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Un clic. Un final de llamada. Una pausa. Un nuevo tono. Luis, ¿me oyes? ¿Puedes venir a buscarme? #relatoscortos #relatos #relato #juntoalarroyo #marieyuset #wattpad #wattpadespañol #wattpadstory #relatoterror #relatoparanormal #paranormal #muerte #relatofantasma #fantasmas #ficcion #fantasia #relatocorto #leer #lectura #lecturas #lectura #lecturanocturna #miedos #victima 🌟 leer 👉🏻 https://my.w.tt/dZRdJlJ4WP 👈🏻 https://www.instagram.com/p/BnU6lnfg1IM/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=5xilrk5sohf4
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Junto al arroyo
—Sí, ¿dígame? —Luis, cariño. Estoy esperándote. Tengo tantas ganas de verte... Estoy junto al arroyo, bajando la ladera. En la sombra del roble. El que se apaga cuando lo arremeten las nubes. —¿Carla? —Sí, Luis, olvidé decirte cuánto te quiero. Por favor, estoy justo donde la corriente se detiene. En la desembocadura del arroyo, ¿recuerdas? en el codo más gordo… Sentada sobre la piedra musgosa y tornadiza: la que dejó estampados verdinegros en tus pantalones, la que si cierras un ojo y ladeas la cabeza deja de ser una piedra y parece una rana panza arriba. Es sorprendente, ¡hay que ver! aquí nos cogimos de la mano la primera vez. Aquí nos declaramos después de que me cubrieras de besos… Si lo vas a preguntar, tranquilo, Luis, que la rana panza arriba ya no mancha, y antes de que lo preguntes tampoco humedece. El arroyo apenas lleva agua. —Disculpe, no oigo, sólo susurros. ¿Quién es? —Soy yo, Carla, ¿me escuchas ahora? Puedo esperarte aquí, cariño, que nuestra piedra sigue siendo igual de confortable. ¡Hay que ver! recuerdo que saltábamos desde aquí cuando el caudal se rebosaba, dejando el codo de aquella piscina viva y fresca. Cómo brillaba el agua cuando las hojas caían de las hayas, o cuando el roble presumía de reflejo en su cauce… Ya no. Ahora es opaco, triste, y el vaivén del agua es pastoso y lento por culpa del lodo. Pero sigue llegando hasta aquí el eco de la facultad, y si cierro los ojos puedo ver las dos torres centrales y el bloque a mi habitación. También puedo ver el parque y la carretera sin farolas que lleva a la biblioteca.
—Lo siento, disculpe, voy a tener que colgar. No consigo entender. —Oh, Luis, no. No, por favor, no cuelgues. No debí quedarme en la biblioteca hasta tan tarde. Debí escucharte, cariño. A la salida, la furgoneta ya estaba allí, y me seguía… Te juro que en cuanto me di cuenta comencé a ir todo lo deprisa que podía; pero las ruedas chirriaron y de un acelerón se cruzaron en mi huida quedando como un muro que bloqueó mis piernas. Primero oí el portazo del conductor, seguido, la puerta corredera que se abría frente a mí. Quedé rígida cuando de ella se bajaron dos, y el del portazo… el de la gorra con el águila blanca, ¿recuerdas?¿El tipo del diente partido y la barba? Al que le dijiste aquel día que dejara de mirarme… Se abalanzaron sobre mí, Luis. Quise patalear, gritar, socorro, ayúdenme, socorro… La mezcla de sudor nauseabundo me rodeó, uno apretujó sus dedos y cerró mi boca. Ahí pataleé, cariño, pataleé hasta que me quedé sin fuerzas. Otro golpeó mi estómago. Me subieron a la furgoneta: viciado olor a hierba, pestilente alcohol, golpes, dolor, angustia, socorro, ayúdenme, socorro… Terror, rabia, impotencia, metal en mi boca… Trago mi propia sangre, late, quema pulsante… Acaben las manos, acaben los cuerpos, ¡dios ayúdame! que acaben sus bocas, por favor… Acometidas, una tras otra con cada turno, repugnancia y un infierno de resignación hasta que acabó; con un final de tracas de palos y patadas. Creí que podría irme a casa, creí que podría irme contigo mi amor… Pero corrió mi sangre bajo la ira, quedé como un bulto, un saco de boxeo viejo, desgastado, rojo y destrozado. —Carla, por dios, ¿eres tú? Esto va a volverme loco… —Oh sí, sí, mi amor, soy yo. Por favor, no estás loco. ¡No me cuelgues! ¡Gritaré más fuerte! ¿Puedes venir a por mí? ¡Ellos me dejaron aquí, en el fondo del arroyo! Hace tanto tiempo que incluso donde estaba la vereda ahora se levanta un montículo de hojas secas. Las hayas han sido guillotinadas… Si te fijas, semienterrado en el cauce puede verse el resto de mi mano. Soy una silueta, soy el destello plateado… Una especie de anillo fantasmagórico sobre la rana… Igual que el arroyo, también he cambiado. Pero aquí te estoy esperando, recordando las palabras lindas que me decías. Tengo tantas ganas de verte... Un clic. Un final de llamada. Una pausa. Un nuevo tono. —Sí, ¡¡dígame, por dios!! —Luis, cariño. Estoy esperándote. Tengo tantas ganas de verte... Estoy junto al arroyo, bajando la ladera. En la sombra del roble. El que se apaga cuando lo arremeten las nubes…
Junto al arroyo © 2017 Todos los derechos reservados nº1708043231038 Autor: Maríe Yuset
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