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El Tercio “Don Juan de Austria” 3º de la Legión Española
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EUTM-Mali XI: La Legión en Malí
Acompañamos durante cinco días en el Sahel africano a los 120 efectivos del Grupo de Caballería ‘Reyes Católicos’ de Ronda que participan junto al Tercio de Armada, el III Tercio de La Legión, y soldados de casi una treintena de países, la mayoría europeos, en la misión de protección y adiestramiento a las tropas malienses denominada “EUTM-Mali XI”.
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Los Demonios más Conocidos y más Peligrosos
La tradición católica define a los demonios como “ángeles caídos que pecaron”, seres espirituales que se rebelaron contra Dios (2 Pedro 2:4).
El primer ángel que se convirtió en demonio fue Satanás, quien antes de convertirse en el príncipe del inframundo fue un hermoso árcangel llamado Luzbel o “portador de luz”, el cual, debido a su orgullo y junto a un tercio de las legiones angélicas que habían decidido seguirlo, fue precipitado para siempre a los infiernos.
En Apocalipsis (12, 7-10) se cuenta que “en ese momento empezó una batalla en el Cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el monstruo. El monstruo se defendía apoyado por sus ángeles, pero no pudieron resistir, y ya no hubo lugar para ellos en el Cielo. Echaron, pues, al enorme monstruo, a la serpiente antigua, al diablo o Satanás, como lo llaman, al seductor del mundo entero, lo echaron a la tierra y a sus ángeles con él”.
El poeta inglés John Milton, en su obra “El Paraíso Perdido”, que describe la lucha entre el enigmático Satanás y los arcángeles de la Divina Providencia por el alma del hombre, nos relata que el diablo, cuando era un arcángel tan bello que era llamado el Hijo de la Aurora o Lucero del alba, “creyó igualarse al Altísimo, si el Altísimo se le oponía, y con ambicioso intento levantó en el cielo impía guerra contra el trono y el reino de Dios y orgulloso batalló con loco intento. Pero el Soberano Poder lo precipitó de cabeza, ardiendo desde la bóveda etérea, en espantosa combustión y ruina, hasta el abismo de una perdición sin fin, para que yaciera allí entre cadenas adamantinas y fuego eterno el que se había atrevido a medir su poder con el Omnipotente. Vencido quedó, rodando con su horrible turba en el abismo encendido, nueve veces el espacio que mide el día y la noche a los mortales; confundido pero inmortal, porque su destino lo reservaba para cólera mayor, pues ahora, tanto el recuerdo de la felicidad perdida como el de la pena eterna lo devoran. Pasea alrededor con sus ojos extraviados que atestiguan inmenso desaliento y aflicción, unidos a un orgullo indomable y a un odio endurecido”.
Milton agrega que “de un solo golpe, y tan lejos como la mirada del ángel penetra, descubre la tristísima región desierta y desolada: un calabozo horrible, por todas partes como una inmensa fragua encendida; pero aquellas llamas no proyectaban luz, sino más bien una oscuridad visible que servía únicamente para descubrir escenas de dolor, regiones de tormento; sombras tenebrosas donde la paz y el descanso nunca habitan, donde la esperanza nunca viene…Tal es el lugar que la justicia eterna había preparado para los rebeldes”.
El poeta añade que el archienemigo, por eso llamado en el cielo Satanás, “pronto descubre allí a los compañeros de su caída, sepultados entre las corrientes y los torbellinos de una tempestad de fuego, y revolcándose a su lado el que fue su segundo en el poder y en el crimen, conocido mucho tiempo después en Palestina como Belcebú”.
Belcebú, cuyo nombre significa etimológicamente “señor de la gran morada” o “señor del abismo”, es entonces el segundo jerarca infernal en importancia tras Satanás. Y en sus formas alegóricas toma a veces una apariencia colosal; de rostro hinchado, coronado con una cinta de fuego, cornudo, negro y amenazante, peludo y con alas de murciélago.
Belcebú, también conocido como Baal, es sindicado por los demonólogos como uno de los siete príncipes del infierno y el que representa el pecado capital de la gula.
Su nombre deriva de ba’ al zebuh, un término despectivo que los hebreos utilizaban para burlarse de los templos donde era adorado este personaje infernal, que estaban repleto de moscas, debido a la carne pútrida que dejaban sus fieles.
Por ello también era conocido como “señor de las moscas”. El exorcista del siglo XVII Michaelis Sebastien afirma que Belcebú es uno de los tres ángeles caídos más importantes junto con Satanás y Leviatán, mientras que algunas obras ocultistas afirman que forma junto Lucifer y Astaroth la “falsa trinidad”.
Y, según los antiguos inquisidores, este duque infernal era el señor y el maestro de los sabbaths de las brujas.
Junto a Satanás y Belcebú, la tradición católica identifica a otros cinco demonios que integran el réprobo grupo de los siete príncipes del infierno: Mammón, Belfegor, Leviathán, Asmodeo y Amon.
Mammón, cuyo nombre significaría “hijo del demonio”, es el demonio de la avaricia, codicia y materialismo.
Santo Tomás de Aquino describió metafóricamente el pecado de la avaricia como “Mammón, que era ascendido desde el infierno por un lobo, viniendo a inflamar el corazón humano con su avaricia”.
Asimismo, se alude a él en “El Paraíso perdido” de John Milton, en donde se lo ve como un ángel que, gozando de los privilegios de estar en el cielo, lo único que contempla de sus bellezas es el oro con que están hechas las calles de la ciudad divina.
En la versión de Milton, Mammón fue el encargado de sembrar en el hombre la codicia de excavar la tierra para extraer de ella sus tesoros.
El erudito jesuita Peter Binsfeld asegura que mammón, como uno de los “siete príncipes del infierno”, es un demonio ante el cual se arrodillan todos aquellos esclavos del dinero que habitan en el mundo consumista de la actualidad.
En Mateo 6:19-21.24 la Biblia advierte lo siguiente: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón”.
Belfegor, en tanto, es el demonio de la pereza y todas las manifestaciones que la acompañan: la desidia, el conformismo y la comodidad que conduce a la inercia de la mediocridad.
Conocido también como “el señor de la apertura”, Belfegor suele incitar a caminos fáciles y poco éticos.
También ha sido sindicado como un demonio que ayuda a la gente a hacer descubrimientos, seduciéndola a través de inventos ingeniosos que supuestamente les proporcionarán riquezas.
Según demonólogos del siglo XVI, su poder es más fuerte en abril y en el signo aries.
Belfegor es representado como un demonio musculoso con nariz grande, de varios metros de estatura, con una barba larga, cuernos, con cara de viejo , unos pies de lobo y unas garras sucias y largas.
Leviatán, por su parte, cuyo nombre en hebreo significa “envuelto, enrollado o tortuoso”, es uno de los demonios más citados en la Biblia.
Es un demonio acuático asociado a la envidia muy difícil de exorcizar, aunque para muchos interpretes es una forma simbólica del mismo satanás.
Él es el “dragón que está en el mar” del que habló el profeta Isaías, la serpiente antigua, el terrible “amo demonio de los océanos” referido en el Diccionario Infernal de Collin de Plancy.
En los libros malditos de origen acadio, sumerio y cananeo, leviatán aparece como un monstruo marino descomunal, en el que los exégetas han creído ver al diablo como destructor incesante de la creación divina.
El profeta Isaías, en Isaías, 27-1, recurre al leviatán para anunciar el horrible castigo que impondrá la Providencia a los enemigos de Israel: “Aquel día castigará Yahvé, con su espada pesada, grande y poderosa, al leviatán, serpiente huidiza; al leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que está en el mar…”.
Asmodeo, por su parte, es llamado “el demonio de la lujuria”, el demonio de los pecados carnales, el ser que se encarga de llevar a los hombres a las turbias aguas de la lascivia, el espíritu impuro que disfruta incitando la infidelidad y destruyendo noviazgos y matrimonios.
Asmodeo aparece mencionado en el Testamento de Salomón: “Soy llamado asmodeo entre los mortales, y mi negocio es conspirar contra los recién casados de modo que no se conozcan. Yo los quebraré con varias calamidades. Me arrebata la belleza de las vírgenes y anhelo sus corazones…Yo transporto a los hombres a los lapsos de la locura y el deseo cuando ellos tienen sus propias esposas, así ellos las abandonan y se escapan de día y de noche con otras que pertenecen a otros hombres, con el resultado de que incurren en el pecado y caen en actos criminales”.
Dentro de las fábulas de la biblia hebrea, Asmodeo es el demonio de la ebriedad y lujuria, el que disfruta de estrangular a las novias en su noche de bodas dentro de la recámara nupcial, evitando así que consumen su amor.
El demonólogo holandés Johann Wier lo describió como “el banquero de la mesa de bacará en el infierno” y también el que controla todas las casas de apuestas en la tierra.
De acuerdo con el texto “La llave menor de Salomón” este demonio, que fue vencido por el árcangel Rafael, detesta el agua y las aves porque le recuerdan a Dios.
En el libro mágico “Lemegeton”, Asmodeo es descrito como una entidad con torso humano y 3 cabezas: una de carnero, un toro y un ogro, figuras todas asociadas comúnmente con lo licencioso, que cabalga un dragón portando una lanza.
En el Diccionario Infernal escrito por Collin de Plancy, Asmodeo también tiene piernas de gallo, un ave conocida por su vigor sexual; además posee una cola de serpiente y cabalga un león con cuello y alas de dragón, criaturas que están asociadas con el deseo y venganza.
Amon, el demonio de la ira, es el último príncipe del infierno, un marqués infernal que a veces se le representa como un hombre con cabeza de búho, y otras como un hombre con cabeza de lobo y cola de serpiente.
También conocido como el ángel de la muerte, su nombre significa “aquél que induce a la ira y asesinato”.
Johann Wier, en su obra “Pseudomonarchia daemonum” (1583) dice que Amon o Aamon “es un gran y poderoso marqués que entiende todas las cosas pasadas y por venir, procura favores y reconcilia a ambos, amigos y enemigos, y gobierna cuarenta legiones de demonios”.
Anton Szandor LaVey (1930-1997), conocido como el Papa Negro, autoproclamado sacerdote de la Iglesia de Satán, y autor de la Biblia Satánica, explicó una vez que “los teólogos han catalogado algunos de los nombres de diablos en sus listas de demonios, pero la lista siguiente contiene los nombres más efectivamente utilizados en rituales satánicos”.
Según LaVey, además de Asmodeo y Belcebú, estos demonios eran Astaroth, Azazel, Balaam, Behemot, Cimeries y Damballa:
-Astaroth: célebremente conocido como el “gran duque del Infierno”, su casta comparte estatus con la primera jerarquía demoníaca, que involucra a los poderosos Belcebú y Lucifer.
Es un demonio de primera jerarquía que seduce por medio de la pereza, la vanidad y las filosofías racionalistas.
En el Diccionario infernal, Astaroth es dibujado como un hombre desnudo con manos y pies de dragón y un par de alas con plumas, llevando una corona, sosteniendo una serpiente con una mano y cabalgando sobre un lobo o un perro con alas de dragón.
Su gran enemigo es San Bartolomé, el santo que puede proteger contra él porque venció sus tentaciones.
-Azazel: es el líder de aquellos ángeles caídos que fornicaron con mujeres mortales y dieron a luz una raza de gigantes, conocida como Nephilim.
Enseñó a los hombres cómo fabricar armas de guerra y a las mujeres el ocultismo y el uso de cosméticos.
Su nombre alude, en el Judaísmo rabínico, al nombre del macho cabrío que era enviado al desierto en el Día de la Expiación cargando los pecados de los israelitas para así purificar el Tabernáculo.
-Balaam: En demonología, abalam (también balaam o balan) es un poderoso duque o príncipe infernal que manda sobre cuarenta legiones de demonios. Da perfectas respuestas sobre el pasado, presente y futuro, y también puede hacer al hombre invisible e ingenioso.
Es representado con tres cabezas: una cabeza es la cabeza de un toro, la segunda de un hombre y la tercera de un carnero.
Tiene ojos ardientes y la cola de una serpiente. Porta un halcón en su puño y cabalga un fuerte oso. En otras ocasiones se presenta como un hombre desnudo cabalgando un oso.
-Behemot: también conocido como bégimo, este demonio de origen hebreo y características metamórficas, es sumamente poderoso y capaz de adoptar la forma de una bestia, como un elefante monstruoso, aunque muchos lo relacionan con un hipopótamo, un rinoceronte o un búfalo.
Mencionado en Job 40:15-24, metafóricamente, su nombre se ha llegado a usar para designar cualquier entidad poderosa y extremadamente grande.
-Cimeries: también conocido con el nombre de cimejes, este demonio es un marqués del infierno, descrito como un guerrero enorme, montado en un caballo negro y escoltado por 20 legiones demoníacas.
Es además el gobernante de todos los espíritus africanos. Y puede enseñar Gramática, Lógica y Retórica, teniendo también el poder de revelar cosas ocultas.
-Damballa: esta deidad demoníaca y primitiva, deriva de los orígenes del vudú africano. Se mueve lenta y sigilosamente, pero es capaz de realizar movimientos repentinos y extremadamente veloces.
Se especula con que la palabra “zombie” deriva de la palabra “nzambi”, que significa dios en referencia a Damballa. Iconográficamente, se le representa como una monstruosa serpiente que reside en el primer lugar en el altar haitiano.
El poeta John Milton, además de los demonios ya mencionados, menciona a otros peligrosos espíritus infernales, como Moloch, dios de origen canaanita que fue adorado por los fenicios, cartagineses y sirios y que era considerado el símbolo del fuego purificante.
Identificado por los griegos y romanos como Cronos y Saturno, respectivamente, generalmente Moloch era representado como una figura humana con cabeza de carnero o becerro, sentado en un trono y con una corona u otro distintivo de realeza, como un báculo.
Los sacrificios preferidos por Moloch eran los niños, especialmente los bebés, por ser los seres más impregnados de materia.
Milton dice de él que era un “monstruoso rey salpicado con la sangre de sacrificios humanos y las lágrimas de las madres, bien que el ruido atronador de sus tambores y timbales no deje oír los gritos de sus hijos que pasan por medio del fuego hacia el horrendo ídolo”.
John Milton también menciona a Belial, cuyo nombre significa “rebelde o desobediente”, y que recibe los apelativos de “señor de la arrogancia”, “señor de orgullo” y “el hijo del infierno”.
Vierio, en su revista de la monarquía de Satán, asegura que Belial, “uno de los reyes del infierno, fue creado inmediatamente después de Lucifer, y que arrastró a la mayor parte de los ángeles a la revolución, y fue también uno de los primeros que fueron arrojados del paraíso”.
Respecto de belial, que también ha sido llamado el demonio de la sodomía, pues era venerado en la bíblica ciudad de Sodoma (destruida por una lluvia de fuego y azufre debido a la conducta pecaminosa de sus habitantes) el poeta inglés escribe que “espíritu más impuro nunca cayó del cielo, ni más impúdico para amar el vicio por el vicio mismo. No se elevó en su honor templo alguno ni humeaba ningún altar; pero ¿Quién se halla con más frecuencia en los templos y los altares, cuando el sacerdote reniega de Dios, como renegaron los hijos de Elí, que mancharon la casa divina con sus violencias y prostituciones? Reina también en los palacios, en las cortes y en las corrompidas ciudades donde el escandaloso estruendo de ultrajes y de improperios se eleva sobre las más altas torres y cuando la noche tiende su manto por las calles, ve vagabundear por ellas a los hijos de belial, repletos de insolencia y vino”.
Fuante: guioteca.
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