia.
Cuento siete escalones, de mi arrebatan los libros mancillando con su puño su letra. Cuento once más, los escucho murmurar arrancando las páginas sin remordimiento, relatan falacias en mi mente. Veintisiete escalones, de un lado a otro su esencia de mí alejan, de un modo u otro se va. A mi izquierda afilan sus espadas, infame la manera en la que sonríen cuando por mi lado caminan. Descarados empuñan las dagas, a mi diestra falsos cuadros colocan, al frente distorsionados rostros trazan.
Aquella canción no ha terminado, su tono se alza y las escaleras siguen girando ¿O es acaso mi atrofiada vista la que me engaña? En el centro del todo un oscuro pozo ha surgido, emanando de estos incesantes gritos usurpando su coro. Hábiles los dedos que palpan las cuerdas del arpa, aunque su agudeza enloquece a mi corazón, continúo descendiendo por la escalera con este mi flagelo.
No sé si esta letanía proviene de las pinturas en los muros, sus labios parecen moverse mas engañarme quieren, ese hombre que han plasmado en los lienzos es un completo extraño sobre su cuerpo. Su semblante ha cambiado, sus ojos no son los mismos, en los retratos no hay rastro de sangre, han confundido los cuadros con espejos. He divisado a un desconocido e incauto su mano tomo, al cruzar las puertas un equívoco acorde final nos recibe. Y con el viento soplando y la tormenta asechando a su marcha he de unirme, recibiendo lastima de maltrechos rostros, aprensivo escapa el consuelo de temblorosos labios.
Al frente mi padre nos guía a la decadencia, su corcel es de cobre y acero, nacido del mismo fuego de su forja. El escudo que este día porta es de lirios y rosas, su arma es la senda por la que aquel incorpóreo ente nos lidera, su discurso se convierte en el silencio, su bravía en mis sollozos. Su féretro sigo esperando alcanzarle, trato de retenerlo, pero con cada paso que doy se aleja más.
Al adentrarme en el cementerio recibo sus condolecías, pero nada cambia. Recibo su lastima, pero el dolor no desiste, imploro misericordia no obstante sus pensamientos no abandonan mi mente, las evocaciones aún están allí ¿Por qué no pueden irse como él ha hecho?
Su sangre ha pintado los cielos, acompaña la ira a la brisa, su eco resuena mientras los vientos mecen la hierba. De las escarlatas copas caen las hojas que sobre las tumbas reposan, de pálidos tallos se desprenden los pétalos que sus nombres ocultan, marchitan ante la frialdad de la piedra, desisten al presenciar la muerte. El cantico de los mártires es insufrible, vierten en mi llanto sus falacias, auguran compasión en su miseria, relatan sus voces mi demencia concibiendo su cordura como mi verdad.
Cabalga mi padre sobre tumbas y destrozados ramos, dejando su huella en la humedecida tierra y su trotar el cielo se oscurece. Tras rezar y llorar aun me niego, no volveré a ver su rostro, y no anhelo verle en mis sueños. No deseo despertar sintiendo la soledad, pues condenado estoy a afrontar la realidad.
Sobre la marchita hierba caminamos, no sabemos a dónde nos dirigimos, pero es el único camino así que no podemos perdernos. Al frente el ánima, detrás el rastro de incienso, al fin han callado sus canticos pues el sendero es largo y no me place seguir escuchándolos. Avanzamos más lento al encontrarnos con majestuosas columnas y sombríos mausoleos, hermosas criaturas esculpidas en lo alto, afligidos seños tallados, acomplejados semblantes observándonos cabizbajos. Tratan de representar la vida sobre los restos, la opulencia que emana de las ruinas es innegable al igual que el final que a sus pies yace, junto a los disgustados carroñeros que husmean entre las tumbas.
Cubren la piedra negras mariposas creando en nuestras mentes la ilusión de que los pilares están formados de infernal ónice. Nos detenemos al divisar su figura a lo lejos reposando en la punta de un mausoleo como la enrome silueta de un ave retorciéndose. La vista no aparto, pero a la distancia esa sombra también me vigila descarada. Sin embargo; las indefensas criaturas que se apegan a las columnas se marchan apenas llegamos, se alzan en el cielo, su aleteo provoca la brisa revelando los grabados en la piedra, y como si la última luz del día las estuviera consumiendo se pierden en el tenue firmamento. Oscureciendo por un momento la tierra y sacudiendo nuestras ropas el viento de sus alas, se alejan las carroñeros al igual que las mariposas.
Nos rodean las columnas, al centro se halla un pedestal que en absoluto es funcional, no hay palabras o consuelo suficiente, no existe un discurso al cual atender mientras él cruza aquel arco ingresando al santuario y cerrando las puertas tras su llegada. Parece derrumbarse a causa del estruendo, pero perdura su esencia bajo destrozados ventanales y rosas marchitas.
En silencio transcurre el atardecer, silente admiro el sol ocultarse, sentados alrededor del corcel aguardamos el alaba, mas nadie esperaría tanto, uno a uno se marchan sin decir una palabra me abandonan. Nada queda cuando las velas se apagan, nadie excepto la sombra que a la distancia se halla. Sin importar el frio ni la penumbra allí permanezco, no me atrevo a marcharme ¿Cuál sería la diferencia después de todo? La soledad esta aquí y en casa me espera.
El cosquilleo en mi mejilla, una mariposa camina con libertad en mi rostro mientras los pilares se vuelven a cubrir de las hermosas criaturas que en calma desean dormir, todas excepto aquella que en mi mejilla yace, entonces en mi dedo se posa. Puedo asegurar que no la he tocado, juraría que lo hago con cuidado, pero cuando mi corazón comienza a latir con prisa, la criatura se disuelve como ceniza manchando mi mejilla y al tentar las columnas todas las demás en polvo se transformaron cayendo sobre mí una gran nube que me ciega. Ni la luz de la luna atraviesa tal sombra, cubierto por completo y repleto el suelo de su esencia la veo, más allá de la bella silla de cobre, más allá de los lirios allí esa sombra me asecha.
Se alza y observo la forma de sus piernas, sus alas extendiéndose al igual que sus largos brazos. Desde aquí miro sus afiladas uñas, en esta penumbra no logro ver más, pero siento su mirada y a quien más observaría si solo permanezco. Entonces sus garras en su boca se adentran exhalando de entre sus labios un extraño humo que desata tinieblas. Espesa la bruma que envuelve al cementerio, las tumbas se desvanecen a cada respiración, las columnas ya no son visibles, solo su sombra y nada más.
Su mano sigue uniéndose en su boca y sus garras y ásperos dedos siento a través de mi garganta. Levantan mi piel sin dejar lugar a mi respiración, desgarrando mi carne, mi tembloroso cuerpo trata de resistir la sensación, entonces, en mi piel percibo su doloroso toque pasando por mi interior cual cuchillas arrebatándome el aliento. Jadeo mientras corta mi garganta, empujando sus dedos hasta que su rugosa palma toca mi lengua.
El horrible sonido de su mano hiriendo mi interior, la vista de aquel brazo levantando mi piel. Sus asquerosos dedos pruebo cuando toman mis dientes abriendo así mis labios, dejando que su largo brazo se abra paso desde mi garganta hasta el exterior como si de mi último aliento se tratara. Paralizado observo su mano salir de mi boca, su putrefacta piel colgando, su corrompida palma tienta ansiosa mi piel, sus dedos rasgan mi nariz. La agrietada carne de su brazo no parece terminar, cubiertos de hendiduras y profesas cicatrices su sangre en mi interior derrama, escurriendo su sucio elixir en mis venas hasta salir por medio de mis labios.
En mis entrañas resiento las punzadas cuando algo se agita por mi estómago y que más seria si no su ruin sangre irrumpiendo en mi ser. La piel de mi cuello se tensa con cada palpitar hasta que sus largos dedos se arrastran hasta mis parpados y lo último que soy capaz de divisar son sus garras cerrando mis ojos, llenándome de impotencia hasta que la oscuridad me envuelve.
Sueño con el pasado y no deseo escapar, aferrándome a vacíos palacios soy prisionero en falsas evocaciones. Creo percibir el rocío, incluso ver el amanecer, todo es una mentira que me hace feliz. Entonces los muros caen y con fuerza mis ojos cierro. Tratando de sonreír de cualquier manera, pero las dichosas lagrimas se deslizan por mis mejillas, y alguien más las limpia.
Al principio solo escucho el viento, pero este atrae incomprensibles ecos, creo escuchar su voz, pero es su cantico lo que me impide mirar, solo escucho sus pies arrastrándose. Lloro cuando comprendo que no soy capaz de hablar, y un extraño retiene mis lágrimas. Tiemblo debido al temor de su toque, al regreso de su soledad, aterrado ante el retorno de una tristeza que era la mía.
—No puedes dejarme atrás—su áspera voz, su frio toque, no me dejaría engañar, sin importar el afecto en sus palabras soy capaz de recordar el desdeño de sus garras—Añoras una despedida ¿No es así? —pero como podría escapar, a veces creo que es parte de mí, incluso puedo imaginar sus horribles dientes, su falaz y mordaz sonrisa, sé que muerde su jodida lengua al hablar.
—Tal parece que tú no eres buena en ello—hablo por un momento pensando que era la voz en mis pensamientos. Callado oigo el crujir de sus huesos y la saliva siendo vertida de sus labios uniéndose a mis lágrimas.
—Al igual que tus vástagos—mi cabeza palpita, no quiero sentirme de esta manera, pero no desiste, sus murmures no cesan y en mi voz transmutan, su insolencia me agobia, no hay nadie más a quien prestar atención, todos han elegido irse.
—Algún día quiero decirte adiós—mis susurros le alientan, estoy cansado y su corazón late vigoroso estremeciendo el mío.
—Solo el cielo queda, pero inalcanzable es para un alma mortal como la tuya— no es la primera vez que el pensamiento atraviesa mi mente, pero podría ser la última ocasión—Conozco un camino que te guiará hasta allá.
Tentado por sus promesas acepto, seducido por la fragancia cuyo aroma me hace olvidar el dolor avanzo. Nunca descubro quien esta tras esa voz ¿Es acaso mi conciencia o mi inquietud?
Despierto con la sangre derramándose en mis labios, con la marca de sus garras en mi cuello. Sin embargo, su figura y su voz se han ido, dejando en esta tierra su bruma. Pálido mar que todo lo ha consumido se derrama por las columnas, cae de los árboles, siento su frialdad mientras sus aguas corren. Al igual que el océano rugen mientras inmensas olas se alzan arrastrándome impasibles corrientes hasta la ciudad, cubriendo el sendero, crean estas un gran rio de neblina, llevándome lejos de su sombra.
Agresivas corren las pálidas aguas, acarreando los pétalos caídos y hojas secas. No importa si me hundo, nada es visible más allá de la espesura. No trato de nadar en su contra, en cambio, en silencio me dejo llevar. Quizá mis labios la verdad desean desvelar, pero decido callar como lo hice antes y aguardo el eco de ese residente grito en mi interior como siempre lo he hecho.
Envuelto en la bruma viajo hasta un sosegado y helado reino, un lugar donde todos corren con los ojos vendados, siendo este sitio poseedor de un cielo gris y retraídos pobladores. Espesa niebla se derrama por las viejos edificaciones y los retorcidos árboles, el viento brama sin pena, trayendo a mí el dulce olor del pan, cálido humo proveniente de una canasta la cual pertenece a un hombre dándome la espalda.
Las personas caminan limitándose a observar, sin emoción en sus petrificados rostros, pues sobre sus luceros vendas se han colocado. Asegurándome de ser sutil me acerco al panadero e intento hablar con él, mas no se gira, grito y nada cambia, pero una vez su hombro toco la ira surge. Mi respiración viene y se va, el agotamiento es evidente, mas sus gritos aun me persiguen. Corriendo por sucios callejones, una puerta se abre, en medio de la penumbra su chirrido escucho, al ver la fachada de la torre mi hogar rememoro.
Al adentrarme encuentro oscuridad, al tratar de escapar la puerta se desvanece entre las sombras. Viéndome condenado a su reposo por la casona vago, tropezando con un enorme candelabro que yace en medio del salón. Trozos de cristal esparcidos por el suelo, cruje la madera bajo mis pisadas, y frente a mí una vieja y deteriorada chimenea de halla, sin embargo; podridos leños le alimentan. Imposible avivar las brasas cuando el viento se adentra por medio de las grietas de estos corroídos muros.
Todo está cubierto de polvo, incluso aquello que se halla bajo las telas, mugrientos paños protegiendo deteriorados muebles. Sin más dilación me dirijo a la cocina, que intestada de alimañas y de repulsivo hedor me recibe. Se anidan las asquerosas criaturas entre la sucia vajilla, caen a montones de los muros, putrefactos los frutos dentro de las cestas, repletas de eses las aberturas del piso. No avisto a las ratas que chillan imprudentes, pero siento sus patas mientras roen los tablones bajo mi planta.
Camino hacia el comedor, basta con cruzar un arco para ver la sala intestada de telarañas que comienzan a apegarse a mi ropa, las arañas se retuercen por los techos, se adentran en las hendiduras. No pasa mucho hasta sentir a esas alimañas trepando entre mis piernas, recorren mi brazo dejando un frio rastro, se esparce en mis ojos el polvo y esos filamentos que cuelgan por todas partes se adentran hasta mi pupila. De inmediato me alejo regresando a la sala pues más allá solo penumbra diviso, ni la luna o el viento se atreverían a marchar hasta aquellos rincones.
Retrocedo y aun quitándome aquellas infelices arañas me reconforto con un inexistente fuego. Entonces el viento sopla y me hace sentir pavor, como un escalofrío en mi espalda y mientras la luna irrumpe por un instante en la habitación mi aliento me abandona, pues juraría haber visto manos bajo los velos. Apenas trato de razonar el resplandor se abre paso una vez más y conforme la luna se mueve, lo mismo hacen los moradores de este su hogar.
Sus dedos se revelan bajo los paños, y con el rugir de un tifón, las sombras en los muros se elevan. La corriente me empuja austera y las telas levanta formando así sus largos vestidos en las paredes, la brisa le da voz a sus murmures. Las sombras caminan por el comedor, en el vestidor bailan un sombrío son. Los veo deambular en la cocina, sus siluetas en el tapiz preparando magno festín, mas a su sombra se halla la miseria servida en la mesa. Alzan las copas derramando el vino, así sus voces llegan a mis oídos enalteciendo mi demencia, provocándome dudas acerca de mi tambaleante cordura.
—Por supuesto es un simple viento, es el resplandor de la noche y mi soledad atrayendo al delirio—susurro tratando de convencerme, pero sus risas se resbalan entre el revestimiento, vacío me siento, despreciado equiparable al arcón sobre el cual dos figuras reposan—No es confusión, la escena frente a mí no ha sido provocada por mi frágil razón—admito permitiendo a mi corazón liberar el miedo, un pánico incontrolable que por un instante me paraliza.
Es mi anhelo de compañía su presencia, surge en el vendaval mi locura, sus festejos son delirios y gritando los llamo, pero su vitorear es alegre y a quién le interesa la tristeza de este sucio pagano. No callarían hasta que lo aceptara, no vendrían si yo no avanzaba, pero aún queda en mí temor, miedo a demostrar mi sentir. Mientras recibo sus burlas, no anhelo lastima, quizás al quebrantarme me harán tomarla.
–Sometido a su riguroso juicio grito sin parar al desgastado tapiz. Lloro y me lamento, su voz no hace más que acrecer. Ya que esta es mi tristeza y este mi patético lamento, entonces importancia no le darían, si en ellos no desataban este vil tormento.
Basta un estruendo para esclarecer la sombría estancia, difusas otras tres figuras concibo surgiendo debajo de las telas vistiéndolas cual velos. Retrocedo imaginando que pronto despertaría, sin embargo; mientras la luz iba y venía su infecta piel queda al descubierto. Con cada resplandor se aproximan, con amarillentos dientes sonríen, traslucida humanidad que denota la muerte resaltando así sus huesos y ampollas. En mi mente solo queda la idea de escapar, miro las puertas cerradas, desesperado por encontrar un lugar para la soledad y así tras un destello más una escalera logro divisar. Las siluetas aun rondan, su presencia me transforma en la sombra, aquella que tambaleante y presurosa asciende por los apenas visibles peldaños. Nos soy precavido, quizá me han visto, tal vez me han llamado, pero siendo controlado por un desmesurado pavor solo anhelo regresar al silencio.
Recorro la prominente escalinata sin siquiera sostenerme de la barandilla, uno a uno la oscuridad sube los escalones, me pisan los talones. Siento escalofríos, su toque helado palpa mis pies, consumiendo todo a su paso en oscuridad yace el salón, callando susurros la penumbra solo silencio deja, deleitándose de mi desesperación me permite avanzar.
He llegado arriba y nada queda bajo mi planta, silente pasillo que recorro, simple madera decorando los arcos. Finas molduras talladas, elegantes lobos labrados sobre mi cabeza, estrecho es el pasadizo y lo único que al final espera es una roída puerta.
Camino sin prisa esperando el amanecer, escuchando la lluvia caer, me sobresalta una gota que en el piso se estampa, entonces pisadas tras las mías escucho. Paseo con lentitud y al prestar atención desiguales pasos resuenan, avanzo con más prisa y un aparente eco me sigue, así que decido detenerme para escapar de mis dudas, nada, solo silencio. Salto al oír un trueno, y mis ojos abro al observar mi silueta, encadena mi muñeca a ostentosa cadena, temeroso sigo su origen, nada además de oscuridad.
Deben ser mis delirios, tal vez es el cansancio, pero nervioso estoy y no anhelo más que llegar a tocar el pomo de la puerta. Apresurado y con largas zancadas a este me aproximo, los pasos detrás mío regresan.
—No es nada, debo estar desvariando— pronuncio y calmo recorro el largo corredor, pronto las escucho otra vez, estrepitosas pisadas y sus ecos ensordeciendo mis oídos—Ha de ser el viento o la tormenta, no es nadie más que mi demencia—me detengo para recuperar el aliento, atento a cualquier sonido , mero sosiego llena mis oídos, quieto y sigiloso permanezco, entonces sus pasos se vuelven rápidos, la madera cruje, chirrían los tablones, destellan los luceros de la lluvia revelando una sombra a la cual estoy atado.
Encadenado a singular doncella, quien oculta su rostro en un harapiento capuchón y de su interior cientos de hilos se desprenden formando sus cabellos. Los eslabones me guían hasta ella, en la pared miro nuestras sombras unidas, entre la oscuridad le escucho jadear, finas hebras salen de su barbilla y en sus labios sobresalen las puntas de las agujas que los sellan. Debajo de su piel se mueven los alfileres pinchando y levantando su grisácea corteza, sus resuellos se intensifican provocando que su mandíbula no pueda quedarse en su lugar.
Chasquean sus dientes, resopla vertiendo en mí su pútrido aliento, quizá son mis piernas las que tiemblan y mi entorpecida respiración la que me condena. Débil se balancea, a pesar de ello, sus pisadas quebrantan los cielos ocasionando relámpagos cuyos destellos encienden poco a poco sus ojos y delatan sus asquerosas manos. Con lentitud avanza, pero apenas retrocedo con vigor embiste, acercándose con largas zancadas, se desvanece en la oscuridad y retorna al unísono del vendaval. Al fin alanzo el pomo, abro la puerta y tan pronto la cruzo pongo el cerrojo, cayendo al suelo cuando aquel malicioso ser choca con la madera.
—De cualquier forma, entraré—la escucho decir afuera del dormitorio, con un tono risueño, pero áspero.
Frágil luce la cama en medio del cuarto, pero asustado sobre esta me tiendo. Polvorientas son las sábanas en las que me hundo, mirando por debajo de la puerta su sombra, acoplándose a la tormenta su voz. Todavía empuja y la ventana tras de mí no es suficiente para dispersar la penumbra.
—He rezado por sosiego, cierto es que tú no auguras tal paz. Entonces dígame, señora mía ¿Cuál es el motivo de su visita? —por un instante me alegro pues no hay nadie llamando a la puerta, pero un golpe pone fin a mi dicha.
—Soy yo lo único que vendrá, sin importar cuanto clames o llores nadie más acudirá. Me has convocado y, de cualquier forma, entraré—es terca y desafiante, nada que necesite en estos momentos, es locura para mis delirios, frio intensificado el desamparo.
—Nunca invitaría a nadie a esta mi agonía, jamás alguien se adentraría en este mi pesar. Así que puede marcharse, pues no anhelo confundir el consuelo con falacias otra vez—ruego para que parta y me deje en paz mientras mi corazón resuena sin cesar.
—Entonces permíteme entrar ya que hasta aquí he llegado. Escúchame, sé que esta vez podemos terminarlo—no respondo y eso la enfurece, caen las astillas ante su ímpetu, me escondo bajo las telas creyendo que eso me protegerá de su furor—¡Atiende mis amonestaciones ya que has decido callar! Oculta la llave o juega con las cerraduras, sé que esperas a que alguien llegue, pero aquí afuera no hay nadie más, así que sigue sujetando el cerrojo e intenta gritar con fuerza pues, de cualquier forma, entraré— dice de nueva cuenta, y me hace querer llorar, no habría mayor alivio para mí que el de sus pisadas alejándose de la puerta.
—Añoro la soledad a la que me he acostumbrado, ese silencio que me calma, esta helada habitación que me abriga— mis ojos han comenzado a cerrarse, pero esta insistente entidad no me daría tal sosiego, tan inquietante como las dudas en mi cabeza me mantiene en vela.
—Eres tú quien me ha invitado a su morada, pues tu inquietud me llama y tu desesperación me incita—no calla ni se marcha. Nadie fue tan insistente, solo ella, esa sensación que siempre viene cuando nadie a mi habitación entra, sin importar cuan fuertes sean mis gritos— Podría repetirlo toda la noche, pero he de advertirte una vez más, de cualquier forma, entraré.
—Y ahora soy yo quien cierra la puerta—cansado me encuentro, deseo dormir, añoro el lejano sueño y la apenas palpable realidad ante mis luceros—Si así lo deseas irrumpe de una vez, este no es mi hogar, así que tal vez encuentres una mejor forma de entrar— he lidiado con las voces en mi cabeza por tanto tiempo que ya no reconozco la mía.
Estoy harto de su terquedad, estoy asustado por su preocupación, nadie había venido a mi puerta con tal insistencia o interés, pero no abriré aquí no hay cabida para su compasión, no creeré en la piedad. El caos tras el cristal, la ventana solo me muestra un diluvio eterno, me rindo al sueño demasiado agotado para seguir, ignorando el dolor en mi brazo mientras la mujer tira de la cadena que ha quedado tendida bajo el marco de la puerta.
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ℭ𝔯𝔲𝔢𝔩 𝔖𝔲𝔪𝔪𝔢𝔯
Definitivamente no fue de los de último año que se pusieron sentimentales en la estación de tren al volver a Londres y encontrarse con sus familias. Aunque la mayoría tenían hermanos menores, algunos si lloraban a mares y abrazaban a todo el mundo. Él nunca le daría la oportunidad a Lucy y a sus amigos de burlarse por siempre de eso.
Sus padres eran otro asunto. Cómo siempre no tenían nada que perder y sí muchas ideas para avergonzar a sus hijos. Le tomaron cientos de fotos y más de una vez le pidieron sonreír para la cámara. Su madre incluso sacó con magia su uniforme del baúl y le insistió hasta que se puso la capa y la corbata en el andén. Podía entender que se sintieran nostálgicos luego de siete años de colegio. Después de todo era la última vez que llevaría esa ropa. No habría más visitas a los elfos de la cocina ni largos paseos por la orilla del lago. Era el final de todas esas tardes previas a los partidos de quidditch que pasó ayudando a Lucy a hacer cientos de galletas. Aunque no tenía todo el trabajo, pues ella siempre se encargaba de decorarlas.
Podía entender la emoción de sus compañeros, pero no se sentía realmente parte de la situación. Él tenía todo lo que amaba en casa, fuera del colegio. Sus padres, abuelos y sí, su hermana.
Fue completamente diferente cuando llegó el turno de Lucy y pudo tener el lugar de espectador, lanzando comentarios graciosos y alentando a su padre a capturar más fotografías.
Tres años de libertad completa lo habían cambiado totalmente y todos decían que para bien. Creció incluso un par de pulgadas de estatura y muchas más alrededor de sus brazos y pecho. Honestamente aún no se acostumbraba a todas las miradas que atraía. Probablemente nunca lo haría. Y por eso no le pasó desapercibido que un par de ojos verdes en específico lo seguían por el andén. Estaba listo para alguna broma o comentario sarcástico, pero nunca llegó.
Lucy habló todo el camino de regreso a casa de la gran fiesta que Fabian y Alice Kyle tenían planeada, en un club de moda para magos y brujas a las afueras de la ciudad, para todos los que se graduaban y no sólo para sus contemporáneos Ravenclaw. Ella se aseguró de aclararle que estaba invitado, pero él sabía que no se sentiría cómodo rodeado de personas que no conocía realmente. Aún así, la llevó al lugar y le dijo que se quedaría cerca pues últimamente conducir por la ciudad se había convertido en uno de sus pasatiempos favoritos desde que su abuelo le había dejado su magnífico auto deportivo clásico. Acordaron que en el momento en el que ella quisiera irse a casa, él la recogería. Pero seguramente no sería muy temprano.
Sin embargo, dos horas después estaría en la puerta de atrás del lugar y de acuerdo a las instrucciones de Lucy, esperando sin salir del auto. Estaba empezando a preguntarse si acaso había entendido mal o era alguna clase de broma, cuando la puerta trasera se abrió y Lucy hizo que alguien a quién no reconoció de inmediato entrara y se sentara en el asiento de atrás. Cerró sin subir ella misma, pero se acercó a la ventanilla. Le explicó que tenía que llevarla a casa antes de que algún periodista de El Profeta consiguiera una imagen.
Era Alice y sin lugar a dudas no podían permitirse un escándalo en revistas de chismes. No cuando su padre estaba en medio de una reelección. Lucy atravesó de nuevo la puerta, luego de aclararle que se quedaría un rato más para acompañar a Fabian, pues era uno de los anfitriones de la fiesta.
Condujo lentamente hasta salir a la avenida, mirándola cada pocos segundos por el espejo retrovisor sin descuidar el camino. No estaba seguro de llevarla a la casa de su tía Lizz o a su propia casa, esperando que su madre supiera que hacer. Al final decidió que la mejor idea era despertarla un poco y arreglarle el cabello quizá porque si alguien más la viera así... No quería que la juzgaran. A veces la gente se olvida que han sido jóvenes e imprudentes alguna vez.
Se detuvo en una estación de gasolina, frente a los sanitarios y una máquina expendedora de golosinas de la que pidió un chocolate y una botella con agua. Inclinó su cabeza hacia el vidrio mientras no perdía detalle de como lentamente el mecanismo empujaba los productos. Luego fue a sentarse al asiento trasero de su auto, teniendo cuidado de abrir la puerta que Ally no estaba usando como cabecera.
Ella le aseguró que estaba bien, pero no se tenía que ser un genio para notar que mentía. Le reclamó en un fuerte acento escocés que hubiera rechazado la invitación para asistir a la fiesta. Y aunque luego cuando Elijah relataba esa historia, que terminó muy bien en realidad; siempre omitía un detalle, decidió contarle toda la verdad a la chica que lo miraba en ese momento, con grandes ojos verdes idénticos a los de Alice.
"Fue la primera vez que mamá me dijo que en serio yo le gustaba" dijo a su hija de apenas dos meses de edad, mientras la acunaba para dormir. Al parecer Eliza se sabía de memoria los cuentos de Beddle el Bardo, pues en cuando él pronunció el nombre de Babbitty Rabbitty, ella arrugó la nariz y frunció los labios como hacía antes de llorar. Pero apenas dijo que le confesaría algo que nadie más sabía, capturó de nuevo su atención. "Aunque ella dice no lo recuerda y se sonroja bastante cuando lo menciono, fue el inicio de los mejores diez veranos de nuestras vidas. Hasta éste último que pasamos esperando a que llegaras".
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Título completo: Retrato de Giovanni(?) Arnolfini y su esposa Artista: Jan van Eyck Fechas de artistas: activo 1422; murió 1441 Fecha de realización: 1434 Medio y soporte: Óleo sobre roble Dimensiones: 82,2 × 60 cm Resumen de inscripción: Firmado; Fechado e inscrito crédito de adquisición: Comprado, 1842 Numero de inventario: NG186
Esta debe ser una de las pinturas más famosas e intrigantes del mundo. Un hombre y una mujer ricamente vestidos están de pie en una habitación privada. Probablemente sean Giovanni di Nicolao di Arnolfini, un comerciante italiano que trabajaba en Brujas, y su esposa.
Aunque la habitación es totalmente plausible, como si Jan van Eyck simplemente hubiera quitado una pared, un examen detallado revela inconsistencias: no hay suficiente espacio para el candelabro y no hay señales de una chimenea. Además, cada objeto ha sido cuidadosamente elegido para proclamar la riqueza y el estatus social de la pareja sin correr el riesgo de ser criticado por imitar a la aristocracia.
La mano del hombre está levantada, aparentemente a modo de saludo. En la pared del fondo, un gran espejo convexo refleja a dos hombres que entran en la habitación, uno de los cuales también levanta el brazo. Inmediatamente encima está la firma de Van Eyck. ¿Podría ser el hombre en el espejo el mismo van Eyck, con su sirviente, viniendo de visita?
Información e imagen de la web de la National Gallery de Londres.
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Un hermoso secreto FIC (ESP) 2
Selene Grimm tiene dificultades para entrar al castillo, pero se ve recompensada con una oferta que la hará olvidar esa incomodidad.
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El colegio Hogwarts de magia y hechicería, el colegio Ilvermorny de magia y hechicería y el mundo mágico de Harry Potter (incluidos los nombres de hechizos, criaturas mágicas, escuelas y lugares) le pertenecen a J.K Rowling. Sin embargo, Los personajes principales (Selene Grimm y Hazel Redwood) y algunos personajes secundarios (la familia Grimm, la familia Scratch, la familia Crow y la familia Redwood) me pertenecen :) Si esta historia tiene datos erróneos sobre el mundo mágico de Harry Potter, por favor háganmelo saber. Esta historia sería material para Rita Skeeter, estoy segura, Gracias y disfruten la historia <3
TAGS: OFC x OFC, personajes originales, romance, fluff, angst, wlw, drama, Hogwarts AU, Harry Potter AU, age gap, relación profesor/estudiante, uso de varitas, uso de magia oscura, uso de pociones, uso de maldiciones imperdonables, redeption arc.
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Sin pensarlo dos veces
Selene despertó muy temprano en la madrugada (de todos modos no pudo dormir mucho) y tomó un baño rápidamente para alistarse y desayunar. Sentía mucha curiosidad sobre aquel tema del director de Hogwarts, el famoso Albus Dumbledore. Selene sólo escuchó hablar de él como maestro por Marcus y por Blaise, Marcus tenía un buen concepto de él como maestro y persona mientras que Blaise lo consideraba aburrido y a veces no asistía a sus clases (cosa que dejaba a Marcus boquiabierto las primeras veces que Selene conversó con ellos sobre sus escuelas en las Tres Escobas). Decidió maquillarse para ese día, era muy extraño que un director de la escuela británica le envié un mensaje con tanto secretismo y quería dar una mejor impresión, tal vez necesitaría su ayuda o algo por el estilo, pero lo que Selene se preguntaba constantemente desde que abrió ese sobre fue ¿Cómo diablos supo quién era, cómo la encontró y cómo supo exactamente dónde se hospedaba? Aquello no dejaba de causarle confusión. No estaba segura si sería a través de Sylvester o de Marcus, tampoco estaba segura si ese hombre sabía del pasado vergonzoso de Selene como bruja oscura, algo ella misma llamaría una secta tenebrosa. El espejo reflejaba a una Selene más madura, algo agotada, tan pálida que posiblemente algunos magos hayan sospechado que ha sido convertida en vampiro, pero sin perder su característico atractivo. Sus facciones y los ángulos de su rostro parecían cuidadosamente talladas, y su nariz romana encajaba a la perfección con el resto de sus rasgos. Los mechones grises que adornaban su oscura cabellera la hacían ver incluso más atractiva e interesante, al punto de dejar a muchos magos y brujas voltear a verla en medio del callejón Diagon más de una vez. Se colocó su traje negro preferido y su túnica color púrpura que hacía juego con sus ojos, acompañada de un broche que brillaba justo en el botón que cerraba la túnica. Se dejó el cabello suelto a la altura de los codos y no dudó en usar sus botas de tacón alto. Selene se sentía algo confundida, pero extrañamente confiada. Asumió que pudo ser una idea en su mente sobre volver a ver su hijo o alguna oportunidad para asistir al castillo y poder interactuar con él, pero presentía que algo bueno vendría con esa curiosa invitación. Además, deseaba dejar bien parada a la escuela Ilvermorny, porque supuso que, de algún modo, Albus Dumbledore sabía dónde estudió.
"¿Ahora cómo diantres entro a ese colegio?"
Selene pagó por un par de días más en el Caldero Chorreante y salió hacia Londres a buscar una manera rápida de llegar, deseó que el director le haya permitido usar la red Flu, pero lamentablemente no fue el caso. Se paró en una calle con una pequeña maleta y levantó su varita cuando no habían muggles cerca, ni siquiera los ebrios que vagaban por la noche.
- Lumos.-Dijo Selene en voz baja, y en menos de dos parpadeos un bus de un tono morado apareció de la nada a toda velocidad, deteniéndose justo frente a Selene (estuvo a muy pocos centímetros de atropellarla). Algunas personas que iban adentro chocaron estrepitosamente entre ellas y muchas maletas, libros, y jaulas de lechuzas también cayeron violentamente. El vehículo tenía escrito "Autobús Noctámbulo" en letras doradas sobre su parabrisas.
"Oh, ¿hace cuánto que no me subo a uno de estos?" Pensó Selene al ver al bus detenerse. Selene había olvidado por completo la existencia de aquel medio de transporte, estuvo viajando mediante la aparición por tantos años que no recordaba que este bus podía llevarla cerca a Hogsmeade a comer algo, de ahí podría caminar hasta el castillo.
De ahí salió un mago serio con uniforme del mismo color que el bus, miró a Selene, a su varita, y procedió a abrir la boca para hablar.
- Bienvenida al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el brujo abandonado a su suerte, levante la varita, suba a bordo y lo llevaremos a donde quiera. Me llamo Quentin Birch, Estaré a su disposición esta noche.- Dijo muy seriamente el mago, como si lo estuviese leyendo en un papel. Selene recordó que dentro de ese bus no era recomendable pedir bebidas, así que se abstuvo de comprar chocolate caliente, al menos hasta antes de bajarse. El autobús estaba repleto de un montón de camas de latón ocupadas por magos y brujas de aspecto cansado. Algunos recogían sus maletas del suelo y otros trataban de calmar a sus lechuzas alteradas dentro de sus jaulas.
- Estación de Hogsmeade. - Dijo Selene.
- Son trece sickles, señora.- Dijo Quentin. - Disculpe…¿es usted de aquí?- preguntó Quentin, mirándola con curiosidad, al parecer había reconocido su acento.
- Soy estadounidense, pero vivo en Gran Bretaña desde hace más de diez años.
¡Vaya!- Exclamó el conductor, quien hasta ese entonces no había dicho una palabra. - ¿Entonces, usted estudió en el instituto de las Brujas de Salem?
- Iba a hacerlo al graduarme de Ilvermony. - Respondió Selene, sentándose en una de las numerosas camas de latón dentro del bus. - Pero decidí cambiar de aires y me mudé a Europa.
- Así que usted estudió en el colegio Ilvermorny, ¿eh? Interesante.- Dijo Quentin. - ¿también llevan defensa contra las artes oscuras? El auto avanzaba a la velocidad de la luz, esquivando edificios, autos, peatones, y hasta animales sin parar. Selene tuvo que cerrar un momento los ojos y sostenerse fuertemente para no sentirse mareada ni caerse. No quería estropear su túnica favorita.
- ¡Oh! sí, por supuesto. - Dijo Selene. - La diferencia es que nosotros llevamos esa asignatura desde el tercer año, aquí están dos años más adelantados.- Continuó Selene. - Mi hijo estudia ahí.- Añadió Selene, cambiando su tono a uno menos animado y algo melancólico. - Está en Slytherin.
El bus avanzó velozmente como si estuviese hechizado, haciéndose angosto mientras trataba de pasar por un camino demasiado estrecho y volviendo a la normalidad después, Selene no podía creer que ya estaba cerca a la estación cuando el conductor, un hombre de anteojos llamado Ernie, le dijo que se bajaría en la siguiente parada. Selene no podía aparecerse cerca del castillo porque jamás pisó los terrenos en persona, tampoco recordaba bien la estación de Hogsmeade ni cómo llegar desde la aldea de Hogsmeade, así que el autobús le fue de ayuda. Aquella sería la primera vez que visite Hogwarts.
Al bajarse del bus, tanto Quentin como Ernie se despidieron amablemente de Selene y el auto se fue antes de que Selene pudiese sacudir la mano. Selene caminó hacia la aldea de hogsmeade sólo para memorizar la ubicación y poder aparecerse nuevamente en la estación para recién caminar hacia el castillo. Selene se preguntó si Albus Dumbledore intentaba jugarle una broma pesada al no proporcionarle una manera más sencilla de llegar al castillo y hacerla pasar por un camino tan largo. Una parte de ella no podía culparlo, Selene pasó largos años usando sólo la aparición como medio de transporte y con propósitos perversos, sin embargo eso no impidió el fastidio de Selene al tener que hacer todo eso. Después de un almuerzo y cerveza de mantequilla en Las tres Escobas, Selene dio un corto paseo por las tiendas y se dijo a sí misma que después de aquella cosa intrigante que Dumbledore le diga, tomaría unos tragos en Cabeza de Cerdo, sentía que realmente lo necesitaba. Algunos magos atrevidos intentaron coquetear con Selene en Las tres Escobas con frases pobres y vergonzosas (uno de ellos le dijo directamente, en su cara, que le gustaban las "mujeres maduras"), pero Selene los mandó al diablo para después retirarse y comenzar su camino hacia el castillo, a pie.
Selene tuvo que seguir a una manada de Thestrals sin carruajes hacia el llamado "Sendero de entrada". El sendero resultó ser más largo de lo que Selene se imaginaba, y necesitó algunas cortas pausas para descansar, ver a los Thestrals no le resultó agradable en absoluto a Selene, que se pasó todo el camino recordando todas las veces en que usó la maldición asesina en magos, muggles, y unos duendes. Aunque ya había pasado el medio día, el sendero seguía viéndose tenebroso y opaco. El cielo gris lo iluminaba pobremente, una espesa niebla dificultaba la visión de Selene y los thestrals, a pesar de ser criaturas hermosas, hacían el ambiente aún más lúgubre. Tuvo que subir unas escaleras de piedra para llegar a una colina, Selene supuso que ya estaba cerca y el corazón volvió a acelerarse un poco cuando llegó a un lugar del terreno rodeado por piedras gigantes. "Ya no falta mucho" Se decía a sí misma Selene, tratando de animarse pensando en qué diablos haría en Hogwarts y si ese mensaje de Dumbledore tendría algo que ver con Sylvester. Llegó al puente cubierto y una enorme sonrisa se formó en su rostro cansado. Ni siquiera volvió a tomar otro descanso, Selene sólo siguió caminando por aquel largo puente hasta acercarse más a la gran torre del reloj. Ya casi era hora de la reunión, Selene aceleró el paso. "Excelente" Se dijo a sí misma Selene, en voz muy baja, cuando llegó al castillo. La puerta enorme se abrió sola y vio a una mujer alta de expresión seria. Llevaba una túnica color verde esmeralda, unos lentes cuadrados y un sombrero negro puntiagudo.
Usted debe ser la señora Grimm.- Dijo la mujer con una débil sonrisa. - Mi nombre es Minerva McGonagall, subdirectora de la escuela, profesora de Transformaciones y jefa de la casa Gryffindor. Acompáñeme a la oficina de director, por favor.
- Gracias.- Dijo Selene, sin tener la más mínima idea de qué decir y siguiendo a la subdirectora. Esa mujer había sido quien redactó la carta. Selene la siguió sin dejar de mirar todo a su alrededor. Las escaleras, los numerosos retratos que se movían, las estatuas, las armaduras en los rincones, todo era tal y como Marcus describió una vez, muchos años atrás.
- Estoy enterada de que usted es la madre del alumno Sylvester Scratch, señora Grimm.
- Así es, señora McGonagall.- Contestó Selene, algo nerviosa. ¿Y si esa mujer sabía de su pasado?
- Soy su maestra de transformaciones. No se le da mal la asignatura, convirtió con éxito un escarabajo en botón, pero el muchacho no deja de hablar de Quidditch.- Aquello le sacó una pequeña sonrisa a Selene. Desde que Sylvester era muy pequeño mostró un gran interés en el Quidditch. Marcus le compró una escoba de juguete cuando aún tenía dos años y hacía desastres en la sala (Marcus se encargaba de arreglar todo, por un acuerdo entre él y Selene).
- Me imagino. - Dijo Selene. - Le fascina el Quidditch desde que aprendió a hablar y caminar.
- Tiene sentido, su padre es un famoso cazador - Respondió McGonagall. - ¿A usted también le interesa el Quidditch?- Preguntó McGonagall.
- Solía interesarme cuando era estudiante, pero después de mudarme a Europa no me he subido a una escoba, ha pasado mucho tiempo. - Contestó Selene mientras ambas mujeres seguían caminando por los pasillos de Hogwarts. Selene no dejaba de sorprenderse con lo grande que eran ese lugar si se preguntaba si alguna vez Sylvester se ha perdido ahí (Selene no podría volver a la puerta de entrada aunque lo intentase después de tantas vueltas). McGonagall se detuvo frente a una gárgola y enseguida dijo algo.
- Pastel de limón.- Dijo McGonagall y la gárgola giró para mostrar una escalera de caracol de piedra. - Sígame, por favor.
Selene y la profesora McGonagall subieron por esa escalera de caracol que las condujo al despacho del director, el cual parecía más una inmensa y elegante biblioteca con dos escaleras al lado del escritorio. Un mago anciano con una larga barba y anteojos de media luna estaba sentado en el escritorio donde también estaba parada un ave fénix de plumas color carmesí y una cola dorada. Ese mago era Albus Dumbledore.
- Ha llegado la señora Grimm.- Dijo McGonagall. El hombre sólo mostró una débil sonrisa y abrió la boca para hablar.
- Gracias, Minerva. Bienvenida, señora Grimm. Pase, siéntese, por favor. Dijo Dumbledore, invitándola con caballerosidad y con un encantamiento no verbal hizo que la silla que estaba del otro lado del escritorio se mueva para que Selene pueda sentarse.
- Gracias, director. - Dijo Selene, después de aclararse la garganta. - Es un castillo muy grande, es la primera vez que lo visito.
- Así es, señora Grimm, espero que pueda acostumbrarse a los pasillos precisamente por el tema que quiero tocar con usted.
- Oh - Dijo Selene. - Por supuesto, quería saber en qué puedo ayudarle. Me imagino que usted sabe que yo soy…- Selene no pudo terminar la frase porque Dumbledore habló enseguida.
- La madre del joven Scratch, así es. Como alguna vez habrá oído, los estudiantes de Hogwarts son admitidos desde su nacimiento y sólo a los once años reciben la carta. Lamento ser imprudente, señora Grimm, pero también estoy enterado de que usted no estuvo presente el día en que el señor Scratch recibió su carta. Selene no dijo nada, quería responder pero aquella última frase la dejó helada.
- Sólo para que lo tenga presente, y no pretendo asustarla, también estoy enterado de las actividades que usted ha realizado en compañía de una ex alumna de Hogwarts hasta hace poco. La señora Blaise Crow.- Dijo Dumbledore, Selene no sabía si era idea suya o el director le estaba hablando en un tono acusatorio. Escuchar el nombre de Blaise Crow de alguien más la hizo sentir un fastidio que no podía describir con palabras, un rechazo inmenso.
- Sobre eso…señor Dumbledore…- Selene intentaba articular sus frases pero Dumbledore volvió a interrumpirla.
- Este largo camino que usted ha tenido que cruzar no fue casualidad, señora Grimm, y me disculpo, pero sentía que necesitaría un poco más de desafío para lo que deseo pedirle, o más bien, ofrecerle. - Esta vez usó un tono más amable, Selene estaba algo confundida. Al parecer Dumbledore la hizo pasar por el sendero a pie a propósito.
- Como usted sabe, en toda la comunidad mágica, las artes oscuras están terminantemente prohibidas y a pesar de que usted ha lanzado maldiciones imperdonables más de una vez, y ha ayudado a la señora Crow a salir de Azkaban, también entiendo que desea, genuinamente, volver al buen camino. Selene titubeó, pero pudo contestar.
- A-así es, yo no deseo volver a practicar las…artes oscuras.
- La entiendo, señora Grimm. Más de lo que usted imagina, y por eso lo que deseo ofrecerle es un puesto en esta escuela. Selene abrió mucho los ojos del asombro. ¿Trabajar en Hogwarts? Su corazón se aceleró después de escuchar aquellas palabras. El ave fénix no volteó a ver a Selene en ningún momento.
- Un puesto como maestra de Defensa contra las Artes oscuras. - Añadió Dumbledore. - Me parece que alguien que ha decidido no volver a practicar es tipo de magia y sobre todo, alguien que conoce bien las consencuencias de practicarla, sería ideal para enseñarle a mentes jóvenes como protegerse. Es la primera vez que la veo y hablo con usted, lo sé, pero conozco parte de lo que usted ha vivido desde que empezó en ese camino y confío en que tiene razones para abandonar la magia oscura.
Sylvester llegó de inmediato a su mente. La vez en que lo vio con Marcus en el callejón Diagon, el retrato de la tienda de escobas, el día en que lo escuchó hablar de Quidditch antes de marcharse, Selene sí tenía razones para alejarse permanentemente de ese lado, la traición de Blaise llegó a pasar a un segundo plano.
- Además…- Continuó Dumbledore. - Necesitamos toda la información posible sobre los pasos de la señora Crow y cualquier detalle de parte de alguien que trabajó con ella nos vendría de ayuda. Minerva y yo la ayudaremos a ubicarse y familiarizarse con el castillo antes de que comiencen las clases, y usted tendrá un despacho en el castillo. Creo que eso también la ayudaría a acostumbrarse al entorno…Eso si usted acepta, por supuesto.- Dijo dumbledore, mirándola por encima de sus anteojos de media luna.
Selene trató de evitar quedar boquiabierta y soltar un grito de la emoción. Albus Dumbledore le acababa de ofrecer un puesto como maestra en Hogwarts, era su oportunidad perfecta para alejarse del callejón Knockturn y acercarse a su hijo. Tal vez hasta podría formar un lazo con él. Selene no dudó en aceptar la oferta, y estaba dispuesta a firmar los papeles necesarios en ese mismo instante sin leer una palabra si así lo requería. Ambos se pusieron de pie y Dumbledore extendió una mano que selene estrechó sin pensarlo dos veces, aceptando el puesto.
- Es un honor, señor Dumbledore. - Dijo Selene.
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El fuego de la mente
The Witch (2015) Robert Eggers.
En la película The Whitch, nos muestran el poder de nuestra mente y la falta de dominio de nuestros miedos más grandes hacerse realidad, la sugestión de nuestras creencias que se reflejan hasta volverlas palpables. Thomasin siendo el personaje más susceptible y fuerte al mismo tiempo, se permite aceptar una "vida deliciosa" como se menciona en la escena final, libre del prejuicio de sus padres a sus creencias, de la responsabilidad de cuidar a sus hermanos, y de estar expuesta a ser vendida por sus padres por falta de comida, Thomasin se deja consumir por el pensamiento colectivo de que ella verdaderamente es un bruja, hasta convertiste en una.
Al aceptar su vida como una bruja, Thomasin se une al aquelarre de las brujas dentro del bosque, flotando sobre el fuego de su liberación y de un nuevo comienzo, de una vida de goce. Riendo mientras se eleva sobre los árboles, ella se abre a un nuevo mundo.
Thomasin y su familia se enfrentan a los miedos y supersticiones, ya que carecen de una total conciencia, basándose solamente en que cualquiera puede ser el enemigo o algo peligroso al no encontrar un culpable a sus desgracias. La culpa recae en Thomasin por ser la hija mayor que debía cuidar a su hermano menor que sin aviso desaparece, al carecer de alguien que creyera en ella y estar lejos de la civilización, que su familia se pusiera en contra suya al culparla como una "bruja" hizo que su vida corriera peligro; decide revelarse y defenderse. Al final se entrega a la idea de ser una bruja aunque más allá de ser un ser maligno, el ser una bruja es un símbolo de rebeldía entregándose a la liberación, bailando al rededor de una fogata con otras mujeres que debieron haber pasado por lo misma opresión.
La escena final de "The Witch", en la que Thomasin acepta las condiciones del Diablo y se une a un aquelarre de brujas, es un momento impactante y significativo en la película. Esta escena se desarrolla en medio del bosque, donde las brujas se encuentran en un ritual en medio de una gran hoguera, aquí el elemento del fuego juega un papel crucial en el simbolismo y el significado de la escena.
La hoguera es este símbolo de transformación donde nos presenta la culminación del viaje de Thomasin hacia su libre albedrío, la aceptación de su destino. En este contexto, la hoguera simboliza la transformación de Thomasin, de una joven reprimida por las normas religiosas a una mujer con el poder en sus manos que abraza su identidad como bruja. El fuego actúa como un agente de cambio y renacimiento, el eligir ser libre pagando las consecuencias de actos por venir.
Vemos a Thomasin acercarse al final de su transformación. A lo largo de la trama, su sugestión creció como las raíces de un árbol; en la hoguera de brujas, con llamas danzantes, se alza ante la noche, llamas que arden con la promesa de una nueva vida. Thomasine se eleva en el aire, iluminada con la luz del fuego. En este instante, ella se convierte en una metáfora viviente de la transmutación, un alma que se reinventa y resurge de entre las sombras sobre un mundo nuevo.
El fuego se convierte en el espejo del cambio, iluminando el camino hacia un nuevo ser, el elemento fuego nos ofrece una poderosa imagen de renacimiento, resurgimiento, y una metamorfosis completa.
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Soy la bruja, la maldita, la despreciable, la innombrable, el desecho séptico de tu historia.
Solamente una bruja pudo haber hechizado a alguien como tú con autenticidad.
Solamente una maldita pudo bendecirte con más prosperidad de la que podías aprovechar
Solamente una despreciable aceptó que tu aprecio se lo dieras a otras personas
Solamente alguien sin nombre aceptaría un “te quiero” en lugar de una acción que lo pruebe
Solamente un desecho séptico es tirado como así
Soy la mala persona, la olvidable, la peor es nada, la sin identidad de tu vida.
Específicamente una mala persona por ponerte primero a ti
Específicamente olvidable como mis cumpleaños y aniversarios
Específicamente “la peor es nada” pues ahora estás mejor, incluso sin nada
Específicamente la sin identidad pues a penas estoy construyendo una.
Soy la de la mala vibra, la depresiva, la quejumbrosa, la “que bueno que se fue”
Principalmente mala vibra de esas que alientan a los demás
Principalmente depresiva de las que sonríen todo el tiempo
Principalmente la quejumbrosa de las que aguantan hasta la muerte
Principalmente la “que bueno que se fue”, y si, seguro ahora estás feliz
Pero a pesar de todo soy también la que se ama a sí misma, la que no te extraña, la que te supera, la que aprende.
Actualmente me miro al espejo y me sonrio cada día
Actualmente pienso en mi y rara vez recuerdo tu rostro
Actualmente pinto un sendero de esperanzas para una persona, donde no cabes tú.
Actualmente aprendo a no ser lo que convertiste de mi.
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Athan Kirgyakos ➔ Griego. 18 años. Virgo. Alquimista y artesano.
☾ Pertenece a una familia circense numerosa y muy particular. Cada uno de los integrantes posee un talento fuera de lo común ya que la descendencia entera de los Kirgyakos es conocido como un hechicero, al igual que sus padres. La madre, una hermosa mujer de cabellos rizados y dorados, es una excelente contorsionista gracias a los encantos que recita con mucha gracia en sus rutinas; para ella no hay dolor ni límite. Su padre por otra parte, un hombre alto, robusto y de cabellos negros como la noche misma, es famoso por su llamativa piroquinesis… Aunque hay rumores que no siempre fue así de habilidoso. Se dice que Otis, padre de Athan, en su tiempo fue un chiquillo tímido, debilucho y torpe hasta que cumplió 20 años. Edad en la que según se tiene entendido, se enamoró de su madre, pero no fue un amor correspondido hasta meses después en donde Otis ganó abruptamente popularidad y pareció dominar la piroquinesis como nadie. Este ascenso levantó sospechas que implicaban el pacto de Otis con una bruja muy poderosa pero igual de codiciosa y maliciosa. Seguramente Otis ha de pagar un precio muy caro por la vida de ensueño que lleva; una hermosa esposa, numerosos hijos, todos sanos y un circo de alto éxito.
☾ Athan ha sido dotado con la particularidad de poder usar hechicería, al igual que varios de sus hermanos, pero a diferencia de la que ellos poseen, no resulta tan llamativa como para llevarla a los escenarios. Por eso, desde muy pequeño se le encargó la tarea de hacer los preparativos antes de los espectáculos como tramoya.
☾ Odia con toda su alma los corpóreos y no es muy bueno con los niños, pero cuando alguien en la familia encargado de los espectáculos infantiles enferma, él debe cubrir.
☾ Como consecuencia de la poca participación que tenía artísticamente, se la pasaba leyendo un montón de libros viejos que su abuelo mantenía guardados en un gran baúl (en su tiempo estos también habían sido estudiado por su padre e incluso habían pertenecido a un inventario mucho más grande en una bodega) De ellos pudo aprender muchas cosas, sus favoritos terminaron siendo aquellos que hablan de hierbas, sustancias químicas, piedras preciosas y más. Así, y con un poco de ayuda de su propio abuelo, aprendió a canalizar su potencial mágico en líquidos y preparados.
☾ Es un muchacho tranquilo, aunque de naturaleza maliciosa. Al ser uno de los hermanos menores, ha buscado llamar la atención de una u otra manera. Cuando descubrió la alquimia fue el niño problema de la familia, llegando incluso un día a casi envenenar a uno de sus hermanos mayores por un arranque de envidia. No obstante, con el paso del tiempo poco y nada le ha pasado a importar lo que piense su familia acerca del uso que le da a su “talento”. Descansar tras la sombra que proyectan sus hermanos, al parecer, le ha resultado mucho más cómodo que trabajar con la propia.
☾ Olvida con frecuencia los nombres de sus hermanos.
☾ Hace 1 año atrás Athan descubrió el secreto de su padre Otis y supo que las sospechas eran ciertas. Se desconoce el paradero de aquella bruja pero su abuelo le reveló que la mujer había sido clara y que en algún momento su imperio de espectáculos algún día caería, no por un tercero, sino por alguien de la misma familia. Sería una crisis interna, provocada por uno de sus propios hijos, este niño sería el espejo de Otis en su juventud, no resaltará y como el fuego que consume todo a su paso, irá creciendo en él resentimiento, envidia y odio hacia su propia sangre. Este ser humano replicará su físico mas el color de sus ojos será de un rubí encantador, será el distractor perfecto para decir que como el resto de los Kirgyakos ha sido bendecido con una particularidad que es reflejada en sus ojos ¿Bendición o maldición? Quién sabe, debía prepararse porque quizás el rubí podía ser también profecía de sangre derramada bajo su mismo techo y a manos de ese niño. Fue ahí cuando Athan entendió muchas cosas, entre ellas, que su padre casi ni lo mirara y lo dejara en manos con su abuelo paterno, el único que guarda esperanza y confía en que cuidando del muchacho con atención podrían darle vuelta al destino ¿Pero que tanto les podrá salvar la esperanza?
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RESUMEN
El libro comienza con un bosque en el cual ay una bruja que siempre a existido en el bosque después la bruja tiene una familia en la cual dice que tendrán un sacrificio, y que tienen que darle la gracias al niño que los salvara un año mas ,y que esa mañana un anciano llamado Gherland y que se tomo su tiempo para el día del sacrificio que es solo una ves al año, y al fin al cabo al ancianito le gustaba siempre lucir su mejor aspecto durante la sobria procesión hasta la casa maldita durante su triste encierro el siempre animaba a los demás ancianos a seguir su ejemplo. para el era importante que el pueblo presenciara su espectáculo. y el con mucho cuidado se maquillo con colorete en sus flácidas mejillas y en sus ojos con unos gruesos trazos de kohl . y se comprobó su dentadura es su espejo para asegurarse de que no hubiera restos ni por queria en su dentadura.
ese es unas paginas las cuales me parecieron interesantes y me gustaron eso espero les guste,chau.
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Ensueño y oquedad
Me sumí en un sueño con un extraño sabor a verdad;
donde el aire es invadido por un aroma almendrado,
donde el líquido calma-sedientos esta a un respiro de mi boca,
pero a leguas de mi conciencia coronada.
Solo me allané en la tostada y suave orilla
rodeada por mi cabello tintado de vanidad
expandida por el concierto del viento
sireno que me acaricia y arrulla.
Me dormí a la vera de este espejismo
encantada a pesar de su palpable vacío,
acomodada como invitada habitual,
pero sin atreverme a saltar el espejo líquido.
Ahora solo espero que pasen uno a uno,
pasa la culpa, la confusión arrastra los pies,
avanza el consentimiento, sigue la prudencia
padece el entusiasmo y es engullido
como somnífero, dormito y vuelvo a soñar.
Bruja De Otoño
#bruja de otoño#escribir#poesia#poetry#autumnwitch#sueño#espejismo#vacío#confusión#confusion#reflexion#culpa#expia#catarsis
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Todos sabemos el cuento de Blancanieves...
Había una bruja que gobernaba una tierra lejana.
De pronto, se entera de la existencia de una jóven con la piel pálida como la nieve:
La bruja le pregunta al espejo "espejito, espejito...quien es la más bella del reino?"
¿No es historia de lady Di como el cuento de Blancanieves a la inversa?
O con un final alternativo?
Es decir, la bruja se queda con el príncipe aunque en realidad el príncipe es un tremendo sapo...
Definitivamente, los cuentos de hadas de antaño perdieron completamente su esencia.
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"en mis sueños sin descanso veo a esa esa la que soy yo en el reflejo del espejo tiene el estomago hinchado la cara se le cae a pedazos y no la pued(o)e enmendar yo la miro y ella me mira con las cuencas llenas de lágrimas e ira la ira de mil años la ira de mil brujas la ira de mil victimas en sus brazos veo las marcas las marcas las palabras (de su madre) los golpes (de su abuela) el olvido (de su padre) las piernas le sangran no puede caminar no puede correr no puede huir los grilletes de su lamento le abren la piel la culpa le atraviesa la garganta y los costados de sus puños abiertos hasta el hueso me delatan que ha intentado salir no puedo ayudarla no puedo ayudar (me) no puedo"
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Excursión a Almanza
Los alumnos de Educación Primaria desde 1º a 4º se fueron de excursión a Almanza.
Cuando llegaron, empezaron a caminar hasta un valle en el que había árboles y personajes de cuentos. Más tarde, vieron un árbol con una flecha clavada que señalaba al espejo de la bruja, que estaba en una torre.
Luego, los niños fueron a merendar a un parque. La verdad es que se lo pasaron muy bien.
Valentina Ovalle Villamediana (5º EP) Daniela Reguero Robla (5º EP)
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La noche en que nuestros fantasmas bailan
En la víspera de Halloween, cuando el aire huele a hojas secas y la noche parece un susurro constante, las sombras se vuelven espejos de quienes alguna vez fuimos. Esa noche, fantasmas se levantan, no de tumbas ni de antiguas mansiones, sino de rincones del alma que creíamos sellados. Son recuerdos, son promesas, son aquellos amores olvidados que aún danzan entre el crepitar de las velas.
Los vampiros, en cambio, no son sino los deseos insaciables que hemos alimentado con silencios. Esos anhelos que, aunque ocultos, se aferran a la piel con colmillos invisibles, recordándonos que nunca dejamos de ser quienes somos, aunque la vida avance y nos transforme. Pero en la noche de Halloween, esos deseos surgen, liberados de los espejismos, y reclamando ser vistos.
Los monstruos son diferentes. No son los seres horrendos que imaginamos de niños, sino esos temores y cicatrices que acumulamos en el viaje. Son los cambios que nos asustan, las pérdidas que aprendimos a cargar, los procesos que aún duelen. Y, sin embargo, cada monstruo que enfrentamos, cada herida que nos mira de vuelta, es una puerta abierta a un "yo" más verdadero.
Esta noche, bajo el cielo oscuro y el murmullo del viento, la vida actúa como una bruja sabia. Nos transforma en versiones de nosotros mismos que aún no conocemos, nos invita a celebrar lo que somos, lo que amamos y lo que, aunque se haya perdido, aún palpita en nuestro interior. Halloween es una noche de disfraces, sí, pero también es una noche de revelación: el verdadero rostro de nuestros sueños, de nuestros miedos y de nuestro corazón.
#halloween#filosofía#escritos#tiempo#spooky month#monstruo#fantasmas#vampiros#amor y dolor#amor#bruja#brujah#noche de brujas
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CAPÍTULO CUATRO (En el que Taeyong descubre varias cosas extrañas)
CUANDO TAEYONG SE DESPERTÓ, caía sobre él la luz de la mañana. Como no recordaba que hubiera ninguna ventana en el castillo, lo primero que pensó fue que se había quedado dormido adornando sombreros y que había soñado que se marchaba de casa. Frente a él, el fuego se había convertido en unas brasas rosadas y cenizas blancas, lo que terminó por convencerlo de que el demonio del fuego había sido un sueño. Pero sus primeros movimientos le dijeron que algunas cosas no las había soñado. Le crujieron todas las articulaciones del cuerpo.
—¡Ay! —exclamó—. ¡Me duele todo!
La voz que exclamó era un hilillo débil y cascado. Se llevó la mano nudosa a la cara y palpó las arrugas. Y entonces se dio cuenta de que había pasado todo el día anterior conmocionado. Ahora estaba muy enfadado con la bruja del Páramo por haberle hecho aquello, terriblemente furioso.
—¡Qué es eso de entrar en las tiendas y volver vieja a la gente! —exclamó—. ¡Ya verás tú lo que le voy a hacer yo a ella!
Su rabia lo hizo ponerse de pie con una salva de crujidos y chirridos y acercarse lentamente hacia la ventana. Estaba sobre el banco de trabajo. Se quedó totalmente sorprendido al descubrir que la ventana daba a una ciudad costera. Vio una calle empinada sin pavimentar, flanqueada por casas pequeñas de aspecto pobre, y distinguió los mástiles que se erguían más allá de los tejados. Por detrás de los mástiles percibió un reflejo del mar, que nunca había visto en su vida.
—¿Pero dónde estoy? —preguntó Taeyong a la calavera que estaba sobre la mesa—. No espero que me contestes a eso, amigo mío —añadió apresuradamente al recordar que estaba en el castillo de un mago y dio media vuelta para estudiar la habitación.
Era una sala pequeña, con vigas negras y pesadas en el techo. A la luz del día vio que estaba increíblemente sucia. Las piedras del suelo estaban manchadas y grasientas, detrás de la pantalla de la chimenea se apilaba la ceniza y de las vigas colgaban polvorientas telarañas. La calavera estaba cubierta por una capa de polvo. Taeyong la limpió distraídamente al pasar a mirar la pila de lavar que estaba junto a la mesa. Le dio un escalofrío al ver el limo verde y rosa que la recubría y la baba blanquecina que goteaba de la bomba de agua. Era evidente que a Jaehyun no le importaba que sus sirvientes vivieran rodeados de mugre.
El resto del castillo tenía que estar al otro lado de alguna de las cuatro puertas negras que había en la habitación. Taeyong abrió la más cercana, junto a la mesa, que daba a un gran cuarto de baño. En algunos aspectos era un baño que normalmente solo se encontraría en un palacio, lleno de lujos como un retrete interior, una ducha, una inmensa bañera con patas de león y espejos en todas las paredes. Pero estaba incluso más sucio que la otra habitación. Taeyong se alejó asqueado del retrete, arrugó la nariz al ver el color de la bañera, retrocedió ante el moho verde que crecía en la ducha y pudo soportar el ver su imagen arrugada en los espejos porque estaban cubiertos por pegotes y churretes de sustancias innombrables. Las sustancias innombrables propiamente dichas se acumulaban sobre un estante muy grande que colgaba sobre la bañera. Estaban en tarros, cajas, tubos y en cientos de paquetitos y bolsas arrugadas de papel marrón. El tarro más grande tenía un nombre. Decía POLVOS SECANTES con letras torcidas. Cogió al azar un paquete que decía PIEL y lo volvió a colocar en su lugar. En otro ponía OJOS con la misma letra. En un tubo se leía PARA EL DETERIORO.
—Pues parece que funciona —murmuró Taeyong mirando en el lavabo con un escalofrío. El agua corrió por la loza cuando abrió un grifo que podría haber sido de cobre y se llevó algo del deterioro. Taeyong se aclaró las manos y la cara con el agua sin tocar el lavabo, pero no tuvo valor de usar los POLVOS SECANTES. Se secó el agua con los pantalones y luego fue hacia la siguiente puerta negra.
Aquella daba a un tramo de escaleras destartaladas. Taeyong oyó a alguien moverse arriba y cerró la puerta a toda prisa. Parecía que solo daba a una especie de altillo. Avanzó cojeando hasta la siguiente. Ya se movía con mayor facilidad. Era un anciano resistente, como había descubierto el día anterior.
La tercera puerta daba a un patio trasero con altos muros de ladrillo. Había un gran montón de leña y otras pilas desordenadas de trozos sueltos de hierro, ruedas, cubos, planchas de metal, cables, todo ello amontonado hasta casi sobrepasar la altura del muro. Taeyong cerró también aquella puerta, totalmente confundido, porque parecía que no encajaba con el castillo. Por encima del muro de ladrillo no se veía ningún castillo. Solo el cielo. Lo único que se le ocurrió fue que aquella parte del castillo daba a la pared invisible que lo había detenido la noche anterior.
Abrió la cuarta puerta y no era más que un armario de la limpieza, con dos capas elegantes de terciopelo, algo polvorientas, colgadas de los palos de las escobas. Taeyong volvió a cerrarla despacio. La única puerta que quedaba era la de la pared de la ventana, por la que había entrado la noche anterior. Se acercó hacia ella y la abrió con cautela.
Durante unos momentos se quedó contemplando el paisaje de las colinas que se movían lentamente, el brezo que se deslizaba por debajo de la puerta y el viento que alborotaba su pelo escaso. Podía oír el traqueteo y el roce que producían las grandes piedras negras con el movimiento del castillo. Luego cerró la puerta y fue hacia la ventana. Allí estaba de nuevo la ciudad costera. No era un cuadro. Una mujer había abierto una puerta al otro lado de la calle y estaba barriendo. Al otro lado de la casa, una vela gris se izaba sacudiendo el mástil, molestando a una bandada de gaviotas que echó a volar en círculos sobre el mar reluciente.
—No lo entiendo —le dijo Taeyong a la calavera. Y luego, como el fuego parecía casi apagado, le puso un par de troncos y quitó con el rastrillo parte de la ceniza. Las llamas verdes se elevaron de los troncos, pequeñas y rizadas, y formaron una cara alargada y azul con una cabellera verde llameante.
—Buenos días —dijo el demonio del fuego—. No olvides que tenemos un trato.
Así que no había sido un sueño. Taeyong no solía llorar, pero se sentó en la silla durante un buen rato mirando a la cara borrosa y danzarina del demonio del fuego, y no prestó mucha atención a los sonidos que hacía Mark al levantarse, hasta que lo vio de pie frente a él, con aspecto avergonzado y un poco exasperado.
—Todavía estás aquí —dijo—. ¿Te pasa algo?
Taeyong se sorbió las lágrimas.
—Soy viejo —comenzó.
Pero, como le había dicho la bruja y el demonio del fuego había adivinado, no podía hablar de ello. Mark dijo alegremente:
—Bueno, a todos nos llega con el tiempo. ¿Te gustaría tomar algo para desayunar?
Taeyong descubrió que realmente era un anciano resistente. Después de haber comido solo pan y queso en el almuerzo del día anterior, ahora estaba hambriento.
—¡Sí! —asintió. Y cuando Mark fue al armario, se levantó y miró por encima del hombro para ver qué había de comer.
—Me temo que solo hay pan y queso —dijo Mark algo tenso.
—¡Pero si hay una cesta entera de huevos! —dijo Taeyong—. ¿Y no es eso beicon? ¿Y qué tal si bebemos algo caliente? ¿Dónde está la tetera?
—No tenemos —dijo Mark—. Y Jaehyun es el único capaz de cocinar.
—Yo también sé cocinar —dijo Taeyong—. Dame esa sartén y te lo demostraré.
Alargó la mano para coger una sartén grande y negra que colgaba en la pared del armario, a pesar de que Mark intentó evitarlo.
—No lo entiendes —dijo Mark—. Es Jungwoo, el demonio del fuego. Solo inclina la cabeza para cocinar ante Jaehyun.
Taeyong dio media vuelta y miró al demonio, que llameó con aspecto desafiante. —Me niego a que me exploten —dijo.
—¿Quieres decir que no puedes ni siquiera beber algo caliente si Jaehyun no está? —le preguntó Taeyong a Mark. Mark asintió avergonzado—. ¡Entonces es a ti a quien están explotando! —exclamó Taeyong—. Dame eso —cogió la sartén de las manos reacias de Mark y agarró el beicon, luego metió una cuchara de madera en la cesta de los huevos y avanzó con todo aquello hacia la chimenea—. A ver, Jungwoo —dijo—, vamos a dejarnos de tonterías. Inclina la cabeza.
—¡No me puedes obligar! —crepitó el demonio.
—¡Claro que puedo! —crepitó a su vez Taeyong, con una fiereza que a menudo hacía que sus hermanos se detuvieran en medio de una pelea—. Si no, te echaré agua por encima. O cogeré las tenazas y te quitaré los dos troncos —añadió mientras se arrodillaba junto al hogar con gran crujir de huesos. Y entonces suspiró—: O me puedo retractar del trato y contárselo a Jaehyun, ¿no te parece?
—¡Maldición! —escupió Jungwoo—. ¿Por qué lo dejaste entrar, Mark?
Enfurruñado, inclinó la cara azul hacia adelante hasta que lo único que se veía de él era un círculo de llamitas verdes bailando sobre los troncos.
—Gracias —dijo Taeyong, y colocó de golpe la pesada sartén sobre las llamas para asegurarse de que Jungwoo no se levantaba de repente.
—Espero que se te queme el beicon —dijo Jungwoo, con la voz ahogada bajo la sartén.
Taeyong plantó varias lonchas sobre la sartén. Estaba bien caliente. El beicon chisporroteó y Taeyong tuvo que enrollarse la mano en la tela de su chal para sostener el mango. Cuando se abrió la puerta, ni siquiera se dio cuenta por el ruido de la fritura.
—No hagas tonterías —le dijo a Jungwoo—. Y estáte quieto, porque voy a cascar los huevos.
—Ah, hola, Jaehyun —dijo Mark sin saber qué hacer.
Apresuradamente, Taeyong dio media vuelta al oírle. Los ojos se le abrieron como platos. El joven alto con el traje azul y plateado que acaba de entrar se detuvo cuando se disponía a dejar una guitarra en un rincón. Se apartó el pelo rubio de sus curiosos ojos castaños y le devolvió la mirada a Taeyong. Su cara larga y angulosa mostraba perplejidad.
—¿Quién rayos eres tú? —dijo Jaehyun—. ¿Dónde te he visto antes?
—Soy un total desconocido —mintió Taeyong con firmeza.
Después de todo, Jaehyun solo lo había visto el tiempo suficiente para llamarlo ratoncito, así que era casi cierto. Debería darle gracias al cielo por la suerte que había tenido al haber podido escapar en aquella ocasión, pero en realidad su principal pensamiento fue: «¡Anda! ¡Si el mago Jaehyun no es más que un veinteañero, por muy malo que sea!». «La vejez lo cambiaba todo», pensó mientras le daba la vuelta al beicon en la sartén. Y se hubiera muerto antes que dejar que aquel jovenzuelo peripuesto se enterase de que era el chico del que se había compadecido el día de la fiesta. Y aquello no tenía nada que ver con las almas y los corazones. Jaehyun no se iba a enterar.
—Dice que se llama Taeyong —intervino Mark—. Llegó anoche.
—¿Cómo ha conseguido que se incline Jungwoo? —preguntó Jaehyun.
—¡Me ha obligado! —dijo Jungwoo con voz lastimera y ahogada debajo de la sartén.
—No hay mucha gente capaz de hacer una cosa así —dijo Jaehyun pensativo. Dejó la guitarra en el rincón y se acercó al hogar. Un aroma a jacintos se mezcló con el del beicon cuando empujó a Taeyong a un lado con firmeza—. A Jungwoo no le gusta que nadie cocine sobre él, excepto yo —dijo al arrodillarse mientras se enrollaba una de sus largas mangas sobre la mano para sujetar la sartén—. Pásame dos lonchas de beicon más y seis huevos, por favor, y dime para qué has venido.
Taeyong se quedó mirando fijamente a la joya azul que le colgaba de la oreja de Jaehyun y le fue pasando un huevo detrás de otro.
—¿Que para qué he venido, joven? —dijo. Después de lo que había visto del castillo, era evidente—. He venido porque soy el nuevo limpiador, naturalmente.
—¿Ah, sí? —preguntó Jaehyun, cascando los huevos con una sola mano y arrojando las cascaras entre los troncos, donde Jungwoo parecía comérselas con mucho deleite y ruido—. ¿Y quién lo dice?
—Yo lo digo —afirmó Taeyong, y añadió en tono piadoso—: Seré capaz de limpiar la porquería que hay aquí, aunque no pueda limpiar tu alma de maldad, jovencito.
—Jaehyun no es malo —dijo Mark.
—Sí que lo soy —le contradijo Jaehyun—. Se te olvida lo malísimo que estoy siendo ahora mismo,Mark —apuntó con la barbilla a Taeyong—. Si tantas ganas tienes de ayudar, buen hombre, saca unos cuchillos y tenedores y haz sitio en la mesa.
Debajo de la mesa de trabajo había unos taburetes altos. Mark los estaba sacando para sentarse, empujando hacia los lados todos los trastos que había encima para hacer sitio a los cuchillos y tenedores que había sacado de un cajón lateral. Taeyong fue a ayudarle. No esperaba que Jaehyun le diera la bienvenida, naturalmente, pero hasta entonces no le había dado permiso para que se quedara más allá del desayuno. Como Mark no parecía necesitarlo, Taeyong se acercó arrastrando los pies hasta su bastón y lo colocó descaradamente en el armario de las escobas. Como aquello tampoco pareció llamar la atención de Jaehyun, dijo:
—Puedes tomarme a prueba durante un mes, si quieres.
El mago Jaehyun no dijo nada más que:
—Platos, Mark, por favor —y se levantó con la sartén humeante en la mano. Jungwoo saltó con un rugido de alivio y ardió con gran estrépito. Taeyong hizo otro intento para que el mago se comprometiera.
—Si voy a estar aquí limpiando durante el próximo mes —dijo—, me gustaría saber dónde está el resto del castillo. Solo he visto esta sala y el cuarto de baño.
Para su sorpresa,Mark y Jaehyun estallaron en carcajadas.
Cuando casi habían terminado de desayunar, Taeyong descubrió qué les había hecho tanta gracia. A Jaehyun no solo era difícil obligarle a comprometerse, sino que no le gustaba contestar ninguna pregunta en absoluto. Taeyong dejó de preguntarle a él y se dirigió a Mark.
—Díselo —dijo Jaehyun—. Así dejará de dar la lata.
—No hay nada más —dijo Mark—, excepto lo que has visto y dos dormitorios en el piso de arriba.
—¿Qué? —se sorprendió Taeyong.
Jaehyun y Mark se echaron a reír de nuevo.
—Jaehyun y Jungwoo inventaron el castillo —explicó Mark— y Jungwoo lo mantiene en marcha. El interior en realidad es la vieja casa de Jaehyun en Porthaven, que es la única parte real.
—¡Pero si Porthaven está a cientos de millas de aquí, en la costa! —exclamó Taeyong—. ¡Qué vergüenza! ¿Y qué pretendes con este castillo grande y feo que recorre las colinas de Market Chipping aterrorizando a la gente?
Jaehyun se encogió de hombros.
—¡Qué hombre más directo! He llegado a ese punto en mi carrera en que necesito impresionar a todo el mundo con mi poder y maldad. No quiero que el Rey piense bien de mí. Además, el año pasado ofendí a alguien muy poderoso y tengo que mantenerme alejado.
Era una forma un tanto extraña de evitar a alguien, pero Taeyong supuso que los magos se regían por normas distintas a las de la gente corriente. Y enseguida descubrió que el castillo tenía otras peculiaridades. Habían terminado de comer y Mark estaba apilando los platos en la pila mugrienta cuando se oyó un golpe fuerte y seco en la puerta. Jungwoo elevó sus llamas:
—¡Puerta de Kingsbury!
Jaehyun, que iba de camino al cuarto de baño, se dirigió hacia la puerta. Tenía un pomo de madera pequeño y cuadrado en el dintel, con una pincelada de pintura en cada uno de sus cuatro lados. En aquel momento el lado que apuntaba hacia abajo tenía una mancha verde, pero Jaehyun lo hizo girar para que fuese la mancha roja la que apuntara hacia abajo antes de abrir la puerta.
Fuera había un personaje con una peluca blanca y estirada y un sombrero de ala ancha. Vestía ropa escarlata, púrpura y dorada y llevaba una vara pequeña decorada con lazos, como un árbol de mayo para niños. Hizo una reverencia. Un aroma a trébol y a flores de naranjo se extendió por la habitación.
—Su Majestad el Rey le envía saludos y hace entrega del pago por los dos millares de botas de siete leguas —dijo el hombre.
A su espalda, Taeyong vislumbró un coche de caballos que esperaba en una calle llena de casas suntuosas cubiertas con tallas pintadas y torres y capiteles y cúpulas más allá, de un esplendor que nunca había imaginado siquiera. Lamentó que la persona de la puerta tardara tan poco tiempo en sacar una bolsa de seda larga y tintineante, y Jaehyun en tomarla, devolverle el saludo y cerrar la puerta. Jaehyun hizo girar el pomo para que la mancha verde volviera a apuntar hacia abajo y se metió la bolsa en el bolsillo. Taeyong vio cómo Mark seguía la bolsa con la mirada, con una expresión apremiante y preocupada.
Jaehyun se metió directamente en el cuarto de baño, y gritó:
—¡Necesito agua caliente, Jungwoo!
Y no salió durante un rato larguísimo. Taeyong no pudo contener su curiosidad. —¿Quién era ese? —le preguntó a Mark—. ¿O más bien, dónde estaba eso?
—Esa puerta da a Kingsbury —dijo Mark—, donde vive el Rey. Creo que ese
hombre era el secretario del Canciller. Y —añadió preocupado a Jungwoo— ojalá no le hubiera dado a Jaehyun todo ese dinero.
—¿Va a dejar Jaehyun que me quede aquí?
—Si te deja, nunca conseguirás que te lo diga —contestó Mark—. Odia comprometerse.
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