#escolleras
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La mar de Peníscola
Poble de pescadors
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Annemarie Heinrich
Tres piojitos, Escollera de Mar del Plata - 1957
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Tú la avispa y yo la rosa; Tú el mar, yo la escollera; En la creciente radiosa Tú el Fénix, yo la hoguera. Tú el Narciso y yo la fuente, En mis ojos tú brillando; Tú el río y yo el puente; Yo la onda en mí nadando. Y tú el sol y la sal Y en los labios el caudal Del rumor meciendo el juego. Yo el pájaro y el cielo Azul cruzando su vuelo, Como el alma atiza el fuego.
-Marguerite Yourcenar / Erótico
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escribí esto ayer, por si alguien quiere leer: " [...] en esas manos rotas, ahuecadas hurgan morosos infantes tratando de reemplazar momentáneamente el mañana con el mármol estreñido, y la quijada punzante de palabras que esperan fundirse en la escollera próxima a la intemperie. [...] " (el resto del texto está en el blog, por si les llama la atención)
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Tú la avispa y yo la rosa; Tú el mar, yo la escollera; En la creciente radiosa Tú el Fénix, yo la hoguera. Tú el narciso y yo la fuente, En mis ojos tú brillando; Tú el río y yo el puente; Yo la onda en mí nadando. Y tú el sol y la sal Y en los labios el caudal Del rumor meciendo el juego. Yo el pájaro y el cielo Azul cruzando su vuelo. Como el alma atiza el fuego.
Erótico, extraído del poemario Las caridades de Alcipo y otro poemas,, de Marguerite Yourcenar
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CARA
Otra vez el dolor y su ciencia imponen entre nuestros dichos deseo.
El dolor como deseo y el dolor como indúctil posibilidad.
«…nada de historia, nada de teoría literaria, nada de nada» -dijiste.
Nada de lo que hay que saber, de lo que hay que aprender a saber; no pueden escribir las sensaciones.
La atención consiste en encontrar en esta foto el cuerpo que en el deseo había perdido el hilo de las sensaciones.
-voces oídas. La voz de «pa», «ma» A la cisterna de las palabras del agua llovida.
Allí estaré, mientras juntás el agua para el pelo
deseándote.
Allí mirando el poder de los embustes, las teorías, los saberes que en el cuerpo como un tatuaje te hacen detener las propias imágenes consentidas,
las alcanzadas por indiferencia, por rencor, por miedo puro
indiferente en ellos, diferente en mí.
Allí estaré esperándote.
Solo nuestro dolor parece el sentido; y placer, aunque ausente, la sensación reunida.
Sólo niega el sentido. su sentido
el tacto, incluso el sabor -y esa mano pequeña que lleva la del padre herido como un juguete.
En un divino mapa que viaja otra vez hacia la guerra de Oriente, hacia otra escollera inmaterial de indolente paciencia…
- Arturo Carrera, de Potlatch, Amargord, Madrid, 2010
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Tú la avispa y yo la rosa;
Tú el mar, yo la escollera;
En la creciente radiosa
Tú el Fénix, yo la hoguera.
Tú el Narciso y yo la fuente,
En mis ojos tú brillando;
Tú el río y yo el puente;
Yo la onda en mí nadando.
Y tú el sol y la sal
Y en los labios el caudal
Del rumor meciendo el juego.
Yo el pájaro y el cielo
Azul cruzando su vuelo,
Como el alma atiza el fuego.
Erótico -Poema de Marguerite Yourcenar
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Ocaso
playa. no veo nada más que la sombra de algún cuerpo con la luz de fondo. te busco, me dijiste que ibas a estar entre las piedras. no te encuentro. tengo muchas llamadas perdidas tuyas. voy a un restorante que estaba sobre la calle, salgo de la costa, y entro al baño. me pongo linda: me pongo perfume que no saca el olor a pescado y sal marina. me pinto los labios y me pongo protector solar para la ultima hora de la tarde. tengo piel sensible. soy sensible en general.
me muevo entre las piedras de la escollera sur. me acerco cada vez más y más a la punta. te siento silbar desde abajo. estabas escondido. el agua no te rozaba pero estabas muy cerca, acostado sobre una piedra muy baja. las olas golpeaban despacio, el mar estaba muy tranquilo. yo me sentía feliz. fumamos porro. me sentía levitar, el calor era tanto que me pesaba el cuerpo y me dijiste de comer unos duraznos. de la nada, te tiraste al mar desde las rocas y mi corazón latía rápido por el miedo y la exitación: miedo por el hecho de que te chocaras drogado con alguna piedra del fondo del mar, que te lastimaras, miedo porque nadie sabia que estaba ahí con vos viendo el atardecer. miedo porque el infinito en el mar se siente muy cerca.
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SON ISOPORTABLES, LES AMO, SE LO MERECEN!!!! 🇦🇷🇦🇷🇦🇷
GRACIAS, SI NO GANÁBAMOS ME TIRABA DE LA ESCOLLERA, NO PUEDO PARAR DE LLORAR
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Act. 039: escape
Bajo el resplandor frío de la luna, Scarlett caminaba por las calles vacías de la ciudad, con la tensión en sus músculos lista para estallar. Sabía que él estaba cerca, ese alguien que había estado acechándola durante semanas, dejándole pistas crípticas que apenas podían descifrarse, como si fuera un juego del gato y el ratón. Solo que en este caso, ambos eran depredadores.
Cada paso resonaba en el pavimento húmedo, mezclándose con los ecos distantes de la ciudad que nunca dormía. Su mano derecha descansaba sobre el borde de su chaqueta, lista para sacar el arma en cualquier momento. La adrenalina corría por sus venas, pero sus pensamientos eran fríos y calculados. No podía permitirse el lujo de dejarse llevar por las emociones. La caza era casi su vida, una de sus profesiones, y nadie, absolutamente nadie, podría superarla en ese juego. Quién se metiera con ella o su presencia comenzara a agobiarle podría pasarlo a una vida "mejor" en un abrir y cerrar de ojos.
Desde hace tiempo había intentado descubrir quién era esa sombra en su vida, pero él era escurridizo. Cada vez que creía estar cerca de desvelar su identidad, él desaparecía, dejando solo rastros sutiles de su presencia: una nota quemada en la puerta de su apartamento, una bala disparada al espejo mientras no estaba, una figura oscura que desaparecía al final de cada callejón. El peligro se respiraba en cada esquina, y Scarlett no estaba dispuesta a permitir que su vida girara alrededor de un desconocido más tiempo. Esta noche terminaría todo.
Se detuvo en un callejón oscuro, observando el fondo cubierto de sombras. El ambiente estaba cargado, como si incluso la ciudad misma supiera lo que estaba a punto de suceder. El viento soplaba entre los edificios, y un crujido a su espalda la alertó. Sacó su arma en un movimiento suave y preciso, girándose para encarar la dirección del sonido. Nadie.
Una risa baja y sarcástica se escuchó, reverberando en las paredes. Scarlett se tensó, su cuerpo ahora completamente inmóvil, sus ojos buscando cualquier signo de movimiento.
ㅡ¿Te está gustando el juego, Scar?ㅡ La voz, profunda y familiar, se deslizó desde las sombras. Pero lo que más la inquietaba era que no podía identificar quién era, y ese detalle la volvía loca. ㅡTe lo he hecho fácil, ¿verdad? Casi demasiado, diría yo.ㅡ
No respondió. Sabía que ese tipo de juegos psicológicos estaban diseñados para desestabilizarla. En su mundo, las palabras eran armas tan letales como las balas. Y él sabía exactamente qué cuerdas tocar para confundirla, para hacerla dudar de su propio instinto.
ㅡEsta noche terminará.ㅡ respondió ella, su tono bajo y controlado, pero había una amenaza presente en sus palabras. Su mirada no abandonaba las sombras frente a ella, sabiendo que él estaba cerca. Podía sentir su presencia, como un depredador sintiendo a otro en la jungla.
Pero él no respondió. El silencio se apoderó del callejón, y por primera vez en años, Scarlett sintió algo que no había experimentado desde que empezó su vida en este oscuro mundo de contratos y sangre: miedo.
Lo desconocido, lo inexplicable. ¿Quién era este enemigo, y qué era lo que realmente quería de ella?
La respuesta seguía en las sombras, esperando el momento exacto para revelar su rostro.
Scarlett sintió el latido acelerado de su corazón resonando en sus oídos mientras corría hacia la costanera. Su respiración era errática, y la sensación de ser perseguida se hacía cada vez más intensa. El viento cortaba su piel, arrastrando consigo el eco de pasos que no lograba identificar, pero que sabía que estaban ahí, acechando. En algún punto, su instinto la obligó a detenerse. Buscó refugio detrás de la escollera, escondiéndose en la oscuridad, con el arma firmemente sujeta entre sus manos.
Trató de calmar su respiración, pero su mente era una tormenta de pensamientos y posibilidades. Podía sentirlo cerca, podía oler su presencia en el aire salado que traía el mar. Entonces, la voz volvió, más alta, más violenta, como un rugido en la noche.
ㅡ¡No puedes correr para siempre, Scarlett!ㅡ, gritó la voz desde la penumbra. El sonido rebotaba entre las piedras, haciendo eco en su cabeza, llenándola de una rabia que apenas podía contener. ㅡ¡Todo lo que eres, todo lo que finges ser, es solo una maldita mentira!ㅡ
Scarlett apretó la mandíbula, los dedos temblorosos en el gatillo. No podía ver de dónde venían las palabras, pero cada una de ellas la atacaba, desgarrándola por dentro. Sabía que no debía reaccionar, que debía mantenerse fría, pero algo en sus palabras... algo la estaba desarmando desde adentro.
ㅡ¿Te crees invencible, imparable? ¡Solo eres una mentirosa más! Una marioneta disfrazada de cazadora. ¿Quién te crees que eres, Scarlett? ¡Deja de engañar a todos, deja de engañarte a ti misma!ㅡ
Sus labios se apretaron hasta formar una línea fina mientras intentaba mantenerse en control, pero aquellas palabras eran más profundas que cualquier herida física. Sabía que estaban diseñadas para herir, para desarmarla emocionalmente. Sin embargo, lo que más le aterraba era lo cerca que estaba esa voz de sus propios miedos más oscuros.
ㅡ¡Eres solo una fachada! ¡Toda esa dureza, esa fuerza, es mentira! ¡Te escondes detrás de ese arma porque no eres nada sin ella!ㅡ
Los ojos de Scarlett se llenaron de furia. Esa voz, su acosador, estaba intentando desmantelarla, hacerla pedazos desde dentro. Pero ella no podía permitirse ceder. No ahora, no cuando estaba tan cerca de la verdad. Cerró los ojos por un segundo, respirando profundamente, intentando ahogar las palabras que golpeaban como puñales.
ㅡ¿Sabes lo que eres en realidad?ㅡ continuó la voz, cada vez más cercana, como si estuviera detrás de ella, susurrándole al oído. ㅡEres solo una sombra. Una ilusión de poder. Todos aquellos que te temen, que creen en ti, solo ven la falsa tú. ¡Si supieran la verdad! Si supieran lo rota que estás por dentro…ㅡ
Scarlett apretó los puños con tal fuerza que sintió las uñas clavándose en su piel. La rabia la consumía, pero en el fondo sabía que debía mantener la calma. Su acosador estaba intentando quebrarla, exponer sus vulnerabilidades, pero no podía dejar que lo lograra.
ㅡ¡Ya basta!ㅡ, gritó finalmente, su voz cortando la noche como un disparo. Sus ojos escaneaban las sombras, buscando a ese espectro que jugaba con su mente. ㅡ¿Qué quieres de mí? ¡Muéstrate de una vez!ㅡ
Un silencio denso y sofocante cayó sobre la escollera. Scarlett contuvo el aliento, sabiendo que algo estaba a punto de suceder. Sabía que él estaba cerca, observándola, quizás sonriendo en la oscuridad, disfrutando de su desesperación.
Pero en el fondo, algo se había encendido en ella. Esa furia que crecía en su interior, ese fuego que siempre la había impulsado, le dio la fuerza que necesitaba. Podía escuchar sus palabras, sí, pero ya no tenían el mismo poder. No lo dejaría ganar.
Se ajustó contra la roca, su arma preparada, sabiendo que el enfrentamiento final estaba a la vuelta de la esquina.
Scarlett sintió el latido acelerado de su corazón resonando en sus oídos mientras corría hacia la costanera. Su respiración era errática, y la sensación de ser perseguida se hacía cada vez más intensa. El viento cortaba su piel, arrastrando consigo el eco de pasos que no lograba identificar, pero que sabía que estaban ahí, acechando. En algún punto, su instinto la obligó a detenerse. Buscó refugio detrás de la escollera, escondiéndose en la oscuridad, con el arma firmemente sujeta entre sus manos.
Las últimas palabras resonaron como un eco interminable en la mente de Scarlett.
ㅡSi supieran lo rota que estás por dentro…ㅡ
Esa frase fue el detonante. El aire se le hizo pesado en los pulmones, y la furia que la había contenido durante tanto tiempo emergió con fuerza. No pensó, solo actuó. El arma estaba firme en su mano, lista para acabar con la amenaza que había acechado su vida. Salió de su escondite con pasos decididos, el dedo ya presionando el gatillo antes de siquiera apuntar bien.
El disparo retumbó en la noche, y su acosador cayó hacia atrás, desapareciendo en la oscuridad. El sonido de su cuerpo al impactar contra la arena se perdió entre el eco de las olas rompiendo contra la escollera. Scarlett permaneció inmóvil, respirando entrecortadamente, con la adrenalina aún recorriéndole las venas. Había terminado. Al fin, había terminado.
Con el corazón latiendo como una bomba a punto de explotar, comenzó a bajar por la escollera hacia la playa. Cada paso se sentía más pesado, como si el aire mismo se volviera más denso a su alrededor. Las olas rozaban la orilla, y la brisa marina traía consigo el sabor salado del agua, mezclado con algo más. Algo metálico.
La arena se sentía fría bajo sus pies cuando finalmente llegó al borde del agua. Allí, en la penumbra, yacía el cuerpo que había derribado. Parecía una sombra más entre las sombras, un bulto enorme cubierto por el vaivén de las olas. Scarlett avanzó, su respiración aún descontrolada, y se agachó, acercándose al cadáver.
Pero entonces, lo vió. El rostro del cuerpo inerte la golpeó como un mazazo.
Era ella.
Scarlett retrocedió de golpe, cayendo sobre la arena mojada, sus ojos abiertos de par en par en una mezcla de terror y confusión. Su pecho subía y bajaba rápidamente, incapaz de procesar lo que estaba viendo. El cadáver tenía su rostro. La misma cara, el mismo cabello empapado por el agua de mar, las mismas ropas que ella llevaba esa noche. Cada detalle era exacto, como si estuviera viendo una copia de sí misma.
El arma se le cayó de las manos, hundiéndose lentamente en la arena mientras ella se arrastraba hacia atrás, incapaz de apartar la vista de esa macabra visión. ¿Cómo era posible?. Sentía el latido de su corazón retumbar en sus oídos, mientras el mundo a su alrededor se desdibujaba. La respiración se le entrecortaba, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin que siquiera lo notara.
ㅡ¿Qué… qué es esto?ㅡ, susurró, incapaz de reconocer su propia voz, tan quebrada por el pánico. El cuerpo permanecía inmóvil frente a ella, el agua arrastrando lentamente la sangre que brotaba de la herida, tiñendo de rojo las olas que se retiraban hacia el mar.
Scarlett se llevó las manos a la cabeza, tirando de su cabello, tratando de encontrar alguna lógica en lo que veía. No podía ser real. No podía estar viéndose a sí misma allí, muerta en la arena. Pero ahí estaba. Y cuanto más lo miraba, más claro era que no había escapatoria de esa verdad aterradora.
Se levantó de golpe, tambaleándose sobre la arena, mirando a su alrededor como una desesperada. No había nadie más allí. Solo ella, el mar, y el cuerpo que era una réplica exacta de sí misma. El viento soplaba, frío y cruel, como burlándose de ella. Cada sonido del entorno se sentía distante, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
Las palabras de su acosador resonaban en su mente: ㅡEres solo una fachada. Si supieran la verdad…ㅡ
La verdad. Finalmente lo entendió. El enemigo que había estado cazándola… era ella misma. Había proyectado todos sus miedos, sus inseguridades, y su odio hacia una figura externa, creando un acosador que no existía. Durante tanto tiempo, había estado huyendo de sus propios demonios, de su verdadero yo, de todo aquello que no quería aceptar. Y en su desesperación por eliminar esa parte de sí, había terminado enfrentándose a lo que siempre había estado dentro de ella.
Las lágrimas seguían cayendo, mezclándose con la brisa marina, mientras Scarlett sollozaba en la oscuridad. Había disparado a su propio reflejo. Había acabado con aquella versión rota y desgarrada de sí misma, pero ahora… ¿qué quedaba?
Se abrazó a sí misma, temblando, su mirada perdida en el cuerpo que yacía frente a ella. El mar continuaba llevándose la sangre, como si intentara borrar el rastro de su lucha interna, pero Scarlett sabía que el verdadero enemigo nunca desaparecía tan fácilmente. Estaba dentro de ella, y siempre lo había estado.
Se quedó allí, de rodillas en la arena, incapaz de moverse, incapaz de escapar de la aterradora revelación, sabiendo que aquella solo estaría "quieta" durante un tiempo.
Palabras: 2051
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Recostado guepardo en blanco y negro.
Recostado guepardo en blanco y negro tiempo sin prisa y sin el ruido urbano donde la vida y sus latidos rápidos hay quienes buscan en rutina diaria la esencia de un vivir llano y sencillo. Con salud firme y el bastión invicto el pensamiento claro en escollera se enfrenta al mundo con el corazón dejando atrás tormenta y desaliento bailando entre cortinas y de espaldas. Con la mente…
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Vos sos mi trinchera en el fin del mundo..Como una escollera entrando en el mar..Me siento protegido por lo que me das.
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Realizan Secretaría de Desarrollo Energético y New Fortress evaluación de proyectos factibles para la comunidad
Realizan Secretaría de Desarrollo Energético y New Fortress evaluación de proyectos factibles para la comunidad
Altamira, Tamaulipas.-Hace más de 50 años que la señora Sofía Ramírez Bautista llegó a las costas de Altamira, Tamaulipas, a unos pasos de las escolleras en la playa de Barra de Chavarría para establecer su vida, donde ha vivido huracanes, inundaciones, apuros y carencias. Posicionada frente al nuevo proyecto estratégico que es la Planta de Licuefacción, el secretario de Desarrollo Energético,…
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Me acosté en mi cama para llorar y pude dormir, por un segundo logré no pensar en vos pero apareciste en mi sueño
Yo estaba al lado de un árbol alto, como vos y de un segundo a otro estaba sentada en la escollera El mar se acercó a mí y me contó que también te extraña El viento me pidió que te traiga de vuelta para sentirte dibujar y la reja gris me dijo que anhela de nuevo un segundo de tu tacto como yo
La noche en esta ciudad fue más divertida cuando vos estuviste acá Ahora hace frío y llueve todo el tiempo El sol no sale tan seguido y a los árboles se le caen las hojas, lentamente hasta que quedan vacíos Me susurran que te traiga de vuelta que te traiga de vuelta a mí Los edificios me piden que, por favor, los mires una vez más con tus ojos de algodón de azúcar
Los semáfaros me preguntan por qué no me río tanto como cuando estabas vos si soy igual de graciosa que siempre, pero las calles saben que nuestros chistes eran únicamente nuestros
Todos en este lugar extrañan ver cómo te miraba, extrañan escucharnos y extrañan reirse con nosotros
La ciudad que dejaste extraña nuestras manos y pide que nos volvamos a ver
La luna nunca más estuvo llena desde que te fuiste Ella siempre cambia, pero se olvidó de volver a ser igual de linda como estuvo esa noche de verano cuando me dijiste "¿te puedo dar un beso?"
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