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Pequitas - [ Barco Center ] #3
Libro de One Shots
Pareja: Barco x Giay
Palabras: 2.9k
Género: Fluff
pequitas con bloqueo emocional
ღ Valentín es un adolescente que por culpa de problemas en su infancia desarrolló un bloqueo emocional. No encuentra motivos para sentir felicidad, ni tampoco le importa algo realmente como para sentirse triste. Hasta que conoce a Agustín, un chico que le hace recordar que también es una persona con sentimientos. ღ
Al día de hoy, Valentín ni siquiera entendía porqué Agustín era su novio, ni cómo soportaba todos los problemas y falencias que tenía. Quería creer que era porque lo quería y era especial para él, pero solo la idea de importarle a alguien lo ponía mal, lo enfermaba y le daban ganas de vomitar. Ni siquiera entendía cómo seguía siendo su novio incluso después de todas las veces que él lo había rechazado.
No es que no lo quisiera, solo no sabía cómo se quería a alguien. Nunca sintió nada similar en su vida, o no que recordara al menos, todo le solía dar igual o no le causaba ninguna emoción. Pero cuando lo conoció sintió que podía morirse, literalmente hablando, porque esa vez que lo vio entrando al curso con una sonrisa y hablando con una amiga, terminó encerrándose en el baño y teniendo un ataque de pánico por lo que sentía.
No sabía qué había cambiado para que ahora estuviera así.
Tal vez fue por esa vez que Agustín fue a la facultad con su perra recientemente adoptada porque no estaba acostumbrada a estar sola y el animal se le había acercado hasta subir sus patitas encima de su regazo, buscando algún tipo de cariño a lo que él solo atinó a acariciarle la cabeza con una mueca seria, pero por dentro sentía que se le iba a salir el corazón por tener la atención de tantas personas, incluido Agustín.
O tal vez fue esa vez que se lo encontró en el parque paseando a su perra cuando estaba de regreso a su casa después de hacer la compra semanal. La border collie fue la primera en reconocerlo, incluso a pesar de la distancia que los separaba, corriendo hacia él y tirándose encima suyo. Por suerte pudo reaccionar a tiempo, pero Agustín, al verlo cargando tantas bolsas, decidió acompañarlo hasta su casa también como una disculpa por lo cargosa que era su mascota.
O tal vez fue esa vez que Agustín le contó cómo había conocido a su perra y cómo había terminado adoptándola después del ambiente dañino en el que la encontró. Le contó que solía ser bastante reservada y poco activa para lo que solían ser los border collie normalmente. Le contó que él era la única persona con la que se alegraba tanto cada vez que lo veía y no sabía por qué.
O tal vez fue esa vez que Agustín lo invitó a comer en su casa cuando les cambiaron los horario de la facultad y les pusieron unas clases en la tarde, por lo que a él no le daba tiempo a ir y volver como para comer en su casa.
Tal vez fue en ese momento cuando estaban acostados en la cama del mayor después de almorzar, intentando dormir una corta siesta antes de volver a la facultad, cuando Agustín se animó a dar el primer paso y lo besó en el silencio de esa tranquila tarde.
Tal vez fue en ese momento cuando se dio cuenta que le gustaba estar con Agustín y que en el fondo lo quería, pero le daba miedo estarse sintiendo de esa forma. Un miedo tan irracional que no sabía ni siquiera de dónde provenía.
—¿Valen? ¿Estás bien? —escuchó la voz de Agustín detrás de la puerta del baño, después de haber dado unos golpecitos a esta.
Aunque quiso responder rápido y fingir que todo estaba bien, ni siquiera pudo hacerlo porque la voz no le salía. Últimamente había estado llorando muy seguido y eso le preocupaba. Se abrumaba rápido y no podía estar más de media hora sin necesitar alejarse de Agustín porque se sentía agobiado.
No entendía cómo Agustín seguía yendo tras él después de lo mucho que lo dañaba siendo como era. Valentín sabía que no estaba hecho para querer, ni para ser querido. A él no le salían esas cosas y le preocupaba que ahora no pudiera detener su llanto cuando quisiera como antes podía hacer. Antes podía desconectarse de lo que estaba sintiendo y seguir con su rutina, ahora ni siquiera era capaz de pasar mucho tiempo sin largarse a llorar.
Ante la nula respuesta, Agustín decidió agarrar el picaporte de la puerta y bajarlo para poder abrir la puerta. Cuando lo hizo, se encontró al pelirrojo en una esquina del baño hecho una bolita, con sus piernas pegadas el pecho y sus brazos ocultando su rostro encima de sus rodillas.
Valentín no quería mirarlo, no quería que viera sus ojos rojos por el llanto o sus mejillas hinchadas, no quería que viera cómo se estaba sintiendo porque solo lo dañaría más. A pesar de eso, la presencia del chico lo reconfortó y cuando sintió los brazos del mayor rodear su cuerpo solo pudo ponerse peor, llorando desconsoladamente porque no podía soportarse a sí mismo.
Parecía un bebé recién nacido que lloraba porque todo era nuevo para él y se abrumaba, un niño que se refugiaba en los brazos de su madre porque solo confiaba en ella. La diferencia en este caso, era que Agustín era su novio y no su madre. Pero se sentía de esa forma, necesitando ese abrazo más de lo que era consciente, un abrazo que tal vez siempre quiso que su madre se lo diera cuando era un niño.
Siempre soñó con tener muchas cosas cuando era chico, pero a muy temprana edad se dio cuenta que la vida no era fácil. No cuando veía a su madre levantarse todos los días a las cinco de la mañana para prepararle un sanguche para que llevara a la escuela. No cuando veía a su padre todos los días volver tarde e irse antes de que él siquiera se despertara porque tenía que trabajar. No cuando todos los días su madre lo acompañaba en el colectivo hasta que se bajaba en su escuela mientras ella seguía el recorrido hasta su trabajo. No cuando todos los adolescentes parecían tener una vida feliz mientras que él tenia que preocuparse por qué comida iba a preparar para la cena porque su madre cada vez estaba peor y él la cuidaba. No cuando ni siquiera tenía un hermano que pudiera ayudarlo con las compras de la casa y tenía que hacerse cargo él, trasnochando para estudiar porque en la tarde cuidaba a su madre y hacía los deberes de su casa.
—P-perdón… —murmuró entre llantos, sin poder controlar su voz y sonando quebrada—. Siempre es lo mismo conmigo —agregó con una presión en su pecho.
Una de las manos del mayor se enredó en sus mechones pelirrojos, acariciándolos con gentileza, mientras su otra mano dejaba pequeñas caricias en su cuerpo.
—Está bien si te sentís mal, Valen, es normal —intentó consolarlo, dejando que el menor se refugiara en su pecho y lo abrazara fuerte, sin importarle siquiera si manchaba su remera.
—No es normal llorar todos los días —se excusó, ahogando su voz contra el cuerpo ajeno, sintiendo la necesidad de fusionarse con él, de no volver a separarse nunca más de ese lugar donde se sentía a salvo de sus pensamientos, de todo lo que tenia que hacer cuando llegase a su casa, de todo el miedo que sentía por estar sintiendo de nuevo.
—Uno llora cuando es niño, cuando es adolescente y cuando es adulto. Vos nunca pudiste llorar cuando eras chico, es normal que ahora te sientas agobiado, Val. —El apodo lo puso peor y volvió a pensar en todo lo que hacía Agustín por él y que ni siquiera podía devolverle la mitad.
Quería terminar con eso, quería dejar de hacerle daño a Agustín, dejar de rechazarlo todo el tiempo cuando lo invitaba a salir y él no podía, dejar de hacerlo sentir mal cada vez que se alejaba y no le hablaba por días porque no era capaz de decirle directamente las cosas.
Pero a la vez, no quería estar solo. A pesar de no saber estar con Agustín, tampoco quería dejar de estarlo porque se sentía bien con él. Cada vez que le acariciaba la mejilla cuando creía que estaba dormido su pulso se aceleraba y se sentía bonito porque sabía que Agustín lo estaba admirando, ya se lo había dicho muchas veces. Cada vez que dejaba pequeños besos por todo su cuerpo esas noches donde solo el ambiente silencioso era testigo de sus caricias, de esa necesidad de volverse una sola persona. Cada vez que le decía lo mucho que lo quería aunque él no fuera capaz de decirle que él también lo quería.
—Pero no es justo para vos, estás en una relación unilateral —mencionó, esta vez sintiendo la necesidad de separarse de él porque le asqueada saber que lo estaba abrazando cuando no se lo merecía.
Agustín lo miró con una mueca confundida, sin terminar de entender a qué se refería Valentín.
—No es unilateral, yo sé que vos también me querés. —A pesar de que Agustín quiso volver a acercarse, Valentín no le dejó, negando con la cabeza varias veces.
—No, no te quiero —murmuró, sin ser capaz de mirarlo a los ojos.
Lo amaba y por eso quería que terminaran, porque él no era la mejor persona para estar con él y Agustín se merecía alguien que supiera valorarlo.
Sentía la mirada del mayor encima suyo y estaba casi seguro que lo estaba mirando con esos ojos apenados y llenos de dolor. No lo quería mirar porque sabía que se iba a derrumbar enfrente suyo una vez más.
—Mirame a los ojos y decímelo, solo así te voy a creer —pidió el castaño pero el pecoso volvió a negar con la cabeza, intentando huir de esa situación como hacía siempre. Quiso alejarse, pero Agustín lo agarró de las dos muñecas con fuerza, impidiendo que se fuera—. Mirame, Valentín —insistió con firmeza.
Cuando sus miradas se conectaron, Valentín sintió que perdía la poca estabilidad que tenía, esa estabilidad de todas esas noches tragándose el llanto para no despertar a su madre o teniendo que dormirse para al menos tener tres horas de sueño y no desmayarse apenas pisara la escuela. De todas esas veces que le mentía a sus padres y les decía que estaba bien para que no se preocuparan por él, para que no tuvieran más problemas de los que ya tenían.
Sus ojos se aguaron de nuevo y solo los brazos de Agustín rodeándolo podían sacarlo de ese pozo en el que estaba. Solo Agustín podía hacerlo porque era la única persona a quien le había abierto su corazón y sabía todo de él. Porque era la única persona que aún sabiendo todos los problemas que tenía, quería ayudarlo y hacerlo feliz.
La garganta se le cerró y no pudo decir nada a pesar de que en el fondo quería gritar hasta desgarrarse si eso significaba poder liberarse de todo. Quería desaparecer y no tener que pensar en tantas cosas.
El ansiado abrazo llegó y por primera vez en su vida agradeció que Agustín no lo aceptara, que no se conformara con darle espacio y dejarlo huir como siempre hacía. Agradeció saber que aunque hubiese querido que se separaran, Agustín jamás querría que eso pasara.
—Estoy muy cansado, Agus —soltó entre sollozos, balbuceando contra su ropa porque ya ni siquiera tenía fuerzas para nada, su cuerpo había llegado a su límite—. Estoy cansado de la rutina, de tener que levantarme todos los días y fingir que estoy bien mientras escucho a un profesor, de llegar a mi casa y tener que pensar en cuántas pastillas le tengo que dar a mi mamá o qué hace falta comprar para hacer la cena, de tener que dormir tres horas diarias para poder estudiar, de ni siquiera poder disfrutar mi juventud por todo eso, de tratarte mal siempre que me buscas y dañarte cada vez que te rechazo, de no poder ni siquiera decirte todo lo que siento por vos y no poder pasar un momento lindo porque arruino todo… —Agustín simplemente dejó que se desahogara, que dejara salir todo lo que se había estado guardando y le hacía tan mal.
Lo dejó llorar el tiempo que necesitara, incluso si eso implicaba faltar a la facultad y quedarse al lado suyo mientras estaban acostados. Incluso si implicaba abrazarlo hasta que se durmiera del cansancio por la sobredosis de sentimientos, incluso si perdía horas de su vida para cuidarlo, para llenarlo de besos y caricias, para acompañarlo hasta su casa. Incluso para ayudarlo a cuidar a su madre y prometerle que iban a ahorrar dinero juntos para que pudiera ir a un psicólogo que lo ayudara mejor de lo que él podía hacer.
Cuando Valentín se despertó por segunda vez lo hizo a plena madrugada, encontrándose con Agustín a su lado durmiendo boca abajo, con un brazo por encima de su cintura. Podía sentir la respiración calmada del chico y deseó poder también dormir tan pacíficamente más de cinco horas sin que su cuerpo se despertara solo.
Habían ido hasta su casa esa tarde y Agustín se había ofrecido a comprar mercadería mientras él se quedaba cuidando a su madre, así podía hacer su tarea de la facultad antes y poder dormir más tiempo. Valentín apreciaba la intención pero su cuerpo estaba acostumbrado a otro ritmo y ahora solo podía quedarse mirando hacia el techo de su habitación, sin saber qué hacer porque tampoco quería moverse y despertar a Agustín.
Apenas se movió en el lugar, girando su cuerpo para acostarse de costado y detallar las expresiones del mayor, viendo cómo parecía tan calmado que le transmitía una tranquilidad que nunca esperó sentir. Su mano inevitablemente fue hasta su mejilla, acariciando la piel de su rostro.
Solo mirar su rostro y cómo los mechones ruludos de su cabello caían sobre su frente, lo hacían pensar en lo fuerte que era Agustín a comparación suya. Y no se refería a su cuerpo, se refería a su mente. No cualquiera soportaba tanto tiempo estar con alguien como él y admiraba que a pesar de todos siguiera sonriéndole todos los días y haciendo chistes para aligerar su amargura.
Subió su mano hasta los mechones de su cabello y los movió apenas, liberando sus ojos de estos. Con un poco de temor se acercó hasta su rostro, conectando sus labios con uno de sus pómulos con suavidad, dejándose llevar por el tranquilo ambiente y la poca visibilidad que tenía con los pequeños rayos que reflejaba la luna y entraba por la ventana. No podía decirle que lo amaba, pero eso era lo más cercano que tenía a hacerlo.
Cuando se separó, se encontró con los ojos claros del mayor observándolo con algo de sorpresa, mientras sus manos se afianzaban a su cintura para que no se alejara. No era para nada un secreto que a Valentín no solía gustarle el contacto físico, pero con Agustín podía hacer una excepción.
—Perdón… Te desperté —murmuró, sintiéndose culpable por haber interrumpido el sueño del chico.
Agustín no tardó en negar con la cabeza mientras soltaba un pequeño sonido en negación, acercándolo hacia él hasta que pudo esconder su rostro en el cuello del pecoso.
—¿No podés dormir? —Valentín respondió con un gesto de cabeza, disfrutando de las caricias que le estaba dando el castaño en su cintura y espalda. Le encantaba que lo abrazara, o al menos le encantaba cuando no se sentía asfixiado y se alejaba para no sentirse peor.
—Gracias por todo, siento que no te lo dije lo suficiente —dijo aún susurrando, temiendo afectar en su vida porque estuviera pendiente de la suya. Agustín también tenía sus cosas, trabajaba y estudiaba, no todo tenía que girar en torno a su vida amorosa.
—Te amo mucho, siento que no te lo dije lo suficiente —respondió, en parte imitándolo para aligerar el ambiente que parecía estar bastante tenso.
—Mentira, me lo decís todo el tiempo —refutó con un suave fruncimiento de su ceño, escuchando la dulce risa del mayor contra su cuello.
—Como vos, me agradecés todo el tiempo, no necesitás hacerlo —respondió, dejando un pequeño camino de besos por su piel.
—Siento que te debo mucho… —agregó, subiendo sus manos esta los hombros del chico para devolverle el abrazo y acariciar su pelo—. Muchas veces quise desaparecer para no tener que pensar en nada. —Sus palabras llamaron la atención de Agustín, quien se separó de su cuello para mirarlo, completamente preocupado—. Muchas veces quise tomarme algunas de las pastillas de mi madre para no despertarme nunca más… Pero pensaba en vos y me olvidaba de eso, pensaba en todas las veces que me hacías reír, en esos recreos en la facultad donde jugábamos con tu perra, cuando nos acostabamos en el pasto y mirábamos el cielo en silencio, todos esos momentos donde no necesitaba pensar en nada más que en ser feliz a tu lado. —Una pequeña sonrisa se asomó por los labios del mayor mientras lo miraba con los ojos acuosos.
Agustín se inclinó hacia él y dejó un corto beso, esperando a su reacción antes de volver a unir sus bocas, fundiéndose en un beso lento, lleno de todo el cariño que se tenían ambos.
—Yo también te amo mucho —susurró el pelirrojo, casi como un suspiro sobre sus labios. Agustín solo sonrió ampliamente, sintiendo que podía largarse a llorar en ese momento.
Después de ideas y venidas, de rechazos y aceptaciones, por primera vez ambos sintieron un cambio, una pequeña luz al final del túnel que les transmitía esa esperanza de que las cosas podían cambiar, aún si era difícil salir de ese pozo donde Valentín estaba y el castaño había tenido la valentía como para embarrarse para sacarlo de allí.
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Gialene’s Social and Fun were in the red, so she visited the new tavern after her chores.
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19 35 and 36 for morgiah?
questions
19. Have they ever fallen in love?
this is a really tough question for morgiah. she’d never admit it but she does fantasize about true love and its something she wants desperately but is seemingly unable to achieve(which is part of her problem, she treats it as a goal she has to strive for and plot to get instead of something that comes naturally). she loved reman but was never in love with him. her affair with mannimarco was circumstantial and strictly pleasure. valinwen is hopelessly in love with her and after the thalmor take firsthold, kill reman, and they escape morgiah finds herself feeling a fondness for her she’d never felt before, but ignores it for too long because she’d convinced herself she’s either incapable of love or that it would just get in her way.
35. Are they very forgiving?
absolutely not. she holds a grudge against helseth for stealing her favorite dessert when she was a kid for literal centuries. but even in a non-joking sense. she can’t be forgiving because if she forgives the wrong person she could be arrested or assassinated or usurped or anything else. the only reason lady gialene gets off with a slap on the wrist after the attempted revolt is because reman insisted.
36. Do they believe in destiny?
she is a very strong believer that you make your own destiny. she looks prophecy and fate in the face and says “fuck you”. there’s nothing she can’t weasel her way in or out of so why would she need destiny?
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Pequitas - [ Barco Center ] #2
Libro de One Shots
Pareja: Barco x Giay
Palabras: 2.1k
Género: Fluff
pequitas inseguras
ღ Valentín sufre por su relación, porque no muestra su cariño como todas las personas y eso le genera inseguridad debido a los comentarios sobre que es tóxico con Agustín. ღ
No sabía cuánto tiempo había pasado, solo podía pensar en cómo estaba mojando toda la almohada con sus lágrimas y que seguro pronto su novio estaría de vuelta después de salir a comprar. Se suponía que iban a comer algo dulce mientras tomaban mate y charlaban, disfrutando del fin de semana antes de que tuvieran que volver a sus rutinas en sus respectivos clubes pero ni siquiera pudo poner a calentar el agua cuando notó que el celular de Agustín estaba en la mesada.
Aparentemente el castaño se lo había olvidado, y un mensaje entrante le llamó la atención. Le dio curiosidad porque sabía que Agustín tenía un sonido de notificación específico para él, pero le extrañó saber que alguien más también tenía uno personalizado. No podía negar que eso en parte había sido el disparador para que se pusiera mal. No tenía sentido que se pusiera mal por algo tan tonto como eso pero en su mente había pensado que él era el único al que trataba de esa forma y se decepcionó al ver que no.
Cuando desbloqueó el celular, vio el chat con Tomás, uno de los mejores amigos de Agustín desde que eran chiquitos. De hecho, ya había estado con él hace bastante tiempo cuando conoció a Agustín y en parte tenía sentido que también fuera especial para su novio pero ese sentimiento de angustia no lo dejaba pensar correctamente.
Lo primero que se encontró fue con la conversación que habían tenido hace unas semanas dónde le preguntaba si quería salir para despejarse. Sabía perfectamente qué día había sido ese, después de que San Lorenzo perdiera en los octavos de la Conmebol Sudamericana no habían tardado mucho en volver a Argentina y ese mismo día le había ofrecido que fuera a su casa porque quería estar con él, a lo que Agustín aceptó.
Habían estado acostados, después de un millón de intentos para que el castaño pudiera dormirse, cuando el celular del mayor vibró y él lo agarró para ver quién era, pensando en la posibilidad de que sus padres le preguntaran dónde estaba. Pero grata fue su sorpresa cuando se encontró con ese mensaje y no supo cómo reaccionar. Agustín no estaba bien como para salir así que creyó que estaba bien si le respondía diciéndole que era él y que Agustín no se sentía bien. Pero los mensajes siguientes lo hicieron replantearse lo que había hecho.
tomi
dejás que tu novio te revise el celular?
medio tóxico eso
A pesar de que el siguiente mensaje era de Agustín diciéndole que no lo era y que había estado mal de verdad como para no querer salir, no pudo evitar sentirse mal por eso.
Sabía demasiado las opiniones que tenían otras personas sobre su relación, donde mayormente lo pintaban como un enfermo posesivo que no dejaba a su novio hacer nada—palabras textuales de la madre de Agustín— y aquello le cayó peor. Una cosa era que sólo una persona pensara eso por sus creencias, pero si diferentes personas, de distintos ámbitos de la vida del castaño, pensaban lo mismo, tenía que significar algo, ¿no?
¿De verdad era tóxico?
Sintió que se le cristalizaban los ojos y los últimos mensajes fueron suficientes para que terminara llorando.
tomi
nos vamos a juntar con los chicos para tomar algo, venís?
agus
perdón no puedo, hoy estoy con valen
tomi
bueno…
Apenas tuvo visión completa como para bloquear el celular y dejarlo en la mesada de donde lo había sacado, antes de encerrarse en la pieza.
Cuando Agustín llegó, le pareció extraño el silencio que reinaba en la casa, principalmente porque Valentín siempre prendía la tele o ponía música mientras hacía cualquier otra cosa. La pava eléctrica estaba con la tapa abierta pero ni siquiera tenía agua y el termo estaba a un lado, listo para ponerle agua cuando calentara. Se asustó al pensar en que podía haberle pasado algo a Valentín para que dejara las cosas a media, así que dejó la mercadería sobre la mesada y fue hasta la pieza, con la esperanza de encontrarlo ahí.
Abrió la puerta lentamente, pensando en la posibilidad de que se hubiera vuelto a dormir, pero si bien en parte se alivió de verlo acostado, otra parte suya se preocupó al ver que no estaba durmiendo, sino que estaba boca abajo y, a juzgar por sus leves movimientos de hombro pudo suponer que estaba llorando.
Se acercó con cuidado a la cama y se sentó a su lado, llevando una de sus manos hasta los mechones pelirrojos del chico para acariciarlos con gentileza.
—Mi amor, ¿qué pasó? ¿Por qué estás llorando? —murmuró, inclinándose hacia el cuerpo ajeno para medio abrazarlo, acercando su rostro al contrario.
El pecoso se removió, girando su cabeza hacia el lado contrario mientras intentaba quitarse las lágrimas que caían por su rostro antes de mirarlo. El mayor sintió que se le encogía el pecho al verlo con los ojitos rojos por haber estado llorando.
—¿Te trato mal…? —murmuró, mirándolo mientras intentaba controlarse para no seguir llorando.
Agustín frunció el ceño, confundido por su comentario repentino. Bajó su mano hacia el rostro ajeno, acariciando su mejilla con suavidad.
—¿Por qué preguntas eso? —dijo, obteniendo una negación con la cabeza de parte del pelirrojo mientras alejaba su rostro del tacto.
—Respondeme —pidió con un hilo de voz y la mirada cristalizada.
—No me tratas mal, Valen, ¿de dónde sacaste eso? —respondió, levantándose ligeramente para sentarse al lado suyo, con la espalda apoyada en el cabezal. Al no obtener una respuesta, palmó sus piernas, mirándolo desde su posición—. Vení —le indicó.
Valentín negó con la cabeza, volviendo a apoyar su cabeza en la almohada para que no mirara su rostro.
—Valen, vení —volvió a decir, esta vez con un tono de voz firme.
No le gustaba cuando Valentín se cerraba de esa forma y no quería hablar de lo que estaba sintiendo. Sabía que era complicado para él ser sincero y abrirse para hablar de sí mismo, así que siempre intentaba darle un espacio donde se sintiera seguro para expresarse.
A regañadientes, el pelirrojo se levantó para sentarse en su regazo, desviando la mirada porque no quería que lo viera de esa forma. Agustín miró la distancia que estaba intentando poner el menor, así que lo agarró de detrás de las rodillas para acercarlo a él.
—¿Me querés contar qué pasó? —agregó, acariciando sus muslos y subiendo hasta su cintura para continuar con la caricia.
Valentín se quedó divagando con su mirada, sintiendo que no podía ver de nuevo por las lágrimas. Ni siquiera intentó hablar porque sabía que iba a terminar balbuceando y poniéndose peor por no poder expresarse cuando quería. Agustín por su parte lo miró atentamente, acomodando los mechones que caían sobre su rostro, antes de acercarlo a él para abrazarlo, queriendo que se desahogara en su hombro.
—P-perdón, te agarré el celular de nuevo —se disculpó entre sollozos, envolviendo sus brazos al cuello del mayor mientras sollozaba en su hombro.
—No importa, mi amor, sabés que no me molesta —respondió, acariciando su espalda con cariño. Allí fue cuando cayó en cuenta de lo que podía haber pasado—. ¿Leíste algo feo? —Cuando se calmó, asintió apenas mientras se separaba y se secaba las lágrimas con el dorso de su mano a la vez que se sorbia los mocos.
—No quería, perdón… —se volvió a disculpar.
Agustín lo miró y le sonrió suavemente, ayudándolo a limpiarse las lágrimas antes de inclinarse hacia él y dejar un pequeño beso en sus labios.
—No estoy enojado, Valen —intentó calmarlo acariciando su mejilla a la vez que levantaba su mentón para que lo mirara—. ¿Qué leíste?
—Vi el chat de tu amigo Tomás… ¿De verdad soy tóxico? —preguntó con angustia y un poco frustrado al sentir que se iba a largar a llorar de nuevo. Estaba cansado, quería dejar de llorar pero no podía, sentía que necesitaba desahogarse todo lo que se había guardado sin siquiera saberlo.
—No, no lo sos, solo tenés una forma diferente de amar y eso no es malo.
—Pero soy celoso y posesivo, me molesta cuando no estás conmigo y ni siquiera tenés privacidad porque te reviso las cosas —insistió, analizando lo que había hecho a lo largo de su relación.
Tenían razones para decirle que era una mala influencia para Agustín.
—Primero que nada, solo te ponés así cuando estoy con alguien que no te da buena vibra, no lo hacés siempre. Te preocupas por la gente que se me acerca y yo muchas veces no soy consciente de que me hago daño a mí mismo presionandome a ser social cuando estoy mal y no priorizo mi salud. Es tu forma de cuidarme y me gusta que lo hagas, no sos tóxico por eso —respondió, sosteniendo su cintura con firmeza para que fuera consciente de su presencia y no divagara en sus pensamientos por lo que acababa de decirle—. Y segundo, ya te he dicho que no me molesta que agarres mis cosas, no tengo nada que ocultarte y si alguna vez quiero privacidad sé que te la puedo pedir porque no lo hacés de mala y me respetas—agregó, sonriéndole mientras acariciaba su cintura con una mano y con la otra su mejilla.
Sin poder evitar dejó nuevamente un pico en sus labios, pasando sus besos a la mejilla que no estaba acariciando, sosteniéndolo para que no se escapara de él.
—Pero, ¿y la gente que piensa que te maltrato? Si la mayoría cree que lo hago debe ser por algo —mencionó, esta vez un poco más calmado gracias a las caricias de su novio.
—No me importa la opinión de otros, ellos no te conocen como lo hago yo —habló con firmeza, intentando no sonar demasiado molesto porque Valentín no tenía la culpa de nada de eso y ni siquiera tendría que haberse enterado de esas cosas malas llenas de prejuicios—. En parte eso es mi culpa por no saber ponerle límites a mis cercanos porque ellos no deberían meterse en nuestra relación. Soy muy suave con las personas y probablemente no me creen capaz de defenderme si pasa algo malo —comentó, más como un pensamiento interno.
Era alguien bastante permisivo con otros, incluso tal vez a eso se debía la actitud posesiva de Valentín sobre él, pero Agustín sabía que si tenía que ponerle un límite o hablarle firme a alguien iba a hacerlo, exceptuando cuando se trataba de sus seres cercanos porque temía dañar sus sentimientos.
Se consideraba una persona paciente, pero ahora que sabía que todos esos comentarios afectaban a su novio de esa forma, al primero que le dijera algo no iba a dudar en defenderlo porque no estaba bien que hablaran así de él. A veces se olvidaba que detrás de toda esa expresión seria y comentarios cortantes había un chico sensible que siempre intentaba buscar una forma de decir las cosas porque las palabras no eran su fuerte.
—Perdón, tendría que haberlos parado cuando te dijeron cosas malas —se disculpó y Valentín hizo una pequeña mueca apenada, sin querer que su novio se sintiera mal por eso que no era su responsabilidad hacerlo.
Solo negó con la cabeza y rodeó sus hombros con sus brazos, volviéndolo a abrazar con fuerza.
Agustín por su parte, le devolvió el abrazo, rodeando su cintura con ambos brazos a la vez que escondía su rostro en el cuello ajeno, pudiendo oler el aroma del perfume que usaba el menor—bueno, su perfume, más bien.
—No es tu culpa —murmuró el pecoso, animándose a acariciar el cabello del castaño, sin dejar de abrazarlo porque le gustaba su cercanía.
—Tampoco la tuya —respondió, decidiendo tomar una pequeña distancia para poder acariciar de nuevo su rostro, terminando de secar las mejillas húmedas del chico ahora más calmado—. Hagamos algo, ¿sí? Dame tu celular —le pidió, separando una de sus manos de la cintura ajena para extenderla entre ambos cuerpos.
Valentín lo miró confundido pero igual le hizo caso y buscó su celular en el bolsillo de su campera para extendérselo.
Ante la mirada curiosa del pecoso, Agustín desbloqueó el celular, manteniendo presionando el botón de bloqueo hasta que la opción de apagado apareció en la pantalla y le dio clic al botón. Dejó el aparato eléctrico sobre la mesa de noche, volviendo a poner sus manos en la cintura ajena, aunque no tardó en bajarlas hasta sus muslos, moviendo sus piernas hasta el borde de la cama para tocar el piso con sus pies y levantarse, cargando el cuerpo ajeno para llevarlo con él.
Ante el movimiento brusco, Valentín terminó por abrazarse con fuerza a su cuello, afianzando el agarre que ya tenía y pegando su mejilla a la del mayor.
—Nada de celulares por hoy, va a ser un día de sólo nosotros —agregó con una sonrisa, caminando hacia la puerta, dispuesto a ir al living para apagar su celular y disfrutar del día que tenía planificado con su novio desde un principio.
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Falsemir has a lot of stress as of late... he found solace in visiting Valsryth’s grave.
He hoped Arkay wouldn’t mind him using his statue as a spot for thought and prayer to his elven counterpart, Xarxes.
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Pequitas - [ Barco Center ] #1
Libro de One Shots
Pareja: Barco x Giay
Palabras: 1.1k
Género: Fluff
pequitas con frío
ღ Valentín quiere sorprender a su novio yendo a verlo jugar en un partido, a pesar de que es muy friolento y esa noche hacían menos de 5 grados. ღ
Dejó salir un poco de vaho sobre sus manos, intentando calentarlas a pesar de que tenía guantes puestos. Hacía frío, demasiado para su cuerpo, pero hizo el esfuerzo de resguardarse entre su ropa mientras veía a lo lejos al castaño de ojos claros correr de un lado a otro por la cancha. No sabía si Agustín se había dado cuenta de que estaba ahí, probablemente sería fácil de identificarlo porque era una bolita de abrigos, pero el mayor parecía muy concentrado en el partido como para mirar hacia las gradas.
Cuando el chico corrió hacia él a mitad del recreo de la escuela con una sonrisa en su rostro para contarle que le habían dicho que debutaría en las superiores del club donde jugaba, supo que no se podía perder la ocasión. No importaba si se moría de una hipotermia, porque eso era lo suficientemente importante para su novio como para él poder acompañarlo.
Siempre lo veía jugar en las inferiores de su club y era mucho más fácil hacerlo porque eran en horarios de siesta o tarde donde el sol estaba en la cima del cielo y volvía todo más cálido. Pero en ese momento se estaba arrepintiendo un poquito de haber ido porque ni siquiera el tumulto de gente a su lado lograba generarle un mínimo calor corporal.
Aunque por un momento se olvidó de todo aquello cuando vio a Agustín avanzar con la pelota desde mediocampo después de habérsela quitado a un jugador del equipo contrario. La emoción lo hizo levantarse del asiento junto con los hinchas a su lado cuando Giay llegó al área de penal y solo hizo falta un pase para que la tribuna estallara en gritos después de que el equipo azulgrana marcara un gol con una asistencia del número 47.
Lo vio a lo lejos abrazarse con el delantero—que por cierto, ni siquiera llegaba a leer su nombre— que había hecho el gol y se sintió muy feliz de lo que había logrado en su debut, porque sabía que eso significaba que iban a convocarlo más seguido e iba a poder hacer lo que más amaba.
Después de que se cumplieran los noventa minutos y los adicionados, los hinchas empezaron a abandonar las tribunas de a poco y él se quedó en su lugar hasta que se despejara un poco para poder salir. No estaba muy seguro de si acercarse a la zona donde estaba Agustín charlando con sus compañeros porque si era sincero, no era fanático de estar rodeado de mucha gente.
Pero ya había ido hasta ahí, no podía echarse atrás a esas alturas.
Bajó con cuidado las escaleras de la tribuna y se dirigió a donde estaba el banco de los suplentes y la entrada al pequeño pasillo que llevaba a los vestuarios. A medida que se acercaba, sentía que el pulso se le aceleraba. ¿Qué iba a decirle? Ni siquiera sabía cómo empezar la conversación, tal vez lo más lógico sería con un "Hola", pero a esas alturas su cerebro estaba haciendo cortocircuito y no podía pensar con claridad.
Los ojitos verdes del chico se iluminaron cuando lo vieron y no pudo dejar de sonreír en el trayecto que iba hacia la puerta metálica custodiada por uno de seguridad para pedirle que le abriera.
Cuando los brazos del chico lo rodearon, sintió esa calidez que había estado ansiando todo ese tiempo. Casi trastabilló por la fuerza con la que el mayor lo abrazó pero por suerte pudo mantener el equilibrio antes de que los dos se cayeran al piso.
—¿Qué hacés acá? —mencionó aún sorprendido por verlo ahí.
Valentín no supo qué contestar por unos segundos, entretenido mientras observaba cómo el cuerpo de su novio parecía desprender un ligero vapor por la diferencia de temperatura con su piel.
—¿Sorpresa? —murmuró contra su ropa, sintiéndose chiquito al lado suyo a pesar de que tenía más prendas puestas que Agustín que estaba con una camiseta larga térmica y la camiseta del club.
El castaño se separó de él un poco y llevó sus manos hasta las mejillas del pecoso, queriendo acariciarlas pero pronto abrió sus ojos con sorpresa al notar lo fría que estaba su piel.
—Tonto, ¿por qué no me avisaste que venías? —lo retó con preocupación, sintiéndose culpable por haber hecho que el chico pasara frío cuando sabía lo sensible que era su novio a las bajas temperaturas—. Te podría haber conseguido que te quedes en el palco así no pasabas frío.
—Qué aburrido ver un partido en el palco, para eso me quedo en mi casa y lo veo por la tele —respondió, intentando ocultar el frío que tenía porque no quería que Giay se sintiera mal, Agustín no tenía la culpa de que fuera tan friolento—. Además… —continuó, con un poco de pena—. Dijiste que era importante para vos.
—Bueno, pero también me importa tu salud —refutó, sin dejar ese lado protector que siempre tenía con él. Valentín se podría haber molestado porque quisiera protegerlo tanto como si fuera un niño, pero al contrario de eso, solo pudo suspirar por lo mucho que le gustaba que lo cuidara—. No quiero que me vengas a ver si eso signific- —El pelirrojo lo cortó con un beso en los labios.
Giay se quedó sorprendido ante el movimiento del más bajito, un poco nervioso por el hecho de que alguien los hubiera visto.
No es que le preocupara en sí que alguien supiera que estaba saliendo con Valentín, principalmente porque en ningún momento disimuló cómo estaba abrazando al menor de la cintura. Tal vez solo eran los nervios y la mezcla de emociones del momento.
—Dejá de ser tan lindo conmigo o me voy a enamorar más de vos —soltó con una pequeña sonrisa que terminó ensanchando al ver que las mejillas y las orejas del chico se ponían rojas por la vergüenza.
—Sos un tarado —respondió, ocultando su rostro en el cuello del chico mientras lo volvía a abrazar, sin querer que viera lo nervioso y apenado que se había puesto por su comentario.
El pelirrojo solo se rió ahogadamente y aceptó el abrazo, refugiándose en el calor corporal que el chico emitía en esos momentos después de haber estado corriendo.
—¿Querés que hagamos algo esta noche? —preguntó el mayor, acariciando la espalda del más bajito para generar calor en su cuerpo.
—Bueno, pero en mi casa —respondió con rapidez, suspirando por lo lindo que se sentía la calidez de su novio—. No pienso volver a pasar frío para verte.
O sí.
A pesar de que lo dijo en un tono serio, no creía que realmente pudiera cumplir sus palabras, porque él podía ser un friolento pero si eso hacía que Agustín estuviera pegado a él para calentarlo, entonces iba a aprovechar cada segundo que el castaño jugara.
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Centro de Atención - [ Gialen ] #2
Three Shot
Palabras: 5.8k
Género: Fluff, leve smut
ღ Donde Agustín conoce a Valentín en la convocatoria para el mundial de la sub 20 y no entiende cómo el pelirrojo no es consciente de lo lindo que es.
O donde a Barco le cuesta integrarse al grupo y Giay lo ayuda. ღ
Apenas logró terminar de cerrar la puerta de la pieza cuando sintió que el más bajito lo empujaba contra la madera, buscando sus labios. Él no se negó a nada y recibió sus labios desesperados por un contacto.
Se sorprendió ante el cambio de actitud del pecoso pero en esos momentos no lo pensó demasiado, no cuando podía acariciar la cintura del menor mientras sus lenguas se entrelazaban. Se preguntó qué estaba pensando Valentín o qué le había pasado para que reaccionara de esa forma.
Tal vez se debía al alcohol que habían tomado en el festejo después del partido contra Nueva Zelanda, pero no estaba muy seguro porque no habían tomado demasiado. Tal vez el pelirrojo lo había tomado como una excusa para sacar a relucir esa parte de su personalidad que nunca había visto más que por unos minutos después del partido contra Guatemala.
—¿Dónde quedó tu timidez? —comentó con una sonrisa cuando el oxígeno se le acabó al pelirrojo y se vio obligado a separarse por unos segundos.
—Nunca fui tímido —se defendió, mirándolo con su cara "normal" seria, con la que solía ver a todo el mundo.
—¿Por qué de repente entonces te descontrolaste? —preguntó pero no obtuvo una respuesta.
Valentín se quedó parado enfrente suyo, sin poder responderle porque lo sintió como un regaño.
Ahí estaba de nuevo esa inseguridad que lo ponía ansioso porque lo hacía replantearse si lo que sentía Giay no era producto de su imaginación porque tal vez nadie soportaría su personalidad por mucho tiempo.
Agustín interpretó su silencio y apretó su cintura con cariño, separando solo una de sus manos para llevarla a su cabello y acariciarlo ligeramente. Quería hacerlo sentir cómodo para que pudiera ser honesto y no se guardara lo que sentía.
—Solo… No sé si vamos a pasar los octavos y quiero estar con vos antes de que cada uno haga la suya de nuevo —mencionó, sin animarse a mirarlo.
Giay bajó suavemente la mano desde su cabello hasta la mejilla del pecoso y se inclinó apenas para dejar un beso corto en sus labios, sonriéndole.
—No me voy a ningún lado, Valen —le aseguró, bajando de nuevo sus manos hasta su cintura para acercarlo a su cuerpo, si es que era posible porque ya estaban muy pegados.
Antes de que pudiera decir algo, Agustín bajó sus brazos hasta las piernas del chico, justo debajo de sus glúteos, para así poder levantarlo del piso. Valentín se sostuvo en sus hombros para no caerse y dejó que el santafesino lo llevara hasta la cama, donde lo depositó gentilmente.
Lo siguiente que sintió fueron los labios del mayor dejando diversos besos en su rostro, produciéndole un sentimiento cálido en el pecho que terminó haciéndolo olvidar de la desesperación—o ansiedad, más bien— que tenía antes.
El lateral izquierdo suspiró cuando el contrario se animó a bajar sus besos por su cuello, aunque se decepcionó cuando regresó a sus mejillas.
—No sabés interpretar las indirectas —le reclamó y Giay detuvo lo que estaba haciendo para mirarlo con confusión, sin entender a qué se refería.
—¿Qué indirecta? —consultó, mirándolo a los ojos.
El pecoso agarró una de las manos ajenas, con la cual no se estaba apoyando en la cama para no caer encima suyo y la movió en dirección a su cintura, haciendo que metiera esta debajo de su ropa, tocando directamente su piel caliente.
—Tocame —pidió, ganándose la mirada algo insegura del otro lateral.
Valentín lo miró con expectativa desde donde estaba acostado, notando lo cerca que estaban sus rostros.
—¿Estás seguro? —Podía perfectamente escuchar su voz temblando apenas por el temor de hacer algo que no quisiera.
Mantuvo su agarre en la mano del mayor que aún estaba tocando su piel y la otra la llevó hasta el rostro del chico de San Lorenzo, acariciando su mejilla mientras no podía dejar de mirarlo.
Asintió con la cabeza y movió su mano hacia la nuca del castaño, atrayéndolo a él para dejar un casto beso en sus labios.
—¿Vos querés esto? —consultó.
No sabía en qué momento el ambiente se había vuelto tan íntimo, pero le gustaba que fuera así porque denotaba todos esos sentimientos que ninguno decía pero que estaban ahí.
Esos sentimientos de cariño, esos sentimientos de querer cuidar al otro, esos sentimientos de querer seguir compartiendo sonrisas y felicidades juntos.
—Sí —respondió el santafesino, inclinándose para esconderse en su cuello.
La piel pálida del menor lo estaba tentando demasiado así que no pudo evitar morder ligeramente con la curiosidad de cómo se vería si le mordía.
El sonidito que salió de los labios del pelirrojo sorprendió incluso al mismo dueño, quien no pudo evitar llevar su mano a su boca de la vergüenza. Sintió su rostro calentarse y le dieron muchas ganas de huir al baño por la pena de haber hecho eso.
Agustín se separó de su cuello y lo miró con los ojos brillantes y una cara de admiración total que solo terminó avergonzándolo más. Barco soltó la mano ajena para poder usar sus dos manos para cubrir su rostro. En esos momentos quería que la tierra se lo tragara.
El lateral derecho solo pudo reír suavemente por su reacción, completamente embobado por la repentina timidez del chico.
—Ya no quiero —se encaprichó, volteándose para darle la espalda y poder esconder su cara en la cama, quedando boca abajo.
Valentín nunca había hecho eso, a pesar de haber salido con chicas antes, nunca había gemido de esa forma y lo avergonzaba demasiado. Le había gustado demasiado la sensación de los dientes del mayor en su piel como para admitirlo en voz alta.
Ni siquiera podía explicar la sensación electrizante que había recorrido todo su cuerpo cuando la boca del chico hizo contacto con su cuerpo. Tampoco pudo hacerlo cuando dejó un beso en su nuca, haciéndole temblar suavemente.
El castaño solo sonrió y acarició su cintura por encima de la ropa, enderezándose y tomando asiento sobre las piernas del chico volteado boca abajo.
—Pero si sonás re bonito, Valen —mencionó, inclinándose de nuevo hacia el chico para besar su cuello.
—Callate.
Giay podría haberle respondido algo pero se entretuvo mirando cómo las pecas se extendían por su cuerpo, perdiéndose debajo de su ropa y tuvo curiosidad por si su torso también tendría pecas.
—¿Tenés pecas en la espalda? —preguntó con curiosidad e intentando hacer olvidar al menor de ese momento vergonzoso que sufría.
El chico de Boca emitió un pequeño sonidito de afirmación y giró su rostro apenas para ver lo que hacía el mayor. Su piel se erizó al sentir las manos del contrario tocar la piel de su espalda baja, subiendo a medida que arrastraba la prenda de ropa con estas. Agustín se hizo para atrás aún sobre sus piernas, para así poder inclinarse hacia la espalda del chico y dejar un recorrido de besos como había hecho con su rostro y cuello.
Cuando llegó al borde de la camiseta arremangada a la mitad de sus dorsales, se levantó de nuevo, mirando en dirección al pelirrojo.
—¿Te puedo sacar la camiseta? —consultó y el menor solo pudo asentir con la cabeza ligeramente, sintiendo su pulso acelerarse por estar en esa situación.
Jamás se habría imaginado que iba a estar con un hombre y mucho menos con un compañero de selección, pero a esas alturas le daba igual. Se sentía bien estando con él, ¿por qué debería privarse si era correspondido?
El chico de San Lorenzo se removió en su lugar para que Valentín pudiera girarse y cuando el chico se sentó, volvió a tomar lugar en sus piernas, esta vez entre estas, mientras le ayudaba a quitarse la prenda. Cuando su piel pálida quedó descubierta, Agustín no pudo evitar mirarlo con las pupilas oscureciendoseles.
En su mente solo podía escuchar una voz que le decía repetidas veces "lo tenés que marcar".
Ahora podía ver mejor la mordida que le había hecho en su cuello y se relamió los labios al ver que ya se había empezado a poner morada. El deseo de marcar toda su piel nació en su cuerpo y creyó que no iba a poder deshacerse de él hasta que lo cumpliera.
—No me mires así —le reclamó, sintiéndose intimidado al ver sus ojos oscuros a diferencia de cómo siempre los veía cuando estaban "normales".
Agustín lo volvió a inclinar en la cama, acompañándolo con su cuerpo y apoyando sus brazos a los costados del rostro ajeno. Sus labios apenas se rozaron y Barco pudo sentir la respiración del chico chocar contra su piel.
—¿Así cómo? —preguntó con una ligera sonrisa que el pecoso quiso deshacer por lo lindo que se veía así y lo nervioso que lo ponía que actuara así estando tan cerca suyo.
Ahí es cuando cayó en cuenta de la posición en la que estaba.
Las rodillas del mayor se habían apoyado al lado de sus glúteos, provocando que sus piernas quedaran a la altura de la cadera ajena y Valentín se puso rojo al pensar en que estaba literalmente abierto de piernas para Agustín.
—C-como si me quisieras comer —tartamudeó, mordiéndose el labio inferior por los nervios y sin verse capaz de mirarlo directamente a los ojos.
—Bueno, tal vez sea porque te quiero comer —respondió casi en automático, riéndose después de sus palabras y del golpe que le dio el menor en su pecho.
Agustín empezó un nuevo beso que duró varios segundos, con un movimiento lento que acompañaban las caricias que dejaba en su cuerpo. Cuando sus lenguas se encontraron, el pecoso dejó salir un gemido que se ahogó en su boca, aunque pronto volvió a soltar pequeños jadeos al sentir la pelvis del mayor pegarse a su cuerpo, buscando un contacto más directo que sus prendas no se lo permitían.
Al separarse, Barco apoyó las manos en la cintura ajena, empujándolo gentilmente hacia atrás hasta que pudo sentarse en la cama. Sus manos bajaron hasta el borde de la remera del mayor y tiró de esta hacia arriba, siendo acompañado por los movimientos de Giay hasta que pudo quitarle la prenda por completo, dejando su torso descubierto.
—Mientras más te veo, más lindo me parecés —comentó el chico de San Lorenzo, sin saber del todo qué podía hacer y qué no.
En el fondo esa era su forma de demostrar cariño porque no sabía cómo de otra forma se lo podía decir sin usar palabras, o tal vez no era consciente de ello porque sí solía demostrarlo de forma silenciosa, pero se sentía inseguro con eso porque sentía que no era suficiente.
—Estás hablando demasiado —opinó el pecoso, apretando sus manos en la cintura ajena para acercarlo a su cuerpo en busca de un contacto más firme.
—Dejame decirte cosas lindas —se quejó con un ligero abultamiento de sus labios.
—Hacelo mientras me cojes —soltó sin ningún tipo de filtro y Agustín se avergonzó un poco por sus palabras porque no pudo evitar imaginarse en esa situación. Tampoco se esperaba que el menor hablara de esa forma.
A pesar de que ambos ya estaban semidesnudos y querían hacer eso, Giay no caía del todo en la realidad de que iban a hacer eso.
Se sentía como un sueño.
—Agustín —lo llamó, algo molesto porque el chico no tomara la iniciativa o mínimamente se moviera.
—Qué exigente que sos —mencionó en broma, llevando sus manos hasta las prendas restantes del menor para quitárselas con ayuda del menor que movió sus piernas para hacerle el trabajo más fácil.
Cuando pudo deshacerse de su ropa y ambos quedaron desnudos, lo primero que hizo el mayor fue acomodar las piernas ajenas en su cintura, haciendo que las rodeara.
—Eh… Date la vuelta —le pidió el castaño, pensando en cómo podía reemplazar lubricante porque claramente no era algo que llevase consigo todo el tiempo. Podría preguntarle a alguno de sus compañeros con novia pero no le daba la cara para hacerlo.
El bajito le hizo caso sin chistar y Agustín se preguntó si el pecoso estaba realmente desesperado o por qué actuó tan sumiso en ese momento.
Usó sus rodillas para sostener las piernas ajenas y no pudo evitar relamerse los labios al sentir las musculosas piernas bajo el tacto de sus manos cuando las sostuvo para encontrar comodidad. La entrada del chico quedó expuesta al contrario y Valentín solo pudo esconder su rostro entre sus manos y la almohada por la vergüenza que le daba esa posición.
Agustín dejó caer un chorro de saliva sobre su entrada y con uno de sus dedos lo esparció por el borde, aunque eso no pareció suficiente lubricante así que se inclinó hacia él hasta que su lengua se conectó con su piel. No sabía exactamente cómo funcionaba eso, pero había visto pornografía así que estaba intentando guiarse con eso para no lastimarlo.
Y los gemidos del chico le confirmaron que estaba disfrutándolo.
Tomó más confianza al escuchar la voz quebrada del menor llamándolo e intentó presionar uno de sus dedos mientras aún lamía el borde. Cuando cedió, separó su boca y se dedicó a observar cómo el interior del pecoso parecía succionar su falange.
—A-agus —lo llamó el chico y el santafesino dirigió su mirada hacia él, observando la mueca de dolor que tenía en su rostro y cómo parecía estar al borde del llanto.
—Tranquilo, bonito. Relajate, ya va a pasar —intentó calmarlo. Le surgió una idea así que terminó probando porque no perdía nada realmente con intentarlo.
Llevó su mano libre hasta su miembro, notando lo duro que ya estaba, y empezó a acariciarse hasta que el líquido preseminal se hizo presente. Se apoyó en sus rodillas y se acercó hasta él, pasando el glande cerca de su entrada y su dedo para poder usar el mismo presemen como lubricante.
Se volvió a sentar en su piernas y ahora sintió que era mucho más fácil mover su dedo. Empujó unos centímetros hasta el nudillo del medio y volvió a sacarlo dejando la punta, para después volver a repetir el movimiento. La respiración agitada y los pequeños sonidos que soltaba el pelirrojo lo estaban desconcentrando demasiado pero hizo el esfuerzo de dirigir su atención a prepararlo.
Si así gemía por uno de sus dedos, no se quería imaginar cómo sería cuando estuviera dentro suyo.
—¿Estás mejor? —preguntó, acariciando uno de sus muslos con la mano que tenía libre.
—Sí —contestó solamente, seguro porque sentía que si hablaba más su voz se iba a quebrar.
El pecoso no sabía cómo decirle que se apurara, no quería hablar porque no le gustaba cómo sonaba su voz. Había estado intentando mantenerse callado pero todos sus pensamientos se nublaron cuando el castaño presionó otro dedo contra su entrada y no le costó tanto meterlo como la primera vez.
Agustín detalló cómo su espalda se arqueó y el menor no pudo contener sus gemidos cuando sus dedos se curvaron dentro suyo. Valentín escondió su rostro en la almohada y sus manos arrugaron las sábanas de la misma cuando volvió a sentir esa presión dentro suyo.
El interior del bonaerense palpitó y el castaño se tuvo que contener de no hacer cualquier movimiento brusco porque en el fondo quería hacerlo disfrutar pero temía lastimarlo.
Cuando volvió a tocar ese bultito de nervios dentro suyo, el pecoso se removió, como si buscara alejarse de esa sensación. Cada vez que lo tocaba, sentía una corriente recorrer todo su cuerpo y su piel hormigueaba, no podía explicar el placer que sentía por ese simple tacto pero su cuerpo y mente estaban debatiéndose entre rendirse ante ese placer o negarlo porque sabía que no se iba a poder quedar callado.
—Quedate quieto —habló el mayor con la voz más grave y un poco ronca, como si no hubiera hablado en mucho tiempo.
El pelirrojo no pudo evitar esconder su rostro en la almohada para ahogar el gemido que dejó salir al escucharlo hablar. No sabía que iba a gustarle tanto que le hablara de esa forma, ni siquiera sabía que Agustín podía hablar así porque siempre se la pasaba riendo, tratando bien a cualquiera e irradiando energía por donde fuera.
Definitivamente no iba a admitir en voz alta que aquello lo había excitado.
Su entrada se expandió cuando Agustín metió un tercer dedo y empezó a empujarlo con más fuerza, abriéndolos de vez en cuando para expandir su entrada.
—Agus —lo llamó y el castaño detuvo sus movimientos para prestarle atención.
—¿Qué pasa, lindo? —El pelirrojo giró su cabeza ligeramente en dirección al mayor, sintiendo los nervios atacarle por tener que hablar en esa posición.
En el fondo se quería hacer una bolita y morir de vergüenza en la esquina de la pieza, pero por nada en el mundo iba a arruinar ese momento íntimo que tal vez fuera el único que tuvieran juntos.
—Apurate —logró pronunciar, sintiendo su rostro calentarse más de lo caliente que ya se sentía por la situación.
El chico de San Lorenzo no dijo nada y solo asintió suavemente, quitando sus dedos del interior del pecoso. Agustín tuvo que morderse el labio inferior al ver la entrada del chico contraerse en busca de acostumbrarse a estar vacío de nuevo y no pudo evitar pensar en lo bien que se sentiría.
Ayudó al chico a voltearse y lo acomodó para que estuviera cómodo sobre la cama, apoyando toda su espalda sobre las sábanas. Con gentileza tomó las piernas pálidas del bonaerense y las colocó a los costados de su cadera.
No quiso dar más vueltas, por lo que terminó llevando su miembro a la entrada del menor y este no tardó en taparse la cara y principalmente la boca para acallar sus gemidos. El número 4 intentó ir despacio aunque no pudo contener un gemido ronco por lo apretado que se sentía el interior del pelirrojo.
El sonido de su celular sonando lo desconcentró y rompió ese ambiente tranquilo que habían estado manteniendo, lo que provocó que frunciera el ceño con molestia. Iba a matar a quien sea que lo estuviera llamando.
Valentín hizo una mueca al sentir el mayor removerse dentro suyo hasta salir de nuevo, sin siquiera haberle dado tiempo a acostumbrarse. El castaño se bajó de la cama y buscó su pantalón en el piso, donde había dejado su celular en el bolsillo.
Ni siquiera le dio importancia al nombre en la pantalla y solo atendió, volviendo con el pecoso.
—¿Hola? —habló, intentando no sonar enojado, mientras se alineaba nuevamente con la entrada del menor.
Valentín clavó sus uñas en los brazos del chico y el castaño lo miró negar ligeramente con la cabeza. Barco sabía perfectamente que no iba a poder contenerse y no quería que nadie lo escuchara.
Pero a Agustín no le pudo importar menos cuando volvió a entrar en él.
—Hola, Agus. Te quería avisar que en dos horas vamos a ir a un salón a festejar y comer asado, ¿le podés decir a los chicos?
El pelirrojo tuvo que taparse la boca e intentar no gemir fuerte cuando sintió la primera embestida. El placer invadió su cuerpo completamente y, a pesar de que todavía no terminaba de acostumbrarse, el ligero ardor terminó convirtiéndose en una sensación placentera.
Agustín tuvo que cerrar los ojos por unos segundos para calmarse y no terminar descontrolándose al sentir las paredes del pelirrojo presionar su miembro dentro suyo a la vez que una de sus manos rasguñaba su brazo en busca de liberar el placer que no podía liberar gimiendo.
—Bueno, ya les aviso —respondió, rogando que su cuerpo no decidiera hacer ningún ruido raro que lo delatara frente a uno de los asistentes del cuerpo técnico.
Se quedó por unos segundos quieto y colgó la llamada. Buscó rápidamente el grupo de whatsapp que tenía con el resto del equipo y comunicó el mensaje que le había dado el cuerpo técnico.
El sonido de notificación sonó desde el celular de Barco y Giay dejó el celular sobre la mesa de noche, acomodándose de nuevo y esta vez tomando una de las piernas del pecoso para tener un apoyo al moverse.
El chico de Boca volvió a reducirse en gemidos y pequeños espasmos que sufría su cuerpo, sin poder evitar gemir fuerte a pesar de que se estaba tapando la boca lo que más podía. Agustín observó los ojos cristalizados del menor y se inclinó a su rostro para dejar pequeños besos en sus mejillas, sobre la mano que obstruía sus sonidos.
—La próxima vez me voy a asegurar de que no te tengas que callar —dijo con firmeza, ganándose la mirada del pecoso.
¿Va a haber una próxima vez? pensó Barco y sus palabras se sintieron esperanzadoras.
A pesar de que nunca fue algo unilateral, ahora ninguno parecía querer ocultar esos sentimientos, sin importar lo que fuera a pasar mañana.
El pelirrojo tembló en el lugar, refugiándose en su campera celeste de la AFA, ocultando la mitad de su rostro con el cuello de su abrigo aunque no terminó sirviendo de nada porque seguía teniendo frío a pesar de estar cerca de la parrilla donde Luka estaba ayudando a preparar el asado.
Estaba callado, más de lo que normalmente solía estar. Le dolía el cuerpo, tenía frío y tenía hambre, si alguien le dirigía la palabra probablemente lo terminaría puteando por molestarlo más de lo que ya estaba.
Después de eso, se había bañado con el de ojos avellana y había sido lindo, lo había ayudado a limpiarse—y tomó nota mental de nunca más coger sin condón— y lo había tratado con cariño y afecto físico como se había vuelto cotidiano en él. Pero el problema estaba en que se habían bañado con agua caliente y ahora estaba sufriendo demasiado el cambio de temperatura.
Le habían dicho con anterioridad que los fríos en San Juan no eran como los de Buenos Aires, donde la humedad impedía que te murieras de frío completamente. En la provincia cuyana la humedad prácticamente no existía y hacía que el frío se sintiera el triple.
Perfectamente podían hacer veinte grados y sentirse como si hicieran diez.
Encima tenía sueño y hambre después de haber estado con Giay. Apenas hacía cualquier movimiento y su cuerpo le gritaba que se quedara quieto porque le dolía todo. No tenía ganas de estar ahí y mucho menos de incluirse en el grupo que estaba hablando tranquilamente mientras reían y hacían la comida que comerían esa noche.
Por suerte la mayoría pareció entender su malestar y nadie se le acercó. Nadie a excepción de Giay.
—Hola —lo saludó con una sonrisa y un ligero empujón de hombro.
Barco lo miró por unos segundos y solo volvió a mirar hacia el frente, escondiéndose en su campera. Agustín solo lo miró confundido y se inclinó hacia adelante suyo, buscando su mirada.
—¿Qué pasó? —consultó, algo confundido por la repentina actitud.
—Estoy de mal humor, no me hablés —habló cortante, intentando no mirarlo porque sabía que no era fuerte frente al mayor.
El castaño se quedó en silencio, mirándolo aún buscando su mirada pero al no lograrlo se puso a pensar en cómo poder atraer su atención.
—Estando todo de celeste y enojado parecés Gruñosito —opinó con una sonrisa.
Valentín lo miró con el ceño fruncido, dándole un pequeño empujón con su cuerpo. Se volvió a voltear hacia el frente, metiendo sus manos en los bolsillos queriendo refugiarse, no solo del frío, también de sus propios sentimientos.
—Vos serías Divertosito entonces —comentó, intentando no delatarse a sí mismo y a su nerviosismo por todo lo que había pasado.
No quería acordarse de lo que habían hecho porque le daba vergüenza recordarse a sí mismo en esa situación. No quería ni siquiera pensar en cómo había actuado hace unas horas.
—Ow, es lo más tierno que me han dicho. —Agustín observó cómo el pelirrojo se giró hacia él algo brusco, con los ojitos brillándole mientras lo miraba.
Giay solo pudo devolverle la mirada, demasiado concentrado en lo tierno que se veía el más bajito desde su perspectiva.
—¿Quién más te ha dicho cosas tiernas? —Esta vez Valentín mantuvo la mirada, observándolo directamente, notándose más serio.
El chico de San Lorenzo sonrió y lo empujó ligeramente, sin lograr moverlo mucho de su lugar, queriendo que dejara de estar tan malhumorado.
—No te pongas celoso —respondió, acercando su rostro al menor, aunque no logró acercarse demasiado porque el pecoso puso su brazo contra su pecho, parándolo.
—No estoy celoso.
Agustín soltó una pequeña risita y se animó a acercar una mano hasta el cierre de la campera ajena para poder bajarlo y tener acceso a su rostro por completo.
—¿Qué hacés? —se quejó—. Tengo frío —agregó, queriendo separarlo para que se alejara de él y dejara de desabrigarlo.
El castaño se tomó en serio su comentario y agarró una de sus manos, preocupándose al notar lo fría que estaba su piel.
Lo miró alarmado y empezó a bajar el cierre de su propia campera. Valentín agarró su muñeca con confusión, sin querer tampoco que el castaño se enfermara por su culpa.
—No te vas a desabrigar —habló, sin dejarle tiempo a tomar alguna decisión.
—No iba a hacer eso —contestó, agarrando su mano con la que tenía libre para así poder terminar su tarea sin que el pecoso lo detuviera.
Cuando pudo desabrochar su campera, se acercó al cuerpo del menor, agarrando los bordes de la prenda para poder rodear el cuerpo de Valentín y acunarlo contra sí mismo. El pelirrojo se sintió chiquito al lado de su cuerpo y no tardó en sentir el calor corporal que emanaba el de ojos claros.
Apenas podía mirar por encima de su hombro y con la cercanía pudo oler el perfume que se había puesto Agustín. Sintió que volvía a tener siete años cuando corría a la pieza de sus padres para que lo abrazaran porque le daban miedo los truenos.
—Problema solucionado, ¿ya se te pasó el enojo? —mencionó con una pequeña sonrisa, conteniéndose de besar al pecoso en esos momentos porque le daba mucha ternura cómo encajaba contra su cuerpo.
Las manitos de Valentín rodearon el torso del más alto por debajo de la tela de la campera y Giay rió apenas por las cosquillas que le causó ese tacto.
—No, me sigue doliendo el cuerpo y tengo hambre —respondió mientras le devolvía el abrazo, disfrutando de la cercanía y del sentimiento de protección que siempre le generaba la simple presencia del chico de San Lorenzo.
Era realmente lindo cómo lo trataba y lo hacía sentir querido. Creía que ni siquiera sus padres lo habían tratado así de lindo alguna vez. Era muy atento, lindo y cariñoso.
No se había equivocado cuando le dijo que todo el mundo querría tenerlo de novio.
Él quería que fuera su novio pero no se animaba a decir nada al respecto. Era muy pronto para eso y tampoco creía que fuera algo que durara demasiado, aunque quisiera lo contrario.
—Bueno, te tengo otra solución —respondió, soltando uno de los lados de la campera para buscar en los bolsillos de su pantalón.
Valentín escuchó el sonido de un paquete de plástico y cuando bajó su mirada después de tomar leve distancia para observar, vio el pedacito de un blister en la mano del mayor. Miró la pastilla naranja por unos segundos antes de que el chico volviera a guardar la pastilla en su bolsillo, aunque tardó unos segundos en volver a sacar su mano, esta vez con un caramelo al lado de la pastilla.
—Solo tengo un caramelo para darte y el actrón para después de comer porque sino te puede caer mal.
Valentín vagó con la mirada desde su mano hasta los ojos del más alto, sintiendo que tranquilamente podía largarse a llorar por lo lindo que era Giay con él.
Agarró el caramelo de la mano ajena y lo sacó del empaque para después llevarlo a su boca.
—Pensás más en mí que yo mismo —mencionó, masticando el dulce.
—Y bueno, alguien te tiene que cuidar —respondió, más tranquilo de haber podido aliviar el malestar del menor.
—¿Qué voy a hacer cuando estés lejos? —murmuró, más para sí mismo, poniéndose triste al pensar en que algún día dejaría de tener al mayor pegado encima suyo para que se sintiera bien.
Agustín pudo notar el cambio anímico del chico, así que se animó a llevar una mano hasta el mentón del pecoso, levantando su rostro hasta que fue cómodo para ambos conectar sus labios por unos segundos, obteniendo la mirada sorprendida de parte del chico de Boca, quien miró a su alrededor por si alguien los había visto.
—Te voy a llamar todos los días para asegurarme de que estés bien —respondió con firmeza, bajando sus manos hasta la cintura del chico para acariciarla gentilmente.
—Ya lo dijiste, ahora lo vas a tener que cumplir. —Giay sonrió feliz y volvió a abrazarlo.
Realmente amaba cómo sus cuerpos parecían haber sido hechos para estar juntos, porque no solo los brazos de ambos encajaban en el cuerpo del contrario sin problema, también la diferencia de altura hacía que el abrazo fuera mejor, con los mechones rojizos del menor haciéndole cosquillas en el cuello y la respiración del castaño chocando contra su nuca cuando se inclinaba hacia él.
Definitivamente Valentín lo iba a extrañar demasiado.
Cuando se sentaron en las mesas, no duraron ni dos minutos en quedarse ahí porque varios se volvieron a parar para ir a hablar con el resto que estaba en las otras mesas. Parece que hicieran simbiosis, pensó Barco, observando a su novio—¿podía siquiera llamarlo así?— hablando con Luka, quien lo había arrastrado lejos suyo apenas tuvo la oportunidad.
Él no tuvo problema con quedarse en la mesa con un par más que conversaban entre ellos, incluso rechazó la oferta de Giay de acompañarlos porque era demasiada interacción social para él y más cuando estaba cansado.
A veces admiraba que la gente pudiera soportar estar tanto tiempo en grupos de personas y no lograba entender qué era tan divertido de eso.
Así que solo se quedó garabateando dibujitos en la servilleta con una lapicera negra que le pidió prestada a uno de los asistentes del cuerpo técnico. Primero hizo literalmente garabatos y después de un rato mirándolos, observó que parecían los tallos de unas flores, así que empezó a dibujar hojas y diferentes flores que se le ocurrían.
—Volví —escuchó la voz del santafesino mientras se sentaba a su lado, mirando de chusma lo que estaba haciendo el pelirrojo.
Barco lo miró por unos segundos y después dirigió su mirada nuevamente a lo que estaba haciendo. Quiso representar a Agustín en una flor y se quedó varios segundos pensando porque no quería que fuera al cliché, pero al final no pudo evitar caer en eso y dibujar un girasol porque no creía que Giay fuera algo más que un girasol.
Se sobresaltó un poco al ver que el contrario se acercó a él para ver lo que estaba haciendo por sobre su brazo extendido en la mesa. La cercanía del chico lo puso nervioso y no ayudó para nada que Agustín apoyara una de sus manos en el respaldar de su silla y la otra en el asiento, al lado de sus piernas.
Sintió que mientras más cerca suyo está, más sería capaz de escuchar sus pensamientos así que se alejó un poco para mirarlo, tapando el dibujo con sus manos.
El castaño abultó sus labios al ver que no le dejaba ver lo que hacía, mirándolo de cerca. No duró mucho tiempo con su cara en dirección al mayor simplemente porque su pulso se aceleró al notar lo cerca que estaban el uno del otro.
Ya no estaban lejos del resto como para hacer ese tipo de cosas sin que nadie los viera, por lo que temió que alguien se diera cuenta de que no eran simples amigos.
—Mostrame lo que hiciste —pidió, importándole poco su espacio personal y apoyando la cabeza en su hombro.
Dudó unos segundos en si acceder a su pedido o no porque le daba pena que descubriera que había estado dibujando flores y que encima le había dibujado una flor.
Con lentitud e inseguridad retiró sus manos apenas, enseñándole el pedacito de servilleta donde había estado dibujando. Ni siquiera necesitó ver el rostro del chico de San Lorenzo para saber que estaba sonriendo por el movimiento que hizo contra su ropa. Era imposible no saber cuándo Agustín sonreía si siempre lo hacía como si toda su vida dependiera de eso.
—Qué bonito —opinó, levantando una de sus manos sobre la mesa para poder señalar una de las flores—. ¿Y esta? ¿Por qué está lejos de las otras? —preguntó, apuntando el girasol que había dibujado en una orilla del papel.
—Sos vos —contestó casi inmediatamente—. Es para vos —se corrigió, nervioso ahora que el santafesino se había separado de su hombro de nuevo para mirarlo.
—¿Me dibujaste una florcita? —La voz de Agustín se agudizó levemente por la emoción en su tono de voz, y Barco no pudo sentirse más apenado al observar lo feliz que parecía el chico por aquello que para él era muy simple—. Yo también te quiero dibujar una.
Giay le sacó de la mano la lapicera y se acercó a la servilleta para poder dibujar cómodamente.
Tras unos garabatos y el pelirrojo mirando al más alto mientras estaba concentrado en su tarea, el contrario se separó de él ligeramente soltando un suave "Tarán".
—¿Eso es una flor? —bromeó el pecoso.
—Bue, que bardero. No te dibujo algo nunca más —fingió enojo y Barco solo pudo sonreír sin llegar a mostrar los dientes, achicando apenas sus ojos por la felicidad contenida.
Soltó una pequeña risita para adentro y pronto apartó la mano del mayor de la servilleta, agarrando el papel para ir cortando con cuidado la flor que acababa de dibujar Agustín.
Después solamente agarró su celular y le sacó la funda, ubicando la flor entre los papelitos que tenía atrás de su celular. Cuando logró ubicar todo, volvió a encajar el celular con la funda, sonriendo y mostrándoselo al castaño.
El santafesino lo imitó y pronto los dos se quedaron mirando cómo combinaban las dos fundas con los dibujos a pesar de que ambos tenían otros papeles u objetos, el color blanco de la servilleta hacía que resaltaran del resto de cosas.
—¿Qué significa? —le surgió la duda, observando la flor que había dibujado el lateral derecho.
—Buscá después el significado, se llama gardenia —dijo y Barco pudo notar un ligero rubor en las orejas del más alto.
Se preguntó por qué no quería que lo buscara en ese momento, pero igual le hizo caso.
Más tarde, cuando regresaron a la pieza después de los festejos, se entretuvo por un rato antes de irse a dormir entrando a internet para buscar el significado de aquella flor.
Agradeció completamente que la luz de la pieza estuviera apagada porque si no Agustín se habría dado cuenta de lo rojo que se puso por la vergüenza que sintió al leer el "representa el amor secreto" en una de las páginas que encontró.
Esa noche, Valentín fue el que se acercó a la cama ajena para pedirle al chico si podía dormir con él.
Y Agustín, ni aunque estuviera soñando, se negaría a su pedido.
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Centro de Atención - [ Gialen ] #1
Three Shot
Palabras: 6.2k
Género: Fluff
ღ Donde Agustín conoce a Valentín en la convocatoria para el mundial de la sub 20 y no entiende cómo el pelirrojo no es consciente de lo lindo que es.
O donde a Barco le cuesta integrarse al grupo y Giay lo ayuda. ღ
Desde que lo conoció no supo cómo interpretar sus propios sentimientos. Él no era gay, o al menos nunca había pensado que podía atraerle otro hombre. Pero cuando lo vio por primera vez en el predio de la AFA en donde iban a entrenar para el mundial que se acercaba, no pudo dejar de mirarlo en todo el día.
Ya había visto cosas sobre él en internet porque estaba ganándose su título dentro de Boca, pero definitivamente verlo en persona no se comparaba para nada.
Y mucho menos cuando descubrió un día que el chico no solo tenía pecas en sus mejillas, también en sus labios. Por culpa de eso, muchos pensamientos pasaron por su cabeza y el más tranquilo era sobre cómo se vería su piel sin su camiseta.
Una parte suya se sintió culpable por sentirse así, porque no estaba bien que pensara ese tipo de cosas de su compañero de equipo, y menos sabiendo que, si todo salía bien, se seguirían encontrando en un futuro en la selección.
Agustín culpó completamente a sus hormonas de adolescente tardío y a no tener novia.
El chico de San Lorenzo entró a una de las habitaciones de recreación que había en el predio, donde habían quedado juntarse con el resto, y procuró no tirar la yerba del mate que cargaba en su mano derecha, mientras en la otra llevaba su termo.
En los sillones vio sentados a Matías, a Lautaro y a Valentin, por lo que se acercó a ellos.
El pelirrojo no solía ser alguien de muchas palabras, incluso cualquier persona capaz podía pensar que le caías mal por sus expresiones, pero en realidad Barco simplemente era así. Era de esas personas que en vez de participar en una conversación, prefería quedarse callado escuchando lo que hablaban.
Como era ese caso.
Di Lollo muchas veces había intentado incluirlo a las charlas para que hablara y dijera lo que opinaba, pero no lograba mucho más que unas pocas palabras del pecoso.
Era bastante difícil acercarse a él para entablar una amistad.
No iba a dejar que eso lo detuviera.
Ni siquiera sabía qué quería intentar hacer, pero algo dentro suyo quería conocerlo y estar con él así que no se negó nada a sí mismo.
—¿Qué onda? ¿Quieren mate? —saludó mientras se sentaba en el espacio libre al lado de Barco, quien se removió ligeramente para poder dejarle espacio.
La charla se renovó y compartieron varios mates por un rato largo. Durante ese tiempo, además de intentar incluir al chico, también observó su lenguaje corporal, tomando nota mental de lo que parecía no gustarle para en un futuro evitarlo.
Por ejemplo, no le gustaba el contacto físico.
Lautaro estuvo todo ese rato con el brazo apoyado en su hombro y Valentin parecía querer irse de ahí en todo momento. Por unos segundos pensó que capaz no era por eso, pero al final lo terminó confirmando cuando apoyó su mano sutilmente en su pierna, usándola de soporte para poder extenderle el mate a Matías, quien estaba en la otra punta del sillón.
El cuerpo del pecoso se tensó y por un momento pensó que se iba a hacer una bolita en el lugar.
—Perdón —le murmuró y Valentin lo miró sorprendido, sin entender del todo por qué le había pedido perdón.
Estaba tan acostumbrado a que la mayoría de personas con las que se rodeaba fueran extrovertidas y tuvieran demasiada confianza, que incluso llegó a pensar que el problema era él.
Por eso, que ahora Agustín hubiera sido consciente de cómo se sentía, lo descolocó un poco porque no estaba familiarizado con que alguien le prestara atención a cómo se sentía.
Por primera vez en toda la tarde, Barco sonrió ligeramente y Giay no pudo estar más emocionado por su pequeño avance.
¿Ya dijo que Barco era muy lindo? Porque en esos momentos la imagen enfrente suyo se lo volvió a recordar.
Estaban en el avión camino a Santiago del Estero para el partido que se disputaría en la provincia y sería su debut en el mundial. Estaba demasiado emocionado por ello, al igual que muchos de sus compañeros, al punto de incluso ponerse a cantar canciones durante el viaje.
Hasta que la adrenalina drenó sus cuerpos y se dignó a quedarse quieto en su asiento. Cuando miró en dirección al pelirrojo, lo encontró apoyado en la ventana del avión, con los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta mientras dormía.
Desde que subieron al avión, Agustín no desaprovechó la oportunidad de sentarse al lado del pecoso, asegurándose de ganarle el asiento a Lautaro porque seguro iba a querer sentarse con él.
Y ahora se estaba replanteando si había sido buena idea, porque no podía dejar de mirar su rostro dormido, con los tenues rayos de luz de madrugada golpeando su piel manchada por puntitos. Era demasiado hipnótico mirarlo, principalmente porque parecía un ángel, parecía demasiado inhumano para ser real. Capaz si lo tocaba se deshacía en el aire.
Un toque en su hombro lo sobresaltó y su burbuja llena de pensamientos sobre lo lindo que era Barco se rompió. Se giró hacia su izquierda y observó a Luka sentado en el asiento del otro lado del pasillo.
—¿Vas a escuchar música? —preguntó, con cierta sonrisa en sus labios que no supo cómo interpretar. Agustín solo negó con la cabeza—. ¿Me prestas tus auris? Me olvidé los míos.
Giay, como buen capitán, simplemente rebuscó entre sus cosas hasta que encontró el pequeño empaque de plástico que protegía sus auriculares y se los entregó. Romero le agradeció y se le quedó mirando, como si no supiera si seguir hablando o no.
—¿Qué onda vos con el colo? —dijo, pero el santafesino no entendió a qué se refería.
—¿Por qué?
—No sé, por poco y estabas babeando mirándolo. —Agustín no pudo evitar ponerse nervioso por su comentario.
Cierto que las demás personas existen, pensó.
En lugar de alarmarse por haber sido atrapado mirando al pelirrojo, decidió tomar aire para calmarse y sacarse la duda de su cabeza.
—¿Te parece lindo Valen?
Cada día estaba más cerca de confirmar que le atraían los hombres, o bueno, que le atraía el pecoso, pero quería sacarse la duda de si él era el único que pensaba eso.
—Sí, es lindo pero hasta ahí —respondió y el dorsal 4 se sintió ofendido.
¿Cómo que hasta ahí? Barco literalmente era hermoso por donde sea que lo miraras, ¿acaso solo él pensaba eso?
—¿Qué andan hablando de mi novio? —saltó Di Lollo desde el asiento de atrás de Agustín, con una sonrisa que indicaba que su comentario no iba en serio.
—Nada, que Agus le tiene ganas —respondió Luka con burla, y Lautaro lo miró con los ojos abiertos de la sorpresa, tomándose en serio el comentario.
—Callate, nunca dije eso —le reclamó, amagando a pegarle un manotazo.
—Bueno, si te lo comés avisame porque el culiado del colo no se deja ni tocar —jodió Lautaro, riéndose por las expresiones que hacía Giay por lo que estaban diciéndole.
—Vos porque no sabés leer su lenguaje corporal —soltó.
Bueno, capaz había hablado de más.
Si antes tenían razones para molestarlo, ahora sería el triple por prácticamente haber admitido que había estado mirando a Valentin y le prestaba atención a lo que hacía.
—Opa, esto es más serio de lo que pensaba —agregó Romero, sin saber si Giay seguía bromeando sobre el tema o no.
Tal vez en ningún momento había estado bromeando.
Cuando llegaron a Santiago del Estero, lo primero que hizo Agustín fue ir a hablar con el cuerpo técnico y esperar que ni Luka ni Lautaro lo vieran porque iban a seguir molestándolo con ese tema. Tenía un objetivo y era lograr que los emparejaran a los dos en la pieza donde iban a dormir y quedarse durante esos días que jugarían en la provincia.
Y la carta de capitán nunca fallaba.
Usó la excusa—o capaz no tan excusa porque en parte sí era verdad— de que había visto a Barco un poco alejado del grupo y que le costaba integrarse al grupo, así que lo gustaría compartir pieza con él para poder hablar con él y ayudarlo.
Nunca estuvo tan agradecido de lo que le habían enseñado sus padres sobre la persuasión hasta ese momento. A veces todo era tan simple cuando sabías qué decir.
Así, procuró no sentirse mal porque no estaba mintiendo del todo. Solo estaba ocultando la verdad completa.
Ese día, también descubrió que a Valentin no le gustan los ruidos fuertes, principalmente si lo causaban personas.
Barco fue el primero en abandonar el grupo después de que les dijeran cómo iban a organizarse, antes de que todos empezaran a caminar hacia las habitaciones porque sabía que cuando estaban todos juntos, se armaban varios grupitos y —al menos para él— era insoportable el ruido que provocaban.
La gran mayoría de ellos a Barco le caían bien, pero a veces su batería social se agotaba y no le gustaba sobreexigirse estar con personas después de eso.
Agustín abrió la puerta de la pieza y lo primero que vio fue al pecoso sacando sus cosas de la valija y poniéndolas encima de la cama en diferentes bultos "categorizados" para poder ordenarlo en el armario. Barco lo miró y después volvió su mirada a la cama.
—Eh… Si querés saco las cosas por si querías esta cama —pronunció con la voz temblándole apenas por los nervios.
—No, no, quédate ahí, no hay drama —respondió con una sonrisa, empujando su valija hacia la cama vacía para imitar las acciones del chico y guardar sus cosas en el armario compartido que había al lado de su cama.
A medida que iba sacando su ropa, la iba guardando directamente en el armario, mientras que Valentin lo imitaba, en su caso agarrando la ropa de la cama y acercándose al armario.
El pequeño pasillo entre la cama y el armario hizo que los dos terminaran bastante cerca, y Giay se terminó riendo al poder ver cómo estaba organizando las cosas el pecoso. Barco lo miró, confundido por su risa.
—Ahora entiendo por qué lo sacaste primero de la valija —comentó, viendo el desastre que era su lado del placard a comparación con el del bonaerense, que había puesto todo ordenado por tamaño.
Valentin se rió y se acercó a su lado para ayudarlo a ordenar las cosas. Agustín solo se pudo quedar quieto en su lugar, pensando en lo linda que era su sonrisa y en lo mucho que quería seguir viéndola.
—Gracias —le agradeció cuando terminó de ordenar las prendas que había sacado. Barco solo lo miró con una ligera sonrisa y volvió a su tarea de ordenar su ropa.
De no ser porque su compañero de cuarto estaba al lado suyo, el santafesino estaría saltando de emoción y con una amplia sonrisa que en esos momentos intentaba disimular.
No podía creer que había podido presenciar una sonrisa del menor sin haber hecho nada, se sentía un privilegiado. ¿Cuántas veces se habrá reído con Lautaro? Después le preguntaría.
Le tendría que haber sacado una foto cuando sonrió así se la enviaba a Luka para que vea que Valentin no era solo lindo pero hasta ahí.
Al otro día, se encontraban camino al estadio donde jugarían y todos estaban entre nerviosos y emocionados porque para varios sería la primera vez que jugarían con la albiceleste. Barco se había sentado al final del colectivo para no estar en el medio del caos y Giay unos asientos más adelante. Iban cantando cualquier cosa que se les ocurriera y en algún momento alguien puso un parlante con música, así que el viaje se dio entre cantos, risas y mates.
Cuando Agustín se aburrió, agarró su celular y miró en dirección al pelirrojo, quien se encontraba mirando distraídamente por la ventana. Le encantaba que siempre pareciera estar en otro mundo, se veía muy tranquilo así.
Con un poco de duda, entró a whatsapp y fue hasta el contacto de Barco, escribiendo un mensaje.
agus
qué onda? cómo se ve el bondi desde atrás?
Sintió que su pulso se aceleraba y pareció que volvió a cuando tenía 13 años y le gustaba alguna chica de su escuela. Genuinamente ya se había hecho la idea de que no era "común" lo que sentía por el menor, pero tampoco era algo que lo preocupara.
Desde chico que nunca le importó ese tema de si le gustaba una mujer o un hombre, siempre estuvo abierto a lo que sea que su corazón sintiera.
Sin embargo, ahora lo único que le preocupaba era que le gustara un compañero de equipo. Tal vez no habría problema porque seguro era un sentimiento pasajero. Pero si no lo era, iba a tener problemas.
colo
todo joya, sin los gritones de ustedes
Agustín miró la respuesta y no pudo evitar reír ligeramente porque le ponía feliz que pudiera hablar por esa forma con él. Era muy diferente hablar con Valentin en persona que cuando hablaba por mensaje, lo sentía mucho más suelto y con confianza, tal vez porque no necesitaba mirarlo a los ojos o emitir alguna palabra para ello.
agus
bue, también vos sos un aburrido
Al instante de haber enviado ese mensaje, se arrepintió de haberlo hecho porque tal vez ofendía al chico y eso era lo que menos quería. Se puso nervioso y solo escribió lo primero que le salió.
agus
o sea
capaz si somos ruidosos
vos no sos aburrido
Tuvo miedo de mirar hacia atrás, pero igual lo hizo porque quería ver la reacción del pecoso. Se sorprendió al verlo con una pequeña sonrisa en su rostro, casi imperceptible, mientras miraba los mensajes que le había mandado. Se sintió más calmado cuando el chico empezó a teclear en su celular.
colo
cómo sabés que no soy aburrido?
agus
no sé, te ves como esas personas que tienen muchas cosas para decir pero tiene otra forma de comunicarse
Después del mensaje, se animó a mirar en su dirección de nuevo, mirándolo mientras él observaba su celular como si fuera lo más interesante en todo su alrededor. Lo vio relamerse los labios antes de teclear un mensaje y volver a guardar su celular en el bolsillo.
Agustín no entendió mucho por qué guardó su celular, pero se dio cuenta que tal vez sí había incomodado al pecoso y se sintió horrible. Volteó su mirada y leyó el mensaje en su pantalla.
"Sos la primera persona que me comprende tan fácilmente".
Su mensaje lo hizo sonreír y eliminó cualquier pensamiento negativo que había tenido. Capaz Valentin solo estaba avergonzado como para seguir hablando, y lo confirmó cuando volteó su rostro hacia él de nuevo, observando que sus orejas se habían tornado ligeramente rojas, similar a su color de cabello.
Tal vez había encontrado una forma de comunicarse con el pecoso y se sentía orgulloso por eso.
Esa tarde ganaron. Con dos goles, una asistencia de Barco y una suya.
Después del partido, se abrazaron entre sus compañeros mientras se felicitaban y animaban con palmaditas. Había buscado con su mirada al pelirrojo en lo que abrazaba a Carboni, y lo encontró divagando con la mirada mientras Di Lollo lo abrazaba, probablemente incómodo por tanto contacto físico. Agustín estaba casi seguro de que el chico iba a desaparecer de la vista de todos apenas pudieran volver a los vestuarios.
Cuando estuvieron cerca el uno con el otro, Giay estuvo tentado a acercarse para abrazarlo y felicitarle por lo bien que había jugado, pero se terminó acobardando porque no quería incomodarlo más de lo que ya parecía estar.
De esa forma, solo le dedicó una sonrisa y una sutil palmada en su hombro, antes de que un fotógrafo los pillara juntos para sacarles una foto.
Barco sonrió para la foto y Agustín se tuvo que contener para no mirarlo con una cara de estúpido porque inevitablemente se volvía tonto cuando estaba cerca suyo.
La misión de no dejarse llevar por sus sentimientos fue exitosa, pero aún así intentó separarse lo que más pudiera de él sin ser grosero, solo porque no quería que nadie viera que siempre estaba mirándolo. Si lo tenía cerca sabía que no iba a poder controlarse.
En su cabeza fue una buena idea, sin embargo, al pecoso no le hizo mucha gracia. Se sintió decepcionado cuando el mayor lo dejó solo, tal vez esperando demasiado que Giay lo fuese a abrazar. Barco pensó que tal vez Agustín no era como pensaba, tal vez no estaba tan interesado en ser su amigo.
Al igual que como pensó, Valentin desapareció apenas pudo, pero no fue por la razón que él pensaba, el dorsal 3 decidió apurarse para irse de ahí y no toparse a ninguno.
No tenía sentido que se sintiera así en ese momento, pero no pudo evitar ponerse sensible por eso. Se había ilusionado mucho cuando Giay le habló porque nadie había mostrado interés genuino por él a excepción de su mejor amigo que a veces se pasaba de pesado.
Agustín sin conocerlo demasiado, ya lo conocía más que Di Lollo. Ni siquiera habían compartido muchas palabras, y el chico ya sabía que no le gustaba el contacto físico, ni las multitudes de personas, los ruidos fuertes o hablar por mucho tiempo. Le gustaba mucho que el chico de San Lorenzo fuera observador porque él muchas veces no sabía cómo pedir ciertas cosas.
Así se terminó perdiendo los festejos una vez más, como acostumbraba a hacer porque no le gustaba estar rodeado de gente gritando y saltando hasta quedarse sin energías. Se encerró en su pieza y decidió intentar dormir, aunque fue al pedo porque no lograba conciliar el sueño.
No podía dejar de pensar en por qué Agustín no lo había abrazado cuando el resto de sus compañeros sí.
No iba a llorar por esa boludez aunque en el fondo quisiera hacerlo, se tenía que acostumbrar a que no siempre iba a encontrar personas que pudieran entenderlo, y mucho menos con lo cambiante que llegaba a ser a veces.
Era entendible que se alejaran de él si tenía cambios tan bruscos de un momento a otro.
Se acostó en la cama y se quedó mirando el techo, un poco aburrido. Tal vez tendría que haber intentado quedarse con el resto, no podía estar todo el tiempo separándose de ellos solo porque no soportaba nada.
Escuchó la puerta de la pieza ser abierta y miró en dirección a su compañero de cuarto, viendo cómo entraba con su celular en la mano, aparentemente riendo por algo que había leído. Entre sus brazos, traía una pava eléctrica que vaya a saber de dónde había sacado.
Cuando el lateral derecho levantó la mirada hacia él, Barco se sintió intimidado por su mirada y por la expresión seria que optó su rostro.
—Perdón, ¿te desperté? —preguntó con preocupación mientras dejaba la pava en la mesa de noche.
Valentin negó con la cabeza ligeramente a la vez que se giraba en la cama para observarlo más cómodo.
Giay se sintió aliviado ante su respuesta y agarró la pava, separándola de la base para ir al baño y cargarla con agua. Cuando volvió, Barco se había sentado en el borde de la cama, mirando con curiosidad lo que hacía el número 4.
—¿Querés tomar mate? —le ofreció con una sonrisa, conectando la pava en un enchufe al lado de la cama.
Barco emitió un sonidito con su garganta en forma de afirmación mientras veía a Giay preparar el mate, echándole yerba y haciendo la "montañita".
—Te va a dar tremenda acidez estomacal por tomar tanto mate —mencionó, intentando aligerar sus propios nervios de estar junto al chico después de haber descubierto que le gustaba mucho estar con él.
Agustín rió y lo miró, tomando asiento en su cama, del lado del pequeño pasillo que había entre las dos camas, quedando frente a frente con el pelirrojo.
—Ya fue, muero por la patria —bromeó, sacándole una sonrisa al pecoso.
A veces Valentin se sorprendía por lo rápido que podía cambiarle el estado anímico que Giay le hablara de cualquier cosa. Algo en sus expresiones y en su sonrisa hacían que no pensara tanto en cómo debía actuar para que no lo mirara mal.
Sentía que con él podía actuar como quisiera porque el chico no le iba a decir nada.
—Agus, ¿te puedo preguntar algo? —A pesar de que lo dijo con confianza, empezó a pensar en si era buena idea preguntarle eso porque tal vez arruinaba ese momento y la felicidad por haber ganado el primer partido.
El número 4 lo miró con curiosidad, deteniendo sus movimientos para prestarle atención.
Barco se mordió la mejilla interna y tomó fuerza para seguir hablando. Ya está, no se podía acobardar ahora.
—¿Por qué no me abrazaste después de que terminó el partido?
Un silencio invadió la habitación y el pecoso no pudo evitar relamerse los labios por los nervios. Se sentía tonto, pedirle una explicación por eso era demasiado cuando ni siquiera eran tan cercanos. Seguro parecía un rarito a los ojos del santafesino.
Agustín no supo qué decir durante unos segundos porque su pregunta lo tomó desprevenido. Valentin tomó su silencio como una señal y solo aceptó que no debería estar preguntándole eso.
Un poco decepcionado por su respuesta no verbal, se volvió a meter en la cama para acostarse, dándole la espalda.
—No te quería incomodar, perdón —respondió, mirando al chico cubierto por sábanas debido al frío nocturno de la provincia en esa época.
—No importa, no te lo tendría que haber preguntado —agregó, sintiendo la pena invadir todo su cuerpo.
¿En qué momento siquiera pensó que era una buena idea?
—No, no, en la cancha, digo —aclaró—. No te veías muy cómodo con el resto abrazándote, así que no quería que te pusieras mal —explicó, aunque el chico se quedó estático en su lugar sin ser capaz de mirarlo.
Agustín aprovechó la oportunidad para dejar el mate sobre la mesa de noche y levantarse de su cama para cruzarse a la del pecoso.
Apoyó una de sus rodillas encima de la cama ajena y pasó uno de sus brazos por encima del cuerpo del chico, apoyándolo sobre la cama. Valentin, al ver la mano del chico apoyarse cerca de su rostro, giró la mirada en dirección a él, observando lo cerca que estaba de su cuerpo.
—Te puedo abrazar ahora si quer��s —ofreció y Giay se quedó esperando su negativa ante el comentario.
Pero el menor no pudo responder por varios segundos, un poco sorprendido por la cercanía del chico. No recordaba alguna vez haberlo tenido tan cerca suyo sin contar las veces que se habían sentado al lado.
Sus miradas se conectaron por un rato largo y Barco se quedó entretenido mirando los colores mezclándose en sus pupilas, sin ser totalmente marrones ni totalmente verdes. Agustín no pudo evitar mirar sus labios por unos segundos, pensando en qué sabor tendrían y si serían suaves al tacto.
El lateral derecho no pudo resistirse a abrazarlo a pesar de no haber tenido una respuesta verbal de su parte, porque solo verlo entre las sábanas le había dado ternura y unas inmensas ganas de abrazarlo al parecer un peluchito.
Valentin no se negó ni lo separó, sin tardar en sentir los brazos del contrario rodearlo, envolviéndolo en la sábana y dejándolo atrapado entre las telas y sus brazos. No había forma de que escapara de eso a menos que el otro lateral se levantara.
Se sintió bastante calentito, no solo por su peso y calidez corporal, sino por el hecho de que Agustín lo estaba abrazando como había ansiado después del partido.
—¿Y el mate? —preguntó, medio murmurando para no romper la tranquilidad del momento.
—Otro día moriré por la patria —respondió con una pequeña sonrisa mientras escondía su rostro en su cuello, haciéndole cosquillas con su respiración.
Barco se rió por el contacto y se removió, pero no consiguió sacárselo de encima.
Tampoco se estaba quejando.
Al otro día, se despertaron por unos golpes en la puerta. El pecoso fue el primero en despertarse y levantarse para abrirle a quien sea que estuviera tocando. Agustín en algún momento se había metido dentro de su cama con la excusa de tener frío y Valentin estaba demasiado a gusto como para decirle que se fuera a dormir a su cama.
Cuando abrió la puerta le costó enfocar la vista por el cambio brusco de luz mañanera, pero cuando lo hizo lo primero que vio fue el pelo largo del número 16.
—Hola, ¿está Agus? —lo saludó con una sonrisa brillante, como si no hubieran estado hasta hace unas horas bebiendo y bailando mientras subían videos a instagram.
Barco frunció el ceño porque le molestaba la luz, intentando comprender la pregunta porque su cerebro todavía no se despertaba del todo.
—Está durmiendo —respondió, dejándolo pasar a la pieza, pensando en irse a bañar para poder empezar la mañana relajado y calentito.
Luka, apenas vio que el pecoso se metía al baño, fue hasta la cama donde estaba durmiendo Giay, subiéndose y moviéndolo para despertarlo.
—Voy a ignorar el hecho de que estás en la cama del Colo y te voy a decir "Dale, Agus, vamos a jugar a la play" —soltó mientras lo sacudía y obtenía un sonido de queja de parte del capitán, quien no parecía tener ni la menor ganas de levantarse.
—Dejame dormir —se quejó el castaño, tapándose con la sábana con la esperanza de que eso lo protegiera de la insistencia de su amigo.
Luka lo volvió a sacudir, escuchando el agua de la ducha del baño se abierta y después viendo cómo el pecoso volvía a buscar un conjunto de ropa para cambiarse.
—Colo, decile a tu novio que se levante. —Las palabras del chico de la Lazio hicieron que el mencionado se quedara estático al lado de las puertas del placard, con las prendas de ropa entre sus manos.
Agustín se giró para mirar a Romero con el ceño fruncido y empujarlo fuera de la cama.
Por suerte el extremo derecho logró apoyarse con sus pies en el suelo antes de caerse, siendo arrastrado por el capitán que decidió levantarse rápido para sacarlo de la pieza.
—Sos un tarado, Luka —le recriminó, empezando a caminar por el pasillo hacia la sala de descanso donde seguro estaban jugando a la play.
—Bue, no te enojés, dudo que a Valentin le haya molestado —respondió, intentando calmar a su amigo que ahora parecía un perro rabioso por el comentario que había hecho.
—Da igual si él se molesta o no, el tema está en que no deberías meterte en las relaciones ajenas. —Agustín estaba enojado y no era bueno cuando se enojaba porque le costaba un montón dejar de pensar en eso y normalmente los enojos le duraban demasiado.
Romero prefirió no decir nada más para no empeorar la situación, pensando en que tal vez había estado mal que dijera eso o Agustín estaba exagerando. Tal vez era un poco de las dos cosas.
A pesar de que estuvo jugando un rato con ellos, no había hablado más allá de contestar con monosílabos cuando le preguntaban algo y su cara solo reflejaba un "No me hables porque te voy a responder mal" no explícito.
Cuando Barco entró a la habitación, Agustín lo miró por unos segundos en lo que el chico se dirigía a la parte donde estaba la cocina para prepararse un café y despertarse del todo. El santafesino dudaba un poco en si hablarle o no, pero terminó levantándose igual sin poder pensarlo demasiado porque su cuerpo decidió hacer lo que quería.
—Valen —lo llamó, observando cómo se servía agua caliente en una taza que previamente le había echado café y azúcar.
El pecoso levantó la vista hacia él y miró su rostro serio, algo que normalmente no ocurría porque Giay solía estar siempre sonriendo y bromeando.
—Sobre lo que dijo Luka hace un rato, perdón —fue directo, con la esperanza de que eso no hubiera molestado al menor.
Valentin desvió la mirada por unos cortos segundos, nervioso porque lo hubiera encarado de una, aunque en el fondo eso lo aliviaba porque sabía que si pasaba algún malentendido, Agustín siempre iba a buscarlo para que lo arreglaran.
—No pasa nada —respondió, queriendo quitarle importancia al asunto porque tampoco era que le había molestado realmente.
—Pero en serio, si te molestó decime y te juro que lo cago a p-
Ni siquiera pudo terminar su frase cuando el pelirrojo puso su mano en su boca, cubriéndola para que no siguiera hablando. La diferencia de altura hizo que se adelantara un poco para poder alcanzarlo sin que le doliera el brazo y se quedó mirando por unos segundos la diferencia de color entre sus pieles.
Nunca había pensado en lo moreno que era Giay y tal vez esa era una de las razones por las que llamaba la atención de muchas personas.
Lo primero seguro era su sonrisa.
—No me molestó —le aseguró, regresando a la realidad antes de que sus pensamientos volaran por donde no debían volar.
Pero tendría que ser más consciente de esa extraña energía alrededor de Giay que hacía que quisiera soltar cualquier cosa, como en ese momento.
—Quién no querría ser tu novio igual.
El lateral izquierdo separó su mano del contrario y le dio un sorbo a su taza de café, intentando esconder su vergüenza detrás de él para después huir del santafesino y sentarse al lado de sus compañeros.
Ahora fue el turno de Agustín de quedarse estático.
Estaban en los octavos. Y esta vez no se privó de abrazar al pecoso después de que le dejara en claro que no tenía problema con que lo abrazara o hiciera contacto físico con él. Aunque Di Lollo y Romero notaron esto y no tardaron en recriminarle por qué a Agustín no le hacía mala cara cuando lo abrazaba.
Valentin se abstuvo de responder y solo puso su cara más neutra posible para que no lo siguieran jodiendo.
El número 4 no pudo evitar reírse de la situación mientras veía a los tres charlando en la cancha mientras volvían a los vestuarios. Algunos empezaron a cantar y empujarse entre ellos y cuando terminaron de llevar a los vestuarios se desató un griterío por parte de todos con cuarteto de fondo.
Esa vez—por primera vez—, Barco decidió quedarse en los festejos.
Para nada se debió a un Agustín medio mojado por la lluvia que habían tenido mientras jugaban pidiéndole que se quedara porque quería festejar con él.
Valentin no supo dónde meterse cuando empezaron a corear su nombre para que se tirara algún paso. El lateral odiaba ser el centro de atención, por lo que se negó varias veces con la esperanza de que buscaran a alguien más para molestar. Tampoco es que supiera qué hacer en esas situaciones, así que agradeció mentalmente al capitán cuando lo rescató diciéndoles al resto que dejaran de joder si ya se había negado.
Después de eso todos empezaron a cargar a Giay y al mayor no le importó nada a diferencia de él, simplemente entrando al centro de la ronda para bailar, mirando en dirección al pecoso con una sonrisa, como si le estuviera dedicando el baile.
Las orejas del pelirrojo se tornaron del mismo color que su pelo a medida que lo observaba, aún con el pelo húmedo pegado a la frente y sonriéndole con esa expresión canchera que solía hacer inconscientemente siempre que sonreía.
Cuando la atención dejó de estar en el santafesino, se acercó al pecoso para agarrarlo de las dos manos e invitarlo a bailar, entrelazando sus dedos mientras hacía unos pasos de delante hacia atrás. Barco se relajó bastante y se dejó llevar por la música mientras bailaba con el chico, aceptando las vueltitas que le daba e imitándolo aunque él tuviera más complicado pasar el brazo por encima de su cabeza por la diferencia de altura.
Cuando se cansaron de bailar, se hicieron a un lado y Valentin se apoyó en una de las paredes de las esquinas, intentando descansar de esa forma su cuerpo al descartar la posibilidad de ir al otro lado donde estaban los bancos al verlos a todos bailando en el espacio que quedaba antes de llegar a estos.
Agustín se quedó a su lado y miró al resto con una sonrisa, demasiado feliz por lo que habían logrado y encima poder estar divirtiéndose sin sentir tanta presión.
Mascherano les había dicho muchas veces que, antes que querer buscar ganar por un título, lo hicieran para divertirse porque cuando uno jugaba feliz era cuando sacaba lo mejor de sí mismo. Y Giay fue algo que tomó de él para recordárselo siempre a su equipo.
—¿Viste que no son tan malos los festejos? —comentó, observando al chico callado en la esquina y viendo lo diferente que se veía Barco en esos momentos.
Se veía más radiante, más feliz.
—Si no hubieras estado vos probablemente lo hubiera pasado para el orto —respondió, ganándose una mirada curiosa por parte del santafesino, bastante sorprendido por escuchar eso en los labios del pecoso.
Sabía que Barco no lo decía de mala onda, simplemente su batería social se acababa rápido.
O simplemente su cansancio siempre se debió a no saber qué hacer cuando estaba en multitudes y Agustín lograba darle confianza para no pensar que cualquier cosa que hiciera estaría mal.
—Dale, no seas tan arisco con los otros, no son malos —comentó, acercándose a él para darle un empujón juguetón contra la pared.
Valentin rió suavemente y se mantuvo cerca del chico más alto, sintiéndose cómodo con su cercanía.
Agustín, por su parte, había creído superar su etapa de "El Colo es lo más lindo que hay", pero cuando lo vio sonreír todos esos pensamientos volvieron y no pudo dejar de ver cómo al sonreír las pecas de sus labios eran más notorias.
Se estaba esforzando demasiado para no inclinarse y plantarle un pico en ese momento solo porque quería saber a qué sabían y cómo se sentían. ¿Qué tan malo podía ser dejarse llevar?
Realmente no midió sus acciones cuando apoyó su mano en la esquina al lado de donde estaba el pecoso apoyado, inclinándose hacia él mientras inclinaba un poco su cabeza para no chocar con él.
La textura suave de sus labios chocaron contra los suyos y se sintió en el cielo por los pocos segundos que duró el roce.
Valentin lo miró entre confundido y apenado, con los ojitos brillándole mientras lo miraba desde cerca, luchando contra sí mismo al no saber si alejarlo de él o no.
—Perdón —soltó el mayor, arrepintiéndose de haberle hecho caso a sus pensamientos intrusivos.
Amagó a enderezarse y apartarse, pero el pecoso optó por girar su cuerpo hacia él y agarrarlo del borde del cuello de su camiseta para que no se fuera muy lejos. Giay casi pierde el equilibrio por la nueva posición y el tirón que le dio el más bajito por lo que tuvo que dar un paso hacia este, buscando apoyo en el suelo para no caerse encima suyo.
—Ya me besaste, no seas cagón ahora —le reclamó y Agustín no supo cómo reaccionar porque pensaba que el menor lo iba a mandar a la mierda por lo que acababa de hacer.
Ninguno de los dos dijo nada y solo se miraron. La mirada del santafesino pasó desde sus ojos hasta sus mejillas llenas de puntitos, sintió que se cortaba la respiración cuando vio a Barco bajando su mirada a sus labios por unos segundos mientras se apoyaba en la otra pared de la esquina donde se estaba apoyando el mayor.
Ninguno de los dos se negó a tener de nuevo ese contacto, con Valentin animándose a cambiar de lugar su mano, pasándola desde la camiseta del chico hasta su nuca, atrayéndolo a él para que no se separara del beso.
Tal vez no le importaba ser el centro de atención si era su atención.
—¿Cómo podés ser tan lindo? —murmuró cuando tuvo unos segundos para respirar antes de que Barco volviera a juntar sus labios.
Introvertido mi culo, pensó Giay mientras se dejaba llevar por el momento.
Solo se separaron cuando un chorro de agua impactó contra sus caras, mojándolos más de lo que ya estaban. Cuando se voltearon hacia el causante de aquello, se encontraron a Luka con una botella de agua abierta en la mano, mirándolos con una sonrisa burlesca.
—¿Qué no les enseñaron sobre la privacidad a ustedes dos? —se burló el de cabello largo y Agustín solo lo miró mal por haber interrumpido su momento.
—Habló el que anda metiéndose donde no lo llaman —se defendió el lateral derecho, con un mojín en sus labios que Barco no pudo evitar mirar, a pesar de que Agustín estaba con su cabeza hacia otro lado y no lo veía por completo.
El pecoso se quedó en silencio e intentó atraer la atención del chico de San Lorenzo de nuevo a él, y cuando lo logró, se paró de puntitas de pie para dejar un pico en sus labios, queriendo calmarlo para que no se enojara con Romero de nuevo.
El de ojos avellana le dio una pequeña sonrisa y Valentin miró en dirección a Luka, que todavía estaba parado mirándolos. Le sacó la lengua en forma de burla y agarró la mano del número 4, arrastrándolo en dirección a la salida del vestuario.
Si esa vez Barco abandonó los festejos, fue únicamente porque quería seguir besando a Giay sin que nadie los interrumpiera y al santafesino no le pudo importar menos lo que fueran a pensar sus compañeros de él.
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Angoril was sent to buy some hay for the horses when he caught The Town Public Menace growling and bothering the other villagers. Sorry Borin, your days of Grr’ing are over- you’ve received a fine.
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Done for now, but first! I moved this lady into Silverleaf Manor (Falsemir’s new shiny elven home).
This is Gialene Adwatch. She’s as tired and neurotic as she looks, and will be Falsemir’s new servant.
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In my old MCC, I didn’t actually play servants until the end. I just used NPC butlers and maids... it’s taking some getting used to (I still don’t know how to use the table and counter controller to keep them out of the dining room).
But for now, I do know I can have Gialene use the Autumn bonus to work on skills.
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