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Por sus dichos, podrían inhabilitar al presidente de 'Coita'
Por sus dichos, podrían inhabilitar al presidente de ‘Coita’
Por sus dichos, podrían inhabilitar al presidente de ‘Coita’ Por sus dichos contra feministas y la comunidad #LGBTTTIQ+, el presidente municipal de Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas, Javier Alejandro Maza Cruz, podría enfrentar procesos ante organismos electorales. Oswaldo Chacón Rojas, Consejero Presidente del IEPC “Tendría que presentarse una queja o denuncia vamos a estar atentos, vamos a…
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AUTOR/A DE LA FOTOGRAFÍA: Galiza Contrainfo
Foto 1. En la foto original, se aprecia una persona durante una manifestación por la causa LGTBIQ+, sin embargo, de esta forma simplemente podemos apreciar la bandera que defiende y simboliza el movimiento, sin poner énfasis en la persona que la sujeta.
Foto 2. Si bien en la fotografía principal observamos la presencia de una persona concreta durante la manifestación, en esta aparece ya un grupo unido aparte de la manifestación en la que las personas no se distinguen entre sí, pues destacan el grupo y los carteles manifestantes.
Foto 3. Obviamente, la manifestación tiene lugar en alguna zona de la ciudad. Si aumentamos el encuadre, podríamos enfatizar la arquitectura del monumento de la plaza donde tiene lugar, otorgándole el pleno significado de la foto.
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El hashtag para las causas de la comunidad #LGBTQ
En el post del ciberactivismo se habló de la facilidad de hacer comunidad gracias a las redes sociales. Para eso existen varias maneras: funciones de búsqueda, compartir publicaciones, mensajería directa, grupos afines abiertos o cerrados, y una herramienta muy simple y muy poderosa: el hashtag, representado como una serie de caracteres antecedidos por un símbolo gato (#).
En el mundo virtual el hashtag o etiqueta tiene una función archivística: cada #etiqueta permite relacionar cualquier contenido que la tenga a través de un hipervínculo, de manera que se puede acceder a cualquier contenido creado por otros usuarios, en cualquier momento, siempre que se acceda al #hashtag. Es un punto de identificación y reunión para que los usuarios identifiquen contenidos.
Una etiqueta virtual funciona tal como una etiqueta real, quien la lee puede encontrar significado condensado en apenas unas palabras. En poco tiempo, se ha convertido en un vehículo para el activismo, dando vida a movimientos sociales populares, como para el feminismo lo fueron el uso del hashtag #Aborto3causales, #alertamorada #niunamenos y #metoo. Este último de cobertura global para hablar de abusos hacia mujeres y significar que no se está solo porque #metoo (a mí también), mientras que el primero habla de la legislación chilena en torno a la despenalización del aborto. Otro ejemplo podría ser la concientización sobre el racismo hacia la comunidad asiática luego del surgimiento del virus SARS-CoV-2, con #hateisavirus.
Aún así, el hashtag no se limita a eventos específicos y puede abarcar espacios comunes simples, como #catlover para cualquier persona que ame a su mascota, incluso más sencillo aún, #vacaciones para cualquier persona que esté de, justamente, vacaciones. La cotidianeidad puede convivir y coexistir en una misma publicación a través de uno o varios hashtags, en las manos de cualquier persona.
En redes sociales como Facebook, Twitter, TikTok e Instagram existe gente que comparte su cotidianeidad y la acompaña de etiquetas. Dependiendo de la plataforma y el grupo etario, el contenido puede ser más o menos transparente. No es extraño encontrar jóvenes en TikTok que comparten su proceso de descubrimiento entorno a su identidad de género y/o orientación sexual, que, si bien para algunos puede ser controversial, el hashtag que lo acompaña indica un contexto casual, si usa, por ejemplo, #selfdiscovery o #autodescubrimiento.
La comunidad LGTBIQ se puede manifestar en un espacio a la par de comunidades de cualquier interés, y los cuerpos queer se tornan virales exponiendo pasos de bailes, sus ocurrencias o talentos. El influencer puede no ser un activista si así desea y sólo usar el hashtag #transgender; si otro usuario ingresa al hipervínculo para dicha etiqueta, encontrará que está lado a lado con otras que pueden tener corte más polémico o político. Nuestro influencer se ha convertido en activista incidental —aunque no es un pensamiento nuevo, ya que la idea de que todo acto es político lleva circulando la literatura desde hace eones—. El activismo incidental puede verse en coreografías de TikTok o publicaciones de Instagram, donde a la par de seguir las últimas tendencias, también pueden exponer sus procesos personales de cambio corporal a través de la hormonización y cirugías.
Las etiquetas que más ayudan al ciberactivismo son aquellas que llegan a un público extremadamente amplio y heterogéneo, es decir, son aquellos hashtags que se viralizan. La campaña adjunta a la etiqueta se transmite como un virus: de una persona concreta a sus contactos estrechos, al ser quienes sienten una mayor deber de apoyar causas importantes para sus cercanos; luego estos contactos estrechos a sus propios contactos estrechos, que pueden no estar familiarizados con la campaña, pero sí con la corriente activista de una manera más general; entonces estas personas proceden a compartir el contenido una vez más, haciéndolo presente en círculos distintos a los originales, en donde puede haber simpatizantes que vuelvan a compartir el hashtag y así sucesivamente. La viralización se logra mientras un mayor número de usuarios interactúa con el contenido que el hashtag acompaña, lo busca, lo comparte, lo replica.
El ciberactivismo se vale de la difusión de determinadas etiquetas ya que logra gran exposición con un mínimo nivel de compromiso y un coste material muy bajo. Una campaña viralizada puede salir de la difusión por internet y llegar a medios tradicionales como la prensa escrita o programas radiales, además de inspirar acciones presenciales de otros grupos que suman su apoyo a la campaña. La campaña finalmente se vuelve un tema de interés, contingente, que está instalado en la agenda política del momento.
Por ejemplo, tenemos el caso de #matrimonioigualitario #familiaesfamilia #loveislove. Todas estas frases fueron intensamente difundidas desde fundaciones que promueven los derechos del Colectivo LGTBIQ. #loveislove tiene un alcance mundial y envuelve cualquier publicación que habla de un romance no heterosexual, mientras que #familiaesfamilia y #matrimonioigualitario tienen nociones y alcances distintos. El primero puede ser usado por cualquier persona hispanohablante que refiera a una familia no tradicional, ya sea monoparental, homoparental, formada a través de adopción, o dónde alguno de los padres tenga una identidad de género distinta. El segundo entra en un contexto chileno, específico a una petición de cambios legislativos. Una vez se logró su cometido, la etiqueta ha cambiado su tono y ha dado paso a otras experiencias que también hablen sobre el matrimonio entre parejas del mismo sexo en Chile.
Otro ejemplo, del uso de las etiquetas en pos del ciberactivismo es la denuncia contra crímenes de odio, como ocurrió con #JusticiaparaNicoleSaavedra y #NicoleSaavedra. Ambos denunciando los efectos que la discriminación tienen contra quienes no se apegan a la estética de una sociedad heteronormativa. Gracias a la intensa campaña en redes sociales, la comunidad lésbica pudo hacer oír su voz, crear sentido de solidaridad e interpelar directamente al ente persecutor (Ministerio Público) para que diera prioridad a la investigación del lesbicidio. Amén que permitió coordinar acciones de protestas in situ.
Finalmente, la etiqueta se ha convertido en una herramienta de difusión que el ciberactivismo puede usar de una manera muy versátil. Permite que creadores de contenido de diversas posturas se encuentren, alimentándose de la interseccionalidad. Hoy en día una persona activista puede unir frente al mundo posturas como la reivindicación de género con causas antirracistas o en favor de la comunidad queer. El nivel de compromiso requerido es suficientemente bajo como para que una sola figura de su apoyo a varias causas y muestre aristas nuevas de lo que puede llegar a significar ser parte de varias comunidades simultáneamente, todo gracias al cristal utilizado por cada usuario de manera individual a través de la masiva categoría que es el hashtag.
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"Es decir, la "unidad" del género es la consecuencia de una práctica reguladora que intenta uniformar la identidad de género mediante una heterosexualidad obligatoria. El poder de esta práctica reside en limitar, por medio de un mecanismo de producción excluyente, los significados relativos de "heterosexualidad", "homosexualidad" y "bisexualidad", así como los sitios subversivos de su unión y resignificación". #judithbutler #mataputo . . #actor #performance #genero #queer #Lgtbiq+ #fotografia #ensayo #identidad (en Villa Maria Cba Argentina) https://www.instagram.com/p/B8m3A1EhaJt/?igshid=rwgyjsnpaah6
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Por TITA BARAHONA (julio de 2019)
La teoría queer, esa hija del posmodernismo que tomó en las universidades anglosajonas gran impulso desde la década de 1990, está haciendo posible, por medio de influyentes grupos de presión, que lo queer y trans se transforme en una fuerza política capaz de hacer ley (1).Esta fuerza se está canalizando a través de partidos liberales, como es en España Ciudadanos, y social-liberales afines a la ideología posmoderna como Unidas Podemos. El asunto crucial aquí no es que haya personas trans o queer, que merecen todo el respeto, así como el reconocimiento de que no son un bloque homogéneo al estar atravesados por diferencias de clase, nacionalidad e ideas políticas. El asunto que se trae a debate es que las estructuras de poder trans-queer están operando como un arma renovada contra cualquier proyecto de emancipación social.
A comienzos de julio se celebraron en Gijón las jornadas “Política feminista: libertades e identidades”, organizadas por la Escuela Feminista Rosario de Acuña de dicha ciudad (2). Han sido más noticia de lo habitual por las acusaciones de transfobia de que fueron objeto. No es nada nuevo. Quien frecuente las redes sociales se habrá percatado de que la etiqueta tránsfoba se lanza con especial virulencia contra las TERF (Transgender Exclusionary Radical Feminist), así llamadas despectivamente las feministas de la corriente radical que ahora se denominan RadFem (3). Las principales organizadoras de las jornadas de Gijón no pertenecen a ella, sino al feminismo ilustrado de la igualdad, que está bien situado en las instituciones académicas y políticas. Son catedráticas y figuras respetadas del feminismo como Amelia Valcárcel, que han sentido también la furia trans.
El pecadillo de las RadFem, y por extensión de cualquiera que comparta más o menos su opinión, consiste en decir que una mujer es una hembra adulta de la especie humana (4). Esto se considera tránsfobo porque deja fuera a las transexuales femeninas (varones que han transitado a mujeres), que no poseen los órganos y funciones del aparato reproductor femenino, pero se consideran a sí mismas mujeres. Ello porque, como vigoroso retoño posmoderno, lo trans-queer postula que el sexo no es un dato determinado por la naturaleza, sino una “construcción social” que se nos asigna al nacer arbitrariamente (varón/mujer), pero que, en realidad, es un espectro de múltiples combinaciones (más allá del hermafroditismo) (5). De ahí que el sexo trans-queer pase a ser aquello que nuestro criterio subjetivo de identidad y nuestro deseo nos dicte en cada momento de la vida. Por el mismo motivo, es tránsfobo utilizar la palabra “mujer” junto a términos como “maternidad” o “gestación”, porque excluye a los transexuales masculinos (mujeres que han transitado a varón), que pueden en un momento dado gestar y parir pero no desean caer en la categoría “mujer” ni llamarse madres sino padres.
Para no discriminar a los trans e incurrir en transfobia, se ha creado un neo-lenguaje que, deliberadamente o no, incurre en otras discriminaciones, como es la anulación simbólica de las mujeres mediante el borrado de la categoría “mujer”. Así, por ejemplo, si se habla del embarazo, no debemos decir “mujeres gestantes” o simplemente “las gestantes”, sino los “cuerpos gestantes”, para incluir a los transexuales masculinos -y de paso invisibilizar a las madres de alquiler (6). Las mujeres, que ya llevamos un tiempo soportando que nos llamen “género”, ahora quedamos reducidas a “cuerpos” y veremos si la cosa para ahí. Por otro lado, es asimismo transfóbico discutir sobre la menstruación o la lactancia, funciones que no desarrollan las transexuales femeninas, y tránsfoba la mujer lesbiana que rehúsa tener relaciones sexuales con una “mujer con pene”.
Las micro-identidades resultantes de la fragmentación que opera lo trans-queer en la materia del sexo y el género -este último “constructo” también y meramente “performativo” (7) – cuentan ya con una elaborada taxonomía que no tiene nada que envidiar a la de Linneo. Mezclando sexo, género y orientación sexual, han proliferando átomos identitarios en el carro del LGTB clásico, que en versión más actual aparece como LGTBIQ+. Pongo a continuación la lista completa del plus. La dejo en inglés, porque es el mundo anglosajón el que marca el canon:
Lesbian, Gay, Gender queer, Gender fluid, Genderless, Gynesexual, Bisexual, Bigender, Transexual, Transgender, Transvestite, Two-Spirited, Transitioning, Queer, Questioning, Intersex, Asexual, Agender, Ally, Androgenous, Androsexual, Pansexual, Pangender, Omnisexual, Omnigender, Demi sexual, Straight, Skoliosexual, Cisgender, Third-Gender, Boydyke.
Esto es parte del neolenguaje referido, última versión de lo “políticamente correcto”, muy del agrado de la progresía. Un ejemplo en España lo tenemos en la propuesta de ley “contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales”, presentada en 2017 por Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea (8). Este y otros proyectos legislativos sobre las identidades sexo/género están inspiradas en el movimiento trans-queer, que recibe un generoso impulso económico y mediático de ciertas fundaciones globalistas, como la Open Society y otras de ese tenor; (9) las mismas que hacen campaña por la “gestación subrogada” y/o el “trabajo sexual”. No hay que objetar a que se legisle contra las discriminaciones, pero, cuidado, porque en la letra -y quizás también en el espíritu– de la norma se esconden resortes de otras discriminaciones -y explotaciones- contra las que llevamos tiempo luchando (10).
En algunos países ya existe una ley específica de reasignación de sexo/género sin necesidad de hormonación, cirugía y pruebas psicológicas. Suena a buena noticia. Sin embargo, con la norma en la mano, se ha podido denunciar a sesenta trabajadoras de salones de belleza por negarse a depilar los testículos a una transexual; censurar por tránsfobas representaciones teatrales como los “Monólogos de la Vagina”; se ha permitido a varones entrar en espacios reservados a mujeres y no precisamente como eunucos en harenes, sino en listas electorales, cárceles, equipos deportivos, vestuarios…, que además de controversia por el rechazo de las mujeres a compartirlos, han generado abusos de distinto tipo (11). No estamos defendiendo que haya espacios segregados por sexo, sino reconociendo que algunos tienen justificación. Pero los espacios femeninos van más allá, están también en la legislación contra la violencia machista, por ejemplo ¿Se imaginan que un varón acusado de este delito pueda mediante reasignación de sexo escapar a esta jurisdicción?
La teoría queer critica el binarismo de sexo y género dominante, esto es: que sólo haya hombres y mujeres, masculinos y femeninos. Por ello propone una mayor flexibilidad y diversidad de sexos y géneros; de hecho sugiere que haya tantos como personas. Sin embargo, el binarismo se cuela por varias grietas de su edificio y sale a menudo reforzado. Pese a considerar que sexo y género son igualmente “constructos”, el queerismo mantiene los términos (transexual, transgénero) y los confunde torpemente. Pero se agarra al género, no para definir las normas sociales que se imponen a hombres y mujeres (significado original del concepto), sino para elevarlo a la categoría de “identidad individual”. Lo social desaparece. La citada proposición de ley española dice incluso que “Género es una categoría humana”.
Los textos legales que regulan los derechos trans, para definir la identidad de género, usan expresiones como percepción, sentido interno o convicción personal. El sexo deja de considerarse un hecho concreto (para la Medicina, sin embargo, es un dato crucial). Se habla de “sexo asignado”, como si no fuese auto-evidente en el 99,9 por mil de los nacimientos. El género, al contrario, es algo socialmente impuesto. Ahora bien, estar disconforme con este último no necesariamente implica estarlo con el sexo de una/o. Son planos distintos que lo trans-queer confunde de manera a veces tan poco ingeniosa, que les lleva a esencializar el binarismo de género dominante. Esto se ve en esas peligrosas recomendaciones de que se hormone a los adolescentes si manifiestan gustos o preferencias que no corresponden al “género culturalmente asignado”. La mayoría de personas podríamos encajar en esta categoría en mayor o menor grado; pero eso no implica que el niño que juega con muñecas o le gusta vestir de rosa deje de ser varón. Afirmar lo contrario es acabar con lo “cultural” y volver a las esencias, como esencialista y binarista es crear la categoría “cis-género” -persona que acepta o se conforma al género asignado-, como el opuesto a “trans-género”.
Volviendo el argumento del revés, tampoco la disconformidad con el cuerpo implica siempre disconformidad con los mandatos de género “normativos”, como vemos en muchas trans. La propuesta de ley española dice: “las personas con comportamiento de género no normativo son aquellas cuyo comportamiento, forma de vestir, de denominarse, etc. no corresponde a lo que culturalmente se espera del género que se les ha asignado”. Lo paradójico es que, cuando llega la hora de reasignarse género, en un alto porcentaje se recurre a categorías ya “construidas” desde hace mucho. Esto es algo destacable entre las transexuales femeninas que remarcan la imagen estereotipada de las mujeres, o las que identifican ser mujer con “llevar zapatos de tacón, vestidos ceñidos, maquillaje, etc.” Lo trans-queer llega a ser un instrumento anti-feminista y reaccionario, que arranca las raíces sociales de las discriminaciones y las trasplanta al individuo, esa “estructura lingüística en transformación”, según definición de Butler.
El movimiento trans-queer ofrece herramientas a un individualismo solipsista y hedonista, muy funcional a la ideología liberal y su “economía de mercado”, pero no a una teoría política para el cambio social. En esto tienen razón las ilustradas. Además, también lo comparten algunas personas trans. Pero, por el camino, unas 29 personas que se reunieron en Yogyakarta (Indonesia) en 2006, la mayoría ex-relatores de la ONU que asistían a título personal, redactaron un primer esbozo de legislación sobre la identidad de género, cuyas recomendaciones ya se han incorporado a los marcos legales de algunos países. Es significativo que una de las personas de Yogyakarta fuese un millonario trans procedente de Argentina, país que ya cuenta con una ley de cambio de identidad de género, mientras la del aborto sigue esperando. También lo es que en La India se haya reconocido legalmente al tercer género, pero sigan sumando los sesenta millones de abortos selectivos de fetos femeninos. Sean dos o cuatro mil, mientras subsista la estructura de la opresión y la explotación capitalista, la identidad de género funcionará para apuntalarlas.
El lobby trans-queer está logrando que el cambio de identidad de sexo/género sea incluido en el registro civil sin necesidad de haber pasado por un proceso de hormonación o intervención quirúrgica. Una medida aceptable, porque para sentirse hombre o mujer no hace falta martirizar el cuerpo o la mente. Pero tengamos en cuenta que aquí también hay diferencias e intereses de clase. Quien marca la tendencia trans-queer a nivel global es una élite acaudalada y con influencia política, que ya esté integrada por intersexuales y/o por “nómadas del género”, está muy relacionada con las industrias capitalistas de la moda, los fármacos, el ocio y entretenimiento, la pornografía, la prostitución, las madres de alquiler y otras formas de explotación de las mujeres (la venta de leche materna ya es un negocio). Elles -en su dialecto transinclusivo- pueden lucir sus estéticas queer públicamente, y muches sacarán beneficio económico de ello. Pero, si se depende de un salario, la cosa se complica. Alguien que se presente en su puesto de teleoperadora, limpiadora, recepcionista o cajera con bigote, barba y vestido ajustado -a lo Conchita Wurst, por ejemplo-, arriesgará mucho su situación y no tendrá medios, en su caso, para sacar adelante una denuncia por transfobia.
Lo trans-queer en sus distintas versiones crece como bola de nieve, y es ahora cuando sectores del movimiento LGTB y del feminismo se percatan, con espanto, de que tienen un Caballo de Troya en sus organizaciones (12). Ahora caen en el error que supuso dar alas al “género” y a la “diferencia” cuando soplaban fuertes los vientos posmodernos en los departamentos universitarios. Algunas advertimos que la cosa se estaba saliendo de madre: el género se convertía en un Alien que acabó devorando a la tripulación: el sexo, el feminismo y a las mujeres (13). Algunas académicas alegan que se transigió con el género porque en esos años era más fácil camuflar así programas feministas, sobre todo pensando en lugares como América Latina. Pero también es verdad que el género se tornó la gallina de los huevos de oro de las subvenciones, publicaciones y cursos varios, y en una etiqueta más cómoda para quienes no tenían la mínima inquietud feminista, pero sí ganas de “trincar”. Aquello fue la orgía de la gallina del género y ahora llegan los pollitos transgénero a pedir lo suyo. Y las catedráticas ilustradas lloran.
Quienes ocupan posiciones de cierto poder y, desde posturas de crítica social, pasaron a posturas de acomodación social -viaje muy frecuente en la comunidad académica-, las mismas, por cierto, que han contribuido a arrinconar el feminismo de tradición socialista y marxista, tienen buena carga de responsabilidad en haberle abierto las puertas al caballo de madera. Uno que se facturó en la ONU y a ella vuelve reforzado, porque este 26 de julio, en un evento de esta institución en Nueva York, llamado “Diversidad de Género más allá de Binarismos”, la secretaria de la Agencia de la ONU para las Mujeres dijo que su organismo ya no va a estar enfocado a los “derechos de las mujeres” sino a “la igualdad de todos los géneros”. La identidad de género es una categoría útil para el sistema capitalista y su política de las identidades, porque opera para impedir que las personas explotadas y oprimidas por cualquier condición tomemos conciencia de que tenemos enemigos y objetivos comunes, y actuemos en consecuencia.
Notas y referencias bibliográficas:
(1) Diferentes pero muy relacionados, usaré el par queer-trans -o trans-queer- para referirme de forma abreviada a los movimientos surgidos en torno a la identidad de género o de sexo/género: queers, transexuales, transgéneros, transfeministas, transactivistas… Los hay también transhumanos, que exploran la fusión con robots (cyborgs) y las teorías del “metabody”. Y quizás no tardemos en ver “trans-especistas”.
(2) La Escuela es un organismo de la Oficina de Políticas de Igualdad/Centro Asesor de la Mujer de Gijón. Estas eran las XV Jornadas, cuyas ponencias se pueden seguir en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=i7FFxFBbKXA. Especialmente clarificadora es la de Ángeles Álvarez: https://www.youtube.com/watch?v=rf_2Cjobh4I
(3) El feminismo radical surgió en EEUU a finales de la década de los 60, influido por la Escuela de Franckfurt. Centra la atención en las relaciones de poder entre los sexos dentro de la familia y la sexualidad, una estructura de poder que denomina patriarcado. Promueve la creación de grupos de autoconciencia y autoayuda. Acuñó el lema “lo personal es político”. Posee varias corrientes internas, pero en general defiende espacios sólo femeninos en las organizaciones, manifestaciones feministas y otros eventos.
(4) La similitud que algunos encuentran del postulado RadFem con el de Hazte Oír, es sólo aparente, encierran significados contrarios. En el primer caso se trata de reconocer que es el sexo con el que nacemos lo que determina socialmente nuestro futuro; en el segundo se trata de naturalizar esa determinación social.
(5) La palabra hermafrodita, que describe a personas que nacen con órganos de los dos sexos, es rechazada en el mundo trans en favor de “intersexual”.
(6) Véase este titular como ejemplo: https://www.laizquierdadiario.com/El-aborto-es-un-derecho-para-hombres-trans-y-todo-cuerpo-gestante
(7) Performatividad (representar un papel) es uno de los conceptos claves de la teoría queer, cuyo texto fundacional es el libro de la estadounidense Judith Butler, El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad (1990).
(8) BOE, 12 de mayo de 2017. Disponible en Pdf.
(9) No es casualidad que en noticieros como Democracy Now, con conexiones con la Open Society, hayamos visto noticias recurrentes sobre la lucha de los trans por conseguir el derecho a utilizar los aseos correspondientes a su sexo/género sentido.
(10) Dos artículos interesantes al respecto, los de Marina Pibernat https://larepublica.es/2018/11/17/feminismo-transexualidad-esta-ocurriendo/ y Laura Lecuona https://economia.nexos.com.mx/?p=2363
(11) Véase https://rdln.wordpress.com/2019/04/20/more-marxist-critiques-of-trans-ideology/. La intrusión en listas electorales ha ocurrido ya en Oaxaca: https://www.excelsior.com.mx/nacional/en-mexico-investigan-a-17-candidatos-transgenero-falsos/1237458 Quizás se trate casos aislados y no se pueda generalizar, pero la legislación los facilita.
(12) Lo hemos podido constatar en las pasadas jornadas de Gijón: https://www.youtube.com/watch?v=i7FFxFBbKXA
(13) Véase al respecto lo que escribí en: http://canarias-semanal.org/not/22787/un-genero-que-vende-feminismo-posmoderno-contra-feminismo-emancipador/
(14) Véase https://c-fam.org/friday_fax/un-women-to-replace-women-with-gender/
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👤La #soledad absoluta puede ser un elemento que desencadene una amplia variedad de dolencias #mentales – incluso físicas😔. 📊#Investigaciones han mostrado que la soledad completa a largo plazo puede producir declive cognitivo, aceleración de #demencias, aumento de presión sanguínea, #depresión del sistema inmunológico, entre otros. 👥Esto, depende de las personas ya que no tiene por qué ser necesariamente así, también podemos disfrutar de la soledad. Sin embargo, para muchos en #cuarentena solos, ha significado incluso más tiempo en soledad “paseando” por casa, ideando nuevas formas de entretenimiento e intentando cualquier cosa para evitar la depresión que frecuentemente brota.🤯 Ahora que podemos ir retomando poco a poco el contacto #social, es importante seguir manteniendo las medidas de #seguridad e #higiene recomendadas para evitar recaer en una nueva cuarentena con las implicaciones #psicológicas que conllevan –y la gravedad del propio #virus. Llámame o escríbeme para obtener más información y concertar una cita: José Carlos González Oveja – Centro de Psicología 🏡Presencial: C/La Rúa, 30, P4, 1ºG – León 🖥|Online: [email protected] 🌐www.psychologyspace.es ☎️| Teléfono de contacto: 611 661 761 #psychologyspace #psychology #psicología #psicologíasanitaria #psicólogo #psychologist #psicólogoleón #león #leonesp #igers #igersleon #mentalhealth #isolation #wednesday #lgtbiq #covid19 Música: contact - brigitte bardot (en León, Spain) https://www.instagram.com/p/CBQY2WkAHTZ/?igshid=1t3olcqv1g14i
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Fernando Tejero patina al explicar en 'Vuelta al cole' el significado de LGTBIQ+: "Es una organización"
https://www.bloggia.es/fernando-tejero-patina-al-explicar-en-vuelta-al-cole-el-significado-de-lgtbiq-es-una-organizacion/
Fernando Tejero patina al explicar en 'Vuelta al cole' el significado de LGTBIQ+: "Es una organización"
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Face Cages
Es un performance y una instalación realizada por el artista Zach Blas de 2013 a 2016 en colaboración con micha cárdenas, Elle Mehrmand y Paul Mpagi Sepuya, para la actuación y el desarrollo de la pieza. También contó con el apoyo de Scott Kepford para el modelado 3D, la fabricación de las “jaulas” por Nick Petronzio Sculpture / Ironwood, y el desarrollo de la fotografía y video de Christopher O’Leary.
Visualmente extravagante, Face Cages muestra a cuatro artistas que deciden generar un diagrama biométrico de su rostro, modelarla en 3D y crear a partir de ese modelo piezas metálicas tridimensionales que luego intentan encajar en su rostro, dándose cuenta de que no encaja perfectamente, y al ser de metal son dolorosas de usar. Creando una especie de jaula o prisión para el rostro, evocan justamente a las esposas, las rejas de prisión e incluso a los instrumentos de tortura utilizados en la época medieval, también lleva un mensaje sobre la esclavitud, concretamente de Estados Unidos, pero que podríamos perfectamente trasladar a las situaciones similares sucedidas en cualquier otro país.
La obra se presenta como una instalación con los videos de los cuatro artistas usando la máscara metálica que les corresponde, junto con las cuatro “jaulas metálicas para el rostro”.
Estas jaulas exageran y realizan la irreconciliación del diagrama biométrico con la materialidad del rostro humano en sí mismo y la violencia que ocurre cuando los dos se ven obligados a coincidir.
Se trata de una obra con una postura protestante hacia la tecnología biométrica actual, pues trata de encasillar bajo estándares rigurosos a las personas con la promesa de una identificación fácil, rápida, verídica y segura, pues según las compañías que ofrecen el complemento de identificación facial, tu cara e incluso el patrón de tus huellas dactilares son una forma mucho mas segura de realizar movimientos confidenciales, incluso bancarios y de encriptar por ejemplo, un teléfono celular; esto con el argumento de que al ser parte del cuerpo de una persona son irrepetibles y resultaría mucho más difícil el falsificar o burlar la seguridad de un dispositivo o software que cuente con esta tecnología.
Sin embargo, ¿Qué ocurre con aquellas personas que no se identifican dentro de su cuerpo? ¿Qué pasaría si no fueran capaces de leer a estas personas por no poder encasillarlas en sus estándares? Tomando las palabras de Shoshana Amielle Magnet, académica feminista de comunicaciones, quien describe esta empresa neoliberal como la producción de "una jaula de información" (“a cage of information” en inglés), Zach Blas crea un argumento completo contra esta “forma de vigilancia policial, supervisión y violencia estructural que es prejuiciosa, clasista, homofóbica, racista, sexista y transfóbica.”
Las máquinas biométricas a menudo no reconocen a las personas minoritarias no normativas, lo que las hace vulnerables a la discriminación, la violencia y la criminalización: las manos de las mujeres asiáticas no son legibles para los dispositivos de huellas digitales; los ojos con cataratas dificultan los escaneos del iris; la piel oscura sigue siendo indetectable; y las formaciones no normativas de edad, género y raza con frecuencia fallan en la detección exitosa. Estos ejemplos ilustran que los cálculos abstractos de la superficie que realiza la biometría en el cuerpo son reducciones nocivas brutas.
La obra de Zach Blas se considera importante dentro de la “teoría queer” pues, como él mismo describe en su sitio web, las cuatro personas que participaron en su performance forman parte de este grupo. Aunque la teoría queer siga en desarrollo, agregando o quitando significados, sí podemos comentar que se trata de una protesta política y social contra el encasillamiento de minorías incluso entre estas mismas, ciertamente contra la homofobia, pero también con la discriminación surgida dentro de la comunidad LGTBIQ+, por tratar de estandarizar lo que significa pertenecer a ese grupo. El término queer comenzó como un insulto, significaba raro, peculiar o extraño, sin embargo, terminó siendo adoptado como un símbolo de orgullo y reivindicación.
Al observar Face Cages por primera vez, inmediatamente me remitió al proceso de reconocimiento facial usado en Snapchat para el funcionamiento de sus filtros. Sin importar el rostro que se pusiera frente a la cámara, Snapchat trataba de encapsularlo en este diagrama biométrico para que el filtro pudiera apreciarse, pero en ocasiones no funcionaba del todo bien, no detectaba el rostro o confundía algunas facciones con otras.
La geometría de los diagramas biométricos me pareció similar al trabajo de Jennifer Tamochunas, concretamente a sus ilustraciones más recientes estilo Low Poly, que dan una sensación de tridimensionalidad con poco detalle, un poco tosca y llena de esquinas y picos, como su nombre lo indica (low polygon) con la menor cantidad posible de polígonos para generar apariencia voluminosa pero simple.
El generar volumen con polígonos, sobre todo triángulos puestos uno junto a otro me recordó las piezas de J. Margulis, que son tridimensionales en conjunto pero al separarlas solo obtendríamos láminas de formas distintas, lo interesante con las obras de este autor es que al caminar de un lado a otro para observar la pieza se puede notar o no la ilusión óptica de tridimensionalidad y parece también cambiar un poco, como si dependiendo el ángulo en el que lo vieras pudiera resultar algo distinto. Esto último, dentro de Face Cages me parece relevante al pensar que si viera el modelo biométrico del rostro en una sala sin ningún contexto difícilmente sabría de qué se trata, porque al verla desde distintos ángulos y no sólo el que se propone en las fotografías y el performance parecería una cosa muy distinta, como una pieza de decoración o una jaula.
La decoración geométrica es una tendencia que aún hoy sigue vigente, con las elaboradas lámparas de herrería que parecen jaulas para focos, de la misma manera las “jaulas para rostro” formadas por triángulos y metal aportan a la imagen redondeada del foco un aspecto más tosco y la sensación de “modernidad” pues muchas veces lo que relacionamos con moderno es lo anguloso y tosco. Y a pesar de que estas piezas de decoración se relacionan con lo moderno, por otro lado, las jaulas de herrería considerablemente adornada se consideran anticuadas.
De estas últimas me gustaría agregar las sensaciones que producen, una jaula siempre te remite a estar atrapado detrás de algo más sólido, un pájaro enjaulado no será capaz de volar, del mismo modo que un rostro tras una jaula no mostrará nunca su verdadero ser, y en el caso de estas jaulas biométricas, será encapsulado en alguna categoría, será fuente de información para un sistema operativo.
Por muy avanzados que sean estos sistemas de detección facial y dactilar y la serie de promesas que hagan sobre un futuro mejor y más confiable, no le quita el hecho de que están dando por sentado que nuestro rostro y manos permanecerán siempre iguales.
Entiendo la postura del artista y de otros contra lo que esta tecnología puede cambiar en nuestra concepción del mundo y como somos percibidos nosotros, aunque promete mucho, el alcance de esta tecnología es aún desconocido para muchas personas, sí se puede considerar encasillamiento cuando esta tecnología también promete identificar a las personas según su género y su apariencia y si éstas coinciden con los registros previos, pero en el caso de alguien que, como mencionaba anteriormente, no se identifica como uno u otro puede ser una situación en la que pueden sentirse rechazados o limitados; sin embargo, en lo personal, la invasión a la privacidad que indirectamente ofrece este tipo de software, y el mensaje de “la violencia que ocurre cuando los dos se ven obligados a coincidir” (el rostro humano y el diagrama biométrico) me parece aún más preocupante, pues solo queda imaginar lo que sucedería si el resto de formas de identificación personal desaparecieran y conserváramos solo las del envase, también modificable, que es nuestro cuerpo.
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