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carlosortegavilas · 6 years
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Reseña de ‘El santo al cielo’
Por Francisco de Morandé
El pasado sábado, 3 de febrero de 2018, fiesta de san Blas, obispo de Sebaste en Armenia, y mártir (para ir a tono con el libro que comentamos) y coincidiendo con BCNegra 18, tuvo lugar en la librería «Antinous» la presentación de la primera novela del autor canario Carlos Ortega Vilas, a cargo de la escritora barcelonesa Susana Hernandez, especialista en género negro. “El santo al cielo”, publicado por la editorial Dos Bigotes en una cuidada y atractiva edición, es un libro que atrapa desde las primeras páginas, en las que ocurre un asesinato que ha de resolver una pareja “mixta” de agentes: Aldo Monteiro, inspector de la Policía Nacional, y el teniente de la Guardia Civil Julio Mataró, designado colaborador suyo en la investigación.
El hecho de que sepamos desde el principio quién asesinó a la víctima no resta en absoluto interés a la trama, ya que esa primera revelación esconde todo un trasfondo criminal que es el que acabarán por desentrañar los dos protagonistas masculinos y en cuyo centro se halla el duro secreto que ha hipotecado la vida de la profesora Silvia Manzanares, el tercer personaje principal. A partir de este planteamiento y a lo largo de 560 páginas muy bien escritas y que se hacen cortas, el autor nos conduce por los recovecos de una historia en la que no faltan inesperadas evocaciones de tipo histórico (el sutil atentado que costó la vida a Isabel, emperatriz de Austria-Hungría, la célebre Sissi), poético (la figura del modernista Rubén Darío, de exquisita estética, “para mariquitas” como dirá uno de los personajes) y hagiográfico (el “Martirologium Romanum”, catálogo razonado de todos los santos de la Iglesia Católica, que el autor utiliza felizmente en su edición anterior a las reformas litúrgicas salidas del Concilio Vaticano II, con lo que queda intacta su original enjundia).
A propósito del elemento hagiográfico, aunque de paso, hay que decir que la portada del libro está muy bien lograda: san Miguel Arcángel, reivindicador del orden divino (personificación de la justicia) y, al mismo tiempo, abogado de las almas de los difuntos ante el tribunal divino (representación de la indulgencia) encierra la dinámica que se entabla entre las actitudes de Monteiro y Mataró ante quien comete el asesinato que está en el origen del relato. Muy sugestiva, además, es la postura del ángel que clava su lanza no en el consabido dragón luciferino, sino en un corazón descubierto, de modo que no se sabe si se trata de un golpe exterminador o de una sublime transverberación (amor dolens). Y esta tensión es el que atraviesa la novela: amores que hieren (y matan), tipos que se deifican y se creen los árbitros de las vidas ajenas y que lo tienen todo bajo control, venganzas justicieras y justicias vengadoras…
Acertados los recursos literarios: la indeterminación de la ciudad desde la que se conduce la investigación (puede ser cualquiera que tenga un jardín botánico y tren metropolitano, quedando excluida Barcelona por la presencia en la acción de cuerpos policiales de escasa operatividad en Cataluña), lo que permite al lector adaptar los datos a ambientes que le son familiares y cómodos de evocar; la tensión sexual que no se acaba de resolver entre el policía nacional y el guardia civil, lo que evita caer en la obviedad y lo trillado, alimenta el interés en esa atracción mutua que flota entre los dos hombres y mantiene en vilo al lector hasta un final que queda promisoriamente abierto; ciertos personajes secundarios, caracterizados de tal manera que complementan y ayudan a entender mejor por contraste a los protagonistas (es el caso del capitán Herranz, del docente Pedro y de la exuberante Ana); el epílogo, que, en realidad, es un flashback en el que se revela el hecho subyacente al asesinato del comienzo, pero que ya había ido siendo sugerido a lo largo de la narración.
No hay “efectos bomba”, ni golpes de escena, ni explicaciones retorcidas (muy acertadamente rechazadas como deshonestidad por Susana Hernandez) ni soluciones forzadas o expeditivas (como el deus ex machina que en las óperas barrocas bajaba al proscenio para arreglar los más enrevesados argumentos). El suspenso se mantiene gracias a que el autor lo cuenta todo desde el inicio, pero no del todo: los episodios se suceden, desarrollando progresivamente el cuadro hasta que se impone la elemental lógica de los hechos, tal como pasa en la vida. El volumen, como queda dicho, tiene más de 500 páginas, pero no hay que asustarse: una vez emprendida su lectura se pasan con tal facilidad y fruición que quedan ganas de más. Y más es lo que nos promete (para regocijo de sus lectores) Carlos Ortega Vilas de las andanzas de Aldo, Julio y Silvia.
La presentación que de “El santo al cielo” hizo –en el marco del club de lectura de los sábados de «Antinous»– Susana Hernández fue acertada e instruyó a la concurrencia en varios aspectos importantes de la novela negra tanto en su exposición como en diálogo con el autor. Los asistentes pudimos ver así colmada nuestras expectativas al acudir a este acto, en el que destacó, además, la presencia de otro escritor ya presentado en la librería: Francisco Javier Olivas, autor de la novela contra la homofobia “El tercer lobo”. Da gusto ver cómo jóvenes literatos mantienen vivo con su talento nuestro gusto por los libros.
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