#fragmentos y hojas sueltas
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Del cuaderno... (III)
CALLARSE PARA SER
Todo el mundo está buscando una escapatoria, o cuando menos buscando huir; y sin embargo, nuestro mundo se ha encerrado en una mazmorra tecnológica de su propia invención: una ecoica babel cibernética de pesadilla. El gran reto imposible del siglo XXI es el silencio. Callarse para ser. Parafraseando libremente a Descartes: me callo, luego soy.
[24/01/24]
CUADERNO REGALADO
Lo cierto es que mi hija me regaló este cuaderno artesanal, hecho de librillos cosidos con grueso cordel, en el que escribo estas rumias (con la vieja Parker 51 que heredé de mi padre, y que es una de mis más preciadas posesiones, junto con la otra parker que tengo, de mi abuelo materno. Ambas estilográficas aparecen mencionadas en distintos pasajes de mi obra; la de mi abuelo, en un poema de mi libro Afuera canta un mirlo, titulado «Reflejos»).
El oloroso papel italiano, de un suave tinte cremoso que no es ni blanco ni amarillo pálido ni hueso, sino que se queda en finísima mezcla de esas tres tonalidades, le sirve de elegante cauce al parsimonioso deslizamiento de la pluma.
A mí, que tantos lustros me he pasado encadenado a todo tipo de teclados (Olivetti, procesador de textos, ordenador personal de mil modelos diferentes, tablilla, BlackBerry, teléfono llamado «inteligente») me encanta escribir a mano; en lo que en inglés llamamos longhand. Es otro el «vuelo» de los párrafos: vas pensando, tomando aire entre las líneas, e incluso entre los vocablos. ¿Más humano? No sé. Más pegado a la respiración, sin duda. Y escribir, como vivir, es respirar. ¡Trece veces por minuto, que decía el célebre verso de Celaya! (No sé si eso lo decía el poeta en aquella pieza, tan justamente famosa, que se titulaba «Momentos felices». Felices son, ciertamente, los momentos de la escritura; el rodar de las palabras por este entrañable soporte de las cuartillas.)
Ahora mi letra se tumba hacia la derecha, porque redacto estas páginas apoyado en la mesa. Cuando escribo inclinándome sobre el regazo, mi caligrafía es más suelta, y me sale más a plomo y relajadamente vertical, menos tensa, menos apretada. Lo mismo me sucede en contextos más espontáneos, como cuando por ejemplo tomo una simple nota al vuelo o borrajeo una rápida lista de la compra.
Escribir a mano es en cierto modo dibujar. A Onetti le gustaba pergeñar manualmente sus textos porque necesitaba sentir el trazo, el dibujo de las letras eslabonadas en la superficie del papel; y escribía, si no me equivoco, a lápiz, al estilo de los viejos periodistas.
Yo también uso mucho el lapicero. Buena parte de los fragmentos de mis ensayos-ficción vieron la luz —en libretas de bolsillo, folios sueltos, huérfanas y viudas hojas volanderas o dorsos de sobres y facturas— al son del baile improvisado del grafito.
Papel y lápiz, tinta y papel: no hace falta mucho más. No hace falta otra cosa.
[24/01/24]
ROGER WOLFE
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Conjunto de escenas polémicas
Desplaza sus botas largas de color algarrobado por el camino, una vereda de cemento gastado que suena galope a su paso. La mujer fuma, inclina burdamente la boca hacia su izquierda para echar el humo, tiene los ojos teñidos de negro, de esos que brillan y se opacan al mismo tiempo. Coloca sus manos en los bolsillos del sobretodo luego de dejar caer su cigarro y mira hacia el frente. No está contenta, nunca lo está. Está preocupada, por nada en especial y por todo. Analiza cada una de sus posibilidades en la vida, tanto las negativas como las positivas que claro, es una moral que la excede. Llega a su departamento, entra en su habitación y con esa angustia que la inclina hacia la muerte abre la ventana y el aire se le prende fuego en la cara. Como una ducha, como una sed que se calma. Un arrojo que más bien abraza.
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La sombra del candelabro latía como un corazón vivo, Ernesto no reparó en ella hasta que el sueño se le anuló en la mente. Eran las 4.25 de la madrugada y se sentía en pleno día, dispuesto a desayunar y mirar por la ventana el sol alcanzándolo. Aún más, sentía la ansiedad desbordada de quien trepa una montaña o quien sabe que eventualmente soltará una confesión inhibida. Ernesto sigilosamente turbado camina hacia la cocina guiado por el resplandor de la llama. Se queda parado precisando su síntoma. Quiere escupir en el suelo, quiere apretarse el pecho con sus manos, quiere oler pasto o vegetales. Ernesto y los deseos que lo vuelven graciosamente miserable. Sigue su marcha hacia el espacio contiguo que es su taller, hay olor a leña desgarrada, a tierra húmeda y abierta. La incandescencia que sobraba en el cuarto anterior se quebró en este, solo hay fría luz de luna. Ernesto se sienta en el banco donde esa mañana pulió ciprés. Debe terminar cinco piezas para el inminente día. De nuevo, gotas de sudor se deslizan de su frente y brillan como un cristal. Yergue su frente y las venas de su cuello se tensan como al sonar una kora y de su boca suelta un respiro sibilante y un aroma a muerte tibia. Se para, no gritará. Camina cinco pasos mas y se detiene frente a una hoja de papel y escribe: "No hay vida que proscriba sobre mí". No toma su pulidora, ni su machete, ni su ahuecadora. Toma el rifle y se incendia la cara de carne y rubí. El silencio en la cabaña roza apenas los siete días cuando Teresa entra con las bolsas cargadas de verduras. Teresa acostumbrada al desprecio inocente de su amo no lo nombra hasta advertir la ausencia permanente de sonido. Teresa cruza la cocina e ingresa en el taller. Entiende rápidamente, pero antes de actuar queda detenida cuatro segundos contados en su mente contemplando la escena, otra escena que la dividirá en dos, en el fragmento claro que roza lo habitual y lo asimilable y en el fragmento espeso que será a partir de entonces. Toma una frazada y oculta la muerte exhibida para ella, quién otra podría ser sino ella, asume. Ve el papel y lo mete en su camisola blanca sin urgir mueca. Se coloca en cuclillas y sobre la parte donde antes yacían ojos dibuja la señal de la cruz.
Septiembre del '20
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MEMPER - Capitulo 5
Capítulo 5
Investigador criminal Han Chen
Es domingo por la mañana. Hay una ligera niebla que rodea la zona. Un par de oficiales están parados en la parte inferior del edificio donde ocurrió el incidente; es tranquilo en todas partes. Zhou Xiao Zhuan estaciona el auto de la policía en la parte delantera de la entrada. Bai Jin Xi saca su identificación de trabajo y la sujeta en el bolsillo de su pecho. Justo cuando ella sale del auto, él la vislumbra, "Líder, ¿lloraste?" Bai Jin Xi inclina la cabeza y se mira por el espejo retrovisor; Sus ojos están hinchados como nueces. "Mmm..." tararea deprimentemente mientras abre la puerta del auto, "Soñé con un asesino tratando de..." Hace una pausa antes de continuar, "tratando de atacarme". Zhou Xiao Zhuan suelta una carcajada y se apresura tras ella. No se olvida de regañarla un poco: "¿Quién te dijo que vieras tantas películas y series de televisión horripilantes? Entonces, ¿qué pasó? ¿Golpeaste al asesino? Tu hombro no se dislocó, ¿verdad?" Bai Jin Xi lo patea, "¡Piérdete!" ⭑✻✻✻⭒✼✼✼⭒✻✻✻⭑ Es un edificio antiguo que no se ha mantenido bien; Principalmente alquilado por jóvenes que trabajan en la zona. El incidente ocurrió en un apartamento ordinario en el segundo piso. Bai Jin Xi camina por el pasillo oscuro con anuncios pegados por todas partes en la pared y se para frente a la puerta. La cinta policial ya lo está atravesando; Un par de oficiales con guantes y cubiertas de zapatos están explorando el lugar. Bai Jin Xi se agacha bajo la cinta policial y entra. Zhou Xiao Zhuan la sigue y dice en voz baja: "Esa Si Si también vive por aquí". Bai Jin Xi siempre ha sido mala con las direcciones, por lo que nada le viene a la mente después de escuchar esto. Ella tararea, "Mm", para indicar su reconocimiento. "Xiao Bai, Xiao Bai", la saludan los investigadores criminales. Bai Jin Xi asiente y pregunta: "¿Qué hemos encontrado hasta ahora?" Ella mira los muebles y otras posesiones que se han extendido por el suelo en un desastre: las ventanas están cerradas en la sala de estar, haciendo que la habitación sea oscura; el perchero ha sido derribado con la ropa en el suelo; un jarrón decorado con flores rojas y hojas verdes está roto en el suelo; el sofá de tela ha sido apuñalado en largas cortadas y un par de tijeras descansan sobre la mesa de café; incluso el televisor ha sido destrozado con un agujero en el medio y sus fragmentos de cristal líquido están por todas partes ... "El nombre de la víctima es Ma Xiao Fei. 25 años. Ella es asociada de ventas en los grandes almacenes Da Zhou, que están a menos de 1 km de distancia. Se lleva bien con sus colegas y amigos. No hay novio", dice un investigador criminal, "Según Ma Xiao Fei, ella no ha tenido ningún conflicto con nadie recientemente, y no conoce a nadie que le guarde rencor. Esto es probablemente hecho por un extraño. La hora del incidente fue alrededor de las 11 pm, justo después de que ella regresó a casa del trabajo. El delincuente la siguió a la casa y usó esto para abrazarla". Él le entrega dos bolsas de evidencia. Uno de ellos tiene un par de cuerdas de nylon, y el otro tiene un rollo de cinta amarilla. Ambos son artículos comunes que se pueden comprar fácilmente; una persona promedio no podría liberarse cuando sus extremidades están atadas con estas y su boca está sellada. "¿La víctima pudo ver la cara del sospechoso?" Zhou Xiao Zhuan pregunta. El oficial criminal niega con la cabeza, "No. El sospechoso llevaba una máscara negra". Señala el dormitorio, "Ma Xiao Fei está actualmente dentro". Bai Jin Xi y Zhou Xiao Zhuan miran hacia donde está apuntando. A través de la ligera apertura de la puerta, pueden ver a una mujer joven con un abrigo de policía sobre sus hombros; una de sus manos cubre parte de su rostro mientras se sienta a un lado de la cama llorando. Una mujer policía civil está en cuclillas frente a ella, consolándola. El cabello de Ma Xiao Fei está hecho un desastre, pero su tez de piel refinada y clara se puede ver desde un lado. Bai Jin Xi le hace un gesto a Zhou Xiao Zhuan para que se quede en la sala de estar mientras ella entra. Hay un corto pasillo entre la sala de estar y el dormitorio. La ventana en el pasillo también está cerrada. Un oficial criminal está en cuclillas en el suelo con la espalda hacia ella; Parece estar examinando algunas marcas en el suelo. Bai Jin Xi iba a pasarlo sin mirar, pero no pudo evitar observarlo. La espalda del oficial parece familiar, pero no puede recordar dónde lo ha visto antes. Lleva una chaqueta negra; Es bastante alto. Muchos oficiales criminales lucen bajos y voluminosos en la chaqueta, y nunca pueden mostrar correctamente sus figuras. Pero él es diferente. El gran cuero y el corte perfecto de la chaqueta muestran sus anchos hombros y cintura ajustada, acentuando su delgada figura. Su cabello negro es ondulado y corto, revelando los contornos de su cuello y el costado de su cara; justo pero tenaz. Extiende la mano para tocar la marca en la pared causada por un objeto aplastado contra ella. Lleva un par de delgados guantes de cuero negro. Bai Jin Xi rara vez ve a un oficial criminal usar este tipo de guante, lo que emite una sensación de frialdad y suavidad. Bai Jin Xi lo mira de nuevo antes de entrar en el dormitorio. ⭑✻✻✻⭒✼✼✼⭒✻✻✻⭑ "Con respecto a su rostro, ¿no pudiste verlo en absoluto?" Bai Jin Xi pregunta ligeramente sentado frente a Ma Xiao Fei. Ma Xiao Fei sacude la cabeza con lágrimas en los ojos, "Me hizo cerrar los ojos. No me atreví a abrirlos. Además, llevaba una máscara. Pero... por su cuerpo fornido, no es alguien que conozca... Bai Jin Xi asiente, "Está bien. Incluso si no pudieras ver cómo se veía, aún podremos atraparlo". Ma Xiao Fei se cubre la boca con las manos nuevamente. Su rostro está pálido y las lágrimas fluyen incontrolablemente. Ella recuerda la vergüenza y el miedo de todo. Cuando ese hombre la arrastró al dormitorio, la arrojó sobre la cama y le ató los brazos y las piernas, comenzó su pesadilla. El hombre sostuvo sus brazos juntos y luego se arrojó contra ella cara a cara sin piedad, haciéndola caer en el pozo más profundo de dolor e impotencia. Y luego le ordenó que se diera la vuelta y se agachara, donde luego comenzó de nuevo por detrás. Levantó la cabeza y miró por la ventana que no recordaba haber abierto; La ciudad cubierta de oscuridad, la fría luz de la luna y el sonido de una antigua campana sonando desde algún lugar desconocido. Fue tragada por la desesperación como una cascada. Al final, cuando pensó que había terminado, el hombre de repente le ordenó que se acostara nuevamente. Se arrodilló a un lado de la cama y comenzó a besar sus partes internas durante mucho tiempo. La hizo sentir aún peor y fue difícil de soportar. ⭑✻⭒✼⭒✻⭑ "Oh, lo recuerdo... Llevaba guantes", recuerda este detalle. Bai Jin Xi asiente. Ella mira los moretones que cubren todo su cuerpo, "¿Estos fueron hechos por él?" Ma Xiao Fei asiente con ojos llorosos, "Siguió retorciéndose y pellizcándome". "Ya veo", Bai Jin Xi continúa preguntando suavemente, "¿Dijo algo?" "No". La voz de Ma Xiao Fei es débil como un animal pequeño, "No dijo una palabra..." ⭑✻✻✻⭒✼✼✼⭒✻✻✻⭑ Bai Jin Xi está un poco aturdida cuando sale de la habitación. Ni siquiera escucha a Zhou Xiao Zhuan llamándola. Zhou Xiao Zhuan inmediatamente deja de llamarla y la sigue con una expresión seria en su rostro. Los otros investigadores criminales del equipo también conocen sus hábitos y ritmo para resolver crímenes, por lo que inconscientemente detienen lo que están haciendo y levantan la cabeza para mirarla. Bai Jin Xi camina hasta el centro de la sala de estar y luego levanta la cabeza para mirar a su alrededor. Justo cuando está a punto de aclararse la garganta para hablar, ve que ese hombre de antes está de espaldas. Entre este grupo de oficiales con estatura, peso y rasgos faciales promedio, es especialmente llamativo. Está parado frente a la ventana mientras toca la huella medio manchada en la pared con los dedos. Bai Jin Xi no puede evitar notar su par de manos cubiertas por guantes de cuero negro; delgado, en forma y guapo. Bai Jin Xi levanta la barbilla en su dirección y le pregunta al joven oficial a su lado con su voz normal: "¿Quién es este tipo?" Ese hombre continúa examinando la marca en la pared sin girar la cabeza. El joven oficial responde: "Oh, él es uno de los nuestros. Es amigo de la persona que llamó a la policía". En este momento, un oficial de la policía civil lleva a una joven a la habitación, "Oficial Bai, esta es Si Si, quien contactó a la policía. Su grabación está hecha. ¿Tienes algo que quieras preguntarle?" Bai Jin Xi y Zhou Xiao Zhuan se sorprenden al ver a la mujer entrar; Su largo cabello ondulado, cara bonita y espíritu cansado. ¿No es esa Si Si, a quien conocieron una vez antes? Y después de que Si Si también los ve, no parece estar tan sorprendida. Ella fuerza una sonrisa. Bai Jin Xi y Zhou Xiao Zhuan vuelven en razón y vuelven la cabeza al mismo tiempo para mirar al hombre parado junto a la ventana. "Si Si es amiga de Ma Xiao Fei. Ella también vive en el área", explica el joven oficial, "Cuando ocurrió el incidente, Ma Xiao Fei la llamó primero, y luego ella al... El detective Han llegó a la escena de inmediato". Antes de que termine de hablar, todos los investigadores criminales y policías civiles levantan la cabeza para mirar al hombre junto a la ventana con una expresión de sorpresa. "Han... ¿Chen?", Alguien dice, "Ese no puede ser el Han Chen del equipo provincial de investigación criminal, ¿verdad?" Los ojos de Bai Jin Xi están muy abiertos, mirando su espalda. Con la espalda frente a todos, Han Chen se levanta y se da la vuelta. "Lo siento, soy ese Han Chen". Su voz es profunda como un violonchelo en un ritmo lento; encantador de escuchar. Pero su tono es frío e indiferente. El sol ya ha salido; la luz brilla a través de la ventana, exponiendo el desorden por todo el piso, así como iluminando claramente su figura corporal y rasgos faciales. La multitud está atónita, incluida Bai Jin Xi. Es una cara muy joven y hermosa. Sus cejas son oscuras y gruesas acompañando sus ojos largos y estrechos. Debajo de su nariz alta y recta están sus labios ligeramente fruncidos. Es solo que es alto con piernas largas y usa una chaqueta negra con una camisa oscura mientras usa guantes de cuero negro, por lo que toda su aura parece fría y feroz. No parece un investigador criminal. Se parece más a un apuesto joven asesino. Echa un vistazo a su alrededor y detiene su mirada hacia Bai Jin Xi. Esos ojos; son profundas y hermosas cuencas oscuras acompañadas de pestañas gruesas. Sus pupilas son de color marrón oscuro que brillan con un toque de frialdad, como si no tuvieran calor, pero son nítidas y claras, penetrando en los corazones de los demás. Bai Jin Xi también lo está mirando. ‘Han Chen.’ Su famoso nombre truena dentro de ella. Ha resuelto muchos casos complicados; no hay un investigador criminal experimentado en la provincia K que no haya oído hablar de él. Solo ese joven oficial de cuerno verde de ahora es ajeno. Pero nadie hubiera pensado que él sería el Han Chen. El investigador criminal Han Chen, el detective número uno en la provincia K. La atmósfera se ha vuelto claramente incómoda. Los investigadores criminales se miran como si no supieran qué decir. Están conmocionados, emocionados, preocupados y curiosos al mismo tiempo. Dado que un pez tan grande ha aparecido en un lugar pequeño como este, no saben qué hacer. Han Chen se quita los guantes y se los mete en el bolsillo, "¿Estás a cargo de la escena aquí?" Tiene un auténtico acento de Beijing. Un poco grueso. Su enunciación es suave y rica con un toque de ligereza como un joven de Beijing. "Mm", responde Bai Jin Xi vagamente. Zhou Xiao Zhuan, por otro lado, ya está mostrando una cara extraña de no saber qué hacer. "Ven", camina de regreso a la ventana. Bai Jin Xi lo sigue. Los demás, incluido Zhou Xiao Zhuan, los ven irse a los dos y luego comienzan a volver al trabajo. Pero sus oídos están erguidos, escuchando a escondidas lo que están diciendo. El cielo es azul fuera de la ventana, y el sol ya ha salido de las capas de nubes, revelando su rostro. Bai Jin Xi mira hacia la ciudad vieja que gradualmente se está animando de nuevo, y luego se vuelve para mirarlo. Lo primero que nota son en realidad sus ojos; largas y estrechas cuencas profundas y las pestañas son delgadas, gruesas y negras. Y luego es su mano apoyada en el alféizar de la ventana; pálido y delgado, haciendo que las articulaciones se vean obvias; acompañados con su camisa oscura, se ven suaves y fríos al mismo tiempo. También está mirando a Bai Jin Xi. Su mirada es impasible. "Voy al grano", su voz es baja y poderosa, "Hay tres puntos principales en este caso..." Bai Jin Xi sonríe de repente. "¿Esto es lo que querías decir?", lo interrumpe de inmediato. Han Chen levanta las cejas gruesas y la mira. Los otros investigadores criminales también se han detenido a mirarlos. En el momento en que giran la cabeza, ven a Bai Jin Xi parada justo frente a Han Chen con las manos en los bolsillos. Ella está de pie recta y alta con la barbilla inclinada hacia arriba llena de orgullo. Sus ojos están ligeramente entrecerrados, luciendo tan llena de sí misma como puede estar. Bai Jin Xi gira la cabeza y ni siquiera mira a Han Chen. Ella regresa a la multitud de investigadores criminales, aplaude y se aclara la garganta, "Está bien. Voy a hablar sobre el caso, vengan y escuchen". Todos la miran, y luego a Han Chen. Bai Jin Xi dice de manera seria: "Voy a ir al grano. Con respecto a este caso, ya he..." Ella revela una leve sonrisa, "son tres puntos importantes". Todos los investigadores criminales se quedan mudos en el momento en que ella dice esto, y luego todos miran en dirección a Han Chen. ¡Y de repente se sienten iluminados! ¿Quién es Bai Jin Xi? ¡Ella es la detective local número uno de la estación de Guanhu! Todo el mundo la ha visto resolver muchos casos, por eso todos la escuchan. Además de Jefe de Distrito, todos los chicos la han aceptado como líder del equipo. Aunque Han Chen es bien conocido, sigue siendo su primer día. Para estos oficiales de bajo rango, él es una "leyenda"; un mito bastante poco realista. Bai Jin Xi claramente no respeta a Han Chen e incluso está provocando deliberadamente a esta persona mítica. ¿No podrían estar emocionados por esto? Bai Jin Xi mira a Han Chen. Su expresión no ha cambiado. Es solo que sus ojos se ven serenos, mirándola con calma. Ese par de ojos oscuros y profundos parecen filtrarse a través del alma de otros. Bai Jin Xi decide seguir descuidándolo. Ella mira a su alrededor con arrogancia y luego dice: "Tres puntos finales: 1. El sospechoso vive a menos de 5 km de la escena; 2. Sus horarios de trabajo son flexibles; 3. Su ocupación es: ama de llaves, conductor o repartidor". Retroceder Traducciones Menú Avanzar Read the full article
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No te asombres del silencio
Es que en otoño me desarmo
Siento como se suelta cada hoja,
Cada fragmento que ya no puede sostenerse.
Es que soñé ser una con la Tierra
Y ella me cuenta cómo ser.
Tiempo de dejar ir
Tiempo de que la brisa alivie la piel
Tiempo de cicatrizar con caricias
Eso me traes otoño:
Colores cálidos para mi,
Que me abrigan sin agobiar
Que me permiten amar el sol de las cinco
Ese que me recuerda que retirarse a tiempo
Es victoria
Es honroso
Y puede ser sin dolor
Es que para mi, la vida es más vida en otoño
Porque ese sol toca mi cara
Y soy una con todo
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El amor entre líneas, en silencio, sin letras llamativas, sin nombres escritos con tinta de neón; ese amor bonito, hechizado de ilusión, maravillado en la complacencia de esa melodía que bombea el corazón al sentirse lleno de emoción, y sólo por sentir el roce del amor en unas letras. ¡Oh, qué evento más dulce! ¡Qué caricia más sincera! Es lo que se suelta en la hoja, como el efluvio carmesí que brota de una enredadera; verso tras verso, prosa animada o un fragmento de un cuento tartamudo, escrito a la luz de la luna callada. ¿Y quién se da cuenta de ese amor? ¿Qué ojos pueden ver a través de dichos sentimientos? Quizás los elegidos o, tal vez, los que se dan por aludidos, sólo porque les tiembla la piel al ser testigos del leído frenesí. Al final, el destinatario sale sobrando cuando el poeta es el que el corazón se ha sacado.
— Esu Emmanuel©, Love between the lines, in silence, without flashy letters, without names written in neon ink; that beautiful love, bewitched by illusion, marvelling in the complacency of that melody that pumps the heart as it feels full of emotion, and just to feel the touch of love in a few letters. Oh, what a sweet event! What a sincere caress! It is what is released on the leaf, like the crimson effluvium bursting from a vine; verse after verse, animated prose or a fragment of a stammering tale, written in the quiet moonlight. And who notices that love? What eyes can see through such feelings? Perhaps the chosen ones or, perhaps, those who take it for granted, just because their skin trembles as they witness the frenzy read. In the end, the addressee is left out when the poet is the one whose heart has been drawn out.
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Idea “suelta”
Al fin tengo puto tiempo para poder hacer esto ¬¬ si, comenzando a las 12:03 am... pero bueno... tiempo es tiempo y créanme que estoy a una cosa de nada de comenzar a mandar a la chingada a todo el mundo de un modo que no debo... así que... tratare de respirar un poco y tratar de morder mas fuerte mi lengua a ver si la cerceno de una buena vez... como sea, a lo que vinimos todos XD
Muchas veces, inicio con un titulo, una imagen, una simple idea vaga y otras cosas mas... en fin, ayer ¿antier? en la noche me encontré con una hermosa imagen de Rusia chica enseñándole valed a México chica, se me hizo cómica la imagen ya que me recordó a un anime llamado “Princess tutu” ¿La han visto? si no es así, se las recomiendo muchísimo... ademas de los bonitos gráficos la trama es... *¬* 10000000000000000% recomendada
Bueno, esa trama (del anime) se basa en dos tramas (no daré muchos spoilers si es que no la han visto) pero, en primera instancia, se basa en un cuervo negro y un príncipe y así mismo, en un cisne negro y uno blanco (sumado a un caballero que muere luego luego de un modo inútil pero bueno)... como dije, no me meteré mucho para no dar spoilers (repito, les recomiendo que la vean, es no solo bonita, sino que te hará gritar de la emoción si les gustan las cosas que rompen la cuarta pared como Rusia y Urss rompen a México en sus lemons XD ok ya, le paro)
Joder que me desvió... ok, regresemos... la idea que tengo es suelta... como dije, inspirada principalmente en este anime así como en la imagen que vi (de cuyo artista lamento mucho que no pude ver porque iba a la carrera ¬¬) pero bueno, tengo varias ideas para “esta historia”
Idea uno
Una, como dije, basada al anime aunque diferente obviamente... no me gusta eso del copiar y pegar (una vez lo hice y no solo nadie me pelo... sino que me quedo horrible así que no) bien, como decía... la idea es de un príncipe blanco (seguramente USA... aun no lo decido) que ha peleado siempre contra Urss (el cuervo negro, igual, aun no decido que sea el... pero siento que igual queda...) sin embargo, el cuervo negro tiene “un hijo” que vendría siendo Rusia, el cisne negro quien pelea directamente contra el príncipe blanco... la cosa es que, el príncipe para derrotar y debilitar al cuervo destruyo su corazón y sus memorias en fragmentos que deben ser recuperados, aunque, al ser recuperados los recuerdos, la “prisión” que tiene a el cuervo negro, se romperá y el cuervo sera liberado, esto nadie lo sabe solo el príncipe (que ya no tiene memorias) así que nada... México, que seria aquí el cisne blanco, conoce a USA (El príncipe ya sin las memorias) y, deseando poder ayudarlo a aliviar su corazón y traerlo a la vida (mas parece un puto títere) decide ser quien se encargue de recuperar su corazón pue se ha enamorado de él... sin embargo, al ir tratando con el cisne negro, las cosas se van torciendo sin querer resultando plenamente en algo liado XD ya saben... no se me dan las historias lineales no se porque... XD
El punto es que la cosa acaba en que USA termina recordado antes de tiempo todo, el problema es que, tanto USA como Rusia (el príncipe y el cisne negro) terminan interesándose por el cine blanco... incluso el cuervo negro lo hace y es aquí donde comienzan los pedos, porque, aun mientras el cisne blanco busca los recuerdos de el príncipe blanco, jamas ataco ni lastimo al cisne negro, sino que siempre le ayudo, pues, seguido, en sus enfrentamientos, aun cuando el cine negro le llego a lastimar, el cisne blanco siempre estuvo ahí anudándole y curando sus heridas... así que, en teoría, es el cisne negro quien se enamora del blanco y lentamente el blanco se va enamorando del negro... el problema seria que ahora tanto el cuervo negro como el príncipe blanco son los malos por un decir XD y ahí esta el asunto XD ahora los dos cisnes en conjunto buscando poder sobrevivir a una pelea así de loca muajajajaja
Segunda versión (Porque con una no es suficiente nunca para mi)
Nunca he sido muy fan de que los buenos sean buenos y los malos completamente malos... quien me haya leído y mis historias debe de verlo bien... así que, en este caso, los malo son los buenos y los buenos los malos... ok, hasta yo me enrede XD... en un principio, existe una guerra, la guerra del cisne negro (que en realidad es un brujo, un cuervo negro transformado en cisne) que se supone, es muy malo y el príncipe blanco, otro brujo, trata de detenerlo; durante la batalla, conocen ambos a un cisne blanco que iba pasando (típico de México, lo meten en todo y ese pobre pendejo solo iba pasando XD hahaha) la cosa es que, supuestamente, el primero en acercarse al cisne blanco es el príncipe alegando que el cisne negro era de temer, malo y todo eso, pero, entre vaya avanzado la trama, se ira viendo que es en realidad el príncipe quien, fingiendo ser una buena persona, en realidad esta haciendo ver al cisne negro como el malo... el cisne negro solo es arisco y muy gruñón, pero no es malo... simplemente ha tenido una guerra de mucho tiempo con el príncipe blanco y ahora que el cisne blanco sin desearlo esta en medio, es deber del cisne blanco elegir el bando... aunque obviamente, quiero que se quede el cisne blanco (México) con el cisne negro (Rusia)... igual estas cosas podrían cambiar, pero no se, me agrada mas que sea USA el malo en esta historia y el que es doble moral... ya luego le haré una historia a el con México donde sea Rusia el malo... o porque no... también se me ocurre una tercera versión XD ahí les va
Tercera versión (Porque por ideas yo nunca... NUNCA paro)
Directamente basado en una canción que luego pondré en dos versiones (mas adelante explico) la idea es que Rusia, el cisne negro, un día, sin querer, conoció a un cisne blanco, diferente al resto, todo lo que es México vamos, ahorremos XD la cosa es que, Rusia se ha enamorado pero, el cisne blanco, tan libre como es, no parece darse cuenta de los sentimientos de Rusia así que, o se nos vuelve el Ruski un psicopata yandere sediento de sangre que termina hechizando a México o... se toma el otro camino largo sin tanta sangre y trata de enamorarlo a la tranquilita y tradicional sin muertos de por medio XD pero obvio, ganándose al final el corazón de México, sino, seria muy cruel XD
En fin, estas son mis ideas XD y como dije, son puras ideas sueltas y que muy posiblemente nunca voy a hacer porque joder ¿Ya vieron cuanto tengo en cuanto a fics? y aun lo que me faltan por publicar DX ... yo no podría hacer estas historias, por eso las presento aquí, para ver si alguien quiere hacerlas o si quiere usarlas de base para algo mas... como sea, hasta aquí llego yo XD ahora, les muestro una imagen inspirada en la otra imagen que les había contado, de Rusia chica y México chica... como sea, aquí son chicos que usan tutu porque me vale mierda y el tutu se ve mas lindo que los trajes de bailarinas masculinos todos gays...
Sep, la hoja estaba manchada pero no tenia donde mas hacer el maldito dibujo TTnTT lo siento, y bueno, obviamente se ve clara la diferencia en tamaño en cuanto a México y Rusia,... la idea era que, como Rusia era el cisne negro, se viera mas atemorizarte que México que se veía mas libre y sin preocupaciones... solo me quedo uke México... Rusia... se ve raro XD ... debieran de ver lo que me costo el puto brazo horrible XD y como no tenia mi teléfono cercas para ver como iban las poses pusss a puro ojo de buen cubero XP... ok, ahora si, les muestro algo genial XD
El primer vídeo es claramente una hermosa canción que joder, yo desde la primer vez que la he escuchado no he parado de escucharla (y de eso ya lleva años) y la segunda versión que les voy a mostrar es una que yo hice con otra ship de un anime hermoso (de cartas como podrán ver) pero que al menos te dirá las mentadas de madre que te va cantando la canción XD... volviendo al tema y antes de que me desvíe como siempre hago (igual que ahora) del primer vídeo, el anime presentado es del que previamente hablaba “Princess tutu” de hecho, fue porque encontré esta canción, que me vi la serie... ok, la muestro
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Muy bien, ese es el vídeo en su versión male (que esperaba mas pero bueno) (También tiene su versión original que es linda... puta, de este vídeo tiene un chingo de versiones o.o...) y la serie... ya se ven ahí algunos spoiles interesantes ¬u¬ pero como dije, vale mucho la pena verla, mas que nada por el asunto con un tipo todo odioso hijo de puta llamado Drossermayer o como se escriba el puto ese XD... ahora, mi versión subtitulada al español pa que sepan que dice...
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Una disculpa si no se ven bien las letras... era mi primea vez usando un pinche editor de vídeo y no se porque, pero siempre que trato de usarlos, por algún puto motivo, siempre tengo problemas y no me sale... no parece tan fácil como lo muestran los vídeo tutoriales ¬¬ y eso me encabrona... en fin... algún día, me gustaría hacer esta canción otra vez pero ahora versión en countryhumans o tal vez en undertale.. la canción es hermosa y perfecta para todo los fandoms
¡¡POR PUTA PIEDAD!!!!! ¿A quien tengo que pagarle con mi alma o mi dinero para que hagan esta canción al español??? quiero decir, un puto cover, no un subtitulo... en fin, es demasiado hermosa como para que se quede ahí... quiero que mas gente la vea y conozca XD (la canción) de la ship... yo hice lo que pude XD... bueno, creo que por ahora, eso seria todo XD
Moraleja... a veces es malo tener demasiada inspiración...
(Cofcofcofquieromataramimadreyamifamiliaaversiasitengomastiempolibreparapoderescribircofcofcof)
P.D: termine este post a las 12:40 y después de corregir sus errores de ortografía a las 12:58 am...
¡Me quiero ir a dorir pero aun falta mi hermana y no he escrito nada!!! DX
#Cosas mias#Mi arte#Mis videos#My art#Countryhumans#countryhumans mexico#countryhumans rusia#ideas#ideas sueltas#yaoi#mi y
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Aprendí que las cosas pasan cuando tienen que pasar, ni tarde ni muy temprano. Que dar todo no significa que recibirás todo, que una buena siembra no significa una buena cosecha. Que los momentos son cortos y por eso hay que disfrutarlos. Que las lágrimas no las merece quien las provoca, que el amor no se puede forzar y llega cuando menos lo esperas. Que puede haber amigos que son familia y familiares que son sólo desconocidos. Que nunca sabes quién te puede dar la espalda y que al dar la mano a un extraño puede devolverla, aún cuando hayan pasado muchos años sin verse. Que una relación se basa más en el respeto que en creer tener la razón o llamar al otro de tu propiedad, que no todos los hogares son felices y que más vale luchar por las cosas que esperar que lleguen por arte de magia. No todos cuentan con las mismas oportunidades y hay momentos en la vida que no se deben dejar escapar, que los adultos no llevan la verdad en la boca y la infancia es una etapa para reír o llorar por cosas que nos enseñan a caminar. Que más vale ser honesto que andar con una máscara y es mejor ver nuestros propios pasos, que andar juzgando a los demás o pisoteando a otros o hacer caso a quienes nos quieren derrumbar...
Aprendiendo a vivir, Joseph Kapone (Fragmento) Hojas sueltas, 2002.
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Por Trece Razones AU
Rated: Fiction M - Angst/Hurt/Comfort
Cinta 1, Lado A
¿Quién está listo para jugar?
Calles parisinas, 3:10 pm. Dos semanas después
Después de un agotador día, Adrien ya regresaba a su hogar en su limosina. Cansado, se estiró y recordó lo que había sucedido en el día.
En la clase de Cívica, habían vuelto a hablar del suicidio. Ya habían pasado dos semanas desde la muerte de Marinette, y aunque el colegio intentaba evitar alguna situación parecida, a los alumnos no les podía importar menos. El locker de Marinette estaba lleno de basura, de mensajes insultantes, y de fotos nada bonitas. Aunque el personal de limpieza del colegio lo limpiaba cada día, ese locker seguía terriblemente sucio.
Al bajar de la limosina, Adrien se dio cuenta que había algo esperándolo en la puerta de la mansión. Un paquete del tamaño de una caja de zapatos lo esperaba. Alguien había garabateado el nombre Adrien Agreste a toda prisa sobre la envolutra, así que él lo levantó y lo llevó dentro.
—Nathalie, abriré esto en mi cuarto.
Lo llevó a su habitación y lo apoyó sobre su escritorio. Sacó un par de tijeras, deslizó la hoja de la tijera alrededor del paquete y levantó la tapa. Dentro de la caja de zapatos había un tubo enrollado, envuelto en plástico de burbujas. Lo desenrolló, y descubrió siete cintas de audio sueltas.
Cada una tenía un número pintado con rojo, con lo que parecía esmalte de uñas.
Adrien se sintió confundido. Ya nadie usaba cintas de casete. ¿Cómo podría reproducirlas?
Recordó un pequeño almacén que había en la mansión, llena de cosas antiguas. Había visto ahí un radiocasete.
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Al volver, Adrien dejó caer su mochila al suelo, se sentó en su cama y agarró el radiocasete con sus dos manos. Oprimió el botón Eject, y la tapa de plástico se abrió lentamente, y el chico deslizó la primera cinta dentro.
Puso Play.
—Hola, chicos. Es Marinette. Marinette Dupain-Cheng. Es verdad. No ajusten su… cualquier dispositivo que estén usando para reproducir esto. Soy yo, en vivo y en estéreo. No habrán segundas presentaciones. Ni bises. Y esta vez, sí que ninguna solicitud. Agarren un snack, siéntense cómodos, porque estoy a punto de contarles la historia de mi vida. Más concretamente, por qué acabo mi vida. Y si estás escuchando estas cintas, tú eres uno de los motivos.
Adrien paró el dispositivo.
¿Marinette había grabado cintas de casete antes de morir? Qué dramática, pensó. Ella misma se lo buscó.
Le volvió a poner play.
—No te diré cuál cinta te involucra en la historia. Pero no temas, si has recibido esta hermosa cajita, tarde o temprano, tu nombre aparecerá. Lo prometo. Las reglas son muy simples…
—¡Adrien! — exclamó su padre.
Adrien, alterado, paró la grabación.
—¿Sí, padre?
—No olvides de tu sesión de modelaje mañana.
—Sí, padre.
—¿Qué haces?
—Yo… nada, nada, es para un trabajo de historia. Muy aburrido.
—Ah…— exclamó Gabriel, y se retiró.
Adrien respiró hondo, y activó el radiocasete de nuevo.
—Solo hay dos. Número uno: Escuchas. Número dos: Pasas las cintas al siguiente de la lista. Con suerte, ninguna de las dos reglas te será fáciles de seguir. Se supone que no debe ser fácil, en ese caso les hubiera enviado un MP3. Cuando terminen de escuchar los trece lados, porque siempre hay trece lados de cada historia, rebobina las cintas, vuelve a ponerlas en la caja, y pásaselo al siguiente. Oh, la caja debería incluir un mapa. Mencionaré varios lugares de la ciudad. No puedo obligarlos a ir, pero es si quieren. O pueden botarlo, y nunca lo sabré, ¿verdad?
Adrien le echó un vistazo a la caja. No había ningún mapa. Seguramente los primeros en escuchar las cintas lo botaron, cosa que no le sorprendió, ya que todos odiaban a Marinette.
—A quién le miento. Es obvio que lo primero que harán es botar el mapa. Bueno, en caso a que quieras romper las reglas, entiende que yo hice una copia de estas cintas, y se los di a alguien en quien confío, quien, si este paquete no pasa por los trece de ustedes, hará que las copias salgan a la luz de una forma muy pública. Esta decisión no ha sido improvisada. Hagan lo que digo, ni más, ni menos. Te están vigilando.
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15 minutos después
—¡Nino! — gritó Adrien al llegar a su casa.
—Hola.
—¿Me puedes prestar tu Walkman?
—No hay problema.
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Adrien caminaba de vuelta a su casa.
Metió la primera cinta en el Walkman de Nino, y le puso play.
—¿Lista, señorita Rossi?
Lila Rossi. Adrien lo supo al instante. Ella y Marinette habían tenido muchos problemas.
—Lila, querida, yo iba a darte una oportunidad. De veras. Pero lo enemistad entre dos chicas no tiene importancia, ¿o sí? Para mí la tiene. Para encontrarle un introducción a la historia, me remonté hacia ti. Y aquí es donde realmente comienza.
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Hace 9 meses
Marinette llegaba a la escuela apresuradamente, temprano por una vez en su vida. Era el día del concurso de diseño del señor Agreste, y ella no iba a desperdiciar ninguna ocasión de impresionarlo a él y a su hijo.
—¡Uf! Llegué, Alya— exclamó Marinette, mirando a su amiga.
—¿A ver, chica?
Marinette, orgullosamente, sacó un fólder se su maleta, lo abrió, y dejó al descubierto unos diseño bellísimos.
—Em, Marinette…
—¡¿Lo ven?! — gritó Lila. —¡Se ha copiado!
—¿Qué está pasando? — inquirió Marinette.
—Chica, tus diseños son iguales a los de Lila.
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—Sí Lila. Te habías copiado de mis diseños. No sé cómo, pero al verlos, eran exactamente iguales. Y obviamente, mentiste. Como siempre.
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—¡Marinette! ¿Cómo pudiste hacer eso? — gritó Mylène.
—¡Eso está mal! — exclamó Max.
—No creía que eras así, Marinette— dijo Alya.
—Marinette, creo que debemos discutir esto en un lugar más privado— dijo Lila con falsa modestia.
Marinette la miró con recelo.
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—Me llevaste a otro lado, y me despreciaste. Me hiciste sentir tan mal, Lila, y luego hiciste que perdiera a mis amigos. Lo que llevó a los sucesos de ese día.
Adrien sintió un escalofrío al recordar ese día.
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—Marinette, en verdad eres un chiste. ¿Crees que esos diseños son buenos, en verdad? Eres patética, y siempre serás una nadie. Nadie te reconocerá como diseñadora. Nadie querrá estar contigo. Ni Alya. Ni Adrien.
Le arrancó los papeles de la mano.
—En realidad, Marinette, tus dibujos parecen de una niñita de 5 años. ¿A eso le llamas talento? Me podría poner una bolsa de basura y me vería mejor que con esos diseños.
Rompió las hojas en pedazos, para el asombro de Marinette.
—Esto se merece estar en la basura.
Lo tiró, haciendo que caigan en un charco de agua y se mojaran completamente.
—Mira, Marinette así se ve mejor.
Se fue Lila, bien erguida, dejando a una Marinette desconsolada que se tragaba las lágrimas.
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—Y luego volviste, y mentiste de nuevo. Yo nunca, y digo nunca, le hice bullying ni daño alguno a Lila. Saben qué, sé que hay muchas versiones sobre eso. No sé cuál es la más famosa. Pero sí se cuál es la menos famosa.
La verdad.
Ahora bien, la verdad es la que no olvidarás.
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—¡Marinette! No puedo creerlo— dijo sollozando Lila al volver con el resto.
—Li, ¿qué pasó? — preguntó Rose.
—Marinette admitió copiar mis diseños. Me ha insultado, ¡me ha dicho que nunca ganaré!
—Oh, Lila, tranquila— dijo Kim.
Marinette volvió, y todos le lanzaron una mirada asesina.
—¿Ya te cansaste de hacer daño? — le preguntó Kim.
—No. Nunca se cansará. Por eso te digo, Marinette: eres una de las peores personas que conozco. Te aprovechas de las personas, mientes, te haces la inocente. Pero ya no más. Nadie va a soportar tus abusos.
Marinette estaba llorando, y todos los presentes la miraban con desprecio.
—Y algo más. Nunca tendrás el amor de Adrien. Adrien es un chico con un corazón de oro, y nunca soportaría a alguien con un corazón tan vil como tú. Te quedarás sin amigos. ¡Solo están contigo porque te tienen pena! Acéptalo, Marinette. Todos te detestan.
Marinette se fue al baño corriendo.
Y Alya ni siquiera había negado las palabras de Lila.
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—Me atacaste en mis puntos más débiles. Mi pasión. Mi mejor amiga. Y mi amor platónico. Por cierto, ¡hola, Alya! ¡hola, Adrien!
Adrien sintió un escalofrío cuando la chica pronunció su nombre.
—Y bueno, creo que todos saben lo que pasó.
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—¡¡AKUMA!!
Una adolescente que portaba un yoyó se paseaba por los techos parisinos. Tenía un traje negro con puntos rojos. Continuó saltando por la ciudad hasta llegar a su colegio.
—Hola. No me he cansado de hacer daño todavía…— escupió Miss Desgracia
—¡¿Marinette?!
—No. Soy Miss Desgracia ahora. Y todos ustedes pagarán.
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—Francamente, solo recuerdo de fragmentos de lo que sucedió. Caos, personas llorando, otras gritando, otras asesinándome con la mirada. Chat Noir llorando. Y todo el salón dándome la espalda.
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—Marinette, ¡para! — sollozó Alya. —No te preocupes, solo aguanta, Mari. Ladybug vendrá para salvarte.
—¿Conque Ladybug? — Marinette rio cruelmente. —Ladybug no vendrá, Alya. Ni ahora, ni nunca jamás.
Les dio la espalda a sus compañeros.
—Ladybug está muerta.
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—Lo único que recuerdo al levantarme del trance del akuma, que ví a Chat Noir llorando.
Lo llamé.
Él me miró con infinita tristeza y se fue.
Volteé a ver a la clase, y muchos lloraban, unos de tristeza, otros de rabia.
Desde ese día me llamaron asesina. Insensible. Malvada. Débil. Y una sarta de insultos. Me decían que me perdiera, que no vuelva, que me matara.
Bueno, en algo les hice caso. ¿Felices?
Luego recuerdo que tú, Lila, te acercaste y me diste un bofetón. Porque había matado a tu supuesta mejor amiga, Ladybug.
Yo sé que no es así.
Tú la odiabas.
Y pues, ¿cómo sé? Se enterarán luego.
Pasados unos días, sentía el desprecio de todos. Bromas. Pintadas. Burlas. Insultos. Papeles.
Ya sé. Ya sé lo que están pensando. Mientras contaba a historia, yo también pensaba lo mismo. ¿Una akumatización? Por más impactante que haya sido, ¿una akumatización hizo que te hicieras esto a ti misma?
No. Una akumatización arruinó mi reputación. Pronto, causó una cadena de efectos que arruinaron mi vida. A veces, una akumatización tiene un efecto bola de nieve.
Una akumatización causada por ti, Lila, es solo el comienzo.
Y esta vez, Lila, la asesina eres tú. Y todos los que estén escuchando esto.
¿Ahora se sienten tan bien al llamarme asesina? Se siente feo, ¿verdad?
Sí. Pero peor fue lo que me hicieron, lo que destruyó la poca autoestima que he tenido.
Voltea la cinta para seguir escuchando.
Adrien extendió la mano, listo para detener el casete.
—Y, Lila, cariño, no te vayas. No vas a poder la parte en la que vuelve a aparecer tu nombre.
Adrien mantuvo su dedo sobre el botón, escuchando el suave zumbido de los parlantes, el débil chirrido de los cabezales que enrollan la cinta, esperando a que Marinette continúe.
Pero ella no vuelve.
La primera cinta ha terminado.
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MiniGuía para leer los posos o borras del té: (1a parte)
Leer la borra del té es una práctica adivinatoria que nació en la India hace milenios y que se practicaba también en China.
Es una mancia sencilla, pues simplemente requiere observar atentamente el dibujo final y -por supuesto- un buen nivel de concentración al efectuar la pregunta.
Para saber qué le depara el porvenir con ayuda de las hojas de té, usted deberá contar sólo con té de hebras y una buena disposición. En esta nota encontrará detallados y en orden cada uno de los pasos a seguir.
TRES CONSEJOS A TENER EN CUENTA
Qué tipo de té utilizar
Es necesario usar hojas de té sueltas. Si se dispone únicamente de saquitos o bolsitas de té, se deberá romper el envoltorio del as mismas y volcar el contenido dentro de la taza. Igualmente se obtendrán mejores resultados con el té en hebras. El mejor tipo dé té a utilizar en esta práctica es el chino, Por otra parte, los tés hindúes o de mezclas presentan un gran contenido de fragmentos de todo tipo o tallos, los cuales no se combinan en forma dé figuras por lo que complican el proceso de adivinación.
Qué tipo de taza utilizar
El mejor tipo de taza que se puede utilizar es el de boca ancha y fondo no muy angosto. Las tazas pequeñas, por el contrario, son generalmente muy difíciles de leer dado que los símbolos no se pueden discernir claramente. Una taza de desayuno común y corriente es seguramente la mejor opción, sobre todo si es de superficie lisa. El interior deberá ser blanco y sin decoraciones o impresos de ninguna clase.
La lectura de las hojas
Dentro de la taza, las hojas de té aparecerán distribuidas y dispersas de una manera aparentemente fortuita y accidental; aunque no es exactamente así. El movimiento del brazo izquierdo controlado por la mente del consultante, tendrá mucho que ver en la distribución de las hojas.
Estas formarán toda clase de líneas, círculos y formaciones de puntos en las cuales se encontrarán símbolos o figuras ocultas. Para facilitar la búsqueda, será preciso mover la taza, rotándola lentamente para poder ver las hojas desde diferentes ángulos.
Lo que nunca debe hacerse al beber té
Jamás debe removerse el té en la tetera "a contramano", es decir de derecha izquierda, porque eso puede generar discusiones.
Si una mujer no desea quedar embarazada debe evitar servirse su infusión de la misma tetera que otra mujer que ya sea madre.
Siempre se debe agregar azúcar al té, antes que leche, pues de lo contrario el amor puede enfadarse.
Echar agua hirviendo en una tetera, y recién después las hojas de té, es de mal agüero.
RITUAL PREVIO, PASO A PASO
El ritual a llevar a cabo es muy simple:
1) El consultante deberá beber o drenar su té hasta dejar solamente la medida de una cucharadita de la bebida dentro de la taza.
2) Luego deberá tomar la taza por el asa y con su mano izquierda girarla tres veces enérgicamente de izquierda a derecha, en un movimiento decidido.
3) A continuación deberá invertir cuidadosamente la taza sobre el platillo, para drenar despacio el agua, permitiendo así que las hojas permanezcan dentro del recipiente.
4) Por último, deberá invertir la taza totalmente, colocándola boca abajo sobre el platillo y dejarla ahí por un minuto, permitiendo que las últimas gotas de humedad se escurran.
5) Este es el momento indicado para que el consultante concentre su atención en lo que desea preguntar.
6) Luego, y una vez que el líquido haya sido escurrido, el consultante procederá a leer los símbolos que habrán formado las hojas del té dentro de la taza. ATENCIÓN, no deberá alarmarse si durante el proceso de drenaje se perdieron algunas hojas. Esto es totalmente normal y no afectará el proceso de adivinación.
• El consultante deberá sostener la taza a leer en su mano, y deberá girarla cuidadosamente para no alterar los símbolos que irá leyendo. Es importante aclarar que los símbolos no se formarán si la humedad no ha sido previamente escurrida.
• El fondo de la taza representará aquellos sucesos por acaecer en un futuro lejano, mientras que los símbolos en las paredes de la taza representarán sucesos medianamente cercanos.
• Por último, todo símbolo que aparezca cerca del borde de la taza anunciará eventos muy prontos a ocurrir. Sin embargo, los presagios de realización más inminente son aquellos provenientes de los símbolos que aparecen más cerca del asa.
La mejor taza que puede elegirse para leer luego la borra del té es aquella que posea boca ancha y fondo no muy angosto.
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"Cartas sin formato"
<<Me preguntó, entre tantas preguntas>> que inusual provocación caer en esa repuesta que se devuelve a una interrogación... Un deseo a dar una repuesta, como el loco buscando su cordura ¡Qué sed esta!; La que se consume al ver que tiembla el juicio buscando una aclaración, así me hago un sediento consumado, descartando teorías y tambaleando entre las experiencias dejándome en el borde de la cuerda con más divagaciones; si, no, quizás, tal vez.. mejor volver al no por causalidad de pronto llegó al si...
Lista de colores sobresaliendo en el lomo de los cuadernos, la mayoría tiende al gris. Notas dobladas entre cada tapa... y me sé cuántas hojas sueltas he puesto entre cada página... ¿Quizás se parecen un poco a mí, a mi desorden en su rigurosa escala de sensaciones.. demasiada lógica entre sus tachones y lírica esparcida? Los cuento con los dedos en la boca, besando su color sin tocar su filo, haciendo de los números fechas y situaciones... "Ese de allí tienes quizás 30 hojas sueltas de diferentes tamaños y colores, además la caligrafía varía algunas párrafos, a veces cursiva, redonda o alargada o en todas en cada línea.. también me sé cuántos dibujos he arañado en sus puntas, es un manía para desenredar a mis dedos dormidos en su ansiedad" suele ser así las letras: llegan y se leen en todo lo que veo y entonces quiero escribir, pero lo difícil a veces es que llegan, ¿Cuándo o cómo? solo me toman, y yo suelo olvidar la línea anterior y reír de ira, burla y desconcierto de no poder retener un fragmento de lo que he escrito. Ese blanco que me observa y se explota en texturas, tonos y sabores... es como un beso que ha sangrado al ver el final del mismo, ya que puedo sentir una alegría al ver como las letras se acomodan y creo que me gusta, pero también olvido y me presento con disfraces que se repercuten en mis divagaciones, o puedo caer entre un dolor que apunta entre cada espacio que no lleno y se cae lento en lo no escrito.
Un suspiro que navega entre los renglones "letras" ¿Cuántos aplausos ahogados tendrán esas letras? ¿Cuánto ojos se llevarán su propio color de aquella letras que no tiene un color definido? ¿Cuánto podrán valer si las junto y las peso? ¿Cuántos sentimientos han escuchado y guardado entre su silencio? ¿Cuánto emociones por descubrir de otra nueva conjugación? Un mar de preguntas que varían de respuesta y de nuevas preguntas... Ahora solo coloco otra hoja suelta entre un cuaderno de borde azul oscuro, la dejo allí para su anclaje al barco blanco que se eleva a mi maleta, que se ha de acoplar en mi cuarto y dormir entre un suspiro. Solo llegan y se van a popa
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Lo efímero del cuerpo
Bieguni —título original de la obra— «alude a los fieles de una antigua secta que sostenía que solo el viaje constante permitía escapar a la maldad del diablo» (Ródenas, 2019). Los errantes es una serie de relatos que tienen lugar en diferentes partes del mundo. Tokarczuk, ciudadana del mundo, observa a personas de todo el mundo durante sus viajes, en los aeropuertos, y los transforma en sus personajes.
Entre los relatos de Tokarczuk se experimenta la inquietud a través de las reflexiones de la autora. Algunos fragmentos dan la sensación de caos, como un laberinto sin salida. Es en estos momentos donde los personajes tienen la oportunidad de descubrirse a sí mismos y al mundo que les rodea. Los personajes experimentan lo efímero de la vida a través de sí mismos, a través de sus cuerpos: «(…) se dejó poseer por una peculiar obsesión relacionada con su inexplicable dolor. Y obsesionarse significa presentir la existencia de un lenguaje individual, irrepetible, que, usado sin miedo, nos permitirá desvelar la verdad [cursivas por el autor]» (“Cartas a la pierna amputada”, p. 162).
La RAE define ‘efímero’ como algo que es «pasajero, de corta duración». Aunque se trata de una definición sencilla de comprender, Borges ahonda en el concepto y lo clasifica en el tercer tipo de eternidad inmanente: «eternidad de lo efímero». Esta le corresponde al hombre consciente del tiempo, quien, además, encuentra su eternidad tomando distancia de este.
Por tanto, aquellos que se aferran al instante, pierden la noción del tiempo. Por eso hay quienes viven en recuerdos; personas que habitan en lugares pasajeros, de corta duración. Tal es el caso de Philip Verheyen, anatomista. Verheyen, aún en su época de estudiante, se rasgó la pierna con un clavo. Al tiempo, la herida se infectó por lo que fue necesario amputar su pierna.
El capítulo «Cartas a la pierna amputada» alude a la relación que Verheyen aún mantenía con su pierna, dedicándole algunas palabras. En este momento de la narración, Verheyen acaba de fallecer, dejando su legado a su discípulo Willem Van Horssen, quien narra esta parte de la historia. Comienza introduciendo las «hojas sueltas» que le fueron entregadas tras la muerte de Verheyen:
Las hojas sueltas que me entregaron tras la muerte de Verheyen me sumieron en un estado de confusión. En los últimos años de su vida, mi maestro apuntaba sus pensamientos en forma de cartas dirigidas a una destinataria peculiar (…). Pero si se leen con atención estas notas (…), se distinguirá en ellas el relato de un viaje hacia una tierra ignota y un intento de esbozar su mapa (“Cartas a la pierna amputada”, p. 162).
El cuerpo es la forma en que el ser humano se relaciona con el mundo porque lo habita. El cuerpo es un «lugar de conexión de lo consciente con lo inconsciente, con lo biológico culturalmente formado y condicionado, pero además es punto de encuentro con lo desconocido que hay en el ser humano» (Febles, 2013). Verheyen pareciera aceptar la pérdida de la extremidad, sin embargo, mantiene una relación con ella. A pesar de conservar aún tres extremidades, se aferra a una sola, como si esta fuese su conexión con el mundo.
Así, pues, Verheyen comenzó a experimentar molestias en el «miembro fantasma». Durante mucho tiempo, este fenómeno se atribuyó a la psicología, sin embargo, ahora se ha encontrado una respuesta fisiológica natural. Aun así, Verheyen se plantea las interrogantes:
¿Por qué me duele aquello que no existe? ¿Por qué noto esa falta, siento esa ausencia? ¿Estaremos condenados a ser un todo y cada desmembramiento, cada descuartizamiento, no es más que una apariencia que solo se manifiesta en la superficie, mientras que por debajo el plan se mantiene intacto e invariable? (“Cartas a la pierna amputada”, p. 164).
En la búsqueda de respuestas, le dedica palabras a su pierna amputada. Estas reflexiones, por su parte, son para Verheyen una forma de acercarse a la extremidad y, por tanto, a la relación que solía tener con el mundo. Así como expresa Finol (2009): «En cierto modo, el cuerpo es nuestro capital simbólico mínimo: con él nacemos, aparecemos ante el mundo y decimos, antes que cualquier otro mensaje, que estamos ahí, que somos, que existimos» (El cuerpo como signo, p. 128).
En sus últimas cartas, Philip comenzó a concluir sobre el poder de la razón intuitiva. En su escritura, reflexionaba sobre la importancia de ser conscientes de la intuición: «(…) experimentaríamos gran alivio y purificación. Ya no nos afectaría perder nuestros bienes, el transcurso del tiempo, el envejecimiento ni la muerte» (“Cartas a la pierna amputada”, p. 163). Estas palabras se interpretan como el consuelo que Verheyen se daba a sí mismo.
«Escribir es una forma de preservar la vida que ya no está», expresa Cabanilla (2021). Verheyen permaneció en lo que fue, en la pierna que alguna vez tuvo. Mantuvo una relación con su extremidad cortada, de la cual dejó evidencia escrita. Su tiempo con ambas piernas fue corto: experimentó lo efímero a través de su cuerpo.
REFERENCIAS
Amil, R., Cazes, M. (2013). El cuerpo y el espacio en la nueva psicología. V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX Jornadas de Investigación. Buenos Aires.
Ayén, X. (2020). Olga Tokarczuk, premio Nobel de Literatura: “Quiero emborrachar al lector”. La Vanguardia. Recuperado de https://bit.ly/3x0oPzP
Cabanillas, C. (2021, junio). Salí del ruido. Mailchimp Newsletter.
Febles, M. (2013). La categoría cuerpo en psicología. Revista Amazónica. XI (2), pp. 260-265.
Finol, J. (2009). El cuerpo como signo. Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento. 6 (1), pp. 115-131.
Jiménez, K. (2017). Ajuste psicosocial en pacientes amputados: la psicología en el contexto sanitario. Revista Cúpula. 31 (2), pp. 8-43.
Martínez, A., Serrano, M. (2017) Análisis correlacional entre impacto emocional y la prevalencia del síndrome del miembro fantasma en pacientes amputados en Hospitales de la ciudad de Cuenca-Ecuador. Universidad del Azuay.
Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23ª ed., [versión 23.4 en línea]. ˂ https://dle.rae.es/ef%C3%ADmero?m=form˃ [24 de mayo de 2021].
Ródenas, D. (2019). ‘Los errantes’: la conservación de lo efímero. El Periódico. Recuperado de https://bit.ly/2TKonr7
Rodríguez, F. (2002). La efímera eternidad de lo efímero: comentario a un libro de Juan Arana. Thémata, revista de filosofía. Volumen (28), pp. 322-331.
Tokarczuk, O. (2007). Cartas a la pierna amputada. Los errantes. Editorial Anagrama.
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[...] En la vida existe un valor que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir.
El destino, al igual que todo lo humano, no se manifiesta en abstracto, sino que se encarna en alguna circunstancia, en un pequeño lugar, en una cara amada, o en un nacimiento pobrísimo en los confines de un imperio.
Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.
El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizás más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.
En el momento, nuestras vidas nos parecen escenas sueltas, una al lado de la otra, como tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo. Mi memoria está compuesta de fragmentos de existencia, estáticos y eternos: el tiempo no pasa, entre ellos, y cosas que sucedieron en épocas muy remotas entre sí están unas junto a otras vinculadas o reunidas por extrañas antipatías y simpatías. O acaso salgan a la superficie de la conciencia unidas por vínculos absurdos pero poderosos, como una canción, una broma o un odio común. Como ahora, para mí, el hilo que las une y que las va haciendo salir una después de otra es cierta ferocidad en la búsqueda de algo absoluto, cierta perplejidad, la que une palabras como hijo, amor, Dios, pecado, pureza, mar, muerte.
- Ernesto Sabato
La resistencia.
https://www.facebook.com/elalberguedelasmujerestristes/
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Me siento suelta como las hojas de un sauce viejo
que tambalean con el viento, van y vuelven en el tiempo,
viajo en las galaxias de las esquinas de mi mente,
que se multiplican y se caen las paredes.
Me levanté con los ojos de luna,
grises, profundos, llenos de locura,
la piel brillante como las pepitas de oro en la arena
formo un origami complejo doblando mis piernas.
Me transformé en todo lo que mi mente soñó,
fui lo mejor, y también fui lo peor,
me volví una pesadilla para quienes no me sostuvieron,
y ahora quiero ser un ángel para quienes me quisieron.
Escribo al compás de la música de los Beatles,
muevo la cabeza como en las escenas del cine,
mis manos caminan solas sin que yo las maneje,
el teclado parece embrujado por como se retuerce.
Me enamoro de la mirada que atraviesan mis fotos,
no asimilo que soy yo, simplemente veo a muchos otros,
me separo y me fragmento como si fuera una estrella de mar,
soy tantas personas en un mismo lugar.
Podría ser el poema más extenso del mundo,
porque mis dedos no paran de escribir sin tapujos,
mi imaginación vuela como los pájaros en primavera,
y no parece querer aterrizar a tierra.
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UN RECUERDO NAVIDEÑO
TRUMAN CAPOTE
I
maginen una mañana a fines de noviembre. Una mañana al comienzo del invierno, hace más de veinte años. Piensen en la cocina de un viejo caserón de pueblo. Su característica principal es una estufa negra enorme; pero tiene también una mesa redonda muy grande y una chimenea con un par de mecedoras, frente a ella. Precisamente hoy comienza la estufa su temporada de rugidos. Una mujer de gastado pelo blanco está de pie junto a la ventana de la cocina. Tiene puestas unas zapatillas de tenis y un pulóver gris muy deformado sobre un veraniego vestido de algodón. Es pequeña y vivaz, como una gallina Bantam; pero tiene los hombros horriblemente encorvados, debido a una prolongada enfermedad juvenil. Su rostro es notable, semejante al de Lincoln, igual de marcado, y teñido por el sol y el viento; pero también es delicado, de huesos finos, y con unos ojos de color jerez y expresión tímida.
-¡Dios mío! -exclama, y su aliento empaña el cristal-. ¡Ha llegado la temporada de las tartas de frutas!
La persona con la que habla soy yo. Tengo siete años; ella, sesenta y tantos. Somos primos, muy lejanos, y hemos vivido juntos, bueno, desde que recuerdo. En la casa también viven otras personas, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros y nos hacen llorar frecuentemente, en general, apenas tenemos en cuenta su existencia. Los dos somos el mejor amigo del otro. Ella me llama Buddy, en recuerdo de un chico que había sido su mejor amigo, hace ya mucho tiempo. El otro Buddy murió de pequeño, en los años ochenta del siglo pasado. Ella sigue siendo pequeña.
-Lo sabía antes de levantarme de la cama -dice, volviéndole la espalda a la ventana y con una mirada de excitación determinada-. La campana del patio sonaba fría y clarísima. Y no cantaba ningún pájaro; se han ido a tierras más cálidas, ya lo creo que sí. Mira, Buddy, deja de comer galletas y ve por nuestro carricoche. Ayúdame a buscar el sombrero. Tenemos que preparar treinta tartas.
Siempre ocurre lo mismo: llega cierta mañana de noviembre, y mi amiga, como si oficialmente inaugurase esa temporada navideña anual que le dispara la imaginación y reaviva el fuego de su corazón, anuncia:
-¡Ya es hora de preparar las tartas! Ve por nuestro carricoche. Ayúdame a buscar el sombrero. Y aparece el sombrero, que es de paja, bajo de copa y muy ancho de ala, y con untado de rosas de terciopelo marchitadas por la intemperie: antiguamente era de una parienta que vestía muy a la moda. Guiamos juntos el carricoche, un destartalado cochecito de niño, por el jardín, camino de la arboleda de pacanas. El cochecito es mío; es decir que lo compraron para mí cuando nací. Es de mimbre, y está bastante destrenzado, y sus ruedas se mueven como las piernas de un borracho. Pero es un objeto fiel; en primavera lo llevamos al bosque para llenarlo de flores, hierbas y helechos para las macetas de la entrada; en verano, amontonamos en él toda la parafernalia de las meriendas campestres, junto con las cañas de pescar, y bajamos hasta la orilla de algún riachuelo; en invierno también tiene algunas funciones: es la camioneta en la que trasladamos la leña desde el patio hasta la chimenea, y le sirve de cálida cama a Queenie, nuestra pequeña terrier naranjada y blanca, un pachorriento animal que ha sobrevivido a mucho malhumor y a dos mordeduras de serpiente de cascabel. En este momento Queenie anda trotando detrás del carricoche.
Al cabo de tres horas nos encontramos de nuevo en la cocina, descascarando una carga de pacanas que el viento ha hecho caer de los árboles. Nos duele la espalda de tanto agacharnos a recogerlas: ¡qué difíciles han sido de encontrar (pues la parte principal de la cosecha se la han llevado, después de sacudir los árboles, los dueños de la arboleda, que no somos nosotros) bajo las hojas que las ocultaban, entre los pastos engañosos y helados! ¡caaracrac! Un alegre crujido, fragmentos de truenos en miniatura que resuenan al partir las cáscaras mientras en la jarra de leche sigue creciendo el dorado montón de dulce y aceitosa fruta marfileña. Queenie comienza a relamerse, y de vez en cuando mi amiga le da furtivamente un pedacito, pese a que insiste en que ni siquiera nosotros las probemos.
-No debemos hacerlo, Buddy. Si empezamos, no habrá quien nos pare. Y no tenemos suficientes, ni siquiera con las que hay. Son treinta tartas.
La cocina va oscureciéndose. El crepúsculo transforma la ventana en un espejo: nuestros reflejos se mezclan con la luna ascendente mientras seguimos trabajando junto al hogar y a la luz de la chimenea. Por fin, cuando la luna ya está muy alta, echamos las últimas cáscaras al fuego suspirando al unísono, observando cómo van encendiéndose. El carricoche está vacío; la jarra, llena hasta el borde.
Cenamos (galletas frías, jamón, dulce de zarzamora) y hablamos de lo del día siguiente. Al día siguiente empieza el trabajo que más me gusta: ir de compras. Cerezas y cidras, jengibre y vainilla y piña hawaiana en lata, pacanas y pasas y nueces y whisky y, oh, un montón de harina, manteca, muchísimos huevos, especias, esencias: pero ¡nos hará falta un pony para tirar del carricoche hasta casa!
Pero, antes de comprar, queda la cuestión del dinero. Ninguno de los dos tiene ni cinco. Solamente las limitadas cantidades que los otros habitantes de la casa nos proporcionan muy de vez en cuando (ellos creen que una moneda de diez centavos es una fortuna); y 10 que nos ganamos por medio de diversas actividades: organizar sorteos de cosas viejas, vender baldes de zarzamoras que nosotros mismo recogemos, tarros de mermelada casera y de dulce de manzana y de durazno en conserva, o recoger flores para bodas y funerales. Una vez ganamos el septuagésimo noveno premio, cinco dólares, en un concurso nacional de rugby. Y no porque sepamos ni jota de rugby, sino porque participamos en todos los concursos de los que tenemos noticia: en este momento nuestras esperanzas se centran en el Gran Premio de cincuenta mil dólares que ofrecen por inventar el nombre de una nueva marca de café (nosotros hemos propuesto “A.M.”; y, después de dudarlo un poco, porque a mi amiga le parecía sacrílego, como eslogan, “¡A.M.! ¡Amén!”).1 Sinceramente, nuestra única actividad provechosa de verdad fue lo del Museo de Monstruos y Feria de Atracciones que organizamos hace un par de veranos en una leñera. Las Atracciones consistían en proyecciones de linterna mágica con imágenes de Washington y Nueva York prestadas por un familiar que había estado en esos lugares (y que se puso furioso cuando se enteró del motivo por el que se las habíamos pedido); el Monstruo era un pollito de tres patas, recién incubado por una de nuestras gallinas. Toda la gente de por aquí quería ver al pollito: les cobrábamos cinco centavos a los adultos, y dos a los niños. Y llegamos a ganar nuestros buenos veinte dólares antes de que el museo cerrara sus puertas debido a la defunción de su principal estrella.
Pero entre unas cosas y otras vamos acumulando cada año nuestros ahorros navideños, el Fondo para Tartas de Frutas. Guardamos bien escondidos estos ahorros en un viejo monedero, debajo de una tabla suelta que está debajo del piso que está debajo del orinal que está debajo de la cama de mi amiga. Sólo sacamos el monedero de su seguro escondrijo para hacer un nuevo depósito, o, como suele ocurrir los sábados, para algún retiro; porque los sábados me corresponden diez centavos para el cine. Mi amiga no ha ido jamás al cine, ni tiene intención de hacerlo:
-Prefiero que me cuentes la historia, Buddy. Así puedo imaginármela mejor. Además, las personas de mi edad no deben gastar la vista. Cuando se presente el Señor, quiero verle bien.
Aparte de no haber visto ninguna película, tampoco ha comido en ningún restaurante, viajado a más de cinco kilómetros de casa, recibido o enviado telegramas, leído nada que no sean tebeos y la Biblia, usado cosméticos, pronunciado malas palabras, deseado a nadie mal alguno, mentido a conciencia, ni dejado que ningún perro pasara hambre. Y éstas son algunas de las cosas que ha hecho, y que suele hacer: matar con una azada la más grande serpiente de cascabel jamás vista en este condado (dieciséis cascabeles), tomar rapé (en secreto), domesticar colibríes (desafío a cualquiera a que lo intente) hasta conseguir que se mantengan en equilibrio sobre uno de sus dedos, contar historias de fantasmas (tanto ella como yo creemos en los fantasmas) tan estremecedoras que te dejan helado hasta en julio, hablar consigo misma, pasear bajo la lluvia, cultivar las camelias más bonitas de todo el pueblo, aprenderse la receta de todas las antiguas recetas curativas de los indios, entre otras, una fórmula mágica para quitar verrugas.
Ahora, terminada la cena, nos retiramos a la habitación que hay en una parte alejada de la casa, y que es el lugar donde mi amiga duerme, en una cama de hierro pintada de rosa furioso, su color preferido, cubierta con una colcha hecha de retazos. En silencio, saboreando los placeres de los conspiradores, sacamos de su escondrijo secreto el monedero y derramamos su contenido sobre su colcha. Billetes de un dólar, enrollados como un cigarrillo y verdes como brotes de mayo. Oscuras monedas de cincuenta centavos, tan pesadas que sirven para cerrarle los ojos a un muerto. Hermosas monedas de diez centavos, las más alegres, las que tintinean de verdad. Monedas de cinco y veinticinco centavos, tan pulidas por el uso como guijarros de río. Pero, sobre todo, un horrible montón de olorosas monedas de un centavo. El verano pasado, otros habitantes de la casa nos contrataron para matar moscas, un centavo por cada veinticinco moscas muertas. Ah, aquella carnicería de agosto: ¡cuántas moscas volaron al cielo! Pero no fue un trabajo que nos llenara de orgullo. Y, mientras vamos contando los centavos, es como si volviésemos a contar moscas muertas. Ninguno de los dos tiene habilidad para los números; contamos despacio, restamos, y volvemos a empezar. Según los cálculos de ella, tenemos 12,73 dólares. Según los míos, 13 dólares exactamente.
-Espero que te hayas equivocado, Buddy. Más vale andar con cuidado si son trece. Se nos desinflarán las tartas. O enterrarán a alguien. Por Dios, en mi vida se me ocurriría levantarme de la cama un día trece.
Lo cual es cierto: se pasa todos los días trece en la cama. De modo que, para asegurarnos, sacamos un centavo y lo tiramos por la ventana.
De todos los ingredientes que utilizamos para hacer nuestras tartas de frutas no hay ninguno tan caro como el whisky, que, además, es el más difícil de comprar: su venta está prohibida por el Estado. Pero todo el mundo sabe que se le puede comprar una botella a Mr. Jajá Jones. Y al día siguiente, después de haber terminado nuestras compras más prosaicas, nos encaminamos al bar de Mr. Jajá, un “pecaminoso” (por citar la opinión pública) bar de pescado frito y baile que está a la orilla del río. No es la primera vez que vamos allí, y con el mismo propósito; pero los años anteriores hemos hecho tratos con la mujer de Jajá, una india de piel negra como la tintura de yodo, brillante cabello oxigenado, y apariencia de muerta de cansancio. De hecho, jamás hemos visto a su marido, aunque hemos oído decir que también es indio. Un gigante con cicatrices de cuchillazos en las mejillas. Le llaman Jajá por lo serio, nunca se ríe. Cuando nos acercamos al bar (una amplia cabaña de troncos, adornada por dentro y por fuera con guirnaldas de lamparitas desnudas pintadas de colores vivos, y situada en la embarrada orilla del río, a la sombra de unos árboles por entre cuyas ramas crece el musgo como niebla gris) detenemos nuestro paso. Incluso Queenie deja de brincar y permanece cerca de nosotros. Ha habido asesinatos en el bar de Jajá. Gente descuartizada. Descalabrada. El mes próximo irá al juzgado uno de los casos. Naturalmente, esta clase de cosas suceden por la noche, cuando suena el tocadiscos y las lamparitas pintadas royectan demenciales sombras. De día, el local de Jajá es destartalado y está desierto. Llamo a la puerta, ladra Queenie, grita mi amiga:
– ¡Mrs. Jajá! ¡Eh, señora ¿Hay alguien en casa?
Pasos. Se abre la puerta. Nuestros corazones se detienen. ¡Es Mr. Jajá Jones en persona! Es un gigante; y tiene cicatrices; y no sonríe. Nos lanza miradas llameantes con sus satánicos ojos rasgados, y quiere saber:
– ¿Qué quieren de Jajá?
Durante un instante nos quedamos tan paralizados que no podemos hablar. Al rato, mi amiga encuentra una media voz, apenas una vocecita susurrante:
– Si no le importa, Mr. Jajá, queremos un litro del mejor whisky que tenga.
Los ojos se le rasgan incluso más. ¿No es increíble? ¡Mr. Jajá está sonriendo! Hasta riendo.
-¿Cuál de los dos es el bebedor?
– Es para hacer tartas de frutas, Mr. Jajá. Para cocinar.
Esto le templa el ánimo. Frunce el ceño.
-Qué manera de tirar un buen whisky.
No obstante, se hunde en las sombras del bar y vuelve unos cuantos segundos después con una botella de contenido amarillo margarita, sin etiqueta. Muestra su centelleo a la luz del sol y dice:
-Dos dólares.
Le pagamos con monedas de diez, cinco y un centavo. De repente, mientras hace sonar las monedas en la mano cerrada, como si fuesen dados, se le suaviza la expresión.
– ¿Saben lo que les digo? -nos propone, devolviendo el dinero a nuestro monedero-. Páguenmelo con unas cuantas tartas de frutas.
De vuelta a casa, mi amiga comenta:
-A mí me ha parecido un hombre encantador. Pondremos una tacita de pasas de más en su tarta.
La cocina negra, cargada de carbón y leña, brilla como una calabaza iluminada. Giran velozmente los batidores de huevos, dan vueltas como locas las cucharas en ollas cargadas de manteca y azúcar, endulza el ambiente la vainilla, lo hace picante el jengibre; unos olores combinados que hacen que te pique la nariz saturan la cocina, empapan la casa, salen volando al mundo arrastrados por el humo de la chimenea. A los cuatro días hemos terminado nuestra tarea. Treinta y una tartas, ebrias de whisky, se tuestan al sol en los estantes y los alféizares de las ventanas.
– ¿Para quién son?
Para nuestros amigos. No necesariamente amigos de la vecindad: de hecho, la mayor parte las hemos hecho para personas con las que quizá sólo hemos hablado una vez, o ninguna. Gente con la que nos hemos encaprichado. Como el presidente Roosevelt. Como el reverendo J. C. Lucey y señora, misioneros bautistas en Borneo, que el pasado invierno dieron unas conferencias en el pueblo. O el pequeño afilador que pasa por aquí dos veces al año. O Abner Packer, el conductor del autobús de las seis que, cuando llega de Mobile, nos saluda con la mano cada día al pasar delante de casa envuelto en una nube de polvo. O los Wiston, una joven pareja californiana cuyo automóvil se rompió una tarde ante nuestro portón, y que pasó una agradable hora charlando con nosotros (el joven Wiston nos sacó una foto, la única que nos han sacado en nuestra vida). ¿Es debido a que mi amiga siente timidez ante todo el mundo, excepto los desconocidos, que esos desconocidos, y otras personas a quienes apenas hemos tratado, son para nosotros nuestros más auténticos amigos? Creo que sí. Además, los cuadernos en donde conservamos las notas de agradecimiento con membrete de la Casa Blanca, las ocasionales comunicaciones que nos llegan de California y Borneo, las postales de un centavo firmadas por el afilador, hacen que nos sintamos relacionados con unos mundos llenos de acontecimientos, situados muy lejos de la cocina y de su precaria imagen de un cielo recortado.
Una rama desnuda de higuera decembrina araña la ventana. La cocina está vacía, han desaparecido las tartas; ayer llevamos las últimas al correo, cargadas en el carricoche, y una vez allí tuvimos que vaciar el monedero para pagar las estampillas. Estamos en la ruina. Es una situación que me deprime notablemente, pero mi amiga está empeñada en que lo celebremos: con los dos centímetros de whisky que nos quedan en la botella de Jajá. A Queenie le echamos una cucharada en su café (le gusta el café aromatizado con achicoria, y bien cargado). Dividimos el resto en un par de vasos de gelatina. Los dos estamos bastante atemorizados ante la perspectiva de tomar whisky solo; su sabor provoca en los dos expresiones beodas y amargos estremecimientos. Pero al rato comenzamos a cantar simultáneamente una canción diferente cada uno. Yo no me sé la letra de la mía, sólo: Ven, ven, ven a bailar cimbreando esta noche. Pero puedo bailar: eso es lo que quiero ser, bailarín de claqué en películas musicales. La sombra de mis pasos de baile anda de joda por las paredes; nuestras voces hacen sonar la porcelana; reímos como tontos: se diría que unas manos invisibles están haciéndonos cosquillas. Queenie se pone a rodar, patalea en el aire, y algo parecido a una sonrisa tensa sus labios negros. Me siento ardiente y chispeante por dentro, como los troncos que se desmenuzan en el hogar, despreocupado como el viento en la chimenea. Mi amiga baila un vals alrededor de la estufa, sujetando el dobladillo de su pobre pollera de algodón con la punta de los dedos, como si fuera un vestido de noche: Muéstrame el camino de vuelta a casa, está cantando, mientras rechinan en el piso sus zapatillas de tenis. Muéstrame el camino de vuelta a casa.
Entran dos parientes. Muy enojados. Potentes, con miradas censoras, lenguas severas. Escuchen lo que dicen sus palabras, amontonándose unas sobre otras hasta formar una canción de ira:
-¡Un niño de siete años! ¡Oliendo a whisky! ¡Te volviste loca! ¡Dárselo a un niño de siete años! ¡Estás reloca! ¡Por el mal camino! ¿Te acordás de la prima Kate? ¿Del tío Charlie? ¿Del cuñado del tío Charlie? ¡Qué escándalo! ¡Qué vergüenza! ¡Qué humillación! ¡Arrodilláte, rezá, pedíle perdón al Señor!
Queenie se esconde debajo de la estufa. Mi amiga se queda mirando vagamente sus zapatillas, le tiembla el mentón, se levanta la pollera, se suena los mocos y se va corriendo a su cuarto. Mucho después de que el pueblo haya ido a acostarse y la casa esté en silencio, con la sola excepción de los carillones de los relojes y el chisporroteo de los fuegos casi apagados, mi amiga llora contra una almohada que ya está tan húmeda como el pañuelo de una viuda.
– No llores -le digo, sentado a los pies de la cama y temblando a pesar del camisón de franela, que aún huele al jarabe de la tos que tomó el invierno pasado-, no llores -le suplico, jugando con los dedos de sus pies, haciéndole cosquillas-, sos demasiado vieja para llorar.
– Por eso lloro -dice ella, hipando-. Porque soy demasiado vieja. Vieja y ridícula.
– Ridícula no. Divertida. Más divertida que nadie. Oye. Como sigas llorando, mañana estarás tan cansada que no podremos ir a cortar el árbol.
Se endereza. Queenie salta encima de la cama (lo cual le está prohibido) para lamerle las mejillas.
– Conozco un lugar donde encontraremos árboles de verdad, preciosos, Buddy. Y también hay acebo. Con bayas tan grandes como tus ojos. Está en el bosque, muy adentro. Más lejos de lo que nunca hemos ido. Papi nos traía de allí los árboles de Navidad: los traía al hombro. Eso era hace cincuenta años. Bueno, no sabes lo impaciente que estoy por que amanezca.
De mañana. La escarcha helada da brillo al pasto; el sol, redondo como una naranja y anaranjado como una luna de verano, cuelga en el horizonte y bruñe los plateados bosques invernales. Chilla un pavo salvaje. Un cerdo renegado gruñe entre la maleza. Pronto, junto a la orilla del poco profundo riacho de aguas veloces, tenemos que abandonar el carricoche. Queenie es la primera en vadear la corriente; chapotea hasta el otro lado, ladrando en son dequeja porque la corriente es muy fuerte, tan fría que seguro que se agarra una pulmonía. Nosotros la seguimos, con el calzado y los utensilios (un hacha pequeña, una bolsa de arpillera) sostenidos encima de la cabeza. Dos kilómetros más de espinas, erizos y zarzas que se nos enganchan en la ropa; de herrumbrosas agujas de pino, y con el brillo de los coloridos hongos y las plumas caídas. Aquí, allí, un brillo, un temblor, un éxtasis de trinos nos recuerdan que no todos los pájaros han volado hacia el Sur. El camino serpentea siempre por entre charcos alimonados de sol y sombríos túneles de enredaderas. Hay que cruzar otro arroyo: una agotada flota de moteadas truchas espumea el agua alrededor nuestro, mientras unas ranas del tamaño de platos se entrenan tirándose de panza; unos castores obreros construyen un dique. En la otra orilla, Queenie se sacude y tiembla. También tiembla mi amiga: no de frío, sino de entusiasmo. Una de las maltrechas rosas de su sombrero deja caerun pétalo cuando levanta la cabeza para inhalar el aire cargado del aroma de los pinos.
-Ya casi llegamos. ¿Lo hueles, Buddy? -dice, como si estuviéramos acercándonos al océano.
En efecto, es algo semejante al océano. Aromáticas e ilimitadas extensiones de árboles navideños, de acebos de hojas punzantes. Bayas rojas tan brillantes como campanillas sobre las que se ciernen, gritando, negros cuervos. Después de haber llenado nuestras bolsas de arpillera con la cantidad suficiente de verde y rojo como para adornar una docena de ventanas, nos disponemos a elegir el árbol.
-Tendría que ser -dice mi amiga- el doble de alto que un chico. Para que ningún chico pueda robarle la estrella.
El que elegimos es el doble de alto que yo. Un valiente y bello bruto que se banca treinta hachazos antes de caer con un grito crujiente y estremecedor. Cargándolo como si fuese una pieza de caza, comenzamos la larga expedición de regreso. Cada pocos metros abandonamos la lucha, nos sentamos, jadeamos. Pero poseemos la fuerza del cazador victorioso que, sumada al perfume viril y helado del árbol, nos hace revivir, nos incita a continuar. Muchas felicitaciones acompañan nuestro crepuscular regreso por el camino de roja arcilla que conduce al pueblo; pero mi amiga se muestra esquiva cuando la gente elogia el tesoro que llevamos en el carricoche: qué árbol tan hermoso, ¿de dónde lo han sacado?
-De allá lejos -murmura ella con imprecisión. Una vez se detiene un coche, y la perezosa mujer del dueño rico de la fábrica se asoma y balbucea:
-Les doy veinticinco centavos por ese árbol.
En general, a mi amiga le da miedo decir que no; pero en esta ocasión rechaza rápidamente el ofrecimiento con la cabeza:
-Ni por un dólar.
La mujer del empresario insiste.
-¿Un dólar? ¡Un cuerno! Cincuenta centavos. Y es mi última oferta. Pero mujer, si podés ir por otro.
En respuesta, mi amiga reflexiona amablemente: -Lo dudo. Nunca hay dos de nada.
En casa: Queenie se desploma junto al fuego y duerme hasta el día siguiente, roncando como un ser humano.
Un baúl que hay en la buhardilla contiene: una caja de zapatos llena de colas de armiño (procedentes de la capa que usaba para ir a la ópera cierta dama extraña que en otros tiempos alquiló una habitación de la casa), varios rollos de gastadas cenefas de oropel que el tiempo ha terminado dorando, una estrella de plata, una breve tira de bombitas en forma de vela, fundidas y seguramente peligrosas. Adornos magníficos, hasta cierto punto, pero que no son suficientes: mi amiga quiere que el árbol arda -como la vidriera de una iglesia bautista-, que se le doblen las ramas bajo el peso de una copiosa nevada de adornos. Pero no podemos permitimos el lujo de comprar los hermosos chirimbolos made in Japan que venden en el negocio de baratijas. De modo que hacemos lo mismo que hemos hecho siempre: pasarnos días y días sentados a la mesa de la cocina, armados de tijeras, lápices y montones de papeles de colores. Yo dibujo los perfiles, y mi amiga los recorta: gatos y más gatos, y también peces (porque es fácil dibujarlos), unas cuantas manzanas, otras tantas sandías, algunos ángeles alados hechos de las hojas de papel de aluminio que guardamos cuando comemos chocolate. Utilizamos ganchitos para sujetar todas estas creaciones al árbol; como toque final, espolvoreamos por las ramas bolitas de algodón (recogido para este fin el pasado agosto). Mi amiga, estudiando el efecto, entrelaza las manos.
-Dime la verdad, Buddy. ¿No está para comérselo? Queenie intenta comerse un ángel.
Después de trenzar y adornar con cintas las coronas de acebo que ponemos en cada una de las ventanas de la fachada, nuestro siguiente proyecto consiste en inventar regalos para la familia. Pañuelos tejidos a mano para las señoras, y, para los hombres, jarabe casero de limón, dulce y aspirina, que debe ser tomado “en cuanto aparezcan síntomas de resfriado y después de salir de Caza”. Pero cuando llega la hora de preparar el regalo que nos haremos el uno al otro, mi amiga y yo nos separamos para trabajar en secreto. A mí me gustaría comprarle una navaja con incrustaciones de perlas en el mango, una radio, medio kilo entero de cerezas recubiertas de chocolate (las probamos una vez, y desde entonces está siempre jurando que podría alimentarse sólo de ellas. “Te lo juro, Buddy, bien sabe Dios que podría…, y no tomo su nombre en vano.”). En lugar de eso, le estoy haciendo un barrilete. A ella le gustaría comprarme una bicicleta (lo ha dicho millones de veces: “Si pudiera, Buddy. La vida ya es bastante mala cuando tienes que prescindir de las cosas que te gustan a ti; pero, demonios, lo que más me enoja es no poder regalar aquello que les gusta a los otros. Pero algún día te la consigo, Buddy. Te encuentro una bici. Y no me preguntes cómo. Quizá la robe”). En lugar de eso, estoy casi seguro de que me está haciendo un barrilete: igual que el año pasado, y que el anterior. El anterior a ése nos regalamos sendas gomeras. Todo lo cual está bien: porque somos los reyes a la hora de hacer volar los barriletes, y sabemos estudiar el viento como los marineros; mi amiga, que sabe más que yo, hasta es capaz de hacer que flote un barrilete cuando no hay ni la brisa suficiente para traer nubes.
La tarde anterior a la Nochebuena nos conseguimos una moneda de veinte centavos y vamos a la carnicería para comprarle a Queenie su regalo tradicional, un buen hueso masticable de buey. El hueso, envuelto en papel de fantasía, queda situado en la parte más alta del árbol, junto a la estrella. Queenie sabe que está allí. Se sienta al pie del árbol y mira hacia arriba, en un éxtasis de codicia: llega la hora de acostarse y no se quiere mover ni un centímetro. Yo me siento tan excitado como ella. Me destapo a patadas y me paso la noche dándole vueltas a la almohada, como si fuese una de esas noches tan sofocantes de verano. Canta desde algún lugar un gallo: equivocadamente, porque el sol sigue estando al otro lado del mundo.
-¿Estás despierto, Buddy?
Es mi amiga, que me llama desde su cuarto, justo al lado del mío; y al cabo de un instante ya está sentada en mi cama, con una vela encendida.
-Mira, no puedo cerrar un ojo -declara-. La cabeza me da más saltos que una liebre. Oye, Buddy, ¿crees que Mrs. Roosevelt servirá nuestra tarta para la cena?
Nos arrebujamos en la cama, y ella me aprieta la mano diciendo te quiero.
-Me da la sensación de que antes tenías la mano mucho más pequeña. Supongo que detesto la idea de verte crecer. ¿Seguiremos siendo amigos cuando te hagas mayor?
Yo le digo que siempre.
-Pero me siento horriblemente mal, Buddy. No sabes la de ganas que tenía de regalarte una bici. He intentado vender el camafeo que me regaló papá. Buddy -duda un poco, como si estuviese muy avergonzada-, te he hecho otro barrilete.
Luego le confieso que también yo le he hecho un barrilete, y nos reímos. La vela ha ardido tanto que ya no hay quien la sostenga. Se apaga, delata la luz de las estrellas que dan vueltas en la ventana como unos villancicos visuales que lenta, muy lentamente, va acallando el amanecer. Seguramente dormitamos; pero la aurora nos salpica como si fuese agua fría; nos levantamos, con los ojos como platos y errando de un lado para otro mientras aguardamos a que los demás se despierten. Con toda la mala leche, mi amiga deja caer un cacharro metálico en el suelo de la cocina. Yo bailo claqué ante las puertas cerradas. Uno a uno, los parientes emergen, con cara de sentir deseos de asesinarnos a ella y a mí; pero es Navidad, y no pueden hacerlo. Primero, un desayuno lujoso: todo lo que se puedan imaginar, desde panqueques y ardilla frita hasta maíz tostado y miel en panal. Lo que pone a todo el mundo de buen humor, con la sola excepción de mi amiga y yo. La verdad, estamos tan impacientes por llegar a lo de los regalos, que no conseguimos tragar ni un bocado.
Pues bien, me llevo una decepción. ¿Y quién no? Unas medias, una camisa para ir a la escuela dominical, unos cuantos pañuelos, un pulóver usado, una suscripción por un año a una revista religiosa para niños: El pastorcillo. Me ponen loco. De verdad.
El botín de mi amiga es mejor. Su principal regalo es una bolsa de mandarinas. Pero está mucho más orgullosa de un chal de lana blanca que le ha tejido su hermana, la que está casada. Pero dice que su regalo favorito es el barrilete que le he hecho yo. Y, en efecto, es muy bonito; aunque no tanto como el que ha hecho ella para mí, azul y salpicado de estrellitas verdes y doradas de Buena Conducta; es más, lleva mi nombre, “Buddy”, pintado.
-Hay viento, Buddy.
Hay viento, y nada importará hasta el momento en que bajemos corriendo al prado que queda cerca de casa, el mismo adonde Queenie ha ido a esconder su hueso (y el mismo en donde, dentro de un año, será enterrada Queenie). Una vez allí, nadando por la sana hierba que nos llega hasta la cintura, soltamos nuestros barriletes, sentimos sus tirones de peces celestiales que flotan en el viento. Satisfechos, reconfortados por el sol, nos tiramos en el pasto y pelamos mandarinas y observamos las cabriolas de nuestros barriletes. Me olvido enseguida de las medias y del pulóver usado. Soy tan feliz como si ya hubiésemos ganado el Gran Premio de cincuenta mil dólares de ese concurso de marcas de café.
-¡Ay va, pero qué tonta soy! -exclama mi amiga, repentinamente alerta, como la mujer que se ha acordado demasiado tarde de lo que había dejado en el horno-. ¿Sabés qué había creído siempre? -me pregunta en tono de haber hecho un gran descubrimiento, sin mirarme a mí, pues los ojos se le pierden en algún lugar situado a mi espalda-. Siempre había creído que para ver al Señor hacía falta que el cuerpo estuviese muy enfermo, agonizante. Y me imaginaba que cuando El llegase sería como contemplar una vidriera bautista: tan bonito como cuando el sol se mete a chorros por los vidrios de colores, tan luminoso que ni te enteras de que está oscureciendo. Y ha sido una vidriera de colores en la que el sol se metía a chorros, así de espectral. Pero seguro que no es eso lo que suele suceder. Apuesto a que, cuando llega el final, la carne comprende que el Señor ya se ha mostrado. Que las cosas, tal como son -su mano traza un círculo, en un ademán que abarca nubes y barriletes y pasto, y hasta a Queenie, que está escarbando la tierra en la que ha enterrado su hueso-, tal como siempre las has visto, eran verle a El. En cuanto a ti, podría dejar este mundo con un día como hoy en la mirada.
Esta es la última Navidad que pasamos juntos.
La vida nos separa. Los Enterados deciden que mi lugar está en un colegio militar. Y a partir de ahí se sucede una desdichada serie de cárceles a toque de corneta, de sombríos campamentos de verano a toque de diana. Tengo además otra casa. Pero no importa. Mi casa está allí donde se encuentra mi amiga, y jamás la visito.
Y ella sigue allí, dando vueltas por la cocina. Con Queenie como única compañía. Luego sola. (“Querido Buddy -me escribe con su letra salvaje, difícil de leer-, el caballo de Jim Macy le dio ayer una horrible patada a Queenie. Demos gracias de que ella no llegó aenterarse del dolor. La envolví en una sábana de hilo, y la llevé en el carricoche al prado de Simpson, para que esté rodeada de sus huesos…”) Durante algunos noviembres sigue preparando sus tartas de frutas sin nadie que la ayude; no tantas como antes, pero sí unas cuantas; y, por supuesto, siempre me envía “la mejor de todas”. Además, me pone en cada carta una moneda de diez centavos envuelta en papel higiénico: “Ve a ver una película y cuéntame la historia”. Poco a poco, sin embargo, en sus cartas tiende a confundirme con su otro amigo, el Buddy que murió en los años ochenta del siglo pasado; poco a poco, los días trece van dejando de ser los únicos días en que no se levanta de la cama: llega una mañana de noviembre, una mañana sin hojas ni pájaros que anuncia el invierno, y esa mañana ya no tiene fuerzas para darse ánimos exclamando:
-¡Vaya por Dios, ha llegado la temporada de las tartas de frutas!
Y cuando eso ocurre, yo lo sé. El mensaje que lo cuenta no hace más que confirmar una noticia que cierta vena secreta ya había recibido, amputándome una insustituible parte de mí mismo, dejándola suelta como un barrilete cuyo hilo se ha roto. Por eso, cuando cruzo el césped del colegio en esta mañana de diciembre, no dejo de escrutar el cielo. Como si esperase ver, a manera de un par de corazones, dos barriletes perdidos que suben corriendo hacia el cielo.
FIN
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Un ataque al corazón 7
Notas del cap:
Gracia a todos los que me respondieron a mi duda en wattpad y en Tumblr XD ya lo tengo escrito muajajaja y ahora, para todos los que gritaron con el capitulo anterior, ahora “tratare” de traer respuestas XD que dejaran con más dudas XD ok no… bueno, estoy segura que van a gritar con sentimientos encontrados al final de este capítulo muajajajaajaj…
¡A leer!
7 - Confrontación
Su cuerpo estaba ahí, presente ante las clases, mirando fijamente al nuevo profesor que se presentaba al tiempo que tomaba notas… pero todo lo hacía de un modo tan mecánico que no parecía siquiera que de verdad estuviera prestando atención... México se lamenta, por más esfuerzos que le ha puesto a ser un buen estudiante y de meter sus inexistentes narices en los libros, mágicamente su cabeza nunca funciona para eso… suelta un discreto suspiro… lo que daría por irse a otro lugar a reír hasta llorar con sus amigos… ha cierto, de eso hace ya más de un año… no los volverá a ver pronto… no hasta que su corazón sea curado del dolor
Negó un momento y siguió tratando de prestar tanta atención pudiera a la clase… era clase de historia, giro los ojos molesto, lo que le faltaba, la puta historia, lo que se le daba peor para sus desgracias… aun así, tan rápido como nota que el profe trae un suéter azul (en las mañanas hace mucho frio para México) recuerda también una camisa azul marino similar de cierto modo… luego, al seguir sus recuerdos, recuerda que subió la mirada y ahí vio unos ojos tranquilos, demasiado serios y casi se podría decir soñolientos, le hubiera gustado decir que lo eran… pero, también había una chispa de inseguridad y esa sensación de que el tipo no era de fiarse…
Era un country, de eso no había duda alguna, tricolor en rojo, azul y blanco… de gorrito interesante que aun no puede recordar como carajos se llama, puto poste de luz que parece inamovible como una montaña… ríe ante su pensamiento de ser una montaña… y también le llega otra imagen más rápido, la misma imagen que le llego cuando choco con el por primera vez…
La imagen de la primera vez que se vio con Canadá, cuando, ambos se miraron a los ojos… Canadá tenía una mirada confundida y temerosa… ese sujeto tenía una mirada confundida y curiosa… México se sintió acorralado por un recuerdo lindo que se transforma en algo amargo y doloroso, por eso había actuado agresivo, porque no quería ser el nerd con el que fueran a jugar como ese nerd jugó con él. No, se dijo el mexicano… no iban a jugar otra vez con sus sentimientos, de eso estaba más que putamente determinado…
La campana suena, ¿Ya habían acabado dos horas de clase? Joder, se perdió bien y bonito en sus pensamientos… pero también nota que su cuaderno está lleno de garabatos y notas… eso significa que su cuerpo le ha salvado porque anoto todo lo importante… ¡Hurra! Algo que funciona de su cuerpo… suspira cansado y comienza a guardar sus cosas
Gracias al cielo llega rápido a su siguiente clase, no hay nadie que el reconozca, eso le alegara, seguirá pasando inadvertido como un nerd, lejos del mundo y de la cooperación en equipo, lo más lejos de la idea de compañero, solo una sombra que entra a clases, se sienta en su asiento, lee algo hasta que llega el profesor y después, como si nada, simplemente sale y va a su siguiente clase para seguir con el mismo ritmo y así, pasar todo el año igual que el anterior… si, era lo mejor en esos momentos
La siguiente clase parece una bendición para México… el profesor parece que no llega después de que da una media hora desde el inicio de clases, los desmadrosos del salón anuncian que se irán a otro lugar, lo que significa que están sonsacando a todos los alumnos para que así, nadie entre y no haya nadie con faltas… México sonríe discreto, amaba cuando podía hacer eso con sus amigos… a veces era él quien no tenia clases y arrastraba a todos sus amigos para que salieran juntos de la escuela, a veces, sus amigos lo arrastraban a él fingiendo ser de esa clase… era algo bastante bueno y que le gusta recordar
Pero al tiempo que suelta un cansado suspiro, abraza con fuerza el libro grueso que trae entre sus manos, pegándolo a su pecho y saliendo por ultimo del salón, observando que ya no queda nadie, México se encoje de hombros y tan pronto como se encuentra en soledad, se dirige directamente a su nido ajeno al mundo… la biblioteca de la escuela, el único lugar donde podría ser encontrado si no está en clases. Una vez decidido y emocionado de poder ver que de nuevo han sumado a la biblioteca, avanza a pasos ligeramente apurados por querer llegar, incluso sus grandes lentes por momentos parecen querer caerse de su rostro, aun cuando eso no significa un problema real para su visión
-¡México!- escucha a lo lejos su nombre. Su cuerpo pega un brinco, como si fuera una cuerda sujetando todo su cuerpo, se ve obligado a frenar con tal violencia que casi se caía de cara al suelo, sus lentes cayeron a su boca, no fue nada grave pero, luego de acomodarlos gira temeroso hacia sus espaldas donde por fin encuentra el dueño de la voz que lo llama
Su cuerpo gira y da un paso hacia atrás… de pronto su cuerpo se congela, sus piernas se entumen y se niegan a moverse más… todo comienza a temblar en México, seguido de sus piernas, sube por su estomago y por fin, se agarra con fuerza en su corazón… un sentimiento de miedo y de incomodidad que lo aterra, traga duro, sintiendo frio el ambiente que hasta hace poco había sentido algo más fresco… la persona que lo ha llamado por fin se acerca corriendo, sonriendo suavemente de medio lado…
México sube la mirada muy lentamente… justo ahora que la persona se ha puesto a un paso de distancia… tal vez sea porque el tricolor esta encogido sobre sí mismo o tal vez es que, como dicen los mexicanos, dio el estirón… y creció como otro puto poste de luz… pero ahora, aquel que alguna vez fue más bajito que el… de dos colores en blanco y rojo con una hoja de maple en la cara… justo ahora, ese pequeño nerd que le traiciono y le lastimó, le sonríe delante de él, con una sonrisa legre y gentil, trayendo su propio gorrito de ese entonces con la cola de mapache, vestido de un modo más elegante y no tan nerd… cosa contraria del mexicano
-C-C-C-Canadá?- teme preguntar… pero lo ha hecho, ha avocado el nombre que no había dicho mas allá de sus pensamientos, el nombre de quien lo lastimo tanto en el pasado… el mencionado, parece soltar diminutas lagrimas que no caen de sus ojos al tiempo que su sonrisa se ensancha en alivio
-¡México! ¡Qué alegría, no me has olvidado! Aun después de todo este tiempo- susurra el canadiense, dando el paso que le faltaba y tomando con gentileza entre las suyas, una de las manos del mexicano quien, parpadeando, puede sentir un par de lagrimas traicioneras correr por sus mejillas humedeciéndolas y volviendo su visión borrosa
-n…n… no… ¡No quiero! ¡Aléjate!- grita, cerrando sus ojo para no verlo, trata de remover su mano pero el canadiense lo sujeta con algo más de fuerza, trata de apegarlo a su pecho, México busca hacerse hacia atrás… que mal que justo ahora, ambos se encuentren en un punto donde todos están e sus salones y ellos están solos… México no sabe qué hacer…
-M-México… por favor, no quiero hacerte daño… tan solo… déjame explicarte que paso en ese momento- pide Canadá jalando mas con su cuerpo y logrando abrazar la cadera del Mexicano para negarle a escapar, México lo mira, con sus grandes ojos ahora llenos de lagrimas y miedo… tan frágil y diferente a cuando lo conoció el canadiense la primera vez, que le podría partir el corazón
-¡No quiero escuchar ni una puta madre de tu boca Canadá! ¡Suéltame perro mierdero! ¡Hijo de tu burra madre leprosa! ¡Lárgate!- grita, logrando removerse con tal fuerza, dejando caer de sus manos el libro que traía y empujando con ambas manos al canadiense logra dar distancia, una vez separados, Canadá mira con cierto ápice de sorpresa las acciones del contrario, como, su mirada tiene un brillo de odio y de tristeza que resalta por las lagrimas, como, el mexicano se encoje sobre sí mismo, ni siquiera parece imponente, solo… un cachorro frágil, temeroso y lastimado que le gruñe a todo aquel que quiera acercarse para ayudarlo…
Canadá descubre rápidamente que ese ya no es la sombra del México que él conoció en secundaria… y se siente mal por eso, porque sabe que es culpa suya que este así de mal… así de… roto…
-México… por favor… deja que me explique...- susurra suavemente, poniendo su mano en su pecho, tratando de dar un paso, México retrocede dos al tiempo que trata de limpiar sus lágrimas sin dejar de verlo
-¡¿Qué necesitas aclarar?! ¡Fuiste muy claro en ese momento! ¡Yo era el que te estaba utilizando! ¡Tu no tenias derecho a opinar! ¡¡¡¡¡ME TENIAS MIEDO!!!!!!- este último grito había sido sorprendente para Canadá… no porque fuera un grito molesto, sino que, en su voz se podía notar ese tono de miseria, de dolor… de… decepción… Canadá no dijo nada… hubo un pesado silencio que ninguno pudo romper mas allá de los suaves hipidos de México quien, por fin había dejado de ver a Canadá para limpiarse las lagrimas con su suéter crema que cubría sus manos como si nada
-Creí que éramos amigos… creí que podía hacerte brotar como el capullo de una flor que se niega a florecer… creí que era digno de tu amistad… pero tu… bastardo hijo de tu perra madre…- gruñe México, cubriendo su rostro con ambas manos cubiertas completamente por el suéter y limpiando sus lagrimas
-Sé que me equivoque México… lo lamento- susurra, obligando al mexicano a levantar la mirada y abrirla con asombro… Canadá seguía en su lugar, pero, desde su cuello, sobresalía gracias a su mano derecha, un collar de plata mediano, aunque, lo más importante es que el collar estaba amarrado al cuello de una pequeña botellita que en su interior traía fragmentos negros que brillaban hermosamente… México no necesitaba respuestas…
Era la Obsidiana que había destruido delante de ambos cuando destruyo su amistad… ¿Canadá la había tenido todo este tiempo? Las lagrimas acudieron a México con más fuerza, esta vez, ya no soporto tanto y simplemente, se desmoronó ahí… comenzando a llorar, casi a punto de caer… Canadá lo miro, le dolía saber que todo lo que hacía, solo lastimaba al mexicano que quería ayudar…
-México, yo- mas su voz es cortada ante la sorpresa
Mientras México seguía llorando con sus manos cubriendo su rostro, una mano más grande que las del latino se posiciona sobre el rostro del contrario, las manos de México sueltan su propio rostro, mas la única mano cálida y desnuda que lo sujeta desde la parte de atrás se mantiene, ahora, el mexicano es pegado suavemente a un pecho, el tricolor puede sentirlo, una calidez que le parece desconocida junto al aroma de alguien que no recuerda... pero, su mano, el simple tacto y sentir su brazo alrededor de su rostro… es como si se sintiera a salvo justo en esos momentos…
-¿Qué… pasa?- pregunta suavemente, entre hipidos y dejando caer las lagrimas que empapan la mano ajena, ahora, es empujado suavemente hacia atrás donde por fin siente el cuerpo de alguien, Canadá quien se había frenado ante las acciones por fin deja de ver a México con asombro para subir su mirada… por supuesto, su rostro de asombro cambia a uno lleno de enfado…
-¿Otra vez tu? Te dije que esto no era asunto tuyo- gruñe molesto, sin embargo, la mirada de quien había llegado no parece inmutarse ante la fría mirada amenazante del canadiense, sino que solo lo mira como un enemigo, como alguien a quien sin lugar a dudas destrozaría si se acercaba mas
El silencio se volvió pesado, apenas aliviado por el suave gimotear del tricolor que seguía siendo cegado por la mano ajena y sujetando las ropas de sus pechos por sus pequeños puños cerrados… aquel que seguía sujetando sus ojos, negándole a ver, subió su mano libre colocando un dedo sobre sus labios en señal de silencio, su sonrisa se ensancho de un modo peligroso y su mirada brilló maliciosamente al tiempo que se iba haciendo hacia atrás, abrazando con cuidado el cuerpo del latino
Canadá por supuesto no se iba a quedar callado, mas vio como entre los tres presentes, un grupo de alumnos de diferentes clases y tamaños se iban poniendo, sonriendo de medio lado, algunos podía ver que tronaban sus nudillos, otros traían palos, otros traían cadenas… Canadá gruñe molesto y aunque se siente repentinamente acorralado regresa a su pose erguida y soltando un suspiro molesto, gira sobe su cuerpo comenzando a marchar
Al dar su primer paso, siente que pisa algo diferente, cuando baja la mirada encuentra un libro… ahora recuerda que México tenía un libro entre sus manos, lo recoge rápidamente; encuentra que es una de esas novelas negras de vampiros y romance… parpadea sorprendido… hasta donde recuerda, el latino le había dicho que no tenia interés por la lectura… no dice nada, simplemente marcha a donde yace USA, oculto detrás de un muro, esperando a que el espectáculo acabe… por desgracia, el ganador esta vez no es Canadá…
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-Por favor… suéltame ya- pide después de un rato de sentir que seguían caminando y que extrañamente la voz de Canadá ya no sonaba mas… sin embargo, fue después de algunos minutos que aquel que le había sacado de ese momento, por fin le libero… México se encontró en uno de sus lugares favoritos dentro del campus… una de las zonas de biología, donde justamente tenían un invernadero con varios tipos de plantas y flores de diferentes ecosistemas… ese lugar le encantaba al mexicano por la variedad y los perfumes que le regalaban. Como era un lugar público, México solía esconderse ahí de vez en cuando, cuando comenzaba a llover, le encantaba el aroma a las flores y, siendo honestos, el había entrado a unas clases extras como ayudante de jardinería… lo que más orgullo le daba eran las flores de cempasúchil que justamente ya comenzaban a florecer dentro de poco… su temporada ya estaba cercas…
-¿Te encuentras mejor pequeño nerd?- escucho una voz que no había escuchado, pego un brinco y giro a sus espaldas donde encontró lo mismo que la primera vez… un pecho cubierto por una camisa azul marino y, como si de un dejavu se tratara, al subir la mirada se encuentra con el mismo country con el que había chocado la ultima vez… sus ojos se abren, parpadea algo confuso, siente en sus ojos la molestia de las lagrimas aun pero lo reconoce demasiado fácil
-Pequeña tu polla puto…- gruñe, el contrario lo mira curioso… no ha comprendido mucho de eso que había dicho, pero prefiere no prestarle atención por el momento
-¿Cuál es tu nombre nerd?- le pregunta con una media sonrisa, México abre sus ojos… no es que le haya tomado por sorpresa, pero, como a un flash back, recuerda con agresividad que lo mismo hizo él cuando conoció a Canadá… sonrió y le pregunto su nombre… entonces, las lagrimas volvieron a él… mas su gesto triste se protegió por uno lleno de cólera y enfado
-Te vale en tu vergada madre puto- ataca verbalmente confundiendo al ruso quien lo mira sin comprender ni la mitad de sus insultos, enarcando una ceja confundido, solo se inclina un poco en señal de saludo
-Mi nombre es Rusia ¿Cómo te llamas?- vuelve a insistir, pero sus insistencias son calladas al observar de nuevo sus lagrimas cayendo como una suave lluvia que no parece ser notada por el contrario pues, como un perro pequeño, parece seguir ladrando una y otra y otra vez insultos que el ruso no puede comprender realmente, solo ve sus lagrimas
-¡Zacate a la verga perro! ¡A mí no me vas a venir con tus mamadas! Ya sé a lo que vas y no te va a salir conmigo puto, anda, lárgate, zacate a ver si ya puso la marrana- gruñe de nuevo, apretando sus puños con fuerza, haciéndose hacia atrás hasta chocar con un árbol mediano que era aun así más alto que él, Rusia lo observa, como ese pequeño nerd de a poco parecía irse rompiendo mas y mas aunque trataba de defenderse con sus palabras
-No tengo intenciones de hacerte daño, puedes confiar en mí- y parecía, que cada palabra que Rusia le daba a México, solo lo lastimaba mas… pero no era eso, México recordaba con fuerza, que cada una de las acciones que ahora le estaba regalando el ruso, en su momento el las hizo por Canadá… se presento gentil, suavemente para no darle miedo… le dijo en algún momento que podía confiar en él, que jamás le haría daño… le tendió la mano, le dio la mejor de sus sonrisas sin malas intenciones, sin querer intimidarlo… le dio sus risas, le dio sus regalos, su esperanza… le entrego sin quererlo su corazón…
Y todo había quedado como esa pequeña obsidiana que tanto apreciaba… destruida como a un frágil cristal… México era ese frágil cristal roto por su propio pie… México no podía soportar volver a ser destruido otra vez
-Por favor wey… solo… aléjate de mi… ya no quiero más dolor…- suplico, cerrando sus ojos y apretando las holgadas ropas de su pecho en una búsqueda inútil por calmar su dolor y su miedo… Rusia, quien se había mantenido silencioso, con ese sigilo y ayudado de que México no lo estaba viendo, se acerco a paso tranquilo, lo envolvió en un suave abrazo, México abrió sus ojos y subió su mirada… grave error, Rusia utilizo ese momento para unir sus labios con el contrario en un puro y casto beso sin ningún tipo de malas intenciones…
Una simple unión de labios que había sorprendido al Mexicano quien había dejado de llorar y que abría sus ojos con sorpresa, Rusia por su lado simplemente seguía dando una suave presión, moviendo sus labios por encima en suaves caricias, por fin, dando una muy suave mordida que no buscaba lastimar, solo dar la sensación de que ahí estaba… México soltó un pequeño suspiro en busca de sacar su aire, Rusia lo había tomado como una invitación a invadir la boca ajena… el tricolor se vio atrapado por un beso que jamás en su vida había dado, sus ojos se abrieron, sus mejillas mojadas por las lagrimas se colorearon de un rojo cual rosal y su corazón se descontrolo latiendo con locura y golpeando su pecho de un modo incomodo… ¿Lo estaban besando? ¿Ese era su primer beso?... ¿Así… se sentía el primer beso?
Para cuando Rusia decidió dejarlo en libertad, pudo ver que el Mexicano parecía todo un poema en esos momentos, confundido, sonrojado adorablemente, con sus lentes algo sucios pero, con una mirada llorosa clavada en el suelo… pensó que tal vez se había pasado pero, antes de que pudiera volver a acercarse para besar de nuevo sus labios, detiene un golpe algo rápido que iba directo a su cara, curioso, encuentra que el mexicano por fin levanta su mirada lentamente, ahora su ojos además de tristeza brillan con cólera
-¡¿Quién putas vergas mames te crees para ir por ahí besando a las personas hijo de tu putisima madre?!- pregunta colérico, Rusia lo mira curioso… si bien, no entendía todas las palabras, por lo menos entendía lo importante… como que le había preguntado porque lo había besado, solo sonrió sin dejar de sujetar su mano, jalándolo un poco más para besar el dorso como si fuera el de una chica
-Por que quise, porque puedo y porque quiero que seas mío- susurra guiñándole el ojo, pero tan pronto como se aleja de su mano, México suelta otro golpe que es detenido por la otra mano del Ruso
*La puta madre… llevo más de un año sin pelear… estoy putamente oxidado* piensa nervioso, mirando que sus mejores golpes no han surtido efecto y que han sido fácilmente detenidos por el poste de luz… su sonrojo aumenta, pero no por nervios presamente, sino por enfado… bueno, también por nervios…
-Pues vételo aprendiendo pendejo… YO. NO. LE. PERTENEZCO A NADIE- amenaza, apuntado su pierna directamente hacia la entrepierna del contrario y dando un fuerte golpe, al menos, ese golpe si le ha dado y ahora, es el ruso quien muestra un rostro sonrojado y pálido, las manos liberan al mexicano y lentamente viajan a la zona lastimada, México ocupa ese momento para tomar su mochila al hombro y salir como alma atrapada por el diablo… huyendo tan rápido pueda de ese lugar y buscando un lugar seguro para estar…
Al final, termina escapando de la escuela y corriendo hacia su hogar… ya después vería que decirle a su madre… por ahora, lo importante era escapar
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-Wow, eso fue intenso y doloroso- escucha a lo lejos la voz de Japón, saliendo de entre algunos arbustos y árboles, Alemania lo sigue de cercas tecleando aun en su teléfono
-Sí, admito que no esperaba que el nerd supiera defenderse- susurra desinteresado el tres colores en amarillo, acomodando sus propios lentes y sonriendo discretamente a diferencia de Japón quien ha corrido a ayudar a su amigo caído
-Igual supongo que era de esperar si tiene un historial “delictivo”- susurra Alemania mostrando en su pantalla una serie de estadísticas que por título venia “México”
-¿Qué harás ahora Romeo-san? Tu Julieta no parece querer amarte- ríe divertido Japón ayudando a sentar a Rusia, este mira con algo de enfado a su amigo quien solo saca su lengua de forma adorable entre suaves risas, sin embargo, aunque incluso Alemana está interesado, Rusia solo sonríe de medio lado
-¿Qué esperan? Es hora de jugar al gato y al ratón- sonríe malicioso, Alemania suelta un tranquilo suspiro al tiempo que se encoje de hombros, Japón ríe y salta divertido como emocionado…
-Comenzare a llamar a los nuestros- anuncia Alemania tecleando en su teléfono como siempre, Rusia asiente y mira en dirección en la que se ha ido México para luego mirar su mano, aquella que había discretamente secado sus lagrimas y la misma que le había tomado la mano que posteriormente había besado
Ya le había dado la sensación la primera vez de que era alguien de alma frágil… pero verlo en ese momento, llorando con tal fragilidad… había sido una puñalada para su corazón… ver que aquel de nombre Canadá se iba acercado lentamente para tomarlo, pese a que el mismo pequeño nerd mostraba no querer estar junto a él, había sido la gota que le faltaba a su vaso… indudablemente, sentir esas cálidas lagrimas lastimeras siendo detenidas por su mano fue lo que le lleno de una determinación y una decisión tal vez precipitada…
Sin importar que, sin importar que o quienes se pongan en su camino… ese pequeño nerd iba a ser suyo, le pertenecería y aun mas importante aun… nadie lo volvería a lastimar otra vez, no mientras estuviera bajo su protección.
Notas finales:
Okey… soy consciente que deje muchas dudas desde el capitulo anterior que no respondí aquí pero ¿Qué querían? Al fin algo de romance y cosas sad combinadas con lindas XD Rusia ya le echó el ojo a México muajajaja… ahora… todo lo que me preguntaron desde el capitulo anterior lo iré explicando mas adelante… y si, Canadá que era más bajito que México ahora es más alto, ahora, una mención especial a la señorita @lovelivemerry quien me dedico hoy mismo una bonita imagen de Canadá siendo nerd y otra siendo popular… la verdad, de ella me inspire para el detalle del collar de Canadá teniendo los fragmentos de la obsidiana… ese lindo detalle se lo dedico a ella por tan lindo dibujo XD y ahora sí, vamos con los datos extras XD
Datos extras:
*Aun no me decido que carajos quiere estudiar México por eso no digo nada al respecto XD haha… lol
*México es medio tsundere… bueno, es tsundere pero por que cada acción que hace Rusia con él, él la hizo con Canadá y eso… eso duele raza, díganme si no?
*México tiene miedo de volver a ser lastimado otra vez por alguien
*Canadá recogió ese mismo día los restos de la obsidiana que México había roto en señal de su amistad destrozada y desde entonces los sigue trayendo en ese pequeño frasquito
*Rusia y USA estaban presentes desde el momento en que Canadá dio con México, ambos observaron en silencio el espectáculo hasta que Rusia intervino
*Detalles de Alemania espero explicarlos el próximo cap XD
*Todos los insultos que le dijo México a Rusia no los entendió el último… sabrá español pero aun no entiende los insultos ni los albures… XP
*Desde que a México le rompieron el corazón, no ha levantado sus puños en una pelea… o sea que lleva casi dos años (exagero, no lleva tanto) pero si, lleva mucho tiempo sin levantar los puños (pelear), así que se ha vuelto lento y algo oxidado
*Sus fuerzas menguaron después de ese beso con Rusia
*¡¡¡El primer beso de México ha sido con Rusia!!!!
*México es de esos nerds que siempre veras abrazando un libro nuevo…
*Los libros que lee México no son precisamente de las materias ¬u¬ suele leer libros de amor y romance erótico XD… aunque en realidad lee de todo, últimamente esta centrándose mucho en los de romance tipo Dracula (NO CREPUSCULO… DRA-CU-LA) vamos, las viejitas pero bonitas…
*Ha si… en orden, México es el más bajo, Canadá el mediano y Rusia el más alto de todos XD solo por si las dudas
¿Les ha gustado?
Que tengan lindo día (noche)
¡Comenten!
¿Alguna duda que quieran que responda sin llegar a los spoilers?? XD
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