#humectados
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puede la poesía ser
la cerradura por la que mi ojo espía,
el movimiento desencadenado
de tu mano hambrienta.
Buscando debajo de la transparencia
la pieza erecta
detras del humedo nylon
y la baba escurridiza,
dilatando la boca
de tu punta más sintiente.
Tiñe la mordaza
ahogando el grito
al compás del tacón de aguja rebelde.
Animal los ojos
que me aprietan la cintura
la mandíbula que calza
por debajo de la oreja
humectado roce
la carne que titubea
entre el pliege y desplegarse
el calor que me empuja
hasta el fondo del adentro
inhalando mil suspiros.
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Vinimos por mucho más que unas caricias. Vinimos para reclamarnos en cuerpo. Es esencial luego de tantas palabras, fantasías dichas por mensaje.
Hoy es el momento de cumplir esas fantasías.
Musica, luz tenue y esa latita de birra compartida con nuestras salivas.
Me dices que baje, que te chupe. Y a mí me encanta. Me encanta jugar con mi lengua, desde la base hasta la punta. Chupando, sorbiendo. Saboreando las gotas saladas que van brotando.
Creo que te estás por venir, me estremezco con solo pensarlo. Me entusiasmo, quiero sentirte terminar. Pero me detienes, me levantas, me miras y me penetras. Sin aviso.
Bien humectados, por mí saliva y nuestros jugos.
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selaahaales
largo hálito al breve instante en que tus mariposas se posan en el mar en un cartón de pancho humectado por la marea en ese instante se posan los segundos se agolpan, se amoldan luego... ya amoldados like a corpora danzan el instante avanza en el duelo como una abeja que para avanzar aguijonea a una mariposa que aletea corcoveando como el caballo libélula somos artrópodos aún no clasificados por la entomología poética avanzamos con energy dolor en el aire deseo y las dos morimos para nacernos
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desquicio colectivo: feroces adolescencias
De jóvenes nos resulta más fácil hacer amigos y yo no era el caso aparte: arrastrándonos de años previos compartiendo grado en el liceo, para tercero yo tenía mi grupito de pertenencia consolidado. No nos importaba mucho que habíamos ido a parar a salones diferentes, porque cuando la jornada llegaba a su fin, nos esperábamos a la salida con el prospecto de irnos a la plaza de enfrente a romper las pelotas por lo que restaba de la tarde, después de abastecernos de cualquier porquería comestible con el viejo del kiosko de la esquina.
En la plaza hacíamos de todo, porque amplia era. Desde jugar a las cartas hasta que la cosa se ponía peligrosa con las apuestas, a corretear detrás de la pelota hasta que perdíamos de vista al sol. Poníamos música, tirábamos versos, nos quejábamos de los profes, por ahí alguna que otra tarde la cosa se ponía picante y salían juegos como el verdad o reto… Excusas, para ver si esos dos que se gustaban terminaban confesándose y dándose el beso de la semana. Uno necesita hacerse del entretenimiento, y a nosotros la creatividad nos sobraba.
La mayoría de las veces nos esperábamos en la puerta, y arrancábamos nomás aunque nos faltara alguna que otra persona. Si igual, todos sabíamos dónde íbamos a estar, y con el relajo que armábamos no había manera de esconderse de nadie.
El día que conocí al Fran, me tocó salir un poco más tarde. Para cuando sonó el timbre, ya tenía mis cosas guardadas y estaba listo pa’ pelarme, pero ni llegué a dar el paso afuera del salón que un compañero me detuvo. No me creo gran galán, así que no pensé nada al principio cuando me insistió en que le ayudara con unos ejercicios de la clase, si bien es cierto que no entendí del todo por qué me preguntaba a mí, si yo el más brillante tampoco era. Luego, claro, nos quedamos a solas en el salón y ni cinco minutos pasaron cuando me robó un beso y mi cabeza hizo el click.
A mí esa persona no me llamaba la atención ni un poco, pero le seguí el juego con la boca porque no siempre se tienen esas oportunidades. “Hay que saber complacer los placeres carnales de vez en cuando” me decía un tío por aquel entonces, cada vez que se bajaba otra copa de vino más en las reuniones familiares de los domingos. Yo encontré tan icónica esa frase que la adopté como mi lema de vida. Era una ley implacable.
Se fue llorando cuando se lo confesé, como diez minutos más tarde. El Oreja me repetía siempre que por eso yo no tenía pareja. Que porque yo era insensible, y parecía que no me tomaba nada en serio, que porque no me importaba nada a mí… Pero yo quería complacer mi carne a como diera lugar.
Para cuando me aparecí por la plaza, al grupito se le había sumado una cara nueva. Uno siempre pesca rápido lo diferente en los escenarios habituales, y a mí me llamó la atención su pelito rizado, y cómo el sol otoñal chocaba sus rayos tibios directo en su cara.
—¡Loco, dónde te metiste!— me gritó Pancho a modo de saludo —Venite para acá, sumate, compramos las gomitas que a vos te gustan, por poco el Gusano no te deja ni una. —¿Eh? ¡Cualquiera, si fue el Oreja el que más comió!
Echándole una ojeada rápida al pibito nuevo, yo solté la mochila en la pila que siempre armábamos a un costado, y me fui arrodillando en la ronda, buscando las gomitas como si me cautivaran más que el bomboncito de turno.
Con el bochinche que tenían armado los pibes no llegué a escucharle bien la voz, pero estaba meta conversar con una de las muchachas, la Pelo Quieto, que ya le andaba medio encima. En nuestro grupito nunca se perdía el tiempo, qué lo parió.
Yo no pude parar de mirarlo esa tarde. Tenía un modo diferente de moverse, de hablar, y aunque las bocas nunca fueron lo mío, ahí empezó mi tema con los labios bien humectados. Será porque yo siempre veía a los pibes con las bocas chuecas y llenas de migas, y este loco era prolijo, de labios finitos y sonrosados, haciendo pucherito todo el rato sin razón. Me quedaba enganchado viendo cómo la movía al hablar, al reírse despacio en cortitas exhalaciones. Por ahí él me tiraba una que otra miradita de regreso, pero como si fuera un ratoncito cagado en las patas, enseguida bajaba los ojos al piso y tá, por esa quedaba.
—¿Ya estás asustando al nuevito?— me preguntó en secreto mi buena amiga, la Michi. Yo no sé qué gesto le puse, que amenazó con darme una cachetada. —¡Dejá de hacer esa cara, boludo! —¡Ni sé qué cara estoy poniendo! Encima es la única que tengo, la con–
El Larva, siempre atento y sin que se le pase ni una, se quejó porque nadie me había presentado con el tipo nuevo. Que si ya se lo habían acaparado los solteros era justo que me tuvieran en cuenta también. A mí me pareció un montón, pero el Larva andaba con esa cara de perro que pone a veces. Perro rabioso, eso sí, siempre pensé que él daba más miedo que yo.
Me lo introdujeron como el Mello. Francesco se llamaba, pero dijo que sus amigos más cercanos le decían Mello, por el personaje de Death Note. A mí me pareció que el apodo lo dejaba como tremendo otaku friki, y de no haber sido pibe de intercambio seguro lo habrían agarrado a trompadas por eso nomás. Para su suerte venía de otro país, entonces no íbamos a quedar como unos bárbaros frente a ojos de otras tierras. Además, con su acento lindo y chistoso parece que le cayó bien a todo el mundo.
Extrovertido era él con toda la gente menos conmigo. Esa tarde se la pasó rehuyéndome, y como por aquel entonces a mí me gustaba agrandarme con la capacidad de intimidar a la gente innata que tenía, cuando sentía la quemazón de sus ojos en mi piel me daba la vuelta en su dirección cabalgando mi mejor cara de mala onda. Se encogía sobre sí mismo como lápiz retráctil, dando un saltito. La ternura la traduje en irritación esa vez, y aunque las primeras semanas parecía que nos llevábamos mal, sin recordar cómo ni explicarme bien por qué, fácilmente nos dimos a la amistad.
Al tiempo me confesó que le daba miedo mi cara, y que por eso me evitó al principio. Yo le dije, “bueh, la gente se piensa que uno nace con ganas de ir aterrorizando a los demás”. Pero un poco sí, un poco me agradaba que estuviera intimidado, saberme superior. Debe tener que ver con esas ideas raras de poder y dominancia que los hombres queremos ejercer sobre los demás. Lo aprendí de mi viejo.
Pronto nos dimos cuenta de que yo conocía a la familia con la que él se andaba quedando, porque de vez en cuando hacía recados para el tipo de la casa y me pagaba con exageración. Por aquel entonces, mi vieja me recomendó guardarme una parte “para el futuro”, pero la otra la despilfarraba en gomitas, videojuegos, cartas coleccionables, y accesorios… es que me había dado cuenta a mitad de año que a las pibas les gustaba el único anillo con el que yo andaba y dije bueno, hay que aprovechar, y empecé a comprar más. Motoquero, me dijo Mello una vez, haciendo un remarque exagerado en la r. Se había aprendido la palabra para dedicármela.
Pasamos muchísimo tiempo juntos, y aunque el Mello decía que yo me veía re-malo, se cagaba de la risa conmigo más que con cualquier otra persona. Muchas veces lo encontré medio exagerado, la verdad, porque nunca me consideré tan así de chistoso como para que el pibe se descostillara de tal manera. Pero porque me gustaba el tintineo destartalado de su voz no me quejé nunca. Y a estas alturas yo no sé bien qué hacíamos todas las tardes pegados como larvas, tengo la única certeza de que a su lado, el aburrimiento jamás llegó a ponerme un solo dedo encima.
Pero claro, la Pelo Quieto ya se quejaba, Michi me tiraba chistecitos e indirectas poco sutiles, el Oreja me preguntó una vuelta, muy tranquilamente por cierto, si éramos novios o no. Los mandé a cagar más de una vez, pero conforme los meses iban pasando, en mí creció un bichito con ganas de decir que sí.
Y mirá que yo nunca fui de noviazgos y esas cosas. Pero el Mello era buen pibe, se reía de toda la porquería que yo decía, se encerraba como ratita conmigo a jugar los días que llovía, y aparte leía. Leía cosas distintas; ni libros de autoayuda como mi vieja, ni novelas depresivas juveniles como mis amigos. Tiraba para la poesía el boludo. Me dió pinta de pretencioso al principio, pero empezó a prestarme sus compilados, y a veces me recitaba versos en sus idiomas originales y después me los traducía y tá… Me dejé encantar por el pequeño poeta.
Descubrió que yo escribía, y se puso de metiche insistente a querer leer alguno de mis cuentos. Accedí rápido; pienso que él se dio cuenta de que me costaba decirle que no, a diferencia de lo fácil que me nacía negarme a los demás.
Fuimos los últimos en irnos de la plaza esa tarde, ya ni la Pelo Quieto encontró excusa para hacernos el aguante y se terminó yendo al rato, tirándome tremenda mirada de odio.
Le pasé mi libretita cuando nos quedamos en compañía de los grillos. Se sorprendió por lo ordenado de mi letra, dijo que era como de nena. Lo que hay que escuchar, por favor.
No recuerdo que cuento leyó, la verdad, pero recuerdo su potente silencio, la manera en la que su cara lúcida se fue atenuando, los surcos mojados en sus cachetes, los hipidos. Me disculpé con él con urgencia. Le agarré de la mano sin pensarlo mucho, apreté, la traje a mis labios y besé los nudillos. Recuerdo que tenía los dedos calentitos a pesar del frío que estaba empezando a hacer, y recuerdo que descubrí que me gustaba verlo llorar. El pibe me sacaba una cabeza pero siempre se las arregló para verse un poco más chiquito. Se me inyectaba el poder en las venas, me intoxicaba su cara roja. Quería pegarle, me acuerdo, quería pegarle.
La Pelo Quieto me ganó. Con rabia le dije a la Michi aquella vez, que eso era porque la mina se andaba desarrollando y era una viva bárbara, que se tiró de cabeza tan pronto como pudo. Era el día siguiente de la vez que el pibe lloró leyendo mi cuento, cuando aparecieron más tarde que el resto en la plaza, agarrados de la mano. El grupito festejó como loco, pero yo me sentí hervir del asco visceral que me dió pensar en las manos descascaradas de la Pelo Quieto, agarrándose como trampa de oso a los dedos calentitos del Mello. Sus yemas secas de piba que toca la guitarra se posaban justo encima de donde yo dejé la primera promesa silenciosa de mi vida.
Ese año, el Mello me hizo descubrir que puedo sentir muchas cosas de manera visceral.
No lo dejé sentarse a mi lado y me fui temprano a casa pateando con desgano mi pisoteado poderío, pero volvimos a hablar a los días como si nada. No volvió a pedirme para leer mis cuentos, y nuestras tardes de videojuegos y poesía se distorsionaron en algún punto porque él tenía una relación romántica que mantener.
Yo lo vi besarse torpemente con la Pelo Quieto más de una vez, me tenían de mal tercio todo el tiempo. Primero fue a prepo, porque el egoísmo siempre me ha sobrado, y yo no estaba listo para perder mi buena amistad con el pibito lindo de intercambio, así que me quedaba cerquita aunque ambos se vieran incómodos.
La Michi me dijo que era raro, intentaba llamarme para que los dejara en paz, los pibes me gritaban paleta, metido, sujetavelas en un mal acento español. Eso sí, después, cada vez que ella se le sentaba al lado en el pasto, él me agarraba la muñeca antes de que yo siquiera pudiera pensar en moverme para irme.
Entonces me quedé, infantilmente todas las veces me quedé.
No los miraba directamente, me quedaba leyendo o escribiendo o haciendo cualquier cosa, pero ahí, al lado. Y con el tiempo me acostumbré a coexistir con sus desapasionadas rondas de besos y toqueteos. Recuerdo que hasta empecé a jugar en mi mente a adivinar quién hacía qué sonido: los suspiritos boludos de ella los anulaba, los chasquidos mojados de los labios del Mello, me los tragaba. Los escuchaba en sueños y en pesadillas después.
Y… una noche me pasé. Se habían ido todos, y lo único que estos dos hacían era ir y venir con sus lenguas. Ni hablaban, ni jugaban a nada, ni siquiera leían juntos. Nada. Se miraban, se sonreían, y a la boca del otro se iban.
No estaban más los gurises ya hacía horas, creo. Es una nube todo. Pero en mi cuerpo resiste la imagen física del pibe que me tenía agarrado de la muñeca, y que sin darse cuenta estaba apretando de más. Así que yo, queriendo dejarle saber pero no interrumpir, moví despacito la mano, di vuelta la configuración de las cosas, y le rocé la piel de su muñeca con la yema de mis dedos. Índice y mayor.
Capaz no hacía falta, porque él había aflojado el confinamiento a mi alrededor apenas yo me moví. El Oreja lo dijo con tiempo: a mí nunca me importó nada, porque yo seguí, y lo toqué como uno le rasca el mentón a los animales, a los gatitos. Tenía la piel cálida y suave ahí, y tragó aire como temblando. Lo escuché, me descolocó el pulso a mí también, eso no se me va a olvidar jamás.
Parece que le gustó a la Pelo Quieto también, porque se le tiró un poquito más encima. Lo empujó hasta que la espalda del Mello quedó apoyada en mi costado, peso extra que me calentó la existencia, incluso cuando yo no tenía ni idea de que era posible sentir algo como eso.
Repetí el gesto, reactivé la caricia, y me grabé en la mente el resto de sus respiraciones temblorosas. Para cuando se fuera, me dije a mí mismo. Cuando ya no esté en el país, las voy a reproducir en mi cabeza como disco rayado.
De ahí saqué, creo yo, el gustito pecaminoso de escuchar. Lo visceral de los agarres apretados. Volverme la hereje presencia que nadie pidió explícitamente. Echame, lo desafiaba en mi mente, mientras él sostenía con mayor insistencia, y peor se desquiciaba la Pelo Quieto.
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labiales
unos labios elegantes y humectados son una muy buena presentación personal en valemakeup nos interesa tener labiales para todo tipo de labios
labiales mate perfectos para un día ocupada o con mucho trabajo ya que estos labiales non de muy buena duración y no debemos estar aplicándolos en todo momento además de que no se transfieren
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L'homme fait de reves
Que felicidad, escondida en los actos más comunes.
Una sonrisa que me despejó los miedos y se enraizó en mis pensamientos más íntimos.
Un beso, desde el fondo de mis ganas y con el consentimiento de las tuyas.,
Así, sin miedo.
Así, sin prisa.
Un beso cálido como el de la primera vez,
suave, como una lluvia a media tarde de domingo.
Tu labios perfectamente humectados, dulces, rosados y sonrientes...
Tu aroma, que desde el primer día anhelo cada mañana y lo espero puntual a las 9:30 acompañado de tu voz. Mi melodía favorita.
y, ¿qué fue lo que me atrapó?
Tu andar melifluo, sin prisa, como caminando entre flores.
Ya decía yo que no existen las coincidencias, que tu risita traviesa la tenía guardada en mi corazón desde otra vida.
Me recorre un escalofrío cuando te tengo cerca, y me sudan las manos de ganas por tocarte.
Estoy perdido, divagando entre el recuerdo de ese beso y los pensamientos de un “quizá” en un futuro etéreo.
Ayer te veías diferente, te peinaste distinto y me explotó el corazón de felicidad., Porque es tonto, pero obedece a los entendidos del cerebro, que, con lógica, lo considera una señal de la vida para saber que nos comunicamos en ese sueño., Y mejor aún, que sentiste lo mismo.
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Un Rey y sus necesidades, (Spanish version of “A King and his needs”)
Corría el año 1574, en la antigua Europa, había un sirviente real, es decir, aquel que ayudaba en las labores en el castillo, su nombre era Martín, un plebeyo de la clase baja que tenia la suerte de conseguir un puesto tan privilegiado, el no era como los otros sirvientes, el era el más importante de todos, ya que el era el encargado de suplir y ayudar al Rey Leo en todas sus ordenes y necesidades, era su favorito y el plebeyo en quien más confiaba, era un trabajo agotador ya que el Rey no daba precisamente ordenes sencillas, sin embargo Martín se sentía bien al ayudarlo, ya que el piensa que el Rey lo necesita y eso lo hace sentir importante.
El reino estaba de fiesta y celebración, ya que en una semana se celebraba los 200 años desde que el reino fue fundado, el castillo, imponente ante la pobreza del reino, se llenaba de colores brillantes cuando los preparativos estaban llegando, los sirvientes empezaban a decorar los salones y las mesas para sus invitados, aliados del reino y personas importantes de alta clase iban a asistir, pero el Rey Leo veía a las fiestas como un importante negocio ya que presumiría de sus riquezas, haciendo que más aliados se unan a el, los granjeros de todas las zonas del reino llevaban diferentes animales con motivos de organizar un gran banquete: Cerdos, ovejas, vacas, gallinas, patos, etc. en resumidas cuentas, cualquier carne iba a ser servida.
Paso una semana, todos los preparativos estaban listos, cayo la noche y los grandes portones del castillo se abrieron, y con ello entrando los miembros de la alta sociedad, los sirvientes llevaron los distintos platos a la larga mesa, donde fácilmente cabían más de 50 personas, una vez que los exuberantes platos se sirvieron a la mesa, el Rey Leo, quien a lado de el, estaba parado Martín, fue el primero en levantar la tapa metálica para descubrir una maravilla culinaria, el plato era gigante para mantener en orden las grandes porciones de vegetales como el brocolí y la remolacha, pero el plato fuerte era la carne, o mejor dicho, las carnes, eran piernas y alas de pollo cubiertas en aceite y polvo de jalapeño, a lado de el, se encontraba el cuerpo asado de un pato junto con una salsa de vegetales como el tomate y el esparrago, carne cortada de vaca humectada y con perejil, rodajas de carne de ovejas con aceite y la misma salsa del pato, varias carnes estaban presentes, pero la más importante era la de cerdo, estaba con cortes circulares, 5 rodajas de 5 cm en el ancho y largo de la carne, humectado con aceite y especias como el orégano, cilantro, pimienta y el polvo de jalapeño, con este festín el Rey anuncio que el banquete había empezado.
Las 50 personas empezaron a comer, todos agradeciendo lo deliciosa que era el platillo, el Rey no había comido durante 2 días para poder comer más y presumir sus riquezas, al terminar el primer plato, el Rey Leo le pidió a Martín: "Tráeme más de este plato, tengo mucha hambre", Martín preocupado le advirtió:"Pero Su Majestad, el plato es muy pesado", el Rey insistió y fue a pedir más, como era costumbre en la realeza, las personas comían hasta vomitar para luego seguir comiendo, la cuarta ronda de carnes, había llegado y muchos empezaban a vomitar, los limpiadores recogían y limpiaban los desechos de las personas para que estas podrían seguir comiendo, en la séptima ronda de platos, Martín escucho un ruido fuerte que emano del Rey, pensó que el iba a vomitar ya que el era el único de la sala que no lo había hecho, sin embargo el ruido era algo mucho peor, o mejor para los limpiadores, ya que el Rey se habría tirado un pedo apestoso que indicaba que la comida era pesada, Martín le volvió a advertir al Rey, pero el hizo caso omiso, la décima ronda estaba a punto de terminar, casi todos los participantes estaban durmiendo encima de sus platos, cuando derrepente un sonido húmedo lleno la sala, era el Rey quien se habría tirado otro pedo apestoso y ruidoso, Martín no le preocupo esto ya que en lo que iba en la noche era el quinceavo pedo que se tiro, el Rey llamo a Martín y en su oído dijo: "No he vomitado en toda la noche y ya se por que, la comida se le iba a salir del otro orificio" Martín no entendió la indirecta así que el Rey le dijo:"Estoy a punto de cagarme encima, esa comida no quiso salir por mi boca, pero saldrá pronto de mi ano".
A Martín no le dio el tiempo suficiente para reaccionar cuando un pedo apestoso con olor a cerdo podrido y húmedo rompió el silencio entre ellos dos, en un segundo, Martín escucho como liquido y burbujeo empezaba a salir en el pantalón del Rey, y sin perder el tiempo, Martín le dijo al Rey: "Su majestad, podría defecar aquí y luego lo limpiare" el rey se negó ya que no quería cagarse cuando sus futuros aliados estén tan cerca, Martín agarro de la mano del rey y lo llevo hacia al baño, su mierda liquida y espesa se estaba regando en las piernas del rey, el rey no dejaba de cagar y sus pantalones se tornaron café oscuro, el rey dijo: "Se que es molesto para ti dirigirme al baño cuando dejo un rastro de mierda, pero estoy aguantando, no quiero explotar en mis pantalones", Martín le respondió: "Que tal si intenta sostener con sus manos fuertemente el ano? seria como resistirse al vomito, solo saldrá los desechos que se escurrirían en sus manos" el Rey tomo el consejo de Martín y con su mano izquierda se agarro fuertemente su culo ensuciado, hasta que finalmente llegaron al baño.
Llegaron al baño real, era un agujero con unos pocos centímetros de profundidad, Martín empezó a desnudar al Rey, Martín ya lo había hecho antes, sin embargo esta vez se sentía diferente, se sentía atraído más de lo normal hacia el Rey, Martín, con sus manos llenas de diarrea, procedió a quitarle el calzoncillo al Rey, pero cuando lo hizo, un gran chorro de mierda liquida salpico y llego a Manchar la entrepierna de los pantalones de Martín, y con mucho cuidado el Rey se sentó en su "Trono", en ese momento, la pequeña habitación se inundo de los pedos del Rey, eran extremadamente asquerosos, pero Martín en su estado caliente, no le importo, chorros de mierda espesa con pequeños trozos de mierda solida, se escuchaban al alrededor del Rey, Martín tomo una toalla y mientras que el rey seguía cagando, Martín lo limpiaba, la parte de las piernas era la más sucia e impulsiva mente Martín decidió limpiar allí primero, mientras lo hacia, el Rey le empezó a hablar: "Nunca había cagado así antes, porque no simplemente vomite como los otros?, vaya Martín, si que la he cagado hoy,( Chorro de diarrea) me duele el estomago y...(Pedo) espero que no tengas mucho que hacer", Martín dijo:"No su majestad (Pedo del Rey) usted hizo una gran fiesta(Chorro de diarrea) ademas, estoy feliz de ayudarlo" pedos ahogados comenzaron a salir cuando el Rey dijo:"Siempre puedo confiar en ti, bueno...(Chispoteo de mierda solida) ya creo que he terminado" el rey se levanto levemente del asiento y Martín comenzó a limpiar el trasero ensuciado del Rey con una esponja en un palo.
El rey se levanto y mientras estaba desnudo con algo de diarrea en sus piernas y pene, se sentó en un banco en el baño, Martín le dijo:"Su majestad, si quiere puede vestirse e ir a la fiesta, nadie notara su olor, ya que ese salón apesta a vomito" pero el Rey con una cara relajada le dijo: "No iré a comer hasta estar contigo " Martín se sonrojo y tuvo una erección, luego volteo al inodoro y vio que el pozo estaba completamente lleno, de la diarrea del Rey, parecía tener una forma de sopa pastosa, con pequeños trozos de caca, con color de un marrón oscuro, Martín suspiro aliviado diciendo:"Que se esperaba de carne de cerdo bañada con salsa y polvo de jalapeño?" el Rey comenzó a reír mientras que Martín tomo una cubeta y una pala para limpiar el inodoro, toda la mierda se almacenaba en la basura del baño y comenzó a tirar las cubetas llenas de residuos, Martín llevaba la mitad del inodoro cuando un sonido fuerte y húmedo de nalgas chocando entre si irrumpió el silencio, el Rey dijo: "Valla tenias razón, esa carne si que me hizo mal (Pedo del rey)" Martín se comenzó a reír y el Rey dijo:"De que te ríes?(Pedo húmedo) literalmente hace unos minutos he llenado el inodoro entero con pasta" ambos comenzaron a reír, el Rey:"Hahahahaha (Pedo grumoso), oh no..." El Rey empezó a cagarse denuevo, pero esta vez en el piso, tratando de sostener la diarrea, El Rey dijo:"Lo siento mucho, acabo de explotar" rápidamente, Martín sujeto el ano del Rey con fuerza y lo sentó en el baño nuevamente.
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"UN MAL SUEÑO"
-¡quiero el divorcio!
Mi cuerpo de inmediato tiembla y mis lágrimas empiezan a caer y no tengo control sobre ellos. Lo miro mientras él aún habla; pero no entiendo lo que él dice. Sólo esa oración retumba dentro de mí, partiéndome en pedazos. Quiero gritar; pero ni eso puedo, sólo atino a observar como si esperase a que algo me salve.
Cuando él vuelve la mirada hacia a mí, repite una vez más.
-¡quiero el divorcio!
Cuando su mirada esta clavada en mí, queda impactado, debo verme muy mal, así que hago el esfuerzo por recuperarme. Con gran pesadumbre levanto mis manos para secarme las lágrimas e intento voltearme hacia un lado.
Él, se queda viéndome sin decir nada. Sin darme cuenta, me froto el cuello; como cada vez que entro en pánico, cuando no sé cómo manejar la situación, lo cual ha ocurrido seis veces desde que me conocí con Terry. Y él sabe que significa cuando hago eso, así que de inmediato bajo la mano, respiro profundo y me vuelvo hacia él.
-lo siento. –sale mi vos, raspándome la garganta. <<Lo siento>> Es lo único que atino a decir. Debería gritarle, pero no sé qué decir y decido retirarme para calmar la situación. Ya discutimos demasiado y no nos está llevando a ningún lado.
-es verdad. –suena nuevamente su voz desde atrás, parece calmada pero, sé que no está bien, aunque él trata de controlar la situación. –los periódicos. Es todo verdad.
Mis lágrimas nuevamente caen sin control. Lo odio, por hacerme sentir tan miserable. Pero me odio más a mí por amarlo tanto. Debería voltear, gritarle, hacerle sentir el peor ser del mundo; pero no lo hago. Sólo me quedo quieta. No quiero creer… No quiero perderlo…
El silencio parece haberse apoderado de todo. Pareciera como si la vida se hubiese puesto en pausa; de pronto oigo unos pasos, puedo saber que es Terry, quien camina, porque pasa por mi lado; sin mirarme continua hacia nuestra habitación.
¿Qué debería de hacer? ¿Qué debería de decir? ¿Cómo debería de actuar? Dios que debo hacer, ayúdame.
Ya ha pasado como media hora y no logro moverme, no sé qué hacer, sólo mis lágrimas caen sin césar, tal vez debería de entrar en la habitación y hablar con él, pero tengo miedo. Tengo mucho miedo. Incluso tengo miedo de solo pensar que… pensar que Terry no quiera cambiar de opinión y siga con la idea del divorcio. Dios que debo hacer.
Mi celular timbra y mi cuerpo reacciona y sin darme cuenta, ya estoy contestando el teléfono.
-Leila.
Reconozco la voz.
Antes de responder el teléfono, debí haber visto quien me marcó. Por la voz sé que es mi padre.
-¿alo? ¿Leila? ¿Leila?
Me limpio rápidamente las lágrimas, siento como si mi padre me estaría viendo, así que por eso lo hago, trato de respirar profundo y me preparo para modular de forma natural mi voz y respondo.
-alo, papá. –mi voz sale temblorosa. Espero que no lo haya notado mi padre.
-Leila ¿estás bien? –La voz de mi padre ya no suena rígida, más bien preocupada. Al parecer me conoce muy bien. Cómo si me estuviese viendo, sonrió y le respondo que todo está bien. Y al parecer disimule muy bien, porque mi padre parece que recupera la rigidez de su voz y me dice que habrá una premiación de fotografías en Francia y que envió mi álbum y estoy entre los nominados, al cual yo trato de responder con entusiasmo, diciendo que estoy muy feliz y agradecida por eso y le pregunto cuándo será el día de la premiación, aunque en realidad ahora no me importa.
-no pareces muy feliz –mi padre me responde, con ese tono que usa cuando se siente decepcionado. –siempre supe que tenías un gran talento para captar mediante tu cámara los momentos que reflejan toda la vida de una persona, en una sola foto; desperdicias ese don en esos estudios fríos con esa gente de plástico que se hacen llamar estrellas, sin embargo son un insulto para el arte y tú lo sabes. Aún no sé cómo mi hija terminó con uno de esos superficialitas que creen saber, conocer y poder tenerlo todo; pero cuando lo obtienen lo terminan arrojando por la borda porque se cansaron de ello y…
-¡basta! –Grito –papá… por favor ya no digas más. –mi voz, parece quebrantarse y mis lágrimas nuevamente caen. En otro momento tal vez le hubiese discutido a mi padre, alegando que Terry no es como él cree; pero esta vez sus palabras parecen filos que se clavan dentro de mí, con gran facilidad, pues parecen ser todas verdad.
-lo siento. –mi padre me responde, calmado. Lo cual me sorprende más, con su reacción –tu madre me lo contó. Sé que estás pasando por un mal momento. Sólo quería decirte que eres talentosa y más fuerte de lo que crees. Ahora seca esas lágrimas y salva tu matrimonio. Aunque no me agrade Terry.
Hay veces que no logro entender a mi padre, su forma tan rígida de demostrar su afecto, me gustaría reclamar porque siempre es cruel; pero este no era el momento de discutir, ni tampoco tenía las fuerzas para pelear, así que sólo obedezco a mi padre, secándome las lágrimas y le agradezco. Antes de despedirse, mi padre me dice que la premiación será el primero, del próximo mes.
Lo primero que hago es moverme de la sala y decido mejor ir a la habitación de visitas, pues es mejor dejar que Terry y yo, nos calmemos.
Esta habitación me parece tan grande que me pierdo en ella, me parece tan fría, que sus paredes blanco humo parecen que me congelan; todas las habitaciones son de ese modo ¿Por qué habremos elegido ese color? Ya recuerdo. Terry, le gustó mucho ese color.
Me recuesto en la cama e intento arroparme con las sabanas, me acurruco e intento dormir pero no lo logro y empiezo a recordar cómo empezamos a discutir otra vez.
Como todas las mañanas Terry se despertó antes que yo, y me despertó con un beso en los labios, hace mucho tiempo que no había hecho eso. Cuando abrí los ojos él se sonrojó, se volteó, levantándose de la cama para ponerse sus pantuflas, alegando que ya era hora de levantarse para ir a correr.
Lo tome por sorpresa cuando lo abrace por la cintura y le dije que vi sus mejillas rosadas.
-¿Qué haces? Suéltame –me dijo dulcemente.
-hace tanto que no me despertabas de esa forma…
-y tú hace tanto que olvidaste pedírmelo.
Entonces recordé que hubo un tiempo que se hizo costumbre despertar con un beso de Terry, que deje de pedirle en las noches que me bese al despertarme. Me sentí mal por eso y lo abrace más fuerte.
-ya suéltame. Tenemos que ir a correr.
-no quiero. Hoy tengo ganas de quedarme colgada de la cintura de mi esposo. –le respondí, como una niña mimada.
Terry se quedó quieto por unos instantes sin responder y luego cubrió con sus manos las mías. Hace tiempo que no había sentido sus dedos largos y delgados tocando mis manos. Hace tanto que no lo tenía entre mis brazos, en que momento nos habremos vuelto tan monótonos que olvidamos lo que sentíamos. Cómo pudimos llegar a ese punto.
-eres flojita. –dijo con tanta dulzura que no quise soltarlo nunca. –tenemos que ir a correr, se hace tarde.
Yo negué con la cabeza, me sentía tan cómoda así.
Terry con sus manos intento hacer que lo suelte y yo no quise, intempestivamente se volvió hacia a mí, haciéndome cosquillas. Mientras jugábamos, sin darnos cuenta solté a Terry y él termino nuevamente en la cama y sobre mí. Cuando nos dimos cuenta, estábamos riendo.
Mientras recuperaba el aliento, Terry me miraba y yo a él. Como pude dejar de ver ese hermoso rostro me dije a mí misma. Esos hermosos labios más humectados que los míos, esos ojos y su piel tan impecable. Tengo un esposo realmente hermoso.
Sin darme cuenta deje escapar un suspiro.
-y eso… ¿por qué?
-por nada
-ahora tu estas sonrojada
-no es verdad –respondí, intentando esconder mis mejillas que ardían. Preguntándome por qué a esas alturas aun sentía vergüenza. Terry me sujetaba las manos y jugando me dijo que quería ver mis mejillas y nuevamente empezamos a reír. Yo cerraba los ojos como si cerrando mis ojos Terry dejaría de verme.
-ahora dime ¿por qué ese suspiro?
-eres muy hermoso –dije y Terry sonrió, parecía que le alegró mucho, porque sonrió y yo sentí felicidad. Quiero besar esas mejillas Terry repitió mientras yo trataba de ocultar mis mejillas, moviendo la cabeza de un lado a otro, hasta que Terry me dio un beso en un lado de mis mejillas. Entonces me quede quieta y recién recordé lo dulce que podía ser Terry. Terry me beso la otra mejilla y luego preguntó: ¿ya te rendiste?
<<Mi dulce Terry>> pensé y sin darme cuenta estiré la cabeza hacia él y lo bese en los labios. Terry soltó mis manos y me rodeo delicadamente de la cintura con uno de sus brazos y con la otra mano sujeto mi nuca, enlazó sus dedos con mis cabellos, cuidadosamente, sin separar sus labios de los míos. De pronto sonó el teléfono, y por poco nos mató de un susto, haciendo que nos detengamos.
-yo contesto –dijo Terry, sonriéndome dulcemente.
Terry caminó hasta el teléfono que estaba en la mesita a lado de la puerta.
-hola.
Del otro lado debieron de responder; creo que era alguien importante. Porque Terry tenso su rostro.
-sí. Soy Terry.
Terry volteó hacia a mí y me sonrió amablemente. Nuevamente me dio la espalda y respondió.
-Te dije que estaré ahí. Okey. En punto. Nos vemos.
Terry colgó y volvió conmigo, parecía preocupado.
-¿pasó algo? –pregunte.
Terry Negó con la cabeza y bosquejó una ligera sonrisa, forzada.
-se nos hizo tarde. Salgamos a correr. –añadió, mientras se puso a buscar su ropa de deporte. Sentí que me estaba ocultando algo.
-Terry –lo llamé, él volvió la mirada hacia a mí. –quiero que esto funcione. Por favor confía en mí… dime la verdad.
-yo también estoy haciendo mi mejor esfuerzo –me contrarrestó, irritado.
Antes de que pudiese responderle, mi celular sonó y conteste de inmediato; era una llamada del trabajo, Lían, me dijo que debía de estar a las ocho en punto en el estudio porque debíamos de terminar las fotos del trabajo para ese mismo día. Le confirmé que estaré ahí y colgué. De inmediato me puse de pie y en silencio fui al baño a lavarme los dientes y ducharme.
Cuando baje a la cocina pasando por la sala, no vi a nadie… en realidad no vi a Terry por lo que supuse que se fue a correr. Preparé el desayuno y tomé una tasa de mate de manzanilla sin azúcar, esperando a Terry para desayunar juntos. Al terminar mi tasa de manzanilla miré mi celular y vi que eran las siete y veinticinco, le escribí un mensaje indicando que estaba listo el desayuno, que ya me iba al trabajo y que tenga un buen día. Envié el mensaje y me dispuse a salir de casa.
Si no fuese por mi trabajo creo que me terminaría volviendo loca con mis problemas, al menos sabía que en el trabajo iba a olvidar por un momento los problemas de casa.
Cuando cerraba la puerta con llave, mi celular nuevamente timbró, era un número desconocido, respondí y no contestaron, así que corté y marché hacia mi auto, justo cuando me dispuse a abrir la puerta del auto, me llamaron por mi nombre, cuando alce la mirada, era Terry.
-¿ya te vas? –preguntó, agitado. Parecía que hubiese corrido tan rápido para llegar a casa.
Abrí la puerta del auto, mientras respondía que sí, y que se me hacía tarde.
-¿desayunaste? –nuevamente preguntó.
-sí. –respondí a secas y entré al auto, me puse el cinturón de seguridad y encendí mi auto, mientras pensaba en que esa era la primera vez que no íbamos a desayunar juntos, siempre podíamos haber peleado; pero siempre comíamos juntos por muy enojados que estuviéramos. Al parecer hoy no iba hacer la excepción; pero de querer desayunar juntos debió estar en casa a las siete, es la hora que siempre desayunamos. Estaba realmente molesta y triste por eso.
Con dos golpes leves en mi ventana del auto, captó mi atención Terry. Abrí la ventana.
-te espero al medio día para almorzar –dijo Terry agitado, aún no había recuperado el aliento. Me sentía enojada y el orgullo me ganó cuando respondí.
-no creo que sea posible.
-¿Por qué? –preguntó Terry, rápidamente.
Entonces recordé lo que me dijo Lían, que debíamos de terminar el trabajo hoy. Tenía la excusa perfecta para llegar tarde a casa.
-Lían, dice que el trabajo debemos de terminarlo hoy. Así que me supongo que llegaré a casa tarde.
Apenas termine de hablar, me preparé para partir; mientras Terry, me miraba.
-no comeré hasta que llegues. –me dijo, y dibujó una leve y amable sonrisa.
Y partí al trabajo.
Cuando llegué al trabajo, entré a la oficina donde ya me esperaban Lían y Yuri. Nos saludamos y Lían bromeó: justo a tiempo. Ya iba a llamar a tu esposo para que te deje salir de casa.
En otra ocasión le hubiese respondido que de seguro él hace lo mismo con Yuri; pero sólo atiné a sonreír y quedarme callada. Yuri es la esposa de Lían, ambos son mis mejores amigos.
Yuri dijo: debemos de terminar el trabajo para hoy mismo, mañana a primera hora debemos de entregar las fotos del proyecto, pues la compañía que las requiere ha tenido un problema y las necesitan con suma urgencia para mañana a primera hora. Yuri enfatizaba que no debemos de decepcionarlos y mostrar nuestro profesionalismo y talento, también dijo que de hacer esto nos iría muy bien en los siguientes proyectos, luego se despidió y se marchó. Unos segundos después de que salió de la oficina volvió y llamó de la puerta a Lían, cuando este se le acercó, Yuri susurró algo a su oído, lo beso en la boca y se fue.
Después de varias horas de empezar a trabajar, el celular de Lían timbró y este dijo que ya era medio día. Su alarma siempre suena al medio día para ir a almorzar. Lian me preguntó si debíamos pedir algo o salir a comer y yo le respondí que dependía de él. Así que él decidió que haría un pedido. Nuevamente me preguntó si quería comer algo en especial, al cual le di la misma respuesta <<depende de ti>> Lían asintió y llamó al restaurante y pidió comida china; mientras yo continúe trabajando.
Unos minutos después de haber pedido la comida, Lian volvió a su computadora a seguir trabajando, y me habló desde ahí.
-Leila, te haré tres preguntas
Mientras yo seguía trabajando le respondí, cuáles eran sus preguntas y entonces Lían continuó.
-sabes ¿Por qué soy tan irresistible?
Lo mire riéndome. Diciéndole que estaba loco.
-no te rías… hablo en serio –me dice sarcásticamente.
-¿Quién te dijo que eres irresistible? –le pregunte mientras pensaba que solo Lían haría esas preguntas para hacerme reír.
-es que no te diste cuenta que Yuri volvió corriendo para que me diera un beso.
Volví a reír. Y me pregunté cuando fue la última vez que bese a Terry al despedirme y ello también me hizo volver a pensar en lo que Terry me dijo esta mañana antes de venir al trabajo. Me pasé toda la mañana pensando en si debía ir o dejarlo esperando.
-ya que no sabes responder mi pregunta. –Me dijo Lían –aquí va la segunda pregunta: ¿hace Cuánto trabajamos juntos?
-desde que nos conocimos por primera vez en la universidad –respondí casi de inmediato.
Lían sonrió.
-esa si la sabias.
-pues claro.
-desde entonces aprendimos a conocernos y ahora nos conocemos incluso mejor que a nuestras parejas. –dijo Lían mientras me sonreía amigablemente. –nos conocemos casi en todo y lo peor de todo es que congeniamos muy bien.
Sonreí y le concedí razón. Tenía razón nos parecíamos mucho, por eso nos convertimos en muy buenos amigos.
-todos en la universidad y en todas partes creían que eras mi novia.
-lo que no sabían es que era tu mejor “amigo”.
-exacto… -enfatizó en lo siguiente –eres mi amigo. Por eso jamás te vi como una chica. Siempre me pregunté por qué no me había enamorado de ti, si me entendía muy bien contigo. Ahora lo entiendo… te veía como a mí mismo, por eso me llevo mejor contigo que con mis otros amigos. De hecho no te veo como a una chica.
Me sorprendían las palabras de Lían, hasta me ponían nerviosa.
-Lían. Me estas asustando. Me parece o estas intentando coquetear.
Lían rió a carcajadas.
-amo a mi esposa; aunque a veces lo dudo… es muy loca.
-¿entonces?
-sólo quería hacerte saber que nos conocemos muy bien.
Guardamos silencio un momento, mientras yo pensaba que esta conversación no era tan casual como yo pensaba.
-ahora que sabemos que nos conocemos. Te haré la última pregunta –Lían hizo una pausa y enfatizó -¿Cómo estás?
Veo los ojos de Lían y siento que estoy hablando conmigo misma y de pronto me quiebro.
-no sé qué hacer. Terry me habló de separarnos. Hace cuatro meses, cuando estaba por viajar al África y él, salir de gira. Creí que después de que volviésemos a vernos todo iba a volver a ser como antes; pero todo empeoró.
-le dijiste a Terry porqué ibas a África –me preguntó Lían, preocupado.
Sentía que iba a romper en llanto, mientras pensaba en lo que me había dicho Lían, antes de mi viaje. Me había dicho que le diga a Terry mis razones de mis viajes continuos a África, tal vez si le hubiese hecho caso no estaría en esta situación.
-por tu silencio, asumo que no se lo dijiste.
-quería que fuese una sorpresa.
-Leila. Terry tenía suficientes razones para que no le agrade tus viajes continuaos a África.
-a que te refieres. ¿Qué razones?
-¿Qué razones? –dijo Lían, con cara de indignado; pero en verdad yo no sabía a qué se refería. – ¡David!
-¿David? Pero si David no tiene nada que ver conmigo. La única relación que teníamos era África.
-exacto.
No entendía a lo que se refería Lían. Así que pedí que se explique mejor.
-David fue tu novio. A ningún hombre le gustaría que su mujer esté con su ex y más que tengan un proyecto, juntos, a pesar de ya no tener ninguna relación.
Al oír las palabras de Lían me sentí indignada y de inmediato le refuté.
-no es cualquier proyecto. Si continúe con el proyecto fue porque es necesario, es vital… -realmente me sentí indignada cuando me dijo eso Lían. –además David y yo no tenemos contacto desde que terminamos a excepción por ese par de veces que teníamos que firmar un documento personalmente y en la primera reunión estuvo Terry y la segunda fue para entregarle el poder de decisión y yo ya no me involucre. Deje África para siempre. Y jamás engañaría a Terry. Tú lo sabes.
-pero Terry no, y no porque desconfié de ti. Porque sabe que David no renunció a ti, y tu quisiste mucho a David. Sólo teme perderte.
-David tiene novia.
-Terry no lo sabe. Sólo ponte en el lugar de Terry, si la situación fuese al revés. Tú como te sentirías.
Me puse a pensar en ello y también me molestaría que viaje tan lejos para ver a su ex, incluso si solo fuese por trabajo. No sé si tendría el valor de aceptar que vaya a esos viajes.
-tienes razón. –acepté mi error.
Lían más calmado me dice que también había hablado con Terry antes de su última gira. Y le dijo que yo había cambiado que ya no era la misma de antes, en todos los aspectos: ya no lo llamaba en sus jiras y las veces que lo hacía sólo era para decirle que iba a viajar a África. Lo cual era verdad, deje de llamarlo porque él me decía que tenía poco tiempo para descansar después de un concierto así que asumí que me lo dijo porque tal vez interrumpía sus únicas horas de sueño; aunque en ese momento recordé que me mencionó que le fascinaba que le llame antes de terminar sus giras para preguntarle que quería que le prepare para comer, no porque fuese un machista que quería a una mujer para que le cocine; sino porque le parecía tan dulce que me preocupe por darle una bienvenida. Pero lo que más le gustaba era que le llame para decirle que lo extrañaba y que tenía la necesidad de verlo y que bastaba eso para que Terry donde quisiese que estuviese, escapara de regreso a casa por unas horas aunque le fuese muy agotador.
Lían también me dijo que Terry le había dicho que incluso en casa era muy fría, que me preocupaba más por hacer la limpieza y por mantener todo en su lugar en la casa, que por darme cuenta que él estaba en casa.
Nuevamente Lían tenía razón, a veces me irritaba tanto que le gritaba a Terry cuando se olvidaba de lavar el vaso que usaba.
Para finalizar Lían me dijo que no estaba defendiendo, ni excusando a Terry; pues en el tiempo que lo había conocido sabía que Terry era un desastre pero que también había hecho muchas cosas por mí al igual que yo por él; pero que de eso, solo lo sabíamos nosotros mismos, y si estábamos dándonos otra oportunidad para cambiar las cosas, entonces debíamos de esforzarnos. Lo cual me hizo recordar que Terry dijo que me esperaría para comer juntos, por lo cual se lo mencione a Lían.
-¿Qué sigues haciendo aquí? Ya es tarde –fue la intempestiva contraposición de Lían.
-pero tenemos que terminar el trabajo hoy –le respondí preocupada.
-mujer, hay cosas que tienes que priorizar… y ahora es Terry. Yo me encargo del trabajo.
Le agradecí a Lían y salió corriendo de la oficina.
Cuando estuve en el auto de camino a casa, mi celular sonó y pude saber por el tono que llegó un mensaje; pero decidí leerlo en casa. Sólo quería llegar a casa y abrazar a Terry.
Cuando llegué a casa, entré corriendo y busque a Terry antes de que se me pasara lo que sentía y termine arrepintiéndome.
Busque en la sala y no estaba ahí, fui a la cocina y tampoco lo encontré, subí a nuestra recamara y no lo halle. Decidí ir a su estudio de música, tenía que estar ahí. Mientras bajaba a su estudio empecé a escuchar su violín la pieza de paganini, caprice 24, por lo que estaba segura que estaba en su estudio.
Cuando llegué al estudio puedo ver por la ventana de la puerta, a Terry, concentrado; tocando el violín. No me gusta interrumpirle cuando toca su música, respeto y admiro demasiado su arte. Pero si no entraba en ese momento no iba cambiar nuestra situación.
Abrí la puerta, Terry de inmediato volvió la mirada hacia a mí, estaba sorprendido. Sin pensarlo corrí hacia él y lo abracé.
-tenemos que arreglar nuestra situación. Te amo Terry. –le digo mientras mi voz se quiebra mezclándose con mi llanto.
Terry también me abrazó aún con el violín en las manos y como respuesta obtuve un beso; mientras dejaba escapar una lágrima de sus hermosos ojos.
Cuando salimos del estudio de Terry, fuimos a almorzar. Terry apagó el celular, por lo que yo también hice lo mismo. Terry tomó mi mano y en ningún momento me soltó, excepto cuando subimos al auto, pero cuando ya estábamos dentro, este volvió a sujetar mi mano; mientras que con su otra mano conducía el auto. A pesar que le dije que podría ser un poco peligroso si conducía solo con una mano, Terry no soltó mi mano y la verdad es que tampoco yo quería soltarme de la mano de Terry.
Cuando llegamos al restaurante, recordé que fue ese al cual por primera vez me había invitado a comer, era un restaurante muy lujoso.
Siempre me ha molestado malgastar el dinero por lo cual siempre discutía con Terry; pero esta vez no me quejé. Creo que ese momento fue muy especial, aunque al final de la comida y después de haber visto cuanto pago Terry, algo más de tres mil dólares. Terry me miró y bosquejó un sonrisa burlona, después de pagar la cuenta, diciéndome <<dilo…>> <<solo creo que con ese dinero hubiésemos hecho un bufet >> fue mi respuesta. Terry se rió con suaves carcajadas asegurándome que no me iba aguantar de dar mi crítica final.
-no lo iba a decir –le reproché a Terry.
-a veces creo que eres muy tacaña- Terry prosiguió mientras aún reía.
-no lo hago por tacaña…
-lo sé –me interrumpió antes de poder continuar. Muy seguro de conocer mis razones. Terry ya no estaba riendo, tenía un aspecto más serio; pero no estaba nada molesto. –Leila me gusta salir a comer a este tipo de restaurantes con “mi esposa”, no todos los días pero si de vez en cuando. –hizo una pequeña pausa antes de continuar, mientras yo baje la mirada después de escucharlo, me sentí mal por eso.
-jamás te lo he dicho antes porque cuando tuvimos nuestra primera cita me dejaste en claro que no te gustaba mal gastar el dinero. Al menos creía que por eso no te lo había dicho; pero en realidad es porque no nos comunicamos. Creemos saberlo todo, uno del otro y no es así.
-pero…
-déjame continuar Leila –Me interrumpió Terry amablemente. Asentí con la cabeza y Terry continúo.
-quiero serte sincero. –cuando me dijo eso Terry, tuve miedo, como si estuviese por pasar algo malo –no tengo fuerzas, estoy muy cansado –continuo Terry –pero aun quiero esforzarme, no quiero que se acabe. –Terry hizo una pausa para enfatizar lo siguiente –Leila. Ayúdame a continuar.
-Terry, te amo…
-Leila, yo… -su rostro dibujaba sufrimiento, mientras hablaba –yo estoy confundido. No quiero dejarte.
-Entonces no lo hagas. –le respondí, aunque sentí que mi corazón se quebrantaba. –Saldremos de esta. –solo logré añadir. Yo también ya estoy agotada –pensé– por todos los problemas pero no lograba entender a qué se refiere con que estaba confundido.
-Leila, no sé si querrás continuar después de…
-continuaremos. –le corté bruscamente, porque si decía algo más. No sé si hubiese podido soportarlo; pero lo había decidido. Dibujé una sonrisa a la fuerza y añadí –vamos a casa.
-gracias. Leila
…
Cuando llegamos a casa, aun Terry me sostenía la mano. Me llevó a la sala, mientras me preguntaba si quería que veamos una película. Nos sentamos en el sofá y me soltó la mano para enseguida abrazarme. Justo cuando estuve a punto de responder su pregunta, sonó el teléfono.
-yo contesto, mientras tu escoges la película –le dije a Terry. El asintió y yo tome el teléfono.
-alo –dije y del otro lado, la voz de una mujer joven me respondió.
-deberías de revisar las redes sociales.
No entendía a qué se refería con esas palabras; pero antes de que pudiese preguntar algo más, se cortó la llamada.
-¿quién era? –me preguntó Terry mientras se sentaba nuevamente en el sofá, con el control del DVD para dar inicio a la película.
Esas palabras me parecieron algo extrañas pero no les tome tanta importancia. Estaba feliz de estar ahí con Terry, así que no hice caso.
-no lo sé. Creo que se confundieron. –le respondí a Terry con una sonrisa y me senté a su lado abrazándolo. -¿Qué película es? –pregunté.
-“señor de los anillos: la comunidad del anillo”
-nos quedaremos sentados aquí toda la noche
-¿por qué crees que la puse? –me respondió Terry, dulcemente; mientras yo le respondí con una leve sonrisa acomodándome entre sus brazos para ver la película.
Nos gustaba esa película, pese que era una saga larga, nos agradaba verla de principio a fin y nunca nos aburríamos de verla; aunque ahora que lo pienso, hace mucho tiempo ya no la veíamos.
Después de casi cuatro horas de ver la película, casi le supliqué a Terry que pusiera la siguiente parte de la película, por lo que de inmediato se dispuso a hacer lo que le pedí, en tanto me decía, que si podía ir a buscar algo para comer, a lo que accedí y fui a la cocina.
Al ver por la ventana de la cocina pude ver que el sol ya se había escondido, quise saber qué hora era; pero el reloj de pared de la cocina se había descompuesto hace una semana, por lo que busque en el bolcillo de mi jean, el celular, al encontrarlo intenté activarlo pero no lo logré, por lo que recordé que lo había apagado antes de ir a almorzar, así que apreté el botón de encender. El celular de inmediato se encendió y vi la hora, siete de la noche con cinco minutos. Justo antes de desactivar mi celular, vibra por lo que supe que me llagaron mensajes y notificaciones. Deslice la parte de arriba de la pantalla para ver las notificaciones y veo una de las noticias a las que me suscribí, veo la foto de Terry en miniatura, y a su lado dice “¿volvió a sus malos pasos?”.
Me molesta que hablen mal de Terry –pensé –pero ahora que es lo que dirán de él, en realidad a veces la prensa puede ser muy cruel y escribir cualquier artículo en base de especulaciones en lo que respecta a los famosos y Terry no ha sido la excepción de esos carroñeros. Ha veces Terry suele deprimirse por esos artículos por lo que su representante y yo tratamos de manejar con pinzas esos temas antes de hablar con Terry. Así que ingreso para saber de qué se trata este nuevo artículo para luego llamar al representante de Terry.
Al entrar a la opción leo el título: “¿volvió a sus malos pasos? Nos estuvo engañando”
Cuando deslice la pantalla para seguir leyendo, vi la misma foto de Terry que vi al inicio; pero esta vez a su lado hay otra y aunque no se notaba con mucha claridad, era una foto con perfil de lado; pero puede ver que era Terry, con su traje azul marino que compramos en su último cumpleaños y no lo había estrenado, llevaba colgado su saco en el brazo derecho, por lo que veo claramente que esta con su camisa blanca desabotonada hasta el pecho, el cabello alborotado; y en la mano izquierda sujeta fuertemente la mano de una mujer que no era yo. Ambos se ven, que están corriendo al hotel.
No pude creer lo que estaba viendo, observe más la foto y más hirvió mí sangre. Salí de la cocina, caminé rápidamente hasta Terry, este me miró, sonriendo y preguntó dónde estaba la comida. Sin responderle, me acerque más hacia él. Terry borró la sonrisa de su rostro y lució preocupado mientras me hacia otra pregunta:
-¿Qué pasa?
Le tomé su mano derecha, le coloque mi celular entre ella, en tanto respondía a su pregunta –esto pasa.
Terry al ver mi celular lo activo nuevamente porque se había desactivado en el trayecto que hice de la cocina a la sala. Cuando vio el celular quedó impactado, pues cuando volví la mirada hacia él, estaba pálido y esperé por una respuesta.
-intente decírtelo. –me dijo, con la voz temblorosa.
-decirme ¿qué? –le respondí mientras guardaba en todo momento la compostura.
-Leila… -intenta explicarme.
-dime que no es verdad –le dije mientras rogaba dentro de mí, que no fuera real lo que estaba pensando. Terry no respondía y eso me ponía más nerviosa y empecé a caminar de un lado a otro.
-Leila, aun te amo. –me dice como si se estuviese disculpando con eso.
Mi sangre hirvió y sentí que mi vida estaba siendo destruida. Pero Me sentí pisoteada cuando me dijo “aun te amo”.
-¿me amas? –le grité y lo empujé. Por primera vez había hecho eso, por primera vez le levanté la mano a mi esposo. Una de mis más grandes reglas es respetar a las personas para que pueda hacerme respetar. Se rompió toda mi compostura y lo empujé una y otra vez reclamándole –dices que amas. Dime cuantas veces me lo has dicho. Cuantas veces te lo has repetido a ti mismo mientras estabas con ella…
Terry me sujetó las manos y me hizo retroceder mientras yo aún forcejeé y él pedía que me calme. Me di cuenta de que mi forcejeo estaba mal y era en vano, por lo que me detuve. Una vez que me alejé de él, traté de calmarme y traté de guardar distancia mientras decidía escuchar lo que tenía que decir, aunque no había mucho que decir después de ver esa foto.
-Leila escúchame…
-no hay mucho que decir después de ver esa foto –le reclamé. Aun enfurecida.
-¡Leila cambiaste! –Terry grita, sus palabras retumban con frustración –No eres la mujer a la que ame...
-ahora es en pasado… amaste… -le interrumpí.
-¡sí! -contrapone exclamando más enfurecido –ya no eres la mujer de la que me enamore locamente. Aquella mujer que nunca hubiese dejado de lado sus sueños.
-y ¿por quién lo hice? …no fue por ti –le respondí indignada.
-jamás te pedí que lo hicieras. –me calla, Terry, con esas palabras. Pues Terry jamás me pidió que deje la fotografía de campo, siempre me alentaba porque siga haciendo mis fotos, aunque eso quería decir que viaje por temporadas largas-, pero aun así, nos la arreglábamos muy bien para estar juntos. Recuerdo que Terry armaba personalmente los itinerarios anuales, ordenando las fechas de sus jiras con mis viajes: cuatro meses de gira con él, dos meses de viaje de fotografía conmigo, otros cuatro meses de gira con él, y los dos restantes de fotografía conmigo. Y cuando se cruzaban las fechas de viaje él se escapaba por unos cuantos días de su gira para alcanzarme en mis viajes; pero más que nada siempre estábamos en contacto mediante llamadas o video llamadas.
-cómo podía pedirte eso… si era lo que amaba de ti. Verte tras tu cámara, con tus ojos llenos de curiosidad. Yo amaba eso de ti Leila.
-crees que no me daba cuenta de lo cansado que te resultaban esos viajes. Cómo podía verte sufriendo. Tenía que sacrificarse algo…
-pero no sólo tú… éramos los dos. Lo decidiste sola. Y después Incluso dejaste de llamarme… también fue por qué me viste muy cansado.
-entonces por qué lo hubiese hecho –contrapuse, exaltada.
-cambiaste en todo Leila. –Afirma Terry, igual de exaltado que yo –Dejaste de preguntar por mí, dejaste de amarme. Para lo único que te comunicabas conmigo era para decir que te ibas de viaje al África. Te ibas, los únicos días que podíamos estar juntos; porque el resto de los días te la pasabas trabajando.
-como podíamos estar juntos si sacabas todas las temporadas que podías un nuevo álbum. –Le reclamé también –Alguna vez te reclamé por tus jiras o hice lo mismo que tú.
-la única manera que podía tenerte cerca era cuando sacaba un nuevo álbum. –Contrarresto Terry –Contrataba a la fotógrafa para así tener la excusa perfecta de tenerte cerca todo el tiempo. Tenía que contratarte Leila. ¡Tenía que pagar por el tiempo de mi esposa!
Me dejo sin palabras. No supe que contestar y guarde silencio.
-te ibas al África en la menor oportunidad que tenías. Yo no sé qué hacías tanto allá.
Me sentí indignada cuando dijo eso, como si estuviese pretendiendo que yo hacía algo malo. Entonces le dije: sabes muy bien que es lo que hacía allá.
-no. No lo sé. Solo tú lo sabes –me respondió, igual de exaltado que cuando iniciamos la conversación.
Su respuesta me enojó más, por lo que reaccioné diciendo –pues entonces debías de haber viajado conmigo. Cuantas veces te lo pedí o acaso lo olvidaste.
-y acaso no fui.
-solo fuiste una vez.
-y te preguntaste, por qué después de eso no quise volver a ir. Te la pasaste todo el tiempo con… David y el tiempo que no estabas con él, te la pasabas llenando no sé qué papeles. Yo no existía… solo era un accesorio más en tu vida. –Terry hizo una pausa y continuó enfatizando su reclamo –cuantas veces te supliqué que no viajases. Tienes idea de cuan loco me ponía esperando a que volvieses a casa.
-yo no tengo nada que ver con David. Lo único que nos relaciona es el trabajo.
-dime que querías que piense cuando estabas en el África solo David y tú. Dime que quieres que piense.
-ya te dije que no tengo nada que ver con David –le grité, enfurecida.
-eso, solo tú sabes.
Me hizo enfurecer más, su sarcasmo.
-ya entiendo. –Le respondí mientras la furia me atrapaba por completo –Me supongo que eso te repetías cuando fuiste a ese hotel con ella. Tenías la excusa perfecta para hacer lo que me hiciste.
Terry se quedó callado, como vi que no tenía nada más que decir, continué:
-no te importó que esto me partiría el corazón. No te importó nuestro matrimonio y decidiste por tu propia cuenta ver la manera de sentirte bien, haciéndome sentir culpable. Te buscaste a otra por mi culpa ¿no es así?
-no me vengas con eso Leila. –Me respondió Terry sarcásticamente –Ya no te importo… puedes decir mil veces que no tienes nada con David; pero sé que aun sientes algo por él.
-¿Qué? –la furia estalló dentro de mí. –si quieres creer eso, está bien. Pero déjame recordarte algo. Fui yo quien dejo a David. Y ahora por primera vez en vida me arrepiento de no haberlo escuchado, me arrepiento de haberlo dejado. David jamás me hubiese hecho esto.
Cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo ya era demasiado tarde.
Terry estaba furioso, lo vi en su rostro. No dijo nada por unos segundos mientras se quedó congelado. Dejó caer mi celular de su mano y nuevamente habló.
-pues vete con él. Puede que aún no sea tarde.
Quería disculparme por lo que había dicho; pero antes de que pudiese decir algo más, Terry grito:
-¡quiero el divorcio!
Nuevamente me pongo a llorar. No soporto la idea de perderlo, él es lo único que tengo. Él me va a dejar. –Rasgo las sabanas de mi cama –Me arrepiento de haber dicho aquellas palabras. Me arrepiento de haber actuado mal en varias ocasiones. Si tan solo existiera la manera de retroceder el tiempo. –mis lágrimas caen sin cesar, entre cortándose mi respiración y doliéndome el corazón. Es la primera vez, que siento tanto dolor dentro de mi pecho, de cómo mi corazón se contrae y se expande, sin tener la capacidad de contenerme. Es como tener una daga dentro del corazón.
Estoy a punto de perderlo todo. Estoy al límite, ni siquiera tengo el valor de levantarme de esta cama, prefiero quedarme aquí y ya nunca más salir. Quiero cerrar los ojos y no volverlos a abrir. Dios déjame cerrarlos para siempre.
-cierro mis ojos y de algún modo siento como se relajan mis músculos y me sumerjo dentro de mis sueños.
Un sonido llega hasta a mí, abro lentamente mis ojos y mis oídos se agudizan más y me doy cuenta que el sonido proviene de afuera de la habitación donde estoy, parece el sonido de unas ruedas seguidas por las pisadas apuradas de una persona.
Mi corazón palpita rápido, volviendo rápidamente los recuerdos de lo ocurrido durante el día. Salgo corriendo de la habitación y veo a Terry con su maleta de viaje, estaba en medio de la sala con dirección a la salida.
Terry voltea hacia a mí, parece sorprendido, por lo que supongo que lo asustó mi repentina aparición.
-¿Dónde vas? –le pregunto, con el corazón en la boca.
-no tiene caso que me quede más tiempo. –su respuesta es rígida.
-Terry… -mi voz de súplica sale. No me importa ahora el orgullo. –por favor, no hagas esto, por favor…
-Leila –suena mi nombre llena de frialdad, no encuentro ningún rastro de Terry en ella –nos estamos haciendo daño. Paremos.
Siento como mis lágrimas resbalan por mi rostro.
-Leila no llores –sus palabras se suavizan al ver mis lágrimas. –no quiero lastimarte más. No quiero ser lastimado.
Mis lágrimas no se controlan y con más facilidad caen y empiezo a sollozar. Tengo tanto dolor dentro de mí, que me siento morir. Intento detener con mis manos mis lágrimas pero salen cada vez más y más, sin control.
-Leila, es lo mejor.
-lo mejor… -salen mis palabras entrecortadas por el llanto.
-sí. Es lo mejor. –las palabras de Terry parecen no tener ningún rastro de enojo. –puede que ahora sea doloroso; pero es lo mejor.
-te amo. Te amo Terry –mis palabras una vez más salen.
-Leila, no. Esto es cualquier cosa, menos amor… desde cuando el amor lastima.
-dime Terry. -hago una pausa, mientras tomo un poco de aire –quien dijo que el amor no duele. Dime quien la tiene tan fácil. Dime si algo en la vida se obtiene fácil.
Un silencio se prolongó por unos segundos y Terry los rompió diciéndome:
-Leila, entiende que me voy. Nada me detendrá. –Niego con la cabeza mientras Terry hace una pausa y luego continua –Leila no quiero lastimarte.
-pues inténtalo. Termina con esto si puedes. No hay más forma de que me puedan lastimar. –le respondo, mientras aún no sé de dónde sale mi valor.
Terry me mira, sorprendido. Baja la mirada parece que piensa en algo, vuelve la mirada hacia a mí y pregona -Leila en verdad te amé. No tienes idea de cuánto; pero ahora ya no siento nada, nada Leila. En cambio con… -detiene por un momento Terry sus palabras, mientras yo siento que esta es mi última forma de morir. Terry estaba dispuesto a dar su estocada final, estaba dispuesto a matarme –con ella, he vuelto a sentir vida. Ella no pide nada, sólo es feliz conmigo… hoy me he dado cuenta que “la amo”.
Siento como mi sangre se hela. Mi corazón parece detenerse por un momento; pero continúa latiendo. Por qué aún vivo. Dios te lo suplico, que todo desaparezca. Por qué aún sigo respirando. Ya debería de estar muerta. De pronto sin que siquiera yo me dé cuenta le pregunto a Terry: ¿la amas igual que a mí?
Terry no me responde. El silencio nuevamente se apodera de la casa. Intempestivamente y con toda naturalidad Terry toma nuevamente su equipaje y voltea dejándome atrás.
Bajo corriendo las escaleras, ya en el penúltimo peldaño, siento que mi cuerpo se desequilibra al resbalar. Siento un dolor agudo en mi cabeza, y en mi espalda. Cuando apenas me doy cuenta estoy tirada en el suelo y Terry corriendo hacia a mí.
-¿estás bien? –Terry me pregunta, preocupado en cuanto llega donde estoy. Niego con la cabeza, en tanto Terry me ayuda a levantarme.
-no estoy bien –le digo nuevamente, aun con las lágrimas aflorando de mis ojos, con voz suplicante. –no te vayas Terry. Dime como te lo tengo que pedir.
-Leila… -Terry me responde preocupado; pero antes de que diga algo más le pido que se quede por lo menos esta noche. Excuso mi pedido, alegando que ya es tarde y que le podría pasar algo; pero dentro de mí guardo la ínfima esperanza de que mañana cambien las cosas.
Terry no me responde, sólo me toma del brazo y me lleva a sentarme al sofá. Se sienta a mi lado y me dice que nada detendrá que se vaya.
-Terry, por favor. –nuevamente suplico –al menos esta noche.
-Leila, no cambiara nada en una noche.
Llorando le respondo: lo sé. –en lo más profundo de mi sé que nada va detener su partida.
-créeme Leila, daría lo que fuese por evitarte este dolor, incluso deseo nunca haber aparecido en tu vida.
Sus palabras me lastiman, siento como se carcomen mi ser. ¿Por qué quiere robarme incluso su recuerdo? Cuándo te volviste tan egoísta Terry –pensé.
-por lo menos déjame hacer el último esfuerzo. –le ruego. –si aún te queda algo de respeto por nuestro matrimonio. Déjame hacer mi último esfuerzo. No mates de esta forma la última esperanza que nos queda.
Terry se queda pensativo por unos segundos y finalmente asiente; pero imponiendo la condición de que se quedaría a dormir en una de las habitaciones de huéspedes, accedo y le agradezco mientras seco mis lágrimas. Pensando en lo que una vez me dijo mi suegra: cuando un esposo o esposa esta por irse de casa, la primera batalla que debes ganar es lograr que se quede en casa. Así sabrás que tu matrimonio no morirá.
-ahora me iré a dormir. –me dice Terry mientras se pone de pie y toma su maleta para subirla a la habitación.
Cuando está apunto de subir los escalones que llevan al pasadizo de las habitaciones. Terry voltea y me dice que también me vaya a descansar. Asiento.
Mientras Terry subía las escaleras, se detiene en medio de ella y sin voltear me dice: lo que daría porque te olvidaras de mí. Y sigue su camino; mientras yo continuo sentada en el sofá y nuevamente me siento devastada y las lágrimas ruedan por mis mejillas.
Ya no tengo ni valor para secar mis lágrimas, las fuerzas se me han ido por completo y me pregunto si en verdad habré ganado una batalla o solo estoy alargando la agonía. No sé si pueda continuar, no sé si podre luchar por los dos.
Dios mío, te ruego. Por favor ayúdame, yo ya no puedo. Te ruego, te suplico, ayúdame.
Cuando veo la hora me doy cuenta que ya son las once y cincuenta y cinco de la noche. Terry subió a dormir hace mucho.
El sueño se apodera de mí; mis lágrimas se han secado, pareciera que ya no podré volver a llorar nunca más; mis músculos me duelen y la cabeza pareciera que me va estallar. Quiero ir por unas pastillas pero no tengo el valor suficiente, así que decido irme a dormir. Cuando estoy a punto de abrir la puerta de la que fue nuestra alcoba, me detengo y no soporto la idea de ver esa habitación tan grande sin la presencia de Terry. Entonces decido irme a la habitación de al lado donde me quedé dormida antes. Cuando abro la puerta me sorprendo al ver a Terry con la lámpara encendida, creí que se había ido a dormir a la habitación más grande; pero lo que en realidad me sorprende es que haya elegido esa habitación. Terry decía que no le gustaba esa habitación aunque nunca menciono las razones.
Me quedo en la puerta observando como Terry está dormido profundamente. Pensé en que tal vez esta era la última noche que lo iba a ver. No quiero molestarlo más, así que mejor me voy de la habitación; pero al ver esa lámpara encendida recuerdo que a Terry le duele la cabeza cuando se duerme con alguna luz encendida, entonces me acerco a apagar la lámpara y cuando la apago, me veo debilitada al no querer dejar a Terry que aún se ilumina su rostro por la luz de la luna. Sin darme cuenta término echándome sobre el cubrecama a lado de Terry guardando cierta distancia para no despertarlo y me quedo a su lado pensando en que esta era la última noche que tal vez podía estar con él. Me quedo viéndole. De pronto siento que los parpados de mis ojos es tan muy pesados, entonces me digo a mi misma que es momento de dejar la habitación y cuando estoy a punto de levantarme cierro los ojos, viendo el rostro de Terry por última vez, quiero abrir los ojos pero…
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Jugaré como lo deseas, te tocaré como un niño toca lo que más aprecia... Te llevaré de la mano por la puerta de la inocencia y haré de tu cama el jardín de mi más pura ofrenda. Albergaré, entre mis dedos, la ilusión de esa niña que me besa, con los labios humectados de nobleza, y daré gracias a la vida por amar con los ojos pintados de colores, estos que nos hacen sonreír como a esos niños libres que no han sabido dejar atrás su pureza febril.
— Esu Emmanuel©, I'll play as you wish, I'll touch you as a child touches what he cherishes the most... I will take you by the hand through the door of innocence and I will make your bed the garden of my purest offering. I will hold, between my fingers, the illusion of that little girl who kisses me, with lips moistened with nobility, and I will thank life for loving with eyes painted with colours, those that make us smile like those free children who have not known how to leave behind their feverish purity.
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Renacer
1. Renacer
Hoy decidí salir de mi madriguera luego de muchos días intentando inconscientemente ocultar mi piel de los rayos del sol (o quizás lo hacía de manera consciente y no quiero admitirlo por aquí.
Los días que me mantuve allí me hicieron pensar, pensar mucho, analizar y sobre analizar todo. ¿A qué me refiero con todo? Pues, más o menos… todo. Mi vida, mi familia, mis amigos, mi desenvolvimiento personal, mis estudios, mi comportamiento y mis emociones.
Bueno, quizás no es todo, todo. No pensé, analicé y sobre analicé la literatura francesa de principios del siglo XX o la mecánica de fluidos, pero sí que pensé mucho en mí. Como siempre, egoísta se nace y yo me creo ser el “todo”.
Una ducha algo larga (que probablemente no le hace muy bien al medio ambiente pero sí a mí cabecita), una mascarilla de arcilla y una crema humectante simbolizaron los pasos que me encaminaron fuera de mi escondite.
Y es que resulta que a lo mejor no había nada de qué esconderme.
Fresquito y humectado me di cuenta que debía cuidarme y pensar en mí mismo, en mis metas a corto y largo plazo.
Con la luz solar destellando sobre mis ojos entrecerrados y los rayos calientes siendo absorbidos por mi piel renací.
Y aquí estoy.
Presente.
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Rabo de nube
En la mañana de un sábado solitario, yo era el único ser humano que esperaba a que abriesen un local. Esperar frente a una puerta cerrada tiene algo de desolador. Es posible que se deba a la emoción infantil de la expectativa por un sitio que uno quiere. No, no es eso. Lo más probable es que se deba a la brusca indiferencia universal que se impone a un sencillo anhelo personal. Me sentí apagado y extrañamente humillado, con el afán desesperado de convencerme que en el fondo me da igual. Pero la verdad, cuando es clara, es indiscutible.
Esperaba debajo de un árbol bastante común. Era ligeramente pálido como suelen ser los árboles de ciudad, que tienen la misma apariencia enfermiza de las personas que fuman en serio. De todas formas, se podría decir que tenía no particularidades, era un poco tupido y le habían cortado con forma de esfera demasiado achatada. De este árbol cualquiera, se soltó una contundente gota que cayó en la esquina superior izquierda de mi teléfono. La gota estaba tan al borde que parecía que hizo todo a su alcance para esquivarlo. De todas maneras, aún con el impacto, uno de los contornos de la gota, blanquecino y poco más sólido que el resto de la gelatina transparente, reveló que se trataba de una cagada de pájaro. Con una seguridad solamente equiparable a mi más absoluta ignorancia del tema, deduje que se trataba de una cagada de un pájaro bebé. Lo pensé así exactamente: “esta caca tiene una contundencia mucho más aguada y de algún modo menos sucia que la caca normal de un pájaro, por lo tanto, debe ser un pájaro bebé”. Sin detenerme a pensar si tenía sentido o no, salté rápidamente al siguiente pensamiento: “Qué maneras de joder tan puntuales que tiene la vida. Qué precisión perversa para colocarme, precisamente en este día, en el borde de lo que podría llamarse la zona de no cagada, como con saña, dejándome con la sensación de que bastaba poco para salvarme.” Aunque una cagada en el teléfono no es algo que me estorbe demasiado, en ese momento me parecía un azar excesivo, lacerante.
No quería ensuciar mi ropa, aunque en ese momento, ya sin esperanza en local o en el sábado o en la vida, hubiese dado lo mismo. Repasé la mirada alrededor buscando algo para limpiar el teléfono y la encontré justo al lado de mi pie derecho. Era un pedazo de corteza irregular de poco más de cinco centímetros. Corteza que en principio parecía un trozo madera demasiado seca, inservible en mi caso. De todas formas, algo me empujó a examinar el pedacito. En la cara opuesta a la madera seca me encontré con una superficie cubierta de musgo perfectamente distribuido en las tres cuartas partes del trozo. A pesar de los días de lluvia, el musgo se había mantenido humectado en la cantidad justa, parecía sano, verde, no estaba mojado ni seco, las pequeñas fibras del musgo se mantenían erguidas de tal forma que ridiculizaban a todos los pobres intentos de paños de limpieza que se han inventado. Tomé el trozo con el pulgar en el cuarto restante sin musgo -expresión máxima de la ergonomía-, y limpié la cagada con una pasada.
Antes de irme creí entrever entre las ramas a los pájaros bebés. Busqué hasta entender que no necesitaba saberlo. Tomé la bicicleta, guardé mis cosas y volví a casa lentamente, aún acongojado, pero con la dulce certeza de que había presenciado un milagro que me iba a costar entender una cantidad incómoda de soledades y dolores.
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Sus ojos se enlazaron con los de Zoran tanto que le habló sin palabras, primero gobernados por una devoción irracional que luego se transformó en una seriedad más profunda. Así se mantuvo unos segundos, reafirmando que no tenía dudas de ella ni del amor que se tenían. Confiaba en ellos, por separado y en conjunto y eso le resultaba como poco excepcional.
—No es la única sorpresa —susurró Phoenix cuando sus narices se encontraron y los párpados de él habían decidido rendirse ante la cercanía —. El número 3 es mi favorito —confesó, de alguna manera, vinculándolo con que hacía 3 meses atrás se habían conocido y deslizando, sutilmente, que habrían 2 sorpresas más. No sabía si ella entendería el juego de sus palabras ni tampoco si la última contaría como tal.
Girando apenas la cabeza, lo suficiente como para poderla ver a los ojos sin cruzar los propios pero sin atreverse a alejarse más de ella, Phee acarició el aire con las pestañas para escrutarla con una intimidad que sólo él podía crear. La intimidad de verla y tener la fiel convicción de querer tenerla al lado todo el tiempo que fuera capaz, dándole todo lo que sus manos y corazón podían ofrecerle, asegurándose de ganarse el derecho de que fuera su compañera.
—Ya sabes lo que dicen: “third time's a charm” —una de las comisuras de Phee se alzó para dibujar una media sonrisa que pronto escaló, prudentemente, hasta sus ojos. Entonces, con algo de dificultad por el capricho de sentirla tan cerca de él como pudiera, Phoenix se despegó más del rostro de Zoran a la par que movió su mano, tendiéndole aquella encuadernación.
El material se sentía fuerte y placentero al tacto, sobre todo aquel de la tapa, que tenía cierto relieve por la impresión de la ilustración sobre el soporte. El fondo era de color azul, lo más similar que él había podido recrear de los ojos de Zoran. En la tapa, la portada era un cómic indudablemente imitando a Zoran, destacando sus rasgos más sobresalientes no en un dibujo realista sino más juguetón y descontracturado, pero sin lugar a dudas allí estaba ella, entre edificaciones, pisando una manzana como si acaso fuese una heroína pisoteando al villano. “Heart Stealer” rezaba la tapa, con una tipografía bastante lúdica y llamativa. De color, aunque el interior era todo blanco y negro. No eran más de veinte páginas de un comic que había creado con ella y no sólo eso: Reedy, una versión adulta del personaje que había conocido Zoran- era quien había conocido a Fruity, aquella mujer que venía a representarla. La trama no era tan compleja y recababa instantes en esos tres meses que habían sido importantes para Phee pero entremezclado con un policial donde Fruity, The Heart Stealer terminaba siendo la que salvaba el día a pesar de ser, primero, pautada como la villana a la que Reedy debía derrotar (cuando en verdad nada de maldad había en ella sino que así Reedy la había visto en un principio por presentarle dos grandes desafíos: el de dejar de ser miserable y el de dejar de vivir su vida en automático). El cómic entremezclaba historia con pensamientos de Reedy luchando contra ciertas limitaciones a medida que descubría partes de Fruity que le enamoraban y que había sido eso lo que lo había sacado de un ensueño tortuoso.
En cuanto Zoran tuvo el cuaderno en sus manos, Phoenix tragó saliva. Sintió, de pronto, que no podía moverse pero al final fue capaz porque enseguida palmeó la banca, en el espacio que tenía libre al lado.
—Te debía decirte sólo un poco de lo que me pareces. Y esta fue mi manera —introdujo Phee, sintiendo cierta electricidad en el pecho —. Es rápido de leer, si quieres puedes hacerlo ahora pero si no quieres y lo quieres ver tranquila, también lo entiendo —dijo, lo que le pareció obvio, pero con algo de atropello que calmó al pasarse las manos a los costados de su cabello.
—¿Qué? —soltó Zoran, apenas Phoenix le confesó que la sorpresa tenía una continuación.
Genuinamente sorprendida y reviviendo su profunda intriga, sus ojos azules quisieron zambullirse aún más en los mielverdosos para encontrar una pista. Recibir aquella encuadernación la asombró, pero le cortó la respiración apenas pudo ver lo que contenía la tapa. Sus comisuras se invirtieron y en coordinación con la mano masculina que palmeó el banco, la castaña se deslizó en cámara lenta hasta sentarse junto a él.
Ese sábado 19 su cuerpo estaba pegado al de Phoenix y no en el otro extremo del asiento como había sucedido tres meses atrás; sus brazos conectaban y ella podía sentir su piel cosquillear incluso por sobre toda aquellas capas de ropa. Enteramente desarmada, Zo recargó su cabeza en el hombro del moreno y sus dedos se encargaron de acariciar los trazos del cuaderno. Cerró sus ojos cuando escuchó la voz, en aquella cercanía y con esa cómplice intimidad que compartían, pero su respuesta no pudo ser verbal. No aún. Sí se aseguró de enlazar sus dedos con los masculinos y lo acarició con su pulgar, quedándose así hasta que volvió a abrir sus ojos. Entonces volvió al cómic que reposaba en su regazo, y el cual abrió con suavidad con su mano libre.
No logró ser consciente del transcurrir del tiempo, esa burbuja que había nacido en ese preciso lugar tomó una fortaleza aún mayor, como si realmente en el ambiente hubiera una especie de secreto del que solo ellos dos eran beneficiarios. Se dejó atrapar por las ilustraciones, la historia, la magia, y el mundo que había creado Phee. Sonrió en ciertos momentos, enternecida y conmovida por lo que sus ojos atestiguan en las hojas, en otros rió suavemente, y también combatió con la emoción que poco a poco terminó con tomar sus ojos con láminas de humedad. Al terminar, Zo tomó tanto aire como le fue físicamente posible y cerró su cómic despacio. Su mano volvió a acariciarlo y lo llevó a su pecho, con una sobredosis de cariño que la atravesaba.
—Gracias —su voz fue un murmullo, pero contenía toda su genuinidad. Zoran movió su rostro para alcanzar el cuello del moreno donde se inmiscuyó y donde dejó el primer beso. Luego escaló con sus labios aún humectados del labial, por ende dejando un afectuoso camino visual en la piel que luego retiraría, hacia la mandíbula masculina, la mejilla y finalmente los labios que en principio volvió a conectar con un piquito.
Sacudida por el inmenso amor, tanto el que sentía que él le profesaba como el que ella le profesaba, Zoran les obsequió a ambos el dejarse llevar. El contacto de sus labios fue repitiéndose, en besos mullidos que se tornaron en enlazos húmedos y cálidos, finalmente abriéndose del todo para encontrar sus lenguas. Esa mano que tenían enlazada ella buscó soltarla para lograr posar su brazo sobre los hombros de Phoenix y acariciar su nuca mientras se besaban.
—Es… Wow, me encanta. Me… Me fascina —farfulló cuando se separó a respirar y un poco para conectar sus ojos por primera vez. Ella sintió el salto de latidos de su corazón y movió su mano para poder acariciarle una mejilla; su otra mano aún mantenía el cómic contra su pecho, enseñando corporalmente lo valioso que era—. Pellízcame. No puedo concebir ahora mismo el hecho de que tú estás conmigo y que además me hicieras esto, nos regalaras esto —tragó saliva al despegar apenas lo que sostenía para observarlo pero enseguida volvió a abrazarlo, inclusive descansó su mentón en el filo del mismo—. Gracias… Gracias. ¿Y sabes qué? Gracias.
Phoenix fue paciente cuando Zoran se dispuso a leer el cómic. La respiró, de forma acompasada, intentando crearle una rutina a sus pulmones para no caer en la ansiedad porque pronto comenzó a pensar en el paso siguiente y no en lo que estaba sucediendo. Se obligó y devolvió al presente enseguida, leyendo por arriba lo que había creado mientras acariciaba la espalda de Zo con una de sus manos de un pasar infinito y suave. Incluso había dejado caer la mejilla contra la coronilla femenina.
Los besos le sentaron tan amorosos que sintió a todos sus músculos caer rendidos, aflojarse e incluso a su corazón volverse más blando para cuando le correspondió, con cariño pero profundamente al anclar una mano a su mejilla mientras con la otra la apretaba un poco en ese medio abrazo.
Los ojos del diseñador sirvieron como anclas en los ojos de Zoran, que observ�� intercaladamente entre insondable y alegrado porque le gustase su regalo. Obediente, Phoenix la pellizcó en una de sus mejillas, quizá con un poco más de fuerza para lograr el cometido. Aunque inmediatamente rió con inocencia, así escondiéndose de cualquier cargo.
—Por nada… Por nada. ¿Y sabes qué? Por nada —replicó él, jugándole al espejito rebotín ante lo que bajó la mirada, dibujando una sonrisa sobre sus labios.
—Te quiero, Zoran —dijo, negándole la mirada al perderse en algunos pensamientos antes de seguir hablando. Sus ojos observaron la manera en que dos de sus manos estaban jugueteando, con mimos y caricias —. Siempre quise convencerme de que las palabras no son tan importantes para mí —contó entonces, en el inicio de lo que parecía ser un punto. Efímera, una ceja se alzó en su rostro antes de seguir y ladeó la cabeza para observar la unión de sus manos desde otro ángulo —. Siempre me definí como alguien de… la tierra, de los hechos. Pero todo lo que me atraviesa, noté que nace primero en mi cabeza. Lo que hago, incluso lo que siento, va de aquí —señaló su sien— hasta aquí —señaló su pecho —, y luego vuelve porque eso lo tengo que decodificar. Y la palabra es reino de la cabeza. Lo que crees, lo creas. Y la creencia también viene desde la palabra —reflexionó, parpadeando dos o tres veces con algo de nerviosismo porque temió estar divagando demasiado en algo que nunca supo cómo introducir. Acabó por alzar la mirada hasta el encuentro con la de Zoran, a quien observó con sus ojos a media asta algo más concentrados que perdidos en nubes de amor —. Y a veces ponerle palabras a algo da más vértigo que simplemente seguir haciéndolo. Y… tengo vértigo —sonrió poco a poco al recordar que eso le había dicho en algún momento. Removiéndose apenas sobre su asiento, Phee se irguió más, ya que sus hombros lucían pesados —, pero por el impulso a hacerlo, sabes, a darle nombre —sus ojos se entornaron al momento de achicar la sonrisa. Entonces, sin perder de vista la mirada azulada de Zo, subió sus manos unidas para besarle los dedos a ella, uno a uno de manera rápida pero no por eso con menos atención. Los ojos del diseñador la atravesaron con algo de expectativa, para intentar descubrir si se esperaba lo que estaría a punto de decir —. Y me daría mucho gusto llamarte mi novia, para hacerlo todavía más real —dijo finalmente, escondiendo el labio inferior por detrás del superior.
A medida que él la llevaba por el camino de la idea que quería compartirle, el cariño que destilaban sus ojos azulados aumentó más y más. En esa pequeña pausa, luego de los besos que recibió en su mano y de que Phoenix la interrogara suavemente con la mirada, Zoran asintió de manera casi imperceptible. Entendía el destino. Por eso mismo, queriendo brindarle más seguridad aún, presionó sus dedos contra los masculinos. Era una señal física de que no pretendía soltarlo, pero el sentido era literal y figurativo: quería sostenerlo a su lado por el resto de los tiempos.
Ella amansó la sonrisa al oírlo finalmente y le permitió a su mirada dejar los ojos mielverdosos sólo para acariciarle el resto del rostro, incluso cómo llevaba enmarcados los hombros y las manos enlazadas. Tiró de esa unión, con suavidad, y besó la piel de la muñeca de Phoenix al tiempo que volvía a conectar sus ojos.
—¿Eso significa que también te daría mucho gusto que te llame mi novio? —repitió el beso, aunque apuntando más al comienzo del pulgar del diseñador, y dejó que la curva en sus comisuras creciera sin control—. ¿Y sabes qué? Más allá del vértigo que te he hecho sentir o te hago sentir, directa o indirectamente, quiero que sepas que siempre voy a velar por mantener nuestro equilibrio y estabilidad. Aquí estoy contigo, y aquí estaré, donde sea que “aquí” signifique —su voz era un susurro que buscaba acariciarlo y abrazarlo también.
Zo estaba segura y sabía que Phee también lo estaba. Incluso podía asegurar que lo que le diría también el moreno lo sabía, lo compartía. Pero escuchándolo, escuchando realmente lo que le había dicho y lo que ya en otras ocasiones le había dado a entender, le dio importancia a las palabras. Lo hizo audible, para él, para ella, para ambos. Supo que ese era un lenguaje de amor y uno en el que Zoran iba a esforzarse en hablar con soltura.
#zoran mills#phoenix reed#zoran+phoenix#todo este rol i swear#aún no lo supero#lehizouncómic!!!!!#fruity+reedy#sábado19
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cindy.hairs_fire
¿Eres fan del cabello largo?
Pues yo, si. Es solo una cosa de gustos, obvía. Desde chica me ha gustado mantenerlo largo.
Y aquí te comparto algunos tips que he hecho toda mi vida o casi toda😅🤭⬇️⬇️
. 🔥1. Siempre será mejor desenrredar tu cabello antes de lavarlo. Evitarás nudos y que se rompa.
🔥2. Jamás frotes ni retuerzas tu cabello mojado con la toalla, porque así se reseca y se quiebra. Mejor aún, usa una camiseta de algodón para absorber el agua a toquecitos.
🔥3. No amarres tu cabello mojado, porque esta frágil y así lo cortarás.
🔥4. Siempre, pero siempre usa acondicionador. Éste es encargado de hidratar y cerrar la cutícula.
No, la crema de masaje no reemplaza.
🔥5. Peina con una peineta de dientes anchos, y siempre de puntas hacía arriba.
Jamás desde la raíz, es nefasto.
🔥6.Prefiere secarlo al aire natural. Si te es imposible. Protegélo con un protector térmico, siempre.
Y el secador debe estar a 15cm de distancia y ojalá con aire frío.
Lento, pero seguro.
🔥7. Si debes usar moño por trabajo u otra. Ve cambiando, entre colas de caballo, tomates y trenzas. Pero no abuses.
🔥8. Date 5 minutos al día, para masajear suavemente con la yema de los dedos.
🔥9. Una ó dos veces por semana regalonea tu cabello con una mascarilla para tu tipo .
🔥10. No duermas nunca con el cabello húmedo, ya que facilitas ,que se rompa. Además con la humedad son muy probables los ácaros.
🔥11. El lavado debe ser suave, sin apretar fuerte con la yema de los dedos ya se incrementa la producción de seb
🔥12. Espaciar los lavados. El.mismo sebo que producimos, nos ayudará a mantener humectado el cuero cabelludo.
🔥13. Usar champús sin sal ni sulfatos. La sal deshidrata y el sulfato es un detergente.
La clave es la fuerza.
Se dice que debemos cortar cada 2 meses, pero para mi ese tiempo es muy corto y siempre creo que se puede espaciar más el tiempo😅
¿qué te pareció? ¿conoces otros tips?⬇️
Te leo wawi💙
#tips #blogger #ginger #gingerhair#cosmeticacf #autodidacta #ruivas#ruivo #gingerlife #ruivascacheadas#colorinas #pelirrojas #makeup#instalike #instaginger #makeupblogger #redheads#maquillaje #influencer #bloguera#cindyfiretips
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Es importante cuidar los labios durante todo el año, para que se vean saludables, humectados, sin grietas ni cueritos, más aún en otoño que comienza a bajar la temperatura. Para mantener tus labios perfectos y poder llevarlos sin maquillaje, con el color que prefieras o sólo con brillo, es recomendable seguir algunos consejos: *Exfoliarlos, fijarte en tu alimentación e hidratarlos, son el principio básico de cuidado para unos labios hermosos durante todo el año. Si te gusto mi consejo dale corazón y etiqueta a las personas que les gusta cuidar su apariencia.. #labiosperfectos #cuidadofacial #cuidadodelabios #tips #consejos https://www.instagram.com/p/B8DvTGkpmet/?igshid=1jtai3ly3yf7f
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¡Blanquea tu rostro con estos remedios naturales!
Tener manchas o partes quemadas en el rostro ha sido un complejo alto en nosotr@s. Con estos sencillos pasos podrás blanquear tu carita y nada mejor que con remedios naturales que en corto plazo te harán lucir un rostro limpio y humectado.
Vinagre de manzana
El vinagre de manzana es uno de los remedios más beneficios para nuestro delicado rostro. Contiene pH ácido ayudando a cerrar los poros y como resultado podrás tener una rostro liso y con un brillo natural.
Pará aplicarlo en nuestro rostro lo haremos con ayuda del algodón, solo lo mojas un poco con vinagre de manzana y directamente lo echas en el rostro con ligeros toquesitos, el punto es de que todo quede como una mascarilla por 20 minutos y posteriormente te lavas con agua fría.
Áloe Vera
Esta planta contiene nutrientes muy beneficiosos para el rostro, y es la aliada para todo tratamiento de belleza, es decir, la puedes usar para todo el cuerpo.
Pará esto con ayuda de un cuchillo y cuchara quitas cuidadosamente la cáscara y sacas lo de adentro, posteriormente lo partes en pedacitos hasta el punto de que quede en una consistencia jugosa. Una vez echo esto te lo aplicas en tu carita y dejas que interactúe por 25 minutos.
¿Lista para el resultado?
Este ha sido un boom desde hace muchísimos años, es un aliado de la medicina ya que es usado para la conjuntivitis y entre otros males.
Cuando tengas las bolsas hervidas esperas a que se enfríe y después te lo aplicas en tu carita por 30 minutos. Esto aportará muchos nutrientes y ayudará a que blanquees tu rostro.
Manzanilla
Lo mejor de todo esto es que estos implementos los tienes a la mano y son muy beneficiosos.
Espero que estos consejos te ayuden y me comentas en el foro que como te van con los resultados.
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