#no pasa en puerto montt claro esta
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Y yo lo deje, Solo frente al Mar (1)
Martín se va a navegar en un barco mercante, con la idea de juntar dinero durante un año para tener una mejor vida con Manuel al volver. El problema es que no era un barco mercante al que se subió, y también que se demoró más de un año en volver.
… Para la argchi week 2019. Creado para el prompt “amor a distancia”, y por haber escuchado tanto Puerto Montt (Los Iracundos) durante la semana del 18 escuchenla que es la cancion oficial del fic asdasdasd
AO3
Y un Amor se Quedó, Perdido frente al Mar
Manuel lo ayudó a preparar sus cosas la noche anterior a zarpar. El barco dejaba el humilde puerto bien temprano en la mañana, y ninguno de los dos quería que Martín perdiera su lugar en la tripulación luego de convencerse por última vez que era la decisión correcta. O al menos el rubio estaba convencido de que era la decisión correcta.
- Después de un año volveré con vos sin falta, no te preocupes más -Comentó en su oído durante la madrugada, cuando todavía faltaban unas horas para que tuviera que aparecer en el muelle. Ninguno de los dos consiguió dormir, así que solo se quedaron abrazados sobre el colchón de paja, con el rubio susurrando consolaciones para el otro hombre.
Manuel solo perdió el control de su angustia por un corto instante cuando el cielo estaba en su punto más oscuro, y en aquel momento en que el resto del pueblo parecía igual de silencioso que ellos, se atrevió a confesarle su miedo de perderlo con esta aventura que iba a perseguir.
- No quiero ser como las mujeres de los libros que se quedan esperando a un hombre que jamás vuelve.
Manuel mantuvo los ojos cerrados y sus manos apresando las de su novio con fuerza. Sintió la boca de Martín besando con delicadeza el inicio de su cuello en respuesta a sus miedos, y no pasó mucho antes de que el rubio lo acercara con más fuerza hacia su pecho.
- Solo un año -Volvió a decirle- Un año y juntaré dinero para los dos. Nos casaremos y viviremos bien.
- Podemos juntar dinero estando los dos aquí.
- Es un pueblo muy pequeño, Manu, pequeño de tamaño y de recursos -Sintió la frustración del otro en la forma que enterraba el rostro en el colchón. Martín dejó escapar un suspiro y apretó un poco más la cintura del moreno- Vas a estar bien, sos muy listo, no te darás cuenta cuando ya esté de vuelta, solo… -Fue el turno del rubio de confesar su temor más grande-… solo no te olvides de mí.
Manuel no reaccionó ni dijo nada por un instante, pero acabó volteando sobre la cama, un acto algo complicado en el pequeño espacio, para besar suavemente los labios de Martín y enterrar la cara en su cuello.
- Te escribiré cada mes.
Martín cerró los ojos con alivio, y descansó su nariz sobre el cabello del chico para grabarse su aroma.
- Gracias, amor.
Al llegar la hora, Martín prefirió despedirse de Manuel antes de llegar al muelle, porque sabía que si miraba su cara mientras el bote se alejaba no iba a ser capaz de continuar con su plan. El joven lo acompañó hasta los locales al inicio del puerto, desde donde luego se iría a su trabajo en la única imprenta del pueblo. Sus besos y despedidas fueron igual de sentidas a las que compartieron mientras seguían acostados en la cama. Manuel se fue antes de que sus paredes terminaran de romperse, y en cuanto el rubio se perdió de su vista unas cuantas lágrimas comenzaron a caer, pero se aferró a su chaqueta con fuerza y siguió andando sin detenerse hasta llegar a la imprenta.
Martín subió con otros cinco hombres del pueblo al bote que los llevaría al barco. Dirigiendo la pequeña embarcación estaba el sujeto que lo había reclutado en el bar una semana atrás, se veía un poco más serio ahora sin el trago haciendo efecto en su humor, y respondía de forma un poco esquiva a cada pregunta que le hacían. Finalmente, al acercarse a los roqueríos a un costado de la bahía, el rubio comenzó a divisar el misterioso barco. Luego de observarlo por un instante, sintió un pequeño escalofrío recorrerle la espalda, y comenzó a cuestionarse nuevamente si todo este plan realmente tenía sentido. El bote se llenó de un aire tenso cuando el resto de sus compañeros comenzaron a notar lo mismo que le estaba causando dudas a Martín.
- Creo que está de más decirlo, pero si alguno no se dio cuenta ya, no somos un barco mercante tradicional, así que si cualquiera se ha arrepentido de unirse a la tripulación, esta es su oportunidad de nadar de vuelta al muelle.
Un minuto pasó en silencio entre los hombres, en los que nadie parecía querer moverse. Pero pronto ocurrió que uno tomó la iniciativa y se lanzó al agua con sus pertenencias, comenzando a nadar rápidamente hacia la boya de los pescadores. Un segundo hombre lo siguió cuando su guía no hizo ningún intento por detenerlo, pero los demás no parecían con menos ganas de embarcarse. Martín estuvo en duda por un mayor tiempo, y su indecisión terminó hablando por él.
Lo que pudieron percibir a la distancia se hacía más claro a medida que seguían acercándose con el bote. El barco era más pequeño que un barco mercante tradicional, debía ser más rápido y con una menor capacidad de carga. Lo más acusador de todo debía ser la cantidad de ventanas para cañones que tenía en los flancos. Esa nave debía usarse para perseguir y atacar, además de transportar.
- Oh, flaco, en qué me metí… -Murmuró al viento antes de que lanzaran una escalera de cuerdas desde la cubierta.
…
La vida de pirata no iba siendo todo lo que decían. O al menos hasta aquel instante a Martín no le parecía tan memorable o emocionante como las historias predecían.
- Mejor toca madera, novato, antes de que decidan desmentir tus palabras -Le advirtió su nuevo amigo dentro de la tripulación. Los otros dos hombres del pueblo que subieron junto a él no tardaron mucho en adaptarse a su nueva situación, pero Martín siguió con reparos por un poco más de tiempo. Debió ser por eso que Miguel se compadeció de él y se dedicó a entrenarlo para aguantar los primeros viajes de puerto en puerto.
Miguel Prado era un buen sujeto, un poco descuidado en sus comentarios de vez en cuando, como la vez que le pilló el libro que Manuel forzadamente lo convenció a llevarse con él, a pesar de la aseveración de Martín que Manuel disfrutaría leyéndolo más que él.
- ¿Sabes leer? -Le preguntó bastante sorprendido, tendido en la hamaca arriba de la del rubio. Cuando Martín lo miró un tanto ofendido por su sorpresa el joven se apresuró en aclarar- Perdón, es que, tú, pueblerino y sin mucho dinero, no creí que fuera tan común para ti.
Martín entonces solo pudo sacar un tanto el pecho y declarar con el orgullo que siempre sentía al decirlo, que una persona muy especial le había enseñado hace varios años.
Fuera de esos lapsus en los que dejaba correr su boca y prejuicios de citadino, Miguel era una gran compañía. Y dentro de lo primero que le aclaró al joven, fue que no eran del todo piratas, y más que nada actuaban como mercenarios en el mar, aceptando trabajos que en ocasiones sí se trataban totalmente de transportar mercancías, pero a veces saqueaban otros barcos a pedido o cuando el capitán lo considerara oportuno.
- Espero que te manejes con la espada o un fusil, en algún momento lo necesitarás.
Miguel lo miró con una mezcla de lástima y frustración cuando le confesó que lo único que sabía usar era una resortera para cazar conejos.
- Creo que te enseñaré a disparar cañones, y luego veremos qué hacer con el resto.
Para alivio de ambos, llegaron al próximo puerto sin contratiempos o enfrentamientos con otra tripulación de ningún tipo.
Martín también recibió su primera carta.
Para su gran alivio, el itinerario de los primeros dos meses que le habían comentado al reclutarlo resultó ser mayormente cierto, y al segundo día de descanso en el pueblo costero le avisaron en la posada que tenían una carta para él en la oficina de correos. Su querido Manuel la había escrito al tercer día luego de su partida. En las palabras del mismo joven, “Solo entonces pudo levantar la pluma sin que un desagradable torrente de melancolía lo embargara”. No tenía mucho que contar más que lo “solitario que parecía el lugar si él” y lo “deprimente que era sentarse a la mesa y darse cuenta de que no había nadie con quien conversar” o lo absurdo de que “el colchón de pronto pareciera extrañamente amplio ahora que no debía compartirlo con persona alguna”.
A pesar de llevar lágrimas a sus ojos, disfrutó enormemente las palabras de Manuel. La forma ingeniosa que encontraba de quejarse por todo, y a la vez hacerle saber que se le echaba de menos alegraba la parte de él que se sentía vacía desde que partió.
Miguel se enteró de su carta por el solo hecho de que compartían habitación fuera y dentro del barco.
- ¿Alguna conquista de tu pueblo te extraña? -Preguntó con una sonrisa traviesa.
- El amor de mi vida quiere que me apresure en volver, sí -Respondió el rubio con una sonrisa orgullosa.
- Ah… -Miguel perdió un poco de su aire juguetón, lo que confundió en gran medida a Martín, tanto como para ponerlo a la defensiva.
- ¿Algún problema? -Cuestionó, sujetando la carta contra su pecho.
- ¡No, no! -Se apresuro en aclarar su amigo- Solo que… los romances creados antes de un viaje no siempre se conservan hasta el final de este.
- ¿Ah no? -Martín apretó los bordes del papel con fuerza, cada vez más tenso por aquella conversación.
- Es que pasan muchas cosas en medio, nuevos lugares, otras personas. Las experiencias cambian tus prioridades, no hay nada que hacer cuando eso pasa.
…
Manuel nunca pensó que detestaría tener tanto tiempo para él solo, pero así era. Volver a casa al final del trabajo no era lo mismo ahora que nadie vivía con él. Ahora que Martín no estaba con él.
Por eso mismo comenzó a hallarse en las más extrañas situaciones; se quedaba charlando con la señora del mercado por una aterradora cantidad de tiempo, aterradora experiencia para la señora, que el primer día parecía asustada de que Manuel quisiera robarle todas las verduras porque el chico simplemente no se iba de su puesto. También aceptó encargarse del catálogo de los libros para la nueva biblioteca que un grupo de mujeres acaudaladas querían construir por el centro del pueblo. Por un lado, quería poner su granito de arena para ayudar a ilustrar a la mayor cantidad de gente posible, pero mentiría si no dijera que la razón de mayor peso era que esperaba que tal cantidad de trabajo lo dejara agotado a tal grado que por las próximas semanas no haría más que dormir al volver a su casa.
A pesar de todo eso, no le faltaban las noches de insomnio por el frío que sentía estando en la cama, y era en esos momentos cuando construía las mejores cartas para Martín. Muchas no las pudo escribir antes de olvidarlas al día siguiente, pero había otras que soportaban las horas hasta que pudiera hacerse del papel y tinta sobrante de la imprenta. Aprovechaba los manchones que muchas traían por las fallas de impresión para hacerle burdos dibujos por los costados a su novio, u ordenar las palabras alrededor de ellas como si fueran un río moviéndose entre las montañas.
Le daba vergüenza preguntarle directamente, pero esperaba que a Martín le gustaran sus cartas. En estas le contaba sobre la cantidad de gente que estaba conociendo ahora que pasaba más tiempo fuera de casa. Había hecho buenas pintas con la vecina de la esquina, esa que tiempo atrás habrían jurado era una bruja, resulta que solo gustaba de coleccionar especias y adoraba los gatos. También que se había ganado el corazón de la señora de las verduras, porque esta comenzó a regalarle un par de plátanos extra después de decirle que eran los que más le gustaban, o que las damas adineradas parecían encontrar algo interesante en su compañía, porque lo estaban invitando mucho a sus pequeñas tertulias. Mayormente hablaban de libros y hacían tiempo para quejarse de sus esposos, y una para alardear de su inteligencia al haber contraído nupcias con una mujer en vez de quedarse con un hombre testarudo, pero todas le doblaban la edad al menos, así que le aseguró a Martín que no debía preocuparse en que se fijara en alguna.
Enredado en sus palabras también le dejaba claro cuánto seguía extrañándolo a pesar del tiempo, y que aún no podía acostumbrarse a todo el espacio que sobraba en el colchón, por lo que seguía durmiendo en su esquina. O que le faltaba su parloteo incesante llenando el silencio abrumador que lo atacaba en las tardes en que no tenía ningún trabajo extra.
Las cartas de Martín no eran tan largas o abundantes como las suyas, hecho por el que el rubio siempre partía disculpándose por no ser tan bueno escribiendo como era hablando. Martín le contaba de los días viendo solo agua alrededor, lo rara que encontraba la comida que podían preparar en el barco, y lo aliviado que estaba porque un tal Miguel haya decidido hacerse su amigo, porque sin sus consejos y guía seguramente ya lo habrían lanzado por la borda. Y siempre terminaba diciendo cursilerías sobre cómo extrañaba sostenerlo en sus brazos, o sus besos, o sus ojos, e incluso las discusiones tontas que tenían varias veces en el día.
En una memorable ocasión recibió un anillo de hueso tallado que, según lo que contaba Martín, había comprado en una tienda super extraña y exótica, a una mujer mucho más extraña y exótica. Según él, primero vio un muñeco que se le hizo particularmente parecido a Manuel por lo flaco y la expresión seria que tenía en la cara, pero Miguel le explicó las fechorías del vudú y como entraba el muñeco en todo eso, así que solo le compró el anillo luego de asegurarse de que no tuviera ningún tipo de maldición. Puso más abajo que podía decirles a todos que era su anillo de compromiso si le parecía, lo que dejó a Manuel apretando el tonto, pero precioso anillo contra su pecho mientras ocultaba su cara sonrojada contra la almohada. Siendo sinceros, esperó por dos semanas completas a que alguien le preguntara por el anillo solo para contestar, una vez aunque fuera, lo mismo que Martín había sugerido. Su vecina quedó muy impresionada, y algo celosa después de recibir la noticia.
…
Martín debió darle el peso que se merecía a la experiencia de Miguel. Sus palabras se probaron correctas durante el tercer mes en el barco, cuando el capitán vio la oportunidad de quedarse con algo de mercancía extra para comerciar en el siguiente puerto. Le dieron caza a un barco mercante mucho más tosco y lento que ellos, lanzando cañonazos de advertencia a medida que se acercaban. La poca tripulación arriba de la otra nave no los creyó una real amenaza, y usando uno de sus cuatro cañones para responderles, lo que hizo molestar a buena parte de la tripulación.
- ¡Prepárense para embarcar! -Gritó uno de sus compañeros, al lado del capitán quien en esos momentos manejaba el timón del barco.
- ¡¿Qué?! -Exclamó Martín, temeroso, y sujetó del brazo a Miguel en cuanto este pasó por su lado- ¿Embarcar? ¿Qué se supone que haga? -Preguntó rápido, mirando con gran nerviosismo como su amigo llevaba una y otra vez su mano a la pequeña espada que llevaba colgada en la cintura.
Miguel no pudo decirle nada antes que alguien más le ordenara ir a ayudar con los cañones para “vaciar la cubierta” antes de abordar. Lo que siguió fue un tiroteo de metralla sobre la otra nave, para la que Martín tuvo un puesto idóneo para observar al estar ayudando a cargar y disparar uno de los tantos cañones. La superficie del barco contrario no estaba bien preparada para soportar fieros ataques sin daños considerables. La tripulación del barco mercante corrió a esconderse bajo cubierta una vez se dieron cuenta que el barco al que se enfrentaban estaba mucho mejor armado que ellos. Martín agradeció cuando por fin les dieron la orden de parar el ataque, ya que el estruendo de los disparos y el choque de los cañones contra la madera le producían un enorme dolor en la cabeza y el estómago.
No lo mandaron al otro barco, por suerte, pero tuvo que quedarse en la cubierta ayudando con las cuerdas de las velas, y a asegurar los arpones y tablas que usaban para abordar la nave rival. Hubo un pequeño contratiempo con algunos hombres que tuvieron la valiente, pero tonta, idea de salir a enfrentarse a los ladrones, pero acabaron en el piso de la nave en pocos minutos. Martín desvió la mirada luego de ver al primer hombre caer al suelo por un golpe de espada, deseando olvidar que Miguel era parte del grupo al que se le había ordenado abordar.
Horas después, cuando ya habían dejado el otro barco atrás y la tripulación bebía en festejo, Martín se atrevió a preguntar si había matado a muchos hombres en su tiempo allí. Miguel confesó que trataba de no hacerlo, solo incapacitando a los que más pudiera, o dejando que sus compañeros más salvajes dieran los golpes finales. Pero también tuvo que aclararle que, si decidía quedarse en el trabajo, probablemente terminaría matando a alguien, lo quisiera o no.
- Al menos es una buena razón para volver cuando dijiste, no tienes que preocuparte tanto si en verdad no estas hecho para esto, seguramente Manuel te ayudará a olvidarlo.
En su siguiente carta para Manuel omitió aquel incidente, pero no pudo evitar preguntarle si podría perdonarlo si llegara a matar a alguna persona. Manuel le contestó que esperaba que “un acto como ese nunca tuviera que pesar en su conciencia”, pero si era cuestión de vida o muerte, prefería que no “dudara en defenderse por culpa”, y que “hiciera todo lo posible para volver a sus brazos sano y salvo”.
Unas dos semanas luego de recibir esa respuesta tuvo que ponerlo en práctica, cuando tuvieron la mala suerte de atacar una tripulación mejor armada. Lograron salir victoriosos, y Martín solo conservó un corte en su brazo y el susto luego del enfrentamiento. Miguel le dio un golpe en el otro brazo y unas palabras de ánimo, aunque Martín descubrió que la culpa que sentía luego del suceso no fue tan pronunciada ni prolongada como habría esperado.
Quizás era más apto para aquella vida de lo que pensaba, por lo cual sí sintió un mayor grado de culpa.
…
Manuel no pensó que se haría tal nombre con su participación en el asunto de la biblioteca, por lo que le sorprendió mucho cuando tiempo después los comerciantes y barqueros del muelle llegaron preguntando por él a la imprenta. Querían saber si podría ayudarlos a organizar un festival en el puerto, porque habían escuchado que en ciudades más grandes tenían ese tipo de cosas y querían probar suerte. Además, dijeron que en la imprenta podían encargarse de hacer los boletines para el evento, detalle que convenció a su jefe de prestárselo a la gente del muelle por varios días para afinar los detalles.
El joven no creía tener mucho conocimiento en tales temas, siendo que las damas fueron las que mayormente se encargaron de organizar el proyecto de la biblioteca, los fondos y los planos. Pero algo debió quedarle de las conversaciones que las vio tener en las sesiones de trabajo y sus tertulias, porque de pronto comenzó a encontrarle sentido y orden a todo lo que los pescadores y comerciantes necesitaban. Extrañó más que nunca tener a Martín a su lado para que le comunicara sus ideas al resto de la gente, pero se esforzó en sacar voz por si mismo, y se convenció que darle órdenes y hablar con ellos debía ser igual que darle órdenes y hablar con Martín. Lo que no era del todo cierto, pero Manuel fingió hasta que lo logró.
El festival resultó bien, o al menos lo suficiente para dejar contentos a los participantes. Tuvieron un pequeño colapso en la imprenta por un momento, en el que nadie parecía querer ponerse de acuerdo en cómo se debía anunciar tal evento, pero fuera de eso, todos salieron bien parados del suceso, y Manuel volvió a la imprenta con varias palmaditas en la espalda por parte de la gente del muelle.
“Me habría encantado que estuvieras aquí para verlo, creo que nunca vi a la gente tan entusiasmada como la semana antes de que todo empezara”, puso en su carta para Martín, y también añadió un pequeño comentario de cómo esperaba que estuviera orgulloso de él por no haberle saltado encima a nadie a pesar de su frustración algunos días. “Dicen que lo repetirán el próximo año, quizás podamos ir juntos”. Le aseguró que arreglarían las cosas que no resultaron bien para entonces, y que los mercaderes le prometieron descuentos especiales para los dos. “Vieron tu anillo y están convencidos de que nos casaremos en cuanto vuelvas”, se atrevió a poner, luego de largos minutos dudando. “No seré el único triste si me dejas esperando”, fue lo que decidió no incluir, tratando de esconder el miedo latente que solo iba acrecentándose a medida que aumentaba el tiempo desde que Martín se había ido.
Pero se decía a sí mismo que, si llegaba a pasar, un mar de lamentaciones previas no le servirían de nada para reconstruir su dignidad.
…
La primera vez que Martín coqueteó con otra persona se sintió horrible los próximos días. Habían arribado a uno de los puertos favoritos de la tripulación, lleno de bares, burdeles y negocios donde intercambiar sus botines y reabastecerse. Llegaron cargados de bienes por dos atracos exitosos, y cada tripulante obtuvo una buena suma del reparto, por lo que estaban ansiosos por gastarlo. Martín seguía preguntándose si arriesgarse a enviarle dinero a Manuel en una de sus cartas, o seguir desconfiando de la gente del correo, a quienes con suerte les había entregado el anillo escondido entre un montón de hojas de eucalipto.
Al final, Miguel lo había distraído arrastrándolo a uno de los bares a tomar y comer algo más sabroso de lo que tenían disponible en el barco.
- Pero no quiero beber tanto, Manuel siempre ha tenido más resistencia que yo.
- Creo que debiste mandarnos a Manuel y tú quedarte en tierra -Le comentó en burla su amigo.
Se toparon con otros de la tripulación en el mismo bar, y junto a otros comensales comenzaron a cantar baladas e historias marinas desconocidas para Martín, pero que escuchó con entusiasmo para después tratar de narrárselas a Manuel.
Mientras más tomaban más bulliciosos eran unos, y más coquetos y atrevidos eran otros. No fue hasta que vio a un par de hombres besándose con algunas de las meseras sobre sus piernas, que Martín comprendió que no era un bar cualquiera al que lo había llevado Miguel. Se removió un poco incómodo entre tantas insinuaciones a su alrededor, y llegó a dar un salto cuando sintió una mano delicada recorriendo su brazo. Miró como un ratón apresado contra la pared a la mujer que descaradamente se sentó en sus piernas y comenzó a coquetearle. Sus torpes tartamudeos en respuesta fueron la causa de las risas de varios de los hombres a su alrededor.
- ¡El pueblerino es tímido, muñeca! ¡Se suave con él! -Gritó uno, antes de beber de un sorbo el resto de su cerveza.
- Ah, y-yo lo siento, p-pero no estoy interesado -Trató de decirle con suavidad, pero la mujer prefirió ignorarlo y siguió acariciando su pecho. Martín buscó a Miguel, pero solo en ese momento se dio cuenta que su amigo estaba boca abajo en la mesa, con ligeros ronquidos saliendo de sus labios y un vaso casi vació de pisco bien sujeto en su mano.
- ¡Vamos chico, solo un besito! -Los hombres alrededor siguieron haciendo gestos, riéndose y cantando. Algunos de sus compañeros comenzaron a molestarse cuando Martín seguía buscando excusas y no hacía lo que querían.
El rubio terminó cediendo, metido en un extraño trance con todo el ruido y el alcohol, y dejó que la mujer lo besara a la siguiente oportunidad en que ladeó su cara con una mano. Si bien la mujer claramente sabía lo que estaba haciendo y una parte de Martín disfrutó ese tipo de contacto después de tanto tiempo solo, lo que más quería era que se terminara de una vez.
Sus compañeros comenzaron a silbar y brindar otra vez, y la tensión que había estado escalando en la mesa se esfumó por arte de magia. La mujer pasó de besar sus labios a besar su cuello y tocar su pecho, y Martín se quedó quieto por un par de minutos más, hasta que sintió que quería meter la mano dentro de su pantalón. Entonces se levantó de un salto, depositando a la mujer sobre la mesa, y sujetando rápidamente los lacios brazos de Miguel para levantarlo. Se fue con la excusa de llevar a Miguel de regreso al barco antes de que se olvidaran de él en el bar y le robaran todo.
Tiró a su amigo sobre la hamaca de abajo como un saco de papas, y consiguió un balde de los de limpieza que puso a un lado del hombre para cuando despertara vomitando. Por su parte, no se creía capaz de subir a la hamaca de arriba así que se acostó en el piso contra la pared del cuarto. Se quedó allí el resto de la noche, hundiéndose en la culpa y vergüenza las primeras horas, preguntándose si esto era algo que debía decirle o no a Manuel, y cada vez que pensaba en Manuel esperando en el pueblo se sentía peor.
Al cabo de una semana su primera reacción, aquella de sentirse asqueado al recordar la situación comenzó a perder fuerza, aunque seguía sintiéndose horrible. Pero para la segunda y tercera vez que alguien se acercó a coquetearle, si bien nunca tan descaradamente como esa primera vez, se descubrió devolviendo algo de ese coqueteo, y dejando que él o ella acariciaran su brazo o rozaran su mejilla. Y es que extrañaba las caricias y cercanía de Manuel, pero también extrañaba las caricias y cercanía por sí mismas.
No estaba planeando tener un amor en cada puerto, porque aún extrañaba y quería a Manuel, pero comenzaba a entender por qué otras personas las tenían.
…
Siendo el festival del muelle y la implementación de la biblioteca un éxito, el pueblo comenzó a hacerse un poco más popular, y de pronto Manuel comenzaba a ver caras nuevas en algunas de sus caminatas.
- La gente piensa que puede llegar con más comercio, ahora que el pueblo se escucha más interesante -Le comentaron su vecina y la señora de las verduras, cada una por su lado.
- Están llegando nuevos ricos a la parte alta, escucharon buenas cosas del pueblo y quieren asegurarse un terreno antes de que se vuelva aún más popular -Le contaron sus conocidas adineradas, en uno de los días en que fue a ayudarlas con un nuevo cargamento de libros.
Con más gente, mucha de ella culta o al menos con algo de instrucción, la imprenta se encontraba a ratos con mucho más trabajo, y alguna de esa gente acababa preguntando por Manuel. Llegó un día uno de esos nuevos ricos que se iban instalando en el pueblo, un hombre joven que decía estar instalando una casita de playa para alejarse de vez en cuando de su madre y hermanos pequeños. A Manuel se le ocurrió comentarle que seguiría viviendo con su madre si pudiera, a lo cual el hombre estalló en risas.
Lo que el hombre quería era una impresión especial de unos poemas que alguien más había escrito, pero necesitaba a alguien que los ordenara bien y le armara el libro. No quiso dar más detalles, pero el asunto dejó intrigado a Manuel, y terminó aceptando. Su jefe, ya más acostumbrado a prestárselo a quien lo quisiera, lo dejó irse con el sujeto para que le mostrara los poemas que tenía guardados.
Eran muchos, y a medida que los revisaba comenzó a darse cuenta que la única historia que podía formar con todos ellos era sobre un romance que empezaba dulce, pero que se iba marchitando en el tiempo. Al hombre no le sorprendió cuando le contó su opinión.
- Si eso hay que hacer…
Como parecía apegado a ellos no se le ocurrió llevárselos, en vez de eso quedaron de acuerdo que vendría a media tarde para comenzar a armar un tomo para impresión. Tomó la idea de sus cartas a Martín y comenzó a ordenar las frases que recordaba de algunos de los poemas de una forma no tan tradicional, dándoles curvas, o cambiando el tamaño de algunas palabras. Unos días después, cuando ya tenían el orden de los poemas casi listo, le mostró esos bocetos al hombre, y le gustaron, así que también se puso a trabajar en eso.
- Lo que no sé, es si querrán hacer algo así en la imprenta -Tuvo que admitirle a su jefe temporal. Este solo se rio y le dijo que él se encargaría de persuadirlos si era necesario.
Mientras traspasaba las frases, notó que solo había tres estilos distintos de manuscrita, y una se parecía a la forma de escribir de aquel hombre.
Esto de hablar por sí mismo, en vez de esperar a que Martín hiciera los debidos comentarios, le había creado un nuevo interés en meterse en los asuntos de la gente, o así se podría pensar, porque acabó preguntando en una de sus sesiones, si aquel grupo de poemas los había escrito él mismo para alguien en especial.
El hombre detuvo lo que estaba haciendo en su escritorio, y se quedó en silencio por un momento mirando el papel donde estuvo escribiendo, pero, por fortuna, no se molestó con él y le respondió.
- Así es… -Comenzó cauteloso- Cuando era más joven, y más ingenuo, tenía un pretendiente al que le mandaba cartas con poemas cada semana. Él se había ido de viaje, era de esos que siempre quisieron recorrer el mundo y tener aventuras -Se detuvo por otro rato, mirando hacia el montón de papeles donde estaban sus poemas- Como era de esperarse, encontró alguien más con quien compartirlas -Dijo con tristeza- Me envió todas las cartas que le escribí de regreso, junto con los poemas y una despedida.
A Manuel se le revolvió el estómago. Sentía una gran lástima por el amor fallido de aquel hombre, pero lo que más le incomodaba de la situación, era la forma en que avivaba los temores que tenía sobre su propia relación.
- Los otros son de dos amigas a las que les ocurrió algo parecido -Le confesó con algo de risa en su voz, aunque no era una risa de las buenas- Ninguno ha podido dejar ir esos poemas, así que se nos ocurrió juntarlos en un libro que cada uno tendrá… bueno, nosotros y todos los que quieran.
Desvió la conversación comentándole que le había mostrado el trabajo que estaba haciendo con las páginas a algunas nuevas amigas que había hecho en el pueblo, y que quedaron muy interesadas en tener un ejemplar.
- Con tanta demanda, tu jefe tendrá que ingeniarse cómo hacerlas realidad.
Manuel sonrió ante la idea, preguntándose si sus conocidas de la biblioteca querrían uno también. Pero antes de emocionarse más con eso, tuvo que preguntarle si no le incomodaba que otra gente leyera algo tan personal, a lo que le respondió que, “difícilmente sabrán que era su corazón el que se estaba partiendo en esos versos”.
Continuaron trabajando, pero el ánimo siguió algo decaído por el resto del día. Aunque mirando de soslayo de vez en cuando, Manuel comenzó a preguntarse si la melancolía se vería tan digna en él como lucía sobre aquel hombre.
…
Martín estuvo a punto de no responder una carta de Manuel por los inicios del séptimo mes de su viaje. Fue un descuido sin intención, la tripulación venía saliendo de una serie de enfrentamientos, si bien no tan letales, bastante agotadores. Arribaron con un buen botín a otra de sus paradas exóticas, en donde debieron darse un tiempo para reparar algunas partes de la cubierta, y bajar los niveles de tensión que se habían estado formando entre todos por estar encerrados tanto tiempo.
El lugar era lo que varias historias de aventuras habrían calificado como un paraíso. Contaba con una bella playa, clima perfecto y una gran vegetación. Y locales para divertirse en todos lados. Martín se llevó la mayor parte ayudando con las labores de reparación, y cuando acababa su turno se iba con Miguel para que le mostrara todas las bellezas del lugar.
Era la noche anterior a su partida cuando recordó que no tenía nada para enviarle a Manuel. Se fue a buscar cualquier trozo de papel que pudiera encontrar en la posada donde estaban y anotó un rápido mensaje para el joven, que dejó encargada con el dueño del lugar para que lo enviara al día siguiente. Se recriminó por varios días lo mal escrito que resultó y bajo en contenido, y se decidió a recompensárselo enviándole algún artilugio bonito con su próxima carta.
Lo malo de su plan, es que también se descuidó la siguiente vez, y acabó mandándole una simple pulsera de cuero que intercambió con una de las camareras en la taberna donde se encontró acordándose de la carta que aún no leía y que había dejado guardada en su camarote. En su nota aquella vez escribió algo como “espero que estés bien” y que “ahora tenes algo para combinar con el anillo” y los nombres de los dos siguientes puertos que tenían la intención de visitar.
Así comenzó un patrón que tardó en notar; cada vez que pisaban tierra Martín seguía yendo a recoger sus cartas a la oficina de correos o donde fuera que llegaran, pero después se dedicaba a relajarse o divertirse en lo que fuera que ofreciera el lugar. Compraba algún recuerdo para Manuel y lo mezclaba con una nota rápida, explicando cómo lo consiguió, qué podría hacer con él, deseando que estuviera bien y cuál era el siguiente puerto al que iba a ir a parar el barco. Después continuaba haciendo lo suyo.
Miguel observaba aquel cambio en silencio, diciéndose a sí mismo que no tenía caso meterse, y que esto había pasado cien veces y seguiría pasando siempre. Pero la parte que era fiel a su amigo sufría al ver cómo este estaba abandonando una relación y ni siquiera se daba cuenta.
- Espero que Manuel lo haya visto venir -Le dijo a su jarra de cerveza, de la que tomó un gran sorbo, e intentó olvidar el tema por el resto de la noche.
…
Las cartas de Martín le parecían impregnadas de una rara apatía. Venían llenas de regalos, pero la cantidad abundante de descripciones simples en oposición a la expresión de sentimientos más personales de las tres últimas cartas tenían en vela a Manuel, preguntándose una y otra vez si podría hacer algo, si estaba percibiendo cosas que no eran como creía, o si solo le quedaba esperar por el momento en que el amor de Martín por él terminara de ahogarse en el mar.
Viéndose con más cercanos de los que jamás tuvo, y extrañamente desinhibido por sus altos niveles de desesperación, buscó la opinión de otra gente en sus asuntos. Le mostró una de las primeras cartas de Martín junto a la última que había recibido a su vecina la exbruja, a la señora de las verduras, y a una de las mujeres adineradas que seguidamente se pasaba por la imprenta a conversar con él. Las tres mujeres, más hábiles en estas cosas del amor y los cambios de corazón de los hombres, lo miraron con simpatía y compartieron su preocupación.
- Si se arrepiente, él se lo pierde -Le dijo su vecina antes de invitarlo a tomar un poco de manzanilla.
- Hay muchos peces en el mar, alguno bueno saldrá y querrá quedarse contigo -Lo consoló la señora de las verduras, antes de darle todo un racimo de plátanos gratis.
- Si este sujeto te deja, te aseguro que puedo encontrarte otro prospecto mil veces mejor -Le prometió la mujer adinerada, para luego invitarlo a la próxima tertulia y hablarle del nuevo libro que estaba leyendo, que le prestaría una vez lo terminara.
Manuel podía ver que ya no estaba tan solo como cuando Martín recién se había marchado, pero a pesar del apoyo que encontró, en las noches seguía añorando un par de brazos en especial, y eran justo los brazos que al parecer nunca más volvería a sentir.
Lo más difícil fue ocultar su desazón al ir a dejar su nueva carta en la oficina de correos. Durante ese tiempo intercambiando correspondencia había conocido a todos lo que trabajaban allí, que en verdad no eran muchos ya que el pueblo seguía siendo algo pequeño, pero a quienes les terminó contando sobre el destinatario de todos sus mensajes. Si había gente que aún tenían esperanzas puestas en el triunfo de su relación, eran los del correo.
- ¿Y bien? ¿En qué puerto estará nuestro querido Martín esta vez? -Le preguntó con una sonrisa la chica detrás del mesón, sacudiendo inmediatamente la fortaleza que Manuel había tratado de construir en el trayecto desde su casa hasta allí. Con voz ligeramente temblorosa le respondió, a lo que la mujer le preguntó si se encontraba bien.
- ¿Le pasó algo a Martín?
“Se está olvidando de mí”, estuvo en la punta de su lengua, pero se controló. Negó con la cabeza y le entregó el sobre sin decir nada.
- No te preocupes, se la haremos llegar a tiempo para que no piense que lo olvidaste.
Y así fue cómo Manuel no pudo evitar hacer una escena en medio de la oficina de correos. Pero al menos todos prometieron mantenerla en secreto.
…
Martín no pudo hacerse el ciego, o estar en negación por demasiado tiempo más. Mientras más se acercaba la fecha límite que se había impuesto al principio del viaje, más comentarios y preguntas recibía de sus compañeros. Algunos no tenían real interés, pero en todo ese tiempo había hecho buenas migas con otras personas aparte de Miguel, así que recibía algunos comentarios en contra de su partida.
- Si ya estuvieron sin ti un año, pueden estar sin ti un poco más -Le dijo uno una noche que bebían los que no tenían turno en la cubierta, durante un pequeño lapsus sentimental.
Martín se encontraba sin nada que responder, su cabeza en blanco repentinamente, así que a la mayoría solo le decía, “Ya veremos”. Era cierto que no faltaba más de un mes para que se cumpliera la fecha en que prometió volver, y se encontraba en una encrucijada, porque, si bien aún se despertaba un amago de anhelo al pensar en el rostro de Manuel. Imaginarse tenerlo de nuevo frente a frente, aunque alegraba la parte de él que seguía extrañándolo, también le generaba algo de nervios. Pensar en contarle lo que realmente estuvo haciendo todo este tiempo, que no era solo transportar mercancías de un lugar a otro, le ponía los pelos de punta al imaginar todas las malas reacciones que podría tener ante eso. No quería que alguien como Manuel, a quien a pesar de todo aún tenía en la más alta estima, lo juzgara por las cosas que decidió hacer.
Por último, aquel hueco que al inicio del viaje sentía tan presente, ahora era capaz de taparlo bajo la bebida, la adrenalina del viaje y el coqueteo de otras personas en cada puerto que visitaba. Más que nada no se sentía listo para despedirse de aquel estilo de vida, recorriendo un montón de lugares nuevos, y si bien no era tan fanático de la sangre y la violencia, ganar las batallas lo dejaba con una vigorizante sensación a pesar de los golpes.
Para cuando debería estar alistando sus cosas y viendo la manera de volver al pueblo, se dio cuenta de que pensaba más en todo lo que podría hacer en la siguiente parada del viaje, que en la supuesta vida que tendría con Manuel al volver, ensoñaciones que al principio había usado para calmar sus temores estando en altamar.
Entonces tuvo que aceptar el hecho de que ya no pensaba volver. Y que Manuel tuvo razón todo el tiempo al no querer dejarlo ir.
- Bueno, siempre ha sido el más listo de los dos -Murmuró para sí mismo, con una mano sobre el papel donde debía comunicarle todo eso a Manuel.
El montón de cartas y el libro con el que había subido al barco esperaban a un costado, para ser enviadas junto a sus disculpas y despedida.
…
Segunda Parte
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Un sol , una alegría, Tía Cristi.
Mi tía abuela cristi, tiene 79 años, ella a mi me conoce desde antes de que naciera, por lo que para mi mamá la tía cristi era su confidente desde su adolescencia, la tía a la que le podía confiar sus mas apreciadas historias, la consejera de mi mamá y de mi tía Lorena, la tía simpática y buena onda que todos necesitamos tener.
En el verano recién pasado, quise pasar unos días con ella, y también con mi abuelo Pancho, ambos viven en la ciudad de Puerto Montt, más específicamente en Alerces. Mi abuelo vive con su pareja Claudia, y mi tía Cristi actualmente vive sola, ya que su preciado conejo, el tío Alfredo, partió hace ya varios años.
La casa de mi tía Cristi, es maravillosa, es muy acogedora, cada lugar tiene un detalle, un orden, un recuerdo de más de un viaje que ella ha realizado tanto en Chile como al extranjero, ella es una mujer independiente, llena de energía y lo que más le caracteriza a ella es esa alegría y la manera que tiene de expresarse de acuerdo con cada situación.
Todas las mañanas se prepara su jugo de naranja, exprimido por ella misma día a día, y/o a veces reemplaza la naranja por limón, pero si o si debe tener su zumo por las mañanas. A ella no le gusta el café, le gusta el té, y no de sabores, el té tradicional y en hojas, en donde lo prepara en una tetera, y en otra hierve el agua, y realiza una especie de malabar con ambas teteras, calentándolas al mismo tiempo, una sobre otra jaja muy loco. Ella muele las almendras, que le vende su hermano Pancho, mi abuelo, ¡riquísimas quedan las almendras molidas! Ella me preparó todo tal cual como ella lo hace, yo como visita obviamente le decía que sí y le colaboraba, en lo que podía, ya que ella como dueña de casa, no me dejaba mucho espacio para colaborar.
Ay tía cristi! ¡Que hermosa que eres! Si la conocieran en persona, me entenderían, a ella le encanta caminar, y como les decía mas arriba, tiene una voz particular, ella es muy energética, va a su gimnasia 3 veces por semana, y no importa si hace mucho frío, o mucho calor, ella esta ahí preparada para cada clase. Cuando la visité fuimos a la localidad de Colaco, con mi abuelo Pancho y Claudia. Allí caminé con mi tía, bajamos a la playa y caminamos y caminamos, daríamos una vuelta completa, pero el mar nos impidió la pasada, así que nos tuvimos que devolver. Recogimos conchitas, y nos sacamos algunas fotos, conversamos y reímos, y para subir, les cuento que nos perdimos un poco y subimos entre medio de unas ramas sin mucho espacio, ja- ja.
Los días junto a ella fueron muy entretenidos, llenos de historias y consejos muy valiosos. Les cuento un día quisimos ir a Puerto Varas a almorzar, como ya lo habíamos hecho en una visita anterior. Nos levantamos temprano, y partimos en una micro a la localidad de Puerto Varas, nos bajamos cerca de la plaza y pensamos que era buena idea ir a la costanera, y poder ver el volcán Llanquihue. Era verano, por lo que el tiempo estaba bastante estable hasta ese momento. Sol y un poco de nubes, pero como sabemos, el clima en el sur, nunca se sabe.
Pasando por la plaza, nos habló un caballero, Don Carlos, un guía turístico de la región, nos invitó a que realizar un tour, recorriendo el lago Llanquihue, en donde implicaba varias paradas, tales como la Isla Loreley, villa alemana, Parque Vicente Perez Rosales, Saltos del Petrohué y el Lago de Todos los Santos, y le dijmos a Don Carlos, muchas gracias y seguimos caminando unos 5 pasos, y mi tía me mira, y me dice, “Andreita, tu conoces para allá? Y yo le dije, no, y me dice, ¡Ya vamos! “ Y volvimos a hablar con el guía, y le dijimos que iríamos, el viaje era largo, eran las 12: 30 horas del día, y volveríamos a las 22 horas aprox a Alerces, y así, sin muchos rodeos partimos!
Mi tía Cristi, es una persona muy culta, y sabe mucho, ya que le gusta mucho la lectura, pasa tardes enteras leyendo, prende la radio a la hora de almuerzo, para escuchar las noticias, y la televisión solo la prende en las noches, para ver el clima y quizás una que otra teleserie que le apetece ver, pero ningún fanatismo por ellas.
En el tour, comprendía tanto y más lo que nos contaba el guía, en nuestra primera parada nos embarcamos y dimos una vuelta por la Isla Loreley, mucha vegetación, y vi por primera vez, muchos ¡Martín Pescador!, en su hábitat, ellos tranquilos, posaban, volaban, se desplazaban de un lugar a otro, un verdadero espectáculo de la naturaleza, toda la gente feliz de ver este lugar tan precioso. Luego seguimos nuestro camino, he hicimos una parada para fotografiarnos con el imponente volcán Llanquihue, un poco coqueto por las nubes, no se pudo fotografiar con toda su grandeza. Seguimos y llegamos a una Villa Alemana, tan característica de su cultura, todo perfectamente cercado, el pasto corto, se sentía un silencio y se veía que todo estaba perfectamente ordenado, había animales en sus corrales, tales como, vacas, caballos y llamas.
Llego la hora de almuerzo, y paramos en un tenedor libre, donde por primera comí carne de jabalí, -. muy buena. - . El trayecto continuó, y en el parque Vicente Pere Rosales, había que caminar un par de senderos, y la gente comentó que mi tía Cristi tenía mucha energía, que era impresionante, ella era la primera en ir adelante, no le gusta andar lento, todos sorprendidos por su gran fuerza, en los saltos de Petrohué, yo iba por primera vez, y me asombraba el lugar, claro que debo comentar que mi tía lo primero que dijo fue: “Oh, que tiene poca agua” , “ Oh, que impresionante ya no tienen nada de agua” y me mató un poco la ilusión del lugar ja-ja, pero fuera de eso, todo muy lindo, muchas fotos, muchos lugares, personas agradables compartieron con nosotras esos momentos. Y finalizamos nuestro tour en el Lago de Todos los Santos, el volcán lo pudimos ver en un comienzo, pero luego de hacer la navegación ya se escondió, y las nubes grises hicieron parte del cierre de esta aventura, con una gran lluvia, que llegamos a tierra firme, todos corrimos a arroparnos en nuestros buses.
Aventurera, espontánea, independiente es mi Tía Cristi, todos los días se da el tiempo que cambiar su calendario manual, le gusta jardinear, le gusta las fotos y es la menor de 5 hermanos. MARAVILLOSA!
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Hace ya un buen tiempo he estado sintiendo un desapego casi total hacia mi propia especie, siento que no pertenezco a ella, como si yo fuera otra criatura con aspecto humanoide bastante similar a los humanos en sí. Veo el comportamiento de la gente en la calle, en las noticias, redes sociales, etc. Y no puedo compartir su actuar y/o filosofías (por decirlo de alguna forma). Yo no soy una persona extraordinaria en ningún sentido y carezco de talentos en abundancia, por lo que probablemente no esté en condiciones ni tenga las facultades para criticar algo tan magno como la entera sociedad pero aun así creo que los humanos han perdido su humanidad y no me siento parte de eso. Pero siendo sincero, tal vez soy yo quien perdió su humanidad en el momento justo cuando mi fe por el desarrollo basado en el bien de los habitantes del mundo quedo hecha añicos y por eso me siento como una entidad aparte de toda criatura y al marguen de la sociedad, donde no me importa salir adelante, quedarme atrás o estar estancado en el presente porque nada vale realmente la pena o al menos yo no lo valgo debido a que tengo bien claro que no haría una diferencia, solo vivo porque aún no he muerto (si, es bastante obvio) no porque tenga ganas de vivir o de hacer algo, no tengo ambición alguna ni deseos que cumplir.
Esto me llevo también a plantearme sobre mi lugar en el mundo, no mi rol en la sociedad sino más bien en donde debería estar físicamente; basado en varias cosas que cruzaron por mi mente en algún momento, me di cuenta que no pertenezco a esta ciudad en donde estoy viviendo actualmente ni a la ciudad en donde estuve antes de vivir aquí ni a ningún lugar en donde he estado. He pensado en que debería viajar a otro país y así tal vez encuentre mi lugar en el mundo, un lugar donde este cómodo (lo cual es raro porque actualmente tengo el privilegio de contar con varias comodidades, pero me refiero al sentido de pertenencia), pero, ¿qué tal si, cuando esté en ese lugar tan lejano, me dé cuenta de que tampoco es mi lugar? y entonces me cambio nuevamente a otra tierra y pasa lo mismo una y otra vez hasta que me doy cuenta que no soy de ninguna parte. Quizá llegado ese momento se me habrá ido la vida y este muy anciano, entonces sabiamente piense para mis adentros: “nunca encontré mi patria porque soy y siempre fui un habitante del mundo y mi nación era el peregrinaje”... eso solo podre averiguarlo con el tiempo.
Anoche vi en la televisión uno de estos reportajes que hacen en donde van a filmar la vida de las personas que viven en los lugares más recónditos del país, específicamente, en la zona austral de Chile. Mostraban unos paisajes maravillosos, es imposible no estar de acuerdo con eso, pero algo me llamo la atención, vacío, se sentía un vacío enorme en un lugar donde a uno se le debería llenar el alma con solo verlo. Mostraban a la gente tan feliz en su pequeña y pacifica sociedad, “eso es humanidad” pensé, pero aun así sentía que ese lugar estaba olvidado por Dios y eso que yo no soy creyente. La gente parecía ignorar esto y justamente, eso, me llamo profundamente la atención. En un paraíso natural olvidado por Dios, los pocos humanos con humanidad que parecen estar quedando logran llenar ese vacío. Como si el paisaje se alimentara de las almas de quienes van solos pero no puede tragarse las almas de una comunidad de unas 200 personas aprox. de un bocado. Es curioso como sintiendo tanto desapego a otras personas, me volvería loco estando allá sin tener a una cerca. En un par de días viajare a Puerto Montt y existe la posibilidad de quedarme allá… Veremos qué pasa…
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La estrategia de Gasco para evolucionar a una empresa de energía
La tradicional compañía busca tener un lugar no sólo como distribuidora de balones de gas, sino como una firma que integre todas las necesidades energéticas. Para ello, cuenta con un plan a 2022 por $250 mil millones, el cual podría incluso crecer si se enfrentan a oportunidades de compra.
La próxima semana se cumplirán exactamente 160 años desde el nacimiento de Empresas Gasco. La noche del 17 de septiembre los fundadores de la compañía, Maximiano Errázuriz y su suegro José Tomás Urmeneta, observaron cómo, por primera vez, el barrio Yungay era iluminado con lámparas a gas hidrógeno, las que llegaron a reemplazar a las de aceite. Durante los años siguientes la empresa fue evolucionando, ante la amenaza de la electricidad, para proveer este tipo de combustible a los hogares, con el símbolo más reconocible de la compañía: el balón de gas. Hoy, a más de un siglo de su nacimiento, Empresas Gasco pareciera volver a sus raíces. Sin dejar de lado sus negocios tradicionales, la compañía busca diversificarse y volver al negocio de la iluminación. Su plan estratégico contempla justamente una área nueva: la generación. Todo, parte de una estrategia que nació hace dos años cuando se dividió la compañía entre los negocios de gas natural y el de gas licuado, tras el ingreso de Gas Natural Fenosa (GNF) a la antigua controladora de Gasco, la CGE. Según comenta Matías Pérez, presidente de Empresas Gasco, la división no respondió a un conflicto entre los nuevos y los antiguos accionistas. “Gas Natural Fenosa nos invitó a ser parte de la reorganización de la compañía. Esta es una gran empresa que ha sido muy maltratada por las autoridades y tratado injustamente”, agrega Pérez, aludiendo a las formalizaciones de ejecutivos de la eléctrica que ocurrieron tras los incendios a comienzos de año. Tras la división de las áreas de negocios en las de gas licuado a cargo de Empresas Gasco y la de gas natural manejada por Gasco GN, la familia Pérez lanzó una OPA por la primera y GNF hizo lo mismo por la segunda. Hoy ambas empresas se encuentran separadas y Empresas Gasco trabaja a toda máquina en su nueva estrategia.
“Tenemos un plan de negocios al 2022 que empezamos a trabajar cuando se realizó la división. Fue presentado y elaborado por la administración y aprobado por el directorio de la nueva compañía que ahora se llama Empresas Gasco, porque Gasco estaba muy unido al cilindro y somos más que el cilindro”, comenta Julio Betrand, gerente general de la compañía. El plan de negocios contempla inversiones por $250 mil millones (US$350 millones), destinado al crecimiento orgánico. “Se está financiando con flujos propios del negocio, si hacemos cosas distintas, como compras, ahí evaluaremos otros mecanismos, que pueden ser aportes de capital, endeudamiento, hay distintas opciones”, detalla Betrand.
El plan para los próximos cinco años se divide en tres grandes áreas: desarrollo, logística y venta directa de gas.
En el caso de las iniciativas de desarrollo, el objetivo es la generación eléctrica, por lo que hace cerca de un año Empresas Gasco se asoció con Enlasa -ligado a Fernando del Sol y otro grupo de inversionistas- para crear una nueva sociedad: Inersa. “Nos asociamos con Enlasa por una serie de situaciones fortuitas. Es una suerte, es gente que ha generado mucho valor. Con el área de desarrollo estamos tratando de cubrir una necesidad real. Estábamos empecinados en vender el gas solo, hoy queremos entregar una solución holística”, detalla Pérez. El plan de generación de Inersa contempla generar 120 megawatts en el primer proyecto de generación con GLP que existirá en Chile. Actualmente, el grupo se encuentra definiendo algunos aspectos claves de la iniciativa. La idea es que el proyecto tome forma antes de fin de año. El objetivo es ser un respaldo a las Energías Renovables No Convencionales (ERNC), que se encuentran en pleno auge, pero que no tienen la capacidad de entregar suministro durante las 24 horas del día. “Estamos apostando a esto porque el gas licuado no tiene problema de funcionar de forma intermitente, es almacenable igual que el diesel; el gas natural no, es de ciclo combinado. Estamos desarrollando esta área porque vemos que está pasando en Estados Unidos, Colombia, en todo el mundo”, cuenta Betrand. “Inersa es la niña bonita que estamos alimentando para que dé sus primeros pasos”, agrega Pérez, sin ocultar su orgullo por los nuevos rumbos de la empresa.
La segunda parte del plan de negocios busca hacerse cardo de las necesidades logísticas de la compañía para la importación de gas. “Como no tenemos energía en base a hidrocarburos, tenemos que ir a buscarlo. Por eso, en nuestra línea de negocios tenemos una sociedad para construir terminales portuarios”, comenta Bertrand. Esta es la razón que motivó a la empresa a construir un terminal en Caldera. La parte de ingeniería y el diseño ya se encuentra en su fase final, mientras que el Estudio de Impacto Ambiental ya estaría ad portas de ser presentado. “En los últimos meses nos hemos comunicado con las autoridades y a las comunidades para contarles del proyecto y que estén al tanto”, detalla Pérez.
La tercera parte del plan de negocios se centra en el área tradicional de la compañía, la venta directa de gas, la cual buscan no descuidar en medio de la incursión de las nuevas áreas de negocios.
Visión regional.
El impasse de Chile con Argentina a raíz de los frustrados envíos de gas todavía se encuentran en la retina de muchos. Sin embargo, para Pérez, es hora de dejar atrás las animosidades. “Chile y Argentina no pueden darse las espaldas en materia energética. Porque producto de la integración en los ‘90 entre ambos países, que permitió gasificar la Región Metropolitana y otros, se hizo una inversión brutal, pero por las razones que sabemos se dejó enviar gas a Chile. Hoy les estamos enviando algo de gas de respaldo, pero debemos cooperar, nos puede pasar algo con algún terminal que imposibilite la llegada de gas de otros lados, ojalá no, pero si pasa eso, necesitamos que se importe gas. Hay que tener cuidado con eso de pensar que Chile y Argentina deben dejar de integrarse, hay que sentarse y pensar bien las cosas”, dice Pérez.
La integración no es el único concepto a nivel regional que tiene atento a Empresas Gasco. “Lo que pasa en Chile, depende mucho de lo que pasa afuera y el mundo en los próximos años está más metido en el mundo del gas que de los hidrocarburos”, dice Betrand.
Empresas Gasco se encuentra operando hace cerca de siete años en Colombia, ahora bajo su filial Inversiones GLP S.A.S. Perú, en tanto, todavía está fuera de su portafolio, pero no completamente descartado. “Perú es atractivo, produce mucho GLP, tiene muchas reservas de gas natural, pero no hay una intención de ir mañana a comprar a Perú”, estima Bertrand. Por ahora, el mercado chileno les quita tiempo suficiente. “El potencial en Chile es gigante, por eso vemos con calma lo que pasa afuera. El 32% de la matriz energética en Chile es gasolina o diesel, pero no debería ser más del 20%. El 12% de las necesidades eléctricas podría ser reemplazado por gas natural o licuado. Están las tecnologías, pero no está en el paradigma, pero no vamos a esperar esos cambios para echar a andar nuestros proyectos”, agrega Bertrand, dejando claro dónde pondrán sus fichas en los próximos años.
“Dominga fue una muestra de una violación flagrante al Estado de Derecho”
La diversificación de la matriz energética ha estado presente en los discursos de diversas autoridades de Gobierno en los últimos años. Sin embargo, tanto para Julio Betrand como para Matías Pérez, esto no ha sido suficiente. “Falta consistencia entre lo que se dice y lo que se hace. Un ejemplo es el caso de Dominga, es muy fácil decir una frase bonita ‘es importante la diversificación energética’, pero no se trata de poner molinos de viento en todas partes, porque no hay viento siempre en todas partes. Los parques eólicos no son de la eficiencia de una planta hidroeléctrica, que no contamina nada. Chile tiene que tener distintos elementos para surtir su demanda energética”, comenta Pérez.
¿Cómo evalúan la actual agenda energética que se impulsa desde el Gobierno?
JB- En política energética estamos al debe. Chile dice que no quiere poner restricción y quiere usar autos eléctricos o gas. Pero el impuesto especifico a la gasolina son 6 UTM y entran US$2 mil millones a las arcas fiscales para amortiguar el déficit fiscal. En el caso del diesel, que contamina más, el impuesto es de 1,5 UTM. Cuando yo importo gas, que contamina menos, se pagan las mismas 1,5 UTM. ¿Por qué se subvenciona el diesel? Muchos decían, ‘Chile es largo, lo usan los camioneros’. Pero eso es mentira. Esa es la primera contradicción en la política energética. Segundo, este año se hizo mucho para promover la energía renovable, pero no se incluyó en las políticas que se formularon que se necesita una generación de respaldo. Y la energía de respaldo que se usa actualmente es a diesel. Nadie esta promoviendo que la energía de respaldo sea a gas, que contamina muchísimo menos. Lo que se está haciendo en el Transantiago con el requisito en las bases de tener noventa buses que deben ser eléctricos, es una insensatez. Las licitaciones públicas obligan a las renovables a ir con generadoras de respaldo, pero no lo ha hecho nadie.
La gente cuando habla de gas, habla de gas natural, el gas licuado no existe en el debate. El 60% de gas licuado viene de yacimientos, no viene del petróleo. Metrogas está haciendo redes en Puerto Montt, pero el gas licuado sería mucho más eficiente allá.
MP- Uno echa de menos una política pública de largo plazo en materia energética. En Chile cambio dramáticamente la economía cuando se estableció el Banco Central autónomo, con miembros que duren varios años, uno echa de menos que en materia energética también haya un consejo establecido con una mirada de largo plazo, de cinco miembros y que las políticas de aprobación ambientales pasen por ahí y no por mayorías circunstanciales o por autoridades políticas con más o menos expertise como ha pasado en los últimos años.
¿Una muestra de eso es lo que pasó con Dominga?
MP- Ahí se vio un completo uso político, improvisación y un daño gravísimo al Estado de Derecho en Chile. Se cumplieron todos los mecanismos. Qué dramático lo que ocurrió cuando se le dio un portazo a una gran inversión, qué triste.
¿Es peor a lo que pasó con el proyecto de Barrancones?
MP- No quiero calificarlo, lo que pasó con Barrancones también hizo un daño al Estado de Derecho, se saltó a la autoridad. Ambos casos son ejemplos negativos de malas políticas públicas, improvisación y daño al Estado de Derecho. Se cumple con todos los pasos, los recursos económicos para los trámites de evaluación ambiental. Son grandes consorcios y eso requiere de una estructura jurídica de seriedad. Y lo que ocurrió la semana pasada fue una muestra de una violación flagrante al Estado de Derecho. Un país no crece cuando no tiene el imperio de la ley. Las autoridades cuando hablan de que importa el medioambiente, yo digo, cuidado, ahí se está haciendo un pisoteo al Estado de Derecho y una risotada sobre la población de Chile.
En ese contexto, ¿cómo evalúa la salida del equipo económico del Gobierno?
MP-Fue una salida esperada y que muestra un desprecio de la Presidenta de Chile por el correcto funcionamiento de las instituciones y de la vigencia del Estado de Derecho.
Matías Pérez: “Estamos abiertos a tener una participación menor”
A mediados de año, la familia Pérez Cruz sorprendió al mercado al salir a vender 3% de la compañía. Había pasado un año y medio desde que se dividieran las aguas con Gas Natural Fenosa para dividir el negocio del gas (ver nota principal), pero el grupo reconoció que no era necesario tener más del 93% de la compañía para controlarla.
¿Cómo se gestó la venta acciones de Gasco?
MP-Partió cuando se escindió la compañía. Ellos nos plantearon dividir los negocios para potenciarlos más. De ahí se dividieron las compañías y se lanzaron sendas OPA. Producto de las OPA, la familia Pérez Cruz pasó de controlar el 24% a manejar más del 90%. No teníamos la intención de tener el 93%, no por necesidad de caja, sino porque queríamos invitar a más inversionistas a ser parte de la compañía. No hay nada mejor que tener una sociedad anónima, porque te permite tener feedback de los accionistas y se valoriza fácil. Hoy tenemos un 89% y el día de mañana estamos abiertos a tener una participación menor.
Se habló de que estaban en busca de un socio estratégico.
MP-Todos los socios son estratégicos. Pero no estamos hoy buscando el llamado “socio estratégico”. No estamos buscando, pero si se incorpora otro socio, vía aumento de capital si hay un proyecto importante, estamos absolutamente abiertos. No podíamos vender más del 3% de Empresas Gasco por el acuerdo al que llegamos con Gas Natural Fenosa. Eso se vendió, entraron unos 730 nuevos accionistas y nada mejor que tener una compañía con muchos accionistas.
Las agencias clasificadoras decían justamente que la falta de liquidez de la acción era un riesgo.
MP-Efectivamente, la compañía está sana y puede hacer frente a sus proyectos de inversión razonablemente sin problemas. Estamos absolutamente conscientes que mientras más profundidad tenga el mercado, es mejor. No es ninguna novedad. Cuando tienes un pacto controlador, como el nuestro en el que tienes a diez hermanos, qué mejor que dar la seguridad de que puedan recurrir a la bolsa a comprar o vender. Obviamente hay pactos de venta, de ofrecer primero un porcentaje a la familia.
¿La idea es ir mejorando la liquidez?
MP-Absolutamente, es siempre ir mejorando los estándares y la liquidez. Por formación, me gustan las sociedades anónimas abiertas. Esta compañía está listada en bolsa con más de 3 mil accionistas y queremos que se incorporen más. No necesitamos controlar la compañía con 89% y estamos abiertos a que hayan más socios.
¿Qué se hizo con el capital que entró?
MP-La familia Pérez Cruz cuando lanzó la OPA hizo un esfuerzo gigantesco. Lo pensamos mucho, pudimos hacerlo, los bancos nos creyeron y nos prestaron dinero. No teníamos vencimientos luego, pero el dinero que llegó entró a eso. Tenemos también inversión ganadera y manejo de praderas y cultivos. En eso también hemos hecho inversiones.
Fuente: Pulso
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