Tumgik
#rasguño
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Vivir atrapada en estos sentimientos es como estar atrapada entre cadenas ardientes, desesperada por salir pero las cadenas se aprietan y es imposible salir, las dolorosas llagas en mi piel no duelen tanto como ese sentimiento de querer desaparecer, esto arde, quema y duele como si estos sentimientos cayeran en un agujero sin fondo, vivir así, para que? Que sentido tiene? Me pregunto porque… porque sigo aquí porque no puedo salir, porque sigo estancada como si cayeran olas enormes sobre mi, donde me ahogo, donde me siento morir.
-🐉
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kiwicopi · 2 years
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Day 18: Scrape
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enriqueehv · 5 months
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soloen · 5 months
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No me quize cortar las venas, tengo Gatos
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bufoland · 2 years
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#SCRAPE #inktober #inktober2022 #inktoberart #inktoberchallenge @jakeparker @inktober #inktoberscrape #raspadura #rasguño #raspar #dibujo #drawing #ink #tinta #bufolandcomics #bufoland #puertomontt #chile #melipulli https://www.instagram.com/p/CkOIxt5upDR/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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talentadas · 2 years
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El Señor Burns pretende ser un ricachón amado como Arthur Fortune (que lo queremos porque nos ha dado un dólar), así que decide repartir dinero desde una azotea. En vez de tirar billetes, tira monedas y como eso no funciona, pues va a capturar al Monstruo del Lago Ness. 10x21 Monty no puede comprar mi amor "- Oh, Arthur Fortune... Aaay... ¿Sabe qué acaba de hacer ese fabuloso hombre? Ha regalado dos pandas macho al Zoo de Springfield. Y ha conseguido que se reproduzcan. - ¿Esas tonterías impresionan a la gente? - ¡Oh, sí! Y yo no soy fácil de impresionar... ¡Mosquis, un coche azul!" @inktober #inktober #inktober2022 #inktoberSimpsons #inktoberday18 #inktoberscrape2022 #scrape #rasguño #ink #red #cartoon #ilustración #illustration #TheSimpsons #Lenny #Carl https://www.instagram.com/p/Cj3YzUJLx4i/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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fear-ne · 8 months
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any spanish speaking imodna stand out there? día de enero imodna song
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leearen · 10 months
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astrilore · 1 year
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La razón de porque amos Rasguños en la puerta de Melisa S. Ramonda
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Contexto
En un 2017, estábamos perdidos, desorientados y sin rumbo fijo. En aquel tiempo éramos una mujer recién graduada con mención honorífica de la licenciatura de enfermería. 
A diferencia de nuestros compañeros, que no tenían un trabajo estable ni bien pagado; esta joven sus padres le habían acomodado un lugar en un hospital del sector privado, con la promesa de que no faltaría mucho para lograr entrar al trabajo de sus sueños. Una institución de salud pública del que sus padre eran jubilados. Solo era cuestión de tiempo de que recibiera la llamada que afirmara que ya había sido aceptada.
Aquella joven que eramos estaba autorrealizada. Tenía todo lo que siempre había querido. Al menos eso era lo que la voz de sus padres le repetían constantemente en su cabeza.
No recordamos exactamente cómo pasó. Por varios años habíamos leído, más bien tratado de leer libros, porque todos se quedaban a medias, inacabados. 
No estamos seguros si fue primero la web de marketing para escritores que encontramos navegando por internet; o una novela autopublicada que encontramos por twitter; o la recomendación de nuestra hermana gemela(alias: tigre compacto) sobre un libro con una premisa mega genial, el cual no había leído, pero pensaba que nos iba a encantar. 
Impresión
Ahí lo teníamos enfrente, una historia de romance con hombres lobos con protagonista mujer(uno de nuestros sueños febriles).
No vamos a mentir, juzgamos el libro con recelo(uno de nuestros grandes defectos es la arrogancia) ¿Qué podía tener aquel libro que otros no hayan intentado impresionarnos y no pudieron? 
Spoiler alert: estábamos equivocados. Mel logró tocar lo más profundo de nuestro corazón de roca.
Por muchos años, la joven Astrid había aprendido a suprimir sus emociones para evitar incomodar a los demás. Estábamos a la merced de las complacencias ajenas y moldeamos nuestros sentimientos a conveniencia de aquellos que eran importantes para nosotros. Principalmente, nuestros padres.
Rasguños en la puerta es para nosotros más que una novela juvenil con lobos. Rompió nuestro caparazón. Ese que habíamos endurecido para jamás volver a pensar en nuestro sueño. Ser escritores.
La pluma poco convencional de Mel nos llenó de ilusión. Los personajes tan reales que podíamos casi platicar con ellos en la cocina tomando un café con birote.
Johanna(Han) y Nikolai(Lai) podían haber sido nuestros vecinos escribiendo sus anécdotas con un seudónimo y convertirlo en una novela juvenil para mayores de 16 años.
Han, nuestra bella y hermosa protagonista. Quedamos enamorados de ella desde la primera página.
Éramos nosotros. Otra tragedia, otras pérdidas, pero el mismo sentimiento. Un dolor inconsolable, oculto en un “Estoy bien” ó “ya lo superé” con una sonrisa en los labios con lo que logramos engañar a todos, inclusive a nosotros mismos.
Esa necesidad de distanciarse de todo para dejar de sentir. Han lo hizo literalmente, comprando una casa en Wyoming encerrándose ahí ¿Cuántos no vivimos en esa metáfora? ¿Cuántos nos levantamos, desayunamos, vamos a la escuela o al trabajo, al gimnasio o a esa reunión con amigos pero estamos físicamente ausentes? 
Hasta nuestro cerebro nos engaña de que realmente estamos al 100% ahí. Pero nuestro corazón está desenchufado y solo sobrevivimos de mensajes pregrabados, como las de una contestadora cuando no atiendes una llamada.
Lai nos recordaba mucho a nuestro esposo. Comprometido con su deber, con miedo de decepcionar a todos y que una mala decisión pusiera en peligro a sus seres queridos. Llevaba una carga más grande que el mismo. 
No había margen de error. Las consecuencias de sus malas decisiones lo atormentaban y no podía permitirse estropear todo otra vez.
Mirko y Sasha fueron para nosotros la representación de la esperanza y los sueños que tratamos de proteger. Se reflejaban en nuestro niño interior, a ese que le hicimos la promesa que iban a ser felices y que iban a estar bien.
El conflicto, sus miedos, sus límites, todo lo que tienen que superar para poder romper las cadenas de su pasado. No es un trayecto placentero ni mucho menos sencillo, pero al final lo logran.
Mel es nuestra Heroína
A 5 años de haber leído Rasguños en la puerta, podemos decirle a la Astrid de ese tiempo, que las cadenas ya están sueltas.
Que una novela la hizo volver a enamorarse de los libros, le dio esperanza para volver a escribir. Que ya tenemos el primer borrador de nuestra novela.
Que a 5 años de leer esa “pequeña” novela, conocimos a Mel, interactuamos con ella y nos ha pedido ser lectores beta de su siguiente obra.
Amamos a Mel, con su pluma, su gran imaginación y grandes historias. Tal vez ella piense que solo escribió unas simples novelas. Para nosotros fue nuestra salvación. Porque nos hicieron volver a disfrutar la vida, cuando ya nos habíamos rendido.
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curlymangue · 2 months
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Como elegir una crema solar para una piel negra
Hola Curly. A estas alturas del verano estoy segura de que ya tendrás una buena crema solar para proteger tu preciosa piel de ébano. Si no sabes cuál es la que te va bien, puedes leer el post que hice sobre las mejores cremas solares para la piel negra. Pero si aun así no sabes muy bien qué criterio, debes seguir para elegir, la crema solar perfecta para tu piel oscura. Aquí te dejo unas…
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lokuraextrema · 5 months
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Oaa :v
tw: baby cuts (zangre falza!!)
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Mi gata me razguño un poko pero todo relaxx :V🤙
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flan-tasma · 8 months
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Their favorite
💖~ Clothes they like on you
Remember that requests are open!
Warning: spicy | Google Translate sponsors me (it's a lie) If I made any mistakes in the english translation, I would be happy to read your comments! | Content in spanish and english
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Spanish:
Kaeya, Childe, Itto, Heizou, Wanderer, Lyney, Wriothesley
Les gustan las faldas cortas, son bonitas y frescas, y las adoran más cuando tú las usas. Cuando la tela se mueve cuando caminas, cómo parece que se encoge cuando te sientas en su regazo. Sobre todo adora las faldas porque puede tenerte alrededor de su polla con total libertad, levantar tu falda y follarte en ese mismo momento sin mucha batalla, solo levantando tus piernas y abriéndote para él.
Aether, Venti, Thoma, Gorou, Tighnari, Cyno
Existe un placer culposo en verte en pantalones cortos, ver tus muslos es uno de esos placeres y lo disfruta cada vez que puede, pero ver sus dedos perdiéndose entre tu piel suave y la pequeña prenda lo vuelve loco. Desea arrancarte la ropa, tirarla a un lado y exponer todo para él, follarte los muslos y mancharlos con su semen hasta quedar seco. Le gusta verte sentada, ver tus muslos rozando y casi saliendo por el short. Siempre tiene sus ojos en ti y su respiración se entrecorta.
Diluc, Albedo, Zhongli, Kazuha, Alhaitham
Le gustas tu enteramente, pero verte en pantalones es tan bonito que no puede evitar tocarte, no te quita las manos de encima. La forma en que el pantalón se pega a tu trasero y a tus caderas lo hace ver la gloria, poder apretar tus glúteos y meter la mano entre tus piernas lo hace tan feliz. Siente que están más juntos que nunca sin importar la ropa que llevan puesta. Ama las nalgadas, los apretones y los rasguños ligeros contra los pliegues del pantalón que le sorprende no haber manchado sus pantalones todavía.
Xiao, Baizhu, Ayato, Kaveh, Neuvilette, Dainsleif
Los muslos y el trasero son geniales, si se lo pides jamás dirá que no. Pero nada puede ser más excitante que verte con ese escote pronunciado. El más mínimo centímetro que revele tus pechos lo hará sonreír y no apartar la mirada hasta que se lo pidas. Sueña con tocar, amasar y morder alrededor del escote sin quitarte la blusa, solo acariciando sobre la tela y mordiendo la piel expuesta hasta pintar diversas marcas ovaladas y rojizas que griten su nombre a todos los que te vean.
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English:
Kaeya, Childe, Itto, Heizou, Wanderer, Lyney, Wriothesley
They like short skirts, they are pretty and fresh, and they love them more when you wear them. When the fabric moves when you walk, how it seems to shrink when you sit on his lap. Above all he loves skirts because he can have you around his cock with total freedom, lift your skirt and fuck you right then and there without much of a fight, just raising your legs and opening you for him.
Aether, Venti, Thoma, Gorou, Tighnari, Cyno
There is a guilty pleasure in seeing you in shorts, seeing your thighs is one of those pleasures and he enjoys it every chance he gets, but seeing his fingers getting lost between your soft skin and the small garment drives him crazy. He wants to rip off your clothes, throw them aside and expose everything for him, fuck your thighs and stain them with his cum until he's dry. He likes to see you sitting, to see your thighs rubbing and almost coming out of the shorts. He always has his eyes on you and his breathing hitches.
Diluc, Albedo, Zhongli, Kazuha, Alhaitham
He likes you completely, but seeing you in pants is so nice that he can't help but touch you, he can't keep his hands off you. The way the pants cling to your butt and hips makes him look glorious, being able to squeeze your buttocks and put his hand between your legs makes him so happy. You feel like you are more together than ever no matter what clothes you are wearing. He loves the spanking, the squeezing, and the light scratches against the folds of his pants that he's surprised he hasn't stained his pants yet.
Xiao, Baizhu, Ayato, Kaveh, Neuvilette, Dainsleif
The thighs and butt are great, if you ask him he will never say no. But nothing can be more exciting than seeing you with that plunging neckline. The slightest inch that reveals your breasts will make him smile and not look away until you ask him to. Dream of touching, kneading and biting around the neckline without taking off your blouse, just caressing the fabric and biting the exposed skin until you paint various oval, reddish marks that scream his name to everyone who sees you.
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deepinsideyourbeing · 4 months
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Tiempo - Enzo Vogrincic
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+18! SoftDom!Enzo. Age gap, creampie, (posible) dacrifilia, dirty talk, fingering, (breves descripciones de) girly!reader, innocence kink (implícito), sexo oral, sexo sin protección. Uso de español rioplatense (y mucho texto, sorry).
Enzo recuerda la primera vez que te vio.
Llevaba ya un tiempo preguntándose quién había ocupado el departamento que dejó cuando terminó su última relación e intentando a su vez sepultar el pensamiento para no recordar nada que tuviera que ver con aquellos momentos, pero luego comprendió que su curiosidad poco tenía que ver con los fantasmas que creía ver en el edificio al que regresó.
Era la tarde de un aburrido sábado y él deambulaba por el corredor con su cámara en las manos, intentando encontrar el ángulo perfecto para capturar la luz del sol iluminando su puerta. Entre tantos viajes decidió recostarse sobre las cerámicas de su hogar, perdiéndose en la oscuridad y conteniendo la respiración hasta que la imagen que vio a través del lente logró convencerlo.
Tus zapatos arruinaron la fotografía.
Se apartó de la cámara con una expresión de disgusto dibujándose en su rostro y un sonido mitad frustración-mitad enojo dejando sus labios, aunque dichas emociones se esfumaron cuando alzó la vista y encontró tus ojos observándolo desde la puerta. Se reincorporó y permaneció sobre sus rodillas, con una extraña sensación recorriéndolo al mirarte.
-Hola.
-Hola- le sonreíste-. Enzo, ¿no?
-Sí. ¿Vos sos…?
Te presentaste con cierta timidez, confesando que sólo te detuviste porque te asustó ver la puerta abierta y aclarando también que en el tiempo que llevabas allí jamás habías tenido oportunidad de presenciar tal fenómeno. Se declaró culpable con una sonrisa y abandonó su posición.
-Vos vivías ahí, ¿no?- señalaste tu puerta y él asintió-. ¿Y por qué volviste?
Cruzó sus brazos sobre su pecho e hizo un gesto de indiferencia.
-Me gusta este lugar. Y tengo muchos recuerdos con mis gatos.
-Menos la lámpara- arqueó una ceja-. Una lámpara con rasguños, ¿la querés…?
-Era mía- apretó los labios-. Pero no, no la quiero, gracias.
-Bueno…- dijiste, alejándote lentamente de su puerta-. Fue un gusto.
Pero él no podía permitir que te fueras.
-¿Te molesta si subo la foto…? Te puedo etiquetar.
Y de pronto no había lugar en el que no se encontraran… Ya fuera en el parque a medio kilómetro de distancia o la vieja tienda de libros en el centro de la ciudad, sus caminos se entrelazaban y siempre emprendían juntos el regreso a casa. En alguna que otra ocasión se detenían a comprar alguna bebida –un simple espresso para Enzo y para vos una bebida con nombre e ingredientes que él no podría pronunciar-, flores o sólo para acariciar gatos del barrio.
Los no-tan-breves intercambios durante las caminatas se convirtieron en charlas interminables que tenían lugar en su cocina o en tu sala de estar. Allí Enzo descubrió por fin el misterio de la playlist que reproducías todos los sábados por las noches, el nombre de las canciones que no lograba encontrar y por qué decidiste no colocar tu apellido en el timbre de la entrada, entre otros detalles con los que completó el puzzle que era para él tu persona.
Recuerda también el día en que pediste su ayuda para decidir cómo decorar la sala para tu cumpleaños, comentándole que organizarías una pequeña reunión con tus amigas e invitándolo a acompañarte luego de preguntar por su agenda. Observó por un largo rato los productos que le señalabas en la pantalla de tu laptop y luego recordó preguntar:
-¿Y cuántos años cumplís?
-Veintidós… ¿De qué te reís?
-Dale- insistió entre risas-. Decime.
-Veintidós, Enzo.             
Su sonrisa se esfumó y se desplomó contra los cojines del sofá, notando en ese entonces que sus jeans rozaban tus muslos. No pareciste notar su reacción o decidiste ignorarla, pero poco podía importarle aquello cuando la voz en su cabeza gritaba que había cometido un error. Cuando se despidió besó tu mejilla con cierta reticencia e hizo un esfuerzo para no voltear antes de cerrar su puerta.
Aquella noche lo encontró en vela. Contó ovejas hasta aburrirse, el té caliente que debía ayudar quemó su lengua y ningún programa en la televisión llamaba su atención el tiempo suficiente; releyó conversaciones, fingió tener la intención de borrar todas tus fotos y tu contacto, juró romper las notitas que dejaste cuando regaste sus plantas durante su último viaje. Gritó y maldijo contra la almohada a sabiendas de que no sería capaz de hacer esas cosas.
Pensó en todas las señales que pasó por alto: algunas de tus prendas y los moños en el cabello, los cuales creyó parte de la reciente y creciente aceptación de la feminidad, las bromas y referencias que no comprendiste, parte del contenido que consumías en redes y que habías compartido con él. Sin ir más lejos, había visto la forma en que interactuabas con otros habitantes del edificio o cómo huías descaradamente (cosa que él envidiaba) para evitarlos.
Todas las mañanas al despertar juraba frente al espejo que era el último día, que pondría fin a lo-que-fuera que estaban haciendo con vos y que era la decisión más sensata para protegerte… Pero entonces recibía un mensaje tuyo deseándole un buen día o te veía regando tus plantas, todavía en pijama y un tanto despeinada, y decidía que podía permitirse unas últimas veinticuatro horas disfrutando de tu compañía.
Fue en una de esas tardes que acabaste sobre su regazo mientras él guiaba tus movimientos. Sólo unas capas de tela separaban tu piel de la suya y eso fue probablemente lo único que pudo lograr que se detuviera a tiempo… Bueno, eso y el hecho de que horas atrás le habías enseñado una página donde se apreciaban fotografías tomadas de tu cuenta de Instagram y el artículo que regalaba detalles sobre tu vida.
Con sus manos aún sobre tu cadera, tal vez un poco más por debajo de lo aceptable, Enzo te obligó a detenerte y fingió no notar el hilo de saliva que conectaba sus labios con los tuyos. Tu respiración era agitada, tus párpados parecían pesar con los vestigios del placer que te arrebató y podía ver tus pezones erectos a través del adorable top floreado que llevabas puesto, pero por muy tentadora que fuera la imagen no podía permitir que cometieran una equivocación.
Acomodaste tu cabello, nerviosa.
-¿Hice algo…?
-No- se apresuró a contestar y besó tu mejilla-. Pero no podemos.
Un sonido dejó tu garganta y tus labios fueron incapaces de contenerlo. Cuando te arrojaste sobre el sofá abrazaste tus piernas, ignorando que la posición había desacomodado tu ropa y dejaba al descubierto tu lencería humedecida. Enzo apartó la mirada y tomó un par de respiraciones profundas, su mano acariciando tu tobillo para ofrecerte consuelo.
-¿Por qué?
-Porque sos muy chica para mí.
-¿De verdad importa?- asintió-. Es que pensé… No pensé que podía gustarte.
-Y yo no pensé que eras diez años menor.
-Nueve- corregiste-. ¿Y entonces...? ¿Por qué estábamos…?
-Porque soy un imbécil.
-Y… sí.
-Creo que tendríamos que… no sé, evitar vernos por un tiempo- lo miraste confundida y él señaló tu celular-. Si te ven conmigo van a hacer y decir esas cosas, es así. Perdón.
-Pero acá no nos ven- intentaste razonar con él.
-Los vecinos sí.
Ambos comprendieron en ese momento lo que significaba evitar verse por un tiempo. Tu labio inferior temblaba mientras hacías un esfuerzo para contener el llanto y cuando Enzo se estiró para acariciar tu mejilla apartaste su mano, te pusiste de pie y te dirigiste hacia la entrada.
-Andate- te aclaraste la garganta-. Andate, Enzo.
Abandonó tu hogar sin atreverse a mirarte a los ojos y la mañana siguiente no se acercó para dejarte la copia de sus llaves ni para reclamar la manta que había caído en tu sofá durante su visita el día anterior. Dejó el edificio con prisas, temiendo que ante el mínimo retraso ambos pudieran encontrarse y él se viera obligado a pensar todavía más en todo lo que hizo mal.
Jamás se había sentido tan ansioso en un avión… Por lo menos no en uno real.
Se arrepintió en ese momento y durante una semana sus conocidos parecieron tratarlo como si fuera un frágil adorno de cristal, aunque no lograba comprender si se debía al evidente estado anímico que arrastraba junto con su maleta o al mal genio que dejaba entrever cuando todas las entrevistas y eventos diarios comenzaban a abrumarlo.
En algún momento comenzó a sentir que había cometido un crimen.
Empeoró cuando lo bloqueaste en todas tus redes. Y cuando los periodistas no dejaban de preguntar si estaba soltero, si tenía novia, si podían saber tu nombre; cuando alguien difundió fotografías que habías subido a tus historias luego de que configuraras tu cuenta como privada, cuando notaron que la lámpara en tu sala era la misma que se apreciaba en viejas publicaciones en su feed, cuando señalaron que tu sala era también la misma sala que él posteó en ocasiones.
Se arrepintió entonces, por supuesto que se arrepintió. Y también se arrepiente ahora, aunque no puede precisar si su arrepentimiento es producto de haberte arrastrado al circo mediático que lo rodea o si se debe a la distancia que los separa. Tampoco sabe qué duele más.
El taxi se detiene en la puerta del edificio y al bajarse lo sorprende el característico sonido del cristal haciéndose pedazos bajo sus pies. Se aparta rápidamente y observa la lámpara destrozada en la acera durante unos segundos, sus ojos ardiendo cuando finge que chequea las suelas de sus zapatillas en caso de que el dolor que siente provenga de una herida.
Arrastra su cuerpo hasta entrar en el elevador y presiona el botón. Odiaría quedarse atrapado o sentirse encerrado como sucedió en el avión, pero está demasiado cansado y prefiere evitar el tramo de escaleras. Toma una respiración profunda antes de abandonar las paredes metálicas y se apresura hacia su puerta, sus manos temblando mientras introduce la llave en la cerradura.
Suelta su maleta de inmediato cuando nota las hojas marchitas de las plantas en su sala, el único sobreviviente de su ausencia siendo el cactus que dejaste allí la última vez que lo visitaste. Pasa una mano por su rostro antes de abrir las puertas del balcón, las ventanas de su habitación y por último las de la cocina, las cuales permiten que a sus oídos llegue la música que suena en tu departamento.
Revisa el calendario. Recuerda la foto de tus zapatos. Respira.
El reloj da las nueve cuando alguien toca tu puerta. Estás sola con tus pensamientos hace horas y te parece un tanto extraño ya que tus amigas te habrían enviado un mensaje en caso de haberse olvidado alguna de sus pertenencias, pero de todas formas echás un rápido vistazo a la cocina y la sala en busca de cualquier objeto que reconozcas como ajeno.
Cuando abrís la puerta te encontrás con Enzo esperando del otro lado, un ramo de flores en una mano y un regalo mal envuelto bajo el brazo: permanecés inmóvil a la espera de una explicación lógica a su presencia y él, que no deja de mirarte a los ojos, contiene la respiración preparado para que lo eches. Te hacés a un lado para dejarlo pasar.
-Esos son regalos para mí, ¿no? Porque si no me trajiste un regalo te tenés que ir.
El tono pasivo-agresivo de tu broma lo obliga a tragarse su risa y se planta en medio de tu sala.
-Te tengo que pedir perdón.
-En eso estamos de acuerdo- cruzás tus brazos sobre tu pecho-. ¿Y por qué, exactamente?
-Por todo.
Tomás asiento en el sofá y Enzo ocupa el otro extremo, manteniendo cierta distancia que para ambos resulta abismal. Coloca el ramo de flores sobre la mesita de café y también la caja, luego pasa sus manos por su pantalón una y otra vez, nervioso e inquieto como jamás lo habías visto. Te gustaría poder consolarlo pero aún te sentís herida y tu corazón latiendo en tus oídos no te permite pensar con claridad.
-Sé más específico.
 -Primero me gustaría pedirte perdón por lo de tus fotos.
-No es tu culpa- negás-. De verdad, no sos responsable.
-Entonces te quiero pedir perdón por haber sido un pelotudo…- acorta la distancia entre ambos-. Sé que lo que hice estuvo muy mal, tendría que haberme quedado para que pudiéramos hablar bien y no tendría que haberme ido sin despedirme o prometer que íbamos a aclararlo cuando volviera. Seguro estás enojada y tenés todo el derecho del mundo, pero te pido que me dejes explicarte.
Suspirás y hacés un gesto para que te dé un momento. Buscás refugio en la cocina para ocultar tus lágrimas y deshacerte de la horrible sensación de opresión en tu pecho, colocando un par de cupcakes en unos pequeños platos de porcelana pintada que recibiste por la tarde. Estás a punto de voltear para regresar a la sala, pero la presencia de Enzo a tus espaldas es evidente.
-Perdón- susurra, tomando ambos platos para dejarlos sobre el mármol y poder sostener tus manos-. Sé que dije que sos muy chica para mí, pero sólo lo dije porque no me gustaría que en algún momento…
-¿Qué?
-No me gustaría que dejes de ser como sos sólo para encajar conmigo, que te pierdas de esas experiencias que yo ya viví, no me gustaría que la gente nos mire y piense “Ah, sí, ahí van Enzo y la nena”, no…
-No sos como DiCaprio, Enzo- te liberás de su agarre-. ¿De verdad te importa tanto lo que piensen los demás? Porque yo juraría que normalmente no sos así.
-¿Vos leíste todo lo que dijeron sobre nosotros? Tenés que entender.
-¿Entender qué…? ¿Por qué creés que hacíamos algo incorrecto?
-Porque yo ya sé muchas cosas que a vos te faltan aprender.
-Podés enseñarme- apoyás las manos en su pecho y sentís que tiembla bajo tus dedos-. Me dijiste todo lo que no te gustaría, ¿por qué ahora no me decís lo que sí te gusta?
Toma tu mano y besa tus nudillos.
-Me gustás vos, pero no sé si te merezco- cubre de besos tu palma antes de llevarla a su mejilla-. Perdón, chiquita, te juro que voy a encontrar la manera de…
-Podemos seguir donde nos quedamos- sugerís. Tus mejillas arden.
Enzo rodea tu cintura con sus manos y sus pulgares trazan figuras sobre tu ropa.
-¿Estás segura?- asentís.
Ataca tus labios con una delicadeza brutal, su desesperación evidente en los gemidos que dejan su garganta y en la urgencia con la que comienza a frotarse contra tu abdomen; entre besos y roces toma tu muñeca y te arrastra en dirección a tu habitación, deteniéndose sólo al ver su manta en tu cama deshecha. Cuando evitás su mirada toma tu mentón entre sus dedos.
-No te voy a dejar sola nunca más- besa tu frente-. Nunca.
Te ayuda a recostarte en la cama y se posiciona sobre tu cuerpo con cuidado. Comienza a besarte, su mano acariciando tu cintura con movimientos suaves que le permiten estudiar tus reacciones y sus labios delineando tu mandíbula, tu cuello y tus clavículas hasta hacerte estremecer.
Se aleja por un segundo para observar tu expresión y se siente casi orgulloso del efecto que tienen en vos sus besos. Vuelve a acercarse a tu boca y tus brazos rodean su cuello para acortar toda distancia entre sus cuerpos, tus piernas abrazando su cintura para poder sentir la evidencia de su excitación contra tu centro. Comienza a rozarte por sobre la ropa y se deleita al oír tus gemidos, tímidos al principio y desesperados con el pasar de los minutos.
-¿Puedo?- pregunta al deslizar sus dedos entre la cintura de tu pantalón y tu piel. Asentís-.  Necesito palabras.
-Sí, sí podés.
-Muy bien- te sonríe y tira de la prenda hasta lograr deshacerse de ella. Observa los tiernos detalles de tu ropa interior pero lo que más llama su atención es la mancha de humedad en el centro. Comienza a deslizar sus dedos sobre la tela y jadeás-. ¿Querés que te toque?
-Sí.
Es adictiva la manera en que reaccionás a sus caricias y se siente casi cruel al preguntar:
-¿Dónde?
Cerrás los ojos, avergonzada, y presiona sobre tu entrada aún cubierta.
-Ahí.
-¿Acá?- repite el movimiento y gemís. Se acerca a tu rostro y besa tus labios-. Perdón, bebé, es que sos muy linda…
El temblor que te recorre hace que se apiade y te despoja de la última prenda que lo separa de tu intimidad. Se arroja sobre el colchón y besa tus muslos con algo similar a la devoción mientras te observa desde su lugar tal como lo hizo la tarde en que se conocieron. Arrastra sus labios sobre tu piel hasta acercarse peligrosamente a tus pliegues y tu entrada brillante.
El primer beso te hace gritar y mientras sus labios te recorren de arriba abajo Enzo aparta la mano que cubre tu boca. Su lengua caliente y experta juega con tu entrada, se introduce en ella y realiza pequeños movimientos hasta sentir que tus dedos se enredan en su cabello para acercarlo aún más, alejarlo y también guiarlo en busca de más placer.
Las yemas de sus dedos recogen tu excitación y frota tus pliegues para lubricarlos. Cuando se detiene brevemente sobre tu clítoris para dibujar círculos estos arrancan un sinfín de sonidos incomprensibles de tus labios y Enzo sonríe complacido contra tu piel ardiente.
Introduce un dedo muy, muy lentamente en tu interior y suspira cuando siente tus paredes contrayéndose hasta prácticamente succionar el dígito en tu interior: gira su muñeca y curva su dedo hasta hallar tu punto dulce, obteniendo un gemido casi pornográfico como recompensa.
Comienza a abusar de tu sensibilidad y no decide si prefiere ver la forma en que te retorcés sobre las sábanas o tus fluidos haciendo brillar tu piel y deslizándose hasta manchar su manta. Intenta obtener algo de fricción, frotándose desesperado contra el colchón y capturando tu clítoris entre sus labios para acallar sus propios gemidos.
Desliza en tu interior otro dedo y te oye quejarte segundo cuando tus paredes oponen resistencia, pero pronto tus gemidos cobran más y más intensidad y movés tu cadera para encontrar sus movimientos. Otro dedo le sigue y cuando sollozás Enzo se pregunta cuántas noches pasaste tocándote en soledad, tus manos incapaces de darte el placer que él logra brindarte en este momento.
Una serie de balbuceos -entre los cuales cree distinguir su nombre- son la única advertencia que ofrecés antes de alcanzar un orgasmo que arquea tu espalda y provoca que arañes las sábanas al intentar aferrarte de algo que te ayude a tolerar el placer. Enzo prolonga tu orgasmo hasta sentir que los espasmos dejan de sacudir tu cuerpo y ver que tu respiración agitada se regula.
Se recuesta a tu lado para poder apreciar tu rostro de cerca y besa tu mejilla.
-Feliz cumpleaños- dice contra tu piel-. ¿Querés más?
 -Todo- asentís-. Quiero…
Se deja caer contra la almohada.
-Si lo hacés no voy a aguantar- lamenta-. Pero…
-Sí- te apresurás a decir-. ¿Y puedo intentar más tarde?
Besa la comisura de tus labios y emite un sonido de afirmación.
Se desnuda bajo tu atenta mirada y regresa a su lugar entre tus piernas. Descansa su peso sobre un brazo y acaricia su miembro, jugando con su punta brillante y suspirando sobre tu cuerpo sólo para tentarte más. Juega con tu clítoris, se desliza entre tus pliegues y te hace delirar posándose sobre tu entrada una y otra vez.
-¿Segura?
-Segura- acariciás su mejilla.
Aunque el ardor de la penetración te resulta placentero esto no evita que un par de lágrimas se deslicen por tus mejillas cuando agachás la mirada para ver la escena entre tus piernas. Enzo es grande y las venas que lo recorren parecen gritar pidiendo que tus dedos las acaricien, pero tus manos acaban sobre su pecho desnudo y tus uñas dejan marcas en su piel al sentir que alcanza los lugares más profundos en tu interior.
-Enzo…- temblás y su pulgar comienza a dibujar círculos en tu clítoris para calmarte.
-Ya sé, bebé, ya sé…
-Más, por favor.
Mueve sus caderas con suavidad para no herirte y arroja la cabeza hacia atrás, incapaz de contenerse ante el placer que siente y esforzándose por no perder el control. Abandona tu interior hasta que sólo la punta permanece dentro de tu cuerpo, que suplica contrayéndose deliciosamente, y cuando vuelve a introducirse lo hace de una sola estocada.
-Más, Enzo, más.
Acelera el ritmo y jura que podría morir en esa posición, con tu calidez abrazándolo y tus gritos opacando cualquier sonido que pudiera llegar a sus oídos. Se deja caer sobre sus codos y busca tus labios, embargado por la necesidad de besarte hasta olvidar cualquier pensamiento que no seas vos.
Su mano se desliza bajo tu camiseta hasta llegar a uno de tus pechos, masajeándolo y girando tu pezón entre sus dedos hasta que tus dientes muerden su labio inferior. Rompe el beso para poder observar las expresiones que transforman tu rostro cuando comienza a profundizar sus movimientos, el vaivén de sus caderas permitiendo que su pelvis estimule también tu clítoris.
-Ahí...
-¿Sí, acá te gusta?- la pregunta es casi retórica. Sin esperar confirmación comienza a atacarte con embestidas que te hacen delirar, su punta golpeando tu cérvix y sus movimientos provocando que tu cuerpo se mueva sobre las sábanas de manera casi violenta.
Tus pestañas brillan con las lágrimas que nublan tu visión y Enzo besa el rastro que estas dejan mientras se pregunta si alguna vez alguien logró hacerte llorar de placer, si te aferraste con tanta fuerza al cuerpo de otra persona para no perder la cabeza por la intensidad de las sensaciones… Sabe que no y los músculos de su abdomen se tensan peligrosamente al pensarlo.
Hace una breve pausa para recuperarse y acaricia tu rostro antes de manipular tu cuerpo con facilidad, recostándose contra las almohadas y posicionándote sobre su cuerpo. Puede apreciar en tu rostro tus dudas, por lo que te toma por el cuello para poder acercarte a él y besar tus labios de manera casi voraz.
Colocás tus manos sobre su pecho y comenzás a rozar tus pliegues sobre su miembro húmedo y brillante por los fluidos de ambos, un hilo de saliva cayendo de tus labios cuando bajás la vista para apreciar la imagen entre tus piernas.
Te cuesta creer que lo que sucede es real y que Enzo está con vos en todos los sentidos, más aún cuando humedece su pulgar -como si hacerlo fuera necesario- con la saliva que moja tus labios y lo lleva hacia tu clítoris.
-Enzo, no, me voy a…- intentás advertirle pero tus palabras sólo parecen motivarlo más. Gritás-. Es mucho…
-Hacelo.
Temblás y Enzo te empuja con su cadera hasta que el ángulo le permite volver a penetrarte. La intensidad de los estímulos sacude tu cuerpo y de tu garganta surge un sonido agudo cuando te golpea otro orgasmo que blanquea tu visión y te obliga a arañar su abdomen.
Tus movimientos se apagan gradualmente y las manos de Enzo acarician tu cintura, tu cadera, tus muslos y cualquier centímetro de piel que sus ojos ven. Su miembro palpita en tu interior mientras te recuperás de tu orgasmo, algún que otro espasmo atravesándote y una capa de tus fluidos haciendo brillar tus pliegues, tus muslos y también su abdomen.
La escena es terriblemente obscena y te sentís avergonzada al ver el desastre, pero Enzo no permite que te disculpes y te rodea con sus brazos para aprisionarte contra su pecho. Besa tu cuello y tus paredes se contraen sobre su miembro, tu cuerpo aún sensible rogando por más.
Llenás su hombro de besos y susurrás contra su piel.
-Adentro.
Un gemido resuena en su garganta al oírte y toma impulso con sus pies para volver a asaltar tu interior. Su miembro parece rozar cada fibra de tu ser y la habitación se llena con los sonidos de su piel colisionando con la tuya y tus sollozos cuando decide lamer y morder tu cuello. Mantiene en tu cadera un agarre lo suficientemente fuerte para dejar huellas.
Dejás caer tu frente sobre su hombro, rendida al sentir el cosquilleo entre tus piernas. Enzo tira de tu cabello para obligarte a mirarlo.
-¿Querés que te llene la conchita…?- asentís-. ¿Sí…?
-Sí, por favor.
Tu expresión es patética, pero Enzo cree que es tierna la forma en que tus cejas se curvan y tu boca entreabierta le permite ver tus dientes y tu lengua. Captura tus labios entre los suyos y jura que puede saborear su orgasmo en la forma en que permitís que invada el interior de tu boca.
Sus estocadas son frenéticas y erráticas y sus uñas marcan tu piel. Ahoga un gemido contra tus labios y en medio de la desesperación rompe el beso, mordiendo tu mejilla cuando su liberación mancha tus paredes hasta hacerte lloriquear.
Te abraza con más fuerza mientras las últimas gotas de su semen llenan tu interior y besa las marcas de sus dientes en tu rostro.
-Ahora sos mía.
Gemís en respuesta.
-Y vos sos mío- decís con voz temblorosa-. Para siempre.
-Para siempre, sí- jura, tomando tu mano para besar tus nudillos, tu palma y tus dedos, deteniéndose sobre estos cuando ve tu expresión de dolor-. ¿Qué te pasó acá?
-Estaba limpiando y se rompió tu lámpara. Perdón.
-No me pidas perdón. Nunca- vuelve a besar tu mejilla y te sonríe-. Creo que te va a gustar tu regalo.
-¿Cuál…?
-El que dejamos en la sala.
-Ah, sí- soltás una risa.
-¿Qué te parece si nos damos una ducha y terminamos de celebrar tu cumpleaños juntos?- propone-. Podemos pedir algo para comer y ver una película.
-Quiero quedarme así un ratito- descansás tu mejilla contra su piel caliente-. ¿Enzo…?
-¿Qué pasa, bebé?
-Te quiero.
La fuerza de su abrazo amenaza con dejarte sin respiración.
-Yo también te quiero. Mucho- toma tu mentón entre sus dedos para llamar tu atención-. ¿Puedo ser tu novio…?
Espero hayan disfrutado la lectura ♡
}taglist: @madame-fear @creative-heart @llorented @recaltiente @chiquititamia @delusionalgirlplace ♡
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mad--woman · 6 months
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No sé por qué me gustan tanto las marcas en el cuerpo, pero me encanta encontrarme moretones o rasguños, por más chiquitos que sean.
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loveindefinitely · 10 months
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༊*·˚ MIDNIGHTS — track one : lavender haze
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summary. you're dragged to a house party by your best friend, and subsequently meet two men that will change your life, all in one night.
featuring. rodolfo 'rudy' parra + alejandro vargas
warnings. nsfw, alcohol consumption, modern au, implied drug use, f/m/m, mutually under the influence, partying, slight peer pressure, public sex (?), bathroom sex, oral, degradation, strangers to lovers
series masterlist.
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"Jesus christ," you murmur, wincing at the sudden and overpowering smell of weed, cruisers and sweat. Not exactly an appealing mix, but not revolting, at least. Better than vomit. Too early in the night for that, you supposed.
Valeria mutters something under her breath, and with a roll of her eyes, drags you by the scuff of your neck to the kitchen.
Bodies litter every open bit of room on the floor, grinding against each other, neon lights casting vibrant colours over the sheen of sweat on their skin. It's oddly enchanting.
The glitter littered on your collarbones and cleavage shine in the cascading lights, and you hope that you look somewhat confident, even if you feel anything but. You weren't one for house parties, hell, this was one of your first, but Valeria had convinced you to 'let loose' and 'have fun'.
You didn't say how you knew that this party was an excuse to get business done, but then again, that was why the two of you were so close.
Plausible deniability, and all that.
A drink is slammed into your chest, a little bit splashing onto your skin. You shoot an unamused glare Valeria's way, to which she just replies with a small shrug. "Drink."
"If it's drugged, I'll kill you," you say. ...Only half joking. You knew -- hoped -- that she wouldn't, but again, it was Valeria.
Another roll of her eyes and a scoff. "You can try."
You wouldn't, because at the end of the day, you did enjoy being alive and functioning. Both things were quite useful.
Valeria's eyes catch on something, or someone, behind you, and her glare narrows even further, her mouth hitching up into a hardly discreet scowl.
You turn, but she quickly grabs you by the hair to stop you from doing so. "Don't look," she seethes, venom in her tone.
"Didn't expect to see you here, Valeria," a man's voice chimes from behind you, snarky and impatient.
Your closest friend's lips pull into a cruel, cunning smile, void of any warmth as she glares at whoever's behind you. "Alejandro," she snarls, her voice bitter.
Swallowing, you nervously try and think of a way to get out from between whatever the fuck is going on here. You didn't exactly feel like getting involved in... whatever Valeria did under your nose.
"And who's she?" The man asks, sounding just the slightest bit closer. His tone has taken an interested, more curious tone, not nearly as harsh or abrasive.
You play with the necklace around your neck in nervous movements, trying to quell your growing anxiety.
Valeria huffs a cold laugh. "Not apart of this," is her only answer, accent thickening just the slightest, like it did when she was pissed off, or... scared. Which had only been once, in all fairness, and that was because of a spider.
"Vamos, necesitamos hablar. Sácala de aquí [Come on, we need to talk. Get her out of here]," the man spits out, vitriol heavy on his tongue like some kind of poison.
"Tócala y morirás, Alejandro [Touch her and you will die, Alejandro]," is Valeria's hiss of a reply, her hold tightening in your hair. You squeeze your eyes shut, nervous and completely out of your element, and scared shitless.
The man behind you -- Alejandro -- murmurs a bunch of curses under his breath, before he replies once more. "Rodolfo will keep her safe."
"¿Crees que confío en ti? [Do you think I trust you?]" Valeria's eyes burn with rage from what you can see in the dim lighting, and it sends a shiver down your spine. "Bien. Si ella tiene un rasguño, ambos moriréis [Fine. If she gets a scratch, you'll both die]."
She looks down to you, her hand falling from the fist it had in your hair. "If he so much as breathes at you wrong, yell for me," she mutters in a low tone, before pushing you towards someone without so much as another look in your direction.
Your breathing comes out in short, quick pants, when a warm arm slides around your waist. You flinch in surprise, looking up into warm brown eyes.
"Rodolfo," the man says, an introduction. His head gestures sharply to the man following after a fuming Valeria. "Alejandro."
You nod, albeit with confusion, and pray that your embarrassment isn't obvious on your face when you say your name in a way of greeting.
Rodolfo nods, and there's a calmness to him that settles your nerves and overall antsiness.
"¿Quieres bailar? [You want to dance?]" He asks, and you tilt your head slightly to the side. He raises a brow, taking in your appearance. Your black dress is completely and utterly slutty, but you had wanted to try and be a different person for a night.
...You were maybe, slightly, regretting it.
"I..." you start, unsure what to do or say, before he simply drags you towards the loungeroom, where everyone's packed like sardines.
His chest presses against your own, his arm still around your lower back. Your hands, nervously, rest at his chest, and you have to crane your neck a little to make eye contact.
You are so, so, so screwed.
His mouth tilts into a small smirk, obviously aware of your uncertainty. "I'm protecting you, hermosa [beautiful]. You're safe with me," he whispers, leaning in close to your ear, and you just about melt. His voice is velvety and smooth and so fucking attractive that you can't believe that you're even here right now.
Swallowing, you nod slowly. "Okay. I'm sorry," you tack on the last part, the words familiar on your tongue.
Your eyes go slightly wide when his hand comes up to direct your chin back up to meet his gaze, his eyes almost sparkling in the deep purple lights hung in this room. "No. None of that."
Your mouth is as dry as a desert.
But something else certainly isn't.
"How do you know Valeria?" You ask, because, really, you can't keep your mouth shut, can you?
Rodolfo seems to think for a moment, his features highlighted by the lights. The bass of the music thrums in your chest, and you can feel it from where your feet hit the floor, all the way to your fingertips, where they sit on his chest.
"...She's an old friend," is his response, and you can tell that there's a lot of heavy lifting behind the 'friend' title.
You nod, however, appeased with the answer. At least for now.
"You're not aware of her work?" He asks, wincing slightly at the last word. He's a solid weight at your front, oddly comforting for a man you had met not even five minutes ago, and who is clearly not in a white-collar kind of career path.
"No, um, not really my business," you say, deflecting.
A crease forms between his brows, and the swaying slows down. The two of you are surrounded at all sides, and it's hard to think, let alone breathe.
He's about to open his mouth to continue, when a sharp bark of his name makes his gaze instantly flick from you, to the other side of the room.
"Nosotros vamos [We're going]," The voice from before calls out -- Alejandro's voice. Rodolfo's arm at your waist tightens, if only slightly.
His gaze flickers back to yours, something swirling in their depths. Something that has your thighs squeezing just a bit together. You are so unbelievably parched -- from physical or mental thirst, you're not sure.
"Come with me," he says, voice lilted with an undercurrent of lust and desire. "Por favor, mi niña [please, my girl]."
Valeria had said to have fun, hadn't she? And you hadn't gotten all dressed up just to not get laid tonight, right?
So, like the 'new you' you are, you nod your head.
Rodolfo's returning smile is nothing short of vivaciously wicked, and tingles shoot up your spine as his hand rests heavy on your hip as he guides you out of the thick stream of people.
When your eyes meet Alejandro's, and you're standing mere feet in front of him, the man's eyebrows shoot up in surprise. He directs a look to Rodolfo, and although you can't see the man's expression, you can tell that they're silently communicating.
Whatever the conclusion to their voiceless debate, it seems to weigh in your favour.
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a/n. a teaser for the midnights series!! i have not forgotten about my plans for this one folks. taylor swift did infact intend for the album to be used as titles and vibes for call of duty fanfiction, in case u didnt know!
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