#volvió por quién lloraban(?
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fantasmaencantador · 2 months ago
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Hola mi hermosa gente~ (⁠≧⁠▽⁠≦⁠)
Han sido dos meses creo (⁠•⁠ ⁠▽⁠ ⁠•⁠;⁠)
Pero no se preocupen, ya volvió por quién lloraban (⁠ ⁠´⁠◡⁠‿⁠ゝ⁠◡⁠`⁠)
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Si todo marcha bien, publicaré hoy un nuevo capítulo (⁠ ⁠ꈍ⁠ᴗ⁠ꈍ⁠)
Ha sido difícil, ha sido largo pero estoy muy contenta de estar de vuelta (⁠*⁠´⁠ω⁠`⁠*⁠)
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No se preocupen que las cosas se han calmado y por fin encuentro tiempo para escribir!
Sinceramente estoy emocionada, vayan y lean con entusiasmo lo que tengo preparado para ustedes!
Los amo
Tomen awa y sean felices!
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damianacpi · 3 years ago
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Juan Gelman. Pensamientos (fragmentos)
[…]soy de un país donde se llora por el che
o en todo caso se canta por el che
y algunos están contentos con su muerte
¿vieron? dice
estaba equivocado la cosa no es así, dice
¿y cómo carajos será la cosa no lo dice, no?
prefieren recitar viejos versículos
o indicar señalar aconsejar
mientras los demás callan, miran al aire con los ojos perdidos
el comandante Guevara entro a la muerte
y allí andará, según se dice
soy de un país donde costo creer que se moría
y muchos, un servidor entre otros se consolaba así
pero si él dice no hay que pelear hasta morir
hay que pelar hasta vencer
entonces no está muerto
otros lloraban demasiado, como quien ha perdido a un padre
y yo creo que él no es nuestro padre
y con todo respeto creo, que está mal llorarlo así […]
[…]de este país de fantasía se fue Guevara una mañana
y otra mañana volvió y siempre ha de volver a este país
aunque no se más que para mirarnos un poco, un gran poquito
¿y quién se habrá de aguantar?
¿quién habrá da aguantarle la mirada?
pero ahora nomás el comandante Guevara entro a la muerte
y allí andará, según se dice
pregunto yo,
¿quien habrá de aguantarle la mirada?
¿ustedes momias del partido comunista argentino?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes izquierdistas que sí que no?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes dueños de la verdad revelada?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes que miraron a China, sin entender que mirar a China en realidad
era mirar nuestro país?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes pequeñitos teóricos del fuego por correo, partidarios de la violencia por teléfono
o del movimiento de masas metafísico?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes sacerdotes del foquismo y más nada?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes miembros del club de grandes culos sentados en lo real?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes los que escupen sobre la vida sin advertir que en realidad están escupiendo
contra el gran viento de la historia?
ustedes lo dejaron caer
¿ustedes que no creen en la magia?
ustedes lo dejaron caer […]
[…]soy de un país donde es necesario no amar sino matar la melancolía
y donde no hay que confundir el che con la tristeza
o como dijo Fierro, hinchazón con gordura
soy de un país donde yo mismo lo dejé caer
¿y quién pagará esa cuenta?
¿quién?
pero lo serio es que en verdad
el comandante Guevara entro a la muerte
y allí andará según se dice,
bello, con piedras bajo el brazo
soy de un país donde ahora Guevara ha de sufrir otras muertes
cada cual resolverá su muerte ahora
el que se alegró ya es polvo miserable
el que lloro, que reflexione
el que olvido, que olvide o que recuerde
y aquel que recordó, solo tiene derecho a recordar
el comandante Guevara entro a la muerte por su cuenta
pero, ¿ustedes que habrán de hacer con esa muerte?
pequeños míos, ¿qué? […]
[…]sé pocas cosas, sé que no debo llorar, Ernesto
sé que de mí, dependés ahora
te puedo sepultar con grandes lágrimas,
pero en realidad no puedo
el poeta sabe que algún día la belleza vendrá
pero no hoy que estas ausente
el poeta apenas sabe vigilar
Che Guevara
ahora deseo un gran silencio
que baje sobre mi corazón y lo abrigue.
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anuessien · 3 years ago
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El quinto mandamiento
Rol completo de lo sucedido en Aqaba
“Fueron seis días de viaje hasta Jerusalén. Nos hicimos con dátiles, cereales, agua… tuvimos descanso a la sombra de las palmeras, a duras penas sí conseguía dormir… Cuando atravesamos el desfiladero acampábamos cada anochecer junto a las grandes paredes de granito consiguiendo refugio para descansar. Awel tenía conocidos en el campo de refugiados Shufat y parecía una misión sencilla dentro del plan suicida de cruzar la frontera de Jerusalén. Pero pensábamos hacerlo de noche... Sin embargo  aquella mañana desperté como las demás: hacía sol y estábamos durmiendo contra el granito ardiente del desfiladero que recorríamos rumbo a la frontera; tenía la misma idea en mente desde que Irshad me convirtió en la marioneta de su yugo. Había silencio… solo silbaba el viento. Por eso esa mañana fue distinta a todas…
Sabía que si todos dormían nadie podría detenerme. Así que me moví despacio como lo hacía la brisa levantando la arena a ras del suelo… apenas hice ruido al levantarme de la tela sobre la que dormía, quedando incorporada para poder echar un vistazo a mi alrededor: Awel dormía con Yiye abrazado a él. A mi espalda, Zahiya todavía no había despertado y permanecía junto a Amani, que se hallaba en posición fetal, como si todavía no hubiera nacido y el mundo no la hubiese hecho daño. Un poco más apartado, junto a las ascuas ennegrecidas de la fogata de la noche, Irshad yacía bocarriba con la cara tapada para protegerse del sol y el fusil de asalto al alcance de su mano.
Me levanté. Caminé descalza, sigilosa, alerta… Me detuve a un costado de Irshad, con el AK-47 a mis pies. Le observé: estaba al alcance de mi mano, le tenía solo a centímetros, podía hacer lo que quisiera… Tenía una camiseta sucia en la cara y la alta temperatura apremiaba. Cabía la posibilidad de morir por un golpe de calor. ¿Quién iba a pensar que había sido yo? Solo debía apretar la camiseta contra su cara y todo acabaría en pocos minutos. Pero sin embargo, las lágrimas se me agolparon en los ojos y solo cuando ya no podían aguantar más ahí, cayeron como pesadas sendas por mis mejillas y me escoció la piel.
Yo no era así… no era un monstruo, no podría cargar con la culpa toda la vida, no podía hacer daño a nadie incluso con lo sencillo que podría resultar terminar con todo mi sufrimiento y evitar que Irshad volviera a violar a una mujer. Pero un movimiento en su cuerpo me asustó y mi cerebro fue más rápido que mi razón cuando me agaché rauda a por ese fusil y no dudé en apuntarle directamente. No tenía ni idea de cómo cargar ese arma, pero había visto a Irshad y Awel hacerlo, amén de muchos hombres que portaban armas en esa red de tráfico de la que fui prisionera, así que mi instinto me llevó a accionar el cerrojo echándolo hacia atrás mientras sostenía el AK-47 en mis manos temblorosas, apoyado en el antebrazo y con el cañón hacia su cabeza. Fue precisamente el sonido del cerrojo lo que le despertó. Sabía que tenía un instinto que los demás no teníamos y que siempre se despertaba ante cualquier ruido que no fuese normal, por eso casi siempre quería ser él quien más noches u horas pasara en vigilia velando por nosotros.
Sus ojos despavoridos me miraban enrojecidos cuando se quitó la camiseta de la cara. Su respiración ya era acelerada antes de verme y creo que hasta sus pupilas se clavaron en las mías antes de saber que me estaba viendo. Sintió miedo, lo sé. Pero más miedo tenía yo. Estaba dispuesta a acabar con su vida o eso creía al menos hasta que dejé de verle como un monstruo y su humanidad asomó en su mirada asustada. ¿Por qué nos convertimos en monstruos? ¿Qué lleva a una persona a cometer atrocidades? Esas fueron las preguntas que me recordaron mi propia humanidad. Solo hay un segundo entre la persona que eres y el ser en el que te convertirás para el resto de tus días… Eso fue lo le que había sucedido a Irshad que incluso cuando tuvo valor para hablarme, con la voz acongojada, me dio asco:
—No, no, no… —dijo repetidas veces, incorporándose con su mano extendida hacia delante en señal de negación cual si fuera un inocente rogando misericordia por su vida.
—No quieres hacer esto, Anoona.
—Ni me nombres, miserable. —Me apresuré a decir dando un paso más hacia él con intención de que volviera a acostarse en la arena al tener más cerca de su cara el cañón del AK-47. No quería acercarlo demasiado por si lo tomaba en su mano y lo arrancaba de las mías pero tenía tanto miedo que solo comenzó a sollozar. Tal vez todavía seguía siendo aquel niño que vio a su madre morir apaleada a manos de su padre, tal vez a día de hoy volvía a tener la misma edad con la que abandonó su hogar y por eso ya no sabía si tenía veinte años o acababa de pasar los dieciocho.
—¿No soy Leila? —Pregunté con la rabia arañándome la garganta.
—Tú eres Leila. A Anoona jamás la toqué. Recuerda eso porque, si no lo haces, acabaré contigo. Mantén la boca cerrada y todo irá bien. —Le recordé sus propias palabras de aquel soleado día en que abandonamos Jartum y me convirtió en su marioneta. Amenacé con el cañón del AK-47 moviendo este hacia él. Era tan cobarde que tembló e hizo el intento de arrastrase por el suelo cual gusano en un impulso por escapar.
—¿Has oído? —Repetí la pregunta que él me hizo y miré por encima de mi hombro a todos los demás, que permanecían dormidos. Fue solo una fracción de segundo en la que supe que volvió a intentar levantarse hasta que moví con rapidez el fusil hacia un lado cogiendo fuerza para asestarle un golpe fuerte en la sien con el cañón.
—Eso nunca existió en la vida de Anu. Lo acepté... ¡para que no echaras mi cadáver al Nilo! -Le grité porque sus quejidos de dolor por el golpe que le había dado se hicieron intensos y despertó a los demás. Escuché la voz grave de Awel nombrándome varias veces mientras yo contemplaba con una mezcla de rabia, dolor y repulsión cómo el monstruo convertido en niño se miraba en la palma de la mano la sangre que brotaba de esa herida en la cabeza que yo le había hecho.
—Anu, baja el arma. —Escuché decir mientras el fusil seguía temblándome en las manos, un poco menos que mi corazón bajo los huesos. Yo no tenía intención de bajar el arma, pero me veía incapaz de apretar el gatillo.
—Awel, Awel, ¡ayúdame! —Suplicaba Irshad haciéndome arder de ira por dentro.
—¡A mí no me dejaste pedir ayuda! Me silenciaste, me violaste, me amenazaste. —Increpé al causante de toda mi miseria en este viaje. —Díselo. Díselo a todos. Confiesa lo que me hiciste hijo de puta o juro por lo que más quieras que acabas aquí mismo.
No quería sentirme vulnerable y vencida, quería al menos su confesión, su secreto que me hizo guardar como si yo fuera su confidente y no su víctima. La voz de Awel se escuchó de nuevo preguntando si eso era cierto. Había silencio por parte de Zahiya, pero los niños lloraban. Irshad no estaba dispuesto a hablar, por eso lo hice yo.
—Fue en la reserva de caza —tragué saliva con la fuerza necesaria para apaciguar la sensación de ahogo que convertía el aire en plomo—, me pidió que no dijera nada pero ya no puedo más con el asco que me da ver esta puta cara cada día al despertar. 
La ofensa parecía hacia él y no hacia mí pues me miraba con odio y hasta parecía que se había olvidado del dolor del golpe en la cabeza o de la sangre que manchaba su mano. Se hizo silencio hasta que vi a Awel abalanzarse sobre él cogiéndole por el cuello de la camisa de tal forma que le levantó del suelo gritándole a la cara que le dijera la verdad. Ni siquiera tuvo miedo de interponerse entre el fusil e Irshad. Me causó escalofríos oír a Yiye exclamar "papá" y me sentí culpable por empezar una guerra. Al final los inocentes son quienes más heridos resultan.
Al volverme a ver al pequeño le vi abrazado a Zahiya, que le protegía a él y a Amani abrazándoles a ambos. Aunque sea más mayor, no puedo dejar de ver a mi hijo reflejado en Yiye. Volví la mirada a los dos hombres viendo a Awel encima de Irshad a quien golpeaba  con un solo puño porque le mantenía sujeto por la ropa con su otra mano. La violencia engendra violencia... a veces no se ve, hasta que explota reventando todo a su alrededor. A veces el desespero termina por romper el silencio de nuestro dolor.  A veces se apaga, pero siempre quedan ascuas y, en algún momento, se encenderán. Awel le gritaba, le pedía que confesara, le preguntaba con incredulidad y esperanza si eso era verdad, si se había atrevido a tocarme. Le recriminaba todo lo que había hecho por él cuando no tenía nada y le dio un lugar en el mundo, un motivo por el que luchar y seguir vivo.
—Lo... —consiguió decir en un delirio mientras los ojos se le iban hacia arriba y la sangre le caía de la nariz, la boca, las cejas... Fue en ese momento cuando Awel se detuvo, cogiéndole de la cara con las dos manos, entre el desespero y el odio. —¡Habla! —pidió a gritos con tanta fuerza que hasta el suelo me tembló bajo los pies. Pero era yo quien temblaba, como si desde dentro quisiera aparecer otra parte de mí que había querido dormir. —Lo hice... ¡Lo hice!
Todavía tenía fuerzas para gritar. Debe ser el trofeo que obtienen los criminales en cuya mente no hay lugar para la culpa o el arrepentimiento. Mientras ellos se sienten fuertes, las víctimas nos volvemos vulnerables. Tanto como debió sentirse el pobre Awel que, como si no pudiera creerlo, soltó al mísero ser dejándole caer al suelo en el que se retorció de dolor mientras él se ponía en pie sacudiendo sus doloridas manos y toda mi atención se iba a él preguntándome si estaría bien. La visión se me distorsionaba por las lágrimas que inundaban mis ojos y el silencio volvía a reinar salvo por el sonido de la arena bajo el cuerpo de ese sucio gusano arrastrándose en el suelo.
No lo vi venir ni siquiera cuando mis ojos ya estaban puestos de nuevo en él y el cañón del AK-47, aunque más bajo, seguía alzado en mis manos. Una fuerza inesperada se me vino encima al mismo tiempo que un grito de rabia ronco en la voz de Irshad. Solo un segundo bastaba para romper el tiempo en cualquier corazón, de la misma forma que el abrupto estruendo quebró la inmensidad del valle.
Solo un segundo... Un segundo capaz de convertirme en un monstruo o dejarme seguir siendo humana. La muerte rompe el alma. No importa si tu mano la ejecuta, tu corazón la siente o tu vida se acaba... La muerte rompe la vida en todas sus formas. Y ese segundo rompió todo hasta resumirlo a polvo. La espalda de Awel al cubrirme me tapó la visión, pero pude llegar a ver a Irshad abalanzarse contra mí instantes antes de cerrar con fuerza los ojos, sentir las manos de Awel arrancarme el fusil y escuchar el disparo que lo convirtió todo en silencio dentro del desfiladero de Aqaba. No pude gritar, pero oí gritos. No vi nada hasta que caí al suelo de espaldas, y abrí los ojos: Awel miraba abajo, a su izquierda; el cañón del fusil se apoyaba en la tierra seca y de su mano resbalaba sangre que se fundía con el hierro. Al bajar la mirada, lo vi... Irshad yacía muerto, junto a mis pies, con los ojos hacia arriba y un disparo que le atravesaba desde debajo del mentón a la cabeza. En la sien tenía abierta la herida del golpe que le había asestado yo, pero la mayor herida la tenía en su vida vacía.
Junto a su mano, un puñal anunciaba el último segundo de mi vida si no llega a ser porque Awel me salvó. Yo no quería armas... nunca las quise... Siempre dije que las armas traían problemas porque, de llevarlas al final, se terminan usando. Contemplaba su cadáver incapaz de moverme, incapaz casi de respirar. Le había dicho que le juraba que acabaría aquí mismo, que daría fin a su vida si no les confesaba a todos lo que me hizo. Quería su confesión... quería justicia, quería abandonarle a su suerte en ese desfiladero o apañármelas para librarme de él en la frontera de Israel. Se me había pasado por la cabeza tantas veces la idea de vengarme y acabar con toda la rabia y el dolor que inoculó en mí que había conseguido convertir en asesino al hombre que tantas veces me había salvado. Sí, quería matarle... Quería acabar con mi sufrimiento esa mañana, poner fin a su existencia, librar del dolor a otras mujeres que pasaran por su vida... pero sentí que yo no podía decidir sobre la vida de nadie, que no podía manchar de sangre las manos que habían tocado el vientre de mi madre por dentro... no había formado mis huellas dactilares y cada línea de mis palmas para que contaran la cruenta historia de un crimen.
No quería convertirme en un monstruo pero, cuando le vi sin respirar y escuché los gritos de Zahiya y los llantos de los niños, realmente así me sentí. Irshad, se desvelaba por las noches para vigilar que no nos ocurriese nada, siempre estaba atento a todo aunque nunca me gustó su fijación por las armas, pero también le había visto consolar a los niños, jugar con ellos, reír cuando las noches se volvían tediosas y a veces conseguíamos cantar mientras, fuera, se peleaban los guerrilleros por guerras de las que casi nunca sabíamos mucho... Había visto el miedo en sus ojos cuando nos embarcamos en la primera huida a bordo de un avión de carga, me había ayudado, nos había ayudado a todos, descubrí la desesperanza que también había en sus pupilas y el descontrol al que sucumbía cuando perdía los nervios, llegando a frustrar nuestro viaje en ese avión cuando ya apuntó al piloto con el fusil. Creo que a partir de ese día, algo cambió a Irshad, que le volvió más rabioso y violento... Siempre era el más fuerte de todos, incluso a veces más que Awel, pues tenía más resistencia para permanecer despierto. Pero siempre solía estar callado, observándolo todo, manteniéndose más al margen que nadie... Yo sentí lástima cuando supe la historia de su vida, llegué a hacerle parte de mí, le hice un hueco entre las personas en las que podía confiar aunque no ponía una mano en el fuego por él, y en cambio, me traicionó, me hizo daño, me humilló, me maltrató, me engañó... Y ahora estaba muerto. Muerto por mi culpa.
Lo último que quedó de Irshad fue el dolor y su sangre derramándose en la arena... como cuando él mismo, de niño, vio morir a su madre a manos de su padre...
—Vámonos. —Esa voz me sacó de mis pensamientos y volví a oír las voces que parecían haberse callado: los niños seguían llorando y a ellos se había unido Zahiya, con una mezcla de desesperación y angustia. No supe reaccionar, pero Awel me miró y yo le miré, alejando por vez primera mis ojos del cuerpo sin vida de Irshad para ver su sangre en las manos del hombre que acababa de salvarme la vida. Quizá yo acabase de volver a nacer, pero acababa de matar a un hombre. Mis manos estaban igual de manchadas que las de quien apretó el gatillo.
—Levanta, Anoona. Tenemos que cruzar la frontera. —Fueron esas palabras las que hicieron que me diera cuenta de que corríamos peligro porque la guardia fronteriza habría escuchado ya el disparo y nos buscarían. Por eso negué con la cabeza tragando saliva todo lo fuerte que pude armándome de valor para pensar con toda la rapidez de la que era capaz y así poder llegar a Jerusalén. Pero eso es otra historia.”
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thaurusus · 4 years ago
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GITANILLO DESPEDAZADO. Era sábado por la tarde. Carrefour, de San Fernando de Henares, estaba abarrotado de público. Nadie se fijó, ni siquiera las cámaras de seguridad grabaron, cuando un niño de menos de tres años abandonaba el centro comercial madrileño. Jonathan había acudido con una tía y dos primos para comprar chucherías y hacerse una instantánea en el fotomatón del centro comercial. Desapareció sin que sus acompañantes se dieran cuenta.
La Policía no descartó inicialmente que pudiera tratarse de un rapto, ya que la madre del niño iba a cobrar una indemnización de 25 millones de pesetas por la muerte de su marido. Marcelino Vega, de 21 años de edad, había fallecido en accidente de tráfico el 7 de agosto de 1998 en la carretera de Barcelona. Nadie pidió rescate.
De inmediato los familiares se volcaron en la búsqueda de Yoni, que era como llamaban al chavalín, pero todo resultó infructuoso. Se empeñaron hasta las cejas para adquirir una furgoneta con la que recorrieron España y parte de Portugal pegando 50.000 carteles con la risueña cara del pequeño en tiendas, fachadas de edificios, gasolineras y estaciones de metro. Un gitanillo de cabellos dorados como el trigo y ojos azules como el mar que captaba la atención general. A la par siguieron todas las pistas que surgían. Marcharon a Portugal, Francia e Inglaterra. Ofrecieron una recompensa de diez millones de pts. a quién facilitara alguna fiable sobre su paradero.
La policía peinó a fondo la zona en que se produjo la desaparición y, con ayuda de los bomberos, rastreó en un par de ocasiones el río Henares, dada su proximidad al centro comercial. Se desplegó una intensa búsqueda en un área de 1.600 metros, en especial junto a la margen izquierda, la más cercana al suceso. Utilizaron ganchos para explorar entre la maleza y el fango de las turbias aguas, que en ese tramo tiene una profundidad máxima de un metro. A la par batieron con perros adiestrados toda la ribera del afluente del Jarama y alrededores. Labor muy dificultosa, dado que la vegetación estaba muy crecida.
En casa de los Barrull el teléfono no cesaba de sonar, con llamadas de todo tipo. Una voz muy ronca les anunció: “Soy yo, yo tengo al niño”. A continuación lo puso llorando al aparato. Y colgó. No se volvió a saber nada más.
-El Yoni es un chico muy guapo y muy bonico, que llama la atención. Lo habrán visto solito en el Pryca… Lo tiene una familia normal, sin hijos, y lo quieren para ellos. Le han cogido cariño.
La madre creía que alguien se había encaprichado de su niño y lo había retenido para adoptarlo. Rosa, de 21 años, tenía dos hijos más -un niño de cuatro años y una nena de 15 meses- y se ganaba la vida ayudando a un primo suyo en la recogida y posterior venta de chatarra. Residía desde hacía seis años en el mísero poblado de Las Castellanas, un barrizal salpicado de infraviviendas de tejado de uralita, habitado por medio centenar de familias, en una circunscripción que forma parte de la vega de Henares.
-No creo en el secuestro para exigirnos dinero. Todavía falta un tiempo para que podamos cobrar la indemnización.
Mientras decía estas palabras su chiquilla, un calco de sus hermanos Jonathan y Adolfo, se le aferraba a un pecho intentando chupar frenética e inútilmente. «¿Qué va a sacar si se me ha retirado la leche desde que pasó esto?».
Las familias Barrul y Carbonell apelaron a los ancestrales lazos de sangre y a su llamada acudieron decenas de gitanos de casi toda la geografía nacional. Había que localizar al niño. Su búsqueda fue intensa y masiva.
-¿Una venganza? Nunca hemos tenido peleas ni debemos nada a nadie. Vivimos de lo que sacamos con la chatarrería –afirmaba la abuela, Inmaculada Carbonell Heredia, de 39 años-. ¡Pobre Chucky!
Así es como le llamaba cariñosamente, con el apelativo del protagonista del filme El muñeco diabólico. “Mi Yoni tiene el pelo de punta, como el de la película de miedo…”.
Todos los esfuerzos resultaron inútiles. El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Javier Ansuátegui, pidió ayuda a los patriarcas de las familias gitanas. No se consiguió ninguna pista, salvo el hecho de descartar que hubiera sido secuestrado por miembros de dicha etnia.
La policía amplió su búsqueda fuera de nuestras fronteras, con la colaboración de Interpol, que difundió la imagen del pequeño a sus oficinas en todo el mundo e insertó su ficha en sus páginas web.
Transcurrido medio año, casi a finales del 2000, un camionero que descargaba escombros en un vertedero, que estaba siendo removido por una pala excavadora, encontró los restos óseos del pequeño. Un cráneo diminuto, parte de la mandíbula, varias costillas y huesos del antebrazo. Era todo lo que quedaba del niño, junto a su peto de color azul celeste y unas zapatillas anaranjadas con el dibujo del canario Piolín. El hecho se produjo en una arboleda próxima al poblado Las Castellanas, cerca de donde se produjo la desaparición.
-Los restos no estaban enterrados –explicaba el transportista-. Se podían ver con claridad a simple vista.
La madre reconoció de inmediato la ropa de su niño. Tuvo que ser atendida por una UVI móvil en la comisaría de Coslada, al sufrir un ataque de nervios.
-Sí es mi hijo, sí es mi hijo –gritaba desesperada.
Su imagen, rota de dolor, ponía punto final al coraje puesto de manifiesto durante casi seis meses de incesante búsqueda. Era el final a una esperanza. La comprobación de lo que muchos temían.
-¡Ay, mi Yoni!, ¡ay, mi niño!... que me lo han quitado
El sector donde se descubrieron los trozos del cadáver fue rastreado con anterioridad en numerosas ocasiones, aparte de por los investigadores, por miembros de Protección Civil y cuadrillas de limpieza municipal. Expertos perros habían olisqueado repetidas veces sin detectar nada.
La abuela mostraba su afligimiento tras el hallazgo. Se esfumaba cualquier atisbo de esperanza.
-Teníamos la ilusión de que continuara vivo y ojala se lo hubieran llevado, como pensábamos, y no nos lo hubieran matado, porque al menos guardaríamos el consuelo de verlo algún día o de que estaría bien. Pero ya no, ya no...
Esa noche los familiares y vecinos velaron alrededor de una fogata, en recuerdo del pequeño asesinado. Los hombres, entre ellos algún patriarca, fumaban silenciosamente; las mujeres lloraban desconsoladas. Mientras, seguían llegando parientes de muchos puntos de la geografía nacional para sumarse al dolor.
El rastreo del vertedero y sus alrededores no dio ningún resultado, al ser una zona muy utilizada. Operarios municipales, pertrechados con desbrozadoras y hoces, trabajaron intensamente en la retirada de matorrales y vegetación. También penetraron en un pozo ciego sito en las proximidades.
Numerosos allegados a la familia de la víctima se acercaron para seguir de cerca el rastreo. Algunos profirieron graves amenazas.
-Si encuentran al criminal que nos lo dejen a nosotros, que le vamos a arrancar la piel a tiras.
El entierro constituyó una sentida manifestación de duelo bajo la fina lluvia que calaba hondo en el cementerio de la Almudena. Dos mujeres sostenían a Rosa por los brazos, dado que las piernas no le aguantaban.
-¿Qué hemos hecho en la vida para que Dios nos castigue así? –clamaba la desconsolada viuda ante el pequeño féretro blanco, con remaches en bronce.
Los pocos restos del pequeño fueron depositados junto a los de su padre. Un gran Cristo dorado, del que colgaban flores rojas y rosáceas, presidía el panteón de la familia Vega Barrull, con los apellidos en letras doradas sobre el grisáceo mármol. Bajo el crucifijo una foto ovalada de Marcelino -moreno, con bigote y una amplia sonrisa- y otra de Jonathan, con su encrespado pelo trigueño y mirada despierta. Ambos descansan juntos.
Cuando el sepulturero introdujo el féretro en la tumba, la abuela de Jonathan se desgarró en sollozos. “¡Mi pobre Chucky! Por lo menos está con su papa”.
Antropólogos, forenses y expertos de la Policía Científica examinaron los restos mortales durante meses y determinaron que murió de forma violenta, dado que presentaban diversos golpes contundentes. Y, por supuesto, que no falleció donde fue hallado, sino que alguien trasladó los huesos hasta allí pocos días antes de su descubrimiento.
La sufrida y voluntariosa madre revisó varias veces las cintas con las imágenes recogidas en el centro comercial el día de autos. Pero no se veía a Jonathan por ninguna parte. El secuestrador debió aprovechar un ángulo muerto del espacio que abarcaban las cámaras de seguridad.
Tan sólo queda el testimonio postrero de una clienta que dijo haber observado cómo un hombre alto y moreno entregaba al niño una bolsa de caramelos y lo subía a una atracción mecánica infantil de Carrefour. Después se lo llevó cogido de la mano hacia la cafetería del centro comercial, donde compró una cerveza, y se fue con el crío.
El día de la desaparición fue la primera vez que la madre se separó de su retoño, porque era el cumpleaños de su marido, y acudió al camposanto a visitar la tumba. Desgraciadamente ya no volvería a ver con vida a su hijo.
-¡Ojalá hubieran pedido rescate! ¡Lo hubiéramos pagado!
De todos modos quién arrojó los restos al vertedero conocía sobradamente el terreno. Para acceder a la escombrera, de propiedad privada y con poco tránsito, había que superar una valla que difícilmente puede saltarse. Todo estuvo pensando y muy pensado.
¿Los motivos? Pueden ser tantos… Tráfico de órganos, depravación, viejos odios, ajuste de cuentas… Lo que quedó muy claro es que hay que ser un monstruo para matar de forma tan brutal a una criatura de dos años y pico. Y, encima, soltar lo que quedaba del destrozado cuerpecito muy cerca de donde cometió el rapto. Una vez más se hace válido el principio de que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen.
-Eso no se le hace a un pequeñín que no ha hecho mal a nadie. El asesino va a tener su castigo. Si no es por parte de los tribunales, lo tendrá de nuestra mano.
Así lo anunciaba vengativa, entre sollozos entrecortados. Los mismos que se continuaban oyendo en la morada de esta dolorida gente. Tanto ella como su entorno no descansarán hasta encontrar al autor o autores del brutal infanticidio. La amenaza pende cual espada de Damocles. La justicia gitana aguarda paciente, segura de que la muerte de Jonathan no quedará impune. No hay perdón. Sólo dolor.
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ochoislas · 5 years ago
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El cielo estaba encapotado. Parecía que iba a nevar, algo que no se daba en Kyūshū salvo en los días más gélidos. Por lo común a aquella hora las calles de Saiki bullían con toda la gente que bajaba en barca de las aldeas de la sierra. La ribera del río Banshō era lugar de mercadeo y las embarcaciones amarraban apiñadas. Allí se oían los cantos de los costaneros y los reniegos de los montañeses. Pero aquel día la ribera estaba desierta y el agua rizada sólo reflejaba las sombras grises de las nubes. La calle mayor se veía vacía, con las tiendas a oscuras, y las lajas de las callejas heladas. No había un alma. La campana del templo al pie del castro doblaba a las nubes, sus morosos ecos se expandían sobre el musgo blancuzco de los tejados, como una piedra caída en un lago muerto.
En la ancha encrucijada donde se levantaba el tablado en los días de festival, jugaban remolones algunos chicos pobres de rostros desmayados. Otros miraban con las manos en los bolsillos. Uno de ellos llamó a un mendigo que pasaba por allí: «¡Kishū!», pero éste no respondió. Sería como de quince años. El pelo desgreñado le cubría el cuello; tenía un rostro alargado, y las mejillas hundidas le afilaban la barbilla. Su mirada era mate, casi sin vida. Los jirones mojados de su chaqueta enguatada apenas le cubrían las rodillas. Un codo como el artejo de un saltamontes sobresalía de la manga, temblón. Entonces apareció en el cruce el viejo Gen y al pasar a su lado lo llamó: «Kishū», con voz suave pero poderosa. El golfo levantó los ojos inertes y lo miró como miraría una piedra. Se quedaron así. Luego Gen buscó en la manga de su quimono, sacó una tartera de bambú y le dio una bola de arroz a Kishū, que alargó su cuenco de limosnas. Ni uno ni otro dijo nada, ni mostró la menor emoción. Kishū se fue sin mirar atrás. El viejo Gen lo vio doblar la esquina y luego levantó la vista observando los primeros copos de nieve. Volvió a mirar hacia donde había desaparecido el niño y suspiró, sin advertir que los otros chavales lo observaban, dándose codazos y tratando de contener la risa.
El sol se ponía ya cuando el viejo Gen llegó a su casa. La ventana frontera de su angosta choza daba a la carretera, pero nunca abría los postigos. Aunque estaba muy oscuro dentro, no encendió la lámpara. Se sentó frente al hogar, se cubrió la cara con sus robustas manos y suspiró cabizbajo. Echó un puñado de hornija al fuego. Una llama no mayor que la de una bujía fue saltando de rama en rama, ahogándose luego. La habitación se iluminaba un instante con cada fogarada. La negra sombra del viejo bailaba en el muro, donde destacaba una estampa en color. La trajo Yuri para Kōsuke de casa de sus padres, cuando el niño tenía cinco años. Tras colgar allí más de diez años estaba pringosa y renegrida de hollín.
Aquella noche no soplaba viento ni se escuchaban las olas batir en la playa. Aguzando el oído, Gen sentía el desolado susurro de la cellisca en torno a la choza. Se quedó embebido un rato, luego volvió a suspirar y miró a su alrededor.
Tras encender una lámpara de queroseno salió a la puerta. Sintió el frío calarle hasta los huesos, a pesar de que estaba acostumbrado a remar en las noches de invierno. Las montañas eran negras. El mar fosco. Hasta donde alcanzaba la luz del farol veía caer un velo de centelleantes ampos. El terreno estaba yerto y congelado. Dos hombres jóvenes que venían de la ciudad conversando, al ver al viejo plantado en la puerta con su farol, lo saludaron afablemente y comentaron el frío que hacía. El viejo Gen asintió y volvió la cara hacia la ciudad.
Uno de los jóvenes susurró al otro que si una chica se topara con él aquella noche se llevaría un susto. «Sí —respondió su amigo—, no me extrañaría que mañana lo encontraran colgado de ese pino.» Ambos sintieron un repelús y se volvieron a mirar, pero la luz en la puerta del barquero ya no estaba.
Según avanzaba la noche la nieve cayó a raptos, alternando con la cellisca. La luna salió por el monte Nada embozada en un mar de nubes. El burgo a sus pies semejaba un vasto y agostado camposanto. [Entre las colinas anidaban aldehuelas y en cada una ellas un cementerio. Las tumbas velaban. Los aldeanos dormidos se encontraban con los muertos en sus sueños, con ellos reían y lloraban.] Una sombra espectral cruzó la ancha encrucijada y embocó una pasarela. Un perro que dormía debajo levantó la cabeza y la miró pasar, pero no ladró. Era un fantasma salido de la tumba, que buscaba a alguien quizá, alguien con quien tenía que hablar. Era Kishū.
El otoño en que se ahogó Kōsuke, el hijo de Gen, una pedigüeña vagabunda de Hyūga llegó a Saiki. Traía con ella a un niño de siete años. Pordioseó de casa en casa llevando al niño consigo, y recibió buenas limosnas. La gente del lugar parecía más generosa que en ninguna otra parte que hubiera estado. Debió pensar que era un buen sitio para que el niño creciera, así que lo abandonó en Saiki al entrar la primavera. Un peregrino de Dazaifu refirió más tarde que había visto allá una vagabunda que se le parecía. Mendigaba cerca del santuario, junto a un jayán de luchador. Todos dieron por hecho que se trataba de la madre de Kishū. Criticaron sus malas entrañas y se apiadaron del chico más que nunca. Parece que el plan de la madre había funcionado. [...]
Poco después de que Kishū cruzara la pasarela hacia los arrabales, alguien llegó al cruce mirando en todas direcciones. Portaba un pequeño farol marinero. Cada vez que giraba su brillante lente un haz se proyectaba en abanico sobre la nieve somera. El cerco de luz trepó por las casas, alumbrando los recovecos bajo los aleros. De repente un policía bajó por la avenida principal zanqueando deprisa y le dio el alto. El policía alzó su linterna y la luz cayó sobre los redondos ojos, los profundos surcos y la ancha nariz del fornido barquero.
—¿Viejo Gen? —dijo sorprendido.
—Sí —respondió él, bronco.
—¿A quién andas buscando a estas horas?
—¿Vio Vd. a Kishū?
—¿Para qué lo quieres?
—Hace tanto frío esta noche que pensé llevarlo a mi casa.
—Ni los perros saben dónde duerme ese crío. Ten cuidado no te enfríes tú —tras este cordial aviso el policía siguió su ronda.
El viejo Gen caminó acezante hasta el puente y vio huellas a la luz del farol. Parecían recientes. Tenían que ser de Kishū ¿quién más iba a ir descalzo por la nieve? El anciano echó a trotar siguiendo las huellas.
Kunikida Doppo
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nethwan · 5 years ago
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Por favor, mantenme en tu mente
Hetaween 2019
25/10 - Pumpkin, Grave...
Nota: Esta es una historia que quería escribir desde el año pasado, pero no encontraba una manera de empezar.
Está inspirada en el episodio “El relato de la chica de sus sueños” (The Tale of the Dream Girl) de la serie ¿Le temes a la oscuridad? (Are You Afraid of the Dark?). 
El título viene de la canción “Well I Wonder” de The Smiths. 
Mei-Taiwan, Lars-Holanda, Ling-Nyo Hong Kong, Henri-Luxemburgo 
Otros links: 
https://archiveofourown.org/works/21138143/chapters/50397365
https://www.fanfiction.net/s/13415688/3/Hetaween-2019
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Una noche, un ruido despertó a Ling; se levantó y vio que se trataba de Mei, su hermana mayor que aún estaba despierta y miraba por la ventana. La luz de la luna le daba en el rostro. Ling pensó que se veía todavía más bella que de costumbre, pero también increíblemente melancólica y por un momento pensó que estaba soñando.
"¿Qué pasa?" le preguntó Ling.
"No es nada, es solo que siento como si me faltara algo, pero no sé qué es"
Esto dejó preocupada a Ling, porque ella sabía qué era y le resultaba doloroso tener que explicarle. Aunque ni siquiera sabía por dónde empezar, al pensar en una explicación, resultaba como una historia inverosímil. Sin embargo, Mei no continuó con su interrogatorio personal. Se acostó al lado de su hermana, como hacían cuando eran pequeñas y alguna de las dos tenía miedo. Ling la observó de nuevo, Mei aún tenía esa fea cicatriz en la cabeza.
A la mañana siguiente, Ling estuvo muy pensativa en la escuela. Henri lo notó y quiso saber la causa. A partir del accidente de su hermano mayor, Ling y Henri se habían hecho muy cercanos, pues compartían el mismo dolor y era más fácil sobrellevarlo, pero esta vez, no quiso hacerlo participe de lo que Mei le había contado.
"Ling, acabo de tener un sueño muy extraño. Un muchacho me llamaba y quería que me fuera con él. Nunca lo había visto, pero era muy apuesto, y por alguna razón su presencia me hizo sentir más tranquila" le contó Mei.
Su hermana menor la abrazó, era muy raro para ella mostrar su afecto de ese modo, pero a Mei no le importó. Ling sabía que tarde o temprano tendría que contarle toda la verdad.  Además, los sueños seguían siendo frecuentes. Mei no dejaba de hablar de ello cada mañana, despertaba con una sonrisa y las mejillas sonrosadas, ilusionada por el descubrimiento del amor.
"Es muy alto, rubio, tiene una cicatriz en la frente. Se ve muy serio e intimidante, pero no me asusta, hay algo de dulzura en sus ojos. Además se llama Lars. No me lo ha dicho, simplemente lo sé" dijo enigmática.
Ling quería hablar con alguien acerca de toda esa situación, pero no sabía con quién. Pensó en Henri, sin embargo no se sentía capaz de sacar el tema otra vez. No era como si siguieran sumidos en el congoja de la pérdida, pero tal vez sería muy doloroso para él hablar de aquel trágico día, de cómo Mei soñaba con Lars sin recordarlo, sin saber qué había pasado.
Henri la observaba, pensando que ocultaba algo, algo que ni él mismo podría ayudarle a resolver.
"Volví a soñar con él. Siento como si me llamara. Quiero verlo de nuevo" dijo Mei desesperada.
"No. Mei, no lo hagas. Es una locura"
“¿Por qué no?”
“Porque…” Ling apretó los puños, tenía que decirle de una vez. “Porque él está muerto…”
Mei la miró extrañada por esa repentina respuesta, no quiso creerle, pero Ling le contó que ese muchacho llevaba muerto un año a causa de un accidente automovilístico. Mei se sentó en la cama tratando de asimilar la noticia, pero volvió a tener la determinación de buscarlo.
"De todas formas, quiero saber por qué me llama. Tal vez necesita algo y por eso no puede descansar"
Entonces, Mei salió de la habitación, dispuesta a resolver el misterio. Ella siempre había sido tan determinada e impulsiva que cuando una idea se le metía a la cabeza no había poder humano que pudiera detenerla. Ling se quedó allí, sin reaccionar, ya sabía a dónde se dirigía, pero al salir no la encontró. Se subió a su auto y cuando estaba por ponerlo en marcha, Henri apareció.
"¿A dónde vas?"
"Al cementerio"
"Te acompaño" dijo sin dudar.
Esta vez, Ling no se rehusó. Sabía que iba a necesitarlo, además, tal vez merecía tener conocimiento de lo que estaba pasando. Él no le hizo ninguna pregunta, solo se dejó llevar. Cuando llegaron, Ling se adelantó y encontró a Mei contemplando una tumba, mientras acariciaba la fría lápida. Lloraba desconsolada.
"¿Por qué no me dijiste?" dijo ella, señalando  la lápida donde rezaba: Lars Janssen y Xiao-Mei Wang, juntos por la eternidad.
"¿Cómo podría? No tuve el valor de hacerlo, además te extrañaba mucho" sollozó Ling.
Mei se acercó a su hermana menor, le acarició el cabello, mientras ambas lloraban. Henri se quedó paralizado, no sabía qué decir ni podía procesar lo que sus ojos veían.
"Ling, dime qué pasó, por favor. Yo no recuerdo nada"
"Lars era tu novio, ustedes eran tan felices. Una tarde, salieron a pasear, como siempre, en su auto. Un conductor ebrio chocó contra ustedes empujándolos hacía el lago..."
Mei cerró los ojos, las imágenes que vinieron a su mente fueron muy claras. Era de noche, Lars tuvo que detenerse a mitad del puente porque el auto no funcionaba más, entonces notó un auto que venía a toda velocidad, pero ya no pudieron salir, los impactó con tal fuerza provocando que cayeran al lago. Mientras se iban hundiendo, con las pocas fuerzas que les quedaban, trataron de tomarse de la mano y después ya no supieron más de sí mismos.
En ese momento, apareció el muchacho de sus sueños. Se veía tranquilo y feliz. Mei entonces recobró su seguridad y supo que era él quien le hacía falta. Por fin sentía esa paz que había estado buscando.
"¿Lars?" preguntó Henri reaccionando por fin, sin creer todavía lo que estaba presenciando. Se acercó y abrazó a su hermano. Nunca pensó que volvería a verlo. No pudo evitar llorar por la emoción del reencuentro y saber que se encontraba descansando en un lugar mejor.
"Ya, ya. Estoy bien" le dijo con una tranquilidad que en vida nunca mostró.
"¿En verdad deben irse? Lars, hay tanto que quisiera contarte…"
“No te preocupes, algún día volveremos a vernos” anunció Lars, con seguridad.
"Así es, además nosotros ya no pertenecemos a este mundo" dijo Mei. Después miró a Ling y la abrazó por última vez.
"Adiós, hermanita. Vive y sé feliz" 
Ling asintió, dejándola ir. Henri se acercó para reconfortarla, tenían tantas emociones juntas que era difícil decir si se sentían felices por haberlos visto de nuevo o tristes porque debían despedirse luego de tan breve visita.
Lars tomó a Mei de la mano. Y ella por fin pudo sentirse a salvo cerca de él y recordar cuánto lo seguía amando. Se miraron con la misma ternura que cuando estaban vivos y desaparecieron siguiendo una luz que la otra pareja no pudo percibir. Pero tenían la certeza de  que algún día volverían a reunirse.
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escritoraulquii · 5 years ago
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En el fondo
Voltron: Legendary Defender | Keith x Lance | M
Capítulo 1 de 3
— ¿Vas a ahogarme?
Su sonrisa vaciló ante la pregunta, sus ojos brillando ante ojos índigos a varios centímetros de distancia.
No era común que alguna de sus víctimas preguntara algo así, especialmente porque todos estaban tan hechizados por su voz y apariencia, tan encantados con la luz de su mirada, que no tenían ninguna capacidad para hablar o pensar, no teniendo la lógica para sentir el peligro.
Algunas veces, sin embargo, varias de ellas habían llorado, aún con esa sonrisa borracha y enamorada estirándoles la boca. Era como si sus mentes no estuvieran hechizadas del todo, y dentro, muy adentro, justo debajo de su encantamiento, ellos supieran que iban a morir a manos de una criatura del mar. Una de ésas que son protagonistas en los mitos y las leyendas del océano. Era como si sus subconscientes entonces les recordaban que no regresarían a sus hogares, que no volverían a ver a sus amados una última vez, que no se despidieron apropiadamente de ninguno, que no serían capaces de contar su historia porque estarían pudriéndose en el fondo del suelo marino.
Era un instinto de supervivencia. Tal como cuando luchan por no ahogarse cuando caen al mar, o cuando fingen tristeza para poner las cosas a su favor. Era una técnica para ganarse simpatía. Lloraban y suplicaban en silencio que les dejaran continuar con sus patéticas vidas, que pudieran ver una vez más a sus familias, amigos y amantes, y se arrepentían de todo lo que habían hecho mal, pidiendo una oportunidad para enmendar sus errores.
Era problemático por su capacidad de empatía, incluso cuando disfrutaba ver sus ojos inundarse y sus rostros enrojecer.
Algunas otras de sus víctimas, no obstante, habían continuado hablando incluso después de ser encantados; murmuraban cosas sin sentido, sobre lo hermoso que era y cuántas ganas tenían de besarlo, susurrando sin razón y halagando con palabras vacías.
Esos, sin duda, eran sus favoritos. Porque estaban tan perdidos en el azul de sus ojos que sus mentes se habían enmudecido por completo, tan atrapados en el hechizo que en lo único que podían pensar era él y sus ojos azules, en su sonrisa y la suavidad de su piel.
Pero en ese momento, con ese joven frente a él, en un pequeño bote de remos bajo el cielo estrellado y la luna brillante, todo parecía extraño. Incluso desde el principio, cuando vio el bote tan lejos de la bahía, flotando justo sobre las aguas profundas que los rumores decían habían sido escenario de miles de botes hundidos y hombres desaparecidos.
Así que la pregunta le causó sorpresa, aunque mantuvo su expresión y parpadeó un par de veces, fingiendo ignorancia.
No necesitaba contestar, de todos modos. Muy pronto, esos hermosos ojos índigos perderían todo el brillo y leve reflejo de las estrellas, esa mente se marearía en su encanto y abandonaría toda su razón y lógica, y ese cuerpo quedaría totalmente a su merced. Ni siquiera había comenzado a cantar. El sólo pasear alrededor del bote, tarareando con suavidad y arremolinando el agua, había llamado la atención del joven hacia la orilla y había hecho que sus ojos se encontraran con los suyos de inmediato.
Flotó un poco más hacia arriba, saliendo del agua algunos centímetros, y vio a su víctima titubear entre inclinarse hacia él o alejarse. Ladeó la cabeza, viéndolo seguir el movimiento de manera ausente y parpadearle, evitando deliberadamente verle a los ojos por demasiado tiempo. Intentó no fruncir el ceño ante la perplejidad.
—¿Lo harás?
Se quedó quieto, sus manos ya habiendo jalado el costado del bote para tener al joven más a su alcance. Y hubiese sido tan fácil simplemente alzar las manos a su rostro, sostener sus mejillas o su barbilla, acariciarle los labios como una promesa de lo que vendría si se acercaba más por sí mismo. Podía haberlo incitado a cortar la distancia con un lento y controlado jalón, hacerlo creer que iba a permitirle besar sus labios.
Pero era tanto el desconcierto, tanta la curiosidad, que esas preguntas le causaban. Era tanto el interés que sentía por esa voz, grave y levemente rasposa.
—Es lo que las sirenas hacen, ¿no?—lo escuchó murmurar, más hacia sí mismo que hacia él, el tono quebrándose al final.
Los ojos índigos del joven cayeron brevemente a su boca, ahora más abierta en palabras no dichas que en una sonrisa, y se alejó un poco de él para ver con atención sus facciones. Eran tan diferentes a las toscas y envejecidas caras de otros marineros y pescadores que había ahogado antes. Se veía delicado, aunque su cuerpo parecía fuerte y estable. Sus ángulos filosos se suavizaban bajo la luz de la luna, su cabello negro y despeinado parecía contener luz en sus indomables torceduras, la cicatriz en su mejilla derecha, apuntando a sus largas y oscuras pestañas, estaba tan fuera de lugar y al mismo tiempo justo donde debería de estar.
Era atractivo. Hermoso, inclusive. Contrario a lo asquerosos y apestosos a ron y sudor que la mayoría de sus víctimas eran; Él olía a sol, a algo dulce, a tierra seca. Y había algo en él, en sus ojos, demasiado diferente a lo que había visto en otras personas, a lo que veía en los miembros de su propia familia, a lo que él mismo veía en su propio reflejo.
Paz, identificó después de unos segundos de introspección. Tranquilidad. Paciencia. Quizás un poco de anhelo, también.
— ¿Lo haces?
Se exaltó levemente, parpadeado y saliendo de su ensimismamiento, encontrándose de lleno con sus irises color cielo nocturno y percatándose que no había dejado de mirarlos, notando también que ahora estaban escondidos a medias por párpados pesados y el brillo en ellos comenzando a desaparecer.
— ¿Lo harás?
Lo observó en silencio, las preguntas llegando más a fondo a su entendimiento, confundiéndolo en quién estaba encantando a quién. Un suspiro y los ojos índigos lo miraron con intención.
— ¿Por favor?
La realización lo golpeó como una ola contra las rocas, fría como agua de cascada y fuerte como la marea en una tormenta.
Ahora podía verlo. Ahora podía sentirlo; cada pizca de amargura en lo opaco de sus pupilas, cada pequeña tristeza y cansancio en el pesar de sus ojeras, cada ligera lágrima derramada en el rojo a las orillas de sus ojos. No sabía la razón, pero comprendía la severa verdad tras su atenta mirada. Podía ver su deseo de ser ahogado. De ser otro rumor en la costa. De desaparecer y morir en el fondo del océano. De no volver a ver a sus amados.
Inútil. Injusto. No deseado.
No amado.
Retrocedió instintivamente, los ojos del joven abriéndose por completo en sorpresa y recuperar el brillo y reflejo de la luna, y lo vio abrir la boca en una pregunta no dicha, la confusión apareciendo en sus facciones y torciendo sus frondosas cejas.
— ¿Qué...?
Desvió la mirada, sintiendo la necesidad de contestar, pero sabiendo que razonar con tu supuesta presa era algo que no debía hacer, y frunció el ceño hacia su reflejo en la turbulenta superficie del agua, encontrando en sí mismo lo que normalmente vería en los ojos de sus víctimas: Miedo.
—Oye.
Parpadeó, volviendo su vista al barco y viéndolo reacomodarse en la madera crujiendo, sus manos ya sosteniendo los remos para acercarse lo que él se había alejado y su rostro expresando un anhelo que no había visto nunca antes, uno que desearía tuviera que ver con besarlo y no con acabar con su propia vida. Y aunque hubiera sido tan fácil sólo asesinarlo –jalarlo al océano, ahogarlo mientras instintivamente intentaba luchar con su agarre, morderle el cuello y empezar a comerlo mucho antes de que muriera por la falta de oxígeno– las alarmas en su cabeza le aturdían, porque aquello que sentía lo reflejaba y podía sentirlo también.
—No vuelvas—dijo por lo bajo, intentando que su hechizo sirviera esta vez para salvar una vida en vez de terminarla—. Regresa a la costa y no vuelvas nunca más.
El joven jadeó ante su voz, los remos en sus manos cayendo y golpeando el fondo del barco con un ruido que vibró hasta él.
— ¿Puedes entenderme?—soltó con un suspiro, tambaleándose levemente.
—Regresa a tierra—repitió, alejándose más con un movimiento, viendo su expresión romperse—, olvida esto y no vuelvas nunca más.
Abrió la boca, una sonrisa momentánea curveando la orilla de sus labios, y sus ojos bajaron un segundo al agua entre ellos, regresando a él de inmediato.
—Pero...
Dolor torció su gesto, su mano yendo al centro de su pecho y apretando su ropa con fuerza, y cuando sus ojos volvieron a los suyos pudo sentir aquello que lo atormentaba. Le temía a sus sentimientos, tan intensos que le quitaban el aire, tan pesados que hacían caer sus hombros, tan grandes que lo sobrepasaban.
Y eso mismo era lo que a él le aterraba.
Porque el vacío con el que el resto de los marineros lo veían, la falta de algo tan significativo como los sentimientos había sido lo que había facilitado sus cacerías, lo que había hecho tan sencillo hechizar, ignorar y asesinar.
Ese joven era demasiado.
Con un movimiento de su aleta se sumergió en el agua, desapareciendo en la oscuridad lo más rápido que pudo y escuchando vagamente el sonido del bote salpicando en la superficie.
— ¡Espera...!
Se asomó desde el otro lado del bote, a una distancia que sabía que el humano no podría verlo aún con una luna tan llena y brillante, y lo vio parado en el bote, todavía mirando en dirección a donde había desaparecido antes de dejarse caer en el bote con un suspiro y pasarse las manos por el cabello, un gruñido saliendo de su garganta.
—Por supuesto—lo oyó decir como una maldición, su voz rompiéndose en un sollozo y los dorsos de sus manos tallando sus ojos con fuerza—, por supuesto...
Y vio sus hombros temblar por un par de horas, la luna bajando y el cielo comenzando a iluminarse con una luz cálida y amarilla.
No volvió a las profundidades hasta ver su bote desaparecer en dirección a la costa.
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mesentiporfinencasa-blog · 5 years ago
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El corazón un día se pudrió y me mandó a sentar, mi inercia lo vivía llevando a la quiebra y mis impulsos lo estaban por mandar a juicio, mi sentir lo plantaba en guerras ya perdidas y mis pocas barreras lo habían dejado incontables veces careciendo de trinchera.
Qué carajo vas a saber vos de amor si ni siquiera te lo tenés a vos, me soltó esa vuelta con violencia.
Y cuánta razón que tenía y cuántos perdones que le debía por nunca haber entendido que a él también le dolía.
Así sin más me fui a sentar cuando entendí, también, que había poco en lo que yo creía a esa altura, sacrifiqué ganas peleando causas perdidas, fui egoísta.
Cuando lo empecé a ver ser aprendí o choque contra la realidad de que yo siempre me había movilizado por él, más no justamente, con él. Como si lo hubiera mandado para el otro lado mientras yo corría en dirección opuesta sin tener en cuenta que el golpe sea para la dirección que sea, lo íbamos a sentir de a dos, se entiende no? Yo vivía la parte rosa de las historias pensando que la derrota la sufria sola, mientras que aquél se ubicaba en el medio de guerras intentando que las balas no me toquen tan rápido, pero al atravesarlo era casi imposible, se sacrificaba por los dos, mientras yo nos sacrificaba a los dos, direrencias en la vida, diría yo.
Se dedicó a controlar que no me moviera del lugar, a arreglar los desastres que nos había provocado, a frenar las deudas que nos dejaban constantemente en la nada, a avanzar al menos dos pasos después de haber retrocedido con constancia más de seis. Se dedicó, también, a coser con hilo transparente las heridas que llevamos expuestas y encerró en una cajita el arma con el que ya me habian disparado reiteradas veces por inconsciente, nos forró en material antibalas y cerró puertas a portazos limpios, entende que de ahí nada bueno va a salir, aprende que quien te quiere no te apuñala ni una sola vez, tampoco siete, ahora lo ves?
Se volvió medio dictador aquél que iba y venia como un loco pispeando que a la primera de cambio no saliera corriendo a estrolarnos nuevamente contra paredes inquebrantables, imagínate a dónde nos dejé que un día hasta me echó en cara casi meternos al veras. Y yo que retrucadaba que nos estaban estafando y él que me retrucaba el nunca haber aprendido que a la letra chica de los contratos también se le presta atención, algo más Fojo? No entregaste el alma porque te olvidaste de que la tenías, punto a mi favor, y se carcajeó.
Nunca me molestó lo que hizo, ni se lo eche en cara, sentadita y aislada me sentía mejor, muy al fondo y más allá de mi orgullo sabia que llevaba la razón. Entonces he ahí el escenario cambió, movilizó prioridades y nos empujó con vehemencia al primer lugar, "era momento de que estemos acá" dejó salir después de arrastrar mi silla hasta allá y por si te lo estas preguntando, no, tampoco dejaba que me pare bajo ningun motivo, parecia un drogadicto en rehabilitación, o entendes que primero nos tenemos que querer o vas a mandarme a recuperar las malvinas con una ramita por alguien que por vos no mueve una piedra, se entiende el punto del loco? A mi me causó gracia, pero errado sé que no estaba.
La cuestión acá, no sé si en un descuido me metió a un freezer o me puso en un avión y en el medio de la antartida me abandonó, pero algo pasó y en ese algo el frío terreno ganó, mucho de lo que era no estaba, mucho de lo que sentía se ausentó, mucho de lo que fui brillo por su ausencia dejándome sin saber quién era. Puede sonar violento, pero hubo un momento donde me senti deshumanizada, se volvió dificil que algo llegue a tocarme, a movilizarme, sospecho que levantó barreras o me aisló, todavia no lo sé con certeza, pero pasó y en el libro de quejas nada escrito por mi figuró, me sentía bien después de mucho tiempo, como si me hubieran apagado los sentimientos y hubieran levantado alguna térmica de responsabilidades, que se yo, medio confuso, lo tengo claro, pero fue lo que pasó.
En arreglar muchos de nuestros quilombos tardó la mitad de tiempo de lo que había tardado yo en provocarlos, en la mitad de tiempo había cambiado cosas y modificado muchas otras. Pero sin importar cuántas siempre sostuvo firme que "algún día", mientras a esa altura yo que ya habiendo caido en cuentas me sentía incapaz de volver a querer a nadie, cómo iba a hacerlo si ni siquiera lo hacia conmigo misma? Tiene lógica, o al menos eso sostenía.
Así pasaron los días y un par de meses, así pasaron duelos empezados desde incluso antes de haberme enterado, así dejé mucho atrás, así vi mucho adelante pero blablabla. Quiero hacer foco en el momento exacto donde un corazón casi tan roto como el mío se paró enfrente a gritarme una barbaridad de cosas que ni él mismo aplicaba.
Y mierda que el mio se enojó
y mierda que yo lloré
y mierda que hice fuerza para cerrar la boca y no soltarle a la cara que estaba ahogándose en un mar abierto por no querer aceptar que se estaba equivocado tanto como yo en su momento, hipócrita y ciego estaba, lo sabía, pero qué más daba, cuidado con la pared que aunque no la ves.. Te estas por chocar, pensé.
Hasta ahí no había tomado conciencia al cien, por más razón que di, por más que a agachar la cabeza no me negué, por más que sabia que a la fuerza me quise encajar en donde quedé grande también, fueron esos gritos que me tocaron en donde dolía los que también me hicieron ir más allá a la par, fue como un golpe cuando lo vi arrebatar contra su propio corazón, posiblemente como había hecho también yo. Fue cuando lo vi tirar a su propio corazón al piso y fusilarlo que entendí que ese no podía más, que le era más fácil mentirse que gritarse la verdad,
la verdad,
esa,
la única,
la de que tampoco podía más y con todo lo que había pasado lo estaban por embargar poco más.
Tampoco lo entendía tanto hasta que vi a mi corazón mirarlo con algo de dolor, de empatia, no sé qué era, pero lo miró mientras a mi si me pasó por la cabeza que se merecía más, el único problema fue cuando le siguió ese "yo te querría de verdad".
"Quédate quieta en la silla" fue lo único que escuché, me costó pero ahí me quedé, corazón sentía que era menos que el espacio que el otro abarcaba y yo no iba a discutir, a ese le iba a costar volver a quererse también, lo endeude tanto que se terminó mirando los bolsillos mientras decía bajito y resignado "ya no tengo nada que ofrecer", me generó dolor ver hasta dónde lo empujé.
Quizá tal vez lo irónico era que esos dos corazones endeudados hasta la médula eran amigos antes de que ellos mismos sean conciencientes en realidad de que compartían realidades en diferentes planos, de que eran dos golpeados que no creían en nada, que pegaban manotazos de ahogado y que mandaban a sentar a los culpables, que se cerraban puertas a portazos y lloraban a escondidas porque era más fácil que decir que si, dolía, como si nadie les hubiera hecho saber que hacerse el fuerte cuando duele negocio no es y que cuando está sangrando, también está sanando.
Quizá lo irónico fue verlos ser sin saber que estaban siendo, porque entre broma y broma la verdad se asoma, porque entre distancias y acompañamientos no era solo el mío el que se miraba los bolsillos, porque entre situación y situación, uno de los dos se dio cuenta de algo que el otro no, o que se negaba, vaya uno a saber, no?
Resulta que un día el loco que me tenía poco más atada a una silla no se dio cuenta de que mal o bien él manejaba la cuestión pero era yo quien lo portaba y fui yo quien lloró encerrada en un abrazo del otro pobre fusilado, a lo que se terminó lamentando de cómo jamás lo iba a mirar mientras yo caía en cuenta de que no sé si se había olvidado de que lo escuchaba, aunque después amagó a negarmelo, yo ya sabía la verdad, el semidictador estaba sintiendo algo raro y yo negada a querer, sali disparada para el otro lado.
Y resulta que algún otro día amordace al que tenía en el pecho y fui con el negador por ahí, donde todo terminó en un café, donde me saqué las barreras y le dejé ver que no era necesario que me grite, que yo ya había entendido y que había bajado los brazos por mis pasados, me dejé con el alma descubierta, pero qué más daba, no mostré nada que no era lo que yo era en realidad atrás de tanto miedo, hielo y ficción.
No te puedo decir bien qué pasó en el medio, pero de un día a otro el que creía que estaba fusilado en el piso, resulta que medio que revivió y resultó que empezó a buscar de una manera media rara al que tenia yo en el interior.
Me sigue generando gracia acordarme de como uno gritaba que "un rato"
y el otro un "no te me vas de acá",
de como uno decia "toco"
y el otro gritaba "siempre",
uno se desgarraba intentando convenceserse de que no,
mientras que el otro se empecinaba en tener detalles raros que eran imposibles de pasar por alto.
No te puedo decir bien qué pasó, pero cuando creí que no podía sentir más nada y que el frío era lo único que me habitaba, cuando me sentía incapaz de volver a imaginarme siquiera algo, fue que vi como el corazón se soltaba solo y salía corriendo a tirarse en el abismo del que tanto me cuestionó por habernos tirado sin previo aviso.
No te puedo decir bien qué pasó, pero cuando un día caí en cuenta y dejé de ignorar por miedo la verdad, escuché cómo mi corazón le decía al apodado fusilado que se plantaba y se bancaba las que sea siempre y cuando no sea quién dispare y yo quién reciba el impacto de las balas a sangre fria y carentes de empatia, fue justo cuando vi que le puso el revolver en la mano confiando ciegamente y carente de insconciencia que entendí una sola cosa, había llegado ese "algún día" y si algo tenía de diferente está vez, es que había elegido con el corazón y no con los pies.
Ahí fue, también, el momento exacto donde te ví humano, dejé de tener miedo a que las balas me lastimen, porque en vos, desde inclusive antes de que el marcador empezará a correr y de la silla me soltaran, supe que no ibas a atravesarme ninguna puñalada en el pecho, si no que por algún motivo, sentías que tenía algo que no habías podido encontrar en nadie más y te quisiste quedar.
Entre sillas, fusilamientos, guerras, maneras de aprender a ganar, a perder, pasos dados, pasos descontados, entre metáforas y realidades, entre sueños y proyectos, entre casualidades o causalidades, entre cagadas a pedos y abrazos, entre pensamientos internos, entre un seis de mayo y un doce de junio, entre aciertos y desaciertos, entre muchas cosas, porque podría hacerte una lista infinita, la vida se puso mi camiseta y jugó para mí lado, aunque ni siquiera sé si es cuestión de ella, pero no pasa ni un solo día donde no agradezca cada paso que di y cada vez que erre, cada vez que no dejé de jugar ni de intentar, agradezco que exista el café, las cursadas, tu mamá y tu papá también porque sin ellos yo no estaría diciendo nada de esto y un billón de cosas más que por un motivo u otro me dejaron encontrar a una persona que es tan espectacular.
Sos uno de mis orgullos más grandes y ni el tiempo ni nada va a determinar cuánto amor te tengo, porque te miro y veo a la persona con la que quisiera pasar lo que me reste de tiempo, porque te amo siendo humano, caprichoso, histérico, enojón, sensible, te amo en cada una de tus facetas y todos los días te amo un poco más, como si eso fuera posible en realidad.
Mi motorcito de todos los días, la persona que me hace feliz con solo verla feliz, con la que no tengo miedo a nada, la misma que sabe calmarme y volverme loca de un segundo a otro, la que me hace sentirme viva, capaz y un montón de cosas más.
No tengo dudas y firmo donde sea, que sos una cosa de locos.
Espero que siempre seas feliz, espero que siempre mires a tu costadito y me veas ahí sabiendo que te miro como quien sabe que lo podés todo, inclusive aunque erreres, creo en vos.
Te amo tanto que si hubiera una palabra mas grande, más significativa, también te la diría.
22 no son nada, sos una persona luchadora y llena de vida, espero verte siempre, conmigo o sin mi, cargando esa luz hermosa que tenés, vibrando como solo vos lo haces y haciendo temblar todo como lo logras día a día.
Feliz cumpleaños amor de mi vida, disfruta que es una nueva etapa
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shesjustyoursoulmate-blog · 6 years ago
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Por Trece Razones AU
Rated: Fiction M - Angst/Hurt/Comfort
Cinta 1, Lado A
¿Quién está listo para jugar?
Calles parisinas, 3:10 pm. Dos semanas después
Después de un agotador día, Adrien ya regresaba a su hogar en su limosina. Cansado, se estiró y recordó lo que había sucedido en el día.
En la clase de Cívica, habían vuelto a hablar del suicidio. Ya habían pasado dos semanas desde la muerte de Marinette, y aunque el colegio intentaba evitar alguna situación parecida, a los alumnos no les podía importar menos. El locker de Marinette estaba lleno de basura, de mensajes insultantes, y de fotos nada bonitas. Aunque el personal de limpieza del colegio lo limpiaba cada día, ese locker seguía terriblemente sucio.
Al bajar de la limosina, Adrien se dio cuenta que había algo esperándolo en la puerta de la mansión. Un paquete del tamaño de una caja de zapatos lo esperaba. Alguien había garabateado el nombre Adrien Agreste a toda prisa sobre la envolutra, así que él lo levantó y lo llevó dentro.
—Nathalie, abriré esto en mi cuarto.
Lo llevó a su habitación y lo apoyó sobre su escritorio. Sacó un par de tijeras, deslizó la hoja de la tijera alrededor del paquete y levantó la tapa. Dentro de la caja de zapatos había un tubo enrollado, envuelto en plástico de burbujas. Lo desenrolló, y descubrió siete cintas de audio sueltas.
Cada una tenía un número pintado con rojo, con lo que parecía esmalte de uñas.
Adrien se sintió confundido. Ya nadie usaba cintas de casete. ¿Cómo podría reproducirlas?
Recordó un pequeño almacén que había en la mansión, llena de cosas antiguas. Había visto ahí un radiocasete.
                                            -------------------------
Al volver, Adrien dejó caer su mochila al suelo, se sentó en su cama y agarró el radiocasete con sus dos manos. Oprimió el botón Eject, y la tapa de plástico se abrió lentamente, y el chico deslizó la primera cinta dentro.
Puso Play.
—Hola, chicos. Es Marinette. Marinette Dupain-Cheng. Es verdad. No ajusten su… cualquier dispositivo que estén usando para reproducir esto. Soy yo, en vivo y en estéreo. No habrán segundas presentaciones. Ni bises. Y esta vez, sí que ninguna solicitud. Agarren un snack, siéntense cómodos, porque estoy a punto de contarles la historia de mi vida. Más concretamente, por qué acabo mi vida. Y si estás escuchando estas cintas, tú eres uno de los motivos.
Adrien paró el dispositivo.
¿Marinette había grabado cintas de casete antes de morir? Qué dramática, pensó. Ella misma se lo buscó.
Le volvió a poner play.
—No te diré cuál cinta te involucra en la historia. Pero no temas, si has recibido esta hermosa cajita, tarde o temprano, tu nombre aparecerá. Lo prometo. Las reglas son muy simples…
—¡Adrien! — exclamó su padre.
Adrien, alterado, paró la grabación.
—¿Sí, padre?
—No olvides de tu sesión de modelaje mañana.
—Sí, padre.
—¿Qué haces?
—Yo… nada, nada, es para un trabajo de historia. Muy aburrido.
—Ah…— exclamó Gabriel, y se retiró.
Adrien respiró hondo, y activó el radiocasete de nuevo.
—Solo hay dos. Número uno: Escuchas. Número dos: Pasas las cintas al siguiente de la lista. Con suerte, ninguna de las dos reglas te será fáciles de seguir. Se supone que no debe ser fácil, en ese caso les hubiera enviado un MP3. Cuando terminen de escuchar los trece lados, porque siempre hay trece lados de cada historia, rebobina las cintas, vuelve a ponerlas en la caja, y pásaselo al siguiente. Oh, la caja debería incluir un mapa. Mencionaré varios lugares de la ciudad. No puedo obligarlos a ir, pero es si quieren. O pueden botarlo, y nunca lo sabré, ¿verdad?
Adrien le echó un vistazo a la caja. No había ningún mapa. Seguramente los primeros en escuchar las cintas lo botaron, cosa que no le sorprendió, ya que todos odiaban a Marinette.
—A quién le miento. Es obvio que lo primero que harán es botar el mapa. Bueno, en caso a que quieras romper las reglas, entiende que yo hice una copia de estas cintas, y se los di a alguien en quien confío, quien, si este paquete no pasa por los trece de ustedes, hará que las copias salgan a la luz de una forma muy pública. Esta decisión no ha sido improvisada. Hagan lo que digo, ni más, ni menos. Te están vigilando.
                                             - - - - - - - - - - - - - 
15 minutos después
—¡Nino! — gritó Adrien al llegar a su casa.
—Hola.
—¿Me puedes prestar tu Walkman?
—No hay problema.
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Adrien caminaba de vuelta a su casa.
Metió la primera cinta en el Walkman de Nino, y le puso play.
—¿Lista, señorita Rossi?
Lila Rossi. Adrien lo supo al instante. Ella y Marinette habían tenido muchos problemas.
—Lila, querida, yo iba a darte una oportunidad. De veras. Pero lo enemistad entre dos chicas no tiene importancia, ¿o sí? Para mí la tiene. Para encontrarle un introducción a la historia, me remonté hacia ti. Y aquí es donde realmente comienza.
                                 -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -   
Hace 9 meses
Marinette llegaba a la escuela apresuradamente, temprano por una vez en su vida. Era el día del concurso de diseño del señor Agreste, y ella no iba a desperdiciar ninguna ocasión de impresionarlo a él y a su hijo.
—¡Uf! Llegué, Alya— exclamó Marinette, mirando a su amiga.
—¿A ver, chica?
Marinette, orgullosamente, sacó un fólder se su maleta, lo abrió, y dejó al descubierto unos diseño bellísimos.
—Em, Marinette…
—¡¿Lo ven?! — gritó Lila. —¡Se ha copiado!
—¿Qué está pasando? — inquirió Marinette.
—Chica, tus diseños son iguales a los de Lila.
                                           -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Sí Lila. Te habías copiado de mis diseños. No sé cómo, pero al verlos, eran exactamente iguales. Y obviamente, mentiste. Como siempre.
                                          -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—¡Marinette! ¿Cómo pudiste hacer eso? — gritó Mylène.
—¡Eso está mal! — exclamó Max.
—No creía que eras así, Marinette— dijo Alya.
—Marinette, creo que debemos discutir esto en un lugar más privado— dijo Lila con falsa modestia.
Marinette la miró con recelo.
                             -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Me llevaste a otro lado, y me despreciaste. Me hiciste sentir tan mal, Lila, y luego hiciste que perdiera a mis amigos. Lo que llevó a los sucesos de ese día.
Adrien sintió un escalofrío al recordar ese día.
                                  -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Marinette, en verdad eres un chiste. ��Crees que esos diseños son buenos, en verdad? Eres patética, y siempre serás una nadie. Nadie te reconocerá como diseñadora. Nadie querrá estar contigo. Ni Alya. Ni Adrien.
Le arrancó los papeles de la mano.
—En realidad, Marinette, tus dibujos parecen de una niñita de 5 años. ¿A eso le llamas talento? Me podría poner una bolsa de basura y me vería mejor que con esos diseños.
Rompió las hojas en pedazos, para el asombro de Marinette.
—Esto se merece estar en la basura.
Lo tiró, haciendo que caigan en un charco de agua y se mojaran completamente.
—Mira, Marinette así se ve mejor.
Se fue Lila, bien erguida, dejando a una Marinette desconsolada que se tragaba las lágrimas.
                               -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Y luego volviste, y mentiste de nuevo. Yo nunca, y digo nunca, le hice bullying ni daño alguno a Lila. Saben qué, sé que hay muchas versiones sobre eso. No sé cuál es la más famosa. Pero sí se cuál es la menos famosa.
La verdad.
Ahora bien, la verdad es la que no olvidarás.
                                   -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—¡Marinette! No puedo creerlo— dijo sollozando Lila al volver con el resto.
—Li, ¿qué pasó? — preguntó Rose.
—Marinette admitió copiar mis diseños. Me ha insultado, ¡me ha dicho que nunca ganaré!
—Oh, Lila, tranquila— dijo Kim.
Marinette volvió, y todos le lanzaron una mirada asesina.
—¿Ya te cansaste de hacer daño? — le preguntó Kim.
—No. Nunca se cansará. Por eso te digo, Marinette: eres una de las peores personas que conozco. Te aprovechas de las personas, mientes, te haces la inocente. Pero ya no más. Nadie va a soportar tus abusos.
Marinette estaba llorando, y todos los presentes la miraban con desprecio.
—Y algo más. Nunca tendrás el amor de Adrien. Adrien es un chico con un corazón de oro, y nunca soportaría a alguien con un corazón tan vil como tú. Te quedarás sin amigos. ¡Solo están contigo porque te tienen pena! Acéptalo, Marinette. Todos te detestan.
Marinette se fue al baño corriendo.
Y Alya ni siquiera había negado las palabras de Lila.
                                     -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Me atacaste en mis puntos más débiles. Mi pasión. Mi mejor amiga. Y mi amor platónico. Por cierto, ¡hola, Alya! ¡hola, Adrien!
Adrien sintió un escalofrío cuando la chica pronunció su nombre.
—Y bueno, creo que todos saben lo que pasó.
                                      -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—¡¡AKUMA!!
Una adolescente que portaba un yoyó se paseaba por los techos parisinos. Tenía un traje negro con puntos rojos. Continuó saltando por la ciudad hasta llegar a su colegio.
—Hola. No me he cansado de hacer daño todavía…— escupió Miss Desgracia
—¡¿Marinette?!
—No. Soy Miss Desgracia ahora. Y todos ustedes pagarán.
                                    -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Francamente, solo recuerdo de fragmentos de lo que sucedió. Caos, personas llorando, otras gritando, otras asesinándome con la mirada. Chat Noir llorando. Y todo el salón dándome la espalda.
                                       -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Marinette, ¡para! — sollozó Alya. —No te preocupes, solo aguanta, Mari. Ladybug vendrá para salvarte.
—¿Conque Ladybug? — Marinette rio cruelmente. —Ladybug no vendrá, Alya. Ni ahora, ni nunca jamás.
Les dio la espalda a sus compañeros.
—Ladybug está muerta.
                                      -  -  -  -  -  -   -   -   -   -   -   -   -  
—Lo único que recuerdo al levantarme del trance del akuma, que ví a Chat Noir llorando.
Lo llamé.
Él me miró con infinita tristeza y se fue.
Volteé a ver a la clase, y muchos lloraban, unos de tristeza, otros de rabia.
Desde ese día me llamaron asesina. Insensible. Malvada. Débil. Y una sarta de insultos. Me decían que me perdiera, que no vuelva, que me matara.
Bueno, en algo les hice caso. ¿Felices?
Luego recuerdo que tú, Lila, te acercaste y me diste un bofetón. Porque había matado a tu supuesta mejor amiga, Ladybug.
Yo sé que no es así.
Tú la odiabas.
Y pues, ¿cómo sé? Se enterarán luego.
Pasados unos días, sentía el desprecio de todos. Bromas. Pintadas. Burlas. Insultos. Papeles.
Ya sé. Ya sé lo que están pensando. Mientras contaba a historia, yo también pensaba lo mismo. ¿Una akumatización? Por más impactante que haya sido, ¿una akumatización hizo que te hicieras esto a ti misma?
No. Una akumatización arruinó mi reputación. Pronto, causó una cadena de efectos que arruinaron mi vida. A veces, una akumatización tiene un efecto bola de nieve.
Una akumatización causada por ti, Lila, es solo el comienzo.
Y esta vez, Lila, la asesina eres tú. Y todos los que estén escuchando esto.
¿Ahora se sienten tan bien al llamarme asesina? Se siente feo, ¿verdad?
Sí. Pero peor fue lo que me hicieron, lo que destruyó la poca autoestima que he tenido.
Voltea la cinta para seguir escuchando.
Adrien extendió la mano, listo para detener el casete.
—Y, Lila, cariño, no te vayas. No vas a poder la parte en la que vuelve a aparecer tu nombre.
Adrien mantuvo su dedo sobre el botón, escuchando el suave zumbido de los parlantes, el débil chirrido de los cabezales que enrollan la cinta, esperando a que Marinette continúe.
Pero ella no vuelve.
La primera cinta ha terminado.
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feguro · 3 years ago
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“Una niña se quitó su ropa de acólito después de Misa, se puso su ropa normal y le dijo al padre:
‘OK, padrecito, ¡Ya estoy lista.’
El sacerdote le dijo: ‘¿Lista para qué?’
‘Padre, es hora de salir a repartir nuestros volantes.’
El sacerdote le respondió: ‘Hija, hace mucho frío y además está lloviznando.’
La niña miró sorprendida al sacerdote y le dijo: ‘Pero Padrecito la gente necesitan saber de Dios aún en los días lluviosos.’
El sacerdote contestó: ‘Hija yo no voy a salir con este tiempo.’
Con cierta ansiedad, la acólito dijo: ‘Padre, ¿puedo ir yo sola? ¿Por favor?’
El sacerdote dudó un momento y luego le dijo: ‘Está bien, puedes ir. Aquí tienes los volantes; pero ten cuidado.’
‘¡Gracias padrecito!’
Acto seguido, la acólito salió a la lluvia. La niña de 11 años recorrió todas las calles del pueblo, repartiendo los volantes a las personas que veía.
Después de 2 horas de caminar con frío bajo la lluvia y con su último volante, se detuvo en una esquina esperando ver a alguien a quien darle el último volante, pero las calles estaban totalmente desiertas. Entonces se dirigió a la primera casa que vio, caminó hasta la puerta del frente, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salió.
Finalmente, la niña giró para irse, pero algo le detuvo. La niña volteó nuevamente hacia la puerta y empezó a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con los nudillos. Ella seguía esperando; algo la mantenía ahí frente a la puerta. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se abrió suavemente.
Una señora con una mirada muy triste asomó en el umbral y suavemente le preguntó:
‘¿Qué puedo hacer por ti, niña?’
Con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba las palabras, la niña dijo:
‘Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle que “DIOS REALMENTE LA AMA” y vine para darle mi último volante que habla sobre DIOS y SU GRAN AMOR.
La niña le dio el volante y se marchó.
Ella sólo le dijo:
‘¡Gracias, hija, y que DIOS te bendiga!’
El siguiente domingo por la mañana, el sacerdote estaba en el púlpito y antes de comenzar la misa preguntó:
‘¿Alguien tiene un testimonio o una anécdota que quiera compartir con nosotros?’
Suavemente, en la fila de atrás de la iglesia, una señora mayor se puso de pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus ojos:
‘Nadie en esta iglesia me conoce. Nunca había estado aquí; incluso el domingo pasado aún no creía en Dios.’
‘Mi esposo murió hace poco tiempo y me dejó totalmente sola en este mundo. El domingo pasado fue un día particularmente frío y lluvioso, y también lo fue en mi corazón. Ese día llegué al final del camino; ya que no tenía esperanza alguna ni ganas de vivir.’
‘Entonces, tomé una silla y una soga y subí hasta el ático de mi casa. Subida en la silla, amarré y aseguré bien un extremo de la soga a una de las vigas del techo y luego y puse el otro extremo alrededor de mi cuello.’
‘Parada en la silla, tan sola y con el corazón destrozado, estaba a punto de tirarme cuando de repente escuché el timbre de la puerta sonar con insistencia.’
‘Entonces me dije: “Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá”. Esperé y esperé, pero el timbre de la puerta sonaba cada vez con más insistente, y luego la persona empezó a golpear la puerta con fuerza.’
‘Entonces me pregunté, “¿QUIÉN PODRÁ SER?” ¡Jamás alguien toca mi puerta o viene a verme!’
‘Me quité la soga del cuello y bajé hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia.’
‘Cuando abrí la puerta no podía creer lo que veían mis ojos: frente a mi puerta estaba la niña más radiante y angelical que jamás hubiera visto.’
‘Su sonrisa, ohhh, ¡nunca podré describirla! Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida, cuando me dijo con voz de querubín: “Señora, sólo quiero decirle que DIOS realmente la ama”.’
‘Cuando aquel angelito desapareció en el frío y la lluvia , cerré mi puerta y leí cada palabra del volante.’
‘Entonces subí al ático para bajar la silla y la soga. Ya no las necesitaría más. Como ven, ahora soy una hija feliz del Señor.’
‘Como la dirección de la iglesia venía anotada en la parte de atrás del volante, hoy vine personalmente a decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una eternidad en el infierno.’
En la iglesia, todos los asistentes lloraban.
El sacerdote bajó del púlpito hasta la primera banca del frente donde estaba sentada su acólito, le tomó en sus brazos y lloró.
Probablemente la iglesia no volvió a tener un momento más glorioso.
Dios bendiga tus ojos por leer este mensaje.
No permitas que este mensaje muera de frío: después de leerlo, pásalo a otros.
Recuerda que el mensaje de DIOS puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien cercano a ti.
POR FAVOR LEE CON FE LO QUE SIGUE porque es una oración impresionante. Créelo y serás bendecido.
Lucas 18,27:
Él les dijo: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.”
El problema con muchos de nosotros, es que no creemos que Dios abrirá una ventana y derramará tantas bendiciones, que no tendremos lugar para recibirlas. Reto a cualquier persona a poner a prueba a Dios.
Él es fiel a su Palabra.
Dios nunca miente y sus promesas son seguras.
Mi oración para ti, hoy:
Los ojos que están viendo este mensaje no verán ningún mal;
Las manos que enviarán este mensaje a otros, no trabajarán en vano; la boca que diga Amén a esta oración, reirá por siempre.
Permanece en el amor de Dios, enviando esta oración a todos tus conocidos.
¡Ten un viaje encantador en la vida!
¡Confía en el Señor, con todo tu corazón y Él nunca te fallará, porque Él es IMPRESIONANTE!
Si realmente necesitas una bendición, sigue leyendo:
Padre divino, Dios más afable y más amoroso, te ruego que bendigas abundantemente a mi familia y a mí.
Sé que Tú reconoces, que una familia es más que cada uno de aquellos que la conforman, pero, por favor, bendice a todos los que crean y confíen en Ti.
Padre, mando una oración de súplica de bendiciones, no solamente para la persona que me envió esto, para mí y para todos a quienes he reenviado este mensaje.
Y que la fuerza de la unión en la oración por los que creen y confían en Ti, sea más poderosa que cualquier otra cosa.
Te agradezco de antemano tus bendiciones.
Dios Padre misericordioso, libera de deudas y cargas económicas a la persona que lee esto.
Envíame tu sabiduría, para que pueda ser un buen administrador de todo lo que me has dado.
Padre, sé que eres maravilloso y poderoso y que si te obedecemos y acatamos tu Palabra y tenemos la fe de una semilla de mostaza, Tú nos colmarás con tus bendiciones.
Te agradezco Señor las bendiciones recientes que he recibido y las bendiciones que todavía habrán de venir, porque sé que Tú aún no has terminado conmigo.
En el nombre de Jesucristo te lo ruego. Amén.
TÓMA 60 SEGUNDOS y envía este mensaje lo más pronto posible.
En poco tiempo habrás hecho que numerosas personas oren a Dios los unos por los otros.
Entonces siéntate y mira el poder de Dios obrando en tu vida.
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safosinmusas · 7 years ago
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Pacto de sangre [Jeongcheol]
« — Salvaré a tu hijo, pero todo tiene un precio. Cuando cumpla los 22 años, será mío, su vida me pertenecerá por completo y su destino será servirme. ¿Sigues queriendo pagar el precio o dejarás que la muerte se lo lleve?
— Sálvelo, no quiero verlo morir y si para ello tengo que entregárselo, lo haré.»
El grito desgarrador de una mujer resonó en la noche, con fuerza, quebrando los corazones del personal del hospital y asustando a los pequeños que dormían en sus respectivas camillas. El llanto lleno de impotencia de un hombre que no podía hacer nada por su familia, consiguió perturbar el inquebrantable rostro del médico que se desfiguró en una mueca de tristeza. Hubiese deseado hacer algo más que esperar a que la maquina pitase anunciando que la vida del pequeño Choi, el niño al que todos adoraban, había terminado. Intentó hacer todo lo que estaba en sus manos para salvarlo, buscó en todos los libros de medicina que existían, consultó a todos los expertos sobre el tema e incluso probó un tratamiento experimental que a muchos le había dado resultado. Sin embargo, Choi Seungcheol, su paciente predilecto, no había podido soportar más el cáncer. Doctores, enfermeras, pacientes y visitas, todos lloraban la muerte de aquel ser tan puro e inocente que no había tenido tiempo de disfrutar de las maravillas que había en la vida.
Habían desconectado el respirado que lo mantenía con vida y solo era cuestión de tiempo que todo terminase. Los latidos de su corazón disminuían poco a poco, anunciando que el fin estaba cerca. No había salvación para él, la última operación había dañado sus órganos y era imposible que volviera a respirar por si mismo o abriese los ojos para ver el sol de nuevo. El médico no despegó la vista de la pantalla mientras esperaba que llegase el pitido que tanto temían y poder marcharse de allí, hundirse en su cama y tratar de superar la muerte de otro paciente más. El enfermero que le habían asignado, apoyaba la mano en su hombro para infundirle ánimos. Sin embargo, nada podría conseguir que la pérdida no le doliese. Siempre se decía que no debía encariñarse con ellos aunque fuesen niños, ¿Pero quién podía alejarse de un niño tan bueno como lo era el pequeño Seungcheol?
Los latidos eran cada vez más lentos hasta que el pitido se volvió constante, logrando que la mujer se abrazase a su marido con más lágrimas en sus ojos y el doctor suspirase, observando el reloj de su muñeca dispuesto a anunciar la hora de la muerte. No llegó a abrir la boca, las palabras no salieron de sus labios. Uno... Dos... Tres... Los latidos comenzaron de nuevo, aumentando su intensidad, volviendo a la normalidad, anunciando que estaba completamente vivo. Poco a poco, el pequeño abrió los ojos, desconcertado de ver a tanta gente a su alrededor. Sus padres se abalanzaron sobre él, llenándole el rostro de besos y palabras de cariño. El médico no había podido reprimir su alegría y daba órdenes a todo el mundo para que le hicieran pruebas. Respiraba. El niño respiraba, vivía. Había ocurrido un milagro, el primero desde que el hospital había abierto las puertas por primera vez.
Atento a lo que ocurría en aquella habitación, un joven de larga melena rubia y rostro angelical, sonrió al ver como el pequeño Choi correspondía a los abrazos de sus padres.
10 AÑOS DESPUÉS
La voz del profesor, anunciando el fin de su última clase, llegó como una bendición. Metió sus libros en la mochila lo más rápido que pudo, se despidió de sus compañeros con un simple "adiós" y se marchó corriendo antes de que alguien quisiese comenzar una conversación. El pasillo estaba atestado de estudiantes y profesores que se dirigían al comedor para ponerse en la interminable cola o se preparaban para marcharse. Se hizo paso entre la gente con "lo sientos" susurrados y consiguió salir al exterior por fin. Con un suspiro, cerró los ojos para disfrutar de los rayos de sol acariciando su rostro y del aire fresco que llevaba deseando volver a respirar desde que había entrado en la última clase. Era libre. Sonrió, pensando en todo lo que habían planeado para ese fin de semana y como había conseguido librarse de la extraña celebración que sus padres hacían todos los años. Estaba vivo y llevaba diez años sin médicos, análisis y medicinas ¿Por qué seguían empeñados en recordar que era un milagro andante y agradecérselo a dios todos los años el mismo día que despertó? Cuando se mudó a la capital para ir a la Universidad, pensó que podría escaparse de la fiesta; pero no había conseguido convencerles y siempre le hacían volver a casa el mismo día. Hasta ahora. Había tenido que lidiar con los reproches de su madre y las súplicas de su padre, pero lo había conseguido por primera vez utilizando la excusa perfecta para no tener que ir y escuchar como todos le recordaban una época que quería olvidar. Sacudió la cabeza para dejar de pensar en los mal que lo había pasado y buscó con una gran sonrisa, a su mejor amigo.
— JOSHUA —Llamó al verle hablando con una de sus compañeras de clase cuyo nombre no recordaba.
Esperó para acercarse, pacientemente, a que se despidiese con la educación que le caracterizaba y la chica se marchase. La había visto más de una vez en casa cuando la llevaba para estudiar o hacer cualquier trabajo. Sin embargo, su relación con ella se había basado en saludos escuetos y despedidas rápidas. Era una persona sociable, pero después del trágico intento de cita que habían tenido en el que ninguno de los dos consiguió aprenderse el nombre del otro y se aburrieron más de lo que podrían imaginar, eran incapaces de llevarse tan bien como su amigo quería.
— Cheol, pensé que no acabarías nunca de clase y que acabaría congelándome mientras te esperaba —Respondió a su saludo cuando lo tuvo delante, sujetando bien su maletín y comenzando a caminar hacia la salida del campus. Cada vez se acercaba más la hora de marcharse, rumbo a una divertida escapada de fin de semana para aprovechar la primera nevada y la apertura de las pistas de esquí. No era el único ansioso y la forma apresurada de caminar de su amigo era una prueba de ello.
— No me lo recuerdes —Bufó, golpeando una piedra con fastidio y metiendo las manos en los bolsillos para alejarlas del frío—. Kim estaba empeñado en encerrarnos allí hasta darnos todas las fórmulas que se sabía sobre el tema —Había estado todo el día pendiente del reloj para saber cuantas horas quedaban y poder irse de una vez con sus amigos. A penas había prestado atención a las clases, pero había conseguido salir ileso de las primeras horas. El problema había llegado con la última asignatura del día, esa en la que se había matriculado tres veces y que veía imposible aprobar. Verse atrapado en su sitio, mientras el profesor no paraba de hablar y el reloj marcaba unos cuantos minutos más de la hora en la que debían terminar, se había convertido en un suplicio.
— Científicos —Se burló su amigo, regodeándose de ser un estudiante de Literatura, lejos de las fórmulas y los cálculos—. Siempre pensando en fórmulas, no acaban nunca.
— Oye —Se quejó Seungcheol, golpeando su hombro con fingida molestia—. Que yo voy a ser científico. Más respeto hacia los de mi gremio. Literatos, siempre burlándose de nosotros —Le devolvió la pulla con una sonrisa, pasando el brazo por sus hombros—. Un día te ahogarás entre libros, ya verás.
Siguieron hablando de su día, de lo que habían preparado en las maletas y de como pensaban que sería su viaje. Bromearon y rieron como lo que eran, dos estudiantes libres de clases y trabajos que tenían un fin de semana completo para ellos solos. Iban a un ritmo lento, disfrutando de los pocos rayos de sol que calentaban sus rostros y de una charla amena. Sabían que tendrían tres días para hablar y que pasaban la mayor parte de su tiempo juntos, incluso compartían piso; pero eso no agotaba sus temas de conversación. El timbre del móvil anunciando la llegada de un mensaje, le hizo detenerse: « ¿Se puede saber por qué tardáis tanto? Venid aquí rápido o me comeré vuestra comida y tendréis que aguantar las horas de viaje hasta la cabaña con un triste bol de ramen instantáneo en el estómago ». Solo necesitó enseñarle el mensaje de Jun, su compañero de piso, para que aceleraran el paso y dejaran de entretenerse con cualquier cosa que veían en los escaparates.
— Deberíamos aprender a cocinar —Advirtió Joshua, recordando que su amigo se marcharía de regreso a su país natal en cuanto acabase el último curso.
— No te preocupes, Josh, tenemos todavía el año que viene entero y lo que queda de este para hacerlo. Déjate llevar.
Su risa se apagó al notar una extraña figura frente a ellos, apoyada casualmente en la pared de ladrillos de su edificio y que les dedicaba una amplia sonrisa. Tragó saliva al ver como el hombre se relamía los labios con descaro, sin apartar la vista. ¿Lo estaba mirando a él? El hombre era atractivo y su rostro angelical podría cautivar a cualquiera, pero había algo en él que le provocaba escalofríos, un aura oscura, casi demoniaca. Frunció el ceño ante las tonterías de viejo supersticioso que estaba pensando. ¿Demoniaco?¿Oscuro? Por el amor de dios, estaba comenzando a hablar como sus padres y eso era lo último que deseaba.
— Seungcheol, eh, oye, Seungcheol —Llamó su amigo, tirándole del brazo para captar tu atención—. ¿Te pasa algo? Llevas quince minutos quieto, mirando a la nada y sin escuchar nada de lo que te digo. ¿Estás bien?
— ¿A la nada? —Preguntó, mirándole desconcertado.
— Sí, Cheol, a la nada. ¿Tanto te gusta la pared de ladrillos de nuestro edificio? —Bromeó, palmeándole el hombro para aliviar la tensión que se había acumulado de golpe en su hombro.
Giró la vista hacia el hombre atractivo que le había cautivado, pero no estaba. Allí no había nadie. Ignoró las protestas y la preocupación de su compañero mientras terminaban el camino y subían las escaleras hasta su piso. Seguía confuso y la extraña sensación de oscuridad que había sentido seguía allí, estremeciéndole. ¿Y si se lo había imaginado? El estrés que había sufrido en los exámenes parciales le estaba afectando y comenzaba a imaginarse cosas. O tal vez, llevar tanto tiempo sin estar con nadie le hacía imaginarse a hombres y crear su propia fantasía. Posiblemente, si hubiese continuado mirando hacia allí, habría soñado que se desnudaba ante todos para él. ¿Debería pedirle a Jun que le acompañase a uno de esos garitos que él conocía en la estación de esquí? Joshua no dudaría en ir con ellos con tal de no quedarse solo en la cabaña y así conseguiría aliviar un poco su estrés, la falta de atención sexual que su mano no conseguía calmar y la necesidad de un poco de diversión junto a sus dos amigos. Convencido y mucho más calmado, se sentó a la mesa con ellos, teniendo una agradable comida y planeando lo que harían al llegar. Tendría tres maravillosos días para relajarse y los aprovecharía con creces.
*********
El viaje resultó más corto de lo que esperaban. Entre risas, bromas y canciones a gritos consiguieron llegar a su destino: una pequeña cabaña que solían alquilar a los turistas durante la temporada de invierno. Alejada del pueblo lo suficiente como para no ser peligroso y poder bajar sin problemas para conseguir sus equipos, era perfecta para tres jóvenes con ganas de divertirse. Podían hacer el ruido que quisiesen sin molestar a los vecinos y despertarse a la hora que quisiesen después de trasnochar toda la noche sin miedo a llegar tarde a clase o al trabajo. La calefacción funcionaba a la perfección y tenían mantas suficientes para no preocuparse por el frío ¿Se podía pedir algo más?
— Esto es vida —Grito eufórico Seungcheol mientras se tiraba de espaldas al colchón y suspiraba por su comodidad—. ¿Podemos quedarnos en la cama todo el fin de semana?
— Tenemos mucho que ver por aquí ¿De verdad quieres quedarte durmiendo todo el día?—Le dijo Jun apoyado en el marco de la puerta que daba a la habitación—. Piensa en la fiesta que nos vamos a pegar esta noche, Cheol ¿Quieres quedarte aquí mientras me llevo a Joshua a divertirse?
— Pero acabamos de llegar... —Se quejó, cansado de tantas horas sentado en la parte de atrás del coche—. Además, conduces tan mal que nos hemos comido todos los baches. Dios, mi espalda... —Dio la vuelta, quedando boca abajo y acarició la colcha con las manos, apreciando su suavidad. Si seguía allí, acabaría durmiéndose de verdad.
— Espabilando los dos que tenemos que colocar nuestras cosas, sacar los equipos y meter la comida en la nevera antes de cenar —Joshua entró en la habitación de golpe, interrumpiendo la discusión sobre las habilidades de Jun como conductor que no iban a tardar en empezar. Le lanzó un cojín a Seungcheol para que se levantase y golpeó la espalda del otro chico para que dejase de holgazanear. Se negaba a hacer todo el trabajo.
Minutos después, que a él le parecieron horas, estaban sentados a la mesa comiendo ramen instantáneo con los palillos que habían encontrado y con sus maletas bien colocadas. Demasiados cansado para hacer algo más elaborado, habían acabado calentando agua y preparándoselos con rapidez. Discutieron sobre lo que harían esa noche, Jun insistía en aprovechar cada segundo aunque acabasen de llegar y ninguno tuviese ganas de arreglarse para vestirse. Seungcheol, por su parte, se negaba a abandonar la comodidad de la cama a pesar de que se había dicho a si mismo que necesitaba conseguir un poco de diversión antes de volverse loco. Al final, gracias a la intervención de Joshua, acabaron decidiendo que él se quedaría allí mientras sus amigos se iban a la discoteca del pueblo que tanta fama tenía. A pesar de que todo había quedado acordado, Jun no dejó de intentar convencerlo hasta que subieron a su coche y se marcharon con un: « Si cambias de idea, llámame y vendré a por ti. No te aburras sin nosotros, hyung ».
— Solo, por fin —Suspiró con cansancio.
Una vez en la cama que le tocaba, con el pijama puesto y las mantas bien colocadas, cerró los ojos. Un par de minutos después, se removió incomodo, cambió de postura unas cuantas veces y se destapó con frustración. No podía dormir. ¿Por qué estaba tan despejado ahora si antes tenía tanto sueño? Había algo que le preocupaba, pero que no podía recordar de que se trataba. Se sentó en en el borde de la cama, frotándose los ojos con fuerza. Miró el reloj y gruñó al darse cuenta, eran las una de la mañana del día que murió y volvió a la vida como por arte de magia. Habían pasado oficialmente diez años desde entonces y él se había saltado un aniversario. Sus padres tenían que estar preocupados. Suspiró, sintiéndose culpable por haberse ido y no estar con ellos. « Es mejor así, no quieres que te recuerden que eres un misterio médico, ni que estuviste sufriendo durante años por una enfermedad difícil » se dijo así mismo para convencerse de que estaba haciendo lo correcto.
— Quizás sea mejor así —Una voz lo sobresaltó, haciendo que su corazón bombease con fuerza y su cuerpo temblase—. o quizás no, porque de haber estado con tus padres, habrías podido despedirte de ellos.
Permaneció muy quieto, como si de esa forma consiguiese que el intruso se marchase. Su cabeza daba vueltas entre las distintas posibilidades, desde que fuese un ladrón que había ido a quitarles lo que tenían hasta un fugitivo de la ley que buscaba refugio, pasando por el dueño de la cabaña o un asesino que quería destriparle. Cerró los ojos con fuerza, contando hasta diez y rezando porque al abrirlos, todo fuese una pesadilla que había tenido mientras dormía. Ocho...Nueve...Diez... Abrió los ojos muy despacio, pensando que el silencio que reinaba en la habitación era una buena señal. Tragó saliva y reprimió un grito al encontrarse cara a cara con el hombre de la pared de ladrillos, inclinado hacia él, con su rostro angelical a escasos centímetros del suyo. La ropa negra se adaptaba a la perfección en su cuerpo y la sonrisa ladina que le dedicaba lo dejó sin aliento. « Relájate, Seungcheol, solo es una alucinación » se dijo así mismo, sin perder de vista los labios del intruso.
— No soy una alucinación, Seungcheol —Contestó, consiguiendo que su respiración se agitase y su boca se abriese sorprendido. ¿Leía su mente? Fue en ese momento en el que comprendió sus primeras palabras, estaba hablando de sus padres, de si había tomado una buena decisión o no—. ¿Tienes que cuestionártelo todo? Leo la mente, sí. Me refería a tus padres, por supuesto. Blah Blah Blah —Se separó de él, chasqueando la lengua y cruzándose de brazos con elegancia—. Deja de pensar tanto, es irritante y me provoca dolor de cabeza —Terminó con un deje de molestia en su voz.
— ¿Quién cojones eres y porque estás aquí? —Se atrevió a decir por fin, sin perder de vista sus movimientos. Estaba en alerta, buscando una salida en caso de que fuese alguien violento y poder salir de allí lo más rápido que pudiese.
— ¿Quién? Más bien preguntaría ¿Qué? —Sonrió, enseñando su dentadura al completo y mostrando unos relucientes colmillos que le helaron la sangre—. Yoon Jeonghan —Se presentó con una reverencia que contrastaba por completo con la situación que estaba viviendo—. La razón por la que estás vivo y por la que pronto dejarás de estarlo.
— Esto tiene que ser una broma —Empezó a reír con nerviosismo, deseando que sus palabras fueran ciertas—. ¿Te ha mandado Jun?¿Eres una especie de playboy fetichista? —Sabía que no tenía ningún sentido. Sus amigos se habían ido hace muy poco tiempo y era imposible que hubiesen llegado tan rápido hasta allí, mucho menos que les hubiese dado tiempo a enviarle a alguien.
— ¿Fetichista? —Una carcajada escapó de sus labios y Seungcheol pensó que era el sonido más bonito que había oído nunca—. No, cariño, solo soy tu peor pesadilla —Se acercó despacio hasta él, colocando ambas manos en sus hombros y volviendo a acercar su rostro—. He venido a por ti —Le susurró en su oído, haciéndole estremecer. Sintió la caricia de sus labios en el cuello, pero no hizo nada por impedirlo. Lo deseaba, algo en él quería que siguiese con lo que tuviese que hacer. Los pensamientos racionales que le pedían que gritase, que lo apartase, que lo alejase de allí habían quedado recluidos en un apartado rincón de su mente. El dolor de unos dientes atravesando la piel de su cuello y la fuerza con la que lo mantenía inmóvil, lo devolvieron a la realidad—. Eres mío, Choi Seungcheol
Sus párpados fueron cediendo ante el cansancio y la oscuridad no tardó en envolverlo todo. Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, era demasiado tarde.
*********
Choi Seungcheol
Gran hijo y amigo
1995-2017
Depositó una flor en la tumba como cada año y acarició con sus dedos las letras escritas en la lápida. Descansando junto al resto de flores que habían ido llevando, estaba la última foto que se sacó con sus amigos, unos minutos antes de subirse al coche rumbo a un viaje que lo cambió todo. Su sonrisa radiante y la felicidad con la que rodeaba los hombros de sus compañeros eran las de alguien que no conocía lo que le había preparado el destino. Tomó el marco en sus manos y observó cada detalle, rememorando cada segundo, pensando en que habría sido de su vida si no hubiese ido a aquel dichoso viaje. Durante un segundo, todo lo que había a su alrededor desapareció y lo único que había en su mente eran los miles de "y sí" que daban vueltas sin respuesta. ¿Si hubiese vuelto a su casa en vez de irse con ellos, habría habido otro final?¿Si no hubiese estado enfermo de pequeño, habría conseguido salvarse del destino?¿Si hubiese muerto aquel día, alguien más que sus padres llorarían por él? Una mano apretando su hombro con cariño lo sacó de sus pensamientos, devolviéndole a la realidad.
— ¿Echas de menos a los tuyos, Cheol? —Preguntó aquella voz que reconocería en cualquier parte del mundo, era irremplazable y la única que hacía que su corazón bombease aunque ya no lo necesitase—. Siempre puedes hacerles una visita.
Sonrió, levantándose de la tierra donde se había arrodillado. Mil posibilidades distintas podrían haber ocurrido, podría seguir siendo humano, podría estar muerto y enterrado bajo una tumba con muchos menos años vividos, podría continuar viendo a su familia y sus amigos... Sin embargo, no se arrepentía de que todo terminara así. Ahora que había conocido a su ángel de la guarda, a aquel que le salvó cuando más lo necesitaba, no se imaginaba otro tipo de existencia que no fuese a su lado. Echaba de menos a sus padres preguntándole si estaba bien, a Jun regañándole por no querer salir de fiesta con él, a Joshua hablando con tranquilidad de cualquier tema e incluso al incordiante profesor Kim que se había propuesto amargarle el curso o a la chica de la que nunca recordaba su nombre y con la que no quiso socializar más de lo que la educación requería. No podía negarlo. Deseaba verlos de nuevo, decirles que seguía allí y que llorar por él no merecía la pena. Los primeros días habían sido horribles, encerrado en una oscura habitación de la mansión que ahora era su hogar, luchaba por poder acabar con todo y verles por última vez. Por mucho que trataba de hacerle sentir cómodo y explicarle que un trato no se podía romper, él seguía queriendo marcharse, volver con ellos, despertar de la pesadilla en la que se encontraba. Ahora, cuatro años después y tras muchos intentos de hacerse notar, no se imaginaba otro tipo de vida que no fuese a su lado. Luchó y peleó contra el vampiro, pero su destino acabó estando con él en sus brazos.
— Sí, claro que sí —Le contestó retirando la mano de su hombro y tomándola entre una de las suyas—. Podría, pero no creo que se tomen muy bien mi aparición el día del aniversario de mi muerte. Sería un tanto impactante ¿No crees?
— La gente tiende a tomarse muy mal eso de que seamos vampiros —Se relamió los labios y sonrió con diversión—. Aunque siempre están los que te toman por fetichista loco.
— Oh, vamos, Jeonghan, ¿Cuánto tiempo seguirás recordándomelo? —Le preguntó con cansancio, tirando de su mano para comenzar andar entre las lápidas que poblaban aquel cementerio—. Fue lo mejor que se me ocurrió en el momento.
— Hasta el fin de nuestra existencia, cariño y reza para que no se lo cuente a Mingyu o tendrás que soportar sus bromas cada día.
— ¿Qué quieres a cambio de que no se lo digas? —Un escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar en la cantidad de jugarretas y chistes que haría su nuevo amigo a costa de sus palabras. En aquel momento fue lo más lógico que encontró para explicar porque un chico que parecía tener su edad se plantaba en su habitación mostrándole los colmillos con satisfacción. Como era normal, lo último en lo que quería pensar era en la existencia de criaturas de Halloween.
— Déjame que me lo piense... —Se pasó la mano por su melena rubia fingiendo pensar en una respuesta que los complaciese a los dos—. Hazme el trabajo de una semana y no le diré nada a Mingyu.
— ¿Sin trampas ni ases bajo la manga?
— Sin trampas, los pactos... —Empezó a explicar como siempre.
— Se deben cumplir siempre, sí, sí, ya me he estudiado esa parte —Lo cortó antes de que pudiese hacer su discurso tan largo como cada vez que sacaba a relucir el tema—. Trato hecho entonces.
Siguieron caminando con tranquilidad, el sol tardaría en aparecer y todavía les quedaba muchas horas de noche para ellos solos. Pasearon hasta la salida del cementerio, sin ganas de desmaterializarse y llegar antes a la mansión. Una vez pisaran las puertas de la gran casa, tendrían que enfrentarse a todos los demás con sus risas, sus gritos, sus charlas... Se divertían con ellos, le encantaba no sentirse solo cuando estaban juntos; pero eso les quitaba horas para estar juntos, solo los dos. ¿Quién le iba a decir que acabaría aceptando estar con el vampiro que lo arrastró hasta ese mundo?¿Quién le iba a decir que acabaría siendo uno más, compartiendo habitación con él y disfrutando de su compañía? Aquel día lo asesino, le arrebató una vida que le había regalado cuando era pequeño; pero no podía enfadarse, al menos no con él, con su ángel. Solo cumplía con un pacto aceptado con su padre, había acudido para reclamar lo que le pertenecía por derecho y había acabado regalándole una eternidad a su lado que no rechazaría más.
El tono que indicaba que había llegado un mensaje le sobresaltó y un mal presentimiento le embargó al ver de quien se trataba. « No sabía que te iban los fetiches oscuros, colmillos, sangre falsa... Un poco ridículo para tí ¿No? P.D: Me lo ha contado DK hace un rato, que calladitas te tenías tus fantasías ». Si su corazón aún bombease sangre, sus mejillas habrían acabado completamente rojas por lo avergonzado que estaba. Ahora que lo sabía, Mingyu y DK lo usarían para reírse hasta que se cansasen o encontrasen una nueva situación divertida.
— JEONGHAN —Le gritó al hombre a su lado—. ME DIJISTE QUE NO SE LO DIRÍAS, ERA UN TRATO. AHORA VAS A TRABAJAR TÚ.
— El trato era que no se lo diría a Mingyu y yo no se lo he dicho, mi parte sigue hecha. No puedes negar a cumplir la tuya —Le guiñó un ojo, riendo ante el aprieto en el que su compañero se encontraba.
— Recuérdame porque salgo contigo —Comentó, intentando relajarse y no correr hasta la casa para acabar con sus amigos los graciosos.
— Porque me amas, aunque sea un tramposo con todo y me guste morderte en la bañera —Se paró, obligándole a detenerse y mirarle directamente a los ojos—. Porque lo haces ¿Verdad? —No necesitaba respuesta, llevaba mucho tiempo sabiendo cual era. Sin embargo, adoraba oír las palabras saliendo de sus labios.
— Lo hago. Te amo, Jeonghan.
— ¿Para toda la eternidad?
— Para toda la eternidad.
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vidalanovela · 4 years ago
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MUNEY
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AÑOS ATRÁS
La niña se sentó frente a la playa, contemplando el mar. Le gustaba ver cómo las olas se acercaban con fuerza a la orilla y luego se alejaban tímidamente. A la niña le gustaba identificarse con esas olas. Ella también se acercaba a la orilla de la playa igual, pero en otra dirección. mientras las olas querían ir donde ella estaba, la pequeña quería salir de allí, descubrir qué habría más allá de ese mar, pero eso, como todos los muneítas sabían, era imposible.
La voz de su padre la llamó desde la cabaña de madera en la que vivía junto a él, su madre y sus cuatro hermanos. La pequeña salió de sus ensoñaciones y corrió al lado de su padre. Era un hombre de mediana estatura, como todos en el planeta Muney. Su piel marrón estaba curtida por el sol y el salitre de la playa. Su cabello era blanco al igual que su barba y sus ojos, de un azul claro, transmitían tranquilidad.
Agarró a su hija entre sus brazos, la levantó en el aire y la abrazó contra su pecho, como quien no quiere dejarla escapar nunca. La niña le besó y ambos entraron en casa. Una cabaña de pescadores sin pretensiones, como las otras que, a lo largo de toda la costa, se levantaban para dar cobijo a otras familias de la zona. Los padres de la niña se habían instalado allí no hacía más de 50 años, justo después de que la Primera Guerra de los Sindicatos de Carbón de Xul. una guerra de carácter intergaláctico que había enfrentado durante años a los empresarios con los trabajadores y los sindicatos de este preciado mineral. Coznex, padre de la niña había sido uno de los pocos obreros especializados del sindicato que había salido con vida de la batalla de Niesit V. Cuando el misil impactó en su nave, tanto él como el resto de obreros especializados que llenaban el transporte salieron despedidos al espacio, pero Coznex tuvo la infinita suerte de estar, en ese momento, en la cápsula médica recuperándose de las heridas de la batalla previa. Gracias a ello, la cápsula salió disparada al espacio y él, tras el cristal de Vex que le envolvía, vio como sus compañeros iban muriendo mientras flotaban en el espacio. La capsula quedó a la deriva hasta que unos minutos más tarde fue detectada por una de las naves del Sindicato.
Fue allí donde conoció a Sanay, su actual esposa y madre de la niña. Y también fue allí, cuando decidieron encontrar un planeta que no estuviera en conflicto y establecerse en él. Fruto de esa búsqueda dieron con Muney, un planeta terraformado con la intención de convertirse en un paraíso dedicado exclusivamente al turismo; playas de arena blanca y agua turquesa en su zona sur y en la norte, montañas nevadas con estaciones de esquí y bosques de inimaginable belleza. En el espacio, cerca de Muney, había una nave que hacía las veces de centro de atención al turista. Allí llegaban de todas las partes de la galaxia para pasar unos años de vacaciones. Desde esa nave salían despojados de todo elemento que les relacionara con el presente; las células de inteligencia se quedaban arriba, en la nave, a buen recaudo y, por supuesto, cualquier arma. En Muley, una vez entrabas en su atmósfera, descubrías que no eras un simple turista, eras parte del planeta. Dejabas atrás tu vida hasta entonces para convertirte en un habitante más de Muney, un lugar donde la tecnología no existía, donde estabas años atrás en la evolución humana y donde el contacto con el exterior era imposible, porque ni las naves tenían permiso para sobrevolarlo. Estabas en un planeta detenido en el tiempo siendo otra persona.
Cuando entrabas en su atmósfera, los componentes químicos de esta, hacían que la transformación fuera total y tu aspecto humano cambiaba a otro completamente distinto. Tu estructura mental, tu forma de pensar, tus preocupaciones, tus prioridades, todo en Muney era diferente, por eso era tan caro pasar unas vacaciones allí. Porque cuando ibas de vacaciones a Muney no solo estabas de vacaciones de tus responsabilidades diarias, también y sobre todo, estabas de vacaciones de ti mismo.
Así, la niña y sus hermanos, que habían nacido allí, no sabían cuál era el aspecto real de sus padres, ni de ellos mismos. Pero tampoco sabían quiénes eran antes, solo les conocían en Muney y para ellos esa era la realidad.
Coznex no tenían el suficiente dinero como para poder pagarse unas vacaciones de sí mismo durante años, pero no contaba con Sanay y su capacidad de ahorro durante años. Ella, hija del primer gobernador de la Clarence Vön I, contaba con una sustanciosa cuenta corriente que no dudó en compartir con Coznex cuando este le propuso partir hacia Muney y vivir realmente una nueva vida.
Desde el día de su decisión hasta la llegada a la nave del centro de atención a turistas pasaron 15 años. En esos años la pareja fue feliz haciendo planes sobre cómo sería su vida en Muney y cuál sería su aspecto, una vez entrasen en contacto con su atmósfera. Una de las cosas que menos le gustaba a Sanay era precisamente el hecho de no ser ella al 100% cuando llegasen al planeta, pero Coznex  le intentaba quitar ese miedo charlando con otras personas que ya habían estado de vacaciones en el planeta. Todos coincidían en que, si bien era verdad que en lo físico te convertías enotra persona, en lo mental seguías siendo tú, por supuesto, pero que algunas de las cosas que considerabas importantes, antes de entrar en su atmósfera, una vez allí dejaban de serlo. Seguías recordando a tu familia, pero no tenías necesidad de verles, seguías teniendo recuerdos, pero todos eran agradables y, lo mejor para la mayoría, el hecho de que descubrías que muchas opiniones con las que anteriormente estabas totalmente en contra, ahora las entendías, las compartías e incluso las llegabas a adoptar como propias.
La nave del centro de atención a turistas era enorme, estaba suspendida sobre el planeta como vigilándolo constantemente.  Cuando Coznex y Sanay llegaron se sorprendieron al ver la cantidad de personas que entraban y salían del portal de acceso al planeta. Los que entraban, como ellos, con gesto esperanzado y algo temeroso. Los que salían se abrazaban sonriendo, emocionados, al verse de nuevo con el que partieron años atrás. Algunos lloraban solos al reencontrarse con ellos mismos. Su forma de pensar, sus opiniones, sus manías, gestos, sensaciones…
La pareja entro en el portal y antes de cruzarlo, como hacían casi todos, se miraron una última vez antes de cambiar de aspecto y, al hacerlo, se besaron apasionadamente. Así cruzaron el portal.
Al otro lado, ya en la atmósfera de Muney y con los ojos aún cerrados, ambos fueron abriendo lentamente sus párpados y descubrieron que estaban besando a un desconocido, pero le amaban.
Coznex le preguntó a Sanay que cómo se encontraba y al escuchar su nueva voz no pudo evitar sonreír. Ella sonrió y le confesó que estaba algo asustada pero bien. Se dirigieron a una cabaña situada frente a una playa paradisiaca, entraron en ella y empezaron a vivir una nueva vida.
Años más tarde se escuchó el llanto de un recién nacido en el interior de la cabaña… Zax. A él le siguieron, años más tarde, otros tres varones; Coznex, Yulx y Gunex. Y cuando ya no esperaban que nadie más llegara apareció la niña.
Durante años Coznex, Sanay y sus cinco hijos fueron felices. Pescaban por la mañana, jugaban por la tarde, se contaban historias por la noche y soñaban con salir de aquella playa algún día. Aunque eso era imposible porque la niña y sus hermanos no sabían que no eran habitantes de ese planeta, simplemente eran turistas.
Aquella mañana cuando la familia terminó de comer la niña, como siempre, volvió a salir a la playa, a sentarse frente al mar, a soñar que salía de allí. Esos pensamientos recurrentes llenaban su mente cuando, a lo lejos, en el punto exacto en el que se junta el horizonte y el mar se hace uno con el cielo, una mancha gris fue tomando forma hasta convertirse en algo que la niña no había visto nunca, de hecho, no sabía ni que fuera posible que existiera una nave espacial.
La pequeña empezó a gritar, pero no fue capaz de moverse del sitio. Miraba fijamente el objeto mágico ante sus ojos. Sus padres y hermanos salieron de la cabaña y se encontraron con lo imposible, aunque sus padres sabían qué era.
La nave descendió frente a la niña, a escasos metros de ella. Quedó suspendida sobre el agua, flotando a milímetros del mar. Una compuerta se abrió y una rampa se desplegó cayendo a los pies de la niña. Coznex se acercó a la pequeña y la agarró como arrebatándosela a aquel enorme dragón metálico, digno de los cuentos que sus padres le leían antes de ir a dormir. Sus hermanos y su madre se colocaron frente a su padre y ella.
Por la puerta que daba acceso a la rampa se adivinó una silueta, era de una mujer, parecía joven. Vestía una ropa completamente desconocida para los hijos de la pareja, que no para ellos. Las preguntas de los hijos se repetían una tras otra: “¿Qué es eso? ¿Quién es?” El temor en sus ojos y gestos era evidente. La visitante bajó de la nave, se acercó a la familia.
– Las vacaciones han terminado. – Dijo sonriendo.
Ante las dudas expresadas por los hijos de la pareja y la falta de respuesta de ésta, su sonrisa inicial se tornó sorpresa al darse cuenta de algo que verbalizó rápidamente: “¿No les habéis contado la verdad?” La pregunta de la visitante dio paso a otras de los hijos, mientras la niña miraba sorprendida a esa bella mujer que les pedía que entrasen en la nave.
En el trayecto, la visitante explicó brevemente a la familia quiénes eran, qué estaba pasando y cuál era el motivo de aquello. Los hijos no lo entendieron, algunos lloraron, otros se ilusionaron al pensar que no todo acababa en aquella isla, pero todos, excepto la niña, temieron no gustarse al descubrir quiénes eran realmente.
El transporte había ido a por ellos al exceder con mucho su tiempo delimitado de vacaciones en el planeta. Ese era el único motivo por el que una nave podía entrar en la atmósfera y, por supuesto, con el debido camuflaje para que sólo las personas que debían ser requeridas a la nave pudieran verlo, para evitar así estropear la experiencia al resto de turistas.
La nave salió de la atmósfera de Muney y tras unos segundos Coznex miró a Sanay de nuevo, después de muchos años. Ambos se besaron de nuevo, como hicieron la primera vez que cruzaron el portal. Miraron a sus hijos y descubrieron a cinco desconocidos de unas edades similares a los que eran sus descendientes en Muney. Ellos se miraron entre sí y a ellos mismos con la misma sorpresa en sus rostros. Tras unos segundos, todos se abrazaron unos a otros. La niña lloraba porque mientras la besaban, abrazaban y sonreían, ella…no conocía a nadie.
AHORA
Mis padres decidieron echar raíces en la Clarence Vön I, donde mi abuelo fue gobernador años atrás y mis hermanos emprendieron distintos caminos. Les perdí la pista antes de lo de Ribarb. El resto ya lo sabes.
Así terminó Cadena su historia y creo que se dio cuenta de que yo tenía la boca abierta ante tal relato.
– Es brutal, no diré yo que no, pero… ¿qué hacemos en Muney y por qué no hemos cambiado de aspecto?
– Muney ya no es un planeta turístico, hace años que no lo es y, además, no creo que nos busquen en un planeta como este.
– ¿Por qué?
– Ahora solo hay contrabandistas.
– Creo que deberíamos plantearnos otro sitio donde vivir.
– Sí, tal vez, pero de momento vamos a esa cabaña.
Cadena me llevó hasta una cabaña muy similar a la que se crió, a pie de playa. El interior estaba completamente destrozado, el techo estaba agujereado, pero no había de qué preocuparse, como me enteré más tarde, en Muney llovía tres veces al año.
Cadena se quitó la ropa y quedó desnuda frente a mí. Lo hizo tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar.
– Quiero agradecerte lo que hiciste por mí en la nave-mundo.
– No, no creo que, bueno, yo…
– No, de verdad, quiero agradecértelo.
Cadena se acercó más, tanto que sus pezones casi rozaban mi camisa. Yo estaba nervioso, era la segunda imagen más bella que había visto nunca…la primera fue ella bajo el sol.
– Me siento en deuda contigo, Jan.
Cadena intentó besarme y me descubrí apartándome. ¡Apartándome! ¡Qué dirían mis amigos de la Universidad V.I.D.A. 6! Habríamos matado por tener a alguien así desnudo frente a nosotros y ahora, cuando lo tengo, me aparto. Lo que dije a continuación me salió más del corazón que de mi otro órgano, que en ese momento también estaba bombeando gran cantidad de sangre.
– No, Cadena. Sé que me lo quieres agradecer, pero habrá otras formas, no sé, hazme una tarta. –Ella sonrió, porque soy imbécil seguramente y yo seguí desarrollando mi imbecilidad. – No es que no me apetezca, claro, pero, bueno, quiero decir… ¡Eres preciosa! Pero no creo que tengas que pagarme por nada y menos de esta manera, si hubieses sido un hombre te habría ayudado igual y no creo que él me hubiese querido pagar así. Has vivido en un planeta de vacaciones con una familia que tenía otro aspecto, has sido víctima de un secuestro, violaciones y abusos durante 20 años y no es justo que me aproveche de ti aceptando algo que no puede ser entregado como un regalo. Llámame antiguo pero no quiero que acostarme contigo sea el pago a ninguna deuda, porque no creo que tengas ninguna deuda conmigo. Si un día nos acostamos será porque tú quieras hacerlo y yo también, claro. Pero no porque me debas nada. Si un día lo hacemos será porque me quieres.
Lo dije todo de un tirón, casi sin respirar y cuando acabé en mi mente solo sonaba una palabra: “Imbécil”
Cadena, se volvió a vestir. Se acercó hasta mí y me besó suavemente en los labios.
-Sabes, ya empiezo a quererte un poco.
Nos acostamos y dormimos mirando el cielo estrellado y lleno de naves de contrabandistas de Muney.
EDIFICIO CORPORACIÓN V.I.D.A.
– Claro que todos nuestros dispositivos tienen un localizador. – Dijo la imagen holográfica del director de la empresa de teletransportación.
El presidente de la corporación ordenó terminar la comunicación y se dio la vuelta para charlar con la imagen holográfica del geminiano.
– Bien, ya lo ha escuchado. Realice el seguimiento a ese dispositivo y cuando lo haga, desplácese hasta donde se encuentren los fugitivos.
– Mi precio es solo por uno de ellos. –Replicó serio el geminiano.
– Entonces su precio acaba de duplicarse. Mate a la muchacha, no la necesito. A él tráigalo con vida ante mi presencia.
La imagen del geminiano desapareció y el presidente se acercó a la ventana de la planta más alta del edificio flotante de la corporación. Desde allí se podía ver mi casa, estoy seguro, bueno, lo sé porque lo comprobé más tarde, pero no quiero hacerte spoilers.
Bastante tienes con saber que dentro de poco Cadena estará muerta.
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jose-a-perez · 4 years ago
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*"La niña que oraba por Lucifer"*
Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo vivía una niña inocente y sin malicia alguna. Quién comenzó a ser observada por sus padres con sorpresa y creciente preocupación. Pues se encontraban pasmados por sus oraciones nocturnas.
Llamaron al sacerdote del pueblo, quien pensó que los padres exageraban. Lo invitaron a cenar, con la intención de que la observase. Se encontró con una niña dulce de aspecto angelical, quién cuando terminó de cenar se despidió de sus padres y del sacerdote dirigiéndose a su habitación. En ese momento los padres le pidieron al sacerdote que los acompañara. Y bien ya detrás de la puerta, fue cuando se empezó a escuchar:
“Y cuida a mi mami, a mi papi, a mis hermanos, ah, y por favor cuida mucho de Lucifer, nadie pide por él, yo lo hago en nombre de todos”
El padre estaba horrorizado, sin embargo la conducta de la pequeña era intachable, por lo que el sacerdote solo ordenó que la vigilaran. El tiempo pasó y lamentablemente las condiciones en las que vivían no eran de las mejores, solían caer en hambrunas y padecer enfermedades, pero eso no era motivo para que la pequeña dejara de rezar:
“Y cuida a mi mami, a mi papi, a mis hermanos, y por favor cuida mucho de Lucifer, nadie pide por él, yo lo hago en nombre de todos”
Y así lo decía cada noche.
Un día sus padres salieron en busca de alimentos para ella y sus hermanos. Durante su ausencia la pequeña sufrió un accidente y murió. La familia era muy humilde, por lo que no podían darle una digna sepultura y lloraban su miseria. De pronto, de la nada apareció en su casa el más majestuoso y jamás antes visto cortejo fúnebre; rosas, coronas, una elegante carroza jalada por seis corceles negros, y al frente del cortejo, un hermoso joven de piel blanca como la nieve, pelirrojo, vistiendo un traje de gala negro, tanta belleza impactaba, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos, rojos como la sangre, como carbón encendido, pero hermosos y cautivadores, bañados en lágrimas que ocultaban la verdadera fiereza de su dueño.
Inició la misa de cuerpo presente, la iglesia estaba a tope y el joven en primera fila seguía llorando, sin mirar a nadie, solo a la caja blanca de fino alabastro que contenía aquel angelical cuerpo.
Los padres de la niña no se animaban a agradecer o cuestionar a su distinguido benefactor, quien cabizbajo seguía en su solemne y silencioso luto. Con un solloso que desgarraba el alma del más valiente.
Finalmente, el cortejo partió hacia el cementerio, donde los padres, hermanos y familiares de la niña pudieron contemplar el sepulcro más majestuoso, digno de reyes. Al ingresar el féretro al nido de descanso eterno, el joven estalló en un llanto tan desgarrador que conmovió a todos los presentes y motivo el llanto de más de uno, los padres no sabían que hacer.
¿Cómo aquel desconocido podía haber amado tanto a la niña y haber sentido tanto su muerte?
Y como si hubiera leído sus mentes, volvió hacia ellos su fiera pero enternecedora mirada y con pena, pesar y melancolía dijo: “Por miles de años el mundo ha buscado la manera de tacharme de lo peor, desde tentador, ladrón, traidor, enemigo, hasta lo más ofensivo y blasfemo, pero ella, ella con su dulzura, su inocencia, su amor infinito, todas las noches sin falta y a pesar de que era castigada por hacerlo, nunca dejo de orar y pedir por mí, ni una sola noche”.
Los padres le preguntaron su nombre. El joven alejándose en su camino dio la vuelta diciendoles, debían recordar el final de las oraciones de su hija: Bendice a Lucifer, porque nadie pide por él, yo lo hago en nombre de todos.
Dicho esto, el joven desapareció.
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ministerioumcd · 4 years ago
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30 – Un toque de Su poder
Marcos 5:21-43
“Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él
estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se
postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella
para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una
mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos,
y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús,
vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré
salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién
me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y
temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la
verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote. Mientras él aún
hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas
más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas,
cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino
a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y
entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró
donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te
digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.
Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.”
1. Detrás de cada sanidad había un rayo de esperanza, la fe de una posibilidad (Mr. 5:23, 28).
2. La mujer con flujo había gastado “todo lo que tenía” a su alcance aquí en la tierra (Mr. 5:26),
mientras que la hija de Jairo ya estaba perdiendo la batalla, estaba “agonizando” (Mr. 5:23).
3. La mujer con el flujo tuvo temor pedirle al Señor que la sanara, por eso sólo buscaba tocar Su
manto (Mr. 5:27-28, 33), mientras que Jairo si tuvo el valor de pedirle un favor al Señor (Mr.
5:22-23).
4. En ambos casos el poder de Dios se manifestó para la sanidad, la mujer padeció una enfermedad
por años, mientras que la niña volvió a vivir.
Cuando todo parece estar perdido aquí en la tierra, podemos recordar que aún tenemos el recurso más
grande a nuestro alcance, el poder de Dios para obrar.
Todos podemos venir con confianza ante Dios para pedir que nos brinde esa sanidad física que tanto
deseamos, pero, sobre todo, todos podemos venir confiados también a pedir que nos sane
espiritualmente de todo mal que nos afecte, no importa cuán grave este mal sea.
“Cuando todo recurso terrenal se agote, aún tenemos el poder de Dios para ayudarnos.” – Ministerio
UMCD –
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#UnMomentoConDios
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redheadlecram-blog · 7 years ago
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     ❝ —It seems unnatural being born together and then dying apart.❞
Se suponía que con la Segunda Guerra Mágica ganada todo volvería a la normalidad, que todo saldría bien y que volveríamos a tener vidas normales. Pero no fue así.
Todas las guerras son iguales, da igual en qué bando estés, no importa, todos perdemos. Y nosotros no fuimos la excepción. Nos arrebataron nuestra juventud e inocencia, dejamos de ser niños para convertirnos en adultos porque la situación lo requería. De la noche a la mañana tuvimos que empezar a entrenar, como en un ejército. Por culpa de la Guerra, y de los años que tardó en llegar, conservamos todos aún cicatrices, y muchas son de las que no se ven. Pero esto es lo de menos, joder… La puta guerra se llevó a mucha gente. Como todas las malditas guerras, esta no se quedó atrás y nos arrebató a conocidos, amigos e incluso familiares.
El dos de mayo de de 1998 Fred Weasley fue asesinado. La familia Weasley perdió un integrante y, sin Fred Weasley, todo se volvió más oscuro. Con la Guerra terminada no tuvimos que preocuparnos de Voldemort ni de Bellatrix ni de los mortífagos, se suponía que el Ministerio lo tenía controlado después de la mortífera y desbastadora batalla en Hogwarts. Y de ser así, si los mortífagos hubieran sido aún una preocupación, dudo que nos la tomáramos en serio y es que había otras cosas en las que pensar. La familia era lo más importante en aquel momento y, por culpa de la pérdida de Fred, estábamos todos, absolutamente todos, destrozados. Fue un golpe duro, durísimo. La familia lo era todo, y lo es, y sin Fred… Faltaba una pieza en el complicado engranaje de la familia Weasley y es por esto que el reloj dejó de funcionar.
 Simplemente paró, se quedó atascado y así sigue a día de hoy.
 Aun así tuvimos que seguir adelante, no teníamos otra opción. No podíamos quedarnos en frente de la tumba de Fred y llorar día y noche, se suponía que teníamos que superarlo, sonreír y hacer como que ya era cosa del pasado. Pero no os quiero engañar. No cuesta nada decir que todo está bien, no cuesta nada esconder la mierda y mostrar una bonita fachada. Y esto es lo que hicimos, decir que estábamos bien, sonreír a las cámaras que nos perseguían por el Callejón Diagón y, cuando llegábamos a casa, llorar, abrazarnos y recordar viejos tiempos. ¿Acaso esto es seguir adelante? ¿Realmente importa si lo es o no? Si no lo es, me da igual, y si realmente lo es… Pues qué mierda.
Para nosotros Fred no había muerto, se había ido a…  algún sitio lejano. Molly seguía tejiendo un jersey para él cada Navidad. Arthur, devastado, se quedaba todas las noches hasta tarde, hablando solo con una foto de Fred entre los dedos, llorando. Fred seguía con nosotros, joder. No había muerto. Hacía años que nos había dejado pero seguía teniendo un sitio en las comidas familiares, al lado de George. George… joder. Él fue el que más destrozado quedó. Envejeció veinte años de golpe y apenas salía de casa. Con el paso de los años se recuperó, sus hijos le devolvieron la luz en los ojos, aquella malicia que tenía siempre que iba con Fred, pero le faltaba algo, alguien.
 Fred.
 ¿Quién se lo había llevado? Un dos de Mayo decidió irse y no volvió nunca más. Allí estábamos todos cada vez que organizábamos una cena familiar, esperando en la mesa, sentados y con la comida enfriándose. Todos con un trozo de pollo, patatas y pan, todo frío; con la ensalada en el medio. Fred tenía también una ración y un sitio, como todos. Los niños también, en una mesa aparte, sólo faltaba Fred que ya no quería ser partícipe de las cenas familiares.
La escena se repetía cada vez que la familia se reunía al completo. Eventualmente alguien decía algo, solía ser un “Fred no vendrá, qué os parece si empezamos”, luego George empezaba a llorar y nos dejaba. Angelina iba con él y los otros nos quedábamos en la mesa, sin ganas de comer y los ojos llenos de lágrimas.
 Fred no quería visitarnos así que éramos nosotros los que, cada dos de Mayo, le hacíamos una visita. Nos encontrábamos por la mañana en La Madriguera, todos. Cada año George estaba más desgastado y triste, había empezado a perder el color pelirrojo de los Weasley mucho antes que Arthur. Angelina lo acompañaba siempre, con los ojos llenos de lágrimas, añorando a Fred casi tanto como lo hacía George. Una vez llegado el mediodía nos dirigíamos a la pequeña colina que había cerca de casa donde estaba Fred Weasley. Era una tumba humilde de piedra calcárea donde se podía leer “Aquí yace Fred Weasley, 1978-1998”, nada más. ¿Qué se suponía que teníamos que poner?
Las palabras no salieron cuando lo enterramos ni salieron durante las fieles visitas anuales. Simplemente nos reuníamos todos delante de aquella estúpida piedra que nos hacía llorar a todos y nos abrazábamos. La escena duraba unos largos minutos. Los niños eran los primeros en irse y, al final, sólo quedaban ocho cabezas pelirrojas, abrazándose y sollozando. Todos deseando haber muerto por Fred, preguntándose por qué no eran ellos los que estaban enterrados bajo tierra. Finalmente el grupo abandonaba la piedra, aun cogidos de las manos y volvía a la Madriguera.
Y esta era la maldición de la familia Weasley. Habíamos ganado la guerra pero estábamos ahogados en dolor y pena para siempre. Siempre la misma historia, las mismas lágrimas y la ausencia de Fred que marcaba los días y las noches de todos. Años tras año la misma visita, sumidos en un círculo vicioso de pena y tristeza que se vio ligeramente interrumpido el dos de mayo del 2018.
Como todos los años nos reunimos en La Madriguera. Nosotros fuimos de los primeros en llegar, este año Rose no nos acompañaba pero nos había enviado una carta para George. Al llegar no pude hacer otra cosa que abrazar a mi madre y llorar como un niño pequeño hasta que poco más tarde se presentó Angelina con Roxanne. Ambas lloraban en silencio, cogidas de la mano.
—¿Y George?
—No vendrá. Hoy hace 20 años… No puede, no ha salido de la cama.
 Angelina me abrazó. Aquello no me lo esperaba y es por esto que los primeros segundos no reaccioné, pero finalmente le devolví el abrazo. —Nos ha gritado… Y nos ha dicho cosas… algo feas.
Roxanne asintió y se limpió la cara llena de lágrimas. ¿Estaba sorprendido? Sí y no. Me esperaba que aquel día fuera complicado pero que llegara a ese punto, no. El año pasado George ya nos había reprochado que pasábamos menos tiempo recordando a Fred y más celebrando el aniversario de “la estúpida cría esa Victoire”. Aquello fue demasiado. Fleur se fue aquella noche con Victoire y Bill se quedó por compromiso. Aquella mañana, los Weasley-Delacour no aparecieron. Sí lo hizo Ginny y Harry y más tarde Percy, pero esto fue todo.
 —Roxanne, querida… Espero que sepas que George no decía en serio todo lo que os ha dicho. Ya sabes cómo se pone cuando llega el día, es muy duro para él, espero que lo entiendas.
—Lo sé, tío Ronald, pero… Nosotras sólo queremos ayudarle y él no nos deja.
—Te entiendo. Pero, si George quiere nuestra ayuda, nos la pedirá.
 Seguí hablando con Roxanne toda la mañana. El tema cambió y empezamos a hablar de sus gustos, de lo emocionada que estaba por Hogwarts, que estaba a la vuelta de la esquina, y de lo mucho que le gustaba la tienda de bromas de su padre. Roxanne era como su padre… Y como Fred. Tenía una alegría en los ojos que estaba (y estoy) convencido que ayudó mucho a George a tirar adelante.
Después de cenar fuimos todos a fuera. Era una tarde soleada, había pocas nubes en el cielo y este era de un color azul claro que invitaba a quedarse a hacer actividades al aire libre. Era un día aparentemente alegre, pero para nosotros era todo lo contrario. Era un día melancólico, triste y sombrío a pesar del sol. Empezamos a andar hacia la colina, con la cabeza agachada, vestidos de negro. Yo iba con Hermione cogida de mi brazo, con una mueca en el rostro aguantándome las lágrimas que amenazaban a salir sin parar de mis ojos. Ella llevaba una mueca en el rostro, triste e incómoda como todos los años. Hugo, cogido de mi mano, andaba al lado de Roxanne, con un brazo en su espalda… Dándole la fuerza que le faltaba. Una vez delante de la tumba mis padres se derrumbaron. Empezaron a llorar, Molly gritó y Arthur la abrazó. Todos sabíamos que hacía veinte años de la muerte de Fred. Veinte putos años desde que, supuestamente, había terminado la guerra. 
¿Pero realmente había terminado la guerra? Todo el Mundo Mágico seguía afectado, todos estábamos recuperándonos aún, veinte años después… Los únicos que parecían impasibles e indiferentes eran los muertos, ellos eran los únicos que habían visto el final de la guerra: la muerte.
 Todo pasó muy rápido. Alguien dijo algo y la gente empezó a desaparecer. Al final solamente quedábamos Roxanne y yo. Allí estábamos, yo, en el suelo, con el rostro rojo y húmedo, las manos sucias de tierra y con una mano de Roxanne en mi hombro. Por su pequeña edad comprendía lo que estaba pasando, a diferencia de mí.
¿Qué me estaba pasando?
Cuando por fin alcé la vista era de noche. Tenía mi varita entre los dedos y sin saber muy bien porque murmuré unas palabras y, de la nada, aparecieron unas flores blancas.
Era la primera vez que había flores en la tumba de Fred Weasley desde que las puso Molly el día que lo enterraron.
 —Fred… Lo siento, no tendrías que haber sido tú.
Volví a esconder el rostro entre mis manos cuando una mano desconocida me tocó el pelo.
—Ron…
Era George. Se sentó a mi lado y, justo en ese instante empezó a llover, pero no nos inmutamos.
—Ge-George… 
Y en ese instante nos fundimos en un abrazo en medio de la lluvia. Nuestras lágrimas se fundieron con el agua que caía del cielo, teníamos tanto frío que titiritábamos, no obstante, el abrazo fue eterno. Dejamos atrás todas las jugarretas del pasado y lloramos en silencio. A día de hoy sigo sin entender lo que me pasó aquel día, no comprendo porque después de veinte años lloré la muerte de mi hermano a pleno pulmón. Las otras diecinueve veces habían sido discretas, humildes. Unas pocas l��grimas… Supongo que necesité veinte años para hacerme a la idea de que Fred Weasley había muerto y que no se había ido.
 Estaba muerto.
 Nos había dejado para siempre.
 Sin embargo, sentía (y sigo sintiendo) que Fred no se había ido. Creo firmemente que Fred sigue con nosotros, en nuestro corazón. En nuestros recuerdos.
Regalo de amigo invisible para Marta.
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yobyblog · 7 years ago
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Eran amigas, las mejores se podría decir, pero me leíste bien? ERAN... Un día como cualquier otro, sus caminos se tornaron diferentes, ya no eran las mismas, para bien o para mal todo había cambiado, ya no se escribían, ni se veían como antes, llego un punto que un saludo podría ser incomodo, ¿Se pelearon? ¿hubo alguna discusión? ¿algún inconveniente?, la respuesta siempre fue "no", nada pasó, aunque prometieron ser "amigas para siempre", no pudo ser así, fue la vida que decidió separarlas, ¿Pero por qué? ¿o para qué?...  El tiempo, meses o años que estuvieron juntas, se puede decir, que siempre estuvo una para la otra, nunca ninguna falló, solían contarse absolutamente todo, era obvio ¿a quién no le gusta sentirse en confianza con alguna persona?, más que amigas, eran hermanas, lloraban, reían, salían, bailaban, se hacían feliz una la otra, lo mejor de todo, es que solo eran ellas dos, sin ningún chico, o alguna otra persona de por medio, ambas eran muy diferente en todos sus aspectos, ¿Pero, y eso que importa?, no afectaba en nada su amistad, se sabían sobrellevar una a la otra, Era una amistad muy sincera, y probablemente la más pura que iba a encontrar en estos tiempos... Mantenían secretos ocultos, miles de lagrimas se habían limpiados, estaban más juntas en sus momentos malos, ¿Excelente, verdad? ¿a quién no le gustaba sentirse acompañado en sus momentos de soledad?, eso era todo lo que necesitaba, a su amiga, luego de años, las cosas fueron cambiando, fueron creciendo, conociendo nuevas personas, aunque eso no afectaba en nada, o quizás sí afectaba, pero nunca se dieron cuenta, o quizás sí, si se dieron cuenta, pero era demasiado tarde. De un momento a otro ya había cambiado absolutamente todo, ya ninguna era la misma, pero nunca se tuvo el valor de decirlo o por lo menos preguntar "por qué", quizás ambas pensaron "es algo de momento, ya pasará", triste y lamentable esta vez, no fue así, era un adiós permanente, no había vuelta atrás, lo hecho, hecho estaba, y nunca hubo otro culpable más que ellas dos, no fue culpa de un tercero o un cuarto personaje, sino de ellas, de su falta de comunicación, aunque tenían más personas a su alrededor, nunca iba a ser lo mismo que con su amiga, empezaron sus días de soledad, ya no había quién estuviera con ella cuando estaba mal, ya no habría quien le diera consejos, o la escuchara por horaaas hablando del mismo chico, ya no había quien le sacara cada lagrima, o simplemente ya no habría alguien que le importaba como y donde estaba, había quedado sola, había perdido a su amiga, a su hermana, y créanme, esto había dolido más que la perdida de algún amor, esto era más importante, se suponía que iban a pasar el resto de su vida juntas, se habían dejado conocer una la otra de pies a cabeza, no había parte de su vida que no sabia, es más, podrías hacer alguna pregunta y te respondería como si fuese la otra, se conocían como las palmas de sus manos, desde entonces, ya no confiaba en nadie más, conocía miles de personas, pero jamás ninguna otra como aquella amiga que había perdido, de vez en cuando se sentía sola, y ahogándose, ¿Pero y que? Esa persona que la escuchaba y la hacía sentirse mejor, ya no estaba, le quedaba tragarse todo lo que sentía y mostrarse al mundo como si nada hubiese pasado, su amiga había quedado plasmada en ella, en su corazón y su vida, sabía que jamas iba a encontrar otra como ella, por lo tanto, mas nunca considero a otra persona como su "amiga/o", para serles sincera, era una amistad de admirar, nunca perdieron comunicación, pero como se los conté anteriormente, nunca volvió a ser lo mismo, las dos por lados diferentes, pero había quedado algo en las dos, que siempre las iba a volver a unir, fin.
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