#pendejadas del mar
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Day 8
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Drew
"Vamos a la luna"
Nombre completo
Drew Guy
Apodo
Jovencito
Lobino
Edad
16 (actualmente)
Género
Hombre
Rango
Alfa
Raza
Hombre lobo
Orientación sexual
Pansexual
Estado civil
Soltero
Profesión
Estudiante (Próximamente, científico)
Familia
Madre adoptiva: Yolande Trait
Hermano: Julian Drew
Madre: Susanne Claw
Padre: Guy Drew
Personalidad
Curioso, extrovertido
Gustos
Jugar
Rasguñar cosas
Destrozar cosas
Peleas
Dibujar
Disgustos
Perder peleas
Julian Drew
Miedos
Perder a su madre adoptiva
Curiosidades
Su madre adoptiva es un alien
Quiere ser científico para conocer el planeta de su madre
Se enoja mucho cuando pierde una pelea que se desquita con humanos
Los futuros rasguños que tendrá serán hechos por su hermano.
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"San valentin especial" parte 1
Pareja: Jack x Ryan
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La vista desde los asientos traseros
Fui al concierto de Los Fabulosos Cadillacs, una de esas agrupaciones que se volvieron emblemáticas para toda una generación de inconformes que hoy en día se dedica, quizá (nos dedicamos) a engendrar revoluciones desde algún cubículo de oficina.
La nostalgia vende y vende muy bien, ahí estábamos todos, en un Palacio de los deportes a reventar, coreando aquellas canciones que nos hacían sentir rebeldes y contestatarios algunas décadas atrás, porque si Víctor Jara no estaba dispuesto a callarse, nosotros tampoco.
Sin embargo, debo admitir que los guerreros de antaño, los que protestamos contra el gobierno y sus represiones, los que luchamos por nuestro derecho a ser distintos, a ser jóvenes, no éramos los mismos.
Por un momento breve, porque fui a escuchar música y no a filosofar sobre las desilusiones de la generación X, pensé en aquella mujer de rostro cansado, apostada tres filas delante de mi, que se desgarraba la voz con las estrofas de “Vasos vacíos”.
¿A quién recordaba con tanto fervor? ¿A quién había dedicado aquellos versos? ¿Por qué se le llenaron los ojos de lágrimas cuando, en uno de los puntos más altos del recital, sonó la inconfundible introducción de “Siguiendo la luna”?
Me preguntaba, aunque no era esa mi encomienda, si sus gritos desbordados al unísono de: “vamos mi cariño que todo está bien, esta noche cambiaré, te juro que cambiaré” eran más bien el acto de resignación de quien comprende, por fin, que es demasiado tarde para cumplir las promesas del pasado.
No lo sé, como dije, no fui ahí a descubrir el hilo negro, ni a criticar el rostro de aburrimiento de las adolescentes que acompañaron a su padre a recordar todas las veces que intentó aprender a tocar las percusiones y la guitarra. Tampoco fui a ver a la pareja que se enfundó la playera de la gira encima de su ropa de oficina porque las reglas se hicieron para romperse chingadamadreagüevo.
Mucho menos fui a hacer estimaciones económicas, conversiones a pesos argentinos, ni cuentas forzadas para saber si podría recuperarme en la siguiente quincena del exorbitante gasto que representa beber una cerveza ahí, mientras me repetía como un mantra que si no hay galope se nos para el corazón, el equivalente gaucho a “chingue su madre, para eso trabajo”.
Imbuido en mis reflexiones, mientras me dejaba llevar por el ritmo de “El satánico Dr. Cadillac” recordé que ya casi es año electoral y que viene la retahíla de spots y promesas al estilo orasítevoyasacardelapobrezamireyvasaverquesí.
Y lo peor es que es muy probable que el régimen actual permanezca, porque el llanto de la gente que se fue hacia el mar no es lo suficientemente profundo para hacernos comprender que nos dirigimos al abismo.
Pero insisto, fui a divertirme, no a pensar pendejadas, fui a recordar porque ya no es tan fácil no tener miedo, porque ya no es tan fácil que mis palabras sean balas de paz o de justicia.
Y tal vez todos los que estábamos ahí lo sabíamos de una u otra manera y por eso nos sublimamos e hicimos retumbar el domo de cobre que a final de cuentas, por unas horas, se convirtió en un foro libertario para rebeldes de camisa y corbata que a la mañana siguiente, cuando despertamos abrumados por la cruda moral y física, aceptamos que si en este juego siempre nos toca perder, por lo menos gritamos, reímos, lloramos, nos divertimos. Ay, mi espalda.
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El caleidoscopio y la escalera.
El policía me tenía sacando todas las cosas de mi mochila, cosa que sacaba la ponía el policía en el toldo de la patrulla luego de haberla revisado. Sacó de una cajetilla los tres cigarros que le quedaban y olfateó uno por uno para luego devolverlos a la caja, volteó el gorrito para ver que no trajera nada entre la tela, ojeó la libreta sin detenerse a leer mis apuntes y, aunque todo eso me parecía una pendejada, no le dije nada... hasta que sacó el caleidoscopio.
— ¿Qué es esto, una de esas madres para fumar?
“No digas mamadas”, pensé. —Es un caleidoscopio, jefe—, le dije mientras le arrebataba el cilindro de las manos.
— No te pongas nervioso, si no traes nada no hay nada que temer.
— ¿Nervioso? no, es que no me gusta que agarren mi caleidoscopio, es un regalo con mucho valor sentimental y es frágil.
— Tranquilo, no le voy a hacer nada— me arrebató el regalo. —¿para qué sirve o qué hace?
— Nada, no hace nada—. Intente recuperarlo pero hábilmente me esquivó.
— ¡Oh! déjame verlo bien—. Lo sostuvo y se puso a intentar descifrar cómo usarlo. Comenzó a agitarlo y se le resbaló, cayendo sobre un charco de agua.
— ¡Ya estarás contento!—, le grité mientras me agaché a recogerlo.
— No te enojes chavo, fue sin querer. La libraste, no traes nada, pero ya muévete de aquí, te ves sospechoso nada más aquí parado haciendo nada.
No tuve ánimo de ponerme a explicarle al policía que sí estaba haciendo algo, algo importante, miraba el cielo porque sentí necesidad de cielo nocturno, de estrellas, de espacio.
Regresé las cosas a la mochila y continué el camino a casa. Llegando me quedé pensando en el policía y recordé que no revisé el caleidoscopio después de que se cayó en el charco, lo saqué, lo acerqué a mi ojo y descubrí que con el golpe se le despegaron los cristales de adentro, y le entró agua. Me sentí triste y me quedé sentado en la escalera.
Saqué la libreta, la abrí y leí lo último que estaba escribiendo, era el inicio de un cuento sobre un wey sentado en una escalera con una caracola pegada a la oreja escuchando ese sonido que recuerda al mar mientras imaginaba historias de barcos y peces, el chico del cuento se quedaba dormido y la caracola caía, rodaba hacia abajo por los escalones y se rompía, de ella comenzaba a salirse el mar, los peces, se inundaba su casa, luego su calle, su colonia y de pronto había barcos y gaviotas rodeándolo. El cuento no estaba terminado.
Cerré la libreta y volví al caleidoscopio, lo volví a poner frente a mi ojo pero como aún no estaba del todo seco, se resbaló de mis manos, rodó por los escalones hasta llegar al final (o al inicio) de la escalera y se rompió, de él comenzaron a salir los colores (todos excepto uno) y de pronto los colores y las formas geométricas comenzaron a inundarlo todo, parecía el espacio exterior, poco a poco todo se puso más oscuro, no se veía nada, era como estar dentro de una libreta que alguien estaba cerrando.
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Morir.
No sé si realmente quiero morir, lo llamo “dejar de existir” me da menos miedo. Para ser muy sincera en mi corta vida de 24 casi 25, no me he planeado el hecho de “morir” solo busco dejar de existir, busco huir de ese sentimiento que me aprieta el pecho y me hace casi explotar la cabeza, ese que destruye mis pulmones con respirar y hace que me sofoque como si estuviese en medio del mar. A propósito, le temo al mar, al océano, al río, de hecho, los caños no muy profundos de esos que yo pueda ver el fondo sin necesidad de entrar, a eso puedo yo entrar, creo que se llama ¿”Talasofobia”? Realmente lo único que quiero es no pensar más, tal vez lo que grita es mi cabeza porque… ¿Yo? Yo no soy capaz de soltar ni una maldita palabra para decir que ESTOY MAL, quiero ayuda y sé que necesito ayuda, supongo que mi lado lógico me lo dice, aún así no soy capaz de pedirla ¿Por qué? Porque tengo personas muy cercanas a mi que me han hecho saber y me han dejado muy claro que lo que tengo yo es “pendejada”, “inmadurez”, ¿Cómo buscar ayuda? Estudio psicología, pero me da miedo recibir la ayuda, alguien por ahí va a decir algo tipo “ella sabía que era una estupidez por la que lloraba, no tenía nada porqué sufrir, si se quiso morir, fue porque así quería y ya, solo quería atención” si alguna vez esa persona llega a leer esto, estoy más que segura que va a saber quien es porque solo esa persona piensa así, por lo menos sólo esa persona de las personas cercanas a mi.
¿Algún día seré libre? Libre de mi… Nadie tiene culpa, de hecho todos están viviendo sus vidas, soy solo yo la que está deteniendo la suya. Cada quien es feliz y es una decisión, pero a pesar de que quiero ser feliz y luchar como siempre creo que debo, ¡no puedo! Maldita sea siento que cada vez tengo más peso, siento que cada día qué pasa es peor, siento que a veces ya no puedo, ya no quiero, solo… ¿Por qué? ¿Porqué tengo que ser yo? ¿Por qué me tiene que pasar? ¿Por qué no puedo salir? ¿Por qué mi mente es así? ¿Por qué duele el pecho? ¿Por qué ahora que lloró no puedo respirar? ¡¿Qué pasa maldita sea?! ¡¿Qué pasa?! ¡Estoy harta! ¡Estoy cansada! Me detesto, me odio, me repudio… Doy asco, soy un asco… Bienvenid@ a mi diario.
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Day 7
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Day 12.- Pinup
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Day 4.- Scent
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Day 3.- Size difference
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Day 1.- Chucks
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Netflix o Disney+?
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Happiness
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PARASITE (Hugo, Batter)
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