#Costumbrismo
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liturgical-agenda · 2 years ago
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The Seduction, c.1900 by Juan José Gárate
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abstraxia · 2 years ago
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Cristina Garcia Rodero. Noche de los favores, Alosno (Huelva), 1991.
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ilikeitwhenyouaregone · 12 days ago
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nunca pasa nada, seguro que esta vez tampoco
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cochlearia-tatrae · 4 months ago
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FRANCISCO PONS ARNAU (SPANISH, 1886-1955)
Girl with a pitcher, 1926
Oil on canvas
76 x 70 cm
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mercureaart · 11 months ago
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Sorry for the post dump but as a good neurodivergent person I became obsessed with a TV show. And if you're also an occultism fan, a horror fan, a costumbrist horror fan, or someone that just wants to be surprised and ask themselves every ten minutes 'was it necessary to show this like that?' you also should be watching 30 coins.
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raposeira · 11 months ago
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peluquería barros
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bryqe · 4 months ago
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Profanación. Es una costumbre que ejercen personas que no tienen ni idea de como ayudar, pero eso no las detiene, entonces lo intentan. En casi cualquier situación solo se convierten en obstáculos. En casos más graves, como el que viví recientemente con la muerte de mi padre, se convierten en profanadores. Son personas que apenas te conocen, el vínculo jamás fue más allá de un hola y chau, pero de repente se enteraron que se murió mi padre y pretenden exprimir a mi madre y a mí confesiones profundas, charlas intensas, quieren que nuestro corazón se abra frente a sus narices que huelen dolor, congoja, sufrimiento. Y eso les atrae como moscas. ¿Cómo voy a hablar yo de mi dolor más desgarrador con alguien que me cruzo menos de 10 veces al año por puro azar, únicamente en la calle, cuando hago algunas compras? Profanadores. Quieren desesperadamente ser parte de un momento trascendente sin poder aceptar que como personas o como vínculos son intrascendentes. No tienen guion pero hablan, a veces parece que hasta les molesta no tener el protagonismo de la tragedia de turno. Mucho mejor hicieron las personas que supieron exactamente qué decir o qué callar, sin importar si era mucho o poco, en el momento correspondiente, al margen de que el momento fuera descomunal. Mucho mejor hicieron también quienes fueron conscientes de su inutilidad en momentos como este y se quedaron al margen, con un breve saludo respetuoso a la distancia, sin molestar. Lo peor son estas otras personas que no me conocen, no se conocen, y tienen una desesperación inagotable de pasar a la historia ante la mínima o máxima oportunidad que se les presenta, sin importar quien sea afectadx en su camino a la fama. Profanadores.
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Acostumbradoalfindelmundolandia: linktr.ee/acostumbradoalfindelmundo
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una-victima-casi-perfecta · 8 months ago
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Mujer recostada sobre el muro (Woman leaning against the wall), by José Cebrián García (Loja, Granada, 1839-1904).
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filodendron63 · 1 year ago
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colette-blue · 2 years ago
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¿Por qué cuando estoy a punto de tomar distancia apareces tratándome como siempre quise que me trataras?
¿Por qué es tan difícil dejarte? :(
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egoschwank · 2 years ago
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al things considered — when i post my masterpiece #1193
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first posted in facebook may 19, 2023
an artist active in bolivia [possibly joaquin castañón] -- "saint isidore the farmer" (ca. 1860)
"culture participates in imperialism yet is somehow excused for its role" ... edward said
"the spanish empire and its patent mercantile companies were the dominant colonial force in america from 1492 to 1832 [...] the colonial encounters and exchanges that established an 'american art' informed by european conventions are also responsible for the violence of forced religious conversions, removal from ancestral homes, and the enslavement of african and indigenous peoples in the hemisphere" ... special exhibitions gallery,  harvard art museums
"imperialism was born when the ruling class in capitalist production came up against national limitations to its economic expansion. the bourgeoisie turned to politics out of economic necessity; for if it did not want to give up the capitalist system whose inherent law is constant economic growth, it had to impose this law upon its home governments and to proclaim expansion to be an ultimate political goal of foreign policy" ... hannah arendt
"this dynamic composition portrays saint isidore the farmer, the patron saint of farmers and the city of madrid [...] his ability to navigate the politics of multiple cultures and religious traditions while maintaining his faith served as a poignant example for converts and priests" ... special exhibitions gallery, harvard art museums
"the conquest of the earth, which mostly means the taking it away from those who have a different complexion or slightly flatter noses than ourselves, is not a pretty thing when you look into it too much" ... joseph conrad
"here, saint isidore is shown dressed as a 19th-century gentleman farmer in the andes. the artist [...] depicts the saint performing one of his many miracles: causing fresh water to gush from the earth [...] the blending of the hagiographic with romanticized depictions of native farm life and dress contributes to the work's power as both an icon and a noteworthy example of costumbrismo: a romanticized approach to the pictorial representation of everyday life and folk traditions in the americas" ... special exhibitions gallery, harvard art museums
"and if all others accepted the lie which the party imposed—if all records told the same tale—then the lie passed into history and became truth. 'who controls the past' ran the party slogan, 'controls the future: who controls the present controls the past'" ... george orwell
"every empire, however, tells itself and the world that it is unlike all other empires, that its mission is not to plunder and control but to educate and liberate" ... edward said
"everything americans have been taught over the years has been propaganda by the rich used to justify and maintain their control of power" ... al janik
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piononostalgia · 2 years ago
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Ramón Frade
« Fotografía de niña con chinas »
Fotografía, ca. 1947
« Niña con chinas »
Aguada, 1947
« Niña con chinas »
Óleo sobre madera, 1948
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ilikeitwhenyouaregone · 3 months ago
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dabenturas · 2 years ago
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Bruma y Katia Brumiferas
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ochoislas · 2 years ago
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Hay un largo paseo hasta la entrada delantera del arrabal, donde las decaídas ramas de los sauces despiden a los juerguistas y las luces del burdel guiñan en el foso, negro como la laca que tiñe las sonrisas de las bellezas de Yoshiwara. Desde los cuartos del segundo piso de las altivas casas se derrama a los callejones la música y el jolgorio, casi tangibles. ¿Cómo prosperan tales negocios? El caso es que los calesines no paran de llegar día y noche.
Al vecindario detrás del arrabal lo llaman compás del templo Daion. Por muy pío que suene, sus vecinos le dirán que es un lugar muy descocado. Doblando la esquina del santuario de Mishima no se ven residencias señoriales, solo cuadras de diez o veinte casas con aleros vencidos hace mucho y postigos desvencijados que cierran a medias. Aquí no medra el comercio.
Ante las maltrechas casas todos se afanan recortando curiosas piezas de cartón, pintorreándolas de colores y espetándolas en unos extraños palitroques. Familias enteras por todo el barrio están entregadas a la confección de estas raras y abigarradas banderillas. Ponen a secar los recortes por la mañana y a la noche los montan. ¿Qué son estos cacharros en los que todos andan atareados? «¿No lo sabe usted?  —exclamaría un comerciante atónito— ¡Rastrillos de la buena suerte! ¡Tendría que ver cómo se los llevan los señorones en el festival de Otori!»
Cada año sin falta, nada más bajar el ramo de pino de Año Nuevo del portal, todos los comerciantes que se precien se dedican al mismo negocio, y para el verano manos y pies están todos manchados de pintura. Cuentan con la ganancia para comprar ropa nueva para las fiestas. Si los dioses conceden la fortuna a los que compren estos amuletos, los que los confeccionan se imaginan que serán ellos quienes recojan el maná. Lo curioso es que por aquí nadie sabe de ningún vecino que se haya hecho rico.
Casi todos acá, de hecho, tienen algo que ver con el arrabal. Los hombres hacen chapuzas para las casas de menos categoría. Oigan a éste jugueteando con un manojo de tarjas de guardarropa antes de salir a la tarea, poniéndose el tabardo cuando los demás se lo quitan. Su mujer choca pedernales en la puerta para guardarlo de la mala fortuna. ¡Quién sabe si volverá mañana! Es un oficio peligroso. Inocentes circunstantes mueren en las reyertas de los burdeles. ¡Y cuídate mucho de frustrar el doble suicidio de una cortesana y su amante! Pero allá van los maridos cada noche a jugarse la vida, como si fueran colegiales que salen de merienda.
Las hijas de la casa también tienen quehacer con el barrio: aquí una es camarera en una de las grandes casas; allá, otra una trotona, trajinando como lanzadera entre el burdel y la casa de té. Van patullando linterna en ristre, anunciando a todos el nombre del establecimiento. Ahora su trabajo les parece de mucho rumbo y gala, como si actuaran sobre un noble tablado. Pero, a punto ya de acabar su aprendizaje, ¿qué les espera a todas estas chicas? Allá va una, cumplidos los treinta, muy peripuesta con su capa de algodón, vestido a juego y sus prudentes medias azul oscuro. No hace falta decir qué lleva en el atadillo bajo el brazo. Plon, plon, plon, hacen los tacones de sus zuecos —no tiene un minuto que perder— y la frágil pasarela se descuelga sobre el canal. «Aquí se lo dejo —dice poniendo en el suelo su fardo—, hay que dar una vuelta enorme hasta el frente.» Así que es costurera, al parecer.
Las costumbres aquí son muy particulares. No se encuentran muchas mujeres que se aten la faja pulcramente detrás. Una cosa es una mujer de cierta edad que se pirra por los estampados chabacanos o las fajas demasiado anchas, otra muy distinta ver a todas estas descaradas niñas de quince vistiendo las prendas más llamativas, chupando alquequenjes para evitar la preñez. Pero este barrio es así. Una furcia que ayer atendía bajo el nombre de no sé qué heroína del Romance de Genji en una casa de tercera junto al canal, se ha escapado con un hampón. Abren un figón, cuando ninguno tiene la menor idea de cómo llevar un negocio. Pronto se arruinan. La bella empieza a añorar su antiguo oficio. Sus activos fueron a la basura con los huesos del pollo servido anoche, pero la ninfa sí puede volver al nido. La gente por aquí encuentra atractivo el tipo, quién sabe por qué.
¿Cómo no va a influir tal atmósfera en los niños? Las mojigangas de otoño, por ejemplo. La madre de Mencio habría puesto el grito en el cielo si hubiera visto lo pronto que aprenden a imitar a los mimos famosos. ¡Vamos, que no hay uno que no sepa remedar a Rohachi o a Eiki! Oyen cómo los alaban y esa misma noche los despabilados golfillos andan tras sus pasos haciendo la ronda de las casas. Así empiezan con siete u ocho, ¡y para cuando tienen quince…! Miren a éste, que vuelve a la tarde de los baños con la toalla al hombro, graznando groseramente con la boca torcida la última coplilla. En la escuela la clase de música desemboca al primer descuido en las cadencias del barrio. Las tonadas de las geishas animan los encuentros deportivos, ¡sobran los hurras de la escuela! No se puede más que simpatizar con sus profesores de la Ikueisha aquí cerca. Será una escuelilla abarrotada —de hecho es particular—, pero hay hasta un millar de estudiantes y los profesores que triunfan aquí pronto son famosos. Aquí decir escuela es decir la Ikueisha.
Escúchenlos a la salida de clase: «Tu padre no pasa una en la casa de té junto al puente ¿no?», le gritan al hijo del bombero. La sabiduría de la calle; los niños están al tanto de lo que se cuece en el arrabal. Trepan por las cercas de los jardines, imitando a los bomberos: «¡Oye, que has quebrao los pinchos pa que no entren los ladrones!». El hijo de un tinterillo de poca monta inicia el hostigamiento: «Tu viejo es un mulo del burdel ése, ¿no? ¡Di!». El acusado se pone como un tomate. El pobrecillo moriría antes que reconocer que su padre cobra las facturas de cierto burdel. Y luego están los consentidos hijos de los peces gordos del arrabal, que crecen apartados del lugar, para poder pasar por bien nacidos. Lucen gorra de secundaria a la última con aire desenfadado y llevan la indumentaria europea con mucho caché. Divierte ver a los otros hacerles la pelota: «¡Señorito! ¡señorito!», llaman, cuando mejor dirían niñato malcriado.
Entre los muchos escolares de la Ikueisha está Nobuyuki del templo Ryūge. A su debido tiempo la tonsura segará su apretado pelo negro y endosará el hábito de sacerdote. Bien podría haberlo decidido él, pero también puede ser que se haya resignado a su suerte. Su padre era clérigo y, siguiendo sus pasos, Nobu es ya un erudito. Chico callado por naturaleza, sus compañeros lo consideran un muermo y se meten con él. «Mira, esto es lo tuyo: ¡un parroquiano! —gritan izando un gato muerto en un palo— ¡Adminístrale los últimos sacramentos!» Pero todo eso pasó, ya nadie se burla de él, ni por error. Tiene quince años, estatura media y el oscuro cabello cortado a cepillo al modo escolar; con todo tiene un aire que lo distingue de los demás. Aunque todavía lleva el ordinario nombre de Fujimoto Nobuyuki, ya hay algo en su porte que hace barruntar al eclesiástico.
Higuchi Ichiyō
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