#la verdadera me anotó una amiga
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sudaca-swag · 7 months ago
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todavía hay gente que cae en la estafa de herbalife mirá si no van a caer en la de votar a la derecha
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a-pair-of-iris · 5 years ago
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Y yo lo dejé, Solo frente al Mar (2)
Martín se va a navegar en un barco mercante, con la idea de juntar dinero durante un año para tener una mejor vida con Manuel al volver. El problema es que no era un barco mercante al que se subió, y también que se demoró más de un año en volver.
Al final quedó con mas partes de las que quería, pero aquí está la continuación. 
Primer Parte: Tumblr  Ao3 
Esta ausencia que duele en el fondo del alma
La gente que sabía la historia de su amor perdido, decía que Manuel llevó la desilusión amorosa con gracia y dignidad. Por eso Manuel supo que su técnica de llorar contra la almohada en su habitación dio buenos resultados.
Supo que el golpe sería duro en cuanto vio aquel grueso paquete esperando por él en la oficina de correos. Sus conocidos quisieron ser positivos por él, y pensar que la magnitud debía significar algo bueno, pero Manuel, que en realidad llevaba preparándose para algo así desde que despidió a Martín en el muelle, supo en cuanto sostuvo el envío que eran sus cartas las que venían envueltas allí.
Les agradeció a los chicos con la voz un tanto quebrada y agua en los ojos, pero caminó fuera del lugar sin crear ningún escándalo. Pensó en hacer algo dramático, como ir a la zona alta de la playa, donde el muelle se alzaba y formaba una considerable colina que luego caía al mar, dejaría que el fuerte viento que se formaba allí se llevara las cartas y sus lágrimas, y tal vez al terminar de leer la despedida de Martín se arrojaría al roquerío o algo similar.
Tuvo que reír al imaginarse toda esa situación.
No, no hizo nada como eso. Solo tomó su paquete y caminó a paso rápido hasta su casa para encerrarse y esconder su desgracia de los demás.
Pero como le comentó su vecina un día, en uno de esos momentos que se hicieron comunes por un par de semanas luego del suceso, en que estaban tan embrutecidos con manzanilla, laurel y otras plantas raras que sacó de la alacena.
- … y mi hermana siempre decía que, “cuando dios cierra una puerta, abre una ventana”, por lo que creo que tienes que buscar esa ventana y distraerte en otras cosas, no sé, ¿Escribir un libro o algo así?
No escribió ningún libro, ya había ayudado a imprimir uno de gran éxito y estaba feliz con eso, pero su “ventana” llegó en la forma de una nueva administración.
Sus amigas con dinero le contaron antes de que sucediera todo. Ya que el pueblo había crecido tanto en el último año, alguien decidió que debía tener su propio cuerpo administrativo, así que desde la capital de la región les asignaron un alcalde entre los hombres cultos del lugar.
- En verdad es familiar de uno de los gobernadores, y no es más astuto que ninguno de nosotros, pero podría ser peor.
El desinterés general por esos asuntos le permitió al nuevo alcalde asumir su puesto sin muchos problemas. Manuel pensó que su conocimiento del tema llegaría hasta ahí hasta que alguien de la alcaldía viniera a pedirles imprimir algún boletín, pero sus amigas adineradas tenían otra idea.
Llegó un día la señora Dolores, con un aire frenético, pero un rostro cubierto de entusiasmo.
- ¡Te he conseguido un trabajo, querido niño!
Manuel solo reaccionó a contestar que ya tenía un trabajo, agitando sus manos llenas de tinta sobre los tipos móviles que se hallaba ordenando.
- ¡Ay, Manuel! ¡Otro trabajo! ¡En la alcaldía!
Así como lo expresó de primeras, a Manuel le dio un pequeño ataque de nervios al imaginarse tomando la responsabilidad de un departamento entero. La señora Dolores pronto lo calmó diciéndole que, lamentablemente, no era algo tan prestigioso. Aún.
- Ayudaras a uno de los nuevos concejales, el pobre hombre ya está enfermo y decrépito, pero es un gran amigo del alcalde y este poco más lo obligó a aceptar el puesto. Mi amada Felicia, que estaba allí, dice que su expresión exacta fue, “Rafael, si me quieren torturar con este puesto, tú también lo sufrirás”, creo que te deja mucho en qué pensar…
Sí, y no parecía nada bueno para él meterse en ese lío, pero agradeció la consideración de su amiga y anotó los datos que iba a necesitar para ir a visitar a su, tal vez, próximo jefe.
Estando ya en su cama y mirando el techo, le habría gustado tener a Martín al lado para conversar sobre esta oferta de trabajo. Pero solo le quedó tratar de imaginarse qué le diría.
- Seguro lo harás bien, eres un chico listo -Concluyó que estaría cerca a lo que el joven le habría dicho un año atrás.
Dejó escapar un pesado suspiro, y decidió que, aunque fuera para darle orgullo al recuerdo de su novio, iría a hablar con el caballero.
Martín extrañaba el libro de Manuel.
No era como si lo hubiera abierto mucho antes de devolvérselo con todas las cartas, pero extrañaba su peso y cómo se lucía junto al resto de sus cosas.
Si era sincero también extrañaba las cartas de Manuel. Había días en que le habría gustado conservar, aunque sea una, para repasar las palabras y sentir el aprecio y cariño que le transmitían, pero eso no habría sido muy honorable de su parte. No es que abandonar a Manuel haya sido muy honorable de partida, pero, aun así.
Se pasó el primer mes arrepintiéndose de todo, y pensando en miles de escenarios en los que actuó de manera distinta y regresó como había dicho que lo haría. Pero no eran más que ensoñaciones.
El segundo mes fue un poco más fácil dejar ir todas sus ideas de lo que habría sido, y comenzar a aceptar la decisión que había tomado como algo definitivo y permanente. Una vez hecho eso, sus días se tornaron más fáciles, no así sus noches. Sus noches seguían restregándole en la cara lo que pudo ser.
Miguel sostenía que era el arrepentimiento puro que de alguna forma estaba reprimiendo.
- ¿Seguro que no quieres regresar? Tal vez aún estás a tiempo de que Manuel te perdone… -Le sugirió un día en que estaban limpiando la cubierta y no habían oídos puestos sobre ellos.
Martín quedó helado al pensarlo, pero pronto sacudió la cabeza y siguió puliendo.
- No, seguro me lanza de vuelta al mar él mismo -Acabó diciendo, casi seguro de que sus palabras eran la verdad- Manuel seguirá con su vida, y yo ya lo hice sufrir bastante.
Miguel observó al rubio con lástima, y algo de enfado, pero más que nada lástima, así que no siguió hablando del tema y continuó trapeando.
Durante la noche, los escenarios en que Manuel lo recibía de vuelta al volver continuaron repitiéndose, pero se convertían en mentiras al despertar.
Manuel diría que aún no llegaba a apreciar su nuevo trabajo, pues todo era muy estresante todavía por la inexperiencia de la mayoría de los participantes, las labores de cada parte no estaban tan claras como se quisiera, y había una increíble cantidad de documentos y registros llegando desde todas partes para analizar. Además, faltaba una más sorprendente cantidad de información que se debía registrar y documentar del pueblo, como la cantidad exacta de residentes, los recursos, los comercios, entradas, salidas y otras varias cosas que al joven le generaban dolor de cabeza el solo pensar en ellas.
Lo que Manuel sí apreciaba enormemente era a su nuevo jefe. El caballero Rafael Burgos era un hombre mayor de menudo aspecto y una frágil salud, pero con una refrescante personalidad. Se quejaba casi tanto como él y gustaba de bromear a costa de sus conocidos, tras sus espaldas y frente a sus caras en igual medida. Al que más disfrutaba fastidiar era a su amigo el alcalde.
- Yo podría estar pasando mis últimos días recluido en mi agradable mansión, con la barriga al sol, haciendo lo que me viniera en gana, ¡Pero en cambio estoy aquí! ¡Sepultado en papeles y burocracia! Todo porque el astuto de mi amigo quiso pecar de ambicioso. Manuel, mi muchacho, marca mis palabras, si este pueblo no se va a pique, será de pura suerte y buena improvisación de nuestra parte.
- ¿Nuestra, señor?
- ¡Claro que sí! ¿Qué sabe el hombre de administración territorial? ¡Nada! Eso sabe, es cosa de que vayas a dar un vistazo por sus terrenos, un total desastre. No, estos primeros meses, seremos tú y yo contra la estupidez. Alguien tiene que asegurarse de que no quemen el lugar. Ahora busca mis lentes, ¡No leo una mierda de esto!
Manuel apretó los labios para no reírse de cómo el caballero alejaba y acercaba los reportes en su escritorio. Rápidamente le llevó sus lentes de lectura, oyendo cada instante de sus coloridas quejas hacia su amigo, los burócratas y la vejez. Sobre todo, la vejez.  
Contaban con tan parecida percepción de las cosas, que Manuel no tardó mucho en darle su lealtad. Esta se manifestaba en seguirle el juego cuando fingía una descompensación en mitad de una reunión para escapar de ella, y en cuidar de él cuando estas eran verdaderas. Se encontraban en medio de una de las segundas ocasiones, cuando el caballero comenzó a hablarle de su hijo. Al parecer, el joven Burgos había sido un excelente y muy prometedor muchacho antes de perderse trágicamente en el mar.
- Mi salud ya estaba decayendo antes de que mi muchacho se fuera, fue por lo mismo que lo envié a visitar las tierras exóticas y llenas de bichos con los que estaba tan obsesionado, debía disfrutar un poco antes de amarrarse al lecho de un viejo enfermo…
Frente a su repentino silencio, Manuel levantó su mirada de las hierbas para el ungüento contra la congestión que su vecina le enseñó a preparar, y se encontró con Don Rafael con los ojos un tanto brillosos, mirando a través de la ventana a un lado de su cama, directo al mar que podían apreciar a la distancia.
- No se suponía que aquel viaje se lo llevara antes que a mí… -La culpa desbordaba sus palabras y le comprimía el pecho, tanto que lo envió a una nueva crisis de tos. Manuel estuvo a su lado al segundo después, frotando su espalda y entregándole un vaso de té de menta en cuanto se calmó. Terminó rápidamente su preparación para esparcirla sobre el pecho del caballero, esperando que hiciera las maravillas que su vecina le había prometido.
- Incluso me recuerdas un poco a él, los dos tendrían la misma edad, y comparten el mismo buen corazón -Don Rafael respiró hondo, relajándose gracias a las hierbas en su pecho- Aunque solo eso, y en parte es un alivio, mi niño era demasiado ingenuo a ratos, es interesante encontrar un zorro astuto tan joven.
Manuel fue hacia el estante con libros en una esquina del cuarto para que el caballero no viera su sonrojo y sonrisa de orgullo.
- Es una pena que no hayas llegado a nosotros un año atrás, se habría enamorado de ti y te habrías quedado con su dinero sin problemas.
Manuel estalló en un ataque de risa que acabó contagiando a su jefe. Por suerte su propia diversión y dolor de estómago evitó que Don Rafael notara que sus carcajadas no eran del todo por diversión, y que las lágrimas que derramó tampoco eran tan alegres.
Otro amor perdido en el mar. Aunque se preguntaba cual de los dos escenarios sería el más doloroso. Tal vez no sufriría tanto si su relación se hubiera terminado porque su pareja no podía seguir amándolo estando muerto, en vez de haber decidido seguir viviendo lejos de él.
Cuando Don Rafael pudo quedarse dormido finalmente, Manuel se encontró con unas inmensas ganas de escribir sus cuestionamientos, así que, en vez de dirigirse al cuarto de huéspedes del que poco a poco iba adueñándose, se dirigió al cuarto donde instalaron su pequeña oficina. Apartó algo de papel y preparó un poco de tinta, y comenzó a llenar la hoja con sus palabras llenas de dolor, ira y cuestionamientos incisivos para cierto rubio que había tenido guardadas muy dentro hasta entonces. Escribió por una hora completa, y cuando se vio rodeado de papeles y una vela a mitad de acabarse se percató que su pecho se sentía más ligero y su mente mucho más calmada.
Mucho de lo que escribió apenas sonaba coherente cuando reviso su trabajo después de acabar, había varios párrafos completamente tachados y llenos de manchas, pero no dejaban de entregarle una grata satisfacción. Al acabar de repasar todo, consiguió un poco más de papel y, con sus ideas mejor ordenadas, escribió una carta hablándole al rubio.
Cuando los chicos del correo lo vieron llegar con una nueva carta no sabían si sentirse felices o angustiados, pero aceptaron el correo y con suavidad le preguntaron a qué puerto quería que la enviaran.
Manuel se encogió de hombros, pero dijo con una ligera sonrisa.
- Me da igual.
Miguel estaba actuando más extraño de lo normal. Parecía un animal enjaulado, mirando hacia el horizonte azul con una desesperación que nunca antes le había visto. Martín comenzó a ansiar su llegada a puerto tanto como su amigo parecía quererlo, solo para que dejara de mirar las paredes del barco como si estuviera dispuesto a atravesarlas y lanzarse al mar. Pero quedó aún más confundido cuando al arribar a su próximo destino, la energía errática del moreno solo aumentó.
- ¿Qué tenés? Decime ya, no puedo seguir soportándote más así, ¿Qué te pasa?
Miguel se sobresaltó al darse cuenta que le hablaba, y terminó un tanto tenso al oír de nuevo las preguntas del rubio.
- ¿Tú de qué hablas? A mi no me pasa nada, eres tú quien ha estado raro desde que saboteaste tu relación con Manuel, ¿No quieres que hablemos de tus sentimientos?
A Martín no le dio mucho gusto que sacara a flote el tema nuevamente, y le compartió un par de palabras no muy amistosas. Tiempo después, cuando su amigo hábilmente se escapó de su lado en cuanto comenzaron a desembarcar la mercancía en el puerto, se dio cuenta de que Miguel había conseguido cambiar el tema tan eficazmente que nunca tuvo que responderle. Fue a buscarlo de inmediato, por las tiendas de chucherías o donde los olores de la comida eran más fuertes, pero no consiguió dar con él hasta bien entrada la tarde, y ni siquiera lo hizo a propósito.
Sus compañeros lo llevaron a una de las tantas posadas de aquel puerto, donde ya habían pasado un par de veces en sus otros viajes. La comida no era nada del otro mundo, pero al menos el licor era decente, decían, y el precio era el adecuado para guardarse un par de monedas extras. A Martín eso ya no le importaba tanto, siendo que sus planes en tierra habían sido borrados por su propia mano. Pero agradecía el licor, para aguar un poco esos deprimentes pensamientos, que Miguel no estaba errado en señalar que existieran.
Fue al acercarse a los barriles de ron que notó a Miguel, dispuesto sugerentemente sobre el mesón donde preparaban la comida, hablando muy entusiasmado con otro hombre. No lo estaba convenciendo para que le diera la parte buena del asado, porque allí toda la comida estaba por debajo de la preferencia de Miguel. Por eso le sorprendía mucho encontrárselo allí, de todos los lugares.
Curioso, pensó en acercarse, pero observándolos un poco más noto que su amigo parecía muy, muy interesado, todo su cuerpo lo decía, y el otro tipo parecía corresponderle el interés. Era una imagen peculiar, porque Miguel coqueteaba y miraba bastante, pero nunca parecía tan enfocado como ahora, toda su atención estaba sobre ese hombre.
Tenía que averiguar más y como suponía, por su comportamiento reciente, que su amigo no iba a cooperar con la información que deseaba, se dispuso a chismear.
- Ni idea quien es, pero se nota que quiere meterse en sus pantalones -Le comentaron sus compañeros, siendo tan inútiles como siempre, pero sirvió para que otras personas de la posada lo escucharan, y con gusto le hablaron un rato.
- Hace un año lo encontraron…
- Más bien creo que fueron dos años…
- … hace casi dos años lo encontraron, medio muerto en la playa.
- Un naufragio, trágica noticia, no sobrevivió nadie…
- Estaban arreglando dónde enterrarlo cuando despertó…
- Ya estaba despierto, oh bueno, agonizante, pero todos decían que moriría.
- Pera ya está bien.
- Si no contamos lo de su cabeza…
- Oh sí, quedó mal de la cabeza el pobre chico… -Martín iba a correr donde Miguel a alejarlo del loquito, pero antes de que pudiera moverse, su nueva compañía siguió hablando- Pero solo su memoria quedó mal eso sí.
- El pobre no podía recordar ni su nombre.
- Pero ahora está mejor.
- Claro que no se acuerda de muchas cosas, pero a Roberta le dio pena y ya tiene trabajo en la posada.
- Yo digo que fue un noble, pero su familia debió ahogarse en el mal.
- De cierta forma, es bueno que no lo recuerde.
- Pobrecito.
Martín estaba intrigado; un naufragio, un único sobreviviente sin memoria, qué tragedia, qué drama. A Manuel le encantaría.
Antes de que pudiera deprimirse nuevamente por pensar en el chico, sintió una mano posarse en su hombro, y la voz de Miguel a su espalda que lo hizo saltar. Se volteo con un rostro algo culpable, y sintió a las personas sentadas a su lado cerrar la boca y alejarse de inmediato.
Miguel tenía una media sonrisa en la boca, y sus ojos le decían que sabía exactamente lo que estuvo haciendo todo ese tiempo.
- Ya que terminaste de cotillear con tus nuevos amigos, quería presentarte a alguien.
Solo entonces el rubio notó que Miguel no había ido solo a su encuentro, y el hombre del que se pasó media tarde hablando estaba a un lado de su amigo con una sonrisa nerviosa.
- ¡Hola! -Martín sintió su cara arder por la vergüenza, pero se acomodó en el asiento y le extendió la mano al muchacho- Soy Martín, el mejor amigo de Miguel.
El joven aceptó su apretón de manos, y su sonrisa se tornó más relajada.
- Un gusto, soy Francisco.
Alguien más supersticioso, como su vecina, podría echarle la culpa a Manuel de arruinar la buena racha del pueblo con su inofensivo comentario ante los festejos de todos sobre el aumento del comercio en el puerto y la continua llegada de más pobladores.
Don Rafael vio al instante su mueca pensativa en medio de la reunión en la alcaldía.
- Esa cara la conozco, pero por una vez no la entiendo, si solo son buenas y más buenas noticias las que estamos discutiendo.
Manuel sacudió la cabeza, e intentó quitar la “cara” que había preocupado a su jefe, aunque no supiera a ciencia cierta cuál de todas era.
- Solo me preocupa tanta gente junta, se nos podría salir de las manos pronto.
Y mientras él se refería más que nada a la cantidad de nuevas carretas que iban a estar acaparando el centro del pueblo, debieron esperar que la mayor cantidad de gente afectaría de otras maneras. Por su descuido, no se dieron cuenta cuando entró al pueblo la enfermedad que se extendía en ciudades más grandes. Tal vez la trajeron los barcos mercantes que se aparecían en mayor cantidad y desde más lejos, o tal vez entró por tierra junto a alguno de los nuevos vecinos. Como fuera, estaba causando estragos, ya que no había doctores suficientes en el pueblo, y aunque sus amigas adineradas se las arreglaron para adecuar la nueva escuelita para atender a los enfermos con menos dinero, también servía como foco de contagio para los descuidados que se acercaban a mirar.
Manuel tuvo una larga discusión con Don Rafael quien, al enterarse de sus intenciones de ir a ayudarlas, trató de prohibírselo.
- ¡Ya perdí un hijo! ¡No voy a perder a otro!
Aunque sus palabras lo emocionaron bastante, tuvo que negarse a seguir sus órdenes, siendo que ya había dado su palabra de ir a apoyar a las colapsadas mujeres. Además, había logrado convencer a su vecina de que fuera a la improvisada enfermería a ayudar en la preparación de los ungüentos, pero esta había sido muy clara que sin él acompañándola no entraba a ninguna parte. Luego de oír sus argumentos, Don Rafael le dio la razón, pero quiso ir con él, otra cosa que no podía permitir, teniendo en cuenta su frágil salud.
- Me he alimentado bien, y tanto ir y venir llevando papeles y las medicinas le ha hecho bien a mi resistencia, estaré bien.
Dejó a los sirvientes con claras órdenes de no dejarlo salir por ningún motivo, y con las indicaciones que sus amigas le habían compartido de cubrirse la nariz y boca y cerrar todas las ventanas que tenían dirección al centro del pueblo.
En la escuelita las cosas no se veían bien cuando llegó con su vecina, a sus amigas se habían sumado algunas mujeres del pueblo que aún se mantenían saludables y con ganas de ayudar. Los hombres que decidieron sumarse se encargaban de las tareas pesadas, como acarrear los baldes de agua desde el pozo principal a la escuela, cargar a los enfermos que lo necesitaran y otras cosas por el estilo. Manuel no fue con ellos solo porque prefirió quedarse cerca de sus amigas.
- Eres un tonto por quedarte aquí adentro, pero vaya que me alegra que estés aquí -Le comentó la Señora Felicia, dándole un fuerte abrazo, pero pronto tuvo que ir a ayudar a su esposa Dolores con uno de los pacientes que comenzaba a ahogarse.
- ¡Trae esos paños! ¡Y toma un poco del agua caliente en el fogón!
Manuel apretó un poco más el pañuelo que tenía cubriendo la parte inferior de su cara, y fue corriendo a hacer lo que le ordenaban.
A pesar de sus esfuerzos, la situación solo parecía empeorar, con los hombres llegando con noticias de más enfermos en el pueblo a cada hora.
- Este lugar ya está colmado -Le comentó su vecina, cuando se encontraron atendiendo a la misma mujer, ayudándola a botar la sustancia viscosa que salía de sus pulmones en un barril- Sería el momento de llevar a los otros a un nuevo lugar.
- El único lugar cercano disponible es la biblioteca, pero las señoras quieren evitar tener que quemar los libros cuando esto se acabe.
- ¡No hablo de aquí cerca! -Exclamó su vecina, tornándose algo tensa cuando la mujer comenzó a carraspear de una manera horrible. Pronto comenzó a colapsar, y necesitaron voltear toda su atención en ella cuando empezó a temblar con todo su cuerpo y perdió la capacidad de sostenerse a sí misma.
Fue un tiempo después cuando pudieron volver a hablar, luego de entregar el cuerpo de la mujer a uno de los hombres que estaba ayudando para que la llevara junto a los otros muertos.
- Hay otras cinco familias que quieren traer a su gente aquí, no saben cómo atenderlos en sus casas -Les comunicó uno de los jóvenes que estaba ayudando a través de la puerta.
- Ya no hay espacio, y apenas sabemos cómo atenderlos aquí -Le respondió Manuel, cuando notó que ninguna de sus amigas sabía cómo contestar a eso.
- Seguir trayendo a los enfermos al centro del pueblo solo va a seguir extendiendo la enfermedad -Declaró su vecina con un rostro bastante enfadado, o al menos eso le pareció por lo que alcanzaba a ver de su cara debajo del pañuelo.
- Sería lo mejor, pero no hay lugar dónde hacerlo por las afueras.
Ninguna tenía espacio disponible en sus terrenos, y no querían arriesgar a sus familias y personal entregando sus propias casas.
Y al igual que un ángel, apareció otro de sus amigos como un milagro. Su amigo y socio en el trabajo del libro de poemas llegó un tiempo después a golpear las puertas de la escuela.
En verdad, se encontró con los otros hombres que servían de guardias alrededor del edificio, tanto para impedir que la gente curiosa se siguiera acercando como para contener a los familiares desesperados apostados en las afueras. Luego de hablar apresuradamente con uno de ellos, se le permitió entrar cuando se hubo cubierto la boca y nariz con el mismo pañuelo que traía alrededor del cuello. También se le señaló que no tocara a nadie, pero esa precaución se esfumó de su cabeza en cuanto divisó a Manuel.
- ¡Manu! ¡Hombre, sabía que estarías metido aquí! -Gritó antes de darle un fuerte abrazo y una palmada en la espalda. Manuel decidió ignorar la aparente realidad de que se había vuelto predecible, y guio la conversación a temas más importantes.
- ¿Y tú qué haces aquí? -Le parecía fascinante cómo todos sus buenos amigos comenzaban a concentrarse en aquel lugar, después de todo, la señora de las verduras había estado trayendo comida para la gente en la escuela con otro grupo de personas durante todos esos días. Aunque concluyó que se debía al hecho de que se había rodeado de buenas personas.
- Mi ama de llaves me ha estado llevando noticias de su buen trabajo, pero que el lugar se estaba tornando estrecho -El hombre paseó su mirada por toda la habitación, formando una mueca con su boca, que Manuel no pudo ver por el pañuelo cubriendo su cara- Y estando aquí, lo veo claramente.
Obviamente, no había ido solo a saludar, así que pronto le contó a Manuel y a sus amigas que tenía un espacio donde llevar a los nuevos y antiguos enfermos.
- Iba a regalarle una casa de verano a mi madre y hermanos separada de la mía, metida en los cerros porque no le gusta estar a orillas del mar. Aún no está terminada, pero el edificio principal ya es firme, y lo suficientemente alejado para no contagiar a los vecinos.
- ¡Perfecto! -Gritó su vecina.
Las cosas no fueron tan fáciles después de eso aún con su generosa oferta, necesitaron convencer a muchos vecinos de aportar sus carretas y carruajes para trasladar a los enfermos, y los hombres tuvieron que organizar varios turnos para llevar los implementos, y seguir llevando el agua suficiente desde los pozos cercanos y el río. Pero luego de tres días, el nuevo lugar estaba habilitado con literas y todas las mesas de madera que pudieron conseguir, más voluntarias y nuevos voluntarios encargándose de los pacientes, y el apoyo de los pocos doctores presentes en el pueblo, a los que el alcalde terminó ordenándoles ayudar, luego de que una de sus amigas, junto a Don Rafael, fueran a jalarlo de las orejas.
Fueron aún más duras luego de que una de sus amigas adineras también resultara contagiada.
- ¡Le dije que se estaba viendo muy pálida! ¡La tonta no quiso escucharme! -Lloraba doña Dolores mientras Manuel la ayudaba a limpiar con paños a un chico de unos catorce años.
- Entonces hay que tomarnos tiempo para descansar, o nosotros terminaremos igual -Manuel sabía que no estaba comiendo tan bien como debería, pero no lo había considerado importante hasta que se enteraron de la condición de doña Marta.
- Será mejor que lo hablemos con todas, necesitamos turnos como los hombres -Añadió doña Cecilia cuando platicaron de eso de pasada al toparse caminando de un pasillo a otro. Gracias al mayor espacio fueron capaces de separar a los enfermos por nivel de cuidados y gravedad, pero ahora debían moverse de un lado a otro buscándose entre sí si no estaban en el mismo sector.
- Tal vez eso ayude a recuperar voluntarias, muchas se asustaron luego de saber lo de doña Marta -Su vecina molía hierbas rápidamente en un mortero cuando le hizo notar aquello. En ese momento Manuel comprendió porqué le estuvo faltando tanta gente todo el día.
- Iré a hablar con las personas en la plaza, hay muchas familias que tienen a sus enfermos aquí, y podrían estar ayudando allí dentro -La señora de las verduras puso una mano en su hombro para animarlo, y le separó un plátano antes de entregar el resto de la comida que traía en su carreta.
- Pero solo los que estén saludables, no servirá de nada que solo vengan a enfermarse -Le indicó doña Felicia, recibiendo el resto de las verduras.
La gente siguió enfermándose, pero en una menor cantidad, por lo que sirvió salir del centro del pueblo, y lograron descubrir cómo combatir en cierto grado la enfermedad, sacando a mucha gente de peligro, pero no fue suficiente para doña Marta y los enfermos más graves. Manuel y sus amigas no tuvieron tiempo para llorar su partida apropiadamente, pero una vez la enfermedad comenzó a menguar y los pacientes que quedaban iban directo a una total recuperación, pudieron hacer algo digno de su compañera.
El alcalde dio un discurso en la plaza central cuando la crisis se dio por acabada, dando su pésame correspondiente, y alabando el compromiso y compasión de toda la gente que ayudó en el improvisado hospital, y también habló cuando se instaló la placa conmemorativa frente a la biblioteca en honor a doña Marta.
Manuel quemó la ropa que había estado usando al atender a los enfermos en cuanto las cosas se calmaron, y esperó unos días antes de volver a la casa de Don Rafael por miedo a contagiarle algo al hombre cuando lo peor recién había acabado.
Aprovechó esos días solo en su casa para derrumbarse un poco, y llorar todo lo que no pudo llorar mientras veía a la gente sufrir y morir bajo su cuidado. Lloró bastante por doña Marta y sus amigas, lloró en agradecimiento por su amigo de los poemas, la señora de las verduras y su vecina. Y lloró su buen tanto solo porque Martín seguía sin estar allí.
- ¡Maldito imbécil! -Gritó desde el suelo, en medio de su habitación y con las manos en su cabeza- ¡Estúpido mentiroso! ¡Cobarde mal nacido!
Le escribió una carta cuando estuvo más calmado, pero no tanto. Esperaba que esa fuera una carta que nunca recibiera, porque anotó algunas cosas que jamás le desearía de verdad a pesar de estar tan dolido con él.
- Una parte de mí agradece que no estuvieras aquí -Confesó la noche siguiente al haber enviado la carta, moviendo entre sus dedos el anillo de hueso que tanta alegría le trajo en su momento- Si te hubiera pasado algo me habría muerto contigo -Susurró encima del objeto, el cual escondió inmediatamente como un niño culpable cuando Don Rafael fue a verlo a su habitación para hablar.
Al menos aún quedaba un hombre en su vida preocupado por su bienestar emocional.
Tercera parte coming soon…
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