Tumgik
#y una acá cubierta de sangre
sudaca-swag · 1 month
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Basta Lula ya entendimos
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loverocksstuff · 1 month
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Huidizo.
Es esta la escueta penumbra que cruje al pisar los huesos, resuena a kilómetros el tiempo de ayer, ahora una sórdida calma, un torpe silencio entretejido en las cuerdas de la memoria que ha destruido hilo por hilo el tiempo, mohoso, perdido en la vergüenza de lo que es y fue. En el Palacio de María Antonieta se ha hallado una lampara humana; un mesero que ha dejado en las mesas toallas y en el anverso ha cruzado una mirada de dos soles que se encuentra al otro extremo de la mesa; es el anhelo, la calma del ensueño.
En otro momento, en la Habana, se mezcla entre la multitud que le sigue, sigue a su ritmo, el compás de la vieja sonora, mientras se encuentra sentado él, enrrarecido por lo que ha visto en su alma.
Esta es la historia de dos obreros, pero también la del ceño fruncido; dos historias que se cruzaron, un pasado distante, uno moldeado por la burguesía, el mito de la meritocracia, rodeado de la violencia bipartidista como causa nacional, ajena al contexto histórico y político de su contemporaneidad y otro, es el antaño de un trabajador, que sueña cuando puede, cuando el cansancio y hastío por ser otro Sísifo se lo permite.
Dos se han encontrado, ella; él y un gato. ¿A caso hay algo más importante en esta vida que un hombre y su gato?
Ella resguardó su tragedia cotidiana. Él la atesoró y guardó, sabiéndose más importante por guardar un secreto que por divulgarlo.   
Esta historia continua en la estepa del Llano, en donde se encontraron, vivieron una fugas historia, en una tierra embadurnada de sangre, conflicto y humedad, de pronto una escena y dos cuerpos que se derrumban. El uno es del otro. La inocencia vela la verdad, el cansancio reemplaza la divinidad, la sencilles en cada emotivo silencio. Acá el tiempo es como un acido que diluye la memoria, todo recuerdo bello es aplastado por la palabra mal hecha.  
Un obrero que descansa en el apacible refugio que lindera las ideas más profundas, en donde reside su abuelo, su infancia cubierta de miseria de ser desprovisto del pan. Nunca se es dueño de su destino, siempre se está tomado de la mano de otros, en ocasiones de la fe, en otras más desgraciadas del amor.
Ahora se ve, en el fondo del camino, el viejo río, descolorido, cubierto por una manta brumosa de olvido, detalles, personas; esa emoción vieja ha quedado. No ha llegado el obrero a ser un arquitecto, historiador, tampoco puede imaginar llegar a ser pensador, pues , ahora, casi todo se ha reducido para el viejo obrero en convertirse en un observador.
Autor: Nicolás Grajales.
Bogotá D.C.
19 de agosto de 2024.
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elchurupitete · 10 months
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El Zirandarense
Acá donde estoy te añoro, tierra que me vio nacer, Cuando a veces te visito, me produce un gran placer, Zirandarense, por cierto, nacido en tu territorio, Alegre y dicharachero, guache de mucho jolgorio. Le canto a mi municipio, con corazón en la mano, Zirandarense señores, de corazón calentano, Pandacuareo, Guerrero, la puerta a mi municipio, Su sinuosa carretera me lleva siempre a mi sitio.
Profundo, meditativo, vigía el Cerro del Campo, La presa de La Calera te tiende un precioso manto, Esas corrientes del Balsas y las riberas del Oro, Bañas tu preciosa gente, lo que les da su decoro.
Las guachas son un placer, al admirar su belleza, Su fidelidad también, le resalta su nobleza, Altas, morenas o güeras, yo no tengo preferencia, Si hay un corazón sincero, me inclino con atingencia.
El sol que a plomo me llega, le da un color a mi piel, De tez bronceada yo soy, lo que me formó más fiel, Más que otro ni diferente, yo soy todo pundonor, la sangre que llevo dentro tiene el mismo color.
Voy a hacer un recorrido por esta linda región, Zirandarense, por cierto, con orgullo canto hoy, La sierra de Guayameo, termómetro regional, Regulando tu belleza, de hermosura sin igual.
Bajando por Carachurio, me dirijo a la Parota, Ahí me acordé de El Pino, por San Rafael, vía corta, Si visito Aratichanguio, la calidez de su gente, Cupuán me espera risueño, el Terrero está pendiente.
Ziritzicuaro, Guerrero y las Juntas de Cujarán, Voy a cruzar el río Balsas allá por Pitacuarán.
A Alita mi corazón, lo compartió la Parota, Zirándaro unificó como formando una rosa, Ahí conocí a mi esposa, por vida celebraré, A Alita con mucho gusto, mi vida le brindaré.
Zirándaro no te olvido, te llevo en mi corazón, Quiero recordarte siempre, tú me das esa razón, Me siento muy endeudado, muchos lo sienten también, Me formaste, me educaste, haciéndome hombre de bien.
Como todo calentano me siento muy orgulloso Amo a sus lindas mujeres, cubiertas con sus rebozos
El sol que a plomo me llega, le da un color a mi piel, De tez bronceada yo soy, me considero muy fiel, Soy de municipio bravo, cuán orgulloso yo soy, Zirandarense señores, en donde quiera que voy Zirandarense señores, en donde quiera que voy
Miguel Ortuño Originalmente conceptualizado como poema, que finalmente fue grabada como canción con Gabino y su Banda Chica
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boymc25 · 11 months
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Hace tiempo estuve con un hombre muy particular, la vez que lo ví fue muy diferente a las experiencias previas y a las posteriores también, estube con varios después de él, pero ninguno me hizo sentir como la vez que nos vimos, fueron emociones mezcladas, me asusté un poco y no quise verlo más.
Pasaron varios meses y no puedo soportar las ganas de volver a sentirme así. Me decidí a escribirle y el siguiente diálogo fue lo que surgió:
- Hola, cómo estás?, hace tiempo que no nos vemos y me gustaría volver a verte, cuando estés libre escribime.
(varias horas después)
+ Hola, ,bien, vos?, hasta que volviste a aparecer!, mañana este fin de semana estoy libre, me interesaría verte, si querés venir avísame.
- puedo el sábado en la noche, quedamos en vernos el sábado?
+ si, impecable, te aviso de ante mano que tu comportamiento va a ser castigado, me imagino que estuviste con algún otro, en cuanto entres en mi casa tu cuerpo es de mi propiedad, voy a tener que volver a apropiarme de el y está vez no voy a ser tan compasivo como la primera vez.
No respondí a su mensaje, llegó el sábado y las ganas de verlo iban aumentando, me bañe, me apronte y fui hasta si casa.
Toque la puerta:
+ Hola, viniste, pasá!
(cruce la puerta y la cerré sin decir nada)
+ sácate toda la ropa y déjala allí (arriba de un estante)
+ ahora colócate contra la pared (obedecí sabiendo lo que iba a pasar, me ató las manos detrás.
Me agarró de la cara con violencia y la escupió diciéndome que le daba asco lo arrastrado, me dió un golpe en el estómago y me tiró al suelo, me pateó el estómago, piso mi cabeza y mis genitales, grité de dolor mientras le pedía perdón.
+ Esto es lo que te mereces! (Saco su miembro y comenzó a orinar me desde la cara hasta los pies).
Notó que mi pene se ponía erecto, tomó mis huevos y los apretó muy fuerte.
+El único que va a sentir placer voy a ser yo, voy a usar tu cuerpo para causarte dolor!
- soy todo tuyo papi, haceme lo que quieras.
+ No tenes que decírmelo putito de mierda!
El piso estaba frío y el olor a orina era muy fuerte, me puso boca abajo, agarró mi cabeza por el pelo y la apoyo sobre el suelo, la orina mojaba la mitad de mi rostro.
+ Abrí la boca! Puto de mierda, abrí la puta boca!
Abrí la boca y la orina fría entraba en mi boca, mientras resfregaba mi cara contra la orina se reía, parecía que lo disfrutaba.
+ Ahora me das más asco, putita arrastrada y meada!
Me levanto y me puso de rodillas, me beso y volvió a escupir mi cara, mientras me sostenía del cuello, pateó mis genitales, me le lastimo pero si me dolió luego los piso, insultandome hasta la humillación.
Me levanto como pudo y tiró mi ropa en el charco de orina, le grite que no y me golpeó muy fuerte en el estómago.
+ Te dije que no iba a ser tan piadoso!
Me dejó caer casi sin respiración, cuando pude recuperar el aliento, le pedí que me soltara, que me quería ir.
+ Ya te arrepentiste puto de mierda?, de acá no te vas a ir hasta que te salga sangre del culo! Te voy a hacer sufrir!
Me llevo a su cuarto, la cama estaba cubierta y me tiró sobre ella, seguía bañado en orina y con las manos atadas, me saco el boxer que estaba empapado y coloco una especie de palo que deparaba mis piernas. Lubrico mi culito muy superficialmente, y ató sobre mi boca un trapo que apretó muy fuerte, mientras introducía sus dedos, lubrico su miembro, era gigante.
Sin mucho tacto introdujo la cabeza de su pene y luego deslizó lo que faltaba hasta que no habia más que meter, me dolió xq me abrió de una sola vez, pero fue soportable, dejó caer su peso sobre mi.
+ Que asco me da el olor a meado que tenés! Pegó es lo que te mereces!, esto es lo más gentil que voy a ser, afloja el culo porque te lo aflojó a la fuerza!.
Creí que el dolor desaparecía cuando sentí que se retiraba y lo volvía a meter a toda velocidad, sentí un calambre y un dolor impresionante, intenté gritar y sacarlo pero me tenía sometido, sujetaba mi cadera y su pelvis se movía detrás de mis glúteos con tanta violencia que el dolor me aflojó el cuerpo, sentí como su miembro desgarraba mi carne, del placer al completo dolor, afloje mi cuerpo, él golpeaba mi cara mi espalda, hasta que tomo mi cabeza por el pelo con una de sus manos y mordió mi cuello, sentí que sus dientes penetraron mi piel de lo fuerte que me mordió, si me movía o me quejaba apretaba la mordida, por lo que quede quiero y en silencio, totalmente sumiso, sentí una especie de violación brutal.
Rogaba que terminara, mientras sentía como su cuerpo estaba dentro del mío, me causaba dolor por todas partes, sentí que con sus rodillas separaba mis piernas, soltó mi cuello pero su cincho mi cabeza para atrás como si fuera un muñeco de trapo, completamente atado, sentí que no podía respirar, me retorcía y el ejercicio fuerza, mi cuerpo tenía una forma que causaba dolor al extremo, me orine del miedo en su cama, el continuo penetrandome hasta acabar dentro de mi y al oído me dijo:
+ te llene de le he putito! Eso era lo que querías?
Mi cara era de olor y sufrimiento, me soltó y quede tirado en la cama llorando, me dió vuelta y comenzó a masturbarme, le dije que no quería y solo me miró, lo deje hasta que me hizo acabar lo limpio y lo escupió en mi boca.
+ tragalo!
Lo trague y se fue,volvió y me trajo mi ropa que estaba empapada en orina, estaba helada, me la puse y me fui de esa casa, nunca más volví ni pienso volver.
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withoneheadlight · 3 years
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Acá tu stalker de vuelta.
Pues no hay mucho que mencionar, solo que soy un caliente de mierda y que prefiero a Billy como pasivo. Un brat bottom o algo así, no se-
Pero igual yo estoy conforme con todo lo que me entregues. Yyyy eso, un gracias para no sonar terco. <3
lo prometido <3<3<
| n s f w (-ish) |
~
Billy se acaba de poner las bragas cuando se da cuenta de que hay alguien más en el vestuario.
Es esa clase de sensación esquiva y resbaladiza. Un escalofrío en la base de la nuca. Fugaz. Date la vuelta y ya no está. Solo que―
Cuando Billy se da la vuelta esta vez, vaya si está.
Y ésta, precisamente ésta, es la razón por la que siempre se queda el último en las duchas. Un momento a solas. Sabor a haber robado un puñado de libertad en el paladar. Prender un cigarrillo que huele como una blasfemia y que rompe entre el olor a fresco y a desinfectante de las duchas. Dejar que ésa estática que se le queda en el cuerpo después del juego se le vaya despejando sola. La bajada de un buen subidón. Ocho putas horas al día de hacer lo que tiene que hacer y por fin ahora el regusto ácido de la adrenalina y de la nicotina y de poder por fin hacer lo que quiera.
Ponerse lo que quiera.
Solo que―
Solo que Steve Harrington está ahí de pie, frente a las taquillas.
Steve Harrington está ahí de pie frente a las taquillas, frente a Billy, y le está mirando y―
Billy lleva bragas. Encaje. Semi transparentes. De un rojo suave casi rosa. Ribete y lazo.
Billy lleva bragas y Steve Harrington está mirándolas y joderjoderjoder. Hostia.
Y Billy no―
Billy―
Es solo algo que hace. Algo que no puede evitar, desde hace ya tiempo. Algo que necesita. Desafiante. Propio. Una broma privada. Un que te jodan y― el tacto de la tela delicada en las nalgas, la forma en que el encaje ondulado en los bordes se le entierra en la carne tierna de las ingles. Dulce. Bonito. Esa rugosidad del patrón en forma de pétalos acariciándole la piel sensible de la polla. Delicado.
Es algo que de golpe y sin avisar y con el corazón subiéndosele a la garganta ya no es solo de Billy.
Porque Steve Harrington está ahí enfrente. Plantado. Ojos fijos en esta parte de Billy que nadie debería ver. Y Billy no tiene ni puta idea de qué va a pasar o que cojones va a hacer o―
joderJODERjoder.
“Harrington” ladra. Entrecierra los ojos. No tiene ni puta idea de qué hacer pero sabe muy, muy bien qué es lo que no debería hacer “¿Qué cojones estás mirando?”
Amedrentarse.
Aunque la cuestión es de qué.
Porque Harrington solo está ahí. Helado. Tieso. Catatónico. Labios partidos y cejas apretadas y a Billy le gusta que si las cosas se van a ir a la mierda se vayan ya, ya, ya, de una puta vez y que Billy sepa lo que hacer cuando se desate el infierno (agachar la cabeza o morder, o quemar o esperar a quemarse). Ni esperar ni tener tiempo para pensar ni para sentirse de golpe así de desnudo, clavado bajo la mirada de Steve Harrington, nada excepto piel y piel y piel. Ni la camiseta que lleva ni la estúpida (EstúpidoEstúpido) tela de sus bragas de encaje.
“Eh. Eh!” Billy le chasca los dedos delante de la cara. Se arranca la voz de la caja torácica. Cero tolerancia a la incertidumbre y sudor amargo haciéndole arder las sienes de rabia y de vergüenza y quiere que sea yayaya “HARringTON!!”
Steve alza la mirada. Mejillas rojas. No se le escucha respirar. Aprieta los labios hasta plegarlos dentro de los dientes pero hace un ruido conocido, como de tos. Billy lo ha escuchado mil veces, ese ruido. Prólogo y prefacio de ‘Mejor hacer como que no he visto nada y ya está’. A Billy se le da bien, que la gente haga ese ruido. Solo que Steve no acaba de reaccionar, y Billy no tiene paciencia, para las calmas que preceden al desastre y por debajo de la mandíbula el pulso de la carótida empieza a taladrarle el paso hasta el cerebro y el sudor de las sienes ya se le enfría cuando―
Despierta. Harrington. Ojos arriba, arriba. Choque frontal contra los ojos de Billy y dice,
“Me he olvidado de algo,” carraspea “En la taquilla” se le escapa una mirada furtiva, allí donde la camiseta de Deff Leppard de Billy no es lo bastante larga para ocultar el rojo casi rosa ni la puntilla ni―
El hecho de que, justo por debajo, Billy lleva la polla apretada, las pelotas pesadas contra la base transparente de la tela. El hecho de que Billy lleva ropa interior de chica.
“Entonces por qué no dejas de mirarme y lo coges” mastica las palabras antes de escupirlas. Quiere que Steve le vea el blanco de los dientes, los colmillos.
Y Steve traga saliva pero no se mueve. No se va. Tose, carraspea, traga. Recorre todos los signos y símbolos de que va a hacer como si nada pero se queda ahí, mantiene a Billy atrapado entre esa manera indescifrable en que le miran sus ojos y la hilera de taquillas y,
Billy va a tener que―
A tener que.
Y no quiere.
“Harrington” repite. Voz calma. El corazón está a punto se salírsele por la boca pero hincha los pulmones. Traga “No―“
“Estás—” Steve le corta. Le corta y ya nunca le cuesta así, aguantarle a Billy la mirada. Hace meses. Que sube la barbilla y aprieta la mandíbula y se planta pero ahora― ahora le cuesta mantener los ojos en los ojos de Billy y resbalan, torso abajo, se precipitan hasta dónde el borde de la camiseta apenas es capaz de cubrirle la cinturilla de encaje y se le ahoga la voz y ahoga con él a Billy cuando dice,
“Billy” Expira. Inspira. Traga “Llevas bragas”
Dos meses. Dos.
Y todo un maldito año entero justo después.
Faltan sólo dos meses para que termine el curso y luego un año entero por delante. Sesenta y un semanas hasta que llegue esa fecha que Billy sabe que al final no se va a atrever a señalar en el calendario, por miedo a que Neil le descubra. Un año y dos meses de ésta locura de trincheras y de esconderse y de rezar cada vez para que nadie lo sepa. Para que nadie le pille. Para que Neil. Que Neil no le pille. Pero ahora tiene a Steve Harrington delante y lleva puestas sus putas bragas favoritas, esas que le hacen sentir especialcuando lo que Billy es en realidad es un puto estúpido estúpido estúpido, por no ser capaz de aguantar a ponérselas. O a no ponérselas. A no querer. No hacer. No necesitar. Tantísimo. Cosas que pueden joderle así la vida.
Porque Steve no solo está mirando sino que lo ha dicho y Steve está ahí parado, bloqueando todas, todas las salidas posibles. Porque Billy ha conseguido construirse una reputación aquí. De sangre y violencia y heridas abiertas escociendo en los nudillos. Ha pagado todos los precios, menos éste. Y ahora Billy va a tener que. A tener que.
Respira.
Respira.
“Ya sabes cómo es, Stevie” hormigón fraguando en los pulmones. Tono grave. Colmillos. Sonrisa. Una reputación. La despliega como plumas, la exhibe en abanico. Billy se lame los labios y entrecierra los ojos y trata de aparentar que hace honor a todo lo que ha conseguido que se murmure de él en los pasillos. Porque no quiere tener que. No. Quiere. No con Steve Harrington “A Tina le gustan estas cosas” se encoge de hombros, se aparta el pelo con descuido. No lo dice pero lo enseña: no tiene importancia “Y uno hace lo que tenga que hacer, ¿no te parece?”
Pero Steve―
No solo le aguanta la mirada. Esta vez, apuñala la de Billy, la clava contra la pared, la obliga a sostener la suya,
“Ya” bufa “Seguro”
Ojos duros, duros. Le reta y Billy no quiere, pero sabe lo que viene ahora, y nunca hay otra. Nunca hay otra salida.
Billy va a tener que―
Hacer que mantenga la boca cerrada.
Tres pasos. Pecho contra pecho. Se planta. Afianza los pies. Y steve Harrington es más alto pero Billy tiene esto, horas de machacarse los brazos y sudar la rabia como gasolina sin usar. Tiene todo que perder y nada que perder y tanto miedo que a veces no es capaz de soportarlo. Echa humo por la nariz y aprieta hasta que le rechinan las quijadas y Steve mantiene la cabeza alta y solo baja un poco la vista para salvar esos centímetros de diferencia y no es ni la primera vez que están a sí ni la primera en que Billy trata de no pensar en lo mucho que le gustaría ponerse de puntillas y probar a besarle y, falla.
“Seguro qué, Harrington”
Steve gruñe una risa, frunce los labios, plastifica la sonrisa. Se cuadra.
“Seguro. Que me estás mintiendo a la puta cara”
Y Billy daría lo que fuera por tenerlos así. Tan de cerca. Solo que no así. Esos ojos negros.
Y no quiere, por dios, no quiere.
Pero―
En vez de besarle, Billy va a tener que cerrarle esa boca.
“Repite eso”
Aprieta los puños. Tensa los hombros. Siente el calor abrasador de las yemas de Steve rozarle la piel por encima de las costillas, la delicadeza con la que agarra entre las puntas de los dedos un pedacito de camiseta y tira, hacia arriba, deja al descubierto parte de la tripa de Billy y― la goma cubierta e ribete de las bragas y,
Mira entre los dos y cuando su pelo se precipita hacia abajo y le hace cosquillas en la nariz, a Billy se le seca la garganta.
“Hace semanas que no estás con Tina” dice, tranquilo, tranquilo, como si no le estuviera hablando directamente a la ropa interior de Billy y la forma en que se le transparenta por completo la polla “Así que me estás mintiendo, Hargrove. No te las pones por eso”
Como si no se diera cuenta de lo peligroso que es. Como si no se diera cuenta de que, ahora, Billy va a tener que hacerlo más peligroso todavía.
Pulgar. La curva del índice. Nuez apretada contra el anular. Billy le coge de la barbilla y tira “Arriba” tira “Arriba” aprieta “A los ojos, Harrington”
Dos. Le saca dos centímetros. Pero dónde Billy le está sosteniendo los labios de Steve le quedan a la altura de los labios y Billy no debería, pero nota como se le calienta la piel donde solo hace un segundo lo que le calentaba era la mirada de Steve Harrington, fija sobre esa tela transparente e incapaz de esconder nada. Y Billy quiere lamerle los dientes y lamerle dentro de la boca y comerse entera esa forma en que Steve le está sonriendo. Altivo. Cabrón. Y sin miedo. Nada de nada. Como si supierasupierasupiera. Todas y cada una de las razones por las que Billy hace lo que hace.
Todas y cada una de las razones por las que no puede dejar que le siga mirando. Así. Abajo. Entre los dos. Entre las piernas. La forma en que nota que está empezando a humedecer las bragas.
Y esa. Ésa. Se da cuenta Billy. Es exactamente la manera en que tiene que joderlo todo para hacer que se calle.
Pecho contra pecho. Dedos apretando tan fuerte que hacen daño. Le escupe, mas que habla. Se le llena de ácido la boca del estómago.
“Que pasa, Rey Steve” ronronea el principio, clava las uñas en el final. Hace que duela “¿Te gusta mirar a los tíos que llevan bragas?”
Y Steve. Respira. Respira. Respira. Billy sabe cómo hacer daño pero Steve no está herido. No sangra. No le cambia la cara. Se encoge de hombros. Si no fuera por la forma en que su pulso le percute a Billy las falanges, no se le notaría nada. Absolutamente nada.
“Igual” dice. No suena a que tenga ninguna importancia. Pero lo que si la tiene es “Puede que hasta tanto como te gusta a ti llevarlas”
~
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y! hasta ahí xD. sorry por lo abrupto. ojalá pudiera decirte cuando lo tengo pero nunca sé cuando voy a poder escribir :(. y tb espero que el kink no te repatee xD. va patrocinado por todos los videos de maneskin que me he tragado esta semana por culpa de mi amiga lola y que me han hecho rebotar hacia el lingerie!kink a lo salvaje.
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lastvegashq · 4 years
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cuenta la antigua llamada ciudad del pecado que ha visto a KIM GEONWU deambulando por sus calles, ¿será este nuevo año su oportunidad para redimirse o caerá en viejos hábitos? los KIM esperan que no. para su mala suerte: lo que pasa en las vegas, se queda en las vegas.
¡BLOSSOM! ya casi estás dentro. te agradecemos el interés y esperamos que disfrutes tu estadía en 𝐋𝐀𝐒𝐓𝐕𝐄𝐆𝐀𝐒𝐇𝐐. de acá en adelante cuentas con veinticuatro horas para hacernos llegar la cuenta de tu personaje. en caso de necesitar más tiempo, ¡no olvides comunicarte con nosotras!
OUT OF CHARACTER.
01. nombre: blossom.
02. edad: 20+.
03. zona horaria: gmt -6.
04. nivel de conexión: siete.
05. triggers: pedofilia, incesto, abuso sexual, maltrato animal.
06. en caso de unfollow, ¿nos permitirías el uso del personaje como no jugable? sí.
07. ¿algo que añadir? gracias por crear un espacio lindo!!!
IN CHARACTER.
01. nombre completo: kim geonwu.
02. faceclaim: song kang.
03. cupo: nueve.
04. fecha de nacimiento: 06.10.1997
05. ocupación: ingeniero en evolve, inc.
06. personalidad: ( + ) carismático, inteligente, empático, elocuente, perseverante. ( - ) calculador, orgulloso, reservado, impasible, competitivo.
* 07. datos curiosos.
uno. nacer bajo dinastía kim mecánicamente desbloqueo puertas en su destino, oportunidades servidas por el único motivo de la sangre que transitaba entre sus venas, no obstante, no todo fue siempre como progenitores le enseñaron a temprana edad a proyectar para ojos curiosos. aunque las reglas que reinaban y los estándares altos siempre fueron claros como el agua, ser el tercer descendiente, también significó carecer la atención invertida en hermanos mayores, con el beneficio del agotamiento parental, pudo hacer y deshacer a su gusto. desde que fue consciente de propios actos, arreglándoselas para ocultar travesuras debajo de las alfombras, idea planteada de nunca poder representar a su familia como primogénito, solo causando más interés de su parte. ambición por recibir constante aprobación de padres que le habían negado un lugar importante, por solo haber nacido después.
dos. percepción temprana del mundo que lo rodeaba, difería del resto. aparente carburar estructurado de materia gris, encontrando sin dificultad alguna a descifrar las salidas de problemáticas que ante mayores parecían tan complicada, devorando cada ejemplar que alcanzaba sus manos y como si fuera nada posicionándose al frente de cada una de sus clases. evidencia suficiente para destacar ante padres, a la corta edad de quince años, ganándose un lugar entre los adultos y negocios familiares, al mismo tiempo, sin dificultades para continuar con sus estudios. el paso a seguir más lógico fue seguir el cosquilleo en la boca de su estómago de cada vez que se encontraba creando algo en una computadora, armarse de una ingeniería en desarrollo de softwares y diseño computacional. haciéndose de su plan perfecto de vida.
tres. no todo podía ser perfecto, malos hábitos en tiempo libre solo consiguieron rodearlo de las personas equivocadas que animaban adicciones, percibido control que poco a poco fue desvaneciéndose de su poder sin realizarlo, catarsis inevitable. fatídico día en el que su suerte se agotó y la seguridad de su casino favorito descubrió los trucos de su mente para ganar cada ronda en la que participaba, debido a distancias en sistema, singular memoria de esa noche es la decepción de sus padres y la manera en la que negaron apoyo, último necesario para hacerlo terminar entre rejas. utilizándolo de ejemplo para preservar imagen, oportunidad perfecta para crear cubierta perfecta ante cualquier sospecha sobre negocios alternos, asegurar a las familias socias que estarían dispuestos a utilizar medidas necesarias para poner el ejemplo. conservar el honor familiar y riquezas que tanto esfuerzo habían costado.
cuatro. frialdad no duro lo esperado, conexiones siendo utilizadas para retornarlo antes de tiempo a la dinámica social. tiempo tras las rejas obsequió claridad ante situaciones a lo algo de existencia que consideraba ordinarias, aunque encanto fue efímero, progenitores no tardando en influir nuevamente en conexiones neuronales, convenciéndolo de que podrían darle una segunda oportunidad, si se hacía merecedor de tal. ahogándolo con idealices sobre el bien que podría hacer para su familia, para su futuro mismo el fungir como ejemplo del cambio, una historia de éxito entre tanta mediocridad, último clavo necesario para convertirlo nuevamente en otro hijo perfecto de los kim.
cinco. actualmente, no menciona ocurrido, como si solo se trataran de meses perdidos en otro viaje, un internado más al otro lado del mundo. adaptación comprometida a sus funciones como desarrollador de evolve, que pocos lo cuestionarían. si los sucesos en la ciudad le afectan, no es algo que demuestre, interés fijado en cumplir con trabajo para poder servir como la pieza en el gigantesco ajedrez que le fue asignada, esperanzas vigentes de ser recompensado por el esfuerzo de los últimos años.
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bellasrarezas · 5 years
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Hoy
Me toca escribirte a vos, que estuviste ahí, que lo viviste y a vos que vas a estar ahí o puede ser que lo vivas. Hay años que vienen caóticos solo porque tienen que enseñarnos cosas de nosotros mismos. Eso pasó ese año. Una cosa tras otra. No hablé, porque no hablo, escucho. A veces creo que la empatía arruinó mi poca capacidad de diálogo recíproco. No pude confiar mi dolor en la persona que se suponía que debía confiarlo. No podía confiar en mi misma. No tenía un trabajo que me diera confianza tampoco y todo lo que vino después se desmoronó. A esta hora, en este día, ese año de mierda, estaba ebria, con un vaso de Rasta on Fire en la mano. Lo recuerdo paténtemente. Había empezado una parte de nuevo, faltaba la otra. Mi parte. Esa que juré que había muerto, pero no, seguía latente y hacía días atrás lo había hecho de nuevo. Eso que juré jamás volver a hacer. Me detestaba, lo que vino más tarde esa noche fue deprimente, triste, vacío. Ya no había nada. No podía salvarse algo que ya estaba hundido. El error fue mio. Nunca esperé sanar. Y acá estoy, miro los años y cuento. En este, estoy trabajando en varios lugares al mismo tiempo, a veces no paso más que un rato en casa, pero puedo conmigo económicamente. Estoy estudiando, de noche, me quedan tan solo cinco materias. Parece increíble. Recién llego de haber salido con mi grupo de trabajo, un grupo maravilloso. No hay nada más. Mi error fue priorizar lo equívoco. Nada de lo que tengo ahora, lo tendría si eso no hubiera pasado. Todo esto es producto de mi ansiedad, mi depresión, mi impulsividad, mi odio. Todo transformado en creatividad, motivación, alegría y amor propio. Pude. Puedo. En ese momento yo creía no poder. Me vi en el suelo, completamente destruida en mi propia mente. Tambaleando entre un adicto al café (mi ansiedad) y un enfermo psicopático (mi depresión) descubrí la causa del problema. Cuando uno se encuentra consigo mismo, o con versiones de sí mismo en otras personas, es que descubre realmente de lo que es capaz o fue capaz en algún momento; y surge la dicotomía ¿huyo cual cobarde ansiosa? O ¿sigo en el misma con el boicot y la zona cómoda? Entonces, es ahí, en medio del caos, con las manos cubiertas de sangre y en la desesperación, que uno decide lo que quiere ser... y yo decidí ser mejor.
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completemessx · 6 years
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[ @sircnas ] acá esta el karma de mi dude, besis
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Lo arrastraron por la cubierta hasta donde la luna llena iluminaba perfectamente. “Están siendo estúpidos” farfullaba intentando escaparse del agarre de sus ‘compañeros’. La vida de un pirata era así, un día tenias aliados y al otro ya no. Un día compañeros y al otro enemigos. “¿Me van a tirar por la borda? ¿Me van a matar?” escupió y se rió a carcajadas. “¡Y todo esto sin una pelea! Que cobardes.” No le molestaba ser tan bocon, aunque eso le traería muchos mas problemas. Para callarlo de una buena vez uno de los que lo sujetaba le lanzó un puño a la boca. Francis escupió sangre en el suelo y luego alzo la cabeza. ‘Vamos a hacer lo que se le hace a los traidores’.
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itsarillo · 5 years
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La turista chilena
—¿Leo?
Creo que fue la voz de Helena lo que me volvió a la realidad. Me sentí despertar de un sueño pesado, pero no abrí mis ojos. ¿Acaso este cuerpo era mío? Porque no lo sentía así.
De a poco y a medida que la voz de mi amiga se hacia más fuerte, yo subía a la superficie; y a pesar de tener mis ojos cerrados, mis sentidos se alertaban con cada mínimo estímulo. De la nada sentí que caí fuerte contra el suelo. Había revivido, ¿lo había expulsado?
Como líneas que unidas luego toman una forma, todo a mi alrededor comenzó a tomar textura, tonalidades y temperatura, uní cabos para llegar a la conclusión que estaba yaciendo en el suelo de un campo; la tierra estaba muy fría y pegajosa, olía a humedad y hierro, el viento soplaba fuerte y arrastraba consigo la voz de Helena, que de a poco se aproximaba. Sentía el temblor en la tierra de sus pasos apresurados, urgentes. Los grillos cantaban, no supe distinguir si era de noche, ni qué día era. Ni tampoco…
¿Qué había pasado?
Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando en mis recuerdos no encontré acontecimientos de lo sucedido hace dos días atrás. Estaba en blanco.
—¡¿Leo?! —volví a escucharla. Parecía que estaba cerca, asustada y confundida. Me estaba buscando y no me encontraba.
Quise contestarle que estaba acá, que también estaba asustado y que el hecho de no poder controlar mi cuerpo del todo me desconcertaba, que necesitaba abrazarla y pedirle que si él estaba en mi cabeza que me lo quitara, pero no pude, nada en mí ejecutaba mis órdenes, nada en mí reaccionaba. Con mi corazón palpitando en mi garganta y entre los bombeos de mis latidos retumbando en mis oídos, escuché como los pasos de Helena frenaron de golpe. Un suspiro ahogado de la impresión se le escapó de los labios. Supe que me había encontrado.
Fue cuestión de unos segundos para sentirla a mi lado. Escuché como dejaba caer un objeto al suelo y cayó de rodillas junto a mí.
—¡Leo! —gritó, mientras sus manos se aferraban de mis hombros como si tuviera miedo a perderme otra vez—Leo, ¿estás bien? ¿Me escuchás?
Me movió con cuidado, sin embargo su agarre era fuerte, ansioso, casi desesperado. Fue cuando puso su mano sobre mi mejilla que sentí recobrar el control de mis párpados. Éstos ya no pesaban, los abrí de golpe. Y ahí estaba mi amiga, cubierta por la tenue luz de un amanecer que de a poco se aproximaba, con los ojos brillando de preocupación, con cada músculo de su cara tenso, algunos mechones de su pelo estaban pegados en su rostro por la transpiración, ¿cuánto había corrido para alcanzarme?
Soltó un suspiro aliviada, era tanta la tensión que tenía arraigada que casi pude ver como se quebraba cuando se liberó de ella, pero mi amiga era fuerte así que luchó por mantener esa postura. Y yo finalmente me sentía libre, liberado de un peso del cual no sabía su verdadera magnitud hasta que me lo quité de encima.
—¿Estás bien, Leo? —me preguntó, su voz tenía ligeros temblores. Yo me las arregle para asentir con la cabeza—. Dios, estuve muy, muy preocupada, ¿qué pasó? No sabes todo lo que tuve que recorrer para encontrarte. Tu mamá vino a casa a preguntar por vos, le tuve que mentir y decirle que estabas conmigo y que te ibas a quedar a dormir, pero Leo, yo no supe nada de vos durante todo el día —se giró hacia una linterna que estaba en el suelo, alumbrado hacia un arbusto y la tomó. La enfocó hacia mi cuerpo—. Ella no estaba muy convencida y le dij-
Helena se detuvo con tanta brusquedad que parecía como si se hubiera ahogado. Su mirada cayó en mi torso, y a medida que recorría el resto de mi cuerpo con la luz de la linterna iluminando, sus ojos se abrían impulsados por la impresión. De pronto su rostro se desdibujó por completo, se quedó inmóvil por unos segundos.
—¿Qué? —le susurré, confundido.
—T-tu ropa tiene sangre —murmuró, y su mano comenzó a guiar la luz de la linterna hacia diferentes partes de mi ropa. Parecía que no lo creía, y yo tampoco, hasta que miré hacia todos los lugares que me señalaba—. Dios mío, estás lleno de sangre.
Mi remera gris era principalmente la más afectada, con manchones grandes y grotescos, pude distinguir que a la altura de mi pecho habían marcas de manos ensangrentadas, mi campera era negra pero se sentía húmeda. Mi pantalón de jean y mis zapatillas sufrieron salpicaduras pero tenían más que nada manchas de barro. En mi cabeza toda la sangre se me amontonó de golpe, impiniéndome pensar con claridad.
Helena sujetó con fuerza la linterna mientras que con la otra mano comenzó a examinar mi cuerpo.
—¿Es tuya? ¿Te lastimaste? —tocó mi cuerpo en busca de heridas, buscó indicios en mi ropa—¿Te duele algo?
Las palabras se me agolparon en mi boca, no pude dejar salir ninguna, apenas podía respirar con normalidad. Finalmente Helena levantó mi remera, pero no encontró herida alguna que haya provocado semejante derrame. Sus ojos se clavaron a los míos, la luz creaba sombras profundas en su cara pero de todas formas pude notar como el temor cambiaba sus rasgos. Por primera vez me miró con miedo, como si me temiera a mí.
–Leo… ¿de quién es la sangre? —me preguntó, con voz baja y temerosa.
Apenas hice el amague de levantarme, Helena sufrió el acto reflejo de alejarse. Se tiró hacia atrás y batalló por ponerse de pie y retroceder dos pasos antes de que pudiera hacerlo yo.
—¿De quién es la sangre?
Lentamente y descubriendo dolores en mi cuerpo que despertaron con mis movimientos, me levanté del suelo y me puse de pie. Quise acercarme a Helena pero ella volvió a retroceder. Levanté ambas manos, en señal de que ahora mismo era tan indefenso como ella, pero ni bien lo hice noté que mis manos también estaban manchadas de sangre y tierra, y que mis nudillos estaban lastimados. Comencé a temblar.
Mi amiga me apuntaba con la luz desde lejos, inquisidora e indiferente a lo que sentía.
—¿Qué pasó?
—No sé…
—¡¿Qué hiciste, Leo?! —estalló, y algo dentro mío también.
—¡No sé! ¡No sé! No me acuerdo, no me acuerdo de nada.
Llevé mis manos hacia mi cabeza y deseé con todas mis fuerzas poder desaparecer de ese lugar. O por lo menos poder recordar algo. Cuando me di cuenta tenía mis ojos desbordando de lágrimas; estaba en un lugar cuya ubicación desconocía, los recuerdos parece que se esfumaron de mi memoria, estaba cubierto de sangre que no era mía y mi mejor amiga de toda la vida me miraba como si fuera un monstruo de esos que existían solamente en las historias que escribía.
Deseé con la poca intensidad que le quedaba a mi alma que esto fuera solo un cuento de los que escribía Helena. Pero era tan real que hasta dolía.
De pronto la luz que emanaba la linterna aterrizó de llenó en un sector del suelo que estaba a mi costado derecho, medio oculto entre dos arbustos, a tan solo pocos metros de mí. Esa parte de la superficie estaba desprolija, revuelta, dispareja, como si en realidad ese mínimo montículo que se divisaba no perteneciera a ese lugar.
Como si alguien hubiera cavado un pozo para luego taparlo con esa misma tierra.
Y ahí lo entendí todo.
Helena tenía una mano que tapaba su boca, estaba llorando. Ella también lo entendió.
—¿Qué hiciste? —escuché su voz amortiguada, tan vacía y desesperanzada, como si estuviera condenándome.
Sacudí mi cabeza, negué tantas veces como pude, dando pasos hacia atrás de esa porción de tierra como si el solo hecho de alejarme me librara de toda culpa. Pero ese pozo ya tapado gritaba mi nombre.
—Yo no hice nada, Heli, yo no fui, te lo juro.
No, fui yo.
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sietemaravillas · 3 years
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NUESTROS OJOS ESTÁN EN LAS FLORES, NUESTRAS MANOS EN LAS RAMAS, NUESTRAS VOCES EN LA BRISA Y NUESTROS GRITOS SE AHOGAN EN EL SAUCE.
Isla que respira, siente y te abraza, convirtiéndose en una contigo misme. No te preocupes, acá no debes ocultarte, idílico lugar se manifiesta a tu alrededor y por primera vez te sientes realmente en casa. Pero vientos traen consigo alertas constantes, resguardo siendo privilegio que isla busca mantener por mucho tiempo, secreto del cual ahora serás parte y, por ello, antes de recibirte, KANG JIAHN ¿jurarás no revelar el paradero de Svalbarö y velar por la seguridad de su gente?
PIKA ¡Bienvenide a Siete Maravillas! Te agradecemos por acompañarnos en este viaje y esperamos que permanezcas por mucho tiempo a nuestro lado. Desde este momento cuentas con 24 horas para enviar la cuenta de tu personaje, ¡disfruta!
FUERA DE PERSONAJE
pseudónimo: pika
pronombres: femeninos
edad: + 25
país o zona horaria: argentina
nivel de conexión del uno al diez: 7~8
triggers: pedofilia, incesto, abuso sexual, maltrato animal
¿algo que añadir?: ♡
DENTRO DE PERSONAJE
nombre: kang jiahn
pronombres: masculinos
faceclaim: song hangyeom
edad y fecha de nacimiento: 25 años, septiembre 26.
ocupación: desempleado.
cupo y a qué aquelarre pertenece: cupo 50, archaos.
personalidad: tres rasgos positivos, tres negativos.
( + )   espontáneo, sociable, creativo  ( - )   dependiente, vanidoso, despistado
¿siempre ha vivido en la isla o es extranjerx?:
es extranjero, su país natal es corea del sur. el divorcio de sus padres, el trabajo de cada uno, y posteriormente su propio empleo han motivado que deba pasar largas temporadas fuera del país. si bien estancia en la isla es algo completamente nuevo para él, acostumbrarse a un ambiente nuevo no le resulta para nada difícil.
¿qué poderes posee?
*     MARAVILLAS: concilium (tercer nivel), piroquinesis (segundo nivel). *     HABILIDADES SECUNDARIAS: magia con espejos, healing, atmokinesis.
¿cómo fue la primera vez que desarrolló uno de sus poderes?
sorprendió a su madre con el cabello luciendo del fucsia más chillón que su infantil mente fue capaz de imaginar a la edad de diez años. lo que para él fue un inofensivo juego, para progenitora representó un momento de gran histeria. explicaciones exigidas a cuidadores que tampoco  comprendían el hecho de que hubiera conseguido teñirse el pelo por cuenta propia, búsqueda inmediata de soluciones para inaceptable apariencia de menor, caos a su alrededor y de la boca de jiahn no salió ni una sola palabra. momento de rebeldía contra estrictas reglas maternales ( alguien tan pequeño como él no podía teñirse el pelo como aquellos excéntricos amigos de mamá que solía cruzarse en eventos ) se mantuvo por tanto como lo consiguió antes de que ilusión se rompiera, causando confusión a su alrededor y provocando, al mismo tiempo, que progenitora finalmente comprendiera de qué se trataba aquello. la capacidad de manejar el glamour, después de todo, nunca le fue ajena.
de desearlo, puedes añadir tres puntos relevantes a la historia de tu personaje o curiosidades (opcional)
001 — costumbre de tener sus necesidades cubiertas a manos de terceros lo convierte en una persona completamente incapaz de subsistir por cuenta propia. acostumbra contar con otro par de manos dispuestas a servirlo en todo momento, nunca las maternas, mucho menos las paternas, pero sí aquellas que el dinero de cualquiera de los dos decide poner a su disposición.
 002     — la sangre que corre por sus venas, apellido que hereda, portar el título de “hijo de” lo ha llevado a naturalizar la idea de ser alguien. su nombre, su apellido, su rostro. en donde sea, frente a quien sea, cada una de esas cosas han tenido un significado y un peso que, por su propia cuenta, le han permitido amoldarse a la idea de fama. no lo adora, pero tampoco lo detesta; es una parte de su vida que siempre ha estado ahí y que jamás ha cuestionado.
003  — madre es diseñadora de modas, creadora de un imperio al que actualmente debe su propio renombre. bruja, también, pero renegada. desde joven edad decidió darle la espalda al mundo de la magia y dedicarse a su pasión, manteniéndose apartada de todo lo que se relacionara con sus poderes hasta que primogénito y único hijo nació, demostrando haber heredado habilidades mágicas. figura parterna, por su parte, se dedica al mundo del espectáculo; un hombre tan ocupado que jiahn apenas cree conocer, pero a quien ha decidido darle su respeto de todas formas. así lo ha educado progenitora, sin rencores de por medio a pesar de segundo matrimonio que le ha regalado a kingsley, hermano menor.
004 — llegar a svalbarö no fue su propia decisión, ni la de su madre. es a progenitor que debe su actual encuentro con el pasado de ambos padres, y es que fue él quien le asignó la tarea de acompañar a hermano menor a las tierras que tanto él como su madre habían dejado atrás. negarse no fue una posibilidad, inevitablemente terminó pisando la isla y descubriendo por su propia cuenta todo sobre aquel aquelarre al que su madre había pertenecido durante gran parte de su vida. comprendió por qué lo dejó, supo de inmediato que no se adaptaría, así como estuvo seguro de que el circo no era un sitio para él. tal vez por ello es que cuando llegó la hora de conocer a abuelos maternos, se enfrentó por primera vez en su vida a lo que parece ser el más grande de los rechazos.  
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bashdupondmoretti · 3 years
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𝐋𝐄𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐅𝐄𝐄𝐋𝐈𝐍𝐆𝐒 𝐓𝐀𝐊𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋.
ㅤㅤㅤㅤ𝐋𝐄𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐅𝐄𝐄𝐋𝐈𝐍𝐆𝐒 𝐓𝐀𝐊𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋.
ㅤㅤㅤㅤ/ 𝖭𝖾𝗐 𝖩𝖾𝗋𝗌𝖾𝗒, 𝖤𝖤𝖴𝖴.
ㅤㅤㅤㅤ𝐦𝐚𝐲 𝟏𝟗, 𝟐𝟎𝟐𝟏.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀La noche se avecinaba y el frío calaba hasta los huesos. Podía sentir el incómodo hormigueo en su espalda y las voces que no cesaban, ni aunque en su cabeza estuviese tarareando “Control” de Emmit Fenn. Deseaba ignorarlo y colocaba un esfuerzo sobrenatural para llevarlo a cabo. Cerraba los ojos, se abrazaba a sí mismo y tensaba las piernas, por sobre todo los dedos de los pies. Sentado en aquel banquillo de madera; un húmedo y rasposo tronco frente a una enorme fogata, era testigo de las aleatorias figuras y mensajes subliminales del fuego. Maldito fuego; ni este se callaba.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—No, cállate…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Pero estamos aquí.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Tenían la osadía de responder. El descaro de continuar pese a los inútiles intentos de Nathaniel de callar aquellos demonios que reposaban tranquilamente sobre su espalda. Por lo que señalaban, no querían irse; no hasta que Nathaniel cometiera lo añorado por los ajenos que dominaban el causeo de su cabeza.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—No quiero, mierda, cállense.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—No, no…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Ni siquiera sé por qué me tienen acá.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Pero hablaba solo. A su costado, no había nada. En su frente, el chasquido constante de la madera convirtiéndose en carbón. Solo el viento que chillaba y que revoloteaba sus cabellos con desdén. Faltaba inspeccionar tras su espalda y volteó lentamente, casi con miedo de lo que se podía encontrar. Había una bolsa de basura con rastros de sangre en la cubierta y amarrada de una cuerda blanca teñida por el líquido escarlata. Se extrañó y tardó en reaccionar.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Lo hiciste tú, Nate, ¿por qué no lo ves?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—¿Qué no veo?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Claro, claro… —la voz se reía en su oído. —Recuérdalo, Nate. El cuchillo que llevas oculto en su chaqueta y la sangre que cubre tu rostro. Lo hiciste tú, monstruo asqueroso, lo hiciste tú.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—¿Asesinar?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Lo hiciste…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Pero ya no es lo mismo. —el comportamiento de Nate cambió radicalmente, siendo domado por el pacifismo. —No gritó, no luchó… Nada. ¿No tenía que luchar?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Y fue cuando Nathaniel lanzó un grito ensordecedor, uno que le raspó la garganta. Pronto se tapó la boca ante el miedo de que pudiesen hallarlo o más bien, hallar el cuerpo que yacía pudriéndose tras él. Se colocó de pie y sintió como algo le punzaba las costillas. Abrió su chaqueta y el cuchillo ensangrentado y poderosamente afilado cayó a sus pies. Lo tomó de inmediato y al pasar el roce de su dedo índice, este fue cortado. Acto seguido, el punzante dolor obligó a soltar el cuchillo que cayó a unos centímetros de sus zapatos. Observó sus manos y estaban secas, agrietadas de la sangre ajena y movió sus dedos lentamente, entrando en un trance que costó disipar.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Despertó tras unos minutos y decidió inspeccionar la bolsa. Mató antes, asesinó antes, pero la adrenalina de siempre era nula. Holgazán, se acercó a la bolsa y se colocó de cuclillas. La abrió lento, tomándose su tiempo. Estaban todas las extremidades que componían un cuerpo y más abajo y a consecuencia de la gravedad, un pequeño charco de sangre. Nate suspiró. No recordaba nada; solo lagunas mentales de un asesinato que no le tomó mucho tiempo, ni tampoco esfuerzo. Un trámite más.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Hazlo.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—¿Uh?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—A la hoguera.... ¿No es así como mataban a los brujos hace cientos de años? Devuélveles la mano, Rhage. Hazlo.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Pero es solo un jodido cura.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Se la debes…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Amén.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀En la misma hoguera, un palo hecho cruz. La cuerda serviría como soporte. Lo tenía todo meticulosamente pensado junto a aquella legión de voces susurrándole en la nuca. Utilizando el cuchillo, fue amarrando las piernas, brazos e incluso el torso —que fue lo que más le costó— a la gruesa estaca. A su vista, parecía estar personificando a nuestro “Salvador” siendo crucificado. A vista de un ser normal, un extraño y sádico retrato de Picasso hecho con partes humanas. Era asqueroso, repugnante, pero que a Nate parecía darle un placer inexplicable. Solo ahí sintió algo. Algo…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Se está moviendo.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Sí, Rhage… se mueve. ¿Ves que sí?
⠀⠀⠀⠀⠀⠀La mente le engañaba y la grotesca estatua de carne humana que él había creado tomaba vida propia. Nate, maravillado, se sentó frente a la fogata, ignorando que el fuego podía quemarle, ignorando las chispas que saltaban contra su rostro, ignorando todo a su alrededor. Esta vez no fueron sus gritos ni las voces que fueron protagonistas. Fue aquel que, amarrado a ese gigante mástil, gritaba incansablemente.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—No te detengas…
⠀⠀⠀⠀⠀⠀El portugués yacía sonriente, aunque deplorable, disfrutando del dolor de un ser inexistente pero que, a sus azules, parecía real. Tan real que lo oía, lo olía. La carne quemada resultaba incluso apetitosa. Un espectáculo que él había montado; su propia obra maestra. ¡Improvisación, señores! Nathaniel disfrutaba de sí.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Pronto lo oyó. Un crescendo digno de orquesta sinfónica, una melodía angelical resultante de su obra maestra. El ruido de la piel chamuscada, crocante, desprendiéndose poco a poco de aquel atisbo de lo que alguna vez había sido una persona. Su respiración se aceleró, sus pupilas se dilataron y el corazón latió con fuerza. Nathaniel rió y las voces rieron con él, sumergiéndose en el éxtasis de arrebatar la vida ajena. El recuerdo perpetuo de los ojos perdiendo el brillo, dejando tan sólo un cascarón vacío.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Aquello era lo más parecido a la felicidad que había experimentado desde que aquellos demonios se habían pegado a él, murmurando y ordenando cosas inexplicables.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀Y si para contentarlos tenía que desatar el infierno en la Tierra, eso mismo iba a hacer.
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hipertexto · 3 years
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Extracto de la Brevísima relación de la destruición de las Indias de Bartolomé de las Casa
De la Nueva España
En el año de mil y quinientos y diez y siete se descubrió la Nueva España y en el descubrimiento se hicieron grandes escándalos en los indios y algunas muertes por los que la descubrieron. En el año de mil y quinientos y diez y ocho la fueron a robar y a matar los que se llaman cristianos, aunque ellos dicen que van a poblar. Y desde este año de diez y ocho hasta el día de hoy, que estamos en el año de mil y quinientos y cuarenta y dos, ha rebosado y llegado a su colmo toda la iniquidad, toda la injusticia, toda la violencia y tiranía que los cristianos han hecho en las Indias, porque del todo han perdido todo temor a Dios y al rey, y se han olvidado de sí mesmos, porque son tantos y tales los estragos y crueldades, matanzas y destruiciones, despoblaciones, robos, violencias y tiranías, y en tantos y tales reinos de la gran tierra firme que todas las cosas que hemos dicho son nada en comparación de las que se hicieron, pero aunque las dijéramos todas, que son infinitas las que dejamos de decir, no son comparables ni en número ni en gravedad a las que desde el dicho año de mil y quinientos y diez y ocho se han hecho y perpetrado hasta este día y año de mil y quinientos y cuarenta y dos, y hoy en este día del mes de setiembre se hacen y cometen las más graves y abominables, porque sea verdad la regla que arriba pusimos, que siempre desde el principio han ido creciendo en mayores desafueros y obras infernales.
Así que desde la entrada de la Nueva España, que fue a dieciocho de abril del dicho año de dieciocho, hasta el año de treinta, que fueron doce años enteros, duraron las matanzas y estragos que las sangrientas y crueles manos y espadas de los españoles hicieron continuamente en cuatrocientas y cincuenta leguas en torno cuasi de la ciudad de México y a su rededor, donde cabrán cuatro y cinco grandes reinos, tan grandes y harto más felices que España. Estas tierras todas eran las más65 pobladas y llenas de gentes que Toledo y Sevilla y Valladolid y Zaragoza juntamente con Barcelona, porque no hay ni hubo jamás tanta población en estas ciudades, cuando más pobladas estuvieron, que Dios puso y que había en todas las dichas leguas que para andallas en torno se han de andar más de mil y ochocientas leguas. Más han muerto los españoles dentro de los doce años dichos en las dichas cuatrocientas y cincuenta leguas, a cuchillos y a lanzadas y quemándolos vivos, mujeres y niños y mozos y viejos, de cuatro cuentos de ánimas, mientra que duraron (como dicho es) lo que ellos llaman conquistas, siendo invasiones violentas de crueles tiranos, condenadas no sólo por la ley de Dios, pero por todas las leyes humanas, como lo son, y muy peores que las que hace el turco para destruir la Iglesia cristiana. Y esto sin los que han muerto y matan cada día en la susodicha tiránica servidumbre, vejaciones y opresiones cotidianas.
Particularmente no podrá bastar lengua ni noticia e industria humana a referir los hechos espantables que en distintas partes y juntos en un tiempo en unas, y varios en varias, por aquellos hostes públicos y capitales enemigos del linaje humano se han hecho dentro de aquel dicho circuito66; y aun algunos hechos, según las circunstancias y calidades que los agravian, en verdad que cumplidamente apenas con mucha diligencia y tiempo y escritura no se pueda explicar, pero alguna cosa de algunas partes diré, con protestación67 y juramento de que no pienso que explicaré una de mil partes.
De la Nueva España
Entre otras matanzas hicieron ésta en una ciudad grande de más de treinta mil vecinos que se llama Cholula, que saliendo a recebir todos los señores de la tierra y comarca68, y primero todos los sacerdotes con el sacerdote mayor a los cristianos en procesión y con grande acatamiento y reverencia y llevándolos en medio a aposentar a la ciudad y a las casas de aposentos del señor o señores della principales, acordaron los españoles de hacer allí una matanza o castigo (como ellos dicen) para poner y sembrar su temor y braveza en todos los rincones de aquellas tierras. Porque siempre fue esta su determinación en todas las tierras que los españoles han entrado, conviene a saber: hacer una cruel y señalada matanza porque tiemblen dellos aquellas ovejas mansas. Así que enviaron para esto primero a llamar todos los señores y nobles de la ciudad y de todos los lugares a ella sujetos, con el señor principal, y así como venían y entraban a hablar al capitán de los españoles, luego eran presos sin que nadie los sintiese que pudiese llevar las nuevas. Habíanles pedido cinco o seis mil indios que les llevasen las cargas; vinieron todos luego y métenlos en el patio de las casas. Ver a estos indios cuando se aparejan para llevar las cargas de los españoles es haber dellos una gran compasión y lástima, porque vienen desnudos en cueros, solamente cubiertas sus vergüenzas, y con unas redecillas en el hombro con su pobre comida; pónense todos en cuclillas, como unos corderos muy mansos, todos ayuntados y juntos en el patio con otras gentes que a vueltas estaban; pónense a las puertas del patio españoles armados que guardasen, y todos los demás echan mano a sus espadas y meten a espada y a lanzadas todas aquellas ovejas que uno ni ninguno pudo escaparse que no fuese trucidado69. A cabo de dos o tres días salían muchos indios vivos llenos de sangre, que se habían escondido y amparado debajo de los muertos (como eran tantos), y van llorando ante los españoles pidiendo misericordia que no los matasen, de los cuales ninguna misericordia ni compasión hobieron, antes así como salían los hacían pedazos. A todos los señores, que eran más de ciento y que tenían atados, mandó el capitán sacar y quemar vivos en palos hincados en la tierra. Pero un señor, y quizá era el principal y rey de aquella tierra, pudo soltarse y recogióse con otros veinte o treinta o cuarenta hombres al templo grande que allí tenían, el cual era como fortaleza, que llamaban cuu, y allí se defendió gran rato del día. Pero los españoles, a quien no se les ampara nada, mayormente en estas gentes desarmadas, pusieron fuego al templo y allí los quemaron dando voces: «¡Oh, malos hombres! ¿Qué os hemos hecho?, ¿por qué nos matáis? Andad, que a México iréis, donde nuestro universal señor Motenzuma de vosotros nos hará venganza». Dícese que estando metiendo a espada los cinco o seis mil hombres en el patio estaba cantando el capitán de los españoles:
Mira Nero de Tarpeya
a Roma cómo se ardía.
Gritos dan niños y viejos
y él de nada se dolía.
Otra gran matanza hicieron en la ciudad de Tepeaca, que era mucho mayor y de más vecinos y gente que la dicha, donde mataron a espada infinita gente con grandes particularidades de crueldad.
De Cholula caminaron hacia México, y enviándoles el gran rey Motenzuma millares de presentes y señores y gentes y fiestas al camino, y a la entrada de la calzada de México, que es a dos leguas, envióles a su mesmo hermano acompañado de muchos grandes señores y grandes presentes de oro y plata y ropas. Y a la entrada de la ciudad, saliendo él70 mesmo en persona en unas andas de oro con toda su gran corte a recebirlos y acompañándolos hasta los palacios en que los había mandado aposentar, aquel mesmo día, según me dijeron algunos de los que allí se hallaron, con cierta disimulación, estando seguro, prendieron al gran rey Motenzuma y pusieron ochenta hombres que le guardasen. Y después echáronlo en grillos.
Pero dejado todo esto, en que había grandes y muchas cosas que contar, sólo quiero decir una señalada que allí aquellos tiranos hicieron: yéndose el capitán de los españoles al puerto de la mar a prender a otro cierto capitán que venía contra él y dejado cierto capitán, creo que con ciento o pocos más hombres que guardasen al rey Motenzuma, acordaron aquellos españoles de cometer otra cosa señalada para acrecentar su miedo en toda la tierra, industria, como dije, de que muchas veces han usado. Los indios y gente y señores de toda la ciudad y corte de Motenzuma no se ocupaban en otra cosa sino en dar placer a su señor preso, y entre otras fiestas que le hacían era en las tardes hacer por todos los barrios y plazas de la ciudad los bailes y danzas que acostumbran y que llaman ellos mitotes, como en las islas llaman areítos, donde sacan todas sus galas y riquezas, y con ellas se empluman todos, porque es la principal manera de fiestas suyas y regocijo; y los más nobles y caballeros y de sangre real, según sus grados, hacían sus bailes y fiestas más cercanas a las casas donde estaba preso su señor. En la más propincua71 parte a los dichos palacios estaban sobre dos mil hijos de señores, que era toda la flor y nata de la nobleza de todo el imperio de Motenzuma. A éstos fue el capitán de los españoles con una cuadrilla dellos, y envió otras cuadrillas a todas las otras partes de la ciudad donde hacían las dichas fiestas, disimulados como que iban a verlas, y mandó que a cierta hora todos diesen en ellos. Fue él, y estando embebidos y seguros en sus bailes, dice «¡Santiago y a ellos!». Y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados y a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida. Lo mesmo hicieron los otros en las otras plazas. Fue una cosa ésta que a todos aquellos reinos y gentes puso en pasmo y angustia y luto, e hinchó de amargura y dolor; y de aquí a que se acabe el mundo o ellos del todo se acaben, no dejarán de lamentar y cantar en sus areítos y bailes como en romances (que acá decimos) aquella calamidad y pérdida de la sucesión de toda su nobleza, de que se preciaban de tantos años atrás.
Vista por los indios cosa tan injusta y crueldad tan nunca vista en tantos inocentes sin culpa perpetrada, los que habían sufrido con tolerancia la prisión no menos injusta de su universal señor, porque él mesmo se lo mandaba que no acometiesen ni guerreasen a los cristianos, entonces pónense en armas toda la ciudad y vienen sobre ellos y, heridos muchos de los españoles, apenas se pudieron escapar. Ponen un puñal a los pechos al preso Motenzuma, que se pusiese a los corredores y mandase que los indios no combatiesen la casa, sino que se pusiesen en paz. Ellos no curaron entonces de obedecelle en nada, antes platicaban de elegir otro señor y capitán que guiase sus batallas72. Y porque ya volvía el capitán que había ido al puerto con victoria y traía muchos más cristianos y venía cerca, cesaron el combate obra de tres o cuatro días hasta que entró en la ciudad. Él entrado, ayuntada infinita gente de toda la tierra73, combaten a todos juntos de tal manera y tantos días que, temiendo todos morir, acordaron una noche salir de la ciudad. Sabido por los indios, mataron gran cantidad de cristianos en las puentes de la laguna, con justísima y santa guerra, por las causas justísimas que tuvieron, como dicho es, las cuales cualquiera que fuese razonable y justo las justificara. Sucedió después el combate de la ciudad, reformados74 los cristianos, donde hicieron estragos en los indios admirables y extraños, matando infinitas gentes y quemando vivos muchos y grandes señores.
Después de las tiranías grandísimas y abominables que éstos hicieron en la ciudad de México y en las ciudades y tierra mucha (que por aquellos alderredores diez y quince y veinte leguas de México, donde fueron muertas infinitas gentes), pasó adelante esta su tiránica pestilencia y fue a cundir75 e inficionar y asolar a la provincia de Pánuco, que era una cosa admirable la multitud de las gentes que tenía y los estragos y matanzas que allí hicieron. Después destruyen por la mesma manera la provincia de Tututepeque y después la provincia de Ipilcingo, y después la de Colima, que cada una es más tierra que el reino de León y que el de Castilla. Contar los estragos y muertes y crueldades que en cada una hicieron sería sin duda cosa dificílima e imposible de decir y trabajosa de escuchar.
Es aquí de notar que el título con que entraban y por el cual comenzaban a destruir todos aquellos inocentes y despoblar aquellas tierras que tanta alegría y gozo debieran de causar a los que fueran verdaderos cristianos con su tan grande e infinita población era decir que viniesen a sujetarse y obedecer al rey de España, donde no que los habían de matar y hacer esclavos, y los que no venían tan presto a cumplir tan irracionables y estultos mensajes y a ponerse en las manos de tan inicuos y crueles y bestiales hombres llamábanles rebeldes y alzados contra el servicio de Su Majestad, y así lo escrebían acá al rey nuestro señor. Y la ceguedad de los que regían las Indias no alcanzaba ni entendía aquello que en sus leyes está expreso y más claro que otro de sus primeros principios, conviene a saber: que ninguno es ni puede ser llamado rebelde si primero no es súbdito. Considérese por los cristianos y que saben algo de Dios y de razón y aun de las leyes humanas, qué tales pueden parar los corazones de cualquiera gente que vive en sus tierras segura y no sabe que deba nada a nadie y que tiene sus naturales señores, las nuevas que les dijeren así de súpito: «Daos a obedecer a un rey extraño que nunca vistes ni oístes, y si no sabed que luego os hemos de hacer pedazos», especialmente viendo por experiencia que así luego lo hacen. Y lo que más espantable es: que a los que de hecho obedecen ponen en aspérrima servidumbre, donde con increíbles trabajos y tormentos más largos y que duran más que los que les dan metiéndolos a espada, al cabo cabo perecen ellos y sus mujeres y hijos y toda su generación76. Y ya que con los dichos temores y amenazas aquellas gentes o otras cualesquiera en el mundo vengan a obedecer y reconocer el señorío de rey extraño, ¿no ven los ciegos y turbados de ambición y diabólica cudicia que no por eso adquieren una punta de derecho (como verdaderamente sean temores y miedos) aquellos cadentes inconstantissimos viros?77 Que78 de derecho natural y humano y divino es todo aire cuanto se hace para que valga si no es el reatu79 y obligación que les queda a los fuegos infernales y aun a las ofensas y daños que hacen a los reyes de Castilla, destruyéndoles aquellos sus reinos y aniquilándoles, en cuanto en ellos es80, todo el derecho que tienen a todas las Indias, y éstos son, y no otros, los servicios que los españoles han hecho a los dichos señores reyes en aquellas tierras y hoy hacen.
Con este tan justo y aprobado título envió aqueste capitán tirano otros dos tiranos capitanes muy más crueles y feroces, peores y de menos piedad y misericordia que él, a dos grandes y florentísimos y felicísimos reinos de gentes plenísimamente llenos y poblados, conviene a saber: el reino de Guatimala, que está a la mar del Sur, y el otro de Naco y Honduras o Guaimura, que está a la mar del Norte, frontero el uno del otro y que confinaban y partían términos ambos a dos trecientas leguas de México81. El uno despachó por la tierra y el otro en navíos por la mar, con mucha gente de a caballo y de pie cada uno82.
Digo verdad que de lo que ambos hicieron en mal (y señaladamente del que fue al reino de Guatimala, porque el otro presto mala muerte murió), que podría expresar y colegir tantas maldades, tantos estragos, tantas muertes, tantas despoblaciones, tantas y tan fieras injusticias que espantasen los siglos presentes y venideros e hinchese dellas un gran libro, porque éste excedió a todos los pasados y presentes, así en la cantidad y número de las abominaciones que hizo como de las gentes que destruyó y tierras que hizo desiertas, porque todas fueron infinitas.
El que fue por la mar y en navíos hizo grandes robos y escándalos y aventamientos83 de gentes en los pueblos de la costa, saliéndole a recebir algunos con presentes en el reino de Yucatán, que está en el camino del reino susodicho de Naco y Guaimura, donde iba. Después de llegado a ellos envió capitanes y mucha gente por toda aquella tierra que robaban y mataban y destruían cuantos pueblos y gentes había. Y especialmente uno que se alzó con trecientos hombres y se metió la tierra adentro hacia Guatimala fue destruyendo y quemando cuantos pueblos hallaba, y robando y matando las gentes dellos. Y fue haciendo esto de industria84 más de ciento y veinte leguas, por que85 si enviasen tras él hallasen los que fuesen la tierra despoblada y alzada y los matasen los indios en venganza de los daños y destruiciones que dejaban hechos. Desde a pocos días mataron al capitán principal que le envió y a quien éste se alzó, y después sucedieron otros muchos tiranos crudelísimos que con matanzas y crueldades espantosas y con hacer esclavos y vendellos a los navíos que les traían vino y vestidos y otras cosas, y con la tiránica servidumbre ordinaria, desde el año de mil quinientos y veinte y cuatro hasta el año de mil y quinientos y treinta y cinco asolaron aquellas provincias y reino de Naco y Honduras, que verdaderamente parecían un paraíso de deleites y estaban más pobladas que la más frecuentada y poblada tierra que puede ser en el mundo. Y agora pasamos y venimos por ellas, y las vimos tan despobladas y destruidas que cualquiera persona, por dura que fuera, se le abrieran las entrañas de dolor. Más han muerto en estos once años de dos cuentos de ánimas, y no han dejado en más de cien leguas en cuadra dos mil personas, y éstas cada día las matan en la dicha servidumbre.
Volviendo la péndola86 a hablar del grande tirano capitán que fue a los reinos de Guatimala, el cual, como está dicho, excedió a todos los pasados e iguala con todos los que hoy hay, desde las provincias comarcanas a México, que por el camino que él fue (según él mesmo escribió en una carta al principal que le envió) está del reino de Guatimala cuatrocientas leguas, fue haciendo matanzas y robos, quemando y robando y destruyendo donde llegaba toda la tierra con el título susodicho, conviene a saber: diciéndoles que se sujetasen a ellos, hombres tan inhumanos, injustos y crueles, en nombre del rey de España, incógnito y nunca jamás dellos oído, el cual estimaban ser muy más injusto y cruel que ellos, y aun sin dejallos deliberar, cuasi tan presto como el mensaje llegaban matando y quemando sobre ellos
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cuentoabierto2020 · 4 years
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TRES
LA BIBLIOTECA
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“ Hada fiel que mi dicha con sus hechizos forja, es moneda en mi alforja y en mi ruleta es ficha. “- Leopoldo Lugones
https://youtu.be/_L1l2tVcEnA
Dion es mitad elfo, mitad ninfa, con descendencia de hada y ogro, su sangre verde lleva la unión de diversos mundos y culturas, la historia trasciende de generación en generación, lo vivido no se olvida, por esa seguir aprendiendo es una herramienta no solo para el, sino para todos los que comparten su linaje, y su linaje es diverso, cuando fue bien visto que diversas especies competieran amorosamente, abrieron desde la magia los lazos de la sabiduría, portar todos los conocimientos de los ancestros en la sangre verde y en sus ojos celestiales. Dion sabe de magia, es muy reservado, pero también es relajado, le gustan las plantas, no come carne de ningún tipo, a decir verdad casi nadie la come ya, se ha respeto la vida y se ha entendido que hay muchas maneras de sobrevivir en la alimentación, la consciencia a evolucionado en muchas especies, por eso atacar otro miembro de la misma especia u a otra especie está mal visto, es pacifista, tiene unas orejas puntiagudas, una naricita parada y unos dientes que destellan por la sonrisa y dos filosos pero sutiles colmillos que deslumbran cuando sonríe y de las gracias a sus clientes por su compra o por seguir consumiendo libros, le gustan los pantalones holgado, pues cree que el viento está mas cerca de su cuerpo y siempre está descalza, no le importa que se refieran a el como ella o a ella como el, por eso le llamaremos por su nombre, le gustan los juegos de mesa y tocar la flauta dulce, detrás en un lado dela biblioteca hay un árbol gigante en el cual yacen mariposas, pájaros azules, gusanos, gorriones y de vez en cuando golondrinas, le gusta meditar con el aroma de las velas de coco, vainilla y canela, siempre tiene un libro en su alforja, su mascota es un puerco espín con los ojos más brillantes que el firmamento haya visto, su nombre es Violeta, por el color y el olor de las lavandas. Cuando las especies pudieron convivir en paz en la sociedad el entendía que el fin era más grande de lo que lo planteaban al mundo en general, todos los de su espeie lo sabía, pero ya estaban cansados de vivir escondidos, y los humanos estaban desesperados por  los daños que le habían hecho al planeta, hicieron un intercambio, su magia a favor de la naturaleza por parar la caza y experimentación al encontrar alguno de su especie, así fue como aprendieron a vivir juntos, y la discriminación cesó, claramente en un punto el miedo de los humanos por lo desconocido hizo estragos, pero habían muchas especies y lo que aprendían de sus diferencias fue mucho más grandes, cuando las generaciones cambiaron completamente, el trato era por igual, lo que los diferenciaba a todos solo los unía. Cuando todo la tecnología siguió evolucionando, el sintió que la magia podía desaparecer por no seguir conectado con el papel, con la tierra y la roca, con lo que te regalaba el leer un libro, está a favor de la tecnología, pero la sabiduría y la magia le recorren el cuerpo, fue por eso que decidió abrir una biblioteca comunitaria en su casa, y recibir donaciones de libros que el restauraría con sus manos y con la ayuda de la magia; magos de todo el mundo, brujas, hechiceros, hadas, trols, demonios, humanos, robots, cambiantes, incluso sirenas, calamares, especies que habían surgido de lo más profundo de todas las zonas del plante Burbuja 113 iban y venían a la biblioteca para encomendarles manuscritos, libros llenos de magia y sabiduría, de secretos que solo le confiaban a el, claramente le permitían leerlos, y el los entendía mientras los reparaba, fue así como su conocimiento por todo se expandió y su cualidad más destacable fue la empatía.
Sus amigos siempre venían  y se quedaban a leer, pero fijo, fijo, una vez cada 5 fines de semana era su turno de abrir un espacio en el que el compartía un ambiente de lectura, meditación y charla, cuando la biblioteca cerraba el abría el espacio para sus amigos. Vive en un cuarto de la biblioteca donde tiene todas sus plantas, a su puerco espín, sus velas y más libros, está lleno de almohadas y un gran ventanal para ver las gotas de lluvia caer por la ventana, para recostarse y sentir el clima del verano, del invierno, del otoño y sobre todo de la primavera, pues piensa que es cuando más vida hay, más flores florecen y todo tiene una calma y serenidad casi tangibles, una magia única de la naturaleza del planeta y sus cambios climáticos, algo que le parece poético son cuando su melodías en flauta suenan mejor.
Dion pasa todos los días en la biblioteca, y sabe quien viene y va; su amiga Charlotte siempre viene los Lunes a recoger nuevos libros, pues se lee uno por día, todos se los acaba en menos de 5 horas, tengan las paginas que tengan, y el Jueves regresa a dejarlos para tener el fin de semana metiendo la mente en otros asuntos. Pero esta semana ha venido todos los días, con su computadora, le dice buenos días y con un energizante en la mano se sienta a devorar cada libro de las estanterías que le hacen falta, la sección de robótica ya, la sección de tecnología sin consciencia ya, la sección de códigos, ciencia, filosofía, psicoanálisis, historia, arte, poesía incluso, historia, no le gustan las novelas, le gustan los detectives y el terror dice que ahí es donde más se reflejan los deseos de las especies, pues logra conectar como Azul características únicas de cada ser; pero le falta una sección, la magia, Dion no quiere decirle nada porque le parce irrespetuoso algo tan evidente, pero es su amiga y quiere preguntar. -¿Qué haces últimamente? No quiero ser imprudente ni descortés, pero has venido todos los días desde que abro hasta que cierro y ya casi no tienes libros para leer, ¿Qué respuesta estás encontrando?, Charlotte le pide un espacio para hablar en secreto donde sepa que nadie los va a escuchar, y donde la tecnología no va a llegar, y Dion tiene el lugar perfecto, espera a cerrar la biblioteca para no despertar sospechas, y empieza a caminar por el piso de piedra en una e las entradas a los cuartos de la biblioteca, en una parte hay una piedra, que con magia logra levantar y se abre ante sus miradas unas escaleras de madera que descienden para volver, entran y el fuego en las paredes se prende, cierra con seguridad la puerta de piedra sobre ellos, lo que era el piso ahora está sobre sus cabezas, siguen bajando hasta seguir derecho por un pequeño pasillo que lleva a una escalera, están dentro del árbol, este árbol es muy grande y tiene gran espacio dentro de el, por fuera parece macizo, pero por dentro está lleno de criaturas y en lo más alto se esconde una casa cubierta y escondida por lo tupido de las hojas, los frutos, las ardillas y los conejos van y vienen, al entrar en la acogedora casita del árbol Charlotte nota que no hay ningún indicio de tecnología. Dion le permite un momento antes de hablar, y con su flauta empieza a recitar de memoria una melodía de la cual emerge una atmosfera serena la cual se ve cubierta por un manto verde celestial, Dion le explica que es una burbuja que le permite absoluta privacidad, - Te aseguro que nadie nos va a escuchar, ni la tecnología puede contra la magia-. -Creo que ahí te estás equivocando- Responde Charlotte, -Todos estos años dejé la magia para el final, pues no poseo eso en mi, me gusta ver como otras especies y seres vivos tienen su magia, pero en mi no existe eso, por eso me gusta la tecnología, porque es una magia creada por nuestro razonamiento y capacidad de transformar las cosas una alquimia moderna sin la magia, la magia es que existe.- Entiendo- responde Dion- entonces ¿Me vas a contar por qué estamos acá? Charlotte se acomoda el pelo, pues siente que esto va a tomar un buen tiempo, le explica lo de su familia, lo que encontró Azul en el caño , los animales, y el experimento perdido de su familia, le explica sus logros encontrando información y lo de su araña Raven, los códigos que descargó y encriptó de los ojos del conejito no son suficientes, pero su color peculiar es una gran pista, pues ninguna luz led, o ningún prototipo que haya visto antes en más de 11.130 años de historia, despliega esa luz y ese poder, de claridad, se adapta a todo. -Hay algo que no estoy viendo- die Charlotte, -Entonces, ¿tu crees que las investigaciones y proyectos que tenían tus padres están involucradas en todo esto, y quien los mató sabía lo que costaba para todo lo que nos rodea?-.-Sí, y mucho más, navegando por la red profunda hallé un link al cuál solo pude entrar por 15 segundos antes de que me detectaran, alcance a descargar lo que pude y son planos, prototipos, uno de ellos era el cuerpo del conejito con los ojos robotizados, pero lo que no entendí muy bien era ese fragmento que faltaba, el que explicaba como todo se podía conectar sin tanta red. En el testamento dijeron que se llevarían sus secretos hasta la tumba, y que yo tenía que descubrir por mi camino lo que ellos habían construido, me dejaron todo, el castillo, las bóvedas, el dinero, pero ni un solo rastro de lo que estaban planeando, estuve en su funeral, antes y después y no hay rastros de secretos en medio de sus tumbas. 
Dion quería ver al conejito, así que le pidió a Charlotte que se lo mostrara, salieron de la casita, Charlotte le propuso ir en la moto, pues  aun que Dion solía caminar el tramo hasta su castillo era bastante doloroso, pues, el camino que siempre cogía Dion para llegar al castillo estaba pavimentado, más era muy tarde para andar por ahí solo, sin dejar rastro o indicio de algo en medio de todo lo que estaba por pasar. Al llegar al castillo Charlotte le permitió a Dion entrar en su ático, le mostró cada parte de el y le invitó a sentirse en casa, pues le había abierto su intimidad más grande, cuando el resto del grupo venían todos se hacían en un cuarto más grande, donde tenían todas las comodidades, entre Charlotte y Dooomie habían remodelado esa habitación  para que todo lo que hicieran ahí no perjudicara el resto de las memorias del castillo, claramente les había mostrado otros lados del castillo, pero su ático no, pues estaba muy lejos de todo, y era de las cosas más intimas que poseía. -Me gusta tu espacio, te refleja bastante bien.- Muchas gracias. En realidad se notaba el contraste entre Dion y Charlotte, en sus apariencias y en sus formas de ser. Charlotte llamó a Azul  para que llegara más tarde, y mientras le comentaba eso a Dion llamó al conejito, pues Raven, su araña, le había enseñado a responder, a moverse por las habitaciones y el espacio.
Cuando Dion vio al conejito lo entendió todo, lo reconoció al instante. -¡Eso es magia!, magia de cambiante, de mis antepasados, de mis especies y mía-. Ahí fue cuando Dion le explicó el por qué su espacio más preciado en el mundo era la biblioteca, que significaba aprender y como se propagaba entre todos, entre la magia la información, como lo que uno aprendía lo sabían todos, siempre y cuando fuese útil y cada uno quisiera compartirlo, pues la intimidad también era algo que se respetaba, por eso no tenía que preocuparse Charlotte de lo que ella le enseñara a el, ahí fue cuando conectaron las ideas y entendieron que el conejito con sus ojos robotizados y mezclados con la magia transmitía la información a todos y todo lo que sea que estuviese por detrás, pero - ¿Cómo no lo supe si es mi magia la que veo reflejada? y aún así frente a ella no puedo intervenirla, hay algo que se nos escapa. Charlotte llamó a Dooomie y le pidió abrí las tumbas de sus padres, fue ahí cuando Dooomie le confesó que sus padres habían sido movidos a otras tumbas, unas más secretas, que estaban escondidas a la luz de los mausoleos del parque. Sonó el timbre de la puerta principal. Era Azul; mientras Dooomie alistaba todo para dirigirse a la tumba de los Valhalszein, Charlotte y Dion le explicaron todo a Azul, entendieron que era prudente llamar a Jack, pues el se la pasaba en los cementerios del parque, y ellos sabrían que ahí encontrarían parte del rompecabezas que hacia falta para empezar a desmantelar lo que estaba ocurriendo, Azul les propuso ir juntos al caño para rescatar más animales, todos accedieron pero primero tenían que ir al mausoleo, ya estaba muy tarde, Jack no respondía, entonces decidieron dormir, en el castillo, y pasar por Jack en la mañana después de desayunar, para ir con energía.
Notas:
La Biblioteca hace referencia a el querer siempre estar aprendiendo, al serle fiel a un espacio, a el conocimiento mismo, a si mismo y a los demás, a tener honor frente a la palabra, una conexión con todos, pues todos están entre lazados entre la mente, la naturaleza, las hojas, la sabiduría, la muerte, el destino y las conexiones mentales, y la realidad.
Más música ambiental para hadas, trolls, elfos y cambiantes.https://youtu.be/mH38-Od73Xo
El nombre Dion lo saque de la abreviación inventada de Diógenes, pues el personaje tiene mucho conocimiento,, ideas, y un mundo de libros e información que saca a cada rato. 
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wingzemonx · 4 years
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 80. Últimas lágrimas
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX 
Capítulo 80. Últimas lágrimas 
Cerca de una hora después, los primeros rastros de consciencia de Kate fueron recibidos por el resonar de otra melodía, que entre toda su confusión y dolor le resultaba abominablemente familiar. Pero en esa ocasión no era entonada por un piano, sino por esa vocecilla que tanto le había taladrado sus oídos en sus pesadillas.
—Tienes que dar un poco… tomar un poco… Y deja que tu corazón se rompa un poco. Es la historia de… es la gloria del amor…
Aun cuando todavía no despertaba del todo, Kate supo que era esa maldita canción que Esther insistía en cantar mientras se bañaba, con tal de que la dejara hacerlo con la puerta cerrada. Ahora sabía que era para que nadie vierta sus incriminatorias cicatrices, o que debajo de sus abultados vestidos se escondía un cuerpo con las proporciones de una mujer adulta.
Los ojos de Kate se abrieron pesadamente, captando de manera borrosa el interior de su cocina. Su cabeza le dio vueltas y le colgó de un lado. Sus ojos amenazaron con volverse a cerrar, pero se resistió. Fue consciente entonces de que estaba sentada, posiblemente en una de las sillas de la mesa para desayunar. Un fuerte ardor le recorrió la cara entera de golpe, y ello fue suficiente para poder dar un brinco más significativo fuera de su letargo. Su primer impulso fue alzar su mano hacia el área que le dolía, pero no pudo; algo se lo impedía. Y se dio cuenta entonces de que no podía mover ni sus brazos ni sus piernas, y eso terminó por ayudarla a darle el último brinco para al fin despertarse.
Kate miró aterrada hacia abajo, contemplando de inmediato que sus brazos y piernas estaban atadas fuertemente a la silla con gruesa cinta plateada. Y al intentar gritar, o al menos decir algo, se percató de que también tenía su boca cubierta, posiblemente con el mismo tipo de cinta.
—Tienes que reír un poco… llorar un poco… hasta que las nubes rueden un poco. Es la historia de… es la gloria del amor… Mientras estemos los dos…
La canción se cortó abruptamente, y eso obligó a Kate a alzar su mirada al frente y contemplar con más claridad la situación. Estaba en efecto en su cocina, amarrada a una de sus sillas y colocada delante de la misma mesa donde esa mañana había estado desayunando con sus hijos. En la silla a su mano izquierda, ahí se encontró a Esther, sentada con una tabla de cortar delante de ella, sobre la cual cortaba al parecer rodajas de tomate con un cuchillo. Estaba también a su lado la bolsa de pan abierta, el envoltorio de jamón, así como los frascos de mayonesa y mostaza.
En cuanto la vio, la falsa niña le sonrió con dulzura, similar a como Kate recordaba que la había sonreído cuando se conocieron. Al parecer se había lavado cuidosamente, pues su cara ya no tenía sangre (y de paso en efecto no tenía rastro alguno de los golpes que le había propinado), aunque su vestido azul igualmente seguía manchado.
—Despertaste, menos mal —pronunció Esther con aparente alivio—. Ya me estaba preocupando un poco.
Kate miró con más detenimiento la surreal escena. Notó que a un lado de la tabla Esther tenía un plato con dos rebanadas de pan, una con mayonesa y otra con mostaza, y una tenía demás un pedazo de jamón y una rebanada de queso amarillo. ¿Se estaba acaso preparando un sándwich?, ¿ahí en su propia cocina mientras ella yacía inconsciente y amarrada? Todo eso le pareció tan ridículo, que de nuevo la mente de Kate quiso inclinarse hacia la irrealidad y aceptar aquello como un simple sueño.
—¿Te duele la cabeza? —Le preguntó Esther de pronto con curiosidad, y entonces extendió su mano para tomar una caja roja de paracetamol de la mesa, y enseñársela con peculiar orgullo—. Busqué en tu botiquín, pero sólo encontré esto para el dolor. Supongo que tendrá que bastar. Pero no es bueno que tomes medicamentos con el estómago vacío. Porque no has comido nada, ¿verdad? De tus clases te fuiste a tu sesión, y luego directo para acá.
El hecho de que describiera con esa exactitud su tarde, hizo que una palpable preocupación se hiciera presente en la mirada de Kate. Esther lo notó, y en respuesta rio divertida.
—Tranquila, no te estuve espiando —le aclaró—. Está anotado en el calendario —añadió justo después, señalando con el cuchillo hacia el calendario dibujado sobre la pizarra blanca—. Como sea, no tenía mucho tiempo para cocinarte algo en forma. Espero que este simple emparedado te sea suficiente.
Esther colocó entonces dos rebanadas de tomate sobre el queso amarillo, y le colocó encima el pan con mostaza, sellando de esa forma su improvisado emparedado. Tomó el plato, se puso de pie y se aproximó a Kate con él. La maestra de música reacción asertivamente a su cercanía, comenzando a forcejear y gemir en un intento de librarse de sus ataduras, pero sin obtener ningún resultado.
—Tranquila, no tiene nada raro —rio Esther, casi como burla—. Es sólo un emparedado normal.
Colocó el plato delante de ella, y entonces se paró a su lado. Kate hizo su cuerpo lo más posible en la dirección contraria, intentando mantener la mayor distancia posible entre ambas, pero no era mucho lo que podía hacer, dada su situación.
—Sé que comenzamos esto con el pie izquierdo —señaló Esther con voz tranquila, apoyando sus manos en el descansabrazos de la silla de Kate—, y acepto que en parte podría haber sido un poco mi culpa. Quizás debí haberme presentado de otra manera. Así que, empecemos de nuevo, ¿sí? Ahora te quitaré esto para que puedas comer...
Esther extendió su mano hacia la cinta que le cubría la boca, y la retiró lentamente para no lastimarla. En cuanto tuvo sus labios libres, Kate tomó aire rápidamente y gritó a todo pulmón:
—¡Auxilio! ¡Ayuda...!
Pero sólo pudo pronunciar esas dos palabras, antes de que Esther le colocara de nuevo la cinta en su boca.
—Entiendo, sigues molesta —masculló Esther, irritada—. Pero, ¿no crees que estás siendo un poco malagradecida? Igual no sé por qué te esfuerzas. Ya llevo un rato aquí, y tras esos tres disparos no parece que la policía venga en camino. Pero no te sientas mal. Quizás todos tus vecinos están trabajando, o crean que no es nada de qué preocuparse, o que alguien más se encargará. Suele pasar.
Kate miró  a su alrededor, como esperando ver en algún rincón algo que le hiciera pensar que esas palabras eran mentira. ¿Realmente nadie había oído los disparos? O, aún peor, ¿a nadie en realidad le importaba lo que le pudiera estar pasando? Se sentía tan perdida, pero a la vez frustrada. ¿Cómo era posible que todo eso le estuviera pasando justo en ese momento? ¿Por qué…?
Notó entonces como Esther hacía el plato con el emparedado a un lado, y entonces se subía a la mesa de un brinco, sentándose en la orilla delante de ella, y quedando entonces ambas justo frente a frente. Esther incluso apoyó sus pies sobre los muslos de Kate, para que estos no quedaran colgando.
—Miran, no te culpo por estar molesta, ¿de acuerdo? —comenzó a decirle con seriedad, mirándola fijamente—. Lo entiendo, te enojó lo de John. Pero siendo honestas, estás mejor sin él. Decía que te amaba, pero te recuerdo que te engañó, te lo ocultó, y luego te echó la culpa por lo de Max; y ambas sabemos que también te culpaba por lo de Jessica, aunque fuera un poco. Y luego te dio la espalda cuando más lo necesitabas, creyendo que eras una loca y una alcohólica. Pero todos los hombres son así; yo lo aprendí muy tarde también.
Esther hizo una pausa en su declaración, y extendió su cuerpo hacia atrás para tomar una rebanada de pan de la bolsa. Volvió a su posición original, y comenzó a arrancar pequeños pedazos de la rodaja para metérselos uno a uno en la boca.
—Y claro, lo de Daniel —espetó de pronto, como si el recuerdo le surgiera espontáneamente—. Supongo que eso también te debe de molestar un poco. Me disculpo por eso, ¿sí? Me asusté, y no pensaba las cosas con claridad. Pero tú no sabes cómo él me trataba. No fue Brenda quien me tiró los libros en la escuela, fue él. Se burlaba de mí con sus amigos, me llamaba retrasada y ve tú a saber qué tantas cosas más. Y no era tan buen niño cómo crees. ¿Sabías que escondía una nada desmerecedora colección de pornografía en esa linda casita del árbol? ¿O que le disparó a una paloma con su pistola de paintball y la iba a dejar morirse de hambre sin poder moverse? Deberías compartir eso con su terapeuta; el maltrato a los animales y la adicción a la pornografía son signos preocupantes en un niño, ¿sabes?
Kate la observaba y escuchaba en silencio (aunque realmente no es que tuviera otra opción), en parte incrédula de estarla escuchando decir todas esas cosas. Era casi increíble cómo desvirtuaba todo lo sucedido hace cuatro años a su maldita conveniencia, de una forma que de seguro ni ella misma se lo creía. ¿Y enserio esperaba que ella se tragara todo eso?, ¿o sólo estaba jugando con ella? Kate se inclinaba por esa segunda opción.
Esther siguió comiendo su rebanada por un rato más. Cuando ya iba a la mitad, se viró de nuevo a Kate y prosiguió.
—Pero sé lo que piensas: nada de eso justifica haber querido matarlo... dos veces; ¿no es así?
Guardó silencio unos instantes, en los que sólo se le quedó viendo mientras masticaba el pan en su boca. De pronto, se inclinó abruptamente al frente, acercando su rostro casi amenazante hacia ella. Kate se hizo hacia atrás por mero reflejo. En los ojos de Esther se visualizaba un poco de aquella rabia casi primitiva que había percibido en ella antes de que la dejara inconsciente, aunque se sentía un poco más diluida.
—Pero tú me rompiste el cuello de una patada —masculló Esther con voz grave—, y me abandonaste en ese estanque a congelarme y pudrirme sola hasta la primavera. Y lo que hiciste con el atizador hace un rato, ¿cómo crees que sintió? Y en esta ocasión yo en verdad no deseaba lastimarte; tú provocaste todo esto. Así que para mí son dos horribles y dolorosas muertes, a cambio de… ¿una y  media? —Se encogió de hombros de forma casi exagerada—. Como sea, en lo que a mí respecta, estamos a mano, ¿bien? Y como estamos a mano, podemos volver a empezar desde cero.
Tomó en ese momento el plato con el sándwich, y lo colocó sobre sus piernas. Luego estiró su mano de nuevo al rostro de Kate, retirándola la cinta de la boca, aunque ahora haciéndolo con mucho menos cuidado, haciendo que aquel acto le provocara un doloroso ardor a la maestra de música que casi la hizo sollozar.
—Así que —murmuró Esther, y tomó el bocadillo del plato en sus piernas, y se lo acercó al rostro—, abre la boca y come  el emparedado, para que así puedas tomar tus analgésicos.
Kate hizo su cara hacia un lado, intentando a toda costa mantener su boca lejos.
—Ah�� va el avioncito —murmuró Esther con tono juguetón, insistiendo en su intento de darle de comer, mas Kate no cedió. Poco a poco aquello comenzó a exasperar a Esther— Qué comas, te digo —pronunció con un tono de orden, presionando ahora el pan contra su cara y manchándola de mostaza, mayonesa y rastros de tomate.
En cuanto Kate se vio forzada a abrir un poco su boca para tomar aire, Esther empujó más el emparedado, metiéndole a la fuerza una porción de éste. Kate se vio obligada a morderlo con tal de poder cerrar su boca, y una porción del bocadillo se quedó dentro. Esther sonrió satisfecha al notar esto, y alejó lo que quedaba del emparedado y lo colocó de nuevo en el plato.
—Eso es —susurró particularmente feliz—. Ahora…
A mitad de sus palabras, Kate escupió con bastante ímpetu el pedazo masticado de emparedado al frente, haciendo que éste golpeara a Esther justo entre su ojo izquierdo y su nariz. Al principio esto la tomó por sorpresa, y pareció más perpleja que otra cosa. Pero rápidamente la rabia se volvió a apoderar de ella.
En un segundo, tomó con su mano derecha el cuchillo con el que había estado cortado el tomate, y se lanzó al frente. Kate hizo de nuevo hacia atrás, y tuvo el impulso de alzar sus piernas para patearla lejos, pero la realidad de su inmovilidad se hizo de nuevo presente. Esther se colocó sobre ella, tomándola violentamente de su cabello con su mano libre, y acercó el cuchillo a su cuello, hasta presionar el filo contra su piel. Kate intentó mantenerse serena, sosteniéndole la mirada a su atacante a cada momento.
—¡Y luego vas y le dices a todo mundo que yo soy la culpable de todo lo que te pasa!, ¡¿no?! —Le gritó Esther colérica, con sus rostros separados por apenas unos cuantos centímetros—. Intento tratarte con amabilidad, y lo único que me gustaría es recibir un poco de la misma a cambio. ¿Es eso mucho pedir?
—¡Jódete, hija de perra! —Exclamó Kate con la misma energía que ella, no mostrándose intimidada por el cuchillo en su cuello—. No jugaré este jueguito contigo, ¿oíste? ¡Ya no más!
Ambas se quedaron en silencio unos momentos, mirándose de forma amenazante la una a la otra. Kate sabía muy bien que lo único que ella tenía que hacer es mover ese cuchillo un poco, y entonces le rebanaría el cuello sin el menor problema. Y no había nada que ella pudiera hacer para evitarlo, salvo quizás suplicarle… Pero no le daría ese gusto en lo absoluto. Para su suerte, y sorpresa, Esther no hizo tal cosa. Luego de evidentemente calmarse un poco, retiró el utensilio y le soltó el cabello.
—No estoy jugando ningún jueguito —masculló la asesina, quitándose con una mano cualquier rastro de emparedado que hubiera quedado en su cara—. Esto es enserio; lo más enserio que he hecho en mi vida.
Kate bufó burlona, sin ser consciente si aquello era algún tipo de reacción nerviosa.
—¿Qué demonios quieres de mí? —Soltó directamente, comenzando a forcejear con más fuerza en su intento de librarse de las ataduras—. ¡¿Qué demonios quieres?!, ¡dime!
Esther guardó silencio unos momentos, y entonces se bajó de encima de Kate, sentándose de nuevo en la mesa delante de ella.
—Tú misma viste lo de hace un rato, ¿no? —Cuestionó con severidad, señalando a su propia frente, donde se suponía debería haber una horrible herida abierta, pero en esos momentos no había absolutamente nada más que su piel blanca y lisa—. ¿Viste como esos golpes que me hiciste desaparecieron?
Kate no le respondió nada. Sí, lo había visto, aunque su mente se resistía a aceptar que hubiera sido así.
—No es la primera vez que pasa —continuó Esther—. Me ha estado ocurriendo desde esa noche, y creo que gracias a eso sobreviví. Cuando me estaba hundiendo en el agua, tuve una visión —una singular sonrisa de júbilo se dibujó en los labios de Esther en ese momento, distanciándose de cómo se encontraba hace unos momentos—. Vi a mi madre… a la mujer que me dio a luz, quiero decir. Ella murió cuando yo nací y nunca la conocí, y mi padre nunca me mostró siquiera una foto. Pero aun así la vi y la reconocí de inmediato. Y pude escuchar su voz, y me dijo que yo sería una luz que alumbraría su vida. Y antes de que pudiera entender lo que veía o preguntar algo, desperté. Estaba ya afuera del agua, y mi cuello estaba bien. Estaba viva, Kate; ¿lo entiendes? Yo debí haber muerto en ese estanque, pero no pasó. Salí de ahí completamente sana. Fue un milagro, un verdadero milagro de Dios. Él me dio una segunda oportunidad para enmendar las cosas, para tener una mejor vida. Y con esa visión me mostró a su vez exactamente lo que debía hacer, lo que me hacía falta.
—¿De qué hablas? —Inquirió Kate, totalmente confundida, pues desde su perspectiva parecía que la mujer de Estonia hubiera comenzado a delirar.
—¿No lo entiendes? —Soltó Esther eufórica, aún más sonriente que antes—. Pasé todo este tiempo buscando un padre que me diera todo el amor que el mío nunca me dio. Pero estaba equivocada. —Extendió en ese momento su mano hacia Kate, colocándola dulcemente sobre su mejilla, apenas tocándola pues en ese punto se comenzaba a formar un moretón por uno de los golpes que le había dado—. Lo que siempre necesité no era un padre… sino una madre…
Kate enmudeció, perpleja y confundida, sin poder entender qué significaban todas esas extrañas palabras y cómo se suponía que debía reaccionar a ellas. Ni siquiera pudo reaccionar lo suficiente para apartar su cara de la mano de Esther, dándole sin darse cuenta permiso para que la dejara ahí sin restricción.
Esther le sonrió dulcemente, y en su mirada se reflejó un sentimiento mucho más ajeno para Kate: cariño… cariño sincero hacia ella, o uno muy bien simulado, y que de nuevo causaba un pequeño estrago en su pecho.
—Ahora me doy cuenta —expresó Esther con absoluta seguridad—. Tú y yo estábamos destinadas a conocernos, y a complementarnos la una a la otra. Y no hablo sólo de la música, sino además del hecho de que yo nunca conocí a mi madre, y tú nunca conociste a tu hija… Nunca te sostuve, pero te siento; nunca me hablaste, pero te escucho; nunca te conocí, pero te amo. —El oír esas palabras hizo hervir algo en el interior de Kate, y no era algo agradable, pero Esther pareció no notarlo de momento—. Ahora me doy cuenta de que eso es justo lo que yo sentía por mi madre. Ese día en el invernadero lo sentí, y esa lágrima que derramé fue sincera. Pero en ese momento no lo entendí, o no quería entenderlo. Estaba tan obsesionada con John que no veía nada más. Pero ahora lo sé: tú eres mi segunda oportunidad, mami… mi llave a la vida feliz que siempre deseé.
De la nada se bajó de la mesa y se lanzó hacia ella, pegando su rostro contra su regazo y rodeándola con sus brazos lo mejor que la posición de Kate se lo permitía.
—Te quiero, mami —susurró Esther con entusiasmo—. ¡Te quiero mucho!
Kate, por su parte, se quedó tan estupefacta ante la anormal y extraña escena que se materializa ante ella, que es posible que incluso aunque no hubiera estada atada a la silla, igual le hubiera sido imposible moverse. Sentía el cuerpo de esa… mujer, presionándose contra el suyo, abrazándola con la misma alegría y cariño con el que lo hacía Max, o incluso Daniel. Y aun así no podía convencerse a sí misma de que realmente ella se encontraba ahí; volvió de nuevo a sentirse divagar hacia la inconsciencia de un posible sueño.
La había oído decirle “te quiero”, y aquello no le había causado otra sensación diferente a… un completo asco. Su sola cercanía, el que estuviera pegada a ella respirándole encima, no hacía más que revolverle el estómago. Comenzó a cocinarse poco a poco en su interior una ardiente furia, que burbujeó y la empapó por completo, hasta que en ella no cupo ninguna otra emoción diferente a ella.
—No me toques… —murmuró despacio al inicio, pero su tono subió exponencialmente de un instante a otro—. ¡No me toques!, ¡aléjate de mí!
Kate comenzó a zarandearse con fuerza, hasta casi estar a punto de tumbar la silla, con todo y su ocupante. Esther se sobresaltó, apartándose un poco de ella y mirándola confundida por su extraña reacción.
—¡Deja de burlarte de mí! —le gritó Kate, colérica—. ¡Deja de burlarte de Jessica!
—No estoy burlándome, hablo muy enserio —aclaró Esther, ligeramente irritada—. Quiero que seamos una familia, una de verdad. ¿No recuerdas lo felices que éramos al inicio? ¿La conexión que tuvimos en cuanto nos vimos en el orfanato? ¿Lo contenta que estabas cuando llegué a casa? ¿Lo bien que nos llevábamos cuando teníamos nuestras clases de piano solas tú y yo? ¿Por qué no podemos volver a eso, mami?
—Yo no soy tu puta mami, ¡¿oíste?! —Le respondió Kate con voz ronca y algo cansada, y dicha frase le trajo tan malos recuerdos a Esther que incluso comenzó a sentir un doloroso cosquilleo en su cuello—. Y nunca, nunca fingiré serlo sólo para complacer tu retorcida fantasía, ¡perra loca y enferma!
Esther la observó, azorada. Sus ojos parecían perdidos en la nada, y su boca se torció en varios pequeños espasmos, como si deseara decir algo pero su cerbero no lograra mandar la instrucción clara a sus músculos.
—¿Por qué… no? —murmuró de pronto, notándosele mucho esfuerzo para poder pronunciar aquella pregunta.
—¿Por qué? —Soltó Kate aún presa de la furia—. Lastimaste a mis hijos, mataste al único hombre que he amado en mi vida, y has regado cadáveres a tu paso a dónde quiera vas…
—¡Ya te dije que estamos a mano! —Le respondió Esther con fuerza, sonando precisamente más parecida a la rabieta de un niño—. ¡Lo dije hace un momento!, ¡¿qué no me prestas atención?!
—¡Nunca estaremos a mano!, ¡loca psicópata! Así te mueras enserio de una vez por todas, nunca olvidaré el daño que nos hiciste. ¿Y te atreves a pensar que fue Dios quien te salvó? ¡Él no tendría por qué salvarle la vida a un monstruo como tú!
Esther se exaltó, casi asustada, al oírla decir eso, especialmente como se refería a ella como “monstruo.” Su respiración se agitó aceleradamente, sus ojos se viraron en todas direcciones como si buscara algo a su alrededor, y sus puños se abrían y cerraban repetidamente. Su mirada se fue endureciendo, su quijada se tensó, y su rostro comenzó a ponerse rojo del enojo.
Repentinamente se inclinó hacia el frente y alzó su puño derecho a un lado de su cabeza con la clara intención de golpear a Kate en la cara con él. El reflejo de la maestra de música fue cerrar sus ojos y girar su rostro hacia otro lado, como si aquello pudiera de alguna forma mitigarlo. Pero el golpe no llegó. Esther pareció tener la suficiente claridad mental al último momento para contenerse, así como lo había hecho con el cuchillo. Pero todo eso se iba acumulando poco a poco en su pecho, y ella podía sentirlo claramente.
La mujer de Estonia bajó su puño, y se alejó unos pasos hacia un lado, casi dándole la espalda a la dueña de esa casa. Con una mano se presionaba un poco la sien derecha con algo de fuerza, mientras murmuraba para sí misma:
—Esto no se suponía que pasara así. Mi visión me dijo que todo saldría bien… Esto no tenía que suceder así… ¡¿Por qué siempre tienes que hacer todo tan difícil?! —Gritó con ímpetu, virándose de nuevo hacia Kate.
Siguió respirando agitada, pero poco a poco se fue tranquilizando. El color de su rostro se fue suavizando, así como lo tenso de sus músculos y su postura, aunque sin volver enteramente a la normalidad.
—De acuerdo, no perdamos la calma —sugirió despacio, aunque parecía más un comentario para ella misma—. Esto no es nada que no podamos resolver. En cuanto Daniel y Max lleguen, los cuatro podremos hablar más tranquilamente de todo esto.
El escuchar los nombres de sus hijos siendo pronunciados por esa boca, provocó que todo en Kate diera un giro completo. Hasta ese momento se había mantenido prácticamente sumida en su propia rabia hacia Esther, y todo el odio que la consumía por ella. Incluso llegó a no importarle ni un poco lo que ella quisiera hacerle, hasta darle igual si la mataba en ese momento o no. Pero esa declaración sacó a la superficie un sentimiento mucho más fuerte: su amor por sus hijos, su deseo por protegerlos, que estén bien y, especialmente, lejos de ese… monstruo, como bien la acababa de llamar.
No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero si había sido aunque fuera cerca de una hora, significaba que Max y Dani debían de estar ya en camino y llegarían en cualquier momento. Le había pedido tan vehementemente a Daniel que sólo fuera a la pizzería una hora para tenerlo a salvo en casa lo más rápido posible; ahora tenía el inusitado deseo de que la desobedeciera.
—No, no, Esther, espera —pronunció rápidamente, notándosele un cambio bastante significativo en su actitud—. Por favor, a ellos no los metas en esto. Es conmigo con quien estás enojada, ¿recuerdas? Yo fui quien te pateó y te dejó en ese estanque para morir; tú misma lo dijiste. Hazme lo que quieras, pero deja a mis hijos en paz, por favor.
—¿No has escuchado nada de lo que he dicho, mami? —Pronunció Esther irritada, aproximándosele de nuevo, con actitud agresiva—. ¿Por qué querría hacerles daño? Quiero que todos estemos juntos, que los cuatro seamos una familia otra vez. Que nos vayamos a algún lado lejos para empezar una nueva vida, todos unidos; como a California. Incluso podría convertirme en actriz. ¿No sería lindo?
Y esbozó entonces una amplia sonrisa contenta, mostrando su blanca y brillante sonrisa. Y a todo esto, lo único que Kate pudo pensar como respuesta, aunque no la pronunció en voz alta, fue: «Estás totalmente loca…»
Kate debía pensar rápido. Tenía que convencerla de que se fuera antes de que sus hijos llegaran y toda esa situación se saliera aún más de sus manos. Necesitaba de alguna forma darle una vuelta a eso, intentar razonar con ella. Pero, ¿cómo razonar con alguien que estaba delirando, y se encontraba tan desconectada de la realidad? Seguía aferrada a esa idea de ser una niña, hablando incluso de que fueran una familia, y ella su madre; ella que tenía casi su misma edad.
Seguía aferrada a ser Esther…
Te rehúsas a dejar atrás a Esther, porque prácticamente has formado tu vida actual en base a ella. Incluso nunca te he oído referirte a ella como Leena, ¿sabes? Insistes en llamarla Esther, con ese nombre falso con el que la adoptaste, como si quisieras de nuevo mantener con vida la imagen de tu hija perdida.
Era cierto, y ahora lo veía. Desde siempre había querido encarar a su enemigo como Esther, como esa niña que entró a sus vidas, se convirtió en su hija, y la traicionó haciéndoles todo ese daño. Pero Esther no era real… nunca lo fue. Debajo de ese disfraz, había una mujer, una de verdad…
—Leena, escúchame… —pronunció de golpe, intentando sonar lo más calmada y serena posible. Sin embargo, esa sola mención hizo que la mirada de Esther se oscureciera un poco.
—No me llames así —le exigió con frialdad en su voz, pero intentó forzarse a volver a su estado de júbilo anterior—. Mi nombre es Esther, mami. No lo olvides, por favor.
—No, no eres Esther. Tu nombre es Leena, Leena Klammer, de Estonia. No tienes nueve, tienes treinta y seis años.
De nuevo aquello hizo grietas en la coraza dura de su atacante. Se giró de nuevo hacia otro lado, volviendo a presionarse su sien con fuerza, como si estuviera sufriendo de una fuerte migraña.
—Leena Klammer está muerta —declaró con fastidio en su voz—. Tú la mataste de una patada esa noche. Yo soy Esther…
—Sí, tienes razón, tú debiste haber muerto esa noche. Pero no lo hiciste, estás aquí con vida. No entiendo qué fue lo que te pasó, pero como bien dijiste ahora tienes una segunda oportunidad de hacer las cosas mejor. Pero nada de lo que estás planeado pasará, ¿entiendes? Desde lo ocurrido en Hamden todos saben de ti. Eres una criminal buscada y muy fácil de reconocer; no podrás esconderte mucho tiempo. Lo único que estás haciendo con todo esto es exponerte tú sola.
—Cállate… —susurró Esther despacio, aun dándole la espalda. Pero Kate no le hizo caso y prosiguió con su argumento.
—Hablé con tu doctor en Estonia, y me contó tu historia. Sé de las cosas horribles que te hizo tu padre. No te merecías todo eso, Leena.
—¡Dije que te calles! —Espetó Esther con más fuerza, virándose de nuevo hacia ella, con su rostro una vez más enrojecido.
—Si sigues con esto, la policía terminará por atraparte tarde o temprano, o te matarán. Las cosas no tienen que terminar así. Estás muy enferma, Leena, y necesitas ayuda. No tienes que seguir lastimando a las personas, ¡puedes detenerte! Yo no le diré a nadie que estuviste aquí. ¡Sólo vete de una vez, Leena!
—¡Cállate!, ¡Cállate! —Repitió Esther varias veces llena de absoluta desesperación. Y en ese momento, todo el enojo y frustración que se había acumulado en ella durante ese rato, se desbordó al fin, y su mente entera se tornó en blanco.
Su mano se dirigió por si sola hacia la mesa, tomando firmemente del mango el mismo cuchillo con el que la había amenazado hacia unos momentos, y entonces se le lanzó encima incluso antes de que Kate pudiera decir algo más, o siquiera digerir por completo lo que ocurría. Esther se subió de nuevo sobre ella, y sin el menor miramiento encajó el cuchillo en el pecho de Kate, hasta casi la empuñadura. El rostro de la maestra de música no reflejó dolor, sino más bien sólo confusión.
—¡Me llamo Esther! —Le gritó aún furiosa, sacando el cuchillo de un tirón, haciendo que una larga mancha de sangre le cubriera la cara. Sin esperar ni un segundo, siguió apuñalándola repetidas veces en su pecho, una y otra vez sin siquiera pensarlo; como si su mano simplemente se moviera por sí sola—. ¡Esther!, ¡yo soy Esther! ¡¿Por qué no puedes entenderlo, puta imbécil?!
Las acuchilladas continuaron hasta que la hoja del cuchillo de cocina se zafó del mango, quedando incrustada en el cuerpo de Kate. La mano de Esther se resbaló hacia un lado, y por el impulso su propia cabeza se inclinó hacia el frente, quedando contra el pecho de la mujer delante de ella, empapándose todo el costado de su cara.
Fue hasta ese momento que Esther tuvo la lucidez suficiente para darse cuenta de lo que había hecho, aunque no entendía como tal que en realidad hubiera sido ella. En su mente, era más como si ella más bien hubiera estado de pie en donde estaba hace unos momentos, y había visto desde ahí como alguien más se subía a las piernas de Kate, y comenzaba a penetrarle el pecho con ese cuchillo, una, y otra, y otra, y otra vez, sin que ella pudiera moverse siquiera para impedirlo.
Pero no había ocurrido así. No había sido nadie más… había sido ella misma…
Rápidamente separó su cara y volteó a ver a Kate. Su blusa se encontraba desgarrada, y empapada casi por completo del frente. Algo de sangre le escurría por la comisura de sus labios, y sus ojos miraban perdida hacia algún rincón lejano de la cocina. Respiraba lentamente, y cada inhalación parecía más dolorosa y angustiante que la anterior, y un poco más de sangre le brotaba de la boca.
—No… no… no… —Repitió Esther varias veces con incredulidad.
Su primer reflejo fue acercar sus dedos a la hoja aún sobresaliente de la última herida, intentando sacarla de su cuerpo, cortándose sus propios dedos en el proceso. Retiró la hoja del cuchillo, la tiró a un lado al suelo, y comenzó a presionar con sus manos las heridas, por las que seguía brotando la sangre empapando más su blusa, y ahora manchando también sus pantalones y la silla.
—Lo siento, lo siento mami —murmuraba Esther entre desesperados sollozos. Se dio cuenta rápidamente que presionar las heridas de poco funcionaba. La sangre escurría por entre sus dedos, manchándola también.
Comenzó a respirar con consternación, y sus ojos a humedecerse sin que fuera consciente de esto. Alzó sus manos ensangrentadas hacia el rostro de Kate, tomándolo para que la viera de frente, dejando marcas rojas de sus dedos en el proceso. Los ojos de Kate se posaron en ella, pero en realidad parecían ya no poder enfocar nada. Su respiración ya era casi inexistente en ese punto, y se limitaba a pequeños jadeos asfixiantes.
—Lo siento, lo siento… —volvió a repetir Esther una y otra vez, intentando sonreír a pesar de que sus labios no dejaban de temblar—. No quise hacerlo, de verdad. Todo estará bien, te lo prometo…  ¿Sí?, ¿mami…? Todo estará bien…
Soltó su rostro, y entonces comenzó desesperadamente a intentar quitarle la cinta que aprisionaba su muñeca izquierda. Pero sus dedos le temblaban demasiado, y no le respondían como ella quería, además de que la cinta era gruesa y dura. Comenzó a frustrarse cada vez más, sin lograr ningún progreso. Desistió de ello cuando notó como la cabeza de Kate se dejaba caer hacia el frente, y ahí se quedaba. Y aquellos jadeos lastimeros de su respiración… se habían esfumado.
—No, no, no, ¡no! —Exclamó horrorizada, y rápidamente tomó de nuevo su rostro, intentando alzarlo. El cuello de Kate, sin embargo, se encontraba flácido y no ofrecía ningún tipo de resistencia para sostenerse—. Mami, mírame, por favor. Mami, por favor…
Logró al fin alzar lo suficiente el rostro de Kate, y rápidamente le retiró sus cabellos del frente para poder verla mejor. Sus ojos estaban sólo medio abiertos, el parpado derecho más abajo que el izquierdo, y lo que se alcanzaba a ver de ellos… se veían vacíos, como ojos falsos de vidrio. Esa era un tipo de mirada con la que Esther se había familiarizado; la mirada de un cuerpo al que su vida ha abandonado…
—¿Mami? —Murmuró despacio esperando recibir cualquier tipo respuesta, pero recibiendo a cambio sólo un insondable silencio. Cuando la soltó, su cabeza volvió a caer al frente, quedando en la misma posición anterior sin la menor resistencia—. No… no… ¡¡NOOO!!
Gritó con todas sus fuerzas consecutivamente, hasta casi desgarrarse la garganta. Se abrazó fuertemente del cuerpo de Kate, comenzó ahora sí a soltar agudos y fuertes llantos de dolor, de desesperación, e ira.
—¡Esto no debía pasar!, ¡esto no debía pasar! —Gemía una y otra vez entre sus llantos—. ¿Por qué? ¡¿Por qué?!
Aquella última pregunta la lanzó al aire, alzando su mirada hacia el techo, aunque su intención se encontraba mucho más lejos.
¿Esa era su segunda oportunidad? ¿Esa era caso la visión que Dios le había otorgado? ¿La había salvado de morir en ese estanque sólo para que hiciera justo eso una vez más?, ¿matar a su madre una segunda vez así como lo había hecho la primera con su mero nacimiento? ¿Qué clase de juego enfermo estaba Él jugando con ella?
O… ¿es que acaso nada de eso estaba manejado por la mano de Dios en realidad…?
Escuchó de pronto el sonido de un auto grande acercándose a la casa, y parándose justo delante de ésta. Aquello puso a Esther en alerta, y cortó de tajo su llanto. Oyó poco después el sonido de voces, y al menos dos puertas cerrándose.
—Max, no corras —escuchó como la abuela Bárbara pronunciaba con fuerza.
Unos segundos después, la voz de Daniel también se hizo presente:
—Olvidé los pedazos de pizza que le traje a mi mamá en el carro.
—Anda, ya está abierto.
Eran Daniel y Max… habían vuelto.
Esther sintió pánico, mucho pánico repentinamente.
Se bajó de Kate, con sus piernas temblándole. Miró fijamente en dirección a la puerta principal, con incertidumbre. Lentamente se aproximó a la silla en la que estaba sentada anteriormente, tomando de esta su pistola. La sostuvo con ambas manos y apuntó a la entrada de la cocina, intentando mantenerla lo más firme posible. Aunque… en realidad no tenía idea de qué haría exactamente…
Entonces contempló sus manos que sostenían el arma. Estaban casi totalmente rojas.
Bajó la pistola y acercó a su rostro la palma derecha, mirando con horror la sangre en ella. Un poco asustada, comenzó a tallar su mano contra su vestido, dándose cuenta un poco después de que éste también estaba manchado.
Comenzó a hiperventilar, a sentirse mareada y tuvo que sostenerse de la mesa para no caer. Escuchó los pasos en la puerta, y un primer intento de abrirla, pero ésta (como Kate bien había cuidado de hacer) estaba cerrada con llave.
Tocaron entonces el timbre.
—Kate, ábrenos —pronunció la voz de la abuela Bárbara poco después.
—Te traje pizza, mamá —añadió Daniel—. Ven antes de que Max se la coma.
Esther viró su mirada unos momentos hacia Kate, aún sentada en la mima silla, con su mentón pegado a su pecho, totalmente quieta como estatua. Su sangre goteaba de la silla, dejando un charco en el suelo. De toda aquella horrible escena, fue ese lento goteo rojo y ese charco en el piso, lo que le provocó más impresión.
—Quizás esté dormida —comentó Bárbara—. Déjenme uso mi llave.
Aquello fue como una llamada de alerta para Esther. Por un momento quiso volver a subir su arma como hace un momento, pero sus brazos no le respondieron. Y cuando escuchó las llaves comenzando a entrar en el cerrojo, sus piernas reaccionaron comenzando a moverse apresurada hacia la puerta trasera de la cocina, que daba hacia un costado de la casa. Intentó abrirla, pero un pasador y un seguro en la chapa se lo impidieron. Escuchó entonces como hacía el intento de abrir la puerta de la entrada, pero sin éxito.
—Tu madre colocó los pasadores —se quejó Bárbara, molesta—. Pero si sabía que veníamos en camino.
Aquello le dio la oportunidad a Esther de quitar el pasador, abrir la puerta trasera (acompañada del respectivo pitido de la alarma) y salir corriendo. El aire del exterior le pareció sorprendentemente aliviador. Mientras salía, logró escuchar a Daniel decir:
—Ya sabes cómo es. Quizás dejó abierta la puerta de la cocina.
Esther apenas dio un paso hacia el frente, cuando fue consciente de que ellos vendrían de esa dirección. Corrió entonces tambaleándose hacia el pequeño patio trasero, ocultándose detrás de la casa con su espalda contra la pared. Se asomó sólo un poco, lo suficiente para ver el panorama. Y por un momento los vio.
Max y Daniel eran significativamente más altos que la última vez que los había visto, aunque sólo habían pasado cuatro años. Max saltaba alegre detrás de su hermano, y su abuela iba un poco detrás de ellos.
—Está abierta —señaló Daniel un poco desconcertado al ver entreabierta la puerta por la que Esther había huido, aunque no precisamente preocupado. Se aproximó para pasar primero, y sus dos acompañantes le siguieron—. ¿Mamá? —lo escuchó exclamar justo después.
Esther aprovechó ese momento para correr rápidamente hacia la barda trasera. Las piernas aún le temblaban pero la adrenalina le permitiría saltarla hacia el otro patio y huir. Y aún tenía en sus manos su pistola, por si del otro lado se encontraba con algún perro o curioso. Estaba ya por llegar a la barda cuando escuchó el primer grito:
—¡¡Oh por Dios!!, ¡Kate! —Gritó Bárbara con fuerza.
—¡Mamá! —Secundó Daniel poco después.
Y Max… su grito fue silencioso, pero no por eso menor.
Esther se detuvo unos momentos y se giró estupefacta a la casa, oyendo como comenzaban a oírse más gritos y ajetreos. Sintió un nudo en la garganta, y el estómago como una licuadora. Quizás en otra ocasión se habría permitido vomitar, pero no esa vez. Se apresuró, saltó hasta agarrarse de la orilla de la barda, y para su sorpresa logró subirse con significativa facilidad. Pasó el muro de madera por encima, cayendo de espaldas al otro lado, pero sin sentir algún dolor significativo.
No había perro, ni tampoco algún curioso cuestionándose sobre la niña cubierta de sangre en su patio.
Se puso rápidamente de pie y comenzó a correr hacia el frente de la casa, poco a poco recuperando sus energías hasta comenzar a correr con una velocidad que le parecía casi inverosímil. Y como había hecho aquella noche de invierno, en aquel paraje boscoso y nevado, corrió y corrió hasta que no pudo más.
Y durante toda esa huida, por primera vez en muchos años, Leena lloró de verdad. Soltó tantas lágrimas que no sabía que era capaz de generar, mojando el pavimento a su paso como lluvia. Lloró, y lloró durante minutos, quizás horas. Sin embargo, una vez que dejó de correr, su llanto también se detuvo. Y luego de eso, nunca más volvió a llorar otra vez…
* * * *
El sonido de la puerta de la sala de juntas abriéndose trajo de vuelta a Esther al presente. Aún vestida con su disfraz de Jessica, se viró lentamente esperando ver de nuevo a la secretaria que la había traído hasta ahí, con la taza chocolate caliente que le había prometido en una mano. Sí, había una humeante taza de chocolate caliente en la puerta, pero quién la sostenía era otra persona.
—Disculpa la tardanza —se excusó Damien Thorn sonriente, mientras ingresaba a la sala. En una mano traía la taza, y en la otra sujetaba un maletín de forro metálico, relativamente grande.
Aunque justamente lo esperaba, Esther pareció sorprenderse un poco por el hecho de que se apareciera justo en ese momento. Se preguntó entonces qué tanto tiempo se había sumido sin querer en sus propios recuerdos.
Por su lado, Damien ignoraba todo lo que había estado cruzando por la mente de su cita de esa mañana, y era mejor así. El muchacho cerró la puerta detrás de él, avanzó hacia la mesa y colocó sobre ésta tanto la taza como el maletín.
—Me dijeron que esto era tuyo —señaló, deslizando un poco la taza hacia el lado en el que se encontraba su invitada.
Esther contempló unos momentos el dulce regalo, y entonces dejó la ventana y se aproximó a la mesa.
—Gracias —musitó despacio. Tomó entonces la taza entre sus manos, le sopló un par de veces, y dio después un pequeño sorbo de ella. Su expresión se mantuvo bastante neutral, pero aun así murmuró—: No está mal.
—Qué bien que te guste.
Damien tomó asiento de un lado de la mesa, y señaló entonces a la silla opuesta, invitándola a sentarse. Esther aceptó sin chistear.
—Entonces, señor Anticristo —pronunció casi burlona, con su taza de chocolate sostenida delante de su rostro—, usted y yo tenemos una parte de nuestro trato que falta cumplir.
—Así es —asintió Damien, y entrecruzó entonces los dedos de sus manos delante de su rostro, y se apoyó por completo al respaldo de su silla que se dobló hacia atrás casi por completo, tomando de esa forma una postura bastante relajada, por no decir prepotente—. Si no mal recuerdo, te prometí que si hacías este trabajo por mí, hablaríamos sobre esta… condición que tienes, y que te ha mantenido con vida hasta ahora. Incluso luego de eso tan horrible que te ocurrió hace ocho años.
—Aunque luego de ese discurso que nos diste ayer en tu cocina, me puedo hacer una idea de lo que me piensas decir.
—¿Enserio? —Farfulló Damien con falsa sorpresa—. Entonces mejor dímelo tú a mí, en ese caso.
Esther dio un sorbo más de su chocolate, quemándose un poco la lengua en el proceso, pero sin sentirse particularmente desmotivada a seguir bebiéndolo por ello. Aun así, optó por bajar la taza de regreso a la mesa, y enfocar su atención en el muchacho delante de ella. Su expresión sonriente y confiada ciertamente competía con la relajada (y prepotente) de éste.
—Si no me equivoco —comenzó a pronunciar con algo de sarcasmo impregnando sus palabras—, me vas a decir que salí y sobreviví a ese hielo por obra y voluntad de Satanás en persona, ¿no? Tú papi, según entendí. Y de todas las personas en el mundo muriendo en ese momento, decidió salvarme a mí, e impedirme el morir para que así... ¿para que así qué? ¿Para qué nos conociéramos y te ayudara a destruir el mundo o algo así? Qué increíble honor.
Damien soltó sin miramiento una pequeña risa, incluso más sarcásticas que las palabras que acababa de escuchar.
—Y yo adivino que prefieres mejor tu idea de que fue Dios, y que lo hizo para darte una segunda oportunidad, ¿no?
—Yo ya no creo eso —respondió Esther tajantemente—. Y por ello esperaba una explicación diferente de tu parte. Así que si es la única que tienes que ofrecer, realmente me has decepcionado, mocoso.
Damien sonrió complacido, no reflejando aparentemente molestia alguna ante su tan irrespetuoso comentario.
—¿Sabes? —Comenzó ahora él a hablar, con bastante calma—, un año atrás no hubiera sido capaz de concebir la existencia de alguien como tú, o como Lily, o como Samara. Y quizás los miembros de la Hermandad que me han cuidado hasta ahora, buscarían dar una explicación como la que tú misma mencionaste hace un momento. Claro, eso si no optan por simplemente negarlo y ocultarlo todo bajo la alfombra como de costumbre. Pero el yo de estos días ya ha visto muchas cosas, y mi abanico de opciones se ha ampliado.
»Dicho eso, debo confesar que en realidad no tengo idea si fue Dios, Satanás, o un tercero el que te permitió vivir esa noche, o cómo fue exactamente qué obtuviste todo eso que puedes hacer ahora. Pero tengo una teoría.
—Oh, grandioso —espetó Esther, irónica y claramente molesta—. Recorrí todos los estados de la maldita costa oeste, arrastrando a Miss Simpatía en muletas, sólo para escuchar una teoría; ¡Yeih! —Se recargó entonces en su silla de forma perezosa, meciendo sus piernas de adelante hacia atrás debajo de la mesa—. ¿Y cuál es esa teoría, señor Anticristo?
Damien tomó una postura un tanto más seria, que a Esther destanteó un poco. Él se inclinó entonces hacia el frente, centrando su mirada tan fija en ella que no pudo evitar sentirse un poco nerviosa, aunque intentó disimularlo.
Una vez que se aseguró de tener su atención, Damien comenzó a explicar:
—Como tú misma pudiste ver, en este mundo existen personas que pueden hacer cosas extraordinarias y únicas; iguales o más impresionantes que curarte de unas cuantas heridas.
—¿El dichoso Resplandor del que hablaban? —Cuestionó Esther, defensiva—. Yo no soy como Lily o Samara, ni como tú. Yo no tengo esa cosa de lo que hablas.
—Claro que lo tienes, querida. Quizás sea cierto y no eres como nosotros, precisamente. Pero definitivamente eres muy, muy especial. De hecho, hace unos meses conocí a un simpático par que… no son como tú, pero tienen ciertas semejanzas.
Aquello confundió a la mujer, y ello se reflejó en un ligero arqueo de su ceja derecha.
—¿De qué hablas?
—Dime una cosa, ¿cuándo es que te sientes más fuerte y sana?
—¿Qué? —Esther continuaba perdida, sin entender a dónde iba con eso.
—Déjame contestar por ti. ¿Es acaso cuando… matas a alguien? —Aquella afirmación causó una extraña reacción en Esther, casi similar al… miedo—. Cuando tomas violentamente la vida de otro ser, ¿sientes como si una parte de esa vida que tomas entrara en ti, y te llenara de fuerzas?
Esther dibujó una mueca de desconcierto en su rostro, y se sintió tentada a preguntarle directamente qué clase de tontería estaba diciendo. Pero entonces, algunos recuerdos vinieron a su mente repentinamente… En estos efectivamente, al estar en presencia de la muerte de alguien, en ese mismo momento o más adelante, se comenzaba a sentir bien; más fuerte, más rápida… mejor. Como aquel día en que murió Kate, y poco después tuvo la fuerza suficiente para saltar esa barda, y correr, y correr sin cansarse.
Había enmudeció, incapaz de responder algo en concreto. Su vista se fijó en la superficie de la mesa, intentando darle orden a sus pensamientos.
Damien, por su lado, aprovechó para proseguir con su explicación.
—Estos dos amigos de los que te hablo son un poco así: ellos se alimentan de la vida de la gente que asesinan. Y con esa fuerza vital que extraen de sus víctimas, curan sus heridas y se mantienen jóvenes y fuertes. Como vampiros; esa es la comparación más acertada que se me ocurre. ¿Te suena familiar?
¿Vampiros?, ¿vampiros que se alimentan de la vida de aquellos que asesinan?
—No… No es cierto… —Masculló despacio, aunque no fue consciente de que lo había dicho en voz alta.
—Por lo que me contaron, un humano se puede convertir en lo que ellos son, por medio de un ritual y ciertas características en su persona. Pero, que te rompan el cuello en un estanque definitivamente no parece que sea algo parecido, ¿verdad? Así que no, no creo que tú seas lo mismo que ellos son. Pero sí estoy seguro de que algo te ocurrió esa noche, cuando estuviste al borde de la muerte, y te cambió; física y espiritualmente. O, quizás, es algo que siempre tuviste dentro sin saberlo, y esa experiencia sólo lo dejó salir. Según lo que he investigado hasta ahora con otros con estas habilidades, una experiencia como esa puede hacer que desencadene su florecimiento. O, ¿quién sabe? Tal vez en efecto Dios, mi supuesto padre… u otra cosa, lo hizo posible. Pero sea como haya sido, mi teoría es que ahora eres similar a mis dos amigos: un vampiro que se alimenta de las vidas de aquellos que asesina.
Esther sintió que su cabeza le daba vueltas, y su mente comenzaba a divagar tanto como lo había hecho aquella tarde cuatro años atrás, dificultándosele darle un sentido y orden a cualquier pensamiento que intentara tener. Su mirada, y toda su postura en general, reflejaban una palpable negación.
—Piensa en todas las personas que has matado o lastimado durante este último viaje —continuó Damien—, o que has al menos presenciado su muerte de frente. ¿No te has sentido más fuerte y con energía luego ello? ¿Tu rostro no se ha rejuvenecido?
Sin querer hacerlo, su memoria comenzó a recorrer los momentos, y especialmente los rostros de esas diferentes personas.
Aquel oficial de policía en Portland al que le había disparado en la cabeza.
El otro oficial al que había estrangulado en ese baño de Olympia.
Los guardias de seguridad en el psiquiátrico de Eola, más aquellos que de seguro habían muerto por la trifulca que habían provocado.
La madre de Samara que se apuñaló su propio cuello delante de ella.
El hombre que administraba ese hotel y que Samara hizo caer por el barandal.
Y los dos guardaespaldas en el pent-house que Lily había hecho que se mataran entre ellos.
Y todos esos sólo eran los de los últimos días. Entre esos cuatro años que separaban la última vez que vio a Kate, y su primer encuentro con Damien ahí en Los Ángeles, había varias otras muertes, la mayoría que no se había siquiera tomado la molestia de contar. Y eso sin mencionar a aquellos anteriores a esa noche en el estanque, o antes de ser Esther Coleman…
“Has regado cadáveres a tu paso a dónde quiera vas…”, escuchaba la voz de Kate resonando en sus oídos.
—Mis heridas… —susurró despacio queriendo dar algún tipo de argumento, pero no fue capaz de concluir la frase.
—No se curan únicamente cuando alguien muere, lo sé —señaló Damien—; yo mismo lo vi. De entrada pareces ocupar bastante menos que mis dos conocidos. Te sirve la vida de cualquiera, aunque sea un poco. Y esto es mera especulación, pero parece que eres capaz de… ¿cómo decirlo?, ¿guardar parte de eso en tu interior como reserva para cuando lo necesites? Y por eso te puedes curar esas pequeñas heridas, o no tan pequeñas. O incluso podría tener otros efectos que desconoces. Pero, si es así, eso significaría que conforme esa reserva se vaya agotando, esa habilidad para curarte haría lo mismo. Así que si fuera tú, tendría cuidado sobre cuando lastimarte y cuando no.
Damien inclinó entonces su cuerpo más al frente, como si quisiera acercarse más a ella. Esther bajó su mirada, careciendo de las fuerzas suficientes para sostenerle la mirada a aquel individuo.
—Estos dos amigos que te comento, se hacen llamar Verdaderos —le comentó justo después—. Qué modestos, ¿no? Pero, ¿sabes con qué otro nombre los conocen? Demonios Vacíos. —Aquel término provocó una sensación que le oprimió el pecho a Esther—. Es un nombre que se aplica bien a ti, ¿no crees?
Esther no respondió. Se quedó quieta en su silla, sin mirar u oír algo en especial, o incluso sin reflexionar en algo en concreto. Su mente saltaba de un momento a otro de los últimos días, semanas y años. De todas las personas que había matado, muchas de ellas sin siquiera darles importancia, como simples estorbos en su camino que hacía a un lado. Pero ahora el peso de todo ello le cayó encima, ante la idea de que, de alguna forma, todas esas personas podrían de hecho estar dentro de ella… Incluso Kate.
“¡Él no tendría por qué salvarle la vida a un monstruo como tú!,” escuchaba gritar a Kate. Entonces, ¿eso era ahora? ¿Un monstruo? ¿Un vampiro? ¿Un demonio…?
Una mueca de dolor se dibujó en su cara. Apretó fuertemente sus ojos y sus puños unos instantes, y soltó además un quejido. De pronto, tomó la taza con chocolate con una mano, y sin decir nada la arrojó con fuerza contra el pizarrón blanco en la pared. La taza se estrelló y se rompió, manchando además el pizarrón entero con el líquido oscuro, que poco después comenzó a escurrir. Damien contempló esto con bastante calma.
Esther respiro agitadamente, viendo la mancha de chocolate en la superficie lisa y blanca. Poco a poco se fue calmando, y viró lentamente su mirada hacia su anfitrión, echándole un vistazo sobre el armazón de sus lentes falsos, que se le habían movido un poco por el ajetreo.
—¿Terminaste? —Soltó con asertividad—. ¿Esa es tu dichosa teoría? —Damien asintió lentamente como respuesta—. Pues qué estupidez…
Se puso de pie casi de un salto en ese momento, tomó su bolso rosa de encima de la mesa, y comenzó entonces a andar en dirección a la puerta con bastante prisa.
—¿Ya te vas? —cuestionó Damien curioso, siguiéndola con la vista.
—Si eso es todo lo que me tienes que decir, mejor me largo de aquí de una vez. Y no vuelvas a buscarme, ¿oíste?
—Cómo quieras —murmuró Damien indiferente, encogiéndose de hombros. Parecía que le permitiría irse sin más, cuando de pronto murmuró alto para que lo oyera—: Pero si te interesa, hay una forma de saber si lo que digo es cierto o no.
Esther se detuvo abruptamente justo delante de la puerta, incluso con su mano ya aproximándose a la manija. Al virarse de nuevo hacia él, notó que Damien tomaba ese maletín metálico con el que había entrado, y lo colocaba sobre la mesa delante de él. Abrió entonces los dos seguros al frente de éste y levantó la tapa superior. Esther no podía ver lo que contenía desde su posición, pero Damien se encargó de tomarlo y mostrárselo. Era un termo, en forma de cilindro, con una superficie brillante que reflejaba la luz de la sala. Giró la silla por completo hacia ella para verla de frente, sujetando el cilindro entre sus manos.
—Dentro de este termo —comenzó a explicarle—, se encuentra justo de lo que los dos individuos de lo que te hablo se alimentan. Ellos lo llaman vapor; un nombre poco imaginativo. Pero en pocas palabras, es la energía vital de alguien. Pero no es como lo que has consumido asesinando a gente común, sino que es la energía vital de alguien que en vida tuvo un fuerte Resplandor. Eso, según ellos dicen, lo hace mucho, mucho más fuerte. —En ese momento extendió el cilindro hacia ella, ofreciéndoselo para que lo tomara ella misma. Por algún motivo, Esther se sintió intimidada por aquel objeto—. Si lo que pienso es cierto, si consumes sólo un poco de esto, sentirás como tu cuerpo se llena de una energía y fuerza que no has sentido hasta ahora.
¿Estaba diciendo que dentro de esa cosa estaba la vida de alguien? ¿Era algún tipo de truco? Esther no lo creyó así. Por más inverosímil que aquello sonara, le parecía que en efecto le estaba diciendo la verdad.
Sin darse cuenta, sus pies comenzaron a hacer que se moviera hacia él. Y su mano derecha se estiró sola, tomando el frío termo entre sus dedos. Lo acercó lentamente hacia ella y lo sostuvo frente a su rostro. Parecía un recipiente de café común, pero… había algo extraño en él. Por algún motivo le provocaba una sensación incómoda el sólo tenerlo cerca.
—¿Y si no es cierto? —cuestionó de pronto, mirando de reojo a Damien. Éste volvió a encogerse de hombros.
—No estoy seguro, pero es probable que no sobrevivirías. Ya te arriesgaste demasiado para averiguar la verdad; ¿estás dispuesta a arriesgarte un poco más?
¿Arriesgarse para obtener la verdad? ¿Cuál verdad era esa?, ¿que era un monstruo que se había estado alimentando de las personas que había estado asesinando todo ese tiempo sin darse cuenta? Si abría ese termo, ¿descubriría si era cierto o no? Y, ¿acaso quería saberlo realmente?
“Es probable que no sobrevivirías”
Si ese era el caso, entonces… ¿Qué había que perder? Familia, amigos, amor, incluso su propia identidad; ya no tenía nada, más que la sola vida en sí. Y, evidentemente, esa ni siquiera era suya; era también robada.
“Yo debí haber muerto en ese estanque, pero no pasó. Salí de ahí completamente sana. Fue un milagro, un verdadero milagro de Dios. Él me dio una segunda oportunidad para enmendar las cosas, para tener una mejor vida...”
Lo único cierto en toda esa afirmación era que en efecto, ella debería haber muerto en ese sitio…
Su mano derecha se colocó sobre la tapa del cilindro y la hizo girar rápidamente. Contempló fijamente el interior oscuro de aquel recipiente, y por unos segundos no notó nada, hasta que percibió un singular silbido que casi resonaba como un pequeño lamento. Y entonces, una neblina blanquizca se elevó desde el interior lentamente, suspendiéndose en el aire delante de ella. Ése debía de ser ese “vapor” que Damien había mencionado.
Aún insegura, Esther aproximó su rostro a dicha nube blanca, y entonces aspiró profundamente por su boca como lo haría con un cigarrillo. El vapor entró por su boca y lo sintió cosquillear en sus mejillas y lengua. Luego bajó por su garganta, llegó a su pecho… y entonces algo pasó.
Su respiración se cortó, todo su cuerpo se tensó, y un calor casi infernal la cubrió. Sus dedos se abrieron y el cilindro cayó al suelo, resonando fuertemente y rodando lejos de ella. Sus piernas se torcieron y cayó de rodillas al piso, con su cuerpo entero doblándose hacia atrás. Sus ojos se fijaron en el techo sobre ella, pero éste se difuminaba y contraía, como si la habitación entera estuviera respirando.
Intentaba desesperadamente aspirar un poco de aire a sus pulmones, pero no lograba hacerlo. Se sintió de nuevo en aquel estanque, sumergiéndose lentamente en la oscuridad mientras se alejaba de la luz. Vio en su cabeza el recorrido de cada muerte que había provocado en su vida, comenzando con su propia madre y el posterior asesinato de su padre y su novia, pasando por supuesto por Kate y todas las demás que le siguieron. Fue como vivir cada momento de nuevo, y volver a sentir todo lo que sintió: la ira, la emoción, incluso la excitación y la satisfacción. Todo ello se juntó en ella al mismo tiempo, hasta sentir que explotaría o se desbordaría como un vaso lleno.
Su cuerpo entero cayó de espaldas al piso y su cabeza quedó ladeada hacia un lado, con sus ojos viendo desorbitados hacia un lado y el cuerpo entero flácido. Por unos segundos, parecía en efecto al fin estar tan muerta como esperaba estarlo.
Pero no lo estaba.
Repentinamente aspiró aire con fuerza, volviendo a llenar sus pulmones. Sintió de pronto un choque eléctrico recorriéndole todo el cuerpo desde los pies a la cabeza, y su espalda se arqueó como si estuviera a punto de venirse, y realmente lo que sentía no era muy diferente. Cayó de nuevo de espaldas al piso, pero se sentó rápidamente, respirando agitadamente. Su mente se movía a toda velocidad, y comenzó a sentir muchos cosquilleos; sobre todo en…
Alarmada, rápidamente tomó la pulsera negra que rodeaba su muñeca derecha, y se le arrancó de un tirón, revelando debajo de ésta su piel blanca decorada con aquellas grotescas cicatrices que le habían hecho sus ataduras. Sin embargo, ante sus atónitos ojos, dicha cicatriz poco a poco se fue difuminando, como si se estuviera hundiendo en su piel como arenas movedizas, hasta que al final no quedó ningún rastro de ella…
Rápidamente se quitó también su pulsera izquierda, viendo exactamente el mismo resultado; la cicatriz se había ido. Repitió lo mismo con su gargantilla, y aunque no podía ver su cuello, pasó sus dedos por éste, sin detectar al tacto ninguna magulladura o marca. Esa también había desaparecido.
Se tocó después su rostro con sus dedos, aunque aquello era un acto reflejo más que otra cosa, pues ella misma sentía su rostro diferente. Supo que si se quitara todo el maquillaje que tenía encima, se impresionaría de lo que vería abajo, incluso más de lo que estuvo en aquel baño de motel.
Supo en cada molécula de su cuerpo, que ese vapor había hecho justo lo que ese chico había dicho que haría.
“¿Sabes con qué otro nombre los conocen? Demonios Vacíos… Es un nombre que se aplica bien a ti, ¿no crees?”
—Bueno, creo que eso lo confirma —escuchó a Damien pronunciar con satisfacción. Al alzar su mirada hacia él de nuevo, estando aún en el suelo, lo vio sentado en la silla sujetando otra vez el cilindro cerrado entre sus dedos, y mirándola hacia abajo con una sonrisa orgullosa—. ¿Qué harás ahora, Leena?
Ella no le respondió nada en ese momento. Estaba completamente sumida en las sensaciones e ideas que le recorrían el cuerpo; y en esa pequeña lágrima que comenzó de pronto a resbalar por su mejilla derecha.
FIN DEL CAPÍTULO 80
Notas del Autor:
Aclaración: en este capítulo no se está queriendo decir que Esther es en estos momentos una Verdadera, o que es exactamente el mismo tipo de Vampiro Energético que son Rose, Mabel o James. Lo que se está queriendo decir de momento es que la conclusión de Damien fue que su naturaleza actual es similar a la de ellos, y todo parece indicar que en efecto es así. Sin embargo como bien él mismo dijo, hay ciertas diferencias entre ella y el resto. Y como han de suponer, aún hay algunas cosas que se deben aclarar con respecto a los cómo y por porqués. Pero bueno, eso lo veremos después.
Debo confesar que la idea de este capítulo y el anterior, que narran todo este encuentro entre Esther y Kate, la tenía desde tiempo antes incluso de que comenzara a tener clara la idea de este fanfic. Me tomó 80 capítulos llegar a este momento, pero la verdad estoy contento con el resultado. Creo que ha sido de las partes que más he disfrutado escribir hasta ahora, y espero les sea de su agrado. E igualmente espero que les guste el giro que se le ha dado a Esther, tanto en su naturaleza actual como en su propia personalidad y forma de percibir las cosas.
Y bien, me complace decirles que se acabaron los flasbacks, al menos de momento y al menos los largos que ocupen capítulos enteros. Volveremos al presente a encargarnos de todos nuestros asuntos pendientes. Y nos acercamos cada vez más a Capítulo 100. Ni yo sé exactamente en qué punto de la historia caiga dicho capítulo, pero esperemos sea algo memorable. Nos seguimos leyendo.
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bookolica · 5 years
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Una gran historia de vaqueros
Delphine Perret Traducción de Delfina Cabrera Buenos Aires: Limonero, 2019
Quienes se acerquen a la cubierta del libro álbum Una gran historia de vaqueros, de la escritora e ilustradora francesa Delphine Perret, tal vez se sientan algo desconcertados al descubrir en ella la ilustración de un pequeño mono que come una banana. Si esos mismos lectores se detienen en el texto de contratapa, hallarán una primera pista para despejar el desconcierto inicial:
«Lo reemplacé por un mono porque me dijeron que un vaquero, con sus dientes amarillos y su cara de malo, daría muchísimo miedo».
Este juego planteado en el paratexto replica el principio de construcción del libro, que pone en diálogo tres historias: en las páginas pares y a través de un narrador externo al relato, la historia de un vaquero despiadado que come conejitos, fuma, toma whisky y asalta bancos con éxito; mientras tanto, en las páginas impares, se suceden las ilustraciones del mono, que se lava los dientes, practica cómo hacer globos con un chicle, baila en el gimnasio, aguarda el autobús junto a una gallina… Haciendo puente entre texto e imágenes –al pie de estas─ ingresa un narrador que ficcionaliza la voz de quien ilustra; esta voz se ocupa de explicitar y justificar las decisiones tomadas al realizar los dibujos, dando cuenta de la distancia entre estos (protagonizados por el mono) y el relato del vaquero. En el encuentro cómplice de estos tres elementos, se instala el humor con su potencia transgresora y desacralizadora.
El gesto humorístico de esta obra se inscribe en al menos dos direcciones. Por un lado, en la desconexión entre el relato del vaquero y las ilustraciones que lo acompañan, que quiebra toda lógica al trasgredir «lo esperable» en la relación texto-imagen. En este movimiento, Una gran historia de vaqueros lleva más allá la operación propia de los álbumes de poner en discusión el carácter muchas veces redundante de la ilustración, ya que instaura el absurdo sin preocuparse por defraudar las expectativas del lector, que no encontrará ninguna relación entre texto e imagen.
Por otro lado, un humor más corrosivo aparece en la ironía que puede leerse en el tono casi naif asumido por la voz del narrador-ilustrador, que apuesta al juego metaficcional para desmontar cierto sentido común en torno a los libros publicados para las infancias. En este punto, luego de avisar que ha reemplazado al vaquero por un mono, las intervenciones del narrador-ilustrador proponen un crescendo que pone en evidencia las limitaciones y exigencias que a menudo enfrentan los/las autores/as de textos e imágenes en este campo de la literatura, así como los/las mediadores/es entre los libros y los niños y niñas:
«Como esto tampoco se puede mostrar en un libro para niños y niñas, elegí reemplazar el asalto al banco por una clase de gimnasia. Acá el mono se está cambiando en el vestuario».
De este modo, el narrador-ilustrador explica que toma decisiones tales como no dibujar la «pelea infernal» que se ha desatado porque «es demasiado violento», o reemplazar la sangre por jugo de tomate «para que nadie se desmaye».
El recurso al absurdo y la exageración resulta especialmente interesante y efectivo en algunas páginas, que podrían ser pensadas como una respuesta en clave humorística a la concepción ─demasiado difundida en las sociedades, aun hoy─ de que la lectura de ciertos textos literarios puede condicionar los comportamientos de niños y niñas; por ejemplo, cuando el narrador-ilustrador explica:
«Para evitar que los lectores alérgicos estornuden, reemplacé los campos de heno por un piso de baldosas blancas».
En una edición cuidada en todos sus detalles, cabe destacar también las decisiones estéticas tomadas por la autora para su obra: minimalista, con una paleta reducida (negro, blanco y dorado), ilustraciones que dialogan con el tono naif del narrador-ilustrador y un juego tipográfico que pone de relieve las particularidades de cada grupo de textos (el relato del vaquero, en cuerpo tipográfico grande y con mayúsculas, con mucho «peso» en las páginas; el texto del narrador-ilustrador, en tipografía pequeña, clara y liviana, ocupando pies de página).
En tiempos en que la corrección política avanza sobre muchas producciones culturales ─al punto de poner en riesgo acerbos de bibliotecas─, es de celebrar esta propuesta inteligente y divertida de Delphine Perret, que evidencia un gran respeto por los y las lectoras más jóvenes.
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leidymarmalade · 7 years
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Así huelen las matas de las brujas
Las matas de mi mami eran matas de bruja. Yo creo, yo estoy segura más bien, de que mi mami era bruja. Sé que sus matas eran de bruja porque tenían olores amargos y penetrantes, como venenosos. Sus matas no eran dulces o alegres o suaves, no, eran plantas ásperas que parecían decir “acércate y te mueres”, “pruébame y te vomitas”, “tócame y sangrarás”, daban la impresión de ser las clase de matas que cubren la entrada a otros mundos, menos amables y claros que este.
La persona a la que yo llamo mami era mi abuela materna. Estoy convencida de que ella era bruja, no solo por sus matas que eran evidentemente matas de bruja, sino por la forma en que miraba y entendía todo, sin que tuviera que mediar entre ella y esas cosas que sabía nada más que un vistazo al mundo. Yo creo que cuando mi abuelo se dio cuenta de que mi abuela era bruja, es decir, que ella se daba cuenta de todo, se asustó mucho. Es que ella siempre lo sabía todo y decía que tenía boca de bruja, que todo lo que decía, así fuera por molestar, se volvía cierto.
Mi mami tenía muchas matas en la casa, la casa en la que crecí. Había un antejardín al que me gustaba mucho salir a jugar con las matas de mi mami o, más bien, con las matas de la casa. Yo digo que eran de ella porque era ella quien las cuidaba.
El antejardín de nuestra casa constaba de dos áreas bien diferenciadas. Una en la que se podía meter un carro pero que no era cubierta, es decir, no era un garaje, cuyo piso estaba conformado por hileras que se alternaban entre cemento y pasto. Me gustaba arrancar ese pasto de vez en cuando para jugar a preparar cosas de comer.
También me gustaba apoyar mi cara en las hileras de pasto, sentir el olor de la tierra y de lo verde juntos, y el picor de las punticas del kikuyo en mi piel o metiéndose por mi nariz. También me gustaba jugar a arrancarlo para ver hasta dónde podía llegar su raíz. Recuerdo el sonido seco, como de unos huesos quebrándose, que salía de ese pasto cuando se arrancaba del suelo.
La segunda área de nuestro antejardín era un cuadrado aledaño al espacio en el que se podía guardar un carro, también estaba compuesto por cosas de cemento y cosas verdes. Por su perímetro había unas materas que estaban casi todas llenas de rosas. A mi mami le gustaban las rosas, en ese tiempo era muy de moda tenerlas, pero prefiero pensar que le gustaban porque tenían espinas, porque eran bonitas pero capaces de sacarle sangre a la gente, porque no eran fáciles de agarrar.
En el centro del antejardín había una matera redonda, que salía como del piso y que siempre me pareció que había sido idea de mi abuelo, en la que estaba la rosa más bonita de todas y, por debajo de esta, crecía un tupido tapete de lágrimas de bebé y de treboles cuyas flores me parecían muy hermosas y encantadoras, yo podía sentarme a mirarlas por muchas horas.
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Este es el antejardin de mi casa unos 4 o 5 años antes de que yo naciera, a juzgar por la foto las rosas estaban recién plantadas. De izquierda a derecha: mi abuelo, mi hermano, mi mami, mi mamá y mi tío Luciano. 
Uno de los lados del antejardín era también parte del frente de la casa, había ahí un pequeño muro y una reja a la que me gustaba subirme cada tarde a ver a mi hermano jugar con sus amigos. Por ese lado de la reja había geranios de olor, unas matas que siempre me parecieron feas, ásperas, de color dudoso y olor demasiado fuerte. Dediqué muchas horas a intentar arrancar esos geranios feos (les dicen también novios) y cuando salíamos a arreglar las matas con mi mami yo le insistía en que las arrancaramos pero es muy difícil hacerlo porque la raíz es muy gruesa y leñosa.
Al lado de los geranios crecía un mirto (otra mata de bruja) que como toda planta con poderes expelía un olor muy fuerte, sobre todo de adentro de sus frutos: muy amargo de los verdes y muy ácido de los frutos color naranja ya maduros.
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El antejardin de mi casa cuando ya las rosas tenían hartos años. En la foto mi tío Luciano y mi primo Yair recién nacido. Yo debería tener unos 8 años.
También teníamos un patio. Tuve la fortuna de crecer en una casa con patio y acá sí que había puras matas de bruja. El elemento central de esta parte de la casa era un arbusto que se llama diosme (Coleonema album, según me cuenta wikipedia, también llamado “aliento del cielo”), de olor muy fuerte (como todas las matas de mi mami), de pequeñas flores blancas que caían y mantenían siempre un pequeño manto florido sobre las tabletas de gres del patio de mi casa.
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Esta es una de las pocas fotos que existen del patio de mi casa y justo es por la parte menos interesante y además salimos borrosos. De izquierda a derecha: mi hermano, yo y mi mami.
Lo que más me gustaba de todas las matas de mi casa eran las flores de ese diosme, pequeñas, delicadas, blancas, sutiles, como una lloviznita de delicadeza.
Y en una esquina, la esquina que menos me gustaba del patio, crecía una ruda. Nada puede ser más una mata de bruja que una ruda. Mi mami, como era bruja, de vez en cuando se bañaba con agüita de esa mata y decía que la tenía en el patio para espantar a las moscas, pero lo cierto es que atraía a muchas, muchas moscas, de esas grandes y tornasoladas que, según yo, son a las que más les gusta la mierda de los perros. No me gustaba esa esquina del patio por el olor fuerte de la ruda y por las moscas, sin embargo a veces me gustaba tocarla y luego se me iban las horas tratando de sacarme ese olor de las manos.
Mi mami, que era una mujer muy metódica y ordenada, como suelen serlo todas las brujas del mundo, podaba sus plantas de cuando en cuando, los sábados, sobre todo. Se ponía una pañoleta en la cabeza, guantes plásticos, sacaba tijeras de esas que nunca he sabido si son de cortar el pollo o de jardinería (qué más da si parece que funcionan para las dos cosas) y arreglaba sus rosas. Cortaba los tallos que mantenían las flores  ya marchitas, yo los apilaba en el suelo. No me ponía guantes porque me gustaba chuzarme con las espinas de las rosas, chuzarme controladamente, y porque de usarlos no habría podido hacer lo que más me gustaba cuando mi mami arreglaba su jardín: quitarles a las rosas sus espinas y guardarlas dentro de un frasco.
En el antejardín y en el patio de mi casa creo que empecé a aprender a sentir el mundo: a olerlo y tocarlo, sobre todo, con las matas de bruja de mi mami. En cambio no aprendí a ser bruja porque eso no se aprende: uno nace o no nace así. Yo nací bruja, como mi abuela. Yo también me doy cuenta de todo y aunque no tengo matas de bruja mis flores favoritas sí son flores como de bruja.
Ah, y esta es mi mami cuando era joven, posando entre unas matas. 
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