#Juan Antonio García Borrero
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La Habana, capital del cine latinoamericano
#FelizMartes #Cuba La Habana, capital del cine latinoamericano
Tomado de Cubasi. cu Desde el pasado ocho diciembre la vida cultural habanera vuelve a centrarse, como cada último mes del año, en el séptimo arte con las intensas jornadas del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, ya en su trigésimo novena edición.
Más de 400 películas serán proyectadas en cines de la capital hasta el 17 de diciembre, incluidas las que optan, esta vez, por…
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#39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano#Arturo Arango#cuba#Humberto Solás#James Ivory#Juan Antonio García Borrero#La Habana
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¿Dónde está mi mundo?
¿Dónde está mi mundo?
Por Joaquín Borges-Triana Nunca he tenido el mal gusto de separar u obviar a los nacidos en Cuba (músicos incluidos, claro está) por el lugar donde decidan radicarse. José Martí no dejó de ser el más brillante y patriota de los cubanos por el largo tiempo que vivió en los muchos países donde residió la mayor parte de su corta vida. Igualmente, defiendo el criterio de que no hay manera de imaginar…
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#Fernando Trueba#Íñigo Sánchez Fuarro#John Urry#José Martí#Juan Antonio García Borrero#Julio Fowler#Norberto Codina
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Estreno mundial de "El parque" (1963), un documental de Fernando Villaverde, con textos de Miñuca. Entrevista a los cineastas. Más una sorpresa de Navidad...
Estreno mundial de “El parque” (1963), un documental de Fernando Villaverde, con textos de Miñuca. Entrevista a los cineastas. Más una sorpresa de Navidad…
Gracias a la bondad de ciertos extraños, puedo ofrecerles hoy el estreno (o reestreno) mundial de El parque (1963), de Fernando Villaverde, una pieza clave del documentalismo cubano producido por el ICAIC en los primeros 60.
Como acompañamiento del filme, publico una entrevista que Miñuca y Fernando han tenido la gentileza de concederme.
Próximamente podrá accederse aquí a Una vez en el puerto (…
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#Alberto Roldán#Alfredo Guevara#Cine Cubano#Documentalismo cubano#Fernando Villaverde#ICAIC#Juan Antonio García Borrero#La pupila insomne#Miñuca Villaverde#Revolución Cubana
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La Ley es para Todos: La Función Electoral y el favor al Correísmo
MANIFIESTO CIUDADANO ADVIERTE SOBRE EL RIESGO EN EL QUE SE ENCUENTRA EL ORDEN DEMOCRÁTICO E INSTITUCIONAL, POR LAS DECISIONES DEL CONSEJO NACIONAL ELECTORAL Y EL TRIBUNAL CONTENCIOSO ELECTORAL. ESTAS AFECTAN LA CREDIBILIDAD EN LA MAJESTAD DEL SUFRAGIO Y SU CARACTER MANDANTE.
LA ILEGITIMIDAD JURIDICA DE LOS ACTOS DE LAS AUTORIDADES ELECTORALES DESAFÍAN LA GOBERNABILIDAD Y EL ORDEN CIUDADANO.
“Quienes suscribimos, hacemos un llamado urgente a las autoridades públicas, a la ciudadanía y a la opinión pública, para que los inconstitucionales e ilegales actos del CNE y el TCE en este caso sean debidamente corregidos, a fin de que el país retorne al Estado de Derecho y se garanticen el debido proceso y la seguridad jurídica, que permitan que el Ecuador pueda tener un proceso electoral basado en la legalidad, la transparencia y el ejercicio cabal de la Democracia”.
A CONTINUACION SE REPRODUCE EL DOCUMENTO Y LOS ADHERENTES-
LA LEY ES PARA TODOS
Ante las ilegítimas decisiones adoptadas en los últimos días por parte del Con- sejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral respecto de la arbitraria calificación del binomio presidencial del movimiento Centro Democrático para el proceso electoral de 21 de febrero de 2021, quienes suscribimos, manifestamos lo siguiente en defensa del ordenamiento jurídico vigente y de la necesaria corrección de procedimientos administrativos que garanticen la legalidad y transparencia del actual proceso electoral:
En relación a la inscripción del binomio de Centro Democrático
Tanto la Constitución de la República, en su artículo 108, como el Código de la Democracia, en sus artículos 94 y 96, establecen la obligación de las organiza- ciones políticas de seleccionar las candidaturas mediante procesos electorales internos que, conforme dispone el artículo 99 del mencionado Código, deben ser reglamentados por el propio CNE.
En este sentido, el Reglamento de Democracia Interna, en vigencia desde el año
2012, establece dos requisitos fundamentales que, una vez cumplidos debida- mente, habilitan a una organización política a la inscripción de sus candidatu- ras, a saber: su elección en primarias y la aceptación expresa, indelegable y per- sonalísima de la candidatura dentro de los siguientes diez días contados a partir de tal proclamación, como lo indican el inciso cuarto del artículo 345 del Código de la Democracia y los artículos 5, 6 , 7, 9 y la Disposición Transitoria Segunda del Reglamento de Democracia Interna).
La norma vigente prevé que si el candidato proclamado muere, se inhabilita o renuncia antes de la aceptación de la candidatura, podrá ser reemplazado con- forme los estatutos de la organización política, dentro del plazo de aceptación de tal candidatura y NUNCA después, conforme los artículos 345 del Código de la Democracia y el artículo 11.1 del Reglamento de Democracia Interna.
Cabe destacar que, una vez inscrita la candidatura, en cumplimiento de los artí- culos 100 y 101 del Código de la Democracia, SOLAMENTE existen tres casos en los que cabe su descalificación: a) Si NO proviene de procesos de democracia interna; b) Si la lista no respeta la paridad de género; y, c) Si el candidato no cumple los requisitos de acceso al cargo. Es importante aclarar en este punto que, conforme disponen los artículos 104 y 105 del Código de la Democracia y únicamente en el tercer caso, el CNE puede otorgar 48 horas a la organización política para reemplazar a su candidato. En cambio, si la candidatura no provie- ne de procesos de democracia interna, la descalificación no es subsanable y NO procede tal reemplazo.
En el caso de Centro Democrático, su nominado a la vicepresidencia, Rafael Correa, NO cumplió a cabalidad el proceso de democracia interna que, además, debió perfeccionarse con su aceptación expresa y personalísima de tal nomina- ción, por lo que el CNE debía descalificar la candidatura sin posibilidad de sub- sanación mediante su reemplazo.
Sin embargo, la mayoría de vocales del CNE NO hizo análisis alguno ni se pronunció respecto de la falta de procedimientos de democracia interna, sino que, al contrario y en forma f raudulenta, permitió la subsanación al rechazar la candidatura únicamente por la causal de incumplimiento de requisitos del candidato, al haber sido éste condenado como autor del delito de cohecho.
Por lo tanto, queda claro que no existía candidatura ni binomio. ¿Cómo se puede reemplazar algo que, jurídicamente, no existe? Sin candidato vice- presidencial no existe “binomio presidencial”, por lo que, en atención a la normativa vigente, la descalificación debió operar f rente al binomio, confor- me lo previsto en el artículo 143 de la Constitución de la República, mas no de la forma en que el CNE adoptó su ilegítima resolución en este caso.
Adicionalmente, de acuerdo al artículo 101 del Código de la Democracias, el CNE tenía el plazo de dos días para resolver y notificar la resolución adopta- da sobre este binomio; sin embargo, este organismo electoral se pronunció vencido dicho lapso atropellando una vez más la norma legal vigente.
En relación al fallo del juez electoral Cabrera
El Presidente del TCE, Arturo Cabrera, declaró inaplicable la norma que obliga a la aceptación expresa, indelegable y personalísima de una candida- tura, sosteniendo una supuesta inconstitucionalidad. Sin embargo, en su actuación olvida que nuestra Constitución de la República impide que los jueces inapliquen normas que creen inconstitucionales y obliga a que siempre se consulte, a tal respecto, a la Corte Constitucional, como lo dispo- nen el artículo 428 de la Constitución de la República y los artículos 142 y 143 de la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional (LOGJCC), aún más cuando este deber ha sido confirmado por la Corte Constitucional en su jurisprudencia vinculante y muchos otros fallos.
La decisión del juez Cabrera, además de fallar contra norma expresa en abierto afecto a Rafael Correa, implica el incumplimiento de una orden legí- tima de autoridad competente, al no observar el precedente vinculante de la Corte Constitucional que le prohibía fallar de esa manera, conductas penales que obligan a la Corte Constitucional a destituirlo al existir incumplimiento de sentencia constitucional, conforme el numeral 9 del artículo 436 de la Constitución de la República y los artículos 22.4, 163, 164 y 165 de la LOGJCC.
Por lo señalado, quienes suscribimos, hacemos un llamado urgente a las autoridades públicas, a la ciudadanía y a la opinión pública, para que los inconstitucionales e ilegales actos del CNE y el TCE en este caso sean debi- damente corregidos, a fin de que el país retorne al Estado de Derecho y se garanticen el debido proceso y la seguridad jurídica, que permitan que el Ecuador pueda tener un proceso electoral basado en la legalidad, la trans- parencia y el ejercicio cabal de la Democracia.
ADHIEREN:
• Rafael Oyarte
• Ismael Quintana
• Patricio Jijón
• Medrado Oleas
• Mariana Yépez
• Farith Simón
• Hernán Pérez Loose
• Ricardo Vaca
• Jaime Flor Rubianes
• Juan Pablo Aguilar
• Óscar Terán Terán
• Mario Prado
• Carlos Larrea
• Alf redo Corral
• José Sabay
• Arturo Moscoso
• Juan Carlos Benalcázar
• Carlos Larreategui
• Jorge Alvear
• Mateo Borrero
• Mario Calero Hidalgo
• Juan Pablo Ortiz
• Edgar Neira Orellana
• Marco Antonio Rodríguez Proaño
• Lorena Grillo Jarrín
• Claudio Costa García
• Paul Andrés Vaca
• Francisco Ycaza Béjar
• David Cando Shevchukova
• Gabriela Obando
• Daniel López Suarez
• Gabriel López Córdova
• Andrés castillo
• Miguel Ángel Puente
• María José Luna
• David Carrión
• María Paz Vintimilla
• Jorge Tamayo Silva99
• Iván Torres Proaño
• Vladimiro Álvarez
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La prepotencia se une al pánico
Cartel de ‘Quiero hacer una película’ (Archivo/Cortesía)
LA HABANA.- Después de las “Palabras del Cardumen” —declaración de jóvenes cineastas que dio continuidad a la polémica comenzada entre las instituciones gubernamentales y los creadores y organizadores de la 17 Muestra de cine—, se han sucedido varias críticas de funcionarios y comisarios culturales y muchas muestras de apoyo por parte de especialistas y personas relacionadas con el cine.
El crítico y bloguero Juan Antonio García Borrero no tuvo reparos en confesar su emoción ante ese texto y su respaldo “con las dos manos en alto, porque nos habla del gran capital cívico acumulado en quienes lo suscribieron”.
Después de aquel primer enfrentamiento a partir de la censura contra Quiero hacer una película, el Cardumen vuelve a declararse ahora partiendo de que “nuestro cine se opone al de la falsa esperanza” y de que “no aceptamos zonas de silencio en nuestra historia ni obstáculos para el conocimiento y la representación artística de esta, aun de aquellos sucesos más cuestionables”, pues “el dolor acallado solo genera represión, odio e hipocresía social”.
Después de oponerse a la censura arbitraria, la actuación institucional caprichosa e impositiva, la difamación contra críticos y realizadores, el secuestro de los espacios públicos, la intolerancia ideológica, aseguran que tienen “derecho a participar con nuestra visión en la toma de decisiones” y que “se impone construir un diálogo con las instituciones y sus representantes” pero “a partir de una lógica no autoritaria, patriarcal y paranoide”.
Terminan prometiendo que “encontraremos palabras nuevas, frases nuevas, lenguajes nuevos para contarnos. Pero nunca guardaremos silencio”, y cierran subrayando que dicen estas palabras “a 50 años de los sucesos del Mayo francés y a 5 de la Asamblea de Cineastas Cubanos que daría origen al ya extinto g-20”.
Este último grupo sentó las bases para refundar la institucionalidad del cine cubano, exigiendo una ley de cine, la legalización de la producción independiente y varios reclamos capitales que se han hecho imprescindibles para la salud del arte y la industria cinematográficos.
El Cardumen actualiza ahora esas exigencias, y así sigue ganando apoyo en el mundo del cine y más allá, aunque algunos se preocupan porque esta situación puede prestarse a la irrupción de “injerencias nocivas” y, en definitiva, los vigilantes han dado la alarma por tal conato de revuelta y los inquisidores tratan de imponer lo que algunos dan en llamar la Contrarreforma.
Lo primero es identificar las posibles cabezas de la asonada, y cortarlas, de ser posible. O acallarlas por medio de la descalificación. El muy conocido “asesinato de reputación” no es intentado contra Gustavo Arcos —y otros especialistas que apoyan a los “sediciosos”— por primera vez, pero ahora hacen más evidente aún la sordidez autoritaria.
Tampoco es la primera vez que se ataca a Dean Luis Reyes, pero ahora, por ejemplo, la directora de Programas Culturales del Ministerio de Cultura, Bárbara Betancourt Martínez —tan disgustada por lo que dice el Cardumen— ha declarado a La Jiribilla que aquí “los creadores realizan sus obras en la más completa libertad” y que nadie ha difamado al mencionado crítico de cine.
Claro, según ella, lo que pasa no es que se quiera desacreditar a Reyes. No es que se quiera matar al mensajero por el mensaje que trae. No. Es que el mensajero se lo ha buscado por las malas compañías que se busca: “el vínculo de Dean Luis Reyes con Tania Bruguera, verificado con todas las evidencias”, dice Betancourt Martínez.
Ah, resulta que Reyes y Bruguera colaboraron en “Cine cubano bajo censura”, la muestra del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), en marzo, que recogió filmes prohibidos a lo largo de más de 50 años, desde PM, de Jiménez Leal y Sabá Cabrera, hasta Nadie, de Miguel Coyula. Eso no es colaboración artística, sino complot político, pues, como decretó la Seguridad del Estado, Bruguera no es artista, sino contrarrevolucionaria, como todo el que se le acerque.
Para colmo, en Miami se organizó una muestra, “Rebeldes con causa”, que se inspiró en aquella del MoMA donde Reyes hizo la curaduría, pero que recogió ejemplos de cine independiente, intentando una mirada más amplia, más representativa e inclusiva, con criterio temático más que cronológico, que tampoco gustó en los aposentos de la política cultural.
Ya Dean Luis Reyes venía sufriendo “escarmientos” desde hace rato por cometer la pesadísima e inoportuna fechoría de pensar con su propia cabeza y, luego, escribir lo que pensó para por fin, colmo de agresividad, atreverse a publicar lo escrito. Ya el Viceministro de Cultura Fernando Rojas le había advertido que sus opiniones eran muy molestas.
De hecho, en 2016, Rojas decretó que “cuando se arremete en nombre de confusas nociones ultrademocráticas contra los principios, es fácil equivocar el rumbo. Desde la verborrea anarquizante pudiera darse el paso siguiente: otorgarle al capitalismo un potencial emancipador que por naturaleza es incapaz de tener”.
Ante las críticas de Reyes a los burócratas culturales, Rojas afirmó que “a ellos y a mí nos anima una vocación de servicio, inspirada en un claro compromiso con la Revolución y sus valores. Tenemos criterios, los ejercemos y los defendemos”. Y se atreve el Viceministro: “Dedicamos mucho tiempo a pensar con cabeza propia y nos ufanamos de ello”. Así mismo.
Entre otros, ahora el fustigador es Alexis Triana, también alto funcionario cultural, que ha expuesto nada menos que sus “20 razones para desmontar a Dean Luis Reyes”, entre las cuales hay de todo. Con el tramposo sonsonete de apariencia límpida de Bruno Rodríguez, repitiendo “Falta a la verdad Dean Luis Reyes”… una y otra vez, lo acusa, por ejemplo, de mentir “cuando acusa a La Jiribilla y El Caimán Barbudo de hacer campaña contra los intelectuales cubanos”. Ah.
Hay que ver, en fin, qué sorpresas se trae ahora la política policíaca cultural del gobierno, si, como se comenta, hubiera cambios en la dirección del instituto cubano de cine, que, por desgracia, no será para bien del cine cubano ni de los cineastas, de acuerdo con el principio sagrado de “cambiar lo que deba ser cambiado” para que nada cambie.
Puede parecer que esos funcionarios y burócratas olvidan que tienen un puesto porque hay artistas generando para ellos un trabajo, que debiera ser el de apoyarlos, porque se supone que esas instituciones están para respaldar y difundir la obra de los creadores. Los hechos demuestran cada vez más una realidad muy distinta.
Los oficiales de la policía política —cultural— no pueden publicar textos atacando a Gustavo Arcos o a Reyes firmando “Camilo”, “Michel” o algún otro seudónimo. Sería anacrónico. Por eso existen libelos como los de estos funcionarios. Lo mismo si se los piden sus superiores que si los escriben por propia voluntad, el hecho es que son un brazo represor de ese cuerpo de acoso y derribo de todo lo que signifique, según ellos, el menor peligro para el gobierno.
Como los que apoyen a esos jóvenes cineastas revoltosos. Como esas cartas abiertas y esas irritantes declaraciones colectivas exigiendo algo. “Hasta que no consiga exhibir en La Habana Santa y Andrés no podré decir si los tiempos cambiaron o no”, dice el director Carlos Lechuga. ¿Qué responderán los jefes a esa esperanza de cambios?
La reacción del Tiburón contra los que apoyan al Cardumen da una idea. El autoritarismo terminal que tiene miedo de cualquier mínima transformación real, de la voz propia de los jóvenes y, en fin, de los ciudadanos, nunca busca dialogar de veras, sino solo ganar tiempo en el poder. Lo que vemos ahora es la prepotencia que se hace una con su pánico.
La prepotencia se une al pánico
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La informatización ciudadana. Por Juan Antonio García Borrero
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Días en la última Habana
Escena de la película ‘Últimos días en La Habana’ (Cortesía)
LA HABANA, Cuba.- La vida es una semana, dice el dicho. En la reciente película de Fernando Pérez, Últimos días en La Habana, una semana es la vida resumida de varios personajes, sobre todo la de dos viejos amigos: el taciturno Miguel, que sueña con escapar de Cuba, y el locuaz Diego, que, a punto de morir, sueña con más vida.
Como es habitual en este realizador, los personajes llevan la trama entre las arduas entrañas de un personaje mayor, una especie de gran madre nutriente, La Habana, que, con una dureza que por momentos parece mortal, sustenta los sueños y pesadillas y los dolores y goces de sus hijos, cuya historia parece narrarnos con dulce amargor.
Asombra que quien animó al experimentado director para acometer esta obra, Abel Rodríguez, no era guionista profesional. Fernando Pérez confiesa que, más que los personajes, lo convenció el espacio social en que se mueven, Centro Habana, “el más representativo de la sociedad cubana por ser el más popular”, donde se toma “la verdadera temperatura de la realidad cubana”. Además, “La Habana es mi lugar en el mundo, donde he vivido todos mis amores y desamores durante más de 70 años”.
Reencontramos amores y desamores, pesares y esperanzas, en un canto a la amistad —en este caso, homosexual— y al derecho de cada individuo a expresarse a su manera. Puede parecer un exceso el eterno regreso de estereotipos que amenazan de predecible a un relato que, no obstante, se salva por ese impulso quebrador de prejuicios y ese instinto de libertad que marcan el arte de Fernando Pérez.
Pocos consiguen, como él, expresarse con autenticidad lo mismo a través de una obra metafórica y simbólica que por medio de una pieza realista y desnuda de esteticismo como esta. Sin ser película mayor, no la cruzan los trillos del facilismo. A fin de cuentas, el artista hace suya una confidencia de Sigmund Freud: “He sido un hombre feliz: todo en la vida me ha sido difícil”.
Como en una historia así todo depende de la naturalidad y la autenticidad de los personajes, el desempeño de Jorge Martínez (Diego) y de Patricio Wood (Miguel) —y de los personajes en torno a ellos— resulta otro esmerado logro de quien ha demostrado su maestría para obtener de los actores la emoción exacta que él buscaba y que, en ocasiones, ellos mismos no se sabían capaces de expresar.
Esa naturalidad, la desnudez estética, la economía narrativa, la frescura del lenguaje, han dicho algunos críticos, pueden hacer creer que estamos ante otra producción alternativa de alguno de los nuevos directores. Es lógico, pues Fernando Pérez sigue siendo el más “joven” de los veteranos del audiovisual cubano y, por si eso fuera poco, el que mejor química hace con los noveles cineastas, como demostró, por ejemplo, cuando, en protesta por la censura oficialista sobre ese evento, renunció a la presidencia de la Muestra de Jóvenes Realizadores.
Todos aspiran a un cambio pero no ha cambiado nada
Si Últimos días… expone la precariedad en que vive hoy la mayoría de los cubanos no es por seguir manoseando el tópico. “Cuando te enfrentas a una miseria tan grande surge una relatividad de la ética”, declaró el director en una entrevista para la revista española El Cultural. Con su habitual sinceridad, se refirió a diversos temas de la Cuba actual, pero fue tajante su respuesta cuando el entrevistador comentó que “pese a la reputación de la sanidad cubana, lo terrible es que el enfermo de sida (el personaje Diego) en Europa no estaría moribundo”.
“Es una muestra más de cómo los presupuestos de la sociedad cubana no se han cumplido”, dijo el cineasta. “Nuestro proyecto de sociedad ha fracasado. Me gustaba que fueran homosexuales porque en parte eso acentúa más las contradicciones de la sociedad cubana. Se suponía que iba a ser un régimen igualitario y la discriminación a los gays demuestra que no lo ha sido”.
“No ha cambiado nada”, responde Fernando Pérez cuando el periodista le pregunta si la muerte de Fidel Castro ha cambiado algo: “Ahora mismo la situación es de incertidumbre, en que todos aspiran a un cambio pero no cambia nada. La situación económica ha tocado fondo y la transformación en los valores sociales y políticos es inaplazable”.
Pero nada de eso lo desanima de seguir explorando y arriesgándose como creador, sin mirar atrás: “Siempre estoy involucrado en encontrar la brújula que me guíe en el próximo proyecto. Ahora mismo estoy tratando de desentrañar la luz narrativa de Insumisa, una película que cuenta la historia de Enriqueta Faber, médica suiza que tuvo que tomar la personalidad de un hombre para poder ejercer como cirujana en Baracoa a principios del siglo XIX”.
Hace pocos años, Juan Antonio García Borrero —creador del blog Cine cubano, la pupila insomne—, ante la insistencia del director en “proteger a su cine de la política”, se mostró de acuerdo, aunque acotó que “si queremos llegar a ser honestos hasta la última sílaba, tendríamos que comenzar admitiendo que desde hace cincuenta años en Cuba la política (una única política) está en todo, y que es ella la que condiciona nuestras maneras de expresarnos en público. O de callarnos, que es también otra variante del habla local”.
García Borrero añadía también que “otras veces te he comentado que no me satisface del todo el mesianismo onírico que percibo en tus películas, ese concederle un valor casi absoluto al poder de las utopías (sean estas individuales o colectivas)”.
Estas objeciones no deben desecharse, pese a los méritos innegables del autor de Suite Habana. O gracias a ellos. Pero en el marco del cine cubano, la obra de 30 años de Fernando Pérez y sus opiniones fuera del set —dos caras en que muchos otros realizadores se contradicen— tienen una solidez que solo se consigue siendo consecuente y honesto.
Estas dos virtudes no abundan en nuestra cinematografía, ni en nuestra cultura en general, ni a lo largo del país, porque, siendo peligrosas para la supervivencia y para cualquier tipo de éxito, no son atributos que cualquiera carga en su maletín.
Días en la última Habana
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