#una rubia muy dudosa
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kubelicatthemovies · 8 months ago
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Una rubia muy dudosa (Blake Edwards. 1991)
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m-ldy · 2 years ago
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--- ¿tú dices? ¿generar caos en el grupo? --- le tienta la idea pero la miedosa melody no lo haría, sentía que de cualquier forma terminarían por saber que había sido ella quién había mandado dicho tip. no era la audaz del par, como serenity. tuerce los labios, a veces estaba muy dudosa de las ideas de su madre pero lo que la hiciera feliz, hacía que melody estuviera feliz. su madre era realmente amorosa cuando estaba feliz y cuando no, podría convertirse en una verdadera pesadilla. asiente varias veces pero sin sorpresa o molestia en el rostro, era algo que debía hacer para poder sostener la vida que habían pretendido tener desde que nacieron. --- escuché que hay unas hermanas capaldi ¿crees que sean parientes de lewis capaldi? --- inquiere con interés --- lástima que no me gustan las chicas, pero ¿crees que podamos juntarnos con ellas? suena a que tienen dinero, han salido en revistas --- comenta de chisme popular que había podido sacar de investigar un poco a compañeros. --- yo también extraño los angeles, y falta una eternidad para que podamos regresar --- dramatiza moviendo hebras rubias hacia atrás. --- ¡¿mamá nos quiere muertas?! --- exclama un poco asustas por idea de su hermana y vuelve a fruncir labios en puchero --- ¡pero si ya bajé los tres kilos que gané en navidad! no puede querer matarme ahora, me acabo de hacer las raíces --- lleva mano libre a su cabello como si fuera su más preciado objeto. lleva los labios hacia un costado apenada por escuchar aquello, no le gustaba estar lejos de su melliza. sacude un poco el cuerpo a modo de capricho y se detiene en un suspiro. sonríe ante las palabras de aliento de su hermana, al menos alguien creía en ella y eso le servía de motor a conseguirlo. --- ¿te pusiste las bolas de algodón como te dije? a mi también me lastiman pero mamá dijo que si no duele no es fashion --- le aclara, mismo el top que llevaba puesto le daba frío pero combinaba tan bien con el saco abuchado que no podía quejarse por verse linda. --- te estilizan mucho las piernas ¿y esas medias? ¡ugh! mega fashion --- brinda palabras que puedan elevar el ego ajeno para motivarla a seguir con ese outfit.
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carcajada brota ante comentario, volviendo a sacudirle con emoción ahora. “mándalo como un tip anónimo, que ese chilla peor que gato en celo” sugiere con picardía. pero sabe no lo haría, melliza no se atrevería. “y obvio, no es una ivy league, pero es lo mejor que podemos aspirar” debía salir más barato y chances de ingresar muchas más altas. “¿no te dijo mamá también que ligues con alguno que sea guapo y sepamos es rico? yo creo tendría más suerte parándome en el starbucks de beverly hills” resopla. “ya extraño los ángeles, ugh” idea de estar en academia no le gusta nada, nadita cuando no era decisión propia ¿pero cuándo algo lo era? tampoco le dice que equipo sí le invitó a ella, pero sin poder llevar a melody. sabe se sentiría fatal. “¿¡tres muertos?!” si lo había visto cuando buscó en google, pero pretende sorpresa ante chisme que le ofrece y abre sus ojos. “no me putas jodas, mamá quiere nos maten para hacer su documental de true crime y salir en la tele por cadena nacional. loca de mierda” acusa a progenitora, escandalizada de manera exagerada. aunque no estaría tan lejos, para serenity es algo que haría. cuando otra rubia por fin baja de escritorio, se apresura por entrelazar ambos brazos para marcharse de aburrido edificio de ciencias. “creo no, y eso apesta” no tanto, separación a ella no le molesta. pero sabe que a melody sí. “no tienes que hacerte amiga de esos perdedores de tu equipo, si no te aprecian allá ellos. ya encontrarás buenos amigos” un deseo que jamás había podido ver realidad en veintiún años, otra mitad tenía nulo talento para ello. “mel, estos tacones me están matandooooo” se queja luego. pues obvio, esos los tomó prestado de su armario.
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el-escritor-52 · 2 years ago
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The Dazzlings
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Capitulo 2: Bienvenido al show
2 de mayo del 2019, 1 mes antes.
Las luces parpadeaban mientras la gente esperaba con ansias el inicio del concierto, finalmente apagándose para después oír una tranquila y melodiosa voz:
-que empiece el show.
El público empezó a gritar emocionados por la presentación de esa hermosa voz que resonó en sus oídos, comenzando a salir humo al mismo tiempo que encendían las luces del escenario, apareciendo “Las Dazzlings” de una manera magistral.
Las tres chicas se prepararon y empezaron a cantar Sus voces se escuchaban tan dulces que incluso la gente parecía ser hipnotizada por sus cantos.
Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Adagio al observar que finalmente las personas las adoren ya sea como un simple grupo de tres formando una pequeña banda, realmente se sentía orgullosa de lo que había logrado gracias a ese pequeño cristal que había robado hace un tiempo gracias a los descuidos de esa vampira despistada.
Nada podría salir mal de ahora en adelante.
Los minutos pasaron y el concierto con ellos, recibiendo aplausos del público a cambio.
La rubia les devolvió las gracias dándoles una pequeña reverencia ante todos, agarrando el micrófono en el proceso.
-fue una buena audiencia, gracias por esos aplausos, realmente no lo merecemos tanto.. bueno un poco. -dijo ella, bromeando un poco.
Sonata y Aria solo se limitaron a sonreírles y agradecerles por medio de saludos, sin embargo, a la de cabello morado le parecía un poco exagerado el comportamiento de su hermana al momento de hablar por el micrófono, incluso sintió un poco de vergüenza cuando noto que chasqueo los dedos para señalarlos al público.
- ¡creo que todos entendieron tu gran agradecimiento Adagio! -bromeo Aria al respecto, gritándole con un poco de sarcasmo.
-dejala Aria, se ve que se divierte. -menciona Sonata, sonriendo de la emoción por la linda experiencia que sintió en este pequeño concierto. -hemos pasado por tantas cosas estos últimos años, solo debemos aprovechar ahora cada momento de nuestras vidas.
Las palabras de la chica de cabello celeste sorprenden un poco a Aria, notando que se ve tan positiva en esto después de lo sucedido en estos cuatro años, por lo que lo deja pasar.
-supongo que tienes razón. -al decir eso, observa de nuevo a la rubia. -dejemos que fluya…
- ¡Soy tu gran fan Adagio! –le grita muy emocionado un fan entre la audiencia, captando la atención inmediata de las tres incluso.
Las hermanas notaron con asombro que estaba llorando también, producto de una gran admiración.
-tranquilo amigo, me alegra que seas mi gran seguidor y que estes presentes, bien hecho. -se lo dijo Adagio mientras sonreía un poco.
En eso, el fan le lanza una camisa blanca como regalo, sin embargo, aterrizó en la cabeza de la rubia, cubriendo por completo la cara.
Ella solo se rie al respecto, preguntando qué era lo que lanzó, al quitarselo de encima y verlo a detalle, le gusto mucho.
-miren, una camisa blanca con el logo de mi “cutie mark”, es un gran detalle muchacho. -dijo Adagio, mirando al fan para después guiñar el ojo como agradecimiento.
- ¡¡me guiño!! ¡¡me guiño!! !!esto no es un sueño!! -grito el chico, desmayándose a causa de la gran muestra de gratitud de su cantante favorita.
Tanto las personas como las tres hermanas no tenían palabras para expresar lo que acaba de pasar.
Ya pasando las horas, Adagio y las demás están dentro del camerino preparando sus cosas para ya irse a su hogar.
-voy por algo de comer, ¿te traigo algo? -pregunta Sonata amablemente.
-si quieres unas palomitas pequeñas pero dudo que ese puesto aun este abierto. -responde Aria dudosa si realmente pueda conseguir algo a estas horas de la noche.
-no seas tan negativa, regreso enseguida. -al despedirse, la chica de cabello celeste sale rápido del camerino.
La de cabello morado se limita a solo dar un ligero suspiro, más que nada por cansancio.
Lo que las dos no se percataron es que la rubia se encontraba mirando el cristal, regresandole su gran satisfacción ante el gran artefacto.
Aria volteo a ver a Adagio al notar un pequeño brillo rosado, preocupándose mucho al observar como ella lo besa en forma de ““agradecimiento””, ya de por sí es extraño que haga eso.
-ya parece que te casaras con ese cristal. -le menciono Aria, quedándose un poco asqueada.
La rubia al escucharla guarda rapido el cristal.
-lamento que hayas tenido que ver eso. -dijo ella avergonzada, tratando de no mirarla a los ojos.
-te noto un poco exaltada tambien. -continua la chica de cabello morado, levantándose para avanzar hacia el lugar donde se encuentra su hermana mayor.
-no, solo es mi gran felicidad de que hayamos tenido un gran concierto, después de todo es la primera vez que tenemos tanta popularidad en un concierto después de cuatro años. -explicó Adagio sintiéndose orgullosa referente al tema, al mismo tiempo escondiendo sus nervios por alguna extraña razón.
Sin que ella se lo espere, se percata de que Aria está mirándola frente a frente de forma seria con los brazos cruzados, parece como si la estuviera analizando.
-no me mientas Adagio. -dijo de forma seria, dejándola entre la espada y la pared.
-vamos, solo sentí algo de felicidad, ¿es tan dificil entender eso después de pasar por tantos problemas? -pregunto dando un poco de sarcasmo.
Ante eso, la chica de cabello morado solo suspira para alejarse un poco y mirarla.
-no pensé decir esto pero realmente me preocupas. -menciona ella.
A la rubia le extraña que esas palabras vinieran de la persona mas inesperada entre las dos hermanas, captando su atención hacia ella.
-juro que estoy bien, además, si ocurre algo tenemos el cristal rosa para protegernos. -explica Adagio con mucha seguridad mientras observa el artefacto, finalmente mostrandoselo a Aria.
Ella al ver su gran brillo rosado, mueve su cabeza a modo de negación.
-un cristal no te definiría lo que harás en la vida y lo sabes ¿verdad? -pregunta preocupada, tomando la mano de su hermana de forma suave. -esa cosa no te salvará de una situación difícil ni nos protegerá.
Esas palabras dejan muy pensativa a Adagio, cambiando su expresión a uno mas serio mientras observaba el cristal, que estaba cubierto por la mano de Aria en estos momentos.
-Es que.. no lo se, siento que podría ser un buen recurso para que mejoren nuestras vidas, tal vez no sabemos el verdadero potencial que se podría aprovechar, solo piénsalo por un momento Aria; tendremos más poder que los dijes jamás nos habrían dado, tendremos poder absoluto entre…..todas esas personas…
En ese instante las pupilas de la rubia se vuelven de un brillo rosado mientras seguía hablando:
- Y no solo de este mundo, sino que también en Equestria, tanto tu y yo como Sonata seremos más poderosas de la que podría imaginar. -al terminar de contar sus pensamientos, empieza a mostrar una sonrisa deseosa de su gran poder que podria emanar el artefacto rosado.
A estas alturas, Aria ya está lo suficientemente preocupada por ella, no sabría que hacer al respecto, almenos ya llegó su salvación:
- ¿me llamaban? creí escuchar mi nombre -dijo Sonata, quien entra al lugar con una bolsa de maní, las cuales estaba comiendo a gusto.
Tanto Adagio como Aria voltearon a mirarla, calmando la tensión que rodeaba la situación anterior.
-si, te mencionamos pero solo por un dato que no importa tanto. -explica la chica de cabello morado ya mas tranquila mientras le da pequeñas palmadas en la cabeza de Sonata.
Claro que la chica de cabello celeste le divertía mucho que hiciera eso, por su parte, la rubia se mantenía indiferente mientras los observaba con un poco de seriedad.
-supongo que no importaba en realidad… -susurra ella muy pensativa respecto al comentario de Aria.
No podía dejarse llevar con las emociones negativas ahora mismo, así que procede a guardar el cristal, si tan solo lo tuviera en la mano:
Se percata rápidamente que ya no tiene el artefacto rosa, buscandolo rápidamente.
- ¿buscabas esto? -pregunta la chica de cabello morado, mostrando el objeto que logró quitarle a su hermana con cautela.
Adagio solo daba una risa nerviosa al respecto.
- ¡no puede ser! ¿planeabas usar el cristal rosa para tu propio beneficio? -pregunta Sonata, dándose un gran susto.
-descuida Sonata, no creo que corramos el riesgo ya que lo tengo asegurado. -responde a su preocupación guiñandole el ojo.
-¿podrías devolverme el cristal por favor? Sería arriesgado usarlo una vez mas, tu me entiendes. -lo dice Adagio, tratando de explicar como excusa para que le devuelvan el cristal.
- ¿bromeas verdad? Debes aprender que no dependes de un objeto, nosotras dos ya pasamos por muchas cosas tambien y nos dependemos por nosotros mismas, además, ya cumplimos nuestro objetivo: querer fama.
Esos comentarios la hace reflexionar, ella tiene la razón y eso lo comprende su hermana de cabello celeste, quien le sonríe un poco por el logro que han hecho: valerse por si mismas.
-no lo comprenderias… te apuesto que este concierto ni siquiera alcanzó a la popularidad que tuvimos antes gracias a esos inútiles dijes.. -dijo de manera seria mientras sus pupilas brillaban en un tono rosado.
Claro que esto preocupaba mucho a las dos hermanas, sin embargo, Aria está dispuesta a demostrarle lo contrario.
-tranquila hermana. -dijo ella para abrazarla un poco. -nuestro esfuerzo ha brindado frutos y te lo demostrare. -en eso, las dos se la llevan afuera del establecimiento, donde estaba todo el público esperandolas por autógrafos y fotos.
Al verlas, gritaron por ellas, celebrando este gran concierto que han dado, Sonata los saluda emocionada mientras que Adagio los observa a todos con sorpresa, aunque cambia su expresión a una sonrisa calmada.
-todas estas personas nos adoran como hace cuatros años en la escuela Canterlot, solo que la diferencia es que no fue la necesidad de utilizar magia. -le susurró Aria a Adagio sintiendo mucha felicidad mientras guardaba el cristal en su bolsillo con discreción para que no la descubran.
-creo que si.. lo hicimos con nuestros esfuerzos… -dijo la rubia un poco seria y pensativa.
Los recuerdos daban vueltas en su cabeza; no podr��a olvidar todo lo que ha luchado por conseguir popularidad y que todos la adoren, en cómo tuvo que robar el cristal rosa por las fuerzas y en cómo tuvo que traicionar a los que confiaban en ella como una amiga.
Esto la carcomía por dentro, sin embargo, ya no había marcha atrás y ahora debe gozar de las recompensas que le otorgan en estos momentos.
Las Dazzlings ahora estaban firmando muchos autógrafos y hablando con los fans, algunos hasta se tomaron fotos con cada una o con las tres directamente, ya en camino a la casa-móvil se encuentran con el dueño del establecimiento en donde cantaron, quien recibieron su paga de mil dólares por un gran trabajo en el escenario.
Tanto Aria como Sonata se lo agradecen mucho, lamentablemente no fue lo mismo con Adagio, quien si agradecio al principio pero grata fue su sorpresa al ver la cantidad de dinero, dejándola muy pensativa al respecto.
De forma extraña siente mucha ira al respecto,todo el esfuerzo que sacrifico solo para que le pagaran esa miseria,
Tenían que seguir adelante las tres ante toda la situación que se presente a partir de ahora, así que solo se limitó a apretar fuerte los billetes y adelantar el paso, indignada de todo esto.
FIN DEL CAPITULO
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evie1601 · 4 years ago
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O N E S H O R T K I R I N O N
La franco-tiradora no tenía dudas de lo que hacía, no lo podía tolerar más, el verlo así le provocaba sensaciones inexplicables, peores que las que experimentaba al tratar bruscamente una de sus partes gatunas. Se encontraba corriendo la Cait Sith a toda velocidad mientras otra persona a lo lejos se encontraba en lo profundo del bosque con una mirada sombría y llena de melancolía a la vez, caminando torpemente y sin rumbo como si de un zombie se tratara, viendo como su mundo se derrumbaba aún más de lo que ya estaba..
La chica no estaba mejor, estaba exausta y el sistema ya estaba detectando una sobrecarga muscular, su cuerpo el suplicaba detenerse, ya le dolía de tanto correr y ya respiraba con dificultad pero no le obedecía y seguía adelante, pues no podía utilizar sus alas aún, le faltaban unos minutos más a su límite para permitirle su uso, su sistema nervioso estaba exigiéndole descanso pero su estado emocional lo empeoraba, estaba abatida, angustiada, asustada, aterrada de que él hiciera una locura que lo perjudicara, que se lastimara más y se cegara ánte lo que más importaba.
Al cabo de unos minutos alzó vuelo hacia ese avatar, rápidamente sin fijarse a quién golpeaba o por donde iba, sólo con un punto en la mira "adelante". La chica se detubo aterrizando perfectemte en la aprte final del bosque que quedava frente a un acanilado, revelando una silueta de espaldas que observaba las estrellas, ella se acercó unos pasos y dijo:
-Kirito....- Lo llamó de repénte a su nombre llamando su atención provocando que volteara a verme con una expreción sorpresaiva en su semblantte
-Sinon...- Hizo una pausa -¿Qué haces aquí?- Preguntó
-No puedo verte así, tan vulnerable ante el mundo....Kirito, no dejes que Asuna sea la fuente de felicidad eterna de tu vida, no quiero darte más dolencias pero seré breve...la vida es un avismo sin fondo, es como la fruta: te sale dulce o te sale amarga. Quiero que seas feliz sin importar lo que te dé la vida, es única y debes aprovecharla al máximo porque no habrá vuelta atrás y no sabes cuando será su fin...no tengas ataduras- Dijo la aguamarina para dedicarle una cálida sonrisa mientras su contrario comenzaba a formular ideas y una respuesta que darle
-Gracias, Sinon- Dijo para soreprecivamente abrazarla como nunca mientras ésta le correspondía con un leve sonrojo notorio en sus mejillas
-No es nada Kirito...- Respondió la chica para luego ser interrumpida por el celular del pelinegro para soltarlo y ver cómo él agarraba el teléfono y contestaba a su llamado
-Si...ah hola Asuna....-Dijo pronunciando su nombre con algo de inseguridad lo cual había sobresaltado a la Cait Sith para luego apartar su mirada con algo de disgusto
Ésta actitud hizo enfadar al espadachín haciendole crear sus propios argumentos hacia la menor. Luego de terminar su convrsación y colgarle a la rubia volteó hacia su acompañante con recelo
-¿T-tengo algo en la cara..?- Preguntaba la chica nerviosa ante la expreción del conttrario
-Asuna dijo que luego hablaríamos, tal vez quiera volver conmigo y tú no eres capáz de senttirte bien por mi...¿Por qué eres así?!- Dijo lleno de ira, ella era su amiga pero no entendía el por qué su expresión molesta por el llamado, asique la miró firme a sus ojos ordenándole una respuesta
La chica no entendía el por qué de su expresión , lo único que se podía ver en su mirada era temor pero fue reemplazada por enfado y dolor. Le pegó una cachetada de la nada ocultando su rostro con su cabello, cuya acción fué sorpreciva para el chico mientras la chica volteaba para que no la viera llorar de rabia
-Como si te importara lo que pienso y siento...pensaba que eras diferente....pero me equivoqué....sólo piensas en ti mismo ¡IDIOTA!- Gritó esa último ya alejandose corriendo ljos de ahí dejando al espadachín sobandose la mejilla y con un mal sabor de boca
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Ya era de noche en el apartamento Asada y su habitante se encontraba a oscuras hechada en la cama de su habitación. Estaba con su amusphere en la mesita de noche y mirando hacia el techo con los ojos cristalinos, luego de pasar un largo rato molesta hablando y gritando sola para desahogarse habia empezado a lamentarse de ver confiado en él, sus pensamientos y arrepentimiento le causaban un fuerte dolor emocional y de cabeza, pensar que pudo ver dado su vida por él y creer que ella era importante, pero se equivocó.
Pronto iría a la Univercidad debido a sus excelentes calificaciones y sólo debía prepararse, le daban una beca y otros beneficios, el pensar que nunca le importó a su mejjor amigo le daba ganas de dispararse, su vida era bastante trágica y a pesar de ver superado sus miedos, no creía que debería seguir adelante, apesar de sus dolencias por el muchacho trataría de seguir con su vida y enorgullecer a sus padres para que su descanzo sea tranquilo, la academia era extrangera y debería confirmar horario para el vuelo que tomaría mañana, asique se incorporó y luego de dar un gran suspiro se puso a marcar un número en su móvil
En la recidencia Kirigaya se encontraba la jóven Suguha oyendo el relato de su primo/hermano contándole lo que había ocurrido con la franco-tiradora, al cabo de unos minutos la chica se puso a hacer los que-haceres del hogar mientras el chico subió a las escaleras con la sorpreciva video-llamada de su ex-novia.
Al cabo de media-hora finalizó su conversación dejando al chico lleno de melancolía, Asuna había sido razonable y cuidadosa con lo que decía para no herirlo, aclarando que su relación no podría ser fácil en esas sircunstancias y ya debían acabar con ésto para no lastimarse más. El chico no se lo tomó tan mal aunque dolía aceptarlo. En cuestión de un par de minutos recibió un correo de cierta persona, no perdería nada con verlo, él no era malo como para ignorarla...
Kirito, sé que no terminó bien nuestro último encuentro pero no creía que ibas a reaccionar de esa manera, no es que quiera verte mal, es todo lo contrario, quiero verte bien y deseo lo mejor para tí. Al parecer nuestra amistad nunca fué real pero para mi eres muy importtante, sabes que no soy muy expreciva pero Asuna ántes de llamarte me había enviado un mensaje cuando intentaba escribir ésto "Asada-San tu eres la más cercana a Kirito después de mi, no he podido contactarme con Suguha pero seré breve, has que Kirito sea felí, no quiero que ésto lo detenga" y eso es lo que quiero que cumplas.
No soy buena en ésto, sé que no quieres saber nada de mi debido a ese mal entendido y de seguro me odiarás por lo largo que se está volviendo ésto pero qua quería decirte que pronto me iré del país para estudikar y quisiera que supieras que me pareces alguien encantador...
Yo no seré la más cariñosa o más bonita como lo era ella, tú no eres el más romántico o el más prudente jeje, pero aún así te quiero, ¡Me gustas Kirito! No tengo el valor para decirtelo en persona y estoy totalmente agradecida por lo que has hecho por mi, me has salvado la vida, me ayudaste a superar mi temor, me has hecho sonreir y encontrar un propósito para mi vida, tu sonrisa es encantadora y eres muy gracioso y divertido...cuando me salvaste de Kyouji..temía que fueras a morir, no sabíua que habría hecho si te perdía o que hacer al respecto....al enfrentar a Death Gun temía que por mi culpa algo te pasara...estaba bajo preción...
De seguro encontrarás a alguien genial que te merezca, nos vemos pronto.
Atte: Sinon
El chico estaba sonrojado y conmovido por sus palabras, estaba tan consentrado que ni se enteraba de lo que pasaba a su alrededor.
-Hay que estar muy enamorado para decir esas cosas ántes de irse...- Dijo Suguha con una sonrisa detrás de él apoyada en su hombro
-S-sugu...-
-Ve Onii-Chan, disculpate ántes de que sea tarde...-
-S-sou...- El chico abandonó su celular en la cama para coger su abrigo y salir corriendo hacia la casa de la franco-tiradora a toda velocidad dejando a su prima en su cuarto observandolo sonriente
Eran ya las 23:00 y nadie debía entar en la calle por cuestiones de seguridad, pero a él no le importaba, debía ir a disculparse, su corazón latía con fuerza por lo agitado que estaba, u motocicleta no tenía conbustible asique tuuvo que ir a pie
Al llegar golpeó la puerta algo decesperado asustando a la castaña provocando que ésta abriera:
-K-kirito...¿Qué haces a éstas alturas de la noche?- Preguntó para luego observar al jóven enttrar y posicionarse frente a ella
-¿Enserio t-te vas mañana?- Dijo el chico apenado mientras la aludida agachaba la cabeza con tristeza
-Si.....- Respondió para luego hacer una pausa -De igual modo...no tengo nada que perder...- Dijo desviando la mirada
-Lo siento- Afirmó sin previo aviso -Estaba tan concentrado en Asuna que no me percataba de lo que enrealidad pasaba en mi entorno....yo...no sé que decir...ahora que te vas a ir....no será lo mismo...-
Lanzó un pesado suspiro para mirarlo a los ojos y sonreirle -Sólo sé felíz, ¿Está bien?-
-Sinon- Llamó a su nombre -Luego que conversara con Asuna estaba mal pero, tus palabras me han facinado, sabes...la forma en la que te protegía...no me parece de sólo amigos...-
-¿Qué pretendes Kazuto?- Dijo extrañada y sorprendida la menor
El chico se sonrojó y la miró a los ojos --Quisieras ser mi novia?- Preguntó sorprendiendo a la tiradora
-K-kirito....estaré en otro país....pero....estás seguro de lo que dices?- Dijo dudosa
-Claro...- Dijo para luego ser tomado por sorpresa por unos labios fuugaces y dulces que le hicieron sentir un fuerte cosquilleo en su interior, obviamente ese beso fue correspondido
La chica se separó y volteó con una mirada ruborrizada y seria...o eso es lo que intentaba parecer pues no podía contener sus ganas de sonreir
-Jeje, eres adorable- Sorprendió el chico entre risas para luego abrazarlla como lo había hecho en aquella cueva durante el Bullet of bullet
La chica canceló el vuelo y la inscripción cambiando sus planes, el chico se despidió para no preocupar a Leafa y ambos se separaron felices. Al día siguiente el chico y compañía fueron sorprendidos, pues la Hecate se encontraba en su instituto dedicándoles una sonrisa mientras cierto chico la admiraba al lucirse con su uniforne
Contrólate Kirito...
-Oye! ¿En qué piensas?- Interrumpió Lizbeth con una mirada pîcara y acosante mientras Siílicca y Suguha reían por lo bajo y la restante ponía cara molesta con un notable sonrojo. No tardaron mucho en acostumbrarse a tenerla como compañera de instituto ni ella en acerárse más al grupo mientras la relación de ella y el espadachín crecía junto a la confianza de Yui hacia ella hasta tratarla como "mamá
Así es como continuaron sus vidas juntos y después de los estudios con la re-incorporación de Asuna al grupo demostrando que su amistad y cariño mútuo nunca se irá.
~Fin
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wingzemonx · 5 years ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX 
Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita 
Era más de medio día cuando el autobús de Daniel y Abra llegó a Hawkins. Abra era una chica de ciudad pequeña, que rara vez había incluso salido (físicamente) de New Hampshire, por lo que su idea de cómo era un pueblo pequeño entre las montañas estaba principalmente basada en películas y series. Siempre eran retratador como sitios apartados de las grandes ciudades o carreteras principales, donde la alegría y hospitalidad de los lugareños siempre escondían oscuros y escandalosos secretos. Pero claro, todo aquello era ficción, ¿no? Bien, al bajar del camión y comenzar a caminar por sus calles, Abra se sorprendió al darse cuenta de que, al menos en apariencia, era bastante similar a cómo se lo había imaginado. Edificios pequeños adornaban la calle principal, con amplias banquetas por las que mucha gente iba caminando y colocando decoraciones de Acción de Gracias en las fachadas y estanterías. Ambos, al ser rostros desconocidos, recibían unas cuantas miradas inquisitivas, pero otros les sonreían y les deseaban buena tarde con bastante gentileza. La mayoría, sin embargo, sólo pasaba de largo a lado de ellos.
—Éste lugar parece sacado de alguna película, ¿no? —Comentó con ironía la muchacha rubia, mientras miraba alrededor todas las personas y tiendas—. Debe de ser muy hermoso en Navidad.
Dan sólo esperaba que no tuvieran que quedarse ahí justamente para averiguar la veracidad de ese último comentario.
El clima era frío, por lo que Abra se cerró su chaqueta de mezclilla y se abrazó a sí misma mientras seguían las indicaciones de Google Maps en el teléfono de su tío para encontrar el hospital. De vez en cuando le llegaba algún pensamiento suelto de la multitud, pero en general había aprendido a blindar su mente, por decirlo de alguna forma, para evitar que aquello la atormentara. Eso le fue de mucha ayuda en la escuela.
Luego de caminar por al menos unas diez cuadras, llegaron ante el edificio de color marrón de cinco pisos del Hawkins Memorial Hospital. Abra lo contempló desde afuera con ciertas reservas.
—¿Seguro que es aquí?
—Google me marca que hay otros tres hospitales o clínicas en el área, pero éste el más grande —indicó Danny, revisando su teléfono—. Es el único que podría tener el equipo necesario para cuidar de pacientes comatoso. Si no la han transferido a Indianápolis mientras veníamos hacia acá, lo más seguro es que esté aquí.
Abra suspiró con cansancio. Si ya no estaba ahí, el viaje de tres horas y media en autobús (sin contar el avión y la noche de hotel), habrían sido por nada. Entrar y al menos preguntar sería su mejor opción de momento.
Ingresaron por la puerta principal de recepción, y en cuanto pusieron un pie adentro el cuerpo de la joven se detuvo abruptamente en su lugar, como si la hubiera oprimido un intenso dolor. Pero no era como tal dolor sino… en realidad no sabría cómo describirlo.
—¿Qué pasa? —Le cuestionó Daniel al darse cuenta que se había detenido—. ¿Sentiste algo?
—No estoy segura… —susurró dudosa, volviéndose a abrazar—. Definitivamente fue una sensación, pero no sé si fue exactamente mala.
Reanudó su marcha un poco después como si nada hubiera ocurrido, aunque definitivamente su andar ya no era tan decidido como antes.
Ambos se aproximaron hacia el puesto de la recepcionista Violet, la misma que unas horas antes había tenido aquel incómodo altercado con Charlie McGee, alias Roberta Manders. Cuando ellos llegaron delante de ella, Violet sujetaba entre sus dedos la mitad de una rosquilla rosada, y al parecer masticaba parte de la otra mitad mientras revisaba su teléfono colocado sobre su mesa de trabajo. Cuando se pararon delante de su lugar, la mujer alzó su mirada hacia ellos, apresurándose a limpiar con algo de vergüenza cualquier rastro de dona que hubiera quedado en sus labios
—Buenos días —saludó Daniel con una cándida sonrisa—. ¿La habitación de la señora… —dudó unos instantes al no recordar el nombre, pero éste le brotó casi de inmediato, quizás por un pequeño empujoncito sutil de su acompañante—, Jane Wheeler?
La actitud de vergüenza de la recepcionista cambió abruptamente a una de sorpresa, seguida después por una seriedad casi agresiva.
—¿También son reporteros? —inquirió con voz seca.
—¿Qué?, no —se apresuró a responder Daniel—. Somos… amigos. Venimos de muy lejos para verla, a ella y a su familia.
Violet entrecerró sus ojos, mirando atentamente a aquel hombre alto y apuesto, con rastros de barba a medio crecer, que en realidad no se veía nada mal. Luego de unos instantes, la mujer se cruzó de brazos y se inclinó por completo contra el respaldo de su silla sin quitarle la mirada de encima.
—No lo creo —musitó de pronto con voz de regaño, dejando un tanto perplejos a los dos visitantes.
—¿Disculpe? —Soltó Abra casi ofendida.
—Ya hay demasiada gente arriba. Tendrán que esperar a que alguien de la familia y el médico encargado lo autoricen.
—Oiga, ¿sí escuchó que venimos de muy lejos? —Espetó Abra, dejando salir sin querer su tono más agresivo, que Dan reconoció muy bien.
—Abra, por favor —intervino el cuidador, tomando a su sobrina de los hombros e intentando apartarla un poco del puesto. La chica dio unos pasos hacia atrás, pero mirando aún moleta a aquella mujer. Dan se portó más tranquilo, y volvió a sonreírle como antes—. Escuche, viajamos desde New Hampshire en cuanto nos enteramos de lo sucedido. Estamos cansados, y enserio nos gustaría poder ver a la señora Wheeler lo antes posible. ¿Habrá alguna forma de arreglarlo?
—¿Usted también me quiere sobornar acaso? —soltó de golpe Violet, destanteando por completo al hombre delante de ella.
—Yo no dije tal cosa… —balbuceó un tanto perdido—. ¿Y cómo que también…?
—Estoy cansada de que piensen que las reglas están aquí de adorno —declaró Violet, interrumpiendo su alegato—.  Esto no es un patio de recreos, es un hospital. Así que siéntese, y espere a que un miembro de la familia, de preferencia el señor Wheeler, y el médico encargado autoricen que pueden pasar. Mientras tanto, no me moleste.
Y sin más, volvió a su dona y a su teléfono, su versión un tanto más ligera de cerrarle la puerta en la cara, supuso Daniel. ¿Desde cuándo estaba permitido que un miembro del personal de un hospital tratara así a los visitantes? Por sus palabras, Daniel supuso que acababa de tener una mala experiencia con alguien (¿un reportero que intentó sobornarla?), así que quiso ponerse en su lugar; algo que la impaciencia de Abra no parecía querer hacer.
—Un momento, por favor —le indicó a la recepcionista y entonces se volvió de nuevo a su sobrina, inclinándose hacia ella—. Al menos eso significa que sí sigue aquí. Déjame ver si puedo convencerla.
—Usa el encanto Torrance, tío —musitó la joven, y Danny no supo si acaso eso era sarcasmo. Como fuera sólo le sonrió y se volvió de nuevo a la recepcionista, que parecía empecinada en ignorarlos—. Escuche, yo trabajo en una casa de cuidados paliativos. No soy como tal un enfermero y mucho menos un doctor, pero sé cómo es esto…
Mientras Daniel hablaba con la mujer. Abra, impaciente y un tanto molesta, se cruzó de brazos y se giró a ver alrededor. Las palabras de su tío se fueron perdiendo, hasta ser sólo un lejano sonido de fondo. Su atención se viró entonces hacia la puerta, por la cual un segundo después ingresaron un hombre y una joven. Abra no les puso mucha atención, y estuvo a punto de virarse hacia otro lado, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para que pudiera verlos mejor, o más específicamente a la joven. Era de su misma edad, cabello castaño rizado, piel blanca y ojos cafés con mirada soñolienta puesta en el piso.
La respiración de Abra casi de cortó de pronto, y se olvidó por un momento del cansancio, del enojo o el apuro. Sólo se centró de aquella chica… que estaba más que segura ya había visto antes, en aquella visión que tuvo de la señora Wheeler. Era aquella chica… Pudo verla y escucharla gritar claramente: ¡No!, ¡déjala! ¡¡Deja a mi mamá!!, justo como lo había hecho en aquel momento, y de alguna forma había logrado repeler a lo que estaba atacando a su… ¿madre? Por supuesto, era su hija; era prácticamente idénticas.
Al pasar justo delante de ellos, no pasaron a la recepción y parecían querer irse directo a los elevadores. Sin embargo, la chica quizás se dio cuenta de la forma tan poco disimulada en la que la estaba viendo pues se detuvo de golpe y entonces la miró también, un tanto intrigada. Abra dio un respingo al sentirse observada, pero no asustada o nerviosa.
—¿Terry? —le preguntó el hombre alto y fornido que la acompañaba al ver que se había quedado atrás, pero la joven siguió mirando hacia la extraña.
De pronto, Abra no supo exactamente porque lo hizo, pero de su cabeza simplemente se había escapado un pensamiento hacia enfrente, como unas palabras surgiendo de su boca floja sin querer hacerlo.
“Eres tú.”
En ese momento la chica delante de ella se estremeció con sorpresa, y Abra supo que la había captado.
“¿Puedes oírme?”, pensó de nuevo Abra justo después, y no le sorprendió recibir una respuesta.
“¿Quién eres?”, escuchó en su cabeza que sonaba la voz de aquella muchacha.
“Soy Abra… ¿quién eres tú?”
“¿Abra?”
La chica castaña pareció un tanto perpleja unos momentos, pero luego su rostro se iluminó como si hubiera tenido una increíble revelación.
—Abra… —musitó sorprendida, como si no fuera capaz de creerlo. Se le aproximó rápidamente, parándose justo delante de ella, tan cerca que Abra por instinto retrocedió, casi chocando con su tío. Daniel en ese momento se percató de lo que estaba ocurriendo, e interrumpió entonces su charla con la recepcionista para girarse hacia atrás—. Mi mamá te buscaba a ti, ¿no es cierto? —añadió Terry con rapidez.
—Eso creo —susurró la joven de Anniston, no muy convencida—, si tu madre es Jane Wheeler…
—¿Viniste a ayudarla? Puedo sentirlo…
Abra no comprendió. Estaba por preguntarle qué sentía exactamente, pero su respuesta vino por el otro medio.
“Eres increíblemente fuerte, mucho más de lo que yo soy…”
Aquello sorprendió a la chica rubia. ¿Podría darse cuenta de eso con tan sólo verla? Recordó de nuevo a Rose al Chistera, que en efecto parecía bastante capaz de sentir cual de fuerte era su resplandor (o simplemente “vapor” lo llamaría ella), aún a una larga distancia. ¿Era esta chica una rastreadora como ella? No una muy buena, debía decir, sino que se había dado cuenta de su presencia hasta que prácticamente la tuvo enfrente. Aunque claro, ella tampoco lo hizo precisamente.
“¿Puedes ayudar a mi mamá a despertar?”, preguntó Terry un tanto desesperada. Hasta ese momento, tanto Will como Daniel simplemente se habían quedado en silencio, sólo contemplando la escena desde sus respectivas esquinas.
Abra dudó sobre cómo responder a esa pregunta. Ciertamente ese era el plan, pero aún no sabían si acaso aquello estaba dentro de sus capacidades. Así que dio la mejor respuesta que se le vino a la mente:
“Vengo a intentarlo.”
El rostro de Terry se iluminó con emoción. Sin pensárselo mucho, rápidamente la tomó de su mano derecha con la disposición de jalarla hacia el ascensor.
—Ven con nosotros —le pidió la castaña comenzando a avanzar antes de recibir alguna respuesta.
—Hey, espera —intervino Daniel de manera protectora, adelantándose a tomar a Abra de los hombros y jalarla lejos de la extraña, rompiendo su agarre. Abra se dejó llevar, en cualquiera de las dos direcciones.
—No pueden subir —señaló molesta la recepcionista Violet, poniéndose otra vez de pie.
Will se aproximó a la joven Wheeler, un tanto consternado.
—Terry, ¿quiénes son estas personas? —Le preguntó despacio. Sin embargo, la muchacha, entre todo su apuro, no lo escuchó y en su lugar se aproximó apresurada a la recepción, encarando a Violet.
—Ellos son amigos, pueden subir con nosotros —indicó Terry con firmeza.
—Lo siento, Terry —se disculpó Violet un poco apenada—, pero necesito que tu papá y la doctora Mayfield lo autoricen….
—Está bien, son amigos —pronunció de nuevo con gran énfasis en sus palabras. Sus ojos se fijaron firmemente en la mujer—.  Pueden subir con nosotros.
La expresión de la recepcionista cambió de pronto a una de profunda confusión, como si de pronto hubiera olvidado incluso en dónde se encontraba. Terry no le quitó la mirada de encima ni un segundo, sin siquiera pestañear. Abra notó esto desde su posición, y supo de inmediato que algo había ocurrido. Su presentimiento se confirmó cuando la recepcionista murmuró a continuación, con voz mecánica como si su boca se moviera sola pero la voz que se escuchara fuera de alguna grabación escondida:
—Sí… son sus amigos… pueden subir con ustedes…
Se sentó entonces de nuevo en su silla, bajando su mirada hacia su celular y sus papeles, sin decir ni hacer nada más, como si todos ese grupo de personas simplemente se hubiera esfumado o nunca hubieran estado ahí.
Terry soltó un profundo alarido como si hubiera estado aguantando la respiración.
—Muchas gracias —susurró con un hilo de voz que revelaba cansancio, y se giró de nuevo hacia los demás.
—¿Estás bien? —le preguntó Abra, ligeramente preocupada.
—Sí… vamos, rápido.
La tomó una vez más de la mano y comenzó a guiarla al elevador con la misma rapidez que antes. Dan esa vez no tuvo oportunidad de detenerlas, y en realidad no estaba seguro si debía hacerlo. En su lugar, se limitó a seguir a su sobrina y a su aparente nueva amiga hacia el elevador. Will igualmente los siguió, un tanto reticente.
“¿La convenciste de dejarnos pasar con tus poderes?” Le preguntó Abra a la castaña, cuando ambas estaban esperando a que llegara el elevador. “¿Eres de las que puede dar empujes?”
“¿Así se le dice?” Pensó Terry un poco curiosa. Aún parecía cansada. “No me gusta mucho hacerlo. Mi mamá me lo prohíbe. Pero era necesario.”
Will y Dan se pararon detrás de las chicas. El primero seguía sin entender nada de lo que había ocurrido, mientras que Daniel se daba una idea, aunque tampoco estaba precisamente muy cómodo con todo eso.
—¿Quiénes son ustedes? —Le preguntó Will de pronto al hombre a su lado, esperando recibir algún tipo de clarificación.
—Dan Torrance —se presentó el cuidador, extendiendo su mano hacia Will, el cual la aceptó con reservas—. Y ella es mi sobrina Abra Stone… —Al mirar de nuevo a las chicas, notó que ambas se miraban y hacían gestos con su caras, aunque sus bocas ni siquiera se abrían. Incluso algunos de esos pensamientos que saltaban de una a la otra, le llegaban fugazmente.
—¿Acaso ellas…? —Susurró Will, mirando también a las dos chicas. Daniel comprendió, incluso sin tener que leer su mente, que él ya sabía o al menos se daba una idea de lo que estaba ocurriendo.
—Están teniendo una conversación privada sin nosotros —bromeó Daniel un poco, aunque Will no rio ni sonrió.
—¿Son de la Fundación?
—¿Fundación? No, somos… —Dan vaciló unos momentos—. Supongo que sí somos amigos, de cierta forma.
El elevador llegó en ese momento y los cuatro ingresaron rápidamente.
Aquello había salido mejor de lo que esperaban. Sin embargo, aún quedaba la parte más difícil de esa visita inesperada.
— — — —
—Tuviste suerte —escuchó Charlie de pronto que Kali le comentaba en el comunicador de su oreja, haciéndola saltar un poco en su silla. Sin darse cuenta, la reportera casi se había quedado dormida. Habían tenido que conducir toda la noche, con sólo algunas horas de sueño entre un turno y otro, así que no se sentía culpable al respecto. Además, no era raro que la gente se durmiera en las salas de estar de los hospitales.
La mujer rubia soltó uno largo bostezo y se estiró un poco intentando hacer desaparecer el letargo. Kali, por su lado, prosiguió con la explicación de porqué tenía suerte exactamente.
—Tuve que buscar en todas las aerolíneas principales a pasajeros que hubieran volado a Portland en las últimas semanas, y compararla con mi base de datos de colaboradores habituales de la Fundación. ¿Tienes idea de cuánto trabajo implicó eso?
—Me lo imagino —musitó Charlie, no con mucho interés en realidad—. ¿Y dio algún fruto, al menos?
—Por eso dije que tienes suerte. Encontré dos nombres: Matilda Honey y Cole Sear.
Charlie terminó de estirarse, soltando un último quejido de dolor que de hecho fue bastante liberador. Los dos nombres que Kali acababa de mencionar resonaron entonces en su mente, principalmente el primero de ellos.
—Matilda… —repitió despacio—. Sí, he oído de ella. Dicen que es la protegida de Eleven; su favorita.
—¿Dónde oíste eso? —cuestionó Kali, incrédula, a lo que Charlie simplemente respondió:
—Por ahí…
Aunque no había tenido contacto directo con Eleven o su fundación en esos años, no por ello había permanecido totalmente ignorante de sus movimientos. Y en los últimos cuatro años, el nombre de Matilda Honey había salido a colación en dos o tres de sus investigaciones al respecto. No tenía en su cabeza los datos precisos, pero le pareció recordar que era una psicóloga o algo parecido, que trataba a los niños psíquicos, y que Eleven parecía tenerle un aprecio muy especial.
—Ellos deben estarse encargando del caso que mencionó Mike —concluyó Charlie con obviedad—. ¿Ambos siguen en Portland?
—Eso no lo sé. Agradece primero que logré dar con sus nombres tan rápido.
—Gracias. Pero ahora, ¿me puedes decir si siguen o no en Portland?
Kali susurró una maldición despacio, que aun así Charlie logró identificar bien. «En el fondo me quieres», pensó la reportera con ironía.
La mujer al otro lado de la línea suspiró con cansancio, y entonces añadió:
—Déjame ver si puedo rastrear sus tarjetas o algo. Sólo por curiosidad, ¿qué piensas hacer si los encuentras? ¿Interrogarlos “tranquilamente”?
Charlie sonrió divertida ante esa agradable forma de preguntarle si acaso tenía pensado torturarlos a cambio de información. Aquello le producía gracia, aunque también le ofendía un poco. No era como si hubiera hecho mucho tal cosa; ese no era su estilo… habitual. No había pensado en hacerlo de esa forma, y ciertamente no tenía mucho interés en hacerlo con dos protegidos de Eleven. Esperaba que si les compartía su interés en encontrar a quién había dañado a su mentora y hacerlo pagar, serían más cooperativos. Pero, ¿y si no?
Su respuesta se quedó a medio camino de salir de su boca, pues en ese momento justo delante de ella pasó apresuradamente justo la persona que estaba esperando: Terry Wheeler, jalando de su mano a otra chica, un poco más alta que ella de cabellos rubios y rizados, y seguidas detrás por dos hombres. Uno de ellos era Will Byers; lo reconoció de inmediato pues lo había visto en algunas revistas de diseño y arquitectura, y sabía que vivía en Soho, aunque se las había arreglado para evitar encontrarse con él de improviso. No porque tuviera un sentimiento negativo hacia Will; de hecho, de la pandilla de Scooby-Doo que eran Mike Wheeler y sus amiguitos, Will era de los que más le agradaban.
El otro hombre que iba con ellos no le pareció familiar, al menos a simple vista pues habían pasado muy rápido. Y fue precisamente eso lo que puso a Charlie en alerta: lo apresurados que habían pasado caminando, casi corriendo.
¿Le habría pasado algo a Jane? La idea la puso bastante tensa.
—Eso ya lo veremos en su momento… —le respondió a Kali luego de un rato, sin pensar mucho, sólo dejando salir la última idea que había tenido anteriormente—. Discúlpame un segundo.
Rápidamente se puso de pie y comenzó a seguirlos a una distancia segura.
— — — —
No hubo ceremonia ni espera alguna en cuanto llegaron delante de la camilla de Eleven. Terry extendió las cortinas hacia los lados y se dirigió apresurada hacia su padre.
—¡Papá! —exclamó con fuerza, casi asustando un poco al señor Wheeler.
—Terry, baja la voz —le indicó Mike con algo de molestia. Notó en ese momento que su hija menor no venía sola. Y no la acompañaba sólo Will, sino dos personas más que no reconoció en lo absoluto, y que mantenían un poco su distancia con cierto pudor—. ¿Quiénes son estás personas? —Les preguntó con irritación, parándose de su silla, pues la reciente visita de Charlie McGee, alias Roberta, lo había puesto un poco paranoico.
—Papá, ella es Abra —le indicó Terry con emoción. Aquel nombre en un inicio no le sonó a Mike, pero eso cambió casi de inmediato.
—¿Abra? —Susurró confundido, mirando fijamente a la jovencita rubia de chaqueta de mezclilla—. ¿La Abra que Jane estaba buscando?
—Eso creo —respondió la extraña, encogiéndose de hombros y sonriendo. Se sintió entonces un tanto más segura para dar un paso adelante y acercarse—. Mucho gusto, señor. Soy Abra Stone. Él es mi tío Dan… —Su mirada se fijó entonces en la mujer en la camilla. Aunque sólo la había visto pocas veces, y nunca frente a frente, la logró reconocer fácilmente—. ¿Ella es la señora Wheeler?
Nadie le respondió, pero en realidad no lo necesitaba; era más una pregunta de cortesía.
Todos pasaron al reducido espacio alrededor de la camilla lo mejor que pudieron, y Will se encargó de cerrar la cortina, esperando que ninguna enfermera notara la cantidad tan poco recomendable de personas que había ahí en esos momentos y los obligaran a salir.
Mike parecía escéptico, y miraba a aquella muchacha con reservas. Recordaba ese nombre, “Abra.” El se lo había mencionado aquella noche, antes de todo lo sucedido…
“Y está relacionado además con otra chica que también podría ser bastante poderosa… demasiado, diría yo… Sólo sé que su nombre es Abra. Logré encontrarla por un momento, pero logró darse cuenta de mi presencia y repelerme.”
Una chica muy poderosa y que necesitaba encontrar; eso era lo que ella había dicho. ¿Realmente era ella esa persona?
—¿Cómo llegaste aquí? —Inquirió Mike, cruzándose de brazos.
—Ella me contactó hace unos días, o algo así —respondió Abra, manteniéndose firme—. Pero me sorprendió y la empujé lejos de mí. Y hace dos noches, pude sentir a la distancia el ataque que le estaban haciendo, y casi me deja en coma como a ella.
—Ella también tiene el Resplandor —añadió Terry, parándose a lado de su nueva amiga—. Por eso mamá la buscaba.
Aquellas palabras (o lo más correcto sería decir “palabra”) hicieron que un marcado asombro se dibujará tanto en el rostro de Abra como en el de Daniel. Ambos voltearon a ver a la joven de rizos castaños al mismo tiempo, y luego se miraron el uno al otro.
—¿Acaso dijiste… Resplandor? —cuestionó Daniel, curioso. Terry asintió.
—Es como mi mamá y sus colaboradores lo llaman. A esto que podemos hacer; estos poderes… o magia.
Abra miró de nuevo a su tío, aunque en esos momentos parecía más de forma acusadora, como si lo acabara de atrapar en alguna mentira.
—Siempre creí que tú lo habías inventado —señaló la joven, entrecerrando un poco los ojos.
—Nunca dije tal cosa —respondió Dan a la defensiva—. A mí me lo dijo por primera vez un hombre hace mucho tiempo, y a él su abuela según recuerdo. Pero nunca había oído a alguien más utilizar ese término. ¿De dónde lo sacaron?, si se puede saber.
Terry pareció querer responder, pero en realidad no tenía ninguna respuesta válida en su cabeza a esa pregunta. Desde que tenía memoria, siempre lo habían nombrado de esa forma: resplandor. Se viró entonces hacia su padre y su tío Will, en busca de algo más de información, pero ambos parecían igualmente en blanco.
—Yo… francamente no lo sé —respondió Will, encogiéndose de hombros—. El comenzó a usarlo hace mucho, mucho tiempo, y todos supongo nos acostumbramos a él. Sólo ella sabe de dónde se le ocurrió.
«Conveniente, sólo la mujer en coma sabe de dónde proviene», se dijo Dan a sí mismo, aunque se arrepintió casi de inmediato de haber pensado tan cosa. No había nada conveniente en un estado así, ni para la persona ni para su familia.
En realidad no tendría por qué molestarle o preocuparle de manera particular que alguien más llamara a lo que tenían con el mismo nombre. Sin embargo, siempre había pensado que aquello era algo proveniente directamente de su antiguo amigo Dick Hallorann y su Abuela Blanca (como él la llamaba). Luego se convirtió en algo de Danny y Abra, de cierta forma heredado de una generación a otra, aunque no estuvieran necesariamente relacionados por sangre, sino por algo más profundo. Por ello, se sentía un poco raro escuchar de pronto a un grupo de extraños llamarlo de esa forma tan repentinamente. Jamás habría pensado el pequeño recelo que algo como eso le causaría.
—¿Qué hacen aquí? —Cuestionó Mike luego de un rato, exteriorizando su preocupación—. ¿Qué desean exactamente?
—Yo… aún no lo sé —respondió Abra cautelosa y comenzó entonces a caminar hacia un lado de la camilla, parándose a la zurda de la Sra. Wheeler para contemplarla de cerca—. Yo creo que ella me estaba pidiendo ayuda aquella noche, y sentí que era mi responsabilidad venir e intentar dársela.
—¿Puedes ayudarla a despertar? —Cuestionó Mike con cierta emoción, provocando que su actitud diera un giro de ciento ochenta grados.
—Puedes hacerlo, ¿cierto? —Comentó Terry con la misma agitación de su padre—. Puedo sentirlo; eres muy poderosa.
Abra se ruborizó un poco al oírla, aunque igualmente sus labios se curvearon en una pequeña sonrisa. Varias personas le daban cumplidos por su buena apariencia o por su inteligencia, pero pocas veces le había tocado que alguien reconociera lo fuerte que era en ese otro ámbito, y lo reconociera como algo positivo. Realmente le agradaba, aunque su tío Dan sintió en ese momento que aquello podría subírsele a la cabeza bastante rápido. Y lo que menos quería que pasara era que comenzara a comportarse de forma inapropiada estando en terreno desconocido.
—Abra, espera —musitó Daniel y entonces se le aproximó a su sobrina—. No te precipites…
La apartó un poco de la camilla y de los demás, aunque en ese reducido espacio no había mucho hacia dónde hacerse. Si querían hablar en privado, tendrían que hacerlo por ese otro medio. Quizás la muchacha que no dejaba de alabar a Abra podría llegar a oír un poco de lo que pensaran, pero confiaba en que no fuera demasiado.
“Esto es algo muy delicado y no lo puedes hacer a la ligera.” Le trasmitió a su sobrina mientras la veía atentamente. Abra pareció un poco confundida por esa repentina advertencia.
“¿Te refieres a intentar despertarla? Tú lo hiciste conmigo y funcionó.”
“Te conozco, y tú a mí. Sabía cómo moverme en tu cabeza, y que tú no me verías como una amenaza.”
Mientras ambos conversaban en el interior de sus cabezas, los otros tres los observaban desde sus posiciones. Y aunque Terry tenía claro lo que ocurría, y Will tenía una idea tras lo ocurrido antes, Mike pareció un tanto más perdido.
—¿Qué están haciendo? —preguntó el señor Wheeler.
—Están hablando entre ellos —le explicó Terry, susurrando despacio para no interrumpirlos
—¿Los dos resplandecen?
—Eso parece. Qué increíble —musitó Terry con fascinación—. Lo están haciendo con tanta naturalidad; nunca había visto a dos telépatas hacerlo así. Los dos son muy poderosos… mi madre estaría muy impresionada si los conociera.
A Mike aquello le pareció interesante, pero no compartía como tal la emoción de su hija. Recordó la otra noche, y cómo El parecía inquieta ante la cantidad de resplandecientes muy poderosos que estaban de repente surgiendo. Y si esos dos lo eran tanto como para sorprender de esa forma a su hija, cuyos poderes iban en camino a ser casi como los de la propia Eleven… ciertamente comenzó a sentirse intranquilo, y supuso que su esposa se sentiría de la misma forma. Pero, si en verdad eran capaces de despertarla…
Por su lado, Abra y Dan siguieron con su conversación, sin percatarse directamente de las impresiones que estaban causando en sus espectadores.
“Pero el interior de la mente de esta mujer es territorio desconocido,” añadió Dan. “No sabemos qué clase de defensas o amenazas puedan existir. Mejor deja que yo lo intenté.”
“Claro que no. Ella me buscaba, me contactó, y cuando la atacaron fue a mí a la que buscó. Creo que ya tenemos un tipo de conexión, y quizás eso me ayude a entrar más fácil, ya que de seguro ella me quiere aquí.”
“Esas son muchas suposiciones. Es muy peligroso, déjamelo a mí.”
“Es igual de peligroso para cualquiera de los dos.”
“Sí, pero yo soy mayor y más experimentado.”
“Querrás decir más viejo y delicado.”
—Oye —soltó de pronto Daniel con su propia voz casi sin darse cuenta, un tanto ofendido por el comentario.
—Sólo bromeo —le respondió Abra, casi riéndose—. Bueno, ¿y qué tal si lo hacemos los dos?
—¿Qué van a hacer? —intervino Mike con desconfianza cuando al fin pudo escucharlos.
—Papá, confía —intervino Terry, colocándose entre su padre y sus invitados.
—¿Confiar?, ni siquiera los conozco, y tú tampoco.
—Mamá la buscaba por una razón.
—Sí, pero ella ni siquiera sabía quién era en realidad. No sabía si podía ser una aliada o una enemiga más.
—¡Yo confío en Abra! —Soltó Terry con algo de fuerza, parándose firme delante de su padre—. Puedo sentirlo… ella puede ayudarnos, papá… por favor…
Los ojos cafés de la joven se tornaron suplicantes mientras miraban fijamente a su padre. Esos ojos, los mismos ojos de Eleven. Mike no podía resistirlos en su esposa, mucho menos en su pequeña hija. Podía ver que realmente sentía lo que decía, pero… ¿cómo podría él compartir el mismo sentimiento?
—Mike —intervino Will, tomando a su viejo amigo del hombro para llamar su atención—. Terry sabe bien leer a las personas, y eso tú lo sabes bien. Ella confía por completo en estas personas, así que confía en sus instintos. Sabes bien de quién los heredó.
Mike se viró hacia su hija, encontrándose de nuevo con aquellos ojos que tanto efecto tenían en él. Estaba desarmado, pero también desesperado. Si había una posibilidad, aunque fuera pequeña de que El despertara y pusiera orden todo ese desastre… Pero, ¿y si se equivocaba?
Se retiró sus lentes y se talló un poco sus ojos con sus dedos.
—Por favor… no le hagan daño —susurró despacio, dejándose caer de sentón de regreso en su silla.
Abra asintió levemente como respuesta a su petición, aunque en realidad no estaba del todo segura de poder cumplirla. Lo que menos deseaba era lastimarla, pero ciertamente lo que ocurriría en esos momentos era totalmente impredecible.
—¿Listo, tío Dan? —le preguntó con firmeza a su acompañante, que igualmente tampoco tenía muchas otras alternativas.
—No lo diría así, pero hagámoslo…
Era de hora de empezar.
Terry, Will y Mike se colocaron de un lado de la cama como meros espectadores, mientras Abra y Dan se quedaban en el otro. Abra tomó firmemente la mano de la mujer de la cama entre las suyas. Su mano se sentía algo fría, pero fuera de ello no sintió en un inicio nada en especial, a diferencia de otras veces que había tocado a otras personas; eso era un mal comienzo. Daniel colocó una mano sobre el hombro de su sobrina y se paró firme a su lado.
—¿Ya sabes qué hacer? —Susurró Daniel despacio.
—Entrar a su palacio mental —respondió Abra—, como lo hice con Rose. Sólo debo… concentrarme…
Abra comenzó a volcar todos sus pensamientos, toda su atención y todo su ser en la mujer delante de él. Intentó usar como base las dos veces anteriores en que habían hecho contacto, aquella primera vez en la sala con Brownie, y luego la otra noche durante el ataque. Intentó concentrarse en su rostro y en su voz, como se veían y oían respectivamente en ambas ocasiones. Repitió también su nombre en su cabeza varias veces: «Jane… Jane… Jane…» Sin embargo, aquel nombre le resultaba un tanto ajeno y distante, como si no fuera el correcto. ¿Cuál era entonces…?
La joven cerró lentamente los ojos, y en su cabeza un pensamiento se iluminó, como una marquesina que de lejos se veía algo borrosa. Sin embargo, al acercarse, pudo distinguir el nombre que aquellas letras de luz deletreaban.
«¿Eleven…?», pensó un tanto confundida, pero lo supo casi de inmediato, como si alguien le hubiera susurrado la respuesta al oído. Su nombre real era Jane, pero no era con el que se sentía identificada. El nombre que ella misma más relacionaba consigo, era ese otro. «Eleven… ¡Eleven!»
— — — —
Los ojos de Abra se abrieron abruptamente de nuevo y observaron con asombro el escenario totalmente negro que la rodeaba. Aquello le resultó bastante familiar, incluido el poco de agua que cubría unos centímetros por encima del suelo debajo de ella. Efectivamente ya había estado ahí antes… sin embargo, algo se sentía un poco diferente. Le pareció sentir un poco de frío, una sensación bastante real para estar sólo en su cabeza.
—De vuelta a este sitio —escuchó musitar a su tío Dan a su lado, y rápidamente se giró para cerciorarse de que en efecto él estaba ahí, visible a pesar de toda la negrura que los rodeaba.
—Tío Dan, sí viniste —señaló la joven con orgullo.
—No iba a dejarte toda la diversión —señaló Dan con ironía, comenzando a andar lentamente por aquel suelo cubierto de agua—. No creo que sea buena señal que el palacio mental de esta mujer sea un área totalmente negra sin nada más.
—No creo que éste sea el sitio que buscamos —respondió Abra, siguiéndolo un poco por detrás. Sin darse cuenta, se había abrazado a sí misma, ocultando sus manos en sus axilas en un intento de mitigar el frío. Su tío se veía bastante normal; ¿era que acaso aquello sólo le afectaba a ella?—. Me parece que esto es más como un lienzo en blanco… o en negro, que ella puede llenar con lo que requiere. Como una mesa de trabajo.
—Puede ser —asintió Dan—. Aunque, ahora que lo mencionas, creo que podría ser más como un área segura en dónde puede eliminar cualquier otra distracción o pensamiento, y así te puedes enfocar en una sola cosa concreta. Mentalmente tengo que poner mi mente en un estado así cuando ocupo detectar algo o alguien, como cuando intenté contactar a Dick cuando era niño, o cuando te busqué a ti luego de que el Cuervo te raptó. Aunque nunca lo había visualizado precisamente como un escenario así.
—Supongo que cada cabeza es diferente —susurró Abra a sus espaldas, pero Dan sintió una punzada de preocupación pues percibió cierta debilidad en aquella voz, como si se susurrara desde un sitio muy lejano.
Dan se detuvo y se viró de regreso hacia su sobrina. Abra siguió avanzando pasando a su lado, encorvada un poco por el frío y con su vista puesta al frente de forma tensa, como si se forzara a sí misma a no bajar la cabeza ni un poco.
—¿Estás bien? —preguntó Dan con inquietud.
—Sí —fue la respuesta corta y directa de la joven, y de inmediato cambió el tema—. ¿Para qué será el agua? ¿Crees que sea provocado por su estado actual o ya desde antes había sido así?
—Quizás tiene algún significado para ella —respondió Dan un tanto inseguro, y entonces prosiguió detrás de Abra, observándola con atención ante cualquier cambio.
Siguieron avanzando por unos minutos, o lo que desde sus perspectivas fueron unos minutos, sin encontrar nada más que oscuridad, similar a cómo había ocurrido la otra noche. Sin embargo, en esa ocasión no parecía que estuvieran realmente acercándose a algo; todo se sentía más a como si estuvieran andando en círculos. El único cambio palpable, sin embargo, fue que Abra comenzó a temblar, y parecía como si cada vez le resultara más difícil seguir avanzando.
—Abra, ¿qué tienes? —cuestionó Dan con apuro y rápidamente se le aproximó, rodeándola con sus brazos. La sensación fría que le provocó en cuanto la tocó fue tan intensa que sintió el impulso de soltarla de inmediato, pero no lo hizo—. Estás helada...
—Algo no está bien —susurró la joven despacio, titubeando—. Mi mente no quiere estar aquí… No sé por qué… pero me dice que me vaya…
—Entonces hazle caso y salgamos.
—¡No! —Espetó con la mayor firmeza que le era posible dado su estado, y entonces se soltó de las manos de su tío para seguir adelante—. Necesitamos seguir…
—Sin saber a dónde vamos, podríamos estar aquí un buen rato —señaló Dan, un tanto como queja—. Quizás hay que afrontar la posibilidad de que realmente aquellos pensamientos que te llegaron fueron lo último, y aquí ya no queda nada más…
—¡Me rehúso a creer eso! —Respondió Abra con frustración sin detenerse—. Si es así, ¿cuál fue el propósito de ser llamada para acá? ¿Por qué estoy aquí?
—¿Empezando porque te fugaste de tu casa y a mí me tocó recibir todos los gritos y reproches de tu madre? No siempre hay un motivo oculto o alguna explicación, Abra. Lo que le ocurrió a esta mujer fue un hecho lamentable, pero quizás realmente no tiene nada que ver contigo, y no hay nada que tú o yo podamos hacer para remediarlo.
—¡¿Entonces por qué me estaba buscando?! —Espetó Abra con cierta molestia, girándose abruptamente hacia él y haciendo que el agua chapoteara a sus pies—. ¿Por qué a mí en específico? Tiene que haber algún motivo, alguna conexión, ¿o no?
—Por lo que escuché, ella buscaba a una Abra. Ni siquiera sabía quién eras tú en realidad. Quizás todo fue sólo una equivocación…
—¿Y buscaba a otra Abra con el Resplandor? Ni tú te crees eso. —La joven se viró en ese momento de regreso al camino y volvió a andar, aún sin rumbo pero con firmeza en cada uno de sus pasos. Volvió también a abrazarse con firmeza y a temblar—. Debe haber algo que pueda hacer… Estas habilidades que tengo no tienen por qué ser sólo para matar y lastimar, ¿cierto? Debería poder hacer algo como esto… debería de poder ayudar a alguien que me necesita…
Aquellas palabras dejaron azorado a Daniel. Era la primera vez que la escuchaba decir eso sobre sus poderes, pero él sabía perfectamente de dónde provenían esos pensamientos.
—Abra, espera —musitó apresurado y se adelantó para rebasarla y clocarse delante de ella y cortarle el paso. Abra bajo la cabeza para no mirarlo, como si se sintiera de cierta forma avergonzada—. ¿Esto es por Rose? Abra, tú no fuiste la única que la mató, o al Cuervo, o a ninguno de esos sujetos. Eso lo hicimos lo dos juntos, yo también estaba ahí. Y se lo merecían por todo el daño que les habían hecho a tantas personas durante siglos.
—¡Ya lo sé! —Espetó la joven con fiereza, y Dan sintió de pronto como todo aquel sitio temblaba un poco y el agua se agitaba—. ¡Me digo a mí misma todo el tiempo que lo que hice estaba justificado!, que lo hice por un bien mayor. Pero eso no es lo que me asusta, eso no es lo que me preocupa… —alzó en ese momento su rostro hacia él, mirándolo con dureza, pero con ligeros rastros de lágrimas que amenazaban con aparecer—. Tú me lo dijiste, que si no aprendía a controlar esta rabia que tengo dentro sería muy fácil que perdiera el control, justo como con Rose. Y lo he intentado, enserio lo he intentado…
—Abra, cálmate por favor —susurró Daniel en voz baja, la cual incluso le llegó a temblar un poco… con miedo.
La joven se agarró su cabeza con fuerza con sus manos y apretó sus ojos fuertemente con frustración. Volvió a temblar, ahora con más fuerza que antes.
—Intenté ir al vertedero como me dijiste, intenté contenerme, calmarme. Pero constantemente tengo estos pensamientos, constantemente estoy tan enojada con tantas personas… y sólo quiero… ¡sólo quiero dejarlo salir!, ¡y aplastar con esta fuerza que tengo a todos los que me molestan! ¡Quiero aplastarlos como lo hice con Rose! Pero, ¡no debo! ¡No quiero…! ¡Ah!
Un temblor más que sacudió todo aquello y Daniel sintió como el mundo daba vueltas, el suelo a sus pies le era retirado como si alguien hubiera jalado abruptamente una alfombra, y su mente entera dio piruetas en el aire…
— — — —
En el mundo físico, Dan se hizo sólo un poco hacia atrás como si alguien lo hubiera empujado a modo de provocación en un bar. Se tambaleó un par de pasos hacia atrás, pero se mantuvo de pie. Sus manos se habían apartado de Abra, y su mente había abandonado por completo el espacio en el que se encontraban hace unos momentos, y regresado a aquel espacio pequeño alrededor de la camilla. No tuvo oportunidad de pensar en lo que había ocurrido, o de intentar volver, o siquiera en reparar en las miradas confundidas de Terry y los otros dos hombres. En ese momento notó que la espalda de la señora Wheeler se arqueaba, alzándose y separándose de la camilla. Sus ojos se abrieron, y su boca igual como queriendo soltar algún grito que en realidad no salió.
—¡Mamá! —Exclamó Terry entre emocionada y asustada. Sin embargo, Mike y Will parecían más lo segundo,
—¡¿Qué está pasando?! —Soltó Mike con aprehensión, mirando a Dan—. ¡¿Eso es normal?!
Daniel no respondió. Podría parecer incluso que estaba reaccionando o despertando, pero él supo que no era así. Aquello era el mismo temblor que lo había sacado de un empujón. Eso era Abra, que seguía de pie a su lado, tomándola de la mano con fuerza y con sus ojos cerrados. Su rostro se veía apacible y tranquilo, pese a la tormenta que se estaba formando en su interior en realidad.
Tenía que pensar rápido y hacer algo. No sabía si podría volver por su cuenta, y simplemente apartar a Abra de la paciente podría causar más daño que bien. Pero, si no lo hacía… ¿qué terminaría haciendo Abra? No entendía siquiera porqué había reaccionado de esa forma. ¿Qué influyó de esa forma en su humor? ¿Qué sintió o vio ahí adentro que él no? ¿Qué la afectó tanto…?
—¿Qué le están haciendo? —Escucharon de pronto como espetaba con fuerza una quinta voz. La mujer rubia totalmente desconocida para Dan (aunque todos ahí lo eran realidad) estaba de pie justo delante de las cortinas abiertas, y miraba horrorizada a la mujer en la camilla.
—¿Roberta? —exclamó Will, un tanto confundido al reconocerla.
—Sal de aquí —le ordenó Mike, pero a la mujer le importó muy poco.
—¿Quiénes son estas personas? —Cuestionó Charlie molesta, y se apresuró rápidamente hacia Abra—. Quítenle las manos de encima…
—Hey, no la toque —exclamó Daniel, y por mero reflejo la tomó de su muñeca y la apartó de Abra antes de que pudiera tomarla. Aquello le hizo ganarse una mirada casi asesina de parte de aquella mujer.
—¡Usted no me toque o no respondo! —le respondió Charlie, jalando su brazo para soltarse de su agarre. Daniel alzó sus manos y retrocedió un poco, indicándole que no tenía intención de tomarla de nuevo.
—Lo lamento, pero le advierto que no debe tocarla ahora. Es por su seguridad y de la Sra. Wheeler.
—¡¿Eso es por su seguridad?! —Señaló al cuerpo de Eleven que seguía erguido en esa posición de arco que parecía casi imposible.
—Ellos vienen a ayudar a mi mamá —intervino Terry ferviente, parándose delante de Abra, cubriéndola con su cuerpo para que no se le acercara—. ¿Quién es usted?
La actitud beligerante de Charlie menguó en cuanto aquella muchacha la miró fijamente y encima le habló; incluso su voz era muy similar a la de la joven Eleven. La mujer de chaqueta de cuero vaciló, incluso retrocediendo un poco como si se sintiera intimidada.
—Yo… soy… —balbuceó un poco queriendo responder, pero en realidad no tenía nada concreto para decir. ¿Qué le podría decir a esa chica sobre quién era en realidad? Aquello era una historia muy larga, y definitivamente ese no era ni el sitio ni el momento. Por suerte, no tuvo realmente que decir nada.
Los ojos de Abra se abrieron de golpe, seguido por un fuerte quejido de dolor, similar a como si le hubieran apuñalado el estómago. Aquello llamó rápidamente la atención de todos, que la voltearon a ver expectantes. La joven se dobló un poco hacia adelante, como si realmente le doliera, pero luego se apartó de Eleven dos pasos, soltando sus manos con apuro como si éstas le quemaran. Justo cuando la soltó, el cuerpo de Jane volvió de inmediato a la normalidad, dejándose caer a la camilla y quedándose tan tranquila como un momento antes; como si no hubiera pasado nada.
Mientras Mike y Will se acercaban a su amiga para revisarla lo mejor que podían, Charlie, Terry, y sobre todo Dan, tenían su atención puesta en Abra. Ésta estaba de pie, fija y tiesa en su sitio, mirando fijamente la camilla y a la mujer sobre ésta. Dan se acercó cauteloso y logró entonces mirarla mejor. Y lo que vio en su rostro simplemente lo congeló, y un sentimiento similar se reflejó igualmente en Charlie y en Terry.
Los ojos de Abra Stone estaban lo más abiertos que podrían haber estado, y temblaban, al igual que sus labios. Toda ella, desde su expresión hasta su postura, estaba inundada de un profundo y tangible… terror, uno de esos tan intensos que sólo te provoca hacer dos cosas: quedarte totalmente paralizado, o correr despavorido; ella parecía estar fluctuando entre ambas opciones.
—No… No… —murmuró de pronto con un hilo de voz apenas audible. Comenzó entonces a retroceder torpemente, casi tropezándose con sus propios pies—. Oh, Dios… No… No… —Se encontró entonces con la cortina que los rodeaba, y su primera reacción fue dar un salto de espanto al sentirla. Se giró y comenzó a manotear, intentando apartar la tela azul de ella—. ¡No!, ¡no! ¡¡NO!!
Como pudo, se abrió paso entre la cortina, teniendo incluso que alzarla para pasar por debajo de ella, llegando a la camilla continúa. En cuánto sintió aunque fuera un poco de libertad, comenzó ahora sí a correr, alejándose hacia la salida de esa área, sin importarle que tuviera que empujar a alguna enfermera o doctor en el proceso.
Todos se quedaron atónitos al ver esto, incluso el propio Dan que tardó unos segundos en lograr reaccionar.
—¡Abra!, ¡¿qué pasa?! —Espetó casi asustado, y rápidamente salió por la abertura correcta de la cortina y corrió detrás de ella, aunque con un paso más moderado debido al sitio en el que se encontraba.
—¿Qué pasó? —musitó Will, exteriorizando lo que todos los demás pensaban, y por lo mismo ninguno tenía como tal una respuesta.
Charlie fue la única que tomó la iniciativa, y rápidamente siguió a Daniel con paso firme y apresurado. Terry fue la siguiente en tomar también esa decisión, pero su padre la detuvo.
—Terry, no vayas —le ordenó Mike Wheeler con autoridad, haciendo que se parara en seco antes de salir.
—Pero…
—Quédate aquí con tu mamá y no te muevas —dijo su padre con el mismo tono que antes y él mismo salió del área de la camilla pasando a un lado de su hija—. Buscaré a Max para que la revise. No dejen que ninguno de esos tres se vuelva a acercar.
—Lo que tú digas, Mike —asintió Will, y entonces Mike se retiró notoriamente furioso a hacer justo lo que había dicho.
Terry, por su lado, dudó sobre qué hacer.
—Será mejor que le hagas caso a tu papá —le advirtió Will—. Tiene muchas preocupaciones en estos momentos, será mejor que no le des más.
La muchacha suspiró con resignación y se aproximó de nuevo a la camilla, tomando la misma mano que Abra había estado tomando hace unos momentos, y de nuevo no sintiendo nada en lo absoluto al hacerlo.
—¿Quién era esa mujer? —le preguntó de pronto a su tío Will, mirándolo curiosa—. La llamaste por su nombre, ¿verdad?
—Algo así —respondió Will un tanto inseguro, pues aquel no había sido precisamente su nombre real, sino como todos se habían acostumbrado a llamarla pues así la habían conocido en un inicio. Se permitió entonces sentarse en la silla de Mike, y lo que se le ocurrió decir fue lo mismo que la propia Charlie había pensado hace unos momentos—: es una larga historia…
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Conforme Abra se alejaba de aquel sitio, su andar se iba reduciéndose también. Era como si mientras más distancia tuviera con aquella camilla y la mujer en ella, más tranquila se sintiera, aunque “tranquila” no era la palabra que ella usaría. Sin embargo, sí logró detenerse, justo a la mitad de una sala de espera en esos momentos relativamente sola, a excepción de dos personas que no repararon en lo absoluto en ella.
Abra se apoyó en sus rodillas e inclinó su cuerpo al frente, respirando tan agitada como si acabara de terminar de correr un maratón. El pecho le brincaba, y todo el cuerpo le volvió a temblar aunque no tuviera frío. Sin darse cuenta, su mano derecha comenzó a tallarse nerviosamente contra sus labios con algo de fuerza, hasta incluso lastimárselos un poco.
Se aproximó casi arrastrando los pies a la silla más alejada de las otras dos personas ahí presentes, y se dejó caer en ésta. Se cubrió su rostro con ambas manos e inclinó un poco el cuerpo al frente como si estuviera llorando, aunque en realidad no lo estaba haciendo; al menos, no con lágrimas. En su mente sólo seguía repitiendo lo mismo que había dicho en aquel momento cuando logró reaccionar: «No, no, no… Dios mío, ¿por qué? Por favor… No…»
—Abra —escuchó la voz de su tío Dan a su lado, pero en lugar de tranquilizarla lo que hizo fue alterarla aún más. Dio un respingo de miedo, en su silla, y se viró hacia él respirando agitadamente. Dan pareció también asustarse al verla—. ¿Qué te pasa?, estás pálida. Nunca te había visto así.
—¡¿Por qué me dejaste sola?! —Le recriminó con algo de fuerza, inevitablemente llamando la atención de las demás personas—. ¡Tú debías estar ahí a mi lado! ¡¿A dónde fuiste?!
Dan se puso un poco nervioso. Se viró hacia los otros dos, alzando en ese momento su mano hacia ellos para indicarles que todo estaba bien. Pasó entonces a sentarse a un lado de su sobrina para que pudiera hablar con más calma.
En ese momento ninguno de los dos se dio cuenta, pero Charlie ya se había aproximado también a ese punto, aunque al distinguirlos y escuchar aquellos pequeños gritos por parte de la muchacha, optó por ocultarse rápidamente detrás de una esquina, bastante cerca de donde ellos se encontraban sentados. Con su espalda pegada a la pared, agudizó su oído de reportera y escuchó atentamente.
—Lo siento, no sé qué pasó —le respondió Dan despacio, aunque en realidad eso no era del todo cierto. Tenía la sospecha de que ella lo había empujado afuera, aunque de seguro no se había dado cuenta—. Pero, ¿qué viste? ¿Qué fue lo que te asustó tanto?
—A mí nada me asusta —respondió Abra a la defensiva, bastante más que de costumbre. En ese momento, comenzó a tallarse nerviosamente sus labios de nuevo con una mano, un gesto que a Daniel le resultó dolorosamente familiar.
—Parece que esto sí. ¿Qué ocurrió? ¿Qué me estás ocultando?
Abra lo siguió mirando intensamente, casi con enojo o incluso odio, mientras su mano seguía moviéndose sobre su boca. Daniel realmente temió que por un momento fuera hacer algo indebido, pero al parecer se logró contener al último momento antes de hacer tal cosa. En su lugar, de sus labios surgió un pesado y casi agotador suspiro, y volvió a inclinarse al frente cubriéndose su rostro con sus manos.
—No es una coincidencia que estemos aquí, tío Dan —susurró despacio de pronto, como si le doliera el tener que decirlo—. Esto fue una trampa… Fui una tonta, debí haberte escuchado, y a mi mamá. —Lo miró una vez más, pero ahora se notaba bastante apuro adicionado a su miedo—. Debemos de irnos, rápido…
Se puso de pie abruptamente con la clara disposición de dirigirse al ascensor.
—Espera —le detuvo Daniel, tomándola de su muñeca—. Tranquilízate sólo un segundo y respira, ¿sí? —Con delicadeza la guio de regreso a su silla, y Abra se sentó de nuevo aunque a regañadientes—. ¿Qué es lo que ocurre realmente?
La joven comenzó a respirar lentamente por la nariz y a intentar calmarse lo más que pudiera, que no era mucho en realidad. Una vez que lo logró, lo miró de nuevo con un poco más de firmeza en su semblante, y sin más rodeos lo dijo:
—Sé quién atacó a la señora Wheeler —soltó de pronto, y tanto Daniel como Charlie, que los escuchaba a escondidas, se sobresaltaron sorprendidos al oír tal declaración—. Yo lo conozco. Y si él está involucrado… Esto es mucho más peligroso de lo que tú o mis padres creían… Estamos en un grave problema, tío Dan…
FIN DEL CAPÍTULO 59
Notas del Autor:
—Aquellos que sólo hayan visto la película de Doctor Sleep o Doctor Sueño, quizás algunas de las cosas mostradas en este capítulo con respecto a Abra les resulte un tanto confusas, así que déjenme explicarles un poco. En la novela original, sobre todo en su parte final, se toca el tema de los problemas de ira que tiene Abra, que Daniel insinúa podrían haber sido heredados de la parte de su parte de la familia. Dan hace alusión al padre de Jack Torrance, Jack, y él mismo como ejemplos de esto. Por su parte, Abra, tras el enfrentamiento final con Rose en el que ella tuvo una participación mucho mayor en su desenlace, comienza a sentirse algo culpable con respecto a lo sucedido. No por haber matado a Rose en sí, sino por haberlo disfrutado tanto. Dejan entrever de esta forma que Abra tiene miedo de perder el control de su ira, y por lo tanto de sus poderes, un miedo con el que ha intentado lidiar desde aquel entonces. Éste será un tema que se tocará seguido en los capítulos que involucren a este personaje.
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itsjessabell · 5 years ago
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╰ HAPPY BIRTHDAY TIÁM | SELF-PARA ╮
Con cada día que pasaba sus preocupaciones aumentaban, por un lado, estaba el tema de la acusación que les habían hecho de asesinar a los hombres de Thorne, los habían expuesto frente a todos los otros sensates, les habían arrebatado la decisión de ser ellos quienes les dijeran de donde provenían, y por el otro tenía muchas llamadas de su jefe quien la buscaba y seguía amenazándola con despedirla si no se presentaba a trabajar, habían pasado muchos días, y Jess se quedaba sin excusas, iba a tener que dejar de asistir a los viajes si quería conservar su trabajo, algo que amaba, y que realmente no deseaba perder, además su perro le preocupaba bastante, por suerte su hermana se hacía cargo de él el tiempo que ella estaba fuera, y sino su madre, lo cual agradecía enormemente.
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“Si, lo sé, no va a volver a pasar, señor Dey...” mencionó al teléfono. “claro que me interesa mi trabajo, es solo...” se vió interrumpida por la voz de su jefe que se escuchaba molesto. “Tuve que salir de emergencia, volveré lo más pronto que pueda... pe... “ Respiró profundo y apretó sus labios. “si... si... no volveré a ausentarme... yo... ¿señor Dey? ¿hola? ¿señor Dey?” Miró la pantalla de su teléfono, le había colgado dejándola con la palabra en la boca después de repetirle que era su ultima advertencia.  “Mierda...” Negó y dejó caer sus brazos. Miró por una de las ventanas observando como es que decoraban los jardines, frunció el ceño algo confundida. 
“Jess...” Escuchó de pronto con una voz tan familiar que le brincó el corazón, al girar miró a su hermana quien se acercaba a ella. Sus ojos y su boca se abrieron con sorpresa. Estática se quedo por la impresión, pues no lo esperaba. “¿Madison?  ¡oh my god! ¿qué estas haciendo aquí?” Cuestionó dudosa, no es que no le emocionara que estuviera ahí, le parecía muy extraño. “¿Acaso creíste que dejaría que pasaras sola tu cumpleaños? “ Respondió la rubia ¿y si se trataba de otro juego de Thorne?, pero esa idea se descartó, cuando su hermana sin previó aviso la abrazó y le deseó un feliz cumpleaños, sonriendo de aquella manera tan peculiar, y haciendo ese singular movimiento que solo ella hacía y solo en su cumpleaños, era ella, realmente era ella. “Feliz cumpleaños, big sister” 
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loveyouressence · 5 years ago
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The Beginning
Y de esta manera, comenzó todo Parecía como el epítome de la monotonía aquella. Era como haber sido trasladado de un centro psiquiátrico a otro más; estaba haciendo la fila para comprar su almuerzo y así poder tragar las benditas pastillas, de las cuales ya solo le quedaban dos. Tenía que contactar con su psiquiatra urgente para que le recetase nuevas pastillas. Pero el verdadero problema era que a Alexei le molestaba sentirse tan...  aburrido. La libertad que tanto había deseado se sentía falsa, como de cartón corrugado. Seguía estando atado a horarios, a órdenes de médicos, y ahora encima estaría arraigado a las obligaciones y los deberes de un estudiante de universidad. Hacía tanto que no estudiaba de forma autónoma, que agarrar el más pequeño tomo académico le resultaba una tarea de características titánicas. La fila avanzaba de manera demasiado lenta para su gusto. También esto le recordaba al hospital psiquiátrico, formar largas colas solo para poder servirse una miserable porción de algo que podría haberse rotulado como engrudo nutricional... siempre y cuando le dieran permiso para salir del "cuarto blanco" y de quitarse la camisa de fuerza que lo mantenía contenido cuando le daban aquellos violentos impulsos de aquel entonces. Su llegada a la caja registradora del comedor estaba cercana, habiéndose servido una pequeña bandeja de ensalada de papa hervida y huevo cocido, y dos fetas de carne a la plancha; entonces, una voz sonó en su cabeza, una que le hizo súbitamente palidecer y empezar a sudar fríamente. -Vamos, Alexei. No te quedarás sin hacer nada después de tantos años ¿No? Estás libre. Corta la rutina.-. Era una voz a la que reconocía perfectamente. Era aquella vocecita en su cabeza que la incitaba a realizar actos maliciosos; la que tomaba control de él antes de empezar con las terapias alternativas en el hospital psiquiatrico. Se quedó en silencio, avanzando de manera autómata mientras los estudiantes terminaban con su asunto en la registradora. -Ahí hay una rubia que tiene el cabello planchado...- la mirada del ruso se dirigió a una muchacha que desconocía por completo, de espaldas a él. -...seguramente le quedarán excelentes las papas en el pelo ¿No creés?- Un paso más cerca, y ya estaba frente a la registradora. Pagó el monto de su cena con excedente de dinero y le indicó que se quedase con el cambio. Luegó miró a otro lado, y encontró con la mirada a un chico que estaba leyendo un libro tranquilamente, comiendo una manzana y bebiendo agua mineral -También podemos decorar el libro de ese chico con la salsa de la carne...- Alexei, sin éxito, trató de ignorar la voz que hablaba en su mente, como un susurro suave, queriendo seducirlo a portarse mal. A poner en riesgo su "libertad condicional", como él la llamaba. Y entonces, tomó la bandeja de ensalada de papa y huevo con una sonrisa, y la lanzó hacia un costado con todas sus fuerzas, no sin antes gritar... -¡GUERRA DE COMIDA!.-
Jamás se podía dudar de las virtudes de la comida recién cocinada como para provocar la calma y el sueño en un hombre, aun con la gran cantidad de pláticas podía llegar a ser el sitio indicado para un sujeto de particulares costumbres descansar sin preocuparse por el inicio de una conversación no requerida. Allí dormía el joven Ivar, de lleno contra una de las tantas mesas que cubrían el espacio, pronto su tranquilidad viéndose sometida a los gritos, alaridos y empujones de estudiantes que parecían haber salido de una película de futbol americano. Se puso en pie, su mente aun confundida, ¿Se había trasladado por accidente a Irak? Sus reflejos atléticos le permitieron esquivar el impacto de una silla contra su persona, pero no fue lo suficientemente hábil como para esquivar un pedazo de piza acestado contra su mejilla. —Esto parece un jardín de infantes. Expresó con la calma que le caracterizaba, buscando de algún modo enfocar el centro de tal caos sin grandes resultados, pues el tumulto atiborrado en objetos volando y gritos tanto de júbilo como temor repercutían desde todos lados. Por el rabillo del ojo divisó un nuevo objeto, lo suficientemente cercano para permitirle elevar su diestra y atrapar la dura manzana en su palma, su mirada pasó del delgado alumno (Mizu) hasta quien portaba una expresión mucho más prometedora, su atacante (Alexei). El sombrío clavó sus dientes en la manzana, ofreciendo una pronta degustación y negó con levedad, esos dos eran sólo un pequeño peldaño comparado al tumulto enloquecido que se lanzaban desde las mesas. ¿Cómo detener tal desorden sin aparente ayuda? emplear a todos como sacos de boxeo parecía no ser una opción.
Era tarde, se suponía que la jornada escolar había terminado y ya no debería estar luciendo el uniforme de preparatoria; la pollera de tela escocesa, planchada para que las tablas quedasen bien conformadas, la camisa de punta en blanco, el moño en los tonos de la escuela y finalmente, para combatir el frío del interior del castillo, un blazer. Todo debería verse pulcro y acomodado, de hecho, para estas horas no debería llevar aquella ropa, ni siquiera deberían tener ese estado sucio y desacomodado, pero gracias a las nuevas responsabilidades que había asumido para con mi madre y mi nación, los tiempos libres que me quedaban luego de clases, los repartía entre entrenamientos físicos en el gimnasio e intentos de control del don que me habían regalado los dioses. Presentaba un aspecto cansino, lastimada por mis torpezas al intentar manifestar la luz entre las sombras, en un ambiente extremo, logrando así raspones y caídas por la disminución del campo visual. Mis manos pequeñas, llenas de cortes y cansadas por el esfuerzo físico y mental que todo requerían, llevaban con torpeza los bocados a mi boca que simplemente ingresaba de manera mecánica pues sabía que el día de mañana esa energía necesitaría. "Corvis, creo que no es buen lugar para quedarse" Me encontraba concentrada en masticar lo que a ciencia cierta no tenía muy en claro su procedencia, cuando las palabras de Freyja, mi musa, me hicieron incorporarme y observarla por sobre mi hombro con la gestualidad marcada de un ser que con el ceño fruncido no encuentra la respuesta exacta y lógica a sus palabras. El tenedor bailaba aún en mi boca cuando respondí. -¿huh?¿Por qué lo dices? -Hablar con el aire era algo completamente normal en algún mundo, por eso, para quien no poseyese ciertas bendiciones elementales, parecería que mi animada charla se daba con una figura de corporeidad dudosa. "Quítate eso de la boca al hablar, por favor" Saqué avergonzada el utensilio sintiendo la misma vergüenza que experimentaba cuando el director de mi antigua escuela me regañaba por meterme en problemas. Suspiré así antes de tomar otro bocado y al fin escuchar el grito de guerra de un desconocido que invitaba a las tropas a revelarse contra el sistema y desordenar la estructura encomendada. Mis ojos como platos se pusieron mientras de manera exitosa lograba esquivar un par de restos de comida hasta que un platillo que se dirigía en dirección a mi persona, terminó siendo desviado por invisible escudo de Freyja. "Te advertí que debías marcharte. Ahora detén esto antes de que alguien salga lastimado" Ya a estas alturas, había tomado una bandeja y golpeaba con ella cualquier recodo de comida que se me cruzase. Salí de mi lugar, corriendo con mis piernas las sillas, y casi a ciegas, percatándome que mi ropa comenzaba a mancharse peor por las municiones de mis compañeros, intenté posicionarme en un lugar más resguardado para pensar cómo detener esto. Un bateo más y un plato de contenido dudoso salió disparado hacia el suelo, mientras tanto, por dentro, sentía el salvaje desespero por encontrarme en esa situación y no en la tranquilidad de mi cuarto durmiendo. Cercana a la caja registradora, divisé a un hombre de aspecto extraño que luego de lanzar una manzana, se disponía a buscar recarga(Alexei). En un par de pasos largos a pesar de mi pequeño tamaño, y sin temerle, lo tomé por los hombros y lo sacudí un par de veces, intentando de acomodar sus pensamientos. -¡Pero qué hiciste! ¿estás loco a caso?- Ajena a todo, pretendía continuar con el regaño, intentando de lograr al menos una baja en aquel ejercito gracias a la acción de la culpa. Me disponía a mostrar el desastre que había originado, me giré y mi discurso fue cortado. Mi madre me había contado sobre los caballeros de las sombras, lo que sentiría al tener uno cerca y percibir su esencia. Mi alma, mi aura encontraría un equilibrio de onda con ellos y sin lugar a duda, mi acción primaria sería protegerlos. El muchacho de cabellos oscuros como la noche era el más llamativo ser en la alcoba, no por su porte o forma de desenvolverse, sino por el aura oscura que se agitaba a su alrededor, claramente visible para mi a pesar del nivel de principiante que profesaba. Por primera vez veía a un Umbra y estaba impresionada, tanto para perder la noción de dónde estaba y recibir un pastelazo de lado en mi cara.- ¡No no no! -Limpié como pude mi cara, notando que una parte de Freyja disfrutaba de la situación que se presentaba. Dejé de lado a quién en primer lugar había regañado y una vez más, tratando de evitar más comida en mi cara, me acerqué al extraño- Tu sombra, dime que puedes hacer algo con tu sombra -Sin preámbulos ni presentaciones, ahora no se podía. La comida y la violencia iba en aumento, desdibujándose el aire de diversión por momentos y tomando una temática más tosca y violenta, tanto que una mesa individual fue lanzada a nosotros desde mi flanco. Asustada, levanté mis manos y por milagro, el objeto rebotó contra un plano, pero no fueron las palmas de mis extremidades las responsables de aquel acto, sino más bien un pequeño y rudimentario escudo invisible de luminiscencia que se había formado no más grande que una bandeja, pero suficiente para defendernos y luego desvanecerse en el acto- Woa
El panorama se tornaba cada vez más alienado, el ambiente se convirtió en una senda de desahogo para la furia de jóvenes y adolescentes con deseos de caos. La presión de un ronroneo contra su oído le puso alerta, su sombra había fijado su atención en algo, o más bien, alguien. Aquella silueta diminuta carecía de pánico al enfrentarse a un hombre que parecía doblar su tamaño, el Umbra sintió como su propia esencia emanaba de su ser hasta buscar el contacto con ella, como si su sombra estuviera estirando sus difuminadas e inexistentes proporciones para llamarle de algún modo, ella brillaba por encima de la multitud, no sólo por su valentía y acciones, sino por el modo en que parecía calmar a la bestia interna en el tenebris sin necesidad de silencio. —Nuestra primera lux. Emitió sin alterarse, y la sombra que ahora se recogía sobre su cuerpo para impulsarle a avanzar parecía más afectado que él mismo. “Ella, mía” Ivar frunció su ceño, no comprendiendo del todo las palabras inconclusas y desordenadas de su sombra, ¿Por qué no se expresaba como una persona como le había dicho Masahiro? Parecía un animal enjaulado que se relamía los labios ante la expectativa de salir y comerse al mundo. ¿”Mía” significaba “Ve a ella”, “Cárgala y sácala de acá”? porque parecía ser la guía de sus pensamientos, y cuando le tuvo justo al frente, tan distinta en estatura, pero tan altiva como él mismo, no supo si presentarse o simplemente ir en dirección al atacante que parecía proyectarse como principal instigador “Alexei” y tratar de detenerle. “Úsame” —No. “Yo, libre” Y sabía lo que aquello significaba, se negaba a siquiera concentrar su energía hasta que hubiese formado el dominio y respeto en su sombra, pues ésta se tornaba con una violencia ajena a lo que su nación representaba, y pese a que se trataba de su guía, poseía métodos para arreglar las cosas un tanto drásticos. Aun así él aun no poseía un control absoluto, y ésta podia liderar cuando lo creyese apropiado. —Es decir, sí, debemos trabajar juntos.—resolvió respondiendo a la interrogante de la fémina a su frente, esperando que ésta no le creyera loco al verle hablando solo. El agua cayó desde el techo, y en un reflejo raudo el Umbra sostuvo el brazo de la lux y le atrajo hacia el cobijo de su cuerpo, a continuación el desenfreno en la huida de aquellos que corrían del nuevo escenario les rodeó como una estampida, le sostuvo allí, y de algún modo su cuerpo se convirtió en escudo por sí mismo, no siento impactado ni por objeto o persona que intentara tropezar contra sus figuras, una vez que hubo pasado el alboroto retiró su chaqueta y la sujetó en la cintura de la más pequeña, buscando cubrir de algún modo sus piernas más allá de lo que su falda le permitía rescatar. Pronto nuevos sujetos se acercaron, una dama en vapor, y un caballero de semblante maduro cuyas palabras parecían ser las más razonables. “¿Qué les parece si tomamos momentáneo refugio bajo la mesa en lo que establecemos un plan de acción?” Ambos fueron apartados por un lanzamiento brusco, el sujeto al que la lux había atacado se disolvía con ambos bajo una mesa, Ivar negó con levedad, aun buscando bloquear todo utensilio que fuese en dirección no sólo suya, sino de su acompañante, realizó una señal fugaz que indicaba que fuesen a la tan anunciada mesa de reunión. —Algunos se han ido a la cocina, otros siguen acá, son menos debido a la ayuda del agua. —repuso, lanzando una mirada analítica sobre cada uno tras llegar bajo el sitio estipulado, ¿Él (Aquiles) sería un cascata? Ella sin duda era una Ignis (Alexandrine), reconocía a las naciones con total naturalidad, pues les había contemplado actuando en las memorias que su líder le mostró. —Podemos dividirnos en equipos y tratar de calmar todo desde diferentes puntos, algunos parecen más peligrosos y descontrolados que otros. —comentó lanzando su vista hacia el alumno que les acompañaba (Alexei), buscando identificar a qué nación podría pertenecer, no parecía apropiado el decir comentarios sobre Aurum o preguntar por sus habilidades sin saber si alguno podría no ser de ellos. ¿Ideas, planes? sabía con certeza que si todos trabajan juntos lograrían resolver el problema.
Aún estaba estupefacta, presa de la sorpresa, atada a la incertidumbre cuando de repente mi cuerpo se volvió pesado y mi estómago se retorció palpitando náuseas. Recordaba ahora lo que mi madre Orión me había comentado; un violento flujo de energía había sido disparado de manera inconsciente a partir de mi persona para formar aquel escudo. Eso tenía consecuencias y los mareos eran el precio más barato que podía llegar a pagar. Más pálida de lo normal y aún conmocionada, escuché entre el ruido la voz de mi par, de mi compañero, solo captando el fragmento difuso antes de que mi pequeño cuerpo se estrellara contra el de él. Nunca había estado tan cerca de un hombre, y no sabía si se debía a ese detalle o a la luz de mi aura que comenzaba a entremezclarse con la oscuridad de él, que no pude reaccionar, me faltaba el aliento. Mi cuerpo se tensó al sentir el calor del pecho de Ivar tan cercano, tan vivo, tan violento. Ahora comprendía a mi madre al decir que los Umbra a pesar de tratarse de un elemento contrario, eran los que a nuestro lado, kármicamente buscaban el equilibrio. Era una energía mágica la de la balanza perfectamente equitativa de ambos lados. El tiempo se había detenido por un instante gracias a la adrenalina, una cacerola grande se dirigió a nosotros, pero no llegó a tocarnos pues la sombra y la luz estaban ahora formando una amalgama, tapando los orificios de la protección del otro debido a nuestro escaso nivel. Allí fue cuando sin desearlo comprendí el funcionamiento de manera rudimentaria de mi elemento, la intención, lo importante era la intención del uso de la luz; no hacerse fuerte, no superarse; proteger a otros, servir a la causa. Era cierto, debía admitir que me sentía extremadamente incómoda a causa de mi falda, era una molestia que no me dejaba moverme, una parte de mi clamaba recato, y otra aún pensaba que había cosas más importantes que preocuparse. Entonces, temiendo que el más alto leyese mi mente, gracias a mi pequeño tamaño, mis piernas quedaron protegidas de los ojos curiosos de cualquier aprovechado. Deseaba agradecerle, acción que realicé con un leve gesto, el de tomarlo por la muñeca un instante, presionarlo sonreír y volver al paso. Alex llegó a nosotros en el momento justo. Mis ojos como dos platos dejaron al descubierto mi sorpresa, casi sospechando de lo que la dama era. Solté a Ivar y la acerqué a nosotros para que quedase bajo la jurisdicción de nuestra protección "proteger, ese es tu trabajo". Un cuchillo paró por detrás de Alex. Esto era demasiado bélico. A la altura del partido en la que el profesor se introdujo a la conversación, traté de esbozar alguna excusa para justificar a Alex y su humareda, pero mi falta de capacidad para mentir solo me permitió separar mis labios, y soltar el inicio de una excusa cuando el profesor me silencio ¿era uno de nosotros?. El grupo se trasladó con el artífice del desenfreno, quedando todos bajo la mesa. Mi respiración comenzaba a agitarse por el gasto de energía y parecía acompasarse de esa manera con mis manos temblorosas y mis rodillas. A pesar de eso, mantuve mi semblante escuchando atenta el plan mientras mi mirada mostraba la desconfianza en el que ahora era el único humano del grupo.   "Mi doctor me dijo que tengo que seguir el tratamiento, así que si, podría decirse que estoy loco" Esas palabras aún resonaban en mi mente, no sabía quién era este joven, por eso una vez más, el lenguaje no tácito con el caballero de Umbra no se hizo esperar. Lo tomé de un recodo conocido, presionando una vez más en señal silenciosa de cuidado. Me habían bastado aquellos minutos para entender que era un digno representante de la nación de las sombras, ávido, intrépido y caballero en su manera de actuar, pero era el artífice de esta mala pasada el que no me dejaba confiar.- Si me lo permiten, creo que debería ir con Alex en el equipo -Sin duda, de toda esa gente, con quien mayor comodidad y apego sentiría gracias a la comunicación de nuestros elementos, era el caballero Ivar, pero Alex necesitaba de un escudo para moverse entre el agua pues por simple deducción, el vapor que emanaba de su cuerpo no era muy buena señal ¿o no?- ¿qué haremos? creo que solo quedan los bravucones -.El descanso me estaba sirviendo, en la próxima jugada podría poner toda mi energía en salvaguardar lo que pudiera de la figura de la dama de fuego para poder actuar. Estaba casi segura que luego de ello mi fuerza iba a colapsar. -¿Asustarlos? ¿generar un incendio controlado?-
Complicado, no por la gravedad del escenario, sino por las acciones de los participantes, en especial aquel extraño sujeto que parecía alternar su actuar entre una personalidad y otra, como si fuesen dos seres en un mismo cuerpo. La calma del pelinegro pareció evaporarse tras observar a éste lanzarse contra otra persona, su primer reflejo fue salir de su punto y apartarle, pero pronto más socorristas hubieron llegado. Alzó sus manos y apartó la mesa de un tirón, hacia el frente, llamando la atención de quienes se encontraban en aquel punto, dirigió su vista hacia la Lux y apretó los dientes dentro su boca, sus manos se envolvieron en puños, ella se tornaba débil con cada empleo de energía. —¿Aun puede moverse? No necesito un escudo, no lo emplee a menos que usted se encuentre en peligro, sólo cuide de usted. —declaró, su tono envuelto en una preocupación que surgía en modo involuntario, como si su sombra hablara a través de él. “Él, problema” —Lo sé. —comentó con su rostro ladeado sin importar que alguien le viera hablando solo, la atención de todos estaba puesta en el caos. Se encaminó a zancadas, apartando del camino a quien estuviera lanzando objetos o violentando la paz, no estaba dentro de sus pensamientos el lastimar, pero de algún modo debía proteger a aquellos que con horror buscaban refugio en el suelo o los rincones. Escuchó las indicaciones del mayor (Aquiles), pero ni ello fue suficiente para menguar su determinación, volcó su atención hacia la raíz del problema (Alexei) y su velocidad al echar el brazo hacia atrás fue suficiente para asestar un zurdazo al frente contra el rostro de éste sin pensarlo demasiado, contuvo su fuerza, el golpe de un profesional de boxeo sin guantes podía llegar al quiebre, lo aminoró lo suficiente como para sólo nockear al sujeto o aturdirle el momento necesario para colocar su diestra en su hombro y clavar sus pies hacia su sombra en el suelo, impidiéndole cualquier movimiento con ello, con suerte culparía a  sus mencionadas “Pastillas”, o condición “Especial” de tal suceso. —Creo que ya ha sido suficiente de pedirle que haga algo, no es estable, el director tratará con él. El ruído de la alarma repercutía por todo el sitio, las personas corrían hacia la salida, el tenebris dirigió su rostro tanto a su compañera Lux como hacia la Ignita, sabía que debía sacarles de allí. Sin siquiera apartar la vista de ambas alzó su brazo y sostuvo por el cuello a un estudiante quien corría despavorido con un cuchillo en la mano, le apartó la herramienta y le empujó. —Niños, ¿Cuándo madurarán? Era tiempo de ayudar a los necesitados.
Y se largó la carrera. Al menos así me sentía, abombada por la cantidad de sucesos y sensaciones que debía asimilar para que mi accionar fuese el esperado, correcto e indicado. No sabía hacia dónde ir, qué orden seguir, cómo actuar, entonces, cuando la confusión me agobiaba, una voz conocida resonó en mi cabeza, era el timbre de mi musa, esa que se había mantenido solo como espectadora durante todo el acto y ahora intervenía. "Sigue al Umbra" Eso fue todo lo que necesitaba. Salí tras Ivar con Alex como la mejor compañía, el suelo mojado, con charcos en todo su haber, no permitía que me mantuviera de forma estable en la carrera pues claramente el calzado escolar no era el más recomendado para este tipo de carreras. La característica no prensil de la suela lograba que de vez en cuando tuviese que tratar de mantener el equilibrio planeando con los brazos abiertos, frenando en parte para luego seguir al paso. Cuando tenía la oportunidad, en el trayecto tomaba por las húmedas ropas a los estudiantes a cercanos y con gesto de ogro y actitud de torre (a pesar de mi poca estatura) les espetaba con carácter de madre por sobre el sonido de alarma cosas como "Qué decepción, qué diría tu madre" o "Eres un inconsciente, vete de aquí". Gruñía y los guiaba con el movimiento para que salieran del lugar. La voz de mi compañero me hizo detenerme a pesar de la agitación del momento, desvié mi mirada con el pecho bajando y subiendo por la falta de aire y al escuchar sus palabras, realmente me sentí agradecida. Sonreí, a cada momento comprendía mejor lo que era trabajar con un compañero de Umbra. Comprendía que quería protegerme, no podía culparlo, debía tener un aspecto terrible, pero a pesar de ello, le sonreí tratando de brindarle la paz que mi madre me transmitía a mi cada que me bañaba con su sonrisa.- Puedo aguantar, puedo, gracias por ocuparse de mi, caballero -esas palabras salieron de manera natural, sabía que debía obedecer, pero también tenía muy fijada la misión de protegerlo, esa era mi prioridad, por ello en parte hice caso a su pedido, más recé a Freyja para que intercediera, que me diera la fuerza y habilidad para alzar una barrera cuando el más mínimo objeto se acercara a mi compañero de Umbra. Me separé de él, pero de igual manera me sentía acompañada a pesar de la distancia. La violencia iba en aumento de manera alarmante, más la siguiente escena me impresionó, tal vez por la perfección y efectividad del movimiento que dio por terminado el accionar del humano. Yo había sido testigo de muchas peleas tanto dentro del dojo como fuera de él, pero la ejecución del golpe de Ivar me dejó impresionada, tanto que mis labios quedaron despegados dibujando una perfecta O que se mantuvo por un buen rato. Reaccioné, regresé a la tierra cuando me tocó tomar cartas en el asunto junto con Alex, mas algo dentro de mi se encendió de manera más sonora que la alarma que nos ensordecía. Estaba preocupada por Alex, su gestualidad me confundía, por lo que la tomé de la mano para que se quedara su consciencia a mi lado. No gritaría, más no la soltaría. Calor, sus manos estaban extremadamente calientes. Mi mirada se alternó entre el agarre y el rostro de la chica- Alex, Alex, todo estará bien, no me...sueltes -Busqué la mirada de mi compañero, y en silencio le dije "esto tiene que acabar" no sé si me entendía o era sensación mía, pero me agradaba la comunicación silenciosa con el Umbra. ¿Era imaginación mía o la temperatura del contacto era cada vez más potente, comenzaba a picar, pero era algo soportable, más no quería que la situación se prolongara. Presioné el agarre y me dirigí a las humanas (Aysel y Melian) que aún se debatían con el ambiente- Salgan, por favor, salgan del salón, ayúdense -Y con mi mano libre, sin soltar a Alex, las guié a la fuerza o no hasta la salida, sacando a los últimos estudiantes y quedando así en el salón los elegidos restantes para detener el desastre, Alexei como el único humano y un panorama apocalíptico. Al menos ya no había que guardar las apariencias, apagué la alarma y le grité al caballero.- No hay moros en la costa, pero esto es un desastre.-
“—Él… ¿Está o estará bien?” La interrogante le llevó a girar su rostro hacia una mujer de delicadas proporciones y facciones invertidas en sincera preocupación (Aysel), aun en medio del problema él buscó el modo de calmar su inquietud con un breve asentimiento. —Seguirá respirando, ¿Usted está bien? Más féminas se sumaron al socorro, apoyándose una a la otra, de algún modo le pareció admirable, sabía apreciar la valentía y empatía en el sexo femenino, cada mano era necesaria, las personas buscaban elevarse del suelo a duras penas, el agua aun caía por encima de sus cabezas, el Umbra estiró su brazo para guiar a una joven a enderezar sus pies y sostenerse de una de las mesas, y mientras buscaba heridas aparentes tanto en su rostro como su cuerpo algo más llamó su atención, el paso firme de un sujeto a poca distancia de su posición, su expresión bañada en una mezcla de diversión y enojo, la siniestra risa que se desprendía desde su garganta, y finalmente la energía misma que se alzaba de su piel como si se trataran de prolongaciones de su cuerpo, Tuono, sin duda, y aun bajo sus acciones “Macabras” en cierto modo se sintió sorprendido por el modo en que empleó su habilidad para detener a un rebelde. Sintió preocupación, electricidad en un espacio empapado en agua parecía ser una acción muy arriesgada, pero el joven pareció controlar incluso la magnitud de su energía. “No hay moros en la costa, pero esto es un desastre” Pudo, desde la distancia, observar a la pequeña Lux encaminar a los últimos humanos hacia la salida, aun recargando sobre su hombro a la dama Ignis, juró leer su mirada, pero aquello era completamente imposible, ¿O no? “Acabar, ella”—¿Podrías por lo menos no escuchar mis conversaciones privadas? Escuchó el gruñido de su Sombra y ello en cierto modo le pareció medianamente divertido y a la vez frustrante. Ivar cortó todo espacio entre él y la lux, se inclinó a sostener un mandil que yacía sobre una de las sillas hecha añicos en el suelo, le empapó con el agua que cubría toda la base del sitio, agradecido de que finalmente hubiera dejado de “Llover” sobre sus cabezas, se alzó sobre sus piernas, sintiendo su propia respiración agitada, la adrenalina no le había permitido sentir el peso del uso de sus poderes hasta aquel momento, y aun así arrancó de su interior la fuerza suficiente para acercarse a la “mujer de fuego”, cubrirle con la pieza mojada, cruzar un brazo sobre su espalda, otro tras sus piernas y cargarle como si se tratara de una conocida. —No sé si sea capaz de escucharme ahora, pero… me disculpo por esto. Murmuró sobre su cabeza, desplazándose hacia la búsqueda de una silla próxima en mediana condición para colocarle allí. Elevó su diestra e hizo presión contra su cuello con dos de sus dígitos, analizando su pulso. —Ya todo está bien, se encuentra a salvo, yo no le haré daño. —comentó apartando su contacto de inmediato, el calor en aquella piel emergía como si se tratase de una cacerola en proceso de ebullición, incluso el mandíl que había empleado como muro entre ambos se secaba sobre su cuerpo, y de algún modo él temía que fuesen a quemarse las telas sobre ella. —¿Puede escucharme? Giró su vista hacia Gala, sintiendo una punzada de inquietud aun por la conexión que parecían sostener, la unión Umbra-Lux era de cuidado. —Parecerá loco, pero creo que de algún modo su piel no es afectada por la alta temperatura, es como si buscara protegerse, tal y como nuestra luz y sombra lo hizo. Pero son sólo suposiciones, es la primera de su tipo con quien trato.  ¿Usted cómo se encuentra? El montón de objetos aun yacía desparramado y en deplorables condiciones alrededor de los cinco (Incluyendo a Alexei), cualquiera que interfiriera en el sitio en el momento pensaría que ellos habían armado todo aquel alboroto. —Mi nombre es Ivar. —se presentó en general, volviendo a tentar con la punta de su dedo la frente de la mujer Ignis, teniendo que apartarse esta vez con más prontitud, pues su temperatura no menguaba. —Ya se habrán percatado de que al parecer los cuatro tenemos algunas cosas en común, y a la vez no tan en común. Y que será imposible arreglar todo el desastre sin ayuda de las autoridades de la academia.
Era entonces el fin del experimento. Todos los líderes habían tomado notas de todo lo que había ocurrido con sus primogénitos; actos fallidos, aciertos, debilidades. Jun apreciaba el escenario de brazos cruzados, miró a Orión que a su lado consultaba el reflejo de una superficie que mostraba lo que ocurría con los elegidos de las naciones dentro de la cafetería, así, a continuación buscó a sus hermanos y compañeros, des hizo el cruce y se tomó de las manos tras su espalda. -Bien, tuvieron un gran desempeño individual, pero como equipo dejan mucho que desear, deberemos trabajar en ello y en la necesidad de tomar el mando. También en las prioridades de algunos. Los líderes estuvieron de acuerdo con aquellas últimas palabras en mayor o menor medida, pero todos entendían que sus primogénitos necesitaban un arduo trabajo como sistema y no como órganos individuales; debían aprender a luchar por un bien común. El tenebris comenzó a caminar acariciando su barbilla como gesto que delataba el análisis de la situación. -Deseo ir a hablarles ¿princesa, viene conmigo? El Umbra ofreció su mano palma arriba a su amada dama de la luz como el caballero dispuesto a guiar a su reina. -Lazar y Amaris en el desarrollo del conflico querían presentarse, los espero, mis queridos hermanos. Gawen...Lamento decirte, querido hermano que tendrás trabajo extra con aquella estudiante... Ya era costumbre del príncipe moverse con ella, se hizo del pequeño cuerpo de su mujer para abrazarla con delicadeza, como si una flor entre sus brazos contuviera. Jun le dedicó una escueta sonrisa, eran las palabras sin sonido que le advertían a su princesa que el viaje comenzaría. Pronto ambos se fundieron, las sombras los consumieron desde de la planta del pie hacia arriba, engulléndolos como un monstruo hambriento que por arte de magia desapareció ambos cuerpos. Aparecieron cerca de la puerta, parecía una especie de humo negro lo que se formó en primera instancia para luego tomar corporeidad y dar lugar a sus siluetas y facciones. Jun soltó a la sacerdotisa como si alejarse de ella doliera a pesar del espacio mínimo. -Buenas noches... Dijo sin levantar la voz, valiéndose simplemente de su presencia, dio un paso al frente pero antes de continuar, escuchó la voz de una humana. Observaba por sobre el hombro la abertura ahora cerrada, el tiempo de juego de los humanos había terminado, por ello, con esta premisa, chasqueó sus dedos y una fina vaina de sombras se entrometió trabando los mecanismos de apertura, haciendo imposible la entrada a menos que rompieran la puerta.  En todo caso, si ello ocurría, un clon de sombra aparecería y las guiaría lejos del lugar. Regresó al fin su atención a los jóvenes que habían sido probados, los líderes habían aprovechado la situación planteada por uno de los humanos para tomar nota del accionar de sus hijos. El tenebris se encargó de la distancia para evitar el volumen de voz alto. -Esto ha sido una prueba de su templanza Mientras Jun Hablaba, las sombras consumieron a Alexei que sin alteraciones, terminó recostado en la enfermería donde Amaris u Orion luego lo atenderían. Pronto llegaría la caballería. -Como seres individuales...hicieron un buen trabajo, pero como equipo...dejan mucho que desear...Se han pisado entre ustedes a la hora de expresar ideas o tomar el mando, no han sido observadores y por sobre todo, pocos han prestado atención a sus compañeros. La voz del umbra era calma, sin dejo de enojo o rencor, solo era una exposición desde afuera mientras esperaba que Amaris y Lazar intervinieran. Detuvo su discurso, buscando la pequeña figura de la líder Lux, invitándola a acercarse y dar su punto de vista. -Estas cosas les ocurrirán seguido, pero un día no será un simulacro...y realmente será el enemigo...
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— 🌸; ● Aún sigo sin explicarme cómo ocurrió, pero tal vez sepa el cuándo. Aquella vez, a pesar de que tu gesto no fue mal intencionado ni buscabas acercarte a mi de otra manera, sentí algo, sentí... una chispa, una cosquilla que me provocó una sonrisa .ɞ 。°
Este es el comienzo de nuestra primer historia, y le agradezco al universo el habernos cruzado, el aún tenerte a mi lado y poder disfrutar de tu compañía, de tu esencia.
Este es mi humilde regalo por el cumpleaños de quien tanto tiempo invierte en nuestras vidas y me da la oportunidad de tu compañía, como Ivar, Mijoo,Caín, Nate, con el nombre que desees, te amo.
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ourlovestorymemories · 3 years ago
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Cuerda floja. " — ¿Qué ganas con todo esto? — Más de lo que crees". Parado frente al altar, miraba a lo lejos a Yvette caminando hacía él, ella portaba un hermoso vestido blanco y su velo de novia caía frente a su rostro, impidiéndole ver con claridad el mismo. Sin embargo, no era necesario para saber que eso no era lo que ella quería. No podía negar tampoco que la rubia se veía preciosa. Sin embargo para él, no era de esa forma como había soñado ese momento. Miró a su madre sentada en el asiento de la primera fila, ella sonreía y lloraba de felicidad viendo a su hijo mayor finalmente casándose. Si tan solo supiera la verdad. ¿Cómo había terminado así? Bueno, la pregunta era tonta… [...] La mano derecha de su padrastro sabía la verdad, pues sin que lo supieran había seguido a su padrastro y a él, en aquella persecución que habían tenido el día del cumpleaños de Sebastián. Había sido testigo de cada disparo, de sus hermanos abrazándolo cuando llegaron y del cuerpo de su padre inerte en el suelo. Después de eso, el británico sabía que debía quedar a cargo de todo lo que su padrastro había dejado. Sobretodo, que tendría que entrar a un mundo que él detestaba. Ya tenía el peso de conciencia de haber matado a un hombre, que enloquecería de tan solo pensar que tendría que ser la cabeza de una asquerosa mafia. Y la mano derecha de su padre, fue el primero en felicitarlo sin siquiera haber anunciado la muerte del mismo. Tenía fotos, tenía todo en su poder… incluso a Sebastián. Estaba caminando en una cuerda floja y sabía que acabaría muerto si daba un paso en falso. — ¿Qué quieres a cambio de tu silencio? — Que te cases con mi hija. [...] Sebastián tragó saliva. Parecía que entre más la rubia se acercaba, más se sentía en aquella cuerda floja. Le tendió la mano y ella dudosa la tomó, para después ambos andar hacía el altar en dónde un cura los esperaba. Entonces se colocaron frente a frente, el hombre trató de sonreírle pero el rostro de la mujer permanecía sin expresión alguna. Poco a poco fue levantando el velo y acomodándolo tras su cabeza. — En verdad lo siento. Le susurró. "— ¿Qué ganas con todo esto? — Más de lo que crees. Te tengo en mi poder Sebastián y si pensabas que con la muerte de Mark todo iba acabar en final feliz para ti y tu familia, te equivocaste." — Sebastián Lynch, ¿aceptas a Yvette Waldorf? El nombrado permaneció en silencio segundos eternos. Sabía que lo hacía por su familia, si se descubría la verdad él acabaría en la cárcel o muerto, y ellos quedarían entonces desprotegidos a manos de unos imbéciles que no tendrían piedad. No podría permitirlo. — Acepto. Estaba caminando en una cuerda floja de la que no tenía escapatoria. Si caía al vacío, sería su fin. Yvette Vaughn-Lynch Nacer en una familia adinerada podía sonar muy bien para mayoría de las personas ya que podrían resolver sus problemas financieros y complacer sus caprichos, sin embargo, había un peso con el que debías cargar toda tu vida. A Yvette le habían enseñado a ser leal a su familia, a que se debía sacrificar por ella y ayudarla sin importar la situación, sin poner peros. Sin embargo su hogar se volvió tóxico con el paso de los años, no había mucha comunicación entre ellos y solo se escuchaban las quejas de su padre sobre todo, principalmente sobre las decisiones de su única hija; Yvette. Por ello luego de la muerte de su madre, la joven decidió irse a vivir lejos, donde nadie podría decirle qué hacer. —“Cariño, te necesito”. Esas fueron las palabras del Waldorf mayor cuando le pidió a su hija que volviera a casa, luego de contarle todo su plan contra una familia poderosa en Inglaterra, ocultando alguno que otro detalle para que ella no pudiera negarse, incluso usó la carta de “Somos familia, nos apoyamos siempre”. Así fue como la rubia terminó accediendo a casarse con un hombre que no conocía. “Todo estará bien”, se repetía una y otra vez en su cabeza mientras caminaba hacia el altar donde le esperaba Sebastián Lynch, su futuro esposo. Se supone que uno de los días más felices para una mujer es el día de su boda, sin embargo, no era el caso de Yvette, ella no estaba disfrutando para nada aquella ceremonia, no le hacía feliz y se podía notar en su rostro. La mirada de la mujer se cruzó con la de Sebastián cuando éste le apartó el velo del rostro, y pudo notar que él tampoco estaba feliz de estar allí. —Yvette Waldorf, ¿aceptas a Sebastián Lynch? La rubia se quedó muda por unos minutos, pensando en huir y nunca volver pero sabía que su padre nunca se lo perdonaría. —Acepto. —respondió sin emoción alguna, deseando que ese momento terminara finalmente.
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theroseypaper · 3 years ago
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OO2
La actividad culminó con una larga y vergonzosa alfombra de hipocresía. Sobre todo, de sus mismos compañeros de equipo.  Porque nadie se salvo del caos. Ni las que mejor supieron trabajar en equipo, como las artistas, donde Alái se cargo todo el equipo al hombro y terminó por hacerles la tarea, ya casi a última instancia Kath decidió acompañarle y no me mal entiendan, hicieron un gran trabajo, fue el único equipo que se preocupo realmente por cumplir, homogéneo y con todas las consignas. Pero ¿Qué nos dejaron los demás?  Gracias al impulso de la rubia, los Ingenieros decidieron actuar. Comenzando por el chico de dudosa procedencia (Daren) junto a Ella. Comenzaron a mover a los integrantes, para subir lo que le hizo la competencia a las Artistas. Sin ser los últimos porque aquí vienen los Políticos que, debería destacar una de sus mejores hazañas: No solo a último momento sino que capturaron al nuevo: Hans (chico muy solicitado últimamente) Les aportó la mitad de lo que postearon como presentación. Tenía menos de veinticuatro horas y ya lo habían abrumado con diversas propuestas. Para los fantasmas que están desde el día uno sin aportar nada, así es como se hace.  La cereza que adorna el chisme de hoy, fue la maravillosa manera de ser descalificados los de humanas. *risas* porque debieron estar ahí, Thomas y Louane parecían que salvarían a todo el grupo pero no, decidieron no hacer nada aunque ya tenían la idea plaificada, solo debían redactarla ¿Por qué no lo hicieron? Tras varios comentarios negativos respecto a su actitud de liderazgo, ambos hicieron la vista gorda y esperaron que los demás intervinieran, Aileen y Tafari parecían ir y venir pero “mucho ruido y pocas nueces”. Ambas se quejaban y ninguna hacia nada. 
Hasta que vieron el revuelo de los otro tres grupos posteando su trabajo hecho. Entonces reaccionaron y por más que la intención de comenzar a hacer el trabajo estaba, era demasiado tarde y también esperaban que Louane y Thomas aparecieran para volver a liderar.  Entonces ¿Qué pasó? André, quien a último momento comenzó a lanzar ideas como manotazos de ahogado, también criticó la actitud de Thomas, al que no le gusto nada y con su poca paciencia decidió consultar cuál era su problema. André se limito a seguir con los ataques, mientras Thomas, consultaba “por qué” No habían fundamentos o al menos no los dio, pero acabo por terminar con la tranquilidad del grupo y allí quedó lo que hubieran podido rescatar del tiempo perdido. Ni porque Tafari enviara su porción de escrito, ni porque Aileen propusiera nombres de blog para crear o diseñar el mismo, a quien también le tocó un reclamo por parte de Thomas.  El título de hipócrita se lo lleva Aileen haciéndose amiga de todos y luego comentando que no soporta a ninguno, esta mujer juega a “yo no se, yo no estaba” mientras que se ríe de cada uno a sus espaldas.  Otra que se viene ganando mis halagos, aunque no de la misma manera de Hans. Los dos se llevaron el destacado de la actividad. Felicidades, excelente manera de destacarse 
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brokenbloodlinesrp · 8 years ago
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Kenna Dubois, la manada North East Atlantic te la bienvenida a Nueva Orleans. No olvides confiar en los tuyos. Recuerda bien tus lealtades.
Anne, hola, pequeña Anne. Trajiste a Emma Watson, gracias por eso. Que bello será verla por el dash. Ahora vamos a enfocarnos en su historia, me encantó la forma en la que la narraste. Fue muy original el hecho de que esta bruja haya decidido usar a una chica con el gen de licántropo para defenderse de sus enemigos. Muy interesante y dramático. Debo decir que también me da muchísima curiosidad cómo sobrellevará su primera luna llena. Eso es por demás lo que más me intriga, pues siempre quise atisbar cómo puede llevar una persona una transformación tan importante. Por otro lado, me alegra que hayas decidido que forme parte de esta manada. 
¡Bienvenida! Recuerda que tienes 24 horas para enviar tu cuenta. La biografía de tu personaje será subida en breve.
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Kol.
NOMBRE DEL PERSONAJE: Kenna Dubois
FACE CLAIM: Emma Watson
FRASE QUE LO IDENTIFICA: “Do not take life too seriously. You will never get out of it alive.·
EDAD: 22
RAZA: Lobo
GRUPO: North East Atlantic
BIOGRAFÍA. 
La relación de Kenna con su madre jamás fue la mejor, a pesar de que eran tan solo ellas dos contra el mundo. Su madre nunca quiso revelarle nada acerca de su padre por lo mucho que ella preguntara. Siempre recibía evasivas o respuestas sin seriedad, así que un día simplemente dejó de preguntar. La madre de Kenna no era nada cariñosa, atenta ni dedicada, por lo que la niña tuvo que crecer demasiado rápido y aprender a valerse por si misma. Sin importar ello, la castaña tenía bastante amor por su progenitora y al poco tiempo, terminó encargándose de todo lo que le mandara. La mujer tenía muchos secretos y asuntos de los que mantenía alejada a su hija, pero Kenna fue lo bastante curiosa como para descubrir en un punto de su vida que su madre era una bruja.
El día que la confrontó con su teoría, la mujer no negó lo que había descubierto, pero le pidió muy seriamente que se mantuviese alejada de lo que no la incumbía. Kenna no se sintió mal al respecto, así habían vivido siempre, pero las advertencias de su madre no fueron suficientes para cesar su curiosidad. Que su madre fuera una bruja significaba entonces, que tal vez su aislamiento y su diferencia a las otras personas tenía un motivo y en lugar de hacerla una marginada, la convertía en alguien especial. Alguien mucho mejor que las chicas en el instituto que la molestaban. Una gran urgencia por aprender todo lo que su madre sabía comenzó entonces a apoderarse de ella, pero al igual que con el tema de su padre, no recibió nada.
No fue hasta un día llegando del instituto que su madre le pidió por primera vez que por favor la acompañase a la habitación al final del pasillo, donde la mujer solía encerrarse por horas y donde ella estaba segura de que guardaba todos sus libros de encantamientos y objetos mágicos de los que había escuchado en diferentes historias. Una vez dentro, supo que no había estado equivocada. La habitación era tal cual una pequeña biblioteca, con mesas al centro y artefactos que jamás pertenecerían a lo cotidiano. Pero no se hallaban solas. En una silla, atada de manos y pies, se encontraba Stacy Burman, la líder del grupo de chicas que molestaba a Kenna todo el tiempo y posiblemente, la persona a la que la castaña más odiaba en todo el mundo.
“Para convertirte en una bruja…” explicó su madre sobre el llanto de la joven en la silla. “…necesitas completar tu iniciación.”
Kenna no necesitó preguntar a qué se refería cuando la mujer colocó un puñal en sus manos.
Aquello la hizo sentir poderosa de inmediato. Podía terminar con la pesadilla en la que Stacy había transformado su vida y la de muchas otras personas dentro de un momento. Miró a la rubia a los ojos y la rabia y el enojo acumulado de todo el tiempo en la que la había tratado mal fue lo único que pudo sentir. Quería hacerlo, tenía tantas ganas que solo las incógnitas que aún había al rededor de su madre pudieron detenerla de ello.
“Nunca escuché nada de una iniciación, madre…” Kenna le comentó dudosa, paseando la mirada entre las dos personas que se encontraban en la habitación y el puñal que sostenía aún en sus manos.
“Eso es porque nunca te dije nada. Quería alejarte de todo esto. Pero si lo haces, entonces serás igual a mi, Kenna.” Ethel sabía que su “hija” no había deseado nunca nada más que su cariño y aceptación. Era el sebo perfecto para hacer que la niña a la que se había robado de bebé, desencadenara la maldición del hombre lobo que sabía, tendría por genética y le sería de gran ayuda en contra de sus enemigos.
Kenna se llenó de esperanza y júbilo. La promesa de una relación más cercana a su madre, a su parecer, valía mucho más que la vida de Stacy Burman e incluso sintió, durante un momento, que estaría realizando un acto heroico para todas esas personas que eran víctimas de su maltrato.
La castaña puso el puñal en alto, dirigiéndolo justamente al cuello de Stacy con una mano temblorosa y un semblante fruncido; pero se detuvo tan solo a unos milímetros de su piel. “¡No puedo hacerlo!” Exclamó al momento en que el puñal impactaba contra el suelo. Sin importar todo lo que odiara a Stacy Burman, no se convertiría en una asesina y mucho menos por una promesa vacía de alguien que jamás cumplía su palabra. “¡No lo haré, madre!”
Lo siguiente que supo fue que su cabeza se había estrellado contra una de las paredes del cuarto y los pies de su madre caminaban cautelosos en su dirección, inclinándose hacia su cuerpo, que ahora tendía en el suelo. “Yo no soy tu madre, Kenna.” Le reveló con tono sereno, pero siniestro.  “¡Y si no matas a esa cabeza de aire por las buenas, lo harás por las malas!” Ethel la tomó con fuerza del cabello y le obligó a ponerse de pie. Cambiar de posición fue toda una tortura debido al golpe en su cabeza, pero la vista se le nubló más por las lágrimas que comenzaron a salir de sus ojos que por el hecho de que no pudiese enfocar bien la vista. Con un movimiento de mano, Ethel logró que el puñal regresara justamente a la de Kenna. “¡¿Por que haces esto?!” La castaña sabía que posiblemente era el único momento en el que Ethel respondería alguna pregunta crucial y si las cosas iban a terminal mal, entonces al menos sabría de dónde partir para remediarlas. “Tu padre fue un hombre lobo, cariño y tú también lo serás una vez que lo hagas.” Un mundo completamente diferente se había abierto para Kenna y el hecho de que la que creía su madre se lo hubiese ocultado toda su vida la inundó de la rabia necesaria para terminar con el forcejeo que sostenía con la mujer y en un solo giro, clavar el puñal al cuello de su presunta madre.
La mujer soltó un alarido de dolor y como si se quedase sin aire, poco a poco fue retrocediendo, hasta que su cuerpo yació en el suelo de la habitación; inmóvil. Dentro del shock, Kenna se apresuró a liberar a Stacy de sus amarres y una vez que estuvo libre, la rubia quizo huir despavorida, jurando que le diría a todo el mundo. “Escuchaste lo que dijo.” Con la mandíbula apretada y unas pupilas mucho más oscuras, Kenna no tuvo miedo esta vez de enfrentarse a ella. “Si dices algo, juro que volveré por ti.”
PERSONALIDAD. 
Debido a su pobre crianza y poca cercanía con las personas, Kenna solía ser una chica bastante tímida, nerviosa, incluso, al expresarse a si misma. No le gustaba ser el centro de atención en ninguna situación y procuraba tener siempre un perfil bajo dentro de todas las cosas que realizaba al día.  Siempre era una tarea imposible hacerla responder una oración completa o incluso hablar en absoluto, pero jamás representó un problema para ella, le gustaba estar callada y a solas. Sin embargo, aspiraba a un día ser tan social como las chicas de su instituto y no apartarse de la primera persona que se acercara a ella. Con el tiempo y la revelación de quién era realmente, comenzó a tener muchísima más confianza en si misma y a salir de su zona de confort, pero jamás perdió su inocencia y la dulzura que la caracterizaba desde niña. Ahora es una persona bastante relajada y confía muchísimo más en los otros, manteniendo, de cualquier forma, su sentido de reservarse algunas cosas tan solo para si misma. Cuesta un poco llegar a ella, pero en cuanto toma confianza, te hablará de todo lo que quieras saber.
DATOS RELEVANTES. 
Stacy no reveló nada de lo que vio por miedo a la falsa amenaza de Kenna.
Kenna se marchó de la casa ese mismo día y mientras buscaba entre las cosas de Ethel por algún indicio de sus padres, dio con un viejo diario donde aparecía su fotografía de bebé en los anuncios de niños desaparecidos.
Su verdadero nombre no era Kenna Marshall, sino Kenna Dubois y había nacido en Nueva Orleans.
En su camino a Nueva Orleans aprendió algunas cosas sobre hombres lobo y una vez allí se unió al grupo de North East en busca de apoyo para atravesar por su primer luna llena. Todavía está en espera de ese evento y le resulta bastante aterrador pensar en ello.
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rhagevyk · 6 years ago
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Tinta y sangre, días dorados.
Se puso de espaldas al gentío y echó una mirada por encima de su hombro para asegurarse de que nadie lo estaba observando. En las manos llevaba una jarra de Vino Veraniego y un vaso. El Vino Veraniego lo traían los hombres del sur de Idris, donde el sol calentaba más y mejor, y el agua era aún más cristalina que en la capital del país. Según sus padres, sus tíos, y hasta sus instructores, una auténtica delicia para el paladar. Al muchacho le habían prohibido catarlo por su corta edad. “— Al parecer catorce años son suficientes para decapitar demonios pero no para beber vino.” Le había dicho a su madre cuando esta le ordenó que se mantuviese alejado de las jarras de cristal que descansaban en un rincón de la plaza. Rhage no era muy dado a respetar órdenes de ese tipo. Se llenó el vaso hasta el borde, apurando al máximo la capacidad del recipiente. Se lo bebió igual de rápido. El sabor dulzón del vino le empapó la boca y la garganta y le calentó el estómago. — Como te pille tu padre eres nefilim muerto — le dijo una voz conocida. Miró a su izquierda y ahí estaba ella, con su pelo negro suelto hasta la cintura, un vestido blanco sin mangas, vaporoso, de algún tipo de tela de aspecto suave y con la mirada puesta en el tumulto tras ellos. Todos los nefilim que en esa guerra habían perdido a alguien iban de blanco, y también los que por respeto habían deseado vestirlo. La plaza brillaba con luz propia: habían colocado un poste de madera muy alto justo en el centro, y de él nacían cordeles con farolillos conformando los radios de un círculo. Estaban enganchados en balcones, farolas, e incluso las copas de los árboles más cercanos. Las mesas con comida y bebida permanecían arrinconadas de forma aleatoria en los límites de la plaza. Si te esforzabas lo suficiente, podías escuchar el murmurllo del arrollo que serpenteaba por toda la ciudad y que no quedaba muy lejos de ahí. Absolutamente todas las grandes familias de cazadores estaban presentes esa noche, celebrando el final del conflicto con los hombres lobo del norte. Los norteños llevaban diez años complicando la vida de los nefilim de Alacante, atacando fuera de los límites del país, transformando a niños, mujeres y hombres sin ningún tipo de control. Violando las normas, matando. El propio Rhage había participado hacía dos días en la lucha, contribuyendo a ponerle fin. “ — ¡Sangre fresca es lo que nos hacía falta para ganar! Muy bien hecho, muchacho.” Le dijo Benedict Pangborn con la cara negra por la batalla y los dientes manchados de sangre justo después de escupir toda la que llevaba en la boca. La palmada que le había dado al joven nefilim aún le picaba en el hombro. Que un niño de catorce años formase parte de esa victoria no era lo corriente; menos aún que saliese ileso. — Si me pilla mi padre me hará beber todas las jarras de la mesa. Tendré tanto vino en el estómago que cuando vomite podré pintar de rojo mi habitación, si quiero — respondió el muchacho, mientras volvía a llenarse el vaso. Isabelle sonrió sin mirarlo, aún vigilante. A sus diecinueve años, con su habilidad para cargarse cosas que respiran y la belleza propia de una Lightwood podría estar hablando con cualquiera de esa fiesta. Si estaba con Rhage Vykram era porque el chico resultaba ser el único con el ingenio suficiente como para seguirle una conversación a la morena. Y porque su hermano Zsadist — y parabatai de la muchacha — estaba ocupado con la joven de los Branwell. El padre de los chicos había secuestrado a su primogénito para intentar emparejarlo con esa imbécil, que a gusto de Rhage tenía los dientes demasiado grandes. Podría arrancarle una pata a un mamut con esa dentadura. Pero Zsadist era demasiado educado como para rechazarla sin más, o contradecir los deseos de su padre. — Trae aquí ese vaso, mocoso — pidió Izzy, prácticamente quitándoselo de las manos. Se lo bebió con la misma rapidez que Rhage. Se lo tendió después, le estrujó la barbilla con una mano y le puso morritos de pez. — Ojalá no te estropees al crecer — dijo, y se fue. Los faldones del vestido ondearon a su alrededor como niebla. El nefilim la siguió con la mirada hasta que se perdió entre el gentío, y después se llenó de nuevo el vaso. La jarra dio de si exactamente seis vasos, de los cuales Rhage llevaba en sangre cinco. Se estaba terminando el quinto cuando los dos primeros empezaron a hacerle efecto. Notaba el calor en las venas, la cabeza pesada y alegre, y las comisuras no dejaban de tironearle para que sonriera a la fachada de piedra rojiza que tenía justo en frente. Aunque borracho, seguía siendo inteligente. Asi que decidió que lo apropiado era retirarse a un rincón tranquilo a disfrutar en soledad de la felicidad que sentía. Si Will estuviese ahí con él todo sería menos aburrido, pero su parabatai permanecía junto a sus padres al otro lado del bulto de gente; no iban a dejarlo estar con Rhage en toda la noche. Porque sabían que el muchacho era muy mala influencia para su hijo.
«Más vino para mí», pensó al enterarse. Pero en realidad echaba en falta su presencia más que a nada. Caminó hasta los escalones de una de las tiendas que bordeaban la plaza. Como se le ocurriese vomitarle la entrada de la armería al señor Wayland acabaría colgado de alguna de las torres de los demonios que protegían la ciudad. Le merecía la pena arriesgarse. Le gustaba el olor del acero trabajado, cuero y virutas de hierro que desprendía la tienda. Se sentó con cuidado porque parecía tener la cabeza debajo del agua. Después apoyó los codos en sus rodillas y entrelazó los dedos de sus propias manos, con la mirada puesta en los nefilim que bebían, reían, o simplemente charlaban frente a él a cierta distancia. Encontró a sus padres charlando con los Lightwood y los Blackthorn. Las tres parejas de adultos se llevaban bien desde jóvenes; habían estudiado todos juntos, luchado todos juntos, y crecido todos juntos. Hasta que llegó la adolescencia y entonces comenzaron a liarse entre ellos, y de ahí surgieron los tres matrimonios que Rhage estaba mirando. William estaba junto a su padre, fingiendo escuchar la conversación.
La madre del nefilim tuvo que intuir la mirada de su hijo desde las escaleras, porque giró el rostro y se clavó en sus ojos de una tacada. Rhage torció una sonrisa y la saludó, alegre. La mujer frunció el ceño y le devolvió el saludo a su hijo, dudosa. Esa actitud no era propia de su pequeño. El nefilim no se detuvo a mirar como su madre le susurraba algo a su padre; cambió de objetivo y siguió paseando los ojos por los diferentes rostros. Eso le relajaba. Poder fijarse en todo sin ser visto o juzgado, o forzado a excusarse por mirar.
Hacía tantísimo calor. Su madre los había forzado a los dos — a su hermano y a él — a ponerse una camisa de lino blanco de manga larga, porque las de manga corta les dejaban al descubierto los brazos heridos, resultado de la batalla. Y no era respetuoso ir enseñando las heridas de guerra. El joven se pellizco la prenda por el pecho y la sacudió ligeramente, dejando que le entrase aire por el cuello en pico. Hasta se permitió el lujo de bajar un momento el rostro para colar la boca por el hueco de tela y soplarse el torso amoratado. — Calor, ¿eh? — dijo su hermano. Rhage alzó la vista de inmediato. No vio a nadie frente a si, asi que miró a su lado. Zsadist ya estaba sentado junto a él. ¿Cómo coño había llegado hasta ahí? ¡Si sólo había dejado de mirar un segundo! Frunció el ceño y abrió la boca, desconcertado. Definitivamente el vino le estaba jodiendo la vida. — ¿Ya te has librado de Hellen? — en su mente añadió un “Dientes de Caballo”. Zsad sonrió mirando a su hermano y evitó contestar. Llevaba la media melena rubia decorada con alguna trenza suelta, y los ojos azules cargados de palabras que se negaba a decir. Parecía un elfo. — ¿Cuánto vino has bebido? — le preguntó, adecentándole el cabello dorado al pequeño. Rhage sonrió. Y Zsadist se echó a reír. — Lo suponía. ¿Crees que podrás llegar a casa por tu cuenta? Se te nota mucho, papá y mamá no pueden verte a sí. Mientras hablaba su hermano le peinaba el flequillo hacia atrás, quitándoselo de la cara. A veces parecía su madre. El joven nefilim le arreó un manotazo en la muñeca para que el mayor dejase de tocarle el pelo. Y el otro le respondió al golpe con un cogotazo, a mano abierta. Pero dejó de tocarle el pelo sin perder la sonrisa. Zsadist casi siempre sonreía cuando lo miraba, a diferencia de mucha gente.  — Me las apañaré. Deja mi ventana abierta — respondió. Zsadist asintió y le revolvió el cabello al levantarse, lo que provocó más manotazos por parte del pequeño. Se marchó entre risas. Rhage se “arregló” el pelo revuelto y se dejó caer hacia atrás en los escalones, apoyando los codos tras de si. Extendió una pierna con comodidad. Quizá era por el vino, o por la victoria de hacía dos días, por la promesa del verano o porque en cuatro días sería su cumpleaños, pero se sentía tremendamente feliz.
Unas cuantas horas más tarde, cuando sus padres y hermano hacía rato que se hubieron marchado de la fiesta y en la plaza apenas quedaban nefilim, Rhage se admitió a si mismo que ya estaba bien como para marcharse también. Ya no le pesaba la cabeza y la felicidad se había diluido un poco.
Echó a andar por las calles adoquinadas hasta traspasar la entrada amurallada de la ciudad. Los Vykram tenían dos propiedades en Idris: su vivenda habitual en pleno centro de Alcante, la capital, y la casa solariega donde iban a pasar los veranos, a unos treinta minutos a caballo de la ciudad. Le tocaba hacerse ese trecho a pie. Hacia el tercio final del camino comenzó a olerlo: fuego. Pensó que sería alguna hoguera cercana, porque los nefilim tenían por costumbrer encender fuegos en el bosque y dormir bajo las estrellas, o contar historias a sus hijos pequeños en mitad de la nada. Pobre iluso. Cuanto más se acercaba a su casa más intensidad cobraba el olor, y más se le tensaba el estómago. La última parte del tramo hasta su casa la hizo corriendo como alma que lleva al diablo. La casita de madera al pie de la colina ardía como la brea. Desde lo alto Rhage se detuvo un momento para entender lo que estaba pasando. Su casa estaba ardiendo. ¿Y su familia? ¡Su familia! La pendiente de la colina la bajo prácticamente rodando por la prisa con la que movía los pies. Al llegar bordeó la casa y se colocó frente a la fachada principal. La puerta estaba cerrada y todo el porche en llamas. A través de las ventanas, algunas hechas añicos, se veían los muebles arder.
En sus catorce años esa era la primera vez que sintió miedo. Se lanzó contra las llamas del porche mientras gritaba los nombres de su familia. Intentó abrir la puerta con las manos y se abrasó las palmas con el pomo. Comenzó a golpear con el hombro la madera con todas sus fuerzas. Pero no llevaba runas tatuadas, ni estela, ni armas, porque estaba en su hogar. El único sitio en el mundo realmente seguro para los nefilim, asi que nunca les era necesario armarse ni tatuarse. Maldijo entre lágrimas, asfixiado por el humo. La puerta no cedía ni cedería: las runas de protección talladas en el marco aguantarían hasta el embiste de tres elefantes. Saltó por encima de las llamas para volver a la hierba; paró la caída con el costado y rodó como le había enseñado su padre. En seguida se puso en pie y calculó una estrategia: su ventana debía estar abierta. Volvió a bordear la casa hasta colocarse bajo la ventana de su cuarto. Las llamas lamían el marco. Pero podía entrar, resistiría el calor, no le importaba achicharrarse si con ello conseguía sacar a su familia de dentro. Ya se estaba preparando para coger carrerilla y escalar de un salto por la fachada cuando escuchó su tos. Una figura humeante se sujetaba el estómago y caminaba a duras penas por la parte trasera de la casa. La figura venció las fuerzas y cayó sobre la hierba. Rhage corrió hacia allí sin pensar en nada más, arrodillándose junto al cuerpo y dándole la vuelta para colocarlo boca arriba. Era su hermano. El nudo del pecho se le deshizo un poco. Zsadist tenía quemaduras por todo el cuerpo y estaba inconsciente, pero respiraba. — Los voy... los voy a sacar, Zsad, tú quédate aquí. Sí, quédate aquí. Los voy a sacar — decía el pequeño, tocando el rostro dormido de su hermano sin llegar a hacerlo realmente porque temía llevarse su piel consigo. Se apartó del cuerpo y regresó bajo su ventana. Se alejó un par de pasos en línea recta para coger carrerilla de nuevo cuando se produjo la explosión. La onda expansiva lo lanzó hacia atrás un par de metros, y a él lo acompañaron fragmentos de cristal, madera y restos de cosas que antaño fueron muebles. Con los oídos taponados y un pitido constante, se incoporó como pudo y miró su hogar. El techó venció por el destrozo y la estructura se vino abajo. La escena era igual que ver una peli de terror muda.
Las lágrimas le mojaban las mejillas manchadas de hollín, y estaba tan sordo que no lograba escuchar ni sus propios gritos. Gritaba “no” una y otra vez, dejándose la garganta. Juró que lo oirían en toda la ciudad.
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tuseriesdetv · 6 years ago
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Por qué Dynasty es la serie que todos (en serio, todos) deberíais ver
Hace 37 añitos, la ABC emitía el piloto de una soap opera llamada Dinastía, uno de esos culebrones que solían enganchar a amas de casa aburridas de su vida cotidiana y a hombres de dudosa sexualidad. Las peleas de gatas en la piscina entre Alexis y Krystle o las más que cantosas transformaciones faciales de la mayoría de los personajes eran y serán iconos de la televisión estadounidense. Varias décadas después, The CW cumple con las expectativas y nos trae una serie que supera holgadamente a la ya estrenada en los años 80: Dynasty.
CATFIGHT
sustantivo
A catfight is an angry fight or quarrel, especially between women.
(vamos, una pelea muy loca entre dos mujeres)
Estos ricos necesitaban un estilista
Los más jóvenes que estén leyendo esto pensarán que las llamadas catfight nacieron de guerras absurdas, como la de Taylor Swift y Katy Perry, o de guerras inexistente, como la de Jennifer Aniston y Angelina Jolie. Para nada. Ya hace muchos años, había grandes enemistades femeninas en Hollywood. Una de las más famosas, gracias a la serie de televisión, es la rivalidad entre Joan Crawford y Bette Davis (seguimos esperando la segunda temporada, Ryan). Pero si hay una rivalidad en la televisión que ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad, esa es la de los personajes de Alexis Colby y Krystle Carrington, las dos protagonistas de la serie de los ochenta, Dinastía. Ambas protagonizaron varias de las peleas más violentas de la televisión. Incluso se llegó a rumorear que las dos actrices (Joan Collins y Linda Evans) no se soportaban. Casi 40 años después, podemos decir que las catfights han vuelto.
Dynasty fue una de las grandes apuestas de The CW tras los finales de varias de sus series insignia. Ya en el trailer nos prometía tacones altos, tirones de pelo, latinos, homosexuales y revelaciones inesperadas, pero en ningún caso podíamos pensar que este remake de la serie original iba a llegar tan alto. Pero sí, amigos, lo ha conseguido: ha igualado a la original. 
Puede ser que la original tuviera mucha más personalidad (y muchísimas más hombreras) que esta nueva versión, pero si hay alguien que sí tiene personalidad es la nueva Fallon Carrington, interpretada por la bellísima Elizabeth Gillies. En la original, el personaje de Fallon, interpretado por Pamela Sue Martin, no brillaba en un cast repleto de actrices fascinantes y personajes loquísimos. Gillies le da un toque gamberro, rebelde y atrevido al personaje de Fallon, como si fuese la hermana mayor de Rachel McAdams en Chicas Malas, pero mucho más pija y mucho más rica.
Estos visten mejor
Pero bueno, vamos a hablar de la más que novedosa Sammy Jo. Si en la versión original era una chica rubia, con unos estilismos sacados de una película de Viernes 13, de ojos azules, y más americana que Donald Trump, en esta nueva versión es un chico latino, más gamberro que Avril Lavigne en la etapa de Complicated y encima gay. ¿Cómo te quedas? Yo muerto (mira, como Avril). Y no solo ha salido bien, si no que ha sido todo un acierto. Una renovación era lo que le hacía falta a ese personaje, y dada la relación que mantenía la Sammy Jo de la serie original con el personaje de Steven (uno de los primeros personajes homosexuales de la televisión estadounidense), cuadra mucho más que Sam sea un hombre. Y, vaya, menudo hombre. Gracias a la aparición de Sam, también podemos decir que el personaje de Steven Carrington (hermano de Fallon) se ha asentado y tomado una personalidad mucho más fija y menos variable que la de su predecesor. Un minipunto para ti, Dynasty del año 2017.
Venga, que continuamos para bingo. La nueva Dynasty es mucho más diversa y social que la original. No solo tiene a varios personajes LGTB entre sus protagonistas, si no que además ha conseguido algo que la original nuca se hubiera atrevido a realizar: poner afroamericanos a realizar papeles de buenos y millonarios. Como si fuese uno de esos juegos típicos de ¿Donde está Wally?, era muy complicado encontrar en la original un personaje que no fuese blanco y rubio. Ese era el gran error de la Dinastía original: no había diversidad. Era una serie de blancos hecha para blancos. Pero eso ya no es así. Hablamos de Jeff Colby y su familia, que se han convertido en los afroamericanos más ricos de la televisión. 
¡Y qué lo digas!
Sin embargo, el punto fuerte de esta serie no son el hecho de que sea LGTB. No son las tramas, ni tampoco el cambio de reparto tan radical: son las mujeres. Estas mujeres no son debiles y sin aspiraciones mayores que lamerle el culo a un señor (o varios señores) mayor con mucho dinero. Son mujeres trabajadoras, que se saben sacar las castañas del fuego sin ningún chico guapo esté detrás de ellas. Fallon, Cristal (la nueva Krystle) y Alexis llevan todo el peso de la serie sobre sus hombros. Sus decisiones, personalidades, vestidos y peleas son lo que dan vida a la serie. En la serie original, la mayoría de los personajes femeninos estaban a merced de Blake Carrington, no tenían trabajo y solo vivían para el drama. En esta versión, sí, siguen viviendo para el drama, pero son muchísimo más independientes del hombre, son unas ganadoras y son las protagonistas absolutas de la serie. Bravo por ellas.
Y claro, no podía faltar en la serie nuestra gran amiga Alexis, ex mujer de Blake y enemiga de Cristal. Si la Joan Collins del pasado ya era toda una reina del drama y una actriz de los pies a la cabeza, Nicollette Sheridan, llena de botox y labios hinchados, no se queda atrás. Su llegada marca un punto de inflexión en la serie y consigue que la ames y la odies a partes iguales. Además, es el contrapunto perfecto con el personaje de Cristal. Su maldad y ganas de venganza rivalizan con la bondad y la candidez que desprende el personaje interpretado por Nathalie Kelley, una Krystle mucho más latina que su antecesora y con mucha más sangre en las venas.
"Hello guys! Can we do acroyoga?!"
Y coño, esta nueva serie te la crees. La antigua serie incluía muchas tramas incoherentes y que se alejaban por completo de la realidad (envenenamientos, ataques terroristas en bodas, transformaciones faciales a causa de accidentes, secuestros e hijos perdidos que vuelven con sed de venganza). Vale, sí, la nueva tiene muchas de esas cosas, pero incluye las tramas de una manera que tenga sentido y que nunca te canses de ver a una panda de ricos sufrir.
Por supuesto, los catfights son imprescindibles en esta serie. Si lo que os apetece es una buena ración de pijas tirándose de los pelos en piscinas, destrozando apartamentos y pegando tiros por todas partes, esta es vuestra serie. Aunque si lo que buscáis es una serie con grandes revelaciones, que os deje con la boca abierta y que no podáis despegaros de la pantalla hasta que os devoréis la temporada, esta también es vuestra serie. 
Lo que est�� claro es que la nueva Dynasty no va a dejar indiferente a nadie. Es una serie que puedes ver con tus amigos, con tu familia o con el vecino de al lado si te apetece y te vas a mear en los pantalones de la risa. La vas a disfrutar como un niño pequeño, y te apuesto lo que quieras a que no vas a poder dejar de verla hasta que no te tragues la primera temporada. ¿Te lo vas a perder? Alexis Carrington no se lo perdería.
David (@DavidMichele8)
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heybardi-blog · 7 years ago
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8 de Marzo de 2018
Veo desde el colectivo hacia Colonia esas estructuras metalicas que sostienen los cables de electricidad. Esos robots inmesos que me fascinan desde pequeño, cuando pensaban que en algún momento iban a cobrar vida y dejarnos sin luz a todos. Alfonso mira por la ventana y escucha no se que con los auriculares. Se que uno de ellos no anda.
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Esta mañana nos despertamos temprano, el ruido en el hostel es continuo. No me afecta demasiado, puedo dormir sin problemas en la misma habitación donde toca una murga, pero Alfonso es un poco mas quisquilloso.
"Good morning my little german friend" se escucha que dice alguien desde abajo. Supongo que es el hombre calvo diciendole buenos días a Pascal. El hombre calvo es un tipo de dudosa procedencia, con Alfonso no pudimos adivinar de donde era, según él lo oyó hablar aleman, pero yo estoy seguro que hablaba portugués. Tampoco sabemos si trabaja en el lugar o es un huesped más. Después de cambiarnos bajamos a desayunar. Una mesa en la sala de estar tenia pan lactal, recipientes con dulces y manteca, jarras con yogurt y leche y frascos con cereales. En la cocina podías exprimir naranjas y tostar el pan.
Llevamos a la terraza el yogurt con cereales y las tostadas y desayunamos a la luz del sol que después de un rato se hacía insoportable. Hicimos las valijas, jugamos al chinchón y a las 11 un Uber nos llevó a la terminal de Montevideo. Ahi almorzamos en McDonald's hamburguesas con unas papas fritas extremadamente saladas y nos subimos al colectivo.
Al llegar a Colonia caminamos desde la pequeña terminal un par de cuadras hacia el lugar que alquilamos. Otra vez Google Maps nos jugó una mala pasada. Por alguna razón nos hizo ir exactamente hacia una residencia de ancianos. Después de buscar mejor la casa, tocamos timbre y abrió la puerta Milka, una mujer de unos 60 años, pálida y rubia. Nos lleva hacia una puerta junto a su casa. Parece ser el garage, nos adentramos ahí y al abrir otra puerta llegamos a nuestro hospedaje. Es simple y bastante espacioso para nosotros dos. La habitación es lo primero que uno encuentra, tiene rectángulo de luz en el techo que la ilumina, el acolchado es de un azul eléctrico.
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Le sigue el baño y luego una cocina comedor. Hacia el fondo tenemos un pequeño patio con un mesón. Milka es simpática, muy calida. El departamento tiene de todo, hasta cosas que deberíamos traer nosotros, como protector solar, galletitas, café. La señora es muy maternal.
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Nos duchamos y caminamos hacia el casco histórico, del cual no voy a hablar demasiado porque lo recorreremos bien mañana.
Llegamos a un muelle iluminado por tres faroles y el sol que ya estaba casi escondido en el horizonte, tras una isla.
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Mucha gente estaba sentada, en silencio, viendo aquel atardecer, de rojo fuego. Los rayos del sol volvían salvajes y le daban movimiento a las quietas nubes que posaban para nosotros. Sentados en un banquito esperamos a que el espectáculo acabase.
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Recorrimos un poco pero la oscuridad de la noche nos impidió apreciar el lugar. Nos sentamos en un murallón y ahí estuvimos un rato mas, apreciando el agua que se movía con un ritmo constante. Hacia el horizonte se ven luces titilar, creemos que es Capital Federal y eso le quita un poco la magia al estar lejos.
Cenamos un restaurante de mala muerte. Si la vidriera del lugar tuviese vida gritaría de dolor por la cantidad de calcomanías de Minions y Mickey Mouse que estaban pegadas en su superficie. El menú tenía mas de cien platos para elegir, era de la clase de lugares que apunta a tanto público que termina uno mareado. Sin embargo la comida era aceptable. Pizza con Patricia, Patricia era la cerveza. Nos divertimos sacando fotos panorámicas fallidas.
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wingzemonx · 7 years ago
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VIKTOR - Capítulo 04. Melissa
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VIKTOR
Por WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 04. Melissa
La sirvienta de nombre Melissa, no pudo evitar sobresaltarse ligeramente por esa repentina presentación. No era nada común que un Nuitsen la mirara tan directamente a los ojos, y encima de todo se tomara la molestia tanto de saludarla como de llamarla por su nombre. ¿Y qué había sido ese gesto con su sombrero? Lo había visto antes, realizado por ciertos caballeros que visitaban a la señorita Illia, pero nunca a ella. Desconocía, sin embargo, qué significaba en realidad.
Agachó su mirada con timidez. Los extraños siempre le causaban cierta incomodidad; especialmente si eran Nuitsens, y especialmente si se trataba de hombres. Con el barón, sus hijos, y los amigos que los visitaban ocasionalmente, sabía qué esperar y cómo comportarse. Sin embargo, cuando aparecía alguien nuevo, nunca sabía cómo iba a ser tratada si decía o hacía algo fuera del lugar. Por ello, la mayoría del tiempo, prefería no hablar o hacer cualquier cosa, si no se lo solicitaban.
Eso volvía doblemente problemática su situación actual, en la que tendría que hablar de más; pues esas personas, venían a que les narrara directamente lo que había visto… y que deseaba con tantas ansias olvidar.
Miró de reojo a los otros dos. La mujer pequeña de hermosos caireles, no le prestaba atención alguna. En lugar de ello, parecía más interesada en contemplar el papel tapiz de las paredes, el mosaico de los pisos, o el diseño exquisito de la cocina. Melissa se sorprendió a sí misma al quedarse contemplando la hermosa forma de su cabello, y la delicada figura de su cuerpo; parecía una hermosa muñeca, hecha a mano y con mucho cuidado hasta el mínimo detalle.
El otro hombre, el Lycanis alto y fornido, sí la miraba… pero de una manera bastante diferente a la que lo hacía el chico Nosferatis. Su expresión, sin embargo, le resultó un poco más conocida: la miraba con hastío, con molestia, como si mirara algo indigno de contemplar por tanto tiempo. Eso la puso aún más nerviosa de lo que ya estaba.
—Así que es ella, ¿eh? —Murmuró Klauss con indiferencia en su voz, echándole un vistazo nada discreto de arriba abajo; Melissa se sintió tan cohibida por esas mirada, que inconscientemente se abrazó a sí misma, en un intento de sentirse aunque sea un poco más segura.
Klauss llevó su mano derecha a su cabeza, y pasó sus dedos por sus suaves cabellos rubios. Gruñó un par de veces, y luego se cruzó de brazos en pose de inconformidad.
—Bien… debo admitir que en realidad no tengo idea de cómo proceder con esto, señorita Montallo. Nunca antes había… interrogado a una sierva; ni siquiera sé si es capaz de entender lo que le diga con claridad.
—¿Disculpe? —Exclamó la baronesa, mirándolo con molestia—. ¿Qué está tratando de insinuar?
—¡Compórtate! —Espetó entre dientes Vermillia, dándole un pequeño codazo en sus costillas, que resultó más fuerte de lo que parecía—. Quiero decir, no insulte a los siervos de otras personas, detective Romani.
—Sí, lo lamento —respondió Klauss de mala gana.
La baronesa no había sido la única en sentirse molesta por su comentario; a Cedric, le parecía que su actitud era bastante inapropiada, y no apoyaba a que su testigo se sintiera confiada y tranquila.
¿Acaso lo hacía apropósito?
—Si le parece bien, yo puedo encargarme del interrogatorio —intervino Cedric rápidamente—. Claro, si así lo desea, Detective Romani. Usted es el superior…
Klauss notó de inmediato el rastro de sarcasmo que arrastraban esas palabras, pero lo dejó pasar; realmente no tenía deseo alguno de llevar a cabo ese interrogatorio, si es que enserio se le podía llamar de tal forma en esas circunstancias.
—Adelante, novato; toda tuya. —Dicho eso, se recargó contra la pared a un lado de la puerta, aún con sus brazos cruzados—. Yo me quedaré aquí, observando cómo lo haces, y cuidando que no lo arruines.
—Es usted muy amable, Detective Romani —expresó Cedric a continuación, con un sentimiento no muy diferente al anterior.
—Yo siempre lo soy. Baronesa, ¿podría dejarnos a solas con la sierva?
—¿Es necesario? —Cuestionó la mujer, aunque extrañamente dicho cuestionamiento iba más encaminado hacia Cedric que a Klauss, y éste último lo notó; ¿acaso confiaba más en lo que el flacucho le dijera?
—Es procedimiento —se explicó el Nosferatis—. Es para garantizar que el testimonio de Melissa sea correcto, y no se le esté guiando de alguna forma. Espero que entienda.
—Sí, descuide, Detective Helsung —suspiró Illia—. Soy la más interesada en que todo este asunto se resuelva lo más rápido posible.
Antes de dejar la cocina, se dirigió con paso firme hacia Melissa. Ésta, se había quedado en silencio, sólo contemplando la discusión, sin intención alguna de intervenir. Pero el ver que su señora se le acercaba, le dio un pequeño respingo, y rápidamente se paró derecha.
—No te preocupes por nada, ¿de acuerdo? —le susurró con delicadeza, colocando una mano sobre su hombro. Luego le sonrió, y con su otra mano le arregló un par de mechones fuera del lugar—. Sólo di la verdad; diles todo lo que viste. Y recuerda: mi Padre estaría complacido de ver lo que haces por él.
Melissa asintió con su cabeza, mirándola fijamente sin poder ocultar su preocupación.
—Sí; así lo haré, señorita. Gracias.
Illia le ofreció una última sonrisa, y entonces se dirigió hacia la puerta para retirarse, tal y como se lo habían solicitado.
—Acompañaré a la baronesa en la sala —añadió Vermillia con moderado entusiasmo—. Puede darme su declaración mientras tomamos un poco de té.
—¿Su declaración? —Exclamó Cedric, casi alarmado—. No creo que eso sea…
—Adelante, oficial Corleone —añadió Klauss de pronto, guiñándole el ojo a su prometida con complicidad—. Cuento con usted.
La muchacha rubia le regresó el mismo guiño, e inmediatamente después acompañó a la baronesa hacia afuera de la cocina, y luego hacia la sala, comenzando a charlar amenamente; o, al menos, lo más ameno que el estado de luto de la mujer se lo permitía.
—Detective Romani —comenzó a expresar Cedric a tono de regaño—. Una cosa es que su prometida nos acompañe a la escena de un crimen. Pero fingir que es un oficial de policía, y que además tome una declaración… eso es…
—Relájate, Helsung —le respondió el Detective de Primer Grado, encogiéndose de hombros con abrumadora tranquilidad—. Deja que yo me estrese con esas pequeñeces. Tú tienes otra cosa de la cual ocuparte.
Klauss señaló entonces a Melissa, que seguía aguardando en su mismo lugar y posición.
Cedric entendió que, en efecto, debía de enfocarse sólo en su trabajo actual, que era tomar la declaración de la única testigo de un asesinato.
Suspiró con pesadez, intentando tranquilizarse.
—Yo… bueno… —balbuceó dudoso por un rato; Klauss tuvo que aguantarse para evitar soltarse riendo—. ¿Por qué no tomamos asiento?
Melissa asintió levemente, aunque luego se sobresaltó casi asustada. Antes de que Cedric reaccionara y le preguntara qué ocurría, Melissa se aproximó apurada hacia la mesa que se encontraba ahí mismo en la cocina, y tomó una de las sillas, cargándola hasta colocarla frente a Cedric.
No dijo nada más luego de ello; sólo juntó sus manos sobre su abdomen e hizo una pronunciada reverencia hacia él.
—No tenías… que hacerlo… —exclamó Cedric entre confundido y apenado—. Pero, gracias… —Acercó un poco la silla hacia la otra en la que ella se encontraba sentada antes de que entraran—. Por favor, toma asiento…
—No, no… —Exclamó casi con miedo—. Después de usted, señor.
—No, insisto. Después de ti, Melissa.
—No podría, por favor. Después de…
—¡¿Quieren sentarse ya los dos y empezar de una maldita vez?! —Les gritó Klauss con una notoria molestia desde su posición, y ambos reaccionaron de manera refleja, sentándose al mismo tiempo en su respectiva silla. Al darse cuenta de esto, ambos se ruborizaron apenados.
Cedric se aclaró un poco su garganta para poder hablar con fluidez. Se abrió su abrigo un par de botones, y sacó del interior de éste una libreta y una pluma; la había traído ya preparada desde su propia casa. Había sido un buen movimiento, pues ni siquiera le habían dejado ir un segundo a su escritorio tras llegar a la jefatura. Igualmente sacó el expediente que el Jefe Strauss le había proporcionado en su oficina.
—Una disculpa —mencionó de pronto, tomando por sorpresa a la sierva—. Te empecé a llamar simplemente “Melissa”, sin preguntarte primero siquiera si estabas de acuerdo en que te llamara de esa forma tan informal. ¿No te molesta que te llame así?
La joven pareció casi espantarse por tal cuestionamiento.
—¿Que… si me molesta? —cuestionó, dudosa—. Pues… no tengo otro nombre con el cual pueda referirse a mí, señor. Puede llamarme como a usted le plazca.
—Entiendo. Melissa estará bien, entonces.
Le ofreció entonces una cándida sonrisa, que resultó causarle un poco de incomodidad. A Cedric le pareció curiosa de pronto la situación, considerando que no hace mucho, esa misma mañana, había conocido a alguien que directamente comenzó a hablarle igualmente de forma informal cuando recién lo conoció.
—No estés nerviosa. Lo creas o no, éste es mi primer día como Detective. Por consiguiente, éste es mi primer caso igual; pero daré todo de mí para ayudar a llevar todo esto a buen fin.
—Ya… veo... —susurró la joven, algo más tranquila—. Sus palabras me dan un poco alivio, señor. Lo que más deseo es ayudar a mi amo, aún después de muerto.
—Eso es muy noble de tu parte, Melisa; y muy valiente también.
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Volvió a sonreírle, aunque esta vez la reacción de Melissa fue un poco más relajada.
—¿Ya terminó, Detective Helsung? —Escuchó como Klauss exclamaba con impaciencia desde su posición; ahora le tocaba a él usar el tono de regaño.
Cedric se sintió algo apenado. Volvió a aclararse la garganta, y entonces prosiguió.
—Supongo que a estas alturas ya estás enterada sobre esta nueva ley que se acaba de aprobar hace sólo unas semanas atrás.
—Algo me mencionó la señorita al respecto —respondió la joven sierva con timidez—. Y el señor también me comentó que trabajaba en algo al respecto.
—En pocas palabras, gracias a esta ley, se le permite por primera vez a siervos con la antigüedad y confianza como la tuya, testificar en casos de importancia considerable como éste. Por lo tanto, lo que nos digas, puede funcionar como prueba en un juicio criminal, si se lleva a cabo un arresto. El primer paso es tomar tu declaración completa. Luego, ésta será transcrita y presentada al Consejo de Justicia, que decidirá si es válida o no. Luego de ello, será nuestra responsabilidad trabajar en base a dicha declaración, y dar con el culpable. De hacerlo, durante el juicio correspondiente, tendrás que dar tu declaración en persona, frente al Consejo, la Fiscalía, y la Defensa. Ésta última, te advierto, intentará por todos los medio desestimar tus palabras, y frecuentemente usará el hecho de que eres una sierva para hacer menos cualquier cosa que digas. A pesar de esto que te acabo de decir, ¿estás dispuesta a dar tu declaración?
Melissa no dudó ni un poco en responderle, asintiendo con su cabeza; lenta y dudosa, pero asintiendo aun así.
—Haré lo que sea necesario, señor.
—Bien, muy bien. Tú sólo debes de mantenerte segura en lo que dices, y decir la verdad. Mientras tú te mantengas firme, yo te aseguro que todo saldrá bien. Yo estaré a tu lado para ayudarte en todo el proceso.
Melissa se volvió a sobresaltar, asustada y confundida por sus palabras. Cedric se sintió un poco avergonzado por ello, y de inmediato desvió su atención a la libreta en sus manos.
—¿Tienes… alguna duda de lo que te acabo de decir?
La sierva suspiró ligeramente, apretando su mandil entre sus dedos.
—Yo... creo que entiendo todo, señor. Entiendo que será un proceso difícil con muchos pasos a seguir. Estoy acostumbrada a que no se me tome en cuenta cuando estoy afuera de la mansión, pero deseo con todo mi ser que la persona culpable de esto, esté tras las rejas. —Lo volteó a ver al fin lentamente, y le sonrió muy débilmente— Usted dígame cuándo puedo empezar.
Cedric asintió.
—Descríbeme lo sucedido, por favor. ¿Qué fue exactamente lo que viste anoche? Procura si es posible, ser lo más específica y detallada posible con cada acto.
Melissa bajó la mirada, y cerró los ojos unos momentos, intentando concentrarse en la noche anterior. No habían pasado ni unas horas; las imágenes seguían demasiado vividas, demasiado frescas. Al cerrar los ojos, era como verlo todo de nuevo en su cabeza.
—Ayer en la noche, como a las tres de la mañana, me levanté porque tenía mucha sed. Todas mis compañeras estaban dormidas, así que me escabullí de la habitación, intentando no hacer ruido. En el trayecto a la cocina, noté que provenía una luz del estudio de mi señor. No me extrañó tanto, porque era muy usual que él se quedara hasta altas horas de la noche absorto en sus investigaciones, por lo que yo seguí mi camino hacia la cocina. Cuando sacié mi sed y me disponía a regresar al cuarto de la servidumbre, escuché un ruido muy fuerte… de forcejeo, creo. Y luego, oí a mi señor gritar, y yo…
Hizo una pausa. Sus ojos se apretaron con fuerza, afligida.
—Yo… tuve miedo, pero decidí asomarme un poco por la puerta. Y al hacerlo… vi a un hombre… un hombre que había tumbado a mi señor al suelo. Él intentó escapar, pero el hombre con mucha rapidez, él… —Apretó con más fuerza la orilla de su mandil con sus dedos; pequeñas lágrimas comenzaron a asomarse por la comisura de sus ojos, aún cerrados—. Él lo apuñaló con un arma extraña… una… y otra… y otra… ¡y otra vez!, ¡a pesar de que mi señor ya no estaba en este mundo, él siguió haciéndolo más y más! ¡Y reía como un desquiciado mientras lo hacía!
Su rostro se puso realmente pálido, y su voz se entrecortó. Llevó sus manos a su rostro, y lo cubrió, intentando amortiguar varios sollozos que se le escaparon sin que pudiera evitarlo.
—Está bien, está bien, Melissa —se apresuró Cedric a exclamar. Casi por mero reflejo, y sin pensarlo con demasiada anticipación, el detective extendió su mano, tomando la de ella en un rápido intento de tranquilizarla. Melissa se sobresaltó sorprendida, y sus ojos llorosos se abrieron de golpe, posándose en él directamente. Incluso Klauss terminó bastante confundido por dicho acto—. Entiendo que lo que viste debió de haber sido terrible. Tómate un minuto; respira.
La sierva seguía algo sorprendida por la forma tan repentina en la que había tomado su mano, pero poco a poco intentó dejarlo pasar y tranquilizarse. Cerró de nuevo sus ojos, y respiró agitadamente, aunque poco a poco con más regularidad.
—Lo siento —susurró con pesar.
—No tienes de qué disculparte. Lo estás haciendo bien.
—Gracias. A decir verdad, tuve tanto miedo, que ni siquiera pude gritar. Me congelé. Intenté no hacer ruido; pensé que me mataría si se daba cuenta de mi presencia. Pero de haber intercedido, tal vez mi señor… —Llevó su mano libre a su boca para cubrirla—. El hombre se fue por la ventana, y sólo cuando realmente me aseguré de que no me escucharía, corrí despavorida de ahí gritando como loca que algo terrible había sucedido.
—Hiciste lo correcto. Lamentablemente no había nada que pudieras haber hecho por el Barón en esos momentos. Lo que pasó no es tu culpa; el asesino fue ese hombre, ¿de acuerdo? Tú fuiste muy valiente.
Melissa abrió sus ojos. Varias lágrimas le recorrían las mejillas, pero se veía ya bastante más calmada. Incluso le sonrió débilmente al Nosferatis al escuchar lo que le dice.
—¿Es todo lo que viste? —Soltó Klauss con molestia—. ¿Algún detalle más significativo del atacante? ¿Al menos si era Nosferatis, Lycanis, Spekerus, o algo más? ¿Hombre, mujer? ¿Cabello, piel? ¿Complexión? ¿El tono de su voz? ¿Algo importante?, ¿cualquier cosa que sea verdaderamente útil?
El tono del detective era tan agresivo y directo, que inevitablemente puso más nerviosa a la sierva de lo que ya estaba. Cedric lo miró de reojo sobre su hombro, molesto. Eso definitivamente no ayudaba a la causa.
—¿Viste algo más, Melissa? —inquirió Cedric, con mucha más delicadeza en su voz.
Melissa intentó pensar en las cualidades del asesino, pero en su rostro se fue dibujando sólo frustración.
—No pude ver mucho, ya que todo su cuerpo estaba cubierto; también su rostro.
—¿Usaba una máscara?
Melissa asintió.
—Vestía una larga gabardina de color sangre que se veía roída, manchándose más y más con la sangre de mi señor. Guantes negros, pantalón café, y una máscara con forma de esqueleto que le cubría toda la cabeza…
Ni Melissa ni Cedric lo notaron en el primer momento, pero Klauss se sobresaltó de golpe al escuchar esa parte de la descripción.
—¿Algo más? ¿Cualquier cosa? —prosiguió Cedric, intentando no presionar mucho—. ¿Cualquier detalle que sirviera para identificarlo?
Melissa meditó unos segundo, mirando a todos lados, en busca de alguna pista de qué decir. Luego de un largo silencio, algo pareció llegarle.
—¡Tenía una cicatriz en su nuca! —exclamó enérgicamente, alzando su rostro hacia el Nosferatis.
—¿Cicatriz? ¿Qué clase de cicatriz? ¿Podrías describirla?
—No sé… pero quizás pueda dibujar…
Extendió en ese momento su mano hacia la libreta que Cedric tenía en sus manos, por lo que éste se la pasó sin dudarlo, junto con su pluma. Melissa la tomó, y la abrió en la primera hoja en blanco, que de hecho era una de las primeras. Dibujó entonces sobre el papel una línea horizontal, que era segmentada por tres líneas verticales en toda su longitud. Le echó un vistazo rápido, y luego le pasó de nuevo la libreta a Cedric.
—Era algo así.
Cedric volvió a tomar la libreta, y miró el dibujo que había hecho. Bastante específico para ser una cicatriz accidental, pensó el detective. Estaba por hacerle más preguntas, cuando notó por el rabillo del ojo que Klauss se le aproximaba por un lado, y de pronto se paraba delante de Melissa, encarándola de una forma amenazante.
—¡Oye! —Le exclamó con fuerza, provocando que la sierva se estremeciera de miedo sobre su silla—. ¡¿Estás segura de lo que dices que viste?!
—¿Eh? —Exclamó ella a su vez, confundida.
—¡Qué si estás segura! ¡¿Estás segura que era un hombre con una máscara de cráneo, gabardina roja y un cuchillo extraño?!
—Detective Romani… — Cedric intentó intervenir para detenerlo, pero el Lycanis no le hizo caso, e incluso extendió un dedo hacia él sin mirarlo, indicándole que se quedara en su sitio y no interviniera.
—¡Respóndeme! ¡¿Estás segura sí o no?!
—¡Sí! ¡Sí! —Contestó Melissa con efusividad y nerviosismo—. ¡Estoy segura! ¡Así es como se veía!
El semblante de Klauss se llenó de incredulidad. Se apartó lentamente de ellos, se giró hacia la mesa de la cocina, y apoyó sus manos en ésta, dándoles la espalda. Sus largos cabellos rubios caían sobre su rostro y sus hombros. Cedric notó además que sus dedos se movían nerviosos sobre la superficie plana de la mesa.
—¿Qué ocurre, Detective Romani? —cuestionó Cedric confundido, parándose lentamente de su silla.
Klauss se quedó callado un rato, sin cambiar su postura.
—Necesito pensar.
—¿Pensar en qué?
—¡Si quisiera decírtelo ya te lo hubiera dicho, novato! —Le gritó, de una forma que sonaba en verdad seria, y algo molesta; muy diferente a la actitud despreocupada y relajada que había tenido la mayoría de esa mañana. Respiró hondo, quizás intentando calmarse, y luego volvió a hablar—. Que la sierva te enseñe la escena del crimen a ver si ves algo útil; anda.
—¿No quiere verla usted?
—¡No!, ¡no quiero! —Le gritó de la misma forma que antes, y luego se apartó de la mesa y comenzó a caminar a la puerta de la cocina—. ¡Lo que quiero es que me dejen pensar en paz!
Cedric y Melissa miraron en silencio como Klauss se iba a paso apresurado. Si Cedric se encontraba confundido, Melissa de seguro lo estaba aún más. Tenía gran curiosidad de saber en qué exactamente deseaba pensar con tanto ahínco, y esperaba que se lo fuera a compartir después. Mientras tanto, sólo le quedaba acatar la instrucción que le había dado.
—Melissa, ¿crees que puedas enseñarme el estudio en el que ocurrió el incidente?
La sierva se tapó su boca por unos momentos, en completo silencio. Caviló unos segundos, y entonces se levantó de su asiento.
—Sígame, por favor —asintió, y luego se dirigió a la otra salida de la cocina; la misma por la que hace unos minutos las demás siervas habían salido.
Cedric la siguió en silencio por los largos e iluminados pasillos, que le impedían poder deshacerse de su sombrero y gafas. Las noticias habían dicho que iba a ser un día con sol, y al parecer habían sido acertados.
No se cruzaron con nadie en su camino, y en realidad tampoco tuvieron que avanzar mucho hasta llegar. La entrada del estudio se componía de dos grandes puertas de madera, que en esos momentos se hallaban cerradas, y dos cintas policiacas amarillas formaban una equis delante de ella, para sellar el cuarto.
—Es aquí —murmuró Melissa, melancólica—. ¿Sabe cuándo podremos limpiarlo?
—De seguro en unos días —respondió el detective, al tiempo que se aproximaba con cautela a las puertas—. Cuando nos aseguremos de que ya tengamos todo lo que necesitamos de aquí.
—Al señor siempre le gustaba tener su estudio impecable y ordenado —suspiró Melissa con pesar—. Quiero poder limpiarlo a cómo él le hubiera gustado en cuanto se pueda.
Antes de entrar, Cedric se colocó de nuevo sus guantes negros; no eran los reglamentarios, pero tendrían que bastarle de momento. Abrió con cuidado una de las puertas, e ingresó al estudio pasando entre las cintas amarillas, sin retirarlas. Le indicó a Melissa que aguardara, y ella se quedó de pie frente a la puerta abierta, mirando al interior.
El estudio era relativamente grande; tenía un escritorio, varias mesas y libreros, e incluso había una pequeña cama. Sin embargo, al contrario de lo que Melissa acababa de señalar hace un momento, todo se veía en desorden; había papeles y libros por todos lados, y era difícil determinar si había sido derivado de la pelea que había relatado Melissa, o por los policías y forenses que habían ido durante la madrugada. Aun así, lo que más llamó la atención del Detective, fue la mancha en la alfombra, justo en el centro de la habitación: una mancha de sangre, donde muy seguramente había estado el cuerpo del Barón.
Cedric caminó hacia la mancha, y se puso de cuclillas a un lado de ella. Revisó el expediente del caso que traía consigo, en dónde se añadía una fotografía de cómo se había encontrado el cuerpo: boca abajo, con su mano derecha extendida hacia el interior del cuarto, y sus pies apuntando a la puerta de entrada. Las fotos de las heridas en la espalda, concordaban con múltiples apuñalamientos, como Melissa había descrito.
Echó un vistazo rápido alrededor; su atención se centró entonces en la pequeña cama colocada en un rincón.
—Comentaste que el Barón acostumbraba estar aquí hasta tarde —mencionó Cedric, lo suficientemente alto para que Melissa lo escuchara desde la puerta—. ¿Sabes qué era lo que hacía exactamente?
—No estoy muy enterada de eso —respondió Melissa, algo insegura—. Sólo sé que le gustaba mucho leer e investigar sobre anatomía, animales y plantas. Algunas ocasiones me contaba un poco de ello, pero nunca lograba entenderle del todo —una sonrisa de ligera vergüenza se asomó en sus labios—. O quizás papeleo referente a las leyes en las que estaba trabajando en el congreso… Tal vez la Señorita sepa más al respecto.
—Entiendo —susurró el detective en voz baja, aunque parecía más un pensamiento para sí mismo.
Revisó de nuevo la fotografía e intentó imaginar la posición del cuerpo sobre la mancha delante de él. Luego de ello, intentó vislumbrar al asesino.
—Dices que tú estabas de pie ahí en la puerta, justo en dónde estás, ¿no? —Le miró sobre su hombro, para ver cómo asentía con su cabeza para responderle—. Y desde ahí, pudiste ver su nuca y la cicatriz que ahí tenía.
Se colocó entonces de rodillas sobre la sangre, dándole la espalda a la puerta, y alzó su mano derecha como si empuñara un cuchillo.
—¿El asesino estaba así?
—Sí, así mismo —se apresuró a responder la Sierva—. Pude ver claramente su nuca en el momento en el que su gabardina se levantó.
—¿Era mucho más alto que yo?
—Sí, era muy alto; más alto que usted en definitiva… ¡sin ofender!
Melissa agachó su mirada, apenada por su comentario posiblemente tan fuera del lugar, aunque Cedric no le dio importancia.
—Mencionaste que usaba un arma extraña. ¿No era un cuchillo?
—Sólo vi el reflejo de la hoja, por lo que no estoy segura de qué era. Pero se veía más grande que un cuchillo, y de una forma diferente… como… —se quedó callada un rato, cavilando en la mejor palabra para usar—. Como… una guadaña, una guadaña pequeña, o algo parecido.
Cedric la miró sobre su hombro, algo extrañado por tal descripción. ¿Máscara de calavera y un cuchillo de forma de guadaña? Parecía algo demasiado ceremonial, o quizás todo ello era algún tipo de ritual que al asesino debía de hacerle bastante sentido, aunque para él resultara incomprensible de momento.
—Lo siento —exclamó Melissa de pronto, abrazándose a sí misma, como si estuviera a punto de llorar—. Creo que ya le dije todo lo que puedo decirle. Si hubiera algo más con lo que pudiera ayudar, lo diría. Mi señor era un buen hombre, no merecía morir así…
—Nadie merece morir de esta forma, Melissa —exclamó Cedric con algo de pesadez en su voz. Se alzó, y se dirigió de nuevo hacia ella, sonriéndole con gentileza—. Lo hiciste bien, Melissa. Fuiste muy valiente.
—Gracias, señor —le respondió, regresándole sutilmente su sonrisa—. ¿Cree que lo que le dije sirva para dar con un culpable?
Cedric no fue capaz de responder de inmediato. En realidad, lo veía algo difícil. En su declaración no se podía determinar siquiera el sexo o raza del atacante, o una descripción física clara, o alguna seña que pudiera guiar la investigación en alguna dirección. Lo más significativo era quizás la cicatriz en la nuca, pero sin un sospechoso no había mucho por hacer con ello.
El siguiente paso de seguro sería buscar a cualquiera que pudiera tener un motivo para asesinar al Barón, y buscar entre ellos a alguien con una cicatriz como la que Melissa dibujó. Fuera de eso, quizás no había mucho en lo que su testimonio pudiera ayudar.
Sin embargo, ella parecía realmente desesperada por poder ser útil en resolver el asesinato de su señor. Podía verlo en su rostro: se sentía realmente asustada y afectada por lo que vio, pero a la vez apenada y culpable por no haber podido hacer algo para detenerlo. Lo que menos quería hacer era romperle esa última esperanza de poder servirle a su difunto amo; y no lo haría.
—Lo que me has dicho servirá de mucho, te lo aseguro —Le susurró despacio—. Una última cosa; ¿podrías dibujarme la máscara que viste que usaba?
—¿Dibujarla? Creo que podría, aunque no recuerdo muy bien cómo era…
—Por favor, inténtalo.
Cedric le pasó de nuevo la libreta y la pluma, y ella comenzó a trazar en la hoja siguiente a la que ella había usado para dibujar la cicatriz.
—Abarcaba toda su cabeza. Tenía los ojos oscuros, carentes de emociones; una sonrisa endemoniada… Y creo que tenía dos colmillos al frente, y una rajada en la parte superior, pero de eso no estoy segura…
Una vez terminado el dibujo, le pasó la libreta a Cedric, quien le echó un vistazo. El dibujo era de hecho más detallado de lo que esperaba; se veía que tenía talento en ello. Iba a señalárselo, pero su atención se perdió unos momentos en los ojos negros del dibujo… esos ojos oscuros y carentes de emociones, como Melissa los había llamado.
— — — —
Luego de dejar la cocina de forma abrupta, Klauss se dirigió afuera de la casa, el sitio que consideró estaría más solo, y sería el más adecuado para poder pensar en todo lo que le cruzaba por la cabeza. En realidad, no era muchas cosas, sino una sola bastante difícil de descifrar.
Se quedó sentado en los escalones frente a la puerta principal por… no sabía con exactitud cuánto, pero bien podría haber sido unos minutos como una hora. Tenía sus codos apoyados contra sus muslos, y su rostro apoyado contra sus manos; miraba fijamente una de las grietas en el cemento del piso. La quietud que se sentía en el alrededor de la casa le sirvió mucho para ensimismarse en sus pensamientos. Hacía un día hermoso, aunque no desde la perspectiva de los Nosferatis, de seguro; el aire era fresco, la temperatura era la adecuada, y hasta las flores y árboles del jardín coloreaban todo el paisaje de una forma difícilmente mejorable.
Desde afuera, sería prácticamente imposible adivinar que hace unas horas, un hombre había sido asesinado justo en ese lugar.
—¿Klaussie? —Escuchó de pronto la dulce vocecilla de su prometida, murmurando a sus espaldas. Esto apenas y logró sacarlo ligeramente de sus pensamientos.
—Detective Romani, ¿está usted bien? —Le siguió la voz de su impuesto nuevo compañero.
No necesitó voltear a verlos para imaginarlos en su cabeza: los dos de pie frente a la puerta, uno a lado del otro, mirándolo fijamente con preocupación. Helsung, de seguro, envuelto en su abrigo, sombrero y gafas, temeroso de dañar su delicada y suave piel de bebé.
Klauss se quedó en su posición, sin mover ni un sólo centímetro de su cuerpo, o siquiera hacer el ademán de querer responder a sus cuestionamientos. Cedric y Vermillia intercambiaron miradas de confusión entre ellos, pero fue ella la primera en dar un paso adelante, y acercársele con cautela por detrás al hombre rubio.
—¿Sucede algo? —Le cuestionó preocupada, colocando sus manos sobre sus hombros con cuidado. Klauss, sin embargo, no reaccionó a tal tacto. En su lugar, se quedó un rato más en silencio, antes de al menos dar una señal de vida.
—¿Terminaron de tomar sus declaraciones? —Soltó de pronto con desánimo. Su actitud causó algo de preocupación, pero también molestia en la Lycanis de caireles. Sin embargo, se limitó sólo a suspirar, colocar sus manos sobre su propia cintura, y responder.
—¡Por supuesto que sí! Aunque la baronesa no tenía mucho que aportar. —Meneó entonces en el aire la libretita que había usado para anotar, de forma juguetona—. Dijo que no estuvo presente durante el crimen, que llegó a primera hora de la mañana a la mansión, sólo para encontrarse a la policía ya aquí revisando la escena. Una manera muy horrible de enterarte de que tu padre falleció, si me lo preguntas.
Mientras Vermillia relataba todo ello, Cedric se sintió bastante tentado a intentar señalar, de nuevo que ella no era un oficial de verdad, y que una declaración dada a un civil no era válida en ningún sentido posible. Sin embargo, igualmente prefirió guardárselo, pues en efecto parecía que no había nada que la Baronesa pudiera aportarles a ese caso tampoco.
—La declaración de Melissa es básicamente la que ya escuchó —añadió Cedric—. Cuando mucho sólo agregó que el atacante usaba un cuchillo similar a una guadaña. Su ruta de escape fue por una ventana que daba al jardín lateral de la casa… y creo que es todo. El resto está claro en el reporte del forense de escena del crimen, a reserva de que la autopsia revele alguna otra cosa.
Suspiró con algo de pesadez y frustración.
—Realmente no creo que haya mucho en estas declaraciones que pueda ayudarnos a proseguir con la investigación.
—En eso te equivocas, novato —Espetó el Detective Romani de golpe, alzando su mirada hacia al frente, ahora viendo al portón de la propiedad—. Hay algo que podemos hacer con esta información, pero aún no he decidido qué exactamente…
Cedric y Vermillia volvieron a intercambiar miradas inquisitivas.
—¿A qué se refiere?
Klauss volvió a quedarse callado unos momentos, pero luego se puso de pie, terminó de bajar los escalones, y se quedó parado en el camino de la entrada, dándoles la espalda. Su compañero y prometida, bajaron detrás de él, aunque algo más cautelosos.
—Existe un rumor en las calles, o es más casi como una leyenda. Éste habla acerca de un sicario al servicio exclusivo de Serge Karllone.
Ese nombre hizo resonar con fuerza un eco en la cabeza de Cedric.
—¿Karllone? ¿El jefe de la mafia?
—Ese mismo —le respondió Klauss con sobriedad.
De acuerdo a lo que Cedric había estudiado, la Mafia Karllone era uno de los cinco grupos criminales más grandes de CourtRaven, que se movían y controlaban los círculos bajos de prácticamente todos los distritos. Serge era la actual cabeza de dicha organización; y, según un reporte que había leído hace unas noches, se creía que tenía su centro de operaciones ahí mismo en el Distrito Once, más específicamente en un enorme casino de su propiedad. Esto, sin embargo, no era algo que se pudiera comprobar a ciencia cierta.
Klauss prosiguió con su explicación, sin percatarse, o importarle realmente, el impacto que había causado en su compañero.
—Cada vez que algún competidor, enemigo, o simplemente alguien que indirecta o directamente le estorba a Karllone, es asesinado, la gente se lo adjudica a este sicario. —Se giró lentamente hacia ellos. Para sorpresa de Cedric, su semblante se habría tornado bastante serio; incluso, algo sombrío—. La gente lo apoda… El Cráneo…
—¿El Cráneo? —Exclamó Cedric, sobresaltado. ¿Cómo la máscara que Melissa había visto que usaba el atacante?
—¿El Cráneo? —Repitió Vermillia, algo asombrada— Pero creí que eso era sólo un cuento para asustar a los niños con tal de que no salgan de sus casas en la noche ¿Me estás diciendo que ese cuento es el culpable de este asesinato, Klaussie? ¡Es casi como si estuvieras implicando que el Krukus* salió de una fisura de la pared y mató a este pobre hombre adinerado! —Señaló entonces con una mano a la mansión, dando más énfasis a sus palabras.
Cedric miró sorprendido a la chica rubia tras escuchar lo que decía. ¿Ella tenía conocimiento de dicho asesino del que el Detective Romani hablaba? Aunque el nombre de Serge Karllone sí que lo conocía, incluso desde antes de mudarse al Distrito Once, ese supuesto Cráneo no le sonaba de ninguno de los casos que había estudiado con anterioridad.
—El Cráneo del que estamos hablando es bastante real, Vermi —contestó el Lycanis, cruzándose de brazos—. O al menos eso se cree. En las calles se dice que es el asesino por excelencia de Karllone, y que lo ha usado para eliminar a cientos de blancos. Pero siempre había sido sólo habladurías. Sobre su máscara en forma de cráneo, su gabardina color sangre, su extraño cuchillo… Y se cuentan historias exageradas sobre su velocidad, que se mueve entre las sombras y no puedes verlo venir, que mata por mero placer, y a cualquier testigo potencial. Sólo rumores, ya que nunca nadie lo había visto directamente… hasta ahora…
Giró entonces su atención fijamente hacia Cedric.
—Es la primera vez que alguien declara haberlo visto directamente cometer un asesinato; sin rumores ni nada parecido.
Cedric enmudeció. Se sentía algo aturdido por todo lo que le acababan de decir. ¿Un asesino que era como una leyenda en las calles, y trabajaba directamente con uno de los jefes criminales más poderosos de CourtRaven? Sonaba tan disparatado y fantasioso como alguna de las novelas de misterio de su primo Libius.
El Nosferatis llegó a pensar por un segundo que quizás se estaban burlando de él; algún tipo de novatada, quizás. Sin embargo, se aferraba a la idea de que incluso un hombre como Klauss Romani, podía entender que un caso de homicidio no era el sitio para bromas; de alguna forma tuvo que haber llegado a Detective de Primer Grado, después de todo.
Pero, entonces… ¿todo eso que le decía era real?
—¿Qué es lo que te hace pensar que este supuesto “cráneo” es “El Cráneo”, y no un ladronzuelo común con máscara? —Cuestionó Vermillia, notoriamente incrédula aún.
—Ella tiene razón, Detective Romani —le secundó Cedric—. Melissa no vio nada claro del atacante; ni su rostro, o su raza, o siquiera su sexo. No hay forma de estar seguros de que haya sido él; cómo acaba de señalar la señorita Vermillia, bien podría ser un imitador.
—No, es él —recalcó Klauss, efusivo—. Lo presiento, la descripción es bastante precisa con todos sus elementos. Nadie se tomaría tantas molestias para achacarle un asesinato a un sicario tan peligroso.
—Eso asumiendo que en verdad sea real.
—Y asumiendo que puedes confiar en la palabra de esa sierva —añadió Vermillia de manera natural, tomando por sorpresa a Cedric—. ¿No sería raro que un asesino al que nunca nadie ha visto, de repente fuera sorprendido por una simple sierva?
—Melissa no miente.
—¿Quieres dejar de llamarla “Melissa”? —Espetó Klauss, como si fuera un regaño—. ¿Ahora es tu mejor amiga o algo así? Llámala como lo que es: una sierva, o a lo mucho una testigo.
Cedric se apenó por ello, y discretamente bajó su sombrero, intentando que éste le cubriera el posible sonrojo que le podría haber surgido en esos momentos en las mejillas.
—Aun suponiendo que realmente se trate de ese Cráneo, igual lo que Mel… lo que la testigo nos dijo, no sería suficiente para hacer una búsqueda de algún sospechoso
—Aunque... —Intervino Vermillia, colocando un dedo en su mentón, algo pensativa—. Tal vez no se trate del Cráneo, pero... ¿No les daría el motivo suficiente para investigar a ese señor mafioso importante y saber si tiene en efecto a un asesino así en sus filas?
—No precisamente —negó Klauss de inmediato—. Como todo lo que rodea a los grandes líderes de la mafia de por aquí, todos son rumores de la gente. No hay ninguna prueba que vincule directamente a Karllone con alguno de los asesinatos que se adjudican al Cráneo, que de paso ni siquiera es seguro que realmente hayan sido cometidos por éste. Así que si vamos a interrogarlo de alguna forma sobre esto, lo único que tiene que hacer es negar tener idea siquiera de qué le estamos hablando, y nuestras manos se atan.
—¿Entonces de qué forma esto nos puede ser útil? —Inquirió Cedric, bastante más escéptico que en un inicio—. Tenemos a un asesino que ni siquiera sabemos que existe, un líder de la Magia con nada que lo vincule a esto, y una testigo que no vio lo suficiente para siquiera suponer un perfil o descripción del sospechoso. ¿Cómo podemos hacer algo con esto?
—Ahí es dónde radica la diferencia entre un novato como tú, y un Detective de primer grado como yo —respondió Klauss con aire de superioridad, que tomó a Cedric por sorpresa—. ¿Por qué crees que te dije que me dejaras pensar? Esto hay que manejarlo de una manera mucho más astuta. De hecho —chasqueó sus dedos y les sonrió a ambos, emocionado—, creo que tengo una idea… Oh sí, esto será bueno.
Cedric lo miró confundido. ¿De qué venía esa reacción tan espontánea? Klauss notó el desconcierto en su mirada, así que optó por darle una pequeña pista.
—Reglas básicas de la Guerra, novato. Debemos hacer creer a nuestro enemigo que sabemos más de lo que realmente sabemos… Y hacer que cometa un error…
Cedric siguió sin comprender, pero no tardaría mucho en hacerlo cuando Klauss compartiera con ellos ese dichoso plan que se le había ocurrido. No fue consciente de cuál fue la reacción exacta de Vermillia al oírlo. ¿Lo habrá celebrado y aplaudido?, quizás. Él, por su parte, sintió que la sangre se le helaba ante la idea…
FIN DEL CAPÍTULO 04
* Se dice de un Fantasma/Demonio llamado Krukus que sale de las grietas de las casas viejas, como si estuviera hecho de humo, y asusta a los jóvenes Nuitsen por la noche.
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varsoviacomix · 7 years ago
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Antecedentes (1949 - 1967)
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El siglo XX representó un camino agridulce para todos los intentos de utilizar el cómic para contar historias de cierta trascendencia. Su origen espúreo hacían ver al cómic como un medio masivo, pero simplón, sólo apto para el nivel más básico del entretenimiento. A pesar de ello hubo en todo momento artistas talentosos que de alguna manera se las arreglaron para contar grandes historias en los cómics, mucho antes de que se acuñara el término de la novela gráfica.
Un acto fallido
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Portada de la edición original de "It Rhymes with Lust", por Matt Baker
En 1949 el editor Archer St John decidió correr algunos riesgos. Los cómic books de aquel entonces estaban teniendo ventas millonarias, la literatura de los paperback, ediciones de bolsillo, también funcionaba bastante bien, asi que... ¿qué tal si se fusionaban las dos cosas? El formato de revista mensual, o comic book, se había vuelto un excelente negocio, abarcando todo tipo de temáticas, los superheroes, los funny animals, pero también los policiales, y en la literatura de los paperback también había policiales, acaso era ése el punto común a explotar. St John encargó a Arnold Drake y Leslie Waller, quienes firmaban como una sola persona, Drake Waller, escribir el guión de un policial,para ser dibujado por el talentoso Matt baker. Así que en 1949 aparecería a la venta el primer comic sin pautas en las contraportadas y en lugar de ello una sinopsis de la historia, mas o menos como eran los libros de verdad. Las dimensiones eran mas pequeñas que un comic book, más cercanas a un libro, asi como la extensión, unas 96 páginas. St John cuidó todos los detalles, pero el cómic fue un fracaso. Y es que era una obra muy mediocre. Copper City es una poblñación minera donde acaba de fallecer el magnate del cobre, Buck Mason, su viuda Rust, una rubia malísima, convoca a un viejo amor, el periodista d emorla dudosa Hal Weber, para que dirija el Express, el diario de Copper City. Rust quiere llevar el poder de su difunto marido aun más lejos, y Hal debe decidir entre ayudarla o ponerse del lado de la hija de mason, Audrey, una rubia buenísima. Al fiunal de muchas intrigas y engaños la verdad saldrá a la luz, los buenos triunfarán y los malos tendrán un castigo más que merecido.
It rhymes with lust cuenta con unos dibujos estupendos. Rust, la femme fatal está muy bien dibujada y luce exactamente como las divas de hollywood de esos años. Baker era en ese entonces uno de los good girl artist más cotizados del momento (además de ser uno de los primeros dibujantes afroamericanos que hizo una carrera importante en los cómics) y su trabajo en It rhymes... no desmerece para nada el conjunto de su obra. Pero el guión es terrible. Tanto como una película mala de esos años, ya no del gran Hollywood, si no de la serie B menos importante. Plagado de clichés tanto en su anécdota como en su estilo, con unos diálogos que producen vergüenza ajena si se leen en voz alta. It Rhymes with lust peca de una falta de autenticidad espantosa y de un acartonamiento que asi como lo hicieron fracasar en su momento lo ocnvierten hoy en día en un cómic casi ilegible, un verdadero reto a la paciencia que atrae solo por la calidad de su dibujo. Esto ocasionaría que el experimento cancelara los numerosos títulos que pretendía publicar St John en este nuevo formato de la novela gráfica, y que la aparición de un verdadero cómic adulto se demorara varias décadas. Pero su valor como antecedente es indiscutible.
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Página de It Rhymes with Lust, por Matt Baker.
Un artista en crisis
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Portada de Las joyas de la Castafiore, por Hergé.
Georges Remi, conocido mundialmente como Hergé, fue un autor bisagra, en su condición de creador absolutamente exitoso de Tintin, en su momento el cómic más exitoso del mundo, pero también de ser de los primeros dibujantes de cómic que además de amasar una gran fortuna con su trabajo llego a tener estatus de artista con A mayúscula mucho antes de que los propios comics tuvieran dicho status de arte real. A finales de los años 50 Hergé afrontó una crisis personal, se divorció, trató de incursionar en la pintura, se hizo el psicoanálisis, su terapeuta le dio el consejo de no dibujar más cómics. Consejo estúpido que Hergé por lo demás, no siguió. En lugar de eso, le dio un vuelco a las aventuras de Tintin, no llegó tan lejos como para hacerlas más adultas, pero sí empezó a cuestionar el enfoque que tenían. El primer resultado fue Tintin en el Tibet, una obra singular, cargada de simbologías y referencias personales del autor, totalmente distinta a las aventuras anteriores de Tintin. Pero la obra siguiente "Las joyas de la Castafiore", aparecida en el semanario Tintin entre 1961 y 1962, y publicada en álbum en 1963 ya supuso algo que no se había visto en cómic. Las joyas de la Castafiore es un divertimento, una obra casi frívola, al punto de que no hay una aventura real, se pretende que es un policial, al estilo de las novelas de Agatha Christie, pero nisiquiera hay un criminal ni un crimen como tal, es solo una suceción de equívocos en el castillo de Moulinsart, donde un incapacitado capitán Haddock se ve asediado por la diva de las divas, el ruiseñor de Milán, Bianca Castafiore, cuyas joyas desaparecen suscitando una investigación absurda y graciosa. El libro se convierte en una sátira de la clase acomodada europea de esos años, con sus paparazzis, sus revistas del corazón y sus insípidos programas de TV. Pero también es una sátira de la propia vida del autor, quien de ser un sufrido dibujante de comics había pasado a ser un despreocupado millonario que, de haberlo querido, habría podido abandonar los comics y dedicarse a disfrutar de su fortuna. Pero no, Hergé dibujó hasta que los sorprendió la muerte en 1983, y Las Joyas de la Castafiore es tal vez la obra más importante que dejó.
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Viñeta de Las joyas de la Castafiore, por Hergé.
Elogio de la aventura
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Portada de La balada del mar salado, por Hugo Pratt.
El veneciano Hugo Pratt era, como su personaje más aclamado, un ciudadano del mundo. Curtido en los años cuarenta y cincuenta en Argentina, dibujando una tonelada de historietas, muchas de ellas con guión de Oesterheld. Pratt contaba con un bagaje literario descomunal y una experiencia de vida riquísima, así que en un momento dado quiso escribir también las historias que dibujaba. De vuelta en Italia, en 1967, fundó la revista "Asso di Picche", y en ella publicó por entregas La balada del mar salado, una increíble historia de aventuras en los mares del sur, protagonizada por un héroe que no era héroe, un aventurero que renunciaba a ser un redentor pero se las arreglaba siempre para no ser un mal tipo. Corto Maltés, personaje emblemático donde los halla, vivía en compañía de su amigo y rival Rasputin una historia de intriga y emociones, dibujada de una manera sencilla, casi esquemática. Pratt se había formado como un dibujante bastante convencional en su período argentino,pero en los años sesenta había hallado un estilo simple, rozando lo abstracto, que obligaba al lector a concentrarse en la historia, a componer mentalmente y añadir los detalles que no tenía el dibujo. La trama era apasionante y muy bien documentada, los diálogos certeros como dardos y contaban mucho más de lo que decían. La balada tuvo éxito. Pratt dedicó casi todo el resto de su vida a trazar las aventuras de Corto, buscando tesoros, ayudando a partisanos de diversas facciones, enamorándose de una soldada del IRA. Las historias de Corto crecieron en extensión y en ambición, Corto en Siberia o La casa dorada de Samarkanda son tal vez obras más extensas y más logradas, hechas además cuando no era un delirio argumentar que el cómic podía tener tanto valor artístico como un libro, pero La Balada del mar salado sigue siendo el gran hito.
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Viñetas de La balada del mar salado, por Hugo Pratt.
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betterthanfuckit · 7 years ago
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Capítulo 1.6: "Niña alias hija de satán"
Cantaba a capela Who’s Lovin You mientras me duchaba… otra vez. ¿No conocen esa canción? Omfg deberían hacerlo.
El timbre sonó dos veces. Creí que mamá abriría pero sonó diez veces más. Gruñí y apagué el agua para colocarme una toalla cubriendo mi cuerpo y corriendo hasta la maldita puerta.
—Interrumpiste mi ducha. –Maldito chico de bonitos hoyuelos.
—Dijiste que viniera a las cuatro. –Miré el reloj colgado en mi pared y aún no eran las cuatro.
—Son las tres con cincuenta y nueve.
— ¿Y en un minuto estarías lista?
—Obviamente. -¿Quién se creía este tipo?
—Entonces tienes hasta las cuatro con uno, corre tu tiempo. –Cerré la puerta corriendo nuevamente por las escaleras.
— ¡Mamá has pasar a Ash! –Grité esperando que esta vez se dignara a abrir la puerta.
Intenté secar un poco mi cabello y me coloqué la ropa que por suerte antes había tenido lista en mi cama. Pinté mis pestañas y al carajo todo. Gr.
Tardé un minuto exactamente.
—Un minuto, Ash. –Sonreí con autosuficiencia.
—Impresionante, claro. ¿Vamos?
—Mamá, iré con Ash a… donde sea, vengo luego. –Joss, -mi madre- asintió sonriendo.
—Cuidado pequeños.
Reímos al salir, esa manía de mamá por adorar a cualquier chico que pisara la casa.
Podría introducirse un ladrón y ella también lo trataría bien.
—Mi mamá me trata como una niña, ya sabes. –Mencioné mientras caminábamos por la acera.
—Sí, Christine también es así. –Lo miré.
— ¿Tu madre?
—Ajá.
— ¿A dónde vamos, Ash?
—A la biblioteca donde trabaja mamá. Es genial el lugar.
—Oh, de acuerdo. –Mierda, ¿debería decirle que estoy vetada de toda biblioteca o cualquier lugar donde haya libros?
No lo creo.
Ashton miraba todo con detenimiento, no sabía que estaría pensando. Quizá que soy una tonta, bueno eso todos lo saben. ¿Por qué estamos haciendo esto?
Un grupo de niñas scout nos miró con odio cuando las ignoramos al intentarnos vender sus asquerosas, digo sabrosas, galletas. No sabía que aun existieran scouts. Era como enviar cartas cuando es el apocalipsis del internet.
Cuando llegamos nos detuvimos cerca del primer estante donde se encontraban los libros. Todo hermoso, cuidado, bonito y brillante libro. Mis manos comenzaron a sudar por el temperamento que conllevaba esta situación.
Tengo una pequeña (enorme) adicción a los libros.
— ¿Te gusta algún libro? –Preguntó.
—Sí… ¿A ti? –Respondí con timidez de ver sus ojos, probablemente huiría si viera mi maldito estado de maniática.
—Supongo que amo Harry Potter, mira esta por allá. –Señaló un estante, escuché que me llamó pero yo ya estaba admirando la colección, no pude evitarlo más.
— ¡Harry Potter! –Admiré con gracia.
Me tiré al piso luego de tomar toda la saga entre mis brazos. Quería lamerlos pero eso sería un nuevo nivel de locura. Uhm… no estaría tan mal implantarlo.
—Al parecer te gusta Harry Potter. –Se sentó a mi lado pero yo ya me había puesto de pie nuevamente arrojándole los siete libros.
— ¡Amo Harry Potter! Dime que tienen más sagas, ¡Dilo Ashton!
Ups, creo que el chico saldría asustado.
—Eh sí, en el siguiente pasillo hay más. –Señaló otro lugar así que corrí hasta allá.
— ¡Quítate mocosa, eres muy joven para leer a mi Grey! –Le grité a una niña de edad dudosa con castaños cabellos que miraba con tentación el primer libro de la saga.
—Como si le gustaras a Grey, ¡Él odia a las rubias! –Gruñó la maldita.
— ¡Soy rubia-castaña! ¡Y tú eres muy pequeña para él! ¡Yo soy su sumisa!
¡NO ES MI CULPA QUE MAMÁ ME DEJE LEER ESTO ANTES DE SER MAYOR DE EDAD!
— ¡Perra del mal! ¿A quién le dices pequeña? ¡Enana!
¡No me había dicho perra la mocosa! Jalé su cabello mientras ella metía su pie en mi pierna para hacernos caer a ambas. Tomó mi cabello jalando con fuerza pero yo apresé con mi pierna casi todo su cuerpo.
—Por dios, chicas sepárense. –Dijo Ashton vagamente. Ninguna le hizo caso.
—Woah, el libro donde yo actuó. Mira amor, lo llevare para que lo leas de nuevo. –Jamie Dornan.
JAMIE DORNAN.
Nos detuvimos mirándolo con la boca abierta, sonrió levemente y se fue sin más antes de que algo saliera mal aquí. Sí, fue buena elección aunque hubiera deseado tocar su detallado y fornido pecho bajo las sabanas rojas que…
¡Cállate Love!
— ¡Te ganaré los de Harry Potter! –Me soltó para correr hasta donde Ash había dejado mis malditos libros.
— ¡Ashton no la dejes! –Rogué.
— ¡Aléjate insecto mal parido! –Fue lo único que escuché. Yo seguía en el suelo mirando cómo se susurraban cosas que no lograba entender.
La pequeña demonio me miró por un lado del chico y me enseñó la lengua. Mira que infantil.
Vi que Ashton sacó su billetera y le entregó algunos billetes mientras movía la cabeza de un lado a otro reprochando quien sabe que cosas. La niña hija de satán sonrió yéndose.
—Nos volveremos a ver niñitas. –Entrecerró los ojos tal cual diablillo para después irse.
Arroba satán encierra a tus hijos de una buena vez.
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