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#revistacrisis
daniela-kantor-blog · 5 years
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Historieta de 2 páginas publicada en revista Crisis en 2015, co-guionada junto a Elena Gallego. También autobiográfica aborda la teoría hawaiana del Hoponopono para la resolución de conflictos.
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agustinatato · 7 years
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Revista Crisis
La Luminosa Editorial
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rabble-proletariat · 8 years
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La fábula de la muchacha a la que le costaba escribir
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Junto con Federico Falco, Samanta Schweblin es quizás una de los dos mejores cuentistas jóvenes (valga esa categoría para menores de 40 años en este caso) de Argentina, y a la vez con mayor reconocimiento -académico y en la prensa- internacional. Ambos coinciden en una prosa limpia, pulida, con una gran destreza en el manejo de la tensión y ráfagas de enfermedad realista, aunque lo que distingue a Schweblin de Falco es que ella trabaja más sobre los matices del género fantástico. Todos sus libros ganaron algún tipo de premio y han sido traducidos a diversas lenguas.
El mal de Agassi
Hay casos de personas que se destacaron desde jóvenes en alguna disciplina y que terminaron padeciendo la absorción de la personalidad a la que conduce el éxito o el sometimiento a las demandas para mantenerse dentro del nivel exigido por el mercado. En el deporte es algo muy frecuente. Recordemos al tenista Guillermo Coria, que no soportaba la presión de los partidos o al futbolista goleador de la selección argentina Gabriel Omar Batistuta que siempre odió el fútbol pese a ser, en la década de los noventa, un referente del fútbol mundial. En el 2009 el prestigioso periodista John Joseph Moehringer publicó en USA Open la biografía del tenista norteamericano André Agassi -traducida al español por Océano recién en el 2014- donde se pone al descubierto la insoportable vida del tenista exitoso, millonario, bello y talentoso que estuvo durante años a la cabeza del ranking de la ATP. Moehringer cuenta que el “despertar” de Agassi hacia una nueva vida alejada del deporte de alta competencia empezó cuando se le terminó de caer todo el pelo de su cabeza. Perdida la preocupación por mantener su belleza pudo hacer el quiebre necesario para tomar la decisión de dejar el tenis para siempre. Un textual que resume el libro: “Odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo, sigo jugando porque no tengo alternativa. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, es la esencia de mi vida”.
Salvando las enormes distancias económicas y disciplinares, sobre la obra de Samanta Schweblin podemos plantear el interrogante en torno si la joven y talentosa escritora, de un modo quizás natural, padece la escritura. Es decir, si sufre la construcción de su obra. Si atrás de esa maquinaria, de esa marca literaria perfecta que es Samanta Schweblin hay un André Agassi oculto sentado frente a una computadora viendo titilar el cursor del procesador de textos en la página en blanco mientras pasa el tiempo y afuera todos parecen divertirse.  
Relatos
La obra de Samanta Schweblin se convirtió con los años -su carrera empieza con su primer libro El núcleo del disturbio que se publicó en el 2002- en una de las pocas autoras jóvenes con tanta proyección internacional dentro del campo femenino de la literatura. Schweblin es en la actualidad una de las autoras más reconocidas y respetadas por su forma de representar a las mujeres en su producción literaria. De hecho hay abundantes notas, papers y ponencias que proponen lecturas en torno a “lo femenino” o más específicamente al empleo de algún recurso para tratar “lo femenino” en sus libros.
Si bien Schewblin participa de varias de esas antologías, nacionales e internacionales, que estuvieron de moda cinco años atrás; no pueden considerarse que aquello sea parte de una obra. Se trataría, apenas, de un ejercicio de visibilidad del mercado editorial. La obra de Schweblin, como ya se dijo antes, empieza con El núcleo del disturbio (Destino, 2002), un libro que pone su foco en la preponderancia del cáos en la vida de las personas y en el día a día de sus relaciones. Cómo es que de un momento a otro se termina en una situación límite que, si se realiza el ejercicio de retroceder eslabón por eslabón hasta llegar al detonante, finalmente, siempre es un movimiento ridículo, impensado, totalmente evitable. En este primer libro -con el que ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes y el Concurso Nacional Haroldo Conti-, Schweblin despliega todo su talento narrativo en diversos cuentos que funcionan como unidades estéticas. El núcleo del disturbio es un libro de ejercicios de escritura literaria. No hay un proyecto definido en la elaboración del libro. Más bien hay una colección de cuentos que fueron unidos bajo una idea o un signo que se manifiesta de manera más natural en algunos y de un modo más forzoso en otros. Los cuentos más interesantes en este sentido, y los que colocan a Samanta Schweblin dentro de un cánon de jóvenes latinos leídos -y traducidos- en el exterior -hay que aclarar que con la gran ayuda del el trampolín que fue la publicación de la revista Granta número 11 del año 2010 con la selección de los 22 mejores narradores jóvenes dentro de los que está Schweblin y también Falco-, son los cuentos Aida, Mujeres deseperadas y La pesada valija de Benavídez, que narran las diferentes posiciones entre hombres y mujeres frente a la sexualidad, las relaciones amorosas y la violencia de género. Para funcionar de modo perfecto con la maquinaria de las lecturas género que planteará el kirchnerismo en los años posteriores. La Samanta Schweblin de este libro es una muchacha de veintidos años -en el momento de la publicación- o menos si tenemos en cuenta que los cuentos pueden haber sido escrito hace años. Sus relatos buscan un realismo fantástico que queda planteado de un modo grotesco en comparación a su pŕoximo libro, Pájaros en la boca (Emecé, 2009) en el que se puede distinguir un proyecto más definido no en cuanto al estilo pero sí en relación a la propuesta estética que es mucho más personal. Todos los relatos trabajan sobre el cruce del género realista con el fantástico. O más bien se trata de la enunciación de un realismo tocado. Un realismo que llega a zonas exasperantes, a su límite. Esta maduración seguro se debe a los seis años que pasaron entre un libro y otro. Pájaros en la boca ganó el premio Casa de las Américas en el año 2008 y el relato que da nombre al libro porque es el que condensa la hipótesis de la publicación, que no es solamente en torno a ese realismo schweblineano, sino sobre la construcción oblicua o disfuncional que se da dentro de las parejas y su siguiente nivel de sociabilización que son las familias. Este tema será condensado de un modo ya definitivo en su próximo libro de relatos publicado este año Siete casas vacías (Páginas de espuma, 2015) en el que las familias son organismos en descomposición determinadas -en un sentido físico y psicológico- por su espacio, por los límites de la propiedad privada que establecen sus viviendas. Los siete relatos que componen el libro proponen un acercamiento a la enfermedad mental y a la vejez como fenómeno “extraño” o “inexplicable” más que al recurso del evento fantástico en sí mismo. Los comienzos neblinozos de los relatos que luego se van aclarando lentamente hasta que el lector entra en la trama, la relación entre madre e hija, los cruces entre campo y ciudad, las convivencias frías y concesionarias entre parejas que se odian pero que a la vez no pueden vivir separados, el interior de los automóviles como espacio íntimo para discusiones y recorridos espaciales. Aunque estos ejes ya se veían en los libros anteriores de Schweblin, acá parecen llegar a consolidarse como una marca autoral.    
El problema de la novela
Si vemos las fotos de Samanta Schweblin en las contratapas de sus libros o las que ilustran sus entrevistas podemos percibir, en la forma que mira a cámara y en la pose que intenta ser descontracturada, que Samanta es una escritora profesional, seria. La escritura para ella no es un hobbie, no es tampoco esa militancia amateur que circunda a las editoriales autogestionadas. Schweblin entró al campo literario ganado un concurso y publicando en una multinacional. Ganó becas, hizo residencias por todo el mundo, ganó concursos con todas sus publicaciones, vive en Berlín y dicta cursos de escritura creativa en español allí. Pero también, atrás de esas imágenes, se puede intuir cierta tensión, cierta incomodidad.
El el 2014 Samanta Schweblin publicó su primera novela Distancia de rescate (Penguin Random House Mondadori) un texto de 128 páginas que más que novela es un cuento largo -hace unos díás ganó el premio Premio Tigre Juan de Oviedo- que podría haber formado parte de cualquiera de sus anteriores volúmenes de relatos. Quizás por la profundidad con la que es abordada la temática podría acercarse más al último libro (Siete casas vacías) porque con un estilo directo, muchos diálogos y un ritmo veloz, aborda la maternidad con los miedos femeninos en torno a la pérdida de un hijo y al ejercicio más primario de la maternidad que es el instinto de protección.
Conocemos el mito del escritor que escribe poco como el mexicano Juan Rulfo que tiene solo un libro de cuentos y una novela. Piglia dice en sus clases magistrales sobre la Borges que por lo general, al buen escritor, le cuesta escribir. Sufre la escritura. Y pone como ejemplo, claro, a Borges. El silencio entre el primer y segundo libro de Samanta Schweblin comprueban este conflicto. La extensión de su única novela también lo comprueban. Un escritor con el profesionalismo de Schweblin -con obra traducida a más quince lenguas-, ¿no puede escribir -en más de diez años de carrera- una novela de doscientas páginas? Se puede ver en Samanta Schweblin una potencia congénita, natural, para la escritura. Una voz fuerte aunque repetitiva, sin deslices, a lo largo de su obra. También se ve en su escritura la tendencia a la elaboración de “ese tipo de textos que ganan concursos”. Esa prosa enclaustrada en la mente de un jurado. Quizás Schweblin en algún momento pueda, como Agassi, encontrar la armonía entre la presión -qué tal vez ella misma se autoimpone- y la supremacía estética de su prosa. Y escriba esa gran obra que no gane ningún premio, que tanto ella como sus lectores se merecen.    
Publicado en Revista Crisis #23
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rabble-proletariat · 9 years
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La retórica malvinista
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De inauguración reciente y ubicado en el predio de la ex ESMA, el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur propone una recorrida por la historia natural de las Islas Malvinas anudada al relato oficialista. La idea de una soberanía biológica y las inflexiones de la relación entre la ciudadanía civil y la democracia se despliegan en un contexto donde una edificación hipermoderna puede hablar también sobre la puja frente a los intereses financieros. ¿Existe la neutralidad frente a la guerra? 
El relato que propone el museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur tiene dos objetivos. Por un lado exponer el concepto de soberanía en torno a objetos de orden natural en términos de flora y fauna, accidentes geográficos y recursos naturales. Por otro mostrar, a través de la confección de un relato heroico con el Gaucho Rivero como personaje, la activa presencia del Kirchnerismo en el conflicto con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas. A lo largo sus tres plantas aflora una pedagogía de la soberanía natural que se sirve de argumentos biológicos, mapas conceptuales, líneas de tiempo, mini biografías y guías que mantienen el eje de su discurso al servicio de la soberanía. Y por eso es que en la confección de los periodos históricos de las Islas Malvinas aparece de forma notoria la del kirchnerismo como el gobierno político qué más presente tuvo a las Islas Malvinas después de la guerra. Dos verdades obvias. Sin embargo es necesario remarcarlas. La pregunta que flota es: ¿Por qué es que con estas dos verdades las Islas no volvieron a ser argentinas? Y podría ser reformulada: ¿En qué zonas, en qué puntos los vectores del capital financiero se cruzan con los intereses argentinos y cuáles son sus consecuencias? Es inevitable establecer relaciones con el juez Griesa, los Fondos de inversión de riesgo y el default. Quizás no sea una casualidad que se haya inaugurado el museo en pleno conflicto con la Corte suprema estadounidense.
El recorrido
El museo tiene una parte edilicia de tres niveles y otra al aire libre, a modo de un pequeño parque que contiene unas siluetas de acero que simulan escénicamente el hundimiento del Crucero General Belgrano, unas pequeñas montañas artificiales que imitan la topografía de las Islas Malvinas, un espejo de agua con la silueta de las Islas en relieve en el centro y un mastil desproporcionadamente grande con la bandera argentina. Puede que esta descripción suene a algo improvisado o hecho con mal gusto pero en realidad es todo lo contrario.
Los tres niveles del edificio se estructuran de un modo estacional: verano (vida), otoño (pasión), invierno (muerte) y primavera (resurrección). En la planta baja está la sala Paka Paka para niños y otra sala que es el prólogo de la muestra. Ahí hay una proyección de 15 minutos que es un anticipo de todo lo que se va a ver durante el recorrido con cuatro cañones sincronizados que proyectan sobre una superficie  circular. Alrededor de Sala prólogo, por fuera, se despliega una línea de tiempo desde el descubrimiento de las Islas Malvinas hasta la actualidad. Después, en el primer piso y sin entrar en muchos detalles, la estación verano incluye todo lo relativo a la flora, fauna, geografía y recursos minerales del archipiélago. Hay animales embalsamados, infografías, animaciones y recreaciones a escala. En la misma planta la estación otoño está dedicada a las biografías de personajes vinculados a las islas: Raymundo Gleyzer el primer cineasta argentino que viaja a las islas a filmarlas, Luis Vernet el primer comandante político de Malvinas, el gaucho Antonio Rivero que encabezó una revuelta en 1833 contra los ingleses que habían tomado la isla, Manuel Fitzgerald el primer piloto civil en volar hasta las islas a bordo de un Cessna185 (que cuelga del techo del museo) y en la segunda planta ya hay algunos datos bibliográficos sobre las diferentes interpretaciones históricas de la “problemática” Malvinas. En la misma planta, se encuentra tanto la estación invierno como la primavera. El invierno obviamente se ocupa de la última dictadura militar y de la Guerra de Malvinas trazando un paralelismo interesante: “las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.  Y por último la primavera habla del retorno de la democracia y específicamente del periodo de tiempo llamado “la década ganada” que comprende desde el año 2003 hasta la actualidad. En esta parte se muestra al ex presidente Néstor Kirchner como el primer presidente en viajar hasta Inglaterra para reclamar la soberanía de las Islas Malvinas, las denuncias frente a la ONU, el apoyo de los demás paises latinoamericanos que hacen del conflicto con Gran Bretaña una causa anticolonialista por la desigualdad y las agresiones británicas a los fallos diplomáticos. El recorrido del museo termina con la mediateca que cuenta, al igual que la sala prólogo, con tecnología futurista. Tres leds touchscreen intercativos del tamaño de una mesa que exponen información sobre los últimos enclaves coloniales, el imperio británico a lo largo de los siglos y la historia de las Islas Malvinas, Georgias del sur y Sandwich del sur.  
Las tres plazas
En el discurso inaugural del museo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner habló específicamente del colonialismo. Pero, de forma didáctica y con la narración de una anécdota, hizo una lectura profunda sobre la problemática de la guerra de Malvinas en la historia argentina pero no desde la clase política, desde los ciudadanos. Para esto recurrió a las tres plazas de mayo. La del 30 de marzo convocada por la CGT de Ubaldini con la consigna “basta a este Proceso que ha logrado hambrear al pueblo, sumiendo a miles de trabajadores en la indigencia y la desesperación”. Que fue reprimida y terminó con enfrentamientos entre la policía militar y los manifestantes. Luego, citó a las del 2 y del 10 de abril que fueron las las dos plazas en las que la ciudadanía dio su apoyo masivo, primero al desembarco de las FFAA argentinas en Malvinas y luego cuando Galtieri pronunció su frase “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Y por último la plaza del 14 y 15 de junio en la que, según el relato de la presidenta, los ciudadanos congregados quemaban los diarios demostrando su enojo por la manipulación mediática y finalmente otra vez hubo una represión para desconcentrar a la gente. La alusión a “las tres plazas” es una clasificación de la ciudadanía y a su vez es la construcción del enemigo más peligroso, el enemigo silencioso que unas elecciones vota a favor y la siguiente en contra, la clase media no militante. La operación consistió en poner el acento en diferenciar entre los argentinos que apoyaron la dictadura, aunque de su modo más patriótico y elemental como en el automático apoyo a una guerra, y los ciudadanos argentinos que siempre estuvieron a favor de la democracia y en contra de la dictadura desde una perspectiva militante. Pinochet mantuvo una dictadura de 17 años, Franco una de 40. La propuesta de la presidenta en su discurso es que para que una dictadura se mantenga en el poder debe contar con el apoyo de la ciudadanía, por lo menos con un grueso de la ciudadanía que no se manifieste. Una ciudadanía pasiva ante la historia. En todo caso lo que la presidenta quiere decir con su evocación a las tres plazas es que no enfrentar al enemigo es apoyarlo. En la estación invierno del recorrido del museo hay una sala dedicada a Las tres plazas.
El relato
El kirchnerismo supo usar la construcción discursiva de la realidad como su herramienta más fuerte. La usó en el 2008 contra el lock out del campo y la está usando ahora frente a la Corte Suprema Estadounidense, el juez Griesa y el financista Paul Singer. A su vez el ejercicio revisionista frente a la historia liberal y la búsqueda constante de nuevos mitos , héroes y monumentos llevó al desarrollo de una épica discursiva que decantó en esa idea de relato kirchnerista, en ese concepto mediático de relato.
Desde ese punto de vista nada es inocente en el kirchnerismo. Ninguna palabra, ningún gesto alegórico se mantiene al margen de una intencionalidad política. El concepto de “relato kirchnerista” está en el guión museológico de las tres plantas del museo y en las guías que moderan la visita guiada, expresados de forma notable. Si hay que pensar el concepto de relato o si el relato representa algun tipo de interés seguramente el museo de Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur es, sino el mejor ejemplo, el más completo.
Incluye la invención de un héroe, el Gaucho Rivero, que si bien figura en libros de historia, se sustenta en datos que podrían ser calificados de dudosos. El objetivo es demostrar argumentativamente de forma inapelable la soberanía histórica, política, social y natural: hay una parte en el primer piso que muestra cómo se ve el cielo, las constelaciones, en Londres, en Buenos Aires y en Malvinas. Obviamente el cielo porteño es igual al cielo malvinense mientras que el londinense es totalmente extraño. Mientras la guía dice en voz alta “compartimos la misma plataforma y el mismo cielo. La territorialidad también es soberanía”, plantea revisionismos históricos que derechos humanos con la guerra de Malvinas y establece configuraciones sociales a partir de Las tres plazas.  
Las críticas que pueden hacerse surgen a partir de esta construcción discursiva que exacerba lo ideológico o una lucha ideológica a partir de la interpetación de la historia. Por una cuestión generacional sería bueno pensar, como ejercicio, cuál es el museo que hubiera hecho Federico Lorenz, no como un modelo opuesto al propuesto por Giles, sino como una opción de la autoridad académica en el tema más contemporánea. Lorenz es el historiador que mejor tradujo la “problemática Malvinas” a las generaciones más jóvenes. Por otra parte toda esta construcción simbólica podría hacer agua si el museo fuera de mala calidad, a medio acabar, con representaciones grotescas o dicho de forma más frontal: berreta. Pero recorrer el museo configura una experiencia intensa y conmovedora en la forma de cargar de contenido los espacios y porque es, probablemente, el museo más moderno de la República Argentina. Y al mismo tiempo un museo que trata sobre la crisis del concepto identidad pero de un modo más extensivo al del orden genético que propone la lucha de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo junto con H.I.J.O.S., la identidad jurídica que implica el concepto de nación. Ya que el museo, si bien el museo busca representar una historia natural de las Islas Malvinas, secretamente o en silencio, todo el tiempo, no hace más que hablar de la guerra. Y una guerra, perdida como es en este caso, es una agujero de sentido que reflota esa idea europea y nacionalista que es la patria.  
publicado en revista Crisis #20
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