#si esta beka lo parte
Explore tagged Tumblr posts
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 33: Tatuaje
Mira hacia atrás
muchos años atrás
no eramos tan distintos
Ahora tal vez
solo queda esta noche
y apenas nos hablamos
Ven hacia mi
que me quiero despedir
luz de neón
pienso en ti.
💭
Ni siquiera se dio cuenta y ya estaba junto a Víctor, en una tienda carísima del centro comercial, buscando el perfecto traje para su graduación. Yuuri les hacía compañía, mas también se paseaba en busca del atuendo que usaría en un par de días. Yuri por su parte quiso golpear a ambos por dejar todo a último momento, y además arrastrarle a eso.
Veía su teléfono con aburrimiento, esperando a que Víctor apareciera con otro traje idéntico al anterior, para pedirle su opinión. El tema es que ese maldito anciano se veía bien en todo, y él parecía aún no entenderlo. Yuuri era igual, probándose al menos cuatro sin decidirse aún, siendo que todos le quedaban de maravilla.
Lo más asqueroso, según Yuri, es que ese par de tórtolos querían combinar para su graduación, pensando en todas las fotos bonitas que podrían sacarse. Ugh.
Y para su peor suerte, en su instagram todos sus contactos no hacían más que subir fotos sobre su graduación. Incluso pudo ver una historia de Otabek, algo fatigado con todo el tema de un baile y ropa cara. Decidió no pensar más en el kazajo, no mientras seguía en su mente el hecho de que se iba a graduar en menos de cinco días, y que él se iría a Moscú.
Desde su rompimiento no habían compartido una conversación con más de tres palabras, apenas y se saludaban con una sonrisa amable, almorzaban junto al resto, reían junto al resto. No tenía idea de qué pasaba por la mente del moreno, tampoco estaba seguro de qué ocurría en su propia mente, con los pensamientos dando vueltas y ese estúpido miedo de no verle nunca más. Ni siquiera sabía por qué quería seguir viéndole, si las cosas ya no eran como antes, y ya nunca lo volverían a ser.
Se sentía imbécil por seguir pensando en él, porque aún le gustaba y porque se sintió dolido cuando escuchó por Víctor que Otabek había conseguido pareja para la fiesta. No valía la pena seguir pensando en esas cosas, mas no podía evitarlo, si el moreno se había quedado prendado a él como si de un tatuaje se tratara.
Antes de que pudiera ponerse triste otra vez, Víctor apareció junto a Yuuri, ambos con trajes sobrios y similares, diferenciándose solo por la corbata que traía cada uno; Víctor con una color lila y Yuuri con otra de un color azul eléctrico. Yuri sonrió al verles, feliz por ellos... y porque al fin habían encontrado su ropa y ahora podrían ir a comer algo.
🌹
Una tarde, mientras cenaba en silencio junto a sus hermanas, su madre y su padre conversaban en calma sobre él. Faltaban apenas unos días para su graduación, por lo que Vladimir Altin ya estaba pensando en qué debería usar su esposa ese día. Ya habían decidido sobre su traje, al igual que su pareja, porque a su padre le había parecido excelente que él invitara a Lena, por supuesto.
Intentó no pensar mucho en todo eso, sino al contrario, mantenerse lo más alejado posible. No quería que llegara su graduación, con eso solo sería el adiós a demasiadas cosas, Yuri incluido. Si bien ahora no hablaban ni se acercaban como antes, al menos podía verle, y con eso estaba satisfecho. Saber de él, ver su sonrisa y escucharle feliz. Pero en cuatro días más, luego de que él tuviese su diploma en la mano, Yuri tomaría un avión directamente a Moscú, a más de setecientos kilómetros de él.
Pero no podía evitarlo, y el tiempo pasaba, hasta que sin darse cuenta estaba frente a un traje estirado minuciosamente, una camisa gris y una tonta flor que quizás combinaría con el vestido de su pareja. Su celular estaba vibrando hace unos minutos, y con todo el cansancio del mundo pudo estirarse hasta alcanzarlo, pasando de largo los mensajes de Víctor, viendo con sorpresa uno por parte de Yuri.
[16:05] ¿Vas a la casa de Víctor esta noche?
Sin saber muy bien que decir, dejó el teléfono ahí, mientras una idea pasaba por su mente, por muy extraña que le pareciera. Su celular volvió a timbrar minutos después, mientras acomodaba su camisa y ya comenzaba a escuchar los llamados insistentes de su madre. Lo tomó con algo de miedo, notando que era otro mensaje del rubio.
[16:14] Beka, me quiero despedir.
Lo leyó un par de veces más, mientras sentía como el peso caía sobre sus hombros. El peso de sus decisiones, de los hechos, las consecuencias. Yuri se iba a ir, se despedirían y no le vería nunca más. Hasta el último segundo el tuvo la esperanza de que no fuera más que un sueño en el que estaba atrapado, obviamente no era así.
Le envió una respuesta afirmativa a su amigo, para luego guardar el teléfono en su bolsillo y acomodarse la chaqueta de cuero. Bajó las escaleras sin prisa, sintiendo enseguida el flash en su rostro, así como sus hermanas comenzaban a molestarle. Fijó sus ojos al frente, viendo a su madre con una sonrisa en el rostro, su padre al lado, con una expresión similar.
Quizás no todas las consecuencias eran tan terribles.
🌹
Tenía permitido solo veinte kilos de equipaje, y le parecía un robo. ¿Cómo iba a poner todo lo necesario en solo veinte kilos? Entre ropa y zapatos estaba seguro de que tenía el doble, sin contar un montón de cosas que iba a necesitar, más que a nada. Gracias a Dios Lilia le propuso llevar otros veinte ella, además de que tenía permitido pagar un costo extra por si se pasaban. Ya estaba contando los billetes para pagar por ello, porque estaba seguro de que iba a ocupar como mínimo unas tres maletas.
Hace unos días que ya había empacado la mayoría, mas siempre ponía otra cosa extra. Su laptop indudablemente iría con él, al igual que su cámara instantánea, llevaba casi toda su ropa, dejando sus armarios extrañamente vacíos. Ahora solo quedaba revisar los últimos cachivaches que podía tener revueltos por su habitación, y mientras rebuscaba, encontró algo que definitivamente se llevaría.
El disco que Beka le había hecho reposaba sobre su escritorio, con un montón de ropa encima. Lo tomó con cuidado y sonrió al darle vuelta y ver ese papel con la letra descuidada de su amigo, la lista de canciones. La portada seguía siendo graciosa, la foto de su gata hacía todo aquello un poco menos romántico, por lo que no tardó en ir hasta su estante y rebuscar entre las instantáneas de él y Otabek.
Sonrió satisfecho con el resultado, y no dudó en guardar el disco en su mochila. Incluso si no estaban bien ahora, incluso si no sabía qué iba a ocurrir entre ambos luego de esta noche, Yuri no podría jamás negar que Otabek Altin fue importante.
Después de todo, él fue feliz a su lado, y le gusta pensar en que Beka también fue feliz con él.
Con ese pensamiento en mente, fue en busca de su ropa para esa noche, la última fiesta de Víctor Nikiforov. El anciano había hecho eso para despedirle, a él y a sus amigos, porque era más que obvio que todos tomarían caminos distintos. Yuuko volvería a Japón, Víctor estaba enfocado en su beca deportiva, mientras que Yuuri de seguro iría a una de las mejores universidades de San Petersburgo.
Así que esa noche probablemente Víctor se ponga sentimental, y él quizás le responda del mismo modo, porque la verdad es que sí los va a extrañar. Aún cuando no hay nada que ame más que al ballet, debe admitir que ese imbécil ha sido un amigo por años, hasta el punto de sentirle como un hermano mayor, molesto e idiota, pero un hermano mayor al fin y al cabo.
No quería pensar en como serían las cosas con Beka, porque de solo verle tendría que aguantar las ganas de colgarse de él y pedirle que mande todo a la mierda, besándole luego. No podía hacer eso, esa noche se iban a despedir, ¿Qué será de él luego? No tenía idea, y quizás era mejor de ese modo.
Lo que sea, prefiere quedarse con lo que fue Otabek Altin, con lo que ambos fueron. Amigos, amantes, novios, Hijos Del Peligro.
🌹
No entendía muy bien porqué estaba nervioso, estaba sentado en una de las primeras filas, con su ropa perfectamente arreglada y Víctor a su lado, casi soltando lágrimas. El director dio un par de palabras, las mismas que dijo el año pasado y el anterior, y luego comenzó esa música de todas las graduaciones, mientras que les llamaban uno a uno.
Por supuesto que ser Altin tenía sus ventajas, pues fue de los primeros en ponerse de pie y recibir ese trozo de papel que certificaba que él había sobrevivido a la escuela. Sonrió para las fotografías, abrazó al director y pudo escuchar como Víctor le hacía porras desde su asiento, sonriéndole en respuesta.
El resto fue aburrido, excepto cuando pasaron a la letra K y fue turno de Yuuri, por lo que obviamente Víctor se puso de pie y comenzó a aplaudirle más fuerte que nadie, para luego recibirle con un ramo de flores. Otabek les veía con diversión, obviamente no a todos les pareció tan lindo, no quiso ni pensar en el rostro que tenía su padre en ese momento.
Y, por supuesto, cuando fue turno de la letra N y el joven Nikiforov subió al escenario, usó sus cinco minutos de fama para recordar a cada uno de sus maestros que le reprobaron en más de una ocasión, mandándolos a la mierda, porque se había graduado de todos modos. La mayoría de los alumnos aplaudió en respuesta, y es que, después de todos, Víctor se había ganado un lugar en el corazón de todos gracias a sus fiestas-no-tan-necesarias-cada-semana.
Una vez terminó la ceremonia, pudo encontrarse con su madre, quien llenó de besos su rostro, abrazándole luego. El señor Altin le sonrió, palmeando su espalda con cariño, listos para ir a esa típica recepción de padres, alumnos y la pareja de estos. Otabek dio gracias a cualquier divinidad por hacer que tal martirio pasara rápido, entre más discursos por parte de maestros y alumnos destacados, apenas y bebió un par de copas para luego tomar su motocicleta hasta la casa de Víctor.
Esperó a que su madre tuviera suficientes fotos de él usando traje junto a Lena, quien seguía callada como de costumbre, con una sonrisa dulce en el rostro, y en cuanto fue medianoche se despidió de ellos con la excusa de que era tarde para tal adorable señorita. Obviamente, para alguien como lo era Lena, la experiencia de andar en motocicleta fue lo más emocionante de su vida, y se despidieron apenas con un beso rápido, para que luego Otabek fuese a ciento diez kilómetros por hora hasta el hogar Nikiforov, donde ya podía ver una cantidad ridícula de autos.
Podía sentir la música taladrar sus oídos, habían luces de neón en todos lados, desde el enorme patio donde los adolescentes se juntaban a hablar y bailar, hasta el segundo piso. No tardó en encontrar a Víctor, sacando fotos de un lado a otro, y a Yuuri casi desnudo bailando en medio del enorme salón.
Soltó una risa ligera, yendo hasta la cocina por algo de beber, y de paso encontrar a Yuri. La casa estaba más llena que de costumbre, no había lugar donde no hubiesen personas bebiendo, y eran apenas la una de la madrugada. Mientras servía vodka en un vaso, buscaba con la mirada a su amigo, encontrando chicas con medios vestidos y chicos haciéndose los galanes con ellas, Phichit no soltaba su teléfono y se aseguraba de sacar las mejores fotos, mientras que a lo lejos pudo ver a Mila besando a un tipo castaño.
Y a unos metros de distancia, junto a ese enorme ventanal que daba al patio, casi ocultos y fusionados con la pared, Yuri y Jean hablaban. Otabek paró en seco, con la botella aún en su mano y el líquido casi derramándose, sintió los típicos celos que le hacían sentir tan idiota. No sabía qué carajo hablaban ellos dos, pero definitivamente no le gustaba aquello. Dejó la botella en un movimiento brusco, no dudó en tomar el vaso y beber con furia, viendo como ambos parecían estar demasiado juntos.
Decidió irse de ahí, con el vaso en la mano fue directamente hasta el salón, debatiéndose entre bailar con el resto o ir hasta la mesa del dj y ocupar su lugar como de costumbre.
🌹
Cuando llegó a la casa de Víctor, no encontró a Otabek en ningún lugar. Saludó al ruso con un abrazo de oso que duró demasiado tiempo, luego vio a Yuuri, quien ya había bebido demasiado y poco a poco iba abriendo su camisa. Como de costumbre, hizo su camino hasta la pista improvisada, fijándose si esa noche Beka sería dj. No se encontró con Otabek, mas pudo sentir como alguien le tomaba del brazo, volteándole.
Un par de ojos azules le vieron con amabilidad, Jean llevaba puesta una camisa sobria y solo podía resaltar su piel canela y cabello oscuro. El canadiense le sonrió, con el tono rosado de las luces de neón golpeando su rostro, y sus dedos alrededor de la muñeca de Yuri, suavemente.
— ¿Podemos hablar, Kitten?
El cuerpo de Yuri sufrió un escalofrío al escuchar el apodo, con la voz dulce de Leroy. Asintió con una media sonrisa, sintiendo como le llevaba hasta algún lado, dándose cuenta luego de que acabaron junto a un ventanal, iluminados solo por esos tonos amarillos y verdes, que aparecían al ritmo de la canción.
Jean estaba frente a él, guardaba silencio, y Yuri no sabía qué decir. No habían hablado desde ese día en que el canadiense le ofreció ayuda, y luego todo se fue al carajo.
— Escuché que te vas a Moscú...
El tono ligero y despreocupado de Leroy le hizo sonreír un poco, asintiendo. Jugaba con el vaso entre sus dedos, mirando los ojos azules de quien una vez fue su novio.
— Voy a bailar ballet, Academia del teatro Bolshói.—Jean sonrió en respuesta, una sonrisa sincera y dulce.
— Wow, eso suena estupendo, kitten.
— Jean... —Quería pedirle disculpas, disculpas por haber sido un hijo de puta, mas no sabía como decirlo para que no sonara tan mal. Leroy le vio con diversión, una sonrisa en sus labios.
— No quiero hablar del pasado, Yuri, quiero desearte buen viaje.
El rubio le miró con las mejillas sonrojadas, sonriendo. Se sentía avergonzado de tan solo haber pensado en pedirle disculpas, siendo que Jean no quería eso de su parte. Sin pensarlo más, envolvió al pelinegro en sus brazos, aferrándose a él con cariño por unos segundos.
— Espero que todo te resulte, kitten, tengo la certeza de que así será, eres el mejor bailarín de toda Rusia.—Jean hundió su rostro en el cabello de Yuri, suspirando.
— Muchas gracias, Jean.
Siguieron el abrazo por unos segundos más, separándose luego con una sonrisa. El canadiense se despidió con un gesto, y Yuri no podía quitarse la sonrisa del rostro, comenzando a buscar a Otabek nuevamente.
🌹
Como un montón de otras veces, Otabek estaba haciendo de dj cuando pudo distinguir una hermosa cabellera rubia en medio de la multitud. Dejó de lado su trabajo y llamó a Leo para que le reemplazara, tardó apenas veinte segundos en llegar junto a Yuri, rodeados del montón de personas bailando a su alrededor. Plisetsky le observó durante unos segundos, para luego arrastrarle hasta el patio, donde había menos ruido y menos personas.
Acabaron en una de las esquinas del lugar, con las luces colgando desde el techo hasta algunos árboles, la música era apenas un murmullo y el frío podía calar sus huesos. Otabek pudo notar como Yuri temblaba, con la chaqueta lila siendo insuficiente para ese frío. No dudó en quitare su chaqueta de cuero y ponérsela encima, recibiendo una sonrisa.
Con tan solo verle, Otabek había olvidado un montón de cosas. Sus planes, sus miedos, sus celos.
— Felicidades por tu graduación.—Yuri le veía con una sonrisa débil, sin saber muy bien como empezar una conversación con Otabek. Él le devolvió el gesto, asintiendo.
— Felicidades por tu viaje, Yura.
El silencio podía expandirse entre ambos, sus ojos se encontraban como no lo hacían hace semanas, con Altin apreciando esas joyas verdes por última vez, siendo iluminados con los destellos de neón que caía sobre ellos, haciéndolos más hipnóticos. Yuri intentaba ordenar sus ideas, sin saber realmente qué quería lograr al tener a Otabek a su lado.
— Beka...
Hizo un mohín con sus labios, sin encontrar las palabras adecuadas, sin saber qué hacer. En un impulso más que necesitado, fue hasta los labios de Otabek, buscando un beso. No se sorprendió al sentir la mano del kazajo, negándole el contacto y apartándolo luego, con delicadeza.
Sus mejillas ardieron de golpe, y quería llorar de pura vergüenza al ser tan idiota. Otabek le dio un abrazo corto, besando su frente luego, viéndole una última vez bajo las luces y el murmullo de la música, el viento en su rostro y esos ojos verdes. Tristes.
— Buen viaje, Yura.
Plisetsky no esperó más antes de salir de ahí, tirando lejos su chaqueta de cuero, limpiando sus mejillas mientras hacía su camino entre las personas. Vio de reojo a Víctor y sintió lástima al no poder despedirse como debía, sin embargo no quería seguir un segundo más ahí, con el ruido en su cabeza y su corazón estrujándose en el pecho, sus ojos ardían y solo quería ir a dormir junto a su abuelo y su gata.
Camino a su hogar, se sintió estúpido por haber pensado que esa última vez con Otabek habría cambiado las cosas, por haber pensado que Beka se arrepentiría a última hora y le diría que lo amaba.
Pero aún con el dolor en el pecho, quiso convencerse de que podría recurrir a aquellas cosas en su mente, besos guardados y canciones de ambos, noches de películas y viajes en motocicleta. Como si de un tatuaje se tratara, Yuri no podría simplemente desprenderse de Otabek, al menos no aún. Y estaba bien, porque Yuri fue feliz con Beka, nadie cambiaría eso.
🌹
Al día siguiente, despertando en su habitación, Otabek cubrió su rostro con pesar. El vuelo de Yuri salía a las siete de la mañana, y siendo ya las una de la tarde, era más que claro que el ruso ya estaba en Moscú hace un par de horas.
Frotó su rostro frustrado, cayendo en la cuenta de que, desgraciadamente, Yuri Plisetsky ya no estaba –ni estaría- a su lado. Se sintió aún más molesto al recordar lo ocurrido la noche anterior, la manera en que no había besado por última vez a Yuri, la manera en que no le había pedido que se quedara. Quiso maldecir a todo el mundo, a él mismo, a su padre.
Aunque nadie tenía la culpa, excepto el mismo.
Limpió con prisa las lágrimas de su rostro, escuchando como su madre le llamaba para almorzar, vistiéndose sin ganas, tratando de controlar el manojo de emociones que era él en ese momento. Se sentía tan imbécil, tan cobarde, tan malditamente desgraciado. De solo saber que había cagado esa última vez con Yuri a su lado, y que probablemente no le volvería a ver, sentía el coraje recorrer su cuerpo entero.
Bajó las escaleras sin prisa, golpeando el suelo con sus botas, una expresión severa en su rostro y la cabeza martillándole. Su familia le esperaba en el comedor, su madre sonrió al verle, al igual que sus hermanitas. Metido en su mente, no le devolvió el gesto a ninguna de ellas, dejándose caer sobre su lugar, muerto de sed.
Vladimir Altin no tardó en notar la resaca de su hijo, mirándole severo.
— Supongo que será la última vez que sales de fiesta así, Otabek, ya no eres un niño.—El moreno asintió en silencio, tomando un plato y dando las gracias, ignorando las palabras de su padre.—Ahora debes buscar un empleo, la universidad no se pagará sola, y luego tu familia tampoco.
— No es como que esté pensando en familia, ¿sabes?—Su voz era apenas un murmullo, con la mente en cualquier lado.
— Por supuesto que no ahora, pero sí en un futuro, Otabek.
— Quizás simplemente no tenga familia, papá.
Altin pudo ver desconcertado a su hijo, mientras que este parecía cabreado. Otabek no podía pensar en otra cosa más que las palabras de su padre, lo que le había dicho desde siempre, la manera en que quería que fuese igual a él. Y sintió pavor de solo pensar en esa posibilidad, enojándose al darse cuenta de que estaba haciéndolo, postulando para la universidad, para estudiar leyes igual que él, saliendo con la chica que Altin quería para su hijo, dejando de lado al amor de su vida para complacerlo a él. Apretó con fuerza los puños, mirando a su padre fijamente, mientras este le veía con el ceño fruncido.
— ¿Por qué, Otabek?
¿Por qué? Lo único que llegó a su mente en ese momento fueron un par de ojos verdes, unos labios rosados y esas sonrisas dulces, sus manos unidas y la noche anterior. Esos ojos triste y la luz de neón sobre ellos.
Si no pudo amar al amor más real que llegó a su corazón... ¿Qué más da lo que pueda llegar?
— Porque soy gay, papá, soy tan malditamente gay que fui novio de Yuri Plisetsky durante meses. Y ni a golpes podrás hacer que me arrepienta de ello.  
4 notes · View notes
abigailswager · 5 years ago
Text
El 'tajo' de la CNMC en Enagas sega un 15% su valoracion y un 5% en Naturgy
New Post has been published on https://cfddesk.net/el-tajo-de-la-cnmc-en-enagas-sega-un-15-su-valoracion-y-un-5-en-naturgy/
El 'tajo' de la CNMC en Enagas sega un 15% su valoracion y un 5% en Naturgy
Tumblr media
Madrid
El pasado viernes la Comision Nacional del Mercado y la Competencia publico siete nuevos proyectos de Circulares que definiran un marco regulatorio estable de la retribucion de la electricidad y el gas en los proximos anos. Este nuevo marco supone un ajuste medio anual a las redes de 1.080 millones (un recorte del 7% para las redes electricas y de un 21,8% para las gasistas).
Esta propuesta tendra ahora un periodo de consulta hasta el 9 de agosto para despues aprobar la resolucion definitiva que entrara en vigor en 2020, algo que aun requiere el visto bueno del gobierno, que lo valorara en el mes de octubre. No obstante, desde Banco Sabadell creen que las reclamaciones de las companias y los inversores estan dentro de lo esperado pero “las nuevas competencias de la CNMC dejan al gobierno sin capacidad de veto por lo que los recortes, sean los que sean, no dependeran del color del mismo”.
Aunque ya se habia anticipado el tijeretazo del regulador, este fue mayor al que los expertos preveian y provoco fuertes caidas desde la jornada del jueves. En este sentido, Enagas es la que se ha llevado la peor parte y se desploma mas de un 16% desde entonces. Naturgy ha perdido casi un 10%, Red Electrica cerca de un 7%, Iberdrola un 4,4% y Endesa un 2% frente al 1,6% que ha cedido el Ibex 35 en el mismo periodo.
Pero no solo los inversores han castigado las acciones de las utilities espanolas, tambien los analistas se han visto obligados a revisar en mayor o menor medida sus valoraciones y recomendaciones y, de igual forma, la peor parada ha sido Enagas. Las 14 firmas que han actualizado sus previsiones han situado su precio objetivo, de media, en los 20,5 euros, mas de un 15% por debajo de su valoracion previa. Ademas, los expertos de GVC Gaesco Beka, Mediobanca y Deutsche Bank han empeorado su recomendacion en estos dias. Tambien Bankinter ha pasado a recomendar vender desde mantener puesto que estiman “que los ingresos regulados de la compania pasen de 1.080 millones en 2019 a 700 en 2016 [un 35% menos]. “El mercado se instalara en el peor de los escenarios mientras no se diga lo contrario”, apuntan desde Banco Sabadell. “Vemos riesgo en el dividendo de la compania a partir de 2021, ya que para mantener el pago por accion el payout deberia subir al 160%, lo que no parece razonable dado el nivel de endeudamiento”, advierten.
La siguiente firma que ha sido mas castigada es Naturgy, la cual ha corregido mas de un 9,5% en las ultimas tres sesiones cayendo hasta minimos de enero mientras que los analistas que han revisado sus numeros situan su precio objetivo un 5,5% por debajo de los niveles previos, en los 21,75 euros, que es inferior a su cotizacion actual. No obstante, mientras que RBC y Alantra han rebajado sus valoraciones, Sabadell la ha aumentado y BBVA ha mejorado su consejo de vender a mantener.
Red Electrica es quizas un caso aparte ya que, por su naturaleza, tambien se deberia haber visto muy afectada y, sin embargo, el regulador ha protegido su status actual beneficiandose de una disposicion transitoria para el ano 2020 evitando un recorte de 152 millones.
Para Bloomberg, estos recortes, “podrian poner en peligro sus calificaciones crediticias”.
Por ultimo, las menos afectadas han sido Endesa e Iberdrola que, aunque han caido algo mas que el mercado en estas sesiones, los expertos solo le han recortado un 1% a la primera e incluso han incrementado el precio objetivo de la segunda.
“A pesar de que aun no hemos accedido al detalle de las circulares, restamos importancia a los impactos de forma generalizada, a excepcion de Enagas, donde, si nos basamos en las directrices de la CNMC, el impacto podria ser de hasta un 18% en valoracion”, explican desde Banco Sabadell.
Para los expertos de Bloomberg, estos recortes, ademas de comprometer los dividendos de estas companias, “podrian poner en peligro sus calificaciones crediticias”.
Mas alla de los ultimos cambios de los analistas, en los ultimos meses ya se estaba dando un importante deterioro en la recomendacion de las utilities espanolas. Al cierre del ejercicio pasado, Iberdrola ocupaba el quinto puesto de La Liga Ibex de elEconomista, que combina los consejos de los analistas que recoge FactSet con los de Bloomberg y ahora ya ha caido hasta el puesto 19. En este mismo periodo Endesa ha perdido seis lugares hasta el trigesimo, Red Electrica del 28 al 34, Naturgy del 32 al 33 (tercera por la cola) y Enagas continua ocupando el farolillo rojo de esta clasificacion.
Tumblr media
La nueva regulacion de la CNMC recorta las valoraciones de las utilities espanolas.
Relacionados
Read More
0 notes
shinoburei · 8 years ago
Text
Siempre seremos tú y yo-OtaYuri One shot
Siempre seremos tú y yo.
.
.
.
 Cuando los ojos grises de Otabek se topan con los esmeraldas del rubio, una sonrisa se dibuja en su rostro y su corazón palpita con fuerza. El kazajo ha estado esperando toda la mañana y parte de la tarde por ese momento, detesta de gran manera que ambos vivan tan lejos y ser separados por tantos kilómetros, pero al mismo tiempo el azabache sabe que eso mismo convierte a cada encuentro en algo realmente valioso que será conservado para siempre en su memoria.
Sus brazos se abren y atrapa al rubio entre ellos cuando este prácticamente le brinca encima.
La añoranza ha sido demasiado grande, el kazajo quiere inundarse de su aroma, de su ser... de todo lo que es Yuri Plisetsky. De hecho, si ahora mismo estuviera en sus posibilidades nunca lo dejaría ir de sus brazos, y menos de su vida. Pero la realidad es bastante diferente, Yuri entrena en Rusia y es ahí donde se encuentra su única familia, por eso los deseos de Otabek son callados la mayoría del tiempo.
Han pasado dos años desde que su relación comenzó, Yura se ha convertido en un medallista y patinador que ha roto récords a diestra y siniestra a la par del Nipón de apellido Katsuki. Otabek , ha compartido el podio varias veces a su lado y si alguien le cuestiona como se siente al respecto puede contestar con seguridad que está sumamente orgulloso de eso, pero personalmente piensa que sin lugar a dudas su logro más grande es ser parte de la vida de Plisetsky.
Ahora mismo Yuri se encuentra de visita en su país ¿el motivo? celebrar su segundo aniversario como pareja y su cuarto como amigos. Otabek actualmente consta de 23 años, mientras el rubio apenas y roza los veinte, las cosas van lentas y a su tiempo, pero el kazajo es feliz con tan solo tener esos hermosos ojos esmeraldas monopolizándolo.
—Tu vuelo tardó más de lo esperado...—susurra. Lo aferra con más fuerza y luego de unos minutos se separa, no puede evitar regalarle una amplia sonrisa y toma su maleta mostrando cortesía. —Te he extrañado todo este tiempo... Yura...
—También te he extrañado Beka, esperé ansioso este día—proclama Yuri, Otabek nota el ligero carmesí en sus mejillas y Yuri se da cuenta de lo cursi que ha sonado. El sonrojo llega hasta sus orejas.  
Otabek amplía su sonrisa al escuchar las palabras que provienen de los labios del rubio, el azabache ha aprendido con el tiempo que cualquier gesto que raye en la cursilería Yuri tratará de negarlo y prefiere no hacérselo notar.
Altin lo mima por varios minutos, le susurra lo mucho que también lo ha extrañado y lo invita a mirarlo a los ojos de nuevo.
El corazón de Yuri se acelera cuando sus jades y las ágatas de Otabek nuevamente chocan.
El sonrojo llena los ojos del kazajo y le parece encantador. Otabek toma a Yuri de la mano y juntos caminan a la salida del aeropuerto. No ha traído su motocicleta porque le parece innecesario y sobre todo porque el equipaje es un problema, sin embargo, ha rentado un auto que le hará más fácil la vida a ambos al menos en ese recorrido. Cuando caiga la noche y salgan de paseo, la motocicleta será por supuesto la elección de Otabek y el Rubio, quien adora la adrenalina.
Otabek mete las maletas a la cajuela y regresa para abrazar nuevamente a Yuri, deja un beso en su frente y le abre la puerta mostrando galantería. Yuri se sonroja por segunda vez y aquello lo llena de gozo, una pequeña risa escapa de sus labios y suspira. Está cansando y tiene hambre, pero la espera ha valido definitivamente la pena.
Al tener a Yuri en el asiento, Otabek le coloca el cinturón y sin más se dispone a abordar el asiento de al lado, toma sus gafas de sol, enciende el auto y por un momento extraña la adrenalina que le provoca su motocicleta al encenderla, pero no hay mucho que hacer al respecto.
—Yuuri y Viktor me han llamado hace una hora, estaban preocupados, deberías avisarles que has llegado—comenta en el primer alto con el que se cruzan, Otabek mira de reojo a Yurio y se da cuenta de lo mucho que ha crecido, no lo suficiente para alcanzarlo, pero no le falta demasiado, claro, su estatura es importante pero no es lo que más capta su atención, más bien, lo que se lleva el premio es lo mucho que el cabello del rubio ha crecido. Su mente por un momento lo compara con la seda pero, probablemente en esta ocasión, el cabello de Yuri ganaría en suavidad.
Otabek estira su mano para acariciar su rostro en un gesto sutil y al cambiar la luz, siguen avanzando con tranquilidad.
Arriban al departamento del azabache luego de aproximadamente veinte minutos.
.
.
.
Ambos se encuentran en la sala luego de subir las maletas y comer katsudon, por alguna razón desde que el azabache tiene memoria Yuri ha proclamado ese platillo como su favorito y aunque él no es amante del arroz, un sacrificio por su pareja es nada a comparación del amor que se tienen.
—Estoy cansado...—Yuri deja caer su cabeza en el hombro ajeno y Altin suspira. Entiende perfectamente que luego de un vuelo tan largo el rubio está agotado.
—¿Quieres dormir? Tenemos toda la semana que resta para salir—indica el de ojos grises. Yuri niega. —¿De verdad? —insiste y alza la ceja curioso ante la negación de lo evidente.
Yuri gruñe por lo bajo.
—Cállate Beka...—Otabek suelta una pequeña carcajada, Yuri frunce el ceño y se remolinea contra su brazo como si se tratara de un gato. —Lo que quiero decir... Es que estar aquí contigo es suficiente. 
Todo se queda en silencio por alrededor de un minuto, ambos son capaces de escuchar su corazón latir, no están seguros si es el propio o el ajeno, pero al menos ambos aseguran algo: Laten al mismo tiempo como si se tratara de una sola entidad.
—Yura...—Otabek le llama con voz serena, se separa del cuerpo de Yuri y lo toma de la barbilla con delicadeza, Plisetsky desvía sus orbes y la sincronización de sus corazones se termina, los latidos de su corazón se han disparado a velocidad luz. El carmín inunda por tercera vez en el día los pómulos del ruso.
Yuri cierra los ojos y Otabek une sus labios en un roce, uno que anhela desde hace horas pero que no ha sido posible por diferentes razones. 
Puede que su relación tenga dos años, pero ha sido un largo camino que recorrer para ambos, Otabek sabe que hoy en día la mayoría de las parejas tomaban las muestras de afecto como algo normal y que incluso el contacto físico se propiciaba mucho más rápido de lo esperado. No tiene nada en contra de ello, admira a cualquier persona que es capaz de dar ese importante paso de forma tan segura, pero si de algo ha sido consciente el azabache, es que el rubio no estaba ni está listo para ese paso. 
Fueron doce meses completos de pura amistad. Cinco más para que Yuri se diera cuenta del interés romántico de Otabek. Y luego, al final, siete meses más para que este lo aceptara. El camino fue largo, pero aún no se había acabado.
Otabek recuerda la primera vez que se tomaron de las manos y como Yuri casi entra en un paro cardiaco, su primer abrazo… su primera cita y su primer beso, cada momento fue guardado en su mente y hoy en día los reproduce en su cabeza cada que su cuerpo y sus instintos le indican propasarse con el rubio.
—Beka...—Yuri lame el labio superior de Otabek, quien siente surgir un pequeño cosquilleo cuando escucha su nombre. 
Por el bien de ambos el azabache lo separa de su cuerpo y le mira fijamente, no entiende por qué los ojos de Yuri brillan e incluso puede afirmar que ese tono esconde deseo. 
Altin es empujado contra el sillón y Yuri se sube en su cadera.
—¿Qué? —reclama el rubio, sus labios se alzan y se alargan, también se pregunta si es que Otabek es demasiado tonto o inocente para darse cuenta de sus intenciones.
—Nada...— es su respuesta y Yuri en un arrebato lo toma con fuerza del cuello de la chaqueta.
—Beka... Tenemos dos años juntos—reclama. Otabek asiente y mira fijamente los esmeraldas, no entiende a dónde quiere llegar al rubio con este punto. —Entonces... ¿No quieres? —pregunta el ruso, Otabek alza la ceja confundido.
Yuri es su tesoro, no tiene que forzarse a nada, él puede esperar... Lo esperará toda la vida si es necesario. 
—No quiero salir esta noche...
—Lo sé.
—Realmente no estoy cansado.
—Eso parece—menciona Otabek, estira su mano derecha para acariciar con sutileza el largo cabello del rubio. 
Yuri entra en una faceta de desesperación que es incluso palpable “¿Por qué es tan tonto? ¿no lo nota? ¿me le tiro encima sin más?”  un sin fin de preguntas inundan su mente. 
Hace más de un año Yuri está preparado para ese gran paso y Otabek no hace siquiera el intento por propasarse ¡vamos! a lo más que han llegado fue a un beso asfixiante luego del “Cuatro Continentes” que dejó a Yuri deseoso por más y Beka, al igual que en esa ocasión, parecía no notarlo. 
Está desesperado porque Altin es un caballero en toda la regla. 
En un momento desesperado, Yuri ataca la boca ajena, empuja con torpeza su lengua contra el contrario, devora todo lo que tiene a su paso, no importa si la saliva se escapa de los labios de ambos, mucho menos si sus dientes chocan en varias ocasiones o sus bocas hacen ruidos extraños ante la fricción. Otabek deja ser a Yuri y se deja llevar por sus demandas.
Fiera... Mucha gente ha llegado a definir a Yuri como una, no sólo sobre el hielo si no en su vida diaria. Para Otabek no es más que un gato Serengeti* al que cuidar y amar. Sabe que Yuri es un guerrero, un soldado y que así debe mantenerse en la vida, pero quiere y desea que a su lado se deje consentir y amar como con nadie lo ha hecho. 
—¡Carajo! —el rubio se separa por falta de oxígeno, sus ojos verdes observan al contrario y nota que sigue tan fresco como lechuga. 
—¿No estas demasiado impaciente? —pregunta el kazajo, su dedo índice limpia la comisura del labio inferior con tranquilidad.
—Beka...
—No tienes que obligarte a nada, Yuri...yo
—¡Beka! —el ruso alza la voz, e interrumpe de forma abrupta al azabache, sus manos se convierten en puños y su cuerpo tiembla, esconde sus esmeraldas y declara apenas en un susurro: —Estoy listo.
—...—Otabek lo mira fijamente ¿listo para qué? se pregunta, y luego piensa que Yuri ha estado actuando demasiado raro desde que han llegado al departamento. Es un enigma.
El rubio aprieta los labios, aclara la garganta y se inclina hasta los labios ajenos, los besa de nuevo y sube hasta su oído, ha decidido que, si Otabek no entiende con esas palabras, se dará por vencido en esa ocasión.
—¿Quieres hacer el amor sí o no? —no podía ser más claro, ¿cierto?
El kazajo lo separa abruptamente de su cuerpo. ¿Lo que escucho es real? Está confundido, está... ¡¿Yuri acaba de preguntar lo que cree que preguntó?! Otabek es un hombre respetuoso, pero un hombre al fin y al cabo... tiene límites, pero Yuri acaba de romperlos...
—¿De verdad? —cuestiona. Yuri asiente, esconde el rostro en su cuello y lo abraza con fuerza. 
—Estoy listo...
.
.
.
Otabek lleva a Yuri hacia la habitación.
Recuesta con cuidado al rubio en la cama, besa su frente, sus párpados y sus mejillas, coloca sus manos a cada lado de su rostro y besa finalmente esos labios, los cuales reciben a los ajenos con alegría y emoción. Otabek acaricia su mejilla y los mechones largos y dorados de su cabello que caen rebeldes a su alrededor, Yuri desliza sus dedos a la nuca contraría y la aferra, le suplica con la mirada que continúe y el kazajo entiende el mensaje de inmediato.
Los dedos del azabache se deslizan a los costados del ruso, alza su playera y de un tirón la saca, hace lo mismo con sus pantalones separándose posteriormente de Plisetsky para ejecutar movimientos rápidos y efectivos logrando retirar su propia prenda superior.
Yuri no puede evitar perderse en el cuerpo de su pareja... 
El ruso no es el único que ha cambiado. 
—Beka...—jadea el rubio cuando los delgados dedos de Otabek se deslizan por sus piernas y abdomen. Yuri piensa que las manos de Otabek son tan cálidas como la primavera y si él fuera hielo, moriría feliz derretido en ellas.
Un sin fin de sensaciones ahoga sus sentidos, se pierde en el calor y éxtasis que el contrario le hace experimentar. No es solo su voz pronunciando “Te amo” infinitamente ni el choque de pieles, no. Es Otabek desnudando y amando su alma para marcarla como suya.
Es tratado con delicadeza, amado con fiereza y tomado con suavidad...
Yuri nunca pensó que lograría amar a alguien con la locura que ama al kazajo, el amor era un cuento en el que no creía y que ahora se veía tan real que lo estremecía con cada beso que le era entregado. Fue sin duda una utopía alcanzable y un acontecimiento que jamás creyó vivir.
Lágrimas bajan por sus ojos cuando siente la presión de Otabek abriéndose paso en su interior.
—¿Te duele? —pregunta el contrario. Yuri niega y entierra sus uñas con fuerza en la espalda del azabache. 
—Continúa... —susurra. Otabek toma el brazo ajeno y entrelaza ambas manos, luego de un tiempo, con algo de dificultad, logra entrar por completo en el rubio y gruñe satisfecho. No quiere dejarse llevar por sus instintos, necesita hacer sentir amado a Yura y eso está encima de todo, incluso de su propio placer. 
Ambos unen sus labios y luego de unos minutos el rubio gime con fuerza cuando Otabek mueve sus caderas en un ligero vaivén. 
Un estremecimiento recorre la espina dorsal de ambos y sus ojos se nublan de placer y sus almas se tiñen de deseo.
Ninguno de los dos puede ni quiere parar.
El amor es el testigo de la entrega de ambos, pero la necesidad y la pasión sobresalen en esa noche como protagonistas que buscan fundirse y expandirse en sus cuerpos sin miramientos.
Otabek coloca sus manos en la cintura del contrario y Yuri le enreda sus piernas en la cadera buscando un mejor ángulo. El vaivén de ambos se vuelve frenético, sus pulmones luchan por respirar adecuadamente y sus labios declaran los nombres en monosílabos que son imposibles de entender. Yuri es jalado  y termina sentado sobre las piernas ajenas, las cuales se mueven y flexionan con fuerza, ayudando al empuje de ambos cuerpos para lograr llegar tan profundo en el rubio como le sea humanamente posible.
El ruso gime con fuerza cuando Beka llega a un punto en específico, no puede evitar morder los hombros del kazajo en busca de acallar los gemidos que quieren brotar de su garganta. Otabek enreda sus dedos en la nuca contraria y lo empuja hacia atrás, desea escuchar los gemidos de Yuri, pero cambia de parecer al ver esos ojos sumirse en la lujuria y sus labios hinchados y brillantes que lo invitan a besarlo.
—Más... Otabek...—jadea el rubio con un hilo de voz, los ojos grises se dilatan y embiste con fuerza el punto G del rubio, Yuri arquea su espalda y el vaivén que antes era desesperado se convierte en uno lento y preciso que arranca gritos y gemidos del ruso. 
Otabek de deleita cuando Yuri tiembla en sus brazos, cuando el cuerpo contrario responde al suyo y esos labios gimen su nombre, es por eso que lleva su mano al miembro ajeno, estimulando y apretándolo al ritmo que lo penetra. Yuri gime y se mueve desesperado, en su vientre se acumula un calor inexplicable y sus ojos verdes liberan lágrimas por el placer que se apropia de su cuerpo y que le era desconocido.
Plisetsky alcanza el nirvana gimiendo con fuerza el nombre del kazajo, Otabek estoca dos veces más y la estrechez del orgasmo vívido de Yuri logra que se venga dentro del rubio casi con tres segundos de diferencia.
—Yura...—susurra Otabek con voz grave y baja, busca los labios ajenos con desesperación, sus dedos se enredan en los largos cabellos del ruso y poco a poco sin separarse van cayendo a la cama, sin fuerza. —Te amo...—musita Otabek, acaricia el cuello y la mejilla contraria, entonces admira la sonrisa de Yuri. 
Una que sabe que sólo está reservada exclusivamente para él. 
Yuratchka se siente amado, completo y feliz. 
—También te amo, Beka...—menciona el rubio. Otabek se estira para tomar las sábanas y envolver el cuerpo de ambos en ellas, aferra a Yuri con fuerza y besa su frente. —Feliz aniversario...
—Feliz aniversario, Yuri...
Ambos ríen en la oscuridad, entrelazan sus manos y suplican al cielo que esa felicidad y amor que ha nacido en ambos dure por la eternidad. 
  .
.
.
Notas: No sé en que pensaba escribiendo esto, en serio que no, por cierto, me pueden encontrar como Shinobu Rei en todas las plataformas.
De antemano disculpen los errores ortográficos y gramaticales, escribí a lo bruto y casi en la madrugada, solo es una pequeña narración de estas dos cosas hermosas llamadas Otabek y Yuri <3 siempre he pensado que esos dos irán tan lentos que Yuri en algún momento se desesperaría, pero Otabek no lo notaría es raro, pero me gusta pensar que es así y bueno aquí Yuri es legal (¿???)  XDD Ya no se ni lo que escribo a esta hora, disfrútenlo.
El OtaYuri es vida, es amor.
Los ama y observa Shinobu Rei.
10 notes · View notes
sam-crevellari · 8 years ago
Text
February Writing Challenge: Día 5. AU de almas gemelas. ~Con nadie más.~ [Oneshot] [Varias parejas] [Yuri!!! On Ice]
Los anillos, durante mucho tiempo, han sido utilizados para representar la eternidad. Las personas los utilizan para comprometerse de por vida con algo, ya sea otro ser humano, una institución, alguna creencia.
Pero, ¿de dónde surgió originalmente esta costumbre?
De intentar recuperar algo en lo que un día se creyó.
Nadie lo recuerda, pero mucho tiempo atrás, cuando dos cuerpos compartían la misma alma, podían darse cuenta de que estaban frente a la presencia de otro porque en las manos derechas, en el dedo anular de cada quien, un pequeño círculo aparecería sin previo aviso.
Dicha imagen sería única para la pareja: Circular, sí, pero poseería diferentes diseños dependiendo qué tipo de almas fuesen. Conforme fuesen desarrollando su relación, la cual siempre sería de amor puro, irían apareciendo detalles irrepetibles que describirían dicho vínculo de una manera que sólo los involucrados serían capaces de comprenderlo enteramente.
Por supuesto, esto también tenía su precio: La pérdida prematura del “alma gemela” provocaría sufrimiento indescriptible en quien quedase con vida.
Con el paso de los años y el surgimiento de pensamientos hedonistas, los humanos se enfocaron en satisfacer de manera inmediata sus necesidades físicas y emocionales. Dejaron de esperar por su “otra mitad”, principalmente por miedo al dolor que vendría si esta desapareciera, y comenzaron a conformarse con cualquier promesa de alivio ofrecida en sus caminos.
Eventualmente, sólo pocos creían en el existir de un ser humano que les complementaría como ningún otro, en esa otra parte de su alma que residía en un cuerpo ajeno.
Y ellos fueron llamados idiotas. Soñadores, ingenuos y “con corazón de artistas”… pero siempre idiotas.
Idiotas que decidieron guardar en secreto que lo dicho por Platón referente a los tres sexos originales era más que sólo un mito.
De Viktor y Yuuri.
Cuando Yuuri Katsuki, un estudiante universitario de 23 años conoció a Viktor Nikiforov, maestro en su escuela y mayor por 4 años, no prestó atención al diminuto “lazo” que se había dibujado en torno a su anular derecho. Era de un color prácticamente imperceptible, no notorio en su blanca piel.
(Y si lo vio en algún momento, pensó que simplemente era alguna marca dejada por elementos físicos externos a su cuerpo, restándole importancia.)
Viktor Nikiforov tampoco reparó en el leve cambio que su diestra presentaba.
En lo que sí reparó, fue en el arduo empeño que el joven japonés ponía para su materia.
Inevitablemente, cruzó esa barrera imaginaria que sólo se apoyaba por un escritorio para demostrar quién era el profesor y quién el alumno.
Comenzó como algo simple: Tutorías primero. Dudas sobre la clase que eran resultas en horarios no correspondientes a ello, pero siempre dentro de las instalaciones académicas.
Después encontraron gustos en común: Disfrutaban mirar las competencias de patinaje artístico y seguir el crecimiento de sus favoritos. Comenzaron a reunirse para conversar sobre las últimas presentaciones, luego a juntarse para verlas, y finalmente llegaron a un punto en que quedaban de verse para ir juntos a pistas de hielo.
Inevitablemente, fueron reduciendo distancias. Las preguntas y anécdotas poco a poco fueron volviéndose más íntimas. Salieron a relucir sueños del pasado e ilusiones para el futuro. Sus miedos y motivaciones. Qué les enfurecía, y qué les alegraba.
El contacto físico también cambió. Primero era prácticamente nulo, respetuoso. Luego comenzaron a caminar a menor distancia: De diez centímetros a 5. Luego, un brazo sobre los hombros, para proteger de coches o del frío. Posteriormente, abrazos. Tímidos al principio, después con mayor frecuencia.
Así que cuando llegó el momento del primer beso, se sintió natural.
Por supuesto, esto no quiere decir que careciese de magia. Al contrario, en el momento en que los labios de ambos se encontraron, supieron en el fondo de su alma que acababan de nacer.
Sorpresa. El final de un anhelo que, sin saberlo, poseían.
Y la oportunidad de crear una historia como ninguna otra.
De Otabek y Yuri.
Otabek, sentado en su lugar predilecto dentro de su cafetería usual no podía dejar de contemplar la figura del ruso de 15 años que trabajaba arduamente en una clínica veterinaria a tiempo parcial.
No le estaba acechando. Para nada. Había resultado una total coincidencia que el chico al que había ayudado en una pelea callejera días antes resultase trabajar al otro lado de la acera donde el kazajo solía pasar sus tiempos libres.
Pero el interés que había surgido en el joven de 18 años no era nada que pudiera dejarse de lado fácilmente.
Después de todo, el adolescente que respondía al nombre de “Yuri” era imposible de olvidar. Y su primer encuentro, también: Mientras recorría la ciudad en su motocicleta, Otabek había notado un altercado entre varios menores de edad. Un grupo grande, de aproximadamente 10 gentes, rodeaban el menudo cuerpo de un rubio.
Esto sorprendió a Otabek. Porque pese a la obvia superación numérica por parte de sus contrincantes, el más pequeño se mostraba completamente confiado. Incluso insolente. No parecía molestarle el hecho de que su físico se asemejase más al de una dulce niña que al de un adolescente en crecimiento.
Más tarde, el de dieciocho años confesaría que el impulso que le llevó a detenerse e intervenir se encontraba en la mirada de Yuri Plisetsky: Inolvidable, como la de un soldado.
Aunque, si se le preguntaba, el diría que no estaba seguro de que el otro necesitase refuerzos.
Fuerte, pero sumamente bello al moverse, como si de una coreografía se tratase. Esa fue la impresión que el mayor de los jóvenes unidos en medio de una pelea se llevó al ver a su compañero arremeter contra sus rivales.
Otabek estaba seguro de que nadie en el mundo podía compararse a esa figura elegante y poderosa.
Le gustaba sumirse en esos recuerdos de manera constante. Y a veces, como ese día, lo hacía tan profundamente que tardaba en darse cuenta que su puesto como “el observador” había sido usurpado.
– Beka.
Otra voz habría batallado para sacarlo de su ensoñación. Pero, ¿esa, específicamente? Sin problema.
– Yura.
– ¿No te aburre esperar a que termine mi turno?
El mayor negó con la cabeza. – No, en lo absoluto. – Mientras el recién llegado se acomodaba en un asiento frente a Otabek, algo en la mano derecha de Yuri le hizo fruncir levemente el ceño a su amigo. – ¿Has tenido problemas con los animales?
– No realmente, me llevo bien con ellos… ¿por qué lo dices?
– Tu dedo anular derecho.
No hubo terminado de hablar el kazajo, cuando su interlocutor ya estaba levantando su diestra para examinarla. – Rayos, pareciera que algo me hubiera mordido… aunque se ve demasiado exacto… – Cruzando las piernas sobre su asiento, Yura cerró levemente los ojos con la intención de rememorar el día concienzudamente. De repente, volvió a abrirlos, y en ellos se veía un brillo infantil y alegre. – ¡Ah, es cierto! ¡Ya me llevo bien con Michi! Era la única que se mostraba un poco recelosa… Pero hoy finalmente me dejó acariciarla. ¡Mira, mira, mira, mira! – En un rápido movimiento, sacó del bolsillo de la sudadera con estampado de tigre que estaba usando su teléfono móvil, y con la agilidad de quien ya está más que acostumbrado a manipular dicho artefacto, abrió una selección de imágenes en el carrete. – ¡Te dije que eventualmente, seríamos amigos!
Cuando Otabek recibió el celular de su amigo, no pudo evitar sonreír como hacía pocas veces. En parte porque le hacía feliz que Yuri estuviese tan alegre frente a ese suceso tan sencillo, y por otra debido a que las fotografías eran increíblemente dulces: En ellas se veía al rubio sosteniendo cuidadosamente en sus brazos a una gatita de color negro con una patita vendada y carente del ojo derecho. Sin embargo, era posible notar la confianza que existía entre los dos seres, pues Yura sonreía dulcemente y la felina se apoyaba desvergonzadamente sobre su cuerpo, como pidiéndole que la siguiera mimando.
– ¿¡A que no es la cosa más linda!?
– Sí, lo es.
Otabek no sabía si había respondido hablando de la gatita o de su amigo.
– ¡También tienes lastimado el dedo! – Fue la frase que le congeló la sonrisa en el rostro. Giró la muñeca, y con eso cambio su punto de enfoque de la pantalla a la mano que sostenía dicha pantalla.
– Es cierto.
– ¿Nos lo habremos hecho en la moto? Aunque es extraño que justamente ambos estén a la misma altura… ¿Te duele?
– En lo absoluto. ¿Y a ti, Yura?
– Tampoco.
– En ese caso, no hay problema. – El joven de dieciocho años estaba punto de olvidar todo el asunto por completo, cuando una nueva observación por parte del menor le hizo ver aquellas marcas bajo una nueva luz.
– Ahora que las veo con detenimiento… Se parecen. – Acortando la distancia entre ambos, Yuri se inclinó sobre el cuerpo ajeno. Con cuidado, pero con firmeza, el ruso colocó el aparato electrónico que Otabek aún sostenía sobre la mesa que ambos compartían, y coloco sus manos una junto a otra, costado con costado. – ¡Hacemos juego!
Otabek no supo por qué, pero esa última frase le llenó de inmensa alegría.
De Mila y Sara.
Desde que tenía uso de la razón y podía recordar, Sara había utilizado un anillo grueso en el dedo anular de su mano derecha. Se lo había dado su hermano gemelo, Michele, quien había leído en algún punto de su infancia un libro de cuentos de hadas donde mencionaban que aquellos que se encontraran con su alma gemela se verían marcados en dicho dedo de por vida.
Si bien al principio su hermano había hecho una rabieta al ver que ninguno de los dos portaba un diseño similar al narrado por el libro, pronto decidió “cambiar el destino a su voluntad”.
Por ello regaló a su hermana menor un anillo que escogió cuidadosamente y que le costó varias mesadas.
A sus 22 años, dicho anillo continuaba trayéndole recuerdos dulces. Es cierto, era de material barato y un poco tosco, con algunas muescas que delataban todas las veces que se le había caído debido a que era muy grande para sus dedos infantiles.
¡Es para que puedas usarlo también cuando crezcas!
Y eso había hecho.
Hasta ese día en que, viendo una presentación callejera en medio de una de las plazas más importantes de la ciudad, notó que el pequeño adorno había abandonado su mano.
No supo en qué momento se le había caído, lo reconocía. El espectáculo frente a sus ojos había dominado todos sus sentidos: Particularmente el desempeño de una joven acróbata pelirroja, que resaltaba entre sus acompañantes, le había hechizado.
La fiereza con que se movía, pero también la dulzura que acompañaba cada uno de sus movimientos resultaban encantadoras.
Con pesar, movió su mirar al suelo, donde esperaba encontrar pronto el anillo. Comenzó a deslizarse suavemente entre el resto del público, teniendo cuidado de evadir lo que pudiese terminar en golpes accidentales dirigidos a su persona. La música continuaba y los aplausos también, pero su recuerdo de la niñez no aparecía.
Pasó mucho tiempo sin hallarle. Ni siquiera notó cuando los cuerpos a su alrededor comenzaron a desaparecer, hasta que no quedaron en la zona algunos de los artistas y ella.
– Señorita, ¿es esto lo que busca? – Una voz alegre que le resultó familiar pese a no haberla escuchado nunca, le hizo levantar la mirada del suelo, para encontrarse con unos ojos dulcemente azules que la miraban amablemente.
Después de unos segundos perdida en la presencia ajena, Sara reparó en el pequeño objeto que la joven sujetaba entre sus dedos índice y pulgar de la mano derecha. – ¡Mi anillo!
– Sabía que era de usted. – La sonrisa se volvió más amplia, y, por Dios, ¿qué tan encantadora puede ser una persona? – Cuando dejó de disfrutar la puesta en escena, noté que parecía buscar algo. Y encontré esto, que entra dentro de la descripción de “algo”.
A Sara le llevó otros segundos encontrar nuevamente las palabras. Cuando recordó cómo se acomodaban las palabras una tras otra para lograr que tuvieran sentido, optó por algo simple. – Muchas gracias… – Intentando que sus pasos fueran firmes, disminuyó el breve espacio que quedaba entre los cuerpos femeninos, estirando la mano derecha para recibir el anillo que se le ofrecía.
Casi imperceptiblemente, la sonrisa de la desconocida adquirió un matiz diferente. Más dulce. – No hay de qué. Pero… ¿puedo pedirle un pequeño favor a cambio? – La pelirroja colocó la pieza de joyería en la palma ajena, pero no lo soltó.
– ¿Dime?
– Úselo en su mano izquierda. – La mirada de confusión que Sara le dirigió, hizo que la acróbata soltase una risita. – No querrá olvidar que hoy conoció a su alma gemela.
Estas palabras inmediatamente hicieron que recuerdos del pasado distante acudieran a la de tez morena, y contempló con ojos abiertos los dedos de ambas, que aún seguían bastante cerca.
Una especie de lazo se había dibujado en torno a ellos.
Cuando estuvo a punto de decir algo más, sin embargo, la mano ajena desapareció, y con ella su dueña: Esta se había alejado, entre risitas y haciendo piruetas, hacia el grupo que la esperaba.
– ¡Por cierto! – Gritó la joven de cabello de fuego a la distancia. – ¡Tu alma gemela se llama Mila!
Sonriendo, Sara colocó sus manos en torno a su boca, con el fin de ampliar el sonido que saldría de esta. – ¡La tuya, Sara!
Ninguna alcanzó a notar que tras este último intercambio de palabras, el rostro de ambas había ganado una luz diferente.
Bueno, Mickey dijo que no me entregaría a ningún hombre, fue el pensamiento juguetón que se instaló en su mente mientras caminaba de regreso a su hogar.
Espero que se sigan presentando mañana.
De Viktor y Yuuri ~50 años después~
Las voces de niños inundaban la casa. Ocasionalmente había risas, y con cada nota, Yuuri no podía evitar más que sentirse bendecido.
El tiempo había pasado. Su piel se había arrugado, su cabello encanecido. Pero su sonrisa no se había desvanecido.
Mientras observaba a su familia jugar en el amplio jardín, una niña de 4 años de cabello negro y ojos aguamarina, la más callada de todos, se acercó a él, fascinada por el brillo que emitía el anillo dorado que llevaba en la mano derecha. Alzó las manos hacia el mayor, y este, haciendo caso omiso de su edad, la levantó en sus brazos.
– Abuelito, ¿nunca te quitas ese anillo?
La sonrisa que ahora se dibujó en su rostro, irradiaba amor. – Casi nunca, cariño.
– ¿Por qué?
– ¿Has escuchado hablar de las armaduras?
La infante negó con la cabeza.
– Las armaduras son un tipo de ropa especial que la gente antes usaba para protegerse, cuando tenían que pelear.
La mirada que la chiquilla le dirigió le indicó a Yuuri que no estaba comprendiendo por dónde iba el asunto.
– Este anillo, mi vida, es como armadura. Protege lo que está debajo de él.
Con estas palabras, los ojos inocentes brillaron, asombrados. – ¿Qué protege?
– Un secreto que tu abuelo Vitya y yo tenemos.
– Y que comprenderás cuando tengas la edad de tu papá. – Una voz dulce resonó en los oídos del japonés, y pronto tanto él como su nieta se vieron envueltos en el abrazo del aludido.
– Si llego a ser tan alta como papi… ¿Me contarán el secreto?
– Así es, mi amor. – El ruso depositó un suave beso en la frente infantil que hizo a la pequeña soltar una risita de pura alegría. – Y estoy seguro que lo harás. Eres tan fuerte como él.
La niña entonces volvió a sonreír, e hizo ademanes para que Yuuri la volviese a depositar en el suelo. Los abrazó rápidamente, antes de dirigirse corriendo a donde hermanos, primos, tíos y padres le esperaban para continuar jugando.
Los mayores quedaron de pie, contemplando la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, bajo su techo.
Inevitablemente, sentían ganas de llorar.
– Me alegra compartir este secreto contigo, Yuuri.
Yuuri dejó caer suavemente su cabeza sobre el hombro de su pareja, mientras entrelazaba su mano derecha con la ajena. – A mi también, Vitya.
El brillo que la luz del sol arrancaba de sus anillos de matrimonio no podía comparársele al que ellos mismos irradiaban.
1 note · View note
escritoraulquii · 7 years ago
Text
Gato
Yuri!!! On Ice | Otabek Altin x Yuri Plisetsky
Capítulo 2 de 2 | T | 1250 palabras
Primera parte
Nunca creyó que necesitaría ver aquello hasta ese momento que lo presenciaba.
Porque, siendo realistas, Otabek no era el tipo de chico que consideraría necesario admirar a su mejor amigo mientras dormía, especialmente cuando se suponía que veían una película. Pensó en molestarse, al menos lo poco que podría con el menor, pero su imagen, tan tranquila y pacífica, lo detuvo de inmediato, dejándolo embelesado por varios segundos y olvidando completamente su enojo.
El ruido de la televisión, donde estaban transmitiendo su película favorita que justamente estaban viendo juntos, comenzó a enmudecerse, todo para poder concentrarse en la respiración profunda de Yuri, durmiendo a su lado en el sofá. Su cabello rubio se veía dorado por los rayos del atardecer que entraban por la ventana, y caía grácilmente por el descansa-brazos del sofá, terminando en una curva graciosa y tierna. Su cabeza estaba recargada en un almohadón, y el resto de su cuerpo estaba hecho ovillo en el cojín junto a Otabek, rozando la planta de sus pies en la pierna del moreno.
El kazajo no pudo molestarse, mucho menos atreverse a despertarlo para que continuaran viendo la película. Primero porque sabía que el rubio había pasado toda la mañana en práctica y la noche anterior se había desvelado con él conversando cuando llegó a San Petersburgo después de quedarse dormido por horas aquella tarde y dejarle abandonado.
La segunda razón era simple: el rubio se veía demasiado hermoso mientras dormía, en especial porque su rostro estaba relajado y no mostraba esa expresión de infinito desprecio a todo el mundo que siempre tenía. Y aquello le daba una apariencia irreal y casi proveniente del mismo cielo.
No, se convenció Otabek un segundo después mientras sacudía la cabeza, más que un ángel, se veía como un hada de un mundo de fantasia. Y el imaginar a Yuri con alas transparentes, el cabello más largo al punto de rozar sus tobillos, y una corona de flores adornando su cabeza le hizo sonreír ampliamente, considerando incluso bromear con él sobre su enorme parecido con Tinker Bell cuando despertase.
Le vio removerse, incómodo, al parecer por culpa de la extraña posición en la que Otabek nunca podría dormir por lo increíblemente difícil que podría ser para él y su casi inexistente flexibilidad. Pero claro, el rubio era lo suficientemente flexible para poder quedarse en aquella posición, como un gato. Aunque, sin embargo, se removió nuevamente, esta vez acompañado de un gruñido que Otabek tomó más con un ronroneo.
Yuri se estiró un poco entre sueños, e incluso subió los pies al muslo del moreno, acariciándole perezosamente con el peine de su pie izquierdo, quedándose quieto una vez más con un suspiro largo y pausado. Otabek sonrió, y recargó su codo en el otro descansa-brazos para descansar su mentón en su mano, observando con atención los pómulos de Yuri. No se había dado cuenta que se coloreaban levemente, como si les apenara el contacto que estaban forzados a tener con la punta de las pestañas rubias y largas, tanto que podían resaltar sus ojos verdes sin parpadeaba un par de veces.
Aunque, por supuesto, sus irises no necesitaban de tal contraste, porque te capturaban de inmediato en el momento que hacías contacto con ellos. Fue lo que a él le pasó en aquella clase de ballet.
Lo admiró en silencio, detallando lo adorable que podían verse sus pucheros entre sueños, y se contuvo de retirar los mechones de cabello que le caían en el rostro, pegándose levemente a sus labios.
Un maullido lo sobresaltó, y de inmediato volteó hacia el suelo, encontrándose con los ojos de Potya, analizándolo con atención. Parpadeó un par de veces, desconcertado, y luego se percató que su mano ya iba a medio camino de acariciar la mejilla de Yuri. Rápidamente regresó su mano, sintiéndose apenado y culpable, y escuchó otro ronroneo de parte de la gata.
Volvió a exaltarse al verla saltar al sillón, cayendo con suavidad en el cojín, en el espacio vacío entre los brazos doblados de Yuri y sus rodillas. Otabek miró con cuidado a Potya caminar a la cara de Yuri y quiso levantarse de inmediato para evitar que lo hiciera y le despertara. Lo que no recordaba era que los pies del ruso seguían en su pierna.
—Ugh... —se quejó cuando regresó a su lugar en el asiento, impidiendo que los pies cayeran de su muslo. Y después trató de llamar a la mascota— Potya, no.
La gata le miró por sobre su hombro, casi con sorna, y le dedicó un respingo, confundiéndolo aún más. Y no era porque Potya era obediente, o porque Otabek tuviera confianza en la fuerza de su presencia, pero es que siempre le hacía caso, cosa que incluso sorprendió a Yuri cuando los presentó por primera vez, explicando que su gatita siempre hacía lo que le daba la gana.
—Potya...—volvió a llamarla cuando se detuvo junto a los brazos de Yuri, olfateando su rostro con curiosidad—... Yuri está dormido, Potya. No.
El animal se enderezó elegantemente y le dio una mirada a Otabek, como si le retara. El kazajo no pudo evitar tragar pesado.
Potya alzó su pata al tiempo que regresaba su atención a su dueño, aún dormido, y estuvo a punto de pegarla a su mejilla cuando el moreno rodeó la pata con su mano, haciendo que sus nudillos hicieran contacto leve con la piel del ruso. Otabek ignoró el cosquilleo que le recorrió el brazo desde ese simple toque.
—Yuri está dormido—repitió con voz firme a la gata, sin soltar su pata—. No le despiertes.
Potya le observó en silencio, moviendo las orejas como si quisiera poder comprender lo que el kazajo le decía, y volvió a hacer un movimiento con su pata sostenida, causando que esta vez Otabek terminara posando su mano en el rostro de Yuri, por más delicado que fuese el contacto.
— ¡Pot-...!—quiso reclamarle entre susurros, pero se detuvo al sentir que Yuri alzaba su cabeza hacia el contacto del mayor, restregándose perezosamente en sus dedos.
Le oyó suspirar, con una sonrisa formándosele en los labios, e incluso pudo ver las pequeñas arrugas que se le formaban junto a los ojos cuando sonreía de corazón.
—Beka...
La respiración se le escapó de golpe, y no pudo comprender cómo el sólo hecho de oír el apodo dado por el menor le podía acelerar el corazón hasta casi salir de su pecho.
Lo volvió a oír ronronear, aún frotándose contra su mano, y no supo cuando había soltado la pata de Potya, atreviéndose a rozar sus nudillos en el pómulo de Yuri, retirando el cabello de su cara. Tragó pesado, sintiendo el corazón retumbar en sus oídos, y bajó la mirada a sus labios, aún con un par de cabellos rebeldes pegados a la comisura de su boca.
Respiró hondo, notando que Potya le observaba con atención sin moverse, y pasó el pulgar por los labios del menor, delineándolos con lentitud y retirando el cabello del lugar, viéndole retorcerse levemente cuando rozó contra el interior de su boca, soltando un suspiro disfrazado de risa.
—B-beka—repitió entrecortado, volteando el rostro hacia la mano del kazajo y logrando pegar la boca a sus dedos, acariciándolos con su respiración y besándolos débilmente.
Fue entonces cuando Otabek se levantó de golpe del sillón, con la dolorosa sensación que algo se levantaba a la altura de su cintura. Y así, Yuri se despertó al sentir que sus pies caían del sillón y un portazo se escuchaba en dirección al baño.
0 notes
fosfodavai · 8 years ago
Text
Buenas noches
Me estaba quedando dormido, comencé a cerrar mis ojos poco a poco cuando sentí un cosquilleo sobre mi oreja, la respiración de Beka me erizo los vellos, yo no me veía pero sentía que mis mejillas se habían colorado, Beka al parecer si estaba dormido pues seguía respirando profundamente sobre mi oreja, quise voltear me para comprobarlo pero temia que mi cara tuviera un tono de color que Beka pudiera mal interpretar. Decidí calmarme y tratar de dormir nuevamente pero luego ya no fueron solo los respiros los que casi hacen que me retuersa sino el delicado roce de sus labios sobre mi cuello, justo a unos milímetros de una de las partes más sensibles de mi cuerpo: el lóbulo de mi oreja derecha. No podía seguir resistiendo más, debía poner un alto. Dejo de importarme de que color estaba mi rostro y le llame despacio. ¿Beka?, ¿Beka est-estas despierto ? , sentí una sonrisa, si , dijo con naturalidad, ahora estaba mas preocupado por estar rojo. Oh…Ya veo, dije tratando de que mis vellos dejarán de estar levantados  pero la voz serena de Beka resonar en mi oreja me había estremecido. Te noto un poco tenso, ¿te molesta dormir así ? Si quieres me hago a un lado. Estábamos dormidos de cucharita, ya había compartido cama con Beka en varias ocasiones pero siempre nos dábamos la espalda mutuamente o nos teníamos de frente, está era la primera vez que dormíamos así…A decir verdad no se porque, Beka simplemente se acomodo de esa forma cuando me recosté en la cama y no me pareció necesario poner alguna objeción. Eh, no, no me molesta de hecho eh…me…Me gusta, es cómodo. Ah, ¿te gusta? , cuando dijo eso pude percibir un tono pícaro, tuve que morder mi labio para no soltar ningún ruido. También me gusta, dijo acercando más sus labios a mi lóbulo, luego sentí uno de sus brazos rodearme el abdomen mientras pasaba su otra mano sobre mi pierna dibujando círculos con los dedos. ¿que más te gusta Yura?  Me atrajo más hacia el, está vez no pude guardarlo y solté un débil gemido, ante esto Beka posó su mano sobre mi entrepierna al mismo tiempo la calidez de su lengua jugueteó detrás de mi lóbulo, mis gemidos seguían igual de tenues pero los soltaba uno tras otro siguiendo el ritmo de los movimientos de Beka sobre mi cuerpo. Yura quiero escucharte más fuerte. ¡Beka! Metió su mano bajo el pantalón y bajo el boxer de un solo movimiento , y con la otra mano que tenía aferrada a mi costilla derecha sentí que levantaba mi playera hasta por encima de mi pecho. Con su dedo o dice empezó a trazar delgadas líneas imaginarias alrededor de mis pezones. Todo para que los gemidos fueran más fuertes Más Yura, quiero escuchar rugir al tigre Beka sabía lo loco que me volvía que se dirigiera a mi como Tigre , así que obedecí y dejé escapar gemidos más fuertes ¡¡Ah-aah, ahh-aaaahhh!! ¡Be-beka!
Incliné mi cabeza hacia atrás y Beka dio un suave mordisco sobre mi lobulo, seguido de un gemido. 
Eso es Tigre, dicho eso senti su mano alrededor de mi miembro, comenzo moverlo de arriba hacia abajo. Intervalos rápidos, luego despacios, a muy despacio…a muy rápido, luego se detenía, luego rápido de nuevo… 
voltee para verlo a los ojos mientras lo hacía, Beka arqueo la ceja cuando notó que lo miraba y dejo de sujetarme el miembro y del pecho, se recostó boca arriba y me lanzó un guiño, se comenzó a bajar el pantalón de pijama. 
Ven, sube , dijo señalando su entre pierna cuando quedo en boxers, yo obedecí pero antes de sentarme sobre el me aparto un poco y añadió, primero desvistete para mi, ah no ser…que prefieres que yo lo haga.
Con las miradas que me lanzaba y su voz pausada y rasposa era más que suficiente para que yo quisiera lanzarme sobre el de una vez. 
Termine de quitarme la playera que ya estaba casi toda levantada, y el pijama junto con el boxer, me acerqué a su rostro para besarlo. Atrapó mis labios y fue el quien termino de quitarme la ropa mientras continuabamos besandonos, luego le quite la playera a Beka quien la lanzó con fuerza pues ya estaba muy ansioso por los besos que nos dejaban sin aliento. Hacíamos pausas para respirar un poco o morder con suavidad el labio del contrario, en una de esas no medi mi fuerza y le mordí de más pero a Beka le encantó Ah-ah- hummm, Yura, montame, si , ponte así, decía mientras me acomodaba a su gusto, me sujeto de la cadera y me sentó sobre su entrepierna que estaba muy firme, cuando lo sentí volví a inclinar la cabeza hacia atrás, se sentía perfecto, no sabría describir porque pero era perfecto como si aquel miembro estuviera hecho ideal para mi. Después me sujeto con una mano de la espalda baja , y con su mano derecha empezó a estimularme de nuevo a diferentes ritmos , cada que se detenía o bajaba la velocidad no podía evitar gritarle que no se detuviera. ¡¡Be-Bek-Beka, sigue, sigue, no te vayas a detener !! Yura, tu sigue suplicando y no me detendré ¡¡Ahh-ahh!! Saque el miembro de Beka del boxer y lo encime al mío, al primer roce a soltamos un gemido prolongado al unisono, fue tan placentero, era la primera vez que se sentían entre sí y fue lo más delicioso que he experimentado, lo había deseado tanto que cuando por fin sucedió crei que me correría en ese momento pero por suerte no fue así porque quería seguir disfrutando de aquella sensación. 
Apoyé mis manos sobre su pecho, continuaba moviendome de arriba hacia abajo con su miembro contra el mio, Beka dejo de sujetarme y abrio el cajón de la mesa de noche que tenia a lado, de reojo noté que sacaba un pequeño bote transparente, despues me lo mostró y guiñó un ojo, entonces sentí que mis mejillas se tornaban rojizas de nuevo.
Yu-yuu-yura, volteate, indico entre gemidos, comencé a sentirme nervioso, nunca habiamos llegado tan lejos y aunque lo deseaba con ansias no sabía si estaba listo, las personas dicen que es algo muy doloroso al principio pero después se sentia muy bien, que solo es cosa de relajarse, aun así me pregunté ¿y si gritaba demasiado?, ¿y si no dejaba de ser doloroso? 
Beka, es…es lubricante, ¿cierto? , sabía que lo era pero necesitaba confirmarlo, estar seguro que esto ya iba a pasar y que no había porque estar nervioso. 
Claro Yura, no quisiera lastimarte, dijo en un tono más suave, seguía bastante excitado, me volteé y acomode una de sus manos sobre mi espalda baja, me gustaba sentir el roce de la yema de sus dedos sobre ese pedazo de piel, dejé que terminara de acomodarme encima de el y en cuanto senti los dedos lubricados de Beka alrededor de mi entrada los nervios desaparecieron y comenzaba  a disfrutarlo. 
Mientras Beka me preparaba yo continue estimulandome , volteando mi rostro para verlo de frente, sus ojos brillaban y su boca estaba semiabierta, me miraba de arriba hacia abajo, podía percibir cuanto deseaba estar dentro de mi. 
Hmm, bien Tigre, creo que eso bastara, ¿estas listo?, asentí con la cabeza moridendome el labio anticipando el posible dolor que pudiera llegar a sentir al principio pero al final solamente los mordía para no gemir tan fuerte en cuanto a comencé a sentirlo. Resultó gustarme más de lo esperado. 
Be-be-bekk-aaghhh 
Ni si quiera podía terminar de decir su nombre de lo mucho que estaba disfrutando aquello, senti sus manos a los lados y como empezaba a dar embestidas más y más rápidas. 
Temía venirme rápido, no queria acabar pero estaba que explotaba del placer, no sabía cuanto más iba a poder soportarlo, no deje de mirar a Beka ni por un instante, sus gemidos y las expresiones que tenía al soltarlos me tenían hipnotizado. 
Beka también me decía que aun no queria terminar y era cuando cambiaba el ritmo de sus embestidas para prolongar el momento, luego ya no pudo más. 
¡¡Yuuuuu, yuuurioooooo, me, me corro!! 
Sacó su miembro y sentí toda la escencia de mi Beka caer sobre mi espalda baja, al momento Beka me hizo terminar estimulandome con frenesí, eché mi cabeza hacia atrás , ¡AHH-BEE-EKKAA-!, gemí al venirme sobre mi propio cuerpo.
Beka me atrajo hacia el para acostarnos de cucharita nuevamente. Sus suaves labios besaban detrás de mi cuello, me volteé para tomar su rostro y plantarle un beso de buenas noches sobre sus labios.
 Mi tigre ya se convirtio en un tierno gatito de nuevo, dijo sonriendome, me encanta la sonrisa de Beka, porque es algo que solo pocos pueden ver y yo soy uno de esos pocos. Me encanta como brillan sus ojos, su voz tenue cerca de mi rostro, simplemente me encanta Beka.
Buenas noches Beka.
0 notes
teleindiscreta · 8 years ago
Text
La deuda privada seduce a los inversores extranjeros
Fuente original: La deuda privada seduce a los inversores extranjeros Puedes ver más visitando Teleindiscreta - Las mejores noticias de actualidad, famosos, salud, belleza, cocina, motor, música y mucho más.
Se han cumplido dos años ya desde que el BCE anunciara la batería de medidas de estímulo monetario encaminadas a evitar la deflación y recuperar los precios. A partir del próximo abril, Mario Draghi reducirá en 20.000 millones el importe de compra de activos. En un entorno como el actual, en el que las rentabilidades de la deuda de la zona euro están próximas a los mínimos históricos, son muchos los que especulan con el proceso de normalización monetaria y el efecto que tendrá en los mercados y la economía. Sin embargo, todavía el banquero italiano no ha desvelado sus próximas actuaciones. En un desayuno organizado por CincoDías con la colaboración de Axesor bajo el título de el mercado de la renta fija. Expectativas y alternativas, los expertos analizan las oportunidades y riesgos a los que se enfrentan inversores y emisores en los próximos meses.
“Los tipos de interés se han acondicionado al escenario de política monetaria delBCE lo que ha originado la incertidumbre de cuándo empezarán a subir.De una forma u otra este escenario ha ayudado a los tesoros y a las grandes empresas”, afirma Javier Ferrer, director de tipos de interés y FX, de Ahorro Corporación. El experto considera que habrá que esperar al resultado de las elecciones francesas para saber cuál será el próximo movimiento delbanquero italiano.
“Entraremos en una nueva dinámica de tipos de interés más altos”, apunta.Ferrer cree que sería lógico ver al bono español a 10 años en torno al 3%-4%, niveles previos a la crisis. “Cuando la gente pierda un poco el miedo de la evolución de la renta fija muchos inversores volverán otra vez a entrar en la actividad”, aclara el experto de Ahorro.Eso sí considera primordial que las rentabilidades reportadas sean más atractivas y que aumente la transparencia “para todos los inversores, no solo los mayoristas”.
Uno de los lemas que más se repiten en los últimos tiempos es que la renta fija está inmersa en una burbuja. “Cuando ves al bono español pagando un 1,7% y al estadounidense un 2,6%, claramente se deduce que hay una inflación de activos sobre todo en la parte de grado de inversión que es donde actúa el BCE”, indica Adolfo Estévez, director Axesor Rating. “Pensamos que el proceso de normalización va a ser gradual”, subraya.
Que las medidas ultralaxas de Mario Draghi han aportado estabilidad a los mercados financieros eso nadie lo duda. Lo que sí se pone en cuestión es si ha conseguido su objetivo principal, el de recuperar los precios. María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, coincide con el banquero italiano al señalar que los incrementos actuales de la inflación obedecen a los aumentos en el precio del crudo. “En ese sentido las iniciativas han resultado un fracaso”, resalta.
El gran logro para muchos del actual contexto que vive la renta fija es la diversificación de las fuentes de financiación. La política monetaria que existe en la zona euro ha permitido a las compañías “salirse del entorno bancario.Antes se financiaban exclusivamente a través de la banca, pero ahora salen al mercado de títulos y todo ello a unos costes muy inferiores”, defiende Julio Alcántara, director general de AIAF (BME).
Los datos corroboran este cambio de tendencia, unos cifra todavía modestas pero son catalogadas por los expertos como un cambio estructural. “Hay datos que no engañan. Si en 2007 había menos de 10 emisores corporativos, ahora ese número ronda la centena”, añade Ricardo Benedé, director de originación de renta fija en Beka Finance. Aunque se ha avanzado en el terreno de la financiación vía bonos todavía queda un largo recorrido.Según datos aportados por María Jesús Fernández, a cierre de 2015 el 2%de la financiación de las sociedades no financieras corría a cargo de las emisiones de deuda, una cantidad que pese a que ha subido, todavía está lejos de la media de la zona euro que alcanza el 12%.
“Tormenta perfecta” es como califica Jokin Cantera, jefe de la división de mercado de capitales de la consultora PKF, lo acontecido durante los años de crisis. Un periodo caracterizado, en el caso de las pequeñas y medianas empresas, por la diversificación de sus clientes y la reestructuración de los balances, según lo expuesto por Javier García-Palencia, jefe del mercado de capitales de Alantra (la antigua N+1). “Superada esta etapa, ahora las compañías buscan crecer la cuestión que se plantean es ¿Cómo hacerlo?”, señala.
Es esta fase donde las firmas estudian salir al mercado, cosa que hace años ni se lo planteaban, fundamentalmente, porque no les resultaba accesible. Sin embargo, en la actualidad cuentan con un aliciente añadido: el interés que este tipo de empresas despierta entre los inversores extranjeros. “En 2015 cuando iba a Londres, París y Fráncfort, las grandes aseguradoras y fondos de deuda me aseguraban que empezaban a mirar hacia España, pero no compraban”, aclara García-Palencia. “A día de hoy en operaciones de 140 millones es posible encontrar participaciones extranjeras de 20 millones por parte de inversores extranjeros que años atrás se mantenían al margen”, sentencia.
Ricardo Benedé reafirma esta idea y expone que en las dos últimas colocaciones realizadas por Beka Finance hasta el 90% ha ido a parar a manos de inversores foráneos. En este apetito por los activos españoles ha jugado un papel destacado la estabilidad de España y la rentabilidad adicional que ofrecen los activos nacionales para un riesgo controlado. “La rentabilidad que pueden obtener fondos extranjeros en España, comparando mismo riesgo de créditos, es una ventaja competitiva”, subraya Benedé.
En el entramado del mercado de deuda para midcaps, el Mercado Alternativo de Renta fija (MARF) es una herramienta esencial. Tres años después de su creación todavía es necesario un periodo de maduración. “Es solo un emisor cuando debería ser además un mercado secundario”, aclara Javier Ferrer, director tipos de interés de Ahorro Corporación. “Es un mercado en el que el único temor que he visto es de la falta de liquidez. Cuando compras un producto te lo tienes que quedar en cartera”, añade.
Julio Alcántara rebate este argumento afirmando que lo que sucede es que los inversores no quieren desprenderse de esos activos que reportan unas rentabilidades más elevadas que las se encuentran en los países de nuestro entorno. “En las primeras colocaciones que realizamos los inversores que preguntan cómo salir de aquí, pero ahora es al revés.Te aseguran que no quieren salirse de ese papel”, defiende Javier García-Palencia, jefe del mercado de capitales de Alantra. “El 80% del papel que colocamos es entre aseguradoras y son firmas que quieren quedarse. Están comprando duración”, subraya.
En los tres años que lleva en funcionamiento el MARF se han financiado 3.000 millones, una cifra que se dobla año a año y el éxito para Alcántara es que no se ha producido ningún default, todo lo contrario a lo que sucede en Alemania, mercado que ha tenido que refundarse.
El filtro del MARF unida a la labor de los brókeres como Alantra y Beka Finance garantizan este resultado. “Nos llegan empresas que quieren saltar a este mercado pero tras un estudio vemos que no tienen el perfil crediticio, ni la estructura requerida. Ante esta situación les ayudamos con otro tipo de productos porque si colocamos compañías que no tienen sentido es algo que va en nuestra contra”, garantiza García-Palencia.
A medida que se desarrolle este mercado, crezca la actividad y el volumen se podrán superar las limitaciones de liquidez actuales. Los inversores que entran en MARF, no obstante, son muy diferentes a los que entran en high yield.Mientras los que se decantan por la segunda opción compran papel el día de la emisión en base a un crédito, un sector y un cupón, el que entre en MARF los hace en base a fundamentales. Son inversores a los que se les ha explicado la operación, se han sentado con los directivos de la empresa y se interesan en el negocio.
Fuente: Cinco días
La entrada La deuda privada seduce a los inversores extranjeros aparece primero en Teleindiscreta.
from La deuda privada seduce a los inversores extranjeros
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 13: Fin de semana en el cielo
   Si alguna vez te mentí,  fue puro miedo  No soporto herirte.
Fin de semanas en el cielo y tú y yo nos vamos al infierno Siempre felices, yo drogado no quiero, amor, pensar si tú te vas Yo me muero.
  💭  
Hace siete años, para Otabek no había algo más cálido que la sonrisa de Yuri Plisetsky, sus labios rosados y pequeños se curvaban de una manera perfecta, y él tenía el honor de ver tal maravilla. Hoy en día y con diecinueve años, Otabek había encontrado algo más cálido, y es que esos mismo labios que le sonreían como una estrella, ahora estaban junto a los de él, moviéndose suavemente. 
Tuvo el atrevimiento de meter su lengua a la vez que Yuri se abrazaba de su cuello, con miedo a separarse. Escuchar el primer gemido de Yuri fue como probar un pedazo de cielo, sentir como se apretaba junto a él y le seguía el ritmo, fue el paraíso. 
Había algo en los besos de Yuri, había algo en su dulzura y su sabor. Probar los labios de tu mejor amigo se sentía como beber del fruto prohibido, recordar que estás ebrio y tu novia se encuentra en el primer piso, se sentía como el infierno.
Poco duraron los pensamientos de ambos, porque en ese momento irreal solo sus cuerpos podían comunicarse. En una habitación donde sus bocas se funden y sus manos se encuentran, los amigos no necesitan palabras. 
Yuri no podía soltar a su mejor amigo, sus labios estaban ansiosos de probar más, temerosos de separarse. Naturalmente el aire fue necesario, por lo que poco a poco la intensidad fue disminuyendo y sus bocas quedaron libres, aunque sus rostros seguían igual de cercanos, por lo que Otabek aprovechó para pasar su lengua por el labio inferior del menor, haciéndole temblar. El menor guió a Otabek hasta la cama, sentándole en el borde de esta, para luego ubicarse sobre sus caderas, sosteniendo el rostro del kazajo entre sus pequeñas manos.
Tuvo el impulso de soltar un sollozo, así como también un par de carcajadas. ¿Estaba soñando? ¿En serio Otabek Altin estaba con él, en una habitación, besándole? Quizás había bebido demasiado, pero estaba casi seguro de que el moreno frente a él era su mejor amigo homofóbico, de quien ha estado enamorado desde los trece años. 
Sintió los dedos de Otabek rozar sus mejillas y no pudo evitar lanzarse sobre él, besando todo su rostro, besando sus párpados, su frente, sus pómulos, besar cada parte de él y guardar esa sensación en lo más profundo de su memoria. Juntó sus labios con más seguridad, escuchó el suspiro del mayor y pudo unir sus lenguas hasta perderse en su sabor. Las manos de Beka se movieron hasta su cadera, acariciando con vehemencia, subiendo poco a poco su camiseta, ansioso de tocar más de Yuri. 
Al separarse, los labios de Otabek llegaron hasta el cuello de Yuri, dejando una línea invisible de besos y lamidas, embriagándose con su aroma. Los gemidos del menor resonaban en la habitación, sus ojos estaban apretados y sus manos subían y bajaban por la espalda del moreno, tratando de controlar el placer que le recorría todo el cuerpo. El kazajo se dedicó a besar la piel de Yura, desde sus hombros, llegando hasta sus clavículas y subiendo a sus mejillas, besó y mordió el lóbulo de sus orejas, escuchando sus gemidos y suspiros. 
Yuri abrió sus ojos en cuanto sintió las manos de Otabek posarse en sus mejillas, viéndole fijamente.
— ¿Qué estás haciendo conmigo? 
Su voz se mezcla con un suspiro, Otabek mira los ojos verdes que tiene frente a él, perdiéndose en ellos, en el ángel que tiene sobre sus caderas. Aunque fuese pecado, él se sentía en el cielo, no había duda alguna. 
Yuri por su parte no encontraba una respuesta coherente para Otabek, por lo que solo atinó a ser honesto, dejando que el momento le diera el valor suficiente. 
—Te quiero, te quiero, Otabek, te quiero. 
Los labios del kazajo se curvaron y fue la sonrisa más bella, lo suficiente como para que Yuri olvidara todo a su alrededor. La vida era Otabek Altin, pareciera que la vida eran sus besos. 
— Yo te adoro.  
Entre besos se recostaron en la cama, aún abrazados, ahora siendo más bruscos y sintiendo cada vez más calor. Otabek dejó a su amigo sobre el colchón y se dedicó a observarle, fijándose en cada detalle del ángel frente a él, viendo sus ojos hermosos, su cabello revuelto y sus mejillas ardientes, sus labios hinchados que le hacían pecar sin culpa. Todo era correcto en ese momento, porque eran ellos dos, Yuri Plisetsky y Otabek Altin, no importaban los porqué, no importaba el tiempo y mucho menos el futuro. 
Perderse en los besos de su mejor amigo era mejor que cualquier cosa, perder el sentido entre su piel nívea y sus labios suaves, besar su cuello y no salir nunca de ahí.
Yuri por su parte estaba en el paraíso. Otabek estaba sentado frente a él a la vez que acariciaba sus pálidas piernas aún envueltas en el ajustado pantalón, ascendiendo hasta sus muslos, frotando las manos con calma. Sus ojos le miraban directamente, y él no decía nada. Tuvo miedo de ser juzgado, pero toda duda salió de su mente al ver las acciones del kazajo, quien en un arrebato se había quitado la camiseta, dejando a la vista su torso. 
— Eres un ángel. 
Sus brazos apretaron la cintura del menor, para luego acariciar su pecho abajo de la ropa, haciéndole gemir con vergüenza. Le sonríe, a la vez que le despoja de su delgada camiseta que poco dejaba a la imaginación, maravillándose con su piel lechosa, queriendo marcarla entera. Como si se tratase de un acto sagrado, pasa sus labios con lentitud, besando sus caderas y regresando hasta sus pezones para devorarlos, hambriento de probar más y escuchar los gemidos y jadeos que dejaba escapar. 
Yuri se retuerce abajo de él, sintiendo su rostro arder y su estómago revuelto, envuelto en el éxtasis del placer desconocido. Trata de aferrarse a las sábanas y acallar sus gemidos entre sus labios, mas resulta imposible cuando Otabek lame cada parte de su torso, llegando hasta su cuello mientras le acaricia con pereza, dedicándose por completo a llenarle de besos. 
Yuri era capaz de jurar que el Edén estaba junto a Otabek, podría alcanzar el nirvana con solo sentir sus labios, aquellos que podían llevarle al éxtasis y al pecado más exquisito.
Antes de darse cuenta, Yuri no tenía nada más que su ropa interior, al igual que el kazajo. Tuvo el instinto de llevar sus manos hasta él, pasando la punta de sus dedos por su piel morena, llevarlos hasta su cadera y juguetear inocentemente con la pretina de sus bóxers. De solo verle, Otabek podría llegar al orgasmo. 
La inexperiencia del rubio le encantaba, nublaba sus sentidos y, siendo honestos, Otabek se sentía bien de ser el primero. Porque nadie más que él quería a Yuri lo suficiente como para respetar así su cuerpo, saber apreciar cada parte de él, ser devoto ante cada porción de piel, cada marca, saber besar, saber cómo hacerle gemir. 
Le mostró sus dedos al rubio a la vez que bajaba su ropa con lentitud, sonriendo al darse cuenta de que Yuri no sabía qué hacer. Acercó sus labios hasta su oído e intentó sonar lo más suave posible, con un susurro débil.
— Lame.
El sonrojo de Yuri hizo todo mucho más placentero para él, así como su lengua pasando a través de sus dígitos, mirándole con duda, esperando algún indicio de que lo estaba haciendo bien.
Joder, que lo hacía de maravilla.
Sacó sus dedos de la boca del menor, llevándolos hasta su entrada, enviándole una mirada significativa al menor, para que se relajara. Al introducir el primer dedo, los ojos de Yuri se llenaron de lágrimas, que intentó alejar rápidamente. Otabek le besó profundamente, arrastrando su lengua entre ellos, jalando de su labio inferior mientras metía un segundo dedo en él, haciéndole jadear con fuerza. 
Siguió dilatándole hasta que pudo observar su clara expresión de placer, con sus ojos llorosos y sus labios apretados tratando de contener los gemidos, curvando su espalda abajo de él, con su piel ardiente. Se quitó la ropa interior y pudo ver una clara expresión de sorpresa en el menor, quien rápidamente bajó la mirada avergonzado. 
Comenzó a penetrarle, lamiendo toda la piel a su paso para relajarle de algún modo, a la vez que él se introducía poco a poco, temeroso de dañar al menor. Yuri apretó los ojos y respiró profundamente, embriagado en las sensaciones, los besos de Otabek, su calor, él llenándole por completo, la unión entre ambos que nunca esperó tener. 
Poco a poco el dolor abandonó su cuerpo y el kazajo pudo darle la primera estocada, robándole el aliento, haciéndole gritar y gemir envuelto en el placer más perfecto. Otabek se mueve contra él, escucha sus gemidos y hace un esfuerzo para no perder el control, dándole su completa atención al ángel que tenía bajo su cuerpo. Yuri junta sus labios de forma desesperada, devora su boca y muerde todo a su paso, aún entre gemidos demasiado obscenos para alguien tan puro como él. 
Yuri le llama entre gemidos, jadea sin aire, mueve sus caderas contra él, llevándole a lo más alto del deleite, donde nunca antes había llegado.
— Beka, Beka... Ah, Otabek...
Responde a esas peticiones silenciosas, va más rápido, llega más profundo y le besa con más pasión. Toca su miembro y sonríe al verle sollozar de placer, observa su rostro, la belleza del joven que solo ha logrado convertir su mente en un caos. Aquel desorden que se había tomado un descanso en ese momento, porque nada importaba que Yuri Plisetsky, eran solo ellos dos, no había una fiesta, no habían novios, prejuicios, miedo, todo era este amor violento que le hacía estremecer. Y todo parecía indicar que Yuri pensaba igual, porque miró a Otabek directamente a los ojos, aún gimiendo, aún con las sábanas entre sus dedos, hablándole en ese tono desesperado del que se había enamorado al primer instante.
— Te quiero, Beka, te quiero... te amo.
Quizás era el alcohol, o el momento, sus pieles juntas, sus labios rozándose, pero Otabek no tuvo miedo de decirle a Yuri que él también lo quería.
Bastaron solo un par de embestidas más y juntos llegaron al orgasmo tan esperado, dejándose caer con cansancio en la cama, respirando con dificultad. Otabek se abrazó a Yuri mientras este apoyaba su cabeza en el pecho del kazajo, escuchando su corazón desbocado y besando su piel con delicadeza, antes de caer rendido. Altin solo podía pasar sus dedos por las hebras doradas de su mejor amigo, con los ojos cerrados y su mente en blanco. 
Aunque fuese pecado, se sentía como el mismísimo Edén. 
2 notes · View notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 32: ¿Qué será de ti mañana?
Hice una canción pa' él
El amigo que voy a perder
Si alguien queda atrás
Entonces nadie, nadie avanza
Yo no quiero, amigo mío
Otro marzo, no vuelvas atrás
¿Qué sera de ti mañana?
Si ya casi no nos vemos más
Un día se nos va a olvidar
Somos lo mismo
Yo espero que algún día este mundo
No te deje triste, triste.
💭
Habían decidido juntarse en la casa del japonés, donde este le esperaba en su habitación, con un enorme platillo humeante reposando en su escritorio. Yuri le vio algo divertido, saludando por última vez a la señora Katsuki, una mujer adorable. Hizo su camino hasta la cama del pelinegro, saludándole algo incómodo.
— Hey, katsudon... ¿Hiciste katsudon?—El japonés rió al escucharle, encogiéndose de hombros con un ligero rubor en el rostro.
— Mi madre lo hizo en cuanto supo que un amigo vendría a casa, además pensé que podría animarte, por como te escuchaste durante la llamada...
Yuri desvió su mirada, notando los ojos preocupados de Yuuri. Se recostó en la cama del mayor, prácticamente lanzándose sobre esta, con confianza. Sus manos buscaron una de las almohadas del pelinegro y la aplastó sobre su rostro, sintiéndose triste de repente. No quería admitirlo, pero había acudido al cerdo para buscar refugio y consejos, era el único que podría ayudarle y a quien le tenía la confianza suficiente como para contarle toda su historia.
Sin darse cuenta, sintió las lágrima en el rostro, y como Yuuri retiraba el cojín de su rostro. El silencio se expandía en la habitación, y él se dedicaba a sollozar bajo la atenta mirada del mayor. Finalmente Katsuki se levantó y fue hasta su teléfono para poner una playlist al azar, para luego levantar a Yurio de golpe, arrastrándole hasta su escritorio.
— Vamos, se va a enfriar la comida, y no me contarás nada si es que no comes antes.—Yuri soltó una risita mientras veía el apetitoso plato, asintiendo.
— Buh, te pareces a mi abuelo.
El nipón le sonrió en respuesta, a la vez que le pasaba una cuchara a su amigo para que fuese capaz de comer. La sonrisa en su rostro fue aún más grande cuando vio la expresión de Yuri al probar el primer bocado, él hizo lo mismo, disfrutando del sabor exquisito del katsudon. La música llenaba el silencio que se creó entre ambos al comer, y el rubio soltó una carcajada en cuanto comenzó una canción de Beyoncé.
— ¿Por qué tienes una canción de Beyoncé?—Yuuri se puso colorado, mientras seguía comiendo.
— Es culpa de Phichit, a veces bailamos.—Yuri volvió a reír en respuesta, asintiendo.
— Eso sería gracioso de ver.
Una vez acabó su plato, Yuri casi había olvidado porqué había ido hasta el hogar de Katsuki, mas volvió a recordarlo minutos después, echado en la cama del mayor, escuchando la música que inundaba la habitación. Yuuri estaba a su lado, sin prestarle mucha atención para así no presionar a su rubio amigo, y Plisetsky se lo agradeció mentalmente.
Pasados unos minutos, pudo aclarar su garganta y así el nudo que se había formado en esta, con los ojos pegados en el techo y los brazos rodeando ese estúpido peluche con forma de onigiri.
— Beka y yo terminamos.
Yuuri intentó disimular su asombro, mas no pudo evitar que su cuello se doblara a una velocidad increíble, viendo a Yuri fijamente. Hasta cierto punto, le sorprendía más el hecho de haberse enterado, en primer lugar, que sus amigos salían... o salieron juntos. Plisetsky por su parte trataba de ordenar sus ideas, enojándose al sentirse triste otra vez.
— Yurio, tú y Otabek...
— Mierda, sí.—El rubio se sentó de golpe, con el ceño fruncido.—Estábamos saliendo, ya sabes, Otabek es tan jodidamente gay... o era, no sé.
— ¿Era?
Por un segundo, Yuuri quiso pedirle a su amigo que fuera claro y le explicara todo lo que ocurría, mas al ver su rostro enojado y la manera en que maltrataba sy onigiri... prefirió esperar pacientemente a que el menor estuviera listo para contarle todo.
— Ugh, katsudon... me siento tan idiota.
Durante unos minutos el silencio les envolvió otra vez, mientras que Yuuri intentaba no desesperarse y Yuri tan solo veía de reojo la habitación del nipón, dándose ánimos para hablar.
— Yurio, si necesitas algo...
— Quiero un consejo, porque... no quiero solo cagarla y que todo acabe.
Katsuki le observó durante unos segundos, para luego sonreírle con dulzura, justo lo que Yuri necesitaba antes de comenzar.
— Puedes contar con ello.
Yuri asintió con desgano, pasando sus dedos nerviosamente por el peluche que aún mantenía apretado contra él, fijando sus ojos en cualquier lugar excepto el pelinegro a su lado.
— Beka y yo somos amigos desde... años, desde que yo tenía diez y él doce, cuando me encontró bailando ballet en la azotea del colegio.—No pudo evitar la sonrisa que habían formado sus labios, mientras que Yuuri le oía atento.— Desde niños que hemos sido distintos, de hecho en cuanto nos conocimos me dí cuenta de eso... me dijo que los niños no bailaban ballet. En ese momento me pareció tan estúpido, yo en serio pensé que el niñito moreno frente a mi era una especie de idiota. Tres años después, pude entender que no era culpa de Beka pensar de ese modo.
"Nos hicimos amigos desde el día en que nos conocimos, ninguno de los dos había dicho nada, solo nos seguíamos viendo cada día en la azotea, y hablábamos, o leíamos esos cómics que él llevaba, a veces yo bailaba. Incluso le llevé a mi casa en cuanto tuve oportunidad, estaba feliz de tener un amigo... por muy patético que eso suene. Y por supuesto mi abuelo amó a Otabek en poco tiempo, y ya casi era rutina para nosotros cenar juntos algunas noches por semana, aunque yo nunca fui a casa de Beka, hasta que tuve trece.
En cuanto fui a la casa de Beka, estaba tan molesto. Tardó tres años en llevarme, mientras que yo en apenas un mes ya lo tenía cenando con mi abuelo. Obviamente fui tonto, jugué un poco con su madre, aunque ella era dulce... a su modo, y sus hermanitas también. Me centré en odiarlos a todos sin pensar, me pasé la mitad del tiempo odiando a Otabek, un poco a su madre perfectamente vestida y perfectamente cristiana, y sus hermanitas que apenas con ocho años ya me juzgaban en silencio. Obviamente todo eso acabó en cuanto vi al señor Altin, porque centré todo mi odio en él.
El padre de Beka es simplemente... despreciable, me pareció horrible en cuanto vi los nervios de su esposa al recibirle, el modo en que él parecía tan imponente frente a su familia. La cena pasó entre conversaciones tensas que la señora Altin respondía, berrinches por la menor de la familia y las manos temblorosas de su madre, hasta que el señor Altin puso su atención en mí, el niñito de pelo extrañamente largo. También fui estúpido en ese momento, le dije un montón de cosas, solo quería desahogarme contra alguien, así que hablé demás y me gané una bofetada..."
El relato de Yuri se ve interrumpido al escuchar un jadeo de sorpresa por parte de Yuuri, quien mantiene sus manos en su boca, espantado. Plisetsky estuvo tentado de reír al notar su reacción, mas lo dejó pasar con una sonrisa triste.
— ¿Te golpeó? ¿Él... solo, te dio una bofetada, así...?—Yuri asintió con desgano.
— Katsudon, ese no es el único golpe que voy a contar, así que acostúmbrate.—Yuuri no hizo más que verle con una extraña expresión, asintiendo para que siguiera con la historia.
"Me dijo algo luego de la bofetada, aunque no recuerdo con exactitud sus palabras... aunque sí recuerdo ver a Otabek pálido como un jodido fantasma, y a Nina -su madre- tomando a sus hijas. En resumen, el señor Altin me mandó al carajo, que él le enseñaba a sus hijos lo que estimaba conveniente y que un gay de mierda como yo no tenía derecho a decir lo contrario. Me echó de su casa, y salí corriendo. Peor que el golpe, se sentía mal ver a Otabek ahí sentado sin hacer nada... aunque luego le oí seguirme, y me aferré a él con fuerza.
El lunes luego de eso, volvió a la escuela con un ojo morado. Dijo que había sido un asalto, no le creí en lo más mínimo. Obviamente no le dije nada en ese momento... ni en ningún otro, supongo que no quería oír la verdad, y no lo supe hasta un tiempo después.
Luego de eso, las semanas pasaban y como el idiota que soy, acabé enamorándome de Beka. Pudo haber sido cualquiera, pero me empeñé en caer rendido por el tipo del padre abusivo y homofóbico, criado con mano dura y domingos de rodillas en la iglesia. No me importó en los más mínimo, tampoco pensé en qué podría ocurrir. Y volví a ser idiota y le dije que me gustaba... bueno, no realmente, me acobardé a última hora, pero Otabek lo entendió de cualquier modo. Y el muy imbécil apareció con novia días después, para además alejarse de mí de un momento a otro.
No duró mucho su indiferencia hacia mi, en unos días le mandé a la mierda y acabamos por hacer un trato en que almorzaríamos juntos sin importar su novia, seguiríamos siendo amigos como antes. Tiempo después Anya terminó con él, y Víctor le convenció de acompañarle a fiestas..."
Yuri pudo enviarle una mirada significativa al japonés, quien solo puso los ojos en blanco, negando lentamente. Por mucho que quisiera a su novio, sabía que tan mala influencia podía ser, sobre todo si de fiestas se trataba.
"Otabek comenzó a salir más, a beber más y a contarme menos cosas. Tampoco le dije nada, excepto las veces que le convencía para que pasara los fines de semana conmigo y no rodeado de desconocidos y un montón de alcohol. En el fondo sabía que las cosas estaban mal para él, aunque nunca dijo nada, era obvio que no quería ir a su casa.
Y comenzó a salir con Mila, y él aún me gustaba. Incluso cuando yo comencé a salir con Jean, seguía enamorado de él.
Pero no es como que Jean no me haya gustado, ¿Cómo no si él era siempre tan dulce? Demasiado para lo que le hice... En mi cumpleaños, en la tertulia que Víctor hizo, Beka y yo terminamos... durmiendo juntos"
No puede evitar sentir el calor en sus mejillas, aún más al ver la expresión de Yuuri, con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos de par en par. Tiene el impulso de cubrir su rostro, mas lo reprime.
— ¿Qué?
— Mierda, no te hagas el idiota, como si tú y el anciano de Víctor no lo hicieran.—Yuuri enrojeció de un momento a otro, frunciendo el ceño.
— Es distinto, Yurio.—El menor se permitió bufar, molesto.
— Claro que es distinto, porque cuando eso pasó, Otabek era heterosexual y tenía novia.
"No voy a entrar en detalles sobre esa noche, solo podría sentirme más imbécil ahora. Al día siguiente, fue sorpresa para ambos darnos cuenta de lo que había ocurrido. Nunca me había sentido peor, primero por haber engañado a Jean y luego por escuchar a Otabek decir que había sido equivocación dormir juntos, un desliz. Que idiota.
Después... me pidió perdón y dijo que en realidad no pensaba todo eso, que estaba enamorado de mi. Así que fuimos lo suficientemente estúpidos como para tener una especie de relación a escondidas, y lo peor es que no podría arrepentirme de ello. O sea, estuve cuatro jodidos años enamorado de Otabek Altin y en cuanto supe que él sentía lo mismo, solo... supongo que me aferré a él, sin importar sus condiciones o el resto.
Luego, terminó con Mila y yo con Jean, aunque eso no haría que Otabek hiciera oficial lo nuestro ni fuese capaz de asumir que es gay, o bisexual o lo que sea.
Y entonces Jean dejó en evidencia a Beka y todo se fue a la mierda.
Primero me pidió un tiempo, los exámenes y la universidad, debía pensar en todo eso en vez de un novio como yo. Quizás siempre supe que eso era una excusa, mas lo acepté y no dije nada al respecto. Él hizo lo mismo cuando le dije que me iría a Moscú, no podía ser un egoísta ahora. Apenas hace unos días volvimos a hablar, y ayer fuimos a mi casa luego de la fiesta de Víctor.
Esta mañana me dijo que era mejor ser amigos, que fue todo una confusión y que en realidad no iba a funcionar algo entre nosotros. ¿Cómo puede decir algo así? Hemos estado juntos por años y ahora quiere simplemente dejarlo todo, maldito imbécil."
Katsuki pudo ver el rostro molesto de su amigo, y como reprimía el mohín que sus labios querían hacer. Aún con toda la información llenando su mente dejándole algo confundido, hizo su camino hasta el rubio y se acercó lo suficiente para que este descansara su cabeza sobre su hombro. Yuri nunca lo diría, pero apreciaba al cerdo. Mientras que Yuuri -al igual que Víctor- no se cansaban de decir que Yurio era prácticamente su hijo, esto por el cariño que el ruso le tenía al pequeño gatito.
— Quizás estás siendo muy duro con Otabek, Yurio.
— ¿Ah?—Plisetsky no pudo reprimir la típica exclamación de indignación, volteando hacia el japonés.— ¿Cómo se supone que reaccione si Otabek solo se dedicó a jugar conmigo... más de una vez? Esto es tan estúpido, ¿Cómo que no iba a funcionar? Estaba funcionando, pero si él es un cobarde...
Yuuri dejó salir el aire, preparándose mentalmente para hablarle con claridad a su amigo, incluso si recibían una patada en respuesta.
— Yurio, si viniste hasta acá es para escuchar un consejo, así que deja de lado tu enojo y escúchame.—El rubio puso los ojos en blanco, haciendo un gesto con su rostro para que siguiera hablando.— Yurio, ¿No has pensado que quizás si sea mejor que tú y Otabek queden como amigos? Con todo lo que me has contado, es difícil creer que Otabek pueda simplemente asumir que está enamorado de su mejor amigo.
— ¡Es difícil porque él no quiere hacerlo! ¿Y si nunca ha estado enamorado y era solo curiosidad? ¿Qué mejor que follar con tu mejor amigo que lleva años enamorado de ti? El muy imbécil jamás te dejaría en evidencia porque te quiere demasiado, y si no estás convencido simplemente le dices que es mejor quedar como amigos.
Por un segundo, Yuuri se queda sospesando esa posibilidad, viendo con tristeza el rostro furioso de su amigo, quien trata de retener las lágrimas en sus verdes ojos.
— Solo estás enojado, por eso piensas eso. ¿En serio crees que Otabek te haría algo como eso? Yurio, creo que Beka aún no te dice explícitamente sus razones para dejarte, pero tú las sabes muy bien.
— Es un cobarde, por no intentarlo, por no mandar a la mierda a su padre. ¡Es tan fácil!—En un segundo Yuri ya había lanzado lejos el montón de cojines a su lado, limpiando con furia las lágrimas que caían por sus mejillas.
— Yurio, deja de ser un niñito y piensa con claridad, dudo que sea fácil dejar a un padre abusivo. Imagina lo difícil que fue para Otabek en primer lugar ser tu amigo, si de seguro fue criado de un modo distinto a ti, y luego darse cuenta de que estaba enamorado de un niño, mientras que su padre le decía que eso estaba mal.
Yuuri hablaba con calma mientras que su rubio amigo no hacía más que apretujar las almohadas que tenía cerca, con el ceño fruncido.
— ¿Cómo puede dejar que eso nos separe? Solo... puede mandar todo a la mierda, podría ir a Moscú conmigo, no tiene porqué ser tan difícil.
— Creo que no es tan fácil para él, Yurio.
— Pura mierda.
Yuuri fue capaz de soltar un suspiro y reprimir las ganas de debatirle a Yurio, después de todo, lo entendía... un poco. Era obvio que el gatito estaría molesto, aún dolido por lo ocurrido.
— Si viniste aquí a oír lo que tú quieres oír, entonces mejor te quedabas hablando con tu gata, Yurio.—El japonés le sonrió dulce, y Plisetsky solo soltó un bufido.
— Diciendo ese tipo de cosas con una sonrisa, ya te pareces a Víctor.—El japonés aceptó el comentario con una risita, mirándole luego.
— ¿Entonces, qué harás?
— Quizás tengas razón y solo deba... ponerme en su lugar, quizás si debamos quedar como amigos.
El pelinegro no hizo más que guardar silencio, mientras que veía como volvía a apretujar uno de sus peluches, con los ojos aguados. Sin saber muy bien que hacer, se arrastró hasta llegar a su celular, buscando entre los videos uno de él y Phichit.
— Cambia esa cara, Yurio, si mi mamá te ve así te va a dar más comida.
Plisetsky tardó solo dos segundos en notar que katsudon le pasaba su celular, donde Phichit y él bailaban al son de una canción pop, de Rihanna. Yuuri por su parte sonrió al escuchar las carcajadas de su rubio amigo, prefiriendo mil veces sus burlas antes de su rostro triste.
🌹
Durante ese fin de semana, no habló con nadie. Su familia era la única excepción, ayudó a sus hermanas en cosas banales, llevó una conversación casi normal con su padre. Y su madre, era un caso completamente distinto. Con ella no hablaba mucho, pero sí se permitía divagar entre sus brazos cálidos, quizás con miedo de que las cosas cambien.
Con Yuri ni lo intentó, ni siquiera revisó si había cambiado su estado en Whatsapp o si había hecho alguna historia en Instagram, simplemente dejó su teléfono tirado por ahí, sin ganas de saber qué ocurría por la mente de su ex novio.
Aunque la llegada del lunes fue inevitable, y con eso, encontrarse a Plisetsky en los pasillos. No sabía como actuar, la última vez que le vio él lo había echado de su casa, por lo que ir y saludarle con normalidad le pareció poco ético. Sin saber que hacer, siguió su camino hasta el salón correspondiente, hasta que llegó la hora del almuerzo y como de costumbre, se encontró con el resto de sus amigos.
Yuri le vio de reojo y esbozó una casi sonrisa, lo suficientemente fugaz como para dejarle desconcertado, y no pudo pensar en nada más que eso durante el receso, escuchando a medias como todos hablaban sobre el verano que estaba ya a la vuelta de la esquina. Con la mente en las nubes acabó su comida e intentó seguir la conversación, el momento justo en que Yuuri comenzó a hablar sobre los resultados de los exámenes.
— Esta semana la mayoría sabrá sus resultados, solo espero que Celestino haya tenido piedad luego de hacernos puré en química.
Otabek pudo ver como el rostro feliz de Víctor cambiaba enseguida, así como el resto también lo notó. Yuuko no tardó en molestar, al igual que Yuri, quien ya estaba sonriendo con malicia hacia su ruso amigo.
— ¿Qué te ocurre, anciano? ¿Tienes miedo de repetir tu último año y quedarte solo?
— ¡No juegues con eso, Yurio!
— ¡No me llames Yurio, maldito calvo!
El resto les veía con diversión, sobre todo en cuanto Víctor se puso de pie y comenzó a abrazar a Yuri, sollozando sobre él por miedo a no pasar de curso. Otabek veía de reojo a su ex novio, fijándose en la sonrisa que ocultaban sus labios, feliz de ello.
🌹
De un momento a otro los días se hicieron semanas y así tan solo les quedaba una para que la graduación llegara. Cabe decir que Víctor sí aprobó sus exámenes y que no repetiría curso, lo cual quiso celebrar con una pequeña tertulia en su hogar, obviamente.
Otabek sonrió con cortesía cuando le invitaron, negándose. A esas alturas, tenía solo una cosa en mente, y no era una fiesta. No podía evitar que su mente le llevara lejos, con una sola duda, la incógnita que hace tiempo no le deja descansar tranquilo. "¿Qué será de ti, Yuri Plisetsky? ¿Hice bien en dejarte, eres más feliz así? ¿Vale la pena dejarte ir de este modo?" No importa cuantas veces lo piense, no importa cuanto intente, lo cierto es que no lo sabe. Y quizás no lo sepa nunca, quizás todo acabe con un adiós y nunca más le vea.
Porque si bien estaban juntos durante los recesos, le veía en los pasillos, le veía reír con sus amigos, la verdad es que ya no veía a Yuri. No le veía como antes, no hablaban como antes, ni siquiera sus ojos se encontraban como antes. Las semanas era apenas una rutina como conocidos, esos chicos que se conocen sin hacerlo realmente, uno al lado del otro, ignorándose con cortesía. Yuri parecía llevar muy bien aquello, hablando cada vez con más entusiasmo sobre su viaje a Moscú, contándoles a todos sobre Lilia y lo genial que era con él.
Y la verdad, después de todo, es que eso hacía feliz a Otabek. Sabía que era iluso de su parte desear una amistad como la que tuvieron, pero al menos una parte de sus deseos ya se había cumplido, y es que Yuri era feliz con su decisión, con su vida.
¿Qué será de ti mañana, si ya no nos vemos más? Podría preguntarle, podría intentar acercarse, pero solo haría todo más difícil. Por eso, se pudo conformar con la mentira que ambos llevaban hace semanas, un saludo cordial y una sonrisa amable, felicitaciones por tu último año, que tengas un lindo verano, que tengas una linda vida.
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 30: No hay nada nuevo bajo el sol
Yo nunca me sentí tan tonto
al menos nunca como tú
no quiero levantar sospechas sobre mi
espero que no tengas nada que decir
Lo intento todo para ser
mejor de lo que fui
de lo que fui hasta ayer
no hay nada nuevo bajo el sol
ni escombros de un amor que pueda recoger
💭
Por algún motivo, los días eran eternos. Aún cuando podía crear una rutina que le alejara de la negatividad y de sus pensamientos, el tiempo pasaba lentamente y las noches le mantenían despierto.
Y así, aún cuando los días pasaban lentamente, pasaban, y con ellos las semanas. Dos semanas donde se dedicó a sus exámenes y, de ese modo, evitar a Yuri. Aunque a veces, mientras mira el techo de su habitación y luego su pila de cómics en el estante, cree que el tiempo no pasa, sino que retrocede. Cuando eran niños y tenían que ocultarse por razones que no entendían muy bien, pero que ahí estaban, haciendo que Otabek no tuviese el valor de ir junto a Yuri al comedor con el resto.
Días de historietas y zapatillas de ballet, ahora poco queda de eso.
Porque a lo largo de los años había tomado decisiones sin pensar en Yuri, sino que solo en él mismo. Como cuando era un niño temeroso del amor, y se consiguió una novia para convencerse a si mismo de que el revoloteo en su estómago no significaba nada. Y ahora lo intentaba de nuevo, convenciéndose de que la vida de todos sería mejor sin sus errores. Quizás era un cobarde, quizás siempre lo ha sido. Le gusta pensar que no, que al contrario, es valiente y honrado. Lo que sea para mantener sus pensamientos a raya.
Pero al menos estaba dando resultado, porque sus calificaciones mejoraban y las cosas en su hogar también, así que no había más de qué preocuparse. Siempre y cuando no pusiera esa canción triste en repetición ni buscara esa playlist que había hecho para ambos; aunque, bueno, sería mejor que no escuchara música simplemente, porque todo le recordaba a Yuri Plisetsky. Y eso era un problema.
Y los días pasaban lento, pensando en su mejor amigo, recordando con tristeza que seguían siendo novios, y que le seguía enviando mensajes que a veces el moreno respondía. Como esa noche, donde Yuri le había enviado la foto de un gatito, sin motivo aparente. Otabek soltó una risita en cuanto vio el mensaje, con la luz del teléfono iluminando su rostro en medio de la oscuridad de su cuarto, y no tardó en escribirle una respuesta. Aunque luego la borró, porque tras dos semanas de soledad, quería oír su voz.
Sus dedos no tardaron en ir hasta el ícono de llamada, y antes de arrepentirse, lo pulsó, ansioso. Estaba casi seguro de que al escucharle lloraría, o finalizaría la llamada.
— ¿Beka?
Y estuvo a punto de lanzar su teléfono, o comenzar a sollozar como esa noche en que le pidió un tiempo. Extrañamente, pudo contenerse, fijándose en la voz dulce de su novio, porque... seguían siendo novios, claro, solo había sido un tiempo. Por el momento.
— Hola, Yura.
Y gracias a todo lo divino, su voz sonaba normal, aunque sentía su garganta molestándole. Por otro lado, desde su habitación, la sonrisa de Yuri inundaba el lugar, con Canela durmiendo a su lado, la lámpara iluminando con calidez y el disco de ambos sonando como un suave murmullo. La voz de Otabek hizo que su corazón latiera más rápido, estar alejado de él le había afectado bastante, y en esos momentos ya no podía pensar en nada excepto la felicidad que sentía.
— ¿Por qué llamas?
— ¿Por qué me envías la foto de un gatito a las... doce y media?
Yuri pudo escuchar la voz adormilada de su novio y se sintió un poco culpable, aunque la risa que brotó de sus labios fue inevitable. Otabek rió con él, tratando de no hacer mayor ruido.
— Mañana terminan los exámenes, es un regalo de celebración.
Otabek sonríe al escucharle, cayendo en cuenta de que era cierto. Mañana acababan los exámenes, y con eso su excusa para no ver a Yuri. Sin mencionar además que le quedaban apenas un par de semanas antes de graduarse, antes de que llegara el verano y con él las decisiones de ambos. Podía sentir la ansiedad de pensar en eso, en lo que le diría a Yuri... en lo que vendría después.
Y ahora sí tenía miedo de llorar.
Porque en tan solo dos semanas estaría frente a su familia con un diploma en la mano y alguna chica al azar junto a él, celebrando que su vida adulta daba inicio, y que a la vez, su adolescencia e infancia de fantasía quedaban atrás. Y con eso, Yuri Plisetsky.
— No quiero que el tiempo pase, Yura.
No pudo evitar que su voz fuese apenas un murmullo lastimero, y Yuri tuvo el impulso de ir a su lado, aún cuando estaba demasiado lejos.
— Entonces... sentémonos juntos y pongamos la misma canción una y otra vez, podríamos jugar a que seguimos siendo niños en la azotea.
En su habitación, Yuri sonreía divertido, ignorando el hecho de que a varios kilómetros, Otabek intentaba no suspirar triste, con el nudo en la garganta. En la habitación del moreno no había más que silencio, y Otabek cerró sus ojos para escuchar la respiración calmada de Yuri, jugando a que estaba junto a él.
Le gustaba esa palabra, jugar. Podrían jugar a que el tiempo no pasa, jugar a que no tienen que alejarse, jugar a que eran los mismos de antes, y que todo era mucho más fácil.
— ¿Estás dormido?
La voz de Yuri le sacó de sus pensamientos, y pudo sonreír levemente, limpiando su rostro aún cuando nadie puede verle.
— No, ¿lo estás tú?
Su tono burlesco hace reír a Yuri, en un murmuro suave que hace vibrar cada partícula de Otabek, quien también se permite reír.
— Otatonto.
— Quiero verte, el sábado. Sentémonos juntos y pongamos la misma canción una y otra vez.
— ¿Mañana no?
Pudo hacer una mueca al pensar en que ocurriría mañana, frotando su rostro con molestia.
— No, mañana solo quiero dormir en cuanto llegue a mi casa, babe.
Yuri soltó una risita y le dijo un suave no te preocupes. Su conversación terminó poco después, y lo único que podían escuchar era la respiración acompasada del otro. El silencio les inundaba, mas no era incómodo o molesto, sino al contrario, pacífico. Escuchando los murmullos de canciones y la respiración delicada de Yuri, acompañada de uno que otro suspiro, Otabek pudo dormir esa noche.
Y soñó con gatos, historietas, ballet y canciones que sonaban una y otra vez.
🌹
Cuando salió del salón de química, luego de rendir su último examen, vio a Víctor apoyado sobre los casilleros, y no tardó en correr a su lado y abrazarle. El ruso reía emocionado, mientras que Yuuri les veía contento, así como algo avergonzado por el espectáculo que ambos estaban dando.
— Otabebé, no puedo creer que ya dimos todos los exámenes, esto hay que celebrarlo.—Víctor secaba una lágrima falsa en su mejilla, y su novio alzaba una ceja, con una sonrisa en el rostro.
— Oh, ¿y cómo les fue?—Otabek pudo reír al escuchar eso, mientras que Víctor cambiaba su sonrisa de corazón por sus mejillas infladas, haciendo un berrinche.
— Yuuuuri, lo importante es que ya dimos los exámenes, no cómo nos fue en los exámenes. Así que, Otabear, fiesta en mi casa esta noche, ¿Qué te parece?
El kazajo le sonrió con desgano, mientras tomaba las cosas de su casillero y las guardaba con rapidez.
— Justo hoy tengo una cita urgente, Víctor, lo siento.—El ruso le miró indignado, imitando su reacción con Yuuri.
— Otabek, ¿cómo planeas conseguir pareja para la graduación si no vas esta noche?
Era gracioso, porque Víctor ni siquiera pensó en la opción de llevar a Yuri, conocía demasiado bien a su amigo. Y Otabek se permitió bromear un poco, tratando de no pensar en aquello.
— Oh, no te preocupes. Estaba pensando en invitar a Sara, ¿qué dices?
Pudo escuchar la risotada de Víctor y Yuuri, y se permitió reír junto a ellos. Aunque el resto del día lo pasó en el silencio común que le caracterizaba, escuchando como sus amigos seguían haciendo planes sobre esa noche. Durante el almuerzo se sorprendió de ver a Leo en la mesa con sus amigos, mas no hizo comentario alguno. Y como de costumbre, recibió la mirada reprobatoria de medio instituto, incluyendo el ceño fruncido por parte de JJ en cuanto se percató de su presencia.
Dos semanas más, podía repetirse una y otra vez.
Por desgracia, Víctor estaba lo suficientemente emocionado con su fiesta como para chillar durante todo el almuerzo, y Yuuri no hacía nada por detenerle. Otabek pudo reflexionar en sus planes para esa noche, y decidió mandar al carajo la salida con su padre, con otra idea en mente.
— ¿Víctor, cómo harás una fiesta si nadie está enterado?—Yuuri podía ver a su novio con una mueca astuta, mientras que el ruso solo ponía su característica boca de corazón.
— Yuuri, de eso se encarga tu adorable amigo Phichit.
Otabek intentó no bufar al oír el nombre de ese hámster, y por primera vez durante la conversación, le sonrió a su amigo.
— ¿Aún quieres que sea el dj?—Víctor pudo verle con sus enormes ojos azules brillando, y Leo sonrió en respuesta, junto con Yuuko.
— ¿Otabear, vas a dejar tu lado asocial y vas a acompañarnos?—Aunque, claro, poco le duró a Otabek su sonrisa al oír a su amigo.
— ¿Quieres que vaya o no?
🌹
Era increíble como es que la casa Nikiforov podía siempre llenarse tanto, incluso cuando las tertulias de Víctor se anunciabande un momento a otro. El ruso no se molestaba por poner una generosa cantidad de licor, mientras que sus invitados eran libres de traer el resto.
Y como siempre, todo estaba tan asquerosamente lleno. Personas en el salón bailando o devorando los labios de alguien en algún rincón, la piscina llena de flotadores y adolescentes valientes que no le tenían miedo a las bajas temperaturas, y la cocina repleta de botellas y vasos a medio beber. El segundo piso era un lugar que había que dejar aparte, porque allí nadie iba sin pareja.
Y Otabek no era capaz de entender cómo es que la señora Nikiforov no le decía nada a su hijo, aunque claro, era él quien debía limpiar al día siguiente. Y ese ya era castigo suficiente.
Pero poco le importaba a Otabek qué le pasara a Víctor o cómo conseguía permiso para un evento de ese nivel, lo que a él le importaba era ser el dj, lo que más le gustaba. Eran apenas las diez y ya se sentía un poco mareado, tenía el teléfono apagado y sus dedos se deslizaban una y otra vez por la mesa, subiendo el volumen de las canciones, viendo como todos bailaban en el salón bajo un par de luces de colores. Y entre ellos, el delicado cuerpo de Yuri Plisetsky, sonriéndole de vez en cuando.
Y Otabek se veía tentado de poner la misma canción una y otra vez y jugar a que el tiempo no pasaba, porque en cuanto estuviera junto a Yuri, inevitablemente las cosas sudecerían. Lo había pensado durante días, noches enteras y tardes solitarias, y su relación con Yuri Plisetsky no iba a seguir por mucho tiempo más. A veces es mejor ser amigos.
Y aunque quiso poner la música una y otra vez, aún no estaba tan borracho como para hacerlo. Así que siguió en su trabajo mientras recibía un par de tragos de personas simpáticas que se encargaban de hidratar al dj, hasta que se sintió lo suficientemente mareado como para pedir un descanso, y pudo reconocer como Leo le quitaba los audífonos con una sonrisa y tomaba su lugar.
Yuri le esperaba en un rincón de la sala, y casi creyó estar alucinando. Se veía tan hermoso como le recordaba, y se sintió mal de tan solo pensar en lo que ocurriría entre ambos.
Por su parte, Yuri buscaba la mano de Otabek en medio de esa oscuridad y ruido, algo mareado por el alcohol en su sistema, quería sentir la piel tibia de su novio. Le arrastró con pereza hasta el pasillo entre el baño y la cochera, donde la luz no llegaba.
Entre el licor y el miedo, Altin juntó sus labios con rapidez, desesperado, ansioso. Yuri le siguió el ritmo y se aferró a su cabello, acariciando sus mejillas de vez en cuando, juntando sus cuerpos con cada movimiento. Otabek se separó segundos después, con el rostro ardiendo y la boca seca, Yuri le veía desorbitado.
¿Por qué siente que ya había vivido algo así?
Quizás era el alcohol o la música, ese beso que no debería haber dado; pero Otabek estaba más que seguro de que el tiempo retrocedía. Y recordó el cumpleaños de Yuri, aunque se prometió que no volvería a cometer un error como el de ese día.
— Beka...—Yuri tenía la voz un poco más ronca que de costumbre, arrastrando las palabras, tocando el cabello de su novio. Y Otabek pudo saber enseguida qué es lo que quería, porque había visto esa mirada antes.
— No, vamos a tu casa...
— Mi abuelo nos va a matar. —La risa contenida se reflejaba en sus ojos verdes y brillantes, Otabek sonrió en respuesta.
El kazajo hizo caso omiso y le tomó de la mano, arrastrándolo hasta la salida, llegando hasta su motocicleta y asegurándose de ponerle bien el casco a su novio. Le pidió a todas las divinidades que por favor llegaran en una pieza e intentó ir más lento que de costumbre, sintiendo las manos cálidas agarrándose de su cintura. Las luces le cegaban de vez en cuando y la risa de Yuri solo le confirmaba que estaba bastante bebido.
Contra todo pronóstico, llegaron al hogar Plisetsky sin mayores problemas, subiendo las escaleras en silencio y risas ahogadas. Yuri se lanzó a sus labios en cuanto estuvieron juntos, con la puerta cerrada y las luces apagadas. Otabek sostuvo las mejillas del menor, pasando sus dedos con pereza por su suave piel, separándolos.
Tomó al menor en sus brazos, y lo llevó hasta la cama, sin mayor rapidez o ansiedad. Le dejó con calma y pudo ver sus ojos deseosos, parecidos a los de él. Y aún así, no hizo más que quitarse las botas y recostarse a su lado, abrazándolo. Yuri captó el mensaje y dejó un último beso sobre los labios de su novio, acurrucándose contra él. El moreno cerraba sus ojos, su respiración agitada se acompasaba de a poco, y sus manos apresaban a Yuri contra él, suspirando de felicidad.
Era su última noche con Yuri Plisetsky, y quería dormir a su lado.
Más que sentir los besos ardientes o siquiera escucharle gemir, él quería sentir sus manos suaves, escuchar sus suspiros y su respiración calmada. No quería recordarle como una última vez haciendo el amor, quería recordarle como una última vez juntos. Juntos en el máximo de los sentidos, escuchando el silencio que había entre ambos, oliendo su ropa, su cabello con esencias florales. Acariciándole, amándole de la manera más pura.
Una última vez.
Y esa noche, lo poco que quedaba de noche, la pasó a su lado, apreciando cada centímetro de su existencia, sintiendo su calor y su cercanía. Hasta que a las seis de la mañana, cuando el cielo tenía un color casi lila, y la luz podía iluminar el rostro sereno de Yuri y la mueca triste de Otabek, el moreno decidió despertarle.
Una última vez.
— Yura...  
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 23: Tanto creo en ti
Tanto creo en ti,
tanto creo en ti
que dormido o muerto
sueño hasta despierto la luz de los dos.
💭
Era viernes por la tarde y Otabek tenía más cara de mierda que de costumbre. Estaban en la iglesia a la que solían ir cada domingo, con su ropa perfecta y rostros serenos, en una especie de cena para celebrar no-sé-qué-basura. La verdad es que la frustración de Beka se debía a que ahora estaba sentado junto a un montón de otros tipos como su padre y sus familias, siendo que podría estar pasando tiempo con Yura.
Oh, y para empeorar un poco más su situación, ahí estaba Lena. La castaña estaba igual de callada y sonriente que siempre, con un vestido simple y largo, al igual que su cabello. Y Vladimir insistía en que Otabek hablara con ella.
Gracias a Dios -irónicamente, quizás- su teléfono sonó con la llegada de un mensaje, obligándole a pedir permiso para ir a contestar. En cuanto vio que era Yuri quien le escribía, ni siquiera le importó la mirada molesta de su padre y solo se puso de pie, yendo hasta el estacionamiento para hablar tranquilo con Yura.
"¿Qué somos ahora?"
Siendo honestos, Otabek no se esperaba ese tipo de mensaje, ni por asomo. Se quedó un par de segundos viendo la pantalla de su teléfono, algo desconcertado ante la pregunta de su amigo. ¿Qué eran ahora? No entendía a qué se refería, ¿Algo había cambiado entre ellos? Para nada, no, porque hasta donde sabía Otabek, ellos seguían amándose. Decidió preguntarle al rubio el significado de sus palabras antes de cometer algún tipo de error del cual podría arrepentirse.
"¿A qué te refieres con esa pregunta?"
Se quedó esperando la respuesta con impaciencia, viendo la pantalla fijamente.
"Que ahora que terminé con Jean pensé que las cosas podrían cambiar entre nosotros. Dijiste que eramos pareja porque yo tenía novio."
El moreno lee el mensaje un par de veces, analizando la petición de Yuri. No entendía la urgencia del menor por ponerle nombre a su relación, no cuando ya han pasado tanto, cada beso y sonrisa, es lo mismo si se llaman novios o no, o al menos eso creía él.
"Yura, nada entre nosotros ha cambiado, y llamarnos novio tampoco lo hará. Te amo, no importa nada más"
"Ya."
Otabek espera un par de segundos alguna otra respuesta, mas nada llega. Cubre su rostro frustrado al darse cuenta de que Yuri no quedó tan satisfecho con su respuestas, y que ahora de seguro estaba molesto, haciendo berrinche.
"No te enojes"
"No estoy enojado, kazajo estúpido."
El moreno inevitablemente soltó un suspiro, pensando en cuantos gatitos tendría que conseguir para que a Yuri se le pasara el enojo.
"Yura, sabes a lo que me refiero, tú me entiendes"
"Si."
"¡¿puedes dejar de poner un punto al final de cada mensaje?! Yura, no puedes decir que no estas enojado si haces eso"
A pesar de sus nervios, Otabek soltó una risita al ver el último mensaje de Yuri.
"No."
El kazajo se quedó unos segundos más afuera, guardando su teléfono en el bolsillo de su pantalón de vestir, pensando en la petición de Yuri. Al volver al salón, se armó de valor y tomó su saco, acomodándolo sobre sí. Vladimir le veía con extrañeza, sobre todo cuando Otabek murmuró algo tipo tengo que salir, nos vemos después.
Sabía que su padre iba a estar furioso, pero entre la furia de él y la de Yura, la verdad es que la de Altin le aterraba un poco menos.
🌹
Estaba frente a la puerta del hogar Plisetsky y sentía un déjà vu impresionante. Se le estaba haciendo costumbre eso de ir a pedir disculpas en medio de la noche, con gatos y dulces. Bueno, ahora llevaba flores y una caja con donuts, eso era un avance, ¿No?
La verdad es que se sintió avergonzado cuando Nikolai le abrió la puerta y le vio con una media sonrisa, dejándole pasar sin siquiera hacer preguntas. El hecho de que aún tuviera puesto su traje lo hacía mucho más embarazoso, y el moreno podía jurar haber escuchado una risotada mientras subía las escaleras hasta la habitación de Yuri.
Ni siquiera se molestó en tocar la puerta, simplemente abrió con delicadeza, viendo a Yura sentado en su cama, con Canela al lado, viendo una película desde su laptop. El menor notó la presencia ajena y estaba dispuesto a decir algo, mas con solo ver a Otabek frente a él con un ramo de flores, una caja de donuts y un traje oscuro, olvidó todo en un segundo.
— ¿Por qué siempre que estoy enojado contigo vienes con comida y todo se arregla?
El moreno dejó escapar una risita, acercándose a Yuri para besarle, dejando sus ofrendas de paz sobre el escritorio. Yuri le sonríe en medio del beso, separándose para enviarle una mirada molesta.
— Sigo enojado, Bajin.—El moreno frunce el ceño ante el apodo, llevando sus dedos hasta las costillas de Yuri, dispuesto a hacerle pagar por tal atrevimiento.
— ¿En serio? ¿He venido hasta acá solo para darte amor y tú me insultas así?—Yuri niega divertido, haciéndole señas a Otabek para que se recueste junto a él.
— Ya, basta, quiero hablar contigo de verdad.—El moreno hace un ruidito afirmativo, incitándole a seguir.—Quizás a ti te parezca tonto, Beka, pero yo sí quiero ponerle nombre a nuestra relación. Sé que con o sin nombre fijo el sentimiento no cambia, es solo que...
— Yuri, sabes que no estoy listo para algo así, yo...no podría solo declararme gay de repente...
— Otabek, no te lo estoy pidiendo por los demás, no quiero que seamos novios para besuquearnos en la escuela o frente a tu padre. Quiero que seamos novios porque... quiero estar seguro de nosotros, no me culpes por pensar que no me quieres lo suficiente si me sigues llamando amigo.
Otabek mira fijamente a Yuri, a pesar de que el menor desvía sus ojos verdes, triste. El moreno trata de procesar las palabras de Yura, sintiéndose mal por ser poco claro y causar tales pensamientos en él. Quizás Yuri aún no estaba enterado, pero Otabek Altin estaba completamente enamorado de él, aunque fuera algo difícil de explicar y demostrar.
Por eso el kazajo prefirió acercarse más a él y acariciar sus mejillas, acomodando los mechones rubios y rebeldes que se escapaban de su trenza, apreciando su bello rostro que evitaba su mirada. Sus labios fueron lentamente hasta la frente del menor, sintiendo como este sufría escalofríos gracias a su gesto.
— Yura, no sabes cuanto te amo, desde que te conocí me has vuelto loco, no sabes el control que tienes sobre mí, soy capaz de todo por ti.—Los ojos verdes de Yuri le ven fijamente, así como sus mejillas se colorean de un rojo furioso, completamente avergonzado.
— Ah, Otabek, eres tan gay a veces.—La voz abochornada de Yura le hace sonreír, incluso cuando recibió un golpe gracias a eso.
— Así qué... ¿vas a ser mi novio o no?—Yuri se aleja de golpe, viéndole sorprendido.
— ¿Qué?
— Lo que oíste, ¿por qué piensas que me puse un traje? Si iba a pedirte noviazgo debía ser especial... con flores y donuts también.
— Eres tan idiota, te amo.
Yuri sonríe radiante, juntando sus labios con los de Otabek, abrazándose a él desde su cuello. El kazajo le acaricia su cadera, disfrutando del movimiento suave que hacían sus labios, feliz de estar junto a Yura. Luego de unos minutos deciden separarse, y el rubio mira directamente al kazajo, sin querer desviar sus ojos verdes, acaricia su rostro moreno y su mandíbula recta, sonriendo.
— Quiero ser tu novio, solo por el hecho de tener el placer de decirte cosas melosas y reírme de quien crea tener oportunidad contigo, porque eres mío, Otaidiota, ¿entendido? Nunca podría exigirte que... te declararas ante todos, o tu familia, lo que decidas hacer voy a estar contigo.
Otabek sonríe, recostándose abrazado a Yura, moviendo su mano en su espalda.
— Gracias, Yura, pero eso fue muy gay.
La sonrisa de Otabek es enorme, incluso luego de recibir un manotazo por parte de Yuri, su novio.
🌹
El miércoles, días después del compromiso con Otabek y esa noche de dormir abrazados para luego despertar a la mañana siguiente y desayunar donuts, Yuri estaba en clases de deportes. Por lo general, a Yuri no le molestaba tanto esa clase, sin embargo ahora tenían que jugar voleibol... y él era una mierda. Había algo en sus brazos, probablemente, pero en serio el maldito balón no se elevaba como él quería, haciendo que sus lanzamientos fueran realmente penosos, cosa que no pasó desapercibida para sus compañeros.
— ¡Aprende a lanzar, Plisetsky! ¿Ser marica no te deja lanzar un maldito balón como hombre?
Y, como casi todos sabían, Yuri tenía un límite, además de una paciencia del tamaño de un maní. Por eso, su voz ni siquiera tembló al momento de responderle a su compañero.
— ¡Ven aquí, grandísimo hijo de puta! Ser marica no me impide molerte a golpes.
Obviamente todo hubiese salido mejor si el tipo no hubiese llamado a un par de amigos.
Yuri se alejó un poco del lugar para no armar un escándalo en medio de la cancha, viendo como el tipo y sus amigos le seguían de cerca. Cuando estuvo lo suficientemente lejos de maestros y alumnos, sintió como alguien le volteaba con brusquedad, para luego dejar caer un puñetazo sobre su rostro. El impacto y la sorpresa le afectaron por unos segundos, mas en cuanto se vio recuperado, no dudó en lanzarse contra su oponente. Tiró un par de puños y patadas, sin embargo era inútil pelear contra tres, y aún más si habían dos tomándole de sus brazos, inmovilizándolo.
Continuó lanzando patadas a la vez que recibía un par de puñetazos en el rostro, intentó soltarse, aunque parecía imposible.
Cuando finalmente le soltaron, le tomó desprevenido, por lo que cayó de rodillas frente al chico que había insultado, quien le pateó y le dejó tirado con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
🌹
Jean estaba camino a la cafetería cuando sintió como alguien le detenía de golpe, tirando de su brazo. Frente a él había un chico bajito y rubio, con un mechón rojo, quien se veía bastante agitado, como si hubiese corrido bastante.
Al canadiense solo le bastó escuchar las palabras "Yurio" y "golpes" para ponerse en alerta, olvidando por completo su rutina de ignorar al rubio, corriendo donde el rubio le indicaba. Al llegar pudo escuchar como un tipo insultaba a Yuri, no esperó más y apareció ante ellos, encontrando a Yuri en el suelo con una mirada furiosa, con su labio sangrando.
Los agresores de Plisetsky no tardaron en reconocer al pelinegro, aprovechando la preocupación que este ponía en Yuri para salir huyendo de ahí. Jean se había acercado a su ex novio, ofreciéndole su mano para que se pusiera de pie, viéndole con pena. Yuri le veía molesto, sin querer recibir su ayuda, intentando levantarse solo.
— Kitten, espera, te llevaré a la enfermería...
— ¡No, Jean, yo puedo! —Las manos del canadiense van hasta su cadera y le sostiene en caso de que pierda el equilibrio, aún cuando recibe otra mirada furiosa por parte del rubio.—Basta, puedo hacerlo solo, ¿Por qué tienes que ser tan bueno conmigo? No es necesario.
— ¡Yura!
Tanto Jean como Yuri voltean al escuchar la voz de Otabek, agitado. El moreno se acerca hasta su novio, sin importarle el hecho de que Leroy esté ahí, solo con la intención de asegurarse de que Yura esté bien. El rubio le envía una mirada significativa a Jean, quien no tarda en entender que ya no le necesitan.
Otabek deja de prestarle atención al pelinegro y se centra en su novio, observando con furia y preocupación su labio roto y el hilillo de sangre que caía por su nariz, limpiándolo con la manga de su camiseta.
— ¿Quién fue?—Yuri suelta un gruñido, recordando frustrado su pelea.
— Unos imbéciles de mi clase, pero no te preocupes, eran tres y ni siquiera saben golpear.
— Los voy a matar con mis patines, tenlo por seguro.
Yuri le sonríe a Beka, sintiendo los dedos del kazajo acariciando su piel con suavidad, pasando lentamente por su labio roto, volviendo hasta su pómulo. Aleja disimuladamente su mano, acariciándola para que se calme, asegurándole que está bien.
— No vale la pena, no causaron gran daño, Beka.
Otabek asiente no muy convencido, arreglando el cabello de Yuri para luego envolverle en un abrazo apretado, feliz de que su novio estaba bien. Fueron hasta el baño más cercano para limpiar el rostro de Yura, bajo algunos quejidos de este.
Por mucho que el kazajo insistió en llevarle hacia la enfermería, Yuri se rehusó, por lo que al moreno no le quedó de otra más que resignarse y acompañarle hasta la cafetería, donde probablemente todos sus amigos hagan un escándalo al ver a Plisetsky.
🌹
Estaba cansado de ver al canadiense dar vueltas por el lugar, con el rostro fruncido de preocupación y la mente en otra parte, en Yuri Plisetsky, para ser más concretos. Intentaba distraerlo, mas nada parecía funcionar, y se sentía frustrado, porque justo ese día en que quería hablar con el pelinegro, Yuri involuntariamente se lo había arruinado.
— Jean, cálmate, no sirve de nada que te preocupes...
— ¿Cómo no voy a preocuparme? Es... si tan solo lo hubieses visto, estarías igual que yo.
Los nervios del canadiense se le estaban contagiando, haciendo que su parte racional descanse un poco y él decida acercarse a Leroy, tratando de detenerle.
— Él mismo lo dijo, deja de ser tan bueno con Yuri, Jean.
— ¡No puedo! ¿Cómo podría si yo aún...?
La verdad es que Seung-gil pocas veces perdía la paciencia, el coreano se caracterizaba por su rostro sereno y su actitud desinteresada, sin embargo él también podía tener sus límites. Y ahora estaba harto, harto de que Jean siguiera defendiendo a Yuri, harto de que Otabek y Yuri jueguen así con él y le sigan haciendo daño. Sobre todo, harto de que Jean sea aún tan ingenuo y siga amando a Yuri, en vez de fijarse en él.
Por eso, no pudo controlar sus palabras, dejándose llevar por la cólera que sentía en ese momento al ver los ojos tristes de Leroy.
— ¿¡Cómo puedes seguir defendiéndole!? ¡Maldita sea, Jean, Yuri te engañó con Otabek!
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 18: Felicidad
Me pongo tu ropa
Tu piel oscura me espera en la cama
Afuera hay ruido
Aquí adentro respiro en la almohada
Me quedo dormido
y pierdo plata con cada mirada de amor .
💭
Estar con Yuri Plisetsky era para él un paraíso terrenal. Estar a escondidas con Yuri Plisetsky probablemente sea todo, menos un paraíso terrenal.
Y es que no había mejor sensación que sostener sus manos, estar juntos en la habitación del menor que era testigo de todos los besos que no podían compartir en público, de todos los abrazos a mitad de la noche, de todas esas promesas. Otabek amaba a Yuri Plisetsky, su (mal) humor, sus sonrisas y gestos, su determinación, su actitud con todos, su actitud con él. Otabek amaba a Yuri Plisetsky, y estaba seguro de que él le amaba también.
Aún cuando seguía siendo novio de Jean Leroy, compartiendo momentos de pareja frente a él, recordándole todo aquello que él jamás podría tener. Porque Otabek Altin amaba a Yuri Plisetsky, lo amaba mucho, pero no lo suficiente como para declararse homosexual frente a todos, frente a los ojos de los demás.
Quizás era cómodo, probablemente sea una manera incorrecta de amar, porque él lo hacía dentro de esas cuatro paredes donde solo las estrellas podían asomarse y ver parte de su amor, donde nadie más podría saber qué ocurría entre sus besos y caricias, además de ellos.
Otabek no estaba listo para admitir su homosexualidad, Yuri no estaba listo para dejar a Jean.
🌹
Era viernes, una semana luego de que Otabek fuera a casa de Yuri para pedir perdón, una semana en que se han visto casi todos los días en casa del rubio, bebiendo té con Nikolai, besándose en la cocina mientras se supone que lavan los platos. Ahora estaban en clases de matemáticas, donde Víctor contaba los minutos para ir al almuerzo y encontrarse con su novio, mientras que Otabek no podía apartar sus ojos de la ventana.
Cuando al fin sonó el timbre, Nikiforov fue el primero en saltar de su asiento, guardando todo en su mochila, arrastrando a Otabek consigo. Juntos llegaron hasta la cafetería, donde Yuuri y Yuuko ya estaban esperándoles, con una sonrisa. Víctor tardó solo unos segundos en llegar al lado de su novio, abrazándolo hasta casi asfixiarle, sin darle importancia a las risas de sus amigos.
Yuri apareció unos segundos después, haciendo una mueca al ver cómo el viejo y el cerdo se daban amor. Se sentó junto a Otabek, acariciando su mano lentamente, en un gesto significativo para ambos, pensando que nadie les veía. Minutos después, Víctor dejó en paz a su pareja, para luego sentarse junto a sus amigos, viendo cómo el rostro de Altin cambia drásticamente en cuanto Jean aparece.
Yuri y Jean comparten un beso, por lo que Víctor prefiere iniciar un tema de conversación para obtener su atención.
— Yuuuuri, hoy tienes que estudiar matemáticas conmigo.—Mira a su novio con ojos de cachorro, a lo que el pelinegro solo sonríe, asintiendo. Yuuko por su parte empieza a reír con burla, acusando al peliplateado con su tenedor.
— Víctor, maldito mentiroso, tú harás de todo con Yuuri excepto estudiar.
Las mejillas del japonés se colorean de un rojo fuerte, mientras que Víctor se hace el ofendido, empezando a discutir con Yuuko, tratando de defender su inocencia y buenas intenciones. El resto ve la escena con gracia, lo suficientemente distraídos para no notar la manera en que Yuri acariciaba las manos de Otabek, regalándole una sonrisa.
Pasado el almuerzo, se repartieron en sus respectivas clases, y obviamente Jean acompañó a Yuri hasta su salón, entregándole los papeles corregidos, aquellos que antes contenían ofensas y ahora solo tienen amor por parte del canadiense. Yuri le sonríe algo triste, poniéndose de puntitas de darle un beso al pelinegro. Leroy le sonreía igual que siempre, completamente ajeno a todos los pensamientos que rondaban la mente del rubio.
— ¿Nos vemos más tarde?—Yuri le sonríe con culpa, negando suavemente.
— Voy a clases con Yakov, ¿Mañana?
— ¿No es día de Beka?—Jean se da cuenta del tono acusador que usó inconscientemente, sonriéndole a Yuri para quitarle algo de importancia.
— Lo siento...—Yuri baja el rostro, odiándose por completo.
Era el peor novio del mundo, incluso cuando no quería dañar más a Jean, no podía evitarlo. El hecho de que mantuviera en secreto algún tipo de relación con su mejor amigo tampoco le ayudaba en mucho, cualquiera creería que él no quería a Leroy.
Jean por su parte solo soltó un suspiro, contando hasta diez dentro de sí mismo, volviendo a sonreír para Yuri. Pasó sus brazos alrededor del rubio, en un abrazo más que necesitado. Si alguien le preguntara sobre su relación, seguramente diría que era lo mejor que le había ocurrido en la vida, y si bien era cierto, la verdad es que en los últimos días tenía el presentimiento de que esta ya estaba llegando a su fin. Yuri no era el mismo, por muy cliché que esto pueda sonar, al comienzo parecía tan enamorado cuando le hablaba y le veía, sus besos eran más y más intensos, sin querer soltarse nunca; ahora ni siquiera podían compartir más contacto, pues Yuri rehuía de él.
Quería engañarse y pensar que todo eran solo ilusiones de él, pero era un hecho de que algo le ocurría a Yuri, y él quería descubrirlo.
— Está bien, kitten, suerte con Yakov y Otabek.
Yuri le ve con tristeza, sintiendo que tal despedida podría tener algún otro significado. Toma al pelinegro desde la nuca para que se agache a su altura, juntando sus labios en un beso desesperado, sin ganas de separarse. Puede ver la sonrisa de Jean antes de entrar por fin a clases, volviendo a sentir la opresión en su pecho.
🌹
Sus pies se deslizan con gracia a lo largo del salón, elevándole hasta lo más alto, cayendo con gracia sobre sus hermosas zapatillas de punta, las mismas que su abuelo arreglaba para él. El espectáculo que estaba dando podía parecer hermoso y majestuoso para los ojos de cualquiera, mas Yakov sabía que algo no estaba bien en la mente de su discípulo. Sus movimientos suaves demostraban preocupación, su rostro normalmente relajado ahora tenía una mueca, incluso estuvo a punto de perder el equilibrio en el tercer fouetté.
— Yuri, terminamos.
La voz grave del ruso hace eco en el lugar, además de los jadeos del rubio, completamente agotado. Yuri ve a su maestro con culpa, sabiendo que hoy no ha sido tan maravilloso como otros días. Yakov llega hasta su lado, poniendo una mano en su hombro, con una semi sonrisa en los labios. Incluso cuando no le deslumbra como siempre, Yakov confía plenamente en Plisetsky, sabe que ese rubio haría hasta lo imposible para alcanzar la cima y ser el mejor, tal y como lleva demostrándolo desde los ocho años.
Para el mayor, Yuri ha sido como un hijo, por eso sabe que llevárselo a Lilia será lo mejor, aunque ese es un secreto que el rubio aún no sabe.
— Estás perfecto como siempre, pero quiero que dejes de preocuparte cuando bailas, eso te opaca por completo.—Yuri asiente con tristeza, Yakov suspira, viendo de reojo hacia afuera.—Además, si tu novio es una distracción, no quiero que lo traigas más, jovencito.
Yuri levanta la cabeza de golpe, buscando con la mirada a Jean. Sus ojos vagan por el lugar, deteniéndose en el pelinegro sentado en uno de los sofás más alejados, con un rostro estoico. Una sonrisa involuntaria llega a sus labios, al notar como Beka alza sus pulgares, cambiando su expresión a una sonrisa. Vuelve a prestarle atención a Yakov, quien solo niega lentamente, dejándole ir.
El menor toma sus cosas y llega en un segundo junto a Otabek, mirándole sin compartir palabra alguna, y es que luego de tantos años, ya no era necesario. El moreno se pone de pie y con solo ver la expresión berrinchuda de Yuri ya sabe lo que este quiere, por lo que le toma en brazos, llevándolo sobre su espalda sin importarle los reclamos fingidos de su amigo. Los mismos que de un momento a otro dejan de escucharse y son reemplazados por la risa estridente de Plisetsky, junto a la risa de Otabek.
Llegan hasta el estacionamiento ubicado en el subterráneo, el kazajo deja a Yuri sobre su motocicleta, sin esperar mucho más para agacharse y depositar un beso en sus labios. Sus bocas se encuentran y sus lenguas se saludan, olvidando todo uso de razón que no tenga relación al sabor de su cariño, sus besos y sus caricias. Otabek se separa primero, feliz de ver la mueca de molestia en el rostro del rubio. Vuelve a dejar besos sobre él, aunque estos son mucho más castos y van de un lugar a otro, evitando sus labios.
— ¿Vamos a casa?
La pregunta del rubio le descoloca un poco, sintiéndose extrañado con el hecho de que Yuri ya considerara su hogar como algo que era también de Otabek. Eso solo pudo hacer más feliz al kazajo, que no tardó en ponerle un casco a Yuri, para luego acomodar el propio y subir a la motocicleta, aún con la sonrisa en el rostro.
— Vamos.
Yuri envolvió la cintura de su compañero, abrazándose a él sin miedo alguno, con su corazón y mente en calma, disfrutando el viento y el ruido de la autopista. A lo largo de su amistad, Yuri había descubierto que no había momento más íntimo que ese, donde eran solo ellos dos y no eran necesarias las palabras, porque Yuri abrazado a Otabek era todo, su calor le inundaba y ponía todo de él en juego. No había preocupación alguna, no había lugar a confusiones.
Por desgracia esos momentos duraban muy poco, pues en un abrir y cerrar de ojos, ya estaban ambos afuera del hogar Plisetsky, estacionando en el garage de la casa. Yuri tardó solo un par de segundos en entrar y ver a su abuelo en la cocina, preparando té. Llegó hasta él con una sonrisa en el rostro, besando su mejilla y dándole un abrazo, siendo por completo correspondido.
— ¿Por qué tan feliz, vienes con Otabek?—Yuri frunce el ceño al verse descubierto, mas no puede evitar la sonrisa involuntaria.
— Sip, está guardando sus cosas, así que en cuanto entre le dices que se haga cargo del té y tú vas a descansar.
— Yuratchka, Otabek es visita, y yo ya he descansado suficiente.—Yuri imita el gesto de su abuelo, poniendo sus manos en su cintura y usando un tono grave, casi con mofa.
— Abuelo, Beka dejó de ser visita hace muchos años y ahora prácticamente vive aquí. Si no le dices que lo haga, seguramente él lo hará igual, así que deja ahí y ve a descansar, yo te llevo una taza en un momento.
Yuri sube las escaleras sin esperar respuesta, quitándose su ropa sucia en el camino, llegando al baño solo en ropa interior. La ducha le sienta de maravilla para sus músculos, relajándolos por completo hasta el punto de casi caer dormido. En cuanto sale, se pone un par de leggins y una sudadera que probablemente sea de Otabek.
Se sorprende cuando baja las escaleras y se encuentra con el su abuelo cocinando junto al kazajo, ambos demasiado concentrados en su conversación y cocina como para prestarle atención. No puede evitar que su imaginación vuele y piense en cómo sería una vida así, con Otabek cocinando para él luego de sus clases de ballet, serían eternos viajes en motocicleta y tardes de películas, besos que no tendrían que esconderse y abrazos que significarían más que cualquier promesa. Se imagina un futuro con Otabek, sin pensar en las posibilidades de ello, olvidando la realidad de su relación clandestina y permitiéndose soñar un rato.
Estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó cuando depositaron un plato de sopa humeante frente a él, que olía demasiado apetitosa. Durante la cena el tema de conversación por excelencia era Yuri Plisetsky, y es que tanto Nikolai como Otabek amaban hablar del rubio, sobre todo cuando recordaban anécdotas de este. Yuri se dedicaba a contradecir todo lo que ellos decían, avergonzado.
🌹
Así como era tradición que cenaran juntos, ellos solían tomar el postre viendo alguna película, casi siempre basada en el gusto del menor. Aunque ahora Nikolai estaba lo suficientemente cansado para no participar en la noche de cine, así que Yuri y Otabek decidieron ir hasta la habitación del rubio.
Yuri ya estaba recostado casi quedándose dormido cuando Otabek apareció frente a él con un plato lleno de galletas que le quitaron todo rastro de sueño. En cuanto las vio, el rubio sintió una incomodidad en el pecho, recordando ese día, hace cuatro años, cuando comenzaron los problemas. Yuri recuesta su cabeza en el pecho del kazajo, quien no tarda en dejar caricias sobre esta, comiendo tranquilo.
— Dale un abrazo de mi parte a tu madre, sus galletas siguen siendo mucho mejores que las mías.—Otabek suelta una risita, besando la coronilla del rubio.
— Eso es porque ella sí sigue la receta, Yura.
— Eres un malagradecido, ve a dormir al sofá.—Yuri no tiene tiempo de fruncir los labios antes de que Otabek los bese, quitándole cualquier rastro de berrinche.
A tientas, el menor busca el control remoto y logra apagar el televisor, convencido de que harán cualquier cosa menos ver una película. La lluvia resuena allá afuera, y está seguro de que mañana habrá nieve, por lo que seguramente se quede acostado con Otabek todo el día. Tal y como estaban ahora, con el moreno apoyado sobre sus codos para no aplastar a Yuri, besando sus labios con paciencia y cariño, repasando cada detalle de su boca, la dulzura y suavidad que podrían volverle loco.
El movimiento de sus labios era acompañado por las caricias que se daban el uno al otro, las manos de Yuri iban desde la espalda de Otabek hasta su nuca, revolviendo sus cabellos; las manos del moreno se aferraban a la cintura de Yuri, con la única preocupación de mover su lengua con mayor precisión, escuchando los gemidos ahogados que a veces soltaba el menor. De un momento a otro sus bocas se separaron y Otabek llevó sus besos castos hasta la piel de Yuri, primero sus mejillas, su cuello, sus clavículas y sus hombros, llenó de besos cortos toda la piel visible, subiendo hasta el lóbulo de su oreja, donde decidió lamer con paciencia, para luego usar sus dientes. Yuri gimió bajito, preocupado de que su abuelo le escuchara.
En medio de los besos, no pudo evitar soltar una risita, aferrándose del cuello del kazajo, buscando sus labios a tientas en medio de esa felicidad que llenaba su corazón. Otabek sonreía igual que él, yendo con calma, acariciando cada vez un poco más de piel. Luego de unos largos minutos, decidió quitarle la sudadera al menor, viendo con adoración su piel suave y nívea, cada curva, cada detalle que le convertía en el ser más perfecto que había pisado la Tierra.
Un ángel.
Sus ojos se encontraron y no necesitaron más, Yuri le quitó la ropa con un poco más de rapidez, disfrutando de la vista que recibía del pecho del kazajo, sus músculos duros y grandes, su espalda ancha y sus brazos fuertes, los mismos que podrían protegerle de cualquier peligro. Cambian de posiciones y terminan sentados sobre sus rodillas, viéndose a los ojos, antes de volver a besarse, dejando que sus manos recorrieran sus cuerpos.
Otabek lleva su lengua hasta el pecho de Yuri, lamiendo cada porción de piel, desde sus pezones hasta sus caderas, poniendo especial atención en los huesos de estas. Yuri acabó recostado nuevamente, moviéndose inquieto en el colchón, envuelto en el éxtasis que le causaba el amor de Otabek Altin. Sus gemidos quedos llenaban la habitación, opacando por completo el sonido de la lluvia que azotaba las ventanas.
De un momento a otro Otabek había perdido sus pantalones, y Yuri sentía suficiente curiosidad como para dejar de lado su vergüenza y llevar sus manos hasta el moreno, explorando las dimensiones de lo que su ropa interior ocultaba. El sonrojo invadía sus mejillas y los gemidos salían cada vez más seguidos, sobre todo cuando el kazajo intentó quitarle los pantalones, rozando su erección.
— Yura... ¿Por qué tienes que usar pantalones tan apretados?—Otabek batallaba para deslizar la prenda por las piernas del menor, quien reía inocente.
— No sabía que íbamos a hacer esto, ¿okay? Deberías decirme cada vez que vayamos a follar, así yo me preparo y me pongo mi conjunto de lencería.
Otabek suelta una risa, quitándole al fin los dichosos pantalones al menor. Toma las piernas del rubio y las acaricia de arriba a abajo, comiéndolas con la mirada, prestándole mayor atención a sus muslos. Se ubica frente al rubio, agachándose hasta juntar sus rostros lo suficiente como para compartir el aliento, viendo sus ojos fijamente.
— Nosotros no follamos, Yuri, tú y yo hacemos el amor.
Antes de que Yuri pudiera siquiera decir algo, ya estaba siendo besado por Otabek, robándole el aliento y la razón. Los labios del kazajo se deslizan hasta la piel de Yuri y llegan hasta sus muslos, recorriendo sus largas piernas, las mismas que el rubio decide enrollar su cintura. Entre besos y caricias, gemidos y risas por parte de Yuri, quedan sin prenda alguna que les cubra. El moreno lame uno de sus dedos y lo introduce en Yuri, robándole un gemido profundo, seguido por otros más en cuanto le embiste con sus dedos.
— ¡Ah...! Beka.
Otabek le ve directamente a los ojos, Yuri se pierde en medio de los ojos achocolatados del moreno, llevando sus manos hasta el rostro moreno del kazajo, compartiendo sonrisas, escuchando los truenos que son incapaces de sacarles de su calma. Otabek cierra los ojos y llega al rostro de Yuri, susurrándole demasiado bajo, con su voz grave.
— Te amo.
Yuri sonríe, las manos del moreno le acarician antes de alzar su cadera e introducirse en él, lentamente, llenando de calor al rubio. Yuri gime sin remedio, casi sin medir el volumen, arrastrando sus manos hasta la espalda de Otabek, enterrando sus uñas en cuanto las embestidas comienzan.
— Te amo, ah... te amo.
Las embestidas lentas se pierden entre el deseo de ambos, Otabek va más rápido y profundo, Yuri gime más alto y el moreno debe besarle, temeroso de que Nikolai les escuche. Yuri se retuerce en la cama, sollozando de placer, gimiendo ante las penetraciones certeras que el moreno le daba. Los gemidos iban cada vez más alto, así como cada vez más seguidos, sin darle tregua al menor. Otabek le sonríe a Yuri, besando su mejilla.
— Amor... Si sigues gimiendo así, tu abuelo me va a matar mañana.
Yuri muerde su mano, Otabek la reemplaza por sus labios, compartiendo un beso en el momento justo en que el rubio toca el cielo con la punta de sus dedos gracias al placer que Altin le hace sentir. Otabek muerde su cuello para evitar ser ruidoso, gruñendo en él cuando toda la tensión acumulada se expande, dándole latigazos de éxtasis que le hacen aferrarse al menor.
El sonido de sus respiraciones ahogadas y jadeantes llena la habitación, al igual que la lluvia y los truenos. En medio de la oscuridad, Otabek abraza a Yuri y junta sus manos, cubriendo su cuerpo con sus brazos fuertes, sin querer soltarle nunca.
Aunque estaba seguro de que a la mañana siguiente Nikolai Plisetsky le iba a asesinar.  
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 17: Amárrame
Ay, quiéreme de apoco
Pero que no me dé cuenta y que nadie sepa
Ven y cuídame
Pero que parezca que me estás haciendo daño
Cúrame, y enférmame de poco a poco a poco
Cúrame, y transfórmame en un loco poco a poco
Amárrame
💭
Estaban en la cama del menor, no saben en qué momento o cómo, pero se habían abrazado y de un momento a otro ya estaban recostados, con Yuri apoyando su cabeza en el pecho de Otabek. El moreno cubrió a ambos con una manta, todo era paz y tranquilidad en la habitación, el silencio era interrumpido solamente por la respiración tranquila de ambos. Estaban despiertos, pero no podían hablar.
Otabek pensaba en Mila, inevitablemente. Yuri divagaba en su mente, viajando entre Jean y otras cosas, como el ballet.
Ambos se sorprendieron cuando Canela llegó hasta ellos, caminando sobre Yuri para luego llegar al kazajo, comenzando a lamer su rostro. Otabek sonríe y acepta gustoso la atención, mientras que Yuri observa indignado tal escena. Se levanta de golpe y mira ceñudo a su mascota, tomándola en brazos para luego dejarla en el suelo, haciendo reír a Beka.
— Es mi gata. —Otabek le sonríe a Yuri, viendo su rostro haciendo berrinche.— Yo soy tu gato.
La risa estridente del moreno molesta a Yuri, quien frunce el ceño inevitablemente. Otabek se detiene al ver su expresión, sabiendo por experiencia propia que no era bueno hacer enojar a Plisetsky.
— Entonces tendrás que lamer mi rostro.—Otabek sonríe de lado, provocando un sonrojo en Yuri, quien hace una mueca.
— Asqueroso.
Otabek mira embelesado al chico frente a él, acercándose con cautela, tomando su rostro entre sus manos ásperas. Yuri Plisetsky era tan distinto a él, todo en Yuri era perfección y suavidad, sus ojos eran hermosos, su cabello sedoso y su cuerpo poseía una belleza inexplicable. Podría pasarse toda una vida perdido entre los tonos verdosos y azules de Yuri, sus ojos eran una obra de arte, y sus labios, oh, sus labios eran el dulce que le gustaría probar por el resto de sus días.
Estaban sentados el uno frente al otro, Yuri podía sentir su corazón desbocado, incomodándole. Sin previo aviso, se puso de pie y rebuscó entre el desorden de su habitación, pasaron unos minutos hasta que lo encontró, el disco que Otabek le había dado. Quitó un poco de ropa que había sobre el mueble, poniendo el cd en el reproductor y escuchando las primeras notas de She's american. Sus labios dibujan una sonrisa mientras vuelve a posarse frente a su amigo, acariciando la piel morena de su rostro.
Yuri hunde sus dedos en el cabello oscuro de Otabek, él por su lado acaricia los hombros del menor, acercándose lentamente hasta que siente sus respiraciones mezcladas, viendo los ojos verdes de su amigo, pidiendo permiso. Yuri sonríe, uniendo sus labios con los de Otabek, moviéndolos lentamente, un simple roce que los mantiene juntos por largos minutos. El moreno introduce su lengua, repasando cada detalle con esta, escuchando un ruidito por parte de Yuri. Se separan sin prisa, con una sonrisa en el rostro.
Yuri se recuesta nuevamente, siendo seguido por Otabek. Altin deja su cabeza en el pecho del rubio, este le abraza contra él y acaricia su cabello, con calma. Continúan así por unos largos minutos, en la semi oscuridad del cuarto de Yuri, donde solo una lámpara ayudaba a que pudiesen verse, Otabek mirando fijamente los labios de Yura, quien seguía la letra de la canción en silencio, susurrando.
And if I believe you, Would that make it stop if I told you I need you?
Antes de dormirse, Otabek se ubica sobre Yuri, llenando su rostro de besos castos, desde sus párpados hasta sus labios, entre sus mejillas y sus pómulos, sobre su pequeña nariz. Luego vuelve a recostarse sobre él, abrazándolo con fuerza, sin separarse en toda la noche.
🌹
Al día siguiente, Nikolai Plisetsky llega al cuarto de su nieto, encontrándolo abrazado a su amigo. El ruso no puede hacer más que sonreír, tomando a Canela en brazos para ir a preparar el desayuno. Poco después el kazajo despierta, aún entre los brazos de Yuri, quien duerme en completa paz. Tanta paz que incluso un hilo de baba cae entre sus labios, haciendo que Otabek deba aguantar una carcajada. Toma su celular y le saca una foto, para reír luego. No obstante, toda risa queda en segundo plano cuando ve un mensaje por parte de Mila.
"Te extraño"
Pudo ver a Yuri removerse a su lado, casi despertando. No le costó mucho tomar una decisión, pues esa misma tarde terminaría con Mila, sin importar qué.
Yuri por su parte estaba recién despertando, sintiendo los rayos de sol iluminar su rostro. El olor a huevos revueltos le hace abrir los ojos por completo, quitándole la pereza. Otabek a su lado sonríe cuando le ve, acercándose para juntar sus labios en un beso lento que se interrumpido por la voz de Nikolai, llamándoles a desayunar.
Ambos bajaron las escaleras entre empujones amistosos y uno que otro beso robado, riendo luego por tal travesura. Plisetsky mayor les esperaba de buen humor, feliz de ver que Yuri volvía a sonreír junto a su amigo. Aunque a estas alturas, Nikolai no sabía si el joven kazajo y su nieto seguían siendo simples amigos. La manera en que Altin miraba a su Yuratchka le dejaba en claro que era algo más que amistad.
Otabek y Yuri acompañaron a Nikolai durante el día, ayudándole a preparar el almuerzo y limpiar la casa, aunque obviamente hicieron ambas cosas entre algunos juegos y risas. A las cuatro de la tarde, Otabek se despidió de Yuri con un beso profundo, ocultos en la cocina, donde su abuelo no pudiera verles. Al salir de la casa Plisetsky, le envió un mensaje a Mila, para que se vieran a las cinco.
🌹
Otabek nunca había sido bueno con el llanto ajeno, y es que siendo honestos, él ni siquiera era bueno con su propio llanto. El hecho de que estuvieran en una cafetería del centro, rodeados de algunas personas, hacía todo peor. Una parte de él quería consolar a la pelirroja, mientras que también pensaba que eso podía ser una mala idea. Abrazar a Mila podría confundirla, pero tampoco podía dejar que se deshidratara de tal manera.
La verdad es que se le había hecho un nudo en la garganta al ver las lágrimas que bajaban sin cesar por el rostro de Babicheva, tiñéndolo de negro gracias a su maquillaje.
— Mila, detente, escúchame.
No había servido de mucho hablarle, pues ella seguía sollozando, cubriendo su rostro con sus delicadas manos. Otabek mandó al carajo su ética y se puso de pie para luego agacharse frente a la pelirroja, tomando sus manos para que le viera a los ojos.
— Mila, no tendrías por qué estar llorando, soy un idiota, no vale la pena... — La chica separa sus manos, pasándolas por su rostro en un vago intento de limpiar parte de sus lágrimas.
— Otabek, estuvimos un año juntos, ¿Cómo puedes decir que no tengo por qué llorar?
— Lo siento, lo siento...—Un suspiro se escapa de los labios del moreno, a la vez que Mila pasa de la completa tristeza a la ira, golpeando el hombro del kazajo frente a ella.
— ¡Decir lo siento no arregla nada! No puedo creer que después de todo lo que he hecho por ti me termines así, ni siquiera hay un motivo...
Otabek desvía la mirada, alertando a la pelirroja, quien abre los ojos desmesuradamente, casi sin rastros de lágrimas.
— Oh, maldito desgraciado...
— Mila, no es...
— ¡Ni se te ocurra decirme que no es lo que creo! Mierda, Otabek, me engañaste. No puedo creerlo, grandísimo hijo de puta.
Otabek siente la mirada de algunas personas en ellos, sin embargo Mila no parece inmutarse, ni siquiera cuando el moreno intenta llamarle, sin resultado alguno. La pelirroja toma su bolso completamente furiosa, Otabek se pone de pie para darle algo de espacio, sin saber que la chica le daría una cachetada antes de irse.
Ni siquiera se quejó del dolor, pues sabía que la tenía muy merecida.
🌹
Peor que haber terminado con la mejilla ardiendo, fue el hecho de llegar a la escuela el lunes y darse cuenta de que ya todos sabían que Otabek Altin había engañado a Mila Babicheva, como el imbécil que ya todos conocían. Sus meses de salidas nocturnas con Víctor le habían dejado una mala fama, y ahora veía las consecuencias. Durante el almuerzo, sin embargo se sintió un poco menos miserable, pues se encontró con Yuri.
En cuanto el rubio vio a su amigo, no dudó en saltar sobre él, haciendo sonreír al resto de sus amigos, inclusive Jean. A pesar de que Yuri alegraba bastante su día, Otabek podía seguir sintiendo las miradas de odio de algunas personas, sobre todo del grupo de Sara Crispino, quienes de seguro habían esparcido el comentario de que era un hijo de puta.
No tenía derecho a quejarse.
No le molestaba tanto el hecho de haber terminado con Mila, pues era lo correcto, sin embargo lo que sí le molestaba (y mucho) era el hecho de que Yuri siguiera con Jean. En una relación sin sentido, y es que sentía que todo lo que había pasado entre ambos durante el fin de semana había sido olvidado por Yuri.
Ahora estaban en una cuerda floja, amándose sin querer, fingiendo que esas sonrisas son de simple amistad, que esos abrazos no buscan ser algo más. Quizás tendría que ser así, quererse sin que nadie se de cuenta, que para los ojos de los demás sean los mejores amigos de siempre, amigos que en cuanto tienen oportunidad comparten un beso.
Estaría amarrado a Yuri Plisetsky, estaba dispuesto, su amor era capaz de curarle y volverle loco de a poco.
🌹
No podía mantener la calma, no mientras viera a Otabek y Yuri tan felices, le molestaba como el infierno. Sabía que ambos se gustaban, lo supo hace muchos meses, años incluso, sin embargo pensó que todo habría quedado en el pasado cuando consiguieron pareja. Obviamente eso no fue así, pues en la fiesta en casa de Víctor vio cómo ambos se encerraban en una de las habitaciones, de donde no salieron hasta el día siguiente, con un Yuri cubierto de lágrimas.
Le molestaba que Jean estuviera en medio, que Altin y Plisetsky sean los suficientemente idiotas para dañar así al canadiense. Si Yuri no quería decirle la verdad a su novio, entonces se vería en la obligación de interferir.  
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 16: Para ti
Puedes jugar conmigo
Mi corazón está de testigo
Yo sé que en el fondo, solo quieres un poco de amor.
Y ahora quieres volver conmigo
Matar el dolor, ganarle al destino
Y quieres pedirme que te cante nuestra canción.
💭
Habían pasado dos semanas desde el cumpleaños de Yuri, la noche en que su amistad con Otabek se perdió entre besos y caricias. Desde ese día no había hablado con el moreno, le evitaba en la escuela y no respondía a sus mensajes y llamadas, sin siquiera darse el tiempo de abrirlos.
No quería saber nada de Otabek Altin, no era sano.
Luego de engañar a su novio, las cosas para Yuri se derrumbaron poco a poco. Distanciarse de Otabek era un mal necesario, aunque esto no lo hacía menos doloroso. Y es que al ser Yuri una persona con un círculo social tan pequeño, la única compañía que tenía la mayoría del tiempo era Jean. Y ver al canadiense era tan doloroso.
Veía en Jean a su mejor amigo, veía sus ojos castaños, veía el engaño.
Las cosas no eran iguales con su novio, no podía compartir sus besos con calma, no podía aguantar las lágrimas por mucho tiempo.
Obviamente este tipo de cosas no pasaron desapercibido para el canadiense, él sabía que algo le ocurría a su gatito, quería hacer todo lo posible para que volvieran a la normalidad y Yuri dejara de sentirse mal. No podía simplemente hacer oídos sordos a la situación, amaba demasiado a su novio como para no ayudarle, porque él lo sabía, algo le ocurría, y seguramente tenía relación con su pelea con Otabek.
Es por eso que ahora estaba ahí, al lado de la pista de entrenamiento de la escuela. Vio como Chris y Georgi pasaban, enfrascados en algún tema, a lo lejos pudo visualizar a Víctor hablando con Otabek. Sin pensarlo por mucho más, fue hasta ellos, interrumpiendo su conversación. Víctor detuvo su palabrería enseguida, mientras que Otabek miraba intrigado al recién llegado.
— Otabek, ¿Podemos hablar?—Víctor le lanza una mirada al kazajo, para luego sonreír como siempre, tomando su mochila y acomodándola sobre su hombro.
— Nos vemos el lunes, Beka. Nos vemos. Jean.
Leroy le sonríe a Víctor, viendo como se va y le deja solo junto a Otabek, ambos en un silencio sepulcral. Se voltea hacia el moreno y puede percibir la duda en sus ojos castaños, por lo que decide ir al grano, sin preámbulos.
— Otabek, quiero pedirte un favor.
— ¿Un favor?
Leroy asiente, mientras que Otabek se pregunta si acaso el canadiense sabrá lo ocurrido con su novio. De tan solo pensarlo, siente un escalofrío, esperando la respuesta del más alto. No sería raro si Jean supiera que durmió con su novio, después de todo, Yuri no puede aguantar las mentiras por mucho.
— Sé que puede sonar algo extraño, pero quiero que arregles las cosas con Yuri.— Ante la mirada confundida del moreno, Jean se apresura en aclarar las cosas.— Mira, no sé qué fue lo tan terrible para que ustedes lleven tanto tiempo peleados, pero en serio no está bien. Ustedes en verdad son demasiado tontos como para discutir por pequeñeces, y además no se dan cuenta del daño que se hacen.
— Jean, no creo que esto se pueda solucionar así como así...
— Yuri te necesita, es distinto si no estás con él, le haces falta.
Jean dice con dolor esa última parte, dolor que es percibido por el kazajo y le hace sentir como la peor persona del planeta Tierra.
— Él también me hace falta, le necesito.
🌹
Esa misma tarde, luego de darse una ducha y despedirse de su madre con un beso en la mejilla, Otabek fue hasta la casa Plisetsky, donde Yuri y Nikolai compartían un montón de galletas hechas por el menor, sentados en el salón.
El sonido del timbre alertó a los rusos, que se miraron confundidos. A pesar de la insistencia de su nieto, fue Nikolai quien decidió ir a abrir la puerta, encontrándose con el mejor amigo de su Yuratchka, Otabek Altin. Obviamente le hizo pasar, sobre todo porque ya era bastante tarde y hacía demasiado frío. Nikolai llegó con el moreno al salón, sorprendiendo a Yuri.
— Tienes visitas, Yuratchka.— Yuri frunce el ceño, dejando sus galletas en la mesa de centro para luego levantarse y llegar hasta el moreno, tomando su mano.
— Estaremos arriba, abuelo.
Yuri le sonríe, tirando de la mano del kazajo para llevarlo hasta su habitación, donde puedan hablar tranquilamente. Nikolai sonríe al ver a su nieto con su mejor amigo, ve como ambos suben las escaleras y desaparecen en el segundo piso. Por su parte, él saca uno de los libros y se dirige a su habitación, para evitar el frío.
Yuri y Beka llegan hasta la habitación del menor, en un silencio incómodo que vuelve pesado el ambiente. El rubio prende la calefacción y se quita el sweater y las zapatillas, sentándose sobre su cama. Otabek le ve embobado, sin saber qué hacer, no se sentía con el derecho para nada, ni siquiera para estar ahí.
— Vamos, habla. —Yuri le ve con insistencia, a lo que Otabek obedece ubicándose junto a él en la cama, con algo de timidez en sus acciones.
— Lo siento, Yura.
Yuri se cruza de brazos y evita la mirada del moreno, sintiendo un nudo en su garganta, así como sus ojos se comienzan a arder. Otabek por su parte toma el rostro del menor entre sus manos, para ver esos ojos verdes que tanto le gustan, para saber qué piensa el rubio a su lado.
— Lo siento, lo siento, lo siento...
Los murmullos de Otabek pierden intensidad mientras se acerca más al rubio, acariciando sus mejillas con sus pulgares, acomodando su rebelde cabello. Yuri mantiene su boca cerrada, viendo al kazajo directamente a los ojos, escuchando atentamente y peleando consigo mismo.
— ¿Qué lamentas?—La voz débil del rubio le distrae, haciendo que pierda el sentido entre su imagen delicada y perfecta, junto al calor de su cercanía.
Le extrañó tanto.
— Lamento ser el imbécil más grande de Kazajistán y Rusia, perdóname por ser un homofóbico conmigo mismo, por tratarte mal todos estos años y por comportarme como un idiota contigo y tu novio. Por sobre todo, lamento ser lo suficientemente estúpido para tardar siete años en darme cuenta de que estoy perdidamente enamorado de ti, Yuri Plisetsky.
Sin siquiera darse cuenta, estaban el uno frente al otro, lo suficientemente juntos para compartir el aliento en un beso más que necesitado. Yuri desvía los ojos sin poder aguantar más las palabras del moreno, sintiendo un nudo en su garganta y los ojos acuosos, nublando su vista. Estaba enojado, dolido, quería llorar y golpear a Otabek, así como también se quería golpear a sí mismo.
— No me puedes hacer esto, Otabek.—La voz de Yuri sale como un sollozo involuntario, lastimando al kazajo.
— Lo siento.
— No puedes simplemente hacerme esto y decir que estás enamorado de mí, Beka, no sabes cuanto quise escucharte decir eso hace tanto. No puedes solo venir aquí y confundirme más, hacer que te perdone porque tienes mucho control sobre mí...
— No, Yura, tú eres quien tiene control sobre mí. No sabes cuanto te necesito, soy un egoísta, quiero que seas solo mío aún cuando te hago mal, incluso cuando no puedo ofrecerte lo mismo que otra persona. Quizás debería dejar todo en paz, pero no puedo, Yura, eres lo único real en mi vida.
El moreno siente su pecho oprimirse, sospesando lo dicho, dándose cuenta de la verdad.
Yuri Plisetsky era lo único real, lo único por lo que valía la pena intentarlo. En una vida donde no podía decidir, él quería arriesgarse y elegir a Yura, el lado incorrecto, el que le hacía feliz.
— No me mientas más.—De no ser porque está a punto de sollozar, Otabek pudo haberse ofendido con tal petición.
— Nunca he sido más honesto en mi vida, Yura, de hecho siento que todo este tiempo he vivido una mentira. Me gustas, te quiero, te amo, nunca he sido más honesto conmigo mismo, Yura.
— Yo también te amo, Beka.
La voz temblorosa del rubio conmueve a Otabek, quien no tarda ni un segundo en rodearlo con su cuerpo, en un abrazo dulce y apretado. Yuri se aferra a la camiseta del kazajo, permitiéndose sollozar sobre esta, en un intento de quitarse el dolor en su pecho. Otabek acaricia su cabello, dejando besos sobre su coronilla de vez en cuando, apretando más al menor contra su pecho. Yuri disfruta las caricias y cierra los ojos, dejándose llevar por el aroma del moreno. Siente el cariño en los besos y por un segundo olvida todo lo demás, deja de lado a Jean, Vladimir Altin, Mila, toda Rusia.
Nada importaba si estaba entre los brazos de Otabek, incluso la angustia que le hacía sentir, incluso si amarlo tanto era tan doloroso. Podría aguantar lo que fuera, porque era para él, y Yuri sabía que Otabek necesitaba su amor así como él necesitaba el suyo, y estaba dispuesto a calmar su dolor y secar cada una de sus heridas, porque era él.
Incluso si para eso debía sufrir él.
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 14: Que se acabe el mundo por favor
Que se acabe el mundo, por favor Sí, yo reconozco mi error Se me parte un poco el corazón Pero es gasolina para quemar fotos de ti Y de mí, y de ti
💭
Pudo haber sido la luz que se colaba por la ventana, las aves cantando afuera, o quizás el frío que sentía en sus hombros desnudos, sin embargo, no fue nada de eso. Lo que despertó a Otabek Altin esa mañana de día domingo, fueron uno sollozos suaves.
Tardó solo unos segundos en reconocer de quien provenía ese llanto, alarmándose. Tardó un poco más en recordar donde y en qué condiciones estaba, por lo que antes de llevar sus manos hacia Yuri para consolarle de su angustia, se tapó el rostro, afligido.
Hace unos años había entendido que el alcohol no era bueno, hoy lo había comprobado nuevamente, recostado en una cama desconocida, sin su ropa, con Yuri Plisetsky llorando a su lado.
El rubio estaba sentado a su lado, su pecho pálido se movía agitado con los sollozos, no podía ver su rostro, porque sus manos lo ocultaban. Otabek le observó en silencio por unos segundos, procesando la situación, maldiciendo al universo. Al pasar los minutos, el llanto de su amigo no disminuía en lo más mínimo, así que optó por hacer algo al respecto y sentarse a su lado, ignorando su propia mente y el desastre que había en ella.
Yuri le escuchó acercarse, pudo sentir como el moreno llegaba a su lado, y no dudó en alejarse. Otabek vio a su mejor amigo huir de su tacto, sintiéndose incluso peor que antes. Siendo honestos, estaba confundido.
Se sentía mal, y los sollozos de Yuri solo le hacían sentir peor, sin embargo había algo que le daba vueltas y vueltas en la mente. Sabía que estaba bebido, sabía que fue un error subir con su mejor amigo a una habitación, sobre todo luego de que habían compartido un beso en casa del rubio. Había sido un error, todo, desde el momento en que tuvo el atrevimiento de ver a Yuri de otro modo, pensar en sus labios y sentir el deseo de besarlos y morderlos.
Estaba mal, estaba tan jodidamente mal.
Y Yuri seguía llorando desde el otro lado de la cama, con su teléfono en las manos.
— Yura, detente.
El menor detuvo su llanto solo para mirar a Otabek con la cólera marcada en el rostro, aún húmedo por las lágrimas. Sin siquiera pensar en el lugar donde estaban, o como estaban, Yuri se acercó hasta el kazajo, hecho una furia.
— ¿¡Qué me detenga!? ¡Por supuesto, claro! ¡Como si fuese fácil despertar y darte cuenta de que la cagaste en grande!
El moreno cambia el gesto, molesto consigo mismo, enfadado por haber sido tan imbécil y cometer un error tan grande como confundirse con su mejor amigo, un chico. Un error imperdonable y tonto, porque él no era gay, obviamente. Enfadado con el alcohol que decidió jugarle una mala pasada, llevándole hasta una situación como esta. Furioso con todos, porque lo que él más odiaba era ver a su mejor amigo triste, y ahora por su culpa su rostro demostraba una pena terrible, hipando y sollozando sin control, con esos hermosos ojos verdes llenos de lágrimas.
Las cosas nunca salían bien cuando estaba molesto.
— Deja de llorar, no eres el único que la cagó, ¿Sabes? Esto es una estupidez, Yuri, no significa nada. Solo bebimos demasiado y por algún motivo acabamos aquí, simplemente ocurrió.
— Ocurrió porque eres un maldito imbécil que hace semanas decidió dejar su heterosexualidad por dos segundos y darme un beso. Dime, Beka, ¿Eres heterosexual ahora?
Yuri estaba lo suficientemente herido con las palabras del moreno como para decir algo así, con la intensión de herirle también. Su mente era un remolino, porque si bien Otabek tenía razón en catalogar su noche como un error, Yuri no sabía por qué se sentía tan bien.
— Deja de decir idioteces, no soy gay, Yuri. Fue todo una confusión, lo lamento, en serio...
Quiso seguir molesto, pero la furia que sentía se mezcló con la tristeza que sintió al escuchar las palabras de su mejor amigo. Porque, claro, todo fue una confusión, así que el kazajo no le quería, no le adoraba. La noche que se sintió perfecta, ese platónico de cuatro años, ese primer beso apasionado, sus caricias lentas y suaves, la pérdida de su virginidad; todo fue una confusión.
Inevitablemente, las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, aunque quisiera mostrar una sonrisa sarcástica, casi burlándose de la situación para no mostrar su verdadero dolor.
— ¡Me quitaste la maldita virginidad, Otabek! ¡Y tú le dices confusión!
El kazajo vuelve a tapar su rostro, rogándole a Dios que todo fuese tan solo una pesadilla. Aunque, después de lo que hizo, seguramente Dios no tendría tan buena disposición para ayudarle. Su celular suena sobre la cama, alertando a ambos. Yuri hace una mueca, disgustado, pues sabe perfectamente que es Mila quien le está enviando mensajes a Otabek.
Antes de que Beka pueda siquiera ver su teléfono, Yuri llama su atención, pateando las sábanas y levantándose con rapidez. Comienza a buscar su ropa, vistiéndose aún entre sollozos y maldiciones, molesto no solo con el hecho de haber engañado a su novio, sino que además estaba celoso de la novia de su mejor amigo.
Otabek observa a Yuri, la manera nerviosa en que toma su ropa y como sus dedos tiemblan cuando se la acomoda. Su cabello es un desastre y sus ojos están demacrados, junto a las lágrimas y la hinchazón, sus labios rosados que anoche parecían tan besables ahora tiritan levemente. Por su parte el moreno deja de lado el teléfono, comenzando a vestirse de igual manera. Yuri comienza un monólogo mientras arregla sus botas, dándole la espalda a su mejor amigo.
— No sé cómo voy a ver a Jean ahora... Esto es tan tonto, él es demasiado bueno para mí, pero aún así...— Un sollozo involuntario le interrumpe, mientras que Otabek le ve preocupado, pensando en acercarse a él y darle consuelo.— De verdad te envidio, Beka, en serio. Me refiero a que... esto no significó nada para ti, tú solo sigues con tu vida normal, porque acostarte con el idiota de tu amigo no cambia nada en la relación con Mila, ¿Cierto? Ella es tu novia, tú eres heterosexual y yo soy el efecto colateral de una borrachera.
— No, Yura...
— Eso dijiste.
Otabek llega a su lado, con la intensión de aclarar las cosas, quitarle algo de importancia a la situación. Porque no importaba, ¿Verdad? Solo un par de amigos que bebieron y dijeron cosas sin pensar, acabando además durmiendo juntos, simplemente eso.
Yuri se aleja antes de que el moreno le toque, viéndole sin expresión alguna. Las lágrimas han dejado de caer, y sus sollozos están guardados en su garganta, dando paso a la completa decisión.
— No te quiero ver, Beka.— Antes de que su amigo le interrumpa, Yuri se adelanta, hablando con mayor seriedad.— No quiero saber de ti, no más, Otabek. No sé a qué mierda estás jugando conmigo, pero es suficiente.
Yuri decide huir antes de que su voz le traicione, porque el nudo en su garganta es demasiado incómodo y solo quiere llegar a su casa para abrazar a su gata. Abre la puerta y camina apresurado, sin fijarse siquiera en si había alguien por el lugar. Otabek se queda en su lugar, aunque luego solo puede atinar a lanzarse a la cama, cubriendo sus ojos, frustrado, imitando a la perfección el cuadro de Van Gogh.
Incluso más que rabia, ahora solo puede sentir miedo. Miedo a perder a Yuri, miedo de lo que va a ocurrir, miedo de sí mismo. Trata de no darle más vueltas al tema, pero no puede evitar sentirse el ser más miserable dentro del universo, la peor de las personas, aún más cuando decide revisar su teléfono.
[3:40 am] ¿Dónde estás? No te he visto en casi toda la noche:(
[3:45 am] Heyyyy :(
[4:10 am] Me fui con Yuuko, luego de que Takeshi vomitara en un florero. No sé donde mierda estás, pero espero que hayas visto eso, en serio, muchos sacaron fotos y videos.
[9:24 am] Oso dormilón, ¿Puedes hacerme un favor y tomar tu maldito teléfono?
[9:26 am] Espero que la resaca no te esté pegando tan feo, duerme lo suficiente para que dejes de ser un panda, te quiero ♥♥♥♥
Otabek solo puede odiarse un poco más, él en definitiva era el mayor idiota de Kazajistán, e incluso Rusia. No podía entender cómo es que podía hacerle daño a Mila, Yuri y Jean, era una mierda, se sentía una mierda. Y es que en verdad no entendía, porque aunque dijera mil veces que la noche con Yuri Plisetsky fue solo un desliz, no podía quitárselo de la mente, todo le recordaba a él, todo le hacía pensar en cómo un pecado de tal magnitud podía ser a la vez algo tan perfecto.
No entendía como es que tal pecado pudo llevarle al cielo.
🌹
Yuri llegó a su casa a las diez de la mañana, siendo recibido por Nikolai y un tazón gigante de kásha. Hizo todo lo posible por fingir tranquilidad con su abuelo, contando en resumen su fiesta de cumpleaños, omitiendo ciertas partes. Como por ejemplo, el hecho de que bebió demasiado y perdió su virginidad, además de que acababan de romperle el corazón, por segunda... o quizás tercera vez.
Era increíble como es que Yuri podía seguir cayendo por Otabek. Incluso luego de una primera desilusión, seguía amándolo, incluso luego de su primera novia, él le quería tanto como siempre. Era un idiota iluso, anoche cuando se besaban creyó que las cosas iban a ser distintas ahora, se permitió tener algo de esperanzas. Sentir las manos cálidas del moreno, su respiración chocando contra su piel, los besos dulces y movimientos suaves, fue delicado, no fue simple sexo.
O al menos eso sintió él, porque así como ama a Jean, su corazón anoche latía desbocado por Otabek Altin. Cayendo ante él, llegando al éxtasis entre sus brazos, el placer de sus besos y sus caricias. El problema de todo esto, es que la caída debe terminar en algún momento, cuando chocas contra el suelo, y recuerdas que en la vida real los amores no son dulces ni perfectos.
Esta vez le dolió, le dolió como el infierno, porque ayer, mientras su mejor amigo decía te quiero, él solo podía pensar te amo.
¿Hay una diferencia entre querer y amar? Al parecer sí, porque Yuri pensaba que habían hecho el amor, mientras que para Otabek había sido sexo producto de un mal entendido. Quizás habían cosas que simplemente estaban destinadas a no ser, quizás Yuri debía resignarse y entender que no servía para estas cosas. Porque Otabek Altin le mintió otra vez, y Yuri Plisetsky volvió a caer, sin pensar en su novio, el chico que estaba dispuesto a cualquier cosa por él.
¿Hay una diferencia entre querer y amar? Lamentablemente, amar resulta mucho más doloroso, y Yuri se dio cuenta de que probablemente solo quiere a Jean.
0 notes
peachymokka · 5 years ago
Photo
Tumblr media
Capítulo 10: Te enamoraste
   Te enamoraste de otro corazón  no hay nada malo en eso  no tienes que pedir perdón.  
Yo tengo un nuevo amor que me hace tanto bien me quiere como soy quizás incluso como tú me acompaña adonde voy también entiende nuestro amor cuando no tiene explicación ni hace falta discutir.
Bendice mi amor.  
  💭 
Sus besos eran dulces, sus palabras eran cálidas y sus sonrisas brillantes. Jean parecía ser el novio perfecto, y es que él de seguro lo era. 
Yuri nunca antes había tenido pareja, por lo que en cuanto se convirtió en el novio de Jean, se sintió un poco extraño. Era raro poder caminar con alguien de la mano, a veces lo hacía con Otabek, pero no de ese modo. Tenían a penas unos días de noviazgo cuando Yuri presentó a JJ con sus amigos, en la hora del almuerzo, donde estaban todos reunidos. Se sintió algo nervioso, por lo que rápidamente sintió la mano de su novio dándole ánimos. 
— Hey, bueno, ya les había hablado de él, les presento a Jean, mi novio.
La respuesta de sus amigos no se hizo esperar. Yuuko se cubrió el rostro producto de la sorpresa, a la vez que dejaba salir un gritito emocionado; Yuuri le mostró una sonrisa brillante que contrastaba con el ceño semi fruncido de Víctor; Mila le sonreía casi con orgullo, la rusa ya había adoptado a Plisetsky como su hermanito, sobre todo cuando escuchaba a Otabek hablando de él. La mayoría de los presentes estaba felicitando a la pareja, aunque, claro, no todos estaban tan felices con la noticia.
Jean, mientras sonreía aceptando los elogios, podía ver el aura de  molestia que rodeaba al mejor amigo de Yuri. Otabek Altin, el moreno que estaba con su ángel el día en que le vio por primera vez, estaba más serio que de costumbre, aplaudiendo estoico junto a sus amigos. Yuri le había hablado de él un montón de veces, eran mejores amigos hace casi siete años, no tenía que ser un genio para saber y entender que Plisetsky y Altin eran inseparables y que se tenían un cariño enorme.
Jean no podría competir contra eso.
Estaba bien, el canadiense lo aceptó en cuanto conoció a Yuri, porque Otabek siempre fue tema de conversación. Cada vez que Jean le enviaba un mensaje a Yuri preguntándole dónde o con quién estaba, la respuesta era casi siempre "Beka". No era extraño leer o escuchar la frase "Estoy con Beka, es nuestro fin de semana" o "No puedo, voy a ir con Beka", "Beka usa el mismo perfume", "Beka tiene el mismo corte". 
En un comienzo, JJ tenía pensamientos homicidas cada vez que escuchaba el nombre del kazajo, sin embargo terminó por acostumbrarse. Sabía que el amor de Yuri hacia su amigo era completamente distinto, era muy poderoso, no tenía ni voz ni voto en él. Así que Leroy tuvo el plan de hacerse amigo de Otabek, después de todo, tendrían que llevarse bien, ambos tenían algo en común: amaban a Yuri.
No obstante, poco duraron sus planes, pues ahora sentado en la mesa del comedor, Otabek no parecía nada amigable. Sintió como Yuri se sentaba junto a sus amigos, jalándolo a su lado. Quedó cara a cara con el moreno, obligado a observar su expresión severa y la manera en que maltrataba a su almuerzo.
— Así que, Jean, tú eras el chico misterioso que tenía a nuestro Yurio en las nubes...— Yuuko le sonríe al canadiense, mientras Yuri frunce el ceño, completamente avergonzado.
— Se podría decir que sí.
Jean se encoje de hombros, sonriendo encantador como siempre, tomando la mano de su novio para dejar un beso en el dorso de esta. Todos en la mesa dejan salir sonidos de ternura, las mejillas de Yuri enrojecen de un momento a otro.
Otabek deja de prestarles atención, desviando su mirada.  
  🌹  
Era viernes, casi dos semanas después de la presentación de Jean como su novio. Otabek y Yuri estaban en la casa del menor, haciendo galletas para luego seguir con su maratón de Harry Potter. El rubio le había pedido dulces a su abuelo, quien poco a poco tenía mayores problemas con la memoria, así que al darse cuenta de que Nikolai había olvidado su encargó, decidió hacer él mismo un bocadillo. Qué tan difícil podía ser.
— ¿Sabes? No creo que lo estemos haciendo bien, Yura.
Otabek mira el video de la receta, observando la masa suave que no se parecía en nada a la que ellos estaban preparando. Yuri le ve ofendido, a la vez que estira la mezcla con un rodillo para luego cortar figuras de gatitos, sonriendo satisfecho con su resultado.
— Es que en vez de huevo le puse aceite, es casi lo mismo, además le puse más chocolate y miel, más delicioso aún. 
Yuri le sonríe orgulloso, con un rostro demasiado angelical. Otabek deja salir una risita, sin entender cómo es que su mejor amigo ya estaba por cumplir los 17 años. Si fue ayer cuando le vio bailando ballet en la parte abandonada del colegio, el chico con el cabello largo que parecía un hada. 
— ¿Para qué buscas una receta si no le vas a hacer caso?
— ¿Qué vas a saber tú? Cállate y enciende el horno, Otatonto.
El kazajo no puede hacer más que obedecer y reír, ayudando a su amigo con el resto de la masa, cortando gatos y osos. No puede quitar los ojos de Yuri, su mejor amigo sea veía incluso más maravilloso que de costumbre, dejando de lado toda su actitud intimidante para ser el joven que en verdad era. Ambos se sorprenden cuando la gata del menor se sube de un salto a la mesa, regando toda la leche, molestando a su dueño.
— ¡Joder, Canela!— El rubio deja de lado su tarea y en seguida limpia el desastre, Otabek ríe.
— La próxima vez le diré a mi madre que nos prepare galletas, hacerlas nosotros mismos es muy difícil.
— ¿Para qué molestarla, Otabek?— Yuri habla despacio, aún tratando de limpiar el desastre hecho por su mascota.
— Si son para ti, estará encantada. 
🌹   
Para sorpresa de todos, las galletas resultaron todo un éxito, tanto así que Otabek no dudó en comer una bandeja completa. Estaban en la cama del rubio, envueltos entre un par de mantas junto a una fortaleza de almohadas, la gata de Yuri dormía entre ellos dos, aprovechando su calor. La televisión mostraba a Harry Potter, pero el kazajo no estaba prestando atención, pues sus ojos estaban pegados en Yuri, quien estaba enviando mensajes con su celular. 
— Me voy a comer todo si no me detienes, Yura.
— No, imbécil, tengo que dejarle a mi abuelo.— Yuri ve a su amigo con el ceño fruncido, dejando de lado su teléfono. Le golpea en el brazo al darse cuenta de que solo quería llamar su atención.
— ¿Con quién hablas? Harry Potter está esperando.
— Jean.
Yuri acaricia a su gata, Otabek por su parte tiene el impulso de poner los ojos en blanco, sintiendo como de un momento a otro su galleta ya no es tan dulce.
— ¿Qué quiere?
— Solo me habló porque vio mi snapchat, luego hablamos sobre lo que haremos mañana.
Oh, lo había olvidado. Mañana era fin de semana con Mila, y en consecuencia, era el fin de semana de Leroy y Yura. Trató de restarle importancia, viendo en la televisión cómo Draco Malfoy llamaba "estúpido pollo" a Buckbeak. Yuri continúa con su celular.
— ¿Qué harán?— La voz del moreno se escucha ronca, interrumpiendo los pensamientos de Yuri, quien le ve desconcertado.
— ¿Qué?
— Tú y Leroy, ¿Qué harán mañana?— Otabek finge desinterés, llenándose de galletas, acariciando a Canela.
— No estoy seguro. Queríamos salir, pero tengo que estudiar biología, tengo examen el martes...— Yuri frunce el ceño mientras mira la película, Otabek sonríe.
— Puedo ayudarte con biología, si quieres.
El menor le mira divertido, hundiéndose más en la cama, bajo el montón de mantas. 
— Tienes a Mila, Otabek. 
0 notes