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Título: Busto de Menandro

Artista/creador: Desconocido

Fecha: 25 a. C.–50 d. C.

Medio: Bronce

Dimensiones: Objeto: 17 × 8,1 cm (6 11/16 × 3 3/16 pulgadas)

Cultura: romana

Número de objeto: 72.AB.108

Inscripción(es): Inscripción:ΜΕNΑΝΔΕΡ ("Menandro".)

Una inscripción griega en la base de este busto identifica a la figura como Menandro (aproximadamente 342-291 a. C.). El retrato, que muestra a un hombre bien afeitado, de rostro delgado, pómulos altos y frente alta y rectangular, es uno de los más de sesenta retratos romanos supervivientes del dramaturgo ateniense. Todos ellos parecen derivar de una fuente común, y las características estilísticas indican que el modelo era la cabeza de una estatua de Menandro realizada por Cefisodoto el Joven y su hermano Timarco (ambos activos aproximadamente entre 340 y 290 a. C.), hijos del famoso escultor griego Praxíteles (activo entre 375 y 340 a. C.). La estatua original, hoy perdida, estuvo en el Teatro de Dioniso en Atenas. Fue encargada en el momento de su muerte, y sus obras continuaron representándose en Atenas en reposiciones. Las comedias de Menandro, y a su vez su retrato, experimentaron un resurgimiento de popularidad entre los romanos. Sus obras fueron imitadas y adaptadas por dramaturgos como Plauto (hacia 254-184 a. C.) y Terencio (hacia 190-159 a. C.). Sus retratos se utilizaban a menudo como decoración en las villas, donde su presencia atestiguaba la cultura y el saber del propietario.

Información e imágenes de la web del museo Getty.

[geraldynesolar]

La blusa puente transparente y otras modas inteligentes Revisión pictórica de julio de 1925

2715-Blusa Jumper para Damas y Señoritas. Diseñado para 34 a 48 busto, y 14 a 18 años. 2578-Vestido de damas y señoritas. Diseñado para 34 a 44 busto, y 16 a 20 años. Ancho en el borde inferior de aproximadamente 19 pulgadas. Este disfraz en talla 36 requiere 23% yardas de gasa de 40 pulgadas para la blusa, 3% de yardas de seda estampada de 40 pulgadas para el vestido, ½ yarda de seda lisa de 40 pulgadas para el cuello y los puños. Una innovación de verano es la blusa transparente montada sobre un vestido de seda.

2731-Blusa de señora. Diseñado para busto 34 a 44. 1608-Falda de corpiño con trenzas laterales para mujer. Diseñado para busto 34 a 50. Ancho en el borde inferior alrededor de 2½ yardas. Este disfraz en talla 36 requiere 24 yardas de crespón Georgette de 40 pulgadas, 2 yardas de crespón de China de 40 pulgadas para la falda, 1 yarda de seda de 40 pulgadas para el forro y encaje de 18 pulgadas para el cuello. Las líneas extendidas de los hombros forman mangas cortas. Los pliegues se colocan debajo de la línea de la cintura a cada lado. Se utiliza el diseño de aplicación No. 13005. 2653-Vestido Jersey. Diseñado para 34 a 48 busto, y 16 a 20 años. Ancho en el borde inferior de aproximadamente 44 pulgadas. La talla 36 requiere 3 yardas de gasa de 40 pulgadas y 1% de yarda de 40 pulgadas para la blusa. Lo práctico y lo trendy se plasman en un levita jersey de raso y blusa de material lavable para los cálidos días de verano. El modo saltador sigue siendo considerado como uno de los estilos inteligentes y juveniles. El monograma No. 558 se selecciona para decorar el bolsillo insertado. La nueva chaqueta sin mangas 2771 Falda 2768 Blusa 1668 Monograma $40 Nuevo Jersey Transparente Blusa 2715 Vestido 2578 Blusa Túnica 2731 Falda Corpiño 1608 Aplique 13005

T Vestido 2656 Aplique 12992 Vestido Jersey 2653 Monograma 558 El vestido de dos piezas 2753 con vuelo delantero

2771-Chaqueta sin mangas para damas y señoritas. Diseñado para 34 a 48 busto, y 14 a 18 años.

2768- Falda de señora y señorita. Diseñado para 34 a 44 busto, y 14 a 18 años. Ancho en el borde inferior alrededor del 1% de yarda.

1668- Blusa de mujer. Diseñado para 34 a 46 busto. Este disfraz en talla 36 requiere 2% yardas de franela de 54 pulgadas para la chaqueta y la falda, 13% de yardas de crepé Georgette de 40 pulgadas para la blusa. El monograma No. 540 se usa en un bolsillo. Este es un traje de mañana ideal para la montaña y la playa. Chaqueta 2754 Corpiño Falda 2602

Los patrones se pueden comprar a cualquier Agente de revisión pictórica en los Estados Unidos y Canadá o por correo, franqueo prepago, si se dirige a la Compañía, 222 West 39th Street, New York City.

LAS DESCRIPCIONES CONTINÚAN EN LA PÁGINA 85

[la-semillera]

DOROTHEA ROCKBURNE & BLANCA VARELA

VII

ayúdame mantra purísima

divinidad del estómago y el píloro.

si golpeas infinitas veces tu cabeza

contra lo imposible

eres el imposible

el otro lado

el que llega

el que parte

el que entiende lo indecible

el santo del desierto que se traga la lengua

el que vuelve a nacer forzando a la madre

de su madre

el nadador contra la corriente

el que asciende de mar a río

de río a cielo

de cielo a luz

de luz a nada.

Blanca Varela, de "El libro de barro y otros poemas" Instituto Nacional de Cultura. Lima. 2005

Dorothea Rockburne, "El plan de St. Gall" (1988-89). Hoja de oro, papel de hoja de agua doblado y acuarela sobre tablero de museo, 60 x 50 pulgadas. © Dorothea Rockburne. Imagen cortesía del artista y Greenburg Van Doren Gallery.

[kleo121212]

Análisis del movil: Xiaomi 13T

El Xiaomi 13T dispone de una pantalla CrystalRed AMOLED de 6,67 pulgadas y una Resolución FullHD+, de procesador tiene un Mediatek Dimensity 8200 Ultra, tiene 8GB de RAM y de almacenamiento 256GB. Utiliza una camara Principal 50 MP y Grabación 4K a 30 fps, una gran angular de 12 MB y su camara trasera es de 20 MB. Tiene una bateria de 5000 mAh y una carga rápida de 67 W. Por último, su precio es de 649 euros.

[paolobar]

La Batalla de Caseros

La batalla se acercaba, 50 mil soldados y más de 100 cañones se encontraban a escasos 30 minutos de distancia. El 2 de febrero los hombres de Urquiza cruzaron el puente de Márquez. El cruce fue caótico, miles de animales y hombres disputándose palmo a palmo el angosto paso. Cuando un gran número de fuerzas logró concretarlo, temieron ser atacados y se mandó formar línea, pero ya entrada la tarde se percataron que los rosistas, otra vez,  no se moverían. 

Rosas estaba tan seguro de vencer, que anunció a su amigo británico, que algunos gobernadores se estaban movilizando en su ayuda, como también miles de indios. 

La noche envolvía a la ciudad de Buenos Aires, el silencio recorría cada esquina. No había hombres en la calle ni mucho menos mujeres. Hasta las primeras luces del 3 de febrero de 1852 las familias se atrincheraron en sus casas. Afuera se estaba por decidir la suerte de la República.

Amanece y los ejércitos se alistan para la guerra. Los de Urquiza aún deben cruzar la cañada de Morón, que para su suerte mantiene intactos los dos puentes.

Cualquier coronel astuto hubiese aprovechado la situación. Pero Rosas era un mito sin sustento militar. Permitió que un ejército invasor se apoderara de casi toda su provincia, y lo esperó confiado a las puertas de la ciudad para definir el encuentro en una batalla final. 

Los rosistas tiran su línea perpendicular a la ciudad de Buenos Aires, nadie puede entender como no cierran el paso. Si tienen que replegarse no lo harán en la ciudad, sino en campo abierto. Como si su principal objetivo fuese proteger el campamento de Santos Lugares. 

Dan las 10 en punto, Urquiza arenga a sus hombres: “Si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro General en el campo de batalla, porque el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del Ejército Aliado.” Para que lo puedan distinguir con facilidad se pone un gorro de copa y un poncho pese al calor infernal.

Del bando contrario las filas están inmóviles, apenas se escuchan algunos Viva! cuando pasan por delante un puñado de jinetes. Ya se ven movimientos de tropa, a paso lento avanzan hacia el indefectible choque. Rosas sin dar ninguna orden es alcanzado por un paisano que le entrega una carta. 

¿De dónde sale, amigo? Qué buen caballo trae!

El paisano no emite sonido, a Rosas le llaman la atención las boleadoras.

Présteme esas boleadoras. 

Las tantea y llega a la conclusión de que están un poco cortas.

Le faltan dos pulgadas, asegura. Yo antes sabía un poco manejar esta arma. Pero ahora estoy demasiado grueso tal vez ya no pueda. Sin embargo, voy a probar. Vaya amigo (le dice al paisano) galope para allá, galope, galope.

Cuando el caballo se ha alejado lo suficiente, Rosas lanza las boleadoras por encima de la cabeza del jinete, para que al caer envuelvan las patas delanteras del caballo.

Todavía me acuerdo!

Fue la última vez que los soldados vieron a Rosas.

Los casi 25 mil hombres de Urquiza avanzan con la convicción de la victoria. Los rosistas son otros tantos, y esperan al acecho de la suerte que siempre salva a su jefe. Están parapetados sobre un gran edificio de ladrillos, rodeado de un gran foso fortificado con varios cañones. Más al centro hay un palomar y otro gran edificio. La línea termina en el ala izquierda, la más cercana al campamento, donde está el grueso de la caballería. Unos siete mil jinetes al mando de Hilario Lagos.

Pese a las fortificaciones, la posición rosista es débil. Demasiado estrecha para tantos hombres, y flanqueable por ambos extremos. No es más que una línea estática e imposibilitada de retirarse hacia la ciudad, donde podría hacerse fuerte en caso de no resistir el choque. El jefe de la artillería rosista, Chilavert, alertó sobre estas cuestiones, pero nadie le llevó el apunte. Esperan en silencio, mientras flamean banderas negras y blancas con gorros rojos en los extremos.

El movimiento de la enorme masa de hombres y caballos, levanta una polvareda infernal. los disparos de los cañones primero, y los fusiles después, cubren de humo los rostros. No se distingue nada más allá de unos pocos metros, se respira como se puede. Los rosistas, precavidos, habían limpiado y desmalezado su frente para acertar con sus cañones. 

El avance es imparable, el choque, inminente. Pero el fuego de los cañones aumenta a todo su poder, se abren algunos huecos en las filas que se llenan una y otra vez. La artillería de Urquiza la comanda Pirán, y tiene a Mitre de comandante. Uno de los cañones de su batería, es manejado por el oficial Fernandéz, correntino. Pese a su esfuerzo, está haciendo tiros demasiado cortos. Mitre, al ver que caen lejos de su objetivo, se acerca para rectificar la puntería. Saca al oficial y se pone a maniobrar la pieza. Después de unos retoques, ya está puesta a punto, y sin perder tiempo, el propio Mitre comienza a disparar otra vez. El oficial Fernandez, al ver a su jefe disparando siente su orgullo herido, y con suma seriedad le pide que le devuelva su lugar. Mitre accede, deja el cañón y se ubica a poca distancia para observar la evolución de la batalla. Pasan apenas unos segundos cuando una bala de metralla destruye a la pieza y al oficial. La batería de Mitre estuvo activa todo el tiempo, pese a haber sido duramente castigada. sufriría en total 11 bajas.

Virasoro, es quien está al frente del ala izquierda de Urquiza. Apenas comienza la batalla, amaga un avance sobre el edificio de la derecha rosista. Ese movimiento obliga a los defensores a mandar algunas fuerzas para protegerlo ante el inminente ataque. Pero la cosa queda en una mera distracción.

La acción que sigue la encabeza el propio Urquiza. Con 10 mil caballos carga sobre la izquierda de Rosas, el punto más débil de sus fuerzas. Urquiza, en pleno avance, suma a Medina con 3 mil lanceros, el choque se produce. La imbatible caballería entrerriana avanza con su líder a la cabeza. La violencia del primer combate cuerpo a cuerpo es espeluznante. Sin embargo, la balanza aún no se inclina, las chances de triunfo todavía sobrevuelan las cabezas de ambos ejércitos.

Ante tamaña fuerza que los rebalsa, la primera línea de la izquierda de Rosas retrocede. Como en casi todos los episodios de la batalla, en este tampoco se dan órdenes adecuadas. Por eso, cuando los hombres que reciben de lleno el impacto empiezan a ceder, se mezclan con la reserva que estaba demasiado cerca de la primera línea. Ésta se ve envuelta en el caos de la primera línea, transformándolo en una debacle general. Ni los 3 mil hombres que aparecen de imprevisto, para intentar revertir la situación, alcanzan para frenar el ímpetu.

Pese a tener muchas bajas, el empuje de los de Urquiza se impone, el desbande en ese sector es total.

Una división al mando del veterano de cien batallas La Madrid, flanqueó por la derecha a los rosistas y atacó el desbande de las tropas. Ese movimiento llenó de polvo el campo de batalla, no se distinguen amigos de enemigos. Solo hay un bando que lucha y mata contra otro que corre o se rinde.

Virasoro, que había quedado como comandante ante la ausencia de Urquiza, inició el ataque por la izquierda que encabezaron los uruguayos de Diaz.

Las tropas avanzaron y colocaron sus 6 cañones en buena posición. Los acompañaban algunos cuerpos de infantería. Los hombres superan las carretas que obstaculizan el paso, y alcanzan una posición bastante cercana a la casona. Pero cuando se creen imparables, los recibe un fuego infernal de 300 bocas de fusiles colocados en la azotea. Gritos, heridos, sangre, la inercia se detiene.

El punto de inflexión está cerca, el ejército de Rosas rodeado retrocede por sus dos extremos. Sin embargo, aún resiste, el desbande no es general, su artillería sigue disparando con todas sus fuerzas. La derecha no se mueve y el centro está intacto.

En el centro de Urquiza, están los infantes brasileños que, pese a conocer el orden de ataque, no se han movido. Los uruguayos no pueden avanzar y el jefe les ordena echar rodilla a tierra para protegerse de los tiros rivales, mientras a sus espaldas sus cazadores hacen lo propio. 

En ese momento se produjo el mayor inconveniente para las fuerzas libertadoras. Es que luego de ese primer ataque de la caballería comandado por el propio Urquiza, quien olvidando que era el general en jefe, dejó a unos 14000 hombres sin órdenes en la inacción. Como el tiempo pasaba y la cuestión no se definía, se decidió generar una reunión en la batería de Mitre, la cual devino en consejo de guerra. El grupo de jefes entre los que se encontraba Mitre, persuadieron al coronel Chenaut para que diese la orden de cargar al centro, a la izquierda y a la reserva. Así se hizo, y lo que quedaba de las defensas rosistas  se disolvió de un soplo. 

Finalmente, se llevó adelante una carga de las tres armas sobre la derecha y el centro. La infantería del centro se sumó a los uruguayos de la izquierda, para dar un ataque combinado al palomar del centro rosista. La lucha se intensificó y casi todos los defensores huyeron. Solo quedaron los tiradores en la azotea que sumaban unos 300. Cuando la situación parece controlada aparece un grupo de jinetes que los ataca. Pero los pocos infantes que los seguían pudieron rechazarlos.

Hay que tomar la casona, último foco de resistencia, los orientales atacan. El coronel Pállejas dirige el avance, está dispuesto a tomar el palomar por asalto. Adentro hay 4 cañones bien colocados, huecos en las paredes le sirven de defensa y los protegen cientos de infantes. Pero entre tanto hombre de guerra hay uno de ciencia. El cirujano Mamerto Cuenca.

Cuenca no participa en política, solo cumple con su deber, es cirujano del ejército rosista, como podría serlo del de Urquiza. Lleva siempre una valija que lo acompaña de día y le sirve de almohada de noche. Los soldados piensan que dentro están los elementos del médico, pero no, Cuenca guarda en ella las poesías que escribe cada vez que tiene un rato libre.

Los orientales se están acercando, y no los detienen las bocanadas de fuego que los derriban, ni la fusilería infernal que les abre el cuerpo. En pocos minutos esa fuerza está formada en la entrada del Palomar, y devuelve los favores con cientos de tiros que hacen salir corriendo a todos los artilleros buscando refugio en las habitaciones de arriba.

Una calma momentánea enmudece el ambiente. Cuenca habla con el jefe mientras guarda sus papeles y cierra su valija:

Me parece que todo está perdido, sería bueno tomar medidas para que en la confusión no se pierda nada.

Así me parece, respondió el jefe, hemos perdido la batalla y es inútil la resistencia; voy a capitular.

El jefe llama a un soldado y le ordena ir a hablar con Pállejas para decirle que se rendían. 

Digale que nadie hará fuego, puede entrar el señor coronel con la más absoluta confianza.

Pállejas manda a su ayudante con algunos soldados a sacar a los rendidos y tomar sus armas. Mientras tanto, el grueso de la compañía aprovecha para descansar un poco, la batalla había sido muy dura en ese sector.

El ayudante es de la máxima confianza de Pállejas, lo acompaña desde que era un niño. Entra al Palomar caminando y suelto, como quien va a encontrarse con amigos. Los rendidos lo esperan en silencio, y afuera ya no suenan cañones. La calma relajó los nervios, los sentidos se empiezan otra vez a agudizar. Un par de pasos hizo el ayudante y escuchó sus tacos golpear el suelo. Pero un estruendo infernal lo aturde de repente, tiros. 

El ayudante se queda quieto, sorprendido, y conteniendo la respiración se palpa el pecho. Estar ileso lo sorprende aún más que los disparos. Pero antes de poder reaccionar se repite la descarga, esta vez con certera puntería. 

La infantería que se había refugiado en el patio del palomar, sin mediar palabra, había abierto fuego. No una, sino dos veces, violentando todos los códigos de la guerra. El ayudante yace acribillado en el piso, tanta sangre corre que se mezcla la suya con la de varios de los soldados que lo acompañaban, apenas dos se mantienen en pie.

Pállejas afuera respira mientras intenta refrescarse un poco, pero los tiros le explotaron a todo volumen en los oídos. Al instante se le tensionaron los músculos. Cuando vio la escena se volvió loco. Empezó a gritar órdenes, y en apenas minutos todo el regimiento estaba camino a vengar tamaño acto de cobardía, con una carga a la bayoneta.

Entran los orientales escupiendo fuego y un grito agudo que suena a represalia. Los del patio no se resisten un instante, sueltan las armas y huyen como cobardes que son. La venganza ciega cae sobre todo el Palomar, los hombres van matando y destruyendo todo lo que encuentran, en cada habitación, en todos los rincones. Gritos que aturden pero que ya no se oyen, la sangre propia y ajena mezclada con la transpiración ciega la vista. Los músculos saturados de tensión clavan puñales, bayonetas, disparan, destrozando cráneos y partiendo cuerpos.

Al fin entran a la pieza del centro, donde está solo y desarmado el cirujano Cuenca. Pero su delito es portar el uniforme de oficial de Rosas, el cual está obligado a llevar. Su condena, escrita en los anales de la furia vengadora justificada, donde la razón no tiene voz ni voto. Todo es fuerza, voluntad, arrebato.

Disparos, puñales, golpes, Cuenca trata de evadirlos en un intento vano por aislarse de una destrucción que no le corresponde. Apenas si atinó a cubrirse de las bayonetas con su pobre valija. Hasta que al fin cae, roto, agujereado, abierto por todos lados, lo rodean otros muertos que le sirven de lecho.

Los orientales, cuando ya no queda nada en pie, buscan aire que les calme la excitación. Alguno se apodera de la valija creyendo que pudiese contener objetos valiosos. El silencio ocupa todo el espacio, el silencio y la muerte.

Al otro día la valija de casualidad llega a manos de Pállejas. El triunfo ya apaciguó los corazones, los hombres curtidos se recuperan rápido de la muerte, la vida se vive a pleno cuando el final acecha. Pallejas lee cada uno de los papeles, entiende todo lo que sucedió, pero no tiene remedios para el pasado. El error no podía evitarse. Los bellos poemas de Cuenca se publicarán, y Pallejas, rescatará de la oscuridad a quien había, sin saberlo, mandado a matar. 

El movimiento del centro hizo general el ataque. Las tropas avanzan en perfectas columnas a paso de carga. Los soldados llevan la frente en alto y la victoria en los ojos. Varias balas de cañón rompen la perfecta silueta que ofrecen, pero los cadáveres quedan atrás, los huecos se cierran una y otra vez. No hay fuego posible capaz de perturbarlas.

La distancia es de 100 metros, un par de minutos y las balas se transformarán en sables, el sudor en sangre y los gritos en ahogo. Pero el ímpetu define la acción. Cuando el choque es ya cuerpo a cuerpo, los rosistas abandonan la lucha y salen corriendo.

El general Pacheco ve la escena con la mirada tranquila y el gesto sereno, impotente ante su línea que se desvanece. Acompañado por su escolta, está apesadumbrado, carente de cualquier reacción.  En ese instante sublime, donde su vida está por modificarse para siempre, lo saca del lapsus un grupo de unos 20 jinetes que casi lo atropellan. Jefes, oficiales, un jefe pampa con algunos indios, y un puñado de soldados. El ambiente seguía siendo irrespirable, los ojos ardían por el humo. Pero igual, los que huían, reconocieron al general. Le gritaron: - Ve aquella polvareda tan densa?? allá va el gobernador, nosotros lo acompañábamos y nos acaba de despachar. Se va con apenas dos o tres jefes. Unos minutos después, el propio Pacheco con su séquito se retira del campo, sin dar ningún tipo de órdenes a los que quedan.

Si el valor se mide en la entrega, la cobardía lo hace en la irresponsabilidad de los jefes que huyen condenando a sus hombres sin órdenes.

Miles y miles de soldados quedan huérfanos de jefe. Rosas, después de gobernar por más de 20 años con la suma del poder público, personificando la ley, sembrando muerte, acorralando a la libertad, huye en silencio, disfrazado con el uniforme de su asistente para no ser reconocido. 

No ordena la retirada, no prevé un punto de encuentro, no hace nada para ayudar a sus hombres en la derrota. Indiferencia ante sus desgracias, digna de quien los había menospreciado en vida.

Ahora comienza la persecución de los que huyen, en general este es el momento donde más muertes se producen. Pero como si una sana magnanimidad inundase los corazones, los de Urquiza gritan -¡Ríndanse! ¡Entreguen las armas! ¡No los mataremos!. Y cumplen con su palabra.

El ejército de Rosas se había rendido después de oponer cinco horas de resistencia. Sin embargo, un último foco de lucha estaba a punto de estallar. Unos 3500 hombres al mando de dos coroneles, invirtieron su frente y se plantaron defendiendo el camino que llevaba a Buenos Aires. Dos baterías de artillería sonaban con un ruido ensordecedor y sus fuegos eran bastante certeros.

No está claro si la intención era arrebatar la victoria en el último minuto, aunque la hipótesis es bastante dudosa, o ganar algo de tiempo para poder retirarse a salvo a la ciudad. O en el peor de los casos obtener una rendición más decorosa. Pero lo cierto es que el fuego era nutrido y las tropas de Urquiza se empezaron a acercar atraídas por las explosiones.

Los jefes eran Diaz, y el traidor Chilavert. Este último, había sido ayudante de Lavalle en su campaña libertadora, también había participado en la defensa de Montevideo y en diferentes batallas que condujo Rivera. 

Siempre había tildado a Rosas de dictador, pero al verse abandonado, y caído en una especie de ostracismo voluntario, luego de haber ofendido a prácticamente todos sus compañeros de armas, decidió ofrecer sus oficios a su antiguo enemigo, el poderoso restaurador de las leyes.

Ese día en Caseros fue el mayor escollo para las tropas de Urquiza. Finalmente, pese a ofrecer una dura resistencia, el breve combate se diluyó con una carga que encabezó el propio Urquiza. Todos se rindieron. Una vez tomado prisionero le preguntaron porque había peleado tanto, solo atinó a decir que no había recibido más que la orden de pelear y nunca de rendirse.

Rosas, al igual que Oribe, solo atina a huir, no hay escenas, ni máximas, ni nada que inspire esas dos décadas de poder absoluto. Abandona el campo de batalla a todo galope pero silencio, sin dar órdenes, despreciando a sus hombres; se va acompañado de su ayudante y entra a la ciudad por el actual puente Alsina. 

La fuga del campo de batalla, esta especie de deserción calificada por tratarse del jefe máximo de las tropas, se paga con la vida en cualquier código militar de la época. Pero ni en su triste final pudo Rosas cumplir con ninguna ley. 

Se detiene en la actual plaza de Garay en el barrio de constitución, y a la sombra de un enorme ombú escribe de su puño y letra la renuncia a la gobernación y a sus poderes extraordinarios. Escribe con lápiz, en un lapsus de formalismo absurdo y extremo, renuncia a un poder que ya no existe, a facultades que ya no posee; sucumbe sin dejar ninguna obra provechosa para el porvenir.

Le entrega la carta a su secretario, no sin antes pedirle el poncho y la gorra, Rosas teme ser Rosas, quiere ser una sombra que pasa desapercibida por las calles que unas horas antes eran suyas; temeroso del escarmiento de un pueblo que ya no lo respeta, el poder se ha esfumado. A paso lento para no levantar sospechas, llega a la casa del diplomático británico Gore, único lugar donde vuelve a ser Rosas, no hay temor bajo el amparo de los ingleses, los aliados beneficiados de su poder son los únicos que le generan plena confianza.

Tan tranquilo está el tirano bajo el yugo inglés que aprovecha para dormir una siesta profunda, alejado de la realidad que lo persigue. Al despertar cena por última vez en suelo argentino, le pide al diplomático inglés Mr. Gore un único favor: “salve a mi caballo, que acabo de dejarlo en la barranca… y que se encargue de cuidarlo y conservarlo en mi memoria.” La resurrección de lo peor del poder español que había encabezado había sido encauzado con la moral de un salvaje de la pampa. El “ilustre restaurador” olvida a todos, solo recuerda a su caballo.

A la medianoche, en compañía de su hija Manuelita y de algunos hombres y del ministro Gore por supuesto, quien tuvo la precaución de llevar de escolta a varios marinos ingleses. Subieron a la nave Centaur donde los fugitivos pasaron unos días al amparo de la Unión Jack. Días después todos se trasladaron al Conflict. Huyó Rosas, abandonando a su suerte a todos los hombres de su ejército. La infamia de su huida perdurará aun cuando muertos los hombres y mujeres que conformaron la historia, perdidos en papeles añejos los detalles, y olvidadas las anécdotas que se transmitían vía oral. 

Una vez a salvo en el buque Conflict que los llevaba a Inglaterra, donde moriría solo y olvidado 25 años después, el tirano traidor Juan Manuel de Rosas y Gerónimo Costas miraban la costa alejarse con cierta nostalgia. Veinte años de poder, sangre y aplausos pasaban por sus mentes. No sabía el tirano que le esperaba el peor de los castigos para un hombre que anhela el poder público: el ostracismo eterno. Costa, quien había sido uno de sus mejores soldados, le dijo:

¡Lástima que no haya sido posible constituir el país!

Nunca pensé en eso. Le respondió Rosas con la vista perdida en el horizonte.

Y entonces, ¿Por qué nos hizo pelear tanto?

Porque sólo así se le puede gobernar a este pueblo.

Eligió el olvido y la condena eterna del exilio, sumida con subsidios que el propio Urquiza le dispensaría; siendo incapaz siquiera de aceptar el infortunio como último refugio moral de los cobardes.

[gizchinaes]

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Ace Pro 2: Insta360 presenta su potente rival de GoPro con pantalla mejorada y 8K impresionante

Insta360 ha presentado su último modelo, la cámara de acción Ace Pro 2, que mejora su oferta competitiva frente a la serie Hero de GoPro. Con un precio de 399,99 dólares (aproximadamente 372 euros), la Ace Pro 2 llega con una reducción de 50 dólares en comparación a su predecesora, la original Ace Pro. Entre sus características más destacadas se encuentra la pantalla trasera de 2,5 pulgadas, que…

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"Bypass" al Sistema Papagayo II

En un lapso de 10 días, se espera qué sea menos y se restablecerá el desvío de la obra de desvío "bypass" y tener el servicio de Papagayo II, trabajo qué se lleva a cabo en coordinación de la Marina, estado y municipio. El "bypass" en una tubería es uno de los recursos más habituales que se aplican en un circuito cuando, cómo es el caso, se busca desviar el agua. Además se puede emplear para anular un elemento de la instalación que se busca evitar que continúe en funcionamiento para hacer tareas de mantenimiento correctivo. Felipe Zatarain Mendoza, sub director general de Conagua, ante los medios de comunicación, explicó qué la situación del sistema Papagayo II, en el qué se aplicará el "bypass", qué surte a más de 50% de la población, es la qué más problemas tiene, dónde se azalvó el cárcamo de bombeo, y con apoyo de la Secretaria de Marina se realizan los trabajos para restaurar los daños, dónde se instalaron siete arrancadores nuevos, y al poner en operación los equipos se localizaron dos fugas qué impedía mandar el agua. Se hizo visible que la fuga no era tan sencilla de reparar ya qué fue localizada en el cruce del Río La Sábana. Abundó qué el bypass puente, será para poner tubería de 36 pulgadas de polietileno para "enviar mil litros por segundo qué es el déficit qué tiene la ciudad". La alcaldesa de Acapulco Abelina López Rodríguez, en su intervención agradeció la intervención de la presidenta de la república Claudia Sheinbaum, en su segunda visita Acapulco, para restablecer el servicio del agua, y agregó "qué los fenómenos naturales nos han rebasado". Han sido 10 días, agregó, pero en verdad han sido días qué ha trabajado muy duro nuestro personal, cómo el mismo sub director de Conagua, Felipe Zatarían hasta después de pasada la media noche. Lo cual no se ve hasta qué la ciudad tenga agua. Actualmente se distribuyen mil 600 metros cúbicos de agua por segundo de los Sistemas Papagayo I y Lomas de Chapultepec, lo qué es alrededor de la mitad de lo que distribuyen ambos sistemas. ) www.acapulcopress.com Read the full article

[vic809]

Tecno Camon 30S: Un Smartphone poderoso con cámara Sony y pantalla curva

El Tecno Camon 30S es el nuevo Smartphone de Tecno que ofrece una gran combinación de diseño, rendimiento y funciones fotográficas avanzadas. Con un procesador Helio G100, una pantalla curva AMOLED de 6,78 pulgadas y una impresionante cámara principal de 50 MP con sensor Sony IMX896, este celular está listo para competir en el mercado de gama media. En este artículo, te detallamos todas sus…

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