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#vista superior frontal y lateral
andresugalde24 · 1 year
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Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista superior, frontal y lateral. Esta actividad consiste en dibujar un objeto 3D mostrando sus vistas, superior, frontal y lateral. Este tipo de actividad es sumamente importante para poder ver las diferentes caras que puede tener un objeto en 3D a como lo podemos evidenciar en la imagen.
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@veritasedcv - Arquitectura
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milla-gonzalez · 4 months
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SEMANA 7
Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista superior, frontal y lateral.
Entender proyecciones y vistas ortogonales es fundamental en arquitectura porque permite comunicar diseños de manera precisa y comprensible. Estas representaciones facilitan la interpretación de planos y la visualización de espacios en tres dimensiones, siendo esencial para el proceso de diseño y construcción.
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REFERENCIA
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SKETCHBOOK ENTRY
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bobalicon2-blog · 8 months
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Generalidades
Anatomía: “anatome”, disección, cortar a través. Es la ciencia que estudia la estructura morfológica de los organismos.
Términos de relación y comparación
Anterior: adelante.
Posterior: detrás.
Superior: por arriba.
Inferior: por debajo.
Craneal: más próximo al extremo superior del tronco.
Caudal: más próximo al extremo inferior del tronco.
Medial: hacia el eje longitudinal.
Lateral: alejado del eje longitudinal.
Proximal: más cerca del punto de origen.
Distal: más lejos del punto de origen.
Superficial: más cerca de la superficie.
Profundo: más lejos de la superficie.
Externo: más alejado del centro de un órgano.
Interno: cercano al centro de un órgano.
Axial: ubicado en un eje (axis).
Posición anatómica
La posición anatómica se define como: el cuerpo humano de pie, con la vista al frente, los miembros superiores a lo largo del tronco, las palmas de las manos hacia adelante, y los miembros inferiores juntos, con los pies hacia adelante.
Planos y ejes corporales
Plano sagital:
Plano vertical.
Orientado en sentido anteroposterior.
Divide al cuerpo en derecha e izquierda.
Contiene el eje transversal.
Se observan movimientos de flexo-extensión.
Plano frontal:
Plano vertical.
Divide al cuerpo en anterior y posterior.
Contiene el eje anteroposterior.
Se observan movimientos de abducción y aducción.
Plano transversal:
Plano horizontal.
Divide al cuerpo en superior e inferior.
Contiene el eje vertical (pasa por el centro de gravedad).
Se observan movimientos de rotación.
Movimientos
Flexión: disminución del ángulo formado entre partes del cuerpo.
Extensión: aumento del ángulo formado entre partes del cuerpo.
Abducción: se separa del plano medio del cuerpo.
Aducción: se acerca al plano medio del cuerpo.
Rotación: movimiento de un segmento alrededor de su eje. Puede ser externa o interna.
Pronación: rotación del radio medialmente, de manera que la palma queda hacia atrás.
Supinación: rotación del radio lateralmente, que coloca la palma hacia adelante.
Circunducción: sucesión de movimientos precedentes. Puede ser hacia adelante o hacia atrás.
Oposición: movimiento en donde el dedo gordo se une a cualquier dedo de la mano.
Elevación: movimiento que mueve un segmento hacia arriba.
Descenso: movimiento que mueve un segmento hacia abajo.
Eversión: movimiento que aleja a la planta del pie del plano mediano del cuerpo.
Inversión: movimiento que aproxima la planta del pie al plano mediano del cuerpo.
Antepulsión: movimiento de desplazamiento de un segmento hacia adelante (protracción en el caso del hombro).
Retropulsión: movimiento de desplazamiento de un segmento hacia atrás (retracción en el caso del hombro).
Nutación: movimiento de balanceo. Movimiento hacia adelante del pubis y aumento del diámetro anteroposterior de la abertura inferior de la pelvis.
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wingzemonx · 8 months
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 146. Sólo queda esperar
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Los disparos y el alboroto que se escuchaban a lo lejos cesaron abruptamente, lo que aun así no terminó por tranquilizar a Mabel. Siguió avanzando por el bosque en la misma dirección, pero con paso mucho más precavido, y su mirada fija en todo su alrededor. Cerca de diez minutos más de caminata, al fin logró divisar lo que Verónica le indicó que encontraría: una enorme montaña alzándose a lo lejos, en medio de un claro entre los árboles. Aunque más que montaña, parecía más una formación rocosa vertical y recta, como una torre hecha de roca, tierra, y algo de vegetación, que se alzaba en lo alto como una atalaya que vigilaba todo aquel paramo.
Un pequeño Monte Olimpo.
Mabel se colocó pecho a tierra entre los árboles de una loma, ocultándose bien de la vista de cualquiera que pudiera pasar cerca de ahí. Tomó su rifle, y con la ayuda de la mira de éste comenzó a recorrer la parte baja de la montaña, no tardando demasiado en notar algo fuera del lugar. Había un sendero que se abría paso hacia el lateral de la montaña, al ras del suelo. El sendero terminaba en lo que parecía ser el hueco de una caverna.
Justo donde Verónica le había indicado que lo encontraría.
«Así que esa es mi entrada» pensó mientras observaba aquel agujero por la mirilla. Pero no sería tan fácil como sólo pasar caminando por ella, y eso también se lo había advertido aquella chiquilla. Y tuvo oportunidad de comprobarlo en ese mismo instante, cuando un jeep verde con al menos cinco personas encaramadas en él se dirigió justo a aquel punto.
Mabel se pegó más contra el suelo, y retrocedió un poco para ocultarse más entre la maleza. Por la mirilla de su rifle, vio como el vehículo se detenía frente a la entrada de la cueva, y de ésta salían dos hombres de uniformes azules, fuertemente armados con armas largas mucho más espectaculares que la suya. Uno de ellos se aproximó al vehículo, mientras el otro vigilaba los alrededores. Tras un rato, ambos se hicieron a un lado, y el vehículo siguió adelante, hasta perderse en el interior de la cueva. Los dos soldados los siguieron poco después.
No tenía que echar un vistazo ahí dentro para saber que aquello no era en realidad una cueva. Y, más importante, que se encontraría con más que sólo un par de soldados ahí dentro. Así que si quería en verdad ingresar a lo que se ocultaba ahí debajo, necesitaría un poco de ayuda adicional.
«Y ahora, ¿dónde está la dichosa distracción?» pensó con molestia, su dedo moviéndose inquieto contra el gatillo de su arma, pero sin intención alguna de presionarlo (aún).
Verónica le había dicho que la reconociera en cuanto la viera, pero de momento no había señal alguna de nada que pudiera darle libre acceso como prometió.
«Supongo que sólo queda esperar» concluyó con irritación, soltando justo después un largo suspiro.
Y eso hizo. Se quedó en su sitio, mirando hacia la cueva por la mirilla, y aguardó…
— — — —
La sala de monitoreo y seguridad del Nido se encontraba en el nivel superior de la base. Desde ahí, se llevaban a cabo tareas generales de control y seguridad, como el monitoreo de las cámaras de seguridad principales de todos los niveles, que se mostraban en pantallas colocadas por toda la pared frontal. Igualmente se activaban las alarmas de emergencia ante cualquier eventualidad, se detectaba la presencia de cualquier aeronave que volara en el espacio aéreo de la base, y se le autorizaba (o no) su aterrizaje en la plataforma. También se encontraban conectados directamente con el sistema de audio interno de la base, desde el cual por medio de sus altavoces podían hacerse anuncios generales para que todo el personal lo escuchara, incluso enviándolos a sus respetivos radios comunicadores.
Aquel sitio podría considerarse los ojos y los oídos del Nido, desde donde se vigilaba todo lo que ocurría en él. O, casi todo.
Usualmente había de cinco a diez personas por turno sentadas en los diferentes puestos de la sala, pero esa tarde había sólo dos. El resto o habían bajado a comer, o se preparaban para dejar la base para su permiso de Acción de Gracias. Cerca de la mitad del personal de base se ausentaría durante esos días, por lo que las cosas estarían muy tranquilas por ahí. De hecho, tras la llegada de Charlene McGee y aquel otro prisionero, las cosas ya habían estado bastante calmadas, resaltando únicamente esa intromisión de dos extraños en los terrenos, y si acaso la repentina llegada de la Capt. Cullen. Luego de eso, ya no había nada en los planes de los siguientes días. Sólo sentarse, estar de guardia, y esperar.
—¿Crees que se podamos ver el partido de los Cowboys en alguno de esos monitores? —comentó con voz monótona uno de los dos soldados asignados a la sala, el más joven de ambos, mientras observaba hacia la imágenes de la cámara de seguridad; nada fuera de lo normal en ninguna de ellas, igual que en las últimas horas; y días. Ese sería apenas su primer año asignado al Nido, así que aún se estaba acostumbrando a la manera de trabajar en aquel sitio.
Su compañero, más grande y experimentado, rio divertido.
—Toda comunicación con el exterior es restringida; entrante o saliente. Sin embargo…
Miró a su alrededor, como si temiera que alguien oculto en algún rincón pudiera oírlos. Aproximó más su silla hacia su compañero, y con voz confidente le susurró:
—Hay formas de arreglarlo sin que los jefes lo sepan —seguido después por un discreto guiño de su ojo—. Una vez que el Dir. Sinclair se vaya al fin, y la base se vacíe, las cosas se relajarán. Tú nomás ten paciencia.
—Hablando del director, ¿es usual que se quede tanto tiempo por aquí?
—Sólo cuando ocurre algo importante, supongo; como la aprehensión de esa mujer que trajeron hace una semana. Pero esta estadía me parece ha sido un poco más larga que otras, así que no debe tardar mucho en irse. Su esposa lo hará dormir en el sillón si acaso se le ocurre faltar a la cena de Acción de Gracias.
El soldado complementó su comentario con una sonora risa burlona, misma que inevitablemente su compañero más joven terminó por imitar a su propio modo.
—¿Acaso la esposa del director tiene su carácter? —preguntó curioso.
—No sé, es lo que algunos dicen; que la verdadera jefa es la Sra. Sinclair. A mí no me importaría hacer lo que ella me dijera, ¿sabes? Y es que no la has visto, pero tiene un trasero de…
Antes de que pudiera concluir su comentario, ambos escucharon como la cerradura electrónica de la puerta de la sala pitaba, y ésta se abría poco después. El soldado mayor alejó por mero reflejo su silla de la de su compañero, y carraspeó disimulado, como si intentara deshacerse de cualquier rastro que podría haberle quedado en la garganta de su inoportuno comentario.
—¿Cómo están, muchachos? —masculló de forma cantarina una voz dulce desde la puerta, seguida por el sonido de ésta volviéndose a cerrar—. ¿Se están portando bien?
Ambos hombres se giraron al mismo tiempo hacia la recién llegada, y una sonrisa alegre se dibujó en sus labios al reconocer el rostro redondo y afable de Kat (Kathy para los más allegados), la amable mujer de cincuenta años que trabajaba como secretaria del Capt. McCarthy. Aunque casi de inmediato la atención de ambos se centró en aquello que la mujer de cabellos rojizos canosos cargaba en sus manos: una charola de plástico de la cafería, con tres tazas humeantes sobre ella.
—Hoy amaneció más frío, ¿no les parece? —comentó Kat con cierto humor, aproximándose hacia ellos con la charola—. Mis huesos me dicen que dentro de poco comenzará a nevar; quizás esta misma noche, con un poco de suerte. Pero mientras tanto, les traje un poco de chocolate caliente.
—Muchas gracias, Kathy —pronunció el soldado mayor, esbozando una jovial sonrisa. Extendió sus manos hacia la charola, tomando una de las tazas entre ellas—. Qué bendición tenerte por aquí.
—Gracias, señora —secundó el soldado más joven, tomando la otra taza.
—Kathy, por favor —rio la secretaria con tono bromista, al tiempo que se permitía sentarse en otra silla con la tercera taza que había traído consigo—. Nadie me ha dicho “señora” desde que dejé de ser instructora de vuelo. Bueno, salvo mis yernos, pero a ellos se los permito.
—¿Fue piloto? —comentó curioso el soldado joven, al tiempo que daba un sorbo de su taza.
—Ahí donde la ves, Kathy participó en la Tormenta del Desierto —añadió el otro solado, con tanto orgullo como si hablara de sí mismo—. Una de las primeras mujeres en su campo.
—Eso fue hace ya bastantes presidentes —comentó Kat con tono risueño. Sujetó su taza entre las manos cerca de su rostro, soplando su contenido antes de atreverse a darle un primer sorbo—. Qué tranquilo está por aquí —señaló mirando hacia la sala casi vacía—. ¿Ya todos se fueron a sus casas?
—Aún no —negó el soldado más joven—. Los transportes llegarán hasta después de las cuatro.
—¿Tú pasarás la fiesta aquí con nosotros, Kathy? —preguntó el soldado mayor con curiosidad.
—Oh, por supuesto —respondió ella con tono animado—. ¿No sabes que esta base sería un desastre si me ausentara aunque fuera un día?
Ambos rieron con fuerza, como si aquello se tratara de alguna broma interna entre ellos. El soldado joven no lo entendió del todo, pero igualmente rio para acompañarlos.
—Este chocolate está muy bueno —comentó el soldado mayor, alzando su taza en el aire—. Pero creo que me gustaría con algo un poco más fuerte, ¿sabes?
—Voy un paso delante de ti, mi amigo —señaló Kathy con tono de complicidad, justo antes de introducir una mano en el interior de su chaqueta, y extraer de su bolsillo interno una pequeña licorera plateada—. De la botella que el jefe guarda en su escritorio. Sírvanse, yo invito.
Los dos soldados no dudaron en aceptar su ofrecimiento, y cada uno vertió un poco del licor opaco en su respectiva taza. Poco a poco los tres comenzaron a relajarse, y el ambiente se fue aflojando entre charla y charla.
— — — —
Tras haber prácticamente huido de aquella sala de investigación, dejando atrás a Gorrión Blanco y al Sgto. Schur, Lisa se dirigió hacia la cafetería para beber algo. Lo que quería era tranquilizarse, por lo que un café quizás no sería la mejor opción, y por eso optó por un té de manzanilla. Al principio no sintió que le hiciera mucho efecto, pero poco a poco pudo percibir que sus manos, y de paso el resto de su cuerpo, dejaban de temblar.
Aun estando ahí sentada, seguía sintiéndose abrumada por la sensación de esa energía invisible aprisionándola, apretándola como un doloroso abrazo del que no podía librarse. Y no necesitaba imaginarse lo que aquella chica pudiera ser capaz de hacerle teniéndola así, inmovilizada y totalmente a su merced; ella misma lo había presenciado de primera mano en aquel quirófano, como azotaba a todas aquellas personas contra las paredes, el techo y el piso como si no fueran nada.
Nada le impedía hacerle lo mismo… o incluso algo peor que superara lo que ya había visto.
Para cuando logró salir del estupor de aquellos pensamientos, se sorprendió con la sensación de sus mejillas húmedas. Había empezado a llorar sin que se diera cuenta.
Rápidamente alzó las manos hacia sus ojos y mejillas, y comenzó a tallar ambos con algo de desesperación para borrar las pruebas de aquel vergonzoso desliz. Ya había tenido suficiente de Gorrión Blanco, el Nido, y de toda esa locura. Era hora de volver a casa, aunque tuviera que subirse a la fuerza a algún helicóptero.
Una vez que terminó su té, se dirigió presurosa de regreso a su habitación, para empacar todas sus cosas y estar totalmente lista cuando el transporte llegara. Aunque antes de comenzar con eso, se tomó unos minutos para darse una ducha rápida, a pesar de que se había duchado esa mañana luego de su entrenamiento. No había algún motivo claro para ello, simplemente había tenido la necesidad de hacerlo; como si con eso pudiera quitarse de encima la sensación incomoda que los poderes de Gorrión Blanco habían dejado en su piel.
Luego de salir de la ducha, se vistió con uno de sus atuendos más casuales que había traído consigo, para estar lista para irse: pantalones rosados ajustados, una blusa blanca, y sus tenis azules para hacer ejercicio. Dejó su bata blanca de laboratorio sobre la cama, disponiéndose a no volver a ponérsela. Sacó el resto de su ropa del armario de su habitación, y comenzó a doblar prenda por prenda para meterla en su maleta de forma ordenada. Por suerte no había traído tantas cosas. Lo único que le faltaba eran su computadora, su teléfono, y demás dispositivos que le habían quitado al llegar.
Estaba ya cerca de terminar de guardar sus cosas cuando escuchó que llamaban a su puerta; de forma bastante contundente. Algo temerosa por dentro, se aproximó a la puerta y la abrió y con cuidado. Y como si fuera una repetición de aquella otra ocasión en la que igualmente alguien había ido a tocar a su puerta, aunque había sido a mitad de la noche, dos soldados de caras recias y malhumoradas aparecieron del otro lado, observándola con severidad.
—Dra. Mathews, venga con nosotros, por favor —indicó uno de ellos con tono áspero, quizás incluso con apuro.
—¿Mi transporte llegó? —musitó Lisa entre sorprendida y emocionada—. ¿Pueden esperar un minuto? Casi termino de empacar.
—No se trata de eso, señorita —respondió rápidamente el otro soldado, rompiendo rápidamente la alegría que le había llegado por un segundo—. Venga con nosotros, por favor. El Sgto. Schur la necesita para resolver un asunto.
Lisa suspiró, resignada. Ignoraba qué era lo que el sargento pudiera querer con ella, si no era quizás disculparse por lo ocurrido con Gorrión Blanco. Y si acaso era eso, ella ciertamente no tenía interés alguno en dicha disculpa. Aun así, por las expresiones en las caras de ambos soldados, supo que al igual que aquella otra noche no tenía opción de negarse.
—Está bien —masculló despacio, claramente de malagana.
Antes de salir del cuarto, sin embargo, se dirigió a su cama y tomó de nuevo su bata blanca, colocándosela sobre su atuendo de salida. Bien o mal, debía ser profesional hasta el último instante.
— — — —
Ese día más temprano, Damien Thorn fue sacado de la cámara hiperbárica por primera vez desde su arribo al Nido, y colocado en una camilla acondicionada con correas de contención. Para ese punto su recuperación era completa, y no quedaba en su cuerpo ni un sólo rastro de las horribles quemaduras, ni un hueco en su cabello, y ningún efecto secundario que sus exámenes pudieran arrojar, salvo la misma irregularidad en su sangre que aún no lograban explicar. Fuera de eso era, para todo diagnóstico, un jovencito bastante sano, y no uno que hasta hace unos días sufría de quemaduras de tercer y cuarto grado en cada centímetro de su cuerpo.
Un verdadero milagro, si es que algo que tuviera que ver con ese muchacho pudiera catalogarse como tal.
Aun profundamente dormido a causa del potente sedante, los miembros del equipo médico lo colocaron delicadeza en la camilla, y lo aseguraron fuertemente las correas de cuero, fijándose en que quedaran lo más apretadas posible. Su comodidad no era en lo más mínimo su prioridad.
Una vez recostado y sujeto, y mientras los efectos del sedante aún siguieran presentes, lo transportaron sobre la camilla desde la sala de observaciones donde lo habían tenido todo ese tiempo, hasta el nivel superior en donde se encontraban los quirófanos.
El lugar elegido para llevar a cabo el interrogatorio del Dir. Sinclair fue justo el quirófano 06, uno muy similar a aquel en donde Gorrión Blanco había despertado, de la misma forma circular, y el mismo nivel superior desde el cual las personas podían observar el procedimiento que en el nivel inferior se realizara. Una de las únicas diferencias era que éste no contaba con un techo de cristal separando ambos niveles; y esto era de hecho algo apropósito, y era uno de los motivos por lo que aquel sitio había sido elegido para tal ocasión.
Para cuando el equipo médico ingresó al quirófano por las puertas principales del nivel inferior, toda la galería del pasillo superior era ocupada por una serie de soldados, colocados uno al lado del otro a una distancia especificada, cada uno con un rifle de largo alcance en sus manos, y sus ojos bien fijos en la parte inferior. Era claro que desde su posición podían dispararle a cualquiera allá abajo sin ningún problema. Y, por supuesto, esa era la idea.
El equipo médico colocó la camilla de Thorn en el centro de aquella circunferencia. Ahí ya aguardaban dos máquinas especiales, hechas especialmente para suministrar medicamentos o diferentes químicos a los sujetos de prueba. Conectaron una de ellas al brazo derecho del muchacho, y en cuanto la encendieron comenzó a suministrar poco a poco una dosis del químico que se encargaría de mantenerlo dormido. Conectaron la segunda máquina a su brazo izquierdo, pero ésta la dejaron sin encender; al menos, de momento.
Terminada su labor, el equipo médico se retiró, y tras de ellos la puerta del quirófano se cerró con una pesada placa de acero. Thorn se quedó ahí, recostado, dormido, y vigilado por los agudos ojos de los hombres en la parte superior, con sus armas listas para ser disparadas al primer indicio de que el muchacho moviera aunque fuera un dedo antes de tiempo; al menos, esas habían sido sus órdenes.
Adyacente a las puertas de la galería de la parte superior, se encontraba una habitación de monitoreo, similar a la misma adyacente a la habitación que contenía la celda de Charlene McGee; ese había sido otro motivo para elegir aquel quirófano. Desde ahí, a través de los monitores, se podía apreciar totalmente el interior del quirófano, la camilla en el centro, y los soldados apostados en la parte superior. Todo bajo la protección de un vidrio espejeado, y una fuerte puerta blindada. Es justo desde esta habitación desde la cual Lucas, Russel, Davis y Ruby fueron testigos a través de los monitores como traían a Thorn y lo colocaban en su sitio. Adicional a ellos cuatro, se encontraba un miembro del equipo de Russel, sentado frente a los controles para su manejo durante el interrogatorio.
—Como puede ver —comenzó a explicar Russel, señalando con un dedo hacia el monitor desde el cual se apreciaba de más cerca la camilla y su ocupante—, el sujeto está conectado a la Máquina 1, que le suministra el ASP-55, configurado de momento en la dosis adecuada para mantenerlo completamente dormido. Conectamos la máquina a estos controles —prosiguió apuntando con una mano hacia la consola delante de ellos, con diferentes botones y palancas de control al alcance del hombre sentado delante de ella—. Desde aquí podemos activar la Máquina 2 para que suministre el RTP-34, y así despertarlo. Igual podemos regular la dosis del ASP-55 mientras el individuo esté despierto. En este nivel —señaló con un dedo hacia una un pequeño panel con una aguja, a un nivel inferior al que la aguja apuntaba en ese momento—, podrá estar despierto, pero lo suficientemente afectado para que no pueda hacer uso de sus habilidades.
—¿Estará lo suficientemente lúcido para responder mis preguntas? —preguntó Lucas, curioso.
—Difícil decirlo —musitó Russel, vacilante—. El efecto del sedante en esos niveles varía entre cada individuo, pero en la mayoría de los otros casos ha funcionado bien. Pero si acaso se detecta que el sujeto intenta cualquier cosa fuera de lo esperado, podemos activar al instante desde aquí que la Máquina 1 suministre la dosis máxima del ASP-55, lo que lo dormirá de nuevo en cuestión de segundos.
—Como medidas adicionales —intervino McCarthy en ese momento, apuntando también hacia los monitores—, como puede notar lo amarramos bien a esa camilla, de tobillos, muñecas y torso, lo que lo mantendrán inmovilizado. Y en la parte superior de la galería, hemos colocado diez hombres, listos para abrir fuego si acaso de alguna forma el muchacho se libera.
—Espero no tengamos que llegar a eso —señaló Lucas sin ligera preocupación. Lo que menos deseaba de momento era haber pasado por todo eso, para perder al chico tan rápido.
—Usted estará aquí en la galería, fuera del quirófano junto con los soldados —prosiguió McCarthy, señalando en la pantalla un punto vacío en el nivel superior, reservado como dijo especialmente para el director—. Así, si por algún motivo las demás medidas fallan, podremos cerrar la bóveda superior y sellar la habitación por completo, apresando Thorn, y teniendo ahora la opción de suministrar el ASP-55 en forma de gas. Como pueden ver, todo está cubierto.
Sus últimas palabras estaban acompañadas de su respectiva dosis de orgullo, mismo que al parecer era compartido por Russel. Lucas asintió, al parecer bastante conforme con la explicación. Sin embargo, alguien en aquella sala no parecía tan convencida.
—¿Están seguros? —inquirió Cullen, algo tajante, jalando la atención de los tres hombres—. En el reporte algunos de los hombres mencionaron haber visto cosas extrañas mientras intentaban apresarlo. Otros dicen que pudo hacer que sus compañeros se atacaran entre sí. Y el ataque a la Sra. Wheeler fue a kilómetros de distancia entre ambos. Todo eso señala a que el chico tiene la capacidad de ejercer algún tipo de control sobre la gente, incluso si no está cerca de ellos. De ser así, ni esas correas, ni esa bóveda de acero, evitaran que pueda hacer lo mismo con cualquiera de esos hombres armados.
—Pero el ASP-55 sí —señaló Russel con dureza—. Está diseñado justo para entorpecer las funciones cerebrales del UP que se encargan del manejo de las habilidades psíquicas. Está más que probado su efecto, como alguien de su posición ya debería saber bien, capitana.
Había desafío en su voz, la misma que se presentaba siempre que cualquiera, incluso Lucas, ponía en dudas sus métodos o conocimientos. Cullen por supuesto que percibió aquello, y todo en su postura indicó de inmediato que no le agradaba en lo más mínimo. Dio un paso hacia Russel, sólo teniendo ella claro lo que pensaba hacer. Lo que fuera, Lucas intervino de inmediato antes de que lo hiciera.
—Tranquilos, todos —exclamó el director con brusquedad, colocándose rápidamente entre Russel y Ruby—. Entiendo tus inquietudes, Cullen —añadió girándose directo hacia su agente—. Y las de todos. Pero cómo puedes ver, se han tomado todas las medidas a nuestro alcance, dadas las circunstancias. Sería irresponsable de nuestra parte afirmar que no existe un riesgo, pero siempre hay uno cuando se trata de lidiar con este tipo de individuos.
—Entiendo lo que dice —respondió Cullen, al parecer más tranquila—. Pero no es necesario que usted personalmente se exponga a ese riesgo. ¿Por qué no permite que yo realice el interrogatorio? Sabe bien que tengo bastante experiencia en esa área por mis años en la Agencia.
—Sí, bueno —masculló Russel con tono sarcástico—. Por la naturaleza inusual de nuestros prisioneros y de lo que son capaces, aquí no podemos darnos el lujo de estrellar sus cabezas contra las paredes o someterlos a ahogamientos simulados. No la mayoría de las veces, al menos.
El desafío continuaba presente en su voz. Lucas rápidamente se volteó a mirarlo sobre su hombro, y sin decir ni una palabra dejó que su sola mirada le indicara que guardara silencio. Russel alzó sus manos en señal de derrota, y dio un paso hacia atrás.
—Agradezco tu ofrecimiento, Cullen —indicó Lucas, girándose de nuevo hacia ella—. Pero como te dije hace un rato, tengo asuntos con este chico que necesito ver por mi cuenta. Si no te sientes cómoda con esto, puedes retirarte y esperarme en el despacho de McCarthy hasta que termine.
—No será necesario —respondió la agente rápidamente, negando con la cabeza—. Me quedaré a observar, si les parece bien.
Lucas asintió de forma afirmativa a sus palabras.
—Entonces comencemos, ¿les parece bien? —añadió entonces, girándose hacia el resto, que asintieron en silencio—. Cuento con ustedes para reaccionar si cualquier cosa sale mal. Y tengan ojos y oídos bien abiertos, por si detectan algo que yo no.
—Sí, señor —respondió McCarthy en nombre de todos los demás.
Dicho todo lo que se tenía que decir, y aclarado todo lo que se tenía que aclarar, era tiempo de dar inicio a aquello.
— — — —
Lisa no recordaba haber estado en el nivel a donde los dos soldados la llevaban. Si su memoria no le fallaba, era lo más abajo que le había tocado ir dentro del Nido, pues en su mayoría solía moverse en lo que respectaba a las áreas médicas y de observación, o las zonas de acceso general como la cafetería y el gimnasio. Pero a donde la llevaban estaba más abajo, peligrosamente cerca de los niveles subterráneos que le habían dicho en una ocasión que eran las zonas más restringidas y resguardadas de la base. Sintió un vuelco en el pecho al sentir que podrían estarla llevando para allá, intuyendo que las implicaciones detrás de eso no podían ser buenas.
Por suerte, no llegaron tan lejos.
Cuando bajaron del ascensor, lo que los recibió fue un pasillo bastante similar a muchos otros que había visto en esa base: de paredes y luces completamente blancas, de apariencia pulcra y silenciosa, con varias puertas enumeradas y cerradas a un costado. Lo que quizás resultó un poco diferente, fue que a su costado izquierdo había largos ventanales de cristal que daban hacia un área inferior, en donde vio varios vehículos de tierra estacionados, como jeeps, camionetas negras, incluso un par de vehículos convencionales de apariencia más común. Y quizás lo más resaltante de todo, un par de aviones de combate pequeños.
¿Era algún tipo de hangar quizás? ¿Por qué la llevaban ahí exactamente?
Pero los soldados no la llevaron ahí como esperaba, sino que dieron la vuelta en un pasillo adyacente, y los tres avanzaron por algunos minutos más. Ninguno de los soldados dijo nada, y Lisa tampoco se molestó en preguntar; había aprendido ya que no le dirían nada aunque insistiera. Al final llegaron justo ante una puerta a mitad de otro pasillo, que no tenía ningún número o letrero en ella. Uno de los soldados la abrió y se hizo a un lado, dejándole el camino libre. Lisa intuyó que debía entrar primero.
El interior se veía opaco, algo oscuro, y eso la puso nerviosa. El otro soldado, a sus espaldas, la empujó un poco con una mano sobre su hombro, por lo que no tuvo más remedio que avanzar.
Al ingresar, para su pesar, lo primero que sus ojos vieron fue el demasiado reconocible rostro de Gorrión Blanco girándose hacia ella, sonriéndole en cuanto la vio.
Lisa se detuvo de golpe a apenas unos pasos de la puerta.
—Oh, no —masculló en alto—. No quiero hablar con ella…
Se giró en ese momento rápidamente con la clara intención de salir de inmediato de ahí, pero los dos soldados que la acompañaban interpusieron sus cuerpos en el camino para impedírselo. Uno de ellos incluso cerró firmemente la puerta detrás de él, para dejar más que claro que de ahí no saldría sin su autorización.
—Dra. Mathews… ¡Lisa! —pronunció Gorrión Blanco rápidamente, como si esperara que llamarla de esa forma, y recordarle que ella misma le había pedido llamarla así, ayudara a zanjar esa situación tan incómoda—. Espera, por favor. Lamento mucho lo ocurrido hace rato, en verdad no era mi intención provocarte ningún un daño.
—¡Menos mal! —exclamó Lisa con ironía, girándose hacia ella para encararla, pero inconscientemente casi pegando su cuerpo contra los soldados que vigilaban la puerta, como esperando que estos la defendieran si algo ocurría—. ¿Qué es lo que quieres? Me dijeron que el Sgto. Schur era quien me requería.
Gorrión Blanco asintió rápidamente.
—Ocupamos tu ayuda para identificar a una persona.
—¿Identificar? —masculló Lisa confundida, y la muchacha de cabellos rubios señaló entonces con su cabeza hacia un lado de la habitación.
Sólo hasta ese momento Lisa notó que en la pared a su derecha había un gran cristal que separaba ese cuarto del adyacente, como había visto tantas veces en las áreas médicas y científicas, que separaban el área de observación de la sala de experimentación o recuperación. Solamente que esa sala se parecía mucho más a las de interrogatorio que Lisa había visto en series de televisión, con una habitación cerrada donde el detective encaraba al sospechoso, mientras sus compañeros observaban todo tras el cristal espejeado de la sala continúa. Y de hecho, lo que lograba ver a través de dicho cristal parecía ser justo eso: una mesa cuadrada, con dos personas sentadas de un lado, y un hombre de cabellos rubios y espalda ancha (que Lisa supuso era el Sgto. Schur) sentado del otro, de espaldas al vidrio.
Lista se aproximó más para echar un vistazo a las otras dos personas sentadas en la mesa: una mujer y un hombre. Y fue justo éste último el que captó por completo su atención en cuanto lo vio con claridad.
—¡Oh, por Dios! —exclamó el alto totalmente exaltada, tapándose su boca con ambas manos, como si intentara evitar decir algo más—. ¿Cody?
Sentía como si hubieran pasado años desde la última vez que lo vio, pero el tiempo que hubiera pasado no bastaba para no que no lo reconociera. No traía sus anteojos, su cabello estaba totalmente desarreglado, su rostro tenía manchas de lodo igual que sus ropas… pero era él. Estaba ahí sentado, hablándole al parecer exaltado al sargento, aunque en ese momento Lisa era incapaz de escuchar lo que decía.
Gorrión Blanco se le aproximó rápidamente por un costado, pero ella apenas y lo notó pues seguía con sus ojos bien abiertos puestos en aquel chico al otro lado del cristal.
—¿Es ese hombre tu novio? —preguntó Gorrión Blanco con cautela—. ¿Del que me hablaste?
—¡Sí!, ¡es él! —exclamó Lisa en alto, claramente alterada—. ¿Qué hace aquí? ¿Qué hace ahí?
—Los sorprendieron en los terrenos de la base, en compañía de esa mujer. Afirmó que venía a buscarte.
—¿A mí? —exclamó Lisa atónita—. No puede ser…
Gorrión Blanco extendió en ese momento su mano hacia un botón en la pared, a un lado del vidrio. Y en cuanto lo presionó, por un altavoz comenzaron a escuchar lo que se decía en la otra habitación. Y aún a través de la distorsión del altavoz, Lisa reconoció claramente la voz de Cody, lo que la estremeció un poco.
—…en especial si la base en cuestión ni siquiera está bien señalizada —indicaba con voz molesta, agitando sus manos en el aire de forma exagerada, pese a estar firmemente sujetas con unas esposas—. Ni siquiera está marcada en el mapa. No debería haber nada en esta zona.
—Saltar una barda con un cartel que indica “Propiedad Privada” es por sí solo un delito —respondió Francis con absoluta calma, que no se contagió en lo absoluto hacia Cody.
—Una barda que dos personas como nosotros cruzaron con suma facilidad, cabe mencionar. Dudo que ésta sea la primera vez que esto ocurre. Y en todo caso, a lo mucho lo que pueden hacer es culparnos de invadir propiedad privada. Porque ni siquiera pueden aceptar que este sitio existe, ¿no es cierto?
Lisa soltó un agudo resoplido, y llevó una mano a su frente como señal de frustración. Sí, por supuesto que era Cody. Y en su mente sólo pudo maldecir el tan férreo instinto de justica de su novio. ¿Lo mataría en serio quedarse callado un segundo y no buscar más problemas de los que obviamente ya tenía?
Pese a las provocaciones, Francis se mantenía sereno, quizás como un reflejo de su propia disciplina militar. Con suma calma, se apoyó hacia atrás contra el respaldo de su silla, cruzó las piernas, y dio vuelta a la pequeña libreta que tenía sobre la mesa.
—¿Por qué no empezamos de nuevo desde el principio? —propuso con voz fría, al tiempo que tomaba la pluma y acercaba la punta de ésta a la hoja en blanco—. ¿Cuáles son sus nombres? Los reales.
Cody resopló con exasperación.
—Ya se los dije, mi nombre es Cody Hobson. Soy maestro de secundaria en Seattle, mi madre vive en Fairhope, Alabama, y Lisa Mathews es… es mi novia. Ella podrá confirmarles quién soy si van y la traen aquí.
Francis anotó todo lo que decía, o al menos hizo como que lo anotaba.
—Entendido —masculló con indiferencia, y se giró entonces hacia la otra persona en la mesa—. ¿Y usted?
Lucy respingó un poco al sentirse aludida de pronto. Hasta ese momento se había mantenido en su mayoría abstraída en sí misma, como ausente, dejando que la conversación se centrara más que nada entre Cody y Francis. Al ver que su intervención era requerida, rápidamente se sentó derecha, colocó sus manos (también esposadas) sobre la mesa, y pronunció lo más firme que le fue posible.
—Greta Blake… Mi nombre, me refiero; es Greta Blake.
Cody se giró rápidamente a mirarla, la incredulidad se había apoderado totalmente de su rostro. Por su parte, Lucy prosiguió sin ponerle atención al efecto que sus palabras habían tenido en su compañero de apuros.
—Tengo veintiséis años, vivo en Bismarck, Dakota del Norte, y trabajo como diseñadora gráfica freelancer. Y no tengo a nadie que pudiera confirmar mi identidad… salvo quizás mi tía Gwen que vive en Denver, pero no he hablado con ella en mucho tiempo. Quizás debí de haberlo hecho, al menos responderle sus postales de navidad…
—Suficiente, gracias —masculló Francis, alzando una mano en su dirección para indicarle que parara. Lucy asintió, y agachó de nuevo su mirada. Algunos mechones de su cabello le cayeron sobre el rostro.
—¿Te llamas Greta? —preguntó Cody, claramente confundido.
—Por supuesto —respondió Lucy (o Greta) con tono irritado—. “Lucy” es sólo es seudónimo que uso para la Fundación. Nunca quise que ninguno de ustedes conociera mi verdadero nombre, pero ahora que me has arrastrado a todo esto…
—¿Te parece que es el mejor momento para hablar de eso?
—No, porque no es el mejor momento para nada en realidad, Cody Hobson.
—Silencio, por favor —ordenó Francis con tono autoritario, con su mirada fija en su libreta mientras seguía anotando. Ambos callaron de golpe ante su indicación.
En el cuarto adyacente, Lisa observaba todo aquello en silencio.
—¿A ella también la conoce? —preguntó Gorrión Blanco a su lado, a lo que Lisa respondió rápidamente negando con la cabeza.
—Nunca la había visto. Pero Cody tiene amigos que yo desconozco.
Había cierta amargura en su voz al decir aquello. Recordaba claramente aquella llamada que Cody había recibido la otra noche de una “amiga” que ella desconocía, y que necesitaba su ayuda. ¿Se trataría quizás de esa misma mujer en la sala de interrogatorios?
—Muy bien —pronunció Francis en alto, dejando la libreta sobre la mesa, prácticamente azotándola contra ésta—. Ahora díganme, ¿qué hacían rondando por esta zona exactamente?
—Eso también ya se los dije —contestó Cody, exaltado—. Vine a buscar a Lisa, Lisa Mathews.
—La mujer que dice que es su novia, ¿correcto? —indicó el sargento, echándole un vistazo rápido a su libreta—. ¿Por qué piensa que esa persona está aquí?
—¿Cómo puede negarlo? La otra chica lo confirmó, la llamó Dra. Mathews.
—¿Su novia es doctora?
—Sí… bueno, no. ¿Intenta confundirme?
Francis ignoró su pregunta, y en lugar de eso tomó de nuevo la pluma y fingió escribir algo más en la libreta.
—¿Cómo dieron con este sitio? —cuestionó tras unos segundo con voz acusadora.
Cody y Lucy (¿Greta?) se miraron el uno al otro.
—Eso prefiero no responderlo —murmuró Cody con firmeza.
—¿En verdad cree que está en posición de negarse a responder? —espetó Francis, notándosele por primera un rastro de enojo en su tono.
Cody suspiró, al parecer bastante agotado para ese punto. Alzó sus manos esposadas hacia su rostro, y con sus dedos se talló un poco los ojos. Extrañaba sus lentes; cuando no los usaba tras largo rato, comenzaba a dolerle la cabeza. Y si a eso le sumaba lo estresante y agobiante de toda esa situación, era el coctel perfecto para la jaqueca que comenzaba a tomar forma en su cabeza.
—Escuche, por favor —murmuró ahora procurando utilizar un tono mucho más moderado. Su expresión entera igualmente se suavizó, adoptando una postura casi suplicante—. Lamentamos en serio haber causado todas estas molestias. De haber sabido que esto era una… base militar o lo que sea, no nos hubiéramos metido de esa forma. Sólo quiero saber si Lisa está bien. Estoy en verdad preocupado por ella, y la preocupación quizás me hizo actuar sin pensar. Pero le aseguro que nuestras intenciones no son malas. Por favor, sólo dígame si Lisa está aquí, y si está bien… Por favor.
La suplica en su voz se volvió aún más intensa conforme progresó con aquellas palabras. Y aunque el rostro del militar ante él se mantuvo inmutable y frío, lo que dijo le llegó con mucha más fuerza a la persona que lo observaba a través del espejo a sus espaldas.
Lisa sintió como el corazón se le apretujaba al escuchar a su novio suplicar de esa forma para saber de ella. Y aunque gran parte de ella estaba molesta con él por lo que por supuesto que había sido una insensatez, otra comenzó a sentirse culpable. Y aunque la culpabilidad era claramente más pequeña que el enojo, por algún motivo le afectó mucho más.
—Quiero hablar con él —soltó de golpe, girándose hacia Gorrión Blanco. Ésta se sobresaltó, sorprendida.
—No sé si el sargento lo permita —respondió la muchacha, dubitativa.
—Entonces quiero hablar con el sargento —añadió Lisa, tajante—. Ahora.
Gorrión Blanco vaciló un poco sobre qué hacer. Al final, decidió que dejar aquello en manos de Francis sería lo más sensato. Así que tocó con fuerza en el vidrio con sus nudillos, para llamar la atención del sargento en la otra habitación. Éste se giró un momento sobre su hombro para ver el espejo a sus espaldas, y entonces se puso de pie.
—Vuelvo en un momento —les indicó a los dos prisioneros, y se encaminó hacia la puerta de la sala.
— — — —
Lucas salió de la sala de monitoreo, y se dirigió por el pasillo de la galería superior hacia la posición que le habían asignado. En cuanto detectaron su presencia, los diez soldados en la galería se pararon firmes, alzando sus armas con sus cañones apuntando al techo. Lucas les respondió su gesto con un ligero asentimiento, y les indicó igualmente que podían volver a sus posiciones originales. El sitio en el que se paró quedaba justo delante del rango de visión de Thorn, por lo que en cuanto se despertara, desde su posición ahí abajo podría verlo directamente a él.
Más que apropiado.
Lucas respiró hondo por su nariz, se paró firme con sus manos en los bolsillos, y miró atentamente al muchacho. Parecía igual de inofensivo y pequeño como lo había visto en la cámara hiperbárica. Apenas un muchacho convirtiéndose en adulto. Pero Lucas sabía muy bien lo peligroso que podía ser dejarse llevar por esas apariencias. Niños más pequeños y a simple vista más inofensivos que él, habían sido capaces de crear estragos inimaginables para la mayoría.
Y si una fracción de lo que todos creían de ese muchacho era cierta, podía representar incluso un peligro mayor que esos otros casos. Por lo que era importante desde el inicio mostrar confianza y firmeza ante él; demostrarle en qué posición estaban, y quién mandaba ahí.
—Despiértenlo —indicó con firmeza, mirando hacia una de las cámaras del techo para que McCarthy y los otros lo miraran por los monitores de la sala de observación.
Russel le indicó con un asentimiento al técnico en la consola que obedeciera la orden, y éste lo hizo sin chistar. Lo primero fue reducir la dosis de la Máquina 1, para que el ASP-55 no lo durmiera, pero lo mantuviera lo suficientemente atontado para no poder concentrarse lo suficiente y usar sus poderes. Lo segundo, fue activar la Máquina 2 para que administrara una dosis rápida y precisa del RTP-34, el químico especialmente diseñado para contrarrestar los efectos somníferos del ASP-55 y hacer que el sujeto se despertara.
Y una vez aplicado estos dos ajustes, sólo quedaba esperar.
Todo se quedó en absoluto silencio, tanto en el quirófano como en la sala de observaciones. Los ojos de Lucas y de los diez soldados estaban fijos en el muchacho ahí abajo en la camilla, y los de Russel, Ruby y Davis lo miraban también a través de los monitores. Los segundos corrieron con lentitud, envueltos en tensión y expectación. Los latidos de algunos se aceleraron, y sus bocas se secaron, entre ellos el propio Lucas.
Y entonces, al fin un cambio. Una pequeña contracción muscular en el rostro del muchacho, seguido de un pequeño quejido apenas audible surgiendo de su boca aún cerrada. Un instante después, aquellos parpados se abrieron con pesadez, revelando debajo de estos los somnolientos ojos azules de pupilas dilatadas, que rápidamente parecieron sufrir en cuanto la intensa luz blanca que alumbraba el cuarto entró en contacto con ellos.
Otro quejido más, un ladeo de la cabeza hacia un lado, y luego el primer intento de mover su cuerpo, dando como único resultado que su mente comenzara a volverse consciente de su situación. Los ojos se abrieron de nuevo, y a como su posición le permitió alzó su cabeza para poder ver las gruesas correas de cuero que lo rodeaban, y poco después los delgados tubos transparentes conectados a sus brazos, y que terminaban en esas dos máquinas, cada una a cada lado de su lecho.
—¿Qué? —susurró despacio, con apenas un ápice de emoción en su voz.
Pasaron unos segundos más, en donde su mente se esforzaba para salir de ese letargo que aún lo golpeaba, y ponerle un orden a cada una de esas cosas, y darle forma a algún pensamiento mínimamente coherente. Al lograr tal proeza, lo primero que pudo materializarse de sus labios fue un simple:
—¿Y ahora qué es esto…?
No había preocupación o angustia alguna en su tono, ni siquiera curiosidad, lo que podría fácilmente ser adjudicado a los efectos del sedante.
—Bienvenido al Nido, Sr. Thorn —pronunció Lucas en alto, y su voz retumbó en el eco del techo alto del lugar.
El muchacho debajo recostó de nuevo su cabeza en la camilla y posó la mirada perezosa justo en él, notándosele en ese momento al fin un tanto confundido por su presencia, y la de los otros soldados en la parte superior. Su mente, de nuevo, pareció ponerse a trabajar para poner esos nuevos pedazos de información en la pila.
Lucas continuó.
—Por la autoridad que me confiere el gobierno federal de los Estados Unidos de América, es mi placer informarle que ha sido detenido por sus acciones realizadas en contra de este país y su gente. Y será confinado a estas instalaciones hasta que se determine si representa o no un peligro a la seguridad nacional, o a los intereses de su pueblo. ¿Entiende lo que le acabo de decir, Sr. Thorn?
El muchacho lo miró fijamente mientras pronunciaba todo aquello, sin dejar muy en claro si en verdad lo escuchaba o no. Parpadeó un par de veces de manera perezosa, y entonces respondió:
—Ni una palabra, me temo. —Justo después, una sonrisa astuta y torcida se dibujó en sus labios—. Pero suena divertido.
Lucas se forzó por mantenerse sereno, resultándole difícil disimular lo mucho que aquello lo había desconcertado. Debía ser el efecto de la droga que no le permitía comprender del todo lo que le acababa de decir. De otra forma, no tenía cómo explicar esa actitud tan desconectada y perdida.
Y la misma pregunta que había rondado su mente tantas veces antes volvió de nuevo a acosarlo: ¿quién es realmente Damien Thorn?
— — — —
Unos segundos después, Francis hizo acto de presencia en la misma habitación de Lisa, Gorrión Blanco, y los dos soldados que habían escoltado a la primera.
—Srta. Mathews —saludó el sargento, acompañado de un ligero asentimiento.
—Ella lo reconoció —se apresuró Gorrión Blanco a indicar—. Sí es la persona que dice ser.
—De eso ya no me cabe duda —comentó Francis, cruzando los brazos frente a su amplio pecho.
—Entonces debe saber que no representa ningún peligro —exclamó Lisa, dando paso hacia él—. Es sólo un… tonto, pero es inofensivo. Por favor, déjenlo ir.
Francis negó categóricamente con la cabeza.
—Entró ilegalmente a los terrenos de la base. Esa es una violación muy seria, que no puede simplemente dejarse pasar.  Además, creo que todos aquí sabemos que no es tan “inofensivo” como usted afirma. ¿O sí?
Lisa se estremeció al escuchar tal acusación, y se quedó lívida, incapaz de responderle algo concreto. Era claro lo que intentaba decirle con esas palabras: “ya sabemos lo que su novio es capaz de hacer”. Aquello, en realidad, no era ninguna sorpresa, pues el Dr. Shepherd ya se lo había dado a entender antes.
Respiró hondo por su nariz, intentando recobrar la calma, antes de volver a hablar.
—Esto es mi culpa, ¿de acuerdo? Yo me vine para acá sin decirle a dónde iba, por qué, o por cuánto tiempo. Tuvimos una discusión antes de eso, y… no sé, supongo que lo preocupé. Pero nunca pensé que haría una locura como venir a buscarme.
—Con todo respeto, sus problemas personales no son de nuestra incumbencia, Srta. Mathews —sentenció Francis con severidad, haciendo que las mejillas de Lisa se encendieran—. Lo ocurrido ya trasciende más allá de usted, o de nosotros.
—¿Qué le pasará entonces? —musitó Lisa con preocupación, volteando a ver lentamente hacia la otra habitación; hacia el rostro angustiado de su novio, sentado en aquella mesa.
—Eso ya no me corresponde —respondió Francis, ecuánime—. El Dir. Sinclair quiere hablar con él, y entonces decidirá cómo proseguir.
—¿Van a arrestarlo? ¿O acaso a…?
No fue capaz de terminar su pregunta; la sola posibilidad la paralizaba.
—Como dije, ya no me corresponde a mí decidirlo —repitió Francis, de nuevo mostrándose frío, aunque ya no tanto como antes.
Lisa avanzó afligida hacia el cristal, hasta casi pegar su rostro. Colocó sus dedos cuidadosamente sobre éste, mientras sus ojos contemplaban desolados hacia aquel chico, que tantas preocupaciones pero también alegrías había traído a su vida. Aquel muchacho que la hacía enojar tanto, y le llegó incluso a asustar un poco en cuanto le mostró de lo que era capaz. Pero, y ahora veía con claridad, nada de eso tenía tanto peso o tanta importancia como todo lo bueno que había existido entre ambos, y que aún podía existir.
Siempre y cuando ambos pudieran salir con vida de ese sitio, volver a casa, y fingir que todo eso jamás había ocurrido. Aunque, por más vueltas que le diera al asunto, Lisa tenía claro que quizás no podría ser por completo de esa forma; no para uno de ellos, al menos.
—Bien —suspiró derrotada, girándose de nuevo hacia el Sgto. Schur—. Entonces dígale al Dr. Shepherd que acepto su propuesta. Me quedaré, formaré parte de su equipo, y participaré activamente en la creación del Lote Once… y todo lo que eso implique. Sólo a cambio de que lo dejen ir sin hacerle ningún daño.
Aquella repentina propuesta tomó por sorpresa tanto a Francis como a Gorrión Blanco. Había resolución en su voz, y ni rastro de titubeo, como se esperaría de una decisión ya tomada. Aun así, su mirada reflejaba abatimiento, miedo… como se esperaría de una decisión que no se quiere tomar en realidad.
—Lisa —susurró Gorrión Blanco en voz baja, inquieta. Quería decirle algo, pero no lograba darle forma en su mente a ninguna palabra.
Quien habló al final fue Francis, aunque en realidad él no tenía mucho que decir en el asunto planteado.
—No sé si el Dr. Shepherd tenga alguna gerencia en esto… pero se lo informaré en cuanto pueda. Quizás él pueda hablar con el Dir. Sinclair para que sea indulgentes.
—Gracias —asintió Lisa agradecida, ofreciéndole además una pequeña sonrisa—. Por ahora, déjeme por favor hablar con él.
—Eso no creo que sea prudente…
—Por favor, sargento —intervino Gorrión Blanco en ese momento, parándose entre ambos—. Es una mujer enamorada deseando poder hablar con su persona especial.
—Yo no lo… diría de esa forma —susurró Lisa, algo apenada y con sus mejillas aún más encendidas—. Pero, por favor, sólo un segundo. Necesito decirle yo misma que estoy bien, o no se calmará.
Francis la miró, evidentemente debatiéndose entre aceptar o no tal petición tan fuera del protocolo. Aunque claro, mucho en toda esa situación se encontraba ya de por sí fuera de cualquier protocolo.
—Por favor, sargento —repitió Gorrión Blanco con insistencia—. Permítaselo, y le prometo que de ahora en adelante me portaré bien, y le haré caso en todo lo que usted me diga.
—Tendrías que hacerlo aunque no lo hiciera —respondió Francis, mordaz, a lo que la muchacha respondió con una risilla juguetona, y un encogimiento de hombros. El sargento suspiró, resignado—. Está bien, acompáñeme.
Dicho eso, se giró hacia la puerta y salió por ella. Lisa asintió y se apresuró a seguirlo. Antes de irse, sin embargo, en contra de todos sus instintos se giró hacia Gorrión Blanco, y en voz baja le dijo:
—Gracias…
—No, no diga eso —respondió la muchacha rubia, negando con la cabeza—. Yo soy quien te debe una disculpa por lo de hace rato.
Lisa se limitó a sólo esbozar una sonrisa incomoda, asentir, y de inmediato se apresuró a alcanzar al sargento en el pasillo.
En verdad le confundía demasiado su sentir hacia esa chica. ¿La odiaba?, ¿le temía?, ¿le tenía cierto aprecio?, ¿o incluso sentía cierta responsabilidad hacia ella? Era tan confuso sentir tantas emociones tan diferentes por una misma persona.
Y un poco así era como se sentía con Cody en esos momentos.
— — — —
La quietud que hasta hace poco reinaba en la sala de monitoreo, fue rápidamente remplazada por las risas de los dos soldados, y de su visitante inesperada que había llegado con chocolate caliente. Ésta última además, quizás un poco inspirada por el alcohol, no tardó mucho en comenzar a hablar de varias anécdotas divertidas que tenía en su historial como piloto, instructora, secretaria (o asistente ejecutiva, como prefería ella), madre y abuela. Sorprendentemente, son de estos últimos dos puestos de los que Kat tenía más cosas que contar.
—Y entonces, ese par de mocosos entraron corriendo a mi comedor a mitad de nuestra plegaria, persiguiendo a ese enorme San Bernardo, que hasta la fecha no tengo idea de dónde salió. Y los tres estaban cubiertos de lodo de cabo a rabo; en serio, eran más lodo que niños y perro en ese momento. Lo regaron todo por mi alfombra, mis paredes, mi mesa… y luego simplemente salieron por la misma puerta como si nada hubiera pasado. Se los juro, era una jodida escena de Beethoven ocurriendo ante mis ojos.
Los dos soldados rieron sonoramente, con una clara combinación de diversión e incredulidad ante la anécdota.
—No lo creo —comentó el soldado joven entre risas—. ¿Y qué les hiciste?
—¿Qué hubieras hecho tú? —le regreso Kat con tono desafiante.
—Si fueran mis nietos o mis hijos, los hubiera puesto a limpiar todo con sus rodillas pelonas, y sólo un cepillo de dientes, hasta que pudiera comer de ese suelo.
—Bastante similar a lo que me cruzó por la cabeza —comento la secretaria, encogiéndose de hombros—. Pero su madre comenzó con que “sólo son niños, no saben lo que hacen. Están muy arrepentidos. Hablaré seriamente con ellos, y no volverán a hacer nada parecido…” bla, bla, bla. Ya saben cómo son estas nuevas generaciones; oyen la palabra “disciplina” y ya creen que están en la Alemania Nazi, con la Gestapo tocando a sus puertas. Por eso este país está como está, por consentirles tantas cosas a estos niños. Tarde o temprano, alguien tendrá que poner orden, aunque sea a la fuerza.
—Amén por eso, hermana —exclamó el soldado mayor sonando como una alabanza al cielo, mientras alzaba su taza al aire.
La conversación prosiguió con animosidad en torno al mismo tema por un par de minutos más, hasta que fue drásticamente interrumpida por el tintinear de unas campanas que resonaron con fuerza.
—Oh, disculpen —pronunció Kat apenada—. Esa soy yo.
La secretaria colocó rápidamente su taza de chocolate sobre la consola más cerca de ella, y aproximó su muñeca derecha hacia su rostro. En ésta, traía lo que a todas luces se veía como un reloj inteligente, en el cuál al momento de presionar su pantalla, la alarma que había sonado se detuvo de pronto.
—Creí que no podíamos meter ese tipo de dispositivos aquí —indicó el soldado joven, observando perspicaz el reloj.
—¿Me vas a acusar, acaso? —bromeó Kat, guiñándole un ojo de forma coqueta. El soldado simplemente rio, divertido—. Descuida, es sólo un pequeño recordatorio que puse para que no se me pasara la hora —añadió con tono más relajado, parándose en ese momento de su silla.
—¿Tienes que tomar una pasilla o algo? —inquirió el soldado mayor con curiosidad, al tiempo que se empinaba lo último que quedaba de chocolate en su taza.
—Algo así…
Rápidamente, Kathy llevó su mano derecha hacia la parte posterior de su cintura, tomando lo que ahí traía oculto: una pistola 9 mm color arena, que tomó firmemente entre sus dedos delgados, y al instante siguiente jaló con rapidez hacia el frente, apuntando con ella directo al solado mayor. Sin vacilación, y sin tener que tomarse siquiera un instante para apuntar, jaló del gatillo una sola vez, y la bala salió disparada del cañón, atravesó la taza por la base, haciéndola explotar en pedazos, para luego seguir de largo directo a la cara del soldado, terminando por penetrar por la esquina interna de su ojo derecho, y saliendo por parte superior de la cabeza. Una explosión de sangre y materia cerebral bañó la consola y los monitores a sus espaldas. Su mano, con los dedos aún aferrado al asa de la ya inexistente taza, cayó colgando sin oposición hacia un costado.
Todo fue tan rápido que el otro soldado apenas y logró procesar el estruendo del disparo. Se giró a mirar rápidamente a su compañero, y apenas logró distinguir su rostro lívido, y el gran agujero en donde debería estar su ojo, antes de que un segundo estruendo retumbara en el eco de la sala. La segunda bala entró directo por su sien derecha, atravesándolo de lado a lado hasta salir del otro lado, regando lo que arrastró a su paso en la pared y el suelo. Su cuerpo se precipitó hacia adelante, quedando con su cara presionada contra los controles de la consola.
Kat mantuvo su arma en alto unos segundos más, señalando con ella a ambos, como si esperara que cualquiera diera señal alguna de requerir un disparo más. No sucedió; ambos se quedaron quietos en su sitio, mientras la sangre brotaba de sus heridas y escurría hasta gotear al suelo.
Suspiró un poco más tranquila. Bajó su arma, y con sus dedos acomodó con cuidado un mechón de cabello rojizo que se había salido de su sitio. Dejó su arma sobre la consola un momento, y tomó de nuevo su taza con chocolate, dándole un trago más largo que los anteriores. Ya estaba frío, pero ciertamente no le disgustó.
Con la taza en mano, se aproximó a la silla del soldado mayor, y con un fuerte empujón lo hizo a un lado para que el cuerpo cayera sobre su costado en el suelo, azotando con fuerza. Se sentó en la silla y se giró hacia la consola, rebuscando con su mirada el botón que necesitaba. Requirió limpiar un poco los restos en el panel antes de atreverse a presionar cualquier cosa, pero no tardó mucho en estar lista.
Se acercó el micrófono para anuncios a su boca, carraspeó un poco para darle un poco más de firmeza a su voz, y entonces presionó el botón que activaba el protocolo de emergencia; aquel que haría que su voz se escuchara en cada altavoz y radio dentro de la base.
—Atención, a todo el personal del Nido —pronunció por el micrófono, utilizando ese tono dulce y suave que tanto la caracterizaba entre sus compañeros—. Éste es un anuncio importante. Presten atención, por favor…
FIN DEL CAPÍTULO 146
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camilaocampoo · 2 years
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SEMANA 7: Proyecciones y vistas Ortogonales. Vista superior, frontal y lateral.
Materiales utilizados: Lapiz 2B, rápidografo 0.8 y regla.
Lamina 1: trabajo en clase, vista superior , frontal y lateral.
Lamina 2: realizar mínimo 3 ejercicios del ejercicio 1.14, volver a dibujar las vistas ortogonales.
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¿Como me ayuda el ejercicio de dibujo realizado en mi carrera?
No lo veo 100% relacionado respecto a la carrera de diseño publicitario sin embargo me ayudó bastante a comprender las diferentes vistas y lograr la representación gráfica de los objetos.
Referente:
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reddotti · 2 days
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ASIGNACION 07.SEM.
Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral.
Lámina #1 trabajo en clase
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Lámina #2 solución de vistas ortogonales cubo
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boteriando · 11 days
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En este caso vemos el dibujo plano versus la muestra real.
El dibujo se encarga de representar un objeto tridimensional en forma bidimensional.
La idea es ofrecer una representación lo más exacta del objeto, mostramos la relación real que buscamos y definimos tamaños.
Estos dibujos deben mostrar detalles específicos de la prenda (bolsillos, su ubicación, cantidad de costuras) , pueden llevar diferentes vistas como frontal, posterior y lateral , superior e inferior de ser necesario y cotas donde remarquemos los diferentes tamaños.
Por otro lado vemos la muestra del diseño, donde la patronamos y confeccionamos con un material similar al final y acá podemos comparar el dibujo con la prenda y real que nos será útil para producción.
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#techpack #fashiontechpack #prototipo #muestra #fichatecnica #dibujoplano #ilustraciondemoda #propuestadediseñoropa #propuestadediseñomoda
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naogomezzz · 2 months
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Asignación Semana 7 - Proyecciónes y Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral.
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Reflexion: En esta asignación se trabajo con las vistas ortogonales lo cual se trabaja con figuras 3D que se le sacan sus distintas vistas, superiores, laterales, y frontal como se vería en las distintas vistas en 2D, y también se hicieron distintas formas 3D en las cuales se sacaban sus respectivas vistas ortogonales, estas vistas se pueden utilizar en moda por medio de patrones de las distintas vistas en 2D.
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raquerod24 · 2 months
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Proyecciones y vistas ortogonales
Lámina 1. Vistas superior, frontal y lateral
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Lamina 2. Vistas ortogonales
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karengomezm1 · 2 months
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Semana 7. ~Dibujo 1
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Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral. REFLEXIÓN: Mejorando habilidades de dimensión y construcción para crear proyectos que necesiten mostrar todas las perspectivas de la tridimensionalidad.
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joshuaalfarosblog · 2 months
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Semana 7: Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral.
Descripcion: Durante esta semana, se elaboraron diseños de estructuras que incluyeron sus proyecciones y vistas ortogonales, tales como la vista superior, frontal y lateral.
En esta lámina se completaron tres ejercicios que requerían representar las vistas superiores, frontales y laterales de tres figuras tridimensionales diferentes.
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2. En este ejercicio se llevaron a cabo tres prácticas en las cuales se debían mostrar las vistas superiores, frontales y laterales de tres figuras tridimensionales distintas
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¿Cuál es la utilidad del ejercicio de dibujo en mi carrera?
Aunque este ejercicio no esté directamente relacionado con el diseño publicitario, nos brinda la oportunidad de comprender las múltiples perspectivas que puede tener un objeto. Asimismo, nos permite ejercitar y mejorar nuestro pensamiento espacial.
Referencias:
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ken-dm · 2 months
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Semana Vll
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Protecciones y vistas ortogonales.
Vista superior, frontal y lateral.
● Diferentes proyecciones, vistas que se le puede dar a un dibujo.
Referencia
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isabelbarqueror · 2 months
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Semana #7: Proyecciones y vistas ortogonales. Vista superior, frontal y lateral.
Lámina 1: Trabajo en clase.
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Lámina 2
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Reflexión:
Las proyecciones y vistas ortogonales mejoran la comunicación, la eficiencia y la calidad de los diseños, ya que permite una representación precisa y detallada de los diseños desde diferentes ángulos y perspectivas. Con la ayuda de estas, se puede visualizar la estructura, las proporciones y los detalles de los productos.
Referencias:
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Sketch:
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jdeben-01 · 2 months
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Semana 7: Proyecciones y Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral.
Reflexión:
Al aprender a representar las vistas octogonales ya se me hace posible llevar a cabo mis primeros diseños de productos reales ya que para estos, es necesario tener en cuenta todos los puntos de vista.
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Referente:
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santigutierrezc · 2 months
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Asignación 7
Semana 7
2 Láminas con vistas ortogonales (frontal, lateral y superior)
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Reflexión
Este trabajo me ayudo a tener un mayor entendimiento sobre las diferentes vistas que tienen los cuerpos. Además las vistas ortogonales me ayudan a construir de manera digital los cuerpos en diversos programas.
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mariortega · 2 months
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Asignación 7
Protección y vistas ortogonales
2 dibujos 3D con sus respectivas 3 vistas ortogonales cada una
Vistas Ortogonales. Vista Superior, frontal y lateral.
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Reflexión
¿Como nos ayuda el ejercicio de dibujo realizado en mi carrera?
En mi carrera de diseño de arquitectura, el ejercicio de proyecciones y vistas ortogonales desempeña un papel fundamental. Estas técnicas me permiten representar objetos de manera precisa y sin distorsiones, lo que es esencial para comunicar mis diseños de forma efectiva. Además, me facilita desglosar los componentes de mis diseños en detalle, lo que es crucial para planos compleios. También, estas habilidades se integran perfectamente con el software de diseño asistido por computadora (CAD), lo que me ayuda a crear y probar planos digitalmente. En resumen, dominar las proyecciones y vistas ortogonales es esencial para tener éxito en mi carrera de arquitectura.
Referente
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Sketches
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