#poeta Rufino Blanco Fontana
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Poetas modernistas de la lengua castellana
Veremos en esta ocasión, la denominación del término “modernismo” en el paradigma literario, y dentro de la lengua castellana, con que se denomina a un periodo de la literatura que va desde los años 1880-1917, fue un movimiento literario que tuvo representantes, en varios países de habla hispana. Este movimiento literario se dio fundamentalmente en el ámbito de la poesía, que se caracterizó por una ambigua y de rebeldía, para con los valores imperantes de esa época. Fue un un refinamiento aristocrático, como lo definen los estudiosos del tema, dando un culturalismo literario y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. En las raíces del "Modernismo" hay un profundo desacuerdo con los valores de la civilización burguesa. Que imperaban en el paradigma de la literatura de ese entonces. Entre los máximos exponentes de este movimiento encontramos a los siguientes representantes; Ricardo Jaime Freyre (1866-1933), Daniel Alomías Robles (1871-1942), José Eustasio Rivero Salas (1888-1928), Eduado Caba (1890-1953) y Antonio gonzález Bravo (1885-1961), entre los muchos escritores y poetas que pertenecieron a este movimiento. Este artículo es tan solo un acercamiento al tema, para que las nuevas generaciones de lectores conozcan un poco más sobre el tema. Analicemos los casos de la linda Bolivia y su poeta Freyre en particular, aunque iremos nombrando a otros exponentes, sin perder el eje de la tierra boliviana.
Foto: Vemos al poeta y escritor Jaime Freyre
El paisaje: Con una obstinación, quizá impertinente, persistía la idea de que solo de las altas montañas de América surgirá un "nuevo sentido de la vida", "un estilo especial", distintos de las formas éticas del viejo mundo desmoronado, de la cultura occidental periclitada en un escenario de tragedia. Una nueva humanidad más heroica y fecunda, madurada bajo el oleaje de una tempestad de sangre se apresta a vivir ansiosamente. Y, esa nueva humanidad, parecemos que estimula sus fermentos en el nuevo Mundo, entre los elementos étnicos tan diversos que pueblan sus latitudes. Por eso es que esa inquietud de mejoramiento y superación ha sido una constante obsesión en las colectividades de estos pueblos desde hace un estimado de 400 años, cuando la colonia desplegó el oriflama de su energía mística cruel y en el escenario dionisiaco de nuestro territorio de América.
La mayor parte de los pueblos americanos acusan peculiaridades admirables y extraordinarias, convergiendo ellas en un todo que podría ser armonioso a no mediar fuerzas por fuertes pasiones, y por otra parte a un desconocimiento de las cosas propias, llámense virtudes o defectos que en suma nos interesan a nosotros mismos. Si las peculiaridades americanas pudieran apreciarse desde un plano uniforme y sin discrepancias, cada pueblo mostraría el matiz propio, tal como el colorido explosivo de uno de esos bellos tejodos autóctonos. Son imperecederas las formas de expresión artísticas influidas por el espectáculo del cosmos. El verdadero arte según algunas visiones es el que entre sus elementos constitutivos muestra el vigor recóndito de las influencias telúricas, y por eso, para enjuiciar estos aspectos de la cultura, se precisa adentrarse y bucear en el paisaje. La sierra andina coronada de nieves eternas, que enmarca en forma prodigiosa las altipampas bolivianas, es una alegoría al atrevimiento mitológico y a la superación constante, y el hombre que vive en estos parajes se contagia de esas virtudes, máxime si este hombre es dueño de una fina sensibilidad.
Pajonales áureos y bravíos que se pierden en el horizonte, altos montes ciclópeos levantados al infinito en una sublevación de agujas y moles de hielo; huracanes sonoros que hacen vibrar sus orquestaciones en los ámbitos silenciosos, borrascas de nieve que iluminan los abismos donde duerme el vértigo, vórtice de luz en el filo de la lejanías; llanuras verdegueantes que se tienden al pie de la cordillera, praderas en las que una vegetación lujuriosa se enreda en un monstruoso abrazo, son los personajes en este grandioso escenario boliviano. El panorama del Kollao, dice Uriel Garcia es metafísico; "Sobre el páramo desolado se siente el infinito inmediato dentro del corazón. Se diría que se vive en lo absoluto". Efectivamente el paisaje del territorio boliviano, inenarrable por su grandiosidad y belleza y por el aliento esotérico que fluye de él, agarra brutalmente la contextura anímica y la obliga a una dinámica insospechada, la eleva a la atmósfera pura de las ciencias exactas, como al paradigma de la magia.
El sujeto que se familiariza con el espectáculo mágico del paisaje de la pampa altiplano, se transforma en un héroe o heroína de una leyenda antigua, su vida se conforma en molde bello y estalla en dramáticos pasajes del sentimiento. El sujeto que habita las sierras andinas parece que participará por igual del Katari y del Kuntur totémicos. Tiene alas para todo salto de cumbre a cumbre, y de abismo a abismo. Pero también la naturaleza se dulcifica en estos territorios mágicos de héroes y cíclopes, y lentamente, del roquedo fosco y solitario que en sus cumbres es inaccesible; bajan los accidentes, primero en vertiginosos aludes de cuarzos blancos, y después, en pendientes que se van aplacando hasta llegar a las laderas que desembocan en ribazos ecológicos. Más tarde se abren los valles donde la caricia del sol es halago, fecundante donde la flor salvaje y extraña se mece al soplo de la brisa cálida y cargada de aromas naturales. Bajando siempre en un descenso de halcones, más abajo se tienden las lujuriosas selvas, la jungla virgen, no por mucho tiempo más si los cultivos comerciales del hombre avanzan a este ritmo salvaje, por ahora está la selva virgen donde lloran los árboles sus gomas aromáticas En estas catedrales naturales de columnatas de cedros milenarios están sus ritos naturales, inexplicables, pero bellos. Es una vorágine vegetal en la que el hombre tiene que mimetizarse en árbol, donde las pasiones tienen la afelpada zarpa del jaguar sabio y el sigiloso reptar de los ofidios invasivos para el hombre, y necesarios para la tierra. Es una vorágine vegetal tan maravillosa exaltada entre otros escritores por José Eustasio Rivero Salas (1888-1928).
Y es que la República Plurinacional de Bolivia tiene diseminadas sus ciudades en todos estos parajes de su territorio. Tan pronto se elevan como nidos de cóndores sobre los picachos senderos, o se tienden dulcemente en las cuencas de los valles aromados de cedros en algunos lados, o duermen en el sopor de los trópicos a la sombra de sus palmeras. Pero todas tienen algo en común; la belleza de su gente, y de su cultura.
Imagen: Poeta español Rubén Darío
La expresión del espíritu:Parecen que las ciudades de Bolivia hubieran sido edificadas obedeciendo a un viejo plan de antecedentes maravillosos y culturales de otras civilizaciones que habitaron en otro tiempo y en el espacio. En todas estas ciudades se descubren particularidades únicas, que para el observador, son como viejos troncos mutilados de arte. Cada vestigio denunciador tiene una raíz soterraña metida en un alvéolo profundo, y esa fisonomía particular, sólo puede ser el producto de una remota tradición de cultura. Si se quiere estudiar el origen de la familia del hombre "moreno" como se le decía a mediados del siglo XX, y vernacular, hallaremos el "ayllu", que se la podría definir según algún marco conceptual como una "hermética cápsula social", u otra definición sería "el ayllu es la familia andina de característica muy simple y cerrada como un electrón o pequeño universo, aprisionado entre montañas, que ha sobrevivido a todos los cambios de la historia, con la misma perennidad inconmovible de esos montes donde arraiga. Creación de los Andes, el Ayllu es como la vicuña o la llama, como el kishuara o el Molle, como la andesita de los monumentos. Prehistoria eterna, asiste desde milenios atrás el drama de la elución del americana, agazapado sobre las lomas o sumido en el pajonal collavino, ni más ni menos, como esas rocas que se inclinan en el mileño". La poesía que es la flor de toda cultura, y de cada cultura en particular, de las tanta que habitan este planeta, tiene en bolivia su genealogía. El antepasado brumoso de toda expresión poética, es el "harahuiy", forma literaria que encerraba los himnos religiosos e históricos, poesía que en un comienzo tuvo el acento grave de los primigenios cantos épicos orientales. Más tarde, según lo manifestó el sociólogo peruano Garcia, el "harahuiy" perdió su íntimo valor literario y musical para convertirse en una copla sentimental e intrascendente mediante los mercados del capitalismo de por medio claro está. Para muchas personas, la música es una expresión altamente lírica, que cuyo campo aún no está científicamente explorado este campo de la producción humana, salvando la intervención de eminentes musicólogos, tanto en el siglo XX como Daniel Alomías Robles (1871-1942) en el Perú, Eduado Caba (1890-1953) y Antonio gonzález Bravo (1885-1961) en bolivia entre otros tantos que se dedicaron a esta rama científica. La música en Bolivia tiene su origen en el himnario de los Andes. donde aún duermen los sones broncos de los alelies guerreros, en las bocinas de caracol y de cuerno que hoy contemplamos como simples curiosidades arqueológicas. Las quenas y las tarkas anú guardan en el angosto recinto de sus tubos, melodías maravillosas, solemnes y rituales, frescas y diáfanas, quejumbrosas y desoladas. En las Pampas altiplánicas, el pastor montañez de asíatico semblante de cobre, aún dispara su conjuro a los astros en notas temblorosas y graves que fluyen de los cincos agujeros de su instrumento vegetal.
Pueden contemplarlo visitando el mercado (la calle) de la magia en la ciudad de La Paz si lo desean ver. Por las quebradas y barrancos de la montaña, todavía se escucha a la hora de los crepúsculos, el insinuante sollozo amoroso, la plegaria musical al Sol que calienta la superficie de la tierra negra que guarda avaramente las cosechas. El terror, la fatalidad elemental y cuaternaria, duerme en los anchos cilindros de las huancaras de templado parche, de los tambores fabricados en olorosas cortezas de cedros. Por todo lo anteriormente dicho, se ve que la naturaleza en Bolivia, desde tiempos inmemorables para el ser humano, ha sido un campo propicio y favorable para la elaboración y el proceso de una cultura propia y no homogénea, además de vigorosa y espléndida, y por esta razón sus manifestaciones artísticas tienen una importancia distinta, enmarcada dentro de todos los fenómenos concurrentes. De ahí que la producción literaria boliviana dentro del ciclo modernista acuse contornos sumamente interesantes.
Foto: vemos al poeta Rufino Blanco Fontana El gran Lírico:Una de las primeras figuras en la lírica boliviana a mi entender dentro de la lengua castellana, es Ricardo Jaime Freyre, que junto con Rubén Darío Leopoldo Lugones, Manuel Pinto y muchos otros, iniciaron el movimiento literario llamado más tarde, novecentista. Varios escritores y críticos americanos y españoles han hecho el enjuiciamiento de la referida escuela literaria "modernista", entre otros tenemos a; Rufino Blanco Fontana, Pedro Henríquez Ureña y Enrique Diez Canedo, que considerando por este motivo una actitud oficiosa e inadecuada, el pretender, en este pequeño ensayo, hablar de su significación y de su alta calidad, como expresión estética. No obstante es inexplicable la actitud de un americano como Fombona al referirse a la participación trascendental, en el referido movimiento, del poeta del estado plurinacional boliviano Jaimes Freyre. En cambio los escritores españoles como Enrique Diez Canedo y Julio Cajador, destacan la figura de Jaimes Freyre con relieves tan y quizás más interesantes que los poemas del poeta Rubén Darío. Más allá de los gustos propios de los estilos literarios, lo que está en juego es la representación de los intereses que ambos grupos representan, por un lado los modernistas que estaban en contra de una civilización completamente burguesa, mientras que por el otro lado escritores y críticos literarios, siendo defensores de ese paradigma cultural, político y económico.
La altísima obra lírica de Jaime Freyre va pareja con su monumental estudio sobre las leyes de la Versificación Castellana en la que se descubre el secreto de la técnica "versolibrismo". El poeta y escritor Félix Rubén Garcia Sarmiento, pero más conocido como Rubén Darío (1867-1916), refiriéndose a "Castalia Barbara de Jaimes, decía: "es una de las mejores y más brillantes muestras de nuestros esfuerzos renovadores. En Castalia Barbara se rebela un lírico potente y deshilado, sabio en técnica y elevado en numen". Otro escritor y crítico ponderado, el uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), decía, refiriéndose a Jaime Freyre: "Radical en el propósito de traer a nuestra poesía americana el influjo del verso libre", Leopoldo Lugones, refiriéndose a varios de los poemas de Castalla Barbara, decía: "produce piezas de las más altas poesía con que cuenta la literatura americana. Jaimes Freyre, dentro de la nueva modalidad del novecientos, es el poeta en el que toda la lira responde a la pulsación de su mano". Además de conocer muy bien el estilo del versolibrismo, haciendo de freyre un poeta completo. La obra de Jaime Freyre no es copiosa; es cualitativa, no cuantitativa, se reduce a algunos libros de poemas y otros ensayos, además de muchas publicaciones y recopilaciones post mortem de sus poemas. Del libro "Castalia Barbara", es el siguiente poema que se titula "La noche" y que dice así "agitada por el viento se mecen las negras ramas; el tronco, lleno de grietas, al rudo empuje vacila, y entre el musgo donde vagan los rumores de la noche, rompe la tierra y se asoman las raíces de la encima. Van las nubes por el cielo. Son endriagos y quimeras, y enigmáticas esfinges de la fiebre compañeras, y unicornios espantables y dragones que persigue, la compacta muchedumbre de las venenosas hidras; y sus miembros desgarrados en las luchas silenciosas, ocultan con velo denso la faz de la luna livida. Saltan sombras de las grietas del viejo tronco desnudo, y hacia la selva en fantástica carrera se precipitan, sobre el musgo donde vagan los rumores de la noche, y amenazantes se yerguen las raíces de la enzima. Extraños seres que visten singulares vestiduras, abandonan sus heladas, misteriosas sepulturas, en el sueño pavoroso de una noche que no acaba".
Unas palabras más, no han de añadir nada a la fama y a la gloria de este altísimo representante de la lírica castellana; no obstante, de acuerdo con la aguda crítica de Carlos Medinaceli se ve que la obra perdurable y bella de Jaimes Freyre, tiene la tipología andina. Su poesía está plasmada en esos matices que comprenden las grandes montañas de los Andes. Quien quiera analizar la obra de este gran lírico, se sorprenderá seguramente al encontrar una grandiosidad fulgurante, nivea de su alma. Debajo de las bellas palabras de este colega escritor, hallará la pulsación del cosmo andino y este fenómeno solo puede explicarse como una manifestación del subconsciente plasmado en su niñez, en donde por el estupendo espectáculo de la naturaleza; a este respecto, es del caso citar las propias expresiones del escritor y crítico literario boliviano Carlos Medinacelli (1898-1949), que dice lo siguiente: "Al expresar lo soterraño de su alma, su sentimiento del paisaje, su sentimiento de la lejanía, su visión cosmogónica y su anhelo metafísico, recurrió, sugestionado por la moda literaria de su tiempo, a la simbología nórdica, pero en forma europea, vertió su espíritu americano, su sentimiento andino de la vida". Creo que no quedan dudas que Jaime Freyre fue un gran poeta de habla castellana, además de ser uno de los iniciadores del movimiento literario del "novecientos" junto con Ruben Dario, Freyre es una de las figuras representativas de los escritores modernistas bolivianos y argentinos. Nacido en Bolivia y ya de adulto adoptó la argentina para vivir. Pero dejando los nacionalismos de lado, es un poeta del continente americano, más que de un país en particular.
El Artista: Luego, y quizá con los mismos lineamientos y privilegios que Jaime Freyre, el movimiento literario modernista en Bolivia, cuenta con otra figura de primera magnitud y esta es la de Manuel María Pinto (1872-1942).Este poeta de acelerada garra, de orgullo aymara, de inquietud torturada y creadora, quien además fue amigo de Jaime Freyre, Rubén Darío y Lugones entre otros escritores de su momento. Según los entendidos del tema, este poeta puso en la práctica de su pluma, y fue el artífice de las sonoridades verbales del movimiento "novecentista" que es feérico por la contribución de casi todas los países, y por ende las sociedades culturales que en ellas habitaron (y habitan) a este movimiento literario. Muchos de estos exponentes fueron parte de la revista "Resurgimiento" cuyo director era Manuel María Pinto, revista fundada allá por el año 1899 en la ciudad de Buenos Aires. Pinto dentro de las características del modernismo, tiene otra virtud, para la comunidad de escritores de Bolivia, la cual es inapreciable, según los especialistas, fue el primero en intentar hacer la creación de una poesía netamente boliviana, introduciendo al lenguaje en una terminología aymara, al respecto, dice Enrique Diez Canedo: "Esa tentativa tan interesante y digna de volver a probarse", efectivamente esta última modalidad del poeta Pinto desde 1950 en adelante fue seguida por una cantidad de poetas y escritores. Por lo tanto estuvo a la vanguardia de su época y de su sociedad. Destino común de los vanguardistas literarios de todos los tiempos, los cuales no son comprendidos por sus contemporáneos, dado que ellos analizan todo lo que leen, con un marco conceptual específico, el cual se corresponde con los patrones culturales y educativos en los cuales fueron formateados.
Ulises Barreiro
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