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Partageons mon rendez-vous lectures #29-2024 & critiques
Voici mes critiques littéraires sur Livres à profusion. Chaos de Patricia Cornwell Chaos de Patricia Cornwell – Editions Le Livre de Poche La colocataire de Sarah Bailey La colocataire de Sarah Bailey – Editions Mera Lu en avant première, dans le cadre du Prix du Roman Fnac. Les deux visages du monde de David Joy En lecture, rentrée littéraire, Magali de Caryl Férey Magali de Caryl Férey –…
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Auteur : Lisa Jackson Titre : Celle qui a survécu ISBN :9782487149113 Format numerique – Éditions Mera Date de sortie officiel : 12 septembre 2024 4eme de couverture : « Lisa Jackson développe progressivement les différentes strates de ce thriller psychologique complexe pour aboutir à une conclusion époustouflante. » PUBLISHERS WEEKLY Douce nuit, sainte nuit… UNE FAMILLE MASSACRÉE…
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No Name Bay - Russell Heath
No Name Bay – Russell Heath
En ce nouveau Vendredi lecture, je partage mon avis sur No Name Bay, L’éco-thriller américain choc, écrit par Russell Heath. Nous partons en Alaska, la grande terre. Résumé de l’éditeur Une histoire palpitante et envoûtante, faite d’intrigues complexes et de personnages attachants, dotés d’une sensibilité écologique. Éditeur : Mera Editions; 1er édition (17 juillet 2022) Langue :…
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Os Engenheiros do Caos
"Somos criaturas sociais, e nosso bem-estar depende, em boa parte, da aprovação dos que estão em volta. Ao contrário de outros animais, o homem nasce sem defesas e sem competências e continua assim por muitos anos. O diabólico poder das redes sociais se baseia nesse elemento primordial." (página 75) /// "Até cerca de dez anos atrás, os dados para aplicar as leis físicas aos aglomerados humanos não existiam. Hoje, sim. Nós dispomos, até, de mais dados sobre os aglomerados humanos do que sobre a maioria dos fenômenos físicos que temos o hábito de estudar." (página 147) /// O Livro se chama "Os Engenheiros do Caos" (Como as fake news, as teorias de conspiração e os algoritmos estão sendo utilizados para disseminar ódio, medo e influenciar eleições.) e no Brasil foi traduzido pela Editora Vestígio. O original "Les ingénieeurs du chaos" publicado em 2019 pela Éditions Jean-Claude Lattès foi um sucesso de vendas na Europa. Seu autor, o escritor, jornalista e agora cientista político ítalo-suíco Giuliano da Empoli, que foi secretário de cultura na cidade de Florença e também conselheiro político de Matteo Renzi (Senador italiano) é fundador da Instituição (ou Tink Tank) "Volta" sediado em Milão, Itália. Um livro indispensável para aqueles que se interessam em ter como objeto de estudo esse "novo poder" de influência, hipnotização e por conseguinte dominação, que é exercido por determinadas redes sociais e seus Engenheiros do Caos por detrás delas, num trabalho de estratégia e logística de guerra num mundo virtual que se alimenta de seres e personagens reais. Jogos sujos desenvolvidos por mentes tão brilhantes quanto perversas e sem quaisquer escrúpulos em atingir os resultados desejados, sejam eles quais forem, independente se para isso precisarão destruir a vida de centenas ou milhares de seres humanos, considerados meras peças descartáveis desses jogos de poder.
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El debate del síntoma y la obra de Rosemarie Trockel
Es crucial en la cultura actual repensar el síntoma como un estado plástico, un proceso, un sitio potencial de deformación y alteridad. Siguiendo una perspectiva en la que no solo los cuerpos, sino también las imágenes funcionan como síntomas. Siguiendo mis ideas estéticas de cómo el vampiro puede ser síntoma de la imagen borrosa, he realizado un desenfoque de forma de la siguiente imagen de Mordisco 001:
Siguiendo la obra del historiador de arte Georges Didi-Hubermann (1), se aborda el síntoma no como una realidad visible o como una mera representación, sino como una acción análoga a la del sueño o la histeria, deformación de la semejanza. Como un sueño, que ocurre a través de operaciones de desplazamiento (la figuración de algo por la figuración de otra cosa) y la condensación (el conglomerado de realidades diferentes en una sola unidad). El síntoma es lo que lleva a la obra de arte al reino del desconocimiento y el enigma, y lo que aleja al espectador de su posición central como persona de conocimiento.
Los síntomas son intrusiones, disparidades, catástrofes locales y eventos de crisis que miran al espectador para revelar su propia insuficiencia y falibilidad constitutiva. Por eso, un síntoma será, por ejemplo, el momento, el paso impredecible e inmediato de un cuerpo a la aberración de una crisis, de una convulsión histérica: todo cambia, incluso los gestos repentinos han perdido su "representatividad", su código; los miembros se contorsionan y se enredan; la cara se exaspera y se deforma; ningún "mensaje", ninguna "comunicación" puede seguir emanando de dicho cuerpo; en resumen, este cuerpo ya no se parece a sí mismo, o ya no se parece a nada (2).
Aunque la concepción del síntoma de Didi-Huberman se basa en una comprensión psicoanalítica de los procesos de la mirada y el sueño, su comprensión tiene el mérito de establecer la imagen como un sitio que destruye tanto lo visible (el orden de los aspectos representados) como lo legible (el orden de los mecanismos de significación). El síntoma preocupa (y critica) la imagen desde adentro. Al hacerlo, modifica la posición del sujeto de conocimiento al introducir el "riesgo de no conocimiento". Esta fenomenología de lo visible concibe la imagen como un sueño solo en la medida en que se construye a través de una lógica de ruptura, contacto, infección, colisión y deformación de diferentes imágenes, una lógica que desafía, en resumen, la noción de ‘lo parecido’.
Me gustaría ver cómo puede funcionar simplemente como una medida para abrir la posibilidad de un sueño o una proyección. 24 Hour Psycho de Gordon hace exactamente eso: explora la imagen como un síntoma, introduciendo disfunciones perceptivas y mnemotécnicas en la retransmisión de Psycho, para poner el parecido en crisis. Este es el caso de una estética de deformación y desfiguración de la representación fílmica, pero incita al espectador no tanto a interpretar la imagen, a revelar el significado oculto detrás de los signos ni a 'hermeneutizar' el síntoma, sino a recibir la imagen como una pantalla cuyo único propósito es asignar tiempo a los espectadores deprimidos para que él o ella puedan recuperar la agudeza mental. La imagen está "liberada del significado’’. No es que el significado no sea posible y no surgirá; más bien, el significado deja de ser intrínseco a la imagen y se vuelve cada vez más extrínseco. Es más pragmático que interpretativo. Su efecto es más importante que su contenido (3).
(1) Georges Didi-Hubermann (1990). Devant l’image: Question posée aux fins d’une historie de l’art. pp.9-10. Paris: Les Éditions de Minuit (traducción personal).
(2) Ibid., p.306 (traducción personal).
(3) Ibid., p.175 (traducción personal).
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Alors qu’une guerre se prépare entre terre et mer, Arthur Curry va devoir faire face à son destin : unir ces deux peuples que tout oppose et prendre sa place de Roi.
Origine du film : États-Unis, Australie Réalisateur : James Wan Scénaristes : David Leslie Johnson-McGoldrick, Will Beall Acteurs : Jason Momoa, Amber Heard, Willem Dafoe, Patrick Wilson, Nicole Kidman, Dolph Lundgren, Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Ludi Lin, Michael Beach, Randall Park, Graham McTavish Musique : Rupert Gregson-Williams Genre : Action, Fantastique, Super-héros Durée : 143 minutes Date de sortie : 19 décembre 2018 (France) Année de production : 2018 Sociétés de production : Warner Bros. Pictures, DC Films, The Safran Company, Cruel and Unusual Films, Mad Ghost Productions Distribué par : Warner Bros. Pictures Titre original : Aquaman Notre note : ★★★★☆
“Aquaman” est un film de super-héros américain basé sur un personnage des DC Comics du même nom, datant de 2018, réalisé par James Wan, et à qui l’on doit également “The Conjuring 2” (2016). Les acteurs principaux sont Jason Momoa, qu’on a pu voir dans “Braven” (2018), Amber Heard, qu’on a pu voir dans “Magic Mike XXL” (2015), Willem Dafoe, qu’on a pu voir dans “Murder on the Orient Express” (2017), Patrick Wilson, qu’on a pu voir dans “The Nun” (2018), Dolph Lundgren, qu’on a pu voir dans “Creed II” (2018), Yahya Abdul-Mateen II, qu’on a pu voir dans “Baywatch” (2017), et Nicole Kidman, qu’on a pu voir dans “Secret in Their Eyes” (2009). Ce métrage est le sixième volet dans le DC Extended Universe (DCEU).
L’histoire proposée par “Aquaman” nous invite donc à découvrir ce personnage particulier de l’univers DC. Ce dernier avait fait ses débuts dans “Batman vs. Superman” (2016) de Zack Snyder et faisait partie de l’équipe dans “Justice League” (2017) également de Zack Snyder, mais c’est le premier métrage qui met le personnage au premier plan. Un prince mi-humain, mi-poisson, connu sur Terre comme Arthur Curry (Jason Momoa). Le résultat est suffisamment agréable pour se demander pourquoi Warner Bros. ne l’avait pas produit plus tôt. Arthur est un personnage hybride qui se sent aussi bien à l’aise dans l’une et l’autre civilisation qu’il représente. Il est le fruit de l’union entre un gardien de phare, nommé Tom Curry (Temura Morrison) et une Atlante échouée, nommée Atlanna (Nicole Kidman) que Tom a soigné. Cette dernière étant ensuite retournée à la mer pour être mise à mort par sa communauté pour avoir commis le péché d’avoir mis au monde un enfant à moitié humain.
Arthur a les cheveux longs et des tatouages, un talent pour les sarcasmes et un penchant pour la bière, et il souhaite juste qu’on lui foute la paix. Il rejette toute allégeance à la terre ou à la mer, mais finit par céder aux pressions de l’idéaliste Atlante Mera (Amber Heard) et accepte de devenir l’unificateur, ou le pacificateur, entre les forces radicales, dirigées par son demi-frère Arm (Patrick Wilson), qui souhaite détruire les habitants de la terre en guise de vengeance pour la pollution et la militarisation de l’océan et les habitants de la Terre qui ignorent tout de ce qui se trame sous la surface de l’eau en dehors de quelques pseudos spécialistes, passent pour des hurluberlus…
Le métrage d’une durée de 143 minutes est suffisamment assez long pour qu’on puisse bien saisir les positions des différents protagonistes ainsi que les tenants et les aboutissants de l’implication des uns et des autres. Cependant, James Wan, le réalisateur, est suffisamment malicieux pour éviter de s’enliser dans les détails de l’intrigue pour se concentrer sur des points précis comme la caractérisation des personnages et les valeurs de production comme les costumes et les détails visuels. Certaines séquences sont du même niveau d’émerveillement que celles de “Avatar” (2009) de James Cameron. La matérialisation visuelle d’Atlantis est simplement féerique, avec des visuels splendides de par la beauté de la densité des couleurs et des lumières. La majorité des images contiennent des détails remarquables qu’on ne peut pas forcément saisir lors de la première projection.
Les séquences de combat sont particulièrement impressionnantes. Que celles-ci se déroulent sur la Terre ou sous les flots, les angles de prises de vue sont impressionnants. Ces scènes trouvent un bel équilibre entre le réalisme et le fantastique, afin de nous surprendre, nous impressionner et ainsi nous faire plaisir pour que le divertissement soit complet et réussi. La plus étourdissante étant probablement la scène de poursuite et de combat se déroulant dans un village balnéaire sicilien où les protagonistes défoncent les murs et se déplacent grossièrement sur des toits de tuiles romaines. On peut d’ailleurs au passage louer le travail de Don Burgess, directeur de la photographie. Ce dernier ayant déjà travaillé avec James Wan sur “The Conjuring 2” (2016), mais également pour Robert Zemeckis sur “Flight” (2012) et “Allied” (2016) ainsi que pour Stephen Chbosky sur “Wonder” (2017).
La distribution est assez impressionnante. Dans le rôle-titre on trouve donc Jason Momoa. L’acteur porte bien le rôle, avec une approche amusante du personnage qui ne tient pas plus que cela à devenir un Roi et encore moins un héros. Il a cependant la capacité de manipuler les marées de l’océan, de communiquer avec les autres organismes aquatiques, de nager à des vitesses supersoniques tout en possédant une force surhumaine. Cependant divers acteurs se succèdent afin de représenter le personnage à différents âges, dont Tainu et Tamor Kirkwood à 3 ans, Kann Guldur à 9 ans, Otis Dhanji à 13 ans et Kekoa Kekumano à 16 ans.
En date du 7 mars 2019, “Aquaman” avait rapporté 333,8 millions de dollars aux États-Unis et au Canada et 809,1 millions de dollars dans les autres pays, pour une recette mondiale de 1 milliard et 143 millions de dollars, contre un budget de production et de publicité estimé entre 160 et 200 millions de dollars. Une suite a d’ores et déjà été programmée avec une date de sortie fixée au 16 décembre 2022. En février 2019, Warner Bros. a annoncé la création d’un spin-off d’horreur intitulée “The Trench”. James Wan produira le métrage tandis que Noah Gardner et Aidan Fitzgerald ont été invités à écrire le script. Le film se concentrera sur les monstres amphibies auxquels Arthur et Mera ont fait face dans “Aquaman”.
“Aquaman” va faire l’objet d’une édition en DVD ainsi qu’en Blu-ray, à paraître le 19 avril 2019 chez Warner Home Vidéo France. Pour de plus amples renseignements, n’hésitez pas à consulter la fiche du film sur le site DVD.Fr.
En conclusion, “Aquaman” est un très bon film de super-héros disposant d’une histoire originale, d’une intrigue captivante et d’un développement aux visuels saisissants. Le rythme est bien équilibré et les 143 minutes restent agréables. Le récit est fluide et la narration est linéaire, en dehors de quelques flashbacks venant expliquer l’enfance du personnage principal. La photographie est impressionnante et les scènes d’actions sont superbement orchestrées. La bande originale signée Rupert Gregson-Williams est très sympathique. La distribution offre de très bonnes performances. L’ensemble est à la fois divertissant, spectaculaire et amusant et mérite largement d’être recommandé.
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AQUAMAN (2018) ★★★★☆ Alors qu’une guerre se prépare entre terre et mer, Arthur Curry va devoir faire face à son destin : unir ces deux peuples que tout oppose et prendre sa place de Roi. 1,158 more words
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Hitchcock sobre el lienzo
Una muestra en París establece las coincidencias entre el director y el arte
La idea parece venir de Dominique Païni, co-comisario con Guy Cogeval en Canadá y con Didier Ottinger en la capital francesa. El hasta hace unos meses director de la Cinémathèque Française era, antes de acceder a ese cargo, y aparte de su interés por el cine, un experto en artes plásticas y un activo organizador de exposiciones, que prolongó fomentando la colaboración entre la Cinématheèque y varios museos, tanto en ciclos asociativos o “temáticos” como en otro tipo de actividades, a menudo tendentes a explorar o recordar las raíces pictóricas del cine y su posible influencia, desde que existe, en las artes plásticas en general. No es, naturalmente, un descubrimiento o una novedad, aunque los antecedentes y las conexiones entre cine y pintura se hayan debatido mucho menos —y todavía menos a fondo— que su no menos obvia relación con la literatura. Para cualquiera con un mínimo de cultura visual y de memoria, es obvio que David Wark Griffith bebió en la pintura tanto como en los folletones, las novelas y las piezas teatrales (o los poemas) que son las raíces —más allá del argumento— de sus temas, personajes y estructuras narrativas. Incluso cineastas “comerciales” y usualmente tomados por primitivos como Cecil B. DeMille están repletos de referencias y alusiones a los pintores más variados, por lo que no debiera extrañar en exceso la presencia de Norman Rockwell entre los “pre-diseñadores” y asesores visuales de su famosa Sansón y Dalila de 1949. Claro que una cosa es intuir o reafirmar la mutua influencia de la pintura en el cine, desde sus comienzos hasta hoy, y de algunas películas en determinados pintores, de un modo más o menos vago y general, y otra concretar lo bastante como para montar una enorme y verdaderamente fascinante exposición, que demuestre de forma fehaciente o lo bastante sugestiva esta relación, y a ser posible no en un sentido único, sino dando pruebas también de la influencia recíproca del cine en la pintura de este siglo. Para esa tentativa o no valía cualquier director, quizá ni siquiera los que —como Robert Bresson o Maurice Pialat— fueron, en mayor o menor grado, pintores antes —y a veces también simultáneamente y después, como Jean Cocteau— de convertirse en directores de cine, ni los que, como Jean Renoir, se tiende a asociar al gran pintor que fue su padre, y con el que —puestos a mirar con un poco de atención, y sin fiarnos de las apariencias— tiene menos parentesco plástico que con otros impresionistas. No digo que no fuera posible y hasta interesante dedicarles una exposición, lo mismo que —como ha mostrado Fabio Troncarelli— la gran referencia pictórica de John Ford no son los consabidos y mencionados Remington y compañía, es decir, los pintores del Oeste, sino Winslow Homer, y basta cotejar sus obras. Eso sí, probablemente no se encontrarían muchas muestras de la influencia del cine fordiano en la pintura, y algo parecido podría suceder con Max Ophüls, Douglas Sirk, Orson Welles, Michelangelo Antonioni, Pier Paolo Pasolini, Mizoguchi, Eisenstein o Vincent Minnelli, por citar sólo unos pocos de los cineastas que mantuvieron una relación no casual con la pintura. Para encontrar un buen ejemplo de influjo recíproco había, a mi entender, tres grandes opciones posibles. Una, la más evidente, pero probablemente no la más reveladora, era Luis Buñuel, que ya fue objeto de una exposición más o menos de este tipo hace unos quince años. La segunda sería, creo yo, Jean-Luc Godard. La otra, quizá aún sorprendente para algunos, pero inmediatamente atractiva y convincente para una gran mayoría, ha sido la elegida por Païni en esta ocasión. Se trata, como ya habrán advertido los lectores, incluso antes de fijarse en el título de estas líneas, por las ilustraciones, de Alfred Hitchcock. Esta exposición se llama “Hitchcock y el arte: coincidencias fatales”, título —o más precisamente, su subtítulo— que es, de lo que conozco de ella —incluido el catálogo, visualmente espléndido— lo que menos me gusta y convence, porque creo que se trata mucho menos de “coincidencias” que de asociaciones, y que, aun cuando no sean deliberadas y conscientes, distaban de ser inevitables: proceden, mucho más que del destino, o incluso del azar, no digamos de la tan vendible “fatalidad”, de lo que podríamos llamar “las afinidades electivas” y también, sin duda, de esa selección automática que, sin pedirnos permiso y a veces caprichosamente, hace la memoria, y mediante la cual se nos queda indeleblemente grabada una imagen aunque no seamos capaces de recordar su procedencia. Y no digamos cuando es Païni o uno de sus colaboradores quien puede detectar o imaginar un parentesco que no sólo está sin documentar y es estrictamente indemostrable, sino que es más bien inverosímil o improbable, puesto que la relación puede estar en el ojo del seleccionador, más que en el de los artistas en cuestión; yo puedo no ver alguna de estas semejanzas, lo mismo que puedo encontrar conexiones que otros no detecten o de las que discrepen. Naturalmente, el antaño motejado “mago del suspense” es actualmente —sin haber perdido ese ambiguo pero atractivo prestigio, por lo demás merecido— casi universalmente reconocido como uno de los grandes “creadores de formas” del cine. Tal reivindicación, que escandalizó en 1957, cuando los luego también cineastas Éric Rohmer y Claude Chabrol publicaron su libro pionero sobre Hitchcock (Éditions Universitaires), hoy la aceptarían incluso sus detractores —si es que queda alguno—, y hasta historiadores del arte que hasta hace poco han despreciado el cine, y a veces en particular el de este autor. Pero hay que precisar que ningún inventor de imágenes cinematográficas parte nunca de la nada: todos construyen o elaboran a partir de la realidad o de otras imágenes, contempladas o entrevistas, soñadas o recordadas, y muchas de ellas, inevitablemente, procedentes, hasta si ellos lo ignoran, a veces indirectamente, o pasadas por otras películas, de la pintura. No olvidemos que Hitchcock era católico —que es una religión imaginista, no sólo del verbo, sino también de la imagen, sin la desnudez iconoclasta del protestantismo—, y llena de esculturas, cuadros, lápidas, inscripciones, estampas y recordatorios, imágenes casi siempre estrictamente codificadas, convencionales, e incluso, si no simbólicas, alegóricas y en clave, llenas de signos gráficos (X, INRI, RIP, etc.) y visuales (el ojo divino, el pez de los primitivos cristianos, la paloma o las lenguas de fuego del espíritu santo, el cordero), además de proclive a los relatos parabólicos, a veces enigmáticos, y a la lectura interpretativa —es decir, entre líneas— de las Escrituras, pues tanto el Nuevo como el Viejo Testamento están repletos de metáforas. Tampoco conviene desdeñar que Hitchcock estudió dibujo y diseñó, hizo publicidad, elaboró rótulos de cine mudo y colaboró en los decorados de películas rodadas en los estudios alemanes de la UFA, que contaban entre sus decoradores y directores artísticos con arquitectos y pintores, lo que le dio ocasión de moverse en los ambientes artísticos de Berlín y de conocer la obra de pintores vinculados a los movimientos surrealistas, simbolistas y expresionistas. Ya en sus películas británicas, todas ellas en blanco y negro, y tanto mudas como sonoras, es fácil detectar la huella de Richard Oelze —cuyo cuadro Expectación (1935/6) resume el Hitchcock de esos años tan bien que podría servir de poster para un ciclo de ese periodo—, René Magritte o Max Ernst, por ejemplo, aparte de las de Caspar David Friedrich, Rembrandt, William Blake, Henry Fuseli, Arnold Boecklin, Victor Hugo, Aubrey Beardsley, Millais, Gustave Doré, Odilon Redon, Grosz, Munch y los “pre-rafaelistas”, de tradicional influencia en el cine. Que fuera ya aficionado a visitar museos no tendría nada de extraño, y no creo casual la inusitada frecuencia con la que este tipo de instituciones-edificios han sido escenarios de sus películas, desde el British Museum hasta el de Pergamon en Berlín (en Cortina rasgada), pasando por el de San Francisco que se ve en Vértigo, entre otros varios (sin despreciar el taller-museo de porcelana danesa del comienzo de Topaz). Cualquiera que conozca siquiera leve, parcial y superficialmente el cine de Hitchcock será capaz de evocar al instante el papel decisivo o importante de incontables retratos, en The Lodger, The Manxman, Rebeca, Sospecha, El proceso Paradine, Extraños en un tren, Vértigo, Los pájaros, entre otras muchas. A lo largo de toda su carrera, este hombre famoso por la precisión minuciosa con la que encuadraba —y a veces hasta “enmarcaba”— cada plano, sólo comparable al rigor y la atención que ponía en la composición, y que decidía deliberadamente no sólo el tamaño y la duración de cada plano y el orden y el ritmo en que se sucedían, sino lo que en cada caso incluía o excluía del campo de visión de la cámara, ha dado a múltiples cuadros, figurativos o abstractos, retratos, paisajes o naturalezas muertas, un relieve y una función que distan de la rutina o la mera anécdota; algunos han tenido un peso argumental, trágico o irónico —como los varios de Vértigo, que hacen eco del doble efecto del de Rebeca—, mientras otros —el de la casa de la madre de Marnie— son un mudo y enigmático comentario sobre las escenas que presiden, más visibles para el espectador que para los personajes. Para colmo, si un cineasta es reconocible sólo con ver —hasta desprovista de movimiento, en una revista o un libro— una imagen, es precisamente Hitchcock, prueba fehaciente de que para él es el plano la unidad expresiva fundamental, y de que la base del cine es, para él, los ruidos, el diálogo, lo puramente visual, que debiera ser en sí mismo suficientemente elocuente. No es raro, por tanto, que en cada uno de sus fotogramas haya, en potencia, o espectralmente, un cuadro, la sombra y el eco de un cuadro pasado o el esbozo de un cuadro hipotético. Un cuadro que puede pintar luego, a partir de su recuerdo de la película, un pintor, y creo que no son pocos los que, desde los años 40 sobre todo, han recibido algunos impactos de Hitchcock. En otros casos, el propio plano de la película puede brotar del recuerdo de un cuadro, o de un fragmento de cuadro, o de una idea luego traspuesta o invertida por Hitchcock. Todo depende, claro, de lo que uno conozca y de cómo lo tenga “almacenado” en la memoria, porque a menudo son asociaciones que se le vienen a uno a la cabeza, involuntaria más que deliberadamente o como resultado de una búsqueda programática. Por poner algunos ejemplos, a mi entender es difícil no ver antecedentes de Los pájaros en varios Magritte y en Les Petites Annonces faites à Marie de Dorothea Tanning; en cambio, no consigo rastrear el menor eco de Paul Klee, de quien Hitchcock dijo que era su pintor favorito, ni de la mayoría de los que llegó a poseer en su colección privada (Roualt, Dufy, Sequeiros, Braque, entre otros varios, quién sabe si adquiridos por gusto personal o como mera inversión). En cambio, la exposición propone, con visos de acierto, las similitudes (quizá casuales) de algunas imágenes de Hitch con cuadros de Sickert, Dante Gabriele Rosetti, Emil Rudolf Weiss, Fernand Khnopff, Carel Willink, y otros que tampoco suelen mencionarse, quizá por ser menos conocidos y recordados que Edward Hopper, Andrew Wyeth y varios más que se han citado en ocasiones. No veo reparos serios que hacer a la selección de obras no cinematográficas cotejadas con las películas de Hitchcock; no basta que no veamos suficiente semejanza en alguna ocasión para rebatir lo que otros ven; y no tiene sentido quejarse de las omisiones que, a nuestro parecer, no tienen excusa, porque las habría, irremisiblemente, hasta con más espacio. De hecho, las selecciones posibles y los paralelismos que cabría proponer son literalmente infinitos, y por tanto inabarcables, sobre todo si se toma en consideración, como convendría, la totalidad de la obra de Hitchcock, sin omitir o menospreciar los cortos y mediometrajes de las series televisivas Alfred Hitchcock Presents y The Alfred Hitchcock Hour, incluso, tal vez, los no dirigidos personalmente por el maestro, y otras artes predominantemente visuales no menos susceptibles de haber tenido alguna repercusión en la fantasía de Hitchcock o de, por el contrario, verse influidas por sus películas, como la fotografía (véanse las primeras series de Cindy Sherman), el “comic”, los “dispositivos” videográficos y la escultura. El beso de Auguste Rodin parece que era una de las obras de arte favoritas de Hitchcock, y eso no extrañará a nadie que haya visto Encadenados o Vértigo. Saul Bass en muchos títulos de crédito y otros como dibujantes de escenas pueden haber influido o haber aprendido de Hitch. Con todo, no creo que ninguna de estas posibles influencias pictóricas sea esencial ni sistemática: sin duda, es mayor la afinidad de Hitchcock con la pintura que con ningún artista concreto. Y hay que tener presente que las huellas de esos cuadros o figuras visuales en general, sin embargo, no se hallan forzosamente ni exclusivamente en focos de luz, manchas de color, masas de sombra, encuadres, grupos de personas, visiones de paisajes o la forma de dinamizar y resaltar un árbol, una nube, una roca, la llanura desierta o el oleaje. A veces configuran o prefiguran la postura, la actitud, el gesto, la mirada de un actor; otras se reproducen o prolongan en un peinado, en un traje, una escalera u otro elemento del decorado, cosa nada rara en un cine que siempre ha destacado por su capacidad ilimitada para multiplicar los ecos y reflejos, por su fascinación por las espirales y las escaleras de caracol, las capas superpuestas, las ascensiones y las caídas. A veces, puede encontrarse en una falsa perspectiva —sobre todo en planos trucados, con maquetas o transparencias, a las que era singularmente aficionado—, o un espacio vacío, una sima, un abismo, un hueco que atrae nuestra mirada. No olvidemos que los pintores han cultivado durante siglos el arte de guiar la mirada, y que Hitchcock, como realizador, más que a los actores dirigía a sus espectadores, individualmente y en grupo, uno por uno y como masa que hay que atraer al cine.
Miguel Marías
El Cultural, 20/06/2001
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La colocataire de Sarah Bailey
La colocataire de Sarah Bailey – Editions Mera La colocataire de Sarah Bailey, présentation 3 octobre 2005, Oli couvrir les premiers instants d’un meurtre dans une colocation de trois filles. Une est tuée, une a disparu et la dernière est arrêtée. Isabelle Yardley est chargée de l’enquête. 2015, Oli apprend qu’une des colocataires a été retrouvée morte. Avis La colocataire de Sarah Bailey Oli,…
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Delivrez nous du mal
Auteur : Johannes Selaker Titre : Delivrez nous du mal ISBN :9782487149090 Format numerique – Éditions Mera Date de sortie officiel : 27 juin 2024 Johannes Selåker est un auteur de thrillers et un journaliste qui a travaillé pour l’Aftonbladet, Expressen et Aller Media, à la fois comme directeur des actualités et comme rédacteur en chef. Il a également dirigé quelques-unes des plus grandes…
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