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LA HISTORIA DE RUSIA A TRAVÉS DE LOS LENTES DEL VAMPIRISMO
Por Maxim Medovarov
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Uno de los acontecimientos cinematográficos más importantes de este 2021 es la serie Pischeblok (Cadena Alimenticia) de Sviatoslav Podgajewski. El número de críticas positivas que ha recibido esta serie es bastante alto e incluso ha llevado a que se hiciera una “documental sobre la serie” de unos 20 minutos en el que el equipo y los actores daban valiosas explicaciones sobre la trama y la ejecución de la misma. El escritor Alexei Ivanov, en cuya novela se base la serie, también habló muy positivamente sobre la misma. Ivanov es conocido como un autor prolífico y popular que es defensor de ideas liberales, pero él se considera antes que nada un escritor de una obra que es mucho más voluminosa y polisémica de lo que él mismo piensa. Además, la trama y los personajes de la película son muy diferentes a los de la novela. En la película tienen mucha más importancia personajes y eventos secundarios que eran poco relevantes en la novela. Por otro lado, no vamos analizar el excesivo uso de detalles insignificantes que encontramos en muchos personajes o la gran cantidad de escenas eróticas completamente innecesarias para el argumento de la obra. El problema más importante tiene que ver con las diferencias que existen con respecto a la novela de Ivanov, ya que la película cambia sustancialmente la trama de la misma y es precisamente este punto el que queremos comentar.
Uno de los elementos principales de toda la trama es la metafísica del vampirismo que esta explora haciendo referencia a la importancia que tiene el beber sangre a la hora de pensar la política secreta de los grandes soberanos. Este fue un tema que muchos pensadores rusos han explorado y del cual podemos destacar la correspondencia entre P. Paul Florensky con Vasily Rozanov, los escritos de Alexei Losev y, más recientemente, los numerosos artículos y libros de Vladimir Karpets o las obras de Yuri Mamleev (omitamos, por otra parte, los análisis de Sergey Fomin y Nikolay Kozlov, seudónimo de Alexei Shchedrin). Entre los autores extranjeros que más exploraron este problema se encuentran Jean Parvulesco y a dos autores que escriben bajo el seudónimo colectivo de Alexandre de Danann. El vampirismo es muy popular en Rumanía y normalmente se encuentra conectado con la política, en especial con Vlad Drácula (según Karpets y Alexander Eliseev, el vampirismo es resultado de que Vlad abandonará la ortodoxia y se convirtiera al catolicismo que solo reconoce la comunión “bajo una sola forma” y, por lo tanto, anhelaba la sangre eucarística que los católicos le negaban), pero a nosotros nos interesa únicamente la relación que tiene con la historia rusa. El vampirismo político ruso lo encontramos muy vívidamente descrito en los personajes de la novela de Vladimir Mikushevich El nuevo Platón o la resurrección de la tercera Roma, así como en sus relatos sobre el anciano Averian. Y ahora también lo encontramos en Pischeblok.
Desde un punto de vista estético, diríamos que esta película es una especie de experimento postmoderno que parásita tanto a la Modernidad soviética (campamentos de pioneros, ideología oficial) como las ideas tradicionales sobre los monstruos. El mismo Ivanov admite que semejante eclecticismo era su objetivo, pero el resultado que obtuvo no se ajusta totalmente a esta perspectiva o, más bien, se desvía de la misma. El verdadero postmodernismo lo podemos encontrar en series estadounidenses como, por ejemplo, LOST, mientras que en Rusia vemos un fenómeno distinto: el arqueomodernismo (1) tal y como ha sido definido por Alexander Dugin. Algunas veces nos topamos con ejemplos muy interesantes de arqueomodernismo y ese es sin duda el caso de Pischeblok de Ivanov que, bajo la interpretación que le da Podgaevsky, adquiere unos rasgos muy distintivos. Además de lo que nos dice el director, también se nota muchísimo la influencia de los productores de la conocida serie Gogol, otra curiosa producción cinematográfica que ha sido rodada en los últimos años y que es mucho más interesante de lo que uno puede imaginarse a simple vista (a pesar de sus numerosos defectos).
La serie parte de la premisa de que existe una jerarquía entre los vampiros. El gul (2) más importante, Stratilat, continúa viviendo hasta que por fin encuentra a un sucesor al que desea darle de beber su sangre. Stratilat muerde a 12 personas cada año: primero las mata y luego las resucita como zombis que se convierten en vampiros ordinarios que, a su vez, muerden a personas ordinarias cuya voluntad es esclavizada y, por lo tanto, se hacen fieles sirvientes de sus amos. Después de un año, estos 12 vampiros mueren, aunque de vez en cuando alguno que otro sobrevive. Una de las características de Pischeblok es que se encuentra ambientada en la Rusia del siglo XX y la Ortodoxia es presentada como la única fuerza que es capaz de enfrentar a los vampiros que son incapaces de tolerar el agua bendita, la iglesia o la cruz (esa es la razón por la que la serie ha sido atacada por los liberales y comunistas). La novela se centra sobre todo en el comportamiento “recto” y “moral” de los vampiros, lo cual es una especie de crítica a la vetusta moral soviética, pero la película, afortunadamente, no hace énfasis en ello: los vampiros mordidos por Stratilat siguen llevando una vida licenciosa, mientras que sus víctimas (encarnadas de forma muy caricaturesca en Sasha Plotkin, que se vuelve una burócrata inhumana al comienzo de la historia) son precisamente las que sufren las consecuencias de la hipertrofia “moral” que ellos imponen. La serie también hace énfasis en el heroísmo de los que luchan contra los vampiros: protagonistas como Valerka Lagunov e Igor Korzukhin, o la anciana Nyura (cuya vida ha sido destruida por los vampiros), el fantasma del vampiro fallecido Denis Lagunov (con un estatus ontológico poco claro) y el doctor Nosatov (encarnado por la genial interpretación de Timofey Tribuntsev y que tiene un papel muy diferente al del libro) pasan del alcoholismo y el suicidio a realizar acciones valientes y poner su vida en peligro por sus amigos.
Pero los protagonistas no se enfrentan a vampiros partículares, ni siquiera a Stratilat, sino a todo un sistema que tiene como base metafísica el vampirismo, como queda ejemplificado en uno de los personajes el veterano de la Guerra Civil y NKVD Serp (cuyo nombre real es Sergei): Ivanovich Ieronov, apellido que nos hace pensar en Gedeonov, personaje de la novela La Llama de Pimen Karpov (3), una referencia que hace que nos estremezcamos de horror. Resulta que antes de que estallara la revolución, los principales agentes de la destrucción en Rusia eran los terratenientes y los funcionarios públicos. En 1918 esta tarea es asumida por los bolcheviques en la persona de Ieronov y su hermano, es decir, Serp y Molot, a pesar de las diferencias ideológicas que existen entre ellos. El trotskista Molot muere en 1937, habiendo logrado destruir los Templos, mientras que el estalinista Serp (interpretado por el mismo Sergei Shakurov, famoso por su papel de Brezhnev) vive hasta 1980, cuando se prende fuego (¡otra alusión a las obras de Pimen Karpov!) pronunciando un discurso grandilocuente sobre el gran del país que ellos, los vampiros, han construido. Sin embargo, Valerka, el principal enemigo de los vampiros, se ve obligado a ocupar su lugar y convertirse en el sucesor de Stratilat. Es bastante simbólico que la escena que describe este suceso ocurra en una cantina, ya que la carne y la sangre son el pan y el vino que, según la Filosofía de la Misa de Florensky, son una comida y una bebida, pero la comida y la bebida por excelencia... Como resultado, la película insinúa que la Rusia postsoviética está destinada a ser dirigida por una nueva y más joven generación de idealistas que no son otra cosa que engendros nacidos de los primeros, lo que me trae a la mente no las bromas que hacia Yarovrat sobre este tema hace diez años, sino la posición muy bien expuesta y sustentada historiográficamente tanto por Karpets como Mikushevich sobre que todo Estado se encuentra fundado sobre un elemento vampírico, y esto se aplica especialmente a Rusia, que es combatido por un círculo de santos formados por la Iglesia.
Los vampiros de Pischeblok no son para nada villanos caricaturescos y mucho menos demonios: son hombres de carne y hueso que razonan y actúan a veces con bastante sensatez, seduciendo a sus víctimas por medio de objetivos nobles como “traer la paz y la estabilidad, “crear un mundo sin preocupaciones” (que llevará finalmente a que perdamos nuestra la voluntad y nuestra vida) o incluso ofrecer la posibilidad de ser exitoso y conseguir un amante. Serp Ivanovich no sólo es capaz de cometer fechorías (al fin y al cabo, él mismo luchó contra el elemento vampírico que había en él durante nada menos que dos décadas antes de tomar firmemente el camino del derramamiento de sangre) sino que también asesina a todo aquel que considera peligroso. Por eso no se arrepiente ni siente remordimiento al final de su vida. El vampiro soviético Ieronov es completamente leal al comunismo tal y como su predecesor, un oficial blanco, era leal a la nobleza que tenía un tinte claramente masónico. Que la inteligente Valerka Lagunov se convierta en una vampireza democrática no es otra cosa que un juego de niños. En cualquier caso, la fuerza interior de Lagunov es claramente superior a la del resquebrajado Igor, que escribe una confesión al final de su vida. Entonces, ¿cuál es la conclusión que sacamos de todos los logros positivos reales y no ficticios de la estatalidad monárquica o soviética, con la excepción del ámbito puramente eclesiástico, cuando sabemos que esta ha sido creada por una jerarquía de chupasangres? Esta idea siempre ha producido escalofríos en todos los que la han explorado, en especial en contemporáneos nuestros como Rozanov y Florensky, Losev y Karpets. Sin embargo, los autores de la película dejan abierta esta pregunta y no la responden explícitamente. Esto no es un elemento casual, ya que el estudio de la totalidad de la historia de Rusia debe ayudarnos a encontrar esa respuesta.
Notas del Traductor:
1. La arqueomodernidad es un término usado por el pensador ruso Alexander Dugin para designar la combinación entre elementos modernos y tradicionales al interior de la sociedad. La arqueomodernidad es una especie de esquizofrenia donde una sociedad tradicional o no europea toma elementos de la Modernidad filosófica, estética, tecnológica y cultural y empieza a interpretarlos según estándares tradicionales. En ese sentido se puede decir que la arqueomodernidad es una especie de pseudomorfosis incompleta, ya que crea una dicotomía donde la sociedad se debate constantemente entre la Modernidad como tal y la Tradición que aún se encuentra viva en su interior.
2.Un gul (pl. guilan) es un demonio necrófago que, según el folclore árabe, habita en lugares inhóspitos o deshabitados y frecuenta los cementerios. Están clasificados como monstruos no muertos. Los gules profanan las tumbas y se alimentan de los cadáveres, pero también secuestran niños para devorarlos. El testimonio literario más antiguo de los guilan lo encontramos en Las mil y una noches. Existe también una variante femenina, llamada ghouleh, traducida a veces como algola.
3. Pimen Ivanovich Karpov fue un poeta, prosista y dramaturgo ruso. Comenzó su carrera como artista en 1904 y en 1905-1907 se unió a un movimiento revolucionario. Desde 1906, imprimió crónicas sobre la vida del pueblo en los periódicos. Publicó su primer poema en 1908 y su primer libro en 1909 que trata de una colección de artículos-panfletos titulada Historia del Zor. Páginas sobre el pueblo y la intelectualidad, en el que Karpov criticaba a la intelectualidad rusa. Inspirado por La paloma de plata de Andrei Bely, escribió su novela más famosa, La llama (1913), en una bella prosa la cual usa para describir vívidamente las sangrientas misas y orgías de las sectas rurales que se encuentran lejos de la Iglesias ortodoxas. El Santo Sínodo de Moscú ordenó que la novela fuera confiscada y quemada, mientras que su autor fue procesado por blasfemia y pornografía. En la reseña que escribe Alexander Blok sobre este libro dice que no solo destaca por el mal gusto del autor, sino también por el hecho de que para “Karpov la vida rusa no es otra cosa que ríos de sangre y mares de fuego: la pasión, la violencia, los asesinatos, las ejecuciones y toda clase de torturas dirigidas contra el alma y el cuerpo. La sangre y el fuego son todo lo que vemos frente a nuestros ojos. <...> Es La Llama que siempre tendremos que recodar, nos alegremos o no de ello, cuando estudiamos la vida Rusia: en Rusia existe la ‘sangre, el hacha y el gallo rojo’, y ahora hay un ‘libro’ que la describe; y entonces volverá a ‘haber sangre, un hacha y un gallo rojo’”.
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