#la certeza de haber escrito en el agua
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Dos o tres experiencias de vacío
I sabemos (creemos saber) que
hay un tablero
piezas
casillas claras y oscuras
sabemos (entrevemos) que
otros
juegan con nosotros
pero
qué pieza se ha movido
quién la ha movido
cómo se ha movido
y a fin de cuentas
qué sabemos
de las
reglas del juego
dentro de este cuarto
donde
el día es una
mecha humeante
.
2 me das (te doy) la mano
toda la mano
sólo
la mano
.
3 todo el sedoso aire
removido
por el relampagueante
colibrí
cornucopia vaciándose
sobre la cálida
huerta del aire
uvas tiernamente oscuras
violetas oprimidas
en la secreta
mano
del verano
y la distraída mariposa
y la rosa en alto
y yo solo y tú sola
y yo solo y tú sola
y yo solo y tú sola
en este
transparente
recodo del día
y
la certeza
de haber escrito en el agua
.
4 las blancas paredes de la casa
los blancos huesos bajo tierra
la blanca soledad
del mar del cielo
la blanca mariposa
del sueño
sumidas
en el trazo
negro de la tinta
extendidas
hasta alcanzar su negra orilla
.
5 la tarde pestañea
blandamente
en las persianas
vaga su luz
su vaho tibio
por entre las cosas
sumarias y
bien puestas
da vueltas
en torno
al sagitario
vaso de retamas
que en cierto modo
concluye
el latido natural
de la pieza
donde escribo
una resaca silenciosa
se va
arrastrando mis palabras
y sé
que es noche
_ Javier Sologuren, incluido en Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000) . Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, 2002, selecc. de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, Blanca Varela y José Ángel Valente.
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Toji Fushiguro el hombre capaz de bajar la mirada y verte sólo como un conjunto de vísceras y cadaver que sigue respirando. Que te ataque como un perro rabioso porque eres refresco y él le teme al agua.
Ángel grande; el amor de su c’est la vie. Espera salir con vida pero sale igual que entró y además en setiembre, con pelo largo y aún más cicatrices en los músculos de petroleo y cal.
Porque ¿quién ama a los humanos? Por qué alguien puede confundir su broma y su círculo exponencial. Te llena de hambre. Le dejas comida y tú te comes lo podrido. Le ves comer y se te llena el estómago de una forma gustada. Ver los dibujos de un ser misterioso y pensar “de seguro le gusta”, “él es así, pero no lo sabe”.
porque Toji está enrabietado y le sale espuma cítrica por la boca. Y por eso sería capaz de besar. Mimetízalo. Sigue haciéndolo. Sigue cerrado. Sigue con apetito sexual y moldeándose a su metamorfosis desnuda. Esta es una razón de ser. Devorar un pas de deux. Él es un man-eater-soul-crusher.
no quiere afecto —no es él quien lo necesita, si no tú—. Su perro ladra, su cuerpo burbujea, estalla y se consume por su cuenta.
#toji fushiguro#jjk#escrito#dark aesthetic#escribir#escritores#la certeza de haber escrito en el agua#rabies
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La cura de la tristeza.
Recuerdo haber escrito en uno de mis tantos textos, justo antes de que nuestros caminos se dividiesen, una frase que decía algo como “La cura de la tristeza sencillamente es la alegría, sin embargo nada puede llenar los vacíos que te están dejando”.
Ahora comprendo lo que afligido escribí aquella vez, pues aunque me divierta, aunque camine sonriente e intente mantenerme bien, durante todo el día me siento mal.
Alguna vez Dante Alighieri citó la siguiente frase “No hay mayor dolor que recordar tiempos felices desde la miseria” y creo comprender a lo que se refería justo cuando mi vista se pierde y comienzo a recordar aquellos días, cuando mis ojos lagrimean y un nudo se hace presente en mi garganta, cuando no me queda más remedio que limpiar mis ojos, tomar un vaso de agua y continuar fingiendo que todo está bien, justo allí creo comprender.
Y realmente odio cuando me dicen “Tranquilo, todo mejorará”, porque sé que no es verdad, sin mencionar el hecho de que me genera un gran conflicto aquel desconcierto que se crea dentro de mi cabeza cuando intentan llenarme de vagas esperanzas aún cuando tengo la total certeza de que todo saldrá mal.
Duele saber que no tengo muchos vacíos en mi alma, duele saber que tengo un poco de alma en mis vacíos.
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Puntos de encuentro.
- ¿Me puedes explicar por el amor de Dios qué es lo que pasa?
Me miró tranquilo, con una sonrisa torcida y breve, de esas que duran apenas un segundo seguidas de seriedad.
- Sí chaparrita ¿Qué quieres que te explique?
- TODO.
Son muchos escenarios en los que hubiera imaginado estos diálogos si alguien me hubiera dicho que serían con Eduardo Madrid. Miles de escenarios tal vez, empezando por el hecho de iniciar el diálogo con una pregunta, una cara indignada y que es mi ex novio.
El propósito de este relato es describir a un personaje que ha tenido un papel en mi vida digno de mucha curiosidad, vaya, si mi vida fuera una serie, podría decir que Lalo tuvo un papel importante por allá de la primera o segunda temporada y después desapareció para volver a aparecer MUCHOS episodios después de la manera más inesperada en el mundo con una CERO probabilidad en mis sospechas, es más, si mi vida fuera una serie, él sería de esos personajes que aparecen poco, pero cuando aparecen realmente APARECEN, desquitan cada segundo en pantalla, hacen que cuente; si se buscaran actores sería de los castings más cuidadosos y competidos. Ahora voy a explicar por qué.
Eduardo Madrid fue mi primer amor, nos conocimos cuando ambos estábamos en secundaria, yo en primero y él en tercero, misma generación y mismo salón de clases que mi hermana. Al mismo tiempo que era difícil conocerme a mí, era muy fácil conocerlo a él, sobre todo cuando las adolescentes que recién ingresan a secundaria no pueden evitar el mar de hormonas que les arrastran los ojos hacia los tipos más grandes, esto se potencializa unas 10 veces mas cuando eres de escuela de monjas, dicen por ahí que son las peores ¿Será? Te hablan de catequesis y pareciera que te ordenaran fantasear con agarrarte a los de prepa. Pero bueno, realmente conocí a Lalo porque fue novio de una de mis mejores amigas en ese entonces; y cuando eso pasa, la persona en cuestión tiene un pase directo que dice con letras grandes “ALL ACCESS” al grupo de amigos. Me costaba aceptar que tenía un crush con él, pero era guapo, atlético, popular y se reía de mis pendejadas… ¿Qué más podía pedir? Recuerdo una vez que organizábamos una salida a la feria y le pregunté a mi amiga:
- ¿Vas hoy en la noche a la feria?
- ¡Obvio!
- ¿Vas con Lalo?
- Mmmhh no, creo que él no puede.
- ¿Por qué? ¡Ay! No seas así, insístele que vaya.
- ¿Por?
- Pues nada más, para que estemos todos.
- ¿Te gusta verdad?
- ¿¡Khá!?
- ¡Ah buuuurro!* ¡¡Te gusta Eduardoooo!!
*Expresión Chiapaneca que denota sorpresa y/o exclamación.
¿Me gustaba Lalo? Ahí me lo pregunté, y por supuesto que sí, solo que, en ese entonces, había vivido toda mi larga vida (13 años) acostumbrándome a que mis amores platónicos anduvieran con mis amigas; yo era la típica “Amiga buena onda” “¡Ay! Lulú qué bien me cae” el payaso del salón, quien dice una tontería y se mueren de la risa, pero vaya que no era “girlfriend material” la verdad es que viví friendzoneada hasta por ahí de… la universidad.
Lalo le puso un STOP a mi mala suerte, pues años más tarde, cuando ya era yo quien estudiaba la preparatoria me reencontré con él por medio de amigos en común (¡Ay! Lo olvidaba… Pueblo chico) y la risa era lo que sobraba, me gustaba que siempre olía rico, que platicábamos sin un final y nos reíamos de las mismas estupideces, esa especie de mutuo bullying que existe entre dos chavitos que a los 4 vientos se están coqueteando, pero que yo estaba acostumbrada a no dejar que me esperanzara, por aquello de vivir en la friend zone. Recuerdo bien los detalles, mis hermanos y yo nos turnábamos la computadora para usar el internet, ese que ocupaba el teléfono y que al levantar la bocina te zumbaba en el oído como la turbina de un avión; y ahí estaba yo, gastando cada minuto esperanzada por platicar con Lalo hasta que se presentaba ante mis ojos la leyenda que hacía temblar el suelo de cualquier adolescente de los dosmiles: “EL AMOR DE TU VIDA acaba de iniciar sesión” ¡Bendito MSN! Y… ¡Maldita sea! Me quedan 15 minutos porque a las 8 ya es el turno de mi hermano y cómo chinga el cabrón, no pasaban 5 minutos sin que ya estuviera atrás de mí respirándome en los hombros, ok, 15 minutos, ¡Make it count! Salimos muchas veces en bola, hasta que un día se alinearon los planetas a mi favor y llamó a mi casa para invitarme al cine sólo a mí, a esa edad hay oportunidades que pueden parecer tontas pero dictan de cierta forma tu comportamiento y el rumbo de tu vida dependiendo la opción que tomes, en esta ocasión, tomando en cuenta que tenía 15, mis papás no me dejaban tener novio y mucho menos salir ni estar sola con un wey, mi hermana detestaba a Lalo porque fueron en el mismo salón y lo tiene en un concepto de mamón, superficial y arrogante, mi hermano ni se mete pero de todo me acusa con mamá, veo dos caminos qué tomar:
Opción #1 – Pido permiso diciendo la verdad y nada más que la verdad. Mis papás no me dejan ir porque no estoy en edad de andar noviando. Le digo a Lalo que no me dejaron. Me dice que está ok pero en el fondo piensa que soy una ridícula. No me vuelve a llamar. Pasa lo mismo con todas las personas que insinúen invitarme a salir. Me llaman La Monja. Me gradúo de la universidad sin haber besado a nadie en mi vida. Soy la loser a quien siempre le dicen frases como “tienes muchas cualidades”. Celibato y austeridad emocional de por vida. Muero sola y amargada en Tuxtla echándole la culpa de mis problemas a mis papás.
Opción #2 – Mentirles a mis papás y decirles que voy con toda la bola de amigos, inventar los nombres. Así de fácil. Y… que sea lo que Dios quiera.
¿Qué decidí? ¡OPCIÓN 2! Obviamente.
¿Sabes qué película fuimos a ver en nuestra primera cita? La Pasión de Cristo, la de Mel Gibson, hazme el puto favor, era la primera vez que salía con alguien en plan DATE y vimos una película clasificación C en donde no dejan de torturar a Jesucristo con clavos y golpes con tablas hasta que la carne viva y los huesos quedan expuestos y no logras distinguir entre los gritos y el dolor; había gente que se salía de la sala con cara de impresión y asco. Sí, sobreviví a mi primera cita con Lalo.
Él y yo platicando sobre nuestros sueños es algo que llevo en mi mente como una fotografía. Hoy le puedo contar a todo el mundo mis planes, lo que me gustaría, pero a los 15 años de vida, cuando tu mundo entero es casa-escuela-casa y no sabes pinches NADA de la vida, las cosas son muy diferentes, es como si estuvieras en la casilla 1 del Monopoly jugando por primera vez sin saber que te espera un juego de 80-90 años (Esperanza de vida del ser humano y también eso dura el Monopoly, como 80 años) Lalo fue la primera persona a quien le conté los sueños que tenía, él estudiaba el propedéutico de medicina y soñaba con irse a la capital del país a estudiar en la militar, yo estudiaba la prepa y le confesé antes que a nadie e incluso que a mis propios padres que la neta la neta yo lo que quería era ser cantante, ¡Sí!, cantar todo el reverendo día desde que abriera los ojos hasta que me fuera a acostar, y vivir de eso haciendo eso, no sé cómo. En ese entonces estaba aprendiendo a tocar la guitarra, me sabía cuando menos 3 canciones, todas de Shakira, pero después de salir varias veces con Lalo y ser testigo de cómo su mirada se encontraba con la mía, cómo nos reíamos y los dos buscábamos cualquier pretexto u oportunidad para empujarnos o tocarnos la mano, cómo el tiempo se hacía pequeñito cuando él aparecía en la escena, cómo apenas llegando a casa ya ansiaba desesperada nuestro próximo encuentro… después de todo eso, una semilla en mis adentros brotó por primera vez: La Inspiración. Fue así cuando tocando la guitarra una tarde en mi cuarto e intentando sacar una canción que me gustaba, empecé a tararear una melodía nueva encima de aquellos 4 acordes, “di algo” -me susurró esa voz interna, que cree dar consejos expertos- y empecé a jugar con las palabras dentro de la melodía hasta que después de un tiempo -que no sé cuánto fue- había escrito mi primera canción, SÍ, fue por Lalo que empecé a escribir canciones; y esa magia, esa sensación que despide la canción nueva escrita como pan recién horneado no tardó en volverse adictiva para mis sentidos, me aferré más que nunca a la guitarra, a la música, a las hojas en blanco que me esperaban ansiosas por recibir la tinta de mis historias como mar en el que desemboca un río. Lo que sucedió realmente es que encontré en la composición la manera de decir lo que sentía sin miedo a ser juzgada o rechazada, cualquier cosa es “Sólo una canción” ¿no?, que… ¿Por qué escribiste eso?... Es sólo una canción, ¿Qué quieres decir con eso?... ¡Nada! Ay por Dios, es una canción. Realmente vivía con miedo al rechazo, no olvidemos que los amores de mi vida se convertían en novios de mis amigas. Por eso mejor ni abría la boca. Escribiendo canciones encontré esa libertad de expresión que me salió como una verborrea desesperada, pareciera que alguien le había quitado una piedrita atorada a la llave del agua y ésta comenzó a salir con una presión jamás antes vista. Alguna vez fuimos a un evento en la escuela en donde ambos estudiamos la secundaria y nos quedamos sentados en el pasto platicando hasta que se fueron todos, llevaba mi guitarra, porque cuando estás aprendiendo a tocar, tocas bien feo, pero la llevas a todos lados para que todo el mundo se entere o piense que tocas, y entonces canté para él la primera canción original que escribí en mi vida. Me miró anonadado, con sorpresa, me pidió que se la cantara otra vez, me abrazó, estaba incrédulo de saber que yo había escrito eso, no tengo la certeza de que haya entendido el mensaje dentro de la canción o que la había escrito para él, ¿Y sabes algo? ¡La canción es malísima! Pero vaya que sabía a sus oídos y a mi voz mejor que una novela ganadora del Nobel. De ahí en adelante en ese tema lo demás es historia, JAMÁS dejé de escribir canciones.
Son tantas las anécdotas con Lalo que puedo contarlas como si hubieran sucedido ayer, quizá no con tantos detalles, pero mencionarlas hace que se retoquen para siempre en mi memoria, tengo presente la escena cuando siendo buenos amigos me acompañó a tomar el transporte que llevaba a mi casa, le hizo la parada al chofer por mí y cuando éste se detuvo y abrió la puerta, me abrazó fuerte contra su cuerpo diciéndome al oído “Me gustas mucho”, y así me fui: Pendeja, con cara de estúpida mientras lo vi a través de la ventana reírse y diciéndome adiós con la mano mientras el transporte se alejaba cada vez más, qué hijo de la chingada, qué manera de dejarme el corazón a punto de sufrir un paro cardiaco, a punto de salírseme del pecho, nunca nadie en mi vida me había dicho eso, estás de acuerdo que a mí no me pasaban esas cosas, ¿Ves la montaña rusa emocional de la que platico en mis historias? Ese día, después de escuchar TEXTUALMENTE esas 3 palabras, fue cuando descubrí su existencia. Ni qué decir de cuando me preguntó si quería ser su novia, estuve todo el santo día repitiéndome “¿De verdad ando con Eduardo Madrid?, ¿Eduardo Madrid es mi novio? ¿Tengo novio? ¿Y ahora? ¿Qué se hace en estos casos? A-MI-NO-ME-PA-SAN-ES-TAS-CO-SAS” Y sí, nos volvimos inseparables.
Nuestra relación fue brutalmente buena, ¿Qué recuerdo? Demasiadas cosas, innumerables, su voz llamándome “Chaparrita”, me enseñó tanto sobre el amor y sobre la vida, recuerdo a Lalo como un despertar, un despertar en tantos sentidos, muchas de mis primeras páginas fueron escritas con el bolígrafo de su nombre, le conté demasiado, me contó demasiado, le escribí un mar de canciones de amor, de desamor, de pleito, reconciliación, hasta un punto en el que todo lo que me sucedía con él terminaba en canción, conocí a su familia y conoció a la mía, a sus amigos y él a los míos, entendí mucho de lo que había que hacer y lo que jamás es bueno hacer, mentí mucho a mis papás a cambio de verlo a escondidas, me volé clases, inventé tareas, adoptamos un hámster, platicábamos por teléfono hasta que mi mamá o mi hermano me gritoneaban, lo invité a pintar mi cuarto y terminó siendo guerra de pintura -mi cuarto sigue así, a la fecha- así mismo, viví con él su preparación para la militar y lo vi irse mientras sentía que me lo arrancaban, imaginando cómo sería cuando se fuera para jamás regresar, volvió y tiempo después lo vi devastado al recibir la noticia: No lo aceptaron. Sentí tanta pena y rabia, no podía entender cómo no habían aceptado a alguien como él en la escuela militar ¿Pues qué querían? El pobre se la pasaba estudiando, aplicado, formal, decente, era en ese entonces “Mi Lalito” nombre que aparecía en casi todas mis contraseñas y mis cuadernos. Viví su ingreso a la carrera de medicina, él me iba a visitar a la prepa o iba por mí a la salida casi siempre acompañado de flores en las manos, vestido de blanco hasta los zapatos -por estudiar medicina- uniforme que se notaba que portaba con tanto, pero tanto orgullo, hasta que todos mis amigos se empezaron a referir a él como “El doctor”. Nos dedicamos tantísimas canciones, yo estaba idiotizada con Alex Ubago y él fue quien me regaló el primer disco en donde venía nuestra canción “Sin Miedo a Nada”:
“Me muero por conocerte,
Saber qué es lo que piensas,
Abrir todas tus puertas,
Y vencer esas tormentas que nos quieran abatir.
Centrar en tus ojos mi mirada,
Cantar contigo al alba,
Besarnos hasta desgastarnos nuestros labios,
Y ver en tus ojos cada día,
Crecer esa semilla,
Crear, soñar, dejar todo surgir,
Apartando el miedo a sufrir.”
Todo ese disco completo me recuerda a él, pues era lo único que escuchaba en mi Sony discman durante esos episodios de mi vida.
A mis 16, cuando empecé a tocar en bares, Lalo iba a verme cantar saliendo de la facultad, al primer bar en donde canté, se llamaba EL PLAZA, muchas veces me acompañaba en taxi hasta la puerta de mi casa para asegurarse que llegara bien y después en ese mismo él se iba a la suya, y cómo olvidar cuando una madrugada dormía profundamente hasta que me despertaron unos tipos cantando, luego luego pensé que ya habían empezado los vecinos con sus mamadas hasta que escuché piedritas sonando contra mi ventana, era él con sus amigos debajo de mi balcón, repito ¿¡QUÉ SE HACE EN ESTOS CASOS!? primera y única persona en mi vida que me han llevado serenata, ese día me regaló una rosa azul, porque como dice la canción: “Una rosa pintada de azul… es un motivo”. Mi papá los invitó a pasar y les regaló paletas… sí… PALETAS. (Akward situation).
Me atrevería a asegurar que más de uno de mis amigos me veía hasta casada con Lalo, pero no, así como vivimos el nacimiento, así mismo vivimos el declive; los pleitos, los celos, las inseguridades, las colgadas de teléfono, él estaba cada vez más enfocado en aprender cómo sanar a la gente inmerso en su nuevo mundo de libros y laboratorios, yo estaba cada vez más desmadrosa viviendo mi prepa, tocando en los bares, conociendo gente y fantaseando con irme del pueblo a buscar mi lugar en la gran ciudad; otra cosa que sentí por primera vez fue la sensación de cuando dejas de tener cosas en común con las personas, de repente nuestros círculos eran diferentes, después de casi 2 años esos adolescentes que al principio no paraban de hablar y reírse fueron convirtiéndose poco a poco en personas con cada vez menos cosas en común, comencé a sentir desconexión, a sentirme interesada por otras personas, por otras historias, después de todo Lalo había roto la maldición de la friend zone y había muchos ojos que comenzaban a mirarme, y yo a ellos. Mucho tiempo pensé que lo que había sucedido es que estaba demasiado chica para tener una relación tan en serio, a los 17 uno siente ganas de aventarse a la vida sin paracaídas, pero la realidad es que mi corazón lo que necesitaba eran unos buenos madrazos contra las paredes, tragar un poquito de malas experiencias y un muchito de tierra sin respirar, la realidad es una: NO ÉRAMOS. No era Lalo en mi vida, ni era yo en la suya, pues contrario a lo que nos quieren hacer creer en los cuentos, no en todas las grandiosas historias de amor los enamorados terminan juntos, ni siquiera en todas terminan enamorados, y ojo, eso no quita que sea una MARAVILLOSA historia de amor; no es menos mágica, es sublime por el simple hecho de poder contarla, porque tu corazón fue tierra fértil en donde floreció el sentimiento que le da sentido a TODO y fuiste capaz de anidarlo, porque de eso se trata estar vivo, porque ya no eres ni serás el mismo, lo importante es lo que diste, lo que viviste, cuánto creciste, y que la gente llega a tu vida con un propósito. Yo le enseñé lo que debía enseñarle y él lo que debía enseñarme a mí (o al menos eso creía).
Las páginas de mi historia de amor con Lalo llegaron a su final y su personaje salió de cuadro para presentarse de vez en cuando únicamente en anécdotas, recuerdos, vivencias que platicas a tus amigos. Terminamos mal de hecho; de esos adolescentes que soñaban a ser uno doctor y la otra cantante no quedó un “after taste” agradable, recuerdo haberlo terminado por teléfono como toda reverenda hija de la chingada que se respeta y ni la cara da, así mismo recuerdo haberme tenido que amarrar las manos para no volver a llamarle con la cola entre las patas, y después de colgar el teléfono encerrarme a llorar como por 8 horas seguidas en mi cuarto pensando que jamás en la vida iba a volver a enamorarme, maldiciendo su boca, su sonrisa, su olor rico, las canciones, las cartas, su timbre de voz, al españolete de Alex Ubago, las serenatas, el azul embarrado de mi cuarto, todos los recuerdos y todo lo que de él me había gustado en un principio. Me sentí mala persona, sentí que estaba cambiando al amor de mi vida por un puñado de aventuras inciertas y aún no escritas, tuve MIEDO como nunca antes en mi vida; conocí ese miedo que te invade de las uñas de los pies a la cabeza cuando una voz castrante de tu interior te dice “LA CAGASTE” “Nadie te va a querer como él” “Era él, y tú lo arruinaste” “Te vas a arrepentir el resto de tu vida”… ¡Ay! Pinche voz interna, ahí la conocí y se presentó conmigo: “Hola Lulú, mucho gusto, soy tu amiga la inseguridad, déjame hacer mi chamba por favor”.
Pero dicho y hecho, conocí el amor del que todo el mundo hablaba, y así mismo entendí que era verdad cuando dicen que todo pasa, hasta lo malo. Y mi pena pasó, pasaron los días, las noches y efectivamente no me morí, me levanté con el doble o triple de fuerza y con muchísima emoción de vivir todo lo que me esperaba, ya sabes, esas veces en las que aguantas un golpe fuerte y después ya miras hacia la vida como diciéndole “Pégame con todo lo que tengas”. Sobreviví a mi primer rompimiento amoroso: Logro desbloqueado. De ahí en adelante pasaron los años, me fui del pueblo, me volví a enamorar una vez, dos veces más, tres o cuatro… más fuerte y menos fuerte, la cagué mil veces, jugué sucio y me jugaron peor, escribí canciones, MUCHAS, mejores cada vez, viví mis 20’s como Dios manda, bueno no es cierto, no creo que Dios mande que seas un reverendo idiota el 80% del tiempo, pero el punto es que los viví llenos de lecciones, anécdotas y cosas maravillosas. ¿Y Lalo? Salía al tema cuando le contaba a la gente sobre mi primer novio. No supe absolutamente nada de él. No, nunca traté de buscarlo, ni de saber qué había sido de su vida, ni nuestros amigos en común sabían nada de él; a fin de cuentas, el capítulo se cierra y cerrado está.
En Junio del 2018 mi familia y yo vivimos la situación más difícil de nuestras vidas. No voy a entrar en detalles tan grandes, no soy tan fuerte para hacerlo, no puedo todavía y no sé cuándo podré; pero recibí una llamada de mamá un día en la noche muy preocupada diciéndome que mi hermano estaba en el hospital. En el teléfono conservé la calma con mamá pero cuando colgamos me puse a llorar, tuve muchísimo miedo, pero después gracias a mi optimismo desmesurado ante la vida sentí que la situación estaba bajo control, a fin de cuentas ya lo estaban tratando y mi hermano joven, fuerte… va a estar bien. Esa frase de “va a estar bien” se instaló en mi cabeza como una bandera, y al parecer también en la de mis papás, ya que siempre que hablábamos la repetíamos así o con alguna de sus variantes. Debo admitir que yo no conocía la gravedad de la situación, y el viernes 22 de Junio me desperté como un día cualquiera preparándome para tocar el 23 en Querétaro con Escarlata, el domingo 24 teníamos las fotos de The Despeinadas aquí en la ciudad y tenía ya el plan de viajar a Tuxtla después de las fotos para estar con mis papás y mi hermano en lo que se recuperaba. Ese era la expectativa, la realidad fue completamente distinta.
El viernes 22 salí a desayunar, y regresando a casa abrí la computadora y vi en una bandeja de entrada de gente que NO ES TU AMIGA en Facebook (Solicitudes de mensajes) un mensaje no leído de una persona que me era imposible reconocer, con un nombre raro y una foto rara; realmente no suelo leer esos mensajes, por aquello de las extorsiones, y las cuentas robadas etc, pero esta vez lo abrí:
- “Hola Lulú, soy Eduardo Madrid, perdóname el atrevimiento de escribirte, acabo de recibir a tu hermano en el IMSS y tienes que venir a estar con tus papás, chaparrita, creo que sería bueno que estuvieras con ellos”
Me quedé helada. Mi corazón empezó a latir a toda mierda y después de casi arrancarme un mechón de pelo le contesté:
- Lalo por favor dame un teléfono a dónde marcarte.
Tenía la cabeza llena de preguntas, la primera “¿QUÉ VERGAS HACÍA MI HERMANO EN EL IMSS?” pero también “¿POR QUÉ NO ESTOY AHÍ?” “¿QUÉ NO IBA CAMINANDO TODO BIEN?” “QUÉ TIENE QUE VER EDUARDO MADRID EN ESTO?” Eduardo no contestaba, y me metí a ver vuelos México-Tuxtla en ese momento, las manos me temblaban tanto que me era casi imposible escribir o controlar la computadora, hasta que golpeé mi mano contra la mesa y me dije en voz alta “Si no estás tranquila no vas a lograr hacer ni madres”. Había un vuelo que salía a las 3pm, era la 1. CLARO QUE LLEGO. Lo compré sin perder más tiempo e hice una maleta en lo que llegaba el Uber. Mientras iba en el Uber no podía dejar de temblar, pero mis lágrimas estaban bloqueadas, no entendía nada, no sabía qué chingados pasaba y después Eduardo contestó, le marqué y hablamos, le dije que ya iba para allá. Llegué apenas a agarrar el avión no recuerdo haberme esperado ni 5 minutos para abordar.
En efecto la situación fue que mi hermano no iba mejorando, si no todo lo contrario, lo llevaron al IMSS de urgencia y lo recibió Eduardo Madrid, médico cirujano; al leer los datos del paciente reconoció los apellidos, salió a ver a los familiares y reconoció a mis papás, 14 años después de haberlos visto la última vez. Eduardo los abordó con la mayor delicadeza como una figura familiar, alguien conocido en medio de todo ese caos. “-Señora, soy Eduardo, ¿Se acuerda de mí?” y al plantearles la situación fatal en la que se encontraba mi hermano, Lalo le preguntó a mi papá por nosotras dos (Mi hermana y yo). Y sí, de todas las situaciones en el mundo, de todos los doctores de la ciudad, de todos los momentos, lugares, personas y coincidencias en el mundo, Eduardo Madrid recibió a mi hermano cuando llegó de urgencia al hospital y no solo eso; él era el doctor a cargo de la situación, él era incluso a quien asignaron para operarlo. Lalo me buscó en Facebook, se aseguró de dar conmigo en mi perfil personal y me escribió ese mensaje que entró a la bandeja de solicitudes pidiéndome que fuera de inmediato a Chiapas. Me dijo también -mientras yo iba en el Uber- que por favor lo perdonara por el atrevimiento, que él sabía que quizá eso no le tocaba a él, pero que no podía estar tranquilo sin decirme la gravedad del caso. “Perdóname chaparra”, me dijo, así como me llamaba desde siempre.
Ese día en la noche, en el hospital, en el inicio de la situación más horrible que he vivido en mi vida fue cuando tuvimos el dialogo que comienza este blog; cuando lo volví a ver después de 14 años sentí como cuando ves a un familiar al que no frecuentas mucho. Era el mismo Lalo de siempre, pero con el rostro más cansado, el pelo más largo, una barba completa que le cubría la cara y la mirada más sabia, esa sabiduría que sólo se obtiene navegando entre los años de la vida. “El mejor cirujano de la ciudad está a cargo de su hijo” escuché a una enfermera decirle a mi mamá. Cuando lo busqué con la mirada y lo vi, me acerqué de inmediato:
- ¿Puedo hablar contigo un momento solos?
Él asintió y nos metimos a una sala vacía.
- ¿Me puedes explicar por el amor de Dios qué es lo que pasa?
Me miró tranquilo, con una sonrisa torcida y breve, de esas que duran apenas un segundo seguidas de seriedad.
- Sí chaparrita ¿Qué quieres que te explique?
- TODO.
Ahí entendí, de voz de él que no había nada qué hacer. NADA más que esperar. Esperar a que mi hermano se fuera. Yo apenas y podía hablar, tenía un hilito de voz:
- ¿Es en serio Lalo?
- Qué mas quisiera decirte otra cosa, chaparra.
- ¿Pero nada? Por favor ¿Un milagro?
Me negó con la cabeza.
- Nada Lú.
Me quedé autista.
- ¿Cuánto tiempo?
- Él es joven, va a aguantar un par de días.
- ¿Crees que llegue Paty?
- ¿Cuándo llega?
- El domingo.
- Dile que venga ya.
Ese día me quedé de guardia en el hospital para que mis papás fueran a dormir un poco. Mi hermana volaba de camino. Obviamente no dormí, ha sido la noche en la que más he pensado en mi vida, en la que más imágenes corrieron por mi cabeza, no tenía hambre, ni sed, ni sueño, casi casi que ni podía sentir si alguien me hubiera prendido fuego en una mano. Me quedé con una amiga de mi hermano y Lalo estuvo ahí, en medio de la madrugada salió a hacernos compañía un rato y platicamos un poco para sobrellevar la situación. Me contó que es divorciado, que su papá falleció hace un par de años, que tiene un hijo, que vive en un pueblo porque odia las ciudades grandes. Le conté que soy cantante, que adoro vivir historias, que soy soltera, no tengo hijos, y que amo las ciudades grandes. En ese momento pensé: “¿Cómo es que son tan diferentes dos personas que en algún punto de sus vidas fueron tan compatibles?” Me parecía tan curioso ver en esa situación el efecto que los años y el camino recorrido tienen sobre alguien, me parecía tan curioso que éste personaje estuviera sentado ahí frente a mí, en una situación como ésta, en medio del silencio, y la madrugada, en medio de gente dormida en bancas incómodas esperando buenas y malas noticias, en medio de la impotencia, la tristeza, el coraje y la resignación.
Mi hermano se fue en la mañana del domingo 24. Viví los 3 días más difíciles de mi vida, tanto que a veces pienso que jamás sucedieron, que no es humanamente posible vivir ese grado de dolor, ese nivel de injusticia. Me costó un rato, noches en vela y varias horas de terapia con un psicólogo entender que la muerte no es un castigo, entender que es algo tan natural como un nacimiento, entender que no es culpa de nadie, entender que nada va precisamente en orden. Yo sabía desde siempre que el precio de ser la más chica de la familia era que iba a ser la última en irme, no creas que no lo había pensado. Y es que si la vida sigue un orden natural es obvio que me iba a tocar ver partir a mis seres queridos antes de yo misma irme, pero si ese orden se altera VAYA QUE CAMBIA LA COSA. Que mi hermano se haya ido, eso sí no estaba en el libreto ¿Y a quién chingados le reclamo? A mí no me pasan estas cosas. A la fecha tengo a la vista un gatito de peluche de mi hermano Luis frente a mi cama, así cuando me despierte puedo ver ese gato y eso es lo que me hace entender que sí pasó, que eso que viví REALMENTE pasó y que no lo soñé, que tengo que vivir con esto. Leí ya varios libros sobre los duelos y las etapas ¿y sabes algo? Ya no sé ni en cuál voy porque avanzo y regreso y vuelvo a avanzar, y creo que un día despierto en negación, otro día en la aceptación y otro en el coraje. Lo que sí es que he aprendido a hablar de mi hermano con una sonrisa en la cara, a decir con naturalidad que él ya no está físicamente pero aquí sigue mientras sigamos nosotros, a contar con naturalidad lo que pasó, que en efecto somos y seremos siempre una familia de 5, y no, nunca vamos a volver a estar completos en las fotos, pero la existencia es más que el cuerpo físico. Nosotros fuimos, somos, y seremos siempre 5. Y agradezco todos los días, celebro cada día que pasa la vida de mi hermano. Agradezco poder escribir este blog como parte de mi terapia, de mi aceptación, de mi manera de enfrentar a las cosas y el poder que tiene verbalizar una situación.
Volvamos a la imagen de aquella adolescente con mal de amores que lloraba en su cuarto y pensaba que por cortar con el novio el mundo iba a derrumbarse. En efecto, por más cruel que suene, el mundo no se detuvo, volvió a salir el sol, siguió caminando el reloj… y aquí seguimos. VOY A HACER QUE CUENTE. Porque así mismo será el día que yo ya no esté. Volverá a salir el sol y seguirá caminando el reloj. Cuando tenía 15 años descubrí lo que era vivir con un motivo, con un llamado, se me remarcó LA VIDA a través de escribir canciones por alguien que detonó la inspiración en mí. Y qué ironías de la vida que a ese escuincle vestido de blanco que iba a visitarme a la escuela con flores le debo haber llegado a tiempo para despedirme de mi sangre.
De lo que sí estoy segura es que la gente viene a tu vida por un motivo.
Eduardo no fue el amor de mi vida. Subrayó con marcatextos fluorescente lo que es LA VIDA frente mis ojos.
Dos veces.
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Todo el sedoso aire
removido
por el relampagueante
colibrí
cornucopia vaciándose
sobre la cálida
huerta del aire
uvas tiernamente oscuras
violetas oprimidas
en la secreta
mano
del verano
y la distraída mariposa
y la rosa en alto
y yo solo y tú sola
y yo solo y tú sola
y yo solo y tú sola
en este
transparente
recodo del día
y
la certeza
de haber escrito en el agua
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La vez en la que hablé sobre una balanza en un casamiento
Regresamos a la academia en absoluto silencio. Desde que había empezado las clases para aprender a conducir, el silencio había sido la excepción: quizás en algún semáforo, en el que el instructor aprovechaba para mirar su celular, o tal vez en uno de esos tiempos que las personas a veces se toman antes de decir algo absolutamente trivial. Sea como sea, siempre teníamos algo para decir –sobre todo él, que disponía de un variado abanico de anécdotas y chistes malos–. Sin embargo, acababa de perder la mitad del examen y la poca distancia que nos separaba en la parte delantera del auto no estaba para bollos: “Al menos salvaste la pista, que es lo más bravo”, se limitó a decir mientras dejábamos atrás la zona de la prueba.
Dejé mi expediente sobre el escritorio y le pedí a la administrativa que volviera a anotarme para el examen y que me marcara dos clases más. Me colgué la mochila al hombro y me fui, un poco frustrado, un poco enojado y un poco triste. Llegué a la parada del ómnibus y esperé por cualquiera de las dos líneas que me servían para ir al trabajo. Saqué el celular, abrí Whatsapp y vi que tenía un mismo mensaje que se repetía en al menos cuatro chats: “¿Y? ¿cómo te fue?”. Pero, para mi sorpresa, había otro distinto a todos y que nada tenía que ver con la prueba de conducir.
“¡Hola, nene! ¿Todo bien? ¡Espero que sí! Te queremos pedir, si tenés ganas, que digas unas palabras después de la ceremonia”, empezaba diciendo el mensaje de mi primo. De repente, dejé de pensar en la frustración y la tristeza por el examen, y sonreí. “Nuestra idea es que en el casamiento hable solo una persona, además de la jueza, y nos gustaría que esa persona seas vos. Nuestra idea era algo sobre las parejas, no algo específicamente sobre nosotros ni personal. No sé, pensalo tranquilo y avisanos. Gracias, de antemano”.
Levanté la mirada y vi que venía el ómnibus. Alguien se acercó al cordón para pararlo, así que, antes de subir, me apuré a responder: “¡Siiií, qué linda propuesta!”.
Avancé hasta el fondo y me acomodé como pude entre tanta gente: bajé la mochila al piso, agarré la campera con el brazo izquierdo y saqué el celular del bolsillo. Cuando miré otra vez la pantalla, mi primo había vuelto a escribir: “¡Qué bueno! Nuestra idea es que puedas disfrutar de hacerlo, no que te pese o te resulte incómodo”. Le dije que entendía perfecto, y le agradecí por pensar en mí para algo tan importante. Regresé el celular al bolsillo derecho del vaquero, me agarré del pasamano y me quedé mirando sin mirar a través de la ventanilla, con el corazón acelerado, una sonrisa nerviosa en los labios y un “¿qué carajo voy a decir?” en la cabeza.
No sería la primera vez que hablaba frente a un grupo de gente. Ya lo había hecho ante muchas más personas que las que habría en el casamiento –cerca de 100, según recordaba me había dicho mi primo–. Y mi formación académica incluía estar preparado para cualquier tipo de oratoria –en teoría, claro–. Sin embargo, esto era distinto a todo. No solo implicaba hablar sobre sentimientos frente a mi familia –aunque ponerse nervioso por eso me resultase demasiado adolescente– sino que también incluía abrir mi corazón y exponer mis ideas sobre el amor, los vínculos y todo lo que tuviese que ver con eso –cosa que también me pareció tonta: ¿cómo iba a ponerme nervioso por tener que hablar sobre el amor si tantas veces había escrito sobre eso y hasta había ganado un concurso por un cuento tan meloso y amoroso que a veces todavía creía que el jurado seguía empalagado–. Ahí quizás estaba el asunto: una cosa es escribir, otra cosa diferente es escribir para decir en voz alta, para poner en mi propia voz lo que siento y pienso.
¿Qué tenía yo para decir sobre el amor o las parejas que no supiesen los demás –al menos, que no supiesen los que estarían en la ceremonia–? Nada, poco o tal vez mucho. No lo sabía con certeza.
Tenía dos semanas por delante, y eso era bueno, pero también extremadamente malo. Bueno porque tenía tiempo para pensar. Y malo porque, conociéndome, sabía que no podría hacerlo hasta último momento, como solía pasarme con los trabajos de facultad o las cartas que les hacía a mis amigos por sus cumpleaños. Ese era mi problema: podían pasar meses entre que me surgía la idea para un cuento y finalmente la escribía. Hacía un par de semanas, por ejemplo, había logrado escribir un cuento cuya idea original la venía pensando desde hacía año y medio –y el texto no superó las seis carillas–.
Pensé, mucho, y varias veces a lo largo del día me daba cuenta de que ese era el error: pensar sobre el amor. Sabía que lo mejor que podía hacer era sentarme frente a la computadora y empezar a escribir sin pensar una sola palabra, pero no lo conseguía. Probé con un cuaderno, con una nota del celular y hasta con encerrarme en el cuarto y empezar a decir en voz alta las ideas que me fueran surgiendo.
Cuando faltaba menos de una semana para el viernes del casamiento, y todas las hojas que me rodeaban seguían en blanco, decidí acudir a ideas sobre el amor que ya hubiese escrito antes. Revisé el archivo de la computadora, donde estaba el 90 % de lo que había escrito desde el 2008 a la actualidad: separé algunos textos, pero nada me convenció del todo. Luego, fui a ese 10 % restante que se repartía entre distintos cuadernos y libretas de todos los tamaños y colores. Leí algunas cosas que me dieron ideas, pero nada me despertaba esas ganas incontrolables de ir corriendo al teclado y no parar de escribir hasta no llenar hojas y hojas.
Esa noche me acosté, igual de frustrado que cuando acababa de perder la prueba de conducir, y me quedé mirando el techo. Otra vez, cometiendo el error de pensar sobre algo en lo que no se puede pensar: el amor. Cerré los ojos e intenté leerme a mí mismo para entender lo que estaba sintiendo. Y me sentí triste, extremadamente triste. Extrañaba a mi madre, muchísimo. Y me dolía mucho el imaginar que no estaría presente en un momento tan importante para la familia como el casamiento del primo que todos creíamos jamás habría de casarse. Me sentí triste, por su ausencia y por lo silenciosa que solía estar la casa desde que se había ido.
Estiré la mano hasta la mesita de luz, agarré el celular, abrí una nota en blanco y escribí todo lo que sentía en ese momento. Sin pensar. Solo escribir.
A la mañana siguiente, cuando ya estaba en el trabajo, mi padre me mandó un audio de Whatsapp en el que me preguntaba cómo estaba y me contaba que había estado leyendo uno de los tantos cuadernos que había escrito mi madre a lo largo de su vida. Se tomó un par de segundos para intentar replicarme de memoria un párrafo que había leído y que le había quedado especialmente en el corazón. Y fue ese audio, cuando faltaban solo tres días para el casamiento, el que me dio la clave para escribir todo lo que quería decir sobre el amor.
En cerca de media hora terminé de escribir –sin corregir, claro–. Cerré el archivo, me serví otro vaso de agua y volví a abrir el documento –un ritual que siempre hacía cuando acababa de terminar un texto–. Comencé a leer en voz alta todo lo que estaba en la pantalla, y así estuve largo rato en la soledad de mi cuarto y el silencio de la casa. La tarde caía afuera como también caían mis dedos sobre las teclas para reescribir, borrar y poner más y más espacios entre párrafo y párrafo.
Miré hacia mi derecha y vi sobre la cama el saco y la moña que planeaba usar el viernes. Pensé en que tenía que planchar la camisa, el pantalón y, tal vez, el vestido que mi novia había dejado en mi placard. También pensé en lustrar los zapatos y en aprovechar para esa noche ya recortarme la barba y ganar tiempo para poder dormir siesta el viernes de tarde. Pero me sentí tan bien y realizado por haber podido escribir lo que tanto venía deseando desde hacía días que decidí tomarme un rato para disfrutar la sensación. Salí al balcón y respiré las últimas luces que dejaba el sol en el cielo de otoño.
El viernes empezó como empiezan todos los viernes: con pereza, pero con la ansiedad de que al fin se termina la semana. En cuanto abrí los ojos, la frustración de los días anteriores, y que se había vuelto euforia la tarde anterior, se transformó en un remolino de nervios y ansiedad. Fui a trabajar sin ir, con la mente en todo lo que iba a decir a la noche y preocupado por descifrar cómo anudar la moña que tanto me había empeñado en usar, pero no así en aprender cómo tenía que hacer para dejarla inmóvil en la base de mi cuello.
Después de la siesta y de una merienda cortita y al pie, comenzó la batalla: por un largo rato, el discurso sobre el amor quedó en segundo plano y toda mi atención se centró en la bendita moña floreada.
–Ya está, no te toques más que ahí quedó bien –dijo mi novia mirándome desde el reflejo del espejo. –Está torcida, ¿si la ajustamos un poco más? –insistí, igual de fastidiado que ella.
Llegamos al salón, con la moña derecha –al menos, eso me hicieron creer– y con el discurso en el bolsillo interno del saco. Los novios ya estaban por llegar –entrarían juntos porque así lo habían decidido– y la jueza ya se había instalado en el atrio que habían armado en el jardín. “La jueza te va a llamar en un momento de la ceremonia”, me había dicho mi primo el día anterior. Sin embargo, no imaginaba que ese momento sería apenas después de que entraran los novios.
–Y ahora, Sebastián va a compartir con nosotros unas palabras dedicadas a los novios.
El estómago me dio vueltas y el corazón pareció salirse de su lugar. Mi novia me apretó fuerte la mano y me soltó enseguida: tuve miedo de quedarme inmóvil, pero sentí las miradas de mi padre, de mi hermana, de mi madrina y de todos mis primos, y lejos de ponerme más nervioso, me sentí lleno de confianza y de seguridad, y avancé por el sendero de entre las dos filas de sillas hasta pararme al lado del atrio, de la jueza y de los novios.
Con la voz entrecortada por los nervios y la emoción, comencé un poco a hablar y otro poco a leer.
Cuando M. y G. me pidieron que me parara acá, en su casamiento, y hablara sobre las parejas, pensé: ¿qué puedo decir yo sobre las parejas o sobre el amor que no puedan saber o sentir los demás? La respuesta puede ser nada, quizás un poco o tal vez mucho. Sin embargo, enseguida quise salir de mí mismo y mirar para el costado o para arriba, y ahí vi a mis padres, al amor que supieron mantener vivo durante más de treinta años, un amor que no se cortó ni se cortará aunque ella ya no esté con nosotros.
Mi madre hablaba mucho, le gustaba contar lo que sentía y confesarse con quienes la escuchaban con el corazón abierto. Pero también, de vez en cuando, escribía. Le escribía a su padre, a quien, al igual que yo a ella, perdió siendo muy joven. Le escribía a Dios. Y también escribía como una forma de charlar consigo misma. Hoy por hoy, por suerte, tenemos muchos de sus cuadernos para volver a leerla y escucharla.
Mirando uno de esos cuadernos, vi que allá por noviembre de 2001, cuando la crisis económica ya rondaba Uruguay, mi madre estaba en un verdadero caos de incertidumbre: tenía dos hijos adolescentes, y a eso no hay más nada que agregarle, y otro que empezaba la escuela. Y un marido compañero, pero que también compartía su misma preocupación: la estabilidad laboral.
En ese contexto, un día, entre asamblea y asamblea del sindicato de su trabajo, se tomó un rato para escribir. Y entre las tantas cosas que escribió, me gustaría rescatar una.
“Mi familia es la riqueza más grande que tengo, todo lo que yo les pueda dar materialmente jamás va a valer lo que ellos me dan en amor, cariño y orgullo. Los amo a los cuatro con toda mi alma y eso me parece poco: quisiera tener un corazón más grande para quererlos más”.
Después de leer eso, pensé en que ese era el amor del que quería hablar hoy, acá, y el que quiero para G. y M.
Un amor compañero, que haga de la palabra juntos una manera de vivir y no solo un parche para cuando algo se pone difícil. Un amor sincero y honesto, que diga en la cara lo que piensa, lo que siente, y que no tenga miedo de agachar la cabeza o de reconocer un error.
Un amor con raíces firmes, que no se vaya a la primera de cambios y que tenga el coraje de pelear por lo que está convencido: esa persona que está ahí enfrente me quiere, me hace bien, me cuida y me acompaña día a día, pero también me va a dar dolores de cabeza cuando no estemos de acuerdo, también va a querer ir al cine cuando yo no tenga ganas de moverme del sillón, y también va a llegar cansada de trabajar y no va a tener ganas de hablar.
Creo que de eso se trata el amor, y muchas otras cosas de la vida, de hacer eso que tanto me enseñó mi madre: poner siempre todo en los dos platitos de la balanza, y ver qué lado pesa más, aunque sea un ejercicio que haya que hacer todos los días. Si el amor todavía está vivo, si todavía vale la vida y alguna pena, si todavía merece nuestro tiempo, habrá sin dudas un lado de la balanza que pesará mucho más que el otro.
Pero el amor no es tan sencillo. Sí es fácil enamorarse, salir a bailar, tomarse unas cervezas, ir a caminar por la rambla, mirar juntos una serie y hasta puede ser fácil ir a los eventos familiares del otro. El amor va más allá de eso. El amor se construye, todos los días; incluso, el amor se construye cuando entendemos que el otro está demasiado abatido como para levantarse, y lo único que necesita es un abrazo en silencio.
Por esa razón, a G. y a M. les deseo un amor que siempre tenga la fuerza necesaria como para acordarse de la balanza y poner todo en los platitos, lo bueno, y lo malo. Que discutan, sí, porque uno demora mucho en vestirse o porque el otro siempre está apurado, y que también sepan seguir siendo genuinos, fieles a sí mismos y distintos entre sí.
Pero que siempre, al final del día, se puedan mirar a los ojos y sentir con certeza que se vuelven a elegir porque así lo quieren, que se vuelven a elegir porque quiere elegirse entre todas las personas del mundo, y que se vuelven a elegir porque sienten cómo en su corazón, más allá de todo, hay un lado de la balanza que sigue pesando más que el otro.
Después de los abrazos, las lágrimas, los aplausos y el emotivo final de la ceremonia, todos fuimos a acomodarnos en las mesas que teníamos asignadas.
Me saqué el saco, lo colgué en el respaldo de la silla y me senté. Miré a mi alrededor y observé los rostros de todos, emocionados y sonrientes. A mi derecha estaba mi novia, más allá mi hermana y su novio, y a mi izquierda estaban mi padre y los padres del mejor amigo de mi primo. Miré hacia el frente y me encontré con una silla vacía. Me quedé mirándola unos segundos y después volví a mirarlos a todos para ver si alguien notaba lo mismo que yo, y descubrí a mi hermana, mirándome con lágrimas en los ojos.
Volví a mirar la misma silla vacía. La miré, sin poder dejar de verla. La miré, y supe que aunque ella no estuviese, estaba.
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"Ardiamos, siempre, desde que eramos átomos en el espacio y deseos en el corazón, ya vibrabamos con la certeza del otro.
Es por eso que no puedo, estuve mucho tiempo esperando que alguien iluminara mi camino."
Eddie sostenia en sus manos la carta que habia escrito Chris, sus ojos repasaban las palabras pero ya no tenían ningún sentido para el, solo eran manchas, que parecían fundirse en una.Eddie tomó su cabeza entre sus manos, las imágenes de Chris sonriendo cuando decidieron esa misma mañana que sería mejor que Chris volviera a su casa y pudieran hablar con Mae, la mamá de Chris, sobre su relación, sabian que su padre no estaría y eso haria las cosas mas fáciles o por lo menos eso creia Eddie.
Eddie se pasó la mano por la cara, aún sentia en sus labios el sabor de Chris y podia ver su sonrisa despidiendolo en la puerta de la su casa. Eddie sentía que habia pasado mil años desde esa imagen y está realidad donde Chris se había ido mientras el estaba durmiendo. Los gritos de Judith lo despertaron, a medio vestir bajó las escaleras y vio a Judith que intentaba hablar pero lo único que salia de su boca eran palabras entrecortadas de las que solo pudo entender Chris, el corazón de Eddie se detuvo por un momento mientras imágenes de Chris pasaban frente a sus ojos.
Aún en la puerta de su casa Eddie con los ojos llenos de lágrimas acuno entre sus brazos a Judith cuyo cuerpo se estremecia con cada sollozo.
Una vez adentro de la casa Eddie le sirvió un vaso de agua a Judith y ella suspiró profundamente luego de un momento dijo con un hilo de voz:
- Había estado todo el dia con un mal presentimiento, no pude ver a Chris, asi que cuando termine mi turno en la cafetería decidí pasar a ver a Chris, sabía del acuerdo que el tenía contigo pero tenía miedo, ambos conocíamos el carácter del padre de Chris y lo que pensaba sobre ti_ Judith levantó los ojos por primera vez en toda la noche, Eddie sintió que su garganta se cerraba, Judith tenía el rostro desencajado y sus ojos parecían haber perdido todo el brillo.
_ Cuando llegué a la casa de Chris, la voz de Judith se volvió debil, Eddie acariciaba su espalda dibujando círculos, Judith cerro sus ojos un momento y dijo:
_ Me sorprendió que Mae no me abriera la puerta asi que probe con el picaporte y lo encontré abierto, escuché gritos y llantos,a cada paso que daba dentro de la casa mi ángustia crecia
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Descartes y sus lecciones de anatomía
En el comienzo de la segunda meditación, Descartes explica la situación de trabajo en relación con las meditaciones; se imagina, nos cuenta, cayendo en aguas profundas, sin punto de apoyo alguno, y, a la vez, sin una pronta ni posible salida a la superficie, en pos de un cambio de aire. Se encuentra, entonces, sujeto a los materiales de su pensar, en este caso, sujeto a la escritura misma de su duda. El desarrollo de esta falta de certeza, constituirá el corpus de ideas de estas meditaciones que, escritas a la manera de cavilaciones diarísticas, hallan su fondo reflexivo en la relación entre el objeto conocido y el sujeto que conoce, en cuanto este adopta la forma de aquel, sin transformarse en ello, pero existiendo por el pensamiento de ello –de ese ente pensado-, vale decir, por la investigación del espíritu en lo extenso, en las cosas y en los límites y formas de la conciencia del sujeto que conoce aquellas cosas y aquella realidad.
Descartes abre sus meditaciones como diario de investigación. Es, junto con Agustín de Hipona, una de esas raras filosofías desarrolladas como una puesta en proceso. Vale decir, el proceso es el cuerpo del contenido. Este sentido, a su vez, es extensivo de la forma, puesto que el diario es la extensión del yo, la filosofía contenida en estos trabajos encuentra su ganancia en cuanto logra distribuir el mundo en relación al sujeto. Ciertamente, el mundo está ahí –se puede pensar-, para que sea tomado y ordenado por este. Ahora, volviendo a la imagen de las aguas profundas. Aquellas cavidades, esa dimensión de la oquedad como misterio, pone en primer lugar la actitud investigativa. Descartes nos vuelve a decir, una y otra vez, como es que la sospecha sostenida en la atención, conllevan a una actitud investigativa del espíritu, advenido en entendimiento en cuanto logra diferenciar los entes. Lo claro y lo distinto funcionan a la manera de una doble diferencia que por una parte recorta el objeto del mundo, y a la vez, implica al yo recortado del mundo. Cada vez que veo este movimiento analítico en los diarios filosóficos de Descartes, no puedo dejar de pensar en el cuadro Lecciones de anatomía de Rembrandt, en que el pintor flamenco dispone, en el mismo siglo que fue escrito el diario metafísico de Descartes, un perturbante cuadro en que se representa una clase de medicina, donde, sobre un fondo de absoluta negrura, en contraste, un cadáver es diseccionado y explicado, parte a parte. Esta lección de la materia de lo muerto, vista como material de investigación y desarrollo del conocimiento, y no como objeto trascendente, en un sentido cristiano, subraya la inquietante posición de un nuevo método, es decir, una nueva forma de relacionarse con el mundo.
Por ello, el problema del conocimiento es tan relevante en Descartes y, podríamos decir con justeza, ocupa por completo estas dos primeras meditaciones metafísicas. Es claro que Descartes parte desde un punto que podríamos pensar como un punto de partida idealista, a saber, que el mundo sensible existe solo en relación con la idea de este en la conciencia. El punto no es tanto si esas materias tengan existencia material independiente y autónoma, en un primer momento, el punto es que nos sentimos tentados a decir que sí, propone Descartes, pero cuán lejanas están si no es por medio de la idea de ellas que podemos conocerlas. Claro, entre la idea y la cosa parece haber una especie de hiato, una falta de confianza, puede ser, pero creo que más bien un olvido, un pasar por alto el hecho de que la forma del objeto se halla impresa en la forma de la idea. Ahora bien, antes de entrar de nuevo en la relación entre contenido y extensión, el asunto segundo del carácter idealista en Descartes, supone la relevancia del genio maligno, propuesto en la Meditación Primera. Si nos percatamos, como puede que haya sucedido o no, desde el comienzo de que este relato diarístico nos lleva en un chasquido de pulgares a la alegoría de la Caverna, Libro 7 de la República. Allí, lo he leído por aquí y por allá, existe divergencia por quiénes son, es decir, por la identidad, de aquellos guardianes que mueven siluetas y contornos a contraluz. ¿Son los dioses? ¿Algunos semidioses encargados, también como los seres humanos, a un laboro particular, un “hacer como si”?; ¿se trata, por su parte, de una simple correspondencia analógica, como su método formal lo indica, con la idea órfica de los Velos de la Existencia? Por su puesto que no hay una última palabra, afortunadamente, al respecto, y también, por lo mismo, con respecto a la identidad del genio maligno en Descartes. Lo cierto, sin embargo, es que si hubiera preferido hablar de “Dios”, como lo estaba haciendo en las primeras páginas de las Meditaciones, el ya difícil contexto de producción de su obra se hubiera visto, no solo más entorpecido, sino que esas dificultades podrían acarrearle problemas de censura e incluso, problemas como el destierro o encarcelamiento. Por lo demás, haciendo caso omiso a si el paso de un Dios al del genio maligno se trate de una celada, lo cierto es que en la sintaxis de su pensamiento funciona de la misma manera: hay una entidad que “hace como si” las cosas y el mundo fuesen de determinada manera, ocultando el ser del mundo. Pues bien, ante esto Descartes propone la vía negativa de la planteada por Platón, claro está, en detrimento del encuentro de la ousía en la unión con la idea del ente, propone la completa suspensión del movimiento agente, o la semejanza operada en la idea, según Platón, en pos de pensar. Esta mora en el acto de pensar, nos difiere en cuanto el sujeto que piensa logra comprender su propia razón en el acto de investigar la realidad y la verdad de esta, mediante la disección de la materia, los entes y el mundo, como en el cuadro de Rembrandt. Reconociéndose, la conciencia, en la propia “inspección del espíritu” logra imaginar la forma de las cosas, el mundo, en relación, y proteger la unidad (por lo tanto, la identidad) del sujeto de la existencia, ya que mediante aquella inspección el ser es. Aquello, diría un positivista, es confundir la idea con la realidad, lo que en parte es cierto, puesto que la realidad y la idea en la concepción de Descartes comparten una forma, es decir, una realidad en la existencia, asegurada por el pensamiento. Poco importa si todo esto es falso, un ensueño, no podemos probar la verdad del mundo, pero hemos logrado tener una existencia. Donde sea que estemos, en cualquier plano de los muchos mundos posibles, la existencia, asegurada por la meta cognición del espíritu implicado en el acto de conocer, estará indisolublemente unida al yo, a mi conciencia, por el lazo del logos.
Cuando Descartes observa la cera, busca en ella una deformación. Dice, imagina que la metemos al horno y la deformamos, y perdemos así todo el bosque, el sabor de las flores, el aroma, la textura, todas las sensaciones de su cuerpo, dejan de estar, se pierden porque la metemos al horno a mil grados y ya está, toda deforme, hecha una masa, pierde el aroma, el peso, la textura y ¿Qué es? ¿Sigue siendo la cera? El problema sobre el cuerpo de cera, en este caso, desarrollado en la Meditación Segunda, es, nuevamente, un problema del entendimiento.
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Escrito en el agua - Paula Hawkins | Planeta de Libros
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27 millones de lectores la conocieron con La chica del tren
Una apasionante novela sobre las historias que nos contamos al recordar nuestro pasado y su poder para destruirnos.
Pocos días antes de morir, Nel Abbott estuvo llamando a su hermana, pero Jules no cogió el teléfono, ignoró sus súplicas de ayuda. Ahora Nel está muerta. Dicen que saltó al río. Y Jules se ve arrastrada al pequeño pueblo de los veranos de su infancia, un lugar del que creía haber escapado, para cuidar de la adolescente que su hermana deja atrás. Pero Jules tiene miedo. Mucho miedo. Miedo al agua, miedo de sus recuerdos enterrados largo tiempo atrás, y miedo, sobre todo, de su certeza de que Nel nunca habría saltado…
No te fíes nunca de una superficie en calma, no sabes lo que puede haber debajo.
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Detalles de Escrito en el agua – Paula Hawkins | Descargar Fecha de publicación: 01/07/2021 | Idioma: Español | ISBN: 978-987-8435-17-6 | Código: 10282098 | Formato: 12,5 x 19 cm. | Presentación: Rústica – Bolsillo | Colección: Bestseller Mundial | Traductor: Aleix Montoto Llagostera | Sentido de lectura: Occidental | Editorial: Booket | Colección: Bestseller Mundial
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La inteligencia de Renard
Por Enrique Vila Matas.
Escribir es una forma de hablar sin que te interrumpan pero es, además, una actividad más complicada incluso de lo que parece porque, como decía Jules Renard (1864-1910), uno tiene que estar todo el rato demostrando su talento a gente que carece de él. La verdad es que, para las citas literarias, Renard siempre ha sido una verdadera mina. Véase ésta elegida al azar: “El hombre verdaderamente libre es el que sabe rechazar una invitación a cenar sin dar excusas”. Cuando Dorothy Parker dijo aquello de que cada vez que se le ocurría una frase magnífica sospechaba que Oscar Wilde ya la habría escrito, cometió la ligereza de olvidarse de Jules Renard.
“Aunque no habla, se sabe que piensa tonterías”. Esta cita de Renard nos puede servir siempre para desenmascarar a toda esa multitud de ágrafos y otros mudos interesantes que corren por el mundo. “Los editores son muy amables cuando uno no publica en su editorial”. Los estallidos de lucidez que Renard desperdigó a lo largo de su Diario –donde exhibe maestría en el apunte rápido, siempre buscando “la frase que vibra, corta como un alambre demasiado tenso”- fueron a parar grotescamente, a mediados del siglo pasado, a los almanaques y los calendarios de cocina de media Europa. Era un destino más bien lamentable para la prosa de este admirable diarista, escritor sobrado de talento (“cuando me dicen que tengo talento, no hace falta que lo repitan: lo entiendo a la primera”) que no esquivaba la mirada crítica sobre sí mismo. Podía ser despiadado con los demás porque él lo era consigo mismo.
Recuerdo haber crecido con frases de Renard opacadas por el humo de la cocina familiar, pero por suerte el equivoco de los almanaques –“mis frases harán fortuna; yo, no”- se ha ido corrigiendo con el tiempo y con los oportunos volúmenes de la Pléiade, y Jules Renard hoy en día no sólo es el creador de un puñado de ingeniosas citas y de la famosa novela Pelo de zanahoria (1894), sino el autor de ese gran clásico, Diario (1887-1910), que ahora se reedita en bolsillo, edición de Josep Massot e Ignacio Vidal-Folch.
Pelo de zanahoria –edición y traducción de Anna María Moix en Lumen- habla de un niño de la Francia profunda, al que llaman así, por el color de su cabello, y es una historia que se inspira en la propia y dura experiencia del autor. Es un niño obligado a convivir con una madre que no le ama –lo mismo le sucedió a él en la vida real-, un padre que le ignora y unos amigos que hacen de él constante objeto de burla. En este clásico de la novela infantil para personas maduras, se derrocha el famoso talento de Renard, pero eso puede llevar a confusión y oscurecer las virtudes de Renard como diarista, muy superiores a las del narrador. Porque como escritor tenía más agudeza que imaginación y más talento que dotes narrativas. En el diarista había una voluntad moral de ir a la caza de la verdad, aunque no ignoraba que ésta no era siempre arte: “Pero la verdad y el arte tienen puntos en contacto: yo los busco”. No cesó de buscarlos. Pero también hay quien cree que inventó la literatura del silencio. Multitud de frases al final de la vida de Renard, escritas en su Diario, parecen abonar esa teoría: “Nieve sobre el agua: silencio sobre silencio”.
Sartre ironizó acerca de la suerte que corrió esa estética que posiblemente, sin saberlo, fundó Renard dando el disparo de salida del teatro del silencio, y también de esos “enormes consumidores de palabras que fueron los poemas surrealistas (...) Hoy, Blanchot se esfuerza por construir singulares máquinas de precisión –que se podrían llamar silenciosas, como esas pistolas que desembuchan balas sin hacer ruido- en las que las palabras son cuidadosamente elegidas para anularse entre ellas...”. Sartre consideraba que Renard no pretendía conquistar un silencio desconocido más allá de la palabra, ni su meta fue nunca inventar el silencio: “El silencio, él se imagina poseerlo desde antes. Está en él, es él. Es una cosa. Sólo hay que fijarla en el papel, copiarla con palabras. Es un realismo del silencio”.
¿Practicó un realismo del silencio? ¿Qué diría Renard a esto? Dejó un apunte que parece preguntarlo: “¿Hay que hablar con cuentagotas?”. Y algo parece cierto: fue un escritor realista sin precisamente ambicionarlo. Si es verdad que el camino misterioso siempre va hacia el interior, el Diario de Renard ilustra muy bien esa creencia, presenta las oscuras oscilaciones de un camino intelectual, y acoge todas sus contradicciones: “He leído demasiado los periódicos para ver si me citaban. Enviado y dedicado demasiados libros, perdonando a los críticos, con brusca ternura, el bien que me habían hecho al no hablar ni bien ni mal de mí”. Acoge todas las contradicciones y también los temores, sueños, confesiones, envidias, grandes ironías, profundas admiraciones (“¡Qué rabia no ser Víctor Hugo!”), frases sobre los amigos (“George Sand, esa vaca bretona de la literatura”) y sobre los enemigos, cierta “nostalgia de la jungla”, la certeza de que su inteligencia es una vela expuesta al viento. Un 12 de diciembre de 1894 anota en su Diario: “Yo nací para el éxito en el periodismo, la gloria cotidiana, la literatura abundante: leer a los grandes escritores lo cambió todo. De ahí la desgracia de mi vida”.
De esa vida y de la inteligencia, lucidez y desgracia que la acompañaron se ocupa su Diario, páginas que pueden leerse perfectamente como una novela, donde Renard pone en pie una literatura que él mismo define como “cartas a mí mismo que os permito leer”. Los comentarios constantes a desgracias como la de haber leído a los grandes, le permiten precisamente, apoyándose en su nada común inteligencia, convertirse en un grande.
Fue el primer escritor que descubrió que para triunfar de verdad, primero tienes que triunfar, y luego que los demás fracasen. De vez en cuando él trataba de contribuir al fracaso de los otros: “Estoy dispuesto a firmar la petición por Oscar Wilde, a condición de que se comprometa firmemente a no volver a... escribir”. Es terrible con Marcel Schwob cuando le cuentan que ha sido visto en un café miserable, hundido, dando sorbitos a un vaso de licor negro. Y a Mallarmé le considera intraducible, incluso en francés. Pero tampoco tiene compasión de él mismo: “Clavar al suelo, de un tiro de escopeta, la cabeza de tu sombra”.
Dice saber nadar lo justo para abstenerse de salvar a otros. Y vive en la certeza de que nunca llegará a nada, jamás será nada. De esa certeza, como dice Josep Massot en su certero prólogo, autores como Pessoa o Kafka –escritores que a Renard le habrían disgustado, pues la originalidad le horrorizaba- levantaron una poética completa. Él, en cambio, sólo trató de embridar su propio desorden interior por medio de la distancia irónica: “Leo páginas de este Diario: a fin de cuentas es lo mejor y más útil que he hecho en la vida”. Su vida, novela contada en forma de diario, nos parece hoy una tempestad que revuelve el alma. No es preciso dejarse seducir siempre por su lúcida inteligencia: “¿Para qué estos cuadernos? Nadie dice la verdad, ni siquiera el que los escribe”. Pero haremos bien de vez en cuando en escucharle: “¡Qué tranquilidad! Oigo todos mis pensamientos”. Dijo que pensaba escribir su obra maestra en un rincón. Y es posible que el rincón, al igual que el silencio, fuera con él a todas partes y no hubiera que inventar nada. Ya enfermo grave, la última anotación del Diario lleva fecha de 6 de abril de 1910 y parece fundar una nueva vertiente del realismo del silencio: “Esta noche quiero levantarme. Pesadez. Una pierna cuelga fuera. Luego, un hilillo húmedo fluye a lo largo de la pierna. Tiene que llegar al talón para que me decida. Se secará en las sábanas, como cuando yo era Pelo de Zanahoria”.
* Piel de zanahoria. Jules Renard. Traducción de Ana María Moix. Lumen. Barcelona 2006.
* Diario 1887-1910. Jules Renard. Edición, traducción y prólogo de Josep Massot e Ignacio Vidal-Folch. Debolsillo. Mondadori, Barcelona 2008.
Fuente: http://www.enriquevilamatas.com/textos/textrenard.html
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—Yubed-nechaan?—Preguntó Nayemi en voz baja, tocando con delicadeza el viejo pedazo de papel donde se mostraba el dibujo de una niña Gátido de su misma edad.
—¿¡Nani kore!?—Sakura también se percató de que aquel dibujo mostraba el rostro de su querida hermana desaparecida.
—Dorelia sama, Kore o watashi no tame ni hon'yaku shite moraemasu ka?—
Le mostró el cartel a la dama Dorelia, quien estaba en shock, con la intención de que les tradujera lo que decía el texto, pero la mujer Cyt no respondía. Pápolo alcanzo a sostenerla antes de que se desvaneciera por completo.
—¡Debemos llevar a Dore a que se siente y tome un vaso con agua, vamos!—Ordenó el Bonglor, encaminado al grupo calle abajo, en dirección al establecimiento más cercano.
—¡Hai!— Respondieron las niñas al unisono. Sakura guardó el pedazo de papel para traducirlo más tarde.
Arribaron al restaurante a duras penas, ya que Pápolo había tenido que llevar a cuestas a Dorelia, quien al ver el nombre de sus hijos en aquel cartel de “se busca” se sintió mareada y sin fuerzas. Tal vez era el hambre, combinado con la terrible noticia.
Las niñas Gátido entraron detrás de ellos, escudriñando cuidadosamente el entorno. Nunca habían estado en una gran urbe como esa, y cada detalle les parecía impresionante. La amplia avenida que cruzaba Migram desde el punto norte, al sur, era inmensa, y en ella se encontraban impresionantes edificaciones de adobe y cantera, con una arquitectura increíblemente elaborada que no existían en ninguna de las tranquilas y humildes aldeas Gátido del paso Untag.
—Sugoi...
Expresó Sakura con gran asombro en su voz, observando los murales pintados a lo largo del muro de la edificación que se encontraba en la acera de enfrente. Examinó con detenimiento el establecimiento de comida, el cual lucia bastante desgastado. La fachada era de un tono terracota deslavado, y los barrotes en las ventanas estaban un tanto oxidados.
—Dore neechan, ¿daijobu?
Preguntó Nayemi, tomando asiento junto a la dama Cyt, quien ya parecía estar mas calmada.
—Gracias, ya estoy mejor...
Respondió con un tono de voz un tanto apagado.
—¿Que haremos ahora, Dore?—Pregunto Taicho, ayudando a su amigo Pápolo sentar a la dama Cyt en una de las sillas de aquel viejo restaurante.—Eran tus hijos lo que aparecían en el cartel, ¿No es así?—Inquirió pensativo.—Habíamos viajado hasta aquí para encontrarlos...
Dorelia le dio un leve codazo a su compañero para que guardara silencio. No estaba solos en aquel restaurante, en el fondo se podían observar una pareja de Cyt ya entrados en años, que bebían y comían sin dejar de observarlos. En la mesa más próxima se encontraba una mujer humana muy hermosa, de largos cabellos color ébano y los labios mas rojos que hubiesen visto. Parecía estar acompañada por un hombre que vestia una vieja armadura de cuero, y un parche en el ojo izquierdo.
—¡Callate tonto! Lo más conveniente será reagruparnos y pensar como procederemos ahora.—Se quedó pensativa unos momentos, antes de dirigirse al grupo, quienes tomaron asiento en la misma mesa. Las niñas Gátido tuvieron que sentarse en una mesa aparte.
—Según lo que Dalon logró averiguar antes de que se lo llevaran, fue que Daves vivió un largo tiempo en esta ciudad, por lo tanto alguien debe saber algo de su estancia aquí. Algo que nos de una pista o una idea de adonde pudo haber ido...
Puntualizó la mujer Cyt, quien ahora mas que nunca tenia la certeza de que debía encontrar a Daves antes de que se descubriera su verdadero linaje, ya que esto lo pondría en la mira asesina del nuevo rey de Lavendis.
—¿Dorelia Solanz?—Musitó la voz chillona de una mujer de prominentes pechos y ensortijados cabellos rojos. Vestía una falda multicolores y en su cuello se asomaban algunos collares de piedreria barata. Fue tal sorpresa que dejó caer accidentalmente una bandeja con bebidas.
—¡Cariño! ¡Gracias a la diosa, estas viva!—Trató de contener su grito para no alertar a los demás clientes del local.
—Ramuna Sambora, tantos años sin verte...
Dorelia le dio un fuerte abrazo a la mujer, rememorando mejores épocas.
—Escuché lo que le sucedió a tu clan. Pasé días con la angustia de no saber que les había ocurrido a tu familia...
Echó una mirada indiscreta sobre los acompañantes de su amiga.
—Pero puedo ver con gusto que estas a salvo, y en compañía de gente muy interesante.—Tocó el peto de Dorelia, examinado el emblema de “La mano” detenidamente.—¿Cariño, estas con ellos ahora?
La dama cyt asintió, esbozando una sonrisa.
—Es una larga historia Ramu, pero sí, de momento me encuentro formando parte de estos mercenarios.
Los bonglor saludaron alegremente a Ramuna, quien amablemente ofreció servirles un tarro de cerveza a cada uno, cortesía de la casa. Cualquier amigo de los Solanz, era amigo de Ramuna.
—¿Y las pequeñas Gátido, quienes son?—Inquirió con curiosidad Ramuna, sirviendoles un vaso de leche fría a las niñas.
—Estas valientes gatitas nos ayudaron en contra de los solados imperiales que nos querían impedir el paso a la ciudad.—
Dicho esto, la exótica mujer del restaurante les dio tremendo beso tronado en la mejilla a ambas chicas, y les prometió galletas de gengibre para acompañar su leche.
—Kono josei wa totemo shinsetsudesu.— Dijo Sakura a Neyami, quien asintió alegremente.
—¿Que dijo?—Preguntó Ramu desconcertada.
—Dice que eres muy amable.—Respondió la dama Cyt.
—Debo saberlo todo, cariño. ¿Donde está Delonius? ¿Que pasó en a capital?—Preguntó la mujer, cuando se disponía a servirles algo del menú del día para comer.
—Preparate Ramu, porque tengo muchas cosas que contarte...
Finalizó Dorelia, dando un buen trago a su tarro de cerveza.
Posada “El mal paso” 40 minutos antes.
Lilian “La ortiga” era una mujer....
—¡Oye, oye! ¡Espera un momento!...
—¿Por qué me interrumpes cuando estoy escribiendo nuestras muy importantes crónicas?—
—Como supiste lo que sucedió minutos antes en otro lugar, si ni siquiera estabas ahí cuando ocurrieron esas cosas...
—Ah, pues sucede que me puse a investigar primero, cabeza hueca. Además ¿¿quien te dijo que podías leer mis escritos antes de que los termine de escribir??—
—Estaba aburrido en mi catre y te vi tan concentrado escribiendo que quería ver de que trataba...
—Bueno, al menos comprobé que sí sabes leer...
—Óyeme, malparido hijo de...…
—Ejem...una sincera disculpa por mi compañero de camarote, amados lectores. Si me permiten continuaré con mi relato.
Lilian “La ortiga” era una mujer llena de recelo hacia cierta persona en particular. No siempre había sido así. Cuando niña, sus padres, quienes no eran malas personas, se dedicaban a la venta de vino de uva, cosechadas en sus propios viñedos en las tierras de Ur. Sin embargo, su padre enfermó de Cancrum finis y falleció a la edad de 30 años, dejando a la madre y la niña con muchas deudas que la familia desconocía. Le debía a altos terratenientes, comerciantes e incluso casas de juego, donde en muchas ocasiones se embriagaba jugando y apostando.
Cuando finalmente perdieron el viñedo, tuvieron que mudarse a Migram, donde la madre comenzó a laborar en diversos locales del distrito, en palo chico, el lugar con peor reputación de la ciudad. Criminales, apostadores, timadores, mercenarios, entre muchos otros personajes conformaron parte de la niñez y juventud de Lilian. Pero de entre todas estas personas de poca monta, y moral dudosa, el peor de todos ellos era sin duda alguna Evans “el infame”. El único hombre en el mundo al que le entregó su corazón. Fue ese hombre quien le enterró un puñal por la espalda al haberla traicionado, después de usarla para tener relaciones físicas, además de robarle todo el oro que habían ganado juntos en un trabajo especial.
Lilian estaba desesperada, dando vueltas en el bar de la posada, observando con atención un cartel de “se busca” donde se ofrecía una jugosa recompensa por Evans y sus acompañantes, recompensa que aquella dolida chica no dudaría en cobrar.
—¿Quieres calmarte de una buena vez? Ya me tienes mareado con tanta vuelta que estas dando...
Se quejó un hombre humano que vestía una desgastada armadura de cuero, y tenia un parche en el ojo izquierdo, bebiendo el ultimo sorbo de ron que le quedaba en el vaso. Aquel personaje debía rondar los treinta años.
—Son 500 monedas de oro por entregar a Evans ¿Como pretendes que esté tranquila? En especial después de lo que el bastardo ese me hizo...
La hermosa mujer se dejó caer pesadamente sobre el banquillo de la barra, para arrebatarle el vaso a su compañero y beber la ultima gota.
—Ugh, te lo has acabo. Ordena otro...
Pero Trigardi, uno de los caza recompensa mas famosos de Palo Chico, la miró con cierto desdén.
—No te creas tan especial, princesa. No eres la única que tienes cuentas que saldar con el bastardo ese...
Señaló el parche de su ojo izquierdo. Su voz era rugosa, y profunda. Algo ronca.
—El me robó algo mas que monedas de oro...
Lilian hizo un ademan con la mano, y rio levemente.—Esa deuda ya es algo vieja ¿No crees?—Dijo en tono burlesco.—De haber podido cobrarla ya lo hubieras hecho...
Esas ultimas palabras enfurecieron al hombre a tal grado que estrelló el vaso contra a pared.
—¡Oi! ¿Quien pagará eso?— Protestó el cantinero Cyt, pero sus quejidos no fueron escuchados.
—Escuchame bien; un día de estos le sacaré ambos ojos a ese bastardo. ¡Lamentará la osadía de cruzarse en el camino de Trigardi el Obstinado...!
La mujer desdibujó la sonrisa burlona al notar que su compañero estaba hundiéndose en un mar de odio. Claro, no podía culparlo, Evans solía tener ese efecto en la gente.
—Entonces propongo que movamos nuestros traseros de este bar, y comencemos a buscar a ese malnacido.—Sugirió la mujer, poniéndose de pie.
Trigardi se cruzó de brazos, pensativo.—¿y donde sugieres que empecemos? No tenemos idea de donde se encuentran esos fugitivos...
Lilian recordó aquel día en que Evans se largó con sus monedas de oro, sin decir mas. Venia en compañía de dos mocosos harapientos; un Lepuni y un Cyt. —Estos niños que aparecen en los carteles...Acompañaban a Evans en ese momento...
Dijo en voz alta, señalando los otros afiches.
—¿Y eso que?
Lilian soltó un bufido exasperado.—Esos niños debían vivir aquí en Migram. Tal vez alguien sepa algo de ellos...
Sugiriò, tratando de pensar por donde empezar a preguntar.
En ese momento. Un curioso Cyt que tenia una chista barba de chivo, y cara de pocos amigos los interrumpió. Al parecer era un guardia de seguridad en el aero domo, ya que portaba el uniforme.
—¿Se refieren a Gareth y a Pip?—Se metió en la conversación.
—¿Los conoces?—Preguntó Trigardi, aproximándose al hombre y sentándose a su lado en la barra.
—¿Conocerlos? Ese par trabajaban en el aeródomo hasta hace unas semanas, cuando desaparecieron repentinamente. Jamás espere verlos en un afiche de “se busca” por alta traición. Eran unos par de niños muy parlanchines, pero no eran malas personas...
Ambos caza recompensas sonrieron maliciosamente.
—¿Sabes si aquellos niños tenían familiares o conocidos en esta ciudad?— Inquirió Lilian, sentándose en el otro banquillo.
—No. Solo se que eran huérfanos, vivían en una covacha atrás del basurero...
Trigardi se exasperó. —¡Estamos perdiendo el tiempo, Lilian!—
Ambos se pusieron de pie, pero el Cyt los detuvo.
—Aunque eran muy cercanos a una mujer tiene un restaurante en la avenida principal. Ella solía procurarles comida y ese tipo de cosas...
Dijo el guardia de la barba de chivo, alzando los hombros.
—Bueno, espero que esos niños estén bien. Como les dije antes, no eran malas personas...
Dijo en voz alta, pero se percibía que lo había dicho para si mismo, para después beber todo el licor que le quedaba y salir de la posada. Ambos humanos se quedaron sentados unos momentos, tratando de pensar un poco mas sobre la situación. Lilian sabia que no era mucho, pero era una pista.
—Entonces debemos ir a ese restaurante a ver que logramos averiguar.—
—¿Estas segura? Es decir, es una pista muy débil para seguirla...—Se lamentó Trigardi con pesadez.
—Es la única que tenemos. Evans no será fácil de encontrar...
Dijo finalmente.
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#Reseña Nombre: Escrito en el agua. Autor: Paula Hawkins Genero: Thriller Puntuación: 5 / 5 ⭐️ ✨En Beckford hay un río y en el se encuentra un acantilado; al final de ese acantilo una posa, la posa de las ahogadas. En sus aguas cuenta la historia de muchas mujeres y todas con algo en común, sus vidas terminaron cuando entraron al agua. Luego de que Jules Abbott se entera de la muerte de su hermana debe volver al pequeño pueblo del que creía haber escapado, con ello tiene que hacerse cargo de la hija de Nel, quien cree fiel mente que su madre salto al río, al igual que casi todos en el pueblo. Jules debe combatir contra sus recuerdos, sus miedos al agua y a las personas. Ademas debe lidiar con la gran pregunta ¿Porque saltaste Nel?, ¿Lo hiciste? y con sus reproches por no haber contestado esas ultimas llamadas antes de que todo pasara. Pero lo que más teme es su certeza de que Nel jamás habría saltado. ✨Luego de la gran revelación que fue la chica del tren, para muchas personas, se esperaba un crecimiento de parte de la escritora y creo fielmente que en este libro se logro. Con una trama mucho más compleja y completa a su ultimo libro escrito en el agua me pareció fascinante desde las historias de la posa y los relatos de Nel hasta el desenlace inesperado, junto a los sucesos que me dejaron diciendo “oh por eso” la gran parte del libro. Creo que este libro se le podría hacer pesado a muchos por la cantidad de narradores que tiene (10 personajes narradores, aprox), pero este no fue mi caso. Disfrute esta lectura y termino ganándose la 5 estrella por la gran sorpresa que me dio. Recomiendo completamente esta lectura, sobretodo a quienes disfrutan de este género. #recomendacióndelibros #reseñasdelibros #escritoresdeinstagram #bookstagram #escritoenelagua #paulahawkins #libros #books https://www.instagram.com/p/CDyBJy0HeBy/?igshid=1joshehjyzln3
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Hoy es lunes, me levanté temprano y me puse a escribir. Hace meses que estoy tratando a hacerlo, pero corro con la suerte y la desventaja de ser mi peor jueza.
Desde re pendeja me acompaña un vínculo fuertísimo con la música. Deposité mucho capricho en lo que escuchaba y ese capricho me fue haciendo también (escuchaste hablar del principio de falta en psicología?). Sobre todo en la música conocida como rock, término que detesto como a la necesidad de encasillar. Pero bueno, en cuestiones comunicativas es necesario.
La música que escucho va de todo, de lo clásico a lo pop. Ok, no te dije nada, ya sé. Por eso para recomendar un álbum como (aquí va la primera publicación ahre)
Trance Zomba (1994), el segundo e icónico álbum de Babasónicos, tenes que hablar de (en) varios tipos de música. Es un álbum bastante experimental, que rompe con el estilo del álbum anterior (Pasto - 1992) y viaja por una mezcla de funky rap, hardcore punk, stoner y sonidos psicodélicos. Jaja ok, es un montón. El álbum es una delicia que marcaría el sonido de la banda.
Acá les dejo el tema que más me gusta del disco, recomiendo fuerte que se dejen deleitar. Si por momentos escuchan a los redondos dentro del tema no es casualidad 👀 o si..
En este disco la banda incorpora al DJ Peggyn. Acá les dejo una fiesta funky noventosa:
Si quieren algo más trippero y psicodélico les dejo esta joyita, que en alguna parte dice “qué bueno extrañar”, y en el minuto 3:40 hace un un corte y empieza otra parte del tema con una línea de guitarra que se vuelve a escuchar años después en el tema “Celofán”:
Para quienes se preguntarán: dónde está el hardcore punk, les dejo este tema escrito por Mariano Roger, guitarrista, hijo del Rolo Puente:
Un tema stoner con cortes psicodelicos, una belleza:
Bueno, no voy a hacer un review tema por tema porque no tengo suficiente lenguaje musical para analizarlos en profundidad, pero quería introducirlxs un poco en este trance.
👀 Ahora una curiosidad: Walter Kebleris, mejor conocido como Dj Peggyn, (lo nombre antes) se alejó de Babasónicos en el ‘99.
En en libro “Arrogante rock: conversaciones con Babasónicos” la banda habló sobre la situación:
Panza (Diego, baterista): “(...) el chabón se equivocó, cuando vi esa nota (donde anunciaba que se iba de la banda📃) y decía que iba a la 12, pensé: “ya está… se le quemó la cabeza”.
Mariano (guitarrista): “(...) digamos que Peggyn entró en una situación donde se pasó de algunas cosas, empezó a tener paranoias y a creer que él era algo. Tuvo un delirio. Empezó a separarse de nosotros de a uno. se creo una identidad, se puso un nombre. Se creyó las letras del rock. Un día nos planteó eso, nos dijo: “ustedes no están viviendo las letras”, no entendía que las letras son fantasías.”.
Peeero, más allá del punto de vista expresado en los comentarios de sus ex compañeros, en la nota que el da en el 2000 hace referencia a algo mucho más profundo. Aquí se las dejo linkeada. Es SÚPER interesante la postura de Walter, se cansó de la “careteada” dice:
Hoy en día se encuentra alejado de la música y sobre todo de las drogas, es pastor y parece que encontró la paz y su mejor versión de la mano de dios. Por lo que podemos deducir en el video que dejo debajo, es que su amigo Fermin IV lo metió en el mundo del cristianismo y que ahora esta muy feliz alejado de los excesos. El propio Peggyn cuenta sobre su experiencia en el grupo, las drogas que usaban para elevarse y crear canciones y su posterior alejamiento de este estilo de vida.
youtube
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Mucha data eh? Quise agregar lo de Walter porque con el paso del tiempo agudicé mi postura ante las drogas. No porque esté en contra de ellas, de hecho me encanta el porro, pero sí opino que puede haber problemas con respecto al abuso. En todo caso es un tema que lo voy a profundizar cuando hable de Zappa o de Frusciante.
So... recomiendo que escuches el disco, lo dejé linkeado. Está en YouTube tmb (por si Chaco está leyendo. Igual creo que lo tiene en cd. Maldito Chaco, amo tu discoteca)
Y si esto te hizo acordar a algún álbum o canción me re gustaría que lo compartas conmigo 🌝
Para darle un cierre al post (pero una apertura al concepto de publicaciones) me gustaría compartir mi “caja de cds” por la simple razón de que la gran mayoría de temas o álbumes que más me marcaron, fueron recomendaciones de otrxs. Y ahora me toca a mi (re que vengo compartiendo música desde hace años, porque para consejos no sirvo)
Decidí hacerlo en Trumbl porque puedo poner los links hacia los temas y tal, además considero que la app no “tiene tanto acelere” como instagram, donde scrolleamos compulsivamente y consumidos una banda de data basura. Bueno, seguramente pensarás: eso pasa en todos lados, todo el tiempo. Es más, esto también puede ser basura para algunxs, y está bien. Pero bueno, qué se yo, estoy llena de contradicciones.
Eduardo Glaneano, en El libro de los abrazos (1989) - Celebración de las contradicciones/2 dice:
“Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo queriendo revelar lo real maravilloso, y descubro lo real maravilloso en el exacto centro de lo real horroroso de América.
En estas tierras, la cabeza del dios Eleggúa lleva la muerte en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una amenaza; cada pérdida, un encuentro. De los miedos nacen los corajes; y de las dudas, las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios, otra razón.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día.
En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir en el mundo.”
Bueno, ya me fui al carajo. Esto es lo qué hay
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Es extraño el sentimiento... no sentí lo rápido que pasó el tiempo y sin embargo tu recuerdo me tocó mucho en estos últimos días y hoy despierto y caigo en onda de que se cumplen 7 meses de haberte ido de este mundo.
Me da tristeza darme cuenta que no volveré a ver tus post de fotos viviendo tus aventuras, viendo tu sonrisa, leyendo tus escritos, compartiendo tus memes, reaccionándonos nuestras pubs.
Aún recuerdo cuando me dieron la noticia, quedé anonadada, fui incapaz de sentir algo, es como si alguien hubiera arrancado todas mis emociones en ese instante. Empiezo a creer que fue una especie de autoprotección emocional pero lo peor llegó días después, el arrepentimiento de no haber ido a despedirme de ti, de soñarte y verte riendo y cantando, despertar y saber que ya no volvería a verte jamás, es horrible.
Guardo en mi corazón todos esos breves pero maravillosos momentos compartidos a tu lado; que me enseñaras a nadar en el mar, ese día me sonrojaste demasiado; compartir contigo el amanecer, sentarnos a platicar de la vida, ese desayuno, el agua de ciruela, ese breve pero significativo viaje en taxi con Javi, que ojalá hubiera durado mucho más; que compartieras tus opiniones, tus visiones, tus aprendizajes, los audios, joder lo increíble que congeniamos desde el primer instante, quisiera decir tantas cosas, quisiera verte una última vez, sé que nos faltó muchísimo por conocer de ambos, sé que íbamos a llegar a mucho como amigos.
También sé que éste post no logrará compensar nada, ni siquiera quiero que alguien lo vea, y sé que sería más fácil pensarlo o quemarlo en papel para dejarte ir así como las cenizas se deshacen, pero tú no eres un pedazo de papel quemado ni mucho menos mis sentimientos lo son, quiero recordarte y manifestarlo por escrito en este lugar y dejarlo en el recuerdo por siempre.
Te fuiste pero me dejaste buenas lecciones:
En primera, que no debo quedarme con las ganas de nada.
Dios no castiga.
Se quiere y se puede.
No hay nada como el mar.
Las cosas sencillas son las mejores
Y muchas, muchas otras cosas más que sin querer queriendo me han dejado marcada pero la más importante es que debo vivir cada segundo de mi vida a como dé lugar y decirle a los demás lo importantes que son para mí.
La muerte es un sueño profundo y no tengo la certeza si realmente exista algún reencuentro después. A veces no tengo esperanza, a veces creo que morimos y no hay nada más que la nada. Y me hundo al pensar que ya no volveré a conocerte, a verte sonreír, a sentir lo que solo tú me hiciste sentir. Pero qué va... creo que de cierta manera poco importa ya lo que pase después, cuando el presente es un tiempo en el que tú no existes tangiblemente pero en mi corazón y mi mente tú fuiste y sigues siendo luz y paz. Te quiero y te extraño como no tienes idea Raí
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Txus di Fellatio, autor del Quijote
Escrito por soycarbal
La portada creada por Gaboni es antesala para abordar una peculiar perspectiva hacia el Quijote. Usando una camiseta de AC/DC, más que dejándose atrapar por ensoñaciones flotando a través de la habitación, el trastocado anciano manchego del siglo XVI está al borde de la esquizofrenia. Repleto con cigarrillos apagados, el yelmo de Mambrino se aproxima lo más posible a ser la otrora bacía. Sancho utiliza una camiseta de Motörhead y su señor lleva una Fender atada a la espalda: los juglares de antaño se vuelven roqueros fracasados.
Quijote y yo
A través de reinterpretaciones, versiones y análisis, lo quijotesco se ha abordado en festivales, estudios, filmes, y puestas en escena durante más de 400 años, dejando suficiente sobre qué hablar en coloquios y ponencias durante otros 400 años, por lo menos.
Pretender declarar la mejor época para Mägo de Oz, el mejor álbum, o las mejores canciones propicia debates interesantes y potencialmente acalorados que dan como resultado un artículo cada uno.
La leyenda de La Mancha pertenece a la Era Dorada que el vocalista José Andrea ayudó a hacer excepcional. Al tiempo que puede considerarse su cuarto material discográfico, tomando en cuenta el modo en el cual la banda casi siempre se inclina por el álbum conceptual, éste fue el segundo de esa naturaleza.
Cervantes pesimista
Creador de un parte aguas y punto de apoyo para contar historias, Cervantes es emblemático para la cultura junto con Homero, Shakespeare, Moliere, Poe, Verne, Joyce y el resto que conforma el panteón de autores universales. Afortunadamente pasarán siglos y la humanidad dejará de ser tal antes que alguien dé la última palabra y ose descartar sus obras.
Los eruditos decidieron que, como parte de la dicotomía ante la razón simplona de su escudero Sancho, el carácter ideológico del Quijote debía extrapolar el optimismo. Hasta hoy, gran parte del atractivo del caballero trastocado consiste en vanagloriar el ideal. Lo más importante en torno a la novela se ha vuelto exhortar al público a seguir sus sueños, hacer locuras, vivir por uno mismo, y no ver el mundo como es, sino como se cree que debería ser.
Aun con todo, el texto mismo demuestra que, ni por asomo, Cervantes se acercó a compartir el optimismo con el Quijote. Cuando el hidalgo recupera la razón alcanza su devastador fin sin ver cumplido el ideal. Sus amigos siguen sus respectivas vidas y lo olvidan. El mundo continúa girando sin dejar lugar para los sinsentidos de un loco.
Los sueños que mantienen vivo al Quijote inequívocamente conducen hacia la muerte, y la piedra angular para su tributo consiste en vanagloriar la idea contraria a aquella mostrada por Cervantes.
El arte que alecciona al espectador jactándose de contar con fragmentos de verdad absoluta posee más pretensión que valor estético. Mientras la moraleja que intentó dejar el Quijote apócrifo de Avellaneda no trascendió, para Cervantes las cosas nunca fueron claras.
Las mejores obras no dan certezas sino inquietudes, y la novela de Cervantes deja muchas de esta última naturaleza. Aun hoy, de los coloquios surgen múltiples interpretaciones, distintas y hasta encontradas. Autores de renombre siguen debatiendo si el Quijote estaba loco o si era la única persona cuerda en el mundo. No todo ha sido dicho todavía. Lo importante es el punto de vista que se dé en esta ocasión. Una nueva versión podría mostrar algo que se nos escapó entre tantas relecturas.
Txus di Fellatio, autor del Quijote
A simple vista un tributo más, emulando una novela, las canciones en La leyenda… reinterpretan la obra cervantina cumbre. Usando licencias creativas muestra optimismo ideal en vez de pesimismo ante la indiferente realidad.
Muchos momentos en el álbum resultan icónicos para el conjunto musical. El análisis hacia su estilo único permite identificar determinada influencia en la mezcla de géneros durante su trayectoria por parte, tanto de emblemáticas bandas de rock, como de pasajes claves para la historia de la música: Iron Maiden es la piedra angular, un violín sigue las partituras de Brahms, y la flauta recuerda a Ian Anderson.
La leyenda… propone perspectivas al Quijote que antes no se nos hubieran ocurrido.
En ‘Bálsamo de Fierabrás’, dentro de su fantasía, el Quijote está convencido de conocer la receta para preparar una poción que devuelve la vida y reanima el espíritu (la cual, en realidad, no funciona).
No hay que ser experto para reconocer la esencia del momento clave en el haber cervantino al escuchar ‘Molinos de viento’. No hace falta ser fanático de Mägo de Oz para que el ritmo de la canción te atrape durante el momento álgido en una borrachera. La pieza trasciende, el Quijote afirma combatir gigantes, la sociedad estigmatiza a quien atenta contra las buenas costumbres, y el ideal prevalece ante la realidad.
La letra en ‘Maritornes’ versa sobre amor frenético y alegre al momento en que el Quijote confunde a la asturiana con su mujer idealizada. En la novela original, creyendo que la moza no puede resistir ante tan excelso caballero, don Quijote la retiene contra su voluntad para exaltar su devoción hacia Dulcinea del Toboso.
‘Réquiem’ es una de las canciones más hermosas, en el disco, y en la trayectoria de Mägo. El arrepentimiento por no compartir cuanto debías con quien no estará más borra la línea entre la despedida y la muerte.
A diferencia del Quijote cervantino, la esperanza fue el motor para el álbum de Mägo. Además de sublime cierre acústico, ‘Ancha es Castilla’ también figura en el listado de canciones hermosas de la agrupación española. Himno para incansables y locos soñadores contra el mundo entero.
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Text
"SIN NINGÚN TITULO"
Bendición y condena al mismo tiempo.
Certeza y duda.
Bondad y castigo.
Virtud y enfermedad.
En mi mundo de blancos y negros no creí poder creer en la coexistencia de tan grandes opuestos.
Y tuve que ver para creer; por eso solo los que me tengan fé lo entenderan. El resto me condenará a la locura, a la insanidad, a la falta de razón y cordura...
Y entonces agradesco estar tan acostumbrada a ese nombre que ya no es novedad. Porque yo misma me lo e repetido.
No es normal y no está bien.
No debería ser y al mismo tiempo es tan natural.
Quizá la naturaleza ha cometido otro error; porque hizo amar una ola al fuego.
Y como toda ola no dura mas que un instante; y como todo fuego se extingue al agua.
INCOMPATIBILIDAD.
LABILIDAD.
Una posibilidad de coexistencia solo si es de lejos.
Y morir con la satisfacción de haber vivido viendo vivir. De cerca, de lejos o de tal distancia que ya los ojos no bastan para ver. Pero saber que vive.
Saber que murió algún dia y hasta verle morir.
Y quizá morir sí pueda ser de cerca. Porque qué mas da si se estingue la flama, si se extingue mas pronto o mas tarde. Si se extingue por agua, viento o falta de alimento.
Y con calma, porque seguramente en la muerte aún existirá ese deseo; porque los errores de la naturaleza son irreparables.
O eso es lo que yo creo.
-Con sentimientos encontrados; escrito de agua a fuego.
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