sabryoonx - Tumblr blog

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No intentaré que esto salga poético en lo absoluto. Simplemente, déjame soplarte palabras al oído, o lo que es más en esta hoja en blanco.

¿También crees en el destino?

Porque a menudo siento que ya no sé de qué escribir si no es de vos. Me robaste eso que yo solía ser antes de volverme tan tuya. Me compraste o me vendí, te gané o me perdí, me borré o te escribí a cambio, y qué sé yo, se siente como haber ganado algo demasiado grande, una símil lotería, sin haber jugado ni un número.

Como una eterna feliz navidad, me diste los regalos más hermosos de mi vida. Pero con eso, también significó darte mi tiempo. Ahora me pregunto si este negocio hizo sentido. Otra vez ahí estamos, haciéndonos de romance para vivir cada día.

Me empiezo a preguntar qué hice hoy para dejarte y para eso todavía no hay ninguna respuesta. Dejemos de apostar.

Ojalá mis problemas estuvieran afuera y no adentro. Yo creo que así sería más sencillo.

Carajo, las personas vivimos de hábitos, ¿no es así? Entonces no debería ser tan difícil descascararte de mi alma, pelarte hueso por hueso, allí donde la carne sabe más dulce, y que los hilos que han tejido nuestro puente algún día se vuelvan inquebrantables, para llegar a vos, para que llegues a mí, cruzarnos con sabor a música, a bemoles, a feliz navidad y casamientos. ¿Lo ves otra vez? Quiero decir: al destino. El nombre que he llegado a precisar para mi cadena de desgracias y desencuentros, para que todo lo que he llegado a conocer tenga tu impronta y ya no sea sólo yo, sólo yo y el aroma de la noche que hace que mis pensamientos retumben cristalizados; creo que para cierto punto yo también me vuelvo una parte del silencio.

Cuando me vuelvo parte del silencio. Creo que mis pensamientos tienen un sonido en especial, una vibración de nombre a la angustia.

Y sé que es en ese paisaje de pausa

que vuelvo a buscarte,

porque nunca más seré liviana

desde que canto con tu peso.

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Una etapa, muchas etapas, son como colores que van evanesciendo hasta volverse transparente, hasta llegar a los 28 y preguntarse si una bicicleta es realmente divertida si el auto hace más rápido.

De pie recogiendo sueños, números y pistas. Así como crecen las uñas y los árboles se cambian la ropa.

El sol que va a dormir dejándole la vigilia a la luna. Cada una tiene historias diferentes que contar, supongo que no hay nada más solitario que sentirse incomprendido.

Si tuviera algo bueno que decir, no me callaría en todo el día. Blanco, rosa, lila, matices que combinan, me pregunto si a mis veintiocho tendré tiempo para preocuparme por esto, preocuparme por mí que viene siendo lo mismo que por mis sueños, por tonterías, fantasías irresolutas. Me pregunto cuándo será el día en que las deje.

¿Cuál es el color de la juventud? La adultez es sí o sí transparente. Creo que la juventud es para mí púrpura.

Un púrpura que poco a poco se desvanece a lila, a blanco, a rosa, hasta que algún día desaparecerá y yo sólo tendré pétalos marchitos de lo que alguna vez fue violeta.

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¿Cuántas veces debo desarmarme hasta hallar la manera correcta de armarme?

Si siempre es “y si…”. Y si no pasara esto, y si yo no fuera así, y si él no fuera de este modo, y si el tiempo que nos encontró hubiera sido diferente, y si tú.

¿Hubiésemos aprovechado el tiempo un poco más de pensar un poco menos?

Sólo es una especulación, sigue siendo un “y si…” disfrazado de verdad y camuflado en lamentos, si hay algo de lo que no me enorgullezco de mí es de siempre tropezarme con las mismas piedras.

Y él vestido de negro, él vestido de blanco, él vestido de mis besos, no sabía que todo podía quedarle bien. Todo, no importa que cada día cambie su nombre, su parecer, su carácter, que esté incluso a punto de volverse loco, no importa porque seguimos en lo mismo, mi piedra late, enloquece y brilla cuando estoy cerca suyo.

Y se siente como cerrar los ojos para nunca abrirlos otra vez. Se siente como si todos mis sueños siempre hubieran sido sobre él.

Y de nuevo ese “y si…” me hace desarmarme una y otra vez, porque no puedo encontrarle una respuesta. 

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Y no sé cómo hay palabras que se nos quedan tan grabadas con el tiempo.

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Siempre es lo mismo, nena. Al igual que las estaciones, del invierno surge la primavera y siempre nos encontramos atrapados en el mismo jazz, en el mismo espiral obsesivo de contarnos las pestañas. Y secar, secar el corazón como se secan las lágrimas, despacio y con el pulgar.

Una voz que golpea y hace eco en mis memorias, que flota como el pez en el océano y esa maldita roca que jamás llega al horizonte porque simplemente nada, nada y el absurdo de juntar cada caracol de la arena.

Y las flechas se unen pero nada extrañamente tiene sentido. Eso de las fantasías y los fetiches, eso de creerme parafílico pero la palabra “para” debería llevar tu nombre. Mi filia, mi amor, mi sueño irrealizable, lo que no se puede reemplazar. Viene de patología y ello de pasividad, sufrimiento.

La música está lenta y enlentece mis latidos. No debería, no debería tantas cosas pero simplemente pasa, simplemente las vibras se salpican y escurren derretidas por mis dedos, tengo tantos agujeros por donde pueden pasar. Huye. Huye de mí, que al final no tiene nada para darte.

Rastreo, rastreo con mis ojos aquello que no me puede pertenecer, sueño en mi mente escenarios intangibles, el vidrio que nos separa tiene millas de distancia y es etéreo como las alas de un ángel que se confunden con una pluma.

Y, ¿qué podría hacer? Las campanas que siguen sonando, el rubí, fumar, fumar de mis ideas e intoxicarme en palabras. Era imposible olvidarte.

Y lo sigue siendo en aquellos momentos donde me freno en mi escritura y no puedo hacer más que besar ese vidrio con mi boca, desesperarme en el tacto helado, dejar que la saliva escurra como mis sentimientos.

Quisiera poder tocar algo en la vida.

Pero estos agujeros siguen estando.

Entonces llega la noche y comienzo a estimularme, porque de algo hay que vivir.

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La sensación de estar desapareciendo cada día, como si la piel se volviera transparente.

Hasta volverse luz. Disiparse como una diminuta partícula de polvo.

No quisiera más, estoy satisfecho. Satisfecho de tantos displaceres, de tantos lugares. Entonces uno busca lo conocido de nuevo.

La ventana donde el azul se volvía verde. Y la luna era fría, refrescante. Perfectamente blanca.

De vez en cuando llovía.

Ahora es un recuerdo manchado de tierra en mi mente como la borra del café en la taza.

Vierte un poco de leche, endulza. De vez en cuando lo amargo asusta, lo impreciso obstaculiza.

Así como los árboles se cambian de ropa estaré esperando que venga algo mejor. Mientras tanto, ya no quiero más paredes de ladrillos.

La literatura de nuevo es mi amiga, mi trampa a la vida.

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“When you try to control everything, you enjoy nothing. Sometimes, you just need to relax, breathe, let go and live in the moment.”

— Unknown