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Roberto Sierra, sonatas del trópico
[Roberto Sierra (Vega Baja, Puerto Rico, 1953) / UMKC LIBRARIES]
Coinciden en IBS Classical un monográfico con sonatas pianísticas de Roberto Sierra y el estreno discográfico de su Trío con trompa
A Roberto Sierra (Vega Baja, Puerto Rico, 1953) lo había puesto muy de moda entre nosotros en los últimos años el pianista motrileño Juan Carlos Garvayo, que grabó para Naxos con su Trío Arbós la integral de los Tríos con piano del maestro y programó con frecuencia su obra para piano solo, hasta terminar registrando en 2016 para IBS Classical un seminal CD con sus Boleros y montunos, música que hasta entonces estaba casi inédita. Pudo descubrirse ahí a un compositor que, desde una base sólida anclada en el conocimiento de la vanguardia europea, mostraba un afán ardiente por la comunicación, y por eso su música se llena de referencias a ritmos y melodías populares, al jazz, a la canción latinoamericana...
En 2020, Sierra viró hacia la escritura de sonatas, comenzando con las tres que en marzo de 2022 grabó el venezolano Alfredo Ovalles en el Auditorio Manuel de Falla de Granada para este disco publicado por IBS Classical. Es este un camino que el mismo Sierra reconoce que no sabe a dónde lo llevará. Para Ovalle, el mundo de las Sonatas de Roberto Sierra tiene mucho que ver con aquella visión mahleriana de la sinfonía como contenedor universal, como gran imagen del mundo. “Las Sonatas abarcan un mundo que va desde la Europa central, donde su estructura se solidifica en la segunda mitad del siglo XVIII hasta la región de Hispanoamérica y el Caribe en los siglos XX y XXI”, opina el pianista caraqueño.
Y el compositor afirma: “Al no utilizar la tonalidad como base para mis obras, cada Sonata expone una propuesta singular entre las relaciones de la estructura y el contenido sonoro. Elementos de ritmo, de escalas simétricas y de gestos musicales se constituyen como demarcaciones formales”.
Una forma que estructuralmente se amarra a la tradición clásica (las dos primeras obras están divididas en cuatro movimientos y la tercera en tres), con referencias claras a la forma sonata, permitiendo en efecto desarrollos temáticos perfectamente independientes. Sierra explicita así su tradicional uso de materiales folclóricos: “En la 1ª sonata se destacan las figuras salseras del piano [el cuarto movimiento aparece marcado justamente como ‘Salseado’] y en la 2ª sonata se escuchan en el tercer movimiento elementos derivados del joropo venezolano, así como en el cuarto movimiento se escucha una marcha militar que se funde con un pasodoble. La 3ª sonata recoge elementos de la música andaluza”.
Con ello, el gran maestro caribeño se sitúa en efecto en esa posición a lo Mahler que le otorga Ovalles: “Mi intención es decantar, eliminar ese carácter pétreo y hegemónico que se le atribuyó al formato, el cual entiendo como un gran contenedor o esquema abstracto con posibilidades de moldear a mi manera”. Así, “cada obra presenta una mirada distinta eso que llamamos sonata, y que a mi entender se puede recrear, romper y volver a armar. Este rumbo de desterritorialización y reterritorialización es el que he continuado en todas ellas”. Dicho de otra forma, Sierra ha extraído la idea de la sonata, europea y dieciochesca, de su nicho y lo ha hecho germinar en su entorno, es decir, la ha tropicalizado (el concepto es suyo).
Ovalles completa su disco con las Piezas íntimas de 2017 –“el punto que más me interesó para empezar a abordar su obra para piano”–, ocho piezas cortas que “engloban de una manera muy concentrada el lenguaje pianístico de Roberto” y los Aphorisms de 2020, “28 fragmentos que le hacen honor a su nombre, siendo cada uno de ellos una sentencia breve que propone lo que para mí son los principios compositivos de Roberto en su versión más pura y concisa, cada uno de ellos explorando el rango dinámico y sonoro del instrumento en cuestión de segundos”.
Roberto Sierra fue el “discípulo portorriqueño” de György Ligeti. Acaso por ello, cuando el violinista Miguel Colom, concertino de la ONE, el trompista Manuel Escauriaza y el pianista Denis Pascal decidieron dedicar una grabación a los tríos para trompa de Brahms (1865) y Ligeti (1982) encargaron a Sierra una nueva obra para completar el álbum. El portorriqueño trabajó en ella entre 2020 y 2021, hasta poco antes de la grabación del CD, hecha también para IBS e igualmente en el Auditorio Manuel de Falla de Granada en diciembre de aquel año.
Al respecto del encargo comentaba Sierra: “Yo vi nacer el Trío de Ligeti y estuve en su estreno. Recuerdo que una tarde en su apartamento me dice: ‘Roberto, quiero que escuches esto’. Se sienta al piano y toca el comienzo del segundo movimiento (Vivacissimo). Inmediatamente me preguntó: ‘¿Te suena caribeño?’. Le contesto con una sonrisa: '¡No tanto, me suena más bien búlgaro!’. Él, por supuesto, se refería a los ritmos derivados de la clave salsera, a los que yo le había hecho familiar”.
En cualquier caso, y pese a la indiscutible influencia ligetiana, el maestro portorriqueño escribe una obra “tan distante de Ligeti como de Brahms”. Una vez más la gestación parte de su entorno natural. Así, si “el impulso inicial fue la preocupación por los aspectos formales y la búsqueda de un lenguaje armónico y melódico con un engranaje coherente”, los elementos rítmicos “están ligados a esos aspectos de la música caribeña que han sido siempre centrales en mi obra”. El peso de lo local, una vez más, como fundamento de una obra de pretensiones universales, recogida aquí en este par de álbumes de IBS, que le ha dedicado también otros discos al compositor.
[Diario de Sevilla. 21-05-2023]
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