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Poner el cuerpo a lo social
Publicado en Revista Márgenes http://margenes.unsam.edu.ar/
Los 20 años del IDAES no pueden estar fuera de otros aniversarios significativos para la vida universitaria como los 100 de la Reforma Universitaria y los 50 del Mayo Francés. Fechas que marcan la crítica a lo establecido y el llamado a la creación colectiva de algo nuevo. Cuando llamamos a las ciencias como sociales, ¿qué queremos decir realmente? ¿Cómo dialoga la ciencia con lo social? Alejandro Grimson en su intervención al inaugurar el seminario sobre los 20 años del IDAES se preguntó si las ciencias sociales deberían tener siempre un uso práctico ¿Cómo comprender entonces quiénes somos sin entender nuestra historia, nuestra diversidad cultural, por qué tenemos desigualdades sociales o el motivo por el cual nuestras instituciones son tan frágiles?
Desde que empecé a estudiar ciencias sociales siempre me definí, más allá del título esperado, como cientista social. Suena raro, pero me gusta creer que representa una forma más abierta de pensar lo social que nos rodea, cuestionarlo, repensarlo. Cuando comencé a cursar en el IDAES, me llamó la atención el clima de apertura que me despertaba de cierto letargo academicista. El impulso de esta revista, así como la experiencia del CUSAM, nos permiten salir del academicismo y abrir las puertas hacia esa sociedad que espera escucharnos. Al mismo tiempo, nos interpelan como cientistas sociales en los modos que generamos y difundimos conocimiento.
“¿De qué vas a trabajar cuando te recibas?” me preguntaban mis amigos y familiares. Yo respondía que yo estudiaba para saber, no para trabajar de. Pero, ¿para qué sirve saber ciencias sociales? Nuestras identidades, pensamientos, modos de ser, pensar, decidir e involucrarnos tienen causas y razones que surgen, cambian y se establecen al vivir en sociedad junto a otros y relacionarnos. Buscando respuestas a preguntas históricas, tratando de entender cómo y por qué ocurren todos los días acciones que parecen no tener explicación alguna, intenté encontrar en el el estudio una forma de entenderme y entendernos. Las ciencias sociales, además de ocuparse de analizar estos fenómenos, tratan de exponerlos y crear herramientas para entenderlos y solucionarlos. Sin embargo, muchas veces nos detenemos en el diagnóstico y olvidamos el elemento creativo, inventivo, impulsivo, de cambio que germina en las aulas universitarias. Tal fue la enseñanza de los centenarios reformistas y los imaginadores parisinos.
En la universidad aprendí algunas de esas cosas, aunque no todas las que hubiese querido, del mismo modo que descubrí muchas (más) que nunca hubiese imaginado. Porque también, hay que decirlo, la universidad se autoconstruye como el ámbito del conocimiento privilegiado, del Saber académico, de la Cultura y el Arte (así, con mayúsculas). El lugar donde conviven la libertad de pensamiento, de expresión y el pluralismo, ¿se conecta con lo que le pasa a la sociedad que rodea las calles del edificio universitario, o la puerta que las separa es un abismo de distopías abstractas? Si los problemas sociales llegan a los pasillos y las aulas de la universidad, las ideas y discusiones que se generan en ese espacio, ¿no deberían poder llegar del mismo modo a los distintos ámbitos en los que se estudia el pensamiento social? Y no sólo a quienes asistimos a la universidad, sino también a quienes están a nuestro alrededor más cercano y, fundamentalmente, a quienes tienen el poder de gobernar e influenciar la opinión pública.
En los últimos años me sorprende la proliferación de la figura del panelista como opinador experto en los programas de TV. Periodistas, economistas, ensayistas hablando sobre temas de actualidad, entre griteríos y exabruptos. El prime time no da lugar a debates analíticos, cautos, sino a opiniones en base a informes sobre lo que la gente quiere saber. Puede gustarnos o no, pero los sentidos que circulan en esos programas componen gran parte de la opinión que se termina socializando. Ante esta nueva modalidad de discutir los asuntos públicos ¿cuál es el ideal al que pretenden llegar las ciencias sociales? Si están orientadas a la democratización del acceso y la difusión de los debates orientada en un lenguaje comprensible y efectivo hacia la sociedad toda, el panelista da lugar al cientista social. Si, por el contrario, forman expertos que sólo debaten entre y para ellos mismos, produciendo y autorreproduciendo conocimiento pero no así una mirada crítica hacia lo que nos rodea, ¿para qué sirve ese conocimiento?
En 2016, a través de las redes sociales asistimos a una discusión pública sobre el financiamiento de ciertas investigaciones del CONICET, entre las que figuraban estudios sobre la célebre revista infantil Anteojito, las canciones de Sandro o la saga fílmica Star Wars. Vale aclarar, aquel cuestionamiento coincidió con las protestas ante el recorte en el ingreso a la carrera de investigador del organismo. Si bien, según los mismos números del CONICET, las investigaciones sociales representan una mínima parte del total de las que se realizan en el país y son aquellas que reciben la menor parte de los incentivos, fueron también las que más críticas recibieron. Aunque la campaña difamatoria provino en su mayoría de trolls y no requirió mucho más análisis, no viene mal recordar la pregunta que lo fomentó: ¿para quiénes investigan las ciencias sociales?
El historiador Ezequiel Adamovsky argumentó en ese debate que las investigaciones en ciencias sociales y humanidades sirven para muchas cosas bien concretas, aportando conceptos que luego usamos en nuestras conversaciones cotidianas. Diversidad, igualdad de oportunidades, inflación o pobreza son sólo algunos de ellos. Hay conceptos que se construyen teóricamente, pero eso no quiere decir que en algún momento no tengan un uso práctico. Aunque claro, que sean conocidos no implica que sean fácilmente definibles. Una diferencia fundamental entre las ciencias sociales y las naturales es la polisemia de los conceptos: la pobreza, según quién la defina, no tiene un solo significado, así como tampoco una sola causa y mucho menos una única solución.
¿Acaso no tenemos un deber ético que nos obliga a dar respuestas fundamentadas a preguntas sociales? Si el incorrecto o inapropiado uso de los conceptos sociológicos cotidianamente utilizados merecen una mejor argumentación, quizás haga falta agregar una cuota de sensibilidad al conocimiento. Dicho en otros términos: ¿no hay también que tratar de encontrar y acercar a los otros al conocimiento que producimos? Motivar el interés por las ciencias sociales implica movernos, corrernos de los lugares tradicionales, salir a buscar nuevos modos de comunicar y dialogar con las personas que necesitan escucharnos. Y que no ven que estemos cerca. La audiencia masiva que escucha al panelista nos interpela acerca del modo de escribir papers, asistir a ponencias y encuentros entre grupos de investigación. Pero deconstruir estas prácticas académicas no implica que nos situemos en el lugar del panelista. Sugieren ser inventivos, generar formas dinámicas de producir y difundir modos de pensar y discutir lo social, replantearnos y reubicarnos.
El debate sobre los grandes fenómenos sociales es intenso en las aulas y pasillos de las universidades, pero no logra repercutir en los gobiernos y en todos los rincones de la sociedad, quizá por considerarse demasiado teóricos o tal vez por ser poco prácticos en sus propuestas de cambio. ¿Existe un exceso de imaginación o una falta de poder? Si el conocimiento es poder, la clave está en cómo logramos que ese conocimiento pueda llegar y empoderar a toda la sociedad. El desafío consiste en enfocarnos en la socialización de la ciencia sin dejar de hacer (más y mejor) ciencia de lo social.
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La comida como cultura
Italia es sinónimo de comer. Comer (y mucho) es sinónimo de toda Italia. Conocer la comida italiana es una forma de conocer la historia y cultura de este bello país. Acá les recomendamos algunas hermosas lecturas para devorarse los ojos.
Elena Kostioukovitch es la traductora del ruso al italiano de, ni más ni menos, el gran Umberto Eco. En Por qué a los italianos les gusta hablar de comida (Tusquets, 2016), nos deleita con una guía gastronómica de toda Italia, del Piemonte a Sicilia, alternando en cada capítulo recetas de platos típicos con las costumbres de una cultura milenaria.
Italia no es sólo el país de la pasta, también es célebre por sus cítricos. Helena Atlee es inglesa, pero se enamoró de los jardines mediterráneos. En El país donde florece el limonero (Acantilado, 2017), ofrece una delicia que viaja por los aromas y rituales rurales de los limones y las arancias que explican la lasagna de culturas que es esta península.
Pero la cocina italiana no proviene de su mayoría del campo sino de sus ciudades. En Delizia! (Debate, 2014) John Dickie recrea el origen de muchos platos en los mercados medievales y puestos de comida callejeros, entre cuyos ingredientes encontramos desde las luchas de poder de las grandes familias hasta la trastienda de los banquetes papales
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La vida por el carnaval
La reina (Argentina, 2013) – 19’ – Dir. M. Abramovich
Con guiños a Carlos Sorín, se puede decir que el cine de Manuel Abramovich se centra en un personaje como punto de fuga de un espacio entre ficción y realidad cuya perspectiva desafía al espectador. Porteño, nacido en 1987, estudió en la ENERC y la Di Tella. La reina (2013) es su primer corto documental, con el cual cosechó más de 50 premios, entre ellos el BAFICI al mejor corto argentino y el Cóndor de Plata, además de haber participado en más de 150 festivales nacionales e internacionales. Fue filmado en la localidad correntina de Monte Caseros, cuyo principal atractivo es ser sede del Carnaval Artesanal.
La cámara posa todos los planos en María Emilia, Memi, la niña que se prepara para ser la reina infantil de la comparsa Orfeo, una de las históricas del corso local. Pero el carnaval no aparece aquí como festejo o baile sino como un arduo ritual. El recurso narrativo contrapone la imagen al sonido. Así, vemos siempre a Memi en planos cortos y escuchamos en off a la madre u otros adultos que la rodean. Las secuencias la muestran en actividades deportivas de instrucción y disciplina. A Memi se la ve cerca aunque sola, distante, tímida.
Su rostro no transmite expresiones. Su mirada, temerosa y resignada. No parece interactuar con gente de su edad. Parece aislada en un mundo de adultos. Si no fuera por su rostro y por su habitación toda rosa, no parecería una niña de 11 años.
Debe convertirse en la reina del chocolate, con un traje de plumas blancas y negras. Pero su principal elemento es un casco de 4 kilos y medio de ornamentas decorado con 150 piedras. Parece demasiado para su pequeño cuerpo. Lo contempla, como si supiera que condensa el sacrificio familiar de un traje que puede costar 30 mil pesos. Con la peluquera, la madre conversa sobre un spray y pastillas que calmen el dolor. Todo sea por el amor al carnaval y al pueblo, agrega. Memi mira como la peinan. Además del casco, tiene que soportar la presión social.
El día del desfile, su rostro lleno de purpurina muestra incomodidad. Recuerda a la Olive de Little Miss Sunshine. Cuando es tiempo de domar al casco hay precintos, pegamento, tirones y dolor, mucho dolor. Aparece sangre, el spray y también la niña de 11 años que creíamos ausente justo cuando el locutor anuncia a Maria Emilia Fracalossi, representando la magia del chocolate.
El carnaval significa aparentar, desinhibirse, mostrarse, pero también transformarse. El crecimiento de una niña puede revelarse en la comparsa. Su mirada da cuenta de ese desafío. Abramovich construye una historia de contrastes que logra que el espectador se apiade de la protagonista, endilgue a su entorno y, además, lo interpele en su mirada carnavalesca. Al intentar dar a conocer ese evento, el joven director se cruzó con la mirada de una niña que decía mucho y optó por incomodar con su propia mirada. De fondo, suena orfeíto, celebrando sus 50 años.
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"Dos minutos mas son todo lo que necesito, mirar mas allá para saber que existo. Desaparecer, abrirse, enterrar..." @marianaparaway #cloudscape #cloudchasing #sunsets (en Un viaje al Interior) https://www.instagram.com/p/CNirfQlDZY9IMlAmStBSLsMyoZDZCbjUbhmQ8M0/?igshid=1lq8l8p42afmc
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