#sarcástico
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Cada cabeza es un mundo, salvó la tuya, esa es un pueblo, uno chiquito, con poquitos habitantes, pendejos en su mayoría...
#sarcástico#sarcasmo#amor#indirectas#citas#frases#corazón#frases de amor#mentiras#frases en español#novios#pareja#noviembre#diciembre#navidad#merry christmas#xmas#año nuevo#new year#frases de tumblr#frases de tristeza#frases de desamor#citas de motivación#citas de tristeza#citas de tumblr
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No sé que extraño más de ti, si la ansiedad que me provocabas o el dolor que me causabas.
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"No necesito terapia, solo un buen cojín para gritar."
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La votación de ley más normal, muy democrático todo, viva la libertad carajo
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🍸+ ¿cómo crees que sea tu relación con tu clan? ¿harías algo para cambiarla?
si obviamos que una de ellas me amenazó con planear mi muerte y otra me rasguñó hasta hacerme sangrar, yo diría que bastante bien. hmmm, ¿hacer una junta con un psicólogo una vez al mes para ellas? dicen que la terapia ayuda.
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Resiliência
Na física, resiliência é a propriedade que alguns corpos têm de retornar à forma original após terem sido submetidos a uma deformação elástica.
O ser humano, criativo como é, pegou esse termo técnico emprestado para descrever algo bem diferente: a capacidade de uma pessoa, depois de passar por um monte de perrengues, juntar seus cacos e seguir em frente.
Essa foi a conclusão a que cheguei após uma sessão de terapia no final do ano passado. Para ser sincera, eu nunca soube exatamente o significado dessa palavra. Então, quando ouvi minha psicóloga dizer: "Você é muito resiliente, Cinthia!", fui direto ao novo “pai dos burros”, o Google, para entender melhor.
Para minha surpresa, descobri que não era nada chique ou importante. Era apenas uma maneira mais educada de dizer: "Você tomou muito no cu e o seu cu continua bem. Parabéns."
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@row-rowfightthepower bestie sabías de esto???
No sé cómo sentirme, me da miedo que la caguen pero por otro lado yippie! 🥳


Breaking News: Murderbot drops on Apple TV+ on May 16!!!!!
#also murderbot no puede ser blanco en mi imaginación nop nop#si le quitan lo autista m mato#si le quitan lo sarcástico mamoncito m mato#si le quitan la representación queer m mato
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Así liderará China el espacio
youtube
Que lástima que no tenes Tumblr, Adrián...
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Por um segundo achei q tinha tirado o verde do cu mas ai eu vi q era da cabeça dele my bad sou ceguinho sem oculos
Isso na vdd é impressionante parabens
idc *colorpicks the brazil flag from 1st anniv kurode*
#n ficou ruim gnt achei bonito ate#Kurode djdjsodjxjwkdwb#Tinha q ser um br /in a good way#Parece q eu falo meio grosso ou sarcástico mas n era pra ser assim mb
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No todos los entierros son malos, cuando a mi me lo entierran me pongo muy feliz...
#sarcástico#sarcasmo#amor#indirectas#citas#frases#corazón#frases de amor#mentiras#frases en español#marzo#citas de motivación#citas de tumblr#frases de tristeza#frases de tumblr
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Si las personas que me conocen vieran mi Tumblr, no pensarían lo mismo de mi.
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"Match Inesperado" Parte 1
P.O.V Gilberto:
Nunca fui fanático de las aplicaciones. De hecho, apenas uso mi teléfono más que para lo esencial. Pero esa noche, algo en mí cedió. Quizá fue la rutina de siempre, esa monotonía que me hacía sentir como un espectador de mi propia vida.
Cuando instalé SwitchMe, lo hice sin expectativas. Miré la pantalla parpadeante, preguntándome qué tipo de personas usaban esto. No tardé mucho en completar el perfil, aunque al terminarlo sentí un poco de vergüenza: "Gilberto, 45 años, profesor universitario". Tan aburrido como mi propia vida.
No esperaba nada, pero entonces ocurrió.
"¡Felicidades! Tu Match ha sido encontrado."
Mi pulso se aceleró cuando apareció un perfil en la pantalla. Pedro. Mi alumno más insoportable. El que siempre llegaba tarde, hacía comentarios sarcásticos y conseguía, de alguna forma, el favor de todos. Sentí una mezcla de enojo y curiosidad.
—Esto no puede ser serio.
Pero lo fue. Hice clic casi por reflejo, y de repente, todo se volvió oscuro.
Cuando abrí los ojos, algo estaba mal. Mi cuerpo se sentía diferente, más liviano. Caminé tambaleándome hacia el espejo del baño… y ahí estaba. El rostro de Pedro, su cabello despeinado, sus ojos brillantes, su cuerpo atlético.
—¡Esto tiene que ser una broma! —murmuré, llevándome las manos al rostro.
Estaba atrapado. En el cuerpo de mi alumno más rebelde.
P.O.V Pedro:
Había sido un día increíble. Como siempre, todos me trataban como si fuera una especie de estrella de rock. Y, para ser sincero, me encantaba. Rubén y yo habíamos hablado todo el día sobre la apuesta. Cambiar de cuerpo con alguien por un rato. Sonaba divertido, aunque no planeaba hacerlo en serio.
Esa noche instalé SwitchMe solo para demostrarle a Rubén que no tenía miedo. Subí una foto cualquiera y no tardó mucho en aparecer la notificación.
"¡Felicidades! Tu Match ha sido encontrado."
Me reí al ver el perfil. "Gilberto, 45 años, profesor universitario". Mi maldito profe de cine.
—¡Esto es un chiste! —dije, riéndome mientras aceptaba.
El mundo se volvió negro, como si alguien hubiera apagado las luces de golpe.
Cuando abrí los ojos, estaba en un lugar extraño. La habitación era pequeña, con muebles viejos y una pila de libros desordenados en el escritorio. Me levanté, pero algo se sentía raro. Mi cuerpo estaba rígido, como si nunca hubiera hecho ejercicio.
Me acerqué al espejo y ahí estaba él.
—¡No puede ser! —grité al ver la cara de Gilberto reflejada.
Estaba atrapado. En el cuerpo del profesor más cascarrabias de la universidad.
No tenía idea de cómo lidiar con esto. ¿Qué clase de vida llevaba Gilberto? Su apartamento parecía más una biblioteca que un hogar. Películas viejas por todos lados, un calendario lleno de notas sobre clases y trabajos, y una pila de tareas sin calificar en el escritorio.
—¿Esto es lo que hace todo el día? —murmuré, dejándome caer en la silla.
Agarré el teléfono que había en la mesa. Solo tenía un par de contactos y ninguna notificación interesante. Era deprimente.
—Bueno, supongo que puedo aprovechar esto para relajarme —pensé, sonriendo ante la idea de saltarme las clases que él daba. Pero entonces me detuve.
Si yo estaba en su cuerpo… eso significaba que él estaba en el mío.
—¡Mierda!
Imaginé a Gilberto, con su cara de gruñón, caminando por el campus con mi cuerpo. Si hacía algo estúpido, podría arruinar mi reputación.
POV Gilberto:
Pasé casi una hora intentando convencerme de que todo era un sueño. Pero no lo era. Todo era demasiado real: el reflejo en el espejo, la voz que salía de mi garganta. La app… SwitchMe realmente funcionaba.
Estaba en el cuerpo de Pedro, ese joven extrovertido que tanto me irritaba. ¿Cómo vivía alguien así? Miré a mi alrededor: una habitación desordenada, ropa tirada por todas partes, y un celular lleno de notificaciones.
Tomé el teléfono y revisé sus mensajes. Decenas de chicas enviándole emojis de corazones. Fotos de fiestas, videos donde él era el centro de atención.
—Por supuesto —murmuré con sarcasmo—. La vida perfecta.
Por un momento, sentí envidia. No solo por su juventud, sino por cómo parecía disfrutarla. Pero algo en mí también temía lo que podría hacer con mi cuerpo.
Pasé toda la noche en vela. No podía cerrar los ojos ni un segundo. La sensación de estar en este cuerpo ajeno, joven, lleno de energía que no reconocía, me tenía inquieto. Era como si estuviera en un disfraz, pero sin la posibilidad de quitármelo.
Me observé en el espejo durante horas. El rostro que veía no era el mío: piel tersa, sin líneas de expresión, cabello oscuro y perfectamente desordenado, y unos ojos que parecían brillar con vitalidad. Jamás me vi así cuando tenía veinte años. Ni siquiera me acerqué. Mi juventud había sido torpe, gris, marcada por inseguridades. Este cuerpo, en cambio, era la encarnación de todo lo que siempre había envidiado.
Me sentí abrumado. ¿Cómo podía alguien como Pedro llevar una vida tan… perfecta? Su físico era atlético, con músculos bien definidos, y su rostro parecía salido de una revista. Pero esa perfección solo me hacía sentir más extraño.
Finalmente, en algún momento de la madrugada, me quedé dormido sin darme cuenta, rodeado por el caos del cuarto de Pedro: ropa tirada, un par de botellas vacías y un olor a desodorante barato mezclado con algo más que no podía identificar.
Entonces, la alarma sonó.
Me desperté de golpe, confundido. Miré el reloj: las 9:15 de la mañana.
—¡Me quedé dormido! —exclamé, sobresaltado.
La voz que salió de mi boca me desconcertó. Era la de Pedro, grave y juvenil. No podía acostumbrarme a escucharla. Todo en este cuerpo se sentía ajeno, como si estuviera jugando un papel que no entendía.
Me levanté rápidamente y busqué algo limpio que ponerme. La habitación estaba en un estado caótico, y lo único que encontré fue una camiseta arrugada y unos jeans que estaban en la silla, encima de lo que claramente era ropa sucia.
—Espero que esto no huela mal —murmuré mientras me vestía.
El olor del cuarto me resultaba abrumador, una mezcla de sudor, colonia y algo que no podía identificar pero que definitivamente era propio de un adolescente.
Miré alrededor, intentando decidir qué hacer. Ir a la universidad era lo más lógico, pero la idea de enfrentarme a estudiantes, profesores y… a mí mismo, en este estado, me hacía sentir náuseas.
Suspiré y me peiné rápidamente frente al espejo. Este chico no necesitaba mucho para verse bien, pero yo no podía evitar sentirme incómodo en su piel. Finalmente, tomé una mochila que parecía medio vacía y salí de la habitación, dispuesto a enfrentar un día que sabía que sería todo menos normal.
Mientras caminaba hacia la universidad, una sola pregunta resonaba en mi mente:
—¿Cómo voy a sobrevivir a esto?
P.O.V Pedro:
El sonido de la alarma fue lo primero que me golpeó esa mañana. Abrí los ojos, confuso, y por un momento olvidé dónde estaba. Luego, la realidad me cayó como un balde de agua fría.
Eran las 5:30 de la mañana. ¿Quién demonios se despierta tan temprano? Miré alrededor y confirmé lo que ya sabía: estaba atrapado en el cuerpo de Gilberto, el profesor más amargado que conocía.
—Esto tiene que ser una broma —gruñí mientras apagaba el despertador.
Me levanté de mala gana y caminé hacia el baño. La luz blanca del espejo iluminó mi rostro, pero no era mío. Observé la piel áspera, con pequeñas líneas de expresión que nunca había visto en mi vida. Me acerqué un poco más y noté un par de canas en la barba y el cabello.
—¡Esto es asqueroso! —solté, pasando las manos por mi cara.
Lavé mi rostro con agua fría, esperando que eso me hiciera sentir más despierto. Pero cada vez que miraba al espejo, la realidad era peor. Este cuerpo… no era el mío. Era como si todo estuviera en modo baja calidad.
Me quité la camisa para revisar el resto. Lo que vi fue desalentador. Mi físico atlético, mis músculos marcados… todo había desaparecido. Este cuerpo era ancho sin gracia, apenas funcional.
—¿Cómo puede alguien vivir así? —murmuré, sintiendo una mezcla de frustración y repulsión.
Intenté pensar en algo positivo, pero todo parecía ir cuesta abajo. Ni siquiera Rubén, mi mejor amigo, se había puesto en contacto. Seguramente estaría buscando al “Pedro” real, sin saber que yo estaba aquí, atrapado en la vida de este profesor gruñón.
Suspiré y me senté en el borde de la cama. Aún faltaban 15 días para que todo volviera a la normalidad, y cada minuto se sentía como una eternidad. Miré el teléfono de Gilberto, esperando algún mensaje que al menos me distrajera. Pero no había nada.
—Esto es un infierno —dije, dejando caer el teléfono sobre la cama.
En ese momento, entendí que si quería sobrevivir a esta situación, tendría que adaptarme. Aunque odiara admitirlo, ahora era Gilberto, y tenía que enfrentarme a su aburrida y monótona vida.
Desde el momento en que me miré al espejo esa mañana, supe que este día iba a ser una tortura. Intenté prepararme mentalmente para dar clases como Gilberto, pero apenas me planté frente al grupo, me di cuenta de que no sabía ni por dónde empezar. Los alumnos me miraban con expectación, como si esperaran que soltara un discurso inspirador, pero lo único que podía hacer era sudar y tartamudear.
—Eh… clase cancelada —dije, tratando de sonar firme, aunque mi voz se quebró al final.
No hubo quejas, por supuesto. Los alumnos recogieron sus cosas en un santiamén y salieron del aula, dejándome solo con mi desesperación.
Mi prioridad ahora era clara: encontrar a Rubén y exigirle que me ayudara con esto. Después de todo, esta situación absurda comenzó por su estúpida apuesta.
Me tomó un rato encontrarlo, pero finalmente lo vi cerca de la cafetería, con su típica sonrisa despreocupada. Cuando me acerqué, su expresión cambió al verme.
—¿Qué rayos haces en el cuerpo del profesor más amargado de la escuela? —preguntó, atónito.
—¡Exactamente lo que quiero saber! —le espeté. Le conté todo lo que pasó con la app y el "error" que me emparejó con Gilberto en lugar de una chica. Rubén intentó contener la risa, pero no pudo evitar soltar una carcajada.
—Esto es demasiado bueno —dijo entre risas—. Pero, amigo, el daño ya está hecho. Ahora tienes que aguantar las próximas dos semanas.
Rodé los ojos, frustrado.
—Dos semanas en este cuerpo es una eternidad, Rubén. ¡Es una pesadilla!
Rubén se encogió de hombros.
—Pues creo que lo único que puedes hacer es encontrar a Gilberto en tu cuerpo y asegurarte de que no arruine tu reputación.
Suspiré. No era como si tuviera otra opción.
P.O.V Gilberto:
Había algo extrañamente liberador en estar en el cuerpo de Pedro. Por primera vez en años, me sentía ligero, ágil, lleno de energía. Sin embargo, no todo era tan sencillo como parecía.
Apenas llegué a la universidad, varias personas se me acercaron para hablar. Algunos eran compañeros de clase de Pedro que me saludaban con entusiasmo; otros eran chicas que no dejaban de coquetearme.
—Hola, Pedro. ¿Qué vas a hacer después de clases? —me preguntó una de ellas, sonriendo coquetamente.
No sabía qué responder, así que me limité a asentir y murmurar algo ininteligible antes de alejarme. Esta atención me resultaba abrumadora.
Finalmente, decidí refugiarme en la biblioteca. Siempre había sido un lugar de paz para mí, y esperaba que funcionara ahora, aunque estuviera en el cuerpo de Pedro. Me senté en una mesa apartada y abrí un libro al azar, intentando relajarme.
Perspectiva de ambos
Mientras yo disfrutaba de la tranquilidad en la biblioteca, Pedro y Rubén recorrían la universidad buscándome.
—Esto es tan raro. Parece que estoy buscando a un profesor con mi cara —dijo Pedro, frustrado.
—Lo más extraño es verte caminar al lado de tu alumno más problemático, pero siendo tú el profesor más cascarrabias —respondió Rubén con una sonrisa burlona.
De repente, Rubén se detuvo.
—Espera… ¿no se la pasa siempre en la biblioteca? —preguntó, recordando uno de los hábitos de Gilberto.
Pedro se dio una palmada en la frente.
—¡Claro! ¿Dónde más estaría?
Se dirigieron a la biblioteca, y efectivamente, ahí estaba yo, sentado tranquilamente en una esquina, con un libro en las manos.
Cuando Pedro me vio —o más bien, vio su propio cuerpo sentado ahí—, su frustración alcanzó su punto máximo.
—¡Oye! ¡Tú! —dijo, caminando hacia mí rápidamente.
Levanté la vista del libro y vi mi propio rostro, con una expresión de enojo que conocía demasiado bien.
—Ah, hola, Pedro… bueno, Gilberto —dije con calma, intentando no alterar la escena pública.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —me espetó—. ¡Esto es una pesadilla y tú estás aquí leyendo como si nada!
—Tal vez porque por primera vez en años no tengo que lidiar con alumnos como tú —respondí, dejando el libro a un lado.
Rubén se mantuvo en silencio, claramente disfrutando del intercambio.
—Tenemos que arreglar esto ya —dijo Pedro, cruzando los brazos.
Sonreí con cierta ironía.
—¿Y cómo planeas hacerlo?
Pedro no respondió de inmediato. Sabíamos que estábamos atrapados, al menos por las próximas dos semanas, y lo único que podíamos hacer era intentar sobrevivir… juntos.
Continuara..
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você não me ensinou a te esquecer
selton mello x leitora
n/a: uni! au; diferença de idade legal; menção a sexo; talvez um pouco de dumbification?; um pouco de angst que não mata ninguém mas é quase fatal.
Retornar aos corredores da universidade depois de já estar formada há cinco anos é, no mínimo, muito esquisito. Afinal de contas, agora você está na qualidade de professora; um pequeno estranhamento com a realidade é esperado e, quem sabe, até mesmo considerado charmoso. Você tem dificuldade de se reconhecer neste novo lugar que ocupa; não mais uma jovem graduanda iniciando a vida acadêmica, mas sim uma grande profissional e colega de departamento dos seus antigos professores.
Talvez seja por isso que você se sinta tão bizarra e tão intrusa nesse jantar do corpo docente; cinco anos atrás você era apenas uma garota, terminando a graduação. Não parece fazer o mínimo de sentido que você esteja ocupando o mesmo espaço que os melhores e maiores intelectuais que já conheceu, principalmente não depois de tão pouco tempo da sua formatura.
Entretanto, no fundinho da sua alma, você sabe que a origem do nó que se forma na sua barriga não é propriamente o estranhamento com o novo cargo. Quem sabe? É bem possível que esse seja o menor dos fatores influenciando os seus nervos.
Quem você quer enganar? Este nervosismo tem nome e sobrenome. Tem cara, endereço, voz. Você sabe disso. Está com medo de se deparar cara a cara com ele desde que chegou nesta droga de jantar de boas-vindas ao departamento, oferecido pelo diretor em sua honra.
Ao mesmo tempo, está querendo morrer só com a possibilidade de que ele não apareça, não é? Tem medo de que seja pior encontrá-lo já após o início do semestre letivo, no meio do corredor ou, pior ainda, enquanto você ministra uma aula.
Mas, para a sua sorte, a realidade é sempre pior do que aquilo que você imagina. Quando você finalmente revê SELTON MELLO, seu antigo professor, é depois de um esbarrão atrapalhado, enquanto você tentava levar uma bebida do bar até a mesa do jantar. Antes de perceber quem ele era e a forma com a qual ele estava ensopado pelo seu drinque, você conseguiu elaborar um pedido de desculpas, só para se perder na fala e ficar vermelha feito um tomate depois.
— Uma graça a sua maneira de cumprimentar um colega, querida, — Selton ri, sarcástico, mas de uma forma que você conhece bem, sem malícia, movida somente pela vontade de te provocar. Ele olha para a camisa preta que usava, molhada pelo conteúdo do seu drinque, e faz uma careta.
Vocês dois estavam a alguns metros da mesa de jantar do restaurante, onde o resto dos docentes engajava numa conversa animada. Rapidamente, seus olhos vão para a mesa e depois retornam ao rosto de Selton, se certificando de que ninguém estava prestando atenção em vocês.
No fundo, não importava muito. Ninguém sabia de nada. Ninguém poderia deduzir nada a partir de uma mera conversa entre vocês dois.
— Não foi a intenção, — é o que você consegue dizer, num tom comprimido e envergonhado, evitando o olhar de Selton.
Você consegue escutá-lo suspirando e detesta que ele tenha feito aquilo. Detesta porque, bem, reconheceria o som daquele suspiro mesmo num delírio de loucura. Afinal de contas, o que te garante que as noites que você passou somente escutando aqueles suspiros não foram em si delírios de loucura?
— Eu sei, — a resposta de Selton vem acompanhada de um dedo no seu queixo, que te obriga a olhar para ele. — Como vai você?
A sua resposta é uma risadinha nasalada que você se certifica de que ele pôde escutar. Com a sobrancelha erguida, Selton só faz te encarar como se nada compreendesse, diante do que, você sorri para ele um sorriso irritado.
— Você não tem vergonha na cara mesmo.
— Desculpa? Estou sendo educado, sabe?
— Quanta boa educação, Professor Mello. Aposto que a sua mãe está orgulhosa do filho que ela criou, — É impossível conter o tom irônico e irritado. Sem mais cerimônias, você vira o corpo de leve. — Se você me dá licença.
Com isso, você sai de perto de Selton, voltando para a mesa ainda segurando o copo vazio na mão. Ninguém estranha, ninguém fala nada. Você tampouco menciona qualquer coisa sobre o nome dele e também não repara mais se ele está ou não na mesa junto ao resto dos docentes. Apesar de ser estranho vê-lo agora, cinco anos depois, parece que você parou de se importar se Selton Mello vive ou morre, o que, definitivamente, é uma mudança radical.
Foi assim que tudo começou, não é? Com você se importando com ele. À época, Selton era o que você considerava um amigo, mesmo diante da explícita e ensurdecedora dinâmica de poder entre vocês; ele era seu professor, diabo. Não devia ter aceitado uma aluna petulante que perguntava numa voz baixa e sensual se ele havia dormido bem pois parecia cansado, ou se estava tendo muito trabalho corrigindo as avaliações, coisas assim.
Agora, anos depois do início desse problema, você sabe disso. Sabe o que Selton deveria ter feito. Principalmente, você sabe o que ele não deveria ter feito, e essa, essa é uma lista longa.
Primeiro, ele não deveria ter te chamado para uma reunião depois da disciplina optativa que ele ministrava nas noites de quinta. Não deveria ter te enganado dizendo que aquele tête-à-tête que vocês teriam era uma reunião. Não deveria ter sentado perto o suficiente para que você pudesse escutá-lo respirando, suspirando; simplesmente existindo. E definitivamente, Selton nunca, jamais deveria ter olhado no fundo dos seus olhos e dito, baixinho: “Te chamei aqui porque tem outras coisas que eu quero te ensinar.”
Mas nada disso importava agora. Principalmente não a prazerosa educação sentimental e erótica que Selton te proporcionou. Em retrocesso, você reconhece que ele realmente fazia valer a alcunha de professor, mesmo quando estava contigo na cama. Era sempre um “deixa eu te ensinar, querida,” quando ele propunha testar algo diferente. Às vezes, ainda, você brincava, provocava; “vou receber uma boa avaliação por hoje?” e Selton respondia “uma nota dez e uma estrela dourada.”
Nitidamente, foi um caso sensual. Certo, foi imoral e antiético também, mas quem se importa? Você se divertia e sentia prazer, tinha um homem mais velho sempre disponível para você e não tinha do quê reclamar. O canalha, em toda a sua maliciosa e sádica glória, ainda te deixava fazer dele o que quisesse, te proporcionando a deliciosa e falsa sensação de que você tinha algum tipo de poder sobre ele.
Assim, Selton nunca recusava nenhum dos seus pedidos, por mais caprichosos que fossem. O título dele, professor, era frequentemente utilizado por você, como forma de provocá-lo, de pedir que ele te ensinasse a sentir prazer. Frustrado, ele suspirava, mas sempre fazia o que você queria, sempre acabava com a língua nos lugares mais quentes do seu corpo ou com a boca no pé do seu ouvido murmurando, suplicando, pedindo que você gemesse o nome dele mais alto e mais uma vez.
Se apaixonar por ele não estava nos planos. Gritar que o amava no meio da noite enquanto ele metia em você também não estava nos planos. Mas, o que era mais uma linha, mais um limite a ser cruzado? Não era você que estava tendo um caso proibido com um professor da faculdade que tinha idade para ser seu pai? Que classudo. Aposto que ele teria orgulho da filha que tinha criado. E Selton, bem, teria orgulho da aluna que tinha, de mais de uma maneira, estimulado.
Por um tempo, essa história de amor, orgulho e paixão até tinha funcionado. Às vezes ele falava sobre família e filhos, e quando ele dizia isso estando fora de você, era mais fácil acreditar. Os dois riam pensando no escândalo que seria na faculdade, mas não se importavam. Selton beijava a sua mão e dizia que ia te fazer a mulher dele. E você? Bem, você gostava do som daquelas palavras, do som daquela ideia.
Perguntava, na cama, sempre quando estava perto de chegar no seu ápice, o que ele faria com você, se ele seria bom com você. E Selton ria, te beijava molhado, ajustava o ritmo e ria. Você, literalmente estúpida pelo prazer de ter um homem em ti cujas mãos apertavam os seus seios e a boca marcava o seu pescoço, resmungava baixinho, miando, pedindo uma resposta, talvez. A sua tática nessas horas era atacá-lo no ponto fraco, você sabe disso. O apertava um pouco mais entre as suas pernas e chamava, baixinho: “Tontom…?”. Era o suficiente para fazê-lo perder o controle, a compostura e a cabeça: “Já não estou sendo bonzinho contigo, meu bem? Não tenho intenção nenhuma de parar agora.”
Talvez fosse por isso que a tragédia grega que se sucedeu não fazia sentido algum. Depois da formatura, você saiu do Brasil para fazer o mestrado na Europa, com a promessa de que Selton iria tirar uma licença, iria ver você. Vocês brincaram, falaram em casar por lá e dar aos filhos um passaporte europeu de nascença. Era romântico, bucólico, feliz. Você se sentia sortuda, tinha escapado de uma maldição. Selton te amava. Não era somente um homem mais velho que havia se engraçado com uma aluna, como as suas amigas tinham acusado. Por Deus você nem era mais aluna dele. Era certo que ele te amava.
Ou quase certo. Talvez fosse errado. Também era possível que desde o início ele tivesse te enganado, mas você duvidou desta última hipótese. Se ele não te amasse, ele não teria arriscado a carreira para viver um casinho contigo, certo? Não teria te jurado tanto amor ao pé do ouvido, ou te tirado todo ousado para dançar no baile de formatura, como se ninguém estivesse ali para olhar. Aquela droga de mensagem de texto dele, que você leu já em outro continente, não mudava nada do passado, certo? Não importava o quão duras e frias eram as palavras dele, as acusações de que você havia o deixado e desistido dos planos, escolhendo a carreira ao invés de tudo que poderiam ter construído.
Não, você não era uma mulher egoísta. Tinha somente sido… tola. Feito planos com um homem quase trinta anos mais velho, numa relação que desde o início só te oferecia coisas a perder, não é? Foi isso. Você perdeu; um pouco da dignidade, os planos e sonhos, mas não perdeu o amor e o carinho por Selton. Certo, isso é ridículo, e algo que você detesta admitir, um pensamento que mesmo após cinco anos você bloqueia no fundo da mente, mas é a verdade.
Diabo, você já perdeu as contas de quantos homens já chamou pelo nome dele, mesmo que nenhum fosse remotamente próximo ao Selton. O seu Selton, o verdadeiro, que você não conseguia odiar e principalmente, não conseguia esquecer. Mesmo após o ataque de raiva no jantar, você não conseguia odiá-lo. Nem mesmo um pouco. A raiva era só a forma que você conhecia de não se deixar levar pela paixão. Caso o contrário, você seria capaz de beijá-lo bem ali naquele restaurante, em frente a todo o corpo docente, mesmo enquanto Selton estava todo molhado com o seu drinque.
Mas, para o seu próprio bem, você fingiu não se importar quando ele voltou à mesa, a mancha na camisa social preta ainda secando. Canalha, ele escolheu o lugar vazio bem à sua frente. Ao menos, Selton foi cortês, fingiu também que mal te conhecia, que nunca havia te visto nua, e perguntou sobre o mestrado e a Europa, juntando-se aos colegas do departamento num estranho ciclo de bajulação à sua pessoa.
Foi de repente, contudo, que você se viu sozinha com ele. Estavam, novamente, afastados do mundo como nas noites de conversa que dividiram no passado, regadas a vinho e a sexo. Os outros professores do departamento já havia ido embora, mas você estava tão entretida por aquele homem que não havia nem notado, ou fez questão de não notar.
Agora que estavam a sós, a raiva inicial havia passado. Algo em você te obrigou a sorrir, bobinha, pensando que finalmente estava saindo em público com ele, agora que isso era permitido. A idiotice do pensamento não importava; você amou Selton o suficiente para não ligar ao efeito emburrecedor que ele tinha sobre você.
— Do que você tá rindo, querida? — Ele levantou a sobrancelha e tomou mais um gole do drinque. Nitidamente, vocês dois estavam altinhos, felizes. Não se falava do passado ou qualquer coisa assim.
— Nada… nada não, — e a expressão dele te arrancou outra risadinha.
— Posso assumir que você está feliz em me ver, então? — A voz baixa dele foi estranhamente sensual.
— Professor! — Você exclamou, rindo, o corpo alcoolizado quase se debruçando sobre a mesa, tentando ficar mais perto dele. Selton realmente te transformava numa bobinha, não é? — Não seja egocêntrico!
— Não sou mais seu professor, querida, você sabe disso…
E por alguma razão aquelas palavras, somadas ao álcool e ao ambiente, te fizeram ficar corada e evitar olhar muito para Selton. As memórias de todos as noites que passaram juntos invadiram o seu cérebro, e, num instante, você se entristeceu. Definitivamente, era a bebida, te fazendo passar por toda essa montanha-russa emocional assim de repente.
Selton, sempre perceptível e sensível contigo, parece ter notado a mudança brusca na sua face. Você sabe que ele vai perguntar. Você sabe que não quer responder. Não quer dar a ele nenhuma satisfação. Por que iria? Ele mal mal te deu uma também. Escolheu o caminho mais fácil, te pintar como egoísta e malvada. Escolheu te deixar sozinha, apaixonada, tentando descobrir o que fazer da vida sem ele do lado para te ensinar a amar; essencialmente, te ensinar a viver.
— Que cara é essa? Saudade? — Selton diz, finalmente, após alguns bons e sagrados instantes de silêncio. A pergunta lhe gera uma revolta. Como não? Certo, ele não é mais seu professor, mas age como se fosse, com um tom de malícia de quem tem poder sobre você, de quem te controla.
E não é que ele realmente tem esse poder? Não é que ele realmente te controla?
— Você é um canalha mesmo, só pode ser, — você é incapaz de mascarar a tristeza, fazendo com que as palavras saiam quase miadas. Ali está você de novo, a boba, fazendo papel de melancólica, estúpida e apaixonada.
— Tinha a impressão de ter partido o seu coração, querida, — o tom de Selton muda radicalmente e ele se inclina para pegar a sua mão em cima da mesa. Você repara nos olhos dele, que suavizam um pouco, tentando se fazer parecerem gentis. — Acho que agora tive a certeza… eu… não tive a intenção.
— Não se trata do meu coração, Selton. Antes fosse, né? — Você dá uma risada meio fungada de leve, tentando dissimular o que se passava na sua cabeça. Como dizer isso a ele sem fazer ainda maior papel de boba? Talvez, quem sabe, não havia como. — Foi sim uma cara de saudade. Mas já passou. Só não acho que te dá o direito de esfregar isso na minha cara, só para amaciar o seu ego.
— Desculpa.
— Aceitas, — um suspiro escapa os seus lábios e você olha para Selton, cujo olhar escureceu. Sabe bem quem vai sair junto às suas próximas palavras; é a boba, que nunca se contém dentro da competente profissional que você é nas horas em que a sua mente está vaga de Selton Mello. — Se posso fazer um pedido, professor, se desculpa pelo que fez comigo todos aqueles anos atrás, por favor?
E então, um sorriso. Aquele você conhece bem. Selton traz nos lábios um sorriso de glória. Algo em você fica feliz por saber que deu causa a ele.
— Desculpa pelo que fiz com você, querida. Pelos beijos… carícias. Por todo aquele prazer. Me desculpa, viu?
— Não! Você entendeu errado! Não é isso que eu quero! — As palavras saem da sua boca em meio a risadas frouxas, quase joviais. São estranhas lembranças dos outros tempos.
— Achei que você já teria aprendido que eu raramente te dou o que você quer.
— Tá certo… Essa é uma que eu não aprendi, — você morde o interior do lábio, em dúvida entre falar ou não o que seguiu. — Também não aprendi a te esquecer. É, Professor Mello, isso você não me ensinou.
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Soube que vc é br, então espero que não se importe de uma ask em português (eu tenho um inglês péssimo, apesar de conseguir ler bem).
Já faz um tempo que não vejo conteúdo de nightmare × leitor, que tal alguns headcanons de como ele seria em um relacionamento? (Eu amo muito esse merdinha quero mastigar ele). Se puder, y/n pode ter pronomes neutros ou masculinos? Pfv
Nightmare relationship headcanons
cw.: Headcanons, gn!reader, Nightmare x Reader, kinda ooc Nightmare, but he is still mean, fluff, obvious teasing from him…
note: Omg mais um brasileiro! Pode deixar comigo! Embaixo dessa versão em inglês tem uma em português se você quiser ler :D
You know that person who only shows affection through sarcastic remarks and mean-spirited laughs? Yeah, that’s exactly him;
He seems to take delight in your little daily blunders. One moment you'll never forget was when you burned both of your dinners, and Nightmare, being the considerate partner he is, merely scoffed and said that it would make a perfect treat for Killer;
Then there was the time you tripped over your own feet (more than once, actually), and Nightmare joked that he’d get you one of those child harness backpacks so you wouldn’t keep falling flat on your face — all while grinning at you and sipping his bitter coffee.
Sometimes he doesn’t even comment at all when something happens — like when you wear a shirt inside out or mismatched socks — but you can feel his gaze following you, just waiting for you to notice something off or unusual about yourself;
And when you finally do, he can’t help but let out a sly chuckle;
Pet names? Forget about them. The only one you can recall being genuinely caring (and that was only when you pretended to be asleep while he whispered it to you) was “dear.” The rest were just condescending nicknames that sounded more like what he’d call his friends (minions, in his words): brat, idiot, and once, he even called you a dumb puppy just because you didn’t notice your mouth was covered in food!
Despite how deeply he could irritate you, there was also that hidden tender side that, although rarely seen, always left your lips quivering and your eyes on the verge of tears;
That time you burned dinner? Despite all his nasty comments, he was the one who cleaned up the mess and prepared something simple for you to eat later (all while comforting you in his own peculiar way, of course);
And those moments when you trip and almost fall flat on your face? Sure, he’ll never miss an opportunity to tease you, but recently, he’s started staying closer, with one of his tentacles hovering nearby, ready to catch you if you falter;
And you can’t forget the times he watches you while you ramble about your interests. Besides the occasional remark, he usually just observes you in silence, a glimmer of admiration in that beautiful orb of his;
But what moves you the most is how he’s always around;
Nightmare doesn’t need to eat — he himself says that something as mundane as food isn’t necessary for his survival — but he always insists on sitting with you during meals;
Nightmare doesn’t need to sleep; he lost that need many years ago. Yet, he still lies down next to you every night. Over time, you’ve grown accustomed to the soft light of the lamp by his bed, as he prefers to read while you sleep since he doesn’t need rest;
For someone who claims to be so magnificent, he certainly seems to cherish this more ordinary life with you.
Versão em português!
Você sabe aquela pessoa que só sabe demonstrar afeição através de comentários sarcásticos e risadas maldosas? É, é exatamente ele.
Ele parece divertir-se com seus pequenos infortúnios cotidianos - um momento que você nunca vai esquecer foi quando você conseguiu queimar o jantar de vocês dois e Nightmare, sendo um bom amante, apenas bufou e disse que aquilo seria um ótimo petisco para Killer;
Teve também a vez em que você tropeçou nos próprios pés (mais de uma vez, na verdade), e Nightmare comentou que iria comprar aquelas mochilas guias de criança para você, assim ele conseguiria evitar com que você caisse de cara no chão tantas vezes assim - tudo isso enquanto sorria com escárnio na sua direção, tomando aquele maldito café amargo dele;
As vezes ele nem comenta nada quando algo acontece - como quando você veste alguma blusa do avesso, ou usa meias de cores diferentes -, mas você sente aquele olho perseguir sua figura por onde você passa, só esperando você notar algo de estranho ou diferente em você;
E quando você finalmente nota, ele ainda solta uma risadinha maliciosa;
E os apelidos carinhosos? Pode esquecer. O único que você se lembra de ser amoroso (e ainda foi quando você fingiu estar dormindo enquanto ele sussurrou ele para você) foi “querida”, de resto foram apenas apelidos condescendente e claramente algo que ele chamaria os amigos/minions dele: pirralha, idiota, uma vez ele te chamou de dumb puppy só porque você não viu que sua boca estava suja de comida!
Contudo, por mais que ele te irritasse profundamente, tinha também aquele lado carinhoso escondido, que por mais raramente que aparecesse, ainda sim sempre deixava seus lábios tremidos e seus olhos com vontade de chorar;
Aquela vez que você queimou o jantar? Por mais que ele tenha feito vários comentários maldosos, foi ele o responsável por limpar toda a bagunça e ainda fazer algo simples para vocês comerem depois (tudo isso enquanto ainda confortava você, do jeito estranho dele, claro);
E às vezes em que você tropeça e quase cai de cara? Óbvio, ele não vai deixar de tirar sarro da sua cara, mas ultimamente ele começou a andar mais coladinho a você, com um dos tentáculos dele rondando seu entorno, pronto para qualquer passo em falso seu;
E claro, não tem como esquecer os momentos em que ele olha para você quando você começa a tagarelar de seus interesses - tirando um comentário aqui e ali, ele normalmente apenas encarava você em silêncio, um certo brilho de admiração naquela bolinha azul dentro da órbita ocular dele;
Porém, aquilo que mais comove você é o fato dele sempre estar por perto;
Nightmare não precisa comer - como ele mesmo diz, ele não necessita de algo tão entediante como comer para sobreviver -, mas ele sempre faz questão de sentar com você durante as refeições;
Nightmare não precisa dormir, ele perdeu essa necessidade a muitos anos atrás, mas mesmo assim ele sempre deita ao seu lado - com o tempo, você se acostumou com a fraca luz do abajur ao lado da cama dele, já que, por não dormir, ele prefere ler enquanto você dorme;
Para alguém que se diz ser tão grandioso, ele definitivamente parece gostar dessa vida mais mundana ao seu lado.
#divider by#@plutism#nightmare sans#sans x reader#sans x y/n#sans x yn#sans x you#headcanons#nightmare sans x reader#nightmare x reader#utmv au#dreamtale#undertale#undertale au#qinqin stuff 💖
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IMPALA 67



Enzo Vogrincic! Mecânico x Reader
Smut - sexo sem proteção [mana, não.], sexo em público [ou quase], degradação, Enzo bem canalha gostoso, reader bem Texas vibessss, Enzo meio pervertido [😰😰]
N.A - RAPAAAAAZZZZZZZ����↔️🙂↔️🙂↔️. Esses dias tava lendo umas coisas e reencontrei ISSO e fiquei completamente biruteteia das ideias😟😟. Fiquei dias pensando sobre e então caneteu pq se não eu ia endoidar de vez. Beijocas a todas as lobas e divas, principalmente a nossa aposentada @geniousbh da qual sentimos muita saudades😖😖.

Uruguai, 1974.
— O despertador tocava furiosamente do seu lado mesmo que você não tivesse pregado os olhos em nenhum momento dessa madrugada graças ao seu vizinho. Controlou a si mesma para que não arremessa-se o relógio barulhento pela janela e apertou o botão vermelho na parte superior do objeto com força, fazendo o barulho sessar rapidamente enquanto você se sentava na cama. Os raios de sol entravam amplamente pela janela já que as cortinas não estavam lá e, com uma olhada ladina, você pode ver a janela do quarto do seu vizinho sem noção. Levantou da cama nas vestes de verão que usava, o shortinho florido era tão curto que quase metade da sua bunda ficava de fora e a blusinha de conjunto não deixava muito para a imaginação. Quando caminhou até a janela na intenção de abri-la para aliviar o calor do quarto abafado, tomou um susto ao ver a figura de Vogrincic parada na janela do quarto em que dormia, bebendo uma xícara de café e te olhando de cima a baixo sem nenhuma vergonha, deixando até um sorriso pervertido se estampar nos lábios. Você o olhou incrédula, além de não te deixar dormir durante a noite ele ainda tinha a cara de pau de te paquerar? Claro que sim, era Enzo Vogrincic ali, o mecânico da cidade, canalha, mulherengo e gostoso até demais. Você se virou e seguiu caminho para a sua cozinha antes de começar a gritar com ele pela janela, logo pegando duas fatias de pão e deixando na torradeira enquanto mexia um ovo em uma frigideira, mas antes que pudesse terminar ouviu a campainha tocando repetidas vezes. Desligou a chama do fogão enquanto bufava e caminhava com passos grossos até a porta e logo a abria, mas quase fechou quando viu a figura do mecânico parada ali fora.
— "Te incomodei ontem, amor?" — Ele era tão sarcástico que sua vontade bater a porta na cara dele só ficou maior.
— "Capaz, Enzo." — Queria evitar estresse acima de tudo, afinal, já bastava a noite mal dormida. Disse as palavras curtas brevemente e fechou a porta - ao menos teria fechado se um pé calçando um sapato social não tivesse trancado o caminho. — "O que 'cê quer hein?" — Ele te olhou enquanto sorria.
— "Você." — Ele disse sem rodeios, fazendo você revirar os olhos. — "Veste essas roupas pra atender a porta sempre? Acho que vou aparecer mais vezes aqui." — Suas bochechas ganharam um tom de cerejas quando você percebeu a roupa que vestia. — "Relaxa, amor, já me voy. Passa lá na oficina, faz tempo que não troca o óleo de tu coche." —Ele disse antes de piscar um olho e se afastar da sua porta, deixando que você a fechasse e se escorasse contra ela, tentando não cavar um enorme buraco e entrar lá dentro.
— Tomou o café pensativa, ele estava certo, tinha alguns meses que não levava o carro na oficina então, se tivesse um tempo livre, levaria hoje. Passou a manhã em função de arrumar a bagunça da casa que aguardava a uma semana para ser arrumada. A tarde, antes de tomar um longo banho, assistiu algum filme e pintou as unhas. O banho gelado e caprichado te deu forças para levar o carro na oficina antes da noite cair. Calçava a bota texana marrom enquanto se olhava no espelho. A mini saia preta de cintura baixa mais curta que o comum, a regatinha branca que deixava o fim da barriga de fora, a grande quantidade de pulseiras e anéis dourados além do maior toque: o quão cheirosa você estava. Pegou a chave do carro e saiu em direção a oficina de Vogrincic, que graças ao senhor estava vazia.
— "Parece que alguém me ouviu, não é morena?" — Ele disse quando viu você entrando com o carro, mas ficou em silêncio quando você saiu do carro, o olhar perdendo muito tempo nas pernas bronzeadas.
— "Claro." — Você se encostou no carro enquanto olhava para ele. — "Vai demorar? Vou sair mais tarde." — Você entregou as chaves na mão dele quando ele parou na sua frente, a regata e calça marrom deixando-o ainda mais bonito do que o comum.
— "Tem um encontro, nena?" — Você riu sem graça, as bochechas coradas entregaram uma resposta clara para Enzo. — "El policía tonto? Eu vi você se engraçando pra cima dele, mi amor." — Ele estava muito perto de você. Muito perto. Você respirou fundo e levou as mãos para a janela aberta do carro, se inclinando mais para trás enquanto Enzo ainda olhava para você. As mãos dele tocaram suas bochechas quentes enquanto o rosto dele se aproximava do seu ouvido. — "Tenho certeza que ele não faz muito com una mujer, especialmente uma como usted." — A conotação sexual nas palavras dele te deixaram nervosa enquanto ele sorria e se afastava, parando em frente ao seu carro e abrindo o capô. A visão dele mexendo em seu carro estava aumentando sua temperatura corporal tão rápido que você não podia acompanhar o calor que sentia, abanando as mãos na frente do rosto e sentindo a gotícula de suor que escorria entre seus seios lentamente. O calor ficou tão insuportável que você precisou de afastar do uruguaio, caminhando de forma leve até o carro dele e se escorando no capô do Impala 67 vermelho bordo. As pernas cruzadas, as mãos espalmadas na lataria enquanto você encarava a forma como os braços dele pareciam maiores desde hoje de manhã. Estava tão perdida em Vogrincic que se assustou quando o rapaz fechou o capô do carro e se virou para você enquanto limpava as mãos no paninho pendurado no bolso traseiro da calça jeans marrom escura.
— "Quanto eu te devo?" — Você continuou no mesmo lugar enquanto ele se aproximava de você sem pronunciar nenhuma palavra afiada. Sua respiração ficou pesada quando ele afastou suas pernas com as mãos quentes e se encaixou entre ela, e novamente, aproximou o rosto do seu ouvido.
— "Uma foda e o encontro de hoy à noite vai ser comigo ao invés daquele sonso." — Os pelinhos descoloridos de seu braço se arrepiaram com as palavras dele. O rosto de Enzo ficou de frente para o seu, os olhos de vocês não podiam olhar para mais nada ao redor. — "Te prometo que faço muito mais do que ele, morena. Apesar de el no hacer muc-" — Antes mesmo de ele terminar as palavras e exibir aquele sorriso canalha nos lábios, você juntou sua boca na dele, sentindo o gosto dos cigarros que ele sempre estava fumando. As mãos dele se apressaram para te colocar devidamente sentada sobre o carro e deixaram apertos grossos sobre suas coxas, uma das mãos subiu para segurar seu pescoço, deixando uma pressão gostosa na região. Enzo inclinou o tronco para frente, fazendo seu corpo ficar praticamente deitado sobre o metal frio enquanto ele separava os lábios dos seus e começava a descer os beijos pelo seu pescoço, deixando mordidas e até algumas marcas que mais tarde te dariam trabalho para esconder. Enzo mantinha os olhos fechados, apreciando apenas a forma como você se contorcia abaixo dele e ficando inebriado com o cheiro doce que seu corpo emanava. As mãos foram para seus seios, deixando apertos firmes e sentindo os mamilos enrijecidos atrás do tecido branco, ocasionalmente beliscando-os e te fazendo gemer baixo. Os lábios dele desciam cada vez mais e as mãos acompanhavam, dessa vez enquanto ele deixava beijos na parte de sua barriga onde a regatinha não cobria, as mãos puxavam suas botas para fora de seus pés e logo subiam para puxar a mini mini saia que você vestia pelas suas pernas enquanto os olhar canalha nunca saiam de seu rosto, te fazendo levar uma das mãos até as madeixas escuras e deixar um puxão firme, fazendo um gemido escapar daquela boquinha bonita. — "O que foi, morena?" — O sorriso dele fez você bufar enquanto soltava os fios de cabelo presos entre seus dedos. Enzo riu baixo mas logo voltou sua atenção para a calcinha branca encharcada em sua frente, os dedos curiosos arrastando o tecido para o lado e então tocando os lábios molhados em baixa velocidade.
— "Enzo- porra." — Você gemeu quando sentiu o dedo indicador escorregando para dentro do buraquinho quente. — "Faz isso mais tarde, agora só me fode, por favor." — Sua voz era calma e carregada de manha, quase implorando para ele. O olhar que você deu a ele o derreteu completamente, ele ergueu o corpo até que os rostos de vocês estivessem próximos, suas mãozinhas perversas correram para puxar os botões da calça que ele vestia, já sentindo a ereção firme que estava dolorosamente presa dentro do tecido marrom escuro. O dedo indicador do uruguaio continuava dentro de você, o que explicou sua dificuldade para se concentrar em abrir a calça de Enzo, fazendo-o te encarar com aquela maldita cara de puto.
— "Precisa de ajuda, morena?" — E então você finalmente tinha o pau grosso em sua mão direita, massageando suavemente toda a glande e deixando Enzo disperso na sensação da palma da sua mão tocando nele daquela forma. — "Que mãozinha gostosa, nena." — Ele disse brevemente antes de colocar os lábios nos seus novamente, um beijo quente que serviu de distração para que ele escorregasse o dedo para fora de você e então começasse a forçar a cabecinha arroxeada que vazava naquele buraquinho apertado. Você abriu os olhos em surpresa e gemeu alto contra a boca de Enzo quando sentiu a pontinha do pau dele te esticando e então ele estava lentamente se empurrando para dentro de você com certa dificuldade. — "mi amor, que buraquinho apertado do caralho, pensei que não fosse conseguir entrar." — O gemido que saiu dos seus lábios quando Enzo estava por inteiro dentro de você fez ele querer gozar, com certeza o som mais bonito que ele já tinha ouvido na vida. Suas mãos agarraram a barrinha da regata que ele usava e puxaram ela para cima, logo ela estava jogada em algum canto da oficina e você tinha aquela visão celestial na sua frente. O peito bronzeado estava quase colado no seu enquanto ele metia dentro de você com vontade, como se esperasse por aquilo a anos. Seu braço direito rodeava o pescoço úmido de Enzo enquanto o outro buscava apoio no capô, tentando manter equilíbrio para que não perdesse as forças ali mesmo. Suas pernas se enrolaram ao redor da cintura dele, sentiu como a posição fez ele ir ainda mais fundo em você.
A cabeça deitada para trás mostrando seu pescoço coberto das marcas roxas e vermelhas que ele havia deixado ali mais cedo e o colo do peito que mantinha uma pequena correntinha dourada com seu nome. — "Um dia vai ser o meu nome aqui, morena. Todos vão saber que eres mia." — A forma como as palavras saíram da boca dele te fez gemer ainda mais alto, imaginando com total clareza o nome dele pendurado no colo do seu peito em letras douradas. Enzo escorregava para dentro de você e cada vez que você sentia a cabecinha tocando seu fundo suas paredes se apertavam ao redor do pau do uruguaio, ele por sua vez fechava os olhos com força e gemia. Seus olhos repetidamente olhavam para o portão da oficina, estava entre aberto e você podia ver o céu escuro lá fora. A parte racional do seu cérebro rezava para que ninguém entrasse por lá, não porque não queria ser pega mas porque não queria parar. Enzo te fodia tão bem que você sentiu que se alguém chegasse e interrompesse vocês, jogaria alguma ferramenta na direção da pessoa. — "O que é que você olha tanto, nena? Ahh, 'tá com medo de alguém chegar aqui hm?" — Ele perguntou baixo, com o rosto próximo do seu ouvido, a respiração tensa de Enzo deixando o buraquinho que estava sendo maltratado por ele ainda mais apertado. — "Se você continuar apertando essa buceta eu não vou demorar pra te encher de porra." — O sorriso no seu rosto foi involuntário depois de ouvir as palavras dele. — "É claro... é isso que a perrita quer, não? Quer que eu te encha de porra até essa bucetinha chorar." — O palavreado sujo te fez choramingar enquanto empurrava o quadril na direção do uruguaio. Seus olhos foram para baixo e você pode ver a forma como aquele buraquinho engolia o pau de Enzo tão bem, levando cada centímetro dele até que a pelve coberta por uma camada de pelos tocasse sua virilha. Vendo você, Enzo olhou para onde seu olhar estava, gemendo alto com a melhor visão que ele poderia ter naquela noite, pelo menos era o que ele achava. — "Porra de buceta gulosa hm? Queria isso tanto quanto yo, não é amor? Eu sempre te vi pela janela...-" — Ele fechou os olhos quando engoliu um gemido com força, o quadril tomando um ritmo diferente quando você agarrou o pescoço dele com mais força.
— "Sempre pensei em você. Todas as noites pensando em você me enchendo de porra... não para- caralho." — Suas palavras eram baixas e cansadas, fazendo Enzo sorrir e te segurar com ainda mais firmeza.
— "Não pararia nem se mi vida estivesse em risco. Não vai se livrar de mim com tanta facilidade, princesa. Essa buceta vai me sentir por muito tempo ainda." — As palavras dele faziam suas bochechas corarem, a vergonha tomando conta de seu corpo quando percebeu que havia contado a ele o segredinho sujo que guardava no fundo da sua alma. O rosto dele se torceu quando sentiu o próprio pau latejar dentro de você, o interior se revirando em necessidade e o cérebro estando coberto em uma neblina, o suor escorrendo na nuca deixando o cabelo escuro úmido. Você olhava a cena com o lábio inferior entre os dentes, sentindo a temperatura subir ainda mais com a visão pornográfica que tinha entre suas pernas. Enzo não estava diferente, os olhos não saiam do meio das suas coxas, a visão do pau grosso invadindo o buraquinho apertado com certa dificuldade deixando ele desnorteado. Os braços dele te agarraram com força quando ele sentiu você tremer suavemente, gemendo alto quando atravessou um vale intenso e derreteu completamente enquanto sentia a porra de Enzo te enchendo, ouvindo o gemido rouco que escapou dos lábios dele que foi acompanhado de um sorriso canalha quando olhou para seu estado. As madeixas de cabelo bagunçadas, o corpo suado, os biquinhos ainda estavam duros por debaixo do tecido branco, além da porra que vazava de você e formava uma espécie de anel branco ao redor do pau dele, tudo isso sobre o vermelho bordo da lataria do carro dele era uma visão marcante para Enzo. Ele com certeza anotaria mentalmente para te foder mais vezes no carro dele. — "Agora, nena, eu vou te levar pra sair e você vai sentir minha porra em você pelo resto da noite até eu te encher de novo." — O beijo carinhoso que ele deixou na sua bochecha fez você soltar um riso tímido.
— "Não não, vai me levar em casa primeiro, preciso pelo menos arrumar o cabelo."- Vocês dois riram alto enquanto Enzo se retirava de você com um choramingo, se afastando para poder ajeitar a calça, pegar a regata no chão e vestir novamente a peça marrom.
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