#tampoco su nombre pero es la de mi muñeca me habló
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sacachorch0vo · 3 months ago
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Acabo de entrar a tumblr y lo primero que veo es está belleza, mis ojos han sido bendecidos
Ahora trataré de etiquetar a todos los personajes a memoria
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Como pase d dibujar animatrónicos a humanizar títeres diomio
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nastyjaeger · 3 years ago
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UN CAMINO DE DOLOR | SASUSAKU - NARUSAKU
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El principio del caminó
El chidori atravesó el cuerpo de la joven quien soltó el kunai que sostenía en una de sus manos, sus ojos mantenían una expresión de shock, una tos con sangre gorgojeante se instalo en su boca para después escurrir por las comisuras de sus labios.
— Sasuke-kun... — pronunció con dificultad.
El joven Uchiha mantenía una expresión indiferente a lo que había ocasionado, sus ojos estaban empañados y cegados por el odio, sin embargo, mientras el tibio líquido color carmesí escurría en su muñeca lágrimas involuntarias escaparon de sus ojos a medida de que recuperaba el uso de razón, su mente comenzó asimilar todo aquello que había causado, los orbes verdes de la kunoichi perdían su luz, fue cuando despegó su brazo del cuerpo de la pelirrosa quien cayó con ojos inexpresivos sobre el concreto del puente.
Un dolor creciente se instaló en el corazón de Sasuke quien veía en sus últimos momentos aquella mujer que nunca se había rendido con él y que por sus acciones, la había orillado a intentar matarlo, sus ojos lloraban sangre, aquel dolor que sintió al saber la verdad sobre Itachi fue avivado, recordó todo el sufrimiento que padeció a lo largo de su vida, el recuerdo de sus padres asesinados frente a él, su clan hecho añicos, su hermano muerto a sus pies siendo empapado por la lluvia, y ahora, Sakura Haruno.
Había caído de rodillas frente al cuerpo de su ex-compañera de equipo. Kakashi había llegado a lado de la pelirrosa, la sostenía cerca de su pecho mientras sus lágrimas brotaban, su llanto era desgarrador y los gritos de desesperación que emitía daban fe sobre todo lo que su corazón sentía.
— Ka-Kakashi-sensei — un hilo de voz se escuchó de parte de Sakura - perdóneme..., n-no pude detenerlo...
Su sollozo se hizo más sonoro al escuchar esas palabras — No digas esas cosas Sakura, perdóname tu a mí por no hacer algo antes, es culpa mía que tú estés así...
El efecto del kamui desvaneció a Sasuke Uchiha de la escena.
En esos momentos el intento por usar el ninjutsu médico de Sakura había llegado a su límite, estaba tan débil como para usarlo en ella, unos pasos se escucharon detrás de Kakashi quien advirtió la presencia de Naruto con solo sentir su chakra, la pelirrosa aún yacía en los brazos de su sensei.
— Sakura..., Tu... ¡No! — exclamó el rubio quien se encontraba sin entender nada, su mente no asimilaba la escena, pronto las lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas, se arrodilló a un lado del cuerpo de su compañera — Sakura-chan, no, no me dejes..., No lo hagas...
Sakura perdía el brillo de sus ojos, sus últimos momentos de vida habían llegado, su cuerpo le impedía hablar demás así que de sus labios pálidos solo se le escapo un — per-perdoname — y más sangre salió de su boca.
— ¡No Sakura-chan, no! — sostuvo su cintura mientras sus las lágrimas empapaban la ropa de su compañera — yo voy... Yo voy a salvarte.
Sus manos arrebataron el cuerpo de la kunoichi de los brazos de su sensei.
— Naruto, ya es tarde, no podemos... — su corazón se acojono — no podemos hacer nada...
Sin embargo, su alumno no escucho ni una palabra, avanzo entre los árboles en dirección a cualquier aldea que estuviera cerca, Kakashi se encontraba siguiéndolo de cerca.
— Tranquila Sakura-chan — habló el rubio mientras avanzaba — todo va estar bien, vamos a estar bien, te pondrás bien, tranquila, yo voy a cuidarte — las lágrimas seguían cayendo a borbotones de sus ojos, su vista se empañó y acabó cayendo al suelo.
El campo donde cayeron estaba rodeado de árboles, Sakura se encontraba en el limbo entre la vida y la muerte, debería ya haber muerto de no haber sido por su ninjutsu médico en los primeros momentos del ataque, pero ahora no había marcha atrás, no podía hablar, ya no era consciente de ella misma.
Naruto reparó en la situación viendo cómo los ojos de la pelirrosa habían perdido completamente su brillo, Sakura ya no estaba ahí, su pulso, su calor, sus esperanzas y sueños ya no estaban, ella había partido de este mundo.
— ¿Por qué? ¿Por qué tú Sakura-chan? — un sollozo se escapó de su boca — no puede acabar así, tu..., tu eras todo para mí, debí hacer más, no te pude cumplir ninguna promesa... Lamento tanto no haber compartido toda una vida contigo.
El último aliento de la Kunoichi fue cuando cayeron en aquel campo, mirando a su amigo y compañero con las hojas cayendo de los árboles y el sonido del río en sus oídos. Todo acabo para ella, aunque seguía aferrándose a la vida su estancia en este mundo ya no dependía de su determinación.
Negando la verdad
El kamui los llevo hasta el laboratorio de Tobi dónde Sasuke permanecía mal herido, su trayecto fue breve; su cabeza estaba hecha añicos por dentro, trataba de hacer un recuento de lo que había sucedido pero en su mente no cabía la idea de lo que había hecho, el recuerdo quemaba, la escena era como lava hirviendo en sus venas, la sangre en sus manos era evidencia de los hechos pero aun así era incapaz de aceptarlo.
¿Qué hiciste?, se cuestionó.
Tobi no hablo durante todo el tiempo que Sasuke permaneció ido en sus pensamientos, él lo había visto todo. Lo ocurrido le había traído recuerdos amargos, el presenciar la muerte de aquella kunoichi, fue como ver a Rin morir de nuevo.
Tobi tampoco hablo cuando Sasuke, a pesar de su condición fue a una de las habitaciones que había en su laboratorio, sabía perfectamente como se sentía, lo sabía mejor que nadie.
Las horas pasaron y Sasuke seguía negándose a la realidad, una realidad sin Sakura, una realidad dónde no podría ni si quiera mirarla de lejos como todas esas veces que escapó de las guaridas de Orochimaru para ir simplemente a verla entrenar con la quinta, una realidad dónde no volvería a sentir la calma que le generaba estar cerca de ella, la paz que solía tener con el simple hecho de caminar a su lado como cuando eran genin.
Se sintió miserable de todas las maneras posibles recordando sus últimas palabras dirigidas hacía el, su nombre aún dicho con el honorífico "kun", como siempre.
La sabiduría de Mito
La reunión con sus antiguos compañeros en medio de la cuarta guerra ninja no fue más que un momento cargado de miradas asesinas y llenas de coraje, al llegar no se atrevió a decir ni una palabra, el solo venía ayudar.
Sin embargo, sus planes no habían cambiado, sino al contrario, el recuerdo de lo que hizo era su impulso por seguir su propósito. El imaginaba un mundo donde el cargaría con el odio y pesar de un pueblo tal como Itachi lo había hecho, era su misión y castigo.
Ignoró toda mirada de desprecio durante la batalla, se dedicó apoyar a Naruto quien no le miró en ningún momento. Aún y con todo su poder fue casi imposible sellar a Kaguya si no hubiera sido por una de las invocaciones del edo-tensei que había traído a la vida a una de las usuarias del Byakugō, todo hubiese sido un total fracaso. Mito, aquella mujer le recordó a Sakura, su carácter fuerte y decidido, su fuerza, su temple de acero, era como ver a la pelirrosa solo con más años y pelirroja, pudo ver cómo Naruto pensó lo mismo; sus ojos, la mirada que le dirigió a la esposa del primer Hokage fue una de nostalgia.
— Sasuke Uchiha — la Kunoichi pelirroja nombró al joven pelinegro quien se mantenía indiferente a la despedida que Naruto tenía con su padre — puedo sentir la vida tan difícil que te ha tocado cargar, el dolor y oscuridad de tu corazón me lo han revelado, siento un pesar en mi corazón si parto sin decirte que eres alguien fuerte que puede anteponerse a su destino, sea cual sea. La única manera de llenar el vacío es con amor.
El corazón de Sasuke se acojono ante sus palabras, sin embargo, por fuera su fachada era escéptica, aun así, Mito sonrió. Llegaba la hora de su partida y fue despedido por ella mientras ascendía su alma para luego dispersarse en el viento al igual que la de los demás Hokages.
La batalla final
Se encontraban en el Valle del fin, el último encuentro, la última pelea, dos ideologías en una batalla usando todo el poder que poseían.
El encuentro que marcaría el fin y principio de una nueva era estaba por comenzar. Acabar con la maldición de odio y seguir con la voluntad de fuego o unificar ese odio hacía una sola persona quien cargaría con el sufrimiento y oscuridad siguiendo adelante por las cinco aldeas.
La voluntad de ambos era visible, tan evidente en cada golpe que recibían y daban entre sí.
— ¿Que pasa? Solo estás a la defensiva — hablo el pelinegro.
El modo Kurama de Naruto atacó tomando una pierna del susano'o azotándolo en el lago, a su vez preparo su próximo ataque, contaba con Sasuke a su mereced, estaba listo para aniquilarlo cuando su mente y cuerpo inundados de coraje y tristeza por lo que el Uchiha le había hecho a Sakura que se rehusó a matarlo, él debe vivir, se dijo.
Un rayo impacto contra Kurama afectándolo gravemente.
— Si sigues actuando tarde, morirás
— No voy a matarte — contestó el rubio mientras se recuperaba del ataque — sigues empeñado en quedarte solo mientras cargas con el odio del mundo, pero las cosas no son así, te quedarás solo, eso es verdad, pero no para ver tu ideología triunfar. Elegiste este lugar porque sabes lo que significa para ambos, pero para mí, tú ya no representas nada, la mataste, ese día tu moriste para mí.
— ¿Y qué esperas para hacerlo realidad? — reto el Uchiha.
La técnica rayo y el poder del Kyubi surgió de ellos, ambos se encontraban listos para atacarse.
— No te dejare tranquilo — grito el rubio.
El impacto fue estruendoso aniquilando la vegetación a su alrededor, grandes poderes y fuertes voluntades luchaban entre sí.
— No montes tanto escándalo, está no es como la pelea que tuvimos hace mucho, entiendo lo que piensas. Y tú a mí, ¿Verdad Naruto?
— ¿Y a pesar de eso tenemos que seguir peleando? Ella no lo habría querido así.
—Justamente por eso, ella ya no está, no hay nada que me ate a nada, solo tú, eres el recuerdo de algo que quiero olvidar.
— Quieres eliminar todo lazo que existe hasta ahora para comenzar un mundo nuevo, eso no significa que el pasado no se repita.
— Y por eso estaré vigilando, para que eso no ocurra.
— Estás delirando — Naruto contestó irritado — las cinco aldeas por fin están unidas.
— Solamente porque tenían un enemigo en común, Akatsuki, Madara, Kaguya. La única vía para que sobrevivieran era abandonar sus odios y unirse para derrotarlos, pero ya no hay enemigos comunes, así que pronto se irán separando.
— Entonces, ¿pretendes en convertirte en ese enemigo? ¿Y que pasara cuando ya no estés?
La unión de todos los puntos de su plan estaba sobre la mesa, era claro su propósito, y su explicación durante la pelea daba las pautas del cómo lo conseguiría, ya sea por la reencarnación o la inmortalidad su voluntad sería llevada acabó desde las sombras sin importar llevar toda una eternidad de sufrimiento y pena, porque para Sasuke Uchiha, eso era lo que significaba ser Hokage.
— Con ese nivel no me matarás — exclamo
— ¡Que no pienso matarte! ¡Te lo dije!
— Se acabó — declaró el pelinegro para continuar con su posición de manos que lo llevabo a extraer el poder de los bijuus — Soy el más poderoso del mundo entero. Aquí y ahora daré el primer paso para sumergirme en las sombras.
Naruto miraba atónito las acciones de su ex-compañero, la fusión de los chakras divididos estaba realizándose de una manera precisa y adecuada, Sasuke alcanzaba un nivel similar a la del viejo Rikudou llevando la fusión al susano'o, al no tener una estatua demoníaca.
La pelea siguió con el nuevo poder de Sasuke quien sin piedad atacaba a Naruto.
— ¿Por fin te entraron ganas de matarme?
— Ambos hemos cargado con muchas cosas, pero... Siempre quise enfrentarte y ganarte, sobre todo después de que le arrebatarás la vida a Sakura-chan, te odie tanto...
Está será mi última pelea contra ti, pensó el Uchiha. La flecha de Indra era el jutsu más poderoso que tenía, al utilizarlo contra el poder de Naruto se desató un desastre en las zonas aledañas y lejanas a su encuentro. Kakashi se encontraba tendido en una piedra lejos de la pelea y aun así sintió el impacto del ataque.
El modo Kurama de Naruto y el Susano'o de Sasuke desaparecieron mientras descendían del cielo para caer en las ruinas de Hashirama Senju y Madara Uchiha. Ambos habían usado el chakra de los bijuu en abundancia, pero Naruto no se rendía e iba directo hacía el pelinegro para atacarlo con taijutsu, luego de su primer golpe ambos pelearon usando sus técnicas, rasengan y chidori apoyándose del taijutsu e ingenió de cada uno, sin embargo, su uso de chakra era limitado y no tardaron en notarlo cosa que los dejó con su habilidad de combate como única arma.
Las reencarnaciones de Ashura e Indra se enfrentaban repitiendo la historia de sus antepasados y la historia de las demás reencarnaciones que los precedieron, los golpes de dos hermanos perduraron hasta este momento.
La técnica rayo que había podido desarrollar Sasuke al robar el chakra que Kurama había reunido para Naruto estaba por ser la causa de muerte del rubio cuándo su mente volvió aquella vez en el puente, cuando Sakura le dedicó una última mirada, su cuerpo había sido atravesado por ese jutsu, esto no terminaría así, pensó.
- Una y otra vez. Y otra. ¡Y otra, y otra, y otra, y otra! - grito con furia hacía Naruto quien había aprovechado anteriormente su guardia baja y lo había hecho volar de un golpe — ¡Déjate matar sin oponerte! — grito una vez más.
— Eso es imposible — declaró el ojiazul — porque soy el único...
El chidori volvió aparecer resultado del robo de chakra, entonces el Kyubi le otorgó a Naruto todo lo que quedaba en el para vencerlo. Un rasengan surgió como último contraataque hacía Sasuke, ambos avanzaban en el aire hasta impactarse el uno con el otro.
— ¿Morimos?
— Está sensación tiene que ser eso, ¿no?
Sus almas vagaban por lugares con gran significado para ambos, atravesaron escenarios tétricos de su infancia llenos de soledad y desolación.
Al estar en el limbo rememorando pasajes de su vida ambos se encontraron con un paisaje muy conocido, aquella primera vez que el equipo 7 trabajo en conjunto. Naruto moría de hambre y sus compañeros Sakura y Sasuke lo alimentaron, las almas de ambos veían la escena recordando a su compañera quien sonreía en aquel momento, su vista no reparaba en otra cosa que no fuese ella, el viento movía su exótico cabello color rosa, mientras las hojas de los árboles se enredaban en su cabellera , ella reía mientras esto pasaba.
Un dolor sellado en el corazón de Sasuke se despertó, el recuerdo de su compañera, su amiga, la persona que estuvo ahí en los momentos dónde más necesito a alguien solo era un recuerdo del que huía todo el tiempo, pero ahora, la vida lo arrastraba a recordarla. El escenario cambio para él, cada momento compartido con Sakura Haruno fue visto nuevamente, pero ahora como una tercera persona en la situación, viendo cómo fue tan tonto como para dejarla, su corazón se hizo añicos. No sabía lo que seguía, no sabía que pasaría después de la muerte, no creo ir a dónde ella está, simplemente no lo merezco, pensó. Pero vaya que desearía verle al menos una última vez.
Por otro lado, Naruto pasaba por algo similar, recordó todo momento con ella, recordó su risa y el toque de sus manos cuando curaba de el en las misiones, eran tan suaves y cálidas, el desearía poder sentir esa sensación al menos una última vez.
Sakura-chan, quiero acompañarte a dónde estás, quiero abrazarte de nuevo y estar contigo en la eternidad, pero aún no puedo seguirte, tengo que al menos cumplir algo de lo que alguna vez te dije, lamento no poder ir en este momento, pero he de terminar con todo esto, pensó.
Fue cuando un dolor se instaló en su cuerpo y despareció de ese limbo dónde se encontraba, por otro lado, el joven Uchiha permanecía desecho por el mar de recuerdos con Sakura, el panorama siguiente pareció ir de uno terrible a uno aún más doloroso que el anterior, su familia, Itachi, Mikoto, Fugaku y, para terminar, el enfrentamiento y despedida con su hermano.
— Nii-san, pronto nos veremos...
Su voz se desvaneció y lo que pareció para el cómo un siguiente paso hacía la otra vida, solo fue un golpe repleto de karma porque seguía vivo cuando despertó.
— ¿Dónde estamos? — pregunto el rubio
— Parece que nos quedamos dormidos hasta la madrugada.
— Hmp
— Lo reconozco, me derrotaste — hablo el pelinegro después de un rato.
— Esto no se trataba de perder o ganar, si no de regresarte a la realidad.
— Preferiría estar muerto a volver a esto — su voz se quebró — lo siento por todo. Naruto, quisiera que ella estuviera aquí para decírselo.
— Lo sé, yo también pensé muchas veces en morir en vez de vivir en un mundo sin ella — suspiró — me la imaginó mirando la pirotecnia en la feria de la aldea con flores en el cabello y una yukata roja — dijo con voz quebradiza — Si alguna vez me hubiera casado, la habría elegido a ella, porque siempre fue ella.
Las lágrimas de ambos escurrieron de las comisuras de sus ojos, Naruto notó como el pelinegro se volteó para que él no lo notará pero ya era tarde, aunque lo comprendía, imposible no llorar. Él sabía que Sasuke se sentía igual por Sakura, siempre fue más discreto con respecto a sus sentimientos por ella pero el lo notaba, cuando el caminaba cerca de ella o cuando se lastimaba a propósito con tal de que ella lo curará, las veces que le miró con recelo mientras él hablaba con ella, nada había pasado desapercibido para él.
Las últimas palabras de Naruto habían sido como una daga en el corazón, él también quería a Sakura, aunque suene absurdo tras haber hecho lo que hizo, él le quería. Sin embargo, en el momento de la desgracia, no era el realmente, aunque no se justifica, sabía lo que había hecho, fue por eso que Naruto no decidió acabarlo, que peor castigo que vivir con todo lo que hiciste.
De vuelta en la aldea
El héroe de guerra, Naruto Uzumaki. Habían pasado meses desde el término de la guerra, él era la celebridad entre las aldeas y recibía visitas todo el tiempo, aunque una vez dado de alta de la clínica su primer paradero fue el lugar de descanso de Sakura, a quien contó todo.
— Sakura-chan lo hice — una sonrisa melancólica se formo en su cara — traje a Sasuke de vuelta a la aldea, el, el esta en prisión pagando por todo, es algo definitivo que el se quede ahí, creo que es lo justo — declaró — por cierto, empezare mis estudios para seguir ascendiendo en los rangos ninja, estudiare mucho, tanto como tu lo hacías, no te decepcionare esta vez, de veras.
Las lagrimas eran incontenibles, tuvo que limpiarlas con la manga de su chamarra para que después no se notaran en sus mejillas.
— Hola — escucho detrás de el — perdón por interrumpirte Naruto, siempre vengo a verla a estas horas — la rubia sonrió para el cuando sus miradas se encontraron. Ino coloco las flores en los pequeños floreros destinados a Sakura — la extraño mucho — declaró con cierto quiebre de voz.
—Yo también, todos los días pienso en ella — confeso el rubio
Ambos se hicieron compañía durante un buen rato frente de la lapida sin decir nada, contemplaron el atardecer y luego partieron a sus casas.
— ¿Qué pasara con él? — pregunto Ino mientras caminaban a casa.
— Kakashi dijo que pasaría años en prisión, luego, no lo sé...
— Mi deseo es que se arrepienta el resto de su vida — confeso, a lo que Naruto le miro entendiendo su dolor — él se arrepintió ¿no es cierto? ¿el lloro?
— Si, si lo hizo, nunca le vi hacerlo hasta ese momento.
Un camino de redención
Había pasado dos años en prisión hasta que su ayuda fue requerida, si bien ya no había que temerle la gente le despreciaba, le miraban con asco o miedo, como si de una cucaracha se tratase. Custodiado por shinobis de la prisión entro a la oficina del Hokage donde se encontró con los 9 de Konoha, los grilletes y sellos que lo ataban fueron quitados por ordenes de Kakashi.
— ¿Es necesario que el vaya? — hablo la Quinta quien veía con desprecio al pelinegro.
— El problema de esta misión radica en genjutsu, nadie mejor que el para el trabajo.
— Esto es asfixiante Rokudaime, me voy — hablo Tsunade — Y recuérdale al Uchiha que si nos vuelve a traicionar, personalmente me haré cargo de su deceso — declaró antes de salir de la oficina.
No había nada que decirle, Sasuke había escuchado todo.
— Bien todos aquí están al tanto de la situación menos Sasuke, ten —entrego un pergamino al Uchiha — ahí viene toda la información sobre lo ocurrido, se que sabes que hacer, los demás, Ino-Shika-Cho, trabajaran con las mentes de los enfermos y crearan una estrategia del cómo dar con los responsables, lo harán una vez que Hinata y la Quinta hayan logrado curarlos, Naruto tu tienes tus misiones, Tenten, Rock Lee, Kiba, Shino, necesito su apoyo en las fronteras para detectar casos de nuevas bombas humanas.
Todos salieron del despacho del Rokudaime excepto el pelinegro y el rubio.
— Kakashi-sama... — hablo Naruto — ¿Y el que hará?
— No me digas así — corrigió — y el irá solo, es su oportunidad para demostrarnos que tanto a cambiado, ¿o no Sasuke?
El nombrado hizo un gesto con la cabeza afirmando las palabras de Kakashi.
— Bien, dicho esto, Naruto necesito que te retires — el rubio salió a regañadientes de la oficina dejándolos solos — aparte de lo que dijo la Quinta quiero decirte que me estoy jugando la vida en esto, si hubiera alguien más con tus características como shinobi seguirías en prisión, pero tú eres el adecuado para el trabajo, así que te pido que no lo arruines esta vez.
Posteriormente la misión fue explicada con más detalle hacía el joven Uchiha, quien fue provisto de su catana, algo de ropa y provisiones, emprendió su camino no sin antes pararse frente a la lapida de su antigua compañera. Su corazón latió rápido y un nudo se formo en su garganta cuando leyó el grabado de su nombre, Sakura. Se arrodillo frente a ella y toco las letras con su pulgar.
— Perdóname — hablo — la vida no me alcanzará para arrepentirme lo suficiente, pero te prometo no volver hacer locuras. Naruto me a mostrado el camino, viviré para velar por la aldea y peleare cuando sea debido, no volveré a fallarte.
Con aquella promesa Sasuke Uchiha partió a su primera misión luego de años, esta era su oportunidad para regresar algo de lo mucho que hizo.
Esta historia es propiedad de nastyjaeger, no copies ni resubas.
Los personajes son enteramente de Masashi Kishimoto
Publicado : 13 - Ago - 21
Sigueme en Wattpad como: @nastyjaeger
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cristinableunoir · 3 years ago
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Eremika Spanish Week. Día 5: GothEren x NormieKasa💘
- Eh, tú, rarito -con pereza, Eren levantó la vista del libro que estaba leyendo. Mikasa estaba frente a él y aunque se veía tan alta e imponente como siempre parecía avergonzada de tener que hablarle a pesar de que estaban solos en el aula-. Necesito que me hagas un favor -pronunció la última frase con un murmullo, incapaz de mirarle a los ojos.
¿Mikasa Ackerman? ¿Pidiéndole un favor a él? Eren se sacó la piruleta que tenía en la boca antes de responderle, pero no alteró en nada su postura. Estaba echado en la silla del pupitre, con los pies estirados sobre la mesa.
- Si necesitas que haga algo por ti podrías empezar por no llamarme "rarito", digo yo -se volvió a meter la piruleta en la boca, con la vista fija en su compañera de clase. Tiempo atrás Mikasa y él habían sido inseparables pero aquello parecía casi otra vida comparada con la relación que habían tenido los últimos siete años.
Mikasa le atravesó con la mirada. Tenía los ojos intensamente grises, tan oscuros que parecían negros, como su pelo liso. Llevaba puesta una diadema roja, una falda escocesa también roja, una blusa blanca y un chaleco de lana negro y rojo con el emblema del internado en el pecho. Los calcetines blancos le llegaban hasta las rodillas y los zapatos eran unos mocasines negros con tacón. A pesar de ser alta, a Mikasa le gustaba usarlos. Ella era una princesa de luz, y Eren era su opuesto. Él también tenía que usar el uniforme del internado, que eran unos pantalones igual que la falda de la chica, una camisa blanca y el chaleco (que Eren se negaba a ponerse) podía ser intercambiado por una americana así que eso era lo que llevaba. La chaqueta y la camisa las llevaba remangadas hasta los codos, fuese invierno o verano, botas con chapa, uñas pintadas de negro, los dedos y las muñecas llenos de anillos de plata y pulseras de cuero, un choker negro en el cuello y los ojos delineados con lápiz negro. Tras sopesarlo un segundo, Mikasa cogió una de las sillas y se sentó frente a Eren, plisando su falda con estilo.
- Eren, tú y yo no somos exactamente amigos... -esa frase le había dolido más que cualquier apodo o mal comentario. Eren aún conservaba un muñeco de él que Mikasa le había hecho a mano a los diez años. El último regalo que ella le había hecho.
- ¿Ah, no? -murmuró con la piruleta metida en la boca.
Mikasa frunció los labios antes de continuar:
- No te lo pediría si no estuviera realmente desesperada -Eren mantuvo la boca cerrada, mordisqueando el palillo de la piruleta entre los dientes y los brazos cruzados sobre su pecho-. Jean y yo hemos roto -Eren enarcó una ceja, no era una noticia nueva, se había enterado hacía un mes de eso-; pero él aún quiere volver conmigo -continuó-, y por eso mismo me está... -hizo una incómoda pausa- digamos que tiene algo mío, algo comprometedor.
- Comprometedor, ¿cómo? -insistió.
- Comprometedor, no te incumbe saber más -contestó cortante.
- No serás nudes y fotos guarras tuyas, ¿verdad? -Mikasa no contestó, en cambio desvió la mirada a otro lado.
A Eren se le cayó el palo de la piruleta que se estaba comiendo cuando abrió la boca por la impresión.
- Vamos, no me jodas, -cambió enseguida de postura, bajó los pies de la mesa y se inclinó hacia ella- Mikasa -siseó su nombre con indignación-. Pero, ¿Cómo se te ocurre? ¿Es que estás tonta o qué? -masculló.
Mikasa le atravesó con la mirada de tal manera que Eren supo que se había pasado. Si cualquier otra chica hubiese acudido a él contándole ese problema, él lo último que hubiera hecho habría sido juzgarla como lo estaba haciendo con ella en ese momento. Pero es que no podía evitarlo. Estaba enfadado.
- Lo siento -murmuró, y se sentó de manera correcta en la silla.
- Aceptaré que me llames puta mientras prometas ayudarme y guardar el secreto.
Eren giró la cabeza con brusquedad hacia Mikasa. Aquello sí que le había dolido, más que el que no lo considerase su amigo, más que el que lo llamase friki, vampiro o rarito. Más que echarla de menos. ¿Quién coño se habría atrevido a llamarla así nunca? Eren no era violento pero hubiera matado al que fuese en aquel momento si se enteraba.
- Oye, si no vas a ayudarme...
Eren se levantó de su asiento antes de que ella terminase la frase y comenzó a guardar todas sus cosas en la mochila. Mikasa tomó aire por la boca, tratando de no llorar, Eren era su última esperanza pero si no iba a ayudarla tampoco, pues...
- Invítame a comer -le contestó Eren. Mikasa alzó la vista para mirarle, tenía los ojos profundamente verdes y enmarcados con lápiz negro-. Algún pago tendrás que darme por mis servicios, ¿no? -Mikasa parpadeó, ¿iba a ayudarla?-. Cómprame una empanada, de verduras o de lentejas, de atún si no tienen, estoy dejando la carne -se echó la mochila al hombro- Te espero en el jardín de las estatuas, ahí nunca viene nadie.
Mikasa le miró salir del aula, aún quedaban dos clases más pero parecía que Eren se iba ya. Iba a ayudarla... no podía creérselo, iba a ayudarla. Mikasa ya no pudo contenerse más y rompió a llorar. Estaba segura de que la iba a mandar a la mierda, en cambio... iba a ayudarla. No podía creérselo. Eren siempre había sido una gran persona.
🎓🎓🎓
Eren estaba en el jardín de las estatuas, frente a la estatua de los nenúfares. Estaba intentando dibujar en vivo una réplica de la estatua de una ninfa en el lago. Era bueno encuadrando, aunque tenía que seguir practicando las formas. Mikasa le lanzó una bolsa de papel con tres empanadas, una de cada una de las cuales le había pedido.
- Tu pago, rarito.
- ¿Piensas que comenzaré a caerte bien de nuevo si me llamas por mi nombre? -Eren abrió la bolsa y sacó la empanada de lentejas primero, la partió por la mitad y le ofreció la otra mitad a la chica, la cual rechazó el ofrecimiento con cara de asco.
- Eres un friki -le contestó.
- Y tu una amargada -contratacó, dándole un bocado a la empanada.
Mikasa le atravesó con la mirada pero no dijo nada. A Mikasa le fastidiaba admitirlo; Eren le parecía jodidamente guapo a la luz, incluso con esas pintas... no, especialmente con esas pintas. Tenía el pelo castaño liso, la piel morena, los ojos grandes y bien delineados, las facciones finas y dulces a pesar de ser un chico. Sus dedos también eran largos, y habilidosos por la forma en que sostenía la empanada con el índice y el corazón en la mano izquierda y con la derecha sacaba el portátil de la mochila y lo encendía. Abrió el buscador y se metió a un servidor que Mikasa no conocía, todo lo tecleó con una sola mano mientras con la otra comía. En cuestión de segundos unas letras verdes con varios espacios aparecieron en la pantalla. Mikasa se había quedado a cuadros. Sabía que Eren era bueno con la informática, pero es que la había sorprendido.
- Escribe el correo del cara caballo de tu novio -le pasó el portátil.
- No es mi novio -le corrigió y le arrebató el portátil de un tirón
- Lo que tu digas, Grumpy Cat -terminó de comerse la empanada y continuó con la de verduras.
- Era la primera vez que lo hacía -murmuró mientras intentaba dejar de temblar y escribir el maldito correo-.
- No te lo he preguntado -contestó Eren con indiferencia, mientras se lamía la salsa del pulgar-. No me mires así, -los ojos almendrados de Mikasa eran una fina línea- oye que no te estoy juzgando, ya está, cometiste un error. El amor nos vuelve estúpidos.
Mikasa evitó decir nada más. Le dio el portátil de un empujón mientras le seguía atravesando con la mirada. Eren suspiró, y cogió el ordenador. Habría ayudado a cualquier chica que se lo hubiera pedido si le venía con esa situación, pero cuando Mikasa le habló de frente después de tanto tiempo, el corazón le dio un vuelco muy fuerte, no podía negarlo, no tenía sentido.
- Esto... -murmuró-, no puedo entrar. Es un correo del internado, tiene cortafuegos.
- Estarás de coña, -la voz de Mikasa fue acero puro-. ¡Menudo inútil! -suspiró.
- Oye, tampoco te pases insultándome, que no soy Lisbeth Salander.
- Pues cualquiera lo diría con las pintas que tienes -gimoteó, mientras se revolvía el pelo negro y lacio y se escondía la cara entre las manos.
Eren no pudo evitar una sonrisa pequeñita porque había pillado la referencia a Salander. Aunque no le gustaba verla sufrir así, y no era mentira que no podía colarse en el servidor del internado, sólo sabía un par de truquillos de informática pero no era experto.
- Oye, Mikasa...
- Déjalo, Eren -le interrumpió- te agradezco el intento igualmente.
Mikasa se levantó para irse y Eren no tardó en guardar el portátil e ir detrás de ella.
- ¡Mikasa, espera!
🎓🎓🎓
- Eren ya te he dicho que no, -contestó tajante- no voy a dejar que vayas tú solo y me veas desnuda por muy gay que seas.
Eren se atragantó con el mordisco de la manzana verde que se estaba comiendo. Él y Mikasa habían pasado la tarde entera juntos escondidos en el jardín, como cuando eran pequeños. Eren tenía una idea para entrar al cuarto de Jean, abrirle el portátil y borrar todas las fotos que él tuviera de Mikasa.
- Espera ¿qué? -consiguió decir después de estar tosiendo un rato- ¿crees que soy gay? pero... ¿por qué?
- ¿No lo eres? -inquirió con una sonrisa traviesa.
- No -contestó él, tajante-. ¿Qué te hace pensar que lo soy?
Mikasa se encogió de hombros, intentando no reírse.
- Llevas más lápiz de ojos que yo -contestó aún conteniendo la risa.
- ¿Y eso qué tiene que ver? -se señaló a si mismo-, todo esto es tendencia.
- Sí -respondió, mirándole de arriba a abajo- tendencia a la gilipollez.
- ¿A que te ayudas tu solita, guapa? -la amenazó.
Mikasa le atravesó con la mirada, no toleraba bien las amenazas pero debía de claudicar y admitir que se estaba pasando con él. Eren estaba tratando de ayudarla, estaba siendo muy amable con ella de hecho, lo mínimo que podía hacer era tratarle con educación. Él estaba sentado contra el tronco del árbol que les daba sombra sobre la manta rosa. Se había quitado las botas y los calcetines igual que ella sus mocasines. Era como haber retrocedido en el tiempo, cuando las apariencias no importaban y Eren jugaba a las muñecas con ella por tal de hacerla feliz o veían anime juntos en la televisión cada tarde como a él le gustaba hacer.
- Bueno, si no eres gay peor me lo pones. No pienso dejar que me veas desnuda y te comiences a pajear con mi imagen.
Eren volvió a atragantarse con el pedazo de manzana verde que se estaba comiendo, esta vez tuvo que incorporarse del árbol porque se estaba poniendo más rojo que un tomate.
- ¿Qué? -tosió de nuevo- no pienso pajearme con nada tuyo pero qué... cochina que eres, dios mío -el color subió enseguida a las mejillas de Eren. No podía asegurar si por vergüenza o porque se había atragantado pero Mikasa disfrutó de esa imagen.
Desde que eran pequeños había sido bastante tímido, eso lo recordaba bien.
- Ya es la segunda vez que te atragantas, ¿no crees que esa manzana está demasiado ácida para ti?.
El tono de Mikasa era burlón pero Eren lo supo encajar bien. Dio otro mordisco a la manzana, esta vez más grande que el anterior, y masticó pausadamente sin dejar de mirarla a ella, como si fuera la cosa más interesante del mundo.
- Es que me va lo ácido, se ve -contestó enarcándole una ceja.
Mikasa le dedicó una pequeña sonrisa de suficiencia sin embargo cambió de posición a una más formal, con una pierna apretada y cruzada sobre la otra y desvió la mirada hacia el resto del jardín. Estaban tumbados debajo de la sombra de un árbol, sobre una manta rosa. Hacía años que Mikasa no hacía nada parecido. Antes lo hacía siempre con Eren, pero cuando comenzó a crecer su madre comenzó a insistirle en que no podía estar tanto al sol pues su piel era demasiado pálida y delicada como para exponerla, se le estropearía, tendría envejecimiento prematuro, le saldrían incluso pecas. Un horror. A Eren el sol parecía no importarle, el sol parecía adorarle de hecho, siempre tenía la piel dorada, incluso en invierno.
- Entonces -el chico rompió el silencio y Mikasa giró la cabeza para mirarle, tenía las piernas cruzadas y estaba apoyando sobre las palmas de sus manos hacia atrás- ¿qué piensas hacer?.
🎓🎓🎓
Finalmente y tras insistir dos días seguidos, Eren había logrado que Mikasa confiase en su plan de entrar al cuarto de Jean y borrar las pruebas directamente desde ordenador de su ex. Él prefería hacerlo solo pero ya ella le había advertido por activa y por pasiva que eso no pasaría y Eren la creía. Fijaron la noche en que entrarían al cuarto de Jean en la noche de los fuegos, cuando todos estuvieran reunidos en el patio, en torno a las fogatas y tirando sus deseos para quemarlos en la noche del solsticio de primavera, Eren y Mikasa estarían en su misión secreta.
La habitación de Jean era la 104 un número simple como el mismo ocupante. Las cerraduras eran muy fáciles de abrir con ganzúas de principiante, nadie esperaba que en un internado tan pijo alguien fuese a robar o a saberse saltar una cerradura. Eren sabía, más o menos. Mikasa le metía demasiada prisa y se ponía nervioso.
- Vamos, Lisbeth -Mikasa le daba pequeñas palmadas en la cintura a Eren para apresurarle, no estaba funcionando.
- Dame un momento, no me pongas más nervioso -finalmente la cerradura cedió y ambos pudieron respirar-, ¿has visto, Mikael? -Mikasa le empujó hacia adentro en respuesta mientras Eren se quejaba de la sensibilidad de su cuerpo y la necesidad de que ella lo tratase con cariñito.
La habitación de Jean estaba algo desordenada, libros por el escritorio, ropa por el suelo, la cama al menos estaba hecha y porque el servicio de limpieza iba incluido en la cuota que pagaban sus padres al internado. El portátil estaba sobre el escritorio, abierto.
- Tendrá contraseña -le advirtió Mikasa cuando Eren se sentó a la silla y encendió el ordenador.
- ¿Qué va a tener el cara de caballo ese? -siseó y tecleó 1-2-3-4. No era esa-: Mierda -rumió.
- Te lo dije. Jean es gilipollas no tonto.
Eren frunció los labios pero no dijo nada. Se hubiera jugado el riñón derecho a que era esa, probó de nuevo esta vez con el mismo código pero al revés y... bingo. Eren sonrió con suficiencia, si es que muy complicado tampoco podía ser tratándose de Jean, que bien podía ser de los primeros de la clase pero eso no te hacía ser especialmente avispado. Mikasa puso los ojos en blanco y le arrebató el portátil.
- Sigo sin querer que me veas desnuda -objetó.
Eren alzó las manos mientras ella le hacía a un lado con un movimiento de cadera y abría todas las carpetas inclinada sobre el teclado del portátil. La imagen de Mikasa, inclinada y sacando culo hacia atrás estaba poniendo un poquito nervioso a Eren, así que le cedió la silla para que se sentase y él se sentó en la cama, que daba con los pies justo delante del escritorio. La habitación de Jean era como la suya propia, pero en paralelo. La ventana de Jean estaba a la izquierda, la de Eren a la derecha y así toda la distribución, estaba todo como espejado. A su lado derecho estaba la mesita de noche, Eren sintió el impulso de abrirla pero se arrepintió, tenía la sensación de que encontraría condones y lubricante. Menudo asco le entró de repente.
- Aquí no hay nada -siseó Mikasa, frustrada.
Eren se mordió los labios, pensativo. Al entrar se había dado cuenta de que junto al escritorio había un zapatero y justo encima de ese zapatero, estaba el aire acondicionado. No podía ser tan rematadamente tonto... ¿verdad? Por probar no perdía nada. Se subió al zapatero y alzó la mano por encima del aparato de aire acondicionado.
- ¿Pero qué haces, Eren? -siseó- baja de ahí que vas a dejar huellas.
Pues efectivamente, Jean podía llegar a ser así de simple, incluso estando de los primeros a nivel académico de la clase. Tras bajar Eren del zapatero lo hizo con un mini disco duro multimedia de almacenamiento, clablecito incluido.
- Me juego un riñón a que las tiene aquí -la sonrisa de Mikasa le iluminó la cara, incluso hizo ademán de abrazarle.
Lógicamente el abrazo no sucedió, eso hubiera sido pedir demasiado. Tampoco es que Eren esperase agradecimiento o afectividad de su parte, Mikasa no le debía nada y él no hacía aquello esperando nada a cambio. Lo hacía primero porque ayudar a alguien en la situación de Mikasa era lo correcto y después porque... le era imposible no ayudar a su querida amiga de la infancia aunque ya no fuesen más amigos. Se volvió a sentar en la cama, desde hacía un rato tenía la sensación de que la habitación de Jean olía raro... estaba deseando largarse de allí aunque esa fuese a ser la última vez que Mikasa le hablase. Había estado bien volver a juntarse con ella esos dos días, seguía habiendo esa química entre ellos aunque su morenita lo negase. Se sacó un chupachups del bolsillo y se lo llevó a la boca cuando escuchó un sollozo de Mikasa, se levantó corriendo para ir a ver qué le pasaba.
- Mikasa, ¿qué...? -pero no hizo falta que ella le respondiera porque lo estaba viendo él mismo en la pantalla del ordenador.
Lo que Jean tenía en el portátil no eran sólo fotos de Mikasa, sino también vídeos de ella con él en la cama y no era la única que salía en las miniaturas, tenía vídeos con casi todas las chicas del internado. A Eren se le revolvió el estómago, ¿cómo se podía ser tan cerdo de tratar así a las mujeres? Eren borró todas las fotos y vídeos pulsando dos botones del teclado pero Mikasa seguía llorando.
- ¡No los borres! -le gritó, agarrándole por la pechera de la camisa-, recupéralos, -siseó, aún tenía marcas de lágrimas en los ojos pero más parecía en ese momento que fuese a matar a alguien de manera lenta y dolorosa que no a derrumbarse y hacerse bolita en el suelo con el corazón roto- quiero ver con cuántas más se ha acostado además de conmigo, quiero ver... -masculló, estaba temblando de puro coraje.
Eren la agarró con fuerza por las manos que agarraban a su vez la pechera de su camisa, mirándola a los ojos, no se apartó de ella, tampoco alejó sus manos de él. La ira en los ojos de Mikasa pareció disminuir, pero no soltó a Eren de la camisa, ni él hizo ademán de intentar que ella le soltase. Tras unos segundos Eren aflojó el agarre y comenzó a deslizar sus manos por las muñecas de Mikasa, siguió por los brazos hasta los hombros. Mikasa tenía los brazos tensos, fuertes, y seguía sin soltarle.
- Mikasa -murmuró y entonces ella le colocó la frente sobre su clavícula.
Eren quedó completamente rígido, no sabía cómo debía de actuar en ese momento, ¿estaba bien si la abrazaba?. Le colocó una mano en la cabeza y otra en la espalda. Mikasa no se alejó de él, notó su pelo en la mejilla, olía a almendras. Estaban tan cerca que respiraban el mismo aire, ella susurró su nombre, despacio, como si acariciase cada letra con la lengua. Recordó el rostro de la Mikasa niña riendo, poniéndole flores en el pelo y llamándole príncipe de las flores. Eren hizo ademán de decir algo pero calló enseguida cuando escucharon voces en el pasillo, la voz de Jean concretamente.
- Mierda -masculló.
Mikasa reaccionó en una fracción de segundos, aún tenía agarrado a Eren por el cuello de la camisa y tirando de ahí lo empujó y lo tiró a un costado de la cama. Eren se dio un golpe en el hombro con la mesilla, pero se aguantó el grito de dolor mientras Mikasa lo pateaba para que se metiese debajo de la cama. Ya se había hecho un plan preconcebido de lo que la chica pensaba hacer y si no fuera porque corría el riesgo de que lo expulsasen...
- Hazme hueco, imbécil -rumió la chica, mientras se arrastraba por el suelo junto a él.
Eren no entendía lo que estaba pasando, Mikasa se iba a meter con él debajo de la cama, pero... él ya había creído que su papel sería meterse debajo de la cama mientras ella distraía a Jean y... pero eso no pasó. En la cama no cabían los dos si no se pegaban demasiado, por lo que Mikasa tuvo que acoplarse al cuerpo de Eren por completo, le tapó la boca con la mano y entrecruzó las piernas con las del chico. Eren tenía el muslo izquierdo de Mikasa en la cadera y el derecho entre las piernas. Se quería morir allí mismo, Mikasa tenía el interior de los muslos muy cálidos. Aún tapándole la boca, Mikasa se pegó más a él. Eren le rodeó los hombros y la abrazó, notó sus pechos al abrazarla, su olor se intensificaba. Notó su aliento jadeante en la cara, seguía colorada y el corazón le iba a mil por hora. A él también, no lo iba a negar y no solo por la adrenalina de haber corrido así. Jean entró tres segundos después, arrastrando los pies y con una risa melodiosa que le resultaba familiar a Eren. La risa era de Pieck Finger de la clase B.
- Venga, pasa -por la voz de Jean se veía que estaba sonriendo, encendió la luz de la mesita de noche que era de color naranja. A gusto de Eren eso sólo le daba un ambiente aún más putero a la habitación.
Mikasa se tensó de repente entre sus brazos. Aún tenía restos de lágrimas y el rímel algo corrido. Sin poder evitarlo Eren le enjugó una lágrima de la mejilla para sorpresa de él, ella no le rechazó ni le apartó la mano de hecho aún le tapaba la boca con la suya.
- ¿Te gusta jugar duro, Kirschtein? -ronroneó Pieck y entonces ambos chicos notaron cómo la cama que tenían encima cedió bajo el peso de Jean y Pieck, oprimiéndoles aún más.
Eren no podía creerse que fuese a oír en primicia cómo Jean se follaba a Pieck de la clase B en su puñetera cama, es que no podía creérselo, estaba ojiplático del horror. Mikasa en cambio no había mostrado ninguna otra reacción que no fuese una fría y helada calma asesina. Seguía tampándole la boca a Eren con la mano, este intentó zafarse de ella pero tampoco quería moverse demasiado. Únicamente le quedaba respirar y rezar para que todo pasase pronto, porque como tuvieran que pasar la noche ahí... Quizás Jean se quedaría dormido nada más terminar, o terminarían y se irían. Eren no tenía muy claro cómo iban esas cosas de quedarse a dormir después de echar un polvo, él nunca lo había hecho. Mikasa se removió un poco, apegándose más a él. La falda se le había subido demasiado, tenía los muslos expuestos, y le pegaba la entrepierna contra el suyo, el centro del cuerpo de Mikasa desprendía un calor agradable y delicioso, estaba como húmedo ahí abajo. Quizás por el roce de los muslos al tenerlos Mikasa tan juntos al andar, o porque las chicas siempre eran cálidas y húmedas en su zona íntima por naturaleza. Decían que tenían un olor diferente al de un hombre, más suave, más salado, no olían como el semen al eyacular y era mucho más cálido y suave. Seguramente la sensación era muy dulce, cuando una chica te tocaba, te besaba, te recibía dentro de ella, envolvía sus piernas en tus caderas y te decía que te quería y que le gustabas tal y como eras... Seguramente Mikasa era así en la cama, la conocía bien, podía llegar a ser terriblemente dulce cuando quería y su olor, comenzaba a tener su olor pegado en todas partes. Y no precisamente el de su piel. Eren no pudo evitar un cosquilleo en la parte baja del vientre, no podía ser, que se le estaba despertando... Si es que ¿Cómo se le ocurría? Era un cerdo, en la situación en la que estaban y él pensando en tener a su amiga debajo de él.
Piensa en Jean se dijo, sí, eso es: seguro que Jean era un eyaculador precoz, duraría dos minutos con Pieck, a lo mejor incluso le daba un gatillazo... Eso sería buenísimo, a su edad y con problemas en ese ámbito, ya le jodería a él. Eren no pudo evitar una risilla de pensarlo, Mikasa le atravesó con la mirada en ese momento y justo al reajustar un poco la postura notó la erección de Eren. El chico se dio cuenta de que ella se había dado cuenta por la cara de horror que puso y porque le dio un manotazo en el pecho mientras gesticulaba insultos que iban desde pedazo de puerco a cerdo pervertido y pasando obseso del sexo.
Eren intentó controlar a Mikasa, explicándole que no era lo que parecía pero sin poder hacer ambos el más mínimo ruido, pues era complicado. Finalmente Eren optó por abrazarse a Mikasa como antes, ella al principio se revolvió hasta que quedó debajo de él y ahí dejó de hacerlo. Eren se apartó un poco, asustado pues posiblemente le había hecho daño, al intentar incorporarse se dio contra el somier de la cama, seguía muy pegado a Mikasa, demasiado. Mikasa había abierto las piernas de par en par, tenía las rodillas flexionadas hacia arriba y casualmente, él estaba en medio. Se habían dado la vuelta y él había quedado encima. ¿Desde cuándo era ella tan flexible? El primer botón de la blusa se le había desabrochado en el forcejeo, pero la diadema roja seguía en su sitio. Mikasa le miraba con los labios entreabiertos, estaba tan, pero tan sexy así... dios, era un cerdo. Intentó apartarse de encima de ella, rodar como pudiera pero Mikasa se lo impidió interponiéndole la pierna. Luego le cogió la cara y le hizo inclinarse hasta que juntaron sus bocas. Un beso. Eren recordaba haber besado antes a alguna chica pero... Mikasa le había agarrado el labio inferior, Eren no supo qué hacer, simplemente abrió la boca y dejó que la lengua de Mikasa chocase con la suya. Las manos de su amiga comenzaron a bajarle por el pecho, notó las yemas de sus dedos en los pezones por encima de la camisa, hasta que sus suaves y delicadas manos le tocaron en la entrepierna. La erección ya le había desaparecido, por suerte, sin embargo eso a Mikasa no pareció agradarle. Frunció los labios y apartó las manos de él, como si de repente le diese asco. A Eren el mundo se le cayó a los pies en ese momento.
- Se han ido -murmuró Mikasa. Eren ni siquiera se había dado cuenta de que estaban solos en la habitación de Jean.
¿Tanto tiempo había pasado? ¿Habían llegado a hacerlo Jean y Pieck? No se había enterado de nada, había estado tan perdido en su fantasía que ni idea tenía. Mikasa se escabulló por el lado contrario al que habían entrado y salió de debajo de la cama, Eren rodó como pudo para seguirla mientras la llamaba por su nombre en los pasillos. La siguió hasta su dormitorio, en el ala de las chicas, donde se suponía que los chicos no podían entrar.
- Mikasa, por favor -suplicó Eren, intentando hacer que no le cerrase la puerta del cuarto en las narices.
- Eren, déjame en paz que ya bastante he hecho el ridículo por esta noche, ¿quieres?
- Pero, ¿Qué dices de ridículo, mujer? -murmuró, con el pie en la puerta para que ella no la cerrase-. Oye, te prometo, te juro que no te voy a tocar ni un pelo, -susurró-. Yo... sólo quiero no perderte más. Eres mi amiga -continuó- desde que éramos pequeños eras mi mejor amiga y estos días que hemos pasado juntos, me he dado cuenta de que sigues siéndolo. Aunque yo sea un cerdo que se excita cuando te tiene cerca, es que no he podido evitarlo pero te juro que yo jamás...
Antes de que Eren pudiese completar la frase, Mikasa abrió la puerta y le miró con el ceño fruncido.
- Entonces, ¿antes no estabas cachondo por Jean?
- ¿Qué? -preguntó escandalizado-, pero si es pensar en él y se me cae el rabo a cachos, o sea... -imitó una arcada que hizo reír a Mikasa, una risa seria, quizás incluso poco sonora-. ¿Es que sigues pensando que me van los hombres o qué? -entró dentro del cuarto de Mikasa y cerró la puerta.
Los músculos de Mikasa parecieron contraerse, mas no dijo nada. Eren no se acercó a ella, prefería mantener las distancias.
- Yo... -comenzó-, antes tú -continuó, sin saber bien qué decir-. Es que antes me has pegado la entrepierna contra el muslo -sinceridad ante todo, otro camino no le quedaba- y estabas muy caliente, o sea tu cuerpo lo estaba y tu estabas tan cerca y me tocabas, me abrazabas, me he puesto a pensar en cosas y... -ni él mismo sabía cómo había acabado así.
- ¿Te has puesto así porque era yo o porque era una mujer y tú un hombre que dice que no es gay? -Eren abrió la boca para contestar pero antes de que pudiera decir nada Mikasa continuó-; ¿quieres hacerlo conmigo? o sea, ¿me deseas? -inquirió.
Eren suspiró, frustrado.
- No lo sé, Mikasa, yo... Sí -admitió-, pero es que te quiero, Mikasa, te quiero un montón y...
Mikasa no le dio oportunidad de terminar la frase, se acercó a él, le rodeó el cuello con los brazos y volvió a besarle. Eren no titubeó ni dudó, envolvió la cabeza y la cintura de su amiga y correspondió al beso, esta vez quería creer que tuvo menos torpeza al hacerlo. El proceso fue más o menos el mismo que antes pero sabiendo lo que se iba a esperar: la lengua de Mikasa, sus labios dominantes, dejó que le quitase la chaqueta de un tirón y también la camisa, de desabrochó el pantalón y justo cuando se lo iba a bajar todo de un tirón, Eren la detuvo.
- Espera, Mikasa -murmuró contra sus labios-, vas muy rápido. Yo nunca he hecho esto antes y quiero... disfrutarlo.
- Lo siento -suspiró contra su barbilla-, es que estoy muy nerviosa.
Eren negó con la cabeza, negándose a que se disculpara y le dio un beso en la frente. Mikasa cerró los ojos y le pidió a Eren que se sentase en la cama, él obedeció. Mikasa aún estaba completamente vestida, así que comenzó por quitarse el jersey delante de Eren, lo dejó doblado sobre el respaldo de la silla de su escritorio y continuó con la falda. Desabrochó un botón y uno de los pliegues cayó, luego el otro y dejó que la falda cayera al suelo. Tenía las bragas blancas de Hello Kitty, igual no era el atuendo más sexy pero esperaba que Eren se centrase únicamente en su cuerpo que era delgado y atlético y no en su ropa interior. Se desabrochó la camisa y la tiró al suelo también. Eren la miraba embobado, el sujetador era de color rosa también y no iba a juego con las bragas pero al menos era bonito. A Eren le pareció una ropa interior muy bonita. Mikasa se quitó los zapatos e iba a quitarse los calcetines también pero Eren en un impulso le pidió que se los dejara, Mikasa tenía una imagen muy sensual con parte de su ropa puesta, los calcetines blancos hasta la rodilla y la diadema roja, Eren estaba descubriendo que le excitaba.
- Qué fetichista -Mikasa igual que una modelo en una pasarela y se sentó a horcajadas sobre Eren después.
- Yo... puede... -balbuceó-, ¿eso es malo? -ella negó con la cabeza.
- Me encanta, yo también lo soy -Mikasa le acarició el chocker que Eren llevaba en el cuello mientras él le acariciaba a ella los muslos, blancos y tersos. Ambos respiraron el mismo aire.
- No... no me gusta como en las películas -comentó-, no me gusta que sea brusco o que me pegues -¿pegarle? pero ¿qué cojones? cuánto mal había hecho el porno, fue lo que pensó Eren, pero no lo expresó en voz alta-. Me gustaría que me besases y que me tocases con suavidad -Eren tragó saliva, asintiendo, él también quería eso-, que seas cariñoso conmigo. Yo también lo... -su voz se fue apagando conforme acercó su boca al cuello, para besarle por encima del chocker que aún tenía puesto- seré contigo -continuó entre besos que subieron hasta su oreja y su mejilla.
El calor recorrió a Eren desde la rabadilla hasta las orejas. Subió las manos por encima de los muslos de Mikasa hasta sostenerla por la cintura, la atrajo más hacia si mientras ella le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
- Me encanta tu piel -gimió contra su oreja, mientras comenzaba a restregarse contra él-, es tan morena.
Eren no pudo evitar sonrojarse como un lelo, Mikasa nunca decía esas cosas, ni cuando eran pequeños. La recordaba siempre un poquito afilada, de corresponder cariños más que de darlos por iniciativa propia, ¿quién hubiera dicho que podía llegar a ser tan dulce? Eren dio la vuelta con ella aún encima de modo que Mikasa quedó tumbada sobre la cama y con él encima. Los pechos de Mikasa rebotaron al caer sobre el colchón, escapando un poco de la suave tela del sujetador, Eren debía de tener cara de idiota porque Mikasa sonrió y estiró los brazos hacia arriba, curvando el cuerpo hacia él. Eren no tenía muy claro qué hacer, ni por dónde comenzar siquiera.
- Tócame -le pidió Mikasa.
- ¿En dónde? -de perdidos al río, si iba a quedar como un tonto al menos la haría disfrutar.
- En donde más te guste.
Eren se humedeció los labios, pensativo. Aún tenía los muslos de Mikasa alrededor de las caderas, tal y como había fantaseado antes, daba menos calor del que había imaginado pero aún así el que daba era muy agradable. Con manos temblorosas le colocó los pulgares en las costillas y los deslizó por debajo del aro del sujetador. Sin quitárselo aún, comenzó a masajearle los pezones con la yema de los dedos, no se los había visto aún pero al tacto era pequeños y se ponían más y más duros conforme los tocaba. Mikasa se movió y con una agilidad que solo una chica podía tener, se quitó el sujetador, quedando totalmente expuesta.
- La tela me molesta cuando comienzas a excitarme así -le explicó, viendo la cara de desconcierto que Eren tenía-, puedes seguir, si aún quieres -murmuró.
Ella le había pedido que siguiera así que él lo hizo, algo bien tenía que estar haciendo, colocó ambas manos en sus pechos y comenzó a masajear conforme hacía su forma redonda. La piel de sus pechos era especialmente suave, no se privó de inclinarse y besarla también en las clavículas, el canalillo y los mismos senos en si. A Mikasa parecía agradarle, mientras ella enredó los dedos en su cabello, revolviéndole y masajeándole el cuelo cabelludo, era una sensación tan placentera y nueva para Eren que le arrancó gemidos. Continuó bajando hasta llegar a la cintura y las bragas, que aún las tenía puestas. La miró, pidiéndole su permiso, Mikasa asintió y Eren comenzó a bajárselas. Mikasa tenía las caderas redondeadas, ligeramente más pequeñas que los hombros, tenía la vagina depilada cosa que sorprendió muchísimo a Eren, no era que le importase, no tenía problemas con el vello.
- ¿Ocurre... algo? -murmuró la chica, incorporándose un poco.
- ¡No! -se apresuró a decir, todavía nervioso.
Mikasa se acercó un poco más a él y le dio un suave besito en los labios, luego le desabrochó el botón del pantalón del uniforme y tiró de él hacia abajo, calzoncillos incluidos. Eren quedó completamente desnudo, excepto por el choker y el lápiz de ojos que llevaba. Mikasa le miró entero y sin reparos, el color subió por las mejillas de Eren. Mikasa le sonrió estirando los labios, era una de las sonrisas más dulces que Eren le había visto jamás, ella le agarró por las mejillas y le atrajo hacia él, volviéndole a besar esta vez con mayor lentitud que antes. Mikasa besó los labios de Eren despacio, con lentitud, como si estos fueran de azúcar y fuesen a deshacerse con el roce de su lengua. Sus labios no sabía pero Eren sí que se iba a derretir si ella seguía haciéndole eso.
- ¿Quieres ponerte encima o debajo? -le preguntó mientras pasaba los besitos a su mentón.
- ¿Debajo? -preguntó más que afirmó-, si me pongo encima de ti te puedo hacer daño, ¿no?
Mikasa sonrió, negando con la cabeza.
- Tu nunca me harías daño, bobo -le aseguró-. Túmbate.
Eren tragó saliva y se tumbó quitándose los calcetines, en Mikasa podían quedar muy sexys pero en él no estaba seguro. Mikasa sonrió cuando le vio hacerlo pero no dijo nada, ambos estaban bastante nerviosos ya. Eren se tumbó en la cama, desnudo cuan largo era y Mikasa se tumbó a su lado, él la abrazó y ella le acarició el pecho con la punta de los dedos hasta llegar a su entrepierna. Ahí agarró el falo y comenzó a masajearle. Eren se había tocado él mismo antes, pero la experiencia de hacérselo él mismo a que se lo hiciera otra persona era... totalmente diferente. Mikasa se incorporó y comenzó a darle besos que descendieron desde el esternón hasta su ombligo, mientras aún le acariciaba el pene.
- Mikasa, ¿vas a...?
- ¿Hacerte una felación? -un escalofrío recorrió a Eren, no sabía si estaba preparado para eso- No lo he hecho nunca, no sé qué tal me salga...
- Si tu me lo haces a mi, yo quiero hacértelo a ti también -se apresuró a decir. Mikasa ocultó una sonrisa, mordiéndose el labio inferior, Eren no había cambiado nada, seguía siendo aquel chico amable al que siempre estaba deseando ver-. Lo dejamos para más adelante entonces -Mikasa se movió y se colocó encima de él, volviendo a masturbarle.
Eren se mordió los labios un segundo antes de suspirar cuando Mikasa volvió a masturbarle, Eren se centró en su rostro, en sus ojos, la parte que más le gustaba de Mikasa era su sonrisa, su nariz pequeña y fina también le parecía preciosa, su pelo negro... y su sentido del humor. Eren se incorporó y tomó el mentón de Mikasa para besarla, él ya estaba totalmente excitado gracias a sus manos y a juzgar por la humedad que estaba notando sobre el abdomen Mikasa también tenía ganas.
- ¿Quieres...? -murmuró mientras le acariciaba el interior de los muslos y el principio de los labios en la vagina con la mano libre, ella asintió y se sentó sobre sus caderas finalmente mientras poco a poco, el miembro de Eren se abría paso entre ella. Mikasa le abrazó y entonces ambos se acompasaron a un ritmo lento pero placentero para los dos.
Después de dos horas de besarse, tocarse y moverse el uno contra el otro, ambos terminaron exhaustos e incapaces de seguirse moviendo pero con muchas ganas de hablar con el otro.
- ¿Me estás diciendo... que detective conan aún no tiene un final? pero si lo veíamos de pequeños en la tele, ¿cuántos años lleva ya en emisión? ¿qué coño hace Conan que aún no ha conseguido atrapar a Gin y Vodka?.
- El manga va por el tomo cien y Shinichi sigue encogido como un jersey de lana en agua caliente -Mikasa no pudo evitar carcajear por la comparación pero también bostezó, envuelta entre los brazos de Eren-, ¿tienes sueño ya? -ella asintió, estaba usando el brazo de Eren como almohada- duerme -susurró, dándole un par de besos en los párpados.
- ¿Te quedas conmigo? -ambos estaban debajo de la colcha de Mikasa porque a la madrugada comenzaba a hacer frío, a pesar de que se daban calor mutuamente.
- Claro, no pensarías echarme de tu cama ¿verdad? -la envolvió mejor entre sus brazos mientras le besaba la frente y seguía bromeando- Qué fría eres, tu eres más Lisbeth que Mikael, que lo sepas.
Mikasa ronroneó una sonrisa, estaba más dormida que despierta ya.
- Eren -murmuró-, no te separes de mi nunca más ¿vale?
- Nunca -le prometió, jamás volvería a dejar que nada ni nadie le separase de Mikasa como habían hecho antes. Le besó en la frente y finalmente ambos se quedaron dormidos.
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madaraejn · 4 years ago
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🌺LAS DALIAS CRECEN EN EL TIEMPO🌺
By Ceci Gabay
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Es difícil explicar lo que pasa.
Me preguntó eso cada vez que me miro en el reflejo.
Miro mi rostro, miro mi piel blanca, miro mis ojos azul intenso, y veo ese tobillo, ese tobillo con mi marca, esa piel morena en mí.
UK solía decir que era un simple recuerdo de algo que nunca sucedió. Nunca entendí sus palabras, incluso ahora, sigo sin comprenderlas.
Nunca realmente me habló sobre que había en la tierra antes de que pisará dicho lugar, lo único que recuerdo es lo que dijo.
"Oh muchacho, era verde, basto y colorido. Entonces dios tocó la tierra, y tenía piel morena como la del barro en la tierra, ojos únicos, el color del sol, cabello negro como la noche estrellada, rostro digno de una obra de arte, cuerpo sacado de fantasías, y un corazón único. Fue la única vez que he visto a dios."
La única vez que he visto a Dios.
Solía repetirme eso por las mañanas, ahora, cuando me miro al espejo y puedo notar mi desnudez en su totalidad. Mis músculos, mi miembro, mis lunares, mi vello, mis cicatrices y esa marca en mi tobillo.
Francia al sostenerme en sus brazos, solía decir lo mismo que papá.
"Cuando vimos a dios, tocó tu tobillo, y también, tocó la muñeca de Canadá, como un regalo para ustedes al nacer..."
Un regalo de dios. ¿Cómo quieren que crea esa mierda? Incluso al ver mi reflejo ahora mismo, puedo ver qué eso es una simple mentira. Tal vez sea un defecto, tal vez sea muestra de mi lado obscuro. Tal vez allí se almacena mi corrupción.
Me pregunto eso diario, pero al final pasa lo mismo. Acabo por cubrir mi desnudez y salgo de casa. Solo hay una persona con la que puedo hablar de esto, y es Canadá. Él dice que, para evitarse caer en la locura, cree la historia de que Dios los tocó al nacer.
Estoy hartó.
Estoy...
— ¿Que pedo gordis? — dijo una voz, que me sacó del trance en el que me encontraba.
Lo miré rápido, sin pensarlo, y allí estaba. Ese tricolor, esa piel morena, esos ojos de galaxias, es él. De nuevo, siempre es él.
— ¿Qué? — dijo algo confundido de mi mirada.
— ¿Recuerdas cuando nos conocimos? — pregunté mirándolo.
— No olvidaría algo de ti nunca, claro que lo recuerdo. — contestó, sentándose a mi lado, soltando un suave suspiro. — eras... Único. Tu piel tan blanca, tu cabello tan rubio, tus ojos tan azules, tu rostro adorable. Creí que eras un dios. Después descubrí que pendejo estás, así que supe que me equivocaba.
— Asshole. — reí sin apartar mi mirada de él. — ¿Podrías mirar algo por mí?
— ¿Te hiciste un tatuaje o algo así?
— No, vamos a mi casa.
— Nel wey, así le dijeron a mi hermano y allí está, lleno de chamacos.
Y no pude evitarlo. Rei con él, con aquel que solía reír desde hace años. No puedo explicar tampoco nuestra relación. Es algo que no puedo ponerle nombre. Lo he odiado, como lo he amado. Le he gritado, como le he susurrado amor, lo he despreciado, como lo he necesitado. Hay veces dónde me encuentro a mí mismo odiándolo a morir, y esa misma noche derritiéndome en sus brazos. Quisiera que hubiera un nombre para esto. ¿Es amor? ¿Es amistad? ¿Qué es? ¿Que soy?
Después de esa risa casual, fuimos ambos a mi casa, como siempre, reímos juntos en el sofá mientras nos divertíamos de cualquier cosa. Acaricié su cabello largo mientras me contaba su día, viendo la belleza en ese negro intenso en cada simple cerda de su cabello.
Después, México hizo de comer para mí, como siempre lo hace, no poniendo tanto picante en mi comida, solo dándome mis cosas favoritas de su comida. Me quedé mirando su rostro, el amor que pone en todo lo que me da, en cómo sus manos crean magia en el plato, en como suele morder su labio cuando hace cosas con precisión, en como danza con la música que él mismo ha puesto, es único, eso puedo notar.
— Meztli. — dije de un momento a otro, captando la mirada de México, y viendo su rostro serio, cuando borro su sonrisa. Inmediatamente me arrepentí de decirlo, es algo de mal gusto llamar a un país por su nombre de origen. Ya que se considera un insulto a lo que representan, un país sin nombre country, se vuelve algo bajo, algo menos que lo demás, por eso, los nombres originarios no son usados comúnmente. — No quise ser grosero, quería...
— Adler. — respondió mirándome, y después soltando una tenue sonrisa traviesa. — Se que no querías ser grosero, pero casi te da el infarto al verme molesto.
— Dios no me hagas eso, de nuevo, sweetie casi me muero del susto. Fucking asshole.
Y reímos, porque eso solíamos hacer, eso era lo nuestro.
Entonces llegó la noche, y tomé su mano hacia mi habitación, a lo que él me siguió sin decir más, solo dos sujetos caminando hacia un mismo lugar. Ya allí, vi el espejo que me atormenta y volteé a ver a mi amigo, justo frente a mi.
— ¿Qué pasa?
— ¿Podrías mirar algo por mí?
— okey, si es tan importante lo miraré.
Y lo hice sin miedo, sin pudor o un gramo de duda, comencé a desnudarme, no erótico, o con temor, sino como un día común, antes de entrar a la ducha. Al estar ya desnudo lo miré, estaba justo frente de él, mientras esté me observaba de pies a cabeza. Uno podría pensar que miraría mis músculos, o mi miembro al aire, mis piernas o mi abdomen, pero no, su vista fue directa a mi tobillo, y quedó allí.
— Hemos dormido muchas veces juntos. Me has cogido como yo te he cogido, y creo que está es la primera vez que veo con detenimiento esa marca. Tu piel en esa parte parece como si fuera la mía. Un lunar en forma de mano, que único es eso.
— UK dice que cuando llegó a la tierra, Dios tocó mi tobillo al nacer. Dice que refleja la belleza de Dios, ya que tenía piel morena, como la tierra o el barro en el suelo.
— ¿Y tú crees eso?
— Me paso cada día preguntándome si creer o no.
— Creo que es hora de que dejes de usar tu cabeza y comiences a ver a ciegas, ¿Que no aprendiste nada del libro de Francia? ¿El principito? Lo esencial es invisible para los ojos, tienes que ver con el alma USA, si quieres una respuesta.
— ¿Ver con el alma?
— Simón. Dime, a ver... — dijo, cubriendo mis ojos con sus manos, dónde podía sentir la calidez y olor de él, tan cerca de mi persona, trayendo me paz inmensa. — ¿Qué es lo que desea tu alma en estos momentos?
—Tocarte.
— ¿De qué forma?
— Quiero tocar tu piel. Quiero sentir su calidez.
Y supongo que México siempre sabe más que yo en estas cosas, tal vez yo mismo reprimo ese lado de mí, porque realmente no soy espiritual, eso se me hace muy... Nativo, muy de culturas que viven en lugares sin civilización. Pero, a los pocos segundos, aún con mis ojos cerrados, sentí el cuerpo desnudo de México pegándose a mí, dónde tomaba mis manos y las ponía sobre su cuerpo.
— Tócame, siente mis cicatrices, visualiza mis lunares que brillan en tu mente, sigue mi aroma que te dan la vista a cada curva de mi cuerpo, siente como mi alma se une a la tuya.
— Meztli... — susurré inconscientemente, acariciando esa suave piel, sintiendo ese aroma, dónde no pude más, y mis mejillas comenzaron a empaparse, no porque estuviera triste, sino, que me sentía tan feliz y tranquilo, tan completo y sin dudas, que mi mente estaba aliviada.
— Adler... — dijo en un susurro, tal vez, con un poco de dolor en su voz, un poco de tristeza, un poco de angustia, solo eso pasó por mi mente.
Y pasó, como suele pasar siempre.
Abrí los ojos, mientras nos mirábamos sin parar, para acabar cargándolo y llevándolo a mi cama, los besos, las caricias, la bendita fiebre al deseo aumentó, dónde mis manos no se saciaban de querer tocar su cuerpo, de querer sentir sus adentros, de querer verlo gimotear debajo de mí, dónde sentía mi alma fundirse con la de él.
Es complicado, no se muchas cosas de mí, pero cuando estoy con él, no necesito conocerme, sé quién soy en el momento que estoy entre sus brazos.
Cogimos cómo se debe coger, ruidoso, rápido, sucio, escandaloso, salvaje y animal, dónde el deseo, la lujuria, la pasión, la falta de pudor abandonan la habitación y solo dos amantes se aman ante la luna presenciando el espectáculo.
Entonces, llega la mañana, y lo veo aún entre mis brazos. Quisiera que siempre fuera así, pero yo sé que esto no pasará. No podemos estar siempre juntos, llega un punto dónde tenemos que partir del otro, porque es necesario, porque así es nuestra naturaleza.
Es como si cargáramos pila al estar juntos, y de allí, diéramos tienda suelta a nuestra vida, y a veces, en nuestra vida, estar juntos no es una opción.
Lo sé, es más, lo sé ahora, 5 años después de aquella vez, mirando mi desnudez de nuevo al espejo, mirando la marca de dios, mirándome sin saber quién soy, y después, simplemente sonrió y coloco mi traje en mi cuerpo, saliendo de mi casa para celebrar genuinamente por mi amigo.
Hoy es su boda, y me siento genuinamente feliz, estuve en su matrimonio con Austria, estuve en el momento que ese lazo terminó, estuve en nuestra boda, pero igual presencié el final de nuestro lazo, y ahora, estoy en su nueva vida, viendo cómo mira con amor a Rusia y este le mira de vuelta, con un gran amor.
Se casan, y yo disfruto la fiesta, bailo con mi amigo, bailo con mi rival que ahora tengo que tratar bien o México se enojara. Bailo por mí, bailo para conquistar, bailo porque estoy feliz.
Y entre mi borrachera, acabo sentado viendo las luces, y viendo cómo México danza con sus hermanos. Para después, sentir una palma en mi hombro, y ver a Rusia mirándome, sentándose a un lado.
— ¿Qué haces aquí? Ve y baila con tu esposo.
— Eso estaba haciendo, pero vine por un trago que me pidió. También, vine porque te vi solo y creo que debemos hablar, ¿Hace cuánto no hablamos?
— Desde que era una colonia, y después tu fuiste un pequeño país a cargo de URSS, después nos volvimos rivales en todo, y se nos hizo muy difícil hablar, tú sabes, el amor por ganar obstruye la amistad.
— Lo sé... — contestó, para después sujetar mi rostro y hacer que lo mirara, viendo esos potentes ojos violeta combinarse con los míos. — ¿Recuerdas lo que hablamos? Cuando solíamos amarnos hace años.
— ¿Cómo olvidarlo? Creo que fue nuestra plática más sincera.
— Dije, que eras especial para mí, y que te amaba, dije que daría mi vida por ti, dije que no quería separarme nunca. Pero entonces, tu dijiste algo. "Se que nunca dejarás de amarme, pero, también sé que, si pusieran a Alemania y a mí en un risco, y ambos estuviéramos a punto de morir, tu estirarías tu mano primero hacia él que hacía mí"
— Siempre has amado a Alemania, en todas sus versiones. Es como yo y ...
— México. — interrumpió dando la respuesta. —Lo sé, porqué un día antes de la boda, después de reírnos y ser felices, mientras descansábamos de un excelente sexo, y él me miraba recargado en mi pecho, dijo. "¿Que ha dicho tu alma gemela de mí?" Al principio, créeme que no entendía. Entonces me sonrió, y dio un beso, diciendo. "Rusia, mi corazón es tuyo, siempre será tuyo, mi alma se unirá a la tuya, y seremos felices por una eternidad. Pero tú más que nadie sabe, que, en la vida de un country, hay más que solo una eternidad, son esos lazos lo que nos unen. Tu lazo conmigo es fuerte, es eterno, nunca en mi vida había amado a alguien como tú, nunca y jamás lo volveré a hacer, pero... "
— ¿pero...? — pregunté, impaciente de la continuación.
— "mi mitad de alma, mi mitad dispareja, mi pieza irregular, mi contrario, no eres tú" — concluyó soltando una sonrisa — Sabes, ni siquiera me dolió eso, porque entendía a qué se refería. Amo a México más que a nada en este mundo, es mi perfecta mitad, embona en mi corazón como una perfecta pieza, me hace mejor persona, me hace único y feliz, nunca en mi vida amaré a alguien más que a él, pero... Mi mitad de alma, mi mitad dispareja, mi pieza irregular, mi contrario, es Alemania, no él.
— No comprendo.
— USA, todo se remonta a los lazos de Panguea, debes recordarlo, el inicio de todo.
— No sé de qué me hablas.
Y Vi una sonrisa en él, para después acariciar mi cabello y levantarse con los tragos que había ordenado.
— Mi lazo predestinado es México, pero mi lazo de origen es Alemania. Hay una gran diferencia entre almas gemelas y tu alma predestinada. Mi alma gemela es Alemania, unidos desde la creación, predestinados a ser contrarios, a amarnos sin poder entenderlo, a apoyarnos sin poder comprender, a volvernos a unir después de siglos, así a lo largo de nuestra existencia. Dime, ¿No es acaso México tu alma gemela? Alguien que al tocarlo te hace llorar de la paz que te brinda, tu mitad contraria, tu unión origen. No pueden estar juntos siempre, pero, llegará un día en dónde los lazos exijan su recargue de baterías, y volvamos a comenzar el ciclo.
— ¿Ciclo?
— Volvernos a enamorar. Estuve casado en mis vidas pasadas muchas veces, como tú, como México, como Alemania, como todos. Cada cierto tiempo, todo se reinicia... USA, si quieres entenderlo, vuelve al origen.
— ¿Origen?
— Si, regresa y ve, lo que las marcas esconden en la tierra. Por ahora, tengo un hermoso esposo a quien amar. Con permiso.
Realmente nunca entendí a Rusia, como no entendí a nadie más, parece que todos comprendían lo que pasaba, menos yo. Pasaron los siglos, y México tuvo un hijo con Rusia, su nombre es Boris, es un gran chico. Al fin es un país hecho y derecho, no el desastre que era años atrás. Suele venir a visitarme mucho, ya que le gusta pasar tiempo con NASA.
Incluso ahora, lo veo caminar por mi sala mientras lleva un poco de soda para tomar, mientras ve la tele.
— ¿No tienes que regresar a tus tierras?
— No cuando Suecia viene mañana a visitarte a ti, no me moveré de aquí hasta verlo.
— Eres muy joven para el vikingo.
— Y tu muy viejo para tío Perú. — rio haciendo que riera, oh mi amado Perú, tan hermoso y único. — Además el motivo de mi visita también es para ver a Marco. ¿Está libre o le diste muchas cosas que hacer?
—Esta libre, pero, hoy está con Perú en sus tierras, volverá en 3 días. Oh My babys, me siento solo en esta casa sin ellos.
— ¿Los amas tanto?
— Con mi vida, los amo tanto, te recuerdo que, de la boda de tus padres, yo me casé 4 años después.
— Si si... Lindo tatuaje. — dijo mirando hacia mi tobillo. — ¿Una mano?
— Dios me ... — y de nuevo, la incertidumbre, todo, golpeaba en mi cabeza como no había golpeado en años. De nuevo, joder, de nuevo...
— ¿Tío USA?
— ... Mi padre decía que dios me tocó al momento de nacer.
— ¿Que dices? — comentó con una mueca de diversión. — es tu marca nativa, no te tocó dios, es lo que dejó tu madre antes de ser asesinada por UK. Todos lo saben, estaban tú y tío Canadá en sus brazos, muy diferentes a como lucen ahora, al llegar UK y comenzar el proceso de conquista, los nativos apenas pudieron sobrevivir, la marca de dios no es más que la marca de tu madre.
Y entonces golpeó todo en mi cabeza.
Cómo si recordara el origen de mi creación. Y tuve que regresar, con el único que presenció mi origen, al único que podría hablarme de ello. Llegué en una tormenta, golpeando a su puerta donde fui recibido por su mayordomo, dónde empapado me sentí grande en mojar su hogar, en mostrar mi ira hacia él, hasta verlo. Joder hasta verlo.
Allí, joven e imponente, realmente nunca se desgasta. Allí, con ese cabello negro, con sus ojos azules intenso, con su piel pálida, con esa voz gruesa y perfecta, allí. En esa ropa formal, en su chaleco negro y perfectamente adaptado a su medida, en ese pantalón perfectamente a su largo, en esos zapatos que cuestan más que mi televisor, en todo. Allí estaba.
— ¿Porque vienes mojado y molesto a mi casa? — dijo, mirándome de arriba abajo. — Sabes, soporto tus tonterías en cierto horario, y ha pasado de ese horario, así que, retírate.
— No fue dios, fue mi madre, mi marca en mi tobillo.
— Oh, así que lo recuerdas. — Y una sonrisa fue a parar a su rostro dándome el más sarcástico de los aplausos. — oh USA, cada cierto siglo que pasa, olvidas todo, y regresas a cuestionarte que eres. Pero supongo que es mi culpa, rasgué tu lazo de origen y eres un poco defectuoso en recordarlo. Te veo aquí en los años humanos 3500, volviendo me a gritar sobre que descubriste que la marca no era de dios.
— ¿Que?
— Olvidas todo porque rasgué tu historia casi en su totalidad.
— Fucking asshole. Si sabes que lo olvido, ¿Porque diablos no me lo aclaras?
— ¿Y perderme la diversión de verte sufrir? No, ni pensarlo. Es delicioso, disfruto mucho tu sufrimiento como el de Canadá. Es una divina comedia. Además, supongo que todos se están hartando de tu memoria, así que solo siguen el juego para evitar provocarte una embolia si no lo descubres por ti mismo.
— ¡Son of a Bitch! You ...
— No mentí. — interrumpió de golpe antes de que acabara de insultarlo. Pude ver cómo se puso de pie, mirando el fuego de su chimenea moverse con la fría brisa del ambiente. — No mentí, tu tierra siempre fue verde, basta y colorida, además, si vi a Dios. Era una mujer, nunca había visto alguien tan hermoso, me arrodillé ante ella apenas mis ojos la miraron. Traía consigo dos niños, únicos, gemelos. Era ver a la vida a la cara, así que no mentí, vi a Dios. Era una mujer, y nunca había visto tal perfección en mi vida. Ojos intensos del color del sol, cabello negro como la noche, piel morena como en la tierra y el barro, belleza digna de la más bella pintura o escultura. Vi a Dios, mi bella alma predestinada.
— ¿La mataste?
— No quería, es la naturaleza de un Imperio. — contestó mirándome. — he asesinado mucha gente a lo largo de la historia y he reído en sus caras, he bebido su sangre, e saboreado la tortura y el bendito éxtasis que me causa ver sufrir a los demás, a mis pies, rogando por misericordia. Pero, solo me arrepiento de una vida que quité, y esa fue de mi Dios. Cuando me di cuenta, ya estaba muerta, entonces los tomé a ustedes. Y cuando cambiaron su apariencia por el lazo rasgado. Dónde ni siquiera los dejé absorber de su naturaleza, quedó en ustedes el último toque que su madre les dejó. Me duele pensar, que maté a mi predestinada, no he vuelto a amar como esa vez, nunca amare cómo esa vez. Pero no he muerto, porque mi tonta alma gemela sigue viva aún.
— ¿Francia?
— Exacto. Cargo con el dolor de no poder amar de nuevo como lo hice esa vez, pero no muero, ya que mi contrario sigue con vida. Verás, nuestros lazos son los que nos crean, existimos en alma por ello, el cuerpo solo es el reflejo de nuestros humanos. Si Francia muriera, yo, estaría incompleto. Y eso me mataría cada día.
— No entiendo. – contesté, ignorante a lo que me decía.
— Digamos que, cuando Pangea murió, y fuimos separados, se dividió el alma y el amor. Mi mitad contraria del alma se separó y me sentí incompleto, entonces cada tanto regreso a sus brazos, para no perderme. Y mi amor, se perdió hasta que la encontré, pero, nuestra naturaleza de Imperio me hizo asesinarla. Y ahora, solo puedo sentir mi amor, cada vez que te siento cerca a ti o a Canadá. Son lo mas cercano que me queda. —Rio como siempre, tomando un sorbo a su té. – Soy un monstruo, pero comprendo mis sentimientos, y ahora que te lo he dicho, ¿Comprendes los tuyos?
— No quiero volver a México.
— USA, no es de que quieras, es algo que va suceder, somos inmortales, tal vez en unos siglos le ames, otros no, así es esto. Es tu alma gemela.
— ¡Soy feliz con Perú! ¡Tengo un hijo! ¡México es feliz con Rusia! ¡Por dios tienen a Boris!
— Lo sé, son parejas predestinadas, y tú nunca amaras a alguien tanto como amas a Perú, pero, al fin y al cabo, la única manera en que te sientas completo es con tu contrario imperfecto. Todo tu amor puede ser de Perú, tu alma puede enlazarse y hacerse una con él, pero al final de cuentas, necesitarás volver con tu otra mitad contraria, para volver a tener paz. Esto lo saben todos, estoy seguro de que incluso Perú, así que, mi consejo es el mismo que te daré antes de que pierdas la memoria de nuevo. Vive USA, vive el hoy, vive el momento. Tu problema es que piensas mucho y sientes poco, es hora de que solo te guíes por lo que sientes, deja de pensar en tu existencia y solo se feliz con tu presente.
Desde esa vez, deje de ver detenidamente mi reflejo en el espejo.
Viví mi vida, mis mejores años, amando, riendo, creciendo, peleando, todo. Fue así durante un siglo más, hasta que me encontré a mi mismo sentado en esos estúpidos canales, ríos, lo que sea de San Petersburgo. Una junta en Rusia, eso era todo, pero me quede prendido de la belleza de sus paisajes. Hasta que volví a sentir una mano en mi hombro.
— No pienso decir que me gustan. – dije, en una risa burlona. – Mis paisajes son mejores.
— Siempre te gustaron mis paisajes de invierno. – comentó Rusia, ofreciéndome un cigarrillo, sentándose a mi lado. Lo tomé, para encenderlo con el de él, y dejar que el humo calentara mi ser. — ¿Cómo estás?
— Hmm… divorciado. – comenté, frunciendo el ceño. – Añorando a mi Perú de lejos, pero sé que volverá a mí. Volveré a él, así son las cosas. ¿Tú?
— Divorciado, deseando a México todo el bien de este mundo. Regresando con Alemania de nuevo, no lo sé, a veces quiero golpearlo, pero otras solo quiero ver su cabello crecer, sus ojos mirarme, sentir la calidez de su piel. Se que nunca lo amaré como amo a México, pero, sin Alemania pierdo todo… ¿Entiendes lo que quiero decir?
— Si.
— Y si lo entiendes, ¿Qué diablos haces sentado viendo mis paisajes, cuando deberías estar en su casa?
— ¿Qué?
— No te hagas el tonto conmigo, es tiempo que recargues baterías. Ve y ama a México, que, si te lo quito en unos años de nuevo, serás un tonto por no aprovechar su tiempo libre.
— No hablarás enserio.
Dije soltando una risa como mofa, pero Rusia solo soltó humo que poco a poco se fue disipando en la fría ventisca. Pude ver su rostro, no era un rostro triste, o uno feliz, era uno de paz. Uno que quería en él mío.
— ¿Amas a México?
— Lo amo. – contestó.
— ¿Por qué se divorciaron?
— Porque necesitábamos esto, él necesita regresar contigo, y yo con Alemania. Es nuestra naturaleza. Y realmente no es divorcio, no es que haya firmado un papel, solo estamos separados. Como tú. Mi energía se acababa, así que tenia que volver con mi otra mitad antes de que fuera tarde, y acabara sin un gramo de paz en el alma. No sé cuántos años pasarán para volver a estar con él, solo se que ocurrirá.
— ¿Cómo te diste cuenta de ello?
— México me hizo una pregunta, y lo supe. – respondió. – Dijo, “Rusky, ¿Qué piensas de mí, que es lo primero que piensas cuando piensas en mí?”
— ¿Qué dijiste?
— Nada. Me quede en blanco, no era que no lo amara, o que no pudiera elegir de entre las millones de cosas que amo de él, solo que, en ese momento, no quería ni pensarlo. Él sonrió, y dijo, “Creo que es tiempo.” México es mas grande que muchos, tiene mucha sabiduría en él, mas en estas cosas, así que, comprendí, le ame, y al siguiente día, fui recibido entre los brazos de Alemania, un enorme abrazo entre lágrimas, donde sabía que todo estaría bien.
Era raro, siempre es raro comprender todo esto. No es como si fuéramos Polígamos, solo que, necesitamos cosas en diferentes momentos, eso lo entiendo.
— Dime… — dijo de golpe, mirándome. — ¿Qué es lo primero que piensas cuando te dicen México?
— Que es el lugar donde las Dalias crecen en el tiempo. O como él las llama acocoxóchitl. Hermosos colores, hermosos pétalos, una tierra única de dios, en eso pienso.
Y una sonrisa se formó en Rusia, jalándome hacia él para besarme, besarme como lo hizo cuando era Imperio, como lo hizo cuando era Rusia Soviética, y ahora, como lo hace cuando es la Federación Rusa. Algo suave y tierno, dándome calidez con sus labios.
— Regresa a tu origen, vamos. No pierdas el tiempo aquí. – sonrió. – Y dile que lo amo, que lo veré en unos años para continuar nuestro ritual de amor, él lo entenderá.
Supongo que la vida era así.
De disfrutar el momento, de reír, de llorar, de gritar, porque ahora mismo me encontraba corriendo entre la fría brisa, corriendo sin parar hasta ese hotel, corriendo con dolor en los pulmones, donde el invierno de Rusia me quiere matar, donde amé y fui amado, donde reí y fui una burla, donde pasé grandes momentos y perdí grandes batallas.
Corrí, porque tenía que llegar, tenía que hacerlo, tenia que ir a la habitación 201.
Y allí lo vi, cuando abrí de golpe y lo vi haciendo su maleta para regresar a sus tierras. Lo miré, mientras él lo hacía, y después vi lagrimas comenzar a caer de su rostro, mientras abría sus brazos, y yo corría a envolverme en ellos. Fue un subidón de felicidad, de adrenalina, de paz. Mi alma gemela, mi única alma gemela, al fin, de nuevo en mis brazos.
— Pensé que nunca regresarías a mis brazos. – dijo entre sollozos. – Te necesitaba desde que Rusia regresó a Alemania, y tú aun no te divorciabas, pendejo.
— Perdón, aun quería disfrutar de el “amor”, antes de necesitar “paz”.
— Lo sé, pero ahora, disfruta paz conmigo, solo nosotros dos. Solo nosotros dos para siempre. – susurró, sintiendo mi calidez.
No tuve que decir más, en esa fría noche en San Petersburgo, donde la ropa sobró de nuestros cuerpos, donde nuestra piel desnuda rozaba en cada subidón de lujuria, donde los gemidos y gritos de placer se extendían por toda esa habitación, allí, solo allí, uniéndonos en busca de paz de nuevo, en busca de nuestra otra mitad, una danza que nunca se acabará, un sentimiento inmortal, una necesidad maldita.
Vi sus ojos en la noche, porque me gusta verlos. Allí donde San Petersburgo nos alumbra con su corta noche, allí, donde México me mira feliz.
— Es bueno verte Meztli. – dije, besándole la frente. Allí lo había entendido todo, solo las almas gemelas pueden llamarse por su verdadero nombre, solo ellas, sin que acabes ofendiendo a alguien.
— Y a mí que regresarás al fin, Tayen.
Meztli significa Luna, y Tayen significa Luna Nueva, iguales y contrarios a la vez. Uno en náhuatl y otro en nativo americano. Uno conociendo sus raíces y otro roto y perdido en su pasado, así era la vida de las Lunas, así, amándose y reuniéndose cada cierto tiempo, donde las estrellas murmuran su amor de lejos.
Ojalá durara más, ojalá no nos perdiéramos entre la paz.
Ojalá recordara todo, ojalá no tuviera que repetirlo una y otra vez. Ojalá pudiera capturar este momento siempre.
Ojalá, no fuéramos Dalias que crecen en el tiempo.
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Aclaraciones.
— El verdadero nombre de USA es Tayen, que significa “Luna Nueva. El nombre de “Adler” que significa águila, fue dado por UK. Usa solo recuerda su nombre origen cuando inicia de nuevo el ciclo de reencontrarse con México. Con su Meztli “Luna” o “Luna negra”.
— Esto NO es POLIGAMIA. Si me salen con que USA o México son bien putas, nos damos en la madre. >:v ¡A mis bebés me los respetan!
— La Dalia es la flor nacional de México, USA hace referencia a su vida con México como la flor, ya que crece en cada cierto tiempo, es delicado y colorido, pero no importa cuanto la cuides, llegará un punto donde morirá esperando renacer en otro ciclo. Así es la relación de las almas gemelas, no es que dejen de amar a sus parejas de ese momento, es que necesitan volver a sentir paz.
Almas gemelas: va más allá del amor, es la paz lo mas cercano a lo que se puede describir que sienten.
Almas Predestinadas: Eso si es amor, en su mas pura esencia.
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Una amiga mía escribió esto, me pidió de favor que lo publicará todos los créditos a ella. Tal vez la conozcan es la autora de LAZOS.
Es hermoso llore mientras lo leía e hice un dibujillo del fic. Por qué pues el UsaMex me puede me puede 😔💜
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arloqui · 4 years ago
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Mientras las niñas duermen (extractos)
2014
27 DE MARZO
Ya nacimos y la felicidad pesa 3-5 kilos y mide 47 centímetros. Este día durará toda la vida.
15 DE ABRIL
Desperté de madrugada. De un lado dormía Ricardo, del otro tú, hija. Yo llevaba varios días sin poder dormir. Todo había sido intempestivo, tu llegada, mi sangrado después del parto, tus días en el hospital, las desveladas, el dolor en los senos cada que mamas. Me despertó una inquietud: «¿Cuál es el sentido de hacer familia?», le pregunté a Ricardo. 0 creo que sólo lo pensé. Ricardo dormía y yo no insistí, porque no sé si buscaba una respuesta. Me quedé en la oscuridad, en el silencio, acostada entre ambos, con una duda hecha de cansancio, desconcierto, arrepentimiento, angustia. No lo sé. Me encontraba ahí, en medio de ustedes, pero me sentía sola. No sólo para responder esa pregunta sino sola en la inmensidad de la vida, de mi vida y la tuya, hija. Nuestra pequeña eternidad. Sola en esa vastedad de tiempo. Sola en saber que nunca en la vida dejaría de ser madre y que, en ese momento, me sentía insuficiente. Para mí y para ti.
22 DE ABRIL
Doblar cobijas, doblar chambritas, doblar pañales. Sacar un seno, sacar el otro. Sacar eructos. Y quizá, si queda tiempo, lavarme la cara, mirármela en el espejo.
27 DE ABRIL
Hoy cumples un mes de nacida y yo todavía no te amo. Apenas nos estamos conociendo. He pasado los días mirando tu cara, tus cachetes de luna llena, tus gestos, aprendiendo tu lenguaje. Recuerdo que cuando naciste, Nade me llamó ansiosa para preguntarme si es verdad que con los hijos se siente el amor más grande, incondicional y maravilloso que uno es capaz de sentir en la vida. Le dije que no. Que todavía no. Que es otra cosa: ternura, cuerpo.
29 DE ABRIL
No nací madre. Tampoco me hice madre cuando naciste. Me he ido haciendo poco a poco, cuando me despierto por las noches a que me exprimas el pecho, la sangre, la energía. Cuando lloro porque tú lloras. Cuando me voy de la habitación y te dejo llorar porque no sé cómo calmarte. Y también en madrugadas como esta en que logré dormirte en mis brazos y yo aún sigo viva.
27 DE JUNIO
Hoy cumples 3 meses. Te gusta mirar los árboles y que te miren a los ojos. Te gusta George Harrison, pasear en Chapultepec y columpianos. Yo disfruto abrazar tu cuerpo tibio, pasar mi nariz por tus cachetes y pensar que te está gustando la vida.
8 DE SEPTIEMBRE
Estamos de viaje. Vinimos a Monterrey a la exhumación de los restos de una joven porque su mamá necesita una prueba genética más para confirmar que es su hija. Luego vamos a Saltillo, al albergue de migrantes donde los niños Jonnyy Jared juegan contigo. Jared te cuida, te ofrece cacahuates, papas, dulces chupados; te lleva en la carriola a pasear a las habitaciones. Jared tiene unos cuatro años y está amenazado de muerte. No sé cómo comenzó esta historia, pero creo que su papá mató a alguien antes de que a él mismo lo mataran y ahora los otros quieren matar a Jared. Borrar su herencia de la tierra. Jared es tan niño como tú y amenazado y muerte son dos palabras que aprendió a pronunciar.
2015
13 DE ENERO
Estaba agotada. Te tomé en los brazos, te apreté contra mi pecho como si quisiera ahogarte y te dije: «¿Tienes hambre? Come, come que no voy a hacerte caso mientras llores». Estaba cansada, necesitaba concentrarme 30 minutos para terminar un texto que tenía que entregar.
¿En qué me puedo convertir?
15 DE ENERO
Es casi la media noche. Han pasado dos horas desde que intenté dormirte y no dejas de llorar. No quieres pecho, no te calman los brazos. No aguanto más. Salgo de la habitación y te dejo ahí, llorando, hago tiempo, me ocupo, me pongo a recoger tus juguetes tirados, la cocina. No quiero entrar al cuarto. Enciendo la lámpara, la computadora, intento distraerme. Leo la historia de una mujer que fue una alumna ejemplar y ahora ha abandonado a sus tres hijas, la más pequeña de 31 días de nacida. Tú sigues llorando en la habitación. Al final de la página hay un link a otros casos de mujeres que en los últimos años han sido condenadas por matar a sus hijos. Los leo. Me parecen escabrosos, pero poco a poco van cobrando otra dimensión. No sé si siento empatia con ellas, pero creo que hay cosas que las noticias no cuentan. Puedo imaginar miles de momentos de delirio: en sus casas, en el baño, en las habitaciones, solas. Solas. Una puede perder la cabeza en cualquier momento, volverse loca, querer salir huyendo. Ahora soy yo la que no para de llorar.
24 DE ENERO
Platiqué con un amigo sobre la paternidad. Para él su hija vino para ser útil en el mundo, para su pareja, la niña vino para ser feliz. Yo tengo varios sueños para ti, pero mejor me los guardo. No quiero que te pesen.
27 DE MAYO
Estamos en el parque. Tú duermes y yo leo la historia de una mujer que tiene a su hijo desaparecido. La última vez que ella habló con él, más bien la última vez que lo escuchó, fue durante una llamada con los secuestradores para negociar. Él le dijo «mamá, sácame de aquí, ayúdame» y ella alcanzó a decirle «todo va a estar bien hijo». El secuestrador cortó la llamada y ella no alcanzó a decirle que lo amaba.
Tu duermes y yo leo de nuevo «todo va a estar bien, hijo».
Aquel día que te tuve que dejar en el hospital, en manos de otros, cuando cerramos la puerta de la sala de incubadoras pensé en ellas. En las mamás de los desaparecidos. Pensé en esa imposibilidad de cuidarlos. De cuidar de ustedes, hijos.
26 DE SEPTIEMBRE
Estamos en Xalapa en una conferencia sobre periodismo y violencia. Alguien del público ofreció cuidarte mientras participo. Tú reniegas, te sueltas y caminas entre el público hasta el escenario, te subes a mis piernas, me levantas la blusa, me sacas el seno y te sirves. Yo intento poner atención a los relatos de cuerpos inflados sobre las planchas de los semefos y tú me hablas, me metes el dedo a la nariz, te ríes de tu travesura. ¿Cómo hablar de muerte, si tú?
ALGÚN DÍA DE DICIEMBRE
Naira se fue de vacaciones con su abuela, Ricardo está en el trabajo y yo estoy sola en casa, esperando el nacimiento de nuestra segunda hija. Repaso el diario intentando recordar qué fue tener una bebé en casa. Me detengo en el día que lastimé a Naira camino a la guardería. Lo que recuerdo ahora es que no se quería vestir, que se quitó la ropa tres veces, que se nos hizo tarde, que perdí una cita, que la vestí a la fuerza y la cargué a la fuerza y la saqué llorando de casa. Que yo estaba furiosa, que quise hacerle daño. Quizá pensé en pegarle, que quise pegarle, pero no me atreví. La apreté muy fuerte del brazo. Me detengo también en el día que le dije «cochina» y recuerdo que Naira me miraba desde el piso tratando de ponerse sus pantalones. «No soy cochina, mamá, no soy cochina», me dijo desde sus dos años y medio, defendiéndose de mí. La lastimé. Me da vergüenza haberlo hecho y de escribir esto, pero quiero que quede registro. Que no se me olvide.
2017
9 DE ENERO
3:14 a.m. Llegaste a esta familia que es más familia contigo. De madrugada, intempestiva y con un rugido felino. Luego te pegaste a mi pecho y succionaste como si no hubiera mañana. La felicidad viene en molde: 3.5 kilos y 47 centímetros.
29 DE ENERO
Días de guardar. Dormir entre dos crías con olor a leche.
5 DE FEBRERO
Naira escogió tu nombre. Te llamarás Emilia.
9 DE MAYO
Escribo esto cuando he podido tomar un poco de aire. Escribo porque es necesario que no lo olvide. Que lo recuerde en algún momento del futuro. La última semana, en las madrugadas, mientras Emilia se revolcaba de dolor por la comezón, pensé en por qué tuve otra hija. Me arrepentí de tenerla. Por qué tener otra hija. Para qué.
12 DE MAYO
Mi relación con Emilia es a través de su enfermedad. No la acaricio, le pongo cremas y pomadas. No la abrazo, la envuelvo en sábanas para que no se rasque. No la beso, tiene las mejillas llenas de eccema.
8 DE JULIO
Hoy es mi cumpleaños.
Siempre quise ser madre.
Me acuerdo cuando era niña y jugaba a la mamá con mis muñecas; me acuerdo de jugar a ser la mamá de mi hermana menor y hacerle papillas y cantarle nanas. Me acuerdo de mi mamá contenta entre nosotros, de sus malteadas de fresa y el huevo crudo con jugo de naranja todas las mañanas para salir a la escuela, alimentados, a pesar de las prisas; me acuerdo de los campamentos en el jardín de la casa, de los viernes en que nos permitía hacer todo lo que quisiéramos: comer con las manos, sorber el refresco, aventamos petardos de servilleta; me acuerdo que cada día de cumpleaños ella nos despertaba con caricias y con el relato del día de nuestro nacimiento; me acuerdo que a la menor provocación hacía maletas y nos trepaba al carro lo mismo para ir de día de campo que para andar carreteras y llegar a un pueblo en Michoacán o una playa en Jalisco. Me acuerdo de que era una mamá feliz. Si estaba cansada, si nos regañaba, si nos dio con la chancla, seguramente dijo cosas hirientes, ahora no las recuerdo, pero era una mamá feliz y a nosotros supo hacemos y criamos como niños felices. Me acuerdo de que aún en la crisis del 94, cuando su sueldo como maestra no alcanzaba para llegar a la quincena, ella cocinaba con lo que tenía en la despensa y les inventaba nombres a los platillos. Mi mamá fue una mamá feliz.
Mi familia siempre fue de muchos niños, mi mamá tuvo 6 hermanos y mi papá tuvo 9 hermanos, las casas siempre estaban llenas de niños que iban y venían, de mamás embarazadas, de mamás cargando niños, de mamás corriendo tras los niños. La vida era con los niños, en las casas, en las fiestas, en algunos trabajos (conocí todas las oficinas y escuelas donde trabajó mi mamá y a los conserjes, secretarias, alumnos y compañeros. Tuve un tío fotógrafo que nos dejaba acompañarlo a las fiestas, otro que construía carreteras y nos llevaba a hacer días de campo mientras él y los trabajadores colocaban pavimento. Mi papá me llevaba a los juzgados, a las asambleas de las comunidades indígenas donde llevaba los casos agrarios).
Para mí era normal ser mamá, era parte del ciclo de la vida. Incluso, a mis 22 años cuando aborté de manera clandestina en una clínica de Veracruz, supe que quería ser madre, pero no en ese momento. En ese momento tenía demasiado miedo, estaba demasiado sola y había demasiados sueños sobre mí.
Leo en las redes, en los periódicos, en los libros, escucho entre mis amigas los debates recientes sobre el ser o no ser mamá, debato con ellas, les sugiero no serlo si no están dispuestas a ceder gran parte de su vida; dispuestas a saber que la libertad, a partir de ese momento, siempre es compartida. Nunca les he mentido del cansancio que representa cuidar a uno o dos hijos. De la frustración. Pero, ¿qué cosa no exige de nosotros desvelos, compromiso, voluntad y dejarnos un poco de lado, por momentos? ¿No exige eso, por ejemplo, la vida en pareja, las amistades?
Leo a Federici decir que nuestro cuerpo se transformó en un territorio político para alimentar al capital, leo a Meruane decir que los hijos son impuestos para devolvernos a las casas. Pero, ¿y las que sí quisimos ser mamás? ¿Y las que estamos intentando otras formas de cuidar, de cuidarnos?
Siempre quise ser mamá.
O, más bien, nunca me detuve a pensarlo.
¿Cómo he sido pensada para asumir que quiero ser madre?
Daniela Rea en Tsunami, 2018
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unperezososabio · 4 years ago
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Relato corto: Valery.
Ella no merecía morir. De todos los escenarios que alguna vez pude imaginar, nunca me imagine que vería a mi mejor amiga dentro de una caja de madera, con un vestido que en vida hubiera odiado y rodeada de sus asesinos. Valery. Mi pequeña Valery. No podía parar de mirar su rostro redondo y de rasgos suaves, con sus lindos ojos cerrados, los cuales nunca volvería a ver. Ella no merecía morir. Pude ver cómo le habían puesto un vestido de manga larga para ocultar los largos cortes que tenía en su muñeca y antebrazo, que se los hizo cuando decidió quitarse la vida. En una mañana de invierno. Miré a sus padres, miré a su hermano, a sus primos, abuelos y tíos. A sus amigos. Toda la gente que se supone que debió protegerla, y amarla. - ¿Cómo fue que pasó esto? – lloraba su madre – Ella siempre fue tan feliz. Mis padres me ignoraban, susurraba la voz de Valery. - Es mi única hermana. – mascullaba su hermano tratando de limpiarse las lágrimas. Mi hermano me quiso violar, chilló la voz de Valery. - Nunca nos dijo nada. – decían sus primas confundidas. Les enseñé mis cortes y se rieron, gritó Valery en silencio. - Era tan buena muchacha. – dijo una de sus tías llorando. Me gritaron que estaba enferma, susurró Valery. Me quiero morir. No quiero estorbar. Quiero descansar. Tantas indirectas que me gritó al oído y yo no las escuché. Sólo le dije que fuera fuerte. ¿Cómo puedes decirle algo así de patético a una persona que siente que el mundo se le cae a pedazos? ¿Qué palabras de consuelo le puedes decir a una persona que no tiene apoyo ni de su familia? ¿Qué le pude haber dicho yo a Valery para evitar su muerte? No lo sabía. Sólo sabía que no la estaban respetando ni siquiera después de muerta, estaba furioso y me sentía culpable. - A Val nunca le gustaron los vestidos. – dije en voz alta y todos me voltearon a ver. – Ella solía decir que cuando la enterraran, quería morir con una pijama y su cobija favorita. - Eso es incorrecto para un funeral. – protestó su padre. - Ella quería que solo vinieran aquellos que supieran su color favorito ¿Alguno de ustedes lo sabe? – cuestioné mirando a sus padres. - Somos sus padres, tenemos derecho a estar aquí. – dijo su madre molesta. - Aun así nunca se interesaron por su color favorito. – murmuré. – Era el rojo, el color del fuego y de las cerezas, sólo por si les interesaba. – añadí sarcásticamente. Valery nunca quiso entregar café en su funeral, nunca quiso flores ni rezos. No quería ser enterrada, quería ser cremada. Valery quería que hubiera música en su funeral, quiso tener el cabello suelto hasta el final, no quería estar maquillada, no quería vestir de negro. Tantos detalles que ella siempre pensó para su funeral y sus “padres” ni siquiera se molestaron en averiguarlo. Lo único que Valery planeó a la perfección fue su muerte, porque su vida le dejó de importar hace varios años.   Al final, me sacaron del funeral, así que fui a una de las solitarias terrazas de la funeraria, en lo que llegaba mi taxi. Abrí las puertas y el aire frío me golpeó. Sin embargo, no estaba solo. Había una chica recargada contra el barandal, a espaldas de mí. Tenía el cabello castaño corto y un cuerpo común, no era delgada, pero tampoco gorda, y sin curvas. Sólo una chica. Me di la vuelta para irme, pero la desconocida habló. - La mañana del 5 de diciembre era muy linda. – dijo. – Me hubiera gustado verla bien ¿sabes? - ¿Por qué no la viste? – pregunté tenso, reconociendo esa voz. Me acerqué lentamente a la chica se dio la vuelta. - Porque ese fue el día en el que me encerré en el baño a descansar. – dijo Valery sonriendo. No podía moverme, se supone que justo en la sala de abajo estaban velando a Valery, pero está chica era igual a ella, ojos marrones, nariz redonda y ligeramente respingada, cejas gruesas y labios con forma de corazón. - ¿Valery? Pero… tú… muerta y yo… - tartamudeé. - Si estoy muerta, pero le pedí a la muerte si me podía quedar unos minutos más. – dijo ella sonriendo suavemente. - ¿Por qué…? - Quería ver mi propio funeral, la única cosa que planee a la perfección y ni eso pudieron cumplir. – comentó ella, pero no se le veía molesta. - No, hablo de tu… - se me cerró la garganta. – de tu suicidio. - Ah, cierto… susurró ella, volteó al cielo y pude ver sus ojos algo brillosos. – Supongo que se me acabaron las ideas para ser feliz, está fue la más viable… - ¿Por qué…? Se que tu familia te odiaba, pero ¿y tus amigos? – dije exasperado. - ¿No éramos nada para ti? - Al contrario, lo eran todo para mí. - ¡Entonces… - Pero yo no soy todo para ustedes. – finalizó ella sonriendo tristemente. – Y no me molesta, yo no era indispensable para nada ni nadie, así que no me costó irme. Sentí las lágrimas rodar sobre mis mejillas. Ella sonrió tristemente y me tomó de la mano, su mano estaba fría como el hielo y daba la sensación de que estaba muerta. No. Espera. Estaba muerta, no era sólo una sensación. - No me voy a disculpar. - No esperaba que lo hicieras. – susurré dolido. Ella dijo mi nombre. - ¿Quieres bailar conmigo? – dijo sonriendo suavemente. – Antes de que ella vuelva por mí. Cuando ella estaba viva, siempre quiso bailar conmigo, de hecho fue una de sus mayores ilusiones. Nunca acepté. Si hubiera sabido que esto iba a pasar, hubiera bailado con ella mil veces, las necesarias. - Sí. – dije. Ella me abrazó suavemente, y al ritmo de una música imaginaria, nos empezamos a mover, estaba fría como el hielo, y sus manos parecían robar mi calor corporal, pero no me importó, estaba bailando con Valery y eso me bastaba. Sentí que bailamos muy poco, pero cuando ella se estremeció vi que el sol ya estaba saliendo y seguramente mi taxi, ya se había ido. - Ya llegó, tengo que irme. – susurró y pude sentir sus lágrimas empapando mi hombro. - ¿Quién? – exclamé. – No te vayas. - La muerte… solo me dio hasta el amanecer. – dijo ella. Se separó ligeramente de mí y su mirada chocolatosa me envolvió. Volvió a decir mi nombre. - Tengo miedo. – murmuró. Su cuerpo empezó a tomar calidez, y supe que era hora. - Esta bien, Val, ya podrás descansar. – murmuré sonriéndole aunque me estaba desmoronando por dentro. - Por favor, abrázame. – me rogó llorando. – Abrázame como nunca me abrazaste cuando estaba viva. No respondí ni le reclamé, sólo me aferré a ella, como nunca me aferré a algo en vida, porque pensé que todo era eterno. Nos quedamos quietos y nunca dejé de sentir su presencia frente a la mía. Hasta que abrí mis ojos y estaba abrazando la sudadera que ella me regaló cuando éramos niños, y el único rastro que quedaba de Valery fueron sus lágrimas que empaparon mi hombro. Ella al final murió bajo sus condiciones, y eso, de algún modo me consoló. Mi Valery.
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peanut-0 · 4 years ago
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Vengo a pedir un fanfic donde Keith y Lance adopten un gatito en San Valentín que sea todo fluffy - 🐱
¡Hola! Mi lindo anon gatuno. Claro que shi, lamento mucho la demora en responderlo pero más vale tarde que nunca. Te envío chocolates de san Valentín virtuales. Espero que te guste.
Resumen: Lance planeó la cita de San Valentín perfecta para su novio pero la adopción inesperada de un gatito hace aún más perfecto ese día.
AU Moderno (actual).
Parejas: Keith Kogane x Lance McClain.
Advertencias: Ninguna.
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Esto no se suponía que fuera así. Para nada estaba en su imaginación de la noche anterior.
Lance estaba refunfuñando o lo intentaba al menos, primero porque estaba de mal humor pero lo superaba el temor de estar a estas horas de la noche dentro de un bosque, a oscuras, en silencio... ¿Cómo es que terminó ahí? ¡Sencillo! Keith, su novio.
Día de San Valentín sería pronto entonces Lance con un mes de planes, decisiones y organización al fin había conseguido la cita perfecta romántica para con el de cabellos negros, incluído el día de hoy en el que invitaría a Keith a una romántica noche con él y justo cuando iba a hacerlo escucharon ruido en el bosque detrás de ellos. Lance había llevado a su novio a una colina alta en donde se viera en todo su esplendor el cielo nocturno pero claro que tenía que arruinarse y claro que Keith tenía que proponer ir a investigar ese ruido... ¡No todos sabían noquear a un impertinente ladrón de una patada!
- Gatito, gatito, gatito - llamaba en susurros Lance - Keith ¿en dónde estás? - susurró para sí el moreno mientras asomaba la cabeza detrás de un árbol.
- ¿Cómo sabías que era un gatito? - de repente, detrás de él, habló Keith y justo esa acción hizo gritar del susto a Lance, poniéndose blanco y gritando horrorizado girándose a ver a su novio, con tierra en el rostro, el cabello revuelto y ramas en el mismo.
- Yo... No... - miraba incrédulo al contrario. Con este chico era imposible dar explicaciones, pues no sabía que todo el ruido era por un gatito sino que así se refería a Keith - Eso no importa, mejor dime ¿qué clase de pelea tuviste con un indefenso gatito para terminar todo espolvoreado de tierra? - se cruzo de brazos.
- ¡Yo no peleaba con un gatito! - se ofendió Keith y suspiró - Lo que escuchamos era el ruido que hacía el gatito - su expresión se suavizó mostrándole a Lance lo que llevaba en brazos, envuelto en su chaqueta, justo en ese momento se percató de que el de ojos violeta no la llevaba puesta - Estaba atrapado cerca de un risco, unas ramas y raíces lo sostenían porque estaba trabado ahí - miró al gatito con melancolía y Lance suavizó sus facciones, seguramente de alguna manera Keith se sintió identificado y aunque no fuese así sabía que hubiera ayudado al pequeño - Tuve que bajar sosteniéndome de las ramas... Pero pude destrabarlo, es muy pequeño - lo destapó para que Lance lo viera. Un pequeño gatito no más de unos dos meses, de color blanco con negro, respiraba un poco agitado pero parecía no querer salir del refugio que era la chaqueta de Keith.
- Eso es porque todavía es bebé - sonrió - Tengo experiencia con gatitos, mis hermanos y yo tuvimos varios y por alguna razón terminaban adorando a mi hermana Verónica ¡ella no hacía nada! - se quejó sacando unas risas por parte de Keith y eso fue suficiente para hacerlo sonreír y volver su vista al gatito, entonces Lance sonrió - Adoptemos al pequeño - se acercó y se ganó la atención de Keith.
- ¿Seguro...? - de verdad quería, pues no podía dejarlo a su suerte y por alguna razón tampoco quería buscarle otra casa porque no sabría si en el futuro sería tratado con respeto el gatito pero por otro no tenía mucho tiempo que él y Lance se habían mudado juntos, al principio las cosas eran un tanto incómodas además de extrañas porque se estaban adaptando pero pronto eso fue dejado de lado... No quería incomodar a Lance y...
- No pienses tanto las cosas - le golpeó la cabeza con el dedo - ¿Porqué no? Será divertido - además de ilusionarle el hecho de criar a un bebé minino junto con Keith, algo que los uniría aún más - Podemos dividirnos las tareas. Tu simplemente te sentarás en el sillón, jugarás con él, te encargarás de mantenerlo contento mientras yo me ocupo de la comida, de limpiar su arena y de los arañasos - levantó los pulgares.
- Tonto - ríe Keith negando con la cabeza - Nos repartiremos las tareas pero no así.
- Perfecto, entonces queda al revés - sonrió dirigiéndose al sendero para volver a su auto.
- ¡Lance! ¡Tampoco será así! ¿Porqué eres infantil? - le gritó molesto, suspiró. Pero sonrió una vez vio que el gatito dormía ahora - Te cuidaremos y serás feliz.
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Keith suspiró colocándose su chaqueta roja y mirándose al espejo, él no quería salir. No es que no valorara las atenciones de Lance pero lo amaba y por eso cada día del año eran especiales para él porque estaban juntos, no veía mucho interés en celebrarlo el catorce de febrero... Además de no gustarle la aglomeración de personas, ni tener que hacer filas o que Lance se hubiere roto el lomo en su trabajo con horas extra para poder reservar en un restuarante lujoso por una cena en la que el moreno solamente pediría lo más económico dejando que Keith deguste los platillos completos de precio excesivo...
Aunque Lance creyera que sus planes eran sorpresa lo había anotado en la pizarra de la sala, que usaban para organizarse, sugerencia de Shiro. Keith era feliz con lo que sea que Lance le diera y eso ya era su amor, su comprensión, no necesitaba más. Además quería quedarse a cuidar al gatito, aún estaba asustado y faltaba conseguir cosas que necesitara como lo son un arenero en vez de la planta que les regaló Pidge, una cama y no el cojín extraño que Romelle les obsequió en Navidad y comida para gatito no lo que sea que les haya dado Coran.
- Toco, toc, Keith eres perfecto como estás aún si decides usar ropa de vago te ves radiante - llamó desde afuera Lance - Es hora de irnos.
- Ya voy - dijo sin muchos ánimos pero sonrió, Lance había hecho sacrificios no podía ser ingrato.
Al abrir la puerta de su habitación sonrió al ver a Lance con su camisa azul y su chaleco. El moreno también lo vio con una sonrisa.
- Hey - se acercó acunando su mejilla.
- Hey - respondió Keith en tono suave, haciendo lo mismo.
- ¿Listo? - sonrió Lance y Keith asintió.
El gatito dormía en el cuarto de lavado, ambos estaban algo desconfiados de dejarlo con alguien ya que ninguno de sus amigos estaba disponible entonces pensaban que estaría bien por unas horas. Después de que Keith se despidiera de él al igual que Lance, salieron.
Cuando LaNce conducía miraba de reojo a Keith.
- Antes de que se me olvide, hay cambio de planes.
- ¿Cómo? - Keith dejó de mirar a la ventana para ver a Lance con la duda pintada en sus ojos.
- Ya verás.
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Los dos estaban en el "Paraíso del felino", una tienda dedicada exclusivamente para productos para gatos. La tienda se encontraba prácticamente vacía de personas salvo los empleados.
- Genial, tendremos la tienda para nosotros - se tronó los dedos Lance - Bien, entremos - antes de poder avanzar una mano en su muñeca lo detuvo.
- ¿Lance? - Keith le soltó la muñeca y cruzó sus brazos sobre su pecho, esperando explicaciones sin evitar que una sonrisa se formara de sus labios.
- Bien - se rascó la cabeza el moreno - Ayer adoptamos un gatito herido y pensé que mi mejor San Valentín es hacer lo que sea contigo y... Bueno, preferí usar el dinero que ahorré para pagar un restuarante lujoso para esta noche en algo que sé nos va a hacer más felices. Quiznak Keith, si hubieras visto la sonrisa de tu rostro cuando te propuse adoptarlo... Quiero más de eso y - tomó su mano para besarla - Hacer esto contigo me pareció mejor plan, además hay menos gente - sonrió mostrando sus dientes.
- Siempre sabes lo que tienes para ofrecer y yo... No puedo pedir más - lo abrazó, aspirando su fragancia - Gracias, Lance - no podía dejar de sonreír - Le daremos una familia al gatito, ¿cierto?
- O él a nosotros - dijo Lance y ambos se fundieron en un cálido beso.
Así entraron a la tienda tomados de la mano. Keith se entretuvo mucho con los juguetes de gato, buscando los ideales para el pequeño; Lance por su experiencia personal sabía de marcas de arena para gato, fórmula láctea, alimentos y demás; ambos eligieron los platitos, un arnés, un collar y su correa, un chaleco para el frío, una mantita, una cama aunque habían decidio ir a conseguir una caja de cartón ya que creían que el pequeño apreciaría eso más.
- Bien, tenemos todo listo para Lance Junior.
- ¿Lace Junior? - Keith lo miró con una ceja levantada.
- O el pequeño Keith ¿cuál te gusta más?
- Él nos lo dirá, Lance.
- ¿Y cómo se supone que hará eso?
- Con sus acciones, con su señas - se encogió de hombros.
- Lance Junior, entonces será - sentenció Lance.
- Lance - reprendió Keith.
- Bien, bien. Pero no podemos dejarlo sin nombre tanto tiempo Keith, aunque no lo creas lo neceistan para que sientan vínculo hacia nosotros además de entender que nos referimos a él.
- Bien - derrotado dijo Keith. Jamás esperó estar en esta situación, era la primera vez que tenía que elegir un nombre y sobre todo era para alguien especial ahora en su vida.
- Aún está la propuesta de Lance Junior... O patitas - corrigió cuando una mirada violeta amenazante se posó en él.
- Ehm... ¿Podría ser Milky? - vio a Lance con inseguridad, a estas alturas se estaba orientando más a Lance Junior.
- ¿Milky? ¿Como Milky Way? - ojos azules se posaron en el pelinegro, quien asintió en silencio - ¡Me gusta! Es bastante bueno, de hecho.
- Bueno, te soy honesto Lance Junior, no me parecía tan malo ahora que lo pienso - se sonrojó.
- Milky me gusta. Su nombre completo será Milky Lance Jr. Kogane ¿qué opinas? - propuso con los brazos extendidos.
- Eres un tonto - negó Keith riendo.
- Un tonto enamorado, no tengo remedio.
- Y un tonto con familia - dijo Keith pero antes de que Lance respondiera, Keith lo tomó de la camisa y unió sus labios con los de él - Vayamos a casa, Milky nos espera papá Lance.
Lance sonrió, la cita de San Valentín fue mejor de lo planeado y lo que no supo en su momento es que no solo le dio una familia a Milky sino a Keith también, una familia que siempre deseó desde que su papá falleció.
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mypatchseries · 4 years ago
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Silence - Capítulo 1
ACTUALMENTE
 —Dijiste que ibas a liberarla hoy—Gruñí a través del teléfono.
Se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.
—En estos últimos tres meses Patch, me he dado cuenta que tienes muy poca paciencia. —Si hubiese podido darle un puñetazo a través de la llamada, lo hubiese hecho gustoso—Mis hombres acaban de irse con ella, van a dejarla en el cementerio, cerca de la lápida de su padre.
Apreté mis puños.
—No fue ahí donde quedamos que la dejarías.
Pude imaginármelo encogiéndose de hombros. Sentí que mi enojo florecía, lo cual era bastante común en estos meses. Siempre andaba de mal humor.
—Puedes estar contento de que al fin la haya solt…
Colgué. No quería que mi enojo siguiera en aumento y me dieran ganas de ir a buscarlo antes de poner a Nora a salvo. Subí al Jeep rápidamente y aceleré en dirección al cementerio de ColdWater. En estos últimos tres meses, había estado investigando a los ángeles caídos para Hank. No sabía exactamente qué demonios era lo que necesitaba saber, por lo que siempre anduve divagando. Tampoco me encontraba muy deseoso de traicionar a los míos, pero si se trataba de Nora… En este tiempo que pasó no pude verla ni un segundo, ni siquiera de lejos, por lo que me encontraba algo emocionado mientras conducía. Sin embargo, sentía un sabor amargo en mi garganta porque no podía dejar que ella me observara  a mí. Sin mis alas, era más complicado seguirla a todos lados, no quería que me pillara y se acercara a preguntarme por qué demonios tenía un Jeep Commander pegado a sus talones todo el tiempo. Quizá debería conseguir unos siete coches más, así nadie sospecharía nada.
Aparqué detrás del cementerio, por una vía solitaria que nadie usaba hace bastante tiempo. Me bajé y escalé la pared que obstaculizaba la vista para entrar. Luego comencé a recorrer el lugar con la vista. No habían llegado. Subí al árbol más cercano y me senté a esperar pacientemente. Fue alrededor de treinta y siete minutos después, que vi las luces de una camioneta. Comenzaron a escucharse los pasos y pude ver a un Nephilim joven que llevaba a Nora en brazos. Cruzaron a la derecha cerca de la estatua de un ángel, y un poco más allá, la depositó en una lápida con mucho cuidado. Dos de ellos miraban todo el tiempo alrededor, buscándome, porque sabían que yo estaba ahí.
— ¡Recuerda que ella no debe verte! —Gritó el que la llevaba en brazos. —Si destruyes todo lo que se ha construido hasta ahora, ella morirá.
No pude evitarlo. Mis instintos asesinos me empujaron al límite. Salí de las sombras y me detuve frente a ellos, tratando de no desviar mi vista al cuerpo cálido y somnoliento que se encontraba a mis pies.
— ¿Eso es una amenaza? —Pregunté, con mis ojos fijos en el que habló. Tenía una ligera sonrisa asomada en mis labios, una sonrisa pequeña que amenazaba con problemas, muchos problemas.
El chico, que quería ser valiente, se cruzó de brazos y me espetó: —Sí, lo es.
Mi sonrisa se amplió. De acuerdo, veámoslo de esta manera: Yo era un pobre e indefenso ángel caído que tenía un montón de ira acumulada, y él era el chico malo que andaba buscando problemas. Yo, muy generosamente le puedo compartir parte de los problemas que he prometido, así que sí, le di un puñetazo que lo tumbó al suelo, le sujeté un brazo y lo rompí en pedacitos, en el hombro, en el codo, en la muñeca, y los dedos. Creo que luego de eso pude respirar un poco mejor.
—Creo que deberías aprender a respetar a tus mayores, niño—dije burlonamente. Miré a los otros dos— Díganle a Hank que no voy a romper el trato, pero que tampoco crea que me tiene en la palma de su mano por eso. Voy a mantener a Nora vigilada, no sabrá de mí, y espero que tampoco sepa de él. Ahora, lárguense.
Los tres se fueron corriendo, y al llegar a la camioneta aceleraron, causando que los cauchos chirriaran contra el pavimento. Nora se removió a mis pies. El corazón se me volvió pura sangre, ardiendo entre deseos de besarla, abrazarla y tomarla entre mis brazos para llevármela lejos.
Pero maldita sea, no podía.
Lo único que le permití a mis impulsos fue acariciar su mejilla y rozar sus labios con las yemas de mis dedos. Mis labios ardieron en deseos de comerme su boca, pero me mordí y me escondí detrás de la estatua de ángel, mientras ella se removía inquieta. Era extraño mantenerse oculto y observarla… me recordaba un poco la época en la que no la conocía, y la investigaba, para matarla. Sonreí ante aquellos recuerdos… la manera en la que comenzó todo…
Nora se vio aturdida unos minutos, luego vio la lápida y comenzó a llorar. Imaginé que era la tumba de él que ella creía que era su padre. Pero yo me había enterado meses antes que su padre era Hank. Ella también lo sabía, o eso suponía. Mientras la observaba, pasó algo extraño. Miró directamente en mi dirección, y por una fracción de segundos pensé que me miraba directo a los ojos. Me había quedado inmóvil, pero luego comprendí que sólo observaba la estatua. Las lágrimas se derramaban por su mejilla, y mi mano ardía en deseos de secarlas. Luego sonrió, y no deseé nada en esta vida como que su sonrisa fuese para mí. Pero no lo era, ya no. Había renunciado a ella, a tocarla, a besarla, para mantenerla a salvo. Tenía que cumplir eso.
Un hombre con una linterna se acercaba a ella, así que me sentí un poco aliviado de que alguien pudiera iluminarle el camino de regreso a casa. Estuvieron hablando unos segundos, Nora se puso de pie y la expresión en su rostro me indicó que algo no andaba bien. ¿Qué sucedía?
Retrocedió un poco, y el hombre intentó abalanzarse, pero ella salió corriendo. Esto era malditamente genial. Acababan de dejarla en libertad y ya se estaba metiendo en líos. Chasqueé tres veces moviendo mi cabeza de un lado a otro con una sonrisa en los labios. Mi pobre Nora. Salté del árbol dispuesto a matar al tipo, quizá la situación fuese un poco seria, pero no dejaba de causarme gracia. Me alegraba saber que Nora siempre iba a necesitarme.
— ¡Nora! —gritó el hombre.
Les di alcance con facilidad, pero siempre me mantuve detrás de los árboles, siempre cuidándome de que la luz de la linterna no me diera. Él la cogió del hombro, e inmediatamente entré en el cuerpo de Nora. Aparté su mano con fuerza.
— ¡No me toques!
—Un momento. Te dije lo de la recompensa, y pienso obtenerla.
¿Recompensa? No sabía nada de eso. Él trató de cogerla del brazo de nuevo y a través de ella, le pegué una patada en la espinilla. Quizá fue muy fuerte, porque el hombre soltó un alarido.
Nora parpadeó sorprendida ante lo que ella pensaba que era su propia violencia; se detuvo a observar el lugar, con una mirada de terror en sus ojos, y tuve que impulsarla a seguir corriendo, antes de que llegaran más.
—Sí, es ella. Estoy seguro. Abandona el cementerio en dirección al sur.
La desvié al norte. Corrí junto a ella en silencio hasta que chocó contra la reja del cementerio. La evadió, cruzó la calle corriendo y apareció un coche de policía. Ella no quiso detenerse, incluso cuando dejé de presionarla. Continuó corriendo causando que el oficial se pegara a ella. Cuando se detuvo, muy cerca a la orilla del puente, tomó una rama bastante gruesa. El oficial bajó de la patrulla y se acercó cauteloso a ella, tratando de ignorar su arma.
—Soy yo, Nora—Ella se encogió al escuchar su nombre. ¿Lo conocía? — ¿Estás herida? —Nora no daba ninguna respuesta— He llamado a tu madre, se reunirá con nosotros en el hospital.
Ya me había alejado bastante mientras esos dos charlaban. Lo último que vi de Nora era que se desmayaba, y tuve que obligar a mis pies a caminar en línea recta para no correr y llevármela. Era desesperante ser yo en estos tiempos.
Corrí de regreso al Jeep y al subir, tomé el teléfono. Había un pequeño detalle que no se me había olvidado.
—Con que ofreciendo recompensas por encontrarla—murmuré, cuando él contestó.
Soltó una risa.
—Sabías que iban a ir por ella como lobos hambrientos. —Maldito sea.
—Sólo quería retar a tu autocontrol.
—De acuerdo, pero debes saber que esta es otra cosa que sumé a la lista. Algo me dice que tu muerte será dolorosa, y lenta, muy pero muy lenta.
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malvaldean · 5 years ago
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Donde termina el asfalto.
Esa era la señal.
No me había percatado de los cristales en el suelo hasta que cerré la puerta detrás de mí, y me hubiera alterado de haber sido la primera vez. Sin embargo, no lo era.
Era el tercer cristal que Xu rompía desde que decidió avisar el toque de queda lanzando juguetes de sus hermanos a mi ventana, y esta vez miré con pesar el jilguero, ahora sin pico, de madera color caoba que, junto con los cristales rotos, hacían ver una imagen dolorosa en el suelo pálido de mármol.
Fuera llovía con una intensidad impropia del pueblo, donde no solía llover a menos que fuese invierno, el agua se colaba en la habitación con el silbido del viento y la humedad la llenaba en lo que me ponía el abrigo y mi gorro de lan a gris.
Cuando me asomé a lo que quedaba de ventana, la vi abajo, calada y temblorosa, con un paraguas en la mano y las manos alzadas.
—Xu —la saludé —. Espérame abajo.
Con cuidado de no resbalarme salí al exterior de la ventana, donde el viento me azotaba la cara y me alborotaba el pelo. Bajé la escalerilla de jardín que habíamos para bajar desde mi cuarto en el segundo piso de mi casa. Abajo, a pie de la carretera de la urbanización, la lluvia ennegrecía el asfalto Y la sombra de la noche me mareó al tocar el suelo.
Cuando levanté la mirada, Xu me esperaba tan esbelta como siempre, con el pelo oscuro y lacio pegado al rostro.
Ella me miraba con los ojos brillantes.
Entonces las peleas y gritos desgarrados de mi casa se perdieron en la lejanía.
Ya ni siquiera valía la pena llamarla hogar. Lo había dejado de ser en el momento en el que Omi cruzó la puerta.
Mamá me decía a menudo que le llamase “papá”. Yo nunca lo había hecho, ni nunca lo haría. Ni siquiera era mi padre de verdad. Mamá conoció a Omi cuando trabajaba de camarera en una heladera, un par de años después de que mi verdadero padre muriese.
Yo entonces tenía diez u once año, demasiado pequeña como para suponer a lo que llevaría aquella relación. Solo supe que al poco tiempo Omi empezó a frecuentar nuestra casa, que mi madre se ausentaba más de lo debido y que empezamos a tener más dinero. Cenábamos tres en vez de dos, mi madre sonreía más, yo me sentía completa y mamá conmigo.
La realidad me golpeó como un martillo.
La primera vez que Omi pegó a mamá yo tenía once años. No sería muy agradable recordar, ni didáctico decir qué le dijo exactamente. Comentaba el dinero, el bar, otros hombres... Me comentaba a mí.
El primer Cristal se rompió a la semana, y el cardenal en el cuello de mi madre a la siguiente. Omi trató de abusar de mí a los cuatros días, y cuando me resistí sus manos cayeron sobre mí como garras de metal. Yo lucí aquella vez el cardenal.
El dinero permanecía, pero mi madre y yo nos hundíamos entre vajilla en el suelo y lluvia de veneno. Donde antes olía a hogar y entonces apestó a óxido. Tan nocivo y tóxico. Sin salida.
Entonces conocí a Xu.
—Magnolia —cuando abrí los ojos la lluvia me devolvió a la realidad. Xu estaba más cerca y me colocó una hebra color herrumbre detrás de la oreja.
—Vamos —me dijo, y echamos a andar.
Me refugié bajo el paraguas y bajo sus brazos, bajo el repiqueteo de la lluvia, entre el aliento del pueblo.
Nadie habló. Ninguna de las dos lo hacía jamás en aquel bucle diario.
Caminábamos y observábamos, pero siempre en silencio.
Abandonamos la urbanización y pasamos el parque abandonado, un solar en obras desmenuzado por una excavadora rota y oxidada y toda la zona de casas en construcción, donde la tierra se tornaba grisácea y seca por el polvo.
Mi urbanización separaba la zona costera del pueblo de la autovía. Caleta era un pueblo tranquilo, aunque bastante habitado. Un lugar en la costa hecho para ancianos jubilados y vacaciones de última hora, con un paseo marítimo lleno de heladerías y arena rocosa.
En cierto modo era sereno y acogedor, y olía a sal, a brisa marina y a olivos. Yo apenas pisaba el centro, y no iba más allá del supermercado en la calle próxima a mi casa.
A medida que Xu y yo nos alejábamos de la luz de las farolas y la carretera el aire se despojaba de la densidad y la opresión que suponía la costa. Nos acercábamos a nuestro refugio, el lado oculto que nadie pisaba.
Más allá de mi casa estaba el campo. Xu y yo teníamos la costumbre de frecuentar nuestras escapadas allí. Donde la acera terminaba se abrían paso colinas extensas de plantaciones de olivos, de hierba dura y verde. El aire tomaba el olor de las aceitunas y el rocío, y en la hierba se reflejaba el color pálido de la luz cuando amanecía.
Siempre me resultó extraño el contraste que hacía el centro de Vélez, tan marítimo, tan abierto, con lo el deje siniestro que tenía aquel lugar de colinas silenciosas y escarpadas. Ni siquiera estaba segura de que formase parte del pueblo.
Mis zapatillas se hundieron en la hierba mullida, los olivos se abrían paso y la noche se extendía como un manto oscuro sobre nosotras. Xu me cogió la mano, fría y dura, y me arrastro el resto del camino hasta lo más alto de una colina con un único olivo en la cumbre.
Xu no me soltó la mano cuando nos sentamos, y el calor me apaciguó cuando metió su mano entrelazada con la mía en el bolsillo de su chaquetón.
Había dejado de llover.
Conocí a Xu al borde del abismo. Los ojos gélidos y claros de Omi y el peso que recaía sobre mi madre habían terminado por consumirme, y verla a ella, tan vulnerable manteniéndolo bajo nuestro techo me estaba matando.
Yo me malacostumbré al tabaco. Primero con el que encontraba en casa o le robaba a Omi, y después iba a comprarlo yo misma a una máquina expendedora detrás de una gasolinera cerca de la autovía.
Ella se llevó el último paquete que quedaba una noche de verano, y yo pensaba en dar la vuelta y volver a casa cuando se acercó a mí y me ofreció uno. Tenía los ojos hinchados y los vaqueros desgarrados, dejando ver sus rodillas rasguñadas.
—¿Te has caído? —Le había preguntado yo, aunque era una pregunta bastante idiota.
—Sí, pero ya no me duele —me escrutó con ojos extranjeros antes de mirar su cajetilla de tabaco —. ¿Quieres?
Asentí mientras trataba de ocultar el cardenal de mi pómulo bajo el pelo cobrizo.
Nos sentamos en el poyete de la puerta de la gasolinera, y entre humo y miradas acabó por darse cuenta del moretón. No me preguntó por él, pero yo se lo conté igualmente.
Había algo en su acento extranjero y sus movimientos sosegados que me causaba confianza. Yo no perdía nada por decírselo, y era probable que no la volviese a ver. Desde que Omi se había vuelto compulsivo y agresivo no me dejaba hablar con nadie, y el apenas hablar me estaba ahogando por dentro.
Ese día hablé más que en toda mi vida, y no solté ni una lágrima. Allí, sentadas en un poyete y sin saber su nombre, le conté sobre Omi y mi madre. Sobre las palizas, los gritos, los toques, el abuso. Me desnudé sin conocerla, puedo afirmar que jamás me he vuelto a sentir tan libre en toda mi vida.
Cuando terminé y volví la mirada, ella lloraba en silencio. Me miró y la cabeza me dio vueltas por primera vez.
—Me llamo Xu —me susurró.
Y entonces su nombre se quedó prensado en mi cabeza y corazón; y permanecería allí mucho, mucho tiempo.
Como yo no era capaz de decir nada, Xu empezó a hablar, lo cual agradecí.
Me contó que venía del sur de Irán. Su padre había fallecido en una expedición arqueológica en El Cairo, y su madre tuvo extremas dificultades para cuidar de ella y sus siete hermanos.
—¿Siete hermanos? —le pregunté, incrédula.
—En Irán no teníamos tantos recursos como ahora —me respondió, trenzando distraída una hebra de su cabello —. Yo soy la mayor; después están Ava, Isaz, Mehrak, Xana, Yas...
No me los aprendí todos hasta la cuarta vez que me los dijo. Los había visto alguna que otra vez con juguetes de madera o paja: una muñeca, un caballo, un coche, una excavadora... Todos de madera color caoba.
También me dijo que no iba a la escuela, y que ayudaba a su madre trabajando en el campo.
—¿Quieres que te lleve? —sus ojos brillaron cuando me lo preguntó —Allí no hay mar, ni edificios. Sólo árboles que huelen a aceite.
Tardamos diez minutos en llegar caminando a lo que resultó estar al lado de mi urbanización. Recorrimos un buen trecho de campo mientras me comentaba que su casa no estaba a más de un kilómetro, a pie de la autovía donde nacían los olivos.
Después nos sentamos al pie del árbol. De lo que se convertiría en nuestro olivo. A veces hablaba ella, y a veces yo. Tampoco es que fuéramos muy dadas a la conversación, pero la euforia nos consumía a medida que nos íbamos conociendo. Ella era tímida, aunque hablaba bastante. También tenía la voz aterciopelada, y me causaba más paz que ninguna otra que hubiera escuchado antes; y mientras hablaba, y hablaba, y hablábamos yo grababa la inicial de mi nombre en el tronco del olivo con un tornillo roído.
Pasamos así la semana siguiente, y el mes que vino después, y el que lo siguió, y el otro... Salíamos por la noche y cuando el alba enseñaba los primeros colores yo me despedía de Xu. Volvía a casa y Omi se encontraba demasiado borracho como para percatarse de mi presencia.
Xu me besó a los dos días. Con frío, con viento helado; y a mí me parecía que éramos nosotras las que ardíamos en el infierno.
Después de besarme se fijó en la inicial que grabé el primer día en el tronco. Al lado, detrás de un símbolo de más, puso la suya con una navaja.
Alguna que otra vez me habían dicho que estaba mal, y a mi me parecía que se sentía bien. Nunca lo hablamos. Tampoco nos importaba, y no pasó muchas veces más. Mucho menos nos interesaba que lo que fuese que yo sintiera por Xu y viceversa saliese de allí. Caleta se había estaba estancando años atrás, donde en las iglesias aquello se castigaba con pecado, y lo que pasaba en el pueblo se lo llevaba las olas hasta lo más hondo del mar, enterrado y sepultado.
Por eso salíamos al campo en silencio, nos conocíamos en silencio, hablábamos en silencio. Nadie supo que nos conocíamos, nadie supo que nos besamos.
Todo era sereno, y esa noche después de la lluvia también lo fue.
Allí, desde lo más alto, donde el viento nos acariciaba el rostro y la noche se cernía sobre dos chicas más cerca de lo que deberían, observábamos y mirábamos.
Ella miraba el césped, las ramas de nuestro árbol.
Miraba a lo lejos la autovía que se disipaba en la niebla, sus luces borrosas.
Miraba los coches pasar, un puente a lo lejos, un pasillo de palmeras...
Yo la miraba a ella.
Era guapa, todo el mundo lo decía. La humedad reciente le encrespaba el pelo lacio y abundante, tan oscuro como sus ojos rasgados, que aún en la oscuridad de la noche brillaban como el primer día.
Alcé una mano y acaricié la tez pecosa de su mejilla, tostada por el sol. Admiré la forma ovalada de su rostro, las pestañas rizadas que cuando parpadeaba le acariciaban la mejilla, las piernas infinitas enredadas con las mías.
Mi otra mano tocó con el pulgar los nudillos de la suya, las dos entrelazadas y encerradas en su bolsillo.
Los colores del amanecer asomaron pálidos y luminosos, y supe que era la hora de marcharme.
Porque por mucho que quisiera permanecer, siempre tenía que volver. La paz que me brindaban Xu y su campo de olivos se rompía; y no, allí la gente no salía de los tabúes, allí teníamos que escondernos y volver a la realidad, a los cigarrillos, a Omi.
Me lo encontraría dormido y oliendo a whiskey, su alta figura desparramada en el sofá. Quizá golpeando la pared con un martillo o gritándole a mi madre.
Yo me encontraría el suelo de la habitación lleno de cristales, y el pájaro de madera color caoba.
Miré a Xu por última vez.
Acaricié nuestras iniciales grabadas en el olivo.
;;Y bueno, pues esto es un trabajo de literatura donde me ricé más de la cuenta.
Vaya, que medio salí del armario delante de toda la clase.
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yumeorage · 6 years ago
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Orion 25-26: Shirou a la banca y pelea de chicas!
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Hey nenes! aparecí, se supone que iba a poner el despropósito del 25 separado del 26, pero la semana pasada estuve ocupada y también me olvide XD
Por otro lado hubo cambio de hora aquí, el capitulo lo transmiten más temprano y yo estoy muerta de sueño a veces, así que ya no creo haga la ‘previa’ al despropósito como hacía antes justo después de la transmisión de los capítulos. Hoy no lo hice tampoco con el cap 26, a pesar de que lo ví en vivo, pero después me volví a dormir así que.. no lo haré, solo haré la review/resumen/despropósito normal, pero trataré que a futuro sean separadas.
RECAPITULEMOS!
Los dos capítulos anteriores fueron un desastre, bueno, solo el capitulo 23, que fue un relleno tan grande como los rellenutos. Donde nos mostraron el inazuma eleven reloaded, asi que no hay gran necesidad por verlo, si es que se lo han perdido.
En el capítulo 24 finalmente nos muestran algo, aunque solo se destacan tres cosas de ese capítulo: el nuevo trió intentando hacer el last resort, Atsuya hace su presentación y hay un nuevo traidor en el equipo de japón. A saber quién será el nuevo traidor, yo apuesto por Asuto o Hikaru xD
queseaasutoqueseaasuto
Que a propósito salieron varias teorías del posible traidor: podría ser el guía, el nuevo entrenador que se unió, Hikaru (que podría seguir teniendo doble personalidad), etc. Entre otras más, que ya no recuerdo, una teoría más loca que la otra.
SHIROU A LA BANCA!
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No se que se cree Hitsugaya sentado ahí mirando el fútbol, supongo que por ser hijo de Davy Jones tiene asientos privilegiados, recubierto de oro y esas cosas de millonarios.
Malditos ricos…
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Me recordó a cierto personaje del chrono stone, no me gusta recordar mucho esa serie (Si, aunque el fic que hago este basado en eso… es que ni yo me entiendo xD)
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Voy a decir que la nueva presentación de las formaciones, es bastante bonita, me gusta el cambio.
Para no hacerlo más largo esto:
España tenía un infiltrado de orion y casi, casi, casi, Asuto se va a la banca gracias a Shirou, pinche Shirou lo querías matar. Yo se que Asuto como protagonista es un cero, pero paciencia, ya brillará.
El traidor:
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Shirou matando a Asuto:
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Endou por otro lado intentó mejorar su técnica en el partido, no se que paso con las matrioskas esas, pero no mostraron su entrenamiento con las muñecas, fuck logic level 5.
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Al final, Endou logra dominar esta nueva técnica, y fue una técnica...ehmm buena y bonita xD Bueno, fue diferente a lo acostumbrado.
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Pero yo estaba como: SI TE HACES UNA ARMADURA CON ESO TE JURO ENDOU QUE DEJÓ DE VER LA SERIE ASÍ QUE NO LO HAGAS.
Bueno, no lo hizo, menos mal :v casi me muero, casi me da un ataque. No quería revivir el inazuma eleven go de nuevo.
La cosa es que solo le funciono una vez  XD
Al mismo tiempo(?, Clario, que estaba coqueteando con Endou cada vez que podía, le pone fin al infiltrado de orion en su equipo y lo mata.
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Pero todo pasa como un accidente (lo hizo en defensa propia nenes), no se preocupen. Comienza entonces el partido real, según Endou y Clario. Clario merece un oscar, por favor denle su oscar.
Y finalmente, por lo que nos hemos reunido todos aquí(??): Shirou y Atsuya hacen una técnica combinada, marcando un gol finalmente!!!
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Pero, Shirou sale del partido, al parecer este fue el último en el que lo veremos jugar. 
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Ahora se hará amigo de la banca y de Goenji. El GouFubu vivirá! xD
El capítulo 25 termina con un gol de ventaja para España, y yo triste porque Kazemaru y Fudou no han hecho ni amago de su técnica combinada (Según se ve en las cartas AC).
PELEA DE CHICAS!
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Es que joder yo pensaba que era chica también, pero creo que es chico. Y justo hay unos segundos donde se enfrenta a Kazemaru (+Kirina) y fue como LMAO ME MATAN.
El partido en este capítulo sigue nenes! Goujin entra por Shirou, por lo que en la defensa quedan dos… NOOOOO, no quedan dos, queda solo uno en la defensa.
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Kazemaru por favor mi vida, decídete ¿Eres centro o defensa? Se supone que Sakanoue es el libero, pero se quedó en defensa todo el tiempo xD FUCK LOGIC LEVEL 5
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Y Kazemaru llegó incluso hasta la portería contraria para hacerle un pase a Atsuya y a los demás AHSDAJSGDAJSGDASJGD POR FAVOR, Level 5 decidanse pero ya u.u
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No se tanto de fútbol tampoco, y quizás es porque Kazemaru es defensa lateral o yo que se lpm no sé XD soy una ignorante de la vida…
QUE ME DISTRAIGO
¿en que iba?
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Así! Endou mejoró su técnica (de nuevo), le pidió consejo a Nishikage (ojo aquí Nishikage hablando con Endou y no con Nosaka) y en unos segundos tenía técnica nueva, mejorada, la mejoró dos veces, para desviar los intentos de Clario por hacer un gol.
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Incluso pudieron hacerle un gol al portero de españa, gracias a las estrategias de Hikaru y Nosaka. Atsuya y Goujin hicieron equipo para hacer ese gol.
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La cosa es que empataron y todos estaban muy felices :3c
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PERO NO TAN RÁPIDO! >:3c
España sacó una nueva y super mega brillante técnica (no exagero con lo de brillante), haciendo un gol sin que nadie pudiera hacer nada, porque si, todos quedaron ciegos luego de eso. Supongo que cambiarán jugadores en el próximo capítulo, debido al daño en sus ojos.
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Nuevamente el capítulo termina con un gol de ventaja para españa.
Y ya esta :D!
DATOS QUE SERÁN DE VITAL IMPORTANCIA PARA LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS!
o no...
Maeno hizo de las suyas en el capítulo 25, pinche Maeno.
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O Kazemaru es intangible o es Clario, o ambos. Los personajes son intangibles ahora.
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Los comentaristas estuvieron peleando durante todo el partido.
En todo el capítulo 25, el pobre Haizaki era una bolsa de boxeo para los de españa XD
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Las referencias a la mitología nórdica me gustaron: Gungnir, es la lanza de Odín. Que fue la técnica de Atsuya y Shirou, solo por eso se vuelve mi favorita por defecto.
¿Alguien lleva un contador de Tatsuya hablando? Porque en el capítulo 26 habló y yo como:
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Ya comienzo a confundir los nombres de Tatsuya y Atsuya.
Yo juraba, de verdad, que Sekiya cuando iba a curar a Haizaki, le iba hacer algo al estilo del anime cuticle inaba xD hubiese sido súper. Pero es algo parecido, así que cuenta.
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Como le saquen otra habilidad del sombrero a Sekiya, me voy de la vida, ya lleva cinco creo.
No sé para que Nosaka necesitaba a Haizaki, si en este capítulo no hizo nada, quizás en el próximo hagan el Last Resort. Es que dejaron a Hiroto afuera!!
El próximo capítulo es el último para el partido, ya que el siguiente creo que se encontrarán con Ichinose, para más información ver aquí
Aún no hay señal de la técnica combinada de Kazemaru y Fudou.
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No sé por que siento que el único que vio la técnica brillante de España fue Nosaka, pinche Nosaka.
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Tengo la teoría de que Hikaru esta siendo hipnotizado por Froy, para que le revele información del equipo, siendo asi Hikaru el traidor, ¿así o más loca mi teoría? ¿o nos quedamos con que Asuto es el posible traidor? ¿o el guía? 
Y la imagen perturbadora del día es:
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Porque yo JURABA, JURABA que Nosaka y Kazemaru tenían la misma estatura, DE VERDAD NENES QUE YO LO JURABA, pero al parecer no es así. No sé si será por la posición de Kazemaru, o la mala animación (porque fue realmente mala en algunas partes), pero se nota la diferencia. Que alguien venga y me explique esto por favor. Necesito la estatura oficial de los personajes. Igual y estoy siendo una exagerada jajajaja  
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guindarebelde · 6 years ago
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La buena mujer
Por Sofía Troncoso
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“Frida y el aborto”, Frida Kahlo, 1932
La gente se escurría entre nosotras mientras nos mirábamos sin hablar. El olor a desinfectante marcaba el paso. Seguíamos y seguiríamos trabajando pasara lo que pasara, lo que también incluía que estuviese ensañada con ella y no se lo pudiera, o mejor dicho, no tuviera el corazón para decirle. Me ganaba el dolor. Ella limpiaba el suelo, su pelo negro recogido de forma ordenada no se movía un centímetro mientras trapeaba con intención, mientras yo restregaba apenas con fuerza la baranda del piso séptimo que daba a un claro en el edificio médico donde trabajábamos. Ninguna decía ni una sola palabra. La baranda había sido rayada el día anterior por algún niño sin mayores intenciones más que dejar su marca. Había escrito su nombre con letra visiblemente infantil, por lo que me podía imaginar al pequeño sin la atención de su madre, rayando, y –sin conocerlo– me ensañaba con él también.
No puedo tener hijos. Nunca pude, nunca podré. Cuando empieza un dolor por mucho agacharse en el trabajo ahí en la espalda, o en las rodillas, o en los codos incluso, puede llegar a sanarse con idas al doctor. Sin embargo cuando empieza un dolor adentro, en el corazón, es un luto crónico, una fatigada frustración que dura para siempre, y que ninguna visita médica puede aliviar. No se puede aliviar que una mujer sea infértil. Que una mujer no pueda parir, que no pueda cumplir lo que hace como mujer, que una mujer no pueda ser mujer. Viendo el rayado en la baranda pienso en el niño, una mezcla de culpa y dolor, y pienso en su madre, en cómo puede haberlo dejado de lado o suficiente para rayar propiedad ajena, y cuántas veces más lo habrá dejado de lado. Yo podría haber criado a ese niño mejor que ella y es ese mismo sentimiento que me enfrasca con mi compañera Amelia.
Usualmente todas las mujeres que trabajan conmigo se dispersan por los pisos, cada una en cada sector, siempre en duplas. Y siempre soy yo con Amelia, a quién no puedo dirigirle una palabra sin irritarme desde que escuché su historia. Sin saber sus exactas propias palabras ya la resentía y la miraba en menos por las acciones que había cometido. He intentado cambiar de posición con otras, pero todos tenemos nuestros ‘pisos favoritos’ y las duplas de compañeras ya están hechas, y yo estoy aquí. Estancada como el agua que no consigue bajar por la tubería, en la misma poza todo el tiempo, acumulando y acumulando basura.
Le tengo envidia y le tengo rabia porque no entiendo porque ha hecho las cosas que ha hecho, y como me parece injusto todo, le ladro cada vez que me pregunta cosas con su grueso acento extranjero, no le contesto muchas otras preguntas, la miro con recelo y la pienso con odio. Cuando llego a mi casa de noche y cierro la puerta, y me quedo sola entre las paredes como si me acosaran pienso en Amelia y como se dirige a mí sin que sepa que la odio, la odio, la odio con todo mi ser no por quién es pero por qué ha decidido hacer. Luego, sola otra vez en mi cama, miro la nocturna, me doy vueltas acostada, como algo, pienso y pienso. Nunca fue lo mismo en mi cabeza desde que me enteré de lo que me pasaba. Hasta hace poco lo pensaba, tenía mis dudas, pero ahora que está confirmado hace unas semanas solamente quiero llorar. A veces me pongo a rezar a cualquier Dios que me escuche para pedir el perdón que necesito darme pero que nunca llega. Porque siento que la maternidad fue una culpa, un dolor y un castigo para mí aunque nunca llegó, y necesito perdonarme por no ser esa mujer que quiero ser, y necesito perdonar a mi compañera, pero hay muchos años en que el perdón jamás parece llegar. A veces nunca lo hace. Rezo, rezo, rezo sin sentido porque no creo en los milagros y tampoco es lo reversible. No creo en los cambios porque la vida no me ha dado un cambio. Rezo acostada en mi cama sin ningún santo en las paredes y sin rosario, porque tampoco creo tanto en esas cosas, porque no me han dado más de lo que me han quitado, pero lo hago igual, aunque no pueda hacer sentido de porqué.
Estamos limpiando el piso séptimo y restriego con más fuerza que nunca a la baranda pintada color durazno como si me fuese a depurar de todos mis pecados que no quise cometer. Como si eliminando a esa madre descuidada que deja a su hijo rayar, eliminara a todas las mujeres que yo creo no lo merecen.  Entonces Amelia se me acerca con la cubeta y el trapo y me pregunta qué me pasa. Me erizo, naturalmente, y le grito que nada, pero me doy vergüenza a mi misma al retratarse mis palabras en el eco de las paredes alrededor de nosotras y las miradas de la gente alrededor. ¿Cómo no se da cuenta? ¿Es tan tonta para hacer eso? Pienso decirle todo lo que he escuchado en el camarín, porque he escuchado muchas cosas, y pienso en porqué odio a una mujer sin mayor razón a exceptuar que dejó su país y a su hija para mantenerla. Escuché que tenía como seis o siete años.
Que daría yo por tener a su hija, qué daría yo por tener lo que ella no cuidó lo suficiente. Estoy respirando agitada y siento que me quiero morir, pero no me siento decaída, me siento demasiado enojada para respirar. Me pregunta otra vez. Y otra vez. Y otra vez. No me pasa nada, le digo, no me pasa nada, no me pasa nada, y deja de preguntarme imbécil. Y ahí me muerdo la lengua y me doy cuenta que le he gritado a una a una mujer igual que yo, que ha llegado hace poco a un trabajo tan digno como el mío, que probablemente no merece que le griten, y que probablemente ahora piensa soy algún tipo de demonio, una bruja, una bruta. Ella retrocede muy tímida, porque Amelia nunca ha confrontado a nadie y se lleva bien con las demás. Antes de que vuelva a trabajar la agarro de un brazo y le pregunto algo que nunca he preguntado porque nunca hemos hablado en profundidad desde que llegó y oí eso de ella entre los rumores de camarín. Me dirijo a Amelia y le pregunto algo cuya respuesta ya sé: ¿Tienes hijos?
Una niña pequeña llamada Rebeca, igual que su abuela, tiene siete años cumplidos hace dos semanas. Siempre anda con unas trencitas y va un curso adelantada. Eso es lo que me cuenta Amelia, que no entiende a qué viene la pregunta. Veo en sus ojos como empieza a resentirme a mí también, por haberla tratado tan mal, porque se empieza a dar cuenta de lo injusto de la situación. Ella es una mujer menuda, de mucha fuerza física igual que yo, que tiene una hija a muchos kilómetros lejos de aquí, y tiene todo el sentido del mundo que me resienta. No puedo contestarle nada y me pregunta porqué le pregunto eso, y porqué la trato tan mal. Quisiera decirle que la trato mal porque tengo envidia de lo que tiene y dejó, pero en cambio le digo que se deje de tontear. Pero insiste, porque ella insiste siempre, insiste e insiste porque la vida le ha dicho que nunca deje de insistir. Entonces todo el llanto acumulado de semanas se viene hacia mí y quiere estallar en los fuertes brazos de ella que sé que no me quieren recibir, y haciendo como que busco un pañuelo en los bolsillos de mi uniforme empiezo a hablarle de mi vida como si estuviera en un programa radial y me preguntaran sobre mi peor miedo. Le cuento que tengo un miedo que me paraliza y es nunca poder ser la mujer que siempre quise ser.
Cuando niña jugaba a tener una muñeca, cuando tuve mi primer pololo planeamos hasta los nombres, si serían niño o niña. Cuando me dejó este y los siguientes, cuando mi mamá se murió, cuando me di cuenta que no tenía para comer si me mantenía sin trabajar, siempre pensé que llegaría el día que mi familia se conformaría de mi y una muñeca de carne y hueso, de una muñeca propia y hecha a la medida, sonriente y risueña, que llegaría con ella algún hombre bueno y sería producto de algún amor que me gustaría no haber inventado, que sería la mujer madre, la buena mujer madre, que siempre había soñado, pero el día no llegaba, y no llegaba, y me quedaba más sola, y no llegaba, y no llegaría jamás. Imaginar a Rebeca jugando sola me partía el corazón, me destrozaba el alma. No la conocía y quería amarla y cuidarla tanto como sentía que su madre no lo hacía. Y allí Amelia me paró. Frenó en seco como un auto que ve de pronto la luz roja brillando frente a sus ojos. Me habló claro: “Yo me fui para amarla y cuidarla tanto como tu quieres hacer, y no soy menos mujer por buscar cuidarla como tu no eres menos mujer por querer lo mismo” con su acento desconocido para mí, con su seguridad, con su insistencia, con la protección que le daba a su hija hasta lejos de ahí. Sentí su amor y sentí la energía que proyectaba como elementos que me hacían falta. Mis ojos negros observaron su boca moverse con recelo: me explicó que la iba a ver con las esperanzas de algún día traerla a nuestro país buscando una vida mejor.
Me retó como una madre por tratarla mal, me dijo que no perdonaría el mal trato que había desde que llegó, y me dejó al descubierto todas mis heridas para no hacerse cargo de ellas. No era su lugar. Era el mío. Por poder seguir su vida y por dejar a su hija yo la resentía tanto como me resentía a mí por no poder seguir con la mía a pesar de no tener ningún hijo propio. Me sentí realmente mal y bajé las escaleras hasta el camarín de limpieza y ahí lloré hasta que me fueron a buscar para que siguiera limpiando.
Ella no me perdonó. Siguió y siguió hablando de su hija con las demás, y hasta donde yo supe en sus vacaciones fue a verla. Aunque intenté no sentir celos y envidia, lo sentí, pero también me alegré por ella. Porque tenía una madre que era buena, que no solamente era madre sino muchas cosas a la vez, pero siempre que lo era, era buena. No me perdonó, al menos en primera instancia, pero nunca me trató mal –nunca de la forma que la traté yo– y volvió a hablarme como antes, aunque con cuidado, de los temas que rodeaban a nuestro grupo de mujeres que mantenían el edificio. Me descubrió por quién era y me respetó como tal, el olor a limpio que hacía doler la cabeza mantenía todas nuestras conversaciones neutrales pero transparentes, y la vi como siempre debí haberla visto: como otra como yo. Nunca dejé de querer ser madre, pero intenté con todo mi corazón dejar de odiar a las madres que no se veían como yo habría soñado ser. No me hacía peor o mejor mujer, solamente me hacía ser. Hay todo tipo de mujeres en este mundo, gordas, pelirrojas, menudas, delgadas, increíbles, deleznables, negras, blancas, soñadoras, madres, no madres, viejas, jóvenes, todos los entre-medios, y debía aprender trabajando con mis compañeras que ninguna sería o será peor que la otra. Volví a rezar como si creyera, siempre por mí, por que llegue el día en que se resuelva el dolor interior y el día en que no dañe a nadie más, y volví a rezar para ver que bajo la luz todas éramos las mismas que soñaban con algo mejor.
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sophiaasmind · 6 years ago
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Juntos por siempre
— ¡AL FIN! – James daba brinquitos – ¡SOMOS LIBRES! – se quitó la bata del colegio, dejando solo su camisa medio abierta y sus tirantes adornando el uniforme.
Recién habían terminado los TIMOS y nada mejor que celebrarlo con un descanso bien merecido en los jardines de Hogwarts.
— Cornamenta ¿Puedes dejar de gritar? – le dijo Sirius, recostado en un árbol tapándose el rostro del sol con la capa de James – intentó dormir, se recargó en el hombro de Remus quien estaba a su lado, leyendo y riendo de sus amigos.
— Nada de sueños y lecturas – les dijo James, pero no miraba a sus amigos, si no al chico que se acercaba a ellos – vamos a hacerle una pequeña broma a Quejicus.
Sacó su varita del bolsillo, Sirius saltó poniéndose de pie, olvidando por completo el sueño, Remus también bajó el libro rápido y se había puesto de pie para detener a sus amigos.
— No hagas nada de lo que te vayas a arrepentir, James – suplicó.
— No me voy a arrepentir de esto – dijo para si, sonriendo, ante tal gesto, Peter se encogió más de hombros como si eso fuera posible.
— ¡Hey Quejicus! – lo llamó Canuto, este se volvió a verlo con el ceño fruncido.
— ¿A quién le llamas así, Black? – se acercó amenazadoramente.
— No veo a alguien más que haya reconocido tu apodo – se burló.
Severus sacó su varita, y antes de poder hacer otra cosa, Snape ya flotaba por los aires, como si lo hubieran sujetado de los pies, quedando de cabeza, los chicos comenzaron a reír, al igual que algunos de los compañeros que estaban cercano.
— Eres más soportable cuando estás de cabeza – se burló James, señalando a la víctima con su varita para mantenerla en el aire.
Snape solo se sacudía sin decir nada, estiró los brazos por la cabeza cuando se dio cuenta que ya no podía ser más humillado, podía distinguir a varios chicos más riéndose de el.
— ¡Basta, basta, James, basta! – se oía gritando Lily quién se acercaba corriendo – ¡Déjalo ir!
— ¿Acabas de llamarme James? – rió burlón, Lily no pudo evitar el sonrojo, pero lo siguió mirando con el entrecejo fruncido.
— ¡Déjalo! – le volvió a ordenar. El de gafas solo se encogió de hombros y apartó la varita del chico, quién cayó al piso, está vez nadie rió, Severus se puso de pie, sacudiendo su uniforme y rojo de la rabia.
— Tienes suerte de que haya llegado Evans, Quejicus – le dijo riendo.
— Yo no necesito ayuda de ninguna sangre sucia.
Los presentes ya se habían dispersado, Lily miró a su amigo con un gesto de tristeza y decepción, James le lanzó una mirada asesina, Sirius parecía asombrado al igual que Remus, Peter se escondió detrás de Canuto. Y Severus, notando su error, abrió la boca para decir algo pero las palabras no le salían.
— Hey... – James iba a reclamar, empujándolo hacia atrás, como quien quiere buscar pleito.
— No digas nada, Potter– lo calló la pelirroja, su mirada fuera Snape – que te has una buena vida... Quejicus.
— Lily, en serio, tines que bajar, amenazó en quedarse ahí toda la noche si no vas – dijo Mary entrando al dormitorio.
— No importa, que se quede ahí, se lo merece – respondió Marlene, con los brazos cruzados. La pelirroja les había contado a usted amigas lo sucedido, y con toda razón, todas estaban enojadas con Snape, diciéndole una y otra vez a Lily que ellas ya sabían cómo era su "amigo" si a ellas las trataba mal ¿Por qué a Lily la tenía que tratar diferente?
Cansada, la chica se dirigió al retrato de la Señora Gorda, se paró frente a Severus, con los brazos cruzados.
— Lo siento – comenzó el chico.
— No me interesan tus disculpas
— ¡Lo siento!
— Pues ahorrátelas – contestó con antipatía – si he salido es porque Mary me ha dicho que amenazaban con quedarte a dormir aquí
—Es verdad. Pensaba hacerlo. No quería llamarte sangre sucia, se me...
— ¿Se te escapó? – no había ni una pizca de compasión en la voz dela chica –Es demasiado grande. Llevo años justificando tu actitud. Mis amigos no entiendo si quiera por qué te dirijo la palabra, tú y tus valiosísimos amigos mortífagos... ¿Lo ves? ¡Ni siquiera lo niegas! ¡Ni siquiera niegas que eso es los que todos aspiran a ser! Estás esperando a unirte a Quien-tú+sabes, ¿verdad? – Snape abrió la boca pero la volvió a cerrar –No puedo seguir fingiendo. Tú has elegido tu camino y yo he elegido el mío.
— No... Espera, yo no quería...
— ¿Llamarme sangre sucia? Pero si llamas así a todos los que son como yo Severus ¿Dónde está la diferencia?
Snape no encontraba las palabras, y ella con una mirada de desprecio, se dio vuelta y se metió por el hueco del retrato.
— No debiste hacer, no debiste hacerlo – Remus repetía una y otra vez a James, iban detrás de la profesora McGonagall rumbo a su oficina, un camino que ya conocían tan bien como si sala común.
— Esto es imperdonable – dijo la profesora una vez que ya estaban sentados en unas sillas frente al escritorio, uno para cada uno, qué casi ya tenían su nombre en el respaldo – primero meter animales, y luego esto – alzó la mano hacia un costado señalando a los jardines – ¿No puede haber un día donde no hagan nada fuera de las reglas?
James susurró algo a Sirius como "¿hay reglas?" Y ambos rieron.
— Con todo respeto profesora – comenzó Remus, con su tono respetuoso habitual para hablar a sus mayores – nosotros no provocamos lo del ataque de los animales, y lo de hoy...
— Señor Lupin – Lo interrumpió – estoy muy decepcionada de usted, lo elegí como prefecto para que controlará a sus amigos, pero al parecer ellos lo controlan.
— Remus no tubo la culpa – intervino Sirius.
— Una más – los señaló con un dedo a los chicos pero su mirada iba a Remus – y dejas de ser prefecto.
Un sermón después, los dejó libre, se encaminaba a la sala común.
— Es nuestra culpa Lunático – habló James – sabes que no fue nuestra intención que quisiera quitarte tu título – lo dijo cuando ya habían entrado a su dormitorio.
— Cornamenta, no me importa el título – le sonrió – es solo eso, un título y un escudo en el uniforme.
— Pero en un futuro, esas referencias te ayuda a conseguir trabajo más rápido – apuntó Sirius.
— Soy hombre lobo, no voy a conseguir trabajo después de esto, aparte, no es seguro, la guerra ya ha empezado.
— Mientras estemos juntos y nos ayudemos mutuamente no va a pasar nada malo – consoló James.
— ¿Siempre juntos? –mm preguntó Remus.
— Siempre juntos – respondió el de gafas.
— Lo juro solemnemente – Sirius sonrió a sus amigos.
Miraron a Peter.
— Juntos siempre – susurró.
                                         •••
— No lo haré – sentenció Remus – yo sé que dije que deberíamos tener un pacto de nuestra amistad pero no era lo que me refería.
Habían ido a Hogsmeade, se había abierto una tienda de tatuajes, solo mayores de edad estaban permitidos, pero Sirius les había arreglado y falsificado la firma de sus padres.
— Yo tampoco quiero – susurró James.
— Vamos, no va a doler, son unas gallinas.
Les indicó a los trabajadores del lugar que podían trabajar en ellos.
El tatuaje diría "merodeadores" Sirius quiso el tatuaje en el brazo, Remus en la clavícula al igual que James y Peter decidió que en su muñeca quería el tatuaje.
Al final, todos no paraban de tiro, pues Sirius había llorado del dolor, pero a pesar de todo, siempre tendrían su juramento, juntos por siempre.
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diderxt · 4 years ago
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Talla catorce
Los días en Diderot eran ridículamente imposibles de predecir, la tienda quedaba en la parte más prestigiosa de Paris, para aquellos parisinos, franceses o incluso turistas amantes de la moda y fashionistas gastaran su dinero en ropa que quizás se pondrían dos veces en su vida y mantendrían guardado en su armario solo para poder presumir.
Dakota disfrutaba de ellos, aunque muy pocas veces estaba en la tienda como tal, durante la época para prepararse estaba en la fábrica o simplemente en la parte trasera de su tienda en la oficina perdiendo el tiempo; pero por lo general se la pasaba en entrevistas, en cenas o en su apartamento, diciéndose a sí misma que era la persona más holgazana que podía existir.
Los lunes se acostumbró a visitar la tienda, saludaba a los empleados y se quitaba los guantes, para recorrer con la yema de sus dedos las mesas, los maniquíes, solo para observar que había pasado durante la semana que fuera de total relevancia para ella.
Ese lunes, como todos, se levantó temprano, buscó entre su armario un atuendo para pasar desapercibida. Para visitar la tienda no se maquillaba, solo usaba sus gafas de sol y tomaba un taxi, al fin y al cabo los lunes eran sus días libres. Se bajaba a diez minutos de la dirección y continuaba el resto del camino a pie.
Al llegar a la tienda era recibida con alegría, la gerente tenía un registro de las ventas de la semana para ella y siempre esperaban atentos a que Dakota se quitara los guantes para saludarlos a todos con un agarrón de manos. Los empleados pensaban que era cordialidad y que seguramente la familia de la jefa vendría de la realeza con el trato que solía darles tan de “etiqueta”.
También se quedaba un par de hora parada tras la caja, tomándose un café cargado supervisando como atendían a los clientes que llegaran. Ese lunes fue diferente, ya habían pasado cinco horas desde su llegada y estaba a punto de irse, cuando el índice de una mujer toco su hombro queriendo llamar su atención.
― Disculpe, dijo la mujer. Dakota se giró el rostro y le observo de reojo, por su forma de pronunciar la palabra en francés se dio cuenta que era extranjera. La uña apoyada sobre su camisa era larga y brillante, como si hubiera salido del spa recientemente, tenía rostro con tres mil quilos de maquillaje y los labios tan llenos de botox que sintió que en algún momento le iban a explotar.
“¿Si?” Preguntó Dakota, apartándose medio paso para poder girarse y observarla. Era más alta, mucho más alta, calculo que pasaba los 1,73 centímetros, no era delgada pero tampoco muy gorda, el vestido rojo con escote y a la mitad del muslo, hizo que la rubia apartara la vista, como diseñadora le daba jaqueca ver ese tipo de vestimentas, no tenía nada en contra de su figura, en realidad la envidiaba, tenía carne en donde a muchas les gustaría tener, pero ese abrigo de pelo sintético de mala muerte en blanco quedaba horrendo con un vestido tan exhibidor.
― Creo que no hay nada de mi talla, pero quiero ese vestido. ― Explicó, señalando con su larga uña un vestido en lentejuelas de su colección pasada. El vestido era pequeño, una talla dos.
Dakota elevó sus cejas, era obvio, ese vestido jamás entraría en la mujer, ni ese, ni los de las tallas siguientes. Quiso mentirle con no trabajaba allí, para deshacerse rápidamente de la incómoda situación, era buena diseñando y vistiendo a modelos que seguían obedientes sus demandas, pero no atendiendo a un cliente... normal. Estuvo a punto de hablar y mentirle con naturalidad, pero ella habló de nuevo.
― ¿Los trabajadores tienen permitido trabajar así? ― Cuestionó, inspeccionado a Dakota con la mirada, desaprobando su traje de Dior acompañado con unas zapatillas Gucci que habían estado de moda y obvio, sus guantes de cuero. ― Paris me sorprende cada vez más.
Dakota abrió la boca ofendida, si esa mujer supiera que trataba con la mismísima dueña de la marca jamás le hablaría de esa forma. Calmó sus impulsos de golpearla, hace mucho que no golpeaba a alguien y no iba a perder su record con una aparecida sin estilo. Simplemente se quitó las gafas de sol y señalo el vestido.
― Esa es la colección de otoño, un vestido corto en lentejuelas de novecientos euros para tallas dos y cuatro, en el que estoy segura no va entrar, ma’am, le sugiero mirar la colección de primavera, tiene… ― hizo una pausa y señalo la vestimenta de la mujer ― esos colores y además están en talla catorce.
Finalizó su “amable” recomendación con una sonrisa falsa, observó como la mujer abría sus ojos y sus gordos labios formaban una “o”, antes de que hablara, Dakota llamó a la gerente y le exigió que llamara un taxi y se hiciera cargo ella misma de la clienta complicada talla catorce.
Danielle, la gerente, asintió rápidamente pronunciando un “en seguida, Señorita Hirs”. Dakota volvió a colocarse sus lentes y se giró en su puesto, dispuesta a esperar el taxi afuera de la tienda. Refunfuñando mentalmente que nadie podía tratar así a la mismísima Dakota Hirs, dueña y diseñadora de Diderot, además que su atuendo valía más que todas las cirugías que tenía la insolente clienta.
El taxi no demoró en llagar, y justo antes de que cerrara la puerta una mano la detuvo, el rostro de la clienta de unos minutos atrás apareció por la ventana con la cara hecha un poema.
― ¿Dakota? ¿Dakota Hirs de Diderot? ― Cuestionó sin poder creerlo, Dakota abrió la puerta del vehículo de nuevo, tomo entre su mano una de las bolsas colgadas de la muñeca de mujer y señalo con la otra la parte donde decía su nombre.
― Ese es mi nombre, escucho bien, ahora si me disculpa tengo asuntos que atender
― ¡Espera! Yo en realidad adoro tus colecciones, estoy muy agradecida por que tú misma me aconsejaste en una de tus tiendas.
Dakota pestañeo incrédula, qué carajos estaba escuchando, si hace tan solo unos minutos habían menospreciado su vestimenta y en todo caso, sus sugerencias habían sido groseras y hasta irónicas.
― Lo siento, ma’am, en realidad debo irme, tengo una reunión ― mintió, solo llegaría a su apartamento a cuestionarse todo lo que había sucedido.
― ¡Lo siento! Debes ser una persona muy ocupada, claro, los preparativos para la pasarela próxima ― habló con vergüenza disculpándose por otros segundos más.
Dakota suspiro, no era la primera mujer que se pillaba seguidora de sus marca, pero jamás había tratado con una que minutos antes casi habría golpeado. Tomó la mano de la mujer y sonrió agradecida.
― Espero que veas el desfile la próxima semana y sigas comprando en mi tienda ― habló con amabilidad ― muchas gracias por elegir mi ropa, pero ahora debo irme, espero que tengas un buen día ― su tonó era suave, se hizo creer a si misma que todos cometían errores y que debía deshacerse con rapidez de la complicada clienta que se había topa siguiendo su rutina.
Durante el trayecto y al subir por el elevador, pasó su mano por su rostro con cansancio, había sido un día cansado y solo había salido en la mañana para volver al almuerzo. Al entrar al departamento se deshizo de sus zapatillas y saludó a Chevy.
― No vas a creer lo que me pasó hoy ― habló alto cuando sintió la presencia de Blair acercándose a ella.
#SCE10 #BLONDIE
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cadacosaensulugar · 4 years ago
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Historias de terror.
La tercera vez que mi mejor amiga de la clínica psiquiátrica, de treinta años y con un hijo, trató de suicidarse, le pregunté a mi pareja si alguna vez había pensado en que yo era mucho para él. Si, frente al recuento tortuoso de la preocupación causada por la enfermedad mental, había considerado que la vida que nos hemos imaginado ya sea en broma o en serio, no es algo que pueda llevarse a cabo sin sacrificar su propia calma.
-          No pienso en eso – respondió, acompañado de un sticker de un gato de colores bailando – Nunca he pensado eso.
Pienso en las historias de terror que escribimos, de pura suerte común, para una de nuestras clases el año pasado, y en cómo cada una de ellas me recordaba que somos muy poco capaces de relacionar nuestras propias vidas con las cosas que escribimos.
Por ejemplo, uno escribió sobre un hombre que se encontraba consigo mismo en una cabaña en medio de la nada y terminaba encerrado en un bucle eterno, volviendo a reunirse y asesinarse, olvidando cómo había llegado ahí. Ese cuento, muy bien escrito, me hizo pensar, no mucho después de esa prueba y poco antes de salir del hospital, en que nos encontramos regresando constantemente a nuestros infiernos, sin recordar que somos los causantes de las heridas que nos dejan enterrados en pozos repletos de los cadáveres de las personas que solíamos ser. Nos damos, como en la historia, con palas de fierro en la cabeza, sin piedad.
En esa misma prueba, escribí mi primer cuento, que luego fue publicado en el Instagram de esta revista sin un nombre, sin una identidad. Y creo que eso dice mucho de lo que significó para mí el dibujar, por primera vez, los monstruos que llegan a la casa de uno. Invitados inesperados pero conocidos, a quienes dejamos entrar sin preguntar qué hacen ahí o por qué regresaron después de tanto tiempo. Si alguien se acuerda, si es que alguien lo leyó, un monstruo deforme llega a la casa de alguien de sorpresa y ella, entre parálisis y costumbre, lo deja entrar. Es una historia de terror, supongo, en la que, sentados uno frente al otro, se ven cada uno como el horror de sus vidas, y quizás quise decir que somos todos unos desgraciados que apuñalamos a la gente a nuestro alrededor y nos aseguramos de destruir lo más que podamos frente a la sola idea de vernos heridos. Puede, también, que haya querido decir que la bestia asquerosa que llega a la casa somos nosotros mismos, nuestros propios demonios que regresan para devorarnos con la calma que les otorgamos, bajo la costumbre, bajo la cotidianidad de nuestro odio. Quizás quise decir, que un día, que puede ser tan bueno como cualquier otro, lo que fuimos puede volver a comernos vivos, sin decir nada, y no vamos a decir nada tampoco, no vamos a quejarnos, porque los conocemos lo suficiente como para saber que iban a venir.
La primera, o segunda vez, que mi mejor amiga de la clínica, embarazada en ese tiempo, trató de suicidarse, yo fui la última persona con la que habló antes de desaparecer por horas (18:31-23:50).
-          ¿Qué pasa? – pregunté, después de que nos dijera que se sentía mal
-          Me siento mal – me dijo
-          ¿Qué estás haciendo? – yo tenía resaca y había vuelto recién a la casa
-          Me voy a ahorcar – y eso, como si hubiese querido decirlo para no ahogarse (ja, ja) con su decisión, fue el último mensaje.
La llamé, y puedo decirles exactamente cuantas veces fueron (47) y cuantos mensajes mandé (25). Llamé a mi otra amiga, que vive mucho más cerca de ella, y fue a buscarla con su pareja. Me acuerdo de que volví en mí muy rápidamente cuando terminé de leer el mensaje y, con olor a vino tinto y cigarro, con los gritos enojados de mi mamá, salí de la casa, llorando, y llamé a mi pareja para que me fuese a dejar al metro.
-          Va a aparecer, Rah – me decía – Va a aparecer.
Lo único que pensaba era: ¿Cómo va a aparecer? Y como seguramente entienden, no me refería a la forma en sí misma, sino a la idea de que, cuando la encontráramos, solo quedara la hermosa cascara, un cuerpo precioso y muerto.
Me subí al metro, todavía llorando, rogando que no sonara la alarma de que el tren se había detenido por un cuerpo suicida y deseoso de atención, como tan burlonamente siempre me he referido a los que saltan. Si alguien saltaba, pensaba yo, lo que mi mente iba a dibujar era a mi amiga rota en trozos por la fuerza del metal. Recé, por primera vez en mucho tiempo.
Una historia de terror tiene la finalidad, creo yo, de invadirte de un miedo ligeramente realista que puede, o no, paralizar la racionalidad que se posee como ser humano pensante. Curioso resulta experimentar en el mundo real esa sensación, tan desconocida hasta para el más fanático del género. No estamos acostumbrados a la oscuridad, ni siquiera cuando la hemos vivido de manera constante a lo largo de nuestras vidas. Jugamos, como personajes tontos de las películas o libros, a que no existen, a que no está ocurriendo. ¿Qué es peor? ¿La ignorancia o la mentira? ¿Qué está pasando?
Cuando en primer año de universidad, un profesor nos contó, a modo de reflexión y de análisis, sobre una escritora que, en la parte de al final de su libro, incluyó una foto de sus muñecas cortadas, nos hizo la pregunta de qué era lo que deseaba decirnos. A mí, enferma desde los 15 y auto flagelante desde los once, me pareció muy graciosa la forma de plantearlo. ¿Qué quieren decir las venas abiertas de alguien? ¿Qué tienen que ver con la poesía o los cuentos o las novelas? ¿transforman, acaso, las historias de terror detrás de la sangre en belleza artística? Si fuese yo la que publicase los cortes eternos o las cicatrices, que lo he hecho por mi terrible necesidad de atención, no creo que lo hiciese como una forma de arte, a pesar de que sí creo, o he empezado a creerlo a medida que el tiempo pasa, que hay algo maravilloso en la supervivencia. Creo que lo haría para probar un punto. Usar de bandera el horror de la tortura personal es, incluso si la gente no lo cree, muchísimo más común. Y así como el arte gore prospera, así como la carne abierta se pudre si no se cuida adecuadamente (dato curioso: un “cutter” siempre se cuida las heridas) nosotros nos deshacemos con el hielo, nos devoran las arañas.
La primera vez que una de mis amigas de la clínica, de 28 años y ex profesora de básica, trató de suicidarse (a medias, como uno trata cuando no quiere, pero quiere tomarse las pastillas), yo estaba comiendo helado y tenía el celular en silencio. Para cuando escuché los audios, mareados y distantes, mi otra amiga ya estaba ahí y yo estaba lejos (estallido social y micros que se desviaban). Pero fuimos, con mi pareja, y la encontramos en el suelo, su pololo le había dado sopa y estaba tranquilo, nos ofrecía jugo y mi amiga hacía galletas.
La cotidianidad del terror que acompaña la idea de la muerte es, ligeramente, infantil. Convive con nosotros, y vi eso en la actitud del dulce compañero de vida de mi amiga, en la forma en la que medio danzaba y nos explicaba lo que había hecho, mientras la acostaba (drogada) en la cama. Nos esforzamos, todos los que estábamos ahí (amigas y pololos que acompañaban), en pretender que todo estaba bien, que el olor a dulce era real, que recostarnos y apoyarnos contra ella podía arreglarlo todo. Pero sabíamos, como esos personajes, que es cuestión de tiempo para que el monstruo vuelva. Nos está mirando, Michael Meyers tipo de mirada, desde la distancia. Respirando en nuestros oídos, y lo sabemos. Sabemos que vamos a ser los primero en morir.
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bashdupondmoretti · 4 years ago
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You?
𝐉𝐚𝐧𝐮𝐚𝐫𝐲, 𝟐𝟎𝟏𝟔. 𝐁𝐞𝐫𝐥𝐢́𝐧. 𝐴𝑛𝑑 𝐼 𝑐𝑎𝑛'𝑡 𝑔𝑒𝑡 𝑜𝑣𝑒𝑟, 𝑐𝑎𝑛'𝑡 𝑔𝑒𝑡 𝑜𝑣𝑒𝑟 𝑦𝑜𝑢. Los peligros estaban a la vuelta de la esquina y todo en su vida, hasta el momento, parecía ser una rotonda. Burlaba el destino, escapaba de la muerte y evitaba la policía a toda costa. Estaba invicto. El dinero llovía y la pasta hacían castillos en su cuenta bancaria. Podía darse la vida de rey, sin embargo, la adicción a seguir haciendo más lo dominaba y es que la satisfacción no se comparaba ni a la mejor follada. No obstante, todo llega a su final, todo llega a aquel punto donde todo parece derrumbarse, donde la lección sería una raspa cachos de aquellos. Berlín era la ciudad elegida. Los bares de la ciudad germana tenían el encanto idéntico de las calles de Dublín e incluso de París, por lo que en algún momento llegó a sentirse en casa. Entre callejones y atajos, Sebástian vendía a aquellos que sus subordinados conseguían para hacer algo más de dinero. Esa noche, según sus pronósticos, alcanzarían un cortejo de dinero bastante abultado. Y ni siquiera la noche completa, serían un par de horas y a disfrutar lo ganado. En medio de un callejón, Sebs se había instalado con sus secuaces, vendiendo. Iban y venían, entre alemanes y turistas, la cifra poco a poco iba subiendo. A veces, esto le parecía un juego, de aquellos no quería acabar. Sin embargo, la noche cocinaba algo totalmente distinto para el castaño. Una gélida mano le agarró por el cuello, obligándole a dar la vuelta. Era un sujeto que no conocía, y que probablemente le reclamaría alguna cosa. No se equivocaba. —Este es mi lugar. —su acento alemán le causó gracia a Sebs, por lo que evitó reír. —¿Quién eres tú? —No te diré mi nombre, idiota. No sabes con quién te metes, así que te largas. Desaparece. —respondió el francés sonriente, seguro, desafiante. Eran cinco más que acompañaban a Dupond-Moretti, sumando seis con él. Quien le habló, sumaban cuatro, sin embargo, en postura y corpulencia, el otro grupo tenía todas las de ganar. Pero para Sebs, número significaba victoria. Algo ilógico, pero que para él funcionaba perfectamente. —No, tú debes irte… —resopló el alemán ofuscado. —Te doy diez segundos para que te vayas de acá. Sebas sonrió, avanzó un paso y quedó a menos de un metro del sujeto que despedía un hedor a cerveza, cigarro barato y sudoración corporal. Joder. La sonrisa se le desvaneció, reemplazándola por una de asco. —Joder, ¿es que no te bañas, tío? —aleteó su diestra por sobre su rostro, frunciendo el ceño. —Estás asqueroso, ¿y me vienes a joder a mí? —rió a carcajadas. —Vete, no querrás verme emputado. No tardó ni cinco segundos para que un puñetazo casi le dislocara la mandíbula. El castaño respondió, golpeando con firmeza aquel tarado que se atrevió a desafiarlo. Quienes le acompañaban, se trenzaron a golpes, patadas y escupitajos con los contrincantes. Era una batalla campal, casi comparada con la Batalla de los Bastardos de Game of Thrones. Todos contra todos y Sebs luchando sin descanso. Entre gritos y azotes contra el piso, los vecinos de los edificios colindantes a los bares dieron cuenta de la situación y llamaron a la policía. No tardaron ni cinco minutos en llegar, alertando así con las balizas su entrada. Sebs estaba en problemas y su cara de terror, de espanto, lo decía todo. Intentó correr, pero quien había iniciado la pelea, lo atajó, abrazándose a su pierna, acusándolo con su actitud de cuestiones ilícitas. —Te voy a matar, te voy a matar, ¡te voy a matar! —juró en vano el francés. Sin soltarlo, el sujeto le enseñó una sórdida y maloliente sonrisa. Estaba detenido. Por primera vez unas esposas rodeaban sus muñecas, lastimándole. Intentó zafarse, pero era imposible. O se rompía las manos o se quedaba quieto. Acató y optó por la segunda opción. En el carro de la policía alemana, agachó la cabeza, solo. Se negaba rotundamente a que este fuera el fin. El dinero, el placer, la avaricia… todo a la basura. Todo. ¿En qué momento había decidido que Berlín sería una buena opción? Maldito Albert Knight que lo convenció de rondar las calles alemanas en busca de más dinero y territorio para la mafia francesa. El carro pasó por frente de la estación de policía, la cual estaba cubierta por una amplia plaza de cemento. No obstante, a Sebástian lo llevaron por la parte trasera del lugar. El castaño no habló en ningún momento, haciendo uso del derecho a guardar silencio, un silencio que se volvía una tortura. Deseaba gritar, contestar, insultar, quizá hasta llorar. Odiaba sentirse tan vulnerable. Le quitaron absolutamente todo, arrebatándole todas sus pertenencias. Le tomaron las huellas digitales, sus datos, con el fin de rellenar un formulario. Posteriormente, las conocidas fotos de perfil y de frente que tanto se mostraban en las películas y series. ¿Ahora es cuando aparecen los de CSI para el famoso interrogatorio? No podía creer que incluso en ese momento tenía tiempo y espacio para hacer bromas… dentro de su cabeza. Posteriormente, pasó a la zona de celdas. —Te quedarás toda esta noche y por la mañana te formalizaremos por alteración del orden público y por tráfico de drogas. Así que de esta… derecho a la cárcel. —dijo un policía con evidente tono burlón. ¿Realmente se atrevía a eso? No sabía con quien se metía y quienes estaban detrás del francés. Agarrado a las vigas que lo separaban de la vida real, le lanzó un escupitajo que le cayó directamente en la cara. Dupond-Moretti sonrió triunfante, incluso si eso significaba más tiempo en la cárcel. A esas alturas, estaba cincuenta y cincuenta. Con la confianza de que no caería, y con la resignación de que sí. ➥ 𝑨𝒍 𝒐𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒊́𝒂... Una fuerte patada por la espalda lo despertó de la tabla de metal que tenían por cama. Un quejido resonó por aquella habitación y adolorido, se levantó. ¿Era necesario? Todo el cuerpo le dolía y es que la paliza de la noche anterior no había sido menor. Al otro extremo, estaba el idiota culpable de que lo hubieran agarrado. Ni siquiera sabía su nombre, pero a él no lo habían llamado. Solo a Sebs. —Idiota. —susurró al momento de cruzar el umbral de la puerta de la celda, abandonando a su némesis, siendo empujado por el policía, el mismo que le había amenazado. Las esposas nuevamente rodeaban sus muñecas, solamente que esta vez por delante. Avanzó por oscuros y desordenados pasillos, hasta llegar a los conocidos confesatorios. ¿Qué esperaban? ¿Qué dijera todo? Ni en sueños. La lealtad no se compraba, ni con la propia vida. En una mesa metálica, estaba sentada una chica con un traje de dos piezas. Un blazer negro, una falda negra y una blusa blanca cubrían todo aquello que cualquier chico desearía probar. Una melena lisa y rubia cubría sus hombros y los labios pintados de un rosa pálido invitaban a cualquier cosa, menos a mantener una conversación cuerda. Al extremo de la superficie, sentaron a Sebs. El francés sonrió, apoyando las muñecas esposadas al medio de la mesa, como si se tratara de un adorno. Ambos quedaron solos en la habitación, con la sospecha de que la policía podía oír todo. —Si viniste a defenderme, estás perdida. Lo sabes, ¿no? Ella le ignoró y esbozó una sonrisa que le caló hondo. Le dedicó una mirada indiferente, pero confiada. Sabía lo que hacía. —Mi nombre es Julienne Klaffert, seré tu abogada y te representaré durante todo este proceso judicial. Esto es pan comido, cariño… —respondió a la pregunta y Sebs le miró fijo. Era alemana. Cómo le ponían las alemanas. —En el mejor de los casos, que lo será, saldrás invicto de esto. En el peor, estarás libre y no podrás volver a pisar Berlín. Pero, ¿qué es Berlín teniendo el mundo a tus pies? Por un momento, olvidó estar a minutos de ser un prisionero de por vida en una cárcel alemana o portuguesa, dependiendo de la decisión judicial, y se concentró en la fémina que lo tenía encantado. Y es que la sonrisa de la abogada le desconcentraba de la sórdida situación en la que estaba metido a consecuencia de su genio y temperamento de mierda. ¿Cómo es que podía estar fijándose ello y no que estuviera en juego toda su vida? Pero de algo estaba seguro, y es que aquellos labios los volvería a ver, de alguna u otra forma. —No tienes por qué ayudarme. —Sebástian contestó a la defensiva. Ella sonrió. Joder. ¡Cómo si supiera lo que provocaba! —Vivo por gente como tú, Dupond-Moretti. Es casi un hobbie, ¡me divierte! Será un placer para mí. —arrastró las últimas palabras y juró sentirse duro. Si hubiera podido, se la hubiera follado allí mismo. Pero… las esposas. Y la policía. Tan irrespetuoso no era. Y premonitoriamente, Julienne cumplió su palabra. Lo sacó en menos de cinco días, con sus papeles intactos y con la policía maldiciendo a regañadientes la representación y gestión de la castaña para sacar al camello en limpio. Lo que él no sabía, es que aquel encuentro, no sería el primero y, desde luego, tampoco el último.
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hbiseoc · 5 years ago
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Era Bongsan en temporada de cosecha. Lo decía el olor perfumado a hojas de té bajo sus uñas, la cara rústica y sin excesivo brillo de un tono acaramelado raído. Las cuencas como granos de café recién molidos, idénticos al desamparado cairel que apartaba con ahínco.
Maltrecha, un poco ausente en la mirada, pero jamás libre del tesón con el que atravesaba la habitación como vendaval entaconado, sorprendentemente sin caer sobre su trasero con el pastelillo de la mesa número tres. No obstante, nunca se la veía sin el mural de salpicaduras en el mantelcito; su principal encanto, tal vez.
Ante la falta de abrumadora belleza, se proponía vivir fructífera, correteando de aquí para allá con una diligente sonrisa. Así, a la entrada de cada cliente, distraía de su aspecto con servicial diplomacia.
Cabe nombrar, por esto y mucho más, su pasmosa inteligencia; le había descubierto severas veces memorizando pedidos sin apoyo del bloc que, empero, cargaba en sus bolsillos, según ella para dejar en claro su cargo a los comensales.
'No es que parezca el tipo de persona que frecuenta cafés, pero así es sencillo identificarme' reveló en cuanto me animé a cuestionarle por sus hábitos extraños.
Era ya la quinta ocasión en que acudía a Herbáre, la cafetería donde ella trabajaba, pero la primera en que no había una senda de clientes, todos ellos ahuyentados por la caída del sol y el presagio de un fatigoso inicio de semana. No obstante, a la sazón de un horario ameno, ella parecía inexplicablemente angustiada, portando una expresión que nunca creí verle con anterioridad.
Me sentí obsceno al repasarla de arriba a abajo (pues hasta tal punto rozaba su pureza) y sin embargo, ahí encontré lo que desafinaba en la pieza: sangre embarrada a lo largo del tendón de Aquiles, esa curva que conecta su pierna al talón.
'Gajes del oficio' pensé recorriendo la cicatriz en mis rodillas, furtiva bajo la tela del jean.
Puedo afirmar que, hasta cierto punto, comprendí sus sentimientos. La veía pupular entre mesas sucias, con gotitas escurriendo por su frente y perlándole el fleco, las cuales nada tenían que ver con la temperatura, más no así con el dolor. No soltaba el trapo, ni cesaba el movimiento de su muñeca o el repiquetear de sus tacones de un lado a otro, cargada de platos, tazas y servilletas usadas.
Había que reconocerle la fortaleza y el sentido de responsabilidad que tenía impreso en cada impecable sonrisa que me dirigía al evidenciar la torpeza de su andar.
'El trabajo, sin importar cuán grande o pequeño sea, siempre pasa factura sobre nuestro cuerpo. Y nuestro valor recae en cómo le hacemos frente. Es por eso que ella es asombrosa.'
Entre enternecido y preocupado, me levanté, corrí una silla e interrumpiendo las últimas labores de la muchacha, le invité a tomar asiento. Las piernas le dolían por lo que el titubear sería momentáneo hasta asentir avergonzada, ya doblegada ante el malestar.
Los primeros cinco minutos fueron más incómodos para ella que para mí, no podía ocultarlo con los ojos caídos y la mano que intentaba menguar el estado de su herida.
Al pasar los diez, sin saber por qué había olvidado hacerlo antes, le entregué un pañuelo que cargaba en la mochila. Me repetí que era un idiota durante los tres minutos que prosiguieron, hasta escuchar lo que parecía el inicio de una risa.
— No se preocupe. — La voz era aguda y femenina, una tetera a punto de chirriar. Inclinó la espalda sutilmente, acariciando el largo de la tela entre sus dígitos. — Gracias por esto.
Supe entonces que el hielo estaba roto.
Su nombre era Min-Young. Trabajaba ahí desde primavera y a pesar del buen desempeño con el que atendía a todos, decía que llegó sin saber preparar un expresso y que todavía estaba aprendiendo 'todo un nuevo mundo'.
Era mona al sonreír y una agradable compañía, ya que sabía hablar y escuchar oportunamente.
Poco a poco me di cuenta de su errática pronunciación, pues aunque se trataba del idioma coreano algunas palabras desprendidas de sus labios no dejaban de hacer ruido en mi cabeza.
Al final, dejé de prestarle atención como algo totalmente inadvertido.
En cualquier caso, la herida fue atendida, pese a ser mucho más profunda de lo que aparentaba. Trató con diligencia el área y amarró el pañuelo alrededor, prometiendo devolverlo limpio y con una bebida por parte de la casa.
— No se preocupe, Jeong-sshi. Sé de estas cosas.
Le pregunté por qué era así, bromeando con su apariencia torpe, completamente distinta a su verdadera identidad. De pronto, mientras reíamos, mi vista rozó el ángulo de su clavícula: la piel blanquecina interrumpida por líneas y motitas rojas. Identifiqué otras (de mayor tamaño) en sus brazos y piernas, apartando los ojos a la menor señal de incomodidad de su parte y evitando mostrar desconcierto.
Pero como dije antes, ella era muy lista.
— Ni mi infancia, ni mi adolescencia fueron fáciles. — Aclaró, removiéndose en el asiento. Apretaba los labios al exhalar y parecía estar a punto de ponerse en pie y salir del lugar.
Levanté los brazos, negué con los ojos, sacudí la cabeza. Me sentía culpable.
'Estoy siendo demasiado curioso, así que no preguntaré. No son mis asuntos.'
— Jeong-sshi… usted viene cada lunes, elige la misma mesa en el interior que también está perfectamente posicionada para dar al jardín. Es amable al llegar y ordenar así como al pagar y despedir. No lo conozco más allá de eso, pero de dónde vengo, usted sería una persona destacable. — Habló alargando su exhalación y frenó cuando sintió la necesidad de aspirar. — Por eso pienso en usted como una buena persona. Así como en alguien que no será duro al saber la verdad que cae sobre mí.  
Me sentí presionado.
'Donde yo provengo' y 'la verdad' ejercieron el peso necesario como para hacerme tragar saliva disimuladamente.
A Min-Young le importaba un carajo. Seguía moviendo los labios, robando en el proceso mi –cada vez más pesado– respirar.
Las siguientes palabras arrojadas en su raro acento unieron los puntos que conformaban su identidad. Y yo creí ver el bigbang cara a cara.
— A decir verdad, no soy coreana como tal. Vengo de Norcorea… soy una refugiada.
La vi deshacerse en lágrimas sobre su mantel salmon, frotarse los ojos en una ráfaga de frustración y vergüenza. El manojo de nervios le impedía mirarme.
En mi cabeza no hallaba explicación para su catatónico estado.
Al son de sollozos y frases distorsionadas, me contó la historia de un viaje apartado de la mirada divina, donde la misericordia se encontraba en el fondo de asfixiante crudeza e impudicia.
Min-Young fue herida mental y físicamente. Engañada, amordazada y violada por los hombres de su nación.
Me explicó que "en casa" –como ella decía– la gente no se fía de los servidores públicos; que incluso se esperaba todo el suplicio que vivió, pero que nada la podría haber preparado mentalmente. Aún así, soportó todo... tenía que soportarlo.
Era una fugitiva. Insultó al gran líder, Kim Jong-un, durante una inspección domiciliaria al no retirar algunas motas de polvo en el retrato de éste, el único objeto que debía decorar la pequeña estancia en la manera más pulcra posible. Durante ese tiempo ella estuvo internada y poco podía hacer en su famélica posición, más las autoridades tomaron esto como una burda excusa.
El castigo sería una reprimenda pública. Latigazos frente al monumento dorado del líder supremo, y enferma como estaba, no saldría con vida.
Fue entonces que escapó a China, vendiéndose a hombres para comer y mantenerse sana. No le importaba dormir en parques o puentes. No había vergüenza porque nadie le conocía en ese país extraño, lujoso y despilfarrador. Infame como se le había enseñado durante toda su vida.
Min-Young me contó que viajar a Corea era impensable en su juventud. Repudiaba a "los aliados de Yankees", a sus tierras infértiles y su vida campesina.
— Era una estúpida ignorante. No sabía cuántas mentiras comí y sembraba un rencor infundado en mi corazón. Estaba ciega, obsesionada por estar bajo los ojos del líder. Era mi sueño destacar para ser merecedora de su atención. No importaba si maltrató a mis padres, si hundió a mis tíos o si me enviaba al dolor… éramos fanáticos.
A pesar de ello, cuando HongKong le dio la espalda e inició un proceso de extradición a todo ciudadano norcoreano, supo que correr era la única opción. Y durante noches enteras, acobijada bajo letreros neón en callejuelas, se podía escuchar el rumor de un milagro: los brazos amables de Corea del Sur se extendían hacia ella con más promesas que las de sus amantes ocasionales.
El decidirse fue sencillo. Iría a Corea.
El viaje, por otra parte, fue un martirio enviado por el líder supremo. Ahora también era una traidora a los ojos de su nación y la muerte le esperaría si regresaba a casa.
— Mi nombre norcoreano es Min-Sun. Al llegar a Sur Corea era un cadáver, una masa móvil… y francamente no tengo muchos recuerdos del trayecto hasta aquí, es una especie de shock de por vida. Me alegra, porque entre ellos sólo encontraría los ojos sin vida de mis colegas. — Para entonces ella dirigía su mirada enrojecida directo a la mía. Era quietud… no de la buena. — En fin, en las oficinas me dieron la opción que cambiar mi nombre. Lo hice sin chistar, llorando obviamente, pero no hubo duda en mi decisión. Renacería aquí como cualquier otra chica de mi edad. Todo esto… tengo la oportunidad de vivir con todo esto… y sabes, incluso ahora no me siento parte de nada. Veo rostros, tengo conversaciones, pero en mi interior están los gritos de mis familiares dejándome en claro que no soy de aquí. No pertenezco a Corea del Sur, ni tampoco a Corea del Norte.
A decir verdad, Min-Sun era más humana que Min-Young, porque nadie es más humano que quién ha conocido el terror y el dolor. Si se reflexiona al respecto es fácil darse cuenta de que la felicidad pasa inadvertida hasta rememorar el pasado, mientras que la tragedia vive en nosotros cada día como una mácula irremovible dentro del corazón.
Entendí que su aspecto impecable le servía de fachada para ocultar la historia grabada en los poros de su piel. Cicatrices que aún hoy en día, estoy seguro que se esfuerza en curar, que acaricia llevándose de ellos únicamente la esencia del hogar, el vestigio del mundo en el que ella vivía. Esa parte que era ella, que tanto le había hecho daño y que sin embargo, no querría olvidar jamás.
Tan sólo en ese segundo llegué a odiar al mundo y a sus naciones. Aborrecí la distinción, los instintos humanos...
La dictadura de Kim Jong-un era un acto longevo para satisfacer su propia egolatría que ni siquiera dejaba una huella relevante en la historia de la humanidad, sino en las carnes flácidas y los huesos ceñidos de sus ciudadanos.
Ante todo me odié a mi mismo por sostener una vida privilegiada y me pregunté cuántos más creerían que su vida precaria era igual que la del resto del mundo. Me cuestioné por qué la humanidad volteaba la cara al escuchar de casos como aquel, o por qué se conmovían durante una hora y a la siguiente se sentían insatisfechos de sus ostentosas vidas.
¿Por qué los líderes mundiales se aliaron para guerras de dominio y no para guerras de liberación? ¿Por qué los países pateaban las desesperadas manos de desertores si auguraban igualdad y derechos humanos?
¿Desde cuándo todos nos volvimos retorcidos?
Me terminé el té por educación y ella se levantó sin agregar más por la misma razón. A pesar de ello, esperé hasta que cerró el sitio a cuatro candados y le acompañé a casa montados en un taxi para cerciorarme de que no fuese caminando.
No le vi llorar, tampoco me pareció escuchar sonido alguno… pero sus hombros se sacudían incesantemente. De haberle preguntado, estoy seguro de que se habría excusado con el frío de la madrugada.
Al bajar ella agradeció por todo, cuando en su lugar yo debí de agradecerle por obsequiarme aquella experiencia de inflexión y por confiarme algo tan duro de explicar y desgarrador de revivir en narraciones.
La última sonrisa que me dirigió me hizo querer enseñarle lo bueno de la vida, compensar todo lo que otros no le dejaron experimentar. Protegerla de mi país y sus prejuicios.
Min-Young ahora era mi amiga, con todas las letras y la responsabilidad que eso acarreaba.
Me niego a mentir en cuanto a esto, pues ciertamente, comencé a excusar lo cercano que me quedaba la tienda para poder ir a verla, todo esto sin malas intenciones. De haber conocido a esa mujer abrumadora, te habría visto sorber un té de menta en la mesa contigua a la mía y sabrías, al igual que yo, que cualquier Seúl pierde su maravilla a lado del Bongsan, la florenciente Min-Young.
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