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tskno · 1 month ago
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Cultura
 
“Cultura” 2025
 
Como continuación a la propuesta que nos hace cada año mi amiga y escritora, Neus Arqués (Un hombre de pago. Urano. 2006…), este año 2025 he elegido una palabra —como cada año hace Pantone con un color— como vengo haciéndolo desde 2023.*
 
La palabra que me va a acompañar durante mi próxima vuelta al sol será “cultura”. En catalán, porque esa es mi lengua y a la que amo; en español, porque me mola y porque este es mi huerto y planto en él lo que me da la gana; y en latín, que es más fino y porque es de Roma y no de Kabul de donde venimos.
 
Según la RAE, en la primera acepción de esta entrada, la cultura es el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
Yo me atrevería a ir algo más allá de la Academia y definiría cultura como aquello que permanece una vez olvidados, o mejor aún, una vez cristalizados los conocimientos, esto es, el juicio crítico.
 
En esos tiempos de alineación y de pensamiento único es necesario mantener la conciencia de aquel Übermensch que definió Nietzsche, mantener la fe en el nihilismo (escepticismo, si no te gusta el término nihilismo) vitalista y alimentar un alma libre e insumisa. Solo la cultura puede mantener incólume la voluntad, esa capacidad que tanto detestan los carceleros del librepensamiento (esos que no escucharon a Zaratustra cuando debieron haberlo hecho) y que tanto ahínco ponen en doblegarla.
 
Cultura es tradición, es comer canelones por Sant Esteve, alimentar al Tió con mandarinas de Todolí, es envolver regalos por Navidad y honrar al fuego durante el solsticio de verano. Es la hogaza de pan bien horneada, el olor a trufa negra de Bordón en la cocina, el aroma del café por la mañana y recordar aquella mermelada de ruibarbo que nos hacía Quico para Reyes.
 
Es la capacidad y la experiencia para disfrutar de la mineralidad de un Scharzhofberg de Egon Müller o de las fascinantes aristas, de la perfecta integración y de los recuerdos que evoca un sorbo de Gran Reserva 890.
 
Y apreciar la magia de Tannhäuser de Wagner (yo este nivel todavía no lo he alcanzado), de White rabbit de Jefferson Airplane o de Wish you were here de Pink Floyd. Para algunos puede ser disfrutar del canto Stabat mater y para otros —espero que no demasiados— de la Bohemian Rhapsody de The Queen o de Supertramp.
 
Es emocionarse con el monolito de 2001 de Kubrick, con el amor cuántico y partenofilial de Cooper y Murph en Interstellar de Nolan, con Jane Fonda en Barbarella (eso es fácil) o con Sylvia Kristel en Emmanuelle (eso también es fácil) y es alucinar con la complejidad Stalker (eso ya es más difícil), de Andréi Tarkovski, disidente soviético, porque de la uniformidad del comunismo solo se puede disidir.
 
Y es lenguaje, aprender y leer. Leer sobre todo libros, y leerlos cuando deben ser leídos: es crecer con Bartelby, con los Mitos de Cthulhu, con el joven Werther, con Gregorio Samsa, con Holden Caulfield, con Rick Deckard, con William Lee, con Pep Subirós y con Jancis Robinson.
¡Y casi me olvido de Colin y de Isis (Boris Vian), y de los Nueve príncipes de Ámbar (Roger Zelazny)!
Cultura no es ni Instagram ni Tik Tok, no nos engañemos, cultura es papel, olor a tinta y vigilia.
 
Un hombre culto se siente como K (léase El Castillo, de Franz Kafka) ante una notificación de la agencia tributaria, y se sentiría como Sthendal con el éxito de la motosierra (si este llegase algún día o cuando llegue).
 
Cultura es diferencia y tolerancia, es coincidir pero también es disidir y discrepar, es debatir ideas sin falacias ni fanatismos y aprender de estas conversaciones. Es cerebro, es corazón y jamás es víscera. Es silencio más que ruido. La cultura ni es imposición ni pretende convencer; no entiende de himnos ni de banderas pero sí de territorios, de razones y de argumentos.
 
Cultura son las matemáticas, la física, el estudio de las partículas cuánticas y la tecnología. Es la NASA, la ESA, SpaceX y mirar hacia las estrellas, como hace Vincent en Gattaca o lo hacía Carl Sagan en Cosmos.
 
Es cultura valorar la faceta constructiva de las personas, apreciar aquellas aptitudes que las hacen individuales, es escucharlasy aprender de ellas. Es comprensión y respeto. La cultura es la voz y la herencia de nuestros ancestros.
 
En las antípodas de la cultura está la ignorancia, esa cualidad sobrevalorada que jamás proporcionará la felicidad, que inhabilita al que la sufre para disfrutar de la belleza, del matiz y del detalle.
 
En cultura sufrir por los niños muertos en Gaza, por las mujeres lapidadas en Iran y por los jóvenes masacrados en el festival Supernova Sukkot Gathering, Israel. Y es incultura, es barbarie, no hacerlo.
 
La persona culta es honesta, educada, curiosa y responsable. Su misión y su deber es tratar de iluminar a sus congéneres y, en particular, a los de las nuevas generaciones. Sin ese compromiso ese individuo culto es del todo prescindible, carne en tránsito y un dispendio.
 
Además, la cultura, que es todo eso —y tantas cosas más—, se encuentra en la confluencia entre la inteligencia y la verdad, en ese punto donde el mono se convierte en hombre.
 
Y podría ser también el más preciado bien que el homo sapiens legue a la nueva especie que nos va a suceder. Y quizás sea el único.
 
*2023 Verdad y PANTONE 18-1750 Viva Magenta
2024 Intel·ligència y PANTONE 13-1023 Peach Fuzz
2025 Cultura y PANTONE 17-1230 Mocha Mousse
 
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