#las peleas me dan pereza
Explore tagged Tumblr posts
Text
Paz y amor, gente ❤️❤️❤️❤️
.
#este y 5 grupos más que tengo#🌚🌚🌚🌚🌚 hacerme el favor amores#las peleas me dan pereza#porque no merecen la pena#249 mensajes en un grupo#140 en otro#gente MÁS PAZ Y MENOS GUERRA ☮️#today my mama has cooked her spicy chicken wings#pls THEY TASTE HEAVENLY 🥹🥹🥹🥹#el ritual de cada día es achuchar a mi madre y hacer luego todo lo que tengo que hacer ✨✨✨✨✨✨
301 notes
·
View notes
Text
Aaaaaaaaaaaaaaaahh!!! hace mucho que no hago ni madres en mi Tumblr, y si, e estado ausente mucho tiempo y lo lamento XD pero ya volvere a publicar poco a poco... si no me gana la pereza claro, pero mientras les dejo un dibujo de Frisk post Pacifista viviendo su vida tras convertirse en ciudadano del subsuelo y les dejo algunos datos sobre la personalidad de frisk ya que hubieron cambios en la historia y personalidad. para empezar Frisk no es realmente pacifista, al atravezar la ruta Neutral y genocida supo que esta era la mejor opcion para el, quedandose en el subsuelo de forma permanente y aceptando la marque que lo difiere a los otros humanos, es miembro de la guardia real de Snowdyn y compañero de Sans y Papyrus, se encarga que los humanos que son una amenaza mientras Sans y Papyrus dan la alarma de evacuacion. Es charlatan, algo sadico y con un sentido del humor algo torcido, disfruta de burlarse de su oponente mientras pelea, tiene un gran amor por los Temmies (los cuales son considerados mascotas) al punto de tener uno llamaso "Nuggets". Frisk tiene un contrato con Gaster el cual le da parte de su poder a cambio de informacion y saciar su curiocidad, este trato hace a frisk sumamente recistente a los combates sin embargo al abusar de ese poder pierde la razon y se vuelve agresivo y maniaco al punto de deben dejarlo inconciente, siendo la forma mas efectiva de regresar a la normalidad. Porta un bate de metal llamado Brake Bones el cual es sumamente efectivo
Eso es todo de momento, disfruten
5 notes
·
View notes
Text
La tormenta mental de Luis Ortega. Películas, piñas y noches de Farmacity. La sensibilidad temeraria de un artista existencial. Por Enrique Symns.
Rolling Stone - Octubre 2008
Hace unos días hablando después de muchos años con Fito Paez, le comenté que había conocido a Luis Ortega y que su presencia me resultaba impactante. “Sí, Enrique –me respondió-, es tremendo. La matriz del mundo ya no hace tipos de esa madera.”
Cuando vio Caja negra, la primera película de Luis, Leonardo Favio (a quien considero el director de cine más talentoso de todos los tiempos en estas latitudes) le escribió una carta intensa y desbordante. Una de las frases más asombrosas de ese texto fue: “Tenés que tener cuidado, porque tu sensibilidad es temeraria”.
Debo confesar que nunca vi Monobloc, la que vino después. Hace poco, a raíz de esta nota, no sin cierta pereza, le pedí que me enviara una copia de Caja negra. En cuanto la vi, lo llamé:
-Luis, es impresionante. Después de ver Caja negra mi instinto me dice que no debo ver Monobloc.
-Sí, por favor, no la veas nunca –me respondió-. Esperá la próxima. Esa va a ser como Caja negra.
Caja negra tiene algunas escenas tan extraordinarias, ciertos climas mágicos que constituyen la esencia del cine. Hay películas impecables como El padrino, pero carecen de este tipo de escenas que menciono. Rebuscando en mi memoria (y sabiendo que dejo afuera decenas de otros films de esa especie), recordé inmediatamente El enigma de Kaspar Hauser, de Herzog, y también Querelle, de Fassbinder. En realidad, todos los films de Fassbinder son alucinatorios. También comparte ese poder la filmografía de John Cassavetes. Y La zona, de Tarkovsky; y No matarás, de Kieslowski. Y, más que nadie, David Lynch, con la que es sin duda la mejor película de todos los tiempos: Imperio. En Caja negra se perciben chispazos conmovedores de ese cine.
Cuando conocí a Luis, no le presté atención. En el Bar Británico, me encontré casualmente con Julieta Ortega. Quedé fascinado con ella. Su poderosa hembritud, ciertos extraños reflejos feroces y misteriosos en su mirada y, luego, nuestras vacilantes pero sinceras charlas. Después de su embarazo, casi dejamos de vernos.
Pero esa noche, de aquellos viejos tiempos, ella me invitó a cenar a una cantina. Y allí estaban sus hermanos y su pareja, Iván Noble. Ninguno de ellos me llamó la atención, y mucho menos un tipo delgadito abrazado a una niña y en compañía del genial Fernando Noy. Es más, me pareció otro boludo más abrazado a su nenita.
Hasta que un día, en una entrevista telefónica que le hizo Gillespi en Falso impostor, por Rock & Pop, Luis pidió hablar conmigo y alcanzó a escupirme: “Yo sé que vos nunca me vas a dar bola, debés pensar que soy un boludo. Pero sos un tipo que necesito conocer. Y capaz que vos también me necesitás”. De inmediato, acepté el cariñoso reto.
Nos encontramos de inmediato en el salón de fumadores de La Perla y, cuando la noche nos arrolló, bien tarde, salí mareado, como aplastado por un alud. En su pasión por abordarme no me dejó respirar ni hablar, me largó una andanada de historias personales que me quemaron como la lava de un volcán.
Al realizar esta entrevista, comprobé alborozado que este muchacho había realizado el mismo viaje extraviado y riesgoso por esos escabrosos parajes que yo había atravesado en esta dolorosa expedición por la existencia. Por las mismas soledades, por la misma caótica infancia, por los mismos libros, películas y drogas. Este hombre me hace acordar el nombre de mi raza. Amigos. Ese es el nombre de mi país y de mi raza en extinción. Esta entrevista narra las vicisitudes de su viaje.
En la niñez, ¿cuándo empezaste a notar la diferencia con los demás niños, la diferencia que te otorgaba el hecho de ser un Ortega?
Eso me pasó casi de grande. Cuando yo era muy niño, a los 2 o 3 años, toda mi familia dejó el país y nos fuimos a vivir a Estados Unidos. En Miami fui al colegio, pero nunca entré en la sociedad, nunca me incluí en eso que llaman modo de vida americano. Más que en el colegio, me eduqué con las películas que pasaban tres o cuatro veces por día, en un canal que se llamaba Showtime. Viví en Miami hasta los 10 años. Lo primero que me acuerdo es que mi viejo me llevaba a pescar. Mi papá no era Palito Ortega, y eso fue perfecto. Yo no lo viví a él como lo vivieron mis hermanos mayores. Los más grandes lo conocieron como un ídolo. Me llevaba al mar, donde pescábamos langostas, con hilo, con tanza; después nos compramos un adminículo especial para pescar langostas. Nos cagábamos de risa. Pero “simpático” no es una palabra que defina a mi padre. No es simpático. Es alguien que te enseña desde la ausencia, no necesita estar a tu lado para enseñarte, fue alguien que siempre estuvo muy presente en mí. Creo que nunca se sentó y me dijo “esto es así o esto no es así”. Fue un hombre que me permitió descubrir el mundo.
¿No había cariño, caricias?
No con él. El tacto fue de mi madre. Mi madre me enseñó siempre desde la presencia. Es una enseñanza muy de raíz, muy básica. Mi madre me hizo un dependiente de ella, un pincheto del amor. Esa adicción al amor maternal te caga la felicidad, porque cuando deja de estar, el mono [la abstinencia] es muy doloroso. Las mamás deben querer menos. Cuando fuiste así de querido, la primera piña que te dan hace nacer el odio. Si de chiquito tenés más contactos con la realidad, si te comés palizas, resultan un entrenamiento que te prepara para el mundo.
¿Y los amigos en aquella época?
Nunca tuve amigos. Mis hermanos no eran mis amigos. Un poquito con Emanuel, pero duró muy poco, porque la diferencia de edad te distancia. Estuve en Miami hasta los 10 años, en la más hermética soledad. Después nos mudamos a Tucumán. Y recién ahí empecé a vincularme con otros.
Ahí sí, ya eras el hijo de un hombre notable, nada menos que el hijo del gobernador.
En Tucumán no necesitás ser el hijo del gobernador para hacer lo que te venga en gana. Ahí todo el mundo hace lo que quiere. Yo no sabía que los tucumanos eran tan picantes y me enteré después de un tiempo, porque yo llegué con 10 años, el pelo largo y rubio. Al principio, no me comí palizas. Todos me miraban como a una maricona demasiado atrevida. Pero cuando vi cómo se pegaban hasta matarse, empecé a tener un poco más de cuidado.
Los tucumanos se pelean todo el tiempo, se patean la cabeza y lo hacen desde muy chicos. Me subí rapidísimo al tren tucumano. Empecé a correr en motocross y no había categoría para mi edad, así que corría con los más grandes y sufría accidentes brutales para el cuerpo. Me caían motos encima, tuve accidentes fuertes. Tucumán, para un chico, es como vivir en una película de Fellini. Nosotros vivíamos al pie del cerro y pasaba de todo. Subía el viejo Batata, yo le compraba vino para que él me mostrara su huevo herniado; era enorme, grande como un zapallo. O venía la vieja Nati, que hacía monólogos en la calle y nosotros salíamos a escucharla. No te cansabas nunca de eso. Para mí, vivir en el Jardín de la República fue maravilloso.
Después, ya casi de adolescente, iba a jugar al poker. Las casas de juego de poker y ruleta estaban por toda la ciudad. Eran chocitas puestas al lado de la avenida Mate de Luna, que es una avenida que cruza todo el centro y después cambia el nombre. Yo vivía en Yerba Buena y había una o dos casitas por cuadra con los vidrios polarizados. Entrabas y había un aroma delicioso que para mí era perfume del paraíso. Después me di cuenta que era un desodorante de ambiente bien berreta marca Huevo. Entrabas y venían las ficheras, con sus polleras bien cortitas, metían la llave en la máquina y te cargaban 10, 15 o 20 mangos para jugar al poker. Cuando acertás, la máquina aúlla como un lobo, y cuanto más doblás y más ganás, más fuerte es el grito de lobo de la máquina. Yo iba por ese aullido, por el color de las bombachitas de las ficheras, por el aroma a paraíso y por la maravillosa ausencia de tiempo que tenía ese lugar.
La ausencia de tiempo… qué maravilla. Es como vivir en la eternidad. El pintor Jorge Pirozzi me dijo una frase que me salva la vida aún hoy: “Hay que sentarse frente a las puertas de la eternidad, a perder el tiempo”.
¡Maravillosa! Nos pasábamos días ahí adentro. Los pibes les robaban la plata a sus padres para ir. Yo también les robaba a los míos para ir a jugar. Los pibes se jugaban la plata del colegio al poker. Eran lugares calentitos, te servían un fernet con coca y a veces nos metían en cana porque teníamos que ser mayores para poder jugar. Pero los dueños de todo eso, los hermanos Ale, era la familia más pesada de Tucumán. Manejaban la hinchada de San Martín y el negocio de los remises y también las casas de poker. Así que los Ale nos sacaban y nos llevaban de vuelta porque el negocio del poker funcionaba más con los pibes y no tanto con los más grandes.
¿Te hiciste peleador en Tucumán?
No me gusta la violencia, pero igual soy peleador, a pesar de que no me gusta. En realidad, donde más peleas tuve fue en Estados Unidos. Porque es una sociedad cagona. Yo veía la película de Coppola Los marginados, una maravillosa película. Para mí, que era un chico de 10 años, la contracultura en Estados Unidos era llevar la navaja. Fue la primera identificación con algo terrenal. Estaba más cerca de las navajas que de las mujeres en aquel entonces. Actualmente, a veces reacciono instantáneamente ante cualquier provocación. Casi siempre he perdido las peleas, salvo en Estados Unidos, que son cagones. Viste esos tipos que entran en los colegios con metras y matan a todos. Bueno, fue por culpa de chicos como yo, que los cagaban a trompadas todos los días.
¿Cuándo empezás a acercarte a las mujeres? En mis tiempos, adolecer era no coger jamás.
Para mí fue igual. Me gustaban las chicas, pero era muy complicado, era acabar en los pantalones. Mucha franela, pero no la poníamos. Ahora las chicas están más sueltas. Me relacioné primero con prostitutas. Yo las amaba con toda mi alma y les decía “te amo”. En Tucumán cogíamos por siete o diez pesos. Y yo tenía acceso a muchos siete o diez pesos por día. Así que cogía todos los días. El burdel todavía existe. Es el Hotel Crillón. Las chicas estaban todas sentaditas mirando la tele, elegías una y te la llevabas. No existía usar forro. Y nunca me pesqué nada. A los 14 años, me agarró un ataque de pánico y le pedí a un amigo que me acompañara a hacerme un test. No tenía nada. Ni siquiera una infección. Y yo había estado con docenas de prostitutas. Nunca reparé en la roña, en la higiene ni en ningún límite que hoy día tienen todos con las prostitutas. Para mí, esos encuentros eran el amor. Ellas eran como novias para mí.
¿A qué edad llegás a Buenos Aires? Imagino que fue muy chocante.
A los 15. Yo no quería venir. No quería saber nada. Pero en cuanto entré en la ciudad, fue igual que cuando llegué a Tucumán. Me dije: ¡Esto es lo que necesito! En Estados Unidos, para mí el mundo había sido virtual, una película. En Tucumán el cine fue por la calle y las historias reales de la gente. Mientras que en Miami tenía la sensación de que si hacías un gesto poderoso todos los edificios y la gente se iban a esfumar, en Tucumán me encarné en mi cuerpo y apareció el miedo. En Buenos Aires descubrí las drogas, la gran ciudad y el cine. Ana María Picchio empezó a llevarme al cine y al teatro. Hasta ese momento, para mí no existía eso de ir al cine. Pero en Buenos Aires la soledad empezó a adquirir mucha importancia en mi vida. Así que me fumaba un porro y me iba solo al cine. Las drogas también fueron muy importantes. En esa época tomaba de todo: anfetaminas, cocaína, free base con bicarbonato. Pero la droga que más me impactó fue el LSD. Más que ir a la escuela o todas las demás influencias culturales, lo que más me formó como persona fue el LSD. Para mí el LSD era la presencia de Dios en la Tierra. Eso de consumirlos en el campo está bien. Pero yo los tomé muchas veces en la ciudad y era lo mismo. El efecto estaba más allá de dónde y cómo. Yo lo he tomado en mi casa, o para ir a comer con mis viejos y hasta para charlar con el psicólogo o ir a la escuela. Tomé cartones y también gotas, empapábamos los caramelos Mogul con ácido y los íbamos comiendo. Tomé ácido tres o cuatro años e intensamente. No dormía durante días y me quedaba solo. Al amanecer, veía salir el sol y al portero que barría la calle y la manguera que largaba el agua y daba gracias por estar vivo. No fue artificial lo que viví, porque eso que pasó quedó en mí hasta hoy. La primera piña fuerte me la di cuando los ácidos empezaron a pegarme mal. Fue el terror. Un shock de miedo. Nunca más tomé ni volvería a hacerlo.
¿Cómo conseguiste heroína en esos años?
Nunca me inyecté. Tomaba uno y uno. Un saque por la nariz y otra dosis la fumaba. No sabía picarme. Había leído Yonqui y todo lo demás de Burroughs. Sabía mucho de la heroína porque Burroughs te la explica muy bien. Tenía un amigo marinero que murió hace poco. Tenía 80 años y era dealer de toda la vida. Él vendía merca, nada más. Pero yo lo jodía siempre para que me consiguiera opio. Hasta que un día me dijo: “Lo que yo puedo conseguirte es heroína”. Durante unos meses la consumí casi a diario. Para mí la heroína no fue reveladora como el LSD. Es cierto que te lleva al nirvana, pero no te revela nada. Yo en ese momento estaba en pareja y los dos la tomábamos. Eso que llaman amor es muy parecido a la heroína: te saca el dolor y por lo tanto es como el amor. No tuve ningún mono cuando la dejé. Dicen que vomitás solamente la primera vez. Yo vomité siempre. Era muy incómodo. Era una gran pérdida de tiempo, no hacés nada. Nunca la añoré.
Y los libros… ¿cómo llegan los libros a tu vida?
Lo primero que leí fue un libro que me regaló mi hermano Sebastián y me influyó mucho, aunque no por los motivos que él tuvo para regalármelo. Era la biografía del Che Guevara escrita por Jon Lee Anderson. Pero en los libros entro de lleno con Dostoievski. El primer libro extraordinario que leí es Crimen y Castigo. Creo que es un libro sobre la moral. Es un libro que te introduce profundamente en el tormento. Si me decís que me acuerde de algo, no te puedo contar ninguna escena, y sin embargo fue un impacto tremendo. Los siguientes libros muy poderosos fueron Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda, El innombrable de Samuel Beckett y A sangre fría de Truman Capote. Fernando Pessoa me dio vuelta el mundo para siempre. Su Libro del desasosiego es uno de los textos más extraordinarios jamás escritos. Y Antonin Artaud, que fue una bomba que detonó: “¿Esto es lo que estabas buscando? –me dijo Artaud–, pues aquí lo tienes”. Él me mostró la espiritualidad denigrada en los síntomas corporales. El espíritu retorciéndose en el aparato digestivo y el respiratorio.
Tengo entendido que estudiaste filosofía.
No anduve bien en el sistema escolar. Terminé en un colegio que era un Centro Educacional de la Mujer y el Hombre, y que me permitía no hacer nada y me dejaba concurrir en el estado de conciencia que me apeteciera. Al mismo tiempo, me permitía hacer la facultad, Filosofía y Letras en la UBA. Con la filosofía no pasó nada. Pero hubo algunos libros fundamentales, como Más allá del bien y del mal o Así habló Zaratustra de Federico Nietzsche. Hubo un libro de Sartre sobre Baudelaire que también me impactó. Y, por supuesto, Cioran, que es devastador.
Creo que, a diferencia de Cioran, Nietzsche llega a esos mismos parajes desoladores, pero con una exaltación briosa y hasta entusiasta.
Alejandro Urdapilleta es un gran amigo mío, lo amo con toda mi alma. Leí una entrevista que le hicieron y él dijo una frase que es casi como leer a Cioran: “A mí, estar vivo o estar muerto me da igual”. Yo sé que lo dijo de verdad, porque lo conozco. Yo todavía le encuentro encanto y hasta romanticismo a este tremendo error de existir. Pero Urdapilleta no. Lo que él dijo no tiene que ver con esa taradez que te endilgan “es un pesimista, un depresivo”. No, eso es poesía, constatación, saber que la vida no está dividida por la muerte. Yo puedo ser un tremendo pesimista feliz. Lo que pasa es que cualquier cosa que se diga y que no intente advertir algún progreso en la vida es considerada depresiva. No existe ese progreso.
¿Y Bukowski?
La gilada cree que la poesía es solamente escribir en verso y Bukowski te cuenta una escena de la vida que es pura poesía. Bukowski dice que el amor se da cuando, en un embotellamiento, el tipo que maneja el auto de al lado te dice: “Pasá vos”.
¿Hubo directores de cine que te hayan producido el mismo efecto que esos poetas y narradores?
Tarkovski lo consigue. Sobre todo en Stalker [La zona]. Y John Cassavetes; su cine es lo más visceral, un tipo que está contando una historia desde el fondo de su alma. Imperio de David Lynch, un film excepcional. Me marcó mucho Fassbinder y también me hizo daño un libro que leí de él, porque me identifiqué profundamente con eso que afirma sobre la existencia. Para él, la vida no existía. Sólo existía el trabajo y la merca que usaba para filmar. Pero Querelle y Un año de trece lunas me volaron la cabeza. Sam Peckinpah es un grande: La pandilla salvaje es una magistral clase de cine. Andrzej Zulawski es el que más recomiendo. Su película más famosa es La mujer poseída con Isabelle Adjani. Pero hay que ver Diabel, La tercera parte de la noche, Lo importante es amar.
¿No te impactó La celebración (Thomas Vinterberg, 1998)?
Mucho. Sobre todo me impactó el hecho de que se puede hacer una muy buena película con nada, y gracias a ese descubrimiento filmé Caja negra. Actores y una cámara. Lo que me decepciona es que hay en el film una intención intelectual que supera el peso de los hechos que se filman. Es poco fresca esa intencionalidad. Es un burgués que odia la burguesía, no es que no me identifique con esa realidad, pero no debe notarse en el film.
¿Te interesaron los géneros menores? No sé, Pulp Fiction, por ejemplo.
Me daba un poco de rechazo el hecho de que pudieran meterse con la violencia con tanto desparpajo. De todos modos, Tarantino es brillante. Esa película me partió la cabeza. Pero yo no me identifico con eso. Por ahí es una cosa de sudaca resentido, pero creo que no, porque a diferencia de Tarantino, Cassavetes le está poniendo el cuerpo a su obra. Estos tipos como Tarantino me dan la sensación de que saben escribir muy bien un film, pero no hay alma.
¿Creés que en Argentina alguien haya superado el cine de Leonardo Favio?
No. Crónica de un niño solo es una obra maestra. Después de Caja negra, Favio me escribió una carta. Yo quedé congelado cuando la leí. Te hablo de cartas, no de mails. Su carta fue tan impactante que me hizo llorar.
Y el rock & roll, que siempre estuvo entre nosotros, ¿te dio su shock?
A los 15 años, el rock & roll fue lo que me orientó para saber hacia dónde me quería dirigir. Más que cualquier otro rocker, el más grande fue Lou Reed: su manera de escenificar las canciones, de mostrar a cada persona con su propia forma y su propia manera de hablar y su sentir. Fue como si Lou me susurrara: “Oye, Luis, es en esta dirección. Cuidate, este camino es hermoso pero también peligroso”.
Me dije: “Yo quiero ser puto y drogadicto”.
También fue Burroughs, porque los conocí juntos. Cuando tenés 17 años y conocés la obra de esos tipos, los amás. Son tipos que son vos y vos podés ser ellos. El hachazo del rock fue Lou Reed y sigue siéndolo. Para colmo, se casó con Laurie Anderson, una de las mujeres que más amo en el mundo. La pude conocer en Toronto, y es mágica. En esa época yo escuchaba música todo el tiempo. Ahora ya no.
Cuando llegué de Tucumán, iba a ver a Las Pelotas. Después Spinetta. Para mí fue más novedoso Pescado Rabioso que Sumo. Spinetta me ha salvado la vida, por eso uno ama a esos tipos que te acompañan desde la ausencia.
Son tipos que dijeron lo que hubieras dicho vos pero en forma perfecta.
¡Eso! Amo de esa manera a Kerouac. Él está conmigo. Como están Macedonio Fernández y Jacobo Fijman. Todos esos hombres los llevo conmigo. Qué extraña es la vida. A Yukio Mishima lo conocí en la casa de Walter Quiroz. Él tenía un libro de color rosa tirado en el piso. Se lo veía a Mishima atado con una soga. Le agradeceré toda la vida a Walter que haya dejado tirado ese libro en el piso. Eso fue hace quince años y ahora ese mismo texto de Mishima será la próxima película que voy a filmar: Verano maldito.
También estás grabando un disco en los estudios de Fito Páez. ¿Cómo llegaste a la música?
No sé tocar ningún instrumento. Pero hace unos dos años, un amigo mío paró en mi casa y me enseñó unos acordes. Después mi viejo me enseñó otros acordes y, en cuanto empecé, fui voraz. Hice muchas canciones seguidas. Me estaba queriendo escapar de la desesperación de no filmar. Cuando pasa el tiempo, te enloquecés… uno espera y espera para filmar, conseguir la plata. Es una espera muy angustiosa.
¿Y de dónde te vienen las canciones si no sabés un carajo de música?
Es un misterio para mí. No sé. Por ejemplo, estoy en la calle diciendo “all the medication, hallucination every day in my head”. Después de un tiempo descubrí el Re, que es el verdadero sonido, y lo empecé a tocar tanto que me empezaron a salir palabras. Redescubrí la felicidad que había olvidado. La música te permite ausentarte del mundo de una manera muy sana. Puedo hacer una película entera en una canción y no necesito de nadie.
¿Y cómo aparece Fito con esa propuesta de grabar?
No nos veíamos desde hacía muchos años y le mostré las canciones. Al toque me dijo: “Vos grabás”. Me llamó el asistente de él y me dio las fechas para grabar en el estudio. Seleccioné diez canciones y los músicos con los que estoy grabando son de primera línea. Le pasé las músicas al pianista Leandro Chiappe, un amigo mío de hace muchos años, y él me indicó el camino para que me comunicara con los músicos con imágenes. Yo tengo telepatía con el Chapa. Al final, el concepto del disco y el probable nombre es Farmacity Nights, que es de la canción final del disco, que se llama “All the Medication”, que se pregunta cómo era todo antes de la educación, antes de la medicación, antes de la formación de la percepción, antes de que las cosas tuvieran nombre. El disco lo grabó Mario Breuer. La guitarra la toca Gringui Herrera. El bajo, Sato Valiente; y la batería, el Zurdo Alaguibe. Fueron cinco días tan intensos, sobre todo los primeros tres, que me parecieron como una vida entera pasada ahí. El sonido del disco es de la concha de su madre. Yo canto y toco guitarra rítmica, pero como tocan ellos es alucinante. La mayor recompensa: la alegría de todos los que participaron. Todos teníamos 8 años. Volveré al cine, es mi pasión, pero la dicha que me suministró la música es inolvidable. La música fue como un porro alucinante que calma la desesperación de la espera. No hay mayor dolor que esperar. Y eso es el cine para mí, una tremenda espera.
Luis Ortega apareció en la escena argentina en tiempos del réquiem menemista, vuelto de Miami y con una película –Caja negra, filmada entre rateadas de la escuelita de cine– que lo convirtió rápidamente en el más díscolo y existencialista del clan tucumano. Después de ese experimento desarrolló, a fuego lento, una segunda obra (Monobloc, de la que hoy reniega) y en estos días preproduce dos largometrajes: Verano maldito, basado en un cuento de Yukio Mishima (con su hermana Julieta como protagonista), y Los elegidos, con Alejandro Urdapilleta. Pero este año fue inaugural para él en un par de sentidos. Por un lado, compuso algunas canciones, armó una banda y grabó un disco titulado Farmacity Nights. Y por el otro, concretó su debut como director de televisión bajo las órdenes de su hermano Sebastián, quien lo convenció de que formara parte de la etapa inicial de Los exitosos Pells, la nueva tira de Telefe protagonizada por Carla Peterson y Mike Amigorena. Luis dirigió el piloto y después grabó los exteriores de los primeros capítulos durante un mes de trabajo bestial. “Al principio lo hice sólo porque necesitaba la plata -confiesa Orteguita-. Pero me llevé una gran sorpresa. Terminó siendo una práctica laboral impresionante. Grabábamos diez escenas por día. Venía el productor y me decía: « ¡Pizza, pizza! Esto es pizza».” Si bien la experiencia fue aleccionadora para él, no cree que haya podido dejar su marca autoral. “La línea estaba muy bajada. Sebastián tiene muy claro el relato en su cabeza, el tipo de humor que quiere. Es la mirada desde adentro de un tipo de la televisión, pero al mismo tiempo es un fumón que se hace a un costado y delira con el mundo que conoce. Creo que es muy valioso que salga por Telefe; como tira, además, asume bastantes riesgos”. Después de eso, Sebastián le propuso dirigir un unitario sobre un paseador de perros. “Me encanta la idea -dice Luis-. Tengo muchos perros, pero tampoco estoy seguro de que Sebastián y yo tengamos la misma idea de cómo realizar eso. Él ya tuvo éxitos y se le haría difícil bajar de ahí. Y quizá yo no sea garantía de un éxito”.
58 notes
·
View notes
Text
LA INENARRABLE EXPERIENCIA DEL FRACASO, NARRABLE PARA LOS EMPRENDEDORES.
Escrito por Eduardo Moreno
Quiero compartirles mis experiencias como emprendedor y aprendizaje, diría trascendente, sobre el emprendimiento, en particular un tema que es muy relevante pues siempre estamos expuestos a ello: el fracaso. Y lo digo porque fracasar será inevitable como el hecho que vamos a morir algún día; un hecho que nos da incomodidad y casi siempre nos sentimos indefensos, ansiosos, enojados ante ello. ¿Te has sentido así?
PARTE 1 Quiero iniciar compartiendo de manera personal y cercana como fui descubriendo la necesidad de emprender.
No quiero contarles grandes historias sobre como hecho millones, o como he logrado cambiar el curso de la humanidad. Porque eso no ha pasado, ni es lo que he buscado.
Les voy a contar una anécdota, empecé mi emprendimiento mientras laboraba como Ingeniero de Servicio reparando máquinas e instrumentos de laboratorio, en aquel entonces 3 amigos nos comenzamos a reunir los fines de semana en noches bohemias; Rubén, Víctor, Emmanuel y yo, en casa de Víctor cerca de Bellas Artes. Les ha pasado de pronto que un día ¿quieren obtener una mayor libertad financiera? O ¿Quieren explorar con mayor intensidad su vocación? Pues en aquel entonces compartíamos dicha sensación.
Y mientras disfrutábamos nuestras noches bohemias, nació la idea de hacer macetas de concreto por la influencia de Emmanuel que es diseñador industrial.
Así pasaron semanas, y como todo emprendimiento en esa fase pasa, planeamos muy poco, pero nos atrevimos a hacer nuestros primeros prototipos, después hicimos una pequeña inversión para comprar material para fabricar nuestras macetas, que después vendimos a todos nuestros conocidos. Pasamos un año juntos haciendo macetas, vendiendo en bazares.
Empecé a asistir a reuniones de networking, pitchs, conferencias y en una ocasión, me recomendaron leer “Una sola cosa” de Gary Keller. En dónde plantea una extraordinaria ejemplo de tener un gran impacto. Gary explica que el éxito es secuencial y no simultaneo, es el efecto acumulativo producido cuando un acontecimiento origina una cadena de acontecimientos similares. Se ha demostrado que una ficha de dominó puede derribar una ficha 50% mayor en tamaño, sí alineamos las fichas y seguimos el aumento del 50% en tamaño, al llegar a la ficha 57 el tamaño equivaldría a la distancia que hay de la tierra a la luna.
“La gente que tiene éxito alinea sus prioridades cada día”
En ese justo momento para mí era evidente que laborar no satisfacía para nada mi necesidad de autorealización.
¿Han escuchado hablar de Maslow y la jerarquía de las necesidades? Dónde Maslow divide en necesidades primarias o indispensables para sobrevivir y las necesidades secundarias o vitales para nuestra trascendencia.
Pues yo me encontraba en el momento exacto en que mi necesidad de autorrealización y de trascendencia estaban en crisis. Y al leer a Gary Keller me puse ante la difícil situación de cambiar mis prioridades.
¿Quién ha sentido esta necesidad? ¿Se sienten identificados cuando deben tomar la decisión de cambiar prioridades? ¿Les suena?
PARTE 2 Mi fracaso en el emprendimiento como manera de trascender, y el derrumbe de mi pirámide de necesidades satisfechas; pero me permitió viajar en una aventura trascedente en el que pude diseccionar el fracaso.
¿Han escuchado hablar de la palabra “atiquifobía”? Esa palabra expresa el miedo irracional a cambiar.
Son las voces interiores que nos dicen “mejor mañana, aún no estamos listos” o “Aún no estoy lo suficientemente preparado”. Es el miedo a fracasar, el miedo a no ser suficiente o no ser bueno en lo que hemos emprendido.
Y es ese miedo al cambio que nos lleva a cumplir la profecía del fracaso de satisfacer nuestros anhelos más profundos de autorrealización y trascendencia.
Pero, a pesar de lo terrible que puede sonar, también existe una gran enseñanza y transformación sí logramos escuchar a la vida que nos esta dando una gran lección para que nos volvamos un poco más sabios, un poco más humanos.
Toda mi vida he sentido una fascinación y gran admiración por los maestros de sabiduría y he encontrado inspiración y esperanza en sus enseñanzas, que me ayudan justo cuando me siento con atiquifobia. Hace poco descubrí a Rumi un gran maestro sufí del siglo XIII. Él nos enseñó ¿Qué es el veneno? Y ¿Qué es el miedo?
¿Qué es el veneno? Cualquier cosa más allá de lo que necesitamos es veneno. Puede ser el poder, la pereza, la comida, el ego, la ambición, el miedo, la ira, o lo que sea ...
¿Qué es el miedo? La no aceptación de la incertidumbre. Si aceptamos la incertidumbre, se convierte en aventura.
No siempre estamos listos para emprender estas aventuras de cambio, aunque estemos siendo una persona sana satisfaciendo nuestras necesidades vitales de sobrevivencia o de afecto con nuestros seres queridos. Cuando aparece esa sensación que nos hace sentir que falta algo, pero no logramos hacernos conscientes del cambio, entonces el elemento estimulante para lograr ese anhelo será la crisis. Quiero hacer un paréntesis, no es necesario pasar por dichas conmociones, existen muchos caminos graduales.
Yo tomé la decisión de cambiar de prioridades, renuncié a mi trabajo, decidí apostar por emprender para autorrealizarme.
Y durante dos busqué una forma de hacerlo. Y ¿Qué creen qué paso? Exacto, fracase.
Durante estos años todas las energías planetarias fueron similar a mi vida interna, hubo un terremoto, elecciones presidenciales dramáticas, muchos cambios que conmocionaron al país. Vi como mi pirámide de necesidades se derrumbó, se desintegro mi personalidad.
Quede en banca rota, endeudado, y con muchos vínculos de amistades, de familia, de pareja, compañeros voluntarios, clientes, proveedores y empleados con muchos conflictos. De verdad que fue muy difícil. Puedo decirles que en términos de fracaso de un emprendimiento existen 3 aspectos que impactamos: nuestra persona, nuestra manera de estar y vivir y nuestras relaciones.
Empecemos a hablar del fracaso, yo hice mi labor de médico interno y pude hacerles a todos mis fracasos una autopsia y encontré lo siguiente:
1.- Necesidad callada.
Esto se da cuando tenemos miedo al cambio, la incertidumbre, cuando envenenamos nuestras necesidades buscando lo que no necesitamos como el poder, la pereza, el ego, no aceptar lo que está más allá de nuestro control, cuando no aceptamos lo que soy, lo que necesito, lo que los demás son y necesitan.
Todo esto surge porque nos enfocamos demasiado en las voces del mundo dónde vivimos, aquellas que nos hacen cambiar de opinión sobre lo que debemos tomar como importante, se vuelven prioridad el dinero, el estatus, las aspiraciones de nuestros padres que no fueron satisfechas, las aspiraciones de los demás que más que inspirarnos, despiertan en nosotros una sensación de incomodidad, algo como sentir vergüenza, si intentamos hacer algo que realmente nos guste y no tenga que ver con estas expectativas.
2.- Sentimientos reprimidos.
Son la serie de señales internas que se manifiestan en forma de emociones, sentimientos ante un estímulo significativo en nuestras vidas. No les ha pasado que sí hay algo importante, ya sea agradable o desagradable aparecen dichos mensajeros. Y cuando no hacemos caso a nuestras necesidades aparecen como un síntoma que nos advierte de ello.
Recuerdo que en varias ocasiones me he sentido muy triste sin saber porque, o he evocado algún recuerdo y sale una melancolía.
Pero también surge una sensación de incomodidad tan fuerte que a veces no queremos ni levantarnos, es esa incomodidad, que tampoco nos deja dormir, la que callamos, pensando demasiado en lo que debimos hacer hecho, o en lo que debería ser.
Se vuelve una marea de pensamientos tóxicos, en la que se ahoga casi cualquier sentimiento, simplemente porque el mar del pensamiento tóxico, es sumamente dañino y nada más que el silencio puede controlar dichos ataques de ansiedad o pensamientos redundantes y negativos.
3.- Anestesias emocionales.
Cuando no soltamos la atiquifobia y tampoco escuchamos nuestras emociones; lo que hacemos para descargar tanta energía es conseguirnos escapatorias; beber en exceso, comer en exceso, comprar en exceso, todos los excesos que nos dan una escapatoria momentánea a la incomodidad de una vida no satisfecha.
Pero todo tiene un mismo síntoma en común, la falta de cuidado a uno mismo, empezamos a descuidar lo prioritario, olvidamos que debemos dormir bien, alimentarnos bien, cuidar nuestro bienestar.
4.- Nula empatía por nuestro bienestar interior.
Cuando estamos experimentando crisis, todo es sacudido en nuestra personalidad, lo que hace fácil perder de vista nuestro bienestar interior, buscamos resolver los problemas exteriores, las deudas económicas, las peleas con nuestros clientes, con nuestros proveedores o empleados, pero olvidamos preocuparnos por nuestro estado de ánimo, por darnos apoyo y confianza.
Y es tan peligroso dicho estado porque podemos caer en un fondo de emociones, autoconfianza. Lo que trae como consecuencia que no cumplamos con nuestros compromisos, se vuelve realmente difícil, salir de este estado y podemos perdernos fácilmente en un mar de errores que pueden dañarnos y también a los que nos rodean.
5.- Respuestas abruptas a estímulos externos.
Todo lo anterior nos alinea de la vida, y podemos perder de vista lo que nos hace realmente humanos, nuestra capacidad de sentir, de mostrar empatía, de ser vulnerables. Todo esto hace que nos empezamos a sentir atacados, frustrados y sí nos descuidamos podemos caer en faltar a nuestras responsabilidades más básicas y dar respuestas abruptas y violentas a nosotros mismos y los demás ante todos los retos que se nos estén presentando.
Estar demasiado tiempo en nuestros pensamientos negativos, nos hace perder la conciencia de nuestra libertad, de nuestra capacidad de crear, de vivir apasionadamente.
6.- Falta de discernimiento y deshonestidad
Al llegar a este nivel, nos damos cuenta que nuestro discernimiento, esa facultad de la consciencia, del estar plenamente en nuestra vida y lo que estamos haciendo en ella, se ha nublado. Ya no somos nosotros, sino somos un personaje en el que ocultamos nuestra realidad. Es en esta fase que podemos ser tan deshonestos al grado de sentir un dolor muy profundo. Pero es justo ese “dolor” el mayor regalo que podemos recibir.
7.- Falta de amor
Todos vivimos en un mudo de interacciones, con objetos, naturaleza, lugares, personas, proyectos. Nuestro profundo y autentico deseo de mejorar nuestra vida y la de los demás es natural y necesario. Pero al estar en crisis, pareciera que hacemos lo contrario y es probable que nos demos cuenta que nuestros actos nos están perjudicando y también a los otros.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos superar un fracaso?
Quiero decirles que todos tenemos dones y virtudes, que para mí son regalos divinos. Yo descubrí en el dolor, la muerte, las crisis y ahora el fracaso; grandes maestros de sabiduría. Quizá por ello descubrí en la Tanatología ¿La han escuchado? Es la disciplina que de acompañar a las personas conmovidas por estas experiencias.
Y mientras estudiaba tanatología aprendí de Victor Frankl, uno de los más grandes maestros de la tanatología y la logoterapia: que “Entre estimulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra libertad”.
Les puedo compartir que sí ustedes se encuentran en una situación como el fracaso, necesitarán crear ese espacio, tal vez pasar algunos días en algún lugar que les traiga paz, estar solos en su casa.
Pues necesitaremos estar muy presentes para aprender 4 grandes lecciones.
La primera es aprender a reconocer nuestras fallas sin autoengañarnos ni engañar a los demás. Ósea siendo honestos y auténticos.
La segunda es aceptar nuestros errores y el daño ocasionado a los demás.
La tercera será un gran reto pues consiste en perdonarnos y pedir perdón a los demás. En mostrar una autentica empatía por nosotros mismos y buscar redimirnos ante los otros, pero el reto es que los otros que han sido afectado sepan de nuestra intención de hacerlo.
Tal vez lleve mucho tiempo redimirte, pero necesitas liberarte de la culpa, necesitas aprender a perdonarte y volver a sentir confianza y amor hacia ti mismo.
Y el cuarto reto es decidirnos cambiar, aprender de nuestros errores y aprender a discernir que hicimos mal, pero traer a nosotros el recuerdo de todas nuestras habilidades, capacidades, conocimiento.
El Buda explicaba que necesitamos estar solos, pero no aislándonos, sino la facultad de estar plenamente en el momento presente.
Es esta habilidad la que necesitamos desarrollar, pasar tiempo a solas, para poder reconectarnos con nuestra creatividad, la necesaria para reconocer nuestras equivocaciones. Pero no olvidar que seguimos en un mundo dónde compartimos muchos lazos, con nuestros padres, hermanos, amigos, parejas, clientes, y aunque estemos en una mala racha estas relaciones siguen existiendo, tanto que gracias a ella seguimos vivos.
Y por otra parte hay una habilidad de nuestra conciencia, que aparece cuando estamos en silencio mental; la de discernir y esa cualidad es la que nos hace humanos.
Es en este momento que el silencio nos puede dar soluciones creativas. Es importante satisfacer nuestros anhelos, pero en el mismo proceso nos hacemos humanos al perdonarnos y redimirnos, a tal punto se vuelve trascedente la experiencia.
Esto es lo que he aprendido del fracaso.
PARTE 3 Como el fracaso afecto mis relaciones.
¿Qué pasa sí en nuestra decisión de emprender afectamos a otros?
Sí hemos lastimado o afectado a nuestros colaboradores, socios, amigos, pareja, o asesores. Lo humano es pedirles perdón con el corazón y buscar redimirnos con ellos. Es importante reconocer que no son ellos los que cometieron el fracaso, sino fueron nuestras elecciones.
Necesitamos espacio para poder reflexionar la manera en que nos comunicaremos con ellos, todos buscamos empatía, y para poder ofrecer algo que habíamos omitido, necesitaremos silencio y espacio, estoy convencido que, para un emprendedor, es vital, pues nuestra vida puede parecer muy ocupada; pero en realidad, es un precioso regalo el que nos podemos darnos y que seguro nos permitirá ofrecer disculpas reales que los demás recibirán. Recuerden no podemos controlar las respuestas de los otros, pero sí lo que nosotros podemos dar.
PARTE 4 Como transformar el fracaso en un motor de cambio de tu vida y emprendimiento.
Quiero finalizar esta carta explicando como he logrado hacer de mis fracasos el motor de cambio en mi vida y el enfoque en mi emprendimiento.
Recordaran que les conté sobre mi necesidad de autorrealización y lo busqué emprendiendo. Estoy seguro que detrás de todo emprendimiento existe la misma razón. Pero el motor puede ser muy diferente. Algunas veces llegamos a ese momento por miedo o emprendemos por algo más significativo.
Hace un año termine de leer con un grupo que fue cercano, el libro de comunicación no violenta de Marshall Rosenberg. Y el último capítulo me pareció fantástico, hablando sobre como expresar nuestro agradecimiento de manera autentica.
Definitivamente, lo hacemos cuando reconocemos que el mundo es un entramado de favores que ayudan a lograr nuestro bienestar y que somos parte de esa cadena. Somos cómplices de posibilitar que vivamos mas satisfechos, mas felices, eso es el deseo más grande que cualquier emprendedor aspira y estoy seguro que es el mejor motor por el que podemos apostar todos los emprendedores. Espero puedan cada día sentir mas agradecimiento por todas las oportunidades de cambio, por todos los beneficios recibidos.
¿Un emprendimiento va a fracasar? no lo sabemos, hasta ahora se ha esperado que nazcan más personas extraordinarias como Nelson Mandela, que pensamos nunca fracasaron, pero en realidad ellos tuvieron muy claro el motor de hacerse más humanos aún en los momentos más oscuros, o de gran fracaso, es más los fracasos los volvieron más humanos también.
Confió en estar frente a la generación que podrá reconocer su humanidad detrás de cada necesidad como algo natural, es espero que puedan ayudar a muchos otros seres humanos a seguir esta cadena a través de sus proyectos.
Les agradezco la atención prestada de corazón.
4 notes
·
View notes
Text
Grabado a fuego
Fuente de la foto: archivo personal del autor del relato (En la foto: dicho autor con su madre en Montevideo, Uruguay, noviembre de 1987)
«Entonces la tierra dará su fruto, comeréis hasta que os saciéis y habitaréis en ella con seguridad» (Levítico 25:19)
A mi madre; porque fue ella quien me inculcó el amor por la naturaleza.
Estaba en la cocina preparándome un café. Era mi día libre y quería quedarme adentro; no tenía muchas ganas de salir. Necesitaba un momento a solas para pensar. Solo yo, el café, y tal vez algún brebaje extra. Era invierno y se prestaba para eso. Y ya también iba siendo hora de prender la estufa a leña. Será la primera vez que lo hago desde el inicio de la estación. No alcanza para calentar toda la casa; pero al menos sí ese rinconcito alrededor de donde esta se encuentra. Uno se sienta allí, se pone una manta sobre los hombros, y listo. No pasa frío. Aunque ahora que lo pienso, todavía la tengo que limpiar; porque no lo hago desde el invierno pasado. Hay cosas que verdaderamente me dan mucha pereza en esta vida. Esta es una de ellas. Limpiar la estufa. No me molesta mucho que queden ahí las cenizas acumuladas, de la leña consumida por los voraces fuegos interminables, de noches y noches de estar pegado a este invento tan fantástico. Porque ¡qué lindo que es sentarse a mirar el fuego! Un día de inverno, de esos muy duros, con el cielo gris plomizo afuera, apremiante y opresor del alma. Son esos días en que uno mira por la ventana, y ni Dios se aparece por la calle; por miedo a congelarse él también. Poder quedarse dentro, si se tiene la suerte, es una dicha en estos casos. Y si uno habita en el medio rural, estando su casa rodeada de la soledad más absoluta y perpetua, y lo único que se divisa en kilómetros a la redonda es campo, campo, y más campo verde, más los animales domesticados o no por el hombre; eso, es el summum. Tomarse un buen mate amargo una mañana de inverno, rodeado de la madre tierra y sus creaciones, en compañía del fuego crepitante e hipnotizador, no tiene parangón. Pero volviendo al quid de la cuestión.
Hacía ya un tiempo que me debía unos minutos a solas conmigo mismo; para poder ordenar los pensamientos. Mi madre había fallecido hacía no mucho, y mi cabeza comenzaba a «platearse» cada vez más. Y aunque parezca un cliché, todo aquello me ponía muy reflexivo. Más de lo usual. Cuestiones básicas tales como el paso del tiempo, nuestro rol en el mundo, y el cometido en esta vida; cosas en las que uno piensa cuando ha caminado muchos caminos, cargado mucho peso sobre la espalda, y ha estado un prudencial tiempo sobre esta tierra, empezaban a hacer mella en mi cabeza. Esos pensamientos eran visitantes poco ilustres que comenzaban a volverse «habitués» en mi diario vivir. En resumidas cuentas: las mismas tres estupideces de siempre en las que es inevitable pensar «a esa altura del partido». Pero de súbito, después de haber puesto la cafetera en el fuego, una sensación me invadió todo por dentro. Un recuerdo vino a mi mente; como una ráfaga salida de la nada. Un sacudón. Un sobresalto. Seguro que fue ella quien que me lo envió.
Años atrás, cuando apenas yo era un niño, ¡vaya cómo pasa el tiempo!, fuimos en una oportunidad con mamá hasta la playa. Solo ella y yo. Mis padres se habían distanciado por ese entonces, y mi abuela se quedaba con nosotros en casa, para hacernos un poco de compañía. En aquel tiempo vivíamos en Solymar. Bastante cerca de la costa, y solíamos ir por las tardes hasta el mar a dar un paseo. Eso nos ayudaba a sobrellevar el mal momento. A despejar la mente y oxigenarse. Aquellos días de cierta amargura y desazón eran como un dolor de muelas constante. Taladrándonos el cerebro. Invadiendo y monopolizando los pensamientos; direccionándolos en un solo sentido.
Hay ciertos detalles de aquel día de la pelea que ya no recuerdo. Antes de irse, mi padre vino hasta mi habitación, en donde yo estaba; mirando la tele o dibujando. No lo recuerdo con exactitud. Cuando se paró en el umbral de la puerta, se lo podía notar un poco nervioso y algo compungido; aunque hacía el esfuerzo por controlarse y contenerse. «Vení; acercate» me dijo, y me hizo el gesto tan característico con la mano y agachando la cabeza al mismo tiempo. Entonces me levanté y fui a su encuentro. Se puso enfrene de mí en cuclillas y me abrazó muy fuerte, me dio un beso en la mejilla y me dijo con los ojos en compota: «No te preocupes. Ahora yo me tengo que ir, pero te vas a quedar con mamá y la abuela. Mamá y yo te queremos mucho. ¿Sabés? Mucho». Se levantó, y sin más, se fue. Aquello era como el diagnóstico de una enfermedad terminal. Verla llorar a mi madre, o a mi padre, no era algo que uno pudiese digerir fácilmente. Y menos a esa edad. Por aquellos días yo tenía seis o siete años. Además soy hijo único; y eso, en estas circunstancias, es un factor que me jugaba en contra. De haber tenido un hermano o hermana, no lo habría pasado tan mal. Crecer no teniendo juntos a tus padres, es una sensación de desesperanza muy fuerte. Un vacío constante. Y uno con esa precocidad intentando adivinar qué ocurre. Pensando que tal vez la culpa era mía. ¿Por qué cosas como esas tienen que suceder? ¿Por qué llegar hasta esos extremos? Por eso nunca quise tener hijos. Mejor evitarles este tipo de problemas. Porque la verdad sea dicha: uno nunca sabe cuáles pueden ser las vueltas de la vida.
Una de aquellas tardes en cuestión, nos abrigamos un poco, porque era mayo y empezaba a hacer frío, y con mi progenitora nos encaminamos rumbo a la playa. El barrio estaba tranquilo, y era muy distinto a lo que es hoy. Había mucho más verde, más árboles y plantas por doquier: eucaliptus, palos borrachos, sauces, robles, araucarias, pinos; que todavía los hay bastante, al igual que gigantescas plantas de aloe creciendo de manera salvaje en plena vía pública, y que aún también se pueden encontrar. Pero toda esta flora es hoy mucho menos de lo que solía ser en mi infancia. Las calles eran de tierra, y vivía sustancialmente menos gente. Al menos ahora cuando llueve, entre el saneamiento y las calles pavimentadas, la zona ya no se inunda como en aquel tiempo, ni se forman los «barriales» o lodazales, típicos de viejas épocas en esta geografía metropolitana. Aunque debido a estos cambios y nuevas características, en teoría para el bien de la ciudadanía, la Ciudad de la costa ha perdido aquel toque de mágico misticismo que tenía. Si uno iba en ómnibus desde Montevideo con destino a alguno de los balnearios de la costa, al bajarse allí, inmediatamente se podía respirar y percibir un aire y ambiente diferentes. Más tranquilidad con respecto a la ciudad; menos bullicio, menos automóviles, sustancialmente menos polución, y un ritmo de vida todavía más pausado del que tiene la capital. Era casi como aventurarse al Far West. Un mundo agreste donde a veces faltaban algunos servicios, pero más natural y más bello.
De a poco nos fuimos acercando a destino, y al igual que hoy, en aquel entonces ver el mar cada vez más cerca, hacía que me invadiese una sensación de excitación muy satisfactoria. Un estado de emoción por ver aquella mole azul irse agrandando a cada paso que dábamos. En cuanto entramos a la playa, y pusimos nuestros pies en la arena, sentimos ese olor a iodo y sal tan particulares. Tan penetrantes. El sabor en la boca. La sensación en las manos. El aire limpio y puro. No nos quitamos los zapatos porque la verdad que estaba frío. Pero la arena siempre invita a pisarla con los pies descalzos. Esa indescriptible y maravillosa sensación de las pelotitas escurriéndose entre los dedos. El mar se encontraba embravecido aquel día. A pesar que el cielo estaba bastante despejado, y era una bonita jornada, las olas rompían violentas contra la orilla. Había también algo de arena suelta que volaba al ras del suelo, llegando a veces hasta nuestras bocas, y que no podíamos evitar masticar. Una sensación muy particular y casi divertida. Y ya metidos en la playa, quedaban a nuestras espaldas las gigantescas dunas que flanquean el ingreso; son un espectáculo, aún hoy para mí, maravilloso y fantástico. Parecen grandes hormigueros; torres de fino grano dorado que están allí desde tiempos remotos. Arena acumulada por el paso de los siglos, y depositada por el viento y la brisa marina hasta formar estos gigantes que allí reposan; oficiando de muralla, y evitando que los a veces tempestuosos vientos no crucen del todo hacia el continente.
Nos encontrábamos casi solos en aquel lugar. Salvo por un hombre que estaba pescando a unos treinta metros de nosotros, no se veían más personas. Y al irnos acercando al agua, fue cuando comenzamos a notar algo. El impacto fue tal, de aquella visión tan espantosa, que el suceso quedó grabado en mis retinas hasta hoy: la mugre más grande que jamás haya visto. Botellas de plástico, de vidrio, bolsas de nylon y arpillera, zapatos, cuerdas, algún juguete, latas, una rueda de bicicleta, trozos de madera quemada, tablas, un tronco de árbol, algas marinas; hasta una tortuga muy grande medio comida, peces y gaviotas en descomposición. Todos muertos. Cadáveres inertes yaciendo allí. Sin vida. Todo lo que uno se podría llegar a imaginar; y que no se imaginase, también. Bastaba con nombrarlo y allí estaba. Tumbado en la arena, arrastrado por las olas en un círculo vicioso; siendo degradado lenta y minuciosamente por el paso del tiempo, por el viento y por el sol. Salvo por lo orgánico, el resto de los objetos estarían allí bastante después de que me fuese de este mundo. En mi cabeza de niño no podía entender del todo el porqué de aquel esperpento. Si bien era pequeño, había algo, creo que el sentido común, que me hacía pensar: «Algo aquí no encaja. Algo no está bien. Algo está pasando». ¿Quién podía ser tan sucio, en el amplio sentido de la palabra, como para hacer todo aquello? Al ambiente, al planeta. A nosotros mismos, en definitiva. Porque aquel lugar, como el resto del mundo, es de todos nosotros. De los animales todos, y de las plantas. De cada organismo viviente. Es nuestro hogar. Y de algo debemos estar muy seguros: vamos todos en el mismo barco. Pero a pesar de ello, no solo nos empeñamos con mucho esfuerzo en lastimar y menospreciar al que está a nuestro lado, y negarle una ayuda o extenderle una mano amiga, sino que también ponemos todo de nosotros para sabotear «El arca de Noé» y arruinar «la gallina de los huevos de oro».
Tanto era mi desconcierto ante aquel panorama, que como buen niño curioso, inocente y sincero, como somos todos a esa edad, no atiné a hacer otra cosa que preguntarle a mi madre que estaba allí de pie a mi lado. - Mamá, ¿y por qué está la playa tan así de sucia? -; a lo que me respondió: «La naturaleza está enojada y nos devuelve lo que le tiramos. Ella es la verdadera y única dueña de todo lo que tus ojos pueden ver». Y entonces hizo un gesto extendiendo sus brazos y mirando en todas las direcciones. Como queriendo abarcar la totalidad del espacio circundante. A lo que continuó: «El planeta es su casa. Y al final, termina siendo nuestra casa también; y es donde ella nos permite vivir. Los mares, bosques, desiertos, las montañas, los ríos, los animales. Todo es suyo». - ¿Todo? - le pregunté, y me dijo «Sí. Todo es de ella. Y todo es ella. Es la única con la potestad de reclamarnos para sí misma. Y es a quien debemos rendirle cuentas. ¡Y cuidado con hacer las cosas mal! Porque si no después “nos pasa la factura”. Su espíritu vive en cada uno de nosotros. En ti y en mí, y en todos los seres. Somos su creación. Y más allá del horizonte; incluso donde tus ojos no alcanzan a ver, también ella está».
Me quedé pensando unos instantes en estas palabras. En mi cabeza de niño, los pensamientos iban y venían de forma vertiginosa; se amontonaban y empujaban entre sí. Se agolpaban y luchaban por ver cuál llegaba primero. Intentaba procesar la situación tanto como podía. Mientras el viento golpeaba contra mi cara, y me hacía llorar un poco, las gaviotas, de las que hasta aquel momento no me había percatado, sobrevolaban nuestras cabezas. Sus inconfundibles graznidos debieron llamar mi atención. Estaban en plan de indagatoria e inspección de aquel «botín» diseminado por la costa y tan preciado para ellas. Por momentos bajaban hasta el suelo, y hurgaban entre los restos de la «resaca»; para ver si encontraban algún pez muerto que pudiesen llevar a sus estómagos hambrientos. Sus cantos y el de las olas se entremezclaban en una sinfonía muy antigua y relajante; de carácter místico. Una vieja y hermosa canción. Alcé mi cabeza para poder ver mejor a mi madre, pero el sol me daba de lleno en los ojos; así que tuve que protegerme con la mano, para que el reflejo no me lastimase tanto. Y entonces la pude observar: se encontraba en silencio y con aire preocupado. Su oscuro pelo de finos cabellos era arremolinado y alborotado por el viento. Su larga cara estaba petrificada, y su semblante era serio. La preocupación se reflejaba en su rostro. Era algo que se podía percibir al instante. Sus ojos estaban clavados donde el mar y el cielo se juntaban muy a lo lejos. Aquellas dos inmensidades azules. Uno salpicado de blancas nubes y el otro de blanca espuma. Casi una simetría perfecta. Reflejados entre sí. Complementándose. Y entonces, mientras seguíamos caminando por la orilla del mar, viendo aquel panorama tan siniestro en un sitio tan hermoso, me llegó la otra duda; como si un rayo me hubiese impactado. Le di unos tironcitos a su pantalón, para sacarla del trance que la desconectaba del mundo, e inmediatamente se dio cuenta que yo todavía estaba allí con ella, en aquel lugar. Inclinó su cabeza hacia abajo, para poder verme, y me escrutó por unos segundos. Ya teniendo su atención de regreso, volví a arremeter con mi curiosidad. - ¿Y nosotros, también pertenecemos a la naturaleza? -. «Solo a ella. Y a nadie más» me dijo. «No le pertenecemos a nadie. Salvo a la madre naturaleza. Ninguno puede ser dueño de nadie. Ni los humanos podemos ser dueños de otros humanos, como tampoco de otras especies. Sean animales o vegetales. Ni de las rocas, o montañas, o un lago, o un árbol, o el más insignificante de los insectos.
El concepto de propiedad es bastante peligroso. Y más en estos casos. Utilizar un caballo como medio de transporte, a un buey para arar, tener a un ave enjaulada, o un perro atado; ¿quiénes nos creemos que somos para privar de libertad o forzar a otros a hacer algo que nosotros no podemos o no queremos hacer? ¿Cómo sería si fuésemos nosotros los que ocupásemos ese lugar? Todos somos libres de ir y venir. Y nadie debería tener la potestad por sobre nada ni nadie. El ser humano es parte de la naturaleza. Como el resto de las especies. Y el resto de los organismos vivientes son nuestros hermanos. Los individuos, hombres y mujeres, creemos que somos mejores o superiores que el resto de los seres vivos y que estamos varios escalones por encima de ellos, solo porque tenemos, supuestamente, lógica y razón. ¿Más lógica y razón que una roca, o estas gaviotas que andan aquí en la vuelta? ¿Qué tan lógico o racional es hacer esto, de lo que estamos siendo testigos ahora? ¡Contaminar el planeta de esta forma tan barbárica! Somos los únicos sobre este planeta que le hacen daño a los de su propia especie. Y a los que no lo son, también. ¡E incluso por placer! Nunca vas a ver insolidaridad, injusticia, o falta de cooperación entre las hormigas o las abejas, entre los leones, o las aves. Esto solo es patrimonio de los seres humanos».
Para aquel entonces, mi madre ya estaba a los gritos, y con la cara roja y desencajada de la ira galopante que la consumía. Después de haber pronunciado todo ese discurso, casi sin pausa ni respirar, bufó un poco. Su pecho subía y bajaba como si acabase de correr diez kilómetros. Hoy más que nunca puedo entenderla; y me doy cuenta que ver aquel espectáculo tan dantesco no le hacía ningún bien. A nadie debería, en mi opinión. Cuando me dio por mirar hacia donde se encontraba el pescador, este ya no estaba. O lo asustaron los gritos de mi madre, y se mandó a mudar, o vaya a saber uno debajo de qué piedra fue a esconderse. Entonces, como un minuto después, la vieja prosiguió con su alocución. «Y acordate: Venimos a este mundo “solo por tiempo limitado”, como suelen decir los comerciales; minúsculo comparado con la edad de otras cosas. Como la del propio tiempo, el espacio, o las galaxias. U otras especies. Como las tortugas; que viven bastante más que nosotros. Por eso tenemos que aprovechar el poco tiempo del que disponemos, para verdaderamente vivir. Cooperar con los demás y coexistir mancomunados. Y no dedicarnos a «quitarnos los ojos» por cosas con tan inexistente e irreal valor. Como el dinero. Que aunque parezca contradictorio, no lo es. Porque es el dinero, tal vez, el más reaccionario de todos los inventos del hombre. Aprovechá que aún sos chico. ¡Preguntá! Nunca dejes de preguntar. Esa cualidad es algo que perdemos la mayoría en cuanto nos hacemos un poco mayores. En cuanto dejamos de ser niños. Cuestionar las cosas. Las normas. Las reglas. «Por qué» deben ser las dos palabras más revolucionarias que existen. El mundo no es un mal lugar para vivir. Somos nosotros los que lo empeoramos y complicamos nuestras vidas en vano. Sé que todo esto que te digo es mucho para absorber por un niño. Pero cuanto antes lo veas, menos problemas mañana. Las cosas se complican realmente cuando dejamos de hacernos preguntas y perdemos la curiosidad por saber los «por qué»; y cuando esa enfermedad tan grave que es la indiferencia, nos contamina el cuerpo. No aceptes la realidad tal cual es. Las reglas y el orden están bien hasta cierto punto. Pero siempre se pueden cuestionar; ¡y se deben cuestionar! Porque casi todas las leyes hechas por el hombre, y a pesar de ser este hijo de la naturaleza, por lo general no suelen acompañar el mandato natural de las cosas; y casi siempre terminan rompiendo el equilibro y la armonía del medio ambiente y los ecosistemas. Hemos desembocado en este cataclismo en el que estamos, debido al egoísmo, la codicia y la avaricia del ser humano. Siempre queriendo estar por encima de todos y todo. Y buscando el fin supremo que mueve a casi todos los individuos por igual: el poder».
Ya habían pasado sus buenas horas que íbamos charlando y caminando; a lo que el sol comenzaba a meterse tras el horizonte. Mamá se detuvo, y se inclinó un poco para acomodarme la campera y la bufanda. Me dio la mano, y concluyó: «Vamos para casa. Que se está haciendo tarde y poniendo más frío. Y ya me la veo venir a tu abuela, despotricando cuando lleguemos: “Lo hacés pasar frío a ese pobre chiquilín. Sos una inconsciente”. Seguramente tendrá la estufa a leña encendida, y estará tomando mate».
Esa conversación me acompañó a lo largo de los años, y volvería, como hoy, a presentarse una vez más ante mí. Poco a poco fui regresando al presente. Mamá, la playa, el sonido de las olas, las gaviotas, el olor y el gusto a la sal, que aún los podía sentir, se fueron desvaneciendo hasta que volví a la cocina. Al presente. A la aplastante realidad. Debe haber sido el mundano sonido de la cafetera en el fuego, con el café hirviendo en su vientre, el que me arrancó de aquella ensoñación. Aquel vapor indicando que el negro líquido ya estaba listo. Me serví una generosa taza, y le terminé poniendo un poco de licor de menta que aún me quedaba; apenas solo para «calentar el gargüero». Tampoco quería enajenarme demasiado. Ya había tenido suficiente por hoy. Le di un sorbo, y la cafeína mezclada con el alcohol surtieron su efecto. El espíritu volvía al cuerpo; ya me sentía algo mejor. Miré por la ventana, y a pesar del frío, afuera el sol brillaba a pleno; invitando a salir un poco. Al final, después que me terminé el café, me apeteció darme una vuelta por la playa. A caminar un poco en busca de aquel pasado. Ya tendría tiempo para limpiar la estufa. Eso ahora podía esperar. Y a pesar de la ausencia mi madre, no estaría solo. Porque como dijo Julio Verne: «El mar es todo […] Es un inmenso desierto, donde el hombre nunca está solo, porque siente vida por todos los lados».
Agosto de 2019
0 notes
Text
[X20] Resumen del año
Menudo añito... La pandemia y los planes de futuro (spoiler: la guarida de los Hams) han condicionado un poco mi tiempo libre, sobre todo en cuanto a series y cómics, así que voy a hacer un repasito a mi ocio de este año. Como ya es el segundo año de mandangas, también leeré lo que escribí el año pasado para ver si he cumplido algunas de las cosas que dije.
Videojuegos
Este año he jugado a cosas un poco random. En general, diría que lo más predominante es que me dio por jugar a RPG japoneses bastante largos, por lo que, hasta que me puse a jugar a cosas más cortas en los últimos meses, fui añadiendo muy pocas mandangas videojueguiles.
Respecto a lo que dije el año pasado, no he jugado a nada de las franquicias que mencioné (Zelda, Uncharted, God of War, Devil May Cry), aunque sí he jugado a cosas que tenía pendientes de otras y he terminado varios juegos que tenía pendientes de hace tiempo.
Este año apenas he dejado juegos a medias (sin contar Golf Story, porque hice prácticamente todo lo que hay en el juego). Aparte de SteamWorld Quest y Bastion, que los empecé hace nada, el único que empecé y dejé a medias fue Super Mario Galaxy. Me frustraron un poco las mecánicas de nadar y el power-up del hielo, pero ya le daré caña. Ahora mismo juego al Monster Hunter Generations Ultimate para aprovecharlo bien para lo que viene en 2021.
El principio del año que viene pinta bien con Bravely Default II y Monster Hunter Rise, pero me gustaría sacar tiempo para terminar Astral Chain (al que jugué un poco este año, pero no lo suficiente) y Wargroove, que ya tiene hasta expansión gratis. También estaría bien jugar a algún FF de los que me faltan y aprovechar para probar más cosas distintas en lugar de tantos RPG eternos.
Series
Este año también he visto muchas series, aunque muchas de ellas son temporadas cortitas de Netflix que se ven enseguida. Por culpa de la coronita, todas las temporadas largas del año terminaron antes de tiempo con finales decepcionantes, y todavía no han empezado las temporadas nuevas.
Aunque empecé el año viendo muchas series, en los últimos meses he dedicado más tiempo a leer cómics por la noche, así que ha bajado el ritmo, pero aun así he visto bastantes cosas nuevas por la ausencia de todos los episodios semanales que estarían saliendo en un año normal. Por eso, ahora mismo me da un poco de pereza seguir series semana a semana y algunas las estoy viendo ya cuando terminan.
Aparte de descubrir varias series de animación (BoJack Horseman), comedia (Fleabag) o culebrones (La casa de las flores), seguí con mis series de superhéroes y fui viendo muchas novedades de Netflix, que empezó el año con muchas cosas interesantes (RIP I Am Not Okay With This, cancelada injustamente con una sola temporada). Además, Steven Universe terminó con una miniserie un poco deprimente, Dark acabó con otra temporada igual de guay que las anteriores y Ryan Murphy ha ido sacando series y pelis interesantes también en Netflix.
Para 2021 igual bajará el volumen de series y puede que vea algún anime, además de obligar al guao a ver cosas que me gustan. Igual hasta termino la cuarta temporada de Room 104, pero me da una pereza...
Películas
El año pasado vi solo 7 pelis ¡y este año he visto 10 más! Eso sí, la mayoría son musicales, pero he visto dos de las tres que mencioné en el resumen del año pasado (Midsommar y Parásitos, que molan bastante) y ni siquiera ha habido ninguna de Marvel, así que en general está bastante bien. El episodio IX de Star Wars me quitó un poco las ganas de ver nada más de la franquicia, que me tiene ya un poco cansado.
Para 2021 me gustaría mantener la costumbre de seguir viendo al menos una peli al mes. En realidad hay muchas que quiero ver, pero es cuestión de sacar el momento de hacerlo.
Realities
¡Por fin estoy al día con Survivor! Valió mucho la pena ver todas las temporadas en orden, aunque algunas son un poco más coñazo. También vi todas las temporadas de distintos países de The Circle, que tiene sus cosas guays, pero en general no me gusta tanto. Too Hot to Handle, producida por Netflix, estuvo muy graciosa, aunque no sé si van a hacer más temporadas.
Por el lado más de documental vi Making a Murderer, que está muy interesante, pero no tiene un «final» porque el asunto sigue vigente, y Tiger King, que creo que la cantidad de memes que surgieron ya deja claro el circo que es. El guao debería verlo porque sorprende bastante todo lo que sale de un tema tan concreto y simple aparentemente.
El año que viene, sin Survivor, seguro que la cantidad de realities que veré será mucho menor, pero sí me gustaría seguir viendo docuseries o documentales de cosas turbias.
Cómics
Probablemente este sea uno de los años en los que más cómics he leído de mi vida, si no en el que más. Puse el turbo para ir comprando y leyendo todo lo que tenía pendiente, releyendo por el camino todo lo que ya tenía para acordarme de lo anterior. Ahora mismo tengo comprados los tomos de todas las series que leía hace años salvo Magi, Toriko y Hunter x Hunter, que espero ponerme al día durante el primer trimestre del año.
También releí todo lo de Tsutomu Nihei antes de comprar y leer su serie nueva, Knights of Sidonia (alias El Sidote), que me encantó. Terminé los tomos que tenía de Miles Morales, aunque no he leído nada más que no sea manga en todo el año (salvo Lobezno: Snikt!, que también podría contar como manga).
Si el año pasado destaqué haber leído Bleach, de 74 tomos, el total de tomos de manga de series completas que he leído este año es de 247. Pero eso es solo lo que he incluido como mandangas, porque tras terminar todas las series completas me puse a releer las que todavía no están terminadas, que han sido muchísimos tomos más:
Berserk (40 tomos): Han salido pocos tomos desde la última vez que lo leí, pero han pasado cosas muy importantes en ese tiempo. Sigue siendo una de mis series favoritas, aunque espero que el autor la consiga terminar algún día.
One Piece (93): Una historia y unos personajes muy bien desarrollados, con mucho humor, misterios y muchos arcos memorables. Creo que parte del mérito es por la longitud, y que hoy en día una serie que empezara al mismo ritmo se cancelaría enseguida, pero está claro que hace muchas cosas bien.
Magi (15): Mundo interesante, misterios y humor. Esta serie quizá no tuvo la atención que merecía, pero engancha bastante.
Toriko (25): A nivel de estilo artístico, diseño de personajes, historia o combates no es de las series que más me gustan, pero la originalidad del mundo y la creatividad del autor a la hora de imaginar tipos de alimentos y formas de conseguirlos le dan mucha frescura.
Hunter x Hunter (27): Aunque me gusta, no entiendo que haya gente que lo ponga en un pedestal, porque creo que hace muchas cosas mal y que otras solo pudo hacerlas el autor por ser quien es. A pesar de eso, es muy original para ser un shônen de peleas y más bestia de lo que recordaba. Queda ver también si algún día terminará.
Ataque a los titanes (30): Estoy flipando todavía con la evolución de esta serie y de sus personajes. Parecía más superficial al principio, pero está muy bien hecho todo. Parece que el tomo 34 será el último, así que con suerte en 2021 la añadiré como mandanguita.
Blue Exorcist (24): Lo único malo que tiene este manga es el ritmo de publicación, porque la historia tarda años en avanzar. Me encantan el dibujo, los personajes y la combinación entre combates y la vida de instituto, y mola que se traten más los sentimientos que en otras series más encaradas a luchar y ya.
Incluyendo los 6 de Terra Formars que he leído en los últimos días y si no me dejo nada, en total son más de 500 tomos. El año que viene dudo que lea tantos, pero tengo muchas ganas de ponerme al día del todo y empezar a leer cosas nuevas, porque ya tengo varias en el punto de mira.
Otro año más termina, y está claro que este lo vamos a recordar siempre... A la coronita le queda hilo todavía, pero espero que para cuando escriba el siguiente resumen ya esté volviendo todo a la normalidad.
Este año no he leído libros, aunque tengo comprado el primero de The Expanse para leerlo cuando me vaya a Atlante, y he seguido descubriendo musicales que escuchaba en Spotify mientras trabajaba. A ver si con suerte aprovecho 2021 tanto como este año y podemos hacer cuchicuchicuchi mucho más tiempo.
¡Feliz Hámster (confinado) Nuevo!
0 notes
Text
Bill Champlin: Cuando errar es un gustazo
Hacía un buen rato que no encontraba la valentía suficiente para abordar un disco como éste de Bill Champlin ("Bleeding Secrets" de llama, del 2018). Y no es que me considere un tipo demasiado medroso -algunos y algunas dirán lo contrario... bah, al menos no soy medroso en términos de apreciación musical y todo eso-, pero el simple hecho de pensar en la clase de música que podría encontrar en un álbum así me infundía desasosiego. Pereza total, más bien.
Debo aclarar antes que nada que tengo un gran respeto por Bill Champlin, veterano músico californiano que encontró acomodo y floreció dentro de la célebre banda Chicago en su período tardío (de 1981 al 2009), pero a veces padezco de una especie de atavismo que me impulsa a pensar cosas rancias y despistadas, como por ejemplo que "Bleeding secrets" no podía ser más que un disco de música "All American" o algo así, lleno de esas tonadas que suenan en casi todos los filmes de acción de bajo presupuesto, clase "B", o peor, en las series de TV, desde las más nice hasta las más chafas, cuando hay persecuciones de carros, o peleas entre pandillas, o chavales conquistando chicas. En fin, toda esa música "rockera" inane, derivativa, metida en los peores cajones del cliché.
Pero ya ven, no hay que tantear antes de conocer, como decía mi abuela: la nueva producción de Bill Champlin no tiene mucho qué ver con todas aquellas hipótesis dislocadas por mi reaccionario instinto. El álbum evidentemente abreva en esa fuente, pero convierte en virtudes sus defectos.
Y es que Champlin, un sólido compositor, cantante, productor, arreglista e instrumentista, ha sobrevivido y sigue chapoteando en ese mar de músicos hueseros con clase, artistas de sesión que se las saben al derecho y al revés y de regreso también. Músicos que han hecho carrera a base de talento pero también de sudor y riñones, acompañando a las estrellas populares mientras que sus obras, cuando las hay, quedan en el crepúsculo de los "casi famosos". Champlin ha corrido con un poco más de suerte. Chicago no es una banda más, desde luego, y ser parte de su formación le proporcionó cierta estabilidad mercantil, para ponerlo en términos entendibles, por casi 30 años.
Ahora que sigue carrera solista con su banda (WunderGround es el nombre del grupo. De hecho se anuncian como Bill Champlin and WunderGround) lo hace al lado de su esposa Tamara Champlin en la voz y del excelente requintista, compositor y cantante Gary Falcone. Abro un pequeño paréntesis para subrayar la presencia de Falcone, uno de esos guitarristas medio perdidos en el anonimato de los sesioneros, pero que saben reventarse un solo de guitarra épico sin pestañear porque esa es su chamba, porque para eso han sido elegidos en este turno, porque de eso viven y porque así sobreviven, lo cual no le resta ni densidad, ni trascendencia. Sus requinteos son milimétricos, trabajados con bisturí, justos y exactos para lo que la pieza necesita, y en el camino, tremendamente poderosos.
Los Champlin y Falcone son ayudados aquí por esa comparsa de (otros) músicos de sesión de igual abolengo, entre los que reconozco a Burleigh Drummond (Ambrosia), Steve Porcaro (fundador de Toto, claro) o su padre Joe Porcaro, quien después de desfilar junto a inmensos músicos (Natalie Cole, Frank Sinatra, Gladys Knight, Madonna, Toto mismo... vaya, hasta en "The Wall" de Pink Floyd tocó el buen Joe. Brevísimamente, pero tocó, pues) anda todavía aporreando las percusiones en un track de este disco a sus venerables 88 pirulos. ¡Gloria a Dios en las alturas!, diría Joan Manuel...
Ahora que si tomamos en cuenta lo dicho, hay una contradicción aparente en el nuevo disco de Champlin: es un muestrario amplísimo de los más mellados cánones de lo que se conoce como "rock de la Costa Oeste", esos clásicos perennes del Top 100 que alimentan las listas de los "adultos contemporáneos". Pero están aquí tan finamente trabajados, tan fuertemente concebidos, tan exquisitamente dosificados, que la verdad forman un disco superlativo en su género.
Y en lugar de dar juiciosas explicaciones sobre el sonido de este álbum, se me ocurre que podríamos simplemente pensar. Pensar en Toto por supuesto, en The Doobie Brothers, en Chicago, claro (el Chicago tardío, ya lo dije antes). Pensar en el temprano Journey y un poco también en el Little Feat de los 90. ¡Pensar en Steely Dan, diamante fino! Pensar en Boston, en Foreigner, en Kansas, en Fleetwood Mac, en REO Speedwagon. Y pensar por igual en The Cars y en The Tubes, mucho The Tubes. Pensando y pensando podemos hacernos una idea de lo que se trae Bill Champlin and WunderGround, aunque nada en "Bleeding secrets" se oye exactamente como alguno de los mencionados, y sin embargo todo aquí guarda al menos una evidencia, un rastro, un vestigio de todos esos clásicos, y aún más. Es en pocas palabras, una gran cazuela de capirotada del rock americano de la Cosa Oeste.
Hablando claro: "Bleeding secrets" no se trata, evidentemente, de la máxima obra maestra en la música, pero es un álbum macizo, energético, gustoso. Un disco inoculado con la sabia veterana de los que conocen el camino porque lo han recorrido, pero a la vez tiene un feeling tan desinhibido, un sonido tan fresco, que parece que los tipos se hubieran inventado el rock and roll dos días atrás, y nos lo entregaran, como modernos Prometeos, para nuestro cabal progreso y exclusiva fruición.
0 notes
Text
6.
ES vino a visitar y dijo que olía muerto. Yo le dije que probablemente era otro gato estallado que no he salido a descubrir. La cosa es que del lado izquierdo de la casa esta demasiado tupido y me da pereza tener que ir a desmontar aunque la foto lo valga. Se pelean en el techo y se matan. Ya eso lo había dicho.
Viene ES con una pila de libros y me dice ahí te mandan. Yo no sé por que ES insiste en traerme literatura que “ahí me mandan”. Le dije que si no los quería él y me dicen que no valen la pena. Le digo que se lleve esa mierda entonces.
Que por que no le he mandando las reseñas. Me reclama ES. Le digo que ahora de lo que me ocupo es de ver las peleas de boxeo del aquel ayer y como me encuentro en celibato inducido ya no me dan ni ganas de andar haciendo repasos de polvos conpungidos. Le cuento que ahí esta apareciendo Chico Alternativo pidiendo interacción telefónica haciéndome ejercitar el arte de dejar en visto. ES me dice que me mande a escribir sobre eso.
Yo de lo único que quiero hablar es de G. Golovkin acaba de iniciar su entrenamiento en Big Bear. ES me pregunta que quién es ese. Le digo que solo puede remediar esa ignorancia con comida. Me dice que hay un koreano nuevo en la avenida central. Yo le digo que se ponga serio que a mi nadie me saca hoy de mi cueva y que a lo más que podíamos aspirar era un plato de hierro para llevar del chino a las cinco cuadras. De por si es a mi la que me toca pagar.
Nos vamos en su carro y apesta a Berry Cherry Pacholis. Aquí se montó Gaby. Viene de polvear el cabrón. Escribite vos sobre esta güila que te tiene dando vueltas, le digo mientras le doy vueltas a la manecilla para que baje la ventana. Se le nota que esta vieja lo drena espiritualmente además de abrirle el apetito. Pasamos al chino del minisuper y nos compramos un six cada uno y un paquete de incienso.
Se quedó dormido después de comer. ES come super despacio. Se mandó cuatro cervezas mientras se terminaba el crispy rice y después se hizo un leño. Yo no tenía ganas de quedar tostada. Tengo en lista 3 peleas de Takashi Miura. Ya casi termino con las peleas de GGG y necesito un interés que complemente.
El peso pluma me parece interesante y como viene Berchelt vs Miura ahora el 15 pues me puse a seguirle el rastro. Berchelt tiene lo suyo también pero la verdad no puedo estar en todo.
1 note
·
View note
Text
Pensamiento de cuarentena.
Ultimamente con todo esto del Covid, muchos nos hemos visto obligados “encerrarnos” en las casas para evitar contagio con dicha enfermedad, pero gracias a esto muchos adolescentes (incluyéndome) nos hemos visto muy afectados con el tema, ya que las clases virtuales para muchos serán un problema, nos mantenemos estresados, otros viven con problemas regularmente en los hogares, ya sea violencia familiar o abuso constante, lo único que nos mantenía alejado de todo, era ir al colegio, sonara extraño pero aunque muchos decíamos que teníamos pereza de ir a dicha institución la verdad es que nos sentíamos con algo de paz, y no teníamos que escuchar gritos ni nada por el estilo.Con dicha cuarentena que se sigue llevando acabo muchos adolescentes han entrado en estado de “depresión” algunos mas que otros, ya que muchos venimos con esta enfermedad desde tiempo atrás (si amigos, la depresión es una enfermedad pero no muchos entienden de ello y piensan que eso se va a pasar pronto)A pesar de que a varios de nuestros padres no les interesa en absoluto la salud psicológica o emocional de sus hijos, algunos tantos podrán preocuparse, pero no todos son iguales.En mi caso a mi me mandaron a psicología hace 2 años, y nunca me llevaron a sacar cita con el psicólogo, estoy en “alto riesgo depresivo” pero mi familia no puede ver eso, poder llorar la mayor parte del tiempo y solo me dicen que parezco ridícula, que no llore por nada, pero… ¿Acaso ellos comprenden que no lloro porque yo quiera, que lloro por el hecho de no ser feliz?Admito que yo estos días he estado muy estresada y no con tantos ánimos.En mi casa no puedo estar sola, tranquila un rato sin que alguien me pida cualquier cosa, no puedo estar sola con mis pensamientos para poder reflexionar que todo esto de estar en las casas es por nuestra salud y la de nuestros familiares.Pero a nadie le importa como me siento, yo vivi muchas cosas durante mi vida, no digo que por eso mi vida sea mas importante que la de otras personas, muchos hemos tenido que “crecer” desde muy pequeños, ya sea porque habían constantes peleas en los hogares, la perdida de una madre o un padre y mas.Porque escribo todo esto tal vez se pregunten, para que algunos reflexiones en el “daño” que les podrían estar haciendo a sus hijos pero no se dan cuenta de ello.Conozco varias personas que tienen depresión, unos mas graves que otros, entre nosotros intentamos ayudarnos aunque nuestros “mundos” se estén viniendo abajo, muchos intentamos salir por nuestra propia cuenta de este “agujero” en el que estamos metidos, y con esto del covid, muchos hemos incluso caído mas bajo en dicho “agujero”Si ustedes conocen de alguien que este pasando por momentos asi, intenten ayudarlo, aunque esa persona no quiera de su ayuda, por el hecho de que sentimos que “le estorbamos a todo mundo” y no debemos agobiarlos.Muchos se acuestan tarde por el hecho de que se quedaron llorando la madrugada entera, para sacar esa “lluvia” de emociones que llevamos dentro, y aun así a muchos los levantan temprano solo para que estén despiertos y sin hacer nada, por que a muchas mamas les molesta el hecho de que sus hijos duerman hasta tarde, pero ponte a pensar, ¿Y si se sentía mal? ¿Y si solo quería estar el consigo mismo sin que nadie lo molestara?Ya digo, no para todos esto a sido un problema, muchos están tranquilos y lo llevan bien, otros no mucho.Ya queda a criterio de cada uno que piensa al respecto de este mensaje y que piensan hacer.
0 notes
Text
Audición Thais Astorga (Cierra Ramirez)
¡Hola, Ange! Me alegra saber que finalmente te atreviste a traer una segunda niña al roleplay, seguramente tan hermosa como la primera. Thais ocupa un lugar muy importante dentro de la trama, ya que estamos hablando de nada más y nada menos que la novia de nuestro no tan querido Tyler. Iniciemos con su historia, me parece una niña que por fuera emana perfección y nadie sospecha de todo el tormento de emociones y secretos que en verdad vive dentro de ella. Me entristece saber que creció en un ambiente familiar inestable y que aunque sus padres se hubieran separado y tuviese la oportunidad de invertir tiempo en ambos, no hubiese un lugar fijo al que pudiese llamar hogar. Era normal, considerando el trauma que los gritos de su padre podía provocar en ella. Finalmente escogió a su mamá ante la ausencia paterna, pero me parece un tanto manipulador por parte de su madre lo que le dijo para querer hacerla volver cuando ella regresó con su papá, ya que no tenía idea de lo que en verdad sucedía y eso era el trágico cáncer de su padre. Me quedaron dudas con respecto a ello, ¿falleció su padre? ¿aún sigue luchando en contra del cáncer? sea como sea, es algo difícil para la bella Thais. Finalmente, llegamos al tema de Tyler Blackwood. Me dan ganas de abrazarla y decirle que no es su culpa, que todo estará bien, pero la verdad es que tiene todo el derecho de sentirse así, no solo por el trauma, sino porque a final de cuentas, aunque no hubiese sido ella la real asesina, sigue siendo la razón por la que todo inició. Me pregunto cómo reaccionará ahora que sabe que el amor de su vida dejó embarazada a otra chica de su fraternidad, o cómo responderá a todo el odio que suelen lanzarle al susodicho. Como siempre, escribes hermoso y muero por ver a tu niña por aquí.
¡BIENVENIDA A LAKEWOOD, THAIS! Es un placer para nosotros abrir nuestras puertas para ti durante este nuevo ciclo escolar. Nos entusiasma mucho tu presencia y esperamos que tu estadía entre los zorros de Lakewood se trate de una agradable experiencia. Cuentas con 24 HORAS para enviar la cuenta de tu personaje. De llegar a necesitar más tiempo, ¡no dudes en pedirlo!
INFORMACIÓN OOC
NOMBRE O PSEUDÓNIMO: Ange. EDAD: 8teen, aunque el 18 nineteen, just sayin’. PAÍS Y ZONA HORARIA: Spaaaaain, oléee; CEST (UTC+2:00) en verano according to wikipedia(?? - copia y pego de la otra bc la pereza. NIVEL DE ACTIVIDAD (1 - 10): 8 o así ?? ? CONTRASEÑA: removed.
INFORMACIÓN IC
NOMBRE COMPLETO: Thais Astorga. EDAD: 20 años. CARRERA QUE CURSA: Trabajo Social. ACTIVIDAD EXTRACURRICULAR: Club de lectura. FACECLAIM: Cierra Ramirez. PERSONAJE: Skeleton A. FRATERNIDAD: Kappa Delta Gamma. DESCRIPCIÓN CORTA DE SU PERSONALIDAD: ella, una obra de arte ; encerrada en un museo cuyas puertas habían estado cerradas durante un largo periodo de tiempo. por miedo a los críticos y sus valoraciones, resguardándose en el silencio de la oscuridad, sin faros que alumbren los puntos fuertes de sus tonalidades. no fue hasta hace no mucho que el lienzo pudo ser vislumbrado por ojos curiosos que deseaban sumergirse en lo abstracto y emitir unas valoraciones subjetivas: ¿ acaso no es eso el arte ? ¿ el dejarse sentir ? y es que su obra estaba marcado por un paisaje plano, con pequeños recónditos oscuros donde guardaba sus más íntimos secretos [ aquellos que no se le exponía a todo el mundo pero, los más hábiles, sabían vislumbrar a pesar de la oscuridad ]. por lo general el escenario se tornaba alegre, vivas tonalidades cubriendo el cielo durante el amanecer - de personalidad alegre, de ideas fijas y abrumada por su positivismo -, con una superficie de colores terracota y marrones, con alguna pincelada de gris - la modestia, la impotencia en situaciones difíciles, su bondad y la pureza de su órgano monarca -. pero estos fundamentos carecen de objetividad pues, ¿ quién más puede juzgar una obra con la absoluta verdad que su autora ? MENCIONA DE TRES A CINCO PUNTOS RELEVANTES DE SU VIDA(aclarar anteriormente los trigger warning que pueda contener la audición): tw: violencia de género, tw: audición bíblica ?? ? *u* ia, aménme
las flechas de eros sobrevuelan el azulado cielo con frecuencia, pequeñas estrellas fugaces destacando sobre la bóveda e impregnando el mundo del sentimiento de los poetas. amor ciego, amor apasionado, amor trágico. muchos son los amores que la deidad despliega con sus flechas, que atraviesan los corazones, que hieren y sanan. eros había atravesado con una flecha a la joven pareja, aquella que se uniría en matrimonio y, como simbolismo de su amor, tendrían un retoño. pero, tan pronto como las heridas de su punta subsanaron y la cicatriz menguó con el desinfectante de su constantes discusiones, los efectos divinos se había evaporado con el transcurso de las estaciones y, cuando la pequeña de hebras carbón contempló la caída de las hojas por cuarta vez en el transcurso de su endeble vida, toda promesa que fue efectuada por los efectos del olimpo había sido quebrada, burlada, como si las proezas de los venerados fueran limitadas - con fecha de caducidad, así como la mortalidad con la que habían sido gratificados -. los antiguos amantes habían perdido su facultad de aguantar al otro. los sentimientos puros se habían mudado y, esta vez, su árbol no otorgaría más frutos. no, no podían continuar fingiendo que podían aferrarse al pasado cuando el presente era vivido con tanta intensidad. la materna sospechaba las infidelidades del padre y las sopesaba en silencio, con miedo a preguntar si adonis había repartido su afecto con otras que no fueran afrodita. la sentencia de divorcio otorgó la libertad, les liberó de la cadena que yacía en su dedo. la cabecilla de la familia se quedó con el hogar familiar mientras el patriarca abandonaba su templo y buscaba su refugio en otra religión [ quizás hallase un hogar en el eden cuando el olimpo no parecía habérselo brindado ]. otro país, un nuevo comienzo. sus vidas estaban finalmente desligadas de la otra, con la excepción de un pequeño factor: un factor de ojos grandes y mirada curiosa, de cuatro años y la promesa de ser el recuerdo de un amor marchito. ella, estando en medio, siendo suiza en plena guerra mundial, pasaría seis meses con cada uno de sus progenitores, de acuerdo a los papeles que sellarían de forma definitiva la ruptura del hilo que ligaba a ambos destinos.
los tiempos con su padre era el edom / los tiempos con su madre el inframundo. su padre tenía un nuevo amorío cada medio año, con la llegada de las gaviotas llegaba la promesa de llenar el vacío que había dejado en su dermis la saeta. un nuevo amor que acabaría desatando la ira de los dioses : ¿ le gustaban a su padre las mujeres que abrazaban a la insanidad o era su padre quien las sumía en sus brazos ? gritos, golpes, peleas. su padre nunca levantó la mano, pero las furias sí, desatando toda su ira contra los profanos. thais era demasiado joven para recordar los traumas que asentaban sobre su materia gris, los efectos que provocaban los bramidos en su subconsciente y que dejarían su huella en su desarrollo. su padre la quería, sí; la pequeña lo creía cuando lo decía, pero eso no bastó para prevenirla de tisifone, alecto y megero. los meses que pasó junto a su madre le hacían sentir como un estorbo - a pesar de que su progenitora le mostraba su amor de forma constante y le reiteraba que ella siempre sería su hija -. su madre tenía una nueva familia, unos nuevos niños a los que mimar y un nuevo marido que terminaría de curar sus heridas. historias en la que ella no tenía un papel eran contadas durante las comidas, asentimientos y falsas sonrisas fueron provistos por la morena con su narración mientras se preguntaba cómo teniendo dos casas podía sentir que no tenía hogar. así creció, sin estabilidad familiar y siendo incapaz de mantener amistades debido a su continuo traslado. en silencio, guardando sus pensamiento para ella por miedo de que, al expulsarlos, estos alterarían la imagen de niña perfecta que sin quererlo le habían obligado a enderezar.
pasaron dos años sin recibir noticias de su padre. sin ir a recogerla para que viviese con él durante su custodia, sin llamadas para preguntarle sobre su bienestar. thais creció con la familia de su madre, consiguió forjar amistades con su entorno y empezar a ser la protagonistas de las anécdotas que se compartían durante las cenas. una llamada que ponía: papá. un cáncer borró todo el desprecio que la morena pudiese haber proferido por su progenitor, todos los sentimientos de sentirse no suficiente, de preguntarse qué había mal con ella para no agradar al hombre que había colaborado en su llegada al mundo. la posibilidad de que morfeo acunase para siempre la anatómica de su figura paterna la impulsó a abandonar toda la ira que asolaba a su corazón y retomar sus visitaz. ¿ lo prefieres a él ? ¿ es por eso por lo que ya no vienes ? , palabras profesadas por la materna. thais no sabía como explicar que ahora él la necesitaba, ¿ que clase de persona sería si lo abandonase en su momento de máxima vulnerabilidad ?. miedo a los enfrentamientos llegaba con su elección de universidad, y así fue como huyó de tener que elegir entre ambos y quedarse consigo misma.
la llegada a la universidad, liberada de la presión etérea que se había forjado sobre sus menudos hombros. su vida parecía haber dado un giro de 180 grados: estudiaba lo que le gustaba y había encontrado su hueco dentro de la fraternidad femenina, un lugar donde encajaba sin tener que forzar a la pieza del puzzle a ocupar un sitio que no cumplimentaba con su complexión. pero el destino se veía alterado por los hilos tejido en el yggdrasil, siendo su vida un tapiz ya hilado por las nornas que se resguardaban bajo sus hojas. el siguiente capítulo que asentaría el siguiente capítulo de su tragedia tenía el nombre del favorito del pueblo, el hijo pródigo al que todo el mundo adoraba por su excesivo carisma y su sonrisa de marca de dentífricos: tyler blackwood. ¿ cuántas chicas debían haber caído por esa sonrisa ? ¿ a cuántos ángeles debía haber condenado al infierno con la melodía de sus palabras ? oh, porque todo ángel parece hermoso hasta que cae y, cuando lo hace, le precede la grandeza de un acto tan fuera de este mundo. thais, siendo y mudana y corriente como era, no era inmune al encanto que portaba el muchacho: aquel que te hacía adorarlo con cada carótida que llegaba a su corazón u odiarlo con cada ápice de tu ser. el bombeante órgano que la morena guardaba en su caja torácica había decidido por ella, siendo cada latido el deletreo de una letra que formaba su nombre.
pero lucifer se deshizo de su máscara y no tardó en forjar su infierno terrestre. la astorga tardó en darse cuenta, aún a día de hoy no es consciente la gravedad del estado en el que se había sumido al adoptar el título de “novia de tyler”, aquel que todos usaban para denominarla una vez el compromiso se había hecho formal. este apelativo era susurrado de forma constante en los pasillos, pero ella nunca se molestó en escuchar los susurros, demasiado obnubilada por la falsa fantasía; el falso cuento de hadas que era mancillado por las frecuentes peleas y la manipulación constante del masculino, haciéndola creer que ella era el problema, que la víctima era el victimario. demasiado cegada por la toxicidad de la relación de los jóvenes dioses, demasiado cautivada por los huecos te quiero que susurraba el muchacho tras sus peleas eran los engaños, violencia, arrepentimiento la semántica que se repetía de forma constante en la relación entre ambos, fueron muchas las lágrimas derramadas y muchas las cicatrices marcadas en su materia gris. pero el desate de un último huracán cesaría con la vida del diablo, marcas sobre su dermis se mantuvieron como un recordatorio constante de la pesadilla que tuvo lugar aquella noche. un chico desaparecido, solo las cuatro paredes de la fraternidad femenina conocían los secretos que la parca guarda. la voz de tyler resonando como eco en una conciencia anteriormente impoluta: es tu culpa, es tu culpa, es tu culpa.
0 notes