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Elevándome
Cinco de octubre, de repente existir es como habitar el cielo como elevarse, ser un ave.
Como la brisa de un viento suave, que te acaricia, te mima, te envuelve.
Un soplo dócil de primavera por la mañana del que uno goza al estar en lo alto, aunque en el disfrute recuerde, que un día habrá que bajar.
Pero allá no se especula, arriba no hay ruidos, tampoco ves mucho, el sol tiene fuerza, te cega.
Volás con los ojos cerrados, y la sensación sigue siendo agradable.
Porque de repente estar vivo es ese momento en el que miras las nubes, fantaseas sus formas, te olvidas del resto.
No importan las horas, no importa el mañana, dominante es la paz que genera el celeste del cielo, semejante a la que me causan sus brazos, que me envuelven.
Y a veces es de poco interés el desplome, saber que, en pocos segundos, al llegar al suelo, los huesos se quebrantan.
Porque su proximidad al desconcierto me recuerda a aquel lugar de donde provienen, casi siempre, las más bellas cosas de la vida.
Donde el tiempo se frena, no corre aire, no hay nada que espante si por un instante me mira.
Ya que en cada risa compartida retorno al inicio, mírenme bien, estoy volando otra vez.
Si compartimos más que eso… me olvido del declive, y solo desciendo a sus ojos, donde paseo cada tanto, cuando no sé a dónde ir.
Me libera del caos, disturbio de pensamientos, donde podríamos no ser y anhelo que seamos.
Y entre tanto desorden nos es inevitable estar echo de trozos, pedazos aislados, que pueden asustar.
¿Cómo decirle que no se inquiete? que sus fragmentos se acercan mucho, imprevistamente, a aquello que alguna vez me atrapó.
Por ello no tengo miedo, no, a volar sin ver nada, al poderme, en un instante, desplomar.
Nunca hay amenazas sí me mantiene alerta la temperatura de sus manos, que, aunque suene delirante, son el frio más cálido que conocí.
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Un par de horas
Veinte de septiembre me tropiezo frente a mí misma me encuentro suspirando, descarriada en lo irrevocable.
Van demasiadas horas, bastantes días, controlando la armonía del aire viento que despide mi cuerpo.
No sé bien qué es eso, no lo entiendo ¿Podrá enseñarme? O darme, apenas, un poco más.
Solo pretendo un par de horas, nada más. O quizás alguna que otra mañana… Un rato de su entusiasmo al ver el sol.
Si me concede un par de noches, no me quejo, no quiero tanto solo alguna que otra tarde, donde se ría.
Pero si se queda más de un día será como hallar el más anómalo de los objetos, esos que siempre distingo, y quiero guardar.
Y si no puedo guardarlo, estará bien, después de todo, la primavera también se va en un parpadeo y acá estoy la disfruto.
En mi vida lo más bello no debe durar tanto, no preciso más que esa intranquilidad que me genera no saber si en verdad está ahí, sí me ve.
Y no quiero más que la calidez, O un poco de fiebre que obtengo cada tanto, cuando está cerca.
Solo pretendo un par de horas, ¿Para qué más que eso? si no hay tanto que pueda dar, ni mucho para decir.
Si me encandilo en su presencia, quedo ciega, no veo más de lo que quiero ver que me regale, entonces, esa luz.
Como cuando recorro lugares y sin buscar nada, encuentro. A veces sin buscar, encontrás,
No quiero dejarlo, si cada tanto me pierdo en algún laberinto, entre sus arboles ¿Por qué no en éste?
Que repitan que me puedo pinchar con algún grotesco arbusto a quién le importa si antes de eso, te encuentro.
Quiero ese refugio, lo quiero un tiempo, que me acoja transitoriamente, y veré que le puedo dar.
Aunque no sepa nada, ahí, en lo aterrador de la incertidumbre, donde podría no haber seguridad, quiero que me abrigue, al menos un rato.
Si es efímero, si no es lo que acostumbro, en la mismísima fugacidad igual lo anhelaría, estaría ahí.
No quiero ver más, nada más de lo que veo, tanto murmullo, tanto pensamiento que aturde y lo esquivo, claro, me ayudan sus ojos.
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Lo extraño no es negativo
Ya no hay ni hubo, aunque yo creyese que sí, necesidad de observar hacia ningún lugar para hacerme y rehacerme las preguntas cuyas respuestas están en lugares a los cuales no puedo acceder. Es de los hábitos más recónditos de mi ser el pensamiento constante acerca de cuestiones intangibles.
Pensar, querer ponerle un nombre a todo, a veces no es tan satisfactorio como yo presupuse que podría ser. Quizás lo bello de las cosas está en lo que no se puede, por medio de palabras, explicar. Pero a��n así, lo intentamos, como yo en este preciso momento.
Fue realmente satisfactorio para mí, lo admito, darme cuenta que la existencia de ciertas emociones no tiene por qué ser agotadora. Lo que antes era difícil de aceptar, ahora es tan simple como la acción de respirar.
Me permito decir que no fue para nada sencillo ya que es un largo camino recorrido que implicó tener que redescubrirme y, a su vez, reconstruirme. Digo “es” por el simple hecho de que sigo en él, aún me habilito a dar un paseo entre lo que apenas veo por su ya lejanía y lo nuevo. Todo aquello que me genera ahora gran curiosidad pero que también, muchas otras veces, cierta resistencia.
Si bien hace ya un tiempo mencioné cierto descontrol interno, hoy considero que de vez en cuando esta bueno no tener autoridad sobre ciertas situaciones. Esto lo pienso porque en determinados momentos somos incapaces de aceptarlas y lo primero que haríamos, si las pudiésemos controlar, es expulsarlas de nosotros mismos. Pero abarcando un recorrido más abierto, más saludable, nos podemos sorprender.
Lo extraño, lo novedoso, lo extraordinario, no tiene por que tener connotaciones negativas. Es frustrante y nos sentimos náufragos ante tanto desconocimiento, pero si supiésemos cada cosa que nos pasa, si se nos hiciera sencillo darle nombre o hasta una imagen mental a cada una de ellas, se volvería aburrido, sin sentido.
Estoy hablando acá de lo que alguna vez llame “sensación extraña”.
Me llevo bastante tiempo comprender que lo “extraño” no necesariamente tiene que ver con lo peligroso. Aquello distinto, que se vuelve inexplicable, también nos trae energía. Está acompañado de sorpresas, nos genera curiosidad, de cierta manera, nos mantiene activos. O aún mejor, nos mantendrá vivos mientras dure.
Dicha sensación no está gobernando mi vida, como en su momento solía pensar, sino más bien la está acompañando, la alienta a movilizarse. Todas esas modificaciones que trajo consigo, eran al final, realmente más que positivas.
Más que a conocer mis deseos, me enseño a desear mis deseos. Por más confuso que suene, después de años creyendo desear el deseo ajeno, uno comprende las anteriores oraciones.
Y me volveré a repetir la pregunta mencionada en aquél escrito, bastante debilitado, de hecho, por el peso de tanta resistencia a la novedad.
¿Es malo sentirla?
Definitivamente comprendí que no, no es malo sentirla.
Es bueno, es maravilloso. Pero supongo esto se encuentra ligado a aquél otro, que no sabe, pero es el motor de dicha sensación.
Sin darse cuenta, sin saberlo, descubrirá algo que existía pero que uno no sabía que estaba allí. Este otro, esta persona, no podemos decir que lo inventa, pero sí que lo vuelve perceptible. Lo vuelve real para nosotros.
Esta sensación, entonces, demuestra que florece dentro de uno mismo gracias a un otro. No está acá por si sola. Es algo que se alimenta, como un pájaro en una plaza. Y los pájaros siempre van a volver o querer estar en el lugar donde se les da de comer.
Al igual que las aves, esta sensación es inocente, no sabrá reconocer cuando el alimento es o no inofensivo. Por ende, podemos llegar a transitar la misma sensación de una manera poco tolerable, poco encantadora.
Y no, no podremos hacer nada con eso. No va a depender siempre de nosotros mismos. A veces, simplemente, nos excede.
Solo vamos a poder experimentarla, sentirla.
La exteriorizamos poco a poco escribiendo, tratando de hablar sobre la misma. La vamos a apreciar en las canciones, en las lecturas, quizás hasta en nuestros terrenales y aburridos hobbies de toda la vida. Pero nunca vamos a saber bien como nombrarla, definirla, porque eso depende de cada uno, de la extrañeza de cada sensación.
Porque yo, aún con un poco de miedo, la llamo acá sensación extraña. Pero allá afuera, en la televisión, en las calles, en las frases escritas de una pared, en los diálogos de cualquier serie o incluso en mis canciones favoritas, le dicen “enamoramiento".
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Desfilaban madrugadas repletas de pensamientos que no conducían a ningún lugar, y junto con ellas mañanas repletas de recuerdos que muchas de las veces solo podían opacarse con la pausa que generaba adormecerse. Los sueños impiden, una que otra vez, dicha calma.
De vez en cuando pienso en ellos, en quienes ya no están. Una que otra vez escuchando viejas canciones me desploma la nostalgia, empujándome a lugares de donde ya no me llega invitación.
La introspección alcanzada no parece eficiente para encontrar en el camino lo que verdaderamente siento; sin embargo, no significa que no sienta nada, por suerte aún consigo reconocer lo que sí me genera emociones.
El tiempo se va tan rápido como los sueños, los momentos o el invierno… y vos te fuiste junto a él.
Esos instantes piden a gritos ser apreciados, valorados, comprendidos, ya que lentamente se desvanecen sin aviso previo. Arrastran consigo historias, se llevan muchas despedidas e inundan poco a poco la memoria, sumergiéndola sin alerta alguna.
Indudablemente me apena que en este viaje ya no tengas un lugar, sitio que parece ser hace mucho tiempo ya no te pertenecía. Las respuestas poco a poco se agotaban e iban surgiendo nuevas preguntas.
Comprendí que hay lugares que ya no podrían cubrirse, eso fue bueno. Entendí con ello que no debían llenarse, sino más bien, yo debía marchar hacia otro. Viajar de nuevo hacia otra parte.
Me cuesta ceder y admitir que mientras viajábamos yo ya quería cambiar de dirección, pero así es. Uno no elige, se enfoca en donde gobierna la abundancia, va al lugar que le da vida. Nadie merece ser juzgado por eso.
No pueden culparme más que nada porque aquél lugar es tan suave, tan tranquilo; por lo tanto nunca quema, ni se marchita, llenándome constantemente de paz.
La mente solo desespera en el segundo que acepta querer cambiar de carril, en ese instante en que lo desconocido se asoma sacudiendo cada parte de tu ser. Lo viejo, en esa vibración, empieza a desprenderse cayendo al suelo y destruyéndose de inmediato, perdiendo así su valor.
Esperar nunca se había hecho tan largo, una espera en la que a su vez quiero que todo se detenga de vez en cuando. A veces solo hace falta silencio, calma, tratar de no escuchar tanto el murmullo que perturba la consciencia.
Una que otra vez queremos soltarlo todo, resignarnos, negando así la realidad. La misma que a veces debilita, inmoviliza, deja sin aire. Uno quiere huir todo el tiempo aunque sabe que esa no es la solución. Buscamos fingir dejando que el tiempo corra por su cuenta.
Quizás si oyese más tiempo esa risa, culpable de mis aprietos, si alcanzase estar ahí, la realidad se tornaría más sencilla. Mi cabeza no sería descuartizada por profundas reflexiones que esparcen fragmentos por el aire y que en su vuelo nublan la razón.
Dichos pedazos ya no regresan, los persigo pero se extravían en el tiempo. Corro tras ellos pero solo me disparan a nuevas dudas, ideas e infinitas ilusiones.
Abrir los ojos de vez en cuando me retorna al mismo lugar, desesperante, pero esta vez elijo no gritar. Decido vivir con ello adentro, que no duele tanto como a veces pienso y, a su vez, me enseña mucho. Emociones tantos años resistidas que ahora se hospedan dentro de mí, que recibo y acepto como propias, es decir, como lo que son.
En unas horas cuando la razón reaparece y los latidos de mi corazón vuelven a equilibrarse lo sensible y racional se presenta haciéndose uno, aprendiendo a convivir acá adentro. En ese momento el mundo no me exaspera, no me sacude, no me patea más.
El tiempo parece paralizarse cuando en realidad va demasiado rápido y eso ya no me fastidia. No genera angustia, no da lugar a la locura, ni tampoco a la preocupación. Elijo vivir cada sensación entendiendo que todo es temporal y que eso no es semejante a lo destructivo. Todo comienza a sentirse como cuando dormitas, es decir, no se siente nada en absoluto.
Empapada por la calma y tranquilidad, o quizás neutralidad, que me genera el debate interno de esas partes tan opuestas, elijo vivir así. Al fin y al cabo ya no es tan revoltoso, sino más bien, novedoso.
Ahí se puede percibir ese vacío, irónicamente repleto de cosas, la obscuridad desbordada de pequeñas luminosidades y un silencio que a veces aturde, pero no obstaculiza.
Vislumbro al fin que el cuerpo puede apagarse de vez en cuando, pero el alma va a seguir gritando.
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Sensación extraña
…A veces contemplo el cielo y en una especie de fiebre reflexiva me digo ¿Hace cuánto no me permito ciertas cosas?
No paro de pensar constantemente, no me detengo nunca. Quiero convencerme de la inexistencia de varias “rarezas” pero sé que están ahí, debo asumirlo y vivirlo.
Aprovecho a decir que llevo varios meses con este escrito en mi blog de notas, quien sometido a modificaciones constantes supo conservarse y extenderse.
No fue nada sencilla esta redacción, más que nada si consideramos que cada mañana percibo una emoción nueva y diferente. Pero lo más dificultoso, agotador, fue aceptar que todo esto existía y provenía de mí.
Comprendo ahora al fin, que todo esto sucede hace poco más de un año; se transforma, muta, desencaja con lo ya antes experimentado, empuja las más viejas huellas sensitivas y se apiada de todo mí ser. No pide permiso, llega y se instala como si yo le perteneciera.
A veces, nublada por el fastidio de este novedoso y extraordinario descontrol interno, en mi cabeza he buscado como designarlo y entre las más grandes frustraciones y sentimientos a veces de naufragio por tanto desconocimiento e inocencia, procedí a nombrarlo como sensación extraña.
Dicha sensación se sintió con el poder de gobernar mi vida y llenarla de inadvertidos cambios. Me empujó a desprenderme de una zona de confort en la cual me sentía resguardada y me dijo de alguna u otra manera que la misma no era aquella que yo tanto anhelaba, sino un escudo. Me ayudo a conocer mis deseos, pero sobretodo, me enseñó una parte de mí misma antes olvidada.
Si bien intuí desde el primer chispazo que esto quizás desarmaría lo ya existente, no permití que se detenga. Resulta ser que tan aterradora sensación tiene más de agradable que de destructiva.
Por lo dicho anteriormente me permití reflexionar y hacerme algunas preguntas, como, por ejemplo… ¿Es tan malo entonces sentirla?
Pero lo importante acá no es la sensación en sí, sino más bien, de dónde surge. No es como si un día despertaras y de la nada te aturdiera la desesperación, el miedo, la incertidumbre y, por otro lado, la alegría, el deseo, los sueños, la ilusión.
Sin dar tantas vueltas quiero decir que no florece sola sino más bien hay quien la despierte, y yendo al punto, resulta ser que el escrito del que tanto converse al inicio describe un poco lo que es para mí ese “quien”, y es el siguiente:
“Si fueras una metáfora de esas que tanto me gustan, serías esa brisa que alguna vez te conté me hacía sentir viva, la que me transportaba al más profundo sentimiento de nostalgia y hamacaba en las más insondables reflexiones. Esas gotas que siempre comento me inspiran cuando estoy triste, logrando que redacte mis mejores palabras.
Serías el olor a primavera que me devuelve a la infancia, envuelto por el aroma de los más lindos jazmines y angélicas. Las flores que crecen pero también el agua que las nutre. El trébol de la suerte que aún no encontré, pero que sigo buscando.
Serías la música que escucho, o más bien, las ganas de escucharla. Las ganas de cualquier cosa en general, de vos, por ejemplo, siempre tengo ganas.
Serías la guitarra y la melodía alcanzada. La voz de mis cantantes favoritos, la de cualquier ser humano atractivo e incluso la voz en mi mente. También la caricia que le doy a mis mascotas, el ronroneo de mi gato y la sonrisa que me provocan. Incluso serías el mate que me tomo en familia o con amigos aunque sepa que arrastrara consigo los más excedidos insomnios, donde siempre un rato te pienso.
Podrías ser aquella cerveza que tomo cuando estoy apenado pero también la que celebrando o entre risas comparto con otros. Serías la ebriedad y la sobriedad, pero de esas que no dañan para nada, las que incluso lo valen.
Serías siempre mis ganas de ayudar a otro ser vivo, incluso a mí misma. Seguramente si de trepar montañas se tratase mi vida, al tropezar, serías quien me atrapa. Y si todos los focos de una casa se quemasen, serías el que resiste. Aunque esto último no ocurriera y todos estallasen, entonces harías de vela, nunca dejando que haya oscuridad.
Pero entre otras muchas cosas, también serías el brillo de la luna, el que se refleja en el agua de un río cuando estoy tranquila escuchando el sonido de las olas. Y a su vez esa estrella fugaz que de vez en cuando pasa y hace que grites maravillado.
Podrías ser el frío del invierno, que sabés me congela pero disfruto sentir. Y aunque al verano lo odie le encuentro cosas buenas que también podrías ser, desde una bebida fría y un helado hasta la celebración de año nuevo que disfruto con amigos a la madrugada.
Serías la ilusión que uno siente en la niñez; la calesita a la que te subís y aunque en el fondo termines aturdido siempre queres volver. También ir a jugar en un parque no siendo un niño, acostarse a buscarle forma a las nubes o reírse a las carcajadas.
Serías como aprender un tema nuevo, tomarme un café o té caliente cuando hace frío y dormirme una siesta en días lluviosos.
Porque sos algo realmente lindo, así como lo es observar la luna en noches calurosas junto a tus amigos o como gustar de alguien correspondido.
Así de bello como mi gato acostándose en mi regazo, observar a los pájaros construir un nido y ver crecer las plantitas que por tantos meses regaste.
Lindo como escuchar música triste un domingo lluvioso o música alegre en una juntada con amistades.
Igual que chocar las miradas con alguien especial, un abrazo por la espalda o rozarse las manos.
Sos algo tan lindo que podría compararte con reírte el día más triste del año, como ese aire que llega después de una crisis de ansiedad o el cansancio después de un buen día.
Sos ese sueño al cual le deseas continuación, la canción que te dedican, que recuerden algo insignificante que contaste, un halago inesperado, observar de cerca un arcoíris e inclusive ver a tu banda favorita por primera vez.
Me tienta decir que sos ese momento hermoso en el que me pongo a jugar con un burbujero en mi patio, en el cual voy a un parque de diversiones, a los jueguitos de un centro comercial o simplemente disfruto de una noche de play con otra gente.
Sos como ese peluche tierno que siempre me quiero comprar, o aún mejor, como ver copitos de nieve cayendo del cielo. Ni ver las montañas cubiertas de nieve mientras la rodean diversos ríos es tan lindo como vos. Ni siquiera los patitos que cruzan o lo peces que saltan se podrían comparar.
Porque realmente sos similar a ver a tus abuelos contentos o compartir una rica merienda con ellos.
Lindo como esos días en los que tenes ganas de estar vivo, ganas de hacer. Esas veces que sentís que podes con todo, que nada te puede frenar. Esos momentos en que alguien te dice que les gustó algo que hiciste.
Más lindo que ir viajando en auto o colectivo junto a seres queridos, acompañado por mates, comida, risas y a veces cantos. El lugar nuevo al que llegas y te pones a explorar sin miedo y ese descanso que te permite valorar distintas piezas de la naturaleza.
Sos mucho mejor que el cielo, las nubes, las cataratas, cualquier paisaje en sí. Te prefiero antes que a mi color favorito, azul marino, porque sos ese color.
Y sos como esa tardecita en el río en la que construyendo un castillo de arena saboreo un sandwich veggie, tomando la bebida más fresquita del lugar. Como cuando aprobás o desaprobás un parcial y sabes que de igual manera va a terminar en una cerveza con amigos.
Sos esas ganas de verte que me desbordan de vez en cuando o las veces que me animo a decirte lo que siento. Ese abrazo que me aliento a dar rara vez y esa gente que comprende por qué no siempre me sale ser tan expresiva. Ese momento en el que te sentís entendido, esos ojos que no te juzgan.
Sos algo más lindo que un árbol de naranjas, una ducha fresca en verano o tibia en invierno. El fuego de una chimenea calentando tus pies, la caricia en el pelo antes de dormir o el beso en la frente que no se espera. Esa risa que después de varios meses me costó sacar.
Sos esos ojos color café que me gusta tener a la vista, tus pestañas preciosas y esos labios que casi no miro para no sentirme vencida.
Y mientras escribo me doy cuenta que hay cosas que ni sabía que me gustaban tanto, hasta que las compare con vos. Entonces, si fueras una metáfora de esas que tanto me gustan, serías mi favorita”
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Que te extraño no es noticia. Está claro que debía pasar.
¿Que extraño? Ni idea.
Será tu voz, tu filosofía.
¿Tu ritmo? no creo... no era lo mío.
¿Tu historia? quizás.
Tu compañía de vez en cuando, que me hables podría ser algo.
Aunque no eras muy de escuchar, hablar más de mí me gustaba también. Tenias algo diferente, no muy mío, pero si muy tuyo.
Recuerdo momentos buenos, si que los hay eh... quiero de esos, quizas un poco. Pero solo de esos, no quiero lo otro... eso que asusta.
Puede ser que extrañe los recuerdos o tambien que anhele decir que tan importante eras.
No extraño que te hayas ido y me dejes en el trópico. Eso no. Hay mucho viento y me asusto mucho. Pero yo sabía que nadie podía aguantar ahí. Yo suponía. Nadie podría.
De igual manera sigo por mi cuenta, que más da. Quizas algun día me vaya de ahí también, sola.
Te voy a extrañar un poco todo este tiempo, sí.
De todas formas capaz pueda acostumbrame a esa sensación.
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Huracán
De vez en cuando hay tanto viento que me asusta, pero sin pensar de más camino frente al mismo como si sirviese de algo.
Todo el tiempo está girando en círculos y me atrapa. No deja de soplar con fuerza, sé que no lo puedo frenar.
Llueve también, llueve mucho y descontroladamente. La lluvia me golpea en la cara pero no me molesta fingir que no causa dolor, tantas veces lo he hecho al fin y al cabo.
El sonido me aturde un poco pero no es nada nuevo, se vuelve melodía, pasajera e interesante. Es como escuchar música un domingo, angustiante y placentero a la vez.
Otros comenzarían a gritar, pero acá estoy, observando cada detalle. Quizás podría encontrar algo valioso, algo nuevo de esta repetida experiencia. Y obviamente siempre encuentro algo, lo mismo: que en unas horas se termina.
Siempre sé que tiene un fin como también sé que volverá a ocurrir, así es el trópico. De hecho, quizás podría mudarme a algún otro lugar para que no se repita, pero en partes la zona de confort me lo impide.
Cuesta irse a lugares nuevos hoy en día, más que nada en plena pandemia.
Antes de que todo lo antes dicho ocurra el aire parece frenarse y las nubes desaparecen, yo lo observo acostumbrada al espectáculo natural. Pero el viento sopla con tanta violencia que lo rompe todo, arruina todo a su alrededor, me quita todo lo bello que se podría apreciar.
Lo importante es que solo quedan un par de horas para que finalice, debo ser paciente, esperar. Y ello no es precisamente algo que me guste hacer muy seguido, pero no tengo opción.
Vivo los últimos minutos en paz y me despido del acontecimiento.
Agradezco por un día más de vida y finalmente me pregunto… ¿cuantas veces tendré que presenciar aquél incontrolable evento?
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Otra estación
Y resulta que pensaba, que lo mío era el invierno, las hojitas de vereda, y que el café sabe mejor.
Convencida que en sus noches, me alegraba estar tapada, disfrutando del silencio, con algo que de calor.
Y sentirme así abrigada, o comer algo caliente, era siempre más cercano, a mi zona de confort…
Pero abriendo bien los ojos, observando los detalles, me di cuenta de algo nuevo, todo se descontrolo.
Aunque tema darme cuenta, de que estaba equivocada, ya no sé cómo ocultar, que prefiero otra estación.
Ver los pájaros cantando, sentir aquél olor, esa brisa y el recuerdo, de algo lindo que pasó.
Mucha gente caminando, en las calles o en las plazas, sonriendo y divertida, ¿¿me genera buen humor??
El solcito en la mañana, el fresquito por la noche, que me dejan disfrutar, de cerveza y un licor.
O me dejan ubicarme, en un parque a mirar flores, cortar frutas para un mate, que quizás tome de dos.
Y aunque estoy bien aterrada, impresionada, confundida, por el cambio repentino, que esto enciende en mi interior...
Si la primavera es así de hermosa, no sé si quiero irme, porque a veces, solo a veces, por las noches, pienso que esta es mi estación.
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Hola, de nuevo
Me acuerdo que al iniciar este blog vivía en una nube de sufrimiento, ponele, y no ibas a leer algo que no incluya dramatismo e intensidad. Hoy en día vivo en la misma nube pero con un poco más de sentido del humor. Ah, y vergüenza… tipo, no puedo leer cosas viejas sin pensar en lo tarada que era y SOY.
Me hacía llamar “Anonymous F.” ¿por qué? Porque con una ex mejor amiga vivía soltando al azar frases random y para que nadie sepa que eran mías cuando las publicaba en su twitter, me apodo así. Después apareció este blog ridículo y pensé: ah que buena idea, nadie va a saber que soy yo… como si alguien me fuese a leer viste.
Ahora elegí cambiarme el nombre con un único objetivo: que mis antiguos vínculos, todos aquellos a los cuales les mostré este precioso blog, no lo puedan encontrar más. ¿Por qué? Porque casualmente ninguno de ellos forma parte de mi vida ahora, muy loco. Capaz eso quiere decir que si le muestro el blog a alguien en un par de años tenga que cortar el vínculo, es como un vientito de mala suerte. Pero en fin, la idea es que no puedan ver como metafóricamente los mando a la mierda todos los días de mi vida hasta superarlos. Ah, un poco resentida era…
Hablando en serio, solo quiero que mi yo del futuro, osea, lo que vaya a durar viva digamos, lea estoy y diga… fua, que taradisima. Mi hobbie es humillarme a mí misma todos los días. Es maravilloso.
De hecho, busque mi primer escrito de este blog y dice algo así como que los escritos de las personas muestran lo más profundo de su intimidad y empecé a metaforizar todo como siempre diciendo que SOY UNA HOJA DE PAPEL… después me hice un poco la misteriosa, insinué ser frágil como dicha hoja ¿FRÁGIL YO? La fragilidad es de bobos. Como voy a ser frágil, ocho mil cosas sin chistar viví ya. No sé qué me hacía sentir que era frágil ¿El dolor?
Después mis escritos se volvieron un poco cringe sí, sacando los últimos que eran un poco más yo. Parecía la persona más angustiada de todas… Si hubiese sabido yo que mi versión más angustiada iba a aparecer en el dos mil diecinueve / dos mil veinte. Pero yo ahora lo llevo de diez, la vida me preparo para estas cosas. No niego que a veces pienso que cualquier día de estos voy a morir de sobredosis tipo uno de mis personajes favoritos de mi serie animada favorita, pero bueno, mientras tanto la voy remando. Si pasa, pasa.
Antes era más cobarde igual y por lo que leo le tenía mucho miedo al amor, a la gente, a la vida. Pensaba que tenías que enamorarte de una sola persona cada tanto, que los vínculos tenían que durar toda la vida, que los trastornos se sanaban de la nada. Pero el año pasado casi explota mi mente cuando me di cuenta que no era así. Obvio que en su momento le salí corriendo a los sentimientos, creo que fueron 21 años de mi vida en los que hui de cualquier tipo de emoción en sí. Pero eso ya no existe más. Creo. Hasta que me enamore de nuevo y me asuste tanto que quiera esconderme dentro de un bunker. No me van a sacar ni con mi comida favorita de ahí.
Pero mientras tanto, mientras finjo que eso no puede pasar en cualquier momento… soy Fg. Lo que quiere decir que vuelven los escritos sad y metáforas inentendibles. Vuelven aquellas angustias en el fondo placenteras, aunque a veces suicidas, que me definen a mí como persona. Pero vuelven diferente, porque yo soy diferente, porque escribo, siento, vivo diferente.
Porque no me importa que la persona que más amé hasta ahora se haya ido, porque me da igual que ese amigo con el cual podía ser yo misma ya no esté, o esa persona que me hacía sentir diferente de vez en cuando haya desaparecido porque nunca me llegó a entender. O bueno, si me importa, pero un montón de otras personas siguen ahí paradas ¿por qué dejaría tirado todo lo que soy simplemente porque el tiempo las puede distanciar? Mejor vivirlas hasta que se vayan, si es que se van a ir también.
El futuro es incierto, no es tan importante como quieren que pensemos que es. Porque las cosas que planeamos no siempre se cumplen como nosotros queremos. A veces ni siquiera se cumplen o se van a cumplir. El presente es todo lo que necesitamos, tenemos que pensar que queremos en este momento y hacerlo. Obvio que yo quiero hacer y gritar muchísimas cosas pero todavía soy un poco cobarde, prefiero esperar la llegada de algunos cuantos presentes más… perdón la contradicción Fg del futuro. Te prometo que ya me voy a animar a prepararte algunas cosas bellas, pero por ahora déjame observar un poco para no dar pasos medios errados, como de costumbre.
En fin, le doy la bienvenida a una nueva etapa de escrituras y desahogos que me permitirán quizás en aquél futuro incierto reírme de mí misma o también que otra persona me conozca, lo que soy o lo que fui. Dependiendo que suceda conmigo.
Pero bueno, pase lo que pase lo que siempre debería recordar es que no importan todas las personas o situaciones que se escapan, que se van. Lo que importa son aquellas miles que llegan y pueden llegar algún día. Todo lo que te saque una sonrisa, lo que te haga sentir por un segundo vivo. Todo aquello que te genere el deseo de aportar tu energía para que se conserve. Todo lo que te haga sentir amor, emociones, sentimientos, ilusión. Lo que alimente tu fantasía.
Es cuestión de mantener todo eso en el presente y va a ser suficiente para querer al menos vivir por un tiempo más.
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Te odio por tus mentiras, acabaste mi confianza, tuviste que marchar.
Te odio porque fuiste hiriente, quisiste poseerme, retenerme.
Te odio porque no pensabas, ni en mí, ni en nada.
Te odio por tu egoísmo, la manipulación, en tu mirada.
Te odio porque te creía mía, fue una idea, no sos mi nada.
Te odio porque peleabas, te negabas, a escucharme.
Te odio por tus caprichos, todo era tuyo, o no era nada.
Te odio por tus limitaciones, me enjaulaban, no las quería.
Te odio por no pensar, en lo que siento, en que me pasa.
Te odio por no entender, que sí me importa, que también siento.
Te odio por no verme, no saber quién soy, y verte a vos.
Y por gritarme, y discutirme, y llorar, tapar, negar.
Tu terquedad, si mentís, cegas, pensas, inventas y me dejas, indefensa ante tu persona.
Y más te odio por no odiarte, por no olvidarte, pero saber que no puedo retroceder.
Porque ya es tarde, todo es oscuro, nada es lo mismo que ayer.
Por ello más me odio a mí, por extrañarte, y no soltarte.
Y me odio por querer verte, abrazarte, quizá besarte.
Me odio por desearte, por no entenderme, por aferrarme.
Me odio por amarte, y no poder continuar, sin vos.
Me odio porque me quieren, y no los quiero, no quiero a nada... O tal vez miento.
Porque también me odio por quererte, anhelarte, e incluso soñarte.
Y aunque te quiera, no será conmigo, porque doliste, debí marchar.
Entonces vuelvo... Y así me angustio, resignada, una vez más.
Volviendo a odiarte, querer sacarte, aunque te ame... Y duela amarte.
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Reflexión de Lunes...
Viví añares creyendo que me lo merecía. Hoy sé que no.
Me he levantado pensando porque siempre eran de esa manera conmigo. Desde pequeña siempre esperé palabras de aliento, motivación, pero ahí estaba el error, descubrí que yo no tenía que esperar nada. De igual manera no puedo borrar de mi cabeza todo el menosprecio que he recibido, la indiferencia, la discriminación, los reproches. Todo eso solo por ser yo misma.
Hoy en día sigue siendo así, quizás de otra manera, porque me rebelé y desde el día que hice eso no pueden contra mí, pero sigue la indiferencia y a veces eso es peor que el ataque directo. Los peores recuerdos, aquellos que bailan en mi mente, casi siempre involucran a las mismas personas, a aquellas que hoy en día influenciaron mi forma de actuar, de vivir.
Quisiera despertarme y no tener recuerdos de vez en cuando, otras, sé que hay muchos que no quisiera borrar. Hay personas que han estado, me han ayudado y no llegué a devolvérselos. Eso es algo que vivirá conmigo toda la vida, porque esas personas no van a volver y nunca van a saber todo esto que siento.
También descubrí lo que es el amor. El amor es querer que el otro sea feliz, aunque aquello cueste tu felicidad y lo he sentido muchas veces. Nunca supe si alguien realmente lo sintió por mí.
De ese sentimiento saque muchas cosas… La primera, es que no deben hacerte creer que estás haciendo todo mal. No deben hacerte sentir que no se puede confiar en vos, que no sabes querer, en una palabra, insuficiente. La segunda es que nadie tiene derecho a tratarte mal y no sentir culpa por ello. No pueden venir un día, descargar toda su ira sin medirlo y luego irse, haciendo como si nada. No pueden pensar todo el día en sí mismos y nunca preguntarte que sentís al respecto. Nadie puede pisarte para cruzar hacia algún otro lugar. La tercera cuestión, es que, si todo lo anterior sucede, entonces, no es amor. Es obsesión, es posesión y es defenderse a uno mismo, no amar a otro.
Las personas son inseguras, miedosas, celosas, pero eso no significa que uno tenga que quedarse ahí e intentar ayudarlos. Nadie viene a salvar a nadie, porque todos tenemos cosas que proteger de nosotros mismos. Nadie puede someterse a sucesos que no suman, que no te permiten avanzar, porque esa gente luego te va a culpar de esas inseguridades, te va a hacer sentir que es por vos, pero realmente cada uno ve del otro lo que percibe de sí mismo. No es más que eso.
El amor va más allá de una pareja, involucra amigos, familiares, mascotas, pero para todos es lo mismo: quien sea así con vos no te ama ni respeta. Si realmente nunca le interesó como estás sin pensar antes en sí mismo, no es amor. Nadie sumerge a quien ama. Si realmente no te genera buena energía, ni paz mental y tampoco acepta que no la encuentres consigo, no es amor.
La vida es demasiado corta para preocuparnos por cuestiones ajenas, por eso es tiempo de soltar y dejar ir personas de vez en cuando. Si bien no es para nada sencillo, es algo que debe atravesarse y sufrirse, el dolor puede ser una buena manera de aprender. El enojo no, el rencor es malo, se recuerda lo bueno y luego, por supuesto, se sigue. Porque todas las personas tenemos permitido fallar, pero no tenemos permitido exigirle a otro que se quede donde es infeliz.
El tiempo se encarga de poner en tu vida personas que van a sumar, que ofrecen, que entregan más de lo que tienen. Mientras tanto, uno va aprendiendo a dar, a ver sus propios errores, a descubrirse. Uno va viendo con quien funciona, con quien quiere, con quien las cosas son más simples y con quienes no.
Si bien toda esta reflexión no me es sencilla de seguir hoy, porque no puedo, porque mi corazón está roto y porque me abriga la decepción, la desesperanza, la desilusión, puede que en algún momento pueda ponerla en juego y todo sea más simple. Quizás hoy me levanto y encuentro que mi confianza desvaneció, que no puedo creer en nadie y no estoy del todo segura de quienes me rodean, pero mañana descubra que hay personas en quienes se puede confiar y que siempre van a estar ahí para vos, cuidándote, amándote, con libertad, sin límites, sin reglas, sin dolor, sin egoísmo ni indiferencia.
No quiero ilusionarme, esperanzarme, idealizar, pero siento que esa gente está ahí. Disfrazada de amigos, quizá. Disfrazada de algún futuro amor sano. Y esas personas reemplazarán a todo aquello que me hizo creer que me merecía lo que me ocurría, a todos aquellos que con el tiempo me hicieron sentir que era mi culpa, cuando en realidad no. Van a tapar a esa familia y a esas personas que me hicieron sentir que no tenía nada bueno en mí.
Sentir todo esto, muy de vez en cuando, me ubica en una mejor parte. Donde me descubro y donde descubro, que no todo está perdido. Donde sé que tengo un lugar. Que no tengo que huir, que no tengo que pensar en irme, porque el mejor lugar está adentro mío. Y no siempre he considerado eso, es ahora, que por mi cuenta me animo a pensarlo. Me doy cuenta al fin que sola puedo con todo, o casi todo. Que no necesito a nadie de quien depender y que, con un poco de compañía, relaciones con aire de libertad y cariño, puedo enfrentar. Ahora si me gusta, digo, saber que no los necesito indispensablemente. Que no necesito a esa gente que no quiere ver nada bueno en mí.
Porque me tengo.
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Y otra vez me reencontré con mi vieja amiga, que me pedía que me rinda. Me pedía que la siga. Pero le dije que no, que me suelte, que no quería volver.
Ella decía que era lo único que siempre tuve, que me acompañaba, mientras que el resto se iba, me dejaba.
Yo le decía que no… que por favor, no vuelva. Insistia, me decía que jamás se había ido.
Era cierto, nunca se había ido. Siempre estuvo ahí. Me mantuvo en ese pozo del cual no puedo salir, haciéndome pensar que la única manera de salir de ahí era… Bueno, no quiero escribirlo. Pero eso, eso que asusta, pero que me daría tranquilidad, pienso a veces.
Pero no quiero lastimarlos, a ninguno, ni a los que me han dejado, ni a los que nunca han estado. No quiero dejarles eso, intento no pensarlo entonces.
Me aferro a lo que tengo, aunque a veces no vea nada. Me digo que en dos semanas quizás cambie de opinión, me aconsejo esperar, aunque no pueda.
Me digo, un poco más, solo un poco. Luego el crédito será para mí, que estuve ahí, que aguante… Y todo va a cambiar
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Quizá
Una caricia a mis mascotas,
la brisa en la cara,
un desayuno,
risas con amigos,
una cerveza fría,
un rato con mi abuela,
los mates con mi hermano,
el sol a la tardecita, golpeando mi cara,
sentarme en el pasto a charlar,
conocer gente nueva,
coicidir con personas,
vivir nuevas experiencias,
reirme sola de vez en cuando,
cantar en la ducha,
el agua fría cuando hace calor,
el invierno,
el olor a jazmín en primavera,
los recuerdos bonitos,
los vídeos de mi gato,
la música que me gusta.
Esas entre tantas, tantísimas cosas que me hacen bien. Pero... ¿Saben? nada, nada esconde aquél vacio que con solo verle desaparecía. Y siento tanta impotencia, al ir perdiendo la capacidad de fingir.
Quiero esconderme en sus brazos, sentir protección. Aquello que me hace bien, pienso, sería mejor si se lo compartiera.
Quiero arrancar nuevamente, pero para aquello falta mucho. Quiero soltarle, pero ayer, hoy y mañana, será imposible.
Me digo perdón, porque no puedo ayudarme. Quizás algún día lo logre. Quizá.
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No soy de afrontar las emociones fuertes muy seguido. Las canalizo de alguna manera que resulte menos humillante... Pero mi pregunta por las noches, es la siguiente: si uno en su presente está seguro (o eso cree) de qué hay algo, alguien, una cosa, que es parte del pasado... Lo analiza, lo decide, lo asume... ¿Cómo hacer para que aún deje de ser parte del futuro? ¿Cómo librarse de aquello? ¿Hay alguna forma de escaparse de la ilusión?
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Hallarse
Se levantaba todos los días con una sensación distinta; a veces estaba bien y otros nostálgicx, pero era completamente normal. Realmente no le correspondía ninguna emoción, porque ninguna era exacta, pasaba por todas depende del día.
Se despierta 6am, pospone la alarma. Vuelve a sonar a las 7:00 pero prefiere levantarse a las 9:00 mientras le dedica un tiempo al café, al cual bate aproximadamente diez minutos. Le gusta la espuma que queda al prepararlo, le da energía. Quién sabe por qué.
Pone música en aleatorio, suena cualquier canción. Cambia las románticas, depende que le trasmitan. Algunas le recuerdan a… a personas. Acaricia a su mascota, se ríe, se estresa, necesita de ella. Piensa en si le molestará a su vecinx lo que escucha, o el volumen, pero luego le da igual.
Se sienta en su cama, mientras toma el café, a veces con tostadas. Piensa. Piensa en ese sueño que tuvo anoche y ayer, y antes de ayer y… bueno, siempre sueña lo mismo.
Esta sentadx ahí, con esa persona, que le preocupa, que le importa, charlando, mientras le consuela. Le acaricia, le dice que lx quiere y que lx entiende. Le dice que está bien, tienen un lindo trato. Le cuenta lo que le pasa, se desahoga, se escuchan, se abrazan. Aprecia el momento, es su favorito. Se despierta. Lx extraña.
Y así, todos los días. Había escuchado, hace poco en la clase de psicoanálisis, que eso era lo que deseaba. Evitaba pensarlo en el día a día, algo no le dejaba pensar en ello, pero a la noche no tenía salida. Se levantaba con angustia, su inconsciente había dejado pasar cosas que su yo no quería que pasaran. Eso escuchó en la clase, en la cual no anoto nada porque no sentía motivación.
De igual manera, pensaba que debía adaptarse a la realidad. No era la que prefería, pero así era. Pensaba que había perdido a su único consuelo quizá, pero también recordaba que siempre pudo solx y fue fuerte, que nada importaba más que sí mismx ahora.
Al despertar al día siguiente seguiría ahí, solx. Prepararía su café, sus tostadas y acariciaría a su fiel amigx animal. Seguiría su rutina, se vería con la gente que le hace bien o charlaría con ellas quizás. Todo estaría bien, o casi bien, pero daba igual. Lo único que iba a cambiar, quizás, serían sus emociones, otra vez… Pero le gustaba, porque le distraía.
Al finalizar el día se acostaría y volverían momentos. Esos momentos que están en todas partes, como en las fotos, las cartas, los lugares, los recuerdos. Pero estaban bien, aprendía a vivir con ellos y los apreciaba. En su momento le hicieron feliz.
Se daba cuenta que ya nada era igual, pero no era pesimista, sentía que quizás algún día todo sería mejor. Había cosas que no entendía ni ayer, ni entendería hoy, ni mañana, pero a lo mejor estaba bien así. No había que entenderlas.
Había nuevos sentimientos que se asomaban de a ratos, se sentía rarx, pero no quería indagar tanto aún. Mientras no le hiciera daño, los conservaba, en su lugar. Vivía el día a día, esperando cosas nuevas.
Lo único malo, tal vez, era no poder contárselo a quién quería. Pero lo entendía, lo aceptaba, y empezaba a asumirlo.
Su vida ahora era esta y debía hallarse en ella.
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Me urge irme, olvidarme, desaparecer.
No hay segundo en dónde no me sienta enfermo, en dónde no duela hasta el suspiro. Mis emociones van y vuelven, mi cuerpo responde de maneras que no entiendo, mi risa no aparece, mi concentración no existe, mi corazón está raro.
La vida sigue, nada alrededor se frena conmigo.
Me urge encontrarme, quererme, entenderme.
Estar un segundo sintiéndome vivo, en dónde no duela hasta el suspiro.
Quiero sentir emociones sanas, quiero que mi cuerpo viva, reír de alegría y no por autoprotección, concentrarme en lo importante, reparar mi corazón.
¿Existe alguna manera de sanar?
El tiempo no me convence, arrastra recuerdos, arrastra sentimientos, la tristeza, me arrastra a mí.
Pero parece ser la única opción. Eso dicen.
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...Hoy no es lo mismo
Pienso que hace un par de meses hacía lo mismo, miraba las fotos una por una y escuchaba cada canción con toda mi atención. Pero hoy no es por la misma razón que hace unos 60 días atrás.
Antes lo hacía porque era bueno recordarlo, porque me sacaba una sonrisa y quería también obtener la de alguien más. Antes era porque estaba feliz, pensando que lo era todo y que no tendría jamás que dejar de recordarlo. Antes era porque quería expresarle, cuanto le quería. Antes era otra cosa.
Hace un par de meses estaba escribiendo palabras de amor en diferentes páginas, pidiendo ayuda para saber acomodarlas. Estaba sentada, estresada, porque no podía poner todo lo que sentía en palabras, no encontraba ni la mitad de las que quería. Pensaba “no es suficiente”, sabía que no lo era, pero no podía hacer otra cosa, o sí, pero ahora de qué sirve pensar en eso ¿no?
A pesar de todo, disfrutaba lo que estaba haciendo. Me ayudaron y apoyaron, me entendieron, me comprendieron, podría decir. Me hicieron sentir que servía, que sentía, y que todos lo estaban viendo. Hasta me creí la idea de que se estaba notando. Yo pensaba, va a saber. Saber todo lo que siento.
Pero hoy no es lo mismo.
Hoy miro las fotos porque sé que las voy a tener que olvidar mañana, escuchando esa música que se transformara en recuerdos, de esos que no podés tocar o queman.
Hoy no sé si es bueno recordarlo, no me saca sonrisas, sino lágrimas; ya no es con algún objetivo. Hoy no estoy feliz, y si bien sigo considerando que lo es todo, no sé si es tan bueno pensarlo. Hoy no puedo expresar nada, tengo que dejar de hacerlo.
Hoy no escribo palabras de amor, no pido ayuda a nadie, no necesito acomodarlas. Estoy sentada, frustrada, porque quizás realmente no pude poner todo lo que sentía en palabras, no las encontré, no fue suficiente, como suponía.
Ahora no disfruto lo que hago, tampoco disfruto lo que hice, porque el recuerdo solo me lleva al mismo camino, el de no entender por qué no alcanzó. Me concentré en que todos lo vean, pero no en que lo entienda quien yo quería. Nunca lo supo. No supo lo que siento. Y me voy con eso ahora.
Hoy no es lo mismo porque ya no existe, porque cada palabra se esfuma, las acciones no alcanzan, porque se acabó.
Hoy no es lo mismo porque tuve que irme sin querer hacerlo, y es difícil explicar algo como eso a alguien. Nadie entiende porque alguien se va de un lugar que no quiere. Yo tampoco lo entiendo. Pero sucedió.
Hoy no es lo mismo, pero a su vez si es lo mismo, porque todo lo que me faltó expresar se quedó adentro mío, y ahora se queda a vivir acá.
Hoy sigo sintiendo con la misma intensidad, con la misma fuerza. Hoy me duele como nunca antes me hubiese dolido, porque me doy cuenta a su vez que crecí, madure, que aprendí a amar. Pero sí, no es lo mismo que antes, porque no puedo decirlo, expresarlo y no puedo hacer nada con eso. Ya no sirve. No alcanzó y tuve que irme, y no hay forma de que eso cambie.
A lo largo de mi vida viví amando, en silencio; sintiendo cosas que jamás pude decir y alejándome de aquellos a quienes quiero a pesar de las huellas que han dejado. Porque a veces me toca pensar en mí, en lo que quiero, en lo que es bueno. Y también en ellos, en que merecen algo mejor. A veces duele, pero no hay opciones.
Así que hoy no es lo mismo, otra vez, porque me voy, pero con todo adentro. Miles de emociones chocando unas con otras sin dejarme pensar. Para que todo esto quede ahí y finalmente un día se evapore… O solo decida acompañarme el resto de mi vida.
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