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"En torno a las nuevas interpretaciones de la Democracia" por M. V. Tomassini
¿Qué hay detrás del intento de cerrar la grieta? ¿Qué nueva identidad construye el nuevo oficialismo? Virginia Tomassini interroga algunos de los presupuestos republicanos y conciliadores"del discurso macrista, y los contrapone a la realidad de las primeras medidas tomadas por el gobierno nacional.
La identidad política requiere, en su proceso de construcción, del establecimiento de límites con respecto a “otro”. Toda identidad política se constituye en base a un antagonismo. Tal como sostiene Mouffe (2007), “la condición de existencia de toda identidad es la afirmación de una diferencia”. En este sentido, la presencia de un “otro”, que amenaza la propia identidad, es lo que permite diferenciar y por lo tanto adquirir una identidad colectiva. En el plano, entonces, de lo simbólico, este “otro”, este exterior constitutivo, implica una amenaza, porque pone en jaque la fantasía de la posibilidad de una identidad homogénea.
Según Mouffe, justamente en la manera en como se configura la especificidad del “nosotros-ellos”, es donde se encuentra la especificidad de lo político y por ende de la democracia. Dicho de otra manera, la creación de la identidad política siempre implica la existencia y establecimiento de una diferencia, en este sentido se entiende que toda identidad es entonces relacional. En palabras de esta autora: “Lo que podemos aseverar es que la distinción nosotros/ellos, condición de posibilidad de la constitución de identidades políticas, puede siempre convertirse en el locus de un antagonismo. Y puesto que todas las formas de identidad política implican una distinción nosotros/ellos, el riesgo de que surja el antagonismo no puede eliminarse nunca. Por tanto, es una ilusión creer en el advenimiento de una sociedad en la que el antagonismo haya sido erradicado”.
Teniendo en cuenta estos postulados teóricos, me surgen algunas reflexiones en torno al nuevo gobierno nacional y su interpretación de la Democracia.
La constitución antagónica ha estado presente a lo largo de toda la historia argentina; morenistas vs. saavedristas, unitarios vs. federales, conservadores vs. radicales, peronistas vs. antiperonistas y la nueva versión: kirchneristas vs. antikirchneristas. Si este antagonismo es constitutivo de lo político y por ende de la democracia ¿qué implica entonces cerrar la grieta? ¿Qué implican el discurso del presidente cuando afirma que ahora somos todos la misma bandera? ¿Qué implican las afirmaciones de los macristas cuando fervorosamente manifiestan “basta, ahora vamos todos unidos”? ¿No es acaso un intento de homogeneización? ¿No implica un “aniquilamiento simbólico” de la diversidad y el pluralismo de ideas?
Durante los doce años de gobierno kirchnerista, el arco opositor se enfocó en diferenciarse del gobierno bajo dos postulados identitarios: la lógica “nosotros, los honestos” vs. “los corruptos kirchneristas” y “nosotros, los democráticos vs. los autoritarios kirchneristas”. Esta construcción identitaria se fundamentaba bajo los preceptos de la Democracia Liberal y contraponía a ello las características populistas (en su visión peyorativa) del liderazgo kirchnerista.
Ahora bien, ¿qué hay detrás del intento de cerrar la grieta? ¿Qué nueva identidad construye el nuevo oficialismo? En los primeros días de gobierno, pudimos ver cómo el discurso republicano de Mauricio Macri se deconstruye. Ejemplo de ello son, la finalización por cautelar con anticipación del mandato de Cfk, el gobernar por decreto sin participación del Congreso, y su versión más feroz, el nombramiento por decreto de dos jueces de la Corte. A esto se suman los procesos judiciales a los que el propio presidente y la mayoría de los ministros se encuentran sujetos, entre ellos la confirmación del procesamiento del nuevo presidente del Banco Central. Y como si esto fuera poco, la censura de programas como 678 y la persecución, tanto de periodistas críticos como de empleados públicos. Cabe resaltar que, con respecto a estos últimos, no se evalúa el desempeño sino su inclinación política. Qué decir de la violenta intervención del Afsca y la represión a trabajadores de Cresta Roja. Todo esto sucede bajo el blindaje mediático que muchas veces, además de ocultar, distorsiona los hechos.
Estas cuestiones llevan a reflexionar acerca de las nuevas identidades y formas democráticas que comienzan a vislumbrarse en esta nueva etapa de la historia. Si con el kirchnerismo pudimos ver tensiones de la democracia liberal hacia formatos posliberales o populistas, ¿qué nueva configuración se establecerá en un gobierno legitimado por el voto popular pero que gobierna por fuera de los preceptos republicanos bajo el que construyó su identidad en sus años de oposición? Me surgen varias respuestas, más aún pensando en las construcciones antagónicas enunciadas en los primeros párrafos, pero dejo al lector sus propias reflexiones, será el pensamiento reflexivo y emancipador los que nos lleve a atravesar el nuevo proceso que comenzó a gestarse desde aquí a toda Latinoamérica.
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Sobre Virginia Tomassini. Licenciada en Ciencia Política por la UNVM. Magister en Política y Gestión del Desarrollo Local UNVM. Doctora en Ciencia Política por el Centro de estudios avanzados (CEA) UNC. Se desempeña como JTP en las cátedras “Partidos Políticos y Sistemas electorales" y “Opinión Pública y Estudios Electorales” de la Licenciatura en Ciencia Política, Sede Villa María y Córdoba, Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales, UNVM. Es, además, integrante de proyectos de investigación en la UNVM y CEA-UNC. Con Eduvim ha editado el artículo "Partidos políticos: Una revisión conceptual desde la teoría organizacional", compilado dentro del libro Política y opinión en la encrucijada de la colección Cuadernos de Investigación.
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"Rodolfo Alonso: vivir es rotundo" por Jorge Monteleone
El reconocido escritor y crítico literario Jorge Monteleone comenta el libro Lengua viva (Eduvim, 2014) del gran poeta Rodolfo Alonso. Excusa para hablar de las formas en que poesía y vida se fusionan en esta ineludible voz de la poesía iberoamericana.
Hace mucho tiempo que la vida acontece en la poesía de Rodolfo Alonso. Hace mucho tiempo que la vida aparece manifiesta en la poesía de Rodolfo Alonso, como si la poesía misma fuera el sentido intrínseco de la vida, o como si la vida tuviera su ser implícito en la lengua poética que la vuelve viva. No porque la vida no sea redundantemente viva, sino porque la vida vive como un incremento de sí misma en la medida en que es nombrada. Pero a la vez el que nombra es el poeta, que vive y posee un cuerpo que la vida atraviesa: así la vida respirada es también la vida como nombre y hálito, como si cada palabra fuera una respiración. La vida es vida porque se vuelve palabra, pero se vuelve palabra porque alguien la vive nombrándola. “Hablar —escribe Rodolfo Alonso— es la riqueza de mi cuerpo”, “Una palabra emerge / crece vibra / y ocupa su lugar / en el espacio // Pero en el centro / ávido / de ese espacio / que la irisa / y que la hace / enriquecerse / no hay sino cuerpo // Cuerpos / que irrigar, no / enrigidecer”. Así la palabra encarna la vida y la vida es palabra encarnada. La palabra encarnada no como verbo divino, sino como testimonio. La palabra es lo que la vida atestigua, el modo en el que la vida misma se vuelve testimonio. Y lo que testimonia es lo que vive viviendo en la palabra que un cuerpo nombra
La poesía es entonces lengua viva —el nombre de esta compilación— en cuanto la vida se torna poesía. Escribí hace unos años que la vida es el espacio donde la poesía de Alonso tiene lugar. “Tú confirmas la vida con tu voz” escribió en su primer libro. La vida confirmada en la voz es para Rodolfo Alonso la voz poética. “La gran vida” es el título de un poema de su segundo libro. La gran vida es para Alonso esa suplementariedad, esa exageración de lo vivido que se halla en los hechos transfigurados en el poema. “La vida no da más de lo que se le pide” escribió en el tercero. Y lo que Rodolfo Alonso le pide a la vida es el poema. Tituló a su antología de 1952 a 2008: La vida entera. El primer libro incluido en Lengua viva se llama Señora Vida (1979). No me parece, decía, un lugar común ni una casualidad. La noción de vida lleva al poema de Alonso el acontecimiento. La poesía de Rodolfo Alonso es una poesía donde lo que acontece, lo que se halla pendiente del tiempo, se transforma, por vía poética, en un acontecimiento. Por eso su poesía produce un curioso efecto: los poemas parecen a la vez un artefacto, es decir, un objeto más agregado al mundo donde el artificio es ostensible —es decir, se halla alejado de la vida— y a la vez tienen el aire casual de aquello que simula un jirón del mundo, un fragmento dicho al pasar, como si fuera un diario —lo periódico, la circunstancia elevada a una categoría epifánica. La vida es lo que acontece y como tal se transforma en una presencia insoslayable, que el poeta de pronto, ve.
En “La canción de las hojas”, del segundo libro de esta compilación, Sol o sombra (1981) se lee: “Vida que se desvive / por vivir, vida viva, / maravilla sedienta / coronada de ecos. // Cada murmullo late / atento a cada hoja, / silencio suspendido / por una boca eterna”. Pero me interesa un contraste no dicho en ese libro. Los poemas incluidos están fechados entre 1979 y 1981. Es decir fueron escritos durante la dictadura argentina más sangrienta de la historia. La poesía argentina no solo es testimonio de la vida, sino un síntoma de la historia. Y en ese libro hay inflexiones que dicen —como lo hicieron todos los poetas de la época— lo que no se puede decir. Hay un poema muy breve, “Soy escrito”, que reza: “Escribo soy escrito / lenguaje mi país // Me baño en una lengua / donde se lava el mundo.
¿Cómo era posible escribir poesía en esos años? ¿Cómo era posible escribir, lo dije muchas veces, con una lengua culpable? Del único modo en el cual la poesía puede tener lugar. Si no puede tomar la palabra del desaparecido, hablar por él -un ejercicio de la vergüenza, como pensaría Agamben, ser testigo en la medida en que hablo por otro que no está- al menos saneará la lengua, la poesía escribe al sujeto y al país y en ese escribirse lava el mundo, como las aguas lustrales de un origen o un bautismo. Usa la lengua para nombrar lo que está interdicto, usa, con la lengua oral de su país, lo que no existe, como en “Oratoria de un hombre confuso”: “La libertá es redonda / fecunda indeseable nutritiva / pequeña amartillada // La libertá es temible // La libertad se ve como se palpa / rugosa primitiva // La libertá andrajosa / en la penumbra desollada”. Y si la poesía es la vida, lo que es en la medida en que puede decir la palabra libertá en la lengua materna en medio de la penumbra desollada. Y si la poesía solo puede encarnarse en un cuerpo, lo que nombra en la penumbra es un cuerpo desollado. La poesía es así luz para la sombra -así se llama el libro: Sol o sombra-, la poesía es disyunción respecto de la sombra. Sol: “recuerdo con auténtico dolor tanto garguero hendido, tantas vísceras víctimas de su llama, tanto hígado corroído por el vino común, tanto viento pasado. Y el sol, feroz, cuartea la tierra. Y esas hojas que vuelan en la brisa contra el opaco cielo ni siquiera dan sombra” se lee en “Discépolos”. Pero también la poesía es testimonio de la sombra y puede leerse solo sombra. Así la poesía cuando nombra lo que ella no es también es un ejercicio nutricio de resistencia: la poesía como negación. Dedicado a Herman Melville, que hacía decir a Bartleby que preferiría no hacerlo, en este libro el poeta dice NO, afirma el NO: “Afirmarse en el no, ahondar el no, pulirlo, el no limpio de polvo y ambición, el positivo no, el no pequeño atronador, cara de hombre, altura de hombre, tan vivo como un álamo, un arroyo, una foca”. Ahora el NO es la afirmación de la vida, el no del poema hace la vida sustantiva en nombre de la libertá.
En el tercer libro, Jazmín del país, la poesía aparece como lo contradictorio: “Bajo el bárbaro cielo / la despiadada noche // Los rescoldos del miedo / inspirando al horror // Comidos digeridos / por la ávida nada // El ojo insobornable / que tiembla en el vacío”. La poesía como el ejercicio soberano contra la muerte, como esos dos versos puros levantados del poema “Anti-funeral”: “Fiera vida feroz / y ferozmente amada”.
En la poesía de Rodolfo Alonso el vivir es rotundo, la libertá es redonda. Esa palabra rotundo, también es redonda y tiene la misma raíz: redondo es lo que también rueda, rota, lo que circula, lo que se mueve, muta, avanza. El no progresista es aquello que no afirma la inmovilidad, lo que está quieto: “Estaba yo tan hondamente / desorientado y angustiado, / desanimado y aún confuso, / que alguien me dijo: “Quédate / quieto y sólo deja, / oye a la vida fluir en ti. // ¿Pero es que entonces fluye / la vida, todo fluye / y ha de quedarse quieto uno?” pregunta un poema del primer libro, “En el mismo río”. La respuesta es la propia poesía de Rodolfo Alonso. La poesía de Rodolfo Alonso es profundamente dinámica, pero como manifestación orgánica de la vida mutable. Y si esos poemas escritos entre 1968 y 1979 reconocían la vida hasta en la muerte, los poemas de los dos libros siguientes, Jazmín del país y Música concreta son la manifestación yo diría la asunción de la potencia poética. No se trata sólo del vivir rotundo, sino de la vida poética misma, de la capacidad de vivir poéticamente. La poesía, no como una moral, sino como una ética. Pero no se trata de una ética referida a la institución de lo social, aunque se manifieste en ese espacio, que es el espacio de intercambio simbólico de la palabra. Se manifiesta en un mas allá de la lengua que es otra vez el espacio de manifestación de la vida: es la vida en el mundo. La poesía nombra la vida encarnada en el mundo. Y al hacerlo ilumina súbitamente las caras, como la de Espartaco, en el agon de la libertad: “Por un momento / el preciso relámpago / rasga esta selva oscura // Alumbra un rostro de hombre / ojos de un fuego inmenso / el momento preciso”.
Así el poeta atestigua la vida que acontece como un relámpago en la redención del instante.”Immortale é chi accetta l´istante” es el epígrafe de Pavese que cita Alonso en el poema “Pavese como Ovidio”. Ese instante, que relampaguea en la historia, es aquello que la poesía va a nombrar incesante. Y en ella, en la voz y la palabra, pasa así todo el mundo, y pasan también las cosas ardidas, y el fresno y el ave: pasa también el nombre de todas las cosas, como incandescencias, como fuga estelar, como reverberación y rumor. No hay olvido en la poesía aunque sea olvidada e ignorada, como le reza al Leteo: “Intensa invicta insomne / inquietante invisible / invasora invadida”. Y ese nombrar es colectivo, nunca individual. Rodolfo Alonso sabe que al nombrar el árbol, como el joven fresno, nombra también el coro de las voces que miran, donde se halla la huella de la vida: “Fiel rastro de lo vivo / primavera insaciable // El joven fresno estalla / y alguien cree que resurge // ¿En el cuerpo del habla / florecerán las voces?”. La poesía en la vida se despliega en el mundo a través del nosotros:
¿Nosotros?
nos otros nuestros otros nosotros somos otros somos el otro nos somos el otro somos el otro nuestro el otro es nos el otro es nuestro no sin otros nuestros nuestros nos nuestros nosotros nuestros otros nosotros
no es otros nuestro otro
el nos es otros en el desierto refulgente estrepitoso y trepidante en el lago de sed en el hambre lujosa la tumba sin silencio
El libro Música concreta renueva esa profesión de fe, pero por algo que nos conmueve y nos convoca. La vida del poeta Rodolfo Alonso. Todos podemos atestiguar que la vida de este poeta es la de una vida poética, que su vivir rotundo es una vida dedicada a la poesía. La música se vuelve concreta en este cuerpo que la profirió: la vida es así corporal y personal, halla en el nombre de Alonso una de sus encarnaciones. Rodolfo Alonso, como el sujeto de su poema, “Ha dicho”:
He dicho
A la sombra del miedo ante los vastos rumbos bajo cielos gigantes he dicho
Con muchísimo gusto contra la inmensa muerte de una cierta manera he dicho
Desde el lugar común en medio de la lluvia entre tanto entre todos he dicho
Hacia los grandes vientos hasta que el día llegue para ser uno mismo he dicho
Por hacer compañía según ruedan los astros sin pensarlo dos veces he dicho
So pena de penar sobre las propias huellas tras las huellas de muchos he dicho
Así el poema predica y se predica atravesando el vacío, el desierto, incluso la nada. Así el poema reproduce en el tiempo la vida vivida como rumor del mundo. Arroyo, río, yo: el tiempo que fluye en la vida del poeta se arremolina en el poema como una piedra, o como el guijarro que se vuelve perla en la ostra. Esa voz que es de todos y de nadie, que es la voz de la vida y el rumor del mundo, atraviesa el cuerpo del poema y al decirla, se dice: “Es una voz de aliento, que se siente muy cerca y llega desde lejos. Hija del cielo y de la sierra, de las ramas y del agua, de la piedra y el pájaro, en la ciudad ajena y estruendosa, inhóspita e indócil, se hace un íntimo río que nos impregna y transcurre desde siempre, en la mirada y su memoria.”
Ese vivir rotundo halla en el cuerpo del poeta el tiempo como un hiato: el poema de cada poeta obra en ese hiato de la vida con fondo de muerte. Todo poeta sabe íntimamente que su ejercicio adamantino contra la muerte es una garantía de que un día su voz de vida será la voz de un muerto, y ese fantasma todavía proferirá la vida, la vida misma, toda la vida clamando en el desierto. Esta poesía es el aquí y ahora de todos los tiempos, los mundos, en el nombrarse a sí misma de la vida en el poema. Cada poeta, todo poeta, Rodolfo Alonso, dirá como en el poema “Entretanto”: “He conducido mi cuerpo hasta aquí / Lo que me ha conducido ha conducido // Me ha conducido mi cuerpo hacia mí / Me ha conducido la muerte hasta mí”.
Y, con esa condición inexorable de cada palabra encarnada y dicha, con la sabiduría de advertir que “Todavía / hay sol, dioses y olvido”, asimismo Rodolfo Alonso dice el extraordinario poema “Tormenta de Qumrán”, llega del desierto la evidencia desmesurada del viento, llega esa palabra del viento como una borrasca, llega una palabra de la vida como algo santo, el verbo que se hace carne incesantemente en la duración del mundo, la vida que se empecina, la alegría del habla: “Del viento del desierto, saludable, / incómodo, inmortal, sólo podía / esperarse algo santo: el espesor / ácidamente vivo de la verdad / desnuda”.
Este artículo fue especialmente escrito para el Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fue publicado en noviembre del pasado año. Acceda al artículo original: http://www.eduvim.com.ar/libro/isbn/9789876991827/lengua-viva-poesia-reunida-1968-1993
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Sobre Jorge Monteleone. Profesor en Letras (UBA). Escritor, crítico literario y traductor. Investigador en el CONICET. Obtuvo 2 veces la beca del DAAD, otorgada por la República Federal de Alemania, como docente e investigador en la Universidad de Köln. Especialista en poesía, en particular argentina, y en la teoría sobre el imaginario poético. Publicó doscientos ensayos críticos. Desde 1991 ejerce el periodismo cultural en medios gráficos de Buenos Aires y La Plata. Participó como Director o Secretario de redacción en revistas académicas (Boletín de reseñas bibliográficas y Zama, del Instituto de Literatura Hispanoamericana, UBA). Con María Negroni, dirigió la revista de poesía Abyssinia. Publicó: Ángeles de Buenos Aires; El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco; Puentes / Pontes. Antología de la poesía Argentina y brasileña; 200 años de poesía argentina. Tradujo Eva Perón, de Copi y trabaja en El nómade, correspondencia y biografía crítica de Rimbaud.
Sobre Rodolfo Alonso. Poeta, traductor, ensayista y ex editor argentino. Es figura reconocida de la poesía iberoamericana. Fue el más joven de la legendaria revista de vanguardia Poesía Buenos Aires. Publicó más de 35 libros. Primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina, a la vez primera con sus principales heterónimos en castellano. Junto con Klaus Dieter Vervuert, fueron de los primeros en traducir Paul Celan. Fue prologado por Carlos Drummond de Andrade, António Ramos Rosa, Fernand Verhesen, Juan Gelman, René Ménard, Juan José Saer, Lêdo Ivo, Héctor Tizón, entre otros. Tradujo a muchos destacados autores del francés, italiano, portugués y gallego, Además de Pessoa y Celan, Cesare Pavese, Giuseppe Ungaretti, Paul Éluard, Gillo Dorfles, António Ramos Rosa, Marguerite Duras, Eugenio Montale, Carlos Drummond de Andrade, Jacques Prévert, Sophia de Mello Breyner Andresen, Dino Campana, Guillaume Apollinaire, Charles Baudelaire, Murilo Mendes, Antonin Artaud, Manuel Bandeira, Umberto Saba. Rosalía de Castro, Paul Valéry, Olavo Bilac, Stéphane Mallarmé, Pier Paolo Pasolini, André Breton, Lêdo Ivo, Georges Schehadé, Machado de Assis, René Char, etc. Editado en Argentina, Bélgica, Colombia, España, México, Venezuela, Francia, Brasil, Italia, Cuba, Chile y, en breve, Galicia e Inglaterra. Escribió textos para cine, como el célebre corto metraje Faena. Suele escribir sobre artes visuales, y sus libros fueron ilustrados por grandes artistas argentinos: Libero Badii, Alfredo Hlito, Juan Grela, Clorindo Testa, Rómulo Macció, Rogelio Polesello, Guillermo Roux, Miguel Ocampo, Josefina Robirosa, etc. Entre otras distinciones recibió: Premio Nacional de Poesía; Orden Alejo Zuloaga de la Universidad de Carabobo (Venezuela); Premio Konex de Poesía; Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía; Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras; Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires; Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia); Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional. La Universidad de Princeton se hizo cargo de su archivo personal (epistolar y fotográfico), en proceso de catalogación. En París, Éditions Gallimard acaba de publicar Correspondance (1952-1983), que lleva su prólogo: Ren�� Char et nous; y Éditions Caractéres La lumière et les cendres / Milonga pour Juan Gelman, de Jacques Ancet, bilingüe, con su traducción castellana y prólogo: Avec Juan, sans Juan. Lengua viva es su primer y hasta el momento único trabajo publicado por Eduvim, donde además dirige la colección La gran poesía.
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"Al final viene otro inicio", fragmento de la novela "Inicio" de Daniela Pasik
Inicio relata el comienzo de una relación sentimental entre D. y H. Pero más que eso, se trata de una sagaz observación que D. hace de sí misma: una madre soltera de casi 30 años. Con una prosa contundente, la narración acompaña a D. en sus encuentros y desencuentros con H. durante sus excursiones por la ciudad los sábados a la noche, cuando la hija de D. queda al cuidado de su padre. A continuación, reproducimos el primer capítulo de esta novela que integra nuestra colección Temporal -narrativa del bientenario.
La horrible vecinita llora a las 22.38 de un sábado a la noche en el que D no tiene plan, su hija no está, y ella se sienta en el living a cumplir lo que considera su condena: escuchar a esa nenita ajena pegar alaridos de pendeja malcriada. No quiero más hijos. Por suerte la mía ya creció.Por suerte es grande y yo soy joven. Por suerte la tuve en vez de empezar la facultad. Por suerte tengo que ser siempre responsable, incluso los sábados que se va a lo de su papá, que por suerte es un pelotudo importante. Ah, por suerte existe la suerte.
D da vueltas en su departamento y no sabe si llamar a Bily para salir, tal vez está con H, o si mejor quedarse en su casa. La nenita esa sigue llorando y no da pena, daría. Odio a las criaturas. Criatura. Pero qué palabra más macabra. Si yo fuera de verdad un extraterrestre, vendríaa la Tierra en forma de recién nacido. Así nadie me haría daño, porque se me vería muy frágil, pero en realidad lograría que todos hagan lo que yo quiera al ritmo de mis berrinches. Por suerte, el equipo de música no anda. No tengo ganas, todavía NO TENGO GANAS de prender la tele para tapar ese llanto. Para detener un rato el tiempo.
El living es más chico de lo que parece. No hay escape. D da dos pasos a la izquierda, mira su cuarto, empieza a ir, pero entra a la cocina. La nenita de al lado sigue llorando. Sólo quisiera que se ahogue. Se pone a buscar ollas aunque no tiene hambre y odia cocinar. Hace mucho ruido a propósito. Si me molesta a mí, que les moleste a todos. D decide exaltar más a la nena esa. A ver si el pelotudo del padre puede calmarla, eh: a ver. Tira al piso tres fuentes. Estruendo en uno, dos, tres. Ah, qué suerte. Ahora grita más.
D tiene náuseas. Por suerte, mi vecino habla en idioma bebé y lo escucho desde la cocina. D guarda las fuentes adentro del horno. Por suerte, al lado vive este cuarentón con su estúpida familia. D pone las ollas en el mueble de debajo de la bacha. Por suerte, es semipelado arriba con pelo largo en una colita por detrás. D respira. Por suerte, me saluda en el ascensor y me acerca demasiado la panza cervecera. D abre la canilla. Por suerte, me habla del clima cada mañana cuando salgo para el trabajo. D se sirve un vaso de agua. Por suerte, menos mal, tengo un trabajo al que ir cada día de la semana, igual que él.
D no toma el agua. Te merecés esa hija fea y también a tu esposa bobalicona, cuarentón de al lado. D cierra la canilla. Apuesto mi wok y todos los brotes de soja que hay en mi heladera a que adentro de su cabeza hay moho. D tira el agua en la bacha. Y en la tuya, humedad. D sale de la cocina.Por suerte no se callan. D mira la pared que comunica con la casa de al lado. Qué suerte.
D va al baño a buscar su ansiolítico, que está escondido en un pote viejo y vacío de crema para que su hija no lo encuentre. Basta. Abre la caja; sólo queda media pastilla. Le tiemblan las manos cuando intenta sacarla del blíster. Se le cae al piso. En el baño no hay luz porque se quemó la lamparita hace un mes. El estómago de D comienza a transformarse en un puño. Mirá que tengo suerte, eh.
D corre, no camina, a la cocina y manotea, no agarra, la caja de fósforos. Vuelve al baño. Vuelve despacio. Se arrastra por el piso oscuro. Tantea la rugosidad de las baldosas con una mano y se quema los dedos de la otra con el fósforo que se consume, pero encuentra su pastilla. Está atrás de unas pelusas. La agarra. No me importa nada más que la media dosis y yo, tomándola. La sopla. Se apoya la pastilla debajo de la lengua y la deja disolver. Cierra los ojos y espera. Se queda en el baño.
Hay un momento de paz y silencio, cierta frescura. Suena el celular. D se asusta. No es un llamado, es un mensaje de texto. Puede ser H. D se incorpora. El SMS dice “¿Nos vemos?”. D intenta levantarse. H no tiene mi teléfono. D apoya la espalda en los azulejos. Es el pelotudo demi ex para preguntarme qué le hace de comer a mi hija. D se instala debajo de la bacha. Es Movistar para avisar que si no recargo crédito me cortan la línea. D ocupa sólo dos baldosas. Mejor no saber. D ya no escucha a los vecinos. D siente que tiene suerte. Posta.
Respira. Se apoya una mano en el pecho y se presiona levemente el corazón. Por ahí es Bily, para salir con H, los tres otra vez. Siente ganas reales de ir a ver ese mensaje de texto. No es Movistar, no mandan mensajes de texto los sábados a la noche. Siente mariposas en el estómago y arañas en los pies. No es por la cena de mi hija, ya es tarde.Se levanta de golpe, decidida, y desencaja la bacha de un cabezazo. Movistar sí manda mensajes de texto los sábadosa la noche. Le duele la mollerita. Mi ex no tiene idea de la hora que es. Vuelve a sentarse. Ay. Le late la cabeza. Qué suerte. Le late el cuerpo entero.
Desde el piso, D oye caer una gota. Qué suerte. Está mareada. Rompí el lavamanos. Decide que lo mejor es ir a Farmacity URGENTE porque ahí tienen todo lo que hace falta, no importa la hora, siempre. Lista mental: aspirinas, Fastix, ansiolíticos. D se arrastra fuera del baño. D está en el palier. D se escurre en el ascensor. D llega a la calle. D toca un timbrazo violento a los de al lado. Qué suerte si te despierto a la criatura, cuarentón. D camina rápido. Mirá si el vecino baja indignado. D está en la esquina. Qué suerte,¿no? D dobla y le late fuerte corazón, le lastima el esternón.
Las luces blancas de la megafarmacia la atraen como si ella fuera una mosca. Revolotea entre las góndolas y llena una canasta con cosas que no pensaba comprar. En la cola de la caja, agarra un boleto para un concurso. Dice: “El ganador podrá elegir cualquier destino en la Argentina para viajar de a dos”. Si ganara, pediría ir a El Tropezón o a cualquier otro lugar en el sur del conurbano bonaerense. La cola es larga. Al señor que entrega premios le voy a decir “quiero ir a Florencio Varela”.
La cola no avanza. “No, no sé con quién viajaría, señorde los premios, porque no se me ocurre un ser humano conel que me interese ir a ningún lado”. La cajera es lenta. “Loúnico que puedo decir es que tengo un ansiolítico disolviéndosedebajo de la lengua y que ya sé que el mundo no estáhecho para mí, señor de los premios”. Adelante, sólo queda una vieja que se demora en encontrar la plata en su billetera.
Le grito al señor imaginario que entrega premios de verdad. Ya está parada frente a la cajera. Para viajar de a dos. Hay que pagar. Qué suerte.
La cajera revisa la caja del ansiolítico, el Fastix, la tira de aspirinas, la tableta de chocolate con almendras, la Coca Light y el baño de crema que D nunca se va a poner. Los dedos de la cajera tocan con cierto desprecio todas esas cosas que D acaba de comprar con la plata destinada a las expensas. D termina de entender que el concurso lo va a ganar un pibe que probablemente trabaje en un banco. Seguro que va a ir a Cataratas con su novia, a la que le debedecir “gorda”.
D extiende dos billetes de cien y la cajera le pide cambio con tono monocorde. D sólo tiene esos dos billetes de cien. No me va a dejar llevarme mis cosas. D trata de explicarle cuánto necesita el Fastix. Le ofrece completar con chicles, pilas y lo que sea, LO QUE SEA, hasta llegar a un número redondo. La cajera le arranca los billetes de la mano a D, tira el vuelto sobre el mostrador y dice “el que sigue”.
D sale a la calle abrazando su bolsa blanca llena de cosas. Soy una chica. Las luces de los autos la encandilan y sigue caminando. Soy una chica de. Un grupo de adolescentes exaltados la lleva por delante y sigue caminando. Soy una chica de suerte. Entra a su edificio. ?. Desde el departamento de al lado se oye a Barney cantar a todo volumen y hay olor a guiso quemado en el pasillo. Ja. D entra a su casa dispuesta a ver la tele y descubre que se cortóla luz. Qué suerte.
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Sobre Daniela Pasik. Entre 1999 y 2001 trabajó en lamaga.com como especialista en artes plásticas, teatro y cine. Desde 2002 hasta su disolución en 2006 formó parte del Proyecto Venus, una micro-sociedad autogestionada basada en la “tecnología de la amistad” que reunió la primera comunidad online de artistas y científicos. En 2003 fue becada para realizar un curso de capacitación laboral en el diario Clarín y trabajó en el suplemento Sí! Durante 2004 y 2005 fue editora de la revista Haciendo Cine. Desde 2006 hasta finales de 2008 trabajó como redactora en el Diario Perfil. Actualmente es colaboradora de las Revistas Brando y Llegás a Buenos Aires, entre otras. En 2009 publicó la micronovela Historia de una chica que se enamoró de un pez (Editorial Funesiana); en 2010, el libro de crónicas Hacerse (Grijalbo) y el de poesía Átomos (Ediciones Tiramisú). Inicio es su primer novela, a la vez que su primera y única colaboración con Eduvim.
http://www.eduvim.com.ar/libro/isbn/9789871727513/inicio
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"Mierda": relato inédito de nuestro autor Fernando del Rio
Un violento graffiti sobre un mapa de la Argentina sirve a Fernando del Rio (autor de "Chinardos" - Eduvim Literaturas) para repensar el período más oscuro de nuestro país, el papel que jugaron sectores de nuestra sociedad y la peligrosa desmemoria que pratican algunos.
Necesito advertir antes de empezar este capítulo que entrego la fidelidad del relato a mi memoria, la que está bastante fragmentada a raíz de una infancia nómada. De todos modos lo intentaré, como ya lo he hecho en varias ocasiones desde que me dediqué a escribir estos textos. Sé que voy a caer en exageraciones, frases inventadas y descripciones demasiado precisas, pero es una licencia que me tomo para poder reconstruir esta historia.
Quiero decir que el culpable soy yo. Han pasado muchos años. En un principio fue difícil, doloroso, guardar este secreto, pero luego esa incomodidad del alma se fue diluyendo y ahora creo que fui un boludo, que debí haberlo dicho antes. Pero no lo hice, acaso por miedo, tal vez por orgullo, quizá tan sólo por boludo. Es cierto, pasaron años sin que me acordara de eso y sin que existiera un motivo para revelarlo. Ahora lo voy a hacer, pero sé que es tarde.
Fui culpable por lo que ocurrió aquel día del año '79, en el aula de sexto grado, en la clase de historia a cargo del maestro Rincón González. Íbamos a recibir una lección -ahora que lo pienso, anacrónica y paradójica- de emancipación e independencia (esto lo recuerdo con increíble nitidez) y por eso el maestro había mandado a pedir para la segunda hora un mapa de Argentina. Esteban Godoy, el de la primera fila de todos los años, volvió de la biblioteca con el mapa en el mismo instante en que sonaba la campana del recreo. Imagino -porque no recuerdo- que el maestro le ordenó que lo colgara del gancho saliente del borde superior del pizarrón. Mientras lo hacía, todos empezaron a salir al recreo, pero yo me retrasé adrede.
Con el mapa ya desplegado por su propio peso -Godoy lo debe haber dejado caer y sin mirar debe haber salido disparado hacia la puerta como todos los demás- lo enfrenté y con un marcador escribí la palabra "mierda" abarcando las provincias de Chubut, parte de La Pampa y Buenos Aires. Temeroso por ser descubierto, me refugié en la puerta y después salí.
Tengo bien claro, a pesar del paso del tiempo, que quien me impulsó a escribir eso fue mi abuela, la mamá de mi papá. En aquellos días, a mi viejo lo habían metido preso los militares y en mi familia no tenían ni idea dónde estaba. Yo era chico y no entendía cosas que entendí después. Pero mi abuela, destruida como podría estar cualquier madre a la que le arrebatan un hijo, trataba de explicarme. Me decía cosas como: "Este país es una mierda. Yo le dije a tu abuelo, que en paz descanse, que no viniéramos acá. Mirá ahora. Andá a saber a dónde lo tienen al Alfredo. Es una mierda este país, nos tenemos que ir". Tal vez no me dijo todo eso, pero "este país es una mierda", seguro, porque era una frase de ella. Incluso cuando estuvimos en España, había ocasiones en que estaba de malhumor, ya en sus últimos años, y repetía esas palabras.
A mi abuela yo la quería mucho, siempre me daba todos los gustos por ser el nieto más pequeño, beneficio que luego perdí a manos de mi hermana. Pero, por eso, como quería mucho a mi abuela fue que me decidí a escribir aquella mañana "mierda" en el mapa de Argentina.
En la escuela había ideado yo una caligrafía que borraba cualquier rastro conducente hacia la identidad del autor. Consistía en mover el lápiz (o con lo que se escribiera) de manera frenética, casi espasmódica, al tiempo que se dibujaba la letra requerida. La palabra escrita terminaba siendo una especie de temblor. No había manera de que descubrieran al autor. Así había escrito "mierda". Fue una obra maestra que trajo algunos problemas, porque en aquella época cualquier acto de rebeldía -sí, ese fue un acto de rebeldía para ellos- era tomado como una falla genética.
Recuerdo que el profesor Rincón González se puso furioso al regresar del recreo. Al principio, misrimían la risa como podían, al igual que yo, pero a medida que aumentó la alienación del profesor la situación fue cambiando. Yo sabía que me había metido en problemas y la única forma de evitar las consecuencias era preservando la verdad, la única verdad, la que tuve y tengo.
Ese día no terminó más. El profesor llamó a la rectora y también al tipo de la biblioteca. Ellos tres estaban en el frente, con el mapa a un lado, y nosotros sentados en los pupitres escuchando el sermón. Intentaron algunos métodos para obtener una confesión, uno de ellos, el más traumático, fue el de llamar a cada uno de nosotros y preguntarnos si sabíamos quién había sido. No nos preguntaban si éramos los culpables, querían que delatáramos a quien lo había hecho. Como respondimos que no (lógico, nadie me había visto), nos castigaron sin recreos por una semana, prohibieron que fuéramos al camping del día de la primavera y nos tomaron examen en todas las materias. Algunos lloraban por la injusticia. Yo era el único que no lloraba; sabía que mi caso no era una injusticia, que me lo merecía. Después hicieron una reunión de padres. Fue mi mamá, pero no prestó mucha atención, tan así que jamás me dijo nada. En mi casa de lo que menos se hablaba era de mis tareas escolares.
Pero no quiero apartarme de aquel día porque antes de volver a casa, Rincón González dijo la frase que hoy motiva esta confesión y que recuerdo con certeza. Se paró entre la rectora y el bibliotecario y gritó: "Les prometo que voy a descubrir al malnacido que escribió esto y traicionó a la Patria". "Malnacido", dijo.
Aquel mediodía no comí, pero hasta ahí duró mi remordimiento. Después pasaron muchas cosas que me hicieron olvidar. Mi viejo apareció una tarde lleno de cicatrices y a los dos días estábamos saliendo para España. También estuvimos en Francia y en Holanda. Pero quien se va, muchas veces regresa, y yo regresé a los 20 años.
Después de mi regreso, se sucedió la vida, con situaciones que incluso ya les conté. Hace un par de meses, mientras paseaba con uno de mis sobrinos a la espera de ir a buscar a su trabajo a la mujer de mi hermano, me paró un hombre por Corrientes, casi llegando a San Martín. Era Godoy. Él me reconoció a mí. Hablamos de todo un poco hasta que me comentó que había visto en el diario la semana anterior un aviso fúnebre del maestro Rincón González. Entonces Godoy y yo tuvimos un diálogo que intentaré reproducir:
-Che, ¿te acordás del quilombo que se armó con el mapa aquel día? ¿Era sexto grado, no? Yo no me olvidé más de eso. Es una de las pocas cosas que me quedaron grabadas.
-Sí, claro que me acuerdo -le respondí.
-Pensar que Rincón dijo que iba a descubrir a... ¿cómo fue la palabra que usó?
-Malparido -dije haciéndome el distraído.
-No, no. Malnacido. Al final nunca lo supo. ¿Vos supiste quién fue?
-No.
-¡Qué linda época no! Cómo me gustaría ser como éstos de nuevo -deseó acariciándole la cabeza a Danielito. Bueno, vos también la pasaste bien, con tu viejo consiguiendo esos laburos en Europa. Viajando. Yo nunca salí de Mar del Plata.
Qué imbécil este Godoy. Treinta y pico de años de estupidez. No lo puedo creer. Después nos despedimos, con la promesa de llamarnos por teléfono. No voy a cumplir, de la misma manera que no cumplió Rincón González. Nunca supo que fui yo. Ahora es tarde confesarlo. Sin embargo, pensándolo bien, esto no es una confesión, al fin y al cabo, ¿quién podrá leer este texto algún día?
--- Fernando del Río nació en Mar del Plata en 1972. Es periodista desde su adoelscencia y la mayor parte de su carrera la realizó en el diario La Capital, donde es el actual jefe de la sección Policiales. Es autor del libro de cuentos Botellones de Aire y las novelas Que así sea (2010), Furca, La cola del lagarto (2009) y El geriátrico (2011), estas dos últimas en colaboración con Sebastián Chilano. Participó en antologías con algunos de sus cuentos. Obtuvo diversos premios, entre ellos el Lobo de Mar 2009 a la literatura, Premio Alfonsina y Premio Osvaldo Soriano. Fue fundador de la revista marplatense El brote de dicho periódico y director del Festival Azabache. Con Eduvim ha publicado la novela Chinardos, título que integra la colección Eduvim Literaturas.
http://www.eduvim.com.ar/libro/isbn/9789876991476/chinardos
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Maternidad, belleza y sexualidad: entrevista a Esther Gerritsen, autora de "Sed"
Esther Gerritsen es la autora holandesa que ha logrado convertir una novela sobre una madre e hija en un profundo juego literario sobre diálogos internos y el rol de la mujer. Sed es la obra de Gerritsen que ya ha sido traducida al inglés, al alemán, al árabe y que ahora Eduvim pone a disposición para lectores hispanohablantes.
Por Lisa Devaloza
– No es fácil escribir sobre la maternidad y la condición de "hija" sin caer en lugares comunes. ¿Cómo surgió, o cómo se te ocurrió esta historia?
– La relación entre madres e hijas no fue lo que pensé desde un comienzo. Quería escribir sobre una mujer y su amor por las cosas materiales. Entonces empecé por el personaje de la madre que estaba recordando su vida por medio de todas las cosas que tenía y los recuerdos que le traían. Al escribir sobre este ser humano, apasionado por el orden y la prolijidad, pensé: ¿qué puede ser lo peor que le puede suceder a alguien así? Tenía que tener una hija.
Una hija desordena el orden. Incluí al personaje de la hija en la novela y le di una personalidad totalmente diferente.
Para mí, el libro no es tanto sobre madres e hijas, sino sobre dos costados que tenemos los seres humanos. En este caso, costados divididos en estas dos personas. Para ser sincera, no me reconozco en esta relación, sino más bien en dos personas que son parte de mí en un diálogo íntimo constante.
– Maternidad, sexualidad, “belleza”, etc., la idea del “rol de la mujer” en general es un tema de debates que trascienden límites políticos y culturales. Hablando en términos más sociales que literarios, ¿cómo pensás que tu libro será recibido por la comunidad hispanohablante?
– La pregunta presupone que conozco algo acerca de la comunidad hispanohablante, pero no es así. Lo que fue interesante en Holanda fue que el público tenía críticas sobre lo mala que era la madre, pero no así sobre el padre. Resulta muy fácil pasar por alto lo ausente y débil que es la figura paterna en el libro. Se espera más de una madre que de un padre, tanto por parte de los lectores como de los personajes del libro.
– El narrador es un elemento fundamental a la hora de comprender ciertas dinámicas internas de los personajes. ¿Cómo fue la construcción de esta voz que varía entre la primera y la tercera persona? ¿Qué criterio usaste para decidir qué dice el narrador en primera persona y qué dice el personaje?
– Para poder comprender el personaje de la madre, hay que escuchar sus pensamientos. Mi intención era mostrar cómo actuaba –cuán extraña a veces– y cómo esto afectaba otras personas sin que deje de ser un comportamiento lógico en su cabeza.
Me toca actualmente ser una de las escritoras de un libreto basado en el libro y resulta interesante ver cómo, en el proceso de escritura, nos dimos cuenta que podemos dejar que el público logre entender a la hija con sus acciones y con sus palabras, pero no así con la madre. Allí su mundo interior es más importante para comprenderla. Por lo tanto, decidimos que hable directamente a la cámara, de modo tal de poder ver cómo estos dos mundos, su mundo interior y su vivencia con otras personas, entran constantemente en conflicto.
– La historia está atravesada por lo que no se dice, y sin embargo, hay muchísimo diálogo. ¿Esta tensión fue buscada desde el principio? ¿Por qué elegiste este tipo de 'discurrir'?
-Me encanta el diálogo. Las personas hablan –al menos, las que yo conozco–, hablan todo el tiempo. Esto no quiere decir que haya una mejor comprensión del otro, solo significa que lo intentan, desesperadamente.
En el libro, quienes aparentemente tienen las conversaciones menos atractivas son Elisabeth y su peluquero, se la pasan hablando pavadas, pero ellos sí logran entenderse perfectamente. Es su forma de hablar que los pone contentos, es su modo de conectarse.
– Pensando en tradiciones que pueden estar en juego en tu escritura, ¿hay algunos autores que te hayan inspirado al momento de escribir Sed?
– No al menos que sea consciente de ello. Cuando escribo, me dejo llevar del todo por los personajes y dejo que ellos dirijan la historia.
-- Esther Gerritsen (Países Bajos, 1972) es dramaturga y escritora de ficción. Se crió en Gendt y estudió teatro y literatura en la Escuela de Artes de Utrech. Publicó Normale dagen (2005), De kleine miezerige god (2008), Superduif (2010), Dorst (Sed, 2012) y Roxy (2014), además de varias obras de teatro y guiones. En 2014 ganó el Premio Trienal Kellendonk Oeuvre. Sus últimas tres novelas fueron seleccionadas para el prestigioso Premio Libris. Sed, título que integra la colección Eduvim Literaturas, es su segunda colaboración con nuestro sello, después de participar en la antología Narrar Ámsterdam (2013).
http://www.eduvim.com.ar/libro/isbn/9789876993128/sed
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“No más venganza” o los sentidos del terrorismo
Daniela Spósito, autora de "Prensa gráfica oligopólica, (in)seguridad y Estado", título de próxima aparición en nuestro sello, opina sobre el controversial editorial del diario La Nación luego de la elección de Mauricio Macri como presidente.
“No más venganza”, el editorial publicado en La Nación el día después de las últimas elecciones presidenciales en la Argentina, reactualiza la teoría de los dos demonios. El terror insiste a lo largo de la pieza discursiva publicada en el contexto de asunción de un nuevo gobierno que se define por su propuesta neoliberal y su voluntad de asociarse y endeudarse con organismos financieros trasnacionales. La institución mediática –miembro de un conglomerado corporativo– hace referencia explícita a los “grupos terroristas que asesinaron (…), que sembraron la anarquía en el país y destruyeron vidas y bienes” en los setenta, quienes “no pueden gozar por más tiempo de un reconocimiento histórico”. Los analoga en una misma línea de sentido a los terroristas que asesinaron personas en Paris este año y a la izquierda kirchnerista. La nueva coalición triunfante arribó al poder con apoyo del oligopolio mediático del cual La Nación forma parte, con un andamiaje discursivo anclado en la lógica del marketing y la autoayuda y en el que insisten valores morales como la paz y la unión entre todos los argentinos. La apelación a “la revolución de la alegría” de “Cambiemos” (una conjunción de ideas de Durán Barba y waltdinescas) se opone sin decirlo a los sentidos de la revolución de los setenta que propiciaban un cambio en los modos de distribución de la riqueza, al tiempo que elude la plataforma macrista, sostenida en un retorno al conservadurismo, y a las políticas neoliberales de la última dictadura. Con un gabinete dominado por CEOs de corporaciones financieras trasnacionales que proponen una vuelta siniestra al sistema de endeudamiento público, el triunfo de “Cambiemos” puede leerse como un retorno trágico al neoliberalismo económico habilitado por la última dictadura y continuado por el menemato. La campaña, vacía de argumentos y plena de referencias a la reconciliación, se inscribe en el mismo campo de sentidos que administra, gestiona y reactualiza La Nación en el editorial que desplaza la discusión acerca de las políticas del gobierno que se inicia.
Los medios constituyen un brazo fundamental en el proceso de reorientación instrumental que atraviesa la escena contemporánea, definida por una nueva gestión que propone achicar el gasto público en aras de una gestión técnico–gerencial de la política devenida empresa, y de la reconversión de un Estado que ha incrementado su presupuesto en políticas sociales en un Estado que subsuma la política en una ecuación costo-beneficio. Se trata de un trastocamiento en la lógica del campo empresarial, en el que el Estado social debe ceder autonomía bajo la lógica del capital concentrado y del mercado, cooptado por intereses corporativos que rigen al nuevo Estado técnico–administrativo, preocupado por una gestión eficiente para la cual los derechos constituyen un gasto.
La opinión del diario portavoz de los sectores en los que se concentra el capital financiero y jurídico, elude las condiciones histórico–políticas que condujeron a los sucesos de los setenta, cuanto las razones que impiden la unión que se invoca. Tanto en el discurso de “Cambiemos” como en el del diario, toda posibilidad de debate acerca de la desigualdad social queda obturada. El desacuerdo, el conflicto, el antagonismo constitutivo de toda sociedad democrática en la que persiste la injusticia social se anulan en una voz monológica y autoritaria que impone como legítimo un sentido restringido de la justicia que vulnera los derechos humanos y deshistoriza y despolitiza la relación entre violencia y pobreza. Discurso único que invoca la unión nacional, a la vez que habilita políticas de explotación y acumulación del capital en pocas manos en el nombre de la paz y del orden.
“No más venganza” produce imaginarios del terror que legitiman una violación a lo instituido por el poder judicial al afirmar que lo investigado y dictaminado por la Justicia es una “violación a los derechos humanos”. Se trata de una operación de trastocamiento significante en el que se pervierte el sentido democrático de la Justicia. Al prescribir desde el tribunal mediático la destitución de la legalidad vigente, se instaura la violencia jurídica como tolerable.
Con una fuerte interpelación prescriptiva, La Nación indica al gobierno entrante y al Poder Judicial la necesidad deontológica de seguir una serie de obligaciones “indispensables”: que los represores y genocidas juzgados por crímenes de lesa humanidad que estén en edad avanzada cumplan su condena de forma domiciliaria y que no se avance en las investigaciones y el juzgamiento de civiles, sobre todo si se trata de magistrados o ex magistrados.
Esta demanda de un estado de excepción como paradigma de técnica de gobierno en tiempos de democracia (Agamben), en el cual se anule el sentido de la justicia que han impulsado los juicios contra los represores, genocidas y los cómplices civiles de la dictadura del 76, es un ataque de violencia simbólica por parte de la institución mediática. El editorial amenaza el límite de lo que los juicios a los militares y civiles cómplices de la última dictadura han sellado como lo indecible hasta el momento: la posibilidad de una vuelta atrás en lo juzgado o en lo que se ha decidido juzgar desde la legalidad establecida.
Así, se anticipa a las políticas de derechos humanos que pueda continuar el nuevo gobierno (comienza citando a quien se rumorea podría ser la futura Secretaria de Derechos Humanos del macrismo) y, a la vez y sobre todo, construye una amenaza latente hacia aquellos sectores de la sociedad civil que en la última década han consolidado sus vínculos y han participado activamente del proceso de enjuiciamiento a los genocidas.
El artículo se enmarca en el proceso de reconfiguración de espacios normativos supranacionales que facilitan la circulación del capital internacional, el cual necesita de reordenamientos jurídicos que modifiquen o anulen decisiones tomadas por el Poder Judicial en la forma de leyes que tengan “inmunidad” (da Souza Santos) para no respetar el Derecho establecido (los juzgamientos de delitos de lesa humanidad). Proceso para el cual es clave el aparato de fijación de sentidos propiciado por el medio que coadyuva a la constitución de consensos legitimantes de las decisiones políticas tomadas por corporaciones supranacionales que influyen sobre el futuro gobierno local.
Esta nota, que refleja la opinión del diario de los Mitre–Saguier[i] y los intereses a los que el grupo responde, constituye una pieza de terrorismo mediático en la que se pervierte el sentido democrático de la justicia mediante un procedimiento discursivo en el cual se la analoga a la venganza, el terrorismo y el fascismo. Esta operación asociativa presenta como equivalentes términos con sentidos opuestos –democráticos y antidemocráticos– y conduce a la conclusión falaz de que la justicia (la democrática) deberá “quedar sepultada para siempre”. Esa cadena de significantes asociados al pánico moral (Hall) construye como principal adversario al gobierno kirchnerista, a sus militantes defensores de los derechos humanos y a los sectores de la Justicia que han juzgado y procesado a militares y civiles cómplices de la última dictadura.
Con tono pedagógico, el editorial se autoerige como fuente única de inteligibilidad universal. Desde esa posición ubicada en el plano intemporal de la verdad, ofrece a las nuevas generaciones –opuestas en el discurso a la juventud que protagonizó la lucha armada en los setenta– su versión de la historia y de la justicia como único relato posible. La publicación aparece en un contexto en el que la escena pública alberga en el entramado de los numerosos e indeterminados rumores amplificados por el oligopolio mediático una posible resistencia armada de los jóvenes de La Cámpora ante el asalto neoliberal del nuevo gobierno. El relato de los años setenta se construye desde una retórica bélica según la cual hubo una “matanza indiscriminada” contra toda la sociedad protagonizada por aquellos a quienes el kirchnerismo, según el diario, califica como “juventud maravillosa”. El discurso apela a la pasión política del miedo para construir a los militantes k –punto fuerte de la oposición al macrismo– como amenaza: ellos son la juventud que podría, de manera análoga a lo sucedido en los setenta, protagonizar una matanza sobre todos nosotros. En tal sentido, representan aquello a lo que la sociedad debe temer a la vez que atacar para salvaguardar su supervivencia.
La eficacia pragmática de esta pieza publicada “en el momento propicio”, como lo asegura en su desarrollo, reside en la amenaza escatológica que auspicia. La provocación que ha instalado en el debate público opera como mecanismo de presión al nuevo gobierno pero también, y sobre todo, constituye una amenaza de muerte hacia todos los ciudadanos encarnada por aquellos sectores propuestos a resistir a los mandatos corporativos que el gobierno que se inicia tomará como propios. Con una cadena de términos ligados a la pasión política del miedo, se impone una agenda enfocada en la amenaza del retorno del terror de los años setenta, si es que la nueva administración no modifica los criterios de Justicia defendidos por la gestión saliente.
Este artículo se inscribe en un entramado jurídico polémico. Fue el kirchnerismo el gobierno que sancionó la Ley antiterrorista que hoy deja una puerta abierta al gobierno entrante para perseguir a aquellos que realicen acciones “terroristas” –término que remite a la denominación compartida por la última dictadura y por La Nación para designar a aquellos que atenten contra el orden establecido–, definidas estas por quien porte autoridad para emitir con legitimidad suficiente la palabra verdadera. Esta Ley, sancionada en el 2007 (y modificada en 2011) en el marco de las recomendaciones del GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional), promueve la prevención (concepto que habilita la discrecionalidad y la arbitrariedad, puesto que se previene respecto de lo que se sospecha en base a inferencias indiciales; se trata de algo que no ha sucedido ni se puede asegurar que sucederá), la investigación y sanción de actividades delictivas “con finalidad terrorista”. Además, eleva al doble la pena para los casos en que "alguno de los delitos previstos en el Código Penal hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo".
En su ambigüedad, puesto que los Jueces pueden interpretar de manera libre lo que consideren “acciones terroristas” o “actos extorsivos a las autoridades”, la norma promulgada por el kirchnerismo constituye una herramienta legal que habilita la posibilidad de que la protesta social contra el nuevo gobierno pueda ser calificada como acto terrorista. En el momento de su sanción, numerosas organizaciones de la sociedad civil elevaron su voz contra esta Ley, enmarcada en una serie de otras leyes antiterroristas sancionadas en la región con el impulso del GAFI. Sus argumentos esgrimen que se trata de medidas para poner bajo el control y la evaluación de los inversores “la administración del rango de países seguros para la inversión”. Pérez Esquivel opina que esta Ley “viola los derechos humanos”. Por su parte, Zaffaroni asegura que el GAFI “se toma atribuciones que no tiene y extorsiona a nuestro país”. El ex juez de la Corte Suprema señala que “el objetivo de esta Ley no es prevenir el terrorismo, sino controlar el movimiento financiero”.
Siguiendo esta última aseveración, se abre el interrogante acerca de si es posible encontrar alguna continuidad en las interpretaciones acerca del terrorismo en “No más venganza” publicado por La Nación tras el triunfo del macrismo, en la Ley antiterrorista sancionada por el kirchnerismo y en los usos del término propuestos por la última dictadura cívico-militar.
Por Daniela Spósito – UNC / Magister en Comunicación y Cultura Contemporánea – Doctora en Semiótica.
[i] La Nación es el segundo diario del país después de Clarín, oligopolio con el que es socio en algunas empresas periodísticas. Fue fundado el 4 de enero de 1870 por Bartolomé Mitre. Hoy Matilde Noble Mitre de Saguier, tataranieta del fundador, tiene el 65,91% del diario junto a sus hijos Julio César y Fernando. El diario es dirigido por Bartolomé Mitre, séptimo director desde el general homónimo que lo fundó. José Claudio Escribano es el director periodístico. La Nación responde a los intereses de los sectores socioeconómicos altos, liberales y conservadores, en especial, los de la franja agro ganadera pero también, en las últimas décadas, al empresariado y al sector financiero. En sus páginas, asume la defensa del libre mercado. El lema del diario es, desde su fundación, "La Nación será tribuna de doctrina". Su objetivo, explicitado en su Manual de Estilo, consiste en difundir los principios de la “nacionalidad” y de las “garantías institucionales”. El mayor enriquecimiento del diario La Nación se registró durante la última dictadura, régimen que propició y bendijo desde sus páginas. La dictadura cedió a La Nación, Clarín y La Razón la empresa que entonces monopolizaba el papel: Papel Prensa, lo cual produjo un proceso de acumulación creciente inusitada de los haberes del diario.
Es importante destacar que, tras la publicación de “No más venganza”, todos los trabajadores de La Nación repudiaron el artículo en un comunicado conjunto, poniendo en juego su fuente de trabajo. Un gesto difícil de imaginar antes de las políticas en materia de Derechos Humanos impulsadas por el kirchnerismo.
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La historia mirada desde arriba: La Nación y la ilusión de atemporalidad
Estela Schindel, autora del libro "La desaparición a diario -sociedad, prensa y dictadura (1975-1978)", título de recientemente publicado por nuestro sello, reflexiona en torno al polémico editorial del diario La Nación.
La pieza editorial publicada por La Nación la mañana siguiente a las elecciones presidenciales no puede pensarse por fuera del tradicional rol que este diario se ha adjudicado a sí mismo a lo largo de su trayectoria. Procesos por crímenes contra la humanidad que adjudican a los acusados garantías legales con las que sus víctimas jamás contaron, abren la posibilidad de una mínima reparación a los afectados directos y, de algún modo, a la sociedad toda, y son considerados ejemplares a nivel internacional, son descalificados allí rápidamente como “ansias de venganza”. Las operaciones de tergiversación y mala fe que alimentan el texto fueron desmanteladas y repudiadas prontamente, su intención intimidante claramente denunciada. A pocas horas de elegido un nuevo gobierno, el texto debe interpretarse como una demostración de poder del diario: quiere advertir a los representantes electos que se arroga el derecho de delimitar el terreno e imponer su agenda. Se trató también, posiblemente, de un globo de ensayo destinado a medir de algún modo la temperatura social respecto al tema: las reacciones, su rapidez, su intensidad, sus emisores, informan sobre el estado de la opinión pública en lo referente a los crímenes de la dictadura y su juzgamiento. De paso, el cuestionamiento a los juicios se introduce, al menos discursivamente, dentro del campo de lo posible. Aun si el amplio rechazo al editorial llevó al diario a publicar luego una tibia moderación del contenido, donde afirma no abogar por la suspensión de los juicios, su misma posibilidad ha sido ya enunciada: la bola se ha echado a rodar. La pieza indigna y ofende a la ciudadanía pero no puede, en rigor, decirse que sorprenda. La mirada en perspectiva histórica permite entender hasta qué punto esa intervención se inscribe en un rol que La Nación adoptó desde sus inicios y se quiere inmutable a pesar de las transformaciones operadas en la sociedad. En mi libro La desaparición a diario analizo el rol jugado por los principales periódicos y los contratos de lectura sobre los que sostenían su relación con el público mientras se desplegaba el terrorismo de Estado. En el caso de La Nación, se erigió desde sus orígenes como portavoz y a la vez educador de las clases dominantes por encima de sus fraccionamientos y divergencias. Dirigido a las élites políticas y económicas, interpeló desde su propia perspectiva doctrinaria a los gobiernos y al Estado, posicionándose por encima de los pedestres conflictos partidarios. El título del estudio de Ricardo Sidicaro sobre La Nación, La política mirada desde arriba, resume perfectamente ese rol. Allí Sidicaro caracteriza el rol del centenario diario como el de “superyó del Estado”: el encargado, según la definición freudiana para el inconsciente, de apuntar los deberes y prohibiciones. Sus críticas a los gobiernos emplean el tono admonitorio que usaría un padre para reprender a un niño y las advertencias se formulan con la seguridad de quien se encuentra en una situación de autoridad. El lema “tribuna de doctrina” que encabeza la página editorial expresa bien ese gesto de hablar desde un lugar superior e indolente a los cambios de gobierno, algunos peldaños por encima del sucio terreno de la política. El aparato de enunciación que articula La Nación lo coloca así en un lugar que se pretende neutral, exterior y superior a los conflictos que atraviesan y definen los campos de tensiones en una sociedad. Una operación por demás cuestionable en tanto La Nación, como otras empresas periodísticas de la Argentina, es menos un medio de comunicación que se ofrezca como plataforma de exposición de ideas y contenidos que un actor político dispuesto a intervenir en defensa de intereses corporativos concretos. La Nación en dictadura y la suspensión temporal Esta mirada “por encima” también se manifiesta en los modos en que La Nación refirió los acontecimientos de la década del setenta que se analizan en mi libro. Sus editoriales soslayaban entonces toda explicación o contextualización de la violencia política. La voz del diario se pone allí no sólo por fuera de la política sino mismo de la historia, interpretando la violencia política bajo la clave de lectura de la “irracionalidad”. Expresiones como “saña criminal”, “afán vesánico de desencadenar el terror” o “imagen siniestra de la irracionalidad” colocan los hechos por fuera del hacer humano, es decir de la historia, y los acercan más bien a fenómenos insondables o en todo caso inaccesibles mediante la intelección. Para explicarlo por contraste, esta línea interpretativa es muy distinta, por ejemplo, de la posición editorial que ejerce en ese momento (hasta su intervención militar) el diario La Opinión. Ante los mismo hechos y desde una postura también crítica de las organizaciones guerrilleras -y en un primer momento incluso favorable al régimen de Videla- el diario de Jacobo Timerman intenta comprender y contextualizar los hechos armados en un marco político mayor e internacional, es decir, inteligirlos racionalmente. Lo que se define como diabólico y bárbaro, en cambio, es intrínsecamente violento, no puede inteligirse y su retórica difícilmente ayudara a superar la “irracionalidad” y la “confusión”. Allí cesa el ánimo pedagogizante: Para La Nación, los hechos armados no responden a conflictos de intereses ni hay luchas políticas que los subyacen, sino sólo la perversión intrínseca de ciertos individuos, movidos por el “odio ciego” y la “oscura pasión”. La historia y la política desaparecen junto con los actores, y por cierto los activistas, que las portan. En el resto del diario, el efecto de suspensión de la historia que bajan los editoriales es potenciado y amplificado por la redacción ampulosa y anticuada que fue largo tiempo marca de estilo de La Nación. Sus titulares abusan de las oraciones unimembres y de los verbos impersonales, pura sintaxis sin sujeto, como si los eventos advinieran por efecto de una fuerza mayúscula, anónima e inexorable y no como resultado de actores concretos. Emitidos en tono ceremonioso y engolado, ellos potencian la impresión de una historia detenida. En dictadura, las páginas de La Nación construyen el mundo como un sitio previsible e inmutable que debe conservar esa estabilidad. La reactivación del terror La publicación de un editorial como el del 23 de noviembre pasado hace pensar que, aun hoy, en cierto sentido, es como si para el centenario diario la historia no hubiera transcurrido. El efecto de detención de la historia, sin embargo, es grave y potencialmente traumatizante pues se acopla con las consecuencias desestabilizantes a largo plazo del terror y la impunidad. Estudios desde el campo de las ciencias sociales, el análisis de la cultura, y el psicoanálisis han expuesto de qué modo la desaparición y el terror repercuten en las sociedades mucho más allá de la circunstancia temporal de su despliegue. El terror, porque éste genera una amenaza ubicua e indeterminada que, a diferencia del miedo, carece de un objeto concreto e identificable y por lo tanto, se resiste a ser contenido en un marco físico-temporal. La desaparición, porque la falta de información y la dificultad de elaborarla mediante los rituales de duelo disponibles en nuestra civilización producen en los afectados directos, y a través de ellos en la sociedad toda, una suerte de trastocamiento de la temporalidad. Se ha demostrado también que los efectos de suspensión en el tiempo producidos por el terror y sus ecos espectrales se suscitan, potencian y reviven en situaciones de impunidad. Otro libro recientemente publicado por EDUVIM, Los juicios por sus protagonistas, ofrece abundante evidencia empírica de este fenómeno. Los sobrevivientes y familiares de desaparecidos entrevistados allí por Rosario Figari-Layús dan testimonio de cómo la falta de sanción social de los crímenes actualiza los efectos paralizantes y aislantes del terror. Ese efecto ominoso de detención del tiempo produjo en muchos de nosotros la lectura del editorial de La Nación del 23 de noviembre. Se trata de un texto escrito como si el tiempo no hubiera pasado; como si se estuviera ante las mismas páginas de los años 1976 ó 1977 de las que se ocupa mi trabajo y que corresponderían al museo o al archivo, como muestra de los instrumentos retóricos con que La Nación sostuvo ideológicamente el régimen dictatorial. El hecho de que allí se ofrezca en discusión la posibilidad de que los crímenes de Estado queden impunes, como si los avances en materia de memoria, verdad y justicia pudieran cancelarse a la primer coyuntura política que se estima propicia, es también una actualización de los efectos del terror. Transformaciones softcore y el movimiento de la historia El efecto de a-historia provocado por el editorial es particularmente notable si se tiene en cuenta que entretanto otras secciones del diario se han aggiornado considerablemente. Por fuera de esa vetusta columna de opinión, y del hecho injustificable de que continúe firmando allí un apologeta del régimen como Mariano Grondona, el resto de La Nación ha ganado en la última década un dinamismo impensado cuarenta años atras. Apurado por las novedades experimentadas en el campo de los periódicos argentinos desde entonces (sea la innovación estilística e ideológica que implicó en su momento la aparición de Página/12, o la irrefrenable caída en el amarillismo populista de Clarín, por nombrar las dos más significativas) y afanoso por estar al día en el desarrollo de las nuevas tecnologías, La Nación debió desacartonarse y acomodar sus contenidos y lenguajes al siglo veintinuno. Eso produce una discrepancia temporal llamativa al interior del diario. El mismo día en que se publicó el atávico editorial en cuestión fue posible leer en la edición en línea, por ejemplo, consejos sobre si conviene a las muchachas contemplar productos pornográficos en privado o han de atreverse a disfrutarlos en pareja. Notas como ésta proliferan en los blogs que el diario adjunta a su edición online y colocan a La Nación del 23 de noviembre de 2015, en apariencia, lejos de las ñoñerías que se publicaban cuatro décadas antes en la sección “La mujer, el hogar, el niño” (aunque subsista de fondo el mismo tono pedagogizante que denota una imagen infantilizada y disminuida de la mujer). Los cambios cosméticos en el discurso y el design, la apertura hacia nuevas tendencias en gastronomía, viajes, ‘bienestar’, consumo, tecnología y sexualidad contrastan con el universo pacato de La Nación en dictadura. Sin embargo, no es en la presentación desprejuiciada de los múltiples estilos de vida disponibles hoy al consumo donde debe buscarse el signo de avance y transformación sino en la conciencia y el hacer de los actores sociales. Los verdaderos cambios los producen los hombres y mujeres como, en este caso, los mismos trabajadores de La Nación. Es en el poder de respuesta de la sociedad civil donde la transformación impuesta por los hechos históricos (que aunque se los mire desde arriba, no dejan de transcurrir por debajo) se muestra en su rotunda inexorabilidad. Si en dictadura las redacciones atemorizadas se escudaban en el silencio y la autocensura, los empleados y periodistas del diario reaccionaron esta vez de inmediato a través de las redes sociales y declararon en asamblea el mismo día su repudio al editorial. Los directivos y dueños del diario La Nación, como los de Clarín, nos deben a los argentinos desde hace décadas una revisión autocrítica y honesta de lo actuado en dictadura. Es sabido que La Nación apoyó abiertamente al régimen militar, lo defendió enérgicamente de las denuncias internacionales de violaciones a los derechos humanos y mantuvo su identificación con él hasta el final. Es público también que además de afinidades ideológicas hubo acuerdos económicos y la empresa propietaria del diario se benefició con el traspaso fraudulento de la fábrica Papel Prensa a La Nación, Clarín y La Razón (una negociación que no ha terminado de ser esclarecida). Hasta que eso suceda, tenemos como lectores el privilegio y el derecho, o tal vez el deber cívico, de desentrañar y denunciar sus operaciones discursivas. Alguien debería advertirles a los directivos y editorialistas de La Nación que la historia nunca se detiene ni tampoco se vuelve para atrás. Al igual que a los gobernantes electos, serán sino las fuerzas políticas y sociales que hacen a la vida pública quienes se ocupen oportunamente de recordárselo.
http://www.eduvim.com.ar/libro/isbn/9789871330881/la-desaparicion-diario
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Reparación y lucha: "Los juicios por sus protagonistas"
Rosario Figari Layus, autora de "Los juicios por sus protagonistas", habló con Eduvim acerca de su libro y los juicios por delitos de lesa humanidad actualmente desarrollados en la Argentina.
¿Cómo definirías a tu libro?
Como una oportunidad para acceder al testimonio de los diferentes actores que hoy participan en los juicios por delitos de lesa humanidad. Conocer sus historias, sus experiencias con el terrorismo de estado, pero también cómo han vivido el después, los años de impunidad, para finalmente llegar a estos procesos de justicia que hoy se llevan a cabo. A mi parecer, lo rico de estos testimonios es la posibilidad de observar la diversidad de opiniones y experiencias, y lo mucho que influyen los contextos donde viven los entrevistados. En ese sentido, en lo referido a estos procesos, los testimonios que recupera el libro ayudan a romper la imagen de la Argentina formada desde Buenos Aires, y a tener más matices sobre los mismos.
¿Cuál fue la génesis y el desarrollo de este trabajo?
Este trabajo es el resultado de una tesis de doctorado sobre los efectos de los juicios por crímenes de lesa humanidad en la Argentina. La idea era poder tener también varias perspectivas, para ver si había fenómenos que se repetían o si había particularidades. Por eso, se trata de doce entrevistas que en realidad forman parte de algo mayor, de setenta entrevistas que hice en la Argentina. El acceso a estas entrevistas fue por intermedio de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que tiene filiales en distintas provincias y de la cual soy miembro. Gracias a ellos pude acceder a varios de los entrevistados. En otros casos, el contacto se dio través de los mismos entrevistados, que me fueron llevando hacia otros. Se trato de un trabajo de recopilación, de conocer distintas realidades en cada ciudad, de ver distintas personas y aprender sobre lo que está pasando. Aprender que hay distintas formas de vivir estos procesos. Y sobre las muchas similitudes que existen, también: cosas que les afectan a todos, cosas típicas del Poder Judicial en la Argentina, de la burocracia, problemas que algo afectan en el impacto reparador de estos procesos.
Los juicios por sus protagonistas recopila doce miradas distintas sobre los juicios, desde la óptica de algunos de sus protagonistas. ¿Qué es lo que vuelve necesaria la recuperación de estos testimonios?
Creo que es importante recuperar estos testimonios, sobre todo porque no se los escucharon antes o no con la suficiente atención. Si bien varios de los entrevistados ya han dado su testimonio con anterioridad, estos no han tenido toda la repercusión que ahora adquieren con los Juicios. Creo que el hecho de que los mismos lleguen a la Justicia les da una resonancia todavía más fuerte a nivel social. El libro ayuda a amplificar esa resonancia. Porque no se sabe, no aparece tanto en los diarios qué pasa, por ejemplo, en Santiago del Estero, qué pasa en Tucumán, qué pasa en Rosario -sobre todo desde una perspectiva de Capital Federal. En algunas zonas del país donde ha reinado el silencio y el miedo por muchos años más, ya en años de democracia, como en Santiago del Estero, donde todavía había células represivas en las fuerzas de seguridad (democráticas, teóricamente), muchas victimas del terrorismo de estado se vieron obligados a callar, a no poder contar sus historias, y ahora a partir del juicio ese silencio se esta empezando a quebrar. Con ello se están posibilitando otro tipo de narrativas, y esas son las narrativas a las que quiere dar lugar el libro.
¿Son los juicios por delitos de lesa humanidad instrumentos de reparación o nuevos espacios de lucha?
Yo creo que son tanto instrumentos de reparación como nuevos espacios de lucha. Son las dos cosas. Los juicios, por un lado, están contribuyendo a reparar a las victimas y también a otros sectores de la sociedad (claro que siempre con limitaciones: con la violencia ejercida por el terrorismo de estado una reparación total es imposible, el daño fue muy grande y muchas cosas son irreparables), pero dentro de lo posible creo que reparan. Significan un reconocimiento de estos crímenes, que durante los períodos de impunidad estuvieron negados, y creo que eso tiene un carácter reparador: antes había una indiferencia generalizada, pero ahora, en algunos sectores y de a poquito, eso parece empezar a cambiar. Y también son espacios de lucha. Son el resultado de una lucha de los organismos de derechos humanos y de movimientos de víctimas que en los últimos tiempos han encontrado cierta resonancia en el Estado. Todos ellos siguen luchando hoy en día, siguen luchando por cambios en el sistema judicial, cambios que puedan favorecer un desarrollo más eficaz de los juicios, que no sean tan lentos como muchos de los entrevistados dicen que son, que no sean tan burocráticos. Todavía falta mucho por hacer, y las organizaciones que están participando en los Juicios, los querellantes y los testigos, son activos en estas instancias de lucha y en estos espacios. En ese sentido, creo que los juicios son tanto el resultado de una lucha como nuevos espacios para llevar adelante esa lucha en la actualidad.
--- Rosario Figari Layús es Licenciada en Socióloga por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente trabaja como investigadora del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Conflicto y Violencia (IKG) en la Universidad de Bielefeld en Alemania. Doctoranda en Ciencias Políticas de la Universidad de Marburg, donde trabaja sobre las consecuencias sociales de los crímenes de lesa humanidad en la Argentina. Ha trabajado como investigadora y docente en la UBA, la Univeridad Libre de Berlín, la Universidad de Geildelberg y la Universidad de Konstanza. Ha publicado en Eduvim un artículo sobre justicia transicional comparando los casos de Argentina y Colombia, en el libro Estudios sobre memoria, compilado por Silvana Mandolessi y Maximiliano Alonso.
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Entrevista a Mariana Enriquez, autora de "Chicos que vuelven"
Le consultamos a Mariana Enriquez qué significaba para ella que "Chicos que vuelven" haya sido adaptada como novela gráfica. Y esto fue lo que opinó.
Por Ignacio Tamagno
Recientemente Chicos que vuelven se convirtió en novela gráfica. ¿Qué significa esto para vos?
Me encanta. Leo mucha novela gráfica, es un género fantástico y estoy muy contenta de tener una novela que se pueda encuadrar ahí. Aunque no escribí el guión --y no sé si podría hacerlo, es complejo.
¿Cuál fue tu participación en este proceso por el cual tu libro mutó a otro libro, de naturaleza muy distinta?
No tuve mucha participación más allá de aprobar los fragmentos elegidos y ver las ilustraciones. Es, en efecto, un libro muy distinto y mejor que sea así me parece, las adaptaciones son necesariamente diferentes.
La pregunta obvia: ¿encontraste correspondencia entre las imágenes generadoras de tu texto y las que el mismo generó en la ilustradora Laura Dattoli?
Jaja, no mucha. Pero eso es fascinante: lo distinto que son las imágenes mentales de los autores. Mi “Mechi”, además, es una persona específica, lo mismo que “Vanadis”; pero es raro e interesante ver cómo se convierten en otros para otra persona.
Novela gráfica podría entenderse por novela graficada. Para vos, ¿en qué afecta este nuevo formato a la experiencia de la lectura?
No creo que lo afecte, lo cambia. La novela gráfica suele ser un trabajo en colaboración, como el cine; es visual. En ese sentido ocurren dos lecturas, la del texto y la de la imagen. El proceso que hace la imaginación del lector es distinto.
¿Cómo conviven estos dos lenguajes –visual y literario– en el contexto de un mismo libro? ¿Conforman una unidad, o bien construyen una suerte de objeto disociado?
No es para nada disociado, creo. Es otra unidad. Es otro texto. Incluso cuando se trata de una adaptación y no de un guión original: se transforma en algo nuevo que tiene, además, una larga tradición.
Eduvim Ilustrados forma parte de una política editorial tendiente a poner en diálogo los formatos más tradicionales con las nuevas tecnologías de consumo cultural. Viniendo de una editorial universitaria, ¿cómo ves esta iniciativa?
Como un proyecto muy interesante. La novela gráfica ya tiene autores que, para mí, son referentes centrales de la literatura y la crónica y la autoficción: Joe Sacco, Alan Moore, Neil Gaiman, Marjane Satrapi, Daniel Clowes, Guy Deslile, Barreiro-Solano López... también es interesante el trabajo que se hace con adaptación de textos o ilustración de textos, pienso Santiago Caruso con La condesa sangrienta de Pizarnik o El informe sobre ciegos de Luis Scafati (aunque eso no es novela gráfica, es otro procedimiento). A veces la academia tiene resistencia con formatos que no solo la gente consume masivamente sino que ya tienen sus tradiciones y circulación muy acabadas. Es muy bueno que una editorial universitaria incorpore estos géneros.
Por último, ¿te encontrás actualmente trabajando en un nuevo proyecto?
Si, escribiendo una novela y en febrero publico un libro de cuentos que se llama Las cosas que perdimos en el fuego
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"Chicos que vuelven" Página 54. #EduvimIlustrados
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La tesis de Tulio Halperín Donghi sobre la inviabilidad de Argentina tras el derrumbe del Imperio Británico en el período de entreguerras tiene cierto fundamento. Si bien Mario Rappoport demostró que la economía argentina creció mucho más entre 1930 y 1980 que en los períodos sumados del modelo agroexportador (1860-1930) y el neoliberal (1980-2002), la inserción en el comercio internacional siempre fue dificultosa tras el derrumbe de Inglaterra. La razón es sencilla: Gran Bretaña, como Imperio, tenía una economía complementaria con Argentina; Estados Unidos, competitiva. Hoy, después de muchas décadas, nuestro país tiene una oportunidad única. La potencia que va en camino a convertirse en la principal economía del mundo es complementaria a la nuestra. China necesita para alimentar a sus 1400 millones de habitantes, los productos que Argentina exporta con ventajas relativas: es decir, proteínas. La relación económica de complementariedad entre China y Argentina puede reconstituir un círculo de exportación virtuoso para nuestro país. Incluso una gran oportunidad para incorporar trabajo y valor a los productos de exportación primarios. Pero una pregunta queda pendiente: ¿tiene la economía argentina la capacidad para responder a la demanda del mercado chino? Hernán Brienza
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Nicolás Tereschuk en dialogó con Matías Colombatti y Andrea Landi La entrevista se centró en el libro El Príncipe Democrático Sudamericano por Radio América AM 1190.
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Este libro es una guía imprescindible para comenzar a transitar el coplero mundo de la política latinoamericana, siempre tan cambiante pero a su vez tan tic y desafiante. Contiene las repuestas a las preguntas centrales para comprender este momento histórico único: ¿Cómo se gobiernan las democracias sudamericanas "en la vida real"? ¿Cuáles son los principales elementos que permiten entender un período, como el que se incoó en el siglo XXI en la región, de un inédito nivel de estabilidad política? ¿Es posible determinar qué es lo que ha hecho que buena parte de los gobiernos hayan mantenido su signo político a través de sucesivas elecciones? ¿Cuánto de esta estabilidad ha obedecido a elementos políticos y en qué medida el peso explicativo debería estar en una situación de bonanza económica? Los autores Mariano Fraschini es politólogo (UBA) y realizó una Maestría en Sociología Económica (IDAES -UNSAM). Es docente en la carrera de Ciencia Política de la UBA y de posgrado en FLACSO. Es uno de los editores del blog Artepolítica. Nicolás Tereschuk es politólogo (UBA) y Magister y Doctor en Ciencia Politica (UNSAM). Es docente del Ciclo Básico Común (CBC) y en la carrera de Ciencia Politica de la UBA. Es uno de los editores del blog Artepolítica.
Al mismo tiempo, ¿ de qué hablamos cuando hablamos de "calidad institucional" o "calidad de la democracia" en Sudamérica? ¿Cuál es el contexto en que se desarrolla la actividad política en la región?
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Victoria Robles nos habla acerca del ilustrador como autor.
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Espacios y tiempos de Libertad.
La mamacoca, novela póstuma de Libertad Demitrópulos
Nora Domínguez*
La llegada de la escritora jujeña Libertad Demitró-pulos (1922-1998) a Buenos Aires coincide con los años de surgimiento del movimiento peronista y las movili-zaciones masivas de obreros a Plaza de Mayo. Su biografía también cuenta que estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires hacia finales de los 40. En esos años, Demitrópulos lee y publica sus primeros poemas (Muerte, animal y perfume, 1951); se une al poeta Joaquín Gianuzzi con quien tendrá dos hijas, compartirá el resto de su vida y, de común acuerdo, se distribuirán el ejercicio de la poesía y de la prosa. Luego, durante los años 60, vendrán sus primeras producciones narrativas; con el tiempo desplegará un estilo propio que se verificará en su novela más importante, Río de las congojas (1981).
El sentimiento y la convicción peronistas que practicaba eran de pronunciación franca y abierta y de constante aplicación. Trabajó en el hogar escuela Eva Perón donde conoció a Evita. Posteriormente asistió a las misas celebradas por su muerte y a los actos de la llamada “resistencia peronista” en los años de proscripción del partido (1955-1973). Su origen provinciano, la práctica de una literatura muy comprometida con los espacios geográficos y simbólico-culturales de los pueblos del norte del país, su filiación política fueron en general y no solo en su caso, sellos de difícil aceptación para una cultura en la que los circuitos de reconocimiento mayor se decidían en Buenos Aires y tal vez expliquen en parte su ubicación conflictiva y su reconocimiento tardío en el campo literario. Un cierto andamiaje textual resulta común al conjunto de sus novelas ya que tanto en las primeras (Los comensales, 1967 o Flor de hierro, 1978) como en las que le si-guen a Río de las congojas (Sabotaje en el álbum familiar, 1984 y Un piano en Bahía Desolación, 1994),Demitrópulos confi-gura los territorios y elencos de comunidades fisuradas, heridas de muerte por el maltrato social, las injusticias y la pobreza. En su centro coloca a uno o varios personajes marginales, sin rango ni poder, que movilizan fuerzas personales o grupales hacia alguna forma de la rebeldía y la emancipación o hacia el relato de un sacrificio social que proporcione el camino hacia el cambio. El ladero o “mosqueteador”, la joven que toma las armas, la extranjera, la prostituta, la enamorada, el negro, el mestizo, el rebelde, la amante esposa, el conspirador o el militante político, la monja oculta tras el disfraz de la meretriz, concentran en cada novela el punto de emergencia o devenir de esa otra historia que reparará la fisura. Son los mar-cados por la ilegitimidad pero también los depositarios del desafío social. Con este procedimiento las novelas no remiten a ninguna fractura original sino a condiciones históricas que cada texto exhibe de manera diferencial y cuyos engranajes político-sociales pueden ser alterados. Rebeldes, bastardos, ilegítimos, pero también iletrados y nómades, los personajes de las novelas responden a un modelo social que Demitrópulos tuvo a mano y que de-seaba dar a conocer: ya sea por la experiencia que acumu-ló en su contacto con las clases más pobres de los pueblos de su provincia (Jujuy), ya por la marca definitiva que imprime en su biografía y en su formación como escri-tora la emergencia del peronismo en 1945 y Eva Perón, ya por su fidelidad político-intelectual a esta convicción en las décadas que siguen. Este encuentro constituye el cor-te de carácter simbólico-político que funda los términos centrales de su producción literaria y, en consecuencia, sitúa en esa relación una lectura ineludible. La mamacoca,novela póstuma que lleva en el manuscrito la fecha 1994, marca una diferencia. Las comunidades fisuradas de las novelas anteriores y su elenco de marginales rebeldes que luchaban para redimir al conjunto no desaparecen pero, enviados a una trastienda ficcional, son neutra-lizados políticamente y no asumen protagonismo. Los personajes centrales en La mamacoca son hombres y mu-jeres nacidos en la frontera que hacen de ella el escenario fundamental de sus negocios ilegales y de los destinos de ambición personal atados a ellos. Son figuras de poder y la novela exhibe los modos de alcanzarlo y ejecutarlo.
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