#si no hacen nada del trabajo que preguntas van a responder del profe
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peaceeandcoolestvibes · 2 years ago
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#*no hace nada* *dice de hacer lo que queda del trabajo entre clases*#algunos dais vergüenza ajena 😂#hacer trabajos con algunas personas es súper incomodo por el simple hecho de que no hacen nada y quieren hacer todo a ultima hora retrasando#al resto del grupo#🤡#en las expos solo somos dos o yo las que sobresalimos porque claro#si no hacen nada del trabajo que preguntas van a responder del profe#en plan 😂😂😂😂😂#encima las expos quedan súper pobres porque dos no leemos powers y dos si#el contenido del curso queda SÚPER pobre y poco enriquecedor por gente así#las cosas se hacen bien coño!#por eso sudo de la gente y se preguntan porque 🤡#también luego no hacen más que copiar en exámenes#así todos sacamos 9s sabes? 😂😭#yo soy bastante franca con la gente y los profes y obvio se les transmite la percepción que uno tiene de todo#así cualquiera se saca el curso 😊😉#algunos profes otros que tales 😂 en las unis te dan 3 páginas de instrucciones de lo que debe incluir un trabajo para ser imparcial y#que los alumnos entiendan lo que deben presentar#si no os aclaráis ni vosotros no pidáis cosas que no habéis dejado por escrito#🤡 si se plasma todo en un enunciado es fácil sacar matrícula#lo digo porque yo lo he hecho :))))))#las chicas con las que voy al patio lo hicieron genial y siempre que hago grupo con ellas ha salido un 9 de nota#no es tan difícil no leer un puto power y aprenderse 3 líneas#que yo sepa más del tema guay pero hacer algo para no quedar mal macho 😂
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akamartyn-blog · 7 years ago
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13/04: primer día.
Descansé lo suficiente para no sentir hastío ni calambres. Lo suficiente para no andar con sueño. No recuerdo muy bien qué fue lo primero que hice ni lo que comí porque esto lo estoy escribiendo cinco días después. Solo tengo la certeza de que ese día comenzó muy ajetreado, con mi cabeza corriendo por la casa, con ganas de que todo pasara luego, pensando en que las cosas resultarían de la mejor manera posible.
Recuerdo que me juntaría con Roberta (el nombre de la chica no es Roberta) a las 11.00 hrs en Metro grecia para llegar junts al colegio. Recuerdo que nos debimos juntar ese día y a esa hora porque el día anterior sería el día del debut pero los chicos y las chicas del curso salieron a un paseo fuera de la sala de clases y, bueno, que mejor que te lleven de paseo con tu curso. Recuerdo también que llegué muy tarde a juntarme con Roberta, que ella me esperó en el paradero de la micro, panorama totalmente distinto al día anterior.
Tomamos la 516, directo a subir la cordillera. Una subida empinada, 25 minutos de recorrido en donde pasamos por casi todas las colinas de este sector de la ciudad. 
Llegamos. Nos bajamos. ¿Primera escena? Los mismos borrachos de aquella vez en que nos juntamos con Luis Alberto (su nombre tampoco es Luis Alberto en realidad), profesor del colegio, en la misma esquina, bebiendo las mismas cervezas desvanecidas. Los mismos piropos a Roberta, la misma talla para mi por mi pelo. Que paja estos hueones, me dijo, mejor me saco los aros porque me los pueden robar. El miedo era seguro en ella después de contarme que eran de plástico comprados en alguna cuneta del centro de Santiago. Ya, no nos hagamos mala sangre, cualquier cosa tengo un gas pimienta en mi bolsillo.
Caminamos un par de cuadras por una calle con casas arriba, casas abajo. Casa en la ladera de una montaña. Casa que ven toda la ciudad, que observan la nube gris que cubre todo. Casas que huelen enojo.
Llegamos a las intersecciones de dos calles, en donde a la mitad de la cuadra se veía una baranda pintada de amarillo en señal de precaución. Zona de niños por un lado, una plaza siendo regada por jardineros de la municipalidad, seguramente algún o alguna inmigrante en busca del sueño contemporáneo de la migración, o alguna persona de la tercera edad que necesita trabajar ya que su pensión no alcanza para comprar remedios, es pan y té.
Nos encontramos con Isabel (su nombre tampoco es este) a la entrada, con un cigarro en la mano, a medio fumar, en unos escalones que sirven de antecedente para los otros cientos que están dentro. 
Eran cerca de las 11.30 de la mañana y el sol ya comenzaba a sentirse muy fuerte. Decidimos entrar por la puerta blanca, en donde Isabel nos dijo que debíamos identificarnos con la persona que estaba a cargo de la entrada y salida. Finalmente fue ella misma la que nos presentó y contó a lo que veníamos. Ya la conocían, pensé. Una vez dentro, nos sentamos en una banca fuera de lo que es, creo, el lugar en donde están aglomerados los docentes, auxiliares de educación, la dirección, coordinación de convivencia escolar, enfermería y un sinnúmero de otros espacios que tienen los colegios en este país. Bueno, conversamos de cómo estuvieron nuestros compañeros en día anterior, Ambar y Julio (está de más decir que cambié todos los nombres, ¿cierto?), lo maravilloso que había resultado la dinámica y la manera excepcional en como habían cooperado los y las estudiantes. Recuerdo que otro de nuestros compañeros nos había contado que el curso que nos dieron a nosotrs era el más revoltoso. Siento un poco de pánico y miedo. Recuerdo a mis compañeros pegándose en la sala, la fruta volar de una esquina a otra, las gomas de borrar rotas para hacer proyectiles. Lo peor.
Isabel entra al sucucho del panóptico a buscar unas cajas con las cosas para las actividades. Roberta y yo esperamos mientras empiezan a llegar niños y niñas de diversos cursos a buscar una papeleta de “citación al apoderado”, el recurso estrella de la convivencia escolar. No supe bien que había pasado pero al parecer nada tan grave.
12.05, y aún no aparece nadie a decirnos dónde debíamos ir. Isabel nos había comentado que el jefe de UTP era medio exagerado, que siempre tenía mucho trabajo, que se agobiaba demasiado, que era una paja. Un par de minutos más tarde llegó el profesor de la vez pasada, Luis Alberto, con el libro de clases bajo el brazo, un chaleco color claro y la típica camisa blanca o cuadrillé. Uniforme de profesor. Un buen tipo.
¿Cómo les ha ido?, nos pregunta. Isabel cuenta en breve lo maravilloso de la jornada con mis compañeros, que nosotrs esperábamos que nos dijeran dónde ir. Ansias.
12.10 y llega el profesor del curso a buscarnos. Gigante como el solo: me saluda de un apretón de manos que casi me rompe la mía. Hola, le digo, soy Martín, un gusto. Juan mi nombre, responde. Su mano era evidentemente mucho más grande y gruesa.
Ingresar a la sala. INGRESAR A LA SALA. I N G R E S A R   A   L A   S A L A . Fue inquietante ese momento. Personalmente, fue la primera vez en la que entraba a un salón de clases ya no como estudiante, sino como alguien que tiene cierta autoridad y jerarquía. Por lo menos así lo sentí. Cerca de 25 personas ahí, con las cuales lidiar.
Isabel nos presenta, presenta lo que hacemos, lo que haremos, qué pretendemos. Hola mi nombre es Roberta, hola mi nombre es Martín. Estudiantes, blah blah, qué pretendemos, blah blah. En fin, introducción latera.
Primero lo primero, corran las mesas y sillas para atrás porque vamos a hacer una actividad para conocernos todas y todos aquí. Necesitamos que se sienten en el suelo, en círculo. Si no quieren el suelo, en una silla o arriba de la mesa, da igual, solo pónganse dentro del círculo. Todo el mundo sentado, dentro o fuera de la figura, comienza a sacar papeles de la caja que habíamos armado la noche anterior en el taller de Isabel. 
Bueno, tienen que presentarse, decir su nombre, algo que les gusta y hacer o responder lo que dice la tarjeta que les toque. A algunos les tocó elegir entre la pizza con piña o sin ella. A otros gritar. De repente, a alguien le tocó cantar. ¿Cantar qué?, nos pregunta. No se po, lo que tu querai, pero tenís que cantar. ¡Qué cante! ¡Qué cante! Bueno ya, cantaré, pero canto lírico porque eso fue lo que estudié, replica. De un momento a otro, comienzan a sonar las notas y a circular en estas cuatro paredes los sonidos de su cantar, de aquel cantaré. Nadie lo podía creer. Nunca pensaron que sonaría algo así, ni menos de ella. Aplausos y bocas abiertas. Yo me quería reír porque pensaba que iba a cantar cualquier otra cosa y super mal, dice alguien.
¿Quién de tu familia te inspira? No se, nadie. En mi casa nadie me quiere ni yo los quiero a ellos. ¿Cómo nadie te va a querer? ¿En serio no quieres a nadie?, pregunta Isabel. Nadie nadie, replica la chica. Mi papá me dejó botada, mi mamá no me pesca. No tengo papá y creo no tener mamá. Yo tampoco tengo papá, dice un chico. ¿Cómo que no tienes papá?, dice el profesor, tu papá está en la cárcel. Algunos ríen, el profesor dice que es algo normal y que sucede. Sigue todo normal.
¿Qué es lo más les gusta? Juntarme con mis amigos en la plaza del rap. ¿La plaza del rap? Sí, una que queda por allá abajo. Nos juntamos para volarnos y a tirar rimas. ¿Hacen improvisaciones?, pregunto. Sí. Ya, tírate una. No, me da vergüenza, dice, nos volamos para deshinibirnos y entrar en confianza. Buena. El poder de la droguita, ¿no?
Ahora, tienen que venir a mi a quienes les gusta la marihuana y hacia la Roberta a quienes no. Solo dos personas se van donde mi compañera. ¿Qué les gusta tanto?, les preguntamos. Es que nos hacen sentir diferente, podemos ser otras personas. Es como transformarte. Generas empatía y cuidado, dice una chiquilla que estuvo callada todo el momento. ¿Conocen otras drogas? Sí, la pasta, la cocaína, los marcianos, el tabaco, el alcohol. ¿Y les gustaría que fuera legal? Obvio po, si pa que tanto color, nos dicen. Ya, pero no es lo mismo la pasta base que fumarse un pito con tus amigos en la plaza del rap po, ¿o no? Obvio que no es lo mismo, le responde a Isabel, obvio que no queremos la pasta base ni la cocaína, solo queremos ser felices volándonos un poco. Como al Andy, dicen, que le dio la pálida en la sala de computación.
Yo, estupefacta. Negra diría con mis amigas, pero estupefacta. La pálida en la sala de computación. Wow.
Reflexiones y conversaciones. Qué es el arte, dónde lo ven, en qué parte lo podemos encontrar. Por ejemplo, esos rayados que están y son del Colo no pueden ser arte po. Cómo va a ser arte eso si es un mural de la Garra Blanca. ¡Pero si está ahí, donde pasa la micro y se juntar a tomar cerveza! ¿Y los grafitis, por ejemplo? ¿Son arte o no? No po, si es un raya’o no más. Es pura maldad a veces, nos contestan. Ya, pero un tag es una marca igual, ¿o no? Es dejar como tu nombre grabado en la muralla, o en cualquier lado. Es como pintar un cuadro y poner tu firma, o escribir tu nombre en las cosas que piensas importantes. ¿Y el reguetón? Eso si que no. ¡Cómo va a ser arte en donde puro se habla de sexo, de culiar así o que las mujeres tenemos que ser sumisas en la cama! Nada que ver, eso no puede ser, nos dice una chica. Para mi, si vamos a hablar de arte, arte son otras cosas. No se po, lo que cantó la profe, por ejemplo, para mi es arte porque es lindo po. Pero, ¿el reguetón? No. ¿Y tus compañeros que hacen improvisación? ¿Puede ser eso arte? 
Derroquemos la noción de arte. Pensemos que arte es todo, que puede estar en todas partes, no solo encerrado en el museo o en la sala de exposición. Que podemos crear, pensar, vivir con este. Arte en la micro, en la vereda, en el semáforo en forma de sticker. Arte en forma de silbidos, de ruidos de motor, el grito del aseo, los perros.
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herretes · 8 years ago
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La oferta de gyms se multiplica y hoy hay uno para cada estilo, pero la tendencia la marcan los buenos pero masivos vs. los chicos y personalizados.
A mayor precio, mejor atención. Eso, claro, no quiere decir que a menor precio peor calidad: tal como sucede en las líneas aéreas, en los gimnasios la discusión pasa por si es mejor un estilo low cost o bien algo más boutique. Sucede que más allá de que la mayor parte de la gente vaya a grandes cadenas que ofrecen un menú súper amplio de actividades o a locales de barrio que apuntan a un secot medio, esta tendencia comienza a instalarse en el fitness local. Lo cierto que la pregunta debería ser: ¿cuál se adapta mejor a tu perfil?
¿Cuál es el deporte más sano de todos?
On Fit. Fotos Emmanuel Fernandez
Estamos en Onfit, Lavalle al 900, pleno microcentro. Con detalles de alta gama, el gimnasio es amplio. Amables, las recepcionistas trabajan intensamente. Para entrar al local, los atletas atraviesan molinetes: parece una estación de subte en hora pico. La música electrónica marca el ritmo. Los televisores están encendidos en diferentes canales. Codo a codo, y en proporciones similares, hombres y mujeres pedalean en bicicletas fijas, corren sobre cintas o levantan pesas. Como si el mejor de los estados se alcanzara en movimiento.
“Nuestra filosofía es así: en este gimnasio, el único de estas características en la Argentina, no existen miradas que desaprueben. No juzgamos. Y hay lugar para todos. Vienen a entrenarse juntos el gerente y el empleado de menor rango”, le explica a Clarín, con entusiasmo, Guido Míguez, uno de los dueños de este gimnasio low cost, que cuenta con otra sucursal en Corrientes al 4.500. “Es un lugar de pertenencia”, agrega su socio, Juan Pablo Gotelli.
Abierto de lunes a viernes de 7 a 22, y los sábados de 10 a 18, el “pase libre”, que permite acceder a todas las máquinas “sin ningún límite”, cuesta 400 pesos mensuales. “A este gimnasio vienen unas 4.000 personas. ¿De qué edades? De 15 a 70 años”, aporta Míguez.
-¿Cómo hacen para que la cuota cueste la mitad que en las grandes cadenas?
-Entre otras cuestiones, aprovechamos la tecnología. Un ejemplo de eso son las clases de “spinning virtual”: la gente viene, se sube a una bicicleta y pedalea siguiendo las indicaciones de una pantalla. Para bajar los costos, también, no tenemos pileta, que es caro mantenerla. En los barrios también hay gimnasios con precios accesibles, pero son más chicos que los nuestros y no siempre tienen una calidad premium.
Iván Rodríguez, de 38 años, trabaja “a la vuelta” del gimnasio, en el Instituto de Ayuda Financiera. Se entrena, como él mismo explica mientras se seca con una toallita, “después de la oficina”. A la hora de responder por qué elige este lugar para quemar calorías, no duda: “Me gustan el ambiente, las máquinas, los vestuarios y, por supuesto, el precio”.
Funcional Gym, un ejemplo de gimnasio boutique. Foto Lucía Merle
Identificado con una remera flúo amarilla, Nicolás Peric, de 28 años, es uno de los “profes”. “Hay gente que ya tiene algunos conocimientos y se entrena sola y otra que, como empieza de cero, necesita que les demos algunas instrucciones”, comenta. Y agrega: “¿Si vienen patovicas? Acá no se trabaja con tanto peso… Muchos de nuestros clientes hacen actividad física para prevenir enfermedades, como la diabetes o la obesidad”.
Hacer pausas durante el ejercicio, la fórmula para adelgazar
Como diría un antiguo locutor, en el otro rincón encontramos como ejemplo de gym boutique a Funcional Gym, en Las Heras al 3500, Palermo. A simple vista, más que un gimnasio parece un bar. La única recepcionista, Belén, saluda por su nombre a las clientas, que entran al local después de tocar un timbre: “Hola, Anto”, “Hola, Mili”, “Hola, Valen”. Sobre su escritorio hay un jarrón con flores frescas. Todo muy boutique. Todo muy chic.
nota sobre gimnasio 28-03-2017 suplemento SPOTGimnasio BoutiqueEntrenamiento funcionalFoto Lucia Merle buenos aires gimnasio Boutique cadena de gimnasios entrenamiento integral funcional gente ejercitando haciendo gimnasia
“En este gimnasio nadie tiene carnet. No hace falta. Como el trato es personalizado, conocemos a todos”, comenta Esteban Dietz, el dueño del local, que suma sedes en Recoleta, Cañitas y Pilar y está por abrir otra en San Isidro. Y agrega: “Acá no hay máquinas… Nos especializamos en una sóla actividad, la gimnasia funcional, que sirve para acelerar el metabolismo. Entre otros, se hacen trabajos de musculación, cardiovasculares y cardiorrespiratorios. Es muy completo”.
Para ellos, el after office es con zapatillas y short: los running team empresariales le hacen frente al calor
Los horarios son más limitados que en el gimnasio low cost. Abierto de lunes a viernes de 8 a 13 y de 16 a 20, y los sábados de 10 a 12, las clases duran una hora. “El 90% de nuestros clientes son mujeres de 18 a 35 años”, suma Dietz, que también trabaja como personal trainer. “Según la cantidad de horas que contraten y el profe que les dé la clase, el arancel mensual va de 1.200 a 6.000 pesos. En total tenemos 460 alumnos”.
Empieza una de las clases de la tarde. Dietz trabaja con Anto, Mili y Valen, que en realidad se llaman Antonella Pauletto, Milagros de Nicola y Valentina Onetti. El ejercicio consiste en: 1) “Empuje con bandas en posición de tijera (se ejercitan los brazos, abdominales y glúteos)”. 2) “Rotación con pelota (espalda)”. 3) “Mini bosu (sentadillas)”.
Entrenamiento funcional
“Conseguí muy buenos resultados en poco tiempo. Para eso fue fundamental el apoyo de mi entrenador, que me corrige las posturas”, explica Antonella, de 17 años, que estudia administración de empresas en la UADE y se entrena “seis veces por semana”. Con las mismas calzas negras y blancas, Milagros, de 20 años, estudiante de marketing en la UCEMA, aporta: “Lo que más me gusta del entrenamiento funcional es que trabajo con mi propio peso. Antes, cuando hacía crossfit, me esforzaba mucho más, con el riesgo de sufrir lesiones. Acá, el cuerpo no se agranda, se moldea”. La tercera del grupo, Valentina, nació y vive en Nueva York, donde estudia diseño. De padres argentinos, cada vez que viene de vacaciones a Buenos Aires se entrena en este gimnasio. “En Nueva York hago spinning porque las clases de gimnasia funcional son diferentes: se trabaja, antes que nada, la elongación”, describe.
Herederas de Penélope Glamour: un rally exclusivo para aventureras
Subiendo las escaleras, en el primer piso, hay un espacio todavía más exclusivo, con ventanales que dan al parque Las Heras. “Acá se entrenan, solas con un profe, celebrities como Luli Fernández o Melina Lezcano, la cantante de Agapornis”, sigue Dietz. “Por eso, en el vestuario, que es como un baño cinco estrellas, hay secador de pelo y cremas humectantes”.
Una experiencia que se adapta
por Guillermo Vélez, Director de Mercado Fitness
En un contexto cambiante, de gran innovación y competencia, la industria del fitness no se ha quedado al margen. Al contrario: evoluciona, se especializa y se diversifica, con la idea de ofrecerles a los usuarios una experiencia que se adapte a sus necesidades. Así, nos encontramos con dos ofertas muy diferentes. Por un lado, los estudios boutiques o micro gyms, que comienzan a tener cada vez más exponentes. Estos pequeños gimnasios, muy especializados, llegan a cobrar por tres sesiones el mismo precio que una cuota mensual de un gimnasio tradicional. De este modo, en los principales centros urbanos van erosionando la uniforme y saturada oferta de los gimnasios del segmento medio, que brindan un poco de todo y mucho de nada.
Elegí la escalera: sumá salud y perdé peso
En paralelo han surgido los gimnasios low cost o de bajo costo, que ganan mercado con tarifas agresivas que les permiten duplicar la ocupación media del sector, con tres o más socios por metro cuadrado. Gimnasios que se sustentan en drásticas reducciones de costos, algo que es posible gracias al uso de tecnología, la optimización de los procesos y la reducción del staff. El que gana es el usuario, que tiene más opciones.
entremujeres.clarin.com
La entrada El verdadero dilema de los gimnasios: low cost versus boutique aparece primero en Noticias Diarias de Venezuela.
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