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jgmail · 2 years
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Antes del nacimiento del eurasianismo: esbozo del pensamiento ruso prerrevolucionario
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Por Maxim Medovarov
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
 Acaba de aparecer traducido al ruso el libro El mito ario y el sueño imperial de Rusia en el siglo XIX de Marlène Laruelle [1], una investigadora francesa muy conocida entre los académicos rusos por su impresionante libro sobre el origen del eurasianismo entre las décadas de 1920 y 1930 [2]. Su libro sobre El mito ario sería una especie de prólogo a su primera obra, pero lamentablemente tiene una presentación desordenada y comete muchos errores e inexactitudes, incluso con respecto a los nombres de los protagonistas. De todos modos, el traductor de esta obra – que ya tiene más de 85 años – se sentía fascinada por la misma e introdujo en ella varios comentarios. No obstante, tenemos que trabajar con lo edición que tenemos, la cual no deja de ser interesante una vez la observamos teniendo en cuenta el estudio del pensamiento social y la ciencia histórica rusa que surge a finales del siglo XIX y principios del XX.
 Una de las características metodológicas de los trabajos de Laruelle es estudiar el pensamiento ruso del siglo XIX en comparación con sus contrapartes alemanas y francesas del mismo momento, en especial el problema de los indoeuropeos, su origen y su lengua, a la luz de los pueblos eslavos y su interpretación de la “arianidad” o lo “ario”. La autora cita una vasta cantidad de interpretaciones rusas sobre el problema de la “arianidad” en su libro, pero todas parten de un rechazo y un ataque al concepto romano-germánico de lo “ario”. Los europeos no consideraban a los rusos como “arios”, pero los académicos rusos sostenían lo contrario. Por otro lado, mientras que los europeos desarrollaron una ciencia radiológica y antropológica sobre este tema, los rusos rechazaron por completo la comprensión racial de la “arianidad”, especialmente porque la identidad dual de Rusia, entre Europa y Asia, obligó a estos crear una forma antioccidental de “orientalismo”. Los intelectuales rusos se consideraban como los representantes de la “Europa no occidental” y veían este conflicto como una disyuntiva entre el “iranismo” y el kouchitismo o turanismo. Según Laurelle este es el esquema que se encuentra en la mayoría de los historiadores y periodistas de ese entonces, aunque un estudio mucho más específico podría encontrar autores particulares que no se ajusten por completo a él.
 Esta voluminosa obra se encuentra llena de cientos de nombres, apellidos y títulos de libros que la autora no fue capaz de ordenar del todo, pues a lo largo de él vuelve a repetir muchas de las tesis y nombres que había citado anteriormente. De todas maneras, está monografía le presta mucha atención a la concepción histórica del mundo desarrollada por Alekséi Jomiakov, las doctrinas asiáticas de Esper Ukhtomski y el Círculo de Amantes de la Arqueología del Turquestán de principios del siglo XX. Laruelle sostiene que estos tres son los más interesantes y reveladores de todos los autores analizados y a partir de los cuales formula su principio de clasificación. El segundo capítulo del libro es construido a partir de este esquema y analiza las diversas opiniones que existen en Rusia sobre el origen de los vikingos en las cuales predominan las teorías sobre Escandinavia, Lituania, el Báltico eslavo, el Mar de Azov, la costa del Mar Negro... O la maravillosa recopilación de opiniones sobre la patria original de los eslavos que es considerada sucesivamente como Escitia, Sármatia, Siberia, Asia Central, Crimea, Roma, Grecia, Troya, etc. Fue de esta encarnizada polémica que por fin surge una verdadera teoría científica sobre el origen de los eslavos, sin hablar de los aportes que también hizo la historiosofía rusa. Otro de los grandes aportes hechos a este respecto fueron los increíbles trabajos desarrollados por la historiografía ucraniana que va desde Mijailo Hrushevski hasta llegar a Ahatanhel Krymskyi. Además, se analizan los intentos de historiadores rusos como Evers, Moroshkin, Venelin, Gedeonov, Zabelin e Ilovajsky que intentaron encontrar los orígenes de la identidad rusa y eslava en la Bactriana, en el Mar Negro, Italia e incluso entre los hunos, los proto-búlgaros turcos y los jázaros. De este extraño “brebaje”, que terminó descartando las fantasías, surgiría una comprensión verdaderamente eurasiática de la identidad rusa a principios del siglo XX. Laurelle considera que el eurasianismo es una entelequia producida por el pensamiento ruso del siglo XIX que según ella “tiene orígenes poco científicos” …
 El capítulo tercero y cuarto están dedicados al “asianismo” dentro del pensamiento ruso, donde nuestra autora examina sistemáticamente las formas en que es percibida la India y el sánscrito tanto en las mistificaciones romántica como en la erudición literaria hasta llegar al iranismo científico ruso y sus intentos de comparar la épica y la cultura alana y eslava (Vsevolod Miller) o las opiniones teosóficas de Blavatsky, Roerich, Vladimir y Vsevolod Soloviov, León Tolstoi y otros autores que se dedicaron a esta cuestión. Además de los conservadores, Laruelle muestra que estas categorías también fueron asumidas por los narodniks y liberales rusos que a partir de los mitos del “iranismo” y la “arianidad” desarrollaron versiones “democráticas” rusas de utopías igualitarias y fraternales creadas por los pueblos de las Grandes Estepas (Sergei Yuzhakov, Mikhail Venyukov). Laurelle sostiene que muchos de estos mitos hoy serian vistos como fantasías o mentiras que nada tienen que ver con la realidad, al igual que los intentos del cosmicista Nikolai Fiodorov de encontrar los cuerpos congelados de sus antepasados arios en el Pamir o las elucubraciones de Vasili Florinski, fundador de la Universidad Estatal de Tomsk, de encontrar los orígenes de los eslavos entre los restos arqueológicos de los escitas, sármatas y sacas de Siberia y el Altai.
 No resulta extraño que todas estas ideas llevaran a los rusos a querer conquistar el Asia Central con la intención de buscar debajo de los yacimientos de los pueblos turco-mongoles y turanianos las huellas de una antigua cultura iraniana o “tocaria” que los había precedido. Esta idea no solo fue asumida por los intelectuales, sino también por muchos políticos, administradores y funcionarios públicos como Nikolai Przhevalsky, Agvan Dorzhiev, Piotr Badmaev, Esper Ukhtomsky o los arqueólogos del Turkestán que serían los creadores de una línea “euroasiática” y “orientalista” que fue asumida en parte por el emperador Nicolás II y que determinó la dirección de la geopolítica rusa en Asia (el Tíbet, Manchuria, el Pamir y otros lugares) en el transcurso del siglo XIX y XX,
 El libro sin duda nos presenta un vasto cuadro muy rico en hechos y personajes que mediante una conceptualización y reflexión teórica podemos profundizar para ampliar nuestra comprensión del pensamiento ruso del siglo XIX, sin hablar de cómo este buscó y encontró el Logos ruso oculto detrás de todas estas ideas. Siguiendo la metodología usada por Noomajía [3; 4; 5; 6] sin duda seremos capaces de ampliar y reevaluar muchos de los conceptos de Laruelle y de ese modo aclarar la autoconsciencia que los rusos tenemos de nosotros mismos.
 Como muy bien demuestra el otro libro que escribió sobre el eurasianismo, Laurelle es una acérrima crítica de la geopolítica rusa. Sin embargo, sus trabajos no pueden ser acusados de parciales y contienen algunas conclusiones valiosas, es especial sobre el camino tortuoso que la idea de “arianidad” atravesó entre los años de 1810 y 1917 en Rusia, especialmente porque el “arianismo” tal y como fue entendido por los rusos no tenía nada que ver con la forma en que esta idea fue desarrollada en Occidente, careciendo del trasfondo racista y antisemita (aunque de vez en cuando caía en el anti-turanismo) que su contraparte occidental sí tenía. Además, la “arianidad” rusa estaba basado en el culto al Imperio y la misión que los rusos debían cumplir en el Asia Central, la cual era considerada por muchos, al igual que la Gran Estepa, como el hogar ancestral de los arios o al menos de los eslavos. A pesar de las enormes diferencias entre aquellos que buscaban el origen de los eslavos y varegos en lugares tan dispares como Irán, la India, el Tíbet, Alemania, Grecia o Roma, podemos decir que todos ellos participaban de un mismo debate – el cual duró más de un siglo – sobre un problema fundamental.
 El mito ario en Rusia (que al comienzo del siglo XX había adoptado una forma “escita”) se desarrolló debido a que Occidente era percibido como una amenaza, además de que los rusos eran considerados como asiáticos. Esto llevó a que muchos pensadores buscaran en Asia las respuestas que buscaban. Estas ideas maduraron a lo largo de cien años desde sus orígenes románticos y eslavófilos hasta llegar al “ariofilismo” (N.P. Peterson), el “escitismo” (A.A. Blok) o el “asiatismo” (Ukhtomsky) y la concepción de Rusia como “un continente que media entre Europa y Asia” (V.I.Lamansky) o una parte de la “Gran Unión Oriental” (K.N.Leontiev). Muy poco faltaba para que estas ideas fueran desarrolladas entre 1920 y 1921 por Nikolai Trubetskoy y Piotr Savitsky para que por fin surgiera el eurasianismo.
 Bibliografía:
 1. Ларюэль М. Арийский миф и имперская мечта в России XIX века. М.: Тотенбург, 2022.
2. Ларюэль М. Идеология русского евразийства, или Мысли о величии империи. М.: Наталис, 2004.
3. Дуган А.Г. Ноомахия: войны ума. Логос Турана: индоевропейская идеология вертикали. М.: Академический проект, 2017.
4. Дугин А.Г. Ноомахия: войны ума. Русский Логос I. Царство Земли. Структура русской идентичности. М.: Академический проект, 2019.
5. Дугин А.Г. Ноомахия: войны ума. Русский Логос II. Русский историал. Народ и государство в поисках субъекта. М.: Академический проект, 2019.
6. Дугин А.Г. Ноомахия: войны ума. Русский Логос III. Образы русской мысли. Солнечный царь, блик Софии и Русь подземная. М.: Академический проект, 2020.
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big-takeshi · 3 years
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Ahora ambos imperios, en plena fase expansiva, poseían una frontera común y sobre todo, intereses contrapuestos. Roma, al anexionarse los restos del imperio Seleúcida y siendo fiel a su filohelenismo, se veía en la obligación ante sus nuevos y helenizados súbditos orientales, de presentarse ante ellos como defensora del helenismo frente a la renaciente Persia arsácida. Además, la conquista de Siria y de Asia Menor implicaba la necesidad de que, o bien se dominara Armenia y Mesopotamia, o bien se impidiera el dominio de una gran potencia sobre ellas. Ninguna de esas dos posibilidades eran factibles hacia el año 65 a.C., pues Roma no sólo no controlaba Mesopotamia y Armenia, sino que la destrucción del gran reino armenio de Tigranes por Pompeyo apartaba del camino de Partia el último obstáculo para consolidar su dominio sobre Mesopotamia y extenderlo sobre Armenia en cuanto ello fuese posible. Una vez logrado esto, Partia, como sucesora de la vieja Persia aqueménida y vencedora de los seleúcidas en el Irán y la Mesopotamia, aspiraba a conquistar Siria y lograr así la siempre codiciada salida al mar Mediterráneo. La guerra entre ambos imperios era pues inevitable y de nuevo, bajo la autoridad de dos pueblos subyugados por sus culturas y tradiciones, la helenizada Roma y aquemenizada Partia, helenismo e iranismo, volvían a disputarse el dominio hegemónico sobre el Oriente y el Mundo Antiguo. José Soto Chica.
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allmadamevrath-blog · 6 years
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Dizionario dell'esoterismo. Storia, simbologia, allegoria. Gnosi
Dizionario dell'esoterismo. Storia, simbologia, allegoria
Gnosi
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La gnosi è una ricerca, dell sapere salvifico e ricerca di sé. Più che una dottrina, è la rivelazione continuamente approfondita di tale dottrina. E' la dimensione storica delle figure culturali della tradizione. Prestarle i tratti di una compilazione eterogenea significa negare la dinamica che ne fa la ricercadi una sintesi, non la riproduzione di un tutto compiuto, e neppure di un corpo informe. E' destinata infatti da un lato a ridurla a una delle sue espressioni culturali; la gnosi cristiana con cui la si è confusa a lungo ne è un esempio. Può confondersi con una generalità di intenti vuota di senso perché troppo imprecisa, che la astrazione di ciò che H.C. Puech ha definito 'stile gnostico', in grado di assicurare la coerenza e l'unità di orchestrazione di ciascuna delle sue dottrine. Ora, l'atteggiamento gnostico si rivela precisamente come <<coerente, unico e costante, tale quindi da costituire un tipo distinto e originale e di religiosità>>. Anche se la gnosi esiste solo nella pluralità delle sue espressioni, il solo fatto che essa accompagna tutte le religioni e tutte le culture basta a dimostrare che interessa la stessa storia delle religioni. La gnosi è la ricerca costante di una tradizione che, si fa carico del confronto degli insegnamenti acquisiti con le nuove possibilità del Sacro. Esistono due sensi ben distinti del termine gnosi: uno che nasce con ognuna delle sue possibilità storiche, l'altro, più vasto, che consente uno stile, una 'fenomenologia' glostica, riconoscibile nella sua struttura come 'realtà significativamente ordinata' e sempre di attualità. Ma ogni iniziato, è insieme a <<elaborare un suo sistema personale di gnosi, oppure, all'interno di una stessa scuola, a interpretare alla sua maniera la dottrina iniziale, a modificarla, a riformarla in modo diverso>>. E' questo movimento di ripensamento e di apertura che costituisce l'unità della gnosi. E' inevitabile che il carattere diversificato dei suoi insegnamenti caratterizzi la sua dialettica. Ciò che è considerato come un influsso o un residuo di un'altra religionene costituisce uno dei poli, mentre il sistema della religione dominante sarà decifrato, rifuso, renterpretato alla luce di questa aquisizione, allo scopo di verificarne la compatibilitàe rifonderne la storia in un'unità vivente e in un amalgama. E' per tale ragione che la gnosi registra la sua tenace presenza nel cuore delle religioni, che gli gnostici hanno sempre avuto dei rapporti conflittuali con i depositari del dogma ufficiale o con i protagonisti di una nuova religione. Si consocono gli insegnamenti gnostici soprattutto attraverso la segnalazione dei loro presunti errori fatta dai Padri della Chiesa. I rappporti tra gli apostoli e Simon Mago mostrano assai bene la loro opposizione nei confronti di Gesù, mentre due secoli dopo Clemente di Alesandria e Origene definiscono i grandi trattati di una gnosi cristiana, destinata anch'essa a evolversi, con Gioacchino da Fiore o Basilio Valentino. L'accusa di sincretismo maschera dunque di proposito l'ermeneutica. Le tracce di motivi gnostici in culture eterogenne non riescono a giustificare l'amalgama. Il metodo comparativo può contribuire molto efficacemente alla delimitazione degli stati eterogenei, ma non può spiegare il tutto attraverso la somma delle parti, quando tale tutto è esso stesso in costante evoluzione e i vari strati non sempre sono presenti in ogni corrente gnostica. Se si è ogni volta di fronte a una <<gnosi originalmente pagana più o meno impregnata di iranismo>>, la sua <<culla è in un primo tempo il basso paese babilonese e in seguito l'Asia Minore e la Siria>>. Se si nota l'esiistenza di una componente ebrea, si deve constatare una successiva quasi genrale della gnosi nei confronti del giudaismo. Gli arcanngeli israeliti diventeranno solo deglin dèi inferiori, gli Arconti, a forte ispirazione egiziana. La gnosi cristiana risale alla gnosi ebraica, per quanto riguarda le gerarchie mediatrici tra l'uomo e Dio. La spiegazione dovrebbe risalire alla diaspora ebrea da Babilonia al contatto con la cultura persiana di Alessandria il sincretismo ellenistico formatosi in Egitto, il giudaismo dell'Aasia Minore, perfino della stessa Palestina. Spiegare la gnosi attraverso le influenze storiche delle varie culture equivale a dare un'idea della gnosi che vede una contaminazione reale là dove vi è solo una sorta di 'rivestimento'. Così il Cristo storico è per la gnosi tutto è stabilito in precedenza: il concetto della passione di Cristo è esteriore: l'incontro del Gesù storico con il Soter mitico è di fatto un'articolazione difficile, e, secondo Valentino, l'impresa non rivela solo l'influenza di una nuova ermeneutica, ma una sua rielaborazione. La spiegazione basata sulla contaminazione non rende giustizia al profondo lavoro di rifacimento effettuato dalla gnosi. Dà l'illusione di una storia sedimentata, di cui l'archeologia è una retrospettiva fatta da uno studioso di storia comparata. In realtà la disperisione degli elementi non è riducibile a un sincretismo artificiale: non tutti gli elementi vi figurano necessariamente. La storia della gnosi è, ellittica. Tutte le tendenze che lo gnosticismo cristiano unisce solo parzialmente, ci appare vano, se non azzardato, fondare l'idea di una tradizione gnostica sulle precarietà un solo esempio storico. Si troverà tuttavia in quella gnosi<<lo schema dei miti gnostici più primitivi>>: il dualismo 'del re della luce' e della 'grande diavolessa', l'esistenza dei sette figli, i sette pianeti attraverso cui l'anima deve elevarsi, degli altri dodici figli, i segni dello Zodiaco, un salvatore preesistente. Quest'ultimo 'estraneo al mondo' discende al tempo di Pilatus (Pilato), predica il re della luce, fa dei miracoli, risuscita i morti, libera la vita dalla morte, risale in cielo e tornerà alla fine dei tempi. Puech. La precisione di certi dettagli non fermerebbe la <<datazione antica attribuibile al fondo primitivo di tutti questi libri sacri>>, al punto che il cristianesimo stesso sarebbe 'un ramo dello gnosticismo', il paradosso del mandeismo sta nella sua esistenza tardiva e nel fatto che solo gli strati più recenti di queste compilazioni (quinto o settmo secolo) portano traccia di Giovanni Battista. Il mandeismo ha come base la tradizione evangelica. L'unità di tutte le ricerche gnostiche sta nel reiterare le stesse domande e nel porre in rilievo pazientemente degli itinerari di salvezza basati su elementi simboligi eterogenei. Se è diventata classica l'affermazione che la gnosi è dualistica, che sviluppa una concezione pessimista del mondo e negativa della sotria, che il suo unico fine è la reintegrazione dell'anima che i suoi mezzi fondano un'etica in prevalenza individualistica, non si è insisitito abbastanza sul ruolo che il fatto di attingere ai vari insegnamenti svolge nel processo interiore in cui il lavoro gnostico si impegna, quindi nella sua psicagogia. Questo lavoro consiste in una rifusione, un ritorno all'unità attraverso la disperazione o dissoluzione e la sintesi o coagulazione. E' un'alchimia mentale il cui fine è la metemorfosi dello psichico nella conoscenza pneumatica, in una nuova creatura. L'eterogneità è questo ritorno alla materia prima in cui si trovano tutte le possibili opere del futuro. Questa è solo l'Opera al Nero, a cui si arresta il metodo dei soli confronti storici. Lo gnostico non fa che fornirsi in tal modo del materiale simbolico necessario per la realizzazione delle altre due tappe: Opera la Bianco, la conversione dello sguardo dell'anima, e l'Opera del Rosso, la rinascita, la gnosi della vita'. La gnosi suppone dei percorsi necessariamente differenti, sempre più orientati. Da qui quel pofilo, quell'atteggiamento comune, concesso o riconosciuto a tutti gli gnostici. Da qui anche i suoi rapporti con l'ermetismo, consentiti, anzi richiesti, delle strutture isomorfe delle scienze sacre e quelle dell'uomo primordiale. La gnosi rappresenta per il bramanesimo, il tempo della riappropriazione umana della loro rispettiva tradizione esoterica. Equivale a dire anche che in questo ritorno a sé e al sacro lo gnostico impegna virtualmente tutta quanta la tradizione, e che il suo sforzo per raggiungere la conoscenza consiste in un'evoluzione nella forma universale che sottende tutti i particolari storici. La gnosi è dunque il campo degli abbozzi, incessantemente rielaborati, della tradizione stessa.
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big-takeshi · 3 years
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Grecia y el Oriente helenístico, el mundo surgido tras Alejandro, se integraba dentro del nuevo mundo romano639. Y así, a lo largo del siglo I a.C., Roma y los iranios quedaron frente a frente. Fue precisamente en los territorios fronterizos entre ambos mundos a los que antes hemos aludido, donde se iniciaron los primeros choques entre Roma y el iranismo. En efecto, alrededor del año 100 a.C., Mitrídates del Ponto, rey de una antigua familia de la nobleza persa que reinaba sobre un reino a caballo entre el helenismo y el iranismo, había creado un imperio en Asia Menor. El choque con Roma fue inevitable y se prolongó a lo largo de más de tres décadas. José Soto Chica.
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