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Una musa en la protesta
En medio de tantas imágenes violentas, apareció ella, la musa de la música, la trajo el viento del norte, Boreas, la dejó instalada en medio del Parque de los Deseos de Medellín (que ahora le dicen el Parque de la Resistencia), con su traje negro en medio de la multitud, y con su batuta ondeaba los aires por donde había llegado.
Y entonces ya la musa era una mujer de 26 años, filtrada entre consensos y disensos, entre visiones derivadas y deconstruidas, como el Himno Nacional que interpreta con fragmentos originales y ficcionales, a lo que estamos llamados a construir.
Susana Boreal nos recordó a la Música, sanadora, estimulante que llega hasta los huesos, hasta los espíritus sublevados ante tanta injusticias.
Un momento de una revolución, con el poder del alma femenina
Conozca más de Susana
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No existe una sin la otra
Ha pasado exactamente un año en que mi perrita Mostaza, partió intempestivamente de este plano terrenal; después de ese triste episodio, pasaron tres meses hasta que pude atreverme a dar cobijo a otra perrita a la que llamé Niebla.
Y aunque Mostaza solo estuvo 7 meses conmigo, su recuerdo y su nombre sonoro permanecen de tal manera que habiendo pasado tanto tiempo, a Niebla muchas vecen la llaman Mostaza.
Las dos tan distintas en tamaño, pelaje, color, y perrunidad. Pero entiendo porque se confunden en su nombre, sencillamente porque una no puede existir sin la otra.
Es cuando uno comprende los pasos siguientes de pequeñas tragedias, de la consecución de historias que deben perpetuarse, de encontrar oportunidades y nuevos escenarios para seguir transitando con las ausencias y las presencias.
Quiero quedarme por siempre con esa sensación múltiple cuando se mimetizan esos dos nombres, es nostalgia y es el valor por continuar aún sabiendo que algún día se irán. Es felicidad cuando todos los días Niebla te agradece el hogar que habita, en el que no deja de mover su colita.
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A post shared by Claudia García Montoya (@claudigital) on Apr 4, 2020 at 6:58pm PDT
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Dos duelos
Abril 2019
El duelo por perder a un animal de compañía no se parece a ningún otro; y en menos de un mes he vivido la triste partida de dos de mis amigos incondicionales.
A Mostaza, mi perrita que había adoptado escasos 7 meses atrás, la encontré muerte en la casa, al parecer envenenada, un jueves iniciando este triste abril. Un suceso que te choquea con la vida, que cuesta asimilarlo y que a mí me llevó más hacia la tristeza profunda que hacia la rabia.
Y apenas se estaban equilibrando los átomos, cuando Pilín, el perro de mi familia que nos acompañó durante 16 años, 4 meses y un día, partió de este plano, ayudado por los medicamentos que benévolamente ponen fin a una vida que cada vez nos iba diciendo que ya no pertenecía a nosotros; sus limitaciones que hasta le mantenían su colita gacha, sus ladridos ausentes, su mirada sin brillo, sus patitas sin firmeza, fueron anuncios de una existencia que debía llegar a su fin, a pesar del aguante con que vivió toda su perrunidad.
Conoce los 15 años de Pilín
Desconocemos acerca de ritualizar estas partidas, pero es necesario destinar un espacio para que el alma comprenda y trascienda las presencias; avivar el recuerdo perenne de amor puro que nos despiertan estos seres, que algunas personas los tildan hasta de ángeles.
Y sí, solo quienes nos hemos dejado tocar el alma por estos magníficos representantes de un reino que no parece el animal, sabemos la fuerza del vínculo con ellos, nos hacen mejores, nos hacen más compasivos y nos afirman la posibilidad de que son lazos que se mantendrán más allá de toda explicación posible.
Sabemos que los perros viven muy poco tiempo y que atesorar los momentos con ellos se vuelve indispensable, para que se conviertan en bálsamo y así aminorar esa soledad cuando ya no estén con nosotros compartiendo los día a día de este mundo.
Duele cuando parten intempestivamente como se fue Mostaza con toda su energía, su ternura, y todo un aparente tiempo por delante; y duele cuando parten así hayan cumplido su ciclo terrenal. Es el dolor cuando se ama y de saberse amado incondicionalmente. Inevitable, triste, pero absolutamente maravilloso.
¡Hasta siempre mi Mostacita, hasta siempre mi Pilos del alma!
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Didier Deschamps, el doble de ‘mi’estudiante de Medicina
Julio 1998
Domingo 12 de julio, final de la Copa Mundo Francia 98 y en la cancha de Saint Denis protagonizaba uno de los capítulos más importantes de la historia del fútbol francés, el doble del estudiante de Medicina que me desvelaba por aquella época, el capitán Didier Deschamps.
La emoción subió hasta el límite, pero también la decepción de haberme dado cuenta de este importante detalle, solo pocos momentos antes del au revoir Francia 98. No lo podía creer, dónde estuve este mes, en quién estaban posados mis ojos cuando la selección francesa se ocupaba de ser la mejor de esta temporada.
Increíble, ‘mi’ estudiante de Medicina, en Francia, codeándose con los mejores, mano a mano con Suker, Ronaldo, él con la blue número 7 saliendo en los periódicos de todo el mundo, sonriendo ante las pantallas de tv, y yo, ajena, aislada de este espejismo maravilloso... ¡dos sueños en uno! y yo solo me vine a dar cuenta minutos antes del final.
Foto AFP - Daniel García
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Y el mundo entero conoció las vuvuzelas
Junio 2010
Muchas sorpresas y novedades se hallan detrás del primer silbato que da inicio a la cita deportiva más importante del orbe: la Copa Mundial de Fútbol, todo un ambiente de entretenimiento, además del deportivo, rodea este certamen esperado ansiosamente cada cuatro años, por los fanáticos de este juego.
Sí, porque además de celebrar goles y reconocer al campeón, el Mundial de Fútbol siempre es recordado por “algo más”. Así fue como en 1986, los mexicanos regalaron a los espectadores del mundo entero: la Ola, este movimiento singular, que simula una ola humana, con su vaivén de alegría no ha parado de ondear desde que se popularizó en esta ocasión.
Ahora, en el turno de Sudáfrica, sin duda, la nota protagonista son sus vuvuzelas, instrumentos de plástico similares a una pequeña trompeta; y aunque en Argentina 78 hicieron su primera aparición, y en el país sede son muy populares, hasta el punto de no concebirse un partido de fútbol sin ellas, para una buena parte del mundo eran desconocidas.
Su nombre proviene del idioma zulu, ‘vuvu’ significa hacer ruido o baño de sonido, y es efectivamente lo que saben hacer. Pareciera que los elefantes y las abejas, que seguramente habitan por millares en el continente africano, se reunieran en cada tribuna de los magníficos estadios sudafricanos para manifestarse a través de los soplidos de miles de espectadores, que con sus vuvuzelas han acompañado los partidos de Sudáfrica 2010. Sin duda, ¡esto es África!
Las vuvuzelas se adquieren en los semáforos a un precio aproximado de 40 rands, unos 5 dólares, y de allí llegan al estadio para no descansar ni un solo segundo, lo que hace más insoportable el “baño de sonido”.
Por eso su popularidad no es de total agrado, para los jugadores, técnicos y periodistas se han convertido en una barrera para poder comunicarse debido al incesante sonido, que hasta han solicitado a la FIFA para que las suspenda. Pero lejos están de abandonar su reinado en las graderías, las vuvuzelas hacen parte de la cultura y la tradición popular de Sudáfrica y allí están para teñir con sus altos decíbeles la estampa de este Mundial.
Y seguramente, trascenderán las fronteras del continente negro para llevar a miles de estadios en el mundo, el sonido de África.
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“Alguien”
Hace algunos días, una amiga me compartió el siguiente episodio:
Escena: chica tira bolsa con el popó de su perro al lado del árbol, al frente de un edificio.
Transeúnte (yo) hola! Por qué lo tiras ahí? Chica: porque ahí lo recogen Yo. Quien? Chica: no sé, pero siempre lo recogen Yo: y por qué no lo botas a la basura Chica, porque en el edificio no dejan... no veo cual es el problema Yo: eso es plástico, es basura Chica: estás loca y se pone roja Yo: ?
En medio de este escueto diálogo, y de muchos otros que se dan en la rutina de nuestras costumbres culturales, se encuentra “alguien”, el responsable de que muchas cosas funcionen por donde nos movemos.
Alguien recoge los desechos, alguien ordena, alguien hace el reclamo, alguien denuncia, alguien lidera, alguien ayuda... ¡alguien, alguien!
Una anónima presencia que ni siquiera nos interesa conocer, solo nos importa que cumpla su papel de doble cinematográfico, asumiendo las tareas que no queremos realizar. Que siga reemplazándonos en tareas ciudadanas, cotidianas y humanas, que continúe cuidándonos la espalda para que esta sociedad no se vaya más cuesta abajo de lo que en rodada va.
Mientras tanto permaneceremos en el cómodo sillón, abandonados a ‘tareas’ que podemos hacer desde un celular, confiando en que ese “alguien” siga moviendo el mundo.
Imagen: mec.gub.uy
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Los perros no bailan el vals
Contra todo pronóstico, Pilín, el perrito de mi familia cumplió 15 años con nosotros, el pasado 24 de diciembre.
Y me puse a pensar sobre esta edad tan sonora para los humanos, que en este caso es un recuento de hechos de supervivencia para nuestro peludo.
Si equiparamos su edad con la de los humanos, para una raza mediana equivale a tener 98 años, cifra a la que pocas personas llegan porque no tienen cómo, ni con qué. Pero Pilos ha contado con “las 7 vidas del gato”: sobrevivió a una intoxicación por carne cruda en un asado, sufrió lesiones en su patica posterior izquierda y tuvo que ser operado por rotura de ligamentos, en dos ocasiones lo atacó un mismo Bull terrier, y dos también fueron las picaduras de alacrán, a pesar de estar sordo y su visión más limitada, ha sido rescatado recientemente de unas rodadas por plena loma con malezal; y en los últimos días ha tenido unos ataques de ansiedad que sospechamos sea diabetes, por su deseo inapagable de tomar agua y caminar por la casa como un sonámbulo.
Pero también hay que decir que en su haber, Pilo conoció el mar, que ha viajado por carretera miles de kilómetros hacia tierras lejanas, que tiene el poder de mimetizarse en los tapetes, y que ha tenido amor por montones.
En su vejez, Pilo conserva su ternura y se mantiene enérgico, tanto, que vive ladrándole a su Labrador vecino como si fuera un gran can territorial, y que en medio de sus comportamientos seniles es fuente de paciencia para sus cuidadores.
Hoy, cuando fuimos a recogerlo en la peluquería, nos lo entregaron con una pañoleta del Capitán América, y caminó hasta la casa con la cadencia y agilidad de los años mozos, como quien dice ¡tendremos Pilo para un rato más!
#MyDog #Perros
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En la multitud... Andrés Caicedo
Me ha pasado que mientras leo algunos libros, me encuentro con situaciones o personajes que se salen de sus páginas y rozan mi cotidianidad; y justamente el pasado lunes 30 de octubre, cuando iba para la universidad, en todo el cruce de la 30A con la 76, en pleno Parque de Belén, vi la versión ‘millennial’ de Andrés Caicedo, autor del libro que por estos días llevo en mi bolso y en las noches descansa en la mesita de noche, “Viva la música”.
Con su inconfundible pelo largo y sus gafas, iba montado en una bicicleta de Encicla (Sistema de bicicletas públicas de la ciudad), esperando que el vertiginoso ritmo vehicular terminara para continuar su tránsito. Tenía un aire de serenidad y tal vez ya no tenía ganas de suicidarse, quizás vivir esta vida paralela en una ciudad que seguramente amaría y odiaría al mismo tiempo, como le pasaba con su natal Cali.
¡Quizás! o simplemente hizo parte de la magia que sucede cuando se lee.
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