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Nunca serás mi amanecer, pero pinté mil cielos para verte brillar.

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Nunca serás mi tiempo, pero inventé mil relojes para esperar por ti.

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Nunca serás mi destino, pero caminé mil senderos esperando encontrarte.

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Nunca serás mi historia completa, pero llené mil páginas con lo que no pudo ser.

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Nunca serás mi realidad, pero inventé mil mundos para soñarte.

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Nunca serás mi principio, pero reescribí mil comienzos para incluirte.

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Nunca serás mi destino, pero trazé mil mapas para buscarte.

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Nunca serás mi sueño cumplido, pero inventé mil noches para perseguirte.

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Nunca serás mi final feliz, pero escribí mil historias para intentarlo.

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Te dí todo de mí, aunque nunca supe cuánto gané por haberte amado.

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Me aferro a las drogas buscando olvido, pero ni el viaje más fuerte me hará sentir lo que sentía contigo.

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En vano busco en tus ojos la verdad, y encuentro solo una mirada desleal y fría.

Me quedo con el dolor de tu silencio cruel, y la certeza de que ya no me querías, ya no eras mía.

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El vacío que dejaste es un recordatorio constante de lo que nunca será.

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y aquí estoy, atrapada en recuerdos que duelen, preguntándome por qué, en el momento de decidir, siempre elegiste el camino de la distancia.

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Las palabras que no dijiste pesan más que los adioses que nunca tuvimos.

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Y así, el eco de tu ausencia se convierte en mi compañero, recordándome que a veces, incluso el amor más verdadero no es suficiente para mantener a dos almas unidas.

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A veces me pregunto si alguna vez pensaste en quedarte, si al menos por un segundo consideraste lo que éramos, lo que podríamos haber sido. Pero la respuesta siempre llega en el eco de tu silencio. No sé qué duele más, si el vacío que dejaste o la idea de que, para ti, nunca fue suficiente.

Te vi partir sin mirar atrás, y aunque quise gritar, aunque quise detenerte, algo dentro de mí ya sabía que siempre había sido así. Quizás fue culpa mía por esperar más de lo que estabas dispuesta a dar, por pensar que algún día me elegirías sin dudar. Pero ahora solo me queda la pregunta, clavada en mi pecho como un recordatorio constante:

¿Tan imposible era que me eligieras a mi?