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De tantas cosas que viví, ya no sé qué sentir si llega el mañana y no estás conmigo.
Odio tu ausencia, y te odio porque no puedes amarme como yo quisiera.
Me amas a tu manera, y eres tan vertiginosa, cambias de parecer como una mariposa.
Yo siempre te amo, y también amo que ames mis poemas, porque sin duda, todos hablan de mi odio y amor hacia ti.
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La piel tiene memoria,
los labios también
Hay tantas historias escritas sobre nosotros;
tanta tinta en nuestras manos…
Hemos sido papel.
Hemos sido pluma.
Hemos sido genio.
Y hemos sido musa.
Somos suspiros al aire de autores que tatuaron su nombre en nuestro ser.
Somos ese sueño que compartido con la almohada como único confidente.
Pero también somos los que suspiran, también somos los que sueñan…
Somos los que lloran.
Somos los que aman.
Somos el amor imposible de quien menos esperamos, mientras morimos de amor por quien no conoce de nuestra existencia.
Sufrimos y nos sufren.
Y, sobre todo, recordamos.
Somos un libro lleno de memorias.
Podemos pasar pagina y hacer que ese capítulo en concreto no ha existido.
Pero siempre volverá a nosotros esa canción,
ese olor,
esa palabra,
ese sabor,
ese lugar,
esa fecha,
esa emoción…
Que nos una el resto de nuestras vidas con otro corazón.
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El Interludio.
Creo que volé demasiado lejos del sol, me elevé por entre las nubes y perpleja estuve cuando escuché el canto de una Diosa llamándome, su voz ronca me volvía más vulnerable de lo que alguna vez imaginé. Mis alas tan fuertes e inquebrantables ascendieron hasta el lugar donde provenía ese sonido profundo, que ponía en duda mi existencia.
¿Conocía yo esa sensación?
Hubiese querido controlar mis alas, reprimir el deseo de sentir, de ser libre, aunque estuvieran ellas tomando las riendas de mi destino. A medida que me acercaba, su voz se hacía más cálida, descubrí cual era mi final, mis ojos detallaron la razón. Se trataba de ella. Firmeza y belleza. Después de todo, mis alas no fueron culpables, fui yo, y fue su energía, la que me atrajo hacia un sofocante momento que duraría eternamente. El ardor en mi espalda no era tan desgarrador como mirarla a los ojos, y saber que nunca le iba a pertenecer. Estaba disfrutando del espectáculo mientras los rayos del sol me consumían.
Quizá debí apartarme, pero mis alas seguían ahí, constantes, parecía que nunca iban a rendirse. Ella puso en empeño todo su poder, y luego, como una marea en calma, silenció. No pude resistirme ni un segundo más. Obligué a mi cuerpo caer livianamente, mis alas ardiendo en llamas deseaban intentarlo, pero fue suficiente. Me envolvieron entre sí, sabían que iba a ser una dura caída y querían salvarme de ello. Pobres ingenuas.
Ella podría hacerlo, tan sólo con chasquear sus dedos, me tendría de nuevo a sus pies.
No lo hizo.
Pero disfruté mi final cada segundo. Un momento escazo, hizo más que toda mi indolente vida.
Mis alas fueron las primeras de tocar el mar salado. Lloraron de dolor. Yo suspiré sabiendo que sería un alivio. Indagué la zona que ahora era mía, y no estuvo mal. Me ahogué respirando aún así. Ella me daba respiración, y después de una muerte segura, seguía dándome vida.
Y yo así lo acepté.
Historia basada (y adoptada) en la mitología Griega de Ícaro.
—Mariana.
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“En todas las formas de psicosis hay una incapacidad extrema para ser objetivo. Para el insano, la única realidad que existe es la que está dentro de él, la de sus temores y deseos.”
— Erich Fromm - El arte de amar.
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«Colores»
Tu piel está un poco más bronceada, el verde de tus ojos ahora tienen un brillo intenso, la madurez de tu rostro ha florecido, y el último acorde de esa canción parece hacerse eterno cuando retrocedo el tiempo efímeramente. Tuve preguntas, pero las respondí todas cuando descubrí que amar es el desenlace de mil colores proyectándose en un contraste, y yo sólo pude mantener sombríamente el blanco y el negro. Supongo que después de todo este tiempo lo comprendí. La tormenta de noviembre incendia la profundidad de sus sustancias bajo los recuerdos. Han pasado días, meses, incluso años, desde aquella fase que en mi vida acabó. Me reconforta saber que estoy descubriendo el azul del espacio, y el azul del mal, mientras tu llenando de valor los pulmones, vas viajando por todo el universo.
—Mariana.
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“«Todo fluye», dijo Heráclito. Todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos «descender dos veces al mismo río», pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos.”
— “El mundo de Sofía” - Jostein Gaarder.
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“Cada persona que vive en este planeta tiene un par de ojos únicos, cada uno con su propio universo”
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