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Perfume Amore Mio Poced | CH Carolina Herrera
Perfume Amore Mio Poced | CH Carolina Herrera
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Satisfied [Período Lux°Despertar]
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El firmamento nocturno había quedado falto de focos, las luces habían escapado por aquella noche y se habían convertido en estrellas fugaces impregnadas de deseos ocultos que deseaban plasmar en la realidad, a cualquier precio, incluso si era necesario pintar de escarlata el lugar. Encerrada no debía estar a pesar del peligro que podía significar, la vida de alguien podía tomar. Podía sentir como la energía corría por mi cuerpo insaciable, indómita, desatando una tormenta en mi interior con mis sentimientos ocultos como ojo del huracán donde nadie parado podría estar. Caía en cascadas de fuego mi cabello que con las doce campanadas al rojo logró virar, mi cuerpo vestido de largo camisón blanco como la pureza que deseaba una parte de mi resguardar, traslucía mi figura ante la luz de emergencia que los pasillos iluminaba, tentando al ojo hambriento a tomar lo que propio no era, y yo, como sirena con su canto que al marinero pretende embelesar, deseaba que la carnada sirviera para atrapar a mi presa. Me sentía ebria, sofocada por el poder que por mi interior me consumía, una sonrisa perdida en la bruma, los labios rojos, las uñas y la melena ondeante en carmín llamaban al toro a golpear su blanco. -Hoy es el día para jugar, nadie nos detendrá -Freyja en silencio perdida en la fuerza no clamaba su lugar. Estaba insatisfecha y quería más, deseaba todo, todo para mi, quería conseguir lo que todos me negaban, por ello, en esta noche de libertad, hambrienta de deseos que normalmente la cordura, el recato y mi consciencia lograba ocultar, Me dispuse a infectar todo lo que llegase a tocar. -Mío, mío serás -Pies descalzos bajaban por la escalinata que dividía los cuartos hasta que al fin, el perfume masculino a mis sentidos logró invadir hasta colonizar. El silencio reinaba, al menos esta área sería mi lugar para jugar. MIO, MI LUGAR. Relamí mis labios, y un horrible rictus que deseaba imitar una sonrisa marcó mis labios de cereza. Tomé uno de los delicados jarrones y luego de apreciarlo en su delicado acabado, por la ventana lo fui a lanzar, anunciando a todos con estruendo de la ventana destrozada que era hora de despertar. El sonido resonó por el pasillo, y cual pobre víctima débil e indefensa, me lancé al suelo con mi rostro cubierto por el escarlata de mi cabello. Silencio y en el pasillo, mi llanto desgarrador terminó de alterar a cualquiera que deseara descansar. Se sentía todo el dolor de mi alma en un llanto que mis mejillas surcaba sin parar. Mi cuerpo temblaba con mis manos apoyadas en el suelo como punto para no estrellarme contra el mismo. Era imposible dormir con semejante ruido. -Ayuda... Alguien ayúdeme -Continué temblando mientras la gema que brillaba desde mi pecho, donde antes mostró el rosado de mi nivel bajo, ahora se pintaba de un negro más oscuro que el petroleo.
Pragmática la oscuridad sucumbía con el galopar de las horas, llevándose las energías consigo y dejando en su lugar cuerpos en reposo por todo el amplio instituto, por alguna razón no específica Ivar no había conseguido conciliar el sueño en aquella noche. Las sombras no dejaban de luchar contra la calma que solía imperarle en aquellas horas, y bajo la determinación de éstas por no permitir su tranquilidad se había otorgado el tiempo de hacer ejercicio entre la estrechez de su habitación, las flexiones hacían presión contra el suelo, el clima frío rivalizaba contra su temperatura corporal, sus ojos se entrecerraron sin inmutarse tras escuchar el estruendo proveniente del pasillo, y algo en su espalda se abrazó a su anatomía como un apoyo ante el panorama que le aguardaba. “No, esperar” Su sombra crujía dentro de su cabeza, como si estuviese tensionando sus huesos a la par de su portador, el tenebris se vio obligado a aguardar hasta el anuncio final, cuando el peso se hubo apartado de su cuerpo y todo rastro de raciocinio le indicaba abrir la puerta y transportarse a través del pasillo. No escatimó en velocidad, surcó el camino y atravesó toda distancia que le alejase del objetivo, portaba consigo apena finas ropas deportivas de negro color a tono con su cabellera humedecida por el rocío del agua que se había echado encima antes de secarse el sudor con una toalla y echarla al piso, su fatiga no se expresaba en su respirar alterado, más parecía evidenciar su enojo, el cual se acrecentó tras otorgar una vista panorámica de la escena que tomaba forma en el lugar. Puertas se abrían a sus laterales, ojos curiosos se asomaban debido al ruido que se esparcía de un extremo a otro, pero éstas se cerraban de inmediato tras observar a la figura brava que se encaminaba por el sitio, su ritmo al andar, sus gestos iracundos, todo ello comunicaba problemas, ¿Quién querría meterse en un lío más? ━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━ Él se trasladó tras las gruesas columnas que sostenían los simientos del sitio, sus finos ojos, los cuales se ilustraban más negros que el mismo ónix, se entrecerraron ante la visión de una silueta curvilínea envuelta en hilos escarlata, él reconoció sus facciones al instante, excepto por su tintado, su sombra golpeó las paredes de sus pensamientos con una fuerza desproporcionada, toda oscuridad se traqueteó entorno a su sendero, él ladeó su cabeza y pasó su atención de un ente hacia otro, reconociendo al varón de ambos, pero sin familiarizar tanto sus gestos, su mirada o sus palabras con lo que él había presenciado en su primer encuentro. No importaba, en aquel momento nada parecía adoptar sentido en su cabeza excepto aquella necesidad descomunal de apartar a la mujer de cualquiera, su aura no era la misma, tan sombría como la propia, tan manchada como sus ropas lo estaban, su elemento puro parecía envenenado, suplicante, agitándose en la búsqueda de las sombras, como si se abrazara a una esperanza, y a la vez dejara un mensaje tácito como un epitafio tallado en el aire, “No te acerques”. El líder Umbra le había instruido respecto a aquella etapa en que las Lux eran dominadas por la oscuridad, y aun cuando se le hubo explicado cada mínimo detalle sobre ello, su cabeza no era capaz de ordenar las ideas en ese momento. Tras escuchar las palabras del otro sujeto, y tras sentir que había atestiguado suficiente, dio varios pasos al frente, zancadas que no se transmitían en forma sonora, pues éste parecía flotar sobre el pulido suelo con una velocidad inhumana, clavó sus dedos en su prenda superior y de un tirón le desgarró sobre su propia piel, dejando su torso expuesto y un tatuaje de dragón entrando en guardia a su espalda. Elevó su diestra y de un azote apartó la mano del caballero Stranger, la cual acudía en dirección hacia la dama, posicionó sus manos en las caderas de ésta y le alzó del suelo, ajustando su posición sobre sus propios pies y aferrándole con un brazo alrededor de la cintura, acercándole lo suficiente como para parecer que se convertían en un mismo ente, buscando apartar la exposición de sus desnudos pies del filo que representaba el cristal en el suelo, su otro brazo envolvía aquellas delicadas manos con las telas que había arrancado de su propia figura, ella era tan delgada, frágil y menuda entre la extensión de sus músculos, los cuales no se habían permitido relajarse aun en el instante. Él elevó su diestra y dibujó un trazo ligero y devoto sobre el fino mentón de la fémina, sus ojos analizando a detalle aquellas facciones antes de permitirse hablar. —Ella me pertenece. —proclamó con lengua mordaz, su tono más ronco y altivo de lo común, probablemente por el frío, o debido a que su sombra parecía comunicarse a través de él, en aquel momento no se reconocía a sí mismo, no, no le consideraba como un objeto por el cual debía luchar, pero teniéndole allí, entre sus brazos, en condiciones que él bien reconocía eran ajenas a sus deseos, se divisaba más determinado de lo habitual. —Así que… todo el que pretenda “Jugar” con esta mujer, deberá hacerlo primero conmigo. —apretó sus puños, sus nudillos ejecutando una serena caricia contra la mejilla de la dama aunque sus músculos ejercían una presión alienada. —Quiero empezar arrancando tu garganta al ras, adentrando mi puño en el hueco y sacando tus vísceras desde ese punto, ¿Crees que lo pasaremos igual de bien? Su rostro finalmente giró, sosteniendo a la Lux a un costado, sus labios se deslizaron en la desfiguración de una sonrisa funesta, él ni siquiera se había inmutado en dirigir sus palabras a la otra señorita, pues aun bajo el enojo que le colmaba, cada pizca de su concepción le guiaba a respetar a cualquier figura del sexo femenino, pero en cuanto al hombre, no tenía la más mínima intención de dejarle pasar por alto, necesitaba alejarles, privacidad, y sobre todo, calmar sus propias sombras antes de que terminaran abalanzándose sobre una persona inocente en su afán de proteger a su compañera. —Largo. Masculló entre dientes, presionando cada ápice de su control para mantener su reacción a raya, era una bomba de tiempo, y aunque su persona se inclinaba hacia el razonamiento y la paz, su sombra exigía concretar su oferta firmada en sangre. Una simple provocación y podía ser capaz de quebrar el suelo si de ello dependía la seguridad de aquella mujer.
La brújula de mis sentidos giraba sin parar, descontrolada, salvaje, imposible de esclavizar. Tal vez esto era lo que siempre había tenido escondido en mi interior; un monstruo necesitado de amor que haría cualquier cosa con tal de conseguir su objetivo. No sentía el frío, no sentía el dolor, pero si sentía esa oscuridad cercana que me asechaba aquel ser con el cual mi luz se sentía su complemento, y desde una visión muy oscura, parte de su propiedad. Debía apresurarme si deseaba mis planes plasmar, el reloj de Chronos giró una vez más, cambiando mi manera de percibir el tiempo; ahora era lento, pausado y tortuoso, como un tren al cual aún la marcha le costaba tomar. La niña "mi niña" me rechazaba ¡que grave improperio que pagaría con su propia esencia escarlata! teñiría sus cabellos con la sangre de su pequeño cuerpo. El tiempo de un parpadeo, un descuido de mi atención hacia el atractivo hombre que pensaba ser el cazador, y cual tornado, su presencia irrumpió en la escena; la oscuridad, su perfume a jazmín salvaje que una parte de mi recordaba de manera muy personal. Mi cuerpo había quedado preso, en estado catatónico inmóvil mientras la situación se daba, y es que sus sombras eran tan mías, se comunicaban tan bien con mi oscura luz, que la parte pura de mi esencia irrumpió con violencia deseando recuperar el control de mando que nunca definitivamente tomaría pues... ese ser bestial, era mi persona liberada de tapujos, miedos y barreras morales, era la oscuridad que tanto trataba de ocultar pero dentro de mi coexistía, era el lado oscuro de la luna. Era tan fuerte el tornado de sensaciones, que mi oscuridad, mi luz, mi todo, mi completo ser, comenzó a reaccionar a los estímulos del hombre que se acercaba. DI un paso atrás, palpitando el precipicio, acariciando el aire, la poética muerte del suicida, pero antes de sentir las cosquillas en el vientre gracias a la caída, mi cuerpo quedó preso de su destino, del caballero que mantenía hipnotizados mis sentidos en ese instante; todos habían desaparecido y solo estaba aquel Umbra en mi radar, al alcance de mis garras, encendiendo en mi el deseo y la absoluta y egoísta necesidad de que fuese mío, solo mío y de nadie más. Acariciaron mis pies los de quien interrumpió, mi aura comenzó a moldearse a la de él, y a pesar de encontrarse en una silenciosa guerra de poder, mi pequeño cuerpo encajó contra el de él cual engranajes de un fino reloj. "mío" "mátalo" "pero es mío" "no te dejará jugar" "Mío, es mío". Las demás piezas del tablero habían perdido importancia, él se había transformado en mi objetivo, era el rey negro y yo la dama blanca, la amante que tanto deseaba a su contrincante que podría llevárselo hasta la muerte con tal de no compartirlo con nadie. En jaque mate terminé, observando como el cuidado del hombre que me complementaba causaba aún un rictus de quietud en mi necesidad explosiva de luchar y de destruir todo a mi paso. Lo observaba como el no vidente aprecia por primera vez la magia del color, mi corazón pedía tragar sus sombras para liberar aquella tensión, mis manos.. mis manos no encontraban lugar más que en el roce de su torso desnudo mientras los restos de su camisa sujetaba; Ivar olía a jazmines salvajes, hierro y pólvora. Relamí mis labios, adueñándome de su sabor poco distante, justo antes de escuchar como el retorno de mi corazón hambriento, contra mis oídos daba. Me tocó, su piel y la mía hicieron cortocircuito y lograron una explosión de sensaciones que nacían no desde el remanso de piel expuesta del tronco ajeno, no de mi busto contra su pecho, sino del pequeño sector de mi mentón que sus falanges habían enjugado. Ardía, ardía como mil soles comenzando desde mi rostro y fluyendo al resto de mi cuerpo donde su dermis y la mía llegaban a un acuerdo; debía soltarme, con urgencia, pero mis extremidades no obedecían. "Ella me pertenece" Y él era mío, lo quería solo para mi, por ello debía escapar con urgencia de allí o la diversión llegaría a su fin. Y era el segundo round el que ahora se ejecutaba, una vez más me tocaba, yo temblaba bajo su agarre y mis piernas se aflojaban "Escapa, escapa, escapa", mi mente decía al reconocer que mi mente divagaba violenta más que antes. La luz estaba alterada, en mi aura se notaba, parecían docenas de lenguas en movimiento con la necesidad de hacerse de lo que más cercano estuviese. Estaba distraído con las otras piezas, me acerqué a su oído, rozando con descaro el lóbulo de su oreja mientras mi voz cargada de una imagen tal vez impropia a la que siempre portaba, soltó palabras con una media sonrisa bailando en los labios- Eres mío, todo -Lo empujé, me escurrí con dificultad de su delicioso agarre y a dos metros de mi caballero, del lado contrario a la damita me posicioné. Lancé hacia atrás los cabellos de fuego que mi rostro entrecortaban y lentamente comencé a retroceder con toda la intención de correr hacia las escaleras- Es una lástima que nuestro juego se haya terminado -le dije a los primeros participantes. Dirigí mi rostro a Ivar y le sonreí antes de lanzarle un beso- Usted es mío y yo soy suya, por ello, usted a mi no se va a acercar -Anunció la luz amalgamada con oscuridad salvaje que de mi cuerpo tomaba posesión. Me giré, pronta a intentar desaparecer cual espíritu por las escaleras.
Sus energías bailaban, pero no bajo el ritmo tibio y bien encajado en que solían relacionarse cuando surgía la cercanía, esta vez tiraba una de la otra, como si la sombra buscase contener a la luz, una lucha de dominio se trazaba en un plano invisible, pero consistente. La estrecha cercanía entre ambos significaba una tortura para un ente reticente al contacto, la adrenalina le había golpeado con tal poderío, que sólo hasta que hubo recibido la disolución de un susurro contra su oído se hubo percatado de que probablemente le sostenía con mayor invasión de la necesaria, provocando así que su agarre ralentizara con la dubitativa de un nuevo razonamiento rayando las paredes de su mente. Quizás ello facilitó que la dama de labios carmín se desprendiera de su soldura, el tope del pastel se imponía tras la declaración proveniente de ésta, donde vociferaba con un tono ajeno al usual, que él era suyo, y por ello debía alejarse. Tan contrapuestas sus ideas como la guerra que probablemente se libraba en su interior. El estallido de la necesidad de sobre-proteger volvió a moldearse en su cabeza, se encaminó a paso firme sobre el ruido molesto del vidriado en el suelo, las imágenes de los demás se hubo esfumado con la convicción de ver a aquella mujer poniéndose en peligro a sí misma, sostuvo el paso, sus pies incrustando la decisión con la presión en el suelo, de sostener un descontrol en su propia energía parecía ser capaz de quebrar el suelo. Rompió todo centímetro contra ella una vez más, siguiéndole en una desobediencia bien ganada, le sostuvo del hombro derecho y con una fuerza medida, pero una prisa exudada, le hizo girar sobre su propio eje, se inclinó lo suficiente, sus pies tiraron al frente como un toro en encuentro con su meta, que al igual que aquella fémina se teñía en rojo, impactó su cuerpo contra el vientre delicado y contorneadamente estrecho de ésta, le elevó sobre su hombro como si se tratase de un saco de patatas, agarrando sus piernas para que no cayese del todo tras su espalda. —Terminó el espectáculo, todos a sus puestos, yo le llevaré a enfermería. Clamó con un volumen altivo, y tras ello la orquesta de puertas, pasos, susurros y miradas incontenidas no se hizo esperar. Jamás había sostenido a una mujer de aquella manera, por lo menos no fuera de la intimidad de la habitación, y no sin propiciar unas cuantas nalgadas en la búsqueda de un sometimiento privado, pero aquello era completamente contrario a ese tipo de escenario, absurdo el cómo caminaba por la extensión amplia del pasillo y él mismo se proponía a subir las escaleras, hasta trasladarles al piso de damas. La hora era correcta, ofreciendo el entorno silente y oculto que requerían, aun así, y sin volcar su camino, éste les dirigió, con el cuidado de no ser vistos por nadie, hacia el baño compartido del nivel, donde a aquellas horas no se sostenía ni un alma, cerró la puerta tras su entrada y aguardó al próximo movimiento, con suerte ella terminaría rasgando su espalda con sus uñas, buscando arrancar un tatuaje del cual él aun desconocía. O con suerte él podría conseguir despertarle con un baño de agua fría. —Control, ahora ambos debemos buscar el control.
Desesperación, tormentosos sentimientos, arrancados gritos de impotencia, todo en el pequeño cuerpo que significaba mi persona. La diminuta figura que se rebatía en brazos del Umbra luego de su defectuoso escape, era la dama de lento desempeño que siempre terminaba callando, ahogando discusiones, nunca reclamando deseo propio; esa, esa chica que contuvo por un instante a la tormentosa y huracanada Corvis, era Gala cansada de las sensaciones, de los sentimientos que en los demás saboreaba. Solo bastó un cortocircuito para que mi cuerpo quedase atrapado una vez más por los fornidos brazos del Umbra que debía ser mi protector. Mi pecho pegado a su espalda, el cabello rojo como el fuego quemando cada centímetro de la arraigada contextura del mayor, mis piernas que debajo de la fina tela se asomaban, todo era un tornado, una tormenta de movimientos que amenazaban con buscar lanzarme al suelo. Mis pequeñas manos golpeaban la tinta del tatuaje que a la espalda del joven pintaba, trataba de liberarme mientras por congruencia de perspectivas, su tatuaje y el mío se fusionaban. Triste, la tímida mariposa perlada en blanco, trataba de volar a las garras seguras del dragón que la cuidaba, al menos ese era su deseo mientras el demonio de cabello escarlata dominaba. Las personas, sus miradas sobre mi se posaban, todos me señalaban, me juzgaban por no ser como ellos, por querer esa noche ser libre sin ataduras que a la vida terrenal me ataran; Yo solo quería liberar mi alma de este transporte de carne efímero que con el tiempo sería consumido.- ¡SUELTAME! -grité mientras mi voz se quebraba, desgarrada, herida como un gorrión agonizante en las zarpas de un cánido cazador. Llegamos entonces a una habitación, un baño para ser exactos, frío, oscuro, sin recodos de luz por donde escapar o escondrijos por donde mi presencia ocultar. Busqué con desesperación una fuente de luz, un dejo de esperanza para mi alterada semblanza mientras el calor de Ivar subía hasta mi corazón por los espacios de su cuerpo y el mío por donde nuestras pieles se tocaban. Gritos, maldiciones, la lucha de mi figura en contra de mi captor, todo, absolutamente todo llevó a que mis uñas afiladas se clavaran en venganza en la carne del muchacho oscuro que trataba de cuidarme; desgarré su espalda como filosas cuchillas, clamando al sangre, segura casi notando que por culpa del dolor que él sentía, mi alma se fragmentaba, ¡oh! que cruel destino era que el precio de la libertad fuese un corazón desgarrado. La temperatura subía, y no fruto del contacto, mi energía estaba siendo presionada, se estaba formando una bomba dentro mío, una pequeña ojiva nuclear con mi atormentada alma como reactor. Un nuevo golpe sobre la espalda de Ivar, me resbalé, me escurrí hacia atrás, moviendo mis piernas hasta caer por su espalda. Mis antebrazos recibieron el impacto, el peso del cuerpo, heridas y dolor que en ese momento eran suaves caricias en comparación a lo que adentro me estaba sucediendo. Lo odiaba, lo detestaba por mantenerme atrapada, pero al mismo tiempo, lo reclamaba como mío de manera absoluta y reticente a discusión. El suelo del baño estaba mojado, retrocedí arrastrándome sobre mi espalda baja como un animal asustado, casi gruñendo al moreno que en cualquier momento cortaría mi diversión- Contrólate tú -Solté y arañé el suelo, levantando agua hacia el rostro de él, dándome espacio para un mayor retroceso hasta que mi espalda dio de golpe contra la fría superficie de azulejo- NO NO NO no me voy a controlar, no va a pasar, voy a arrancar el dragón de tu espalda si te me llegas a acercar. Soy libre -Dije una vez más mientras peinaba hacia atrás mis cabellos para mostrar un gesto que viajaba desde el desespero, pasando al enojo y regresando a un oculto sentimiento de afecto que trataba de ser ahogado por el resto de las tormentosas emociones.
El inusual forcejeo entre ambos de algún modo resultaba como si estuvieran comunicándose a través del contacto, no existía una pelea como tal, sino un modo desesperado de tratar de dar un aviso, o eso pensó hasta que las uñas se hubieron enterrado en su carne. Maldijo por lo bajo, algo no propio de su nación, pero sí natural dentro de sus años de vida y actuar pasado, las uñas ardían contra su piel, y aunque en una rasgadura común el dolor se disipaba con el ritmo de los segundos, en aquel instante parecía conducir veneno a través de él, no de su cuerpo, sino de su energía, como si la sombra en su interior sufriese la tortura a la que se le estaba exponiendo. Él mantuvo silencio, sin embargo, no podía negar que la sorpresa y confusión se internaron en su cabeza tras escuchar a aquella mujer hablar sobre un dragón en su espalda, ¿El imaginar figuras sobre la piel también era parte del rito? Masculló un nuevo improperio, esta vez soltándose entre sus dientes con una aspereza sembrada en la preocupación, elevó sus manos hasta las hileras oscuras de su cabellera y la echó hacia atrás, a continuación, lanzó el puño con férrea potencia contra los azulejos en la pared, el quiebre dibujándose bajo su contacto, y la marca quedando allí tras alejar sus dedos, cuyos nudillos ahora estaban maltratados y ensangrentados por el impacto. Su búsqueda de control. Inspiró a profundidad, sus ojos habían estado cerrados hasta ese instante, y cuando los abrió, no había forma de distinguir iris, o tonos, era bruma negra arremolinándose en sus cuencos. Se lanzó hacia el frente, sin dubitativas o ideas funcionando en su cabeza, sólo un sistema físico avanzando hacia el objetivo, le sujetó con más fuerza de la que parecía desear de las muñecas y le atrajo hacia su torso nuevamente, inclinando su rostro para posicionar sus ojos en los adversos, y cuando sus palabras salieron, no era sólo Ivar, al igual que ella, su sombra se arrastraba por encima de su vocabulario, bajo un modo dócil que contrastaba en plenitud con lo que su presión y actos manifestaban. —Arránquelo entonces, ¿No dice que soy suyo? Cláveme una flecha si quiere, máteme, entiérreme las uñas, pero no voy a dejarle así. Puedo aguantar toda la vida. Aquel era un tipo de situación que no sabía controlar, podía llegar al sitio y dar un par de puñetazos, zarandear a la persona, o empujar, morder, lastimar, pero allí no había cabida para golpes o maltratos, ¿Cómo se detiene una ira descontrolada sin más ira? Ivar no lo sabía hasta aquel momento, y aun así sus manos soltaron las muñecas de la fémina y éste pasó a rodear el delicado torso de ésta con sus brazos, su sombra ajustándose junto con la piel que se amoldaba a la curva pronunciada de su cintura, sólo imaginaba una nube negra cubriendo sus figuras, y probablemente aquello acontecía en un plano invisible, pues la cúpula Umbra pareció fortalecerse con el gesto, rodeando sus cuerpos y buscando consumir o contener lo que se hubiese librado. El ritmo respiratorio de su sombra se calmó, sus brazos se sujetaron con una magnitud desmedida, ¿Le ahogaría con ello? ¿Lastimaría sus huesos? No sabía, funcionaba por puro impulso, ni siquiera estaba dentro de su concepción abrazar a una mujer, a un hombre, a cualquier ser vivo. En aquel momento quizás no se trataba sólo de Ivar, sino de una existencia profunda, una identidad íntima y pasada que se prolongaba desde la raíz de su raciocinio, la posición parecía adecuada, familiar y disuelta. La interrogante quedaba tácita, ¿Cómo respondería la mujer?
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Era una triste imagen de apreciar de encontrarme en un tercer lugar; la Gala de siempre yacía hecha un ovillo en mi inconsciente, y la diosa hambrienta había salido a jugar. Mi cuerpo, magullado, con ropas húmedas y ensangrentadas, era el triste relato de una lucha emocional en la que la gema de mi pecho, teñida del negro de los ojos de Ivar, palpitaba en un peligroso instante anunciando la proximidad a la explosión. Estaba asustada, sabía lo que pronto se iba a desatar, deseaba gritarle que se fuera, que no quería herirlo, que me destrozaría el alma si algo le pasara, pero no, mis cerezos rojos estaban sellados, solo temblando por la energía contenida. La tormenta cesó, era el ojo del huracán. Mis movimientos ya no eran controlados por la marionetista porque me estaba preparando para explotar. Me abracé a mi misma por debajo del vientre, como si ese gesto pudiera contener la energía que mi cuerpo quería destrozar al caprichosamente no poder ser liberado. Un sonido sordo, cristales, azulejos rotos botando contra el suelo mojado cayeron a mis pies. Mi rostro se elevó, mirada aturdida, pupilas dilatadas y gesto entremezclado por el terror y el sentimiento de que mi alma se quebraba en mil pedazos a cada segundo. Era el fin, y ni siquiera podía despegar mis labios para pedirle, rogarle que me dejara allí. Era...Un idiota por ponerse en riesgo así por mi. Un envase, una presa que contenía todo antes de explotar, ni palabras, ni lágrimas podía soltar. Que triste existencia final, sintiendo como algo en mi pecho palpitaba a destiempo de mi corazón. La Oscuridad me llevaba, me arrastraba con dulzura para dejarme ganar en esta guerra; voces me susurraban al oído que todo sería paz, que no debería mentirme más a mi misma, que podría ser libre de expresar lo que quisiera, que nadie me detendría si me dejaba llevar, entonces, cuando mi visual comenzó a perder claridad, presentándose borrosa la periferia, lo vi; no fue el tacto, no fue la cercanía, fueron sus ojos lóbregos, entintados de la oscuridad ,pintados por los dioses del infierno los que me hicieron perderme en la infinita nada. El sonido ambiente no existía, casi parecía que su voz me llegaba al alma. "Arránquelo entonces, ¿No dice que soy suyo? Cláveme una flecha si quiere, máteme, entiérreme las uñas, pero no voy a dejarle así. Puedo aguantar toda la vida." Nada. Silencio. Una lágrima rodó por mi mejilla, cayendo sin destino sobre la falda de mi ensangrentado camisón, otra, y otra, en una seguidilla, una pequeña fuente de perlas incoloras marcaron limpiando la suciedad de mis pómulos con suavidad.- Caballero -Le susurré con la poca fuerza que me quedaba casi percibiendo el sonido del cristal de mi gema hastiarse, quebrarse para explotar contra la carne de ambos, pero entonces, me encontré con el rostro hundido contra el espacio entre su hombro y el cuello, perfilando el aroma a jazmines salvajes que se mezclaba con la sangre y el sudor de su cuerpo. Sentada en el suelo, perdida en su musculatura, un suspiro escapó de mis labios. Noté una fuerza terrible jalando de mi pecho, justo donde mi gema contaminada se encontraba. El negro dejaba de entintarla, dando lugar al rojo rubí que mi poder representaba, él se lo estaba llevando como la brisa fresca se encarga de alejar las nubes de la tormenta. La luz de mi ser se aplacó, se transformó en una mansa laguna de fluida luminosidad que se movía buscando acariciar la oscuridad del caballero, Ya no jalaba, la violencia no estaba, sino que se entremezclaba con la perfección de la magia. Y al fin, al fin luego de mucho tiempo, rompí en llanto, solté todo lo que quedaba adentro, todo ese terror, ese miedo y con necesidad de aferrarme a la realidad, me abracé al cuerpo del caballero, me sujeté de sus omóplatos y solté entre sollozos un infantil- Lo siento -No comprendía el por qué dejaba ver esto de mi, por qué permitía esta debilidad en frente de él. No me importaba ahora, solo me aferraba al calor de él contra mi fría piel. Lentamente me despegué, aún temblorosa, cansada, vacía de energía, tomé la mano de él, aquella marcada por el azulejo y la contuve entre las mías- Lo siento, ni siquiera aún soy tan fuerte como para sanarlo luego de todos los problemas en los que lo metí -Conocía algo de mi compañero, no le agradaba el contacto más que para la guerra, pero esta vez mantuve el sustento entre ambos, acompañando el gesto con mi mirada segura; volvía a ser yo misma- Vamos a la enfermería, Le curaré las heridas, no le será de fácil acceso el curar su espalda. No acepto un no por respuesta -Ya no existía rastro de llanto en mi voz que poco a poco se aclaraba, ahora lucía una cansada sonrisa, pero sonrisa al fin. Estaba muy agradecida con Ivar.
Ella se deslizaba entre sus brazos como el rocío que anuncia la tormenta, lento, seguido por una explosión que le deja completamente arropada, él se preguntaba cuan fuerte podía sostenerle en aquel momento, no estaba luchando contra un enemigo, era ella, una parte de lo que su composición correspondía. Lo supo en el momento en que los trozos de vidrios y material desprendido del espacio se dirigieron a todas partes, él podía levantarle cuanto fuera necesario, era capaz de ayudarle aunque de ello dependiesen sus pasos por el mundo, los Umbra podían ser condenamente sobre-protectores cuando de una Lux se trataba, él era ese factor multiplicado al cien. Él quería soltarle en aquel momento, tomar distancia, no por una cuestión de confort, sino por el pánico de quebrarle los huesos y lastimarle bajo la presión nefasta que emprendía sin control cuando la preocupación le teñía, incluso su protección podía llegar a ser dolorosa. Su cabellera estaba apegada a su cuerpo, la humedad combinada al sudor quedaba oculta bajo el aroma a bosques que flotaba sobre el terreno, comunicando el retorno de la sensibilidad que se había sometido a lucha contra su contraparte, y su voz, cuando ella habló, casi difuso, su tono sometido a un cántico tenue, él finalmente aflojó sus brazos en ese momento, su rostro descendiendo hasta atrapar con un aterrizaje visual el brillo en un tintado que se asomaba por encima del rojo, cuyo tono intenso se opacaba como si fuese pintura mezclándose al verde. El blanquecino sobre su piel afloraba en un grabado discreto, la pizca femenina que parecía tan típica de portarse sobre aquel lienzo, atraído hacia la curiosidad se atrevió a elevar su diestra, deshaciendo los restos de vidrio que se habían disperso en sus brazos al cubrir a la dama, sus dígitos desplazaron las hebras pardas y las alas se proyectaron con ligereza en el punto céntrico de la delicada nuca, parecía volar aunque su tintado permanecía estático. —Una mariposa. —declaró tras varios segundos de silencio, apretando sus dientes dentro de su boca al escuchar la insistencia del llanto saliendo de aquella menuda figura, no podía soportar las lágrimas de una mujer, ni siquiera llevaba consigo telas apropiadas para ofrecerle en el instante, sus puños apretó en escena, sólo pudo rescatar la mano que hasta el momento revelaba el tatuaje y llevarla hasta el hombro de la dama, ofreciendo leves toques que incidían como una señal de apoyo. El silencio en el aire se mantuvo aun cuando ella se hubo echado hacia tras y hubo sostenido su mano, él apartó el agarre y buscó desplazar las lágrimas en la mejilla adversa con sus dedos, con un toque frío y aspero, manchado en partículas carmesí y vestigios de polvo, no acostumbrado a aquel tipo de actos. —Le guiaré hasta los aposentos de su madre, debe atender sus pies, cortes, necesita una ducha, y sobre todo descanso. Si va a la enfermería en ese estado recibirá demasiadas preguntas, agregando el hecho de que estuvo en el área de hombres, y de algún modo se sabrá, llegarán a pensar que alguien… le tocó en un modo inapropiado, debe permanecer con ella esta noche, yo estaré bien, no duele, he lidiado con más que rasguños o arañazos. Es mi última palabra. Declaró y tras ello sus pies se pusieron en marcha, sus rodillas se doblaron y tuvo la fuerza suficiente para ponerse en pie, inclinó su cuello a los laterales, tronando sus huesos en el acto y relajando sus hombros, estiró su brazo y ofreció su mano, su mirada no puesta en la mujer, cuyos retazos de tela llegaban a asomar una que otra curva y pieza de piel con indiscreción, cuánto quería contar con la indumentaria correcta para ayudarle a cubrirse, pero probablemente ella no reaccionaría en un modo adecuado si él llegaba a retirar sus pantalones para ofrecerlos como abrigo. Las circunstancias parecían haber menguado, el ritmo respiratorio irregular de su sombra resonaba crudo contra sus tímpanos, como si hubiese librado una gran batalla, en aquel momento él entendió que debía fortalecerse lo suficiente para combatir con aquel tipo de incidencias. No sería la última vez.
— 🌸; ●A estas alturas, claramente estaba enamorándome de ti. Generaste tantas emociones en mi, sentí tanto en este tema que hicimos juntos .ɞ 。°
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