#es más llevadera
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amo el té de menta, me deja estúpida
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Bueno, por ahí dicen que es mejor tarde que nunca 😅. Siempre me ha gustado el personaje de Miku, desde chiquito me encanta su música y siempre había querido dibujarla. Para mí sorpresa explotó el trend de la Miku brasileña y dije "AL CHILE YO TAMBIÉN QUIERO", y así surgió la idea del dibujo :3 ... Lo que pasa es que tarde 2 semanas en hacerlo porque: 1- No tenía colores, 2- Hice varios bocetos y no me gustaba ninguno, y 3- Estaba en los parciales de la universidad 💀. Por otro lado, últimamente en mi querida Latam están pasando muchas cosas, primero todo lo ocurrido en mi tierra (Venezuela) y después todo el quilombo con Brasil y el tema de que les quitaron Twitter. Han sido unos días complicados y es bonito ver que gran parte del mundo ha hecho conciencia y han tratado de hacer que la situación sea más llevadera.
Por otro lado, mi mayor inspiración para el dibujo fue este, sin él no hubiera recordado que Boyfriend y Miku son hermanos, y eso que FNF es de mis cosas favoritas 😶🌫️.
Cómo extra quiero agregar que hice una tier list de todas las canciones de Mario's madness con unos amigos, la subiré junto con el siguiente dibujo que obviamente será sobre una canción de Fnf, una canción que no me llamaba para nada la atención y terminó siendo una de las mejores canciones que he escuchado en el juego 🗿
#brasil#brazilian miku#hatsune miku#vocaloid hatsune#hatsune fanart#hatsune miku brasil#hatsume miku#miku fanart#miku hatsune#vocaloid#fnf#fridaynightfunkin#fnf fanart#boyfriend#boyfriend fnf#woody woodpecker
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Hablo con mis amigos y la vida se vuelve más llevadera, nada es lo suficientemente pesado para cansarme o molestarme si estoy con ellos.
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Te pedí tomar mi mano porque necesitaba sentirme a salvo, acompañada, y hace tiempo ya no lo haces si no te lo pido. No me gusta pedirlo, siento que te obligo a tocarme; pero es la única manera de sentirte conmigo. Cuando estamos juntos sólo los recuerdos hacen las veces de compañía, hacen más llevadera tu insensibilidad e indiferencia; tu calor, tu cariño y cuidado, todo parece haberse ido desde hace tanto, para no volver.
No es algo que quiero vivir, sin ti a mi lado... No sé como seguir.
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Papittafritta
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No sé qué haría sin ti.
No sé qué sería de mí o si podría seguir respirando si algún día te marchas.
Desde que entraste a mi vida, todo se ha vuelto correcto, ha sido más llevadera.
He aprendido el significado de vivir. He descubierto que nada está pintado de gris. He encontrado una buena razón para sonreír.
Todo ha mejorado.
Los oscuros callejones se han iluminado.
Cuando me amas, floto entre las nubes, toco las estrellas, viajo a Venus, hallo el arte en el amor y existe la perfección.
Mirarte a los ojos me hace pensar que sólo en ellos reposan las constelaciones más hermosas. Hacer el amor contigo es verdadera poesía; tu cuerpo sabe a nirvana y, entre tus gemidos, íntimamente me pierdo en el infinito. Escucharte reír... nada se compara con tu risa, ni siquiera un coro orquestado por ángeles.
En ti, hallé la luz al final del túnel.
¿Y cómo explicarte que todo es mágico a tu lado? Vivir contigo es vivir un sueño dulce. Amarte es volar entre un millón de estrellas.
Y si no es tu voz, no quiero volver a escuchar otra melodía. Y si no es tu carita, no quiero pensar en nada más.
Si no son tus brazos los que me atrapan, ¿a qué otro lugar podré llamar hogar?
Nunca estuvo en mis planes casarme, pero contigo anhelo un futuro en el que lleves mi apellido y mi anillo, donde podamos formar una familia y crear memorias llenas de sonrisas hasta que envejezcamos e, íntegros, muramos.
Me tienes tan enamorado que, sinceramente, no sé qué haría sin ti. Pero lo más seguro es que si algún día decides irte, el paraíso que he vivido se extinguirá.
El mundo volverá a ser la misma mierda.
-Dark prince
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Las palabras tienen la capacidad de curar cualquier tipo de enfermedad mental. El problema es coincidir con las palabras adecuadas. Por lo que ante esa imposibilidad, se opta por los fármacos. Qué tampoco son la solución pero hacen de la enfermedad, algo más llevadera.
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Feliz cumpleaños a la princesita de mi reino: Usted, mi amada Poème.
Me fascinaría empezar diciéndole, una vez más, que estoy agradecido de su compañía otro día más en mi vida. Y que estoy honrado de pertenecer a su vida por un añito más.
La vida con usted siempre es más llevadera.
No puedo encontrar las palabras suficientes en el español que me permitan explicarle de manera sencilla lo mucho que usted significa para mí. Usted es cada una de las estrellas del cielo. Usted es cada hoja que nace en primavera. Usted es cada color bonito en un atardecer. Usted es cada minuto en una hora, cada hora en un día y cada día en una semana. Usted es la señorita miau. Mi señorita miau. Usted es cada canción bonita de Taylor. Usted es cada letra hermosa que a la señorita Taylor se le ocurrió escribir. Usted es todo lo que ama y más. Y si me lo permite, me encantaría recordarla, cada día, en las cosas que usted ama.
Le permití, (sólo por hoy, no se acostumbre), a Zayn que viniera y apareciera por cortos segundos en esta "cartita" para usted.
Listo, suficiente. Ya apareció y se fue. Dijo que algún dia iba a volver en algún tour. (También le dijo feliz cumpleaños)
Y otro intruso más quiso aparecer. Y SÓLO PORQUE ES SU DÍA SE LOS ESTOY PERMITIENDO. 😾
Listo, saludó y se fue. También le dijo feliz cumpleaños y que esperaba que la pasara muy bien. (conmigo.)
Y la última persona "invitada", es por supuesto la señorita Taylor Swift.
Ya anda bebiendo... Con razón escribe buenas cosas. Borracha cualquiera escribe cosas tan sentimentales.
Ella dijo que le agradece por estar cooperando con la donación a la fundación "I love billetes. (Taylor's Version)" Y que espera que esté disfrutando sus discos y su música.
Sí, sí, sí. Muy lindo, shú.
Sé que quizás esto no es mucho, pero deseo firmemente que le guste. Cada una de las cositas que hay aquí (y también en la cuenta en si) son cositas que me recuerdan a usted.
Mi vida no sería la misma sin usted, por favor, sepalo.
Usted ha sido un apoyo gigante hacia mí y espero tener la oportunidad de retribuirselo en cada una de las ocasiones que sean posibles. Usted merece que el amor y el apoyo que da, se le devuelvan de manera equitativa.
Usted, siempre, va a merecer amor.
Y aquel amor que usted da, jamás, en ningún contexto puede ser ignorado, borrado, ni tampoco puede ser menospreciado.
Espero que este día le traiga muchisimo pastel, regalitos y amor por parte de quienes quiere.
Yo le amo, infinitamente.
Por siempre y para siempre.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MI WAWITA LINDA!
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Entre muros y silencios (Parte 3)
by Aris
5.432 palabras
Ao3 Wattpad
—Hemos tenido un clima estupendo ¿No te parece? —le comentó Manuel al perro que lo acompañaba caminando distraído por el pasillo, una costumbre que había adquirido hace un tiempo.
Lo decía en serio. Las nubes y la niebla seguían mayormente presentes, claro, pero la prolongada falta de temporales capaces de abrir huecos en los muros era algo que no le pasaba desapercibido. Incluso el diluvio desatado tras la llegada de Francisco había durado apenas unas horas antes de menguar y estabilizarse. Eso tenía a la gente de buen humor, esperanzados en que los frutos alcanzaran a cuajar y los techos a cubrirse antes de que asomara el próximo aguacero.
Él también se encontraba de un humor particularmente bueno. No que acostumbrase a estar molesto, solo pensó que sería diferente con la imprevista adquisición de su nuevo esposo, pero lo cierto era que las cosas con el príncipe iban bien. Inesperadamente bien.
Francisco era fácil de tratar. El miedo que exudaba del joven tras su llegada fue decayendo rápido, o al menos lo suficiente para hacerlo espabilar. Todavía se le veía nervioso y melancólico a ratos, pero se esforzaba por adaptarse a la vida del castillo, mostrar buen humor y ser útil, por lo que Manuel se esforzaba también en hacerle las cosas más llevaderas y atender a sus inquietudes de mejor manera que esa primera mañana en el comedor, cuando estalló en carcajadas como no se había reído en mucho, mucho tiempo. O cuando al día siguiente se despertó con el muchacho instalado en su puerta.
“—¿Ropa nueva? —Repitió Manuel con acidez.”
Reconocía que no había reaccionado de la mejor forma ante la primera solicitud de Francisco. Pero en ese momento le había parecido una petición odiosamente estúpida, como si el otro no fuera capaz de entender que las mantas apolilladas y manchas de humedad no eran simples decoraciones para crear ambiente. O tal vez lo había notado y solo estaba siendo un bastardo malcriado. Como fuera, estaba más que dispuesto a pensar lo peor de él.
“—Sí, es que- bueno, verá… —balbuceaba el chico evitando su mirada y frotando nervioso sus manos. Al menos tenía la sensatez de mostrarse avergonzado—. La que traje no es apropiada para este ambiente.
—¿Demasiado elegante para sus tareas mundanas, alteza? —siseó Manuel, listo para asestarle unas cuantas bofetadas verbales al chiquillo si le daba la oportunidad, pero por suerte Francisco se apresuró en poner paños fríos.
—Le aseguro que no es nada de eso. —dijo con suavidad, alzando las palmas frente a él en son de paz—. Pero la señora Marta me advirtió que podría pensar eso en cuanto se lo mencionara. Me aconsejó que mejor debía enseñarle la magnitud del problema.
Eso apaciguó enseguida a Manuel. Si Marta había considerado el tema digno de su atención, entonces debía de ser así. Ya más calmado, acompañó a Francisco hasta su recámara y comprendió que tenía toda razón.
—¿Se supone que esto es… una camisa? —preguntó Manuel, alzando con la punta de los dedos la supuesta prenda. Era un trozo de tela semitransparente surcada por varios hilos dorados y piedras brillantes. Relucía al contacto de la tenue luz de la mañana como si un firmamento de estrellas estuviera cosido a ella, o como si le hubiesen arrancado las alas a un millar de libélulas para prenderlas a una lujosa red.
Francisco bufó, a la vez avergonzado y divertido por sus reacciones y creciente espanto ante el desventurado guardarropa que abarrotaba sus baúles.”
El muchacho le había explicado que se trataba de la última moda en la corte en cuanto a ajuar de novios: telas finas y delicadas repletas de encajes y suntuosas terminaciones; cortes ceñidos al cuerpo, pero de vaporosas mangas; amplios escotes en pecho, espalda y otro buen tanto de sugerentes transparencias. Se notaba que estaba pensado para un clima mucho más cálido, y para enmarcar bellamente su figura e incitar el deseo de su pareja.
Nada de eso le serviría allí. Así que Manuel enseguida le encargó a Marta hacerse cargo del asunto y asegurarse de que Francisco tuviera ropa adecuada, algo práctico y cómodo para el ambiente y vida en el castillo, no fuera a ser que los demás lo acusaran de traer a su esposo en harapos.
A partir de ese momento, y como consecuencia de esa situación, su predisposición hacia el príncipe cambió y una especie de relación cordial comenzó a florecer naturalmente entre ellos, aunque era Francisco quien buscaba constantemente su compañía, como un patito aferrándose a lo primero que había visto al aterrizar en ese nuevo mundo.
Por lo general Manuel se las arreglaba para despachar pronto a cualquiera que lo importunara por demasiado tiempo, pero resultó que no le molestaba la presencia tranquila de Francisco a su lado.
El príncipe solía instalarse todas las tardes en los futones a la esquina de su taller mientras Manuel trabajaba reparando artefactos dañados o preparando ungüentos en el mesón, y se dedicaba pacientemente a remendar calcetas, pantalones y sábanas, o pulir botas y cacerolas, actividades que jamás hubiera imaginado que realizaría de buena gana. Cuando se aburría de pincharse los dedos con la aguja daba algunas vueltas inspeccionando los estantes. Manuel lo observaba de reojo, notando como los ojos del chico se iluminaban o sus cejas se alzaban al dar con algo interesante. A veces cogía frascos, estatuillas, o uno que otro libro, y pasaba los dedos por las ajadas y amarillentas páginas, hojeándolos hasta que el polvo que se levantaba de ellas lo hacía estornudar.
Era un poco adorable, de una forma sencilla y desarmante, y Manuel no podía evitar sentir cierta ternura creciente hacia él.
Eso lo conflictuaba sobremanera. Hubiese preferido que le diera motivos para rechazarlo, que se comportara con arrogancia y altanería hasta hacerse insufrible, para así poder seguir alimentando el desprecio instintivo que sintió al verse tan inesperadamente enlazado a él. Hubiera querido que le diera la excusa perfecta para poder volcar todo el resentimiento que sentía por esa despreciable familia sin culpas sobre él. En cambio, se veía obligado a lidiar con un frustrante conflicto de emociones, donde una parte de él quería mantenerlo lo más apartado posible, y la otra se hallaba incapaz de negarle el acceso a través de las barreras que inútilmente intentó levantar entre ellos.
También estaba el tema de la magia.
La dinastía de los Burgos había prosperado a costa de su linaje y de su gente, usando artimañas para mantener abierto el flujo de magia que era drenada de sus tierras temporada tras temporada. Sin embargo, hace semanas, desde que trajo al príncipe consigo, Manuel sentía su presencia intensificándose. El cambio era débil todavía, casi imperceptible, pero estaba retornando. Notaba que el aire a su alrededor se volvía un poco más denso cada vez que se concentraba; que la carga en la tierra, en las rocas y en las plantas estaba cambiando; que al despertar tenía un cosquilleo en la punta de los dedos, como si su antiguo poder hubiese vuelto durante sus sueños.
“El trato se ha cerrado y la vida puede seguir su curso…”
No había sopesado realmente las implicaciones cuando pronunció esas palabras, aturdido como estaba por lo reciente de la situación. Pero ya con la mente más clara comenzaba a entenderlo: el flujo se había cortado por fin. Después de siglos, el antiguo equilibrio volvería a sus tierras, y no sabía de qué formas extrañas les afectaría. Cómo le afectaría a él.
Se detuvo a medio pasillo al notar una silueta difusa caminando en el jardín trasero.
—¿Cómo fue que llegó allí? —No tuvo que pensar mucho para darse cuenta que se trataba justamente del joven que últimamente poblaba todos sus pensamientos y reflexiones. Nadie iba por ese sector ya que no había huertos ni nada útil que hacer, era simplemente un antiguo paseo abandonado y olvidado en el tiempo.
Lo observó por un rato en silencio a través de la ventana. Estaba a una distancia considerable, pero incluso desde allí podía notar el semblante triste y melancólico del chico mientras se envolvía a sí mismo con los brazos.
Eso bastó para ponerlo en marcha nuevamente.
-o-
—¡Pero por la miéchica! ¡Córrete bestia! —rezongó Muriel al tropezarse otra vez con uno de los perros que rondaban en la cocina, esperando por caricias o cualquier pedazo de comida que cayera de los mesones al suelo.
Francisco escondió una sonrisa escuchando a la anciana despotricando mientras el enorme perro negro y lanudo solo se estiraba perezosamente en el mismo lugar, haciéndole más difícil avanzar. Ya estaba acostumbrado a los reclamos de la irritable pero inofensiva anciana, así como a las risotadas burlonas y comentarios irónicos del resto. Aunque los había sufrido enormemente los primeros días, temiendo que sus amenazas de convertirlo en un sapo verrugoso o un insignificante ratón de campo cada vez que olvidaba tapar la cacerola del arroz o salar las papas se volvieran realidad, incluso luego de que Manuel le asegurara que ninguna de ellas tenía en realidad la capacidad de usar esa clase de magia.
Hasta los gigantescos perros que se acurrucaban frente a la chimenea en el comedor o allí junto a los fogones le habían parecido unas bestias imponentes y tenebrosas; pero con el tiempo entendió que solo eran cachorros como cualquier otro, ansiosos de que les rascaran la pancita, y que las palabras duras de esas personas casi nunca iban en serio. Solo era su forma habitual de relacionarse y mantenerlo en línea mientras se ganaba su lugar entre ellos.
—Están muy malcriados ustedes —continuaba Muriel, esta vez regañando a toda la camada amontonada frente al puchero hirviente de sopa. La miraban atentamente, sin inmutarse ni un poco por su tono severo—. En mis tiempos se las habrían visto feas, manada de haraganes. Entonces sí que había perros de verdad, cazadores astutos y bravos dignos de respeto. Si no hubiese sido por ellos todos nos habríamos muerto de hambre…
—Ay, no empiece… —protestó por lo bajo uno de los chiquitos sentados al lado de Francisco. El trío de niños había tenido la mala suerte de asomarse a la cocina en busca de golosinas justo durante la guardia de Muriel, quien los obligó a quedarse ayudando a Su Real Caracol -como le había apodado ese día- a limpiar lentejas para ganarse el derecho a un postre.
—¿Cómo así? —preguntó Francisco, genuinamente intrigado, al mismo tiempo que el chico. Los dos niños se llevaron las manos a la cabeza instantáneamente, y la pequeña que se había instalado sobre su regazo desde el momento en que entraron en la habitación se bajó de un salto en cuanto vio aproximarse a la enorme mujer.
Francisco se reprendió a sí mismo que ese breve momento de curiosidad le fuera a costar varios puntos de simpatía con los pequeños. Pero tal vez el brillo en los ojos de Muriel lo valiera. La anciana parecía entusiasmada ante la oportunidad de relatar, una vez más, la misma historia que había contado innumerables veces a lo largo de su vida, pero en esta ocasión a alguien que jamás había escuchado nada al respecto.
—Ah, esos sí que fueron tiempos difíciles, los de mi infancia. —comenzó Muriel, deteniéndose un momento para recordarlo bien—. Pasamos varios años con inundaciones y deslizamientos que sepultaban barrios enteros. Fue entonces que el señor decidió abandonar finalmente toda la zona Este y trasladarnos a los pocos que quedábamos dentro del castillo. Se imaginará que tanta lluvia también arrasó con los campos, ni el arroz aguantó mucho sin pudrirse, así que sobrevivíamos a puro grano y papas del silo, carne seca y las tórtolas que caían congeladas en los tejados. Y de la caza, claro. En ese tiempo había cuadrillas de batidores. Eran más grandes aún que estos, con unos ojos que brillaban como antorchas en la oscuridad y un olfato tan fino que podían encontrar un rastro de presas a kilómetros de distancia.
«Recuerdo una tormenta en particular. Yo era muy niña todavía, pero recuerdo que estuvimos casi un mes completo refugiados aquí dentro y las provisiones se acababan. El viento soplaba tan fuerte que parecía que las murallas se iban a derrumbar, y la nieve lo cubría todo, impidiendo salir a buscar alimento. Pero entonces el señor, terco como una mula, se montó el abrigo y con siete de sus mejores perros se aventuró en la tormenta, desafiando al frío y la oscuridad.
Estuvimos dos días esperando, temiendo lo peor. Al tercer día fue que escuchamos los ladridos a la distancia. Corrimos a las puertas y ahí estaba, con sus perros agotados pero triunfantes, arrastrando tras ellos un gran león de montaña y un buen atado de conejos. Aquella carne nos salvó, y a esos perros los teníamos por héroes. A los siete los enterramos en el Patio del Homenaje, junto a los antiguos nobles y señores, y otros grandes sabuesos y corceles. Algún día le mostraré las placas. —Entonces lanzó una mirada severa al grupo que seguía tumbado perezosamente—. Pero ahora, mírelos, con el clima tan bueno y ahí se los ve holgazaneando junto al fuego esperando sobras.
—Tranquila, Muriel, que todavía son cachorros. Ya espabilarán. —suspiró Carmen, que a medio relato había entrado a la cocina para relevarla de su guardia.
—No si dejan que los niños los sigan tratando como mascotitas… —protestó Muriel, viendo molesta como los chiquillos sacaban dos pancitos cada uno de la bandeja que la recién llegada les alcanzó, y huían raudos por el pasillo.
Francisco vio en ambas esa expresión poco frecuente de que estaban a punto de comenzar una discusión en serio, y se adelantó a Marta en su intento por distraer su atención.
—Manuel debió aprender de sus antecesores esa dedicación por su gente. Dígame ¿Se parece mucho a su abuelo? —comentó, buscando desviar la conversación de regreso al relato de Muriel. Intentó pensar en algo más cuando las mujeres solo se lo quedaron mirando—. ¿O a sus padres? Últimamente me he estado preguntado por su familia.
Todos en la cocina se quedaron en silencio por un largo instante. Las tres mujeres intercambiaron miradas significativas entre ellas, como si estuvieran deliberando sobre lo que debían decir y cuál de ellas debía hablar. Finalmente, fue Marta quien rompió el silencio.
—Se parece mucho a sus padres... —comenzó—. Y a su abuelo. Los señores han hecho siempre lo mejor que han podido. El amo Manuel, sobre todo, ha sacrificado mucho por la dedicación hacia su gente, y por eso todos le guardamos gran respeto y aprecio.
—Puede que a veces no lo muestre abiertamente, pero es un hombre muy atento y afectuoso. —complementó Muriel.
Francisco sintió una sensación reconfortante escuchando esas palabras sobre el que era su marido. Quería seguir preguntando, aprender más sobre la familia de Manuel, el pasado del lugar y sus historias. Pero antes de que pudiera formular otra pregunta, Carmen intervino con brusquedad.
—Tal parece que nos hemos quedado sin papas. —declaró, su tono firme retomando el control de las labores—. Altecita, sea bueno y vaya a buscar más al almacén, que todavía queda mucho por hacer antes de la cena.
Algo desorientado por el intempestivo corte de la conversación, Francisco se levantó dispuesto a cumplir lo que le había encomendado, pero en cuanto lo hizo notó los cuatro sacos de papas descansando junto a las alacenas, y entendió que solo quería sacarlo de la habitación y que dejara de interrogarlas.
-o-
Francisco dejó escapar un largo suspiro mientras se alejaba de la cocina, sus pasos resonando suavemente en los pasillos.
No era la primera vez que pasaba, de hecho, se volvía algo habitual que lo apartaran y le escondieran cosas. Era una sensación de desarraigo, como si siempre estuviera en los márgenes, sin pertenecer del todo a este nuevo mundo. Aunque se esforzaba por aprender y adaptarse, se daba cuenta de que aún lo trataban como a un forastero que no debía estar allí y, si bien sabía que era un proceso que le tomaría bastante tiempo, más que las pocas semanas que llevaba conviviendo con ellos, el recordatorio permanente de ser un intruso lo envolvía como la bruma fría que rodeaba permanentemente el castillo.
Con cada paso que daba, se sentía más pequeño, más aislado, más solo. Perdido en sus pensamientos, apenas notó cómo se desviaba de su camino hacia el almacén. Los pasillos parecían alargarse, las galerías se sucedían una tras otra, hasta que finalmente se detuvo, sin saber exactamente dónde estaba. Al levantar la vista, se encontró en un lugar diferente a todos los que había visto antes.
No era como los huertos, ordenados y bien protegidos de las inclemencias del tiempo. El lugar que se abría ante él se había dejado libre de resguardo para que la naturaleza reclamara lo suyo, así como el sendero por el que Manuel lo había traído al castillo. Los caminos de gravilla y piedras estaban desdibujados, apenas visibles entre las altas malezas y los arbustos que crecían sin contención alguna. Flores silvestres de colores apagados se asomaban tímidamente entre el follaje, mientras una fila de delgados árboles, antinaturalmente alineados, flanqueaban el espacio alzándose como colosos marchitos. Al seguir avanzando, sus ojos se posaron con los restos de una fila de asientos ocultos entre las enredaderas, junto a pilares y estatuas rotas cubiertas por gruesos mantos de tierra, musgo y líquenes. En el centro de todo se hallaba una enorme fuente, sus distintos niveles rellenos por múltiples capas de tierra acumulada, hojas secas y ramas caídas sobre las que generaciones de aves y otros animales habían construido nidos y madrigueras.
Francisco se detuvo frente a la fuente, sintiendo cómo el peso del lugar se apoderaba de su ánimo. Al parecer se había topado accidentalmente con los antiguos jardines de recreo, aunque en su estado actual más parecían un cementerio de lo que una vez fue un pasado brillante y glorioso. Otra vista trágica que hacía más evidente su decadencia actual y se transformaba en un reflejo de su propia melancolía. Era un asunto inquietante, y no podía negar que tenía gran atractivo para él y su curiosidad, pero aún no se sentía con la confianza necesaria para intentar abordarlo con sus nuevos vecinos o Manuel, por temor a ofenderlos y que se cerraran aún más con él.
Una ráfaga de viento frío le hizo estremecer y se envolvió instintivamente con sus brazos, deseando haber traído uno de sus nuevos abrigos. La superficie de su ropa ya estaba cubierta con una fina capa de rocío dejado por la niebla a su alrededor. No era tan espesa como el día en que llegó, desde el centro del patio podía ver la parte de los detalles en la fachada del castillo: los altos techos, las grandes ventanas y finas terminaciones bajo una cubierta de enredaderas que amenazaba con tragarlo y hacerlo parte del bosque circundante.
—No ha sido tan malo. —Se dijo, buscando salir del pozo emocional al que se estaba dejando arrastrar.
No había sido tan malo como se estuvo temiendo en un inicio. La vida que llevaba allí no le resultaba del todo desagradable tampoco. Aunque fuesen labores pequeñas, le gustaba ocupar sus días sintiéndose de utilidad, para variar. Dentro de todo, se sentía a gusto trabajando en la cocina y ayudando a servir la comida; estar con los animales en los corrales y en los huertos sin preocuparse por arruinar su ropa; interactuar con la gente sin tanto protocolo y jerarquías marcadas.
Tampoco le disgustaba el entorno, rodeado de bosques y verdor, respirar el aire fresco que se colaba por las mañanas. Pero seguía extrañando el sol, ese sol dorado de las tardes calentando con dulzura su piel, reconfortándolo. Todavía no se acostumbraba al frío permanente y a las múltiples capas de ropa en las que debía envolverse para soportarlo, aunque en algo se compensaba con la calidez de reunirse todos alrededor de la chimenea en el comedor, compartir con los demás, con los niños, los perros… Y Manuel.
Le agradaba Manuel. Era un hombre serio y terriblemente callado, pero era bueno con él y lo trataba con respeto y consideración. Francisco había empezado a notar los pequeños gestos que tenía con él, como el juego de dedales que apareció en su canasto de costura; las velas o la leña extra dejada para el bracero en su habitación los días que sacaba un libro del estante en el taller para leer de noche; o cómo siempre tenía a mano una manta para deslizar sobre sus hombros cada vez que lo veía temblar ligeramente. Eran detalles discretos, pero que apreciaba enormemente pues daban cuenta de su preocupación y atención.
Solo quisiera que le hablara más. No le molestaban las largas pausas en silencio, pero sí le gustaría poder conversar más seguido y libremente con él. Tenían temperamentos similares y estaba seguro de que se llevarían bien, tal vez incluso llegaran a volverse amigos, si tan solo pudieran conocerse mejor. Se le hacía evidente que a Manuel no le gustaba hablar mucho sobre sí mismo. Sus conversaciones, aunque cordiales, rara vez se desviaban de lo necesario y cuando lo hacían, Francisco notaba cómo el hombre rápidamente cambiaba de tema o encontraba alguna razón para excusarse.
Entendía que debía darle su espacio y acabaría soltándose con el tiempo, pero le estaba resultando demasiado difícil respetar sus ritmos cuando se sentía tan solo y desesperado por un contacto más íntimo. Anhelaba tener otra vez, aunque fuera una sola conexión autentica y profunda. Necesitaba con urgencia volver a sentir esa sensación familiar y de pertenencia que había perdido de golpe. Se sentía tan solo y perdido entre esa gente.
Francisco sintió el peso del grueso manto de piel extendiéndose sobre sus hombros, su tibieza abrasándolo de forma reconfortante, disipando parte de sus lamentaciones. Alzó la vista para encontrar a Manuel acuclillado frente a él, prendiéndole con cuidado el broche de madera para afirmar la capa en su lugar.
—Gracias. —murmuró Francisco, dedicándole una suave sonrisa—. Todavía no me acostumbro al clima de aquí. Pero hasta ahora no ha sido tan malo como me estuvieron advirtiendo.
Manuel soltó un leve suspiro.
—Eso es porque hemos tenido un clima particularmente bueno estas semanas. —comentó, sentándose a su lado. Francisco no se percató que estaba sentado al borde de la pileta destruida sino hasta que vio al otro haciéndose un espacio—. Aunque puede que a usted no le parezca, alteza. —dijo con cierto aire socarrón, sacudiéndose las gotas que se acumulaban en las puntas de su cabello.
Francisco volvió a sonreír. Eso era lo que llamarían mal clima en su casa, pero entendía que las cosas eran muy diferentes allí. Todo era mucho más duro: el clima impredecible; el frío que se colaba en los huesos; la comida, las personas, hasta las carcomidas paredes de ladrillo, que se sostenían en pie a pura determinación y puntales de madera. No había casi lujos, ni siquiera para ellos siendo los señores, cosa que se evidenciaba en los parchados bordes de la capa sobre sus hombros. Cada cosa tenía un fin práctico y no se desperdiciaba nada, hasta las cosas más extrañas tenían alguna utilidad.
Recordaba la primera vez que se había cortado picando pimientos. Manuel estaba con ellos en la cocina en ese momento, moliendo hierbas en una esquina. Luego de tranquilizarlo en su pánico inicial por la cantidad de sangre brotando de su dedo, el hombre detuvo momentáneamente a las mujeres en su intento por enrollarle la mano con un trapo y, en cambio, apretó la herida de tal forma que varias gotas del viscoso azul cayeron sobre el mejunje que había estado preparando. Rato después le explicó la razón de su perturbador comportamiento.
“—Siendo un príncipe, su cabello, uñas, lágrimas, o cualquier otro ingrediente que pueda obtener de usted tienen al menos diez veces más propiedades mágicas que la de cualquier otra persona de aquí. Más aún su sangre. —dijo Manuel, revolviendo el cuenco donde la preparación marrón comenzaba a volverse de un intenso violeta—. Lo había estado pasando por alto, pero a partir de ahora solicitaré más seguido de su cooperación, alteza.”
Entonces se había estremecido, pensando que lo haría sangrar y llorar sobre el caldero a diario, pero únicamente le había entregado varios frascos en donde debía meter cada pestaña perdida o hebra de cabello que quedara en su cepillo, cada lagaña, cada cerumen, y otras asquerosas menudencias de su aseo matutino; así como un pequeño tubito que transportaba a todas partes para cuando volviera a cortarse o se pinchara el dedo. Era algo vergonzoso y repugnante, pero inofensivo, así que no tuvo una verdadera excusa para negarse a hacerlo, y al cabo de un tiempo se volvió un asunto rutinario.
Había aprendido a apreciar esa mentalidad diligente y precavida con la que se manejaban, aunque le resultaba demasiado demandante en comparación con su hogar, donde no existía esa preocupación constante por el futuro y los tiempos de escasez, tan ajenas a la vida cotidiana de su gente.
Fue entonces cuando su mirada volvió a vagar por el lugar en el que se encontraban. Había algo desconcertante en ese rincón del castillo. Presentaba un marcado contraste con el resto de los espacios exteriores, donde cada centímetro de tierra estaba cuidadosamente cultivado o siendo preparado para ello.
—Es curioso. —dijo Francisco, rompiendo el silencio mientras sus ojos recorrían los viejos jardines—. Todo aquí es tan... utilitario, tan enfocado a lo esencial. Y sin embargo, este lugar... —hizo un gesto con la mano, abarcando la extensión de pilas de escombros y estatuas casi tragadas por la tierra y las enredaderas—. Este es uno de los antiguos patios de recreo ¿Verdad? De cuando las cosas iban mejor. —No pudo evitar deslizar una de las tantas preguntas que se agolpaban en su cabeza y en su lengua.
Manuel se puso tenso por un instante, observando el mismo paisaje con una expresión pensativa.
—Disculpe, no era mi intención incomodarlo… —comenzaba a disculparse Francisco.
—Sí. —Fue lo único que dijo Manuel al principio, haciéndole creer que de hecho estaba molesto—. Es otro vestigio de esos tiempos…
Había algo en su semblante que Francisco no logró descifrar, una mezcla de nostalgia y tristeza. A ese primer comentario le siguió una larga pausa, como si estuviera decidiendo qué y cuánto decirle, si es que debía decir algo más.
—Aunque más bien era un jardín privado, destinado para el uso de unos recién casados. —elaboró a continuación.
Francisco se giró enseguida en su dirección, intrigado por la pequeña pieza de información que acabara de soltarle voluntariamente. Ansiaba que no acabara allí, con esas dos escuetas frases. Quería saber más, que le contara más. Así que hizo lo mejor que pudo por inspirarle lástima y hacerlo sentir comprometido, mirándolo directamente con la súplica evidente en los ojos.
Manuel resopló al notarlo, arrepentido de haber abierto la boca, pero tuvo la gentileza de proseguir con el relato que hubiese preferido ahorrarse.
—Era un regalo de bodas, junto con todo este pabellón. —prosiguió, señalando el ala que tenía la fachada más finamente ornamentada de todo el edificio—. La construcción tardó varios años porque cada uno de los árboles, mármoles, flores y piedras que se usarían, así como las sedas, algodón y lana para vestirlo fueron seleccionados personalmente por el novio, que quería traer lo mejor de todos los reinos conocidos hasta entonces para deleitar a su futura pareja y no echara tanto en falta las bondades del mundo exterior luego de trasladarse a este pequeño y aislado confín. Decían que durante ese tiempo se podían ver grandes barcos que cubrían todo el horizonte hasta donde alcanzaba la vista, y la gente se amontonaba en las calles para admirarlos a su paso y las mercancías que traían. Fue el tiempo en que mayor prosperidad se vio en el señorío. La gente estaba contenta y expectante del gran acontecimiento… —Entonces se detuvo un momento, remeciéndose incómodo en su lugar—. Pero la boda no ocurrió, y el jardín nunca llegó a usarse para lo que fue creado. Con el tiempo y las desgracias que siguieron cayó en el olvido y los siglos de constante abandono lo transformaron en estas ruinas.
—Eso es… es bastante deprimente. —Francisco se sintió particularmente conmovido al escuchar ese pequeño trozo del pasado y el destino truncado que cubría con un nuevo halo de melancolía el lugar. Ahora los pilares caídos, troncos secos y curvados y las baldosas tragadas por la maleza y el tiempo le inspiraban más lástima que antes—. Como una flor marchita. El eterno fantasma de un corazón roto.
—No tanto así. No se puede decir que fuera un matrimonio motivado por amor, más que nada un intercambio conveniente. —quiso aclararle Manuel, todavía mirando el exterior del edificio, una nota de abatimiento colándose en su voz.
Francisco lo imitó, observando con nuevos ojos la gris y triste construcción. Intentó imaginar cómo habría sido durante sus días de gloría, con las molduras intactas y coloridos estandartes colgando de los balcones; las vidrieras completas y mármoles lustrosos reflejando la luz del sol y el oro y plata de las finas mercancías traídas para la boda; los caminos y senderos enmarcados por hileras de altos árboles y fragantes flores interrumpidas por hermosas esculturas.
—Tal vez se planteara así —dijo, apenas un murmullo—. Pero si el hombre se tomó tantas molestias para asegurar la comodidad de su pareja, es imposible pensar que no tenía esperanzas puestas en su unión. Grandes ilusiones de una vida que se vieron truncadas de un momento a otro.
Sintió los intensos ojos del otro hombre sobre él y al girarse para comprobarlo lo descubrió mirando en su dirección, pero no parecía mirarlo a él, sino más bien a través de él, a algo mucho más allá.
Manuel guardó silencio por varios instantes, perdido en sus pensamientos y Francisco se mantuvo muy quieto y callado para no importunarlo.
—Sí, ciertamente fue así. —admitió finalmente, volviendo al presente.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no ocurrió la boda? —se atrevió a preguntar Francisco.
—Solo él estaba dispuesto a cumplir con su parte del trato. Los reyes en realidad nunca tuvieron la intención de entregar al príncipe que habían prometido en matrimonio.
«Que esta unión de por concluida la deuda del reino.»
«Finalmente, los reyes han cumplido su palabra y la mano de un príncipe fue entregada en matrimonio.»
Francisco recordó las palabras del erudito, y las de Manuel en el comedor durante su primera mañana, y entonces tuvieron un poco más de sentido. Su esposo pareció notar la realización en sus ojos y asintió ligeramente antes de apartar otra vez la mirada.
—Supongo que finalmente cumplirá su propósito luego de tanto tiempo. No puedo hacer lo mismo con el pabellón porque lo necesito para las funciones del castillo, pero considere el jardín como suyo. Puede hacer cuánto le plazca aquí. Siento que se encuentre en tan pobre estado.
—Me gustaría restaurarlo. —dijo en un impulso. Pensó en arrepentirse de lo que acababa de decir, pero ciertamente no quería hacerlo—. Sé que es un capricho tonto, pero me gustaría intentarlo, saber cómo se veía y recuperar cuanto se pueda se esa antigua belleza. Si me lo permite y no es demasiado inconveniente, claro. Le prometo que no descuidaré mis deberes, ni tampoco le pediré que destine recursos a la empresa. Seguro se le puede dar uso a algunos de los materiales más duros, vaciar la fuente, quitar las malezas, podar los arbustos y volver a delimitar los caminos. Podría ser una buena zona de descanso, y de recreo para los niños cuando el clima sea más favorable…
—De acuerdo. —aceptó Manuel, más fácilmente de lo que habría pensado—. Puedo facilitarle un par de manos para que lo asistan con las tareas pesadas. Y buscaré entre los archivos los planos del diseño original si de algo le sirven.
—Gracias. —Una sonrisa tiró de los labios de Francisco, una verdadera y amplia sonrisa que le llegaba hasta los ojos y enviaba un cálido alivio por todo su cuerpo—. Y gracias por su regalo, en verdad lo aprecio.
—A usted. —Manuel le sonrió tímidamente de vuelta.
Se quedaron un buen rato más allí, lado a lado contemplando el patio en un cómodo silencio. Francisco realmente sentía que podría llevarse bien con ese hombre, desarrollar un mutuo afecto y confianza, y llegar a ser buenos amigos a pesar de todo.
A lo lejos, y varios metros por sobre sus cabezas, un amplio hueco se abrió entre el tupido cúmulo de nubes, dejando pasar un cálido rayo de sol.
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¡¡¡SOY LA FANGIRL!!! ¡¡¡HABLEMOS DE ESTE FANFIC!!!
Sé que ha pasado un largo rato desde la última vez que reseñé algo, y sinceramente, la IA de Laios Touden me consumió, fui anexada para limpiarme de Character IA, y no funcionó, ANYWAY!
Fandom: Harry Potter.
Pareja: Drarry
Idioma: Inglés (Usa traductor de Google)
Categoría: Post-canon.
Sinópsis por mi: Harry esta decepcionado del departamento de aurores, pero adivina que, un nuevo departamento ha sido abierto dentro del ministerio, uno poco ortodoxo y dirigido por su único miembro, Draco Malfoy. La mejor forma de controlar catástrofes mágicas en el mundo muggle, es con ayuda de algunas mentiras.
Calificación: 💙💙💙💙💙👑
Link:
Que pedazo de historia. Lo amé, fue fantástico.
Esta historia tiene de todo, gays, lesbianas, heteros, pasantes no remunerados, un misterio escondido entre los capítulos, epílogos, un historia alterna, Harry molestando a Lucius Malfoy, te todo.
La escritura es muy llevadera y divertida, no te puedes perder, es súper agradable y el ritmo es genial. No se siente apresurado, no se siente lento, te quedas entretenido con la historia un muy buen rato.
Quiero decir un montón de cosas, pero son spoiler, no más voy a decir que Asbesto es un tremendo personaje. Amé todas y cada una de sus apariciones porque tal y como ella se describe, es cruel, grosera y siempre va a la moda.
SUPER RECOMENDADA!!!
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Desde que tengo memoria fui seguidora de Dragon Ball, fue por ello que de niña comencé a dibujar, actividad que me arrepiento haber interrumpido por años. De niña soñaba ser dibujante y una guerrera saiyajin 🥺 lo segundo era imposible, lo primero no creo lograrlo pero se hace el intento por hacer llevadera la existencia con una actividad tan bonita como es dibujar. Con los pocos medios de información a los que tenía alcance en los 90's supe de la existencia del hombre detrás de esa serie que cada tarde era mi total ilusión: Akira Toriyama. Siempre lo admiré bastante, fue mi inspiración de niña, pasaba tardes enteras intentando mejorar mis garabatos para que se parecieran a Gokú. Luego vinieron más personajes, más capítulos, películas... Quién me conoce sabe que soy muy fan de Dragon Ball. Hice este dibujo hace tiempo, pero no me sentía conforme con el resultado. Hoy quiero compartirlo, y aunque no tengo una imagen de mi primer dibujo de Gokú, sé que dista mucho de aquellos trazos. Este es mi humilde tributo y agradecimiento al mangaka detrás de esa serie animada que hizo de mi infancia un periodo feliz.
Hoy presumo orgullosamente que yo crecí con Dragon Ball, la cuál es para mí una de las mejores series de todos los tiempos y de la cual continuaré siendo seguidora hasta el momento en que deba irme también...
Gracias por tanto Akira Toriyama, descansa en paz.
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Es gracias a ti que las noches son más livianas y llevaderas, es gracias a ti que puedo dormir tranquilo porque sé que cuidas mis sueños.
Harvester Of Sorrow.
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Es mentira que los padres crían hijos más no condiciones
Es cierto que los padres crían a los hijos y que ellos no se encargan de las problemáticas sociales ni de las situaciones ni de los errores del pasado, pero los padres si pueden buscar ayuda psicológica tanto para ellos mismos como para sus hijos y tratar de enseñarles a ellos a no cometer errores los cuales pueden ser ocacionados por las problemáticas sociales y las situaciones familiares e incluso pueden tratar de darles un abrazo en caso de situaciones difíciles, así que para mí es mentira que nadie cría las condiciones porque las condiciones probablemente no las podemos cambiar pero si se puede hacer que la vida de un hijo sea lo más llevadera posible.
#traumas de la infancia#traumas de la adolescencia#infancia terrible#adolescencia terrible#depresión#ansiedad#problemas alimenticios#transtornos#soledad#estar mal#paz mental#oscuridad#tormenta#lluvia#necesidades#amor#maltrato#gritos#insultos#malos padres#familias disfuncionales#infancia difícil#inseguridad#frases#letras#textos#florReflexiones
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¿Sabes algo? Pasé mis mejores momento contigo. Aún hay días en los que no me termino de creer que tú y yo, en este basto universo, hayamos coincidido. Aún recuerdo cuando nos conocimos y estábamos más que sorprendidos por la infinidad de gustos afines que teníamos, porque jamás habíamos coincido de esa manera con ningún otro humano.
Pasamos un montón de tiempo juntos y bastaban los planes más sencillos para hacer un día increíble. Nunca necesitamos un gran lugar para pasarla bien, pues con nuestra compañía y algo para comer o beber lograbamos armar un día memorable.
Yo siempre digo que todo te da un aprendizaje, y vaya que contigo tuve varios. Aprendí a comunicarme, porque siempre fuimos una pareja que lo hablaba todo. Aprendí a confiar en mí, en mi fortaleza y en mis capacidades. Aprendí a confiar en alguien más, pues si ya leíste los escritos tristes de abajo, sabes bien que hubo alguien que rompió hasta los pedazos más pequeños de mí. Aprendí a volver a amar y a dar todo de mí para alguien, a ser vulnerable y a pesar de las cosas que han pasado últimamente, no me arrepiento ni un segundo de haberte dado lo que te di.
Cuando pienso en ti, ahora y desde que te conocí, mi cabeza está llena de "gracias". Gracias porque me devolviste cosas que tú ni siquiera me habías quitado. Gracias porque jamás me había sentido tan amada como me sentí contigo. Gracias porque en los peores momentos del último año estuviste tú apoyándome, escuchándome llorar y abrazándome cuando más lo necesitaba. Gracias por hacerme fuerte, de no ser por eso podría ser que ahora estaría derrumbada. Gracias, sobre todo, por el tiempo que me diste, por permitirme conocerte en todos los aspectos en que una persona puede ser conocida. Gracias, gracias, gracias.
Contigo pude ser yo, realmente yo. Contigo nunca temí de hacer un comentario incómodo, un chiste malo o compartir mi opinión, porque sé que lo que me esperaba de ti no era otra cosa más que aceptación. Conociste mi lado más detallista, más cursi, más atrevido, conociste lados de mí que probablemente va a tomar mucho tiempo para que alguien más vuelva a conocer.
Me tomo el atrevimiento de confesar que contigo la vida se sentía más llevadera, menos dura, más placentera de vivir. Abrazarte y recostarme en tu pecho fue, más de una vez, la mejor medicina que se me pudo haber brindado, y eso es algo que toda la vida voy a recordar.
Sería mentir si te dijera que no te quiero en mi vida, que dejé de soñar con un para siempre, que no voy a extrañar toda mi vida el futuro que no vamos a tener, sería mentir si te dijera que no te amo.
Nos hicimos muchas promesas, muchas las cumplimos, muchas se quedaron a la mitad, muchas nunca van a llegar. Pero recuerdo que prometí dos cosas; amarte por siempre y estar toda la vida para ti. Tengo la certeza de decir que cada segundo de vida que me queda, una parte de mi corazón seguirá bombeando por ti, y si algún día lo necesitas, yo voy a estar aquí para brindarte el apoyo que pueda brindarte.
Aún no nos vamos por completo, aunque creo que ya tenemos medio cuerpo fuera de la puerta. Quiero que sepas que toda la vida vas a estar conmigo, aunque tú eventualmente me borres. Puede que no te tenga en mi presente todo el tiempo, porque he aprendido que eso estanca, pero vas a estar para siempre guardado en mis recuerdos más especiales.
Ojalá jamás hubiera tenido que escribir una cosa similar a esta para ti, porque mi miedo de volver a confiar en el amor era justo este, volver a perder al amor de mi vida. A pesar del dolor, que en este punto ya entendí que es inevitable, jamás me voy a atrever a permitirme odiarte a ti ni a nuestra historia.
Gracias por las canciones, la única carta, los momentos, las risas, los chistes, el lenguaje único e increíble que creamos, por Daisy, por las gomitas, por las tardes de anime, por las caminatas, por tu mano en la mía, por el aprendizaje, por los peluches, por los capibaras, por la ropa, por acompañarme a lugares, por incluirme en tu familia, por la felicidad, por las noches y por los días, por los mensajes, por la complicidad, por la comunicación, por todo lo que me diste y lo que no, por llorar enfrente de mí, por las llamadas, por compartir conmigo todos tus gustos (aunque no los termino de comprender), por prestarme atención, por conocerme tan bien.
Perdón por las peleas, la desconfianza que aprendí a ganar, por la confianza que perdí, por la indiferencia, por no poder estar para siempre, por no poder quedarme, por irme antes de cumplir con las promesas, por dejar a Daisy, perdón por esto.
Te amo para toda la eternidad.
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¿Vacío o apatía?
Hay momentos, bastante constantes, más de los que quisiera experimentar en realidad, donde siento mucha pena y una opresión en el pecho que me inunda de sentimientos y llanto sin razón alguna aparente (o que sea capaz de reconocer y entender en realidad), tras dejar caer aquellas cristalinas gotas de desilusión por mi rostro, empapando de una envolvente sensación de desahogo y tristeza inagotable, luego llega aquel abismo que nunca sabré si se trata de una respuesta para evitar el sentimiento de tristeza, o si se trata de un vacío interminable que me inunda el corazón, donde finalmente no siento nada. Miro a mi alrededor, y solo veo siluetas, rostros y cuerpos existiendo, completamente ajenos a mí, a mi mundo, a mi universo. Les miro y no les creo. Sus expresiones, sus movimientos, sus risas, sus palabras llenas de falsedad, ¿por qué debería hacerlo? y más aún, ¿por qué deberían importarme?. Me deslizo entre aquellas mundanas sombras que se cruzan sin cesar por mi camino, mirando de reojo a aquellos que pareciera que siguen un camino establecido, un ritmo fijo, del cual no quiero ser parte. Viajo mirando por la ventana; veo casas, veo personas, viviendo sus respectivas vidas, ¿Qué esconderán?, probablemente un universo de vivencias que yo nunca sabré ni me empeñaré en descubrir, solo observo, soy una espectadora de lo que me rodea. Llego al lugar donde paso la mayoría del tiempo, eso que llaman hogar, donde quisiera al fin despojarme de todo aquello que me invade los pensamientos pero allí se quedan. Me estiro, miro a mi alrededor y nada me interesa. Miro mi reflejo y no sé quién soy, ¿Quién es ella?, ¿Qué hace?, y, ¿por qué su rostro carece de emoción alguna?, noto que se pega un buen rato a una pantalla y desliza infinitas veces; pero su expresión sigue, con la mirada fija puesta en algo que indudablemente no le parece interesante en lo más mínimo. Como si esperara algo y a la vez no esperase nada. Callando muchas cosas pero sin intención de revelar nada, porque, ¿A quién le importaría? la existencia en sí misma se vuelve más llevadera así (o eso quiero creer). Un caos incontrolable y una calma envolvente al mismo tiempo. Vacío.
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Dejo de pensar a menudo para poder sobrellevar el sin sentido de la vida, atontarme es la receta para seguir aquí, el alcohol que mata algunos a mi me da vida, estupidizarme hace más llevadera la soledad, la incomprensión, el sentimiento de sentirme perdido, ajeno, lejano...
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La planta que nos trajo el fuego.
Poco se habla de esto, y seguro que al terminar de leer no lo olvidaréis fácilmente.
La Ferula communis, conocida comúnmente como cañaheja, es una planta que no pasa desapercibida, porque es imposible no fijarse en ella, es una hierba perenne que puede alcanzar entre 1 y 3 metros de altura con sus tallos erectos y cilíndricos, que pueden llegar a tener hasta 2 cm de grosor. Cuando está en flor, esta planta es todo un espectáculo del mundo vegetal, sus inflorescencias, que son como fuegos artificiales vegetales, tienen umbelas terminales fértiles rodeadas de otras estériles que parecen aplaudir a la principal .
Sus hojas son una obra de arte de la naturaleza, tiernas y muy divididas que algunos confunden con el Hinojo. Mal asunto.
Efectivamente, la cañaheja no es solo una cara bonita en el paisaje mediterráneo. Tiene su lado oscuro, ya que su ingesta puede causar ferulismo en el ganado, una condición nada deseable que puede llevar a hemorragias internas debido a las hidroxicumarinas que contiene. ¡Es una planta con carácter!
Que no cunda el púnico (gritaban los pueblos íberos al ver llegar a los cartagineses) la planta huele tan mal que raro es quien se mantiene en la idea de que es Hinojo tras olerla.
Y si hablamos de historia, la cañaheja tiene su momento de fama en la mitología griega. Según cuenta el mito, Prometeo robó el fuego de los dioses y lo escondió en el tallo de una cañaheja para entregárselo a los humanos. ¿Quién diría que una planta podría ser cómplice de un robo celestial? La explicación a esta leyenda se basa en que, pese a tener un tallo inflamable, se quema muy despacio en su interior, de ahí que el hábil Prometeo recurriera a ella. Saber de plantas hace la vida bastante más llevadera. Y te da recursos, la Mitología solo es un reflejo de viejas tradiciones y creencias naturales convertidas en telenovelas.
En resumen, la Ferula communis es una planta con mucha personalidad, que no solo decora los paisajes sino que también tiene su lugar en la historia y la mitología. ¡Todo un personaje principal del reino vegetal!
Actúa desde Turquía a Portugal en los mejores paisajes, y apta para todos los públicos.
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