#Amanecer frente al mar de Mármara
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villings · 4 years ago
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Sé que mi corazón alguna tarde recordará estas aguas quietísimas del Mar de Mármara y este liviano encantamiento azul del cielo que las sueña. Sé muy bien que mi corazón alguna tarde, en el jardín, quizá, ya del crepúsculo buscará este frescor, estos reflejos del lento amanecer que ven mis ojos.
José Lupiáñez
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ancruzans-blog · 5 years ago
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AMANECER FRENTE AL MAR DE MÁRMARA, de José Lupiañez
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jaimeariansencespedes · 6 years ago
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MAYO 29 – UN DÍA COMO HOY 1453 – LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA --
La caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, ocurrida el martes 29 de mayo de 1453 (de acuerdo con el calendario juliano), fue un hecho histórico que, en la periodización clásica, y según algunos historiadores, marcó el fin de la Edad Media en Europa y el fin del último vestigio del Imperio romano de Oriente.
Puede decirse que el declive de Constantinopla, la capital del Imperio romano de Oriente, comenzó en 1190 durante los preparativos de la Tercera Cruzada en los reinos de Occidente. Los bizantinos, creyendo que no había posibilidades de vencer a Saladino (sultán de Egipto y Siria y principal enemigo de los cruzados instalados en Tierra Santa), decidieron mantenerse neutrales. Con esta reticencia bizantina como excusa, y con la codicia por los tesoros de Constantinopla como motor, los cruzados tomaron por asalto la ciudad en 1204, ya en la Cuarta Cruzada, dando origen al efímero Imperio latino que duró hasta 1261.
Los bizantinos, despojados de su capital imperial, fundaron nuevos Estados: el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebisonda y el Despotado de Epiro serían los más influyentes. En tanto, el reino creado por los cruzados fue perdiendo territorios. Finalmente, en 1261, el Imperio de Nicea, bajo Miguel VIII Paleólogo, reconquistó la ciudad.
El ataque de los cruzados reveló un punto débil en las defensas de la ciudad. Las poderosas murallas al oeste de la ciudad habían repelido invasores persas, germanos, hunos, ávaros, búlgaros y rusos (22 sitios en total) durante siglos, pero las murallas a lo largo del litoral, sobre todo a lo largo del Cuerno de Oro (un estuario que separa Constantinopla de la villa de Pera, al norte) se revelaron frágiles. Después de reconquistar la ciudad, los bizantinos reforzaron las murallas del litoral y las defensas en los puntos donde necesitaban estar abiertas para la entrada de los navíos a los puertos. Para que no necesitaran preocuparse por las defensas en el Cuerno de Oro, se tendió una cadena de hierro que cruzaba la boca del estuario, de forma que ningún navío podría pasar sin la autorización de la guardia bizantina.
El ataque otomano - El sitio comenzó oficialmente el 7 de abril de 1453, cuando el gran cañón disparó el primer tiro en dirección al valle del río Lico, junto a la puerta de San Romano, que penetraba en Constantinopla por una depresión bajo la muralla, lo cual posibilitaba el posicionamiento del cañón en una parte más alta. La muralla, hasta entonces imbatida en aquel punto, no había sido construida para soportar ataques de artillería, y en menos de una semana comenzó a ceder, pese a ser la mejor arma contra los otomanos, ya que constaba de tres anillos gruesos de murallas con fosos de entre 30 y 70 metros de profundidad. Todos los días, al anochecer, los bizantinos se escabullían fuera de la ciudad para reparar los daños causados por el cañón con sacos y barriles de arena, piedras despedazadas de la propia muralla y empalizadas de madera, mientras los defensores se defendían con sus arqueros mediante lanzamientos de flechas y con ballesteros de dardos. Los otomanos evitaron el ataque por la costa, puesto que las murallas eran reforzadas por torres con cañones y artilleros que podrían destruir toda la flota en poco tiempo. Por eso, el ataque inicial se restringió casi solamente a un frente, lo que facilitó tiempo y mano de obra suficientes a los bizantinos para soportar el asedio.
Al comienzo del cerco, los bizantinos consiguieron dos victorias alentadoras. El 12 de abril, el almirante otomano Suleimán Baltoghlu fue rechazado por la armada bizantina al intentar forzar el pasaje por el Cuerno de Oro. Seis días después, el sultán intentó un ataque a la muralla dañada en el valle del Lico, pero fue derrotado por un contingente menor, aunque mejor armado, de bizantinos al mando de Giustiniani.
El 20 de abril los bizantinos avistaron los navíos enviados por el Papa, además de otro navío griego con grano de Sicilia, que atravesaron el bloqueo de los Dardanelos cuando el sultán desplazó sus navíos hacia el mar de Mármara. Baltoghlu intentó interceptar los navíos cristianos, pero vio que su flota podía ser destruida por los ataques de fuego griego arrojado sobre sus embarcaciones. Los navíos llegaron con éxito al Cuerno de Oro y Baltoghlu fue humillado públicamente, fue ordenada su ejecución (que fue perdonada) y perdió todos sus títulos y tierras.
El 22 de abril, el sultán asestó un golpe estratégico a las defensas bizantinas con la ayuda de la maniobra ideada por su general Zaganos Pasha. Imposibilitados para atravesar la cadena que cerraba el Cuerno de Oro, el sultán ordenó la construcción de un camino de rodadura al norte de Pera, por donde sus navíos podrían ser empujados por tierra, evitando la barrera. Con los navíos posicionados en un nuevo frente, los bizantinos no tendrían recursos para reparar después sus murallas. Sin elección, los bizantinos se vieron forzados a contraatacar y el 25 de abril intentaron un ataque sorpresa a los turcos en el Cuerno de Oro, pero fueron descubiertos por espías y ejecutados. Los bizantinos, entonces, decapitaron a 260 turcos cautivos y arrojaron sus cuerpos sobre las murallas del puerto.
Bombardeados diariamente en dos frentes, los bizantinos raramente eran atacados por los soldados turcos. El 7 de mayo, el sultán intentó un nuevo ataque al valle del Lico, pero fue nuevamente repelido. Al final del día, los otomanos comenzaron a mover una gran torre de asedio, pero durante la noche un comando bizantino se escabulló sin ser descubierto por los escuchas turcos y prendió fuego a la torre de madera. Los turcos también intentaron abrir minas por debajo de las murallas, pero los griegos consiguieron contraminar tres galerías turcas con diverso éxito. Con los impactos de los cañones, las murallas sufrían grandes brechas por donde penetraban los jenízaros, que para salvar los fosos se dedicaban a recoger ramas, toneles, además de los bloques de piedra de las murallas derruidas, para rellenar los fosos y poder penetrar para luchar cuerpo a cuerpo con los bizantinos.
La mano de obra estaba sobrecargada, los soldados cansados y los recursos escaseaban. El mismo Constantino XI coordinaba las defensas, inspeccionaba las murallas y animaba a las tropas por toda la ciudad.
La resistencia de Constantinopla comenzó a decaer cuando cundió el desánimo causado por una serie de malos presagios. En la noche del 24 de mayo hubo un eclipse lunar, recordando a los bizantinos una antigua profecía de que la ciudad sólo resistiría mientras la Luna brillase en el cielo. Al día siguiente, durante una procesión, uno de los iconos de la Virgen María cayó al suelo. Luego, de repente, una tempestad de lluvia y granizo inundó las calles. Los navíos prometidos por los venecianos todavía no habían llegado y la resistencia de la ciudad estaba al límite.
Al mismo tiempo, los turcos otomanos afrontaban sus propios problemas. El costo para sostener un ejército de 100.000 hombres era muy grande y los oficiales comentaban la ineficiencia de las estrategias del sultán hasta entonces. Mehmed II se vio obligado a lanzar un ultimátum a Constantinopla: los turcos perdonarían las vidas de los cristianos si el emperador entregaba la ciudad. Como alternativa, prometió levantar el cerco si Constantino pagaba un pesado tributo que ascendía a cien mil besantes de oro al año. Como las arcas estaban vacías desde el saqueo de la Cuarta Cruzada, Constantino se vio obligado a rechazar la oferta y Mehmed, a lanzar un ataque rápido y decisivo.
Mehmed ordenó que las tropas descansasen el 28 de mayo para prepararse para el asalto final en el día siguiente, ya que sus astrólogos le habían profetizado que el día 29 sería un día nefasto para los infieles. Por primera vez en casi dos meses, no se oyó el ruido de los cañones ni de las tropas en movimiento. Para romper el silencio y levantar la moral en el momento decisivo, todas las iglesias de Constantinopla tocaron las campanas durante todo el día. El emperador y el pueblo rezaron juntos en Santa Sofía por última vez, antes de ocupar sus puestos para resistir el asalto final, que se produjo antes del amanecer.
Durante esa madrugada del 29 de mayo de 1453, el sultán otomano Mehmed lanzó un ataque total a las murallas, compuesto principalmente por mercenarios y prisioneros, concentrando el asalto en el valle del Lico. Durante dos horas, el contingente principal de mercenarios europeos fue repelido por los soldados bizantinos bajo el mando del comandante Giovanni Giustiniani Longo, provistos de mejores armas y armaduras y protegidos por las murallas. Pero con las tropas cansadas, tendrían ahora que afrontar al ejército regular de 80.000 turcos.
El ejército turco atacó durante más de dos horas, sin vencer la resistencia bizantina. Entonces hicieron espacio para el gran cañón, que abrió una brecha en la muralla por la cual los turcos concentraron su ataque. Constantino en persona coordinó una cadena humana que mantuvo a los turcos ocupados mientras la muralla era reparada. El sultán, entonces, hizo uso de los jenízaros, que trepaban la muralla con escaleras. Sin embargo, tras una hora de combates, los jenízaros todavía no habían conseguido entrar a la ciudad.
Con los ataques concentrados en el valle del Lico, los bizantinos cometieron la imprudencia de dejar la puerta de la muralla noroeste (la Kerkaporta) semi-abierta. Un destacamento jenízaro otomano penetró por allí e invadió el espacio entre las murallas externa e interna, y muchos de ellos fallecieron al caer al foso. Se dice que el primero en llegar fue un gran soldado llamado Hassan, que murió por una lluvia de flechas bizantinas. En ese momento, Giustiniani fue herido y evacuado apresuradamente hacia un navío. Constantino, avisado inmediatamente del hecho, fue hacia él y lo quiso convencer de no alejarse del lugar, le habló de la importancia de mantenerse como fuera en el campo de batalla, pero el genovés habría intuido la gravedad del asunto y lamentablemente se mantuvo firme en su deseo de retirarse para ser atendido. Cuando el resto de los soldados genoveses vieron que se llevaban a su capitán, pasó lo que era de esperar: se desmoralizaron y desertaron de sus puestos en la muralla siguiendo el camino de su capitán, justo en el preciso momento en que arreciaban las fuerzas de los jenízaros en el lugar.
Sin su liderazgo, los soldados romanos lucharon desordenadamente contra los disciplinados turcos. La muerte de Constantino XI es una de las leyendas más famosas del asalto, ya que el emperador luchó hasta la muerte en las murallas tal y como había prometido a Mehmed II cuando este le ofreció el gobierno de Mistra a cambio de la rendición de Constantinopla. Decapitado, su cabeza fue capturada por los turcos, mientras que su cuerpo era enterrado en Constantinopla con todos los honores.
Giustiniani también moriría más tarde, a causa de las heridas, en la isla griega de Quíos, donde se encontraba anclada la prometida escuadra veneciana a la espera de vientos favorables.
La caída de Constantinopla causó una gran conmoción en Occidente, y se pensaba que era el principio del fin del cristianismo. Tuvo una gran implicación simbólica, pues fue vista como la superioridad de una religión frente a otra. Se llegaron a iniciar conversaciones para formar una nueva cruzada que liberase Constantinopla del yugo turco, pero ninguna nación pudo ceder tropas en aquel tiempo. Los mismos genoveses se apresuraron a presentar sus respetos al sultán y así pudieron mantener sus negocios en Pera por algún tiempo. Con Constantinopla, y por ende el Bósforo, bajo dominio musulmán, el comercio entre Europa y Asia declinó súbitamente. Ni por tierra ni por mar los mercaderes cristianos conseguirían pasaje para las rutas que llevaban a la India y a China, de donde provenían las especias usadas para conservar los alimentos, además de artículos de lujo, y hacia donde se destinaban sus mercancías más valiosas.
De esta manera, las naciones europeas iniciaron proyectos para el establecimiento de rutas comerciales alternativas. Portugueses y castellanos aprovecharon su posición geográfica junto al océano Atlántico para tratar de llegar a la India por mar. Los portugueses trataron de llegar a Asia circunnavegando África, intento que culminó con el viaje de Vasco da Gama entre 1497-1498. En cuanto a Castilla, los Reyes Católicos financiaron la expedición del navegante Cristóbal Colón, quien veía una posibilidad de llegar a Asia por el oeste, a través del Océano Atlántico, intento que culminó en 1492 con el Descubrimiento de América, dando inicio al proceso de exploración y colonización del Nuevo Mundo. Los dos países, otrora con influencia relativa en el escenario político europeo, ocupados como habían estado en la Reconquista, se convirtieron en el siglo XVI en las naciones más poderosas del mundo, creando según Immanuel Wallerstein, el sistema moderno mundial. Revista Un Día como Hoy - Historia Universal - [email protected]
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