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El mundo no necesita más miserables

Por Brian Párraga

En la nonagésima primera entrega de los premios Oscar, celebrada el 24 de febrero de 2019, dos extraordinarias películas competían en la categoría de Mejor película de habla no inglesa, por un lado Capharnaüm de Nadine Labaki y por otro Roma de Alfonso Cuarón, que sería la ganadora al destacar en factores técnicos y estéticos. Pero si bien ambas retratan problemas característicos de sus países a través de conceptos realistas, Capharnaüm resalta por la crudeza de las actuaciones que su elenco – no profesional – plasmó con excelencia, mostrando al espectador la crisis social y económica que aqueja al país árabe y perjudica, sobre todo, a los inocentes: los niños.

En una entrevista a ACNUR Labaki afirmó que la idea de hacer la película surgió por la inquietud de saber por qué el número de niños que trabajan en las calles de su país iba en aumento, y por qué estos desaparecían o terminaban muertos. Sintiéndose obligada a expresar estos problemas, es que escribe la historia de Zain, un niño callejero de 12 años, que luego de ser encarcelado por acuchillar al hombre que mató a su hermana menor, decide enjuiciar a sus padres porque los hace responsables de la vida miserable que lo llevó a cometer el delito. Dirigida con mucha genialidad, la película de Labaki expone un problema muy común en países del tercer mundo: la irresponsabilidad de los pobres con la procreación. No es que sea un problema nuevo, por el contrario es una constante que podría presentar diversas causas de acuerdo a la idiosincrasia y circunstancias de cada sociedad, sin embargo, de acuerdo a Jorge García (Leer artículo) una causa común podría ser la prioridad que tienen las familias de escasos recursos por el bienestar general antes que el bienestar individual, lo que los lleva a considerar a sus hijos como un capital humano que no solo generaría ingresos para toda la familia, sino también les garantizaría una vejez cómoda desde el punto de vista económico. Por lo tanto a más hijos, más dinero.

Mayra Arena – reconocida estudiante argentina de Ciencias Políticas, nacida y crecida en la indigencia – expone en una charla de TEDx:

“Los pobres tenemos muchos hijos porque encontramos en cada hijo una razón para levantarnos todos los días, a pesar de nuestra pobreza”

Lo anterior evidenciaría estados depresivos en las familias pobres ya que encontrarían en la procreación el sentido de la vida. Esto también podría interpretarse como un problema, ya que podría reflejar la ausencia de amor propio.

Cedra Izam interpretando a Sahar en Capharnaüm Foto: Sony Pictures Classics

Muchos expertos coinciden que una forma de evitar el problema sería dar acceso a la educación a los más necesitados sin distinguir sexos, ya que si estos lograsen formarse profesionalmente, darían prioridad a sus necesidades como persona y como profesional, para luego buscar, (en la mayoría de casos) con madurez, la realización familiar. Sin embargo, se hace importante, que además de la formación educativa se trabaje en la salud mental de las personas para que no encuentren en la procreación la razón de vivir o la consideren signo de realización personal, pues es prudente señalar que un ser humano no solo necesita dinero para vivir, sino también un ambiente en el cual pueda desarrollarse, y si consideramos el informe de la ONU: El futuro de la alimentación y la agricultura, podríamos decir que no es tan seguro que los sistemas alimentarios puedan abastecer a las más de nueve mil millones de personas previstas para mediados de siglo debido a que actualmente dichos sistemas son tan precarios que desperdician un tercio del total de alimentos producidos, sin embargo a esto también se deberían considerar otros problemas como la deforestación, los desastres naturales, las plagas y enfermedades, y el cambio climático que perjudica la composición nutritiva de los alimentos.

Una de las escenas finales de la película muestra a Zain llamando a un programa de tv, pidiendo públicamente que aquellos que no tienen la capacidad para criar hijos no lo hagan. Es preciso preguntarnos entonces, si vale la pena traer al mundo a seres humanos para que en el futuro enfrenten todas las adversidades previstas solo porque necesitamos ser vistos como padres y sentirnos realizados o si deberíamos pensarlo muchas veces.

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