#los tranquilos de clase ya empezamos a hablar y a poner los ojos en blanco 😀
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peaceeandcoolestvibes · 1 year ago
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trescabrititas-blog · 8 years ago
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¿Cuánto importa el rendimiento de una clase?
¿Y cuánto importa el rendimiento musical?
Desde hace un tiempo que me vengo haciendo estas preguntas. Doy talleres de Música y se supone que no debería tener dudas al respecto de lo que enseño. Pero la realidad es que trabajo con niños que a veces quieren hacer música, y veces no. Entonces ¿hasta qué punto tengo que pararme en la enseñanza musical? ¿hasta dónde el objetivo es el desarrollo y aprendizaje musical? ¿en qué momento pedagogía empezó a ser sinónimo de productividad? (uy, esa última se me escapó, la debí haber dejado para el final!!) Lo cierto es que con casi todos los niños me veo obligada a hacerme estas preguntas. Y con casi todos los grupos la dinámica del taller gira en torno a qué pasa con estos niños, qué están necesitando, qué están eligiendo. La situación que hoy me invita a reflexionar nace con "las nenas de los sábados”. Con ellas aprendí mucho porque vienen desde el año pasado. Tuve bastante tiempo para conocerlas, y algo que no tardé en reconocer es que les encanta la naturaleza, los animales y todo lo que tenga que ver con “ir afuera”. Así que te voy algunas cosas que me pasaron con ellas. Pero antes que nada empiezo por contarte que ya desde hace algunas clases estamos yendo afuera. ¿Por qué? No estoy muy segura todavía. Tal vez sea una pequeña distracción pero tuvimos ganas de ir a ver la huerta... por cierto, ¿no está hermosa?
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Felizmente lo empezamos a implementar casi como una rutina, porque fue algo muy lindo de incorporar. Camino a la huerta siempre pasan cosas: las nenas se ríen, hacen preguntas, se sorprenden. También les tiran semillitas a los pájaros y cada tanto surge algún juego o alguna canción. Nada muy sofisticado pero te aseguro que vale mucho la pena, aunque sea una visita de diez minutos. O de cinco minutos, una visitita :)   Y aprendí que a mí personalmente me hace bien para soltar y estar más tranquila, confiar en que estamos para disfrutar y bajar de tanta cabeza. Es que la naturaleza nos enseña que no hay que cumplir con nada, sólo estar. Lamentablemente parece que eso a los adultos no nos sale... o a lo mejor nos olvidamos. ¡Pero por suerte los chicos nos lo recuerdan todo el tiempo! Mientras tanto los educadores somos nosotros... ¡y qué poco entendemos sobre los ritmos de un niño!
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Entonces te cuento cuál fue el detonante. Sábado primero de abril, una mañana un poquito nublada y yo con ganas de hacer algo con flores... pero... ¡momento! No algo tan abstracto como sólo hablar de flores, cantar una canción sobre flores o pintar flores. Mmmm... ¿qué decir? Eso me suena a escuela: ¿no es raro aprender sobre la naturaleza sentados con un manual? ... y de allí a plantear:
¿Cómo es aprender en un taller?
Admito que yo tengo la suerte de poder integrar el mundo real simplemente abriendo la puerta del patio, así que decidí aprovecharlo. Por cierto te imaginarás lo desconectada que estuve todo este tiempo que no me di cuenta que podía hacer eso! Y eso que ellas siempre me pedían de ir afuera. Esto da que pensar, ¿no? [De hecho lo empecé a incorporar definitivamente cuando leí esta nota bellísima (click acá) sobre el efecto de la naturaleza en los niños (y eso que si no me convencían desde lo intelectual no sé cuánto hubiera tardado tomar esta decisión... jeje)].
Pero bueno, también me viene pasando de estar cada vez más convencida de que nadie se va a comprometer ni un poquito si le imprimo en la cabeza una frase como “qué linda es la naturaleza” (sí, ésta es de los creadores de “leer nos hace mejores”, “digan por favor y gracias”, “soy fiel a mi bandera” y “toleramos al otro”). Una educación basada en repetir un eslogan no nos toca fibras, sólo nos marca un deber. Entonces esto: conocer no pasa por intelectualizar. No sirve de mucho nombrar las partes de una planta (o en materia musical, las partes de una guitarra) si antes no vamos a lo concreto. Porque los niños viven la vida y aprenden el mundo así. Dejar ser!! Recuperar el valor de la vivencia y confiar en el bienestar... porque queremos una educación donde el ser recobre su protagonismo. Esto vuelve las cosas mucho más simples, y no por eso de menor calidad.
¿Qué pasó este sábado?
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Como te decía, mis ganas de hacer una clase integradora y al aire libre me hicieron levantar temprano para organizar todo desde un buen rato antes. Llevé las mesas afuera porque supe que ahí sería mucho mejor escenario para pintar, ¿no? Dejé a mano un tacho con materiales y algunas hojas y seguí preparando el espacio. (Podés observar que mientras terminaba de ajustar todos los detalles para la clase vino a robar escena Arturo, el gato de algún vecino).
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Cuando recibí a las nenas entramos a la sala e hicimos unos quince minutos de una actividad musical para entrar en calor. Cuando vi que ya su caudal iba llegando a su fin las dejé dispersarse un poco. Enseguida les pregunté si se acordaban qué cosas habíamos visto la clase anterior cuando fuimos afuera. -”Y plantas, lechuga, tomates, más plantas, comida para pajaritos, flores, las plantas”... -“¡Bien! Y hoy me gustaría que vayamos afuera para ver flores, ¿qué les parece?” -“Siiiiiiiiiii”. Y así empezó nuestro recorrido: el paseo de las flores. Un paseo muy humilde pero muy lindo. Era cierto que los chicos se entretienen barato!!
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Cuando están afuera, están tan contentas que cantan solitas. Como cuando les tiran alimento a las aves: “Pajaritoooo, vení, pajaritooo... vení a comer!!”  ♥ Y otras cosas que pasan por casualidad pero que agudizan los sentidos. Por ejemplo distinguir un pájaro que canta. Las niñas son amantes de los pájaros y también se la pasan mirando al cielo a ver qué hay. Y si bien podríamos decir que la actividad consistió en “mirar flores”, de ninguna manera es censurable “distraerse” con un pájaro. Esta aclaración estaría de más si no fuera porque venimos de un programa pedagógico muy acostumbrado a dirigir lo que el chico tiene que hacer. Pero ¿para qué obligarlo a mirar? ¿para que aprenda a hacer caso? No lo creo. Confío en que la mirada es expresión de un deseo y no tiene sentido forzar nada.
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Así que seguimos paseando, viendo flores, y de repente cuando vamos al fondo Aymará exclama: “¿Qué hacen esas sillitas ahí?” y Helena dice “¡Yo quiero pintar! ¿dónde hay hojas?” Se acomodaron mientras yo buscaba las hojas. Y aunque había dos mesitas y tranquilamente podrían pensar “una para cada una”, se dijeron: “¿pintamos en la misma mesa mejor?”  ♥
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Y luego pasó algo que me dejaría un poco impresionada. Cuando las nenas se pusieron a pintar yo empecé a cantar La Jardinera, de Violeta Parra. La del estribillo: Para mi tristeza violeta azul, Clavelina roja pa' mi pasión, Y para saber si me correspondes, Deshojo un blanco manzanillón. Si me quieres mucho, poquito o nada, Tranquilo queda mi corazón.
Y ellas me miraban sorprendidas cuando me puse a cantar. Apenas empecé, Aymará me miró radiante y me dijo “¿Qué estás cantando?” y yo, en un gesto de complicidad, sólo continué cantando. No paraban de mirarme, o cada tanto sí y seguían algún trazo del dibujo, pero en la libertad de estar ahí sin presión alguna... la libertad de poder hacer. Lo que me sorprende es que normalmente no muestran interés por las canciones y en esta oportunidad, aún sin el soporte de un instrumento ni más recurso que mi voz, sí. Eso fue realmente increíble para mí. La situación misma me estraba mostrando cómo acercar un clima musical real. Y este clima musical de ninguna manera fue artificial. Después volvimos adentro, cantamos un rato, instrumentamos un poco la canción y terminamos los “adornitos” que se llevaron para poner en una maceta o donde tengan ganas. Quedaron muy lindos pero no tengo foto :(
Mientras tanto no dejé de preguntarme qué tuvo que pasar para que la música fuera aceptada con tanta intensidad.
¿Qué caracterizó a esa situación musical?
Creo que algo de la intencionalidad. Canté para mí. No pensé en la canción como una actividad estrictamente pedagógica. No me importó que la canción tenga una letra difícil o que haya palabras que no conocen. No me importó si no presenta un nivel de dificultad (?) adecuado a su nivel de desarrollo musical. Y menos que menos quise machacar en forzar la atención... cuando se trata de niñas que aprenden de la experiencia global!! Porque es el clima, es la energía, es la validación, es pintar afuera mientras sopla el viento y sentimos el pasto. Canté porque sí. Me hizo pensar que a veces una canción es una experiencia más. No es “la letra”, “la melodía”, “el ritmo”, “el tiempo”. (OJO, no digo que no haya que incorporar estos conocimientos desde actividades específicas, sólo estoy diciendo que la validez es relativa porque no son categorías excluyentes de la experiencia musical). Pero bueno. También puedo sólo reconocer que esto sucedió de esta manera tan natural porque me dediqué a estar ahí, con ellas. (¿Tan difícil era?)
Ahora ¿qué pasaría si antepusiera el rendimiento musical por sobre todas las cosas? ¿seguiría siendo espacio de autonomía? ¿un camino hacia lo propio de uno mismo? ¿o un modelo donde importa más el desarrollo musical que cualquier otra cosa? Yo creo que si el niño está aprendiendo quién es eso ya debería ser un apuntalamiento suficiente... pero a veces esta cultura se pierde mucho en el desarrollo de condiciones por las condiciones mismas. Nos estamos olvidando de respirar.
Así que de esta experiencia sólo me llevo más preguntas:
• ¿Por qué me quisieron escuchar? ¿Por qué les gustó lo que estaba cantando? ¿por qué su expresión se vivificó? • ¿Por qué cuando programo una actividad musical se desenganchan? ¿por qué cuando les digo “les voy a cantar una canción” refunfuñan, como si les estuviera interrumpiendo algo? ¿qué es ese algo que interrumpo al traerles una actividad estrictamente pedagógica? • ¿Qué hubiera pasado si les pedía que presten atención a “los colores que aparecen en la canción”? ¿de qué hubiera servido?  • ¿Qué es prestar atención? ¿cuándo esta atención es auténtica y cuándo artificial? ¿de qué sirven una y otra? • Un acto pedagógico con una expectativa determinada ¿qué puertas abre? ¿qué puertas cierra? Así que eso es lo que estoy tratando de aprender. Y acá la importancia de bajar del pedestal de la educación programada y volver a lo sencillito que es escuchar lo que está ahí. Gracias por leer ♥ Neofelis.
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